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AnteayerSalida Principal

Sáhara Occidental: preguntas que irritan al PSOE

4 Diciembre 2025 at 08:52

Este artículo forma parte del dossier dedicado al Sáhara Occidental publicado en #LaMarea108. Puedes descargarte gratuitamente la revista aquí o suscribirte para recibir los próximos números y seguir apoyando el periodismo independiente.

El 8 de junio de 2022, el diputado socialista José Luis Ábalos accedió a conceder una entrevista off the record al periodista que firma esta pieza. Será el propio Ábalos quien rompa ese pacto de confidencialidad minutos después. Durante casi una hora, sentado en un lugar discreto del Hotel Catalonia, a escasos metros del Congreso de los Diputados, el que había sido ministro de Transportes y hombre de confianza de Pedro Sánchez restó importancia a su relación con cuatro personas cercanas a su entorno y que, según documentos del CNI y varias fuentes de los servicios de información españoles, estaban a sueldo del espionaje marroquí.

Los vínculos de Ábalos y su círculo íntimo con estas personas eran innegables. La primera de ellas pasaba las noches con una persona del ámbito familiar de Ábalos mientras ésta permanecía ingresada en un hospital. La segunda había ejercido como asesor de libre designación en su etapa de ministro. La tercera recibía pagos directos del jefe en Madrid de la DGED, el servicio secreto exterior marroquí. La cuarta trabajaba a las órdenes de Ahmed Charai, un conocido relaciones públicas de la propia DGED.

Ábalos admitió conocer a estas personas pero restó peso a su relación con ellas. Él no tenía por qué saber que trabajaban para la inteligencia de Mohamed VI. Tras negar vínculos con el espionaje marroquí, el ministro apagó su cuarto (y último) cigarro, apuró su café cortado y salió a pie del hotel. Unos minutos después, rompía el pacto de aquella entrevista off the record. Antes siquiera de abonar la cuenta, este periodista recibió una llamada de una fuente vinculada a los servicios secretos de Rabat. Estaba al tanto de nuestro encuentro y de la lista de personas que habían protagonizado la conversación: «Ábalos ha llamado preocupado y ha informado de que estás preguntando por todos ellos».

Alineado con Rabat

El PSOE es la formación política española más alineada con los intereses de Rabat. La cuestión del Sáhara pone en evidencia la brecha que separa a la élite del partido y sus bases. El matrimonio de conveniencia entre los dirigentes socialistas y Marruecos comenzó con el presidente Felipe González, cuando en la década de 1980 empezó a expresar su apoyo a Rabat, olvidando la promesa que hizo en 1976, siendo secretario general del PSOE, durante su visita a los campamentos de refugiados saharauis en Argelia. «Nuestro partido estará con vosotros hasta la victoria final», había dicho entonces González. Al llegar a la Moncloa, González olvidó su apoyo a los saharauis y se alineó con Marruecos hasta convertirse en uno de los grandes defensores internacionales de la marroquinidad del Sáhara Occidental.

José Luis Rodríguez Zapatero siguió la misma estela y se convirtió en el primer presidente en apoyar públicamente el «plan de autonomía» de Marruecos para el Sáhara, criticado por organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch por su ilegalidad, por carecer de contenido y por la falta de garantías que ofrece un régimen autoritario como el marroquí. En la misma línea, el presidente Pedro Sánchez fue el último en claudicar de sus propias palabras cuando en 2022 remitió una carta al rey Mohamed VI –y cuyo entorno la filtró a los medios– apoyando sus postulados sobre el Sáhara para poner fin a la peor crisis bilateral entre ambos países desde el incidente del islote de Perejil en 2002.

Marruecos es un asunto incómodo para el PSOE. Sus dirigentes evitan pronunciarse en público sobre el vecino del sur. Si lo hacen, lo ensalzan eludiendo sus déficits más visibles: el respeto a los derechos humanos y la legalidad internacional, las falta de garantías democráticas y la ausencia de Estado de derecho.

El PSOE acumula un reguero de dudas que siguen sin respuesta, algunas protegidas al amparo de la ley franquista de Secretos Oficiales, de 1968, todavía vigente. Estas son algunas de las preguntas más relevantes sobre el Sáhara y Marruecos que el Partido Socialista sigue sin responder.

¿Impone Marruecos qué ministros cesan y cuáles acceden a una cartera?

La última decisión de Donald Trump en su primer mandato como presidente de Estados Unidos fue afirmar la soberanía marroquí del Sáhara Occidental. A cambio, Marruecos aceptó reconocer al Estado de Israel. Aquella decisión supuso un terremoto a este lado del Atlántico y sus consecuencias no tardaron en aflorar.

El 18 de abril de 2021 el líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, fue ingresado en un hospital de Logroño (La Rioja) para ser atendido de una grave afección de COVID-19. La llegada de Ghali fue gestionada en secreto por el Ministerio de Asuntos Exteriores, que decidió asistir al dirigente saharaui –poseedor de la nacionalidad española– por razones humanitarias. Los servicios de inteligencia marroquíes estuvieron al tanto en todo momento y Rabat reaccionó con virulencia.

En mayo de ese año, Marruecos alentó la entrada de miles de personas en Ceuta, dando lugar a una crisis migratoria sin precedentes. En menos de 24 horas accedieron a esta ciudad autónoma más de 12.000 personas. Las autoridades marroquíes también dieron «instrucciones de dejar pasar las embarcaciones de inmigrantes hacia las costas españolas». Estas acciones estuvieron planificadas por Fouad Alí el-Himma, consejero del rey Mohamed VI, y fueron dirigidas directamente por el propio monarca junto con el líder de la diplomacia marroquí, Nasser Bourita, y los máximos responsables del espionaje exterior e interior de Marruecos, Yassin Mansouri y Abdellatif Hammouchi, respectivamente. Toda esta información consta en tres informes del CNI a los que tuvo acceso La Marea.

La crisis bilateral estaba servida. España y Marruecos cortaron relaciones. Además de propiciar una crisis migratoria, los servicios de inteligencia marroquíes iniciaron una ofensiva judicial y mediática para «presionar al Gobierno de España para conseguir un posicionamiento favorable a Marruecos en el contencioso del Sáhara Occidental», según los documentos secretos del CNI.

En julio de 2021 se reunieron en secreto el entonces embajador de España en Rabat, Ricardo Díez-Hochleitner, y su homóloga marroquí, Karima Benyaich. Marruecos pidió la cabeza de la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, como gesto de buena voluntad para restablecer las relaciones. Una semana después, Pedro Sánchez destituyó a Laya y nombró para el puesto a José Manuel Albares, un perfil cercano a Rabat. Hay dos preguntas que todavía no tienen respuesta oficial por parte del PSOE: ¿nombró Sánchez al ministro Albares a petición de Marruecos? ¿Por qué accedió Sánchez a la exigencia de Marruecos en un asunto –la designación de ministros– propio de la soberanía española? Moncloa y Exteriores no responden a las preguntas de La Marea al respecto.

¿El espionaje con Pegasus influyó en el cambio de postura sobre el Sáhara?

En junio de 2022, en una entrevista con El Periódico, la ex ministra Arancha González Laya afirmó que su teléfono fue espiado. El ministro Félix Bolaños admitió que los teléfonos del presidente Sánchez y de los ministros de Interior, Defensa y Agricultura también fueron espiados. The Guardian publicó que al menos 200 teléfonos de España fueron espiados con el software israelí Pegasus. Tras el estallido de este escándalo, todas las miradas apuntaron hacia Rabat, pero hasta la fecha no hay una confirmación oficial ni pruebas sólidas que inculpen al vecino del sur.

Sin debate previo y sin informar al Congreso, en marzo de 2022 el gobierno de Pedro Sánchez cambió la postura oficial de España sobre el Sáhara, antigua colonia y provincia española. Hasta esa fecha, Zapatero había sido el único presidente en apoyar verbalmente el plan de autonomía marroquí, pero sin cambiar la postura oficial de España, que había formado parte de un consenso de Estado. La decisión del líder socialista supuso un terremoto político de izquierda a derecha y fue recompensada por Marruecos con el restablecimiento de relaciones diplomáticas.

La carta que Pedro Sánchez envió a Mohamed VI está redactada en francés y contiene errores gramaticales propios de quien trata de traducir literalmente expresiones o composiciones propias del castellano.La misiva tiene un poder simbólico pero carece de base legal, pues el Sáhara Occidental sigue siendo un territorio pendiente de descolonización, según la ONU. Además, España sigue siendo la potencia administradora del territorio, hasta el punto de que el espacio aéreo del Sáhara es gestionado por la empresa estatal española ENAIRE. Es España la que cobra y autoriza el paso de aviones por la antigua colonia, y no Marruecos, potencia que ocupa ilegalmente la mayor parte del territorio.

En público y en conversación con este medio, el exministro de Asuntos Exteriores Miguel Ángel Moratinos admitió haber participado en las gestiones que permitieron el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre España y Marruecos. Actualmente, Moratinos es alto representante de la ONU para la Alianza de las Civilizaciones. Dos fuentes con larga trayectoria en la diplomacia española y cercanas a Moratinos afirman que el exministro ayuda a Marruecos a cambio del dinero que Rabat inyecta al organismo de la ONU que dirige. Las mismas fuentes explican que es la misma razón por la que Moratinos felicita a Teodoro Obiang, el dictador de la excolonia española de Guinea Ecuatorial, por ganar las «elecciones libres y democráticas» del país con el 98% de los votos a su favor. Nihal Saad, directora de la Alianza para las Civilizaciones de la ONU, responde a La Marea que este organismo no ha recibido aportaciones económicas de Marruecos desde 2019. La web de este organismo de la ONU no publica información detallada de sus donantes y su último informe financiero es de 2019.

Hay tres preguntas sin respuesta que despiertan la ira de los equipos de Moncloa y Exteriores: ¿Quién redactó esa carta? ¿Por qué Sánchez cambió la postura española sobre el Sáhara? ¿Tuvo este cambio alguna relación con el espionaje de los teléfonos del presidente Sánchez y sus ministros? Moncloa no responde a las preguntas de La Marea al respecto. Exteriores se limita a señalar que «sobre la posición de España sobre el Sáhara Occidental, el ministro Albares recordó que está expresada en la declaración conjunta del 7 de abril de 2022».

¿Tiene el espionaje marroquí barra libre en España?

Tres informes del CNI detallan la estrategia de Rabat para agitar a la opinión pública, contaminar los tribunales con causas judiciales falsas y divulgar propaganda e incluso amenazas veladas en medios de comunicación afines, todo con un único objetivo: conseguir cesiones del Gobierno de España en la cuestión del Sáhara Occidental. Estos documentos desglosan un total de 21 nombres de personas y asociaciones al servicio de la inteligencia marroquí en España. Los protagonistas de esta lista operan con total impunidad en territorio español con conocimiento del Gobierno. Entre otros, figuran el pseudosindicato Manos Limpias, el Club de Abogados de Marruecos e incluso Hach Ahmed, veterano diplomático del Polisario ahora a sueldo de Rabat. La Marea entrevistó a este líder saharaui antes de que entrara en nómina de los espías marroquíes tras fundar Movimiento Saharauis por la Paz, definida como «organización pantalla de la DGED» en un informe del CNI.

