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AnteayerSalida Principal

Cómo ser judío y “no ignorar los gritos”

10 Diciembre 2025 at 13:13

La gente cambia, eso es un hecho. Cambia para bien o para mal. El caso de Peter Beinart es paradigmático de eso que Kant llamó «giro copernicano». Este profesor de periodismo, exdirector de la revista liberal The New Republic, fue un decidido defensor de la política intervencionista de Estados Unidos. Por ejemplo, apoyó de forma entusiasta las invasiones de Irak, Afganistán y Libia, un hecho que luego calificaría como su peor error intelectual y moral. «Yo mismo me consideré un ‘halcón liberal’ hasta que aquellas guerras me forzaron a cambiar mi visión del mundo», escribió en The Guardian. Judío practicante, asiste todos los sábados a la sinagoga y sigue las leyes dietéticas kosher. También fue un enérgico sionista en su juventud, pero su opinión sobre el Estado de Israel ha cambiado radicalmente. Lo explica en Ser judío tras la destrucción de Gaza (publicado en español por Capitán Swing), un libro concebido para convencer a otros judíos del error del proyecto nacional israelí y de las trampas argumentales, los mitos y el victimismo en que se fundamenta. «Este libro va del cuento que los judíos nos contamos a nosotros mismos a fin de ignorar los gritos», escribe en el prólogo. Los gritos palestinos.

«Beinart cuenta que él llegó a esa postura tras conocer a palestinos reales», explica su traductor, Pablo Batalla Cueto, durante la presentación del libro en Madrid. «Esos seres humanos, en el discurso de su familia, eran el Otro, el enemigo que te determina». Beinart compara esta visión excluyente de los palestinos con la Sudáfrica en la que nacieron sus padres y en la que él vivió parte de su infancia. «Recuerda cómo era aquello y por eso nos dice: ‘Israel es un apartheid y la gente justifica el apartheid israelí exactamente igual que mi familia justificaba el apartheid sudafricano, con los mismos argumentos, con las mismas mentiras, con los mismos cuentos’». Incluso recurriendo al principio del «supremacismo», un término que Beinart menciona literalmente respecto a la política del Estado de Israel.

Cómo ser judío y «no ignorar los gritos»
Portada de Ser judío tras la destrucción de Gaza, de Peter Beinart. CAPITÁN SWING

Esta comprensión de la realidad palestina le ha llevado a una postura que muchos calificarían de extremista. Por supuesto, abomina de Hamás, un movimiento violento y reaccionario, pero comprende sus razones. «La mayoría de los líderes de Hamás y de la Yihad Islámica son hijos o familiares de víctimas de Israel. Han visto morir a sus padres, a sus hermanos, a sus primos. Y la violencia sólo engendra violencia. ¿Qué podría esperar Israel tras el genocidio de Gaza sino más violencia?», dice Batalla recogiendo el testimonio de Beinart para ilustrar la salvaje y contraproducente posición de Tel Aviv. «A la mayoría de la gente no le gusta matar. Lo hacen cuando no ven otra vía». Así es como Beinart analiza la resistencia palestina.

«Este es un libro diferente, novedoso, extrañamente esperanzador», indica su traductor. «Conocemos otros libros escritos por judíos antisionistas y críticos con Israel, como los de Ilan Pappé, Noam Chomsky o Norman Finkelstein, y son muy valiosos, pero a menudo tienen un punto de exaltación y de rabia. Beinart se muestra como una persona increíblemente cabal, sensata, tranquila». Aboga por un Estado laico, para todos los que vivan allí, judíos y árabes, compartiendo los mismos derechos y que ni siquiera se llame Israel. En este sentido, fue muy sonado el artículo que publicó en The New York Times en 2020 bajo el título «Ya no creo en un Estado judío». En él explicaba la diferencia entre un Estado y «un hogar judío en la tierra de Israel», que es a su juicio la verdadera (y tergiversada) esencia del sionismo. «Israel-Palestina –escribía– puede ser un hogar judío y, en igualdad de condiciones, un hogar palestino. Construir ese hogar puede traer la liberación no solo para los palestinos, sino también para nosotros».

Suena ingenuo. Utópico quizás. Pero cosas más raras se han visto. Sudáfrica vuelve a servirle de ejemplo: cuando acabó el apartheid, muchos blancos pensaban que llegaba la hora de la venganza de las personas negras y que se produciría un baño de sangre. No fue así. Y lo mismo ocurrió en Irlanda del Norte. «Allí estuvieron 50 años pegándose tiros y poniendo coches bomba –ilustra Pablo Batalla–, pero de repente llegaron los Acuerdos de Viernes Santo e incluso se formó un gobierno de coalición entre el DUP y el Sinn Fein. Es como si aquí gobernaran juntos Vox y Bildu». Beinart insiste en que el pueblo judío no es diferente, no es ni mejor ni peor que cualquier otro pueblo. Si ellos pudieron hacerlo, Israel también.

Pero una de las primeras cosas que debe hacer, a juicio de Beinart, es abandonar de una vez por todas el victimismo. Lo abrazó tras la Guerra de los Seis Días, «cuando pasó de ser un Estado débil, precario, que contaba con las simpatías de la izquierda internacional, a ser un matón. A partir de entonces empieza lo que Finkelstein llama ‘la industria del Holocausto’, que sirve para contrarrestar cualquier crítica», explica Batalla. «Señalar cualquier disfunción del Estado de Israel se responde con acusaciones de antisemita y de complicidad con el Holocausto».

Estas consideraciones han llevado a Beinart a ser repudiado por buena parte de su comunidad. Lo insultan en la sinagoga, se niegan a darle la paz e increpan a sus hijos en la universidad. Pero no va a dejar de defender la versión más humanista de su religión. Como explica Pablo Batalla, los primeros internacionalistas fueron los judíos. No les quedó otro remedio: «Han solido ser los mejores humanistas precisamente porque han sido perseguidos en todas partes. Los encerraban en guetos o los expulsaban o les negaban la nacionalidad en los países en los que se encontraban, por eso se vieron obligados a volverse internacionalistas y a pensar en la humanidad. En la izquierda, gran parte de nuestros héroes intelectuales, como Rosa Luxemburgo o Walter Benjamin, forman parte de una bella tradición judía que pensó en el ser humano de forma universal. No eran nacionalistas porque no podían serlo, porque no les dejaban tener patria. Y según explica Beinart, la condición de pueblo elegido no se basa en que Yavé les diera privilegios especiales sino deberes especiales para con toda la humanidad. Ese mensaje contempla la dignidad intrínseca de todo ser humano y es fundamentalmente universalista».

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El genocidio continúa en Cisjordania: «Los colonos creen que la guerra no debería parar»

8 Diciembre 2025 at 00:00

Jaime Luján

El alto el fuego en Gaza no ha frenado los ataques de Israel contra los palestinos. No lo ha hecho en la propia Franja, ni en el otro territorio palestino, también ocupado, de Cisjordania. Los habitantes de esta región limítrofe con el río Jordán han sufrido desde el 7 de octubre de 2023 el recrudecimiento de las agresiones de los colonos israelíes hacia ellos. Palizas, robos e incendios son algunas de estas acciones que, además, en muchas ocasiones, cuentan con la connivencia de la Policía y el Ejército israelíes.

El periodista A. A. y la activista R. R. –ambos palestinos– han descrito la dramática situación de su tierra, Cisjordania, en el encuentro Palestina. Defender la vida, defender la tierra, organizado por la Alternativa Antimilitarista-MOC. A. A. es cofundador de la organización Youth of Sumud, que se dedica a ofrecer ayuda y protección en la región de Masafer Yatta: tanto a pastores en su actividad como a niños en su ruta hacia el colegio. Por su parte, R. R. es una joven activista que participa en Ikhilia, una cooperativa agrícola formada por mujeres palestinas en el valle del Jordán. infoLibre ha sido el único medio escrito que ha podido conversar con ellos durante su visita a España.

Ellos mismos han asegurado a este periódico que han sufrido personalmente el acoso de los colonos. “Intentaron robar un rebaño de ovejas de mi tío. Él, su esposa y yo intentamos impedirlo y me rompieron la pierna. Este año, en enero, atacaron mi casa y quemaron mi coche”, cuenta A. A. En cuanto a la Policía israelí, los entrevistados sostienen que “no hace nada” ante estos ataques. “Si llamamos a la Policía, esta dice que es una zona militarizada y que no es nuestra tierra. O te vas o nos dejas de llamar”, explica A. A.

En Cisjordania, según relata, la situación de las mujeres es especialmente alarmante ya que la asistencia médica es escasa, al igual que el acceso a la educación. “La mayoría de estas zonas no tiene centro médico, por eso cuando una mujer está enferma o embarazada tiene que ir en coche, que son atacados por los colonos”, explica R. R. Además, la activista señala que “la mayoría de las mujeres no pueden ir a la escuela porque tienen miedo de ellos. Muchas son asesinadas mientras caminan para ir a la universidad o a trabajar”, añade.

Ambos palestinos están de acuerdo en que, tras el alto el fuego en Gaza del pasado octubre, la situación en Cisjordania ha empeorado: “Los colonos creen que la guerra no debería parar y que deben continuarla ellos mismos”. Tampoco se muestran satisfechos con el reconocimiento a Palestina por varios países occidentales: “Primero, salvar vidas. Luego hablamos de los Estados”.

A.A. proviene de la aldea de Tuba, en la zona de Masafer Yatta, mientras que R. R. es del valle del Jordán. Ambos lugares se encuentran en la sección C de Cisjordania –bajo control civil y militar israelí– y donde se ubican los asentamientos de colonos, declarados ilegales por el derecho internacional. El área C supone alrededor del 60% de Cisjordania y cuenta con una población de unos 300.000 palestinos, según el Observatorio Mundial sobre Finanzas y la Inversión de los Gobiernos Subnacionales (SNG-WOFI, por sus siglas en inglés). En 2020, Cisjordania albergaba a más de 2,8 millones de palestinos y a 450.000 israelíes.

Parte de Masafer Yatta ha sido considerado por Israel como zona militarizada, lo que supone para los palestinos la imposibilidad de construir y, además, la demolición de algunas de sus viviendas. Los residentes de la región han acudido en varias ocasiones a la Justicia israelí para revocar esta calificación del suelo, sin éxito. “A día de hoy, las personas que viven en esta zona están aisladas y el ejército no permite a nadie entrar allí. Ni familiares, ni periodistas, ni profesores, ni médicos”, explica A. A.
La resistencia no violenta

Ambos palestinos han elegido la vía pacífica para luchar por los derechos de la población en Cisjordania, en un momento en el que ser activista en la región de Oriente Medio no es fácil. “No tenemos la protección para contar la verdad”, afirma R. R, que hace hincapié en el caso de Ayman Ghrayeb.

“Estuvimos sin saber de él durante tres días y después nos dijeron que estaba en el hospital. Ahora está detenido por seis meses y no tiene abogado”, prosigue. Este activista fue arrestado por el Ejército israelí el pasado 17 de noviembre mientras grababa con una cámara el ataque de unos colonos a la aldea de Fasayil.

Precisamente, Ghrayeb es el fundador de Ikhilia, que pretende “dar a los agricultores y las mujeres algo para continuar con sus vidas”, según R. R. Sin embargo, otra labor que llevan a cabo organizaciones como esta es la de documentar las distintas formas de acoso por parte de los israelíes. “Sirve para luego escribir sobre ello en las redes sociales o ir a los tribunales y comisarías israelíes; aunque eso no ayude, hay que intentarlo”, afirma A. A. Además del apoyo legal, Youth of Sumud también colabora con organizaciones de derechos humanos para ofrecer ayuda humanitaria a la población.

Para los dos activistas, lo esencial es “fortalecer la resiliencia de la gente para que pueda permanecer en sus tierras”. “Si estas personas no permanecen en sus casas, será un desastre más grande”, concluye A. A.