El Gobierno de España posee información pormenorizada sobre los pasos de Marruecos para obtener concesiones sobre el Sáhara. El Ejecutivo también conoce, con nombres y apellidos, qué personas, asociaciones, despachos de abogados y periodistas trabajan al servicio del Majzén. Entre estas personas también hay altos cargos policiales y exmilitares, políticos de distinta ideología y otras personalidades destacadas del Estado. En privado, no son pocos los agentes de los distintos servicios de información que expresan frustración: se arriesgan para obtener información sensible y elaborar inteligencia, pero su trabajo es inútil porque el gobierno de Sánchez actúa como si no supiera nada, incluso en detrimento de la soberanía nacional y de los intereses del país. Si el Gobierno sabe todo esto, ¿por qué no actúa en consecuencia?

Después de tantos desplantes, ¿por qué la relación sigue siendo «excelente»?

En 2007, los reyes de España visitaron Ceuta y Melilla. Marruecos respondió retirando a su embajador en Madrid. Desde entonces los monarcas españoles no han vuelto a pisar ninguna de las dos ciudades autónomas. De hecho, Ceuta y Melilla son los únicos territorios de España que Felipe VI todavía no ha visitado. Marruecos define a ambas ciudades como «territorios ocupados», aunque Melilla está bajo soberanía española desde 1497 y Ceuta desde 1668. Las aduanas comerciales siguen cerradas y asfixiando sus economías locales, a pesar de las reiteradas promesas de Marruecos para facilitar el tránsito de mercancías.

La relación de España y Marruecos está plagada de agravios, pero los dirigentes españoles insisten en todo momento en que estas gozan de excelente salud. En 1991, España y Marruecos firmaron el Tratado de Amistad, Cooperación y Buena Vecindad, que contemplaba celebrar Reuniones de Alto Nivel cada dos años, pero en estos 34 años solo ha habido 12. En la última, celebrada en 2023, el rey Mohamed VI dio plantón a Sánchez. Este no es el único agravio reciente. Por ejemplo, en 2020 el Parlamento marroquí amplió sus aguas jurisdiccionales hasta superponerlas a las aguas que rodean Canarias, de soberanía española.

El ala socialista del Gobierno y destacados ex altos cargos del partido insisten en que las relaciones son excelentes. Sin salirse del argumentario, subrayan que el país es un socio fiable y halagan su supuesta calidad democrática y su supuesto respeto a los derechos humanos. En este sentido destacan figuras como los exministros socialistas Juan Fernando López Aguilar, José Bono, Magdalena Álvarez y Cristina Narbona. En la lista también figura Trinidad Jiménez, que justificó el desmantelamiento violento del campamento saharaui de Gdeim Izik, o María Antonia Trujillo, que llegó a decir que Ceuta y Melilla «suponen una afrenta a la integridad territorial de Marruecos». Otros no ocultan sus intereses económicos con Rabat. Por ejemplo, José Blanco, portavoz y hombre fuerte del gobierno de Zapatero, dirige Acento, unlobby que defiende los intereses del régimen marroquí en Bruselas.

La última visita oficial de Mohamed VI a España tuvo lugar en septiembre de 2000. Y Felipe VI no realiza una visita oficial al vecino del sur desde 2014. Si la relación es tan buena, ¿a qué se deben todos estos desplantes? Exteriores no responde a estas preguntas, sino que remite las palabras del ministro Albares durante la última visita de su homólogo marroquí, Nasser Bourita, subrayando que «las relaciones bilaterales se encuentran en el mejor momento de nuestra historia» y destacando que «los compromisos de la hoja hispanomarroquí siguen cumpliéndose a buen ritmo».



Un PSOE promarroquí y un PP prosaharaui

ÓSCAR F. CIVIETA // Pocos temas provocan tan extraños compañeros de viaje como el del Sáhara. Y mucho más tras el abrupto cambio de rumbo del PSOE al respecto, oficializado por la carta que, el 14 de marzo de 2022, le envió Pedro Sánchez al rey Mohamed VI y en la que daba su apoyo a «la propuesta marroquí de autonomía presentada en 2007». Aquello provocó el rechazo inmediato de las formaciones a su izquierda, Podemos e Izquierda Unida, e incluso de algunos miembros del PSOE que, en 2023, crearon el grupo Socialistas por el Sáhara.

La postura del PSOE se reafirmó dos años después, cuando, en febrero de 2025, se votó la toma en consideración de una Proposición de Ley de Sumar para conceder la nacionalidad española a las y los saharauis nacidos en el territorio del Sáhara Occidental bajo la administración de España, y que continuaba el camino abierto por otra PL presentada en 2022 por Unidas Podemos, que acabó decayendo por el adelanto electoral.

Superó la toma en consideración con los votos a favor de todos los partidos, excepto del PSOE –que votó en contra– y Vox –que se abstuvo, aunque su diputado José María Sánchez llegó a decir que la exposición de motivos del texto no era falsa–.

El PP fue uno de los que votó a favor. De hecho, los populares forman parte del intergrupo ‘Paz y Libertad para el pueblo saharaui’, en el que están todos los grupos parlamentarios, excepto el PSOE y Vox. La voz cantante del PP en este asunto la lleva Carmelo Barrio, que, en X, se define como “vitoriano, alavés, vasco, español y europeo… y saharaui”. En una entrevista con El Independiente, aseguró que «lo de Franco fue una traición y una espantada. Y los pactos de Madrid, entregando el territorio a Marruecos y Mauritania, son una ilegalidad».

El Frente Polisario estuvo presente en el XXI Congreso del PP, celebrado en julio de 2025. Posteriormente, el ministro marroquí, y presidente del partido Istiqlal (miembro, como el PP, de la Internacional Demócrata de Centro), Nizar Baraka, mandó una misiva a Alberto Núñez Feijóo mostrándole su preocupación «ante la falta de claridad del Partido Popular en cuanto a su posición sobre la situación del Sáhara marroquí».


‘La Marea’ ha contactado por escrito con las personas e instituciones mencionadas en este artículo para recabar posturas, sin éxito. El Ministerio de Asuntos Exteriores y la Alianza de las Civilizaciones sí atendieron a este medio, pero contestaron con rodeos, eludiendo dar respuestas directas.

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La respuesta marroquí al activismo saharaui: cárcel y represión

3 Diciembre 2025 at 09:29

Este reportaje forma parte del dossier dedicado al Sáhara Occidental publicado en #LaMarea108. Puedes descargarte gratuitamente la revista aquí o suscribirte para recibir los próximos números y seguir apoyando el periodismo independiente.

La última semana de septiembre de 2024, los periódicos amanecieron con el titular de que el Ministerio del Interior había denegado la solicitud de asilo internacional a los 10 activistas saharauis que la habían solicitado en el aeropuerto de Madrid-Barajas. Poco después, todos ellos fueron devueltos a Marruecos. Si son detenidos allí, encontrarán aislamiento, torturas y un abuso continuo de su dignidad, según denuncian diversas organizaciones en defensa de los derechos humanos, a quienes, por otra parte, se les niega el acceso al país.

Hassanna Abba Moulay es el responsable de Relaciones Exteriores de la organización independiente Liga para la Protección de los Presos Saharauis en las Cárceles Marroquíes (LPPS), donde tienen contabilizados a 32 presos políticos saharauis. El detenido que lleva más tiempo encarcelado es Salek El Aseriy, en prisión desde 2004. Moulay habla desde El Aaiún, la capital del Sáhara Occidental ocupado. Él mismo se encarga de tramitar las denuncias de vulneración de derechos ante las Naciones Unidas. «La situación de los presos saharauis es grave y se deteriora constantemente a pesar de las resoluciones emitidas. El Estado marroquí las ignora sistemáticamente», relata.

Este defensor de los derechos humanos afirma que las prácticas de represalia se han intensificado en los últimos años. Entre estas prácticas, recalca, está la denegación de tratamiento médico y asistencia sanitaria, el confinamiento en régimen de aislamiento prolongado (incluso durante años), la restricción o denegación de visitas familiares y el traslado de los presos a cárceles remotas lejos de sus allegados.

Resistencia civil no violenta

Moulay señala que la principal razón para el encarcelamiento de civiles saharauis es «su activismo pacífico en apoyo de la autodeterminación y su rechazo a la ocupación marroquí del Sáhara Occidental». Él mismo recuerda que desde el inicio de la Intifada por la Independencia en 2005, el pueblo saharaui ha adoptado la resistencia civil no violenta como forma de lucha. Sin embargo, Marruecos ha respondido con «una represión brutal», apuntilla.

Esta represión se ha materializado en la detención de defensores de derechos humanos y periodistas, el enjuiciamiento militar de civiles, montajes policiales y el uso de confesiones obtenidas bajo tortura como prueba en los tribunales, así como la persecución de todos aquellos que documentan las violaciones o denuncian el saqueo de los recursos naturales en el territorio ocupado. Según denuncia, «Marruecos utiliza su sistema judicial como herramienta política para silenciar las voces disidentes y suprimir la libertad de expresión».

Quebrar el espíritu de lucha

Los presos saharauis son objeto de un trato racista y discriminatorio en comparación con los presos marroquíes, además de estar expuestos a la tortura física y psicológica, «especialmente en respuesta a cualquier reivindicación de sus derechos», explica Moulay. Este activista también incide en que se les confiscan libros y correspondencia personal, y se les deniega el acceso a medios de comunicación.

Además, el Estado marroquí «incita a los presos comunes contra ellos, creando un ambiente de amenazas y violencia constantes». Todas estas acciones, defiende el propio Moulay, «no son meramente punitivas, sino que están diseñadas para quebrantar su espíritu y disuadirles de continuar su lucha pacífica dentro de la prisión».

En los campamentos de refugiados de Tinduf (Argelia) está Mahfud Bechri, colaborador de Novact, una organización catalana en defensa de los derechos humanos, e integrante de Western Sahara is Not for Sale: «Los únicos contactos que tenemos con los presos son a través de sus familias, que de forma directa e indirecta también sufren la detención de sus seres queridos». Este activista subraya que la prisión más cercana con presos saharauis está a casi 1.000 kilómetros de El Aaiún.

Bechri critica que Marruecos niega la condición de presos políticos a los 60 saharauis encarcelados que asegura tener localizados en la actualidad. Esta realidad crea un caldo de cultivo condimentado con un miedo enorme que sufre el pueblo saharaui a la hora de reivindicar su derecho de autodeterminación, amparado por la ONU. «Muchos activistas me han dicho que prefieren dar un paso atrás por el daño que el Estado marroquí puede hacer a sus familias, a quienes estrangulan económicamente o les allanan la casa», comenta.

Marruecos es impenetrable

En este sentido, Moulay enfatiza que el papel de las organizaciones internacionales es «crucial» a la hora de supervisar las violaciones cometidas contra los presos saharauis. Alfonso López, coordinador de la estrategia de trabajo para el norte de África en Amnistía Internacional (AI), denuncia que no se les permite el paso a Marruecos para poder investigar lo que sucede en sus cárceles. «Y mucho menos ir al Sáhara Occidental», detalla.

Este miembro de AI destaca que «los presos saharauis están sometidos a un hostigamiento continuo» mientras que «Marruecos actúa sin ningún tipo de oposición por parte de ninguna autoridad que pueda vigilar si se respetan los derechos humanos en su territorio».

Así, se suceden las violaciones de derechos por parte de un Marruecos que no se somete a ningún control internacional. Mientras tanto, los integrantes de la LPPS siguen poniendo en riesgo incluso su vida para reclamar la liberación inmediata e incondicional de todos los presos políticos saharauis; el reconocimiento de que sus juicios fueron ilegales, basados en pruebas obtenidas bajo tortura o falsificadas; la apertura de una investigación internacional independiente sobre las circunstancias de su detención, encarcelamiento y juicio; y una mejora de las condiciones carcelarias hasta su liberación.