Según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, por sus iniciales en inglés), desde el pasado 7 de octubre, 200 palestinos –52 de ellos eran niños– han sido asesinados por las fuerzas israelíes en Cisjordania. En este mismo periodo de tiempo, 2.803 palestinos han sido heridos, de los cuales al menos 355 son niños; y se han registrado 254 ataques de colonos contra la población palestina.

Los palestinos A. A. y R. R., junto con el nepalí Subhash Kattel –miembro de la Internacional de Resistentes en la Guerra (IRG)– han participado en el encuentro Desarmar el militarismo: Resistir la guerra, construir la paz, organizado por la Alternativa Antimilitarista-MOC e IRG, y celebrado a finales de noviembre en Barcelona. También han visitado Valencia y Madrid, este último acto acogido por la Fundación Anselmo Lorenzo.

Fuente: https://www.infolibre.es/internacio...

Día Sin Compras: Ecologistas en Acción denuncia la complicidad de Zara con el genocidio en Gaza y anima a un consumo sostenible y responsable

28 Noviembre 2025 at 13:04
  • Con el objetivo de recordar  que cada decisión de compra tiene consecuencias, y de apoyar el boicot a empresas que sustentan el apartheid del pueblo palestino, la organización ecologista han protagonizado una acción de protesta para denunciar la complicidad de Zara en el genocidio.
  • Las activistas han recordado los impactos medioambientales, sociales y humanos de la cadena de moda, y han instado a la ciudadanía a optar por alternativas de compra más sostenibles, libres de explotación laboral y de complicidad con violaciones de derechos humanos: “No se trata solo de no comprar hoy, se trata de cambiar el modelo”.
  • Ecologistas en Acción, miembro de la Red Solidaria Contra la Ocupación de Palestina (RESCOP) y colaboradora de la Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) a Israel, ha recordado las movilizaciones convocadas este fin de semana en casi 60 municipios por la libertad y autonomía del pueblo palestino.

Coincidiendo con el Día sin Compras y en el 78º aniversario de la Partición de Palestina, activistas de Ecologistas en Acción han protagonizado esta mañana una acción simbólica frente a la tienda insignia de Zara en la Gran Vía madrileña. Vestidas de negro y portando una mortaja que simulaba un bebé palestino asesinado, las personas participantes han denunciado la complicidad de la marca con el régimen israelí de apartheid y genocidio.

Fotografías: Nacho Goytre.
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Durante la acción se han repartido centenares de folletos informativos dirigidos a clientes y transeúntes, explicandopor qué Zara figura en la lista de empresas boicoteadas por el movimiento global de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS). El acto reivindicativo ha sido silencioso, solemne y ha contado con el apoyo espontáneo de personas que han aplaudido y se han sumado a la convocatoria.

La acción forma parte del Día Sin Compras, una jornada internacional de huelga de consumo que cada año impulsa Ecologistas en Acción “como contrapunto al consumismo desaforado y al Black Friday”. En esta ocasión, el foco se ha puesto en Zara, debido a su creciente implicación con Israel: en 2025 la compañía inauguró su mayor tienda hasta la fecha en el complejo Big Fashion Glilot, en territorio israelí. Además, su franquiciado local ha financiado actos de campaña de Itamar Ben-Gvir, ministro israelí supremacista, condenado por apoyo al terrorismo, sancionado por varios países y defensor públicamente del genocidio en Palestina. Ben-Gvir es citado en la causa por genocidio que actualmente se estudia en la Corte Internacional de Justicia.

“Zara no solo alimenta el fast fashion y la crisis climática con miles de toneladas de ropa fabricadas en el sur global y transportada en avión, también blanquea con su imagen un régimen que está asesinando a miles de palestinas y palestinos. Hoy hemos venido a recordar que cada prenda que se compra aquí puede estar contribuyendo al pago de impuestos a un gobierno genocida”, ha declarado Enrique Quintanilla, portavoz de Ecologistas en Acción.

Charo Morán, portavoz también de la organización ecologista, ha instado a la ciudadanía a sumarse al boicot a Zara y a “optar por alternativas libres de explotación laboral y de complicidad con violaciones de derechos humanos: consumir menos ropa, combatir modas efímeras, alargar su vida útil, usar ropa de segunda mano adquirida en el pequeño comercio y, en la medida de lo posible, de producción ética y local”.

Fotografías: Nacho Goytre.
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Además, ha recordado que el modelo de negocio de Inditex también tiene un impacto ambiental devastador. Según el informe “Moda Aérea”, la empresa realiza más de 1.600 vuelos de carga al año desde el aeropuerto de Zaragoza para abastecer sus tiendas, lo que supone emisiones 14 veces superiores a las del transporte marítimo. Esta estrategia de velocidad sobre sostenibilidad contribuye significativamente a la crisis climática, que también es una forma de violencia contra los pueblos más vulnerables.

La acción también ha servido para visibilizar el papel de la moda rápida en la precarización laboral, especialmente de mujeres, en países del sur global. Inditex utiliza cadenas de suministro que han provocado tragedias como la de Rana Plaza en Bangladesh, en 2013, donde murieron más de 1.100 trabajadoras.

Fotografías: Nacho Goytre.
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Ecologistas en Acción ha recordado que el consumo es una herramienta política, y que cada decisión de compra tiene consecuencias. Por ello, ha animado a la ciudadanía a participar en el boicot a Zaray a otras marcas cómplices del apartheid israelí, y a sumarse a las movilizaciones previstas para este 29 de noviembre, Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino, que se celebrarán en decenas de ciudades del Estado español.

“No se trata solo de no comprar hoy, se trata de cambiar el modelo. No queremos ropa que ocupe, que mate, que explota. Queremos moda que cure, que cuide, que respete”, han concluido las activistas.

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Acratador 27 Nov 25

28 Noviembre 2025 at 06:41

Hoy un programa con dos interesantes entrevistas. En la primera, tras el 25N, Día contra la violencia de género, traemos a Elena, de Docentes Decentes, plataforma feminista que tiene como objetivo impedir que ejerzan como profesores maltratadores condenados por maltrato. No dejamos de hablar de Palestina y por ello traemos a Edu Lucas, del sindicato […]

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Apuntes históricos del antisionismo entre la comunidad judía

16 Noviembre 2025 at 22:44

Por Ángel Malatesta. Extraído de Regeneración Libertaria

La única apuesta para extirpar de raíz el sionismo globalmente es a través de organizar una oposición con enfoque de clase, anticolonial, y antiimperialista a nivel internacional. Para ello es fundamental que en el seno de la comunidad judía transfronteriza, se trabaje junto a organizaciones políticas en todo Oriente Próximo, donde el papel de la fuerza social de los trabajadores, y especialmente las mujeres y disidencias, tengan un rol primordial. Desde sus orígenes, la naturaleza del Estado de Israel es colonialista, genocida y de apartheid, siendo respaldada actualmente su existencia y acción de despojo y expulsión del pueblo palestino por parte de las potencias imperialistas con EEUU y Europa a la cabeza. El sionismo no es más que la puesta en práctica de esa ideología de terror y exterminio capitalista contra la humanidad, en esta ocasión con tintes ultrarreligiosos y racistas, queriendo reducir a la nada al pueblo palestino.

La causa palestina está, por lo tanto, unida a la lucha anticapitalista y anticolonial a nivel mundial a día de hoy. El sionismo, en tanto que fuerza absolutamente hegemónica en Israel defendida por el imperialismo y sus intereses estratégicos en Oriente, se ha convertido en una doctrina política que ha secuestrado al propio pueblo judío, y a toda la humanidad. Rastrear en la historia de la comunidad judía la oposición verdaderamente de clase e internacionalista que desde sus albores ha combatido al sionismo, marcan un camino indispensable para la construcción de esa lucha en la actualidad. El sionismo ha hecho bandera del antisemitismo frente a toda crítica a su proyecto genocida y, sin embargo, después del pueblo palestino, el sionismo tiene por principal enemigo a cualquier otro judío que no sea sionista. Utiliza el sufrimiento histórico del pueblo judío para legitimar un proyecto colonial opresor contra otro pueblo.

Origen del sionismo instalado en un proyecto nacionalista y colonial

El sionismo había nacido en Europa a finales del siglo XIX como una rama del nacionalismo moderno en el seno del judaísmo secular. Los estados-nación europeos rechazaron en sus proyectos políticos a comunidades sociales que no pudieran ser incluidas en ese ideal nacionalista, y por lo tanto se iniciaron fuertes opresiones hacia numerosos pueblos disgregadores de ese orden nacional. No todas esas comunidades han resistido conformando proyectos políticos hegemónicos que buscasen construir estados-nación opresores de otros pueblos. Sin embargo, en 1897 se funda la Organización Sionista Mundial, donde se aboga por la creación de un Estado nacional Judío, y apoyándose en la tradición judía y rabínica, comenzarán a desarrollar un proyecto político de migración hacia el territorio de la Palestina Otomana, y posteriormente el Mandato Británico de Palestina. Partiendo de que el pueblo judío conformaban una nación ancestral, se inicia como un proyecto colonialista integrado en el nacionalismo de su época, y por tanto, de un proyecto de dominación de las burguesías nacionales en pugna en el capitalismo. Se iniciaron las olas de colonización sionista, o «Aliyá» en su denominación hebrea, promoviendo asentamientos agrícolas con apoyo financiero de sionistas europeos. Alcanzarían su objetivo principal en 1948 con la creación del Estado de Israel como proyecto supremacista, y en la agenda del imperialismo capitalista como principal aliado y desestabilizador de Oriente desde la segunda mitad del siglo XX.

Estos grupúsculos sionistas fueron minoritarios inicialmente, y aprovechaban las situaciones violentas de pogromos antisemitas en Europa para justificar su proyecto nacional como una emancipación. Sin embargo, una mayoría de judíos europeos apostaban por la defensa de la clase obrera y la revolución en los países en los que habitaban, rechazando la idea de crear un estado-nación israelí, que era un proyecto político en la línea burguesa y colonial. Los nacionalismos siempre engendran respuestas expansionistas y reactivas que ofrecieron como resultado la creación de los fascismos, y el sionismo tiene su origen en esa doctrina, enmarcada en un nivel superior de explotación capitalista e imperialista.

La creación del «Bund», la oposición judía antisionista y socialista revolucionaria

En la zona oriental de Europa los trabajadores judíos venían organizándose en agrupaciones revolucionarias desde mediados del siglo XIX, siendo especialmente activos en la Rusia zarista, encuadrados en organizaciones socialistas. La Liga General de Trabajadores Judíos se funda también en 1897, concretamente en Vilna (Lituania), congregando a judíos polacos, rusos, bielorrusos o lituanos del territorio del Imperio Ruso, bajo la denominación en yidis de «Bund».

Este movimiento judío antisionista fue una de las organizaciones de izquierdas más relevantes en preparar el terreno para el estallido de la Revolución Rusa de 1905, y muchos de sus miembros fueron perseguidos por las autoridades zaristas por su doble condición de judíos y socialistas. El «Bund» creó toda una red de autoprotección del antisemitismo en estrecha relación con la creación de un proyecto emancipador socialista revolucionario. Organizaron escuelas, bibliotecas, clubes deportivos, e incluso centros sanitarios donde se atendía a las clases populares excluidas.

Esta organización judía antisionista se unió al Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR), fundado en Minsk, que era de ideología marxista. Portaban en su seno una posición internacionalista, viendo el sionismo como un proyecto profundamente nacionalista, mientras que el «Bund» propiciaba priorizar la lucha de clase en los territorios donde hubiera comunidades judías en Europa. En la Revolución Soviética de 1917 mantuvieron disputas y oposiciones con la fracción bolchevique, por lo que fueron perseguidos como organización. En el periodo de Entreguerras, algunos de sus miembros pasaron a formar parte del «Kombund», judíos comunistas que apoyaban el nuevo escenario político bolchevique, aunque posteriormente la mayoría sufrirían la tortura o el asesinato por el régimen estalinista.

El «Bund» se convirtió en una fuerza importante en la comunidad judía en Nueva York, y mantuvo su fuerza clandestinamente en Lituania y Polonia. En este último país, en las campañas que hacían líderes sionistas alentando a la colonización del territorio palestino, el «Bund» les acusaba de aliarse con posturas antisemitas. También operó en Polonia el conocido como «Folkspartei» que, a diferencia del bundismo, no alentaba a la lucha de clases, sino que era un partido judío social-liberal y laico, aunque igualmente enfrentado al sionismo. Estas organizaciones como el «Bund» participaron de la resistencia contra el Holocausto nazi en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, y muchos de sus miembros acabaron asesinados.

Algunos de sus supervivientes acabaron cayendo en las tesis sionistas laboralistas y conformarían entidades colonizadoras en el territorio de Palestina tras la creación del Estado de Israel. Otros antiguos bundistas, que habían logrado exiliarse, restablecieron organizaciones en Europa o América, pero no volverían a tener la fuerza antisionista que alcanzaron en el primer tercio del siglo XX. El sionismo explotaría hasta la saciedad el Holocausto para hacer avanzar su proyecto colonialista. Las comunidades judías que, en la segunda mitad del siglo XX, se posicionaban contra Israel y su apartheid sobre Palestina, comenzaron a ser acusados por Israel de ser judíos que se odian a sí mismos. Esta persecución dentro de la propia comunidad judía por el sionismo, convierte a la ideología sionista en la principal fuerza hegemónica antisemita agresora de judíos en el mundo.

La lucha judía y palestina conjunta en territorio colonizado por Israel

Inicialmente la primera organización comunista en Palestina fue fundada en 1919 por judíos, trabajadores escindidos de la organización «Poale Zion», de la corriente del sionismo laboralista, viendo que el objetivo nacional sionista estaba siendo un engaño para la comunidad judía y que muchos trabajadores judíos eran manipulados por el sionismo para acabar en el territorio de mayoría árabe. Se estableció el Partido Socialista de los Trabajadores (MPS, en hebreo) que comenzó a denunciar el sionismo como una ideología reaccionaria en todas sus vertientes, y llamaron a la unidad de los trabajadores judíos y árabes contra el imperialismo británico valedor del sionismo. Sin embargo, ese partido comunista palestino refundado en 1923, posteriormente sería estalinizado y convertido oficialmente en Partido Comunista de Israel («Maki», por sus siglas) en los años 30, además, el propio Stalin llevaría adelante persecuciones antisemitas en la URSS. Algunos países satélite soviéticos proveerían armas a Israel a través de los miembros de ese partido comunista estalinizado, que tuvo un papel destacado en acometer la Nakba palestina en 1948.

A finales de los años 30 nació la Liga Comunista Revolucionaria en Palestina, una organización antiestalinista compuesta por jóvenes judíos trotskistas exiliados mayoritariamente de Alemania y de otras partes de Europa, quedando completamente expatriados ante los fascismos europeos. A ellos se unieron comunistas árabes como Jabra Nicola, quienes, una vez concluido el conflicto mundial y tras la Nakba palestina, se convertirían en activistas antisionistas y marxistas en diversos países europeos.

En el año 1962, nace Matzpen («Brújula» en hebreo), una organización socialista revolucionaria israelí y antisionista, que estaría activa hasta la década de los 80. Reunió a activistas judíos y árabes con diversos antecedentes en corrientes u organizaciones de izquierdas en Israel. En junio de 1967 se posicionaron contra la «Guerra de los Seis Días» y las nuevas tierras colonizadas por Israel en territorio palestino. Sus activistas entraron en contacto a través de conferencias con miembros de la nueva izquierda internacional, alcanzando incluso a comunicarse con los «Panteras Negras» en los EEUU. Además, también establecieron contactos con grupos palestinos como el Frente Democrático por la Liberación de Palestina (FDLP) o la Organización por la Liberación de Palestinas (OLP), que lideraron la lucha palestina en los años 70. Matzpen se disolvería en múltiples organizaciones de distintas corrientes del marxismo, participando posteriormente alguno de sus miembros originales en la Primera Intifada.

El anarquismo en Israel y los movimientos judíos antisionistas en la actualidad

El anarquismo en Israel puede rastrearse en los inicios del movimiento de los kibutz, comunidades y asentamientos del sionismo laboralista en territorios árabes desde las primeras oleadas judías. Igualmente que el marxismo, el anarquismo ha mantenido una relación bastante mixta, compleja y cambiante según acontecimientos internacionales en vinculación con el sionismo. Las ideas proudhonianas o incluso de Gustav Landauer influyeron en algunos de los primeros kibutzim, es decir, colonizadores de los kibutz israelíes. La organización Hapoel Hatzair (traducida del hebreo como «El joven trabajador») publicaba artículos sobre Kropotkin o Tolstoi, asegurando llevar una línea antiestatista, antimilitarista y pacifista de cooperación con los campesinos árabes. En realidad eran una vía del sionismo laboralista, que no representaban una confrontación al sionismo como proyecto colonizador. Incluso el sionista de origen ruso Joseph Trumpeldor, declarándose anarco-comunista propuso en los años 20 construir una «Comuna General en Palestina». La influencia anarquista en estos colonos judíos fue más de carácter moralista, porque no conformaron una organización declaradamente socialista libertaria y antisionista.

Tras la Nakba palestina, activistas anarquistas se posicionaron contra Israel desde el punto de vista de conformación estatal, debido a sus implicaciones racistas y colonialistas. Surgieron algunas agrupaciones anarquistas que tenían sus propias publicaciones, pero tenían un carácter aislado y una falta de conexión con las luchas sociales e internacionales fundamentalmente. Fue tras 1967, y la mencionada «Guerra de los Seis Días», cuando activistas anarquistas cooperaron con «Matzpen», y colaboraron en la creación de las «Panteras Negras Israelíes». Igualmente activistas anarquistas protestaron en el interior de Israel contra la Guerra del Líbano de 1982 con Toma Sik, superviviente del Holocausto y destacado antimilitarista israleí, fundando una sección en la Internacional de Resistentes a la Guerra («WRI» en sus siglas en inglés).

El anarquismo continuó activo en la década de 1980 como parte del movimiento punk israelí, así como entre los objetores de conciencia e insumisos que se negaron a acudir a reprimir la Primera Intifada. Se creó una efímera Federación Anarquista Israelí que protestó contra la brutalidad policial y la instalación del primer McDonalds en Israel. En los años 90 el anarquismo israelí se centra en las protestas antiglobalización, y en luchas por los derechos de los animales ayudando a configurar Anonymous for Animal Rights (similar a la organización PETA estadounidense). También algunos colectivos anarquistas israelíes se suman a proyectos movimientistas de la post-izquierda como «Food Not Bombs» o «Reclaim the Streets». Será durante la Segunda Intifada en los años 2000 cuando surgió una nueva ola de organización en torno al Movimiento de Solidaridad Internacional («ISM» por sus siglas en inglés) y anarquistas israelíes apoyaron acciones palestinas contra los checkpoints en las carreteras y los toques de queda callejeros.

En el año 2003 nace «Anarchists Against the Wall» (AatW, en sus siglas en inglés), un grupo de acción directa contra la construcción del muro israelí en Cisjordania, denunciando la limpieza étnica y la violencia que ello suponía. El grupo se autodisolvió en el año 2010 tras sufrir una enorme represión por parte de las IDF israelíes. Grupos anarquistas aislados participaron de las protestas por la justicia social en 2011 en Israel (el equivalente al movimiento 15-M u «Occupy Wall Street»). Durante esta década y concretamente en la pandemia del Covid-19, colectivos anarquistas en Haifa organizaron proyectos de apoyo mutuo y distribución de alimentos durante el confinamiento. En la actualidad, hay pocos grupos anarquistas operando en Israel con un programa antisionista que logre aunar una corriente hegemónica; y otras corrientes radicales tampoco cuestionan en su mayoría el carácter nacionalista y racista israelí. Sin embargo, en las protestas desde hace dos años en Israel se conforma un «Bloque Antiapartheid» y de boicot contra el propio estado israelí con cientos de activistas reclamando el fin de los crímenes en Palestina, y un movimiento contra el servicio militar en Israel.

Debe destacarse, a la figura de Ilan Shalif, un anarco-comunista israelí, que participó del «Matzpen» originalmente, que también apoyo a «Anarchist Against the Wall», y que la década pasada trató de impulsar «Ahdut» (traducido al castellano como «Unidad»), un colectivo anarquista comunista. En la actualidad mantiene que para detener al sionismo se debe constituir una fuerza internacionalista y antiimplerialista contra las élites israelíes; y que la causa palestina está inscrita en la lucha del «Sur Global» contra los proyectos del colonialismo.

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La solidaridad es posible: ayuda directa a Gaza

5 Noviembre 2025 at 18:50

Mientras dos millones de personas están en peligro de morir de hambre, hay quienes cocinan ollas de comida, distribuyen agua potable y cultivan verduras entre los escombros. Una referencia de apoyo directo para los que intentan sobrevivir al genocidio en Gaza.

Ver las noticias que llegan de Gaza nos puede hacer sentir impotentes, pero la solidaridad es posible, no solo mediante acciones de protesta, boicot o sabotaje, sino también a través del apoyo a los grupos que trabajan en el terreno sin parar para crear islas y líneas de supervivencia para quienes viven bajo esta brutal ocupación.

Podemos apoyarles tanto mediante donaciones como a través de la divulgación del trabajo que están llevando a cabo. Las donaciones y el apoyo son formas directas de ayudar a los que intentan sobrevivir a un genocidio. Los grupos de apoyo mutuo recogidos en la web de It’s Going Down y listados aquí abajo también publican constantes actualizaciones sobre su trabajo, mostrando los frutos de la solidaridad, que se concretan en la creación de infraestructuras que salvan vidas y en la satisfacción directa de necesidades. Al desarrollar la capacidad de ampliar la solidaridad material en el terreno, estos grupos pueden realmente ayudar a quienes están siendo directamente afectados.

Equipo Sanabel

El Equipo Sanabel (Sanabel Team) es “un grupo de ayuda mutua liderado por palestinos que presta apoyo en Gaza desde 2018”. El grupo proporciona ayuda económica, prepara comidas calientes que reparte diariamente, trae camiones cisterna, distribuye bienes de primera necesidad (como pañales y leche en polvo para bebés), y trabaja para suministrar artículos como tiendas de campaña y lonas a las personas desplazadas por la ocupación en curso. Publican actualizaciones constantes de su trabajo en el Instagram y están involucrados en una gran variedad de proyectos en distintos lugares.

“Nuestra misión es continuar ofreciendo ayuda directa en el terreno a las familias durante este periodo. Los fondos será destinados a necesidades como alimentos, agua y materiales para construir refugios, siempre que estén disponibles. La reconstrucción de la vida será la siguiente fase”, dicen, añadiendo que “juntos, creamos un efecto dominó que nutre no solo los cuerpos, sino también nuestras almas. Tenemos el firme compromiso de marcar la diferencia en nuestra comunidad”.

IG: https://www.instagram.com/thesanabelteam/

Web: https://www.thesanabelteam.com/

YouTube: https://www.youtube.com/@SanabelTeam/

Equipo Sadaqah

El Equipo Sadaqah (Sadaqah Team) es una iniciativa de apoyo mutuo en el terreno que actúa en Gaza y en Líbano. De acuerdo con sus propias palabras, esta iniciativa “depende totalmente de la generosidad de las personas. Cada donación que recibimos nos ayuda a llegar a más comunidades que necesitan urgentemente de apoyo. La situación en Gaza y en Líbano es desoladora. Con tan poca ayuda internacional que llega, las personas están luchando hasta por lo más básico. Sin embargo, juntos podemos lograr un cambio, proporcionando algo de alivio y de esperanza en estos tiempos devastadores”.