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Nuena, 50 años después

22 Noviembre 2025 at 00:01

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En febrero de 1976, en mitad del exilio y la guerra, la fotógrafa francesa Christine Spengler inmortalizó a Nuena Djil Bani, fusil al hombro, cargando en brazos a su bebé. Aquella imagen se convirtió en un símbolo de la lucha del pueblo saharaui por la libertad. Cincuenta años después, la protagonista de esa foto recuerda cómo en aquel momento ella y sus compatriotas lidiaban con «el impacto psicológico de la ocupación y el exilio».

Nació en mayo de 1956 en Amgala, en el Sáhara español. En esta pequeña ciudad, conocida por sus manantiales de agua, se libraron algunas de las batallas más cruentas entre el Frente Polisario y las tropas de ocupación marroquíes. Antes de la guerra ella y su familia se movían con libertad por el desierto, como tantos saharauis. Ahora la localidad, a escasos metros del muro militar erigido por Marruecos con ayuda de Arabia Saudí e Israel, está rodeada de minas antipersona. Nuena mantiene vivo el sueño de regresar a su tierra en libertad: «Mi deseo es que ese día llegue, que la alegría y la felicidad inunden a todo el pueblo saharaui bajo la bandera de la República Árabe Saharaui Democrática». Está orgullosa de su gente y de la valentía de quienes dieron la vida en el frente.

Hoy, algunos jóvenes consideran que no hay otra salida que volver a la lucha armada. Nuena opina que este conflicto tiene unas causas específicas, y si estas no desaparecen, el pueblo saharaui tiene legítimo derecho a retomar las armas.

La icónica imagen de Nuena sirvió de portada para el libro Sáhara. Memoria y olvido, de Yolanda Sobero. ARIEL / PLANETA

Nuena Djil recuerda con nitidez un día concreto de 1974. De repente, tres de sus hermanos aparecieron en casa cubiertos de pintura roja. Aquello le impactó. Todavía no lo sabía, pero la policía española solía rociar con pintura a los saharauis que se manifestaban para después perseguirlos y encarcelarlos. Un día encontró un papel de uno de ellos y quedó fascinada. Tenía delante los 16 principios de la revolución saharaui: derecho a la autodeterminación y la independencia; unidad árabe, africana y del Tercer Mundo; lucha contra el colonialismo; constitución de un Estado democrático islámico; derechos y libertades fundamentales; igualdad y promoción de la mujer y los jóvenes… Nuena pidió explicaciones a su hermano, que se enfadó al ver que hurgaba en sus cosas. Él solo le dijo que algo muy importante estaba ocurriendo. Los saharauis ya llevaban tiempo luchando para liberar a su pueblo del yugo colonial español.

Al año siguiente, en 1975, estalló todo. Fue entonces cuando Nuena dio el paso y se involucró en el movimiento de liberación. El 14 de noviembre, con Franco agonizando, el joven rey Juan Carlos dio orden a las tropas españolas de abandonar la provincia del Sáhara Occidental. Los ejércitos de Marruecos y Mauritania invadieron el territorio.

Nuena empezó a involucrarse más y más en la resistencia. Lo hizo de forma clandestina, sin integrarse en una célula organizada del Frente Polisario. Su primera misión consistía en ocuparse de guardar y administrar documentos y dinero con el que se compraban enseres y suministros para apoyar la lucha. Por su hogar pasaban todo tipo de mandos militares del Polisario antes de momentos clave, como las reuniones con representantes españoles o las visitas a los familiares de los «mártires», aquellos que habían dado su vida por la libertad del Sáhara.

La huida de casa

Un día de 1976 el marido de Nuena llegó a casa exaltado. Le dijo que debían irse de inmediato. Las fuerzas marroquíes estaban apresando a los saharauis. Circulaban las primeras informaciones sobre torturas y bombardeos. Pusieron rumbo a Dajla, en el sur del país. Nuena entendió la magnitud de lo que estaba sucediendo al ver a miles de personas llegadas de todas partes, con lo puesto, en busca de un lugar seguro para sus familias. Poco después Nuena, su hija y su hijo, muy pequeños entonces, fueron a Smara, donde encontraron un ambiente aún más pesado.

Nuena junto a su hijo, Bon Uleida Mohamed Ali, en Altsasu. ÁLVARO MINGUITO
Nuena junto a su hijo, Bon Uleida Mohamed Ali, en Altsasu. ÁLVARO MINGUITO

Aires de guerra, rostros de miedo e incertidumbre bajo un sol abrasador. Cuatro días después, Nuena supo que el ejército marroquí estaba acercándose a Smara. Ella y su marido ayudaron sin descanso a todo el mundo a subir a camiones para alejarse y ponerse a salvo. Fueron a Mahbes, en el extremo nordeste del Sáhara, cerca de la frontera con Marruecos y Argelia. Nuena recuerda lo traumático de aquel camino, con ataques y bombardeos constantes de la aviación marroquí. Fue testigo de cómo esta «usó armamento prohibido internacionalmente contra población civil e indefensa, como el fósforo blanco y el napalm». En los campos de refugiados todavía se ven las secuelas que sufren muchas personas que sobrevivieron a estas armas ilegales. Nuena no tiene dudas de que «Marruecos tenía la clara pretensión de llevar a cabo un genocidio». Ningún mando militar marroquí ha rendido cuentas ante un tribunal por estos hechos.

En el camino del exilio hacia Tinduf (Argelia) iban escuchando una radio. Supieron que Dajla también había sido bombardeada. Se enteró de que su hermana había sido herida y su sobrina había fallecido. La tristeza lo inundó todo.

Nuena forma parte de la memoria viva del pueblo saharaui y aquellos años de guerra descarnada. Ella y sus hijos llegaron una semana después a Rabuni, en Argelia, «país que nos acogió como a hermanos». Allí está actualmente la sede de la RASD, el gobierno saharaui en el exilio. Cincuenta años después, todavía expresa agradecimiento hacia aquella familia que les dio una pequeña carpa en la que estuvo viviendo sola con sus hijos una semana. Días después, sintió alivio cuando un camión trajo a su madre, su hermana y otros familiares que habían logrado sobrevivir a las bombas.

El Uali Mustafa Sayed, «el che Guevara saharaui», líder y cofundador del Frente Polisario, decidió lanzar una operación contra la capital de Mauritania el 9 de julio de 1976. Aquel ataque hizo que el ejército mauritano se retirara de la guerra, pero no fue gratis. Nuena lo recuerda bien porque entre los muertos estaban su marido y también El Uali. «Aquello marcó drásticamente mi vida», afirma.

En esos días llegaban a Rabuni miles de civiles saharauis; a finales de 1976 crearon la wilaya (una forma de división administrativa que en Tinduf corresponde a cada uno de los campamentos) de El Aaiún, en referencia a la capital del Sáhara. Los saharauis ponen a cada wilaya el nombre de una ciudad del territorio que dejaron, reproduciendo así el mapa desde el exilio: Dajla, Smara, Auserd… Nuena recuerda que hicieron un pozo y lo bautizaron como «el pozo de la revolución». Ella y su hermana sabían leer y escribir –«gracias a mi hermano Aba Adkhil Bani, que en paz descanse»–, así que se ocuparon de elaborar listas y censos y organizar el campamento, entre otras muchas tareas.

Múltiples frentes

Desde entonces Nuena ha desempeñado muchas más funciones: dirigió la Media Luna Roja saharaui, fue secretaria adjunta de orientación política en su daira (‘barrio’), incluso dirigió todo lo relativo a cultura en el campo de refugiados de El Aaiún, un rol destacado porque, a su parecer, «permitía la liberación de las mujeres para poder trabajar más y hacer que el día a día fuera más próspero». Incluso llegó a ser una de las dirigentes de la Unión Nacional de Mujeres Saharauis, donde apostó por que mujeres más jóvenes adquirieran cargos de poder. En 1983 volvió a casarse y, de nuevo, perdió a su marido en combate. Su último cargo llegó en 2018 a propuesta del Ministerio de Defensa: dirigir la escuela militar de mujeres. Aceptó: «En defensa de mi marido y mis tres hermanos, que cayeron en la guerra».

Nuena ha recorrido el mundo denunciando los abusos contra el pueblo saharaui. Estuvo en México, Cuba, Chile, Nicaragua, Panamá, Venezuela y Francia, donde se especializó en organización de bibliotecas. Y conoce bien España, donde ahora recibe tratamiento médico por un delicado cuadro asmático, común entre los saharauis que viven en  los campamentos.

De la guerra aprendió que «es un engaño y una mancha de deshonor en la frente de quien la provoca, pero también una lección para saber quién es el verdadero amigo, quién es el enemigo y a quién debemos nuestro agradecimiento». Habla de las autoridades de España y la «traición histórica al pueblo saharaui» con su tono más serio. Pide que España revise «el nefasto Acuerdo Tripartito de Madrid» y «revele el destino de Sidi Brahim Basiri, líder histórico, que fue torturado y desaparecido en la época colonial española».

La hospitalidad es un valor central de la cultura saharaui. El agradecimiento es un arte que este pueblo domina y demuestra en gestos y actos de reciprocidad. Nuena quiere que esta entrevista termine con su agradecimiento: «A quienes nos apoyan, y también a La Marea, por dar voz a nuestra causa y contribuir a que el mundo conozca la verdad de nuestro pueblo y su incansable anhelo de libertad y justicia».  

La entrada Nuena, 50 años después se publicó primero en lamarea.com.

Hafdallah Mohammed Al Sheikh: “Observé cómo los drones marroquíes bombardeaban a civiles”

19 Noviembre 2025 at 00:01
Por: La Marea

Hafdallah Mohammed Al Sheikh no puede olvidar la muerte de un niño de 13 años (Alben Sidi Alben Ahmin) que cuidaba de los camellos junto a su abuelo y su tío en las zonas liberadas del Sáhara Occidental. «Fueron blanco de un misil teledirigido marroquí», relata. Desde que se reanudó la guerra entre Marruecos y el Polisario, en 2020, Al Sheik ha acompañado en numerosas ocasiones a miembros del Ejército Popular Saharaui al frente para «documentar acciones de combate y buscar la verdad de esta guerra», explica.

«Soy un joven nacido en asilo. Mi deseo más simple era ver mi tierra y la tierra de mis antepasados, y disfrutar de mis derechos básicos en un país donde reinen la paz y la estabilidad», expone Al Sheik, una de las voces consultadas por La Marea para realizar su dossier especial dedicado al Sáhara Occidental en el 50º aniversario de la traición cometida por España al pueblo saharaui y la subsiguiente ocupación ilegal de Marruecos. «Desde aquella Marcha Negra marroquí, mi pueblo sufre como refugiado y está privado de sus derechos más elementales, de una vida digna», dice.

La demanda de Al Sheik es igual a la pronunciada durante cinco décadas por sus compatriotas: ¿por qué no se cumple la ley cuando se trata de su pueblo? «España no ha cumplido con sus deberes respecto al territorio que ocupó y Naciones Unidas tampoco ha sido capaz de aplicar las leyes internacionales respecto a los países colonizados, ni tampoco de celebrar un referéndum que garantice la libertad de elección», denuncia.

Al Sheik vive en los territorios liberados, al este del muro de 2.720 kilómetros que divide de norte a sur el Sáhara Occidental. Un muro que Marruecos empezó a sembrar con millones de minas antipersona en los años ochenta y que sigue aumentando en número y amenazando a los saharauis a día de hoy.

El 13 de noviembre de 2020, el Ejército marroquí cruzaba el paso fronterizo del Guerguerat y rompía los términos del Acuerdo Militar número 1 y, con ello, el alto el fuego suscrito en 1991 con el Frente Polisario al amparo de la ONU. Al Sheik decidió entonces que debía acompañar a los defensores de su tierra como parte de su «trabajo periodístico».

«A lo largo de estos viajes, he documentado en audio y vídeo acciones de combate y de reconocimiento. Puede verlas con mis propios ojos», narra. «Pude ver las bases y atrincheramientos de los soldados marroquíes a lo largo del muro, fui testigo de cómo los combatientes saharauis se infiltraban en esas bases e intercambiaban disparos, tanto con artillería pesada como con impactos directos, y fui testigo de los bombardeos de los drones marroquíes sobre esas bases». Públicamente, Marruecos niega que exista una guerra. Los medios de comunicación tampoco se ocupan de ella.

«Observé cómo los drones marroquíes bombardeaban a civiles… y a todo lo que se movía. Era como ver una película de suspense», relata Al Sheik, quien defiende que la resistencia armada está amparada por la legalidad internacional. «El nacimiento del Frente Popular es un derecho garantizado por las convenciones internacionales como movimiento de resistencia y liberación. Igual que el nacimiento de la República Árabe Saharaui Democrática fue el resultado inevitable de un derecho histórico y legal».

Tras ser testigo de la contienda en primera persona, Al Sheik lamenta la poca atención que han recibido las «masacres cometidas por el ejército marroquí contra civiles saharauis» tras la reanudación de la guerra. «Me parece injusto que todas estas violaciones marroquíes no sean vigiladas y documentadas por la comunidad internacional».

«Durante 50 años, el colonialismo marroquí ha violado injustamente los derechos y el honor de mi pueblo. Durante 50 años, el colonialismo marroquí ha saqueado las riquezas y los recursos de mi país, violando los convenios internacionales», dice Al Sheik. Hoy, después de tanto tiempo, después de tantas promesas e ilusiones frustradas, explica, «es difícil hablar del viaje y las aspiraciones de un pueblo y una causa para conseguir los derechos más básicos: la libertad y la independencia».


Testimonios: Laura Casielles | Edición: Manuel Ligero

Esta entrevista con Hafdallah Mohammed Al Sheikh forma parte del trabajo realizado para elaborar el dossier que ‘La Marea’ le dedicó al Sáhara Occidental en su número 108. Puedes comprar la revista aquí o suscribirte para seguir apoyando el periodismo independiente.

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Sáhara Occidental: 50 años de una ocupación que no termina

6 Noviembre 2025 at 15:59

Por Queralt Castillo Cerezuela. Extraído de El Salto

En el extremo occidental del desierto del Sáhara, a orillas del océano Atlántico, hay un territorio de unos 266.000 kilómetros cuadrados ocupado desde hace 50 años. El 6 de noviembre de 1975, más de 300.000 marroquíes iniciaron lo que se conoce como la Marcha Verde, una movilización impulsada por Hassan II para reivindicar y ocupar un territorio que no les pertenecía.

La provincia 53, dejada a su suerte

En 1970, el Sáhara Occidental era la provincia 53 del Estado español, pero el pueblo saharaui ya aspiraba a la independencia, por eso en 1973 se creó, en la localidad mauritana de Zuérate, el Frente Popular de Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro, conocido actualmente como Frente Polisario. En 1975, antes de que el monarca marroquí Hassan II enviara a su población hacia el territorio, España se comprometió a llevar a cabo un referéndum de autodeterminación para que la población saharaui pudiese decidir su futuro; pero eso ya nunca sucedió: los ataques militares de Marruecos se empezaron a intensificar, lo que provocó un éxodo de la población saharaui hacia el país vecino, Argelia. Desde entonces, este país ha sido el principal defensor de los derechos de la población saharaui.

El 6 de noviembre de 1975, las tropas españolas desplegadas en el Sáhara Occidental recibían la orden de levantar las minas que pocos días antes les habían conminado a colocar en la frontera norte de lo que entonces era la provincia del Sáhara Español. Los fontaneros de un régimen franquista en sus últimos estertores habían pactado con el monarca marroquí facilitar la ejecución de la Marcha Verde: una operación que serviría de punto de partida para ceder a Marruecos la colonia española sin el aval de sus habitantes.

El plan había sido anunciado por Hassan II el 16 de octubre. Cerca de 350.000 civiles marroquíes escoltados por unos 25.000 militares entrarían al Sáhara Occidental para reivindicar el territorio como propio. Aunque había sido anunciada como una “manifestación pacífica”, en las palabras del monarca eran palpables otras pretensiones: “Si encontramos en nuestro camino otras fuerzas que no sean españolas recurriremos entonces a la autodefensa”, en una clara referencia al Frente Polisario, que estaba dispuesto a la lucha armada para defender el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui.

Ocho días más tarde, el 14 de noviembre de 1975, se firmaba el Acuerdo Tripartito de Madrid entre España, Mauritania y Marruecos, que consistía la cesión del territorio saharaui, por parte de España, a Marruecos y a Mauritania con la condición de que se llevase a cabo un referéndum de autodeterminación. Esto nunca sucedería y, en febrero de 1976, España se retiró de manera definitiva del Sáhara Occidental, lo que dio paso a la lucha armada entre el pueblo saharaui y el Ejército marroquí, y a una situación de ocupación que se extiende hasta el día, de hoy.

Mauritania se retiró de los territorios saharauis en 1979, condición que fue aprovechada por Marruecos para ampliar su dominio. Sin bien oficialmente la guerra entre el Frente Polisario y Marruecos terminó en 1991, cuando se firmó un alto el fuego y Naciones Unidas estableció la Misión de las Naciones Unidas por el Referéndum del Sáhara Occidental (Minurso), lo cierto es que el pueblo saharaui nunca ha conocido la paz; y el compromiso de llevar a cabo el archinombrado referéndum de autodeterminación nunca se ha hecho realidad. La represión, las amenazas y el bloqueo informativo por parte de Marruecos han sido una constante desde entonces.

La nueva resolución de Naciones Unidas; patada a la independencia y nueva etapa

Los territorios del Sáhara Occidental han conocido momentos de mayor y menor tranquilidad, y han pasado por una serie de fechas históricas que han ido marcando el camino de su historia. El hito más reciente se produjo hace tan solo unos días, el pasado viernes 31 de octubre, cuando Naciones Unidas adoptó una nueva resolución sobre esta causa.

La resolución 2797 de 2025 —votada con la abstención de China y Rusia— da un giro diplomático a la cuestión de la autodeterminación saharaui y abre las puertas a la consolidación del dominio de Marruecos sobre el territorio. Si bien se renueva el mandato de la Minurso hasta el 31 de octubre de 2026, el cambio de postura de la ONU es significativo, ya que se legitima la propuesta de Rabat, que pone sobre la mesa una autodeterminación parcial, pero en ningún caso significa una independencia de facto. En el texto, la opción del referéndum no desaparece, pero ya no se considera como una condición sine qua non, sino como una opción.

Esta nueva resolución va en línea con el modelo de autonomía propuesto por Marruecos en 2007, por el cual “la región autónoma del Sáhara” tendría competencias jurídicas, administrativas, judiciales, económicas, tributarias y socio-culturales; pero no podría gobernarse en asuntos referentes a religión, Defensa o Exteriores, entre otros.

La responsabilidad de la comunidad internacional

Durante todos estos años, España, que tenía y tiene una responsabilidad histórica para con el territorio, ha permanecido aparentemente neutral y, hasta relativamente poco, apoyaba la opción del referéndum de autodeterminación. El cambio de postura, sin embargo, llegó en 2022, cuando el Gobierno de Pedro Sánchez, de manera unilateral y sin consultarlo previamente en sede parlamentaria, se posicionó con Marruecos e inició una nueva etapa en las relaciones bilaterales con la mirada puesta en la migración, algo que el Gobierno marroquí ha estado usando como moneda de cambio para forzar acuerdos y decisiones. 

Destacable es también la postura de Estados Unidos, quien en 2020 decidió apoyar de manera abierta el dominio marroquí sobre el territorio y lo hizo con acciones tan simbólicas como la apertura de consulados en las ciudades ocupadas de Dajla y El Aaiún. Francia, que tiene en Marruecos uno de sus socios más fiables en la zona del Magreb, siempre ha permanecido al lado de Rabat.

La cuestión del Sáhara, fuera de las reivindicaciones de la Gen Z

En el ámbito social, la soberanía del Sáhara Occidental continúa siendo un tema tabú en Marruecos, donde la población suele tener una postura monolítica respecto al tema. Buena prueba de ello es la ausencia total de reivindicaciones para el Sáhara en las recientes protestas que han tomado las calles del país y que han sido protagonizadas, en gran parte, por los más jóvenes, la Gen Z.

Si bien la juventud marroquí está muy concienciada y se muestra muy favorable a la autodeterminación del pueblo palestino, no parece estarlo tanto con la cuestión saharaui; y el tema continúa siendo un tabú. La sociedad marroquí considera el territorio como “las provincias del sur”, y no hay ningún cuestionamiento sobre su soberanía. De hecho, es una de las líneas rojas, como el Islam o la Monarquía, que no se suelen cruzar.

En un análisis reciente por parte de Lucía G. Del Moral, investigadora de la Fundación Euroárabe de Altos Estudios (Fundea) y de la Universidad de Granada, la experta destacaba que “no existe una tendencia clara a conectar la causa palestina con la causa del Sáhara […] La legitimidad política de Marruecos se construye en el majzén, que es el régimen político completo: el Rey y todos los poderes que se articulan a su alrededor, tanto políticos como económicos. Esto se sustenta en varios pilares, y uno de ellos es la cuestión territorial y el nacionalismo”.

La cuestión del Sáhara es considerada por la sociedad marroquí como algo interno; y la fragmentación habitual de los movimientos sociales hace que se haya adoptado una postura práctica alrededor de este tema: los grupos reivindicativos han preferido, históricamente, buscar punto de conexión entre ellos para mostrarse más fuertes, en lugar de incidir en las diferencias, con lo cual se ha adoptado una postura monolítica respecto al Sáhara Occidental: el silencio.

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Abdulah Arabi: “Para callarnos van a tener que perpetrar otro genocidio”

6 Noviembre 2025 at 15:32

El delegado del Frente Polisario en nuestro país se muestra orgulloso de su pueblo por haber sabido mantener viva la causa del Sáhara Occidental entre la opinión pública española, «y ello pese a que el ‘lobby’ marroquí tiene en nómina a medios y profesionales a los que paga por difundir un relato falseado».