IG: https://www.instagram.com/the.sadaqah.team/

PayPal: https://www.paypal.com/paypalme/TharcisZaaruolo

Operación Ramo de Olivo

La Operación Rama de Olivo (Operation Olive Branch) es, en sus propias palabras, “un esfuerzo colectivo de base, impulsado por voluntarios, para conectar y amplificar las voces palestinas, en un esfuerzo para apoyar sus necesidades vitales, que incluyen, entre otras, las solicitudes de ayuda mutua. Nuestra iniciativa de solidaridad está dirigida por un variado consejo central de defensores globales, incluyendo voces palestinas y judías”.

GoFundMe: https://www.gofundme.com/f/operationolivebranch

Colectivo de Apoyo Mutuo de Gaza

El Colectivo de Apoyo Mutuo de Gaza (Gaza Mutual Aid Collective – GMAC) proporciona comidas calientes y apoyo directo en Gaza. El GMAC “es un colectivo de base comprometido en ayudar económicamente al pueblo de Gaza, cuya calidad de vida ha sido deteriorada progresivamente a lo largo de casi dos décadas debido al bloqueo colonial aéreo, terrestre y marítimo y al acoso de la ocupación sionista”.

Instagram: https://www.instagram.com/gazamutualaid/

Web: https://gazamutualaid.substack.com/

Venmo: @/amirqudaih

PayPal: amirqudaih@gmail.com

Thamra

Thamra es “una organización palestina que fomenta la soberanía alimentaria. Trabajamos para alcanzar la autosuficiencia y restaurar nuestra tierra”. El apoyo recibido será utilizado para “garantizar que la población de Gaza tenga acesso a frutas y verduras frescas”, “construir huertos urbanos (…) en terrazas, jardines y tejados – para capacitar las familias a cultivar sus propios alimentos, promoviendo la sostenibilidad y la autosuficiencia”, o “reparar y restaurar pozos de agua en barrios de toda la Franja de Gaza para garantizar que las comunidades tengan acceso a este recurso vital”.

IG: https://www.instagram.com/thamra_org

GoFundMe: https://gofund.me/771b0495

Proyecto Sameer

El Proyecto Sameer (Sameer Project) es una iniciativa de apoyo mutuo que está llevando a cabo varias campañas para proporcionar apoyo y ayuda directa en Gaza. Es decir, una “iniciativa basada en donaciones, liderada por palestinos de la diáspora, que trabaja para apoyar a las familias desplazadas en Gaza”.

IG: https://www.instagram.com/thesameerproject

LinkTree: https://linktr.ee/thesameerproject

Proyecto Efecto Mariposa

El Proyecto Efecto Mariposa (Butterfly Effect Project) es “un grupo internacional de voluntarios dedicados, unidos por una misión común: dar voz a los oprimidos y apoyar a las víctimas de la guerra, centrada especialmente en el pueblo de Palestina – Gaza. Nuestra misión principal es compartir sus historias en las redes sociales, garantizando que sus experiencias y luchas lleguen a un público internacional”

“Además de dar voz, damos ayuda humanitaria inmediata en el terreno, atendiendo a las necesidades urgentes de innumerables familias afectadas por conflictos. Nuestro compromiso a largo plazo se amplia a la realización de campañas, donde trabajamos de manera incansable para aumentar la concienciación y fomentar cambios significativos”.

IG: https://www.instagram.com/butterflyeffect.project/

Web: https://www.thebutterflyeffectproject.org/

Foto de portada de la organización palestina Thamra

Este artículo es una traducción de:  https://www.jornalmapa.pt/2025/08/25/a-solidariedade-e-possivel-apoio-directo-a-gaza/

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Costa-Gavras: “Para mí la política es el comportamiento que tenemos todos los días con los demás”

24 Noviembre 2025 at 12:37

Esta entrevista con Costa-Gavras se publicó originalmente en #LaMarea106. Puedes conseguir la revista aquí o suscribirte para recibirla y seguir apoyando el periodismo independiente.

En 2018, una fake new consiguió colarse en las redes sociales de grandes medios de comunicación como el New York Times o el Washington Post: Costa-Gavras había muerto. El bulo resultaba plausible por la avanzada edad del cineasta, que se tomó aquello con humor: «Lo prometo: cuando me muera, avisaré a todo el mundo». Hoy, en Madrid, en una deliciosa mañana de primavera, el director greco-francés, de 92 años, nos recibe haciendo gala del mismo humor afable y sencillo para presentar su película más reciente (nadie se atreve a decir todavía «su última película»): El último suspiro. Trata, precisamente, de la muerte, pero de la muerte como celebración de la vida. De la muerte digna, apacible, indolora que pueden proporcionar los cuidados paliativos. Es un tema que, por razones obvias, le apela directamente, aunque viéndolo nadie lo diría.

Costa-Gavras se esfuerza en hablar español por dos razones: la primera, porque quiere mantener su mente ágil, y la segunda, por la propia dulzura de su carácter. Se esfuerza por resultar cercano a sus interlocutores. Siempre fue así, desde que empezó a chapurrear el idioma hace 65 años, cuando aún era ayudante de dirección y vino a rodar a Torrevieja. «Yo pensaba que con mi escaso español y un poco de francés me haría entender, pero la script girl me dijo: “Para ya. Los técnicos quieren partirte la cara. No entienden nada”», recuerda riendo. «Fue un electricista el que me tomó bajo su protección y me dijo: “Yo te ayudo. Yo te voy a enseñar español”. Virgilio se llamaba. Nunca lo olvidaré. Aquella película [Hola, Robinson, de 1960] no pasará a la historia del cine, pero hicimos una amistad extraordinaria. Así es como España empezó a formar parte de mi vida. Luego conocí a Jorge Semprún… y todo lo demás».

Con ese escueto «todo lo demás» se refiere a Z (1969), La confesión (1970) y Sección especial (1974), las tres obras maestras que escribieron juntos. Con ellas vinieron los premios, el reconocimiento internacional, la consagración de sus carreras. Aunque a Costa-Gavras no le gusta la palabra «carrera». «Los que hacen carrera son los militares y los políticos», dice tirando de ironía. «Nosotros contamos historias. Escribimos para la gente, como ustedes, los periodistas. Es más una pasión que una carrera. Yo cuento historias que me tocan profundamente. Y las cuento con todas las consecuencias: pueden interesar al público o no. Puedo quedar como un idiota o resultar interesante, pero es lo que me gusta hacer. Y creo que esto se lo debo a mi padre, que participó en dos guerras y tuvo una vida muy difícil, llena de aventuras, y le encantaba contar historias. Ese placer de contar historias me ha perseguido desde siempre».

Aquella no fue la única herencia paterna: como hijo de opositor al régimen (su padre era radicalmente antimonárquico), no se le permitió matricularse en la universidad en Grecia, por lo que hizo las maletas con 19 años y se marchó a París a estudiar. De entrada, literatura en la Sorbona; más tarde, cine en el Instituto de Altos Estudios de Cinematografía. Trabajó como ayudante de dirección de Henri Verneuil, Jacques Demy y René Clément. En los años sesenta ya estaba listo para contar sus propias historias, lo que consiguió hacer gracias al apoyo de dos amigos (y camaradas) muy queridos: Yves Montand y Simone Signoret.

Las historias de Costa-Gavras han versado sobre el poder, la tiranía, el colaboracionismo, la resistencia, la justicia, el trabajo, las finanzas… Pero hay un tema muy concreto que le interesa especialmente desde que se puso detrás de una cámara por primera vez: «La relación de mi generación con el comunismo», admite.

La izquierda contra Stalin

«La lucha de Stalin contra Hitler fue fundamental», nos cuenta el cineasta. «En la batalla de Stalingrado, Hitler perdió 500.000 soldados y aquello a nosotros nos pareció algo extraordinario. Luego, poco a poco, nos fuimos dando cuenta de la verdad, cesó aquel entusiasmo por Stalin y yo me propuse contar lo contrario». Lo hizo explícitamente en La confesión, en la que adaptaba el libro del checoslovaco Artur London, exbrigadista durante la guerra civil española, superviviente de los campos de concentración nazis y viceministro de Asuntos Exteriores que fue víctima de la purga estalinista organizada alrededor del llamado «proceso Slansky». Aquella película, que mostraba los crueles interrogatorios a los que fueron sometidos los acusados, fue severamente criticada por los comunistas ortodoxos. A pesar de todo, Yves Montand, que se dejó la piel interpretando a London (perdió 12 kilos durante el rodaje para darle verosimilitud a su torturado personaje), también recibió telegramas de felicitación por parte de muchos militantes. La película se cerraba con la imagen de una pintada real en mitad de la trágica Primavera de Praga de 1968: «Lenin, despierta. Se han vuelto locos».

«La confesión se estrenó en España cuando aún vivía Franco y cambiaron algunos diálogos en el doblaje –explica Costa-Gavras–. London dice en la película: “Yo sigo siendo comunista”. Y explica por qué, pero eso en España no se oyó. La película no iba en contra de la ideología del comunismo sino contra Stalin y lo que hizo con esta ideología. ¿Qué es el comunismo? Yo no lo sé, porque nunca ha habido una auténtica aplicación».

Los comunistas fieles a Moscú le acusaron de venderse a los americanos, pero les cerró la boca con su siguiente título: Estado de sitio (1973). Simone Signoret contaba en sus memorias lo que significó esta película: «Desmonta y pone a la luz el funcionamiento de la CIA en América Latina. Con la ayuda de Allende rodó esta película en Chile antes de que Chile cayera. Nunca nadie ha mostrado un film-documento tan terrorífico y tan riguroso sobre la CIA». Era lógico, claro, que Costa-Gavras se ocupara de saldar cuentas con la dictadura chilena en Desaparecido (1982), con la que ganó la Palma de Oro en Cannes y el Oscar al mejor guion. Después se atrevió también con el conflicto palestino-israelí en Hannah K. (1983), una película que volvió a encender la polémica: narraba la historia de un palestino que quiere recuperar su casa familiar y de la abogada judía que lo defiende. La cinta, tras las protestas israelíes, fue retirada abruptamente de la cartelera estadounidense.

«En un cierto momento, Arafat hizo amistad con Isaac Rabin. Ambos llegaron a un acuerdo para parar el conflicto, pero mataron a Rabin y la situación desde entonces es peor y peor, hasta llegar al terrible estado actual», expone el director. «Rodamos Hannah K. con actores y técnicos israelíes y palestinos. Todos juntos. Pasé mucho tiempo allí y el tema me afectó mucho. Llegué a entrevistarme con 12 alcaldes palestinos y todos decían lo mismo: queremos paz, una relación directa con Israel, nada de violencia… Todo eso se acabó. Murió. Es una tragedia».

Costa-Gavras
Ángela Molina abraza a Costa-Gavras durante el rodaje de El último suspiro, calificada por la crítica como «su mejor película en 20 años». WANDA FILMS

En 2021 Costa-Gavras publicó un libro junto a Edwy Plenel, entonces director de Mediapart, titulado Todas las películas son políticas. Es algo que cree realmente y lo aplica incluso a un título tan íntimo y reflexivo como El último suspiro. «La política no es votar por la izquierda, por el centro o por la derecha cada cuatro años –explica–. Para mí la política es el comportamiento que tenemos todos los días con los demás, cómo nos tratamos, cómo nos cuidamos unos a otros. Esta relación continua es la política. Vivir todos juntos en una ciudad es una manera de hacer política. Y hacer cine o teatro implica también una relación. Lo que usted va a escribir, este triángulo que ahora tenemos usted, yo y sus lectores es completamente político. No podemos escapar de eso».


‘El ultimo suspiro’, de Costa-Gavras, se estrenó en cines el pasado mes de abril y se encuentra ya disponible en la plataforma de Movistar+.

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No a la renovación de las bases de Rota y Morón

24 Noviembre 2025 at 10:14
  • El convenio vigente que regula la presencia de Estados Unidos en las bases militares de Rota y Morón vence el 22 de mayo de 2026. 
  • Ecologistas en Acción publica un manifiesto en el que exige que no se renueven estas instalaciones en el nuevo convenio.
  • La organización ecologista anuncia que esta será también una de las reivindicaciones que se exigirán en las próximas movilizaciones descentralizadas contra el genocidio en Palestina de los días 28, 29 y 30 de noviembre.

El convenio entre Estados Unidos y España se firmó por primera vez el 1 de diciembre de 1988. Desde entonces, fue enmendado y prorrogado varias veces con un periodo de vigencia de ocho años a partir del 21 de mayo del 2013, fecha desde  la que se prorroga de manera automática por períodos anuales, salvo que alguna de las partes lo quiera denunciar.

Por ello, y coincidiendo con el papel de Estados Unidos en el genocidio en Palestina, Ecologistas en Acción considera que es un buen momento para que el Gobierno español traslade sus declaraciones pacifistas sobre Palestina a hechos y denuncie el acuerdo con Estados Unidos.

A continuación se transcribe el manifiesto de la organización ecologista.

No a la renovación de las bases de Rota y Morón

Las bases militares de EE UU en el mundo tienen un papel directo en el genocidio contra el pueblo palestino. El convenio permite el envío de armas a Israel, pese al embargo. La gran potencia mundial guerrera y ofensiva es la autora directa o instigadora de decenas de casos de crímenes contra la humanidad. Así ha sido desde el fin de la II guerra mundial (incluso desde antes), tal y como se explica en ‘El imperio ha estado siempre aquí’.  No son bases para la seguridad ni para la defensa.

La situación mundial se asemeja cada vez más a la del terrible momento de la historia en el que las grandes potencias dejaron hacer o alentaron a Hitler, Franco y Musolini.

Nuestro grito permanente “Otan No, bases fuera”, en todas las movilizaciones en las que participamos tiene aún más sentido hoy, en estos días en que es evidente que Estados Unidos ya está actuando sin disimulo ni control alguno. Esto ya fue evidente en su devastadora invasión sobre Iraq y Afganistán. El uso de las bases por parte de la CIA para trasladar a presos a sus cárceles secretas, en las que fueron torturados y no tuvieron garantías judiciales, no puede olvidarse.

Ecologistas en Acción siempre hemos argumentado que el regalo de nuestro territorio a una potencia ofensiva cada vez más descontrolada, no es solo una sumisión brutal de nuestra soberanía, sino que nos hace cómplices de los actos contra la humanidad y de los genocidios, además de poner nuestra propia seguridad en peligro, enemistándonos con los pueblos agredidos, colocándonos en el lado “malo” de la historia. Tener aquí esas bases militares va contra los valores del pacifismo y contra la naturaleza.

El convenio vigente que regula la presencia de Estados Unidos en las bases militares de Rota y de Morón vence exactamente el 22 de mayo de 2026. Este convenio fue firmado  el 1 de diciembre de 1988; y fue enmendado y prorrogado varias veces con un periodo de vigencia de ocho años a partir del 21 de mayo del 2013. Desde entonces, se ha prorrogado de manera automática por períodos anuales, salvo que alguna de las partes lo quiera denunciar.

Durante estos años, las dos bases han seguido modernizando, ampliando y adaptando los muelles para desembarco de barcos españoles y estadounidenses. Gracias a ello, puede servir de lanzadera militar hacia el suroeste asiático, esperándose la llegada de las fragatas F-110 a la base de Rota. De hecho, la ministra Margarita Robles confirmó que Estados Unidos usa aviones cisterna para reabastecer a sus aviones que van destino al Oriente medio, Gaza e Irán.

Por todo ello, ahora es un buen momento para que el Gobierno español traslade su retórica pacifista en Palestina a hechos, y gestione la no renovación del acuerdo con Estados Unidos.

Denunciar el convenio de las bases de Morón y Rota debe volver a ser una clara reivindicación de la sociedad española. Así lo pedimos también en las movilizaciones previstas para los próximos días 28, 29 y 30 de noviembre.

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Deporte contra el genocidio

14 Noviembre 2025 at 11:24
  • Con motivo del aniversario de la Declaración de independencia de Palestina, los días 15 y 18 de noviembre la selección de fútbol de Palestina se enfrentará con la de Euskal Herria y Catalunya, respectivamente, como cierre a unas jornadas de reivindicación a través del deporte, a las que se ha sumado Ecologistas en Acción. Serán los primeros partidos de esta selección en Europa.
  • Las jornadas se celebrarán cuando se cumple un mes del alto al fuego —que está siendo incumplido de manera recurrente por el gobierno de Netanyahu— y cuando se ha dado a conocer el número actualizado de personas asesinadas por el ejército de Israel desde octubre de 2023: ya son 69.000 confirmadas. 
  • La sociedad civil anuncia que, también este mes, el fin de semana del 29 y 30 de noviembre, se repetirán movilizaciones descentralizadas en todo el Estado español para denunciar el genocidio y conmemorar el Dia de la Partición en Palestina. 

San Mamés acoge este sábado, 15 de noviembre, a las 20:30 horas, el encuentro entre la Euskal Selekzioa y Palestina, un partido amistoso que cerrará una jornada de reivindicación a través del deporte. Con una asistencia de más de 50.000 personas, récord para los encuentros de la Euskal Selekzioa, “el pueblo vasco quiere mostrar su solidaridad con Palestina, reclamando el derecho del pueblo palestino a ser libre y denunciando el genocidio perpetrado por Israel”.

Ekologistak Martxan, la federación territorial vasca de Ecologistas en Acción, se sumará a los actos programados durante toda la jornada. Durante la mañana del sábado, Palestinarekin Elkartasuna homenajeará con una ofrenda floral por parte de atletas vascos/as dirigida a más de 1.300 deportistas de Palestina que Israel ha asesinado, la cual tendrá lugar  frente al Teatro Arriaga a las 13:00 horas. A la misma hora, en pleno corazón del Casco Viejo bilbaíno, Bilboko Konpartsak, federación de carácter popular y con compromiso social que agrupa a las comparsas que organizan las fiestas de Bilbao y otras actividades a lo largo del año, ha convocado una edición especial de su Bilbo Kantari.

Por la tarde han sido convocadas dos manifestaciones casi simultáneas. Por un lado, la promovida por Gernika-Palestina, con el apoyo de los colectivos Gure Esku y Gu Ere Bai, partirá desde el Teatro Arriaga a las 17:30, bajo el lema “Herri libreak, genozidioa stop”. Una hora más tarde, a las 18:30 horas, comenzará una kalejira hasta San Mamés, convocada por Palestinarekin Elkartasuna y con la participación de grupos de animación vinculados al deporte como Iñigo Cabacas Herri Harmaila, Bultzada, Indar Gorri o Iraultza.

Por su parte, la selección de Catalunya se enfrentará en el terreno de juego a Palestina el martes 18 de noviembre, a las 18:30 horas, en el Estadi Olímpic Lluís Companys (Barcelona). “No será solamente un partido de fútbol, sino que será un acto inédito de lucha, solidaridad y construcción de comunidad”, afirman en la web oficial de este evento, que está organizado por ACT X PALESTINE, una campaña impulsada por las principales organizaciones palestinas de derechos humanos, ayuda humanitaria y culturales.

Ecologistas en Acción y Ecologistes en Acció de Catalunya están entre las principales organizaciones adheridas a la campaña, aportando su visión desde el ecologismo social, que pone la vida en el centro, totalmente opuesto a lo que generan las guerras y genocidios. Además del partido Catalunya-Palestina del día 18, a lo largo del fin de semana del 14 al 16 de noviembre tendrá lugar el Unsilence Forum en Barcelona, donde se compartirán experiencias de resistencia civil, paz y justicia global con más de 40 voces de Palestina, el Sahara Occidental, Siria, Túnez, Argelia y Europa.

La organización ecologista recuerda que la recaudación del partido y todos los beneficios de la campaña ACT X PALESTINE se destinarán íntegramente a dar respuesta a las necesidades del pueblo palestino a través de tres ejes de acción: ayuda humanitaria y reconstrucción en Gaza, justicia y fin de la impunidad, y cultura como forma de resistencia.

Para las entidades organizadoras, este partido tiene un simbolismo especial: en julio de 1936, este mismo estadio de Barcelona tenía que acoger las Olimpiadas Populares, una iniciativa internacionalista y antifascista que quería hacer frente a los Juegos Olímpicos de Berlín, organizados por el régimen nazi. “Aquel espíritu de resistencia y fraternidad volverá a Montjuic este 18 de noviembre”, enfatizan.

El genocidio continúa, las movilizaciones también

Ecologistas en Acción insiste en recordar que, a pesar del alto al fuego, la masacre continúa. Tal y como explica la periodista Almudena Ariza (RTVE) existen razones de peso por las que “no deberíamos olvidarnos de Gaza”. En los últimos días se ha actualizado la cifra oficial de personas asesinadas desde el inicio de los ataques, que ya asciende a 69.000 personas, más de 200 desde el alto al fuego iniciado el 10 de octubre. Además, la violencia en Cisjordania también se repite cada día contra la población palestina, como se evidencia con este ejemplo: la Asociación de Prensa Extranjera de Israel y Palestina ha denunciado más de 500 ataques solo en el mes de octubre.

Enrique Quintanilla, portavoz de Ecologistas en Acción, ha declarado: “La presión social y ciudadana sigue siendo muy necesaria para lograr el embargo de armas integral y la ruptura total de las relaciones con Israel. Se trata de una manera efectiva de aislar al gobierno de Netanyahu y exigirle que termine con la masacre y que pueda iniciarse un proceso de rendición de cuentas y reparación”.

Por ello, la organización ecologista ha anunciado que se suma a las nuevas movilizaciones descentralizadas que hay previstas en el Estado español durante el fin de semana del 29 y 30 de noviembre, en conmemoración del Día de la Partición en Palestina, promovidas por  Fin al Comercio de Armas con Israel y la Red de Solidaridad Contra la Ocupación de Palestina (RESCOP).

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Israel estudia aprobar la pena de muerte para “terroristas” palestinos

4 Noviembre 2025 at 11:58

La última persona ejecutada por Israel fue el jerarca nazi Adolf Eichmann en 1962, pero el gobierno de Benjamín Netanyahu quiere ampliar los supuestos y volver a aplicar la pena de muerte con más asiduidad. Una comisión parlamentaria aprobó ayer un proyecto de ley para ejecutar a los «terroristas». El texto, impulsado por el ministro de Seguridad Nacional, el ultraderechista Itamar Ben Gvir, aún debe ser sometido a lectura por la Knéset.

Poder Judío, el partido de Ben Gvir, es famoso por sus reivindicaciones radicales. Entre ellas se encuentra la anexión de Cisjordania y la defensa a ultranza de los extremistas judíos, aun cuando estos hayan cometido delitos de sangre (de hecho, acostumbra a exaltar a figuras como Baruch Goldstein, autor de una masacre en Hebrón en 1994). Ampara, además, a las milicias de autodefensa judías violentas en los territorios ocupados. Esta protección a los elementos más radicales del sionismo contrasta con la pena de muerte que quiere aplicar a los llamados «terroristas» palestinos. Las autoridades israelíes utilizan la palabra «terrorista» para referirse a cualquier palestino que ataca a sus soldados o a los colonos que residen ilegalmente en Cisjordania, además de a aquellos que perpetran auténticos atentados en territorio israelí. Ben Gvir afirma que la aprobación preliminar de su texto supone «otro paso hacia la justicia histórica».