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Farah Dih: “Muchas mujeres saharauis vivimos entre dos mundos”

5 Noviembre 2025 at 13:31
Por: La Marea

Cuando Farah Dih habló en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, en 2019, recordó que hay 17 territorios no autónomos en el mundo a los que «se les ha negado la oportunidad de decidir su propio destino». Uno de ellos, el suyo: el Sáhara Occidental. Ya entonces se mostró preocupada por que este organismo hubiera «olvidado los principios originales sobre los que se fundó». Uno de esos principios era el de la desconolonización. El tiempo le ha dado la razón a Dih: hace sólo unos días el Consejo de Seguridad de la ONU votó a favor de una resolución en la que afirmaba que la autonomía bajo soberanía de Marruecos «podría constituir la solución más viable» para superar el conflicto. E instaba a las partes (Marruecos y el Frente Polisario) a negociar sobre esa base. La invasión, los bombardeos con napalm sobre la población civil, la ocupación ilegal de un territorio, la imposición de un régimen represivo que viola sistemáticamente los derechos humanos ha pasado a ser, en el lenguaje diplomático y 50 años después, un conflicto entre dos partes. «Si la erradicación del colonialismo sigue siendo una prioridad en la agenda de la ONU, como proclama el señor Guterres, ¿cuándo van a estar dispuestos a cumplir sus palabras», objetaba Dih en su intervención.

Farah Dih nació en 1991 –el año del alto el fuego y de la creación de la Minurso– en los campamentos de población saharaui refugiada en Tinduf (Argelia). Después de formarse en filología en las universidades de Valladolid, Nebraska-Lincoln y Nueva York, actualmente es profesora de esta última institución en su campus de Madrid. Combina su labor docente con la escritura de ficción y es una de las voces saharauis con las que hemos contado en La Marea para hacer nuestro dossier especial en el último número.

Para Dih, 50 años después de la traición española y la invasión marroquí, es «fundamental hablar de la amnesia histórica y el olvido selectivo del Estado español respecto a su pasado colonial en África, concretamente en el Sáhara Occidental y en Guinea Ecuatorial».

«Necesitamos que se hagan reparaciones de manera oficial, empezando por revertir el reciente reconocimiento del Gobierno español de la soberanía marroquí sobre el Sáhara, pero también dando una mayor visibilidad a la cuestión colonial desde las instituciones», añade. «Necesitamos que se estudie, que se enseñe y que se reconozca el problema para poder sanar unas heridas que no solo siguen abiertas, sino que se han infectado».

Como todas las personas saharauis consultadas para componer nuestro dossier, Dih resalta el papel de las mujeres en la resistencia de su pueblo, pero señala una particularidad que le atañe personalmente: «A día de hoy, muchas mujeres saharauis vivimos entre dos mundos. Y no me refiero a la dualidad cultural de sentirnos saharauis y españolas (que también), sino a la paradoja de estar luchando juntas por la libertad colectiva de nuestro pueblo mientras este, irónicamente, tiende a rechazar nuestro propio derecho a la libertad individual».

Dih, como muchas otras saharauis de su edad, se desmarca cultural y generacionalmente de ciertos modos y costumbres. «Hablo de las que hemos decidido no encajar (o quizá nunca lo hemos hecho) en los moldes tradicionales: las que no llevamos velo, las que vestimos como queremos, las que hemos tomado de la cultura saharaui (y de la española) lo que nos ha convenido para crear una identidad propia, mestiza y diversa», explica.

Para ellas, el camino de la emancipación ha sido muy diferente al de las mujeres occidentales: «Es curioso ver que mientras las feministas blancas españolas luchan por cambiar los cánones de belleza —el de las cirugías estéticas, la delgadez extrema, los filtros de Instagram, etc.—, nosotras libramos otra lucha casi inversa. La de poder arreglarnos y vestir con libertad, de elegir con quién relacionarnos afectivamente y de desafiar unas normas sociales ancladas en el pasado, que se siguen reproduciendo de generación en generación».


Testimonios: Laura Casielles | Edición: Manuel Ligero

Esta entrevista con la profesora Farah Dih forma parte del trabajo realizado para elaborar el dossier que ‘La Marea’ le ha dedicado al Sáhara Occidental en su último número. Puedes comprar la revista aquí o suscribirte para seguir apoyando el periodismo independiente.

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‘Sáhara: La barca del desierto’, un viaje a la herida abierta del pueblo saharaui

4 Noviembre 2025 at 18:30

Esta reseña forma parte de El Periscopio, el suplemento cultural de La Marea, cuyo último número está dedicado íntegramente al Sáhara Occidental.

Sáhara: La barca del desierto, dirigida por Mario Vega y coescrita con Ruth Sánchez, se presenta como una pieza imprescindible que aborda el conflicto del Sáhara Occidental a través de la mirada singular de una enfermera canaria que llega a El Aaiún en 1970.

Desde los primeros acordes de música saharaui, el montaje atrapa: la ambientación sonora, la escenografía de telas que se transforman en jaimas y desierto, la iluminación que dibuja dunas y sombras… Todo se conjuga para que el público, más allá de ver y escuchar, sienta. Su director deja claro que «el Sáhara no puede seguir en los márgenes de la historia. Contarlo es un deber». Con esta obra rinde homenaje a una herida abierta que ahora cumple 50 años.

La actriz principal, Marta Viera, lleva sobre sus hombros el pulso emotivo: transmite miedo, ternura, indignación, humor casi inconsciente ante la absurdidad de la propaganda franquista y el silencio político posterior. Su interpretación se convierte en el gran pilar de la función. A ello se suma el trabajo del equipo –la camella articulada Janina, el manejo de telas y ambientes, los saltos entre el pasado y el presente–, que dota al montaje de textura, movimiento y ritmo.

La dramaturgia juega con varias capas: la personal, la histórica y la política. La narración nos lleva a los años 70, cuando la enfermera llega, pasa por la represión franquista contra el Frente Polisario y sufre la ocupación de Marruecos tras la retirada española y el exilio a los campamentos de refugiados en Tinduf. El amor ejerce de hilo conductor en la memoria viva de un pueblo que incluso ha sufrido bombardeos con napalm y fósforo blanco. Al mismo tiempo, el montaje intercala humor ácido, escenas que satirizan la propaganda y momentos de contemplación, lo que evita que el peso dramático sea solo soporte: este trabajo inyecta tensión e intercala con maestría momentos de risa, invitaciones a reflexionar y una carga emotiva que el público agradece con un tsunami de aplausos y gritos de «Sáhara libre».

Para quien ya conozca la historia saharaui, la obra resuena como reivindicación, como cicatriz doliente que busca justicia. Para quien no la conozca, esta es una excelente puerta de entrada: el descubrimiento de un silencio impensado, tan cerca geográficamente de las Islas Canarias y España, y tan aparentemente lejos en la memoria colectiva. El montaje no explica todo con datos; en su lugar, hace sentir, remueve, invita a preguntar, y lo hace desde los ojos de una mujer.

Sáhara: La barca del desierto es un teatro necesario. No solo por el tema que aborda, sino por su manera de contarlo, sin estridencias, con instrumentos escénicos afinados, música, iluminación y silencios. Una obra que deja pensativo a quien la contempla, despertando preguntas sobre cómo es posible que una realidad tan cercana haya estado tanto tiempo invisibilizada. Decía el italiano Vittorio Gassman que «el teatro no se hace para cantar las cosas, sino para cambiarlas»; decía el mexicano Luis de Tavira que «el teatro es el espejo que nos convierte en espectadores de nosotros mismos». He aquí un trabajo que hace honor a las citas de estos dos grandes dramaturgos.


‘Sáhara: la barca del desierto’ se estrenó el 19 de junio en el Teatro Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria y ya ha pasado por el Teatro Leal de La Laguna (Tenerife) y el teatro auditorio de Agüimes, en Gran Canaria. Desde el 5 hasta el 9 de noviembre estará en el Teatro del Barrio de Madrid.

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El FiSahara se celebra esta semana en Madrid

4 Noviembre 2025 at 09:16
Por: La Marea

El Festival Internacional de Cine del Sáhara Occidental (FiSahara) no se ha podido celebrar este año en su sede habitual: los campamentos de población saharaui refugiada en Argelia. Lo hará en Madrid, del 6 al 8 de noviembre, coincidiendo con el 50º aniversario de la Marcha Verde –llamada Marcha Negra por los saharauis– con la que Marruecos inició su ocupación ilegal del territorio. A pesar del cambio de emplazamiento, el festival contará, como de costumbre, con proyecciones, mesas redondas y actividades paralelas centradas en una traición, una invasión y un expolio que cumplen ahora medio siglo.

La organización recupera este año un lema ya utilizado en la XVIII edición del festival celebrado en los campamentos: «Resistir es vencer». La frase tiene una nueva resonancia después de que el Consejo de Seguridad de la ONU adoptara, a instancias de Donald Trump, el plan de autonomía para el Sáhara redactado por Marruecos. Miles de saharauis se manifestaron la semana pasada contra esa decisión y sus voces se harán oír, sin duda, también en Madrid.

El FiSahara arrancará el próximo jueves en la sala Mirador, con un homenaje a Mariem Hassan, la más importante cantante de música popular saharaui. Enferma de cáncer, se retiró a los territorios liberados del Sáhara y antes de morir (en 2015) dejó filmado su último testimonio en forma de cortometraje documental: Mariem. La proyección de la cinta contará con la presentación de su director, Javier Corcuera (fundador del festival, allá por 2003), y de Aghaila Labiad Hassan, hija de Mariem Hassan.

Este homenaje tendrá una continuación un día después en el Círculo de Bellas Artes, donde se proyectará Haiyu (2024), un largometraje documental sobre «la voz indómita» del Sáhara dirigido por Anna Klara Ahren, Brahim B. Ali, Mohamedsalem Werad y Alex Veitch.

El mismo viernes, en una segunda sesión, podrán verse las películas Running Home (Michelle-Andrea Girouard, 2019) y El susurro del viento (Ekain Albite, 2020). Ambas sesiones contarán con mesas redondas posteriores en las que participarán Aghaila Labiad Hassan, Fudiha Chein, Sidi Talebbuia Hassan, Mamine Hachimi, Fati Jadad, Hafed Jatri, Salka Mahfud y Nayua Aduh.

La Marea también tendrá una pequeña participación en el FiSahara 2025. La librería Balqís acogerá el próximo sábado 8 de noviembre la presentación de nuestro último número, cuyo dossier principal está dedicado al Sáhara Occidental. Y hablaremos asimismo de la siguiente revista, cuyo suplemento cultural, El Periscopio, se consagra íntegramente a la cultura saharaui.

El festival se cierra la tarde del sábado con la proyección, en el Círculo de Bellas Artes de las películas Salam (Agustina Willat García, 2024) y Aminetu (Lucía Muñoz Lucena, 2024). La primera contará con una charla posterior a cargo de los cineastas saharauis Ghalia Salek y Brahim Chagaf y de la periodista Ebbaba Hameida. La segunda es un documental dedicado a la figura de la activista Aminetu Haidar, quien en 2009 comenzó una huelga de hambre en Lanzarote para que le dejaran volver a su tierra, de donde fue expulsada. La propia Haidar formará parte de la mesa redonda posterior a la proyección junto al actor Guillermo Toledo, la activista Nadua Abou Ghazalah y el sociólogo José Luis Ybot.

Más información en festivalsahara.org.

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La ONU apoya el plan de autonomía de Marruecos para el Sáhara Occidental

31 Octubre 2025 at 10:00

El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas votó ayer viernes, a propuesta de Estados Unidos, tomar el plan de autonomía redactado por Marruecos en 2007 para el Sáhara Occidental como base para futuras negociaciones sobre el territorio. Lo ha hecho por 11 votos a favor, tres abstenciones –entre las que destacan las de Rusia y China–, y sin la participación de Argelia, que ha alegado que «una solución justa y duradera solo puede llegar con el respeto al derecho inalienable del pueblo del Sáhara Occidental a decidir sobre su propio futuro».

La decisión de ayer supone el mayor apoyo hasta el momento de la comunidad internacional a Marruecos. España ya se había adelantado: el presidente español, Pedro Sánchez, se mostró partidario de apoyar el plan de autonomía marroquí. Así se lo hizo saber al rey de Marruecos en una carta enviada en 2022. España, según el derecho internacional, sigue siendo la potencia administradora del Sáhara Occidental hasta que culmine su proceso de descolonización, interrumpido hace ahora 50 años.

La población saharaui llevaba varios días protestando contra esta iniciativa. El jueves se produjo la cuarta manifestación masiva. Miles de saharauis refugiados en los campamentos de Tinduf (Argelia) se sumaron a ella. Los manifestantes aseguraban que «prefieren seguir siendo refugiados a marroquíes».

El voto de la ONU atañe también al futuro de la Minurso, una misión de pacificación creada en 1991 para organizar un referéndum de independencia en el Sáhara Occidental. La misión se ha venido renovando anualmente, pero el gobierno de Donald Trump quería que esta vez durara sólo tres meses. Finalmente, se ha aprobado prolongarla durante un año más.

¿Qué ocurrirá después? Podrían darse varios escenarios: otra renovación, la extinción de la misión (lo que eliminaría la referencia al referéndum y dificultaría el proceso de autodeterminación saharaui) o el inicio de una época totalmente nueva de negociaciones sobre la base del plan de autonomía preparado por Rabat y con la entrada de Trump como mediador.

No parecía probable que Rusia o China, miembros del Consejo de Seguridad con derecho a veto, avalaran esta iniciativa que, en esencia, busca excluir a los y las saharauis de su propio proceso de autodeterminación. Pero finalmente lo hicieron con sus respectivas abstenciones. El diplomático Sidi Omar, portavoz del Frente Polisario en la ONU, declaró que «el destino del pueblo saharaui no está en manos de Estados Unidos ni de Francia, sino en manos del propio pueblo saharaui».

Miles de compatriotas coinciden con esta máxima y así lo expresaron en la manifestación del pasado jueves en Tinduf. Entre ellos, el rechazo al plan norteamericano parecía total. «Ahora más que nunca queremos la dignidad, ser refugiados en Argelia (más que ser marroquíes), queremos la libertad como todos los pueblos», declaró a EFE Ali, un manifestante indignado como muchos de los asistentes a la protesta.

«Antes refugiado que marroquí», claman en los campamentos saharauis
Miles de saharauis acudieron ayer a la cuarta convocatoria de protestas contra la iniciativa estadounidense que propone una autonomía en Marruecos para el Sáhara Occidental. LAURA FERNÁNDEZ PALOMO / EFE

Durante la manifestación, que terminó con una multitudinaria marcha por una de las carreteras que atraviesan el desierto argelino, los saharauis cargaron contra Trump, a quien culpan de intentar «cambiar la ley internacional».

El Frente Polisario envió hace una semana una carta a Rusia, que ostenta la presidencia de turno del Consejo de Seguridad, en la que advirtió de que «no participará en ningún proceso político ni de negociación basados en el contenido del proyecto de resolución» presentado.

Días antes había abierto la puerta –mediante una carta enviada al secretario general de la ONU, António Gueterres– a negociar directamente con Marruecos para alcanzar una solución «justa y duradera», en la que la autonomía marroquí constara entre las opciones de un referéndum, pero que no fuera la «única» solución y una condición «impuesta».

En 2020, el primer gobierno de Donald Trump ya reconoció la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, que la ONU hasta ahora no ha validado y mantiene esta zona como «territorio no autónomo» pendiente de descolonización.

Marruecos celebra en las calles el respaldo de la ONU al plan de autonomía para el Sáhara
Marruecos celebra en las calles el respaldo de la ONU al plan de autonomía para el Sáhara. En la imagen, la gente ondea banderas en Rabat, la capital marroquí, el 31 de octubre de 2025. JALAL MORCHIDI / EPA / EFE

Actualización: 1 de noviembre, 8h

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Gaza, Sáhara Occidental y el Lejano Oeste

30 Octubre 2025 at 10:45

27 de octubre

Se ha vuelto frecuente hacer comparaciones entre la República de Weimar y el auge actual de los autoritarismos. Por mucho que nazismo y fascismo sean fenómenos históricos irrepetibles como tales, las coincidencias entre los movimientos totalitarios del siglo pasado y los de este sean más que preocupantes.

Quizá una que hilvana esos movimientos de masas entre sí y con otros fenómenos sociales concomitantes sea el triunfo de lo irracional.


28 de octubre

Tuve que interrumpir el diario y desde entonces he leído la noticia sobre el «plan de paz» de Trump para el Sáhara Occidental. Al igual que en el caso de Gaza, el plan parece consistir en ponerse del lado de la potencia invasora, no exigirle responsabilidades por sus crímenes e imponer un trágala a la población autóctona. Si en Gaza los sueños húmedos de Trump, y de Netanyahu, culminaban en la expulsión de toda la población para sustituirla por turistas en resorts de lujo –cuyos beneficios irían a parar a manos de los invasores–, este proceso hace tiempo que lo inició Marruecos por su cuenta, creando zonas turísticas en los territorios ocupados, en las que no pueden entrar los saharauis; para ver esos paraísos de vacaciones hay que ser extranjero, marroquí o conducir un taxi. Todo eso se cuenta en el último número de La Marea.

Ahora que lo pienso, este modus operandi se encuentra muy en la tradición del Lejano Oeste, es decir de la historia de la creación de Estados Unidos: llegas a un territorio, lo invades, expulsas a sus habitantes después de exterminar a una parte considerable de la población y a los que quedan los encierras en reservas; firmas tratados de paz que no tienes ninguna intención de respetar; te quedas con sus tierras merced a leyes que redactas con ese objetivo; las explotas en tu beneficio y lo vendes como una forma de progreso y de avance civilizador. Y a los nativos que se resisten a ser despojados y exterminados los llamas salvajes.

Y luego vienen los guionistas y poetas a blanquear con épica cada masacre.


También es verdad que no es solo Estados Unidos quien ha actuado así: todas las potencias coloniales han hecho lo mismo, incluida la española. Estoy viendo estos días a ratos perdidos el documental Banda sonora para un golpe de Estado. No es que desconociese el carácter criminal del gobierno belga de la época –con ayuda de la CIA y de los servicios secretos británicos–; no es que desconociese tampoco los acontecimientos que rodearon el asesinato de Lumumba y la ascensión al poder con ayuda de los mencionados países de un psicópata como Mobutu. Pero me sigue impresionando ver las caras de los europeos y americanos responsables, oírles justificar sus actos o mentir descaradamente sobre ellos; ver sus gestos mientras escuchan a Lumumba decir lo que un negro no debe decir –un negro que no da las gracias, que no elogia a los colonizadores, que les pone ante el espejo de sus crímenes–; y es difícil soportar la hipocresía de quienes asienten complacidos a los deseos de independencia de los congoleños mientras traman asesinatos y golpes de Estado encubiertos, a quienes, en fin, promueven una guerra civil para que las empresas occidentales no pierdan dinero.

No es que no sepamos todas estas cosas y, en particular, que nunca Occidente ha defendido la democracia y la libertad de ningún pueblo salvo cuando le sirve a sus intereses políticos y económicos. Claro que lo sabemos. Pero no está de más que nos lo repitan una y otra vez, no vaya a ser que nos creamos esa cantilena de los valores democráticos y el respeto de los derechos humanos.


Ahí está el PSOE, proclamándose adalid de muchos de esos derechos, mientras apoya a un Marruecos –lo hizo González, lo hizo Zapatero, lo hace Sánchez– que despliega una brutalidad contra los saharauis propia de las dictaduras.


Por cierto: ¿por qué prestamos en España tanta atención a Palestina y tan poca al Sáhara? ¿Por qué no expresamos -hablo en general, pero también me podría acusar a mí mismo de ello- el mismo escándalo ante los desmanes de Israel que ante los marroquís? El cínico que me habita –aunque me esfuerzo en combatirlo– diría que porque hacerlo así no nos cuesta nada más que realizar acciones simbólicas, como manifestarnos, pero no nos exige ningún sacrificio: enfrentarse a Marruecos significa perder posibilidades pesqueras, prescindir de un policía que limita la inmigración de subsaharianos, tener ante nuestras puertas a un enemigo que siempre ha sabido cómo hacer daño. Digo «Marruecos» pero en realidad estoy diciendo el régimen marroquí. Los países nunca son enemigos; las enemistades las construyen y aprovechan sus dirigentes.


A ver si los próximos días continúo con la idea del auge del irracionalismo y sus similitudes con los años treinta del siglo pasado. O a lo mejor es una de esas ideas que te parecen buenas en cierto momento y luego se desinflan. Veremos.

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Tinduf: medio siglo en un campo de refugiados

29 Octubre 2025 at 07:00

Este reportaje sobre los campamentos de Tinduf forma parte del dossier de #LaMarea108, dedicado al Sáhara Occidental. Puedes conseguir la revista aquí o suscribirte para recibirla y apoyar el periodismo independiente.

Es verano de 2025. A pesar de ser de madrugada, el termómetro roza los 40 grados en el aeropuerto de Tinduf. Bajas del avión y lo primero que te recibe es un aire ardiente y lleno de polvo que te recuerda dónde estás. Apenas tres vuelos diarios rompen la rutina de esta terminal de dimensiones modestas en comparación a lo que asocias como aeropuerto, pero lo que de verdad la hace única no son sus instalaciones ni su ubicación, sino lo que ocurre aquí cada año por estas fechas.

Frente a ti se va a realizar un intercambio singular: 3.000 niños refugiados saharauis se despiden de los campamentos situados a 30 kilómetros de la ciudad argelina. Buscan tregua de la miseria, del calor extremo y de la precariedad y suben a los aviones que los llevarán a pasar el verano con familias que les acogerán gracias al programa Vacaciones en Paz, que lleva funcionando desde 1979. De los aviones a los que van a subir descienden el mismo número de niños y jóvenes saharauis, aunque su realidad ha sido otra: nacidos o criados en la diáspora, vuelven para reencontrarse con sus raíces, con una cultura que también les pertenece y una identidad que buscan mantener.

Las diferencias entre quienes parten y quienes llegan son evidentes. Los primeros llevan consigo apenas una mochila con comida para el viaje y una muda de ropa. Los segundos, en cambio, arrastran maletas de decenas de kilos repletas de medicamentos, caramelos, ropa y regalos para sus familias.

Con tus maletas te diriges a la salida del aeropuerto. Ya conoces de memoria la rutina que te aguarda tras la puerta de salida: un tío o un primo te espera en el coche. El saludo se resume en un abrazo fuerte y enseguida arranca el vehículo rumbo al control militar para poder entrar a los campamentos de refugiados saharauis. A esas horas, la garita debería estar cerrada, pero los soldados conocen la excepcionalidad de esta noche y os reciben con un saludo militar y el kalashnikov colgado del hombro.

Al atravesar el control, desaparecen las farolas de la ciudad. La oscuridad inunda la noche y el desierto se convierte en escenario absoluto. Los jóvenes con los que compartiste las últimas 24 horas de viaje se dispersan hacia distintas wilayas. Dentro de unos meses volverás a encontrarte con ellos en el mismo aeropuerto.