«El proyecto establece que un terrorista que asesinó a un ciudadano israelí por un motivo de racismo u hostilidad hacia el público, con la intención de dañar al Estado de Israel y la resurrección del pueblo judío en esta tierra, sea sentenciado a muerte y sólo a esta pena», dice el comunicado de Poder Judío.

Así, por ejemplo, un palestino que defienda su casa en Cisjordania de los ataques de soldados o colonos israelíes podría ser detenido en su propio país (el Estado de Palestina) por una potencia extranjera (Israel) y además ésta le podría aplicar la pena de muerte.

El coordinador israelí para rehenes y personas desaparecidas, Gal Hirsch, ha declarado que está de acuerdo con el proyecto y que el propio Netanyahu también lo apoya. Además, Ben Gvir ha amenazado con abandonar la coalición de gobierno (lo que equivale prácticamente a dejar caer a Netanyahu) si el proyecto no sale adelante.

El texto excluye, de entrada, cualquier posibilidad de enmendar un error al aplicar la sentencia: un tribunal militar podría también imponer por mayoría simple, y no por unanimidad, la pena capital, que además no podrá ser conmutada.

El diario progresista Hareetz afirma en su editorial que el «proyecto de ley deshonra a la Knéset y al Estado de Israel». La cabecera expone varias razones por las cuales volver a aplicar la pena de muerte «es un error» y destaca entre ellas que la pena capital «ha sido abolida en casi todas las democracias occidentales (con la notable excepción de ciertos estados de Estados Unidos)». Recuerda que diversos estudios han demostrado que no contribuye «en absoluto a la disuasión, y mucho menos contra terroristas cuyas acciones ya implican un riesgo significativo para sus vidas». Y añade: «El daño causado a una sociedad que ejecuta a criminales, por muy terribles que sean sus delitos, es incalculable».

Según el diario israelí Yedioth Ahronoth, el pleno de la Knéset votará el proyecto de ley a lo largo de esta semana.

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El “plan de paz” de Trump: un alto el fuego al servicio del expolio

31 Octubre 2025 at 09:24

El pasado mes, Donald Trump volvió a colocarse bajo los focos del espectáculo internacional con la pompa que tanto le gusta. En El Cairo, en una cumbre organizada por el régimen de Al-Sisi, se rodeó de mandatarios de medio mundo —Sánchez incluido— para presentar lo que él mismo calificó de “plan de paz histórico para Gaza”. La prensa más complaciente lo describió como un “acuerdo global”, un “paso hacia la estabilidad” o incluso “el fin de la guerra”. Pero, tras el humo de las declaraciones diplomáticas y las fotos de familia, lo que realmente se ha sellado no es una paz justa, ni duradera, sino un simple alto el fuego. Un respiro temporal que salva vidas —y eso, sin duda, siempre es motivo de alivio—, pero que no pone fin a la maquinaria genocida, ni a la estructura colonial que sostiene a Israel desde 1948.

Los altos el fuego son, por definición, paréntesis. Suspensiones temporales de la violencia, no su final. Y en Gaza, tras dos años de bombardeos continuos, de hambre planificada y de desplazamientos forzosos, cualquier pausa se celebra como una victoria de la supervivencia. En las calles de Rafah o Khan Younis, la gente salió con cautela a respirar el aire polvoriento sin drones sobrevolando el cielo. Pero también con miedo. Miedo a que el silencio fuera solo el preludio del siguiente estallido. Porque los 21 puntos de Trump no alteran en lo más mínimo las causas del horror: la ocupación, el bloqueo, el apartheid y la impunidad de Israel.

Trump, que ya en su anterior mandato reconoció Jerusalén como “capital indivisible” del Estado israelí y avaló la anexión de los Altos del Golán, ha vuelto a poner al servicio de Tel Aviv todo su circo mediático. Su “plan” —negociado sin representantes palestinos y presentado como si fuera una transacción inmobiliaria— tiene más de marketing geopolítico que de diplomacia. El magnate ha hecho lo que siempre ha sabido hacer mejor: vender. En este caso, vender humo revestido de paz. Y detrás de ese humo, hay contratos, licitaciones y futuras inversiones multimillonarias de constructoras y fondos occidentales que ya planean cómo reconstruir (y rentabilizar) lo que las bombas israelíes han reducido a polvo.

El negocio de la reconstrucción es el reverso del negocio de la guerra. Los mismos países que han armado a Israel durante dos años —Estados Unidos, Reino Unido, Alemania o España, entre otros— serán ahora quienes suministren cemento, tecnología y seguridad privada para “reconstruir” Gaza bajo control israelí. En otras palabras: convertir la devastación en un nuevo nicho de mercado. Las empresas que se enriquecen vendiendo misiles son las mismas que harán caja vendiendo ladrillos, y todo ello bajo la supervisión del “plan de paz” de Trump. El círculo perfecto del capitalismo militar.

Mientras tanto, el gobierno de Netanyahu, que ha firmado el acuerdo, sigue sin disimular que su plan de limpieza étnica perdura. Desde la entrada en vigor del alto el fuego, Israel lo ha violado repetidamente, con más de 256 personas asesinadas —104 de ellas solo el 28 de octubre, el día más mortífero desde el supuesto “fin de las hostilidades”–. Los ataques selectivos, las incursiones terrestres y los bloqueos de suministros básicos continúan con total normalidad, pero con un nuevo envoltorio discursivo digerible para las cancillerías europeas: el de la “defensa preventiva” o el “control de grupos terroristas”.

La hipocresía internacional alcanza niveles obscenos. Los mismos líderes que en Egipto se fotografiaron junto a Trump para celebrar la paz no reaccionan cuando el Parlamento israelí acaba de aprobar la anexión formal de Cisjordania, porque no quieren perder los jugosos contratos que están por llegar. La declaración del Knesset es un paso más en el plan histórico de limpieza étnica que pretende borrar cualquier posibilidad de un Estado palestino. La población palestina, confinada en cantones y zonas “autónomas” cada vez más pequeñas, vigiladas por drones y gestionadas por autoridades títeres, cada vez más cercana a su expulsión total. Y mientras tanto, la ONU emite comunicados, la UE “lamenta profundamente” y los medios hablan de “tensiones” como si se tratara de un conflicto entre iguales.

No hay simetría posible entre una potencia nuclear que ocupa, bloquea y asesina a una población sitiada y empobrecida. No hay “dos bandos”; hay opresores y oprimidos. Y cualquier alto el fuego que no reconozca esa asimetría, que no ponga fin al apartheid y al saqueo sistemático de tierras, no es un proyecto de paz, sino un paréntesis útil para que el ocupante se reorganice y para que Netanyahu pueda afrontar sus crisis políticas internas y mantener la cohesión del Estado.

Y sin embargo, incluso en medio de ese escenario, hay una certeza que se repite desde hace más de setenta años: el pueblo palestino no desaparece. Cada generación ha crecido bajo la ocupación y, aun así, sigue resistiendo. Y ni los muros, ni los drones, ni los “planes de paz” redactados en despachos extranjeros han podido borrar su dignidad.

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Gaza, Sáhara Occidental y el Lejano Oeste

30 Octubre 2025 at 10:45

27 de octubre

Se ha vuelto frecuente hacer comparaciones entre la República de Weimar y el auge actual de los autoritarismos. Por mucho que nazismo y fascismo sean fenómenos históricos irrepetibles como tales, las coincidencias entre los movimientos totalitarios del siglo pasado y los de este sean más que preocupantes.

Quizá una que hilvana esos movimientos de masas entre sí y con otros fenómenos sociales concomitantes sea el triunfo de lo irracional.


28 de octubre

Tuve que interrumpir el diario y desde entonces he leído la noticia sobre el «plan de paz» de Trump para el Sáhara Occidental. Al igual que en el caso de Gaza, el plan parece consistir en ponerse del lado de la potencia invasora, no exigirle responsabilidades por sus crímenes e imponer un trágala a la población autóctona. Si en Gaza los sueños húmedos de Trump, y de Netanyahu, culminaban en la expulsión de toda la población para sustituirla por turistas en resorts de lujo –cuyos beneficios irían a parar a manos de los invasores–, este proceso hace tiempo que lo inició Marruecos por su cuenta, creando zonas turísticas en los territorios ocupados, en las que no pueden entrar los saharauis; para ver esos paraísos de vacaciones hay que ser extranjero, marroquí o conducir un taxi. Todo eso se cuenta en el último número de La Marea.

Ahora que lo pienso, este modus operandi se encuentra muy en la tradición del Lejano Oeste, es decir de la historia de la creación de Estados Unidos: llegas a un territorio, lo invades, expulsas a sus habitantes después de exterminar a una parte considerable de la población y a los que quedan los encierras en reservas; firmas tratados de paz que no tienes ninguna intención de respetar; te quedas con sus tierras merced a leyes que redactas con ese objetivo; las explotas en tu beneficio y lo vendes como una forma de progreso y de avance civilizador. Y a los nativos que se resisten a ser despojados y exterminados los llamas salvajes.

Y luego vienen los guionistas y poetas a blanquear con épica cada masacre.


También es verdad que no es solo Estados Unidos quien ha actuado así: todas las potencias coloniales han hecho lo mismo, incluida la española. Estoy viendo estos días a ratos perdidos el documental Banda sonora para un golpe de Estado. No es que desconociese el carácter criminal del gobierno belga de la época –con ayuda de la CIA y de los servicios secretos británicos–; no es que desconociese tampoco los acontecimientos que rodearon el asesinato de Lumumba y la ascensión al poder con ayuda de los mencionados países de un psicópata como Mobutu. Pero me sigue impresionando ver las caras de los europeos y americanos responsables, oírles justificar sus actos o mentir descaradamente sobre ellos; ver sus gestos mientras escuchan a Lumumba decir lo que un negro no debe decir –un negro que no da las gracias, que no elogia a los colonizadores, que les pone ante el espejo de sus crímenes–; y es difícil soportar la hipocresía de quienes asienten complacidos a los deseos de independencia de los congoleños mientras traman asesinatos y golpes de Estado encubiertos, a quienes, en fin, promueven una guerra civil para que las empresas occidentales no pierdan dinero.

No es que no sepamos todas estas cosas y, en particular, que nunca Occidente ha defendido la democracia y la libertad de ningún pueblo salvo cuando le sirve a sus intereses políticos y económicos. Claro que lo sabemos. Pero no está de más que nos lo repitan una y otra vez, no vaya a ser que nos creamos esa cantilena de los valores democráticos y el respeto de los derechos humanos.


Ahí está el PSOE, proclamándose adalid de muchos de esos derechos, mientras apoya a un Marruecos –lo hizo González, lo hizo Zapatero, lo hace Sánchez– que despliega una brutalidad contra los saharauis propia de las dictaduras.


Por cierto: ¿por qué prestamos en España tanta atención a Palestina y tan poca al Sáhara? ¿Por qué no expresamos -hablo en general, pero también me podría acusar a mí mismo de ello- el mismo escándalo ante los desmanes de Israel que ante los marroquís? El cínico que me habita –aunque me esfuerzo en combatirlo– diría que porque hacerlo así no nos cuesta nada más que realizar acciones simbólicas, como manifestarnos, pero no nos exige ningún sacrificio: enfrentarse a Marruecos significa perder posibilidades pesqueras, prescindir de un policía que limita la inmigración de subsaharianos, tener ante nuestras puertas a un enemigo que siempre ha sabido cómo hacer daño. Digo «Marruecos» pero en realidad estoy diciendo el régimen marroquí. Los países nunca son enemigos; las enemistades las construyen y aprovechan sus dirigentes.