Cuando llegas a la tuya, Smara, todo parece intacto desde el verano pasado: las jaimas, las casas de adobe y la arena que se hunde bajo tus pies. El ruido del motor anuncia tu llegada y de la jaima salen tus primos, tus tíos, tu abuela. Te reciben con abrazos y gritos de felicidad: ha regresado un hijo de la familia.

Pero lo que sí ha cambiado son los rostros. Las arrugas y las canas marcan el paso del tiempo en los mayores, y los niños, demasiado pronto, han dejado de serlo. Esos rostros son un recordatorio de la espera interminable. Las familias son el vivo ejemplo de una vida en el exilio, de las distintas etapas de una historia construida en medio del desierto. Miles de ejemplos bajo las mismas jaimas, al principio tejidas con las melfas con las que las mujeres escaparon de la guerra, mujeres que ahora son abuelas, mujeres que han construido en la hamada un lugar donde sobrevive un pueblo, mujeres sin las cuales esta lucha no hubiera aguantado medio siglo.

Failiha, los cimientos del pueblo saharaui

Failiha nace en 1937 en un asentamiento nómada cerca de Tichla, al sur del Sáhara Occidental, entonces colonia española. Allí crece, se casa y tiene cinco hijos. Ciudadana española, con su DNI y un referéndum pendiente que todavía espera, recibe la noticia que le cambia la vida: en 1975 tiene lugar la Marcha Verde, un momento que todavía recuerda con claridad. «Cuando supimos que venía la Marcha Verde solo tuvimos tiempo de subir al coche de mi yerno, con lo puesto y sin saber a dónde ir. Solo pensábamos en sobrevivir, nada más», relata.

Tinduf: medio siglo en un campo de refugiados
Failiha, de 88 años, en su domicilio en el campamento de refugiados de Smara. AHMED SIDATI

Se guían gracias a una pequeña radio. Failiha lo relata así: «El trayecto duró seis días. Cada vez que escuchábamos un avión, parábamos el coche y corríamos a escondernos bajo los pocos árboles que había, por el miedo que teníamos de las bombas».

En medio de la huida, su marido muere a causa de una enfermedad que arrastraba desde tiempo atrás. Failiha llega a los campamentos viuda y sin ninguna certeza. Nunca se ha quejado. Nadie la ha escuchado suspirar o lamentarse. Es una de esas mujeres que han tenido que reprimir sus emociones, que no han tenido tiempo para sollozos mientras los hombres que quedaban vivos, maridos y hermanos, estaban en el frente. Esas mujeres asumieron responsabilidades, levantaron hogares, escuelas y hospitales improvisados. Tuvieron que ser médicas, enfermeras, profesoras y costureras. Luego, al ver a sus hijos pasar hambre, tuvieron que dejarlos ir a Cuba, Libia o Argelia.

Hoy, con 88 años y medio siglo de exilio a cuestas, solo guarda un sueño intacto: regresar a su hogar y volver a pisar la tierra que dejó atrás en 1975.

Lehbib y los hijos de la guerra

Lehbib nace en 1971 y es el más pequeño de los hijos de Failiha. Es el que menos recuerda Tichla y también el que menos ha conocido los campamentos. Fue uno de esos niños que tuvieron que criarse solos, lejos de sus familias. Pero con una meta clara: volver y luchar por su pueblo.

A los 11 años ingresa en un internado en las afueras de los campamentos, donde solo puede ver a su familia un par de meses al año. Los campamentos siguen siendo solo un conjunto de jaimas. El internado es una de las pocas edificaciones que hay, ya que para los saharauis es cuestión de tiempo volver a su tierra y el Gobierno saharaui solo construye lo necesario, escuelas, hospitales y bases militares.

Tres años después, con apenas 14, llega la despedida más dura, se separa de Failiha sin saber cuándo volverá a verla. Junto a cientos de niños saharauis parte hacia Cuba, donde le espera una vida marcada por la distancia y el anhelo del regreso. Él mismo recuerda los contrastes que vivió desde su llegada: «Salí de los campamentos en 1985, donde no había nada, donde todo era escasez… y llegué a Cuba, una realidad que no sabía que existía. Desde los grifos y los interruptores hasta las verduras en la mesa, todo era nuevo para mí. Aunque estaba solo y sin conocer el idioma, junto a los demás niños formamos una familia y pudimos tener acceso a una educación».

Las cartas trimestrales son la única vía de comunicación con su familia. Lehbib sueña con ser médico, pero la guerra no espera, es 1987 y Marruecos acababa de terminar 2.720 kilómetros de muro sembrado de minas antipersona. Con 16 años le arrebataron la posibilidad de estudiar el bachillerato y, junto a sus compañeros, inició la formación militar. La infancia quedó atrás demasiado pronto.

Con 19 años regresa a los campamentos. Ya no es el niño que se despidió de su madre rumbo a Cuba, sino un hombre formado para la lucha. Y al volver descubre también cuánto han cambiado aquellos lugares que dejó atrás: las jaimas solitarias se han convertido en barrios de adobe, cada familia ha levantado pequeños habitáculos que comienzan a parecer habitaciones. El campamento que antes se sentía provisional, como una parada breve antes del regreso a casa, ahora da señales de convertirse en un asentamiento forzado por la larga espera. «Cuando volví, no encontré solo a mi madre esperándome. Me recibió un pueblo en resistencia, todavía con el deseo de regresar intacto. Las jaimas ya no estaban solas, ahora había pequeñas casas de adobe. No las levantaron porque quisieran quedarse, sino porque la espera se había hecho demasiado larga», recuerda Lehbib.

La guerra duró un año y dos meses desde su regreso. «Me quitó demasiado –confiesa–. Fueron sólo 14 meses en el frente, pero fueron ocho años los que pasé lejos. Me robó la infancia, la juventud y los sueños que tenía. Los campamentos eran un recordatorio constante de lo perdido y, después de tantos años fuera, supe que tenía que marcharme».

Ocho años después viaja a España, una etapa marcada por la soledad y la incertidumbre, pero también por la búsqueda de un futuro mejor, ya no para él, sino para quienes quedaban atrás y para los que estaban por venir. «En España lo único que he tenido claro es que debía trabajar para sacar adelante a mi familia. Todo lo que no pude ser yo, quería que lo pudieran ser mis hijos. Ese ha sido siempre mi motor», afirma.

Jatri, juventud atrapada en el tiempo

Del Sáhara Occidental, los nietos de Failiha, sólo conocen el reflejo que ha quedado en los campamentos de refugiados. Para ellos, por ejemplo, Dajla no es más que una wilaya apartada, levantada sobre la arena infinita. Desconocen que la verdadera Dajla, la que recuerdan los mayores, no está cercada por dunas sino abrazada por playas interminables, a miles de kilómetros, más allá del muro de la vergüenza.

Jatri es uno de esos nietos y, por su edad, si su suerte hubiera sido distinta, podría haber sido uno de los que llegaron en aquellos vuelos desde España. Pero ha nacido en los campamentos de refugiados, un lugar que le parece inmutable. «Aquí nunca cambia nada. La guerra ya no nos necesita y vivimos como si todo fuera normal… pero no lo es», dice. Lo que en principio fue un refugio improvisado para aguantar unos meses, quizá unos años, él lo percibe como un lugar estático y contrario a lo provisional. Las casas de cemento son el relevo del adobe y los postes de electricidad son una estampa cotidiana.

Su infancia fue feliz, entre juegos en la arena y risas compartidas. La ayuda humanitaria, instalada desde hace décadas, le evitó el hambre. Pero la educación es débil, poco estimulante, y para él –como para muchos jóvenes– carece de sentido: «¿Para qué estudiar si no puedo salir de aquí?», se pregunta.

Cuando comienza a ser un adolescente, la arena con la que jugaba de niño ahora le ahoga. A él y a sus esperanzas. «Es como si el tiempo no pasara. Todo sigue igual, y siento que estoy atrapado aquí, que mi vida se queda parada», confiesa.

La suerte quedó echada desde que nació en esas jaimas. La consciencia llega más tarde, y la verdadera dimensión del agujero solo se percibe cuando uno ha caído en él. «Lo único que quiero es poder trabajar, ser libre, llevar mi vida por mí mismo y no depender siempre de los demás», dice Jatri.

Se aferra a sus recuerdos de España, el país donde pasó sus Vacaciones en Paz y donde proyecta ahora sus anhelos y su futuro.

* * *

Entre tú y Jatri no hay más diferencia que la suerte. Los dos sois hijos de refugiados, los dos habéis heredado la misma herida: una tierra robada. Pero mientras tú regresarás a un lugar donde tu libertad está intacta y a salvo, él se quedará aquí, atrapado en un presente que no le pertenece, condenado a esperar en un campamento que ya cumple medio siglo de espera.

Piensas en Failiha, que te abraza con los ojos cansados de quien lleva 50 años resistiendo, sin permitirse ni un lamento. Piensas en Lehbib, que aún carga en sus manos las huellas de un fusil que nunca quiso sostener, pero que fue su única opción. Piensas en Jatri, que ahora se despide de ti como si os separará algo más que la distancia: como si el tiempo mismo se hubiera propuesto dejarlo inmóvil.

Y allí, en la explanada polvorienta del aeropuerto, sientes el peso de esa injusticia: tú subes al avión, ellos se quedan. Tú vuelves, ellos permanecen. Ese es el verdadero significado de 50 años en un campamento de refugiados: generaciones enteras atrapadas en un paréntesis que nunca se cierra.

Marruecos les arrebató la tierra, los recursos y las vidas. Pero lo más atroz ha sido arrebatarles el tiempo. Y aun así, frente a todo, lo que permanece es lo único que no han podido conquistar: su dignidad, su memoria, su identidad. Porque la resistencia saharaui no es solo un modo de sobrevivir: es una manera de seguir existiendo, de seguir afirmando que siguen siendo dueños de sí mismos y de su historia.

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Dajla: postal turística, historia borrada

27 Octubre 2025 at 12:40

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El último aterrizaje del sábado en el aeropuerto de Dakhla Oued Eddahab es un vuelo de Ryanair. Tras pasar los controles de pasaporte, un pequeño grupo de hombres aguardan para recoger a los pasajeros recién llegados de Madrid. Duotone, Dakhla Attitude o Dakhla Evasion son algunos de los nombres que se pueden leer en los carteles sostenidos por los chóferes de los resorts ubicados al sur de la península. Allí, turistas de diferentes nacionalidades europeas pasarán sus vacaciones en el llamado «paraíso del kitesurf» que el gobierno marroquí promociona en este territorio ocupado ilegalmente. En el trayecto hacia este «paraíso» se abren paso las dunas y las marismas; también abundan las vallas publicitarias en francés e inglés que anuncian nuevas construcciones de hoteles y viviendas de lujo. Detrás de esa postal se esconde un proceso de borrado sistemático de la identidad del pueblo saharaui, obligado al desplazamiento forzado y amenazado en su existencia.

Esparcimiento y vigilancia

Situada en el Sáhara Occidental, Dajla fue fundada durante la colonización española bajo el nombre de Villa Cisneros, y se convirtió en capital de la provincia de Río de Oro. En la actualidad, está dividida en dos áreas: en el centro de la ciudad se encuentra la población local y a unos 15 kilómetros al sur se alojan los turistas. En la zona de los turistas se encuentran la famosa playa PK25 (‘Punto kilométrico 25’), los resorts de lujo y la laguna para hacer deportes acuáticos. Está restringida y allí solo se puede acceder en taxi o en coche de alquiler. Diferentes puntos de control vigilan todo el tiempo quién entra y quién sale de esta zona. A menudo, los vehículos locales que entran son parados por las autoridades. Los turistas con coches de alquiler o chóferes, no.