A ver si los próximos días continúo con la idea del auge del irracionalismo y sus similitudes con los años treinta del siglo pasado. O a lo mejor es una de esas ideas que te parecen buenas en cierto momento y luego se desinflan. Veremos.

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Genocidios (de lo terrible a lo banal)

23 Octubre 2025 at 10:23

20 de octubre

En la entrega anterior de lo que publico de este diario en La Marea, decía que me parecía obvio que Israel continuaría sus acciones militares tras el llamado alto el fuego. ¿Por qué no iba a hacerlo si ha transgredido todos los límites de respeto a los derechos de los civiles, no solo en Gaza? ¿Por qué va a renunciar a sus objetivos si cuenta con el apoyo de Estados Unidos y con la actitud cuando menos tibia de otras potencias, y también en parte de los países árabes? Pues bien, Israel sigue asesinando en Gaza. La gran operación de lavado de cara orquestada por Trump tiene beneficios obvios a corto plazo –¿cómo no nos vamos a alegrar de que se haya reducido la intensidad de los bombardeos o de que más personas accedan a servicios médicos y a alimentos?–, pero no creo que cambie nada en los objetivos geopolíticos que están dispuestos a obtener a cualquier precio… a cualquier precio que paga sobre todo la población civil de los vecinos de Israel.


Estoy leyendo Genocidios, editado por Júlia Nueno Guitart (Galaxia Gutenberg, traducción de Teresa Bailach). Es el sexto libro de la colección que dirige Jorge Carrión en esta editorial. Y me llama enseguida la atención por el capítulo que dedica a Namibia, país que me interesa desde que estuve allí y por eso he seguido leyendo sobre lo que fue un laboratorio de pruebas de las políticas de exterminio alemanas, que culminarían en el Holocausto. En Namibia, obviamente, no se utilizó el gas, pero se forzó a los nativos a adentrarse sin alimentos ni agua en el desierto, convertido en enorme campo de concentración; y, por las dudas, envenenaban los pozos para acabar –tras sufrir dolorosas intoxicaciones– con quienes se atrevieran a acercarse a ellos.

Ya en el prólogo escrito por Júlia Nueno al libro se nos explica cómo los ataques a hospitales en Gaza seguían un patrón determinado que excluía cualquier posibilidad de considerar su destrucción como daño colateral: la secuencia repetida en cada uno de ellos era la misma. A través de la arquitectura forense pueden no solo examinarse las estrategias de destrucción sistemática de una población, también sus consecuencias a largo plazo.

Aunque hayamos sido testigos lejanos de los horrores cometidos por el ser humano en todas partes del mundo, a menudo por puros intereses económicos, hay algo en mí que se resiste a creerlo: me cuesta imaginar a ese grupo de personas que acuerda acabar con todos los enfermos, niños y adultos de un hospital; o a todos los judíos; o a todos los herero. Quiero decir que me cuesta imaginar en detalle cómo será tocar a esas personas, hablar con ellas y descubrir que están hechas como yo, que, si no supiese quiénes son, podría tomarme una cerveza con ellas, ver juntos un partido de fútbol, comentar lo caros que se han puesto los tomates.

Lo malo es que ese tipo de personas y sus cómplices son quienes están dominando el discurso público y transformando los valores ideales de nuestras sociedades. Son quienes empiezan a contraponer la libertad a la democracia o a justificar las ejecuciones sin juicio de sospechosos de un delito. Son quienes han decidido que la compasión y la solidaridad son para perdedores.


21 de octubre

Pasando de lo terrible a lo banal –como sucede siempre en los diarios íntimos y en los periódicos–, ha ganado el Planeta Nosequién, que ha escrito Nosequé. La cuestión no es si es una persona conocida o no –que yo no lo conociera no tiene ningún valor indicativo–. La cuestión es que suele tratarse de personas absolutamente irrelevantes desde un punto de vista literario.

¿Por qué sigue yendo la prensa cultural al acto de entrega? ¿Porque les pagan el viaje y la cena? Deberían dejar la prebenda a la sección de «Gente y estilo de vida» o equivalente.


Cuando Feijóo afirma en un congreso ante representantes de la Banca March y de Barceló, entre otras empresas, que en España debe merecer la pena trabajar, ¿está animándoles a pagar mejor a sus empleados?


Hoy, para las tres de la tarde ya he recibido nueve correos de editoriales anunciándome la publicación de un libro –siempre imprescindible–, en algún caso proponiéndome enviármelo. Si yo, que hace tiempo que no escribo reseñas y que como influencer dejo mucho que desear, por lo que mi único atractivo es que coordino El Periscopio, recibo tantas propuestas, ¿cuántas recibirán al día los críticos literarios y los directores de secciones culturales?

Podría pensarse que es lógico, pero también debería pensarse que casi nadie hace caso a esos correos masivos, cuya mayoría se quedan sin abrir. Otra cosa es que alguien desde el departamento de comunicación de una editorial tenga idea de qué tipo de libros pueden interesarme y me pregunta si me apetece que me lo envíen. Pero no es infrecuente que me anuncien en tono elogioso libros de autoayuda o para que mejore el rendimiento de mis inversiones. O novelotas de amor y pasión que no tocaría ni con un palo.


Una de las pocas cosas que simplifican el aprendizaje del euskera es que no tiene géneros. Ni los artículos, ni los demostrativos, ni los nombres comunes –perro es siempre txakur, da igual si es hembra o macho–. Supongo que eso evita muchas discusiones idiotas sobre el uso de los plurales genéricos. La única excepción que he encontrado por ahora está en los nombres que marcan parentesco: aunque no puedo saber si el amigo o el vecino que viene a mi casa en los ejercicios de gramática es hombre o mujer, sí sé si viene mi abuela o mi abuelo, mi padre o mi madre, o, más interesante, si el hermano del que se habla lo es de una chica o de un chico, distinción a la que aún no he encontrado utilidad, pero seguro que tiene una justificación… que ya descubriré.

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Hope Palestina, una plataforma para acompañar emocionalmente a supervivientes del genocidio

22 Octubre 2025 at 11:06

«Como profesional del duelo nunca me he encontrado con un contexto como el de Gaza. Son maestros de la resiliencia». Quien habla es Amaya Ferrer, una asturiana residente en Andorra. Esta experta en duelo y tanatología, la disciplina que aborda lo relacionado con la muerte en el ser humano, decidió actuar tras soportar lo insoportable viendo lo que ocurría en Palestina. «Me preguntaba cómo estaban las mentes de esas personas con tantas pérdidas y traumas acumulados», indica por teléfono. Una vez contactó por videollamada con una familia gazatí que pedía ayuda por redes sociales y, en su tiempo libre, la ayudó en su proceso de pérdida. Y a esa familia le siguieron otras.

Así nació Hope Palestina, una iniciativa lanzada por profesionales de la salud mental que funciona a través de «un sistema de apadrinamiento». Este acompañamiento en la distancia, «un soporte psicoemocional más allá de lo económico», surge porque «cada vez más voluntarios quieren establecer relación más allá de una donación», indica la fundadora de Hope Palestina. El colectivo también manda dinero directamente a familias en Gaza «sin pasar por una ONG o intermediario» tras verificar, con su ubicación en tiempo real y videollamadas, que son realmente habitantes del territorio sometido a la campaña devastadora de Israel.

Tras orientarles y ofrecerles un protocolo de apadrinamiento para informarles del contexto y diferencias idiomáticas y culturales, los voluntarios se ponen en contacto con habitantes de Gaza utilizando traductores automáticos. «Damos la oportunidad de que reconduzcas tus emociones como ayuda efectiva. Es una manera de pasar a la acción», destaca Ferrer, que deja en un segundo plano cómo se siente ella al escuchar las historias personales de pérdidas y oír bombas y disparos en sus videollamadas diarias: «A mí me cuidan ellos. Creas un vínculo con personas con una enorme resiliencia y sus historias. Es increíble la solidaridad y gratitud que te muestran».

En apenas cuatro meses, Hope Palestina reúne ya a 80 voluntarios. El equipo se ubica principalmente en España y Andorra, donde se están constituyendo actualmente como una asociación, pero también en América y otros países de Europa. Estas personas tratan de disminuir el dolor en Gaza. «Es inimaginable para cualquier mente lo que están sufriendo. Los palestinos llevan ocho décadas de ocupación y forma parte de su idiosincrasia esa resiliencia y crecimiento postraumático, pero hay un agotamiento extremo y están desbordados emocionalmente”, remacha. «Los niños de dos años han vivido siempre en trauma. No conocen otra realidad», señala la experta en duelo.

Hasta el momento, ofrecen acompañamiento emocional a 27 familias. A falta de más voluntarios, hay una lista de residentes en Gaza que esperan unirse al programa. «Necesitan enseñarnos lo que viven porque no entienden que esté ocurriendo y el mundo no lo frene. Piensan que no lo sabemos porque no hay prensa internacional. Necesitan mostrar lo que pasa sin filtro. Hemos visto cosas muy muy duras», destaca Amaya.

Preguntada por el impacto que tiene en la población de Gaza las muestras de solidaridad internacional, como la reciente huelga general en España, Ferrer señala que les alegra y les da esperanza, pero no les cambia la situación. «Se preguntan sobre todo por qué les hacen esto y los odian tanto. Me dicen ‘mi bebé no es terrorista’. Sienten alivio por el alto el fuego, pero mucha incertidumbre». Las personas en Gaza con las que ha hablado la experta en duelo le cuentan, según explica, que quieren salir de la franja. «Ciudad de Gaza es un cementerio de ruinas. Es imposible recuperar la vida que tenían antes», remacha.

Para la creadora de esta propuesta de solidaridad humanitaria, Gaza es un espejo: «Si cuando miro a Gaza veo seres humanos sufriendo lo inimaginable, conecto con mi humanidad. Si veo terroristas, conecto con mis prejuicios. Gaza es la prueba del algodón de la humanidad». Una humanidad que no puede dejar de mirar a la franja pese al alto el fuego que entró en vigor el 10 de octubre. Desde entonces, y en solo diez días, Israel lo ha violado 80 veces, matando a 97 personas e hiriendo a otras 230, según la Oficina de Comunicación de Gaza, recoge Al Jazeera. «La ayuda humanitaria que está entrando es la mitad de la acordada –concluye la voluntaria– y no es gratuita porque acaba en el mercado humanitario. No hay paz».

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Israel mató el domingo a 45 palestinos e hirió a 158, según el recuento del Ministerio de Sanidad

20 Octubre 2025 at 15:43

Israel mató el domingo a 45 palestinos e hirió a otros 158 en bombardeos que lanzó de norte a sur de la Franja de Gaza tras acusar a Hamás de haber violado el alto el fuego, según informó el Ministerio de Sanidad del enclave este lunes en su boletín diario, que recoge las víctimas del día anterior.

En su nota, Sanidad también informa de que durante la jornada de ayer los equipos de defensa recuperaron a 12 cuerpos de entre las toneladas de escombros que ha causado la ofensiva israelí en la franja.

Así, en total la cifra de personas asesinadas desde el 7 de octubre de 2023 sube a 68.216 y la de heridos a 170.361, la mayoría con lesiones de por vida y amputaciones.

Israel sostiene que durante la mañana del domingo milicianos de Hamás lanzaron un misil antitanque y varios disparos contra soldados apostados en la ciudad sureña de Rafah, que resultaron en la muerte de dos soldados israelíes.

El grupo palestino, por su parte, desmintió haber participado en una operación lanzada contra soldados israelíes, además de asegurar que no tiene contacto con ningún miliciano en esa zona, que controla totalmente Israel.

Asimismo, acusó a Israel de haber violado hasta en 80 ocasiones el alto el fuego, que entró en vigor el pasado 10 de octubre.

Desde entonces, según Sanidad los ataques israelíes han matado a 80 personas y han dejado a más de 300 personas heridas; también informó de que se han recuperado 436 cadáveres de entre los escombros.

La Oficina de medios del Gobierno de Hamás, sin embargo, esta mañana en un comunicado elevó la cifra total de muertos desde la entrada en vigor del alto el fuego a 97 y la de heridos a 230.

Más asesinatos y más ocupación

Además de los bombardeos sobre Gaza, Israel sigue con su política de apropiación ilegal del territorio palestino. Según un informe de la Comisión de Colonización y Resistencia al Muro, con sede en Ramala, el Estado hebreo se ha apoderado de más de 70.000 metros cuadrados de terreno en la gobernación de Nablus, en Cisjordania.

La excusa para el robo de esta tierra, ocupada ilegalmente según el derecho internacional, es de orden militar: Israel arguye que se trata de establecer una «zona de amortiguación» ante posibles ataques.

En la usurpación usaron una artimaña legal: daban un plazo de una semana para plantear objeciones, pero no hicieron público su plan hasta que el plazo ya estaba vencido.

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¿Quiénes son los palestinos liberados por Israel tras el acuerdo de alto el fuego?

18 Octubre 2025 at 00:01

La firma del plan Trump en Egipto ha permitido el intercambio de rehenes israelíes en Gaza por palestinos prisioneros en Israel. Durante los dos últimos años, los transcurridos tras los atentados de Hamás, que se saldaron con 766 civiles israelíes asesinados, 251 personas secuestradas, más de 3.000 heridas, y 373 soldados y policías muertos, el foco mediático se ha centrado en los rehenes israelíes.

Los atentados del 7 de octubre de 2023 también provocaron una realidad en la que apenas se ha reparado, la de los miles de palestinos que fueron encarcelados por el gobierno de Benjamin Netanyahu (y muchos de ellos continúan en esa situación) sin juicio ni cargos en su contra, bajo la figura conocida como «detención administrativa».

Por esa vulneración de derechos fundamentales, diversas organizaciones de derechos humanos han equiparado su situación a la de rehenes, al estar privados de libertad sin juicio. Además, recuerdan que el Estado de Israel retiene al menos 730 cadáveres palestinos, algunos desde hace decenios, «para utilizarlos como moneda de cambio en negociaciones», según Amnistía Internacional, que cita datos del Centro de Derechos Humanos y Asistencia Jurídica de Jerusalén (JLAC).

A continuación, analizamos cuántos y quiénes son los palestinos encarcelados que ahora quedan en libertad.

¿Cuántos son?

Por un lado, los 1.718 palestinos que fueron arrestados por Israel tras los atentados terroristas de Hamás del 7 de octubre de 2023. El intercambio pactado también incluía a 250 prisioneros, muchos de los cuales entraron en prisión durante la Segunda Intifada (de 2000 a 2004); la mayoría de ellos fueron condenados a cadena perpetua. El total de liberados en los últimos días asciende a 1.968 personas. Desde octubre de 2023, y tras dos acuerdos previos, el número de palestinos y palestinas liberados es 3.985.

¿Podrán volver a Palestina?

154 de los 250 condenados han sido deportados a Egipto. De los 96 restantes, ocho volvieron a Gaza y el resto a Cisjordania y Jerusalén, de donde son oriundos.

¿Cuánto tiempo llevaban encarcelados?

Samir Ibrahim Mahmoud Abu Nimah es el preso más longevo. Este militante de Fatah llevaba preso desde octubre de 1986, casi 40 años. 18 de los 250 presos entraron en las cárceles israelíes en el siglo pasado.

¿Qué edad tienen?

De los 1.718 detenidos sin juicio en Gaza desde el ataque terrorista de Hamás, el más joven tiene 16 años y cinco aún son menores de edad a la hora de salir de prisión. 387 nacieron en este siglo. La persona más mayor tiene 76 años y doce de los liberados tienen 65 años o más. Solo dos son mujeres.

¿A qué organizaciones pertenecían?

De los 250 condenados, la mayoría (157) son militantes de Fatah, la organización fundada por Yasser Arafat y que gobierna la Autoridad Palestina. Sesenta y cinco son de Hamás (acrónimo árabe de Movimiento de Resistencia Islámica) cuya rama política gobierna Gaza. Otros 16 son de la Yihad Islámica, de corte islamista. Del resto, 11 son del Frente Popular para la Liberación de Palestina y uno del Frente Democrático por la Liberación de Palestina, ambas organizaciones laicas marxistas-leninistas.

¿En qué estado han salido?

«Muchos prisioneros, en particular los de la Franja de Gaza, presentaban claros signos de tortura física y psicológica, y se documentaron casos de abuso hasta los momentos previos a su liberación», según un comunicado de la Comisión de Asuntos de los Prisioneros y el Club de Prisioneros Palestinos. Los prisioneros, según esta organización palestina, se han enfrentado en las cárceles a una serie de delitos «que constituyen crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad, como la tortura física y psicológica, la inanición sistemática, la negación de tratamiento y de atención médica. La imposición de estas condiciones han propiciado la propagación de enfermedades y epidemias, aislamiento y políticas de privación».

La asociación Addameer de Apoyo a los Presos y Derechos Humanos con sede en Ramala (capital administrativa del Estado de Palestina, situada en Cisjordania) ha indicado que los presos liberados «parecían agotados y frágiles, lo que confirma que durante los cuatro días previos a su liberación fueron sometidos a diversas formas de abuso y maltrato, incluyendo palizas severas, humillaciones, encadenamientos prolongados y amenazas para que no hablaran con ningún medio de comunicación sobre las condiciones de su encarcelamiento».

«El prolongado sufrimiento dentro de las prisiones de la ocupación –prosigue la asociación– era evidente en sus rostros y cuerpos. Muchos habían perdido decenas de kilos y estaban visiblemente débiles y fatigados».

¿Quiénes siguen presos en Israel?

Entre los no liberados se encuentra Hussam Abu Safiya, pediatra y director del hospital Kamal Adwan de Gaza, que fue arrestado sin cargos en diciembre de 2024 por el Ejército israelí, y el médico Marwan al-Hams, capturado este pasado mes de julio. No han salido pese a estar en la lista de personas que presentó Hamás a Israel como parte del alto el fuego tras el genocidio en la Franja.

Safiya y Al-Hams son dos de los al menos 19 médicos que continúan en cárceles israelíes sin que se hayan presentados cargos contra ellos, según declaró a Democracy Now! Naji Abbas, el director del Departamento de Prisioneros de Médicos por los Derechos Humanos Israel. A estos sanitarios hay que añadir a docenas de enfermeros, enfermeras y paramédicos que se encuentran en la misma situación.

Marwan Barghouti, de 66 años, también estaba en las listas de propuestas para ser liberado en los tres acuerdos de intercambio de prisioneros y rehenes desde octubre de 2023; no lo consiguió en ninguna de las ocasiones. Conocido como Abu Qassam, es miembro del partido Fatah y líder de Tanzim, su brazo armado. Está encarcelado en Israel desde 2002 y suma varias condenas perpetuas por cinco asesinatos y un intento de asesinato. Su liberación es una línea roja para Israel ya que se trata de un líder carismático que podría reunificar la resistencia palestina.

El secretario general del Frente Popular para la Liberación de Palestina, Ahmad Saadat, también está entre rejas desde 2002. Israel tampoco ha accedido a su liberación. Cumple una condena de prisión de 30 años por el asesinato de un ministro israelí en 2001.

Actualmente, hay más de 9.100 personas palestinas en las cárceles israelíes. Entre ellas hay 52 mujeres, 400 menores y más de 3.544 «detenidos administrativos», además de 115 presos que cumplen cadena perpetua. Nueve de estos últimos están encarcelados desde antes de la firma de los Acuerdos de Oslo en 1993, indica Addameer.

¿Cuántos cadáveres palestinos ha entregado Israel?

90 cuerpos palestinos se han recuperado como parte del acuerdo amparado por Estados Unidos. “Unas grabaciones filmadas por un periodista freelance que trabajaba para la BBC en la morgue de Nasser parecían mostrar el cuerpo de un hombre con los ojos vendados. Otro cuerpo parecía tener marcas en las muñecas y los tobillos”, explica el medio británico. Fuentes médicas en Gaza citadas por Al Jazeera han declarado que a varios de estos cadáveres le faltaban miembros y algunos estaban maniatados y vendados, lo que indicaría violencia y posibles ejecuciones.

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Mural por Palestina

17 Octubre 2025 at 16:37
Por: mon

Este domingo 19 de octubre se presenta en Castrillo Mota de Judíos un mural contra el hermanamiento del pueblo con un asentamiento colonial israelí. Tendrá lugar una concentración para reclamar el fin de toda colaboración del ayuntamiento con Israel.

Israel incumple el alto el fuego que firmó hace 48 horas

15 Octubre 2025 at 13:00

A pesar del «acuerdo de paz» firmado hace apenas 48 horas en Egipto, el Ejército de Israel ha seguido disparando contra la población palestina. Ocurrió ayer y también a primera hora de hoy, miércoles, en diferentes puntos del norte de la Franja y en la ciudad sureña de Rafah, según informa EFE.

Durante más de 30 minutos tanques y drones israelíes estuvieron abriendo fuego hoy contra los puntos designados por Israel como «zona militarizada» del barrio de Shujaiya, en la Ciudad de Gaza. EFE atestiguó asimismo ataques de la armada naval israelí contra pescadores al oeste del campamento de Al Shati, también en la Ciudad de Gaza, y contra la ciudad sureña de Rafah, cuyos disparos alcanzaron algunas de las tiendas de campaña de familias desplazadas en la zona de Mawasi, punto designado por Israel como «humanitario».

Este es el segundo día en el que se reportan ataques israelíes contra el enclave palestino, después de que ayer Israel matara al menos a seis personas también en el barrio de Shujaiya, en un incidente en el que el Ejército hebreo afirmó que se trataba de gazatíes que habían traspasado la «línea amarilla» del acuerdo de alto el fuego. Según el Ministerio de Sanidad gazatí, se trataba de personas que estaban intentando llegar a sus casas para verificar su estado, tras ser desplazadas de allí por los ataques israelíes para tomar la Ciudad de Gaza.

Además, Israel sigue limitando la llegada de ayuda humanitaria a la zona, contradiciendo lo firmado en el acuerdo patrocinado por Donald Trump: Israel dice que sólo permitirá la entrada de 300 camiones al día, la mitad de lo pactado inicialmente. La razón que esgrimen desde Tel Aviv para que continúen los ataques y se limite la entrada de comida, medicinas y combustible es que Hamás no ha entregado aún los 20 cadáveres de los rehenes israelíes que permanecen en la Franja. El grupo islamista ha iniciado efectivamente esta entrega (ya han sido transferidos ocho cuerpos a la Cruz Roja), pero todavía quedan varios cadáveres bajo los escombros y no es probable que los puedan encontrar en un corto espacio de tiempo.

De hecho, en el acuerdo de alto el fuego no se incluyó un plazo para la devolución de los cuerpos por la dificultad de hallarlos en una zona devastada (se calcula que los bombardeos israelíes han producido 55 millones de toneladas de escombros en Gaza). Además, Hamás no puede moverse libremente por la Franja para hallar los cadáveres, ya que el Ejército israelí mantiene el control sobre más de la mitad del territorio.

El alto el fuego entre Israel y Hamás entró en vigor el mediodía del pasado viernes, 10 de octubre, tras la aprobación por ambas partes del acuerdo de 20 puntos impulsado por Estados Unidos, aunque de momento solo se ha implementado su primera fase, que implica el intercambio de rehenes por presos palestinos y el cese de las hostilidades. Israel no ha respetado esta última cuestión.

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