Dajla: Postal turística, historia borrada
Cartel en la carretera que lleva a la zona turística de Dajla. La entrada allí está restringida. Solo se puede acceder en taxi o en coche de alquiler. NGONE NDIAYE

Aquí, hoteles frente a la laguna y diferentes clubes de kitesurf proporcionan experiencias «impresionantes» alejadas del «turismo de masas», tanto en el desierto como en el mar. Así lo vende la empresa Duotone Procenter en su página web. Excursiones en camello, paseos en quad… Cientos de personas pasan las tardes practicando las diferentes actividades deportivas en el mismo territorio donde el asedio y la vigilancia policial son constantes y suelen acabar en detenciones arbitrarias e ilegales. Entre los hoteles, uno lleva el nombre de «Albergue de nómadas», apropiándose de quienes realmente vivieron aquí. A pocos kilómetros se levanta el único espacio en Dajla que pretende acercar al visitante a la cultura saharaui, aunque no pasa de ser un decorado turístico: unas estructuras de madera mal colocadas, dos camellos y un salón de té. El encargado, un trabajador de origen subsahariano, admite no conocer la historia del pueblo saharaui y solo ofrece servicios. «Pueden tomar té [marroquí y a cinco euros, un precio desorbitado] y vestirse con la indumentaria tradicional». También se han apropiado de eso: melfa para las mujeres y darrá para los hombres. Además, ofrece una cena con espectáculo al caer el sol. «Sin reserva», advierte.

Dajla: Postal turística, historia borrada
Obreros trabajando en la ciudad de Dajla. NGONE NDIAYE

El contraste entre la superficie y lo que ocurre por detrás es permanente. La ocupación silenciosa continúa en el centro de la ciudad. El proceso urbanístico avanza a pasos agigantados: demoliciones constantes, plazas que desaparecen, calles levantadas…No quedan infraestructuras en pie. Lo único que se repite son los carteles anunciando apartamentos de lujo con piscina y baño privado y la constante presencia de banderas marroquíes para reforzar la idea de que aquí, en Dajla, no estás en el Sáhara Occidental. También la vigilancia resulta ineludible, con controles policiales cada pocos metros y uniformes militares en cada esquina.

Hoteles y chabolas

La propaganda oficial repite que la ciudad está «en expansión» y en «constante innovación y progreso». Los precios de algunos resorts pueden alcanzar los 2.000 euros por una semana de alojamiento con actividades incluidas, cuando en Marruecos el salario mínimo apenas llega a 290 euros al mes. Un ejemplo de este evidente contraste está en La Sarga, un pequeño asentamiento pesquero levantado con chabolas y chapas de aluminio. Justo enfrente se alza la escuela de surf Ocean Vagabond La Sarga, un complejo accesible solo para quienes pagan este tipo de paquetes turísticos.

Dajla: Postal turística, historia borrada
Banderas marroquíes inundando la ciudad saharaui de Dajla. NGONE NDIAYE

Según los locales, el Estado ha ofrecido dinero a los pescadores para abandonar sus casas y dejar vía libre al «boom turístico» de La Sarga, pero allí las familias llevan años resistiendo la presión y defendiendo su modo de vida. El discurso de quienes comulgan con el régimen es claro: no se trata de expulsiones sino de «reubicaciones». «Les van a dar un lugar mejor», comenta un hotelero. Según él, se les ofrecen terrenos en mejores condiciones, con escuelas para sus hijos y ayudas para levantar nuevas viviendas. Insiste en que «no hay que ser demasiado codicioso en la vida» y describe a quienes se niegan a aceptar el trato como «los difíciles de manejar». La versión oficial presenta esta medida como una oportunidad de desarrollo; en la práctica, sin embargo, supone una nueva forma de borrar cualquier referencia al pueblo saharaui.

Marruecos ha diseñado un plan para «modernizar» Dajla, explica este hotelero. El Gobierno ofreció terrenos gratuitos, más un subsidio de entre el 20 y el 30% para levantar casas en nuevas zonas. No obstante, muchos se resistieron a aceptar el traslado. La respuesta del Estado fue la represión: tras varios años de ofertas rechazadas, acabaron desalojando barrios enteros. El relato oficial asegura que esas familias ahora «están bien» y «viven en casas que ellos mismos han construido». La realidad es que en Dajla la mayoría de edificios están a medio construir.

La represión en Dajla

La otra cara de Dajla es la del silencio forzado. En los últimos años, la ciudad se ha convertido en una vitrina turística, pero está cerrada al periodismo independiente. Quien intente documentar lo que ocurre allí se enfrenta a la vigilancia y la persecución. Un ejemplo: intenté reunirme con Hassan Zerouali, periodista y activista saharaui, pero fue detenido antes del encuentro. En un mensaje posterior, me relató lo sucedido: durante toda la noche intentó buscar la manera de acudir a la cita, pero le resultó imposible por la «vigilancia constante en las calles» y alrededor de sus casas. Su denuncia era clara: mientras en verano «se permite la entrada libre de extranjeros con fines turísticos», la población saharaui permanece bajo asedio. «Simplemente por intentar transmitir nuestra voz y relatar nuestra realidad», explica.

Zerouali, junto a otros activistas y periodistas, vive bajo una presión incesante. «Las autoridades de ocupación nos imponen una vigilancia permanente para impedirnos contactar con extranjeros o transmitir los testimonios del pueblo saharaui al mundo», añade. Su declaración revela hasta qué punto el régimen alauita controla el espacio físico e intenta hacer lo mismo con la narrativa.

Dajla: Postal turística, historia borrada
Cartel que denuncia la desaparición de un ciudadano saharaui. NGONE NDIAYE

Dajla es un reflejo del proyecto marroquí en el Sáhara Occidental: construir una imagen de modernidad y de desarrollo económico sobre un territorio ocupado mientras elimina la historia y la identidad saharaui. Y quienes osan hablar son silenciados.

Así pues, la ciudad funciona como un espejismo turístico: abierta a turistas europeos que buscan viento y olas, pero cerrada a periodistas que intentan contar lo que ocurre. En las playas, el visitante se cruza con escuelas de kitesurf y hoteles que promocionan un «paraíso en África». En los barrios saharauis, mientras tanto, la represión, el asedio policial y el borrado cultural son la norma.

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Las empresas que se lucran en el Sáhara ocupado

24 Octubre 2025 at 11:34

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«Quiero dar la bienvenida a todos los participantes, especialmente a nuestros socios españoles». Así saludaba, en vídeo, el ministro de Industria y Comercio de Marruecos, Ryad Mezzour, al Foro de Inversiones Marruecos-España celebrado en el Sáhara Occidental, en la ciudad de Dajla, en junio de 2022. El medio promarroquí en español Atalayar difundió este mensaje y un spot promocional del acto.

Los principales recursos explotables del Sáhara Occidental son la pesca y los fosfatos. También la energía renovable, a través de parques solares y eólicos, es otro sector en crecimiento. Algunas empresas españolas se lucran o lo han hecho en el pasado sin el consentimiento de sus habitantes, como constató en 2024 el Tribunal de Justicia de la Unión Europea al anular el acuerdo de pesca y agricultura entre la UE y Marruecos por vulnerar los principios de autodeterminación en el «territorio no autónomo» del Sáhara Occidental.

¿Qué empresas operan hoy en estos territorios? Según sus informes anuales, la multinacional Indra cuenta con negocios en el Sáhara Occidental y Marruecos a través de tecnologías de la información y de gestión del tráfico aéreo, entre otros. A las preguntas de La Marea, la empresa semipública se limitó a señalar que su actividad en Marruecos «en distintos sectores de su economía es conocida, dentro una actividad internacional más amplia».

En 2009, obtuvo varios contratos estatales para implantar tres estaciones de la red de comunicaciones por satélite para la gestión del tráfico aéreo «en la zona sahariana del sur del país, en los aeropuertos de las ciudades de Laayoune, Es-Semara y Dakhla», recoge la página web de Indra (usando la nomenclatura francesa). Desde 2002, provee servicios de navegación aérea a Marruecos.

Desde el sector energético, Repsol y Cepsaahora Moeve y fuera del Ibex 35–, representan al menos el 85% de todos los productos derivados del petróleo que llegaron al Sáhara Occidental ocupado en 2023, según la organización Western Sahara Resource Watch (WSRW). «Si Cepsa y Repsol cesaran su actividad [en este territorio], la ocupación no se podría sostener», afirma Anselmo Fariña, de la Asociación Canaria en Solidaridad con el Pueblo Saharaui, en el documental Ocupación S.A. (2020). «Marruecos no tiene ninguna capacidad de refino. Por lo tanto, tiene que importar el petróleo y lo hace de España», añade.

La respuesta de Cepsa a WRSW fue: «Suministramos hidrocarburos para su distribución en el territorio saharaui, que está totalmente permitido». Repsol no respondió. La petrolera del Ibex 35 inauguró en febrero de 2024 una planta de polipropileno en Tánger, junto con su socio belga Ravago.

Acciona, junto con Moeve, forma parte del grupo de empresas que han accedido a la inversión prevista de unos 30.200 millones del Gobierno marroquí en seis proyectos de hidrógeno verde en la costa del Sáhara Occidental, según se anunció este marzo. Con anterioridad, Acciona ha puesto en marcha instalaciones en Marruecos, además de en el Sáhara Occidental. Se ha encargado del diseño, construcción, gestión y mantenimiento de la mayor desalinizadora de África, en Casablanca. Aunque está fuera del Sáhara ocupado, la planta estará «alimentada íntegramente por la energía renovable procedente del parque eólico de Bir Anzarane», dice la web de Acciona (también en francés). Lo que no menciona es que Bir Enzarán, fuente de la energía, está en el Sáhara Occidental ocupado. El proyecto de desaladora, prevista para 2028, ha sido financiado en parte por Caixabank, la sociedad público-privada española Cofides y Attijariwafa, banco marroquí participado en un 5,1% por Santander.

Attijariwafa, el primer banco de Marruecos y el tercero de África del norte, cuenta con 13 oficinas en el Sáhara ocupado, según su web. El Santander llegó a tener casi un 15% de su control.

Vínculos con Marruecos

Otro tipo de empresas analizadas están en una zona gris. Operan en Marruecos pero no podemos saber con seguridad si usan o no productos extraídos del Sáhara. Una de ellas es ACS. La empresa estatal marroquí OCP (Office Chériffien de Phosphates) es quien extrae y exporta los fosfatos saharauis y marroquíes. ACS, a través de su filial Intecsa Industrial, logró en 2019 dos contratos en Marruecos de OCP, valorados en 255 millones, para la puesta en marcha de dos plantas de ácido sulfúrico en Jorf Lasfar, al sur de Casablanca. Según ACS, el ácido sulfúrico será utilizado como materia prima para la producción de fertilizantes fosfatados granulados.

Otras empresas del Ibex operan en Marruecos sin mención en sus informes anuales a actividades en el Sáhara, según ha podido comprobar La Marea. Una de ellas es Amadeus, dedicada a tecnología para la industria de viaje. Opera Amadeus Maroc S.A.S., con un 30% de participación y sede social en Casablanca. Por su parte, Acerinox tiene cuatro empleados en el país norafricano. Arcelor Mittal tuvo 808 millones de dólares en ventas en 2024 en Marruecos y cuenta con dos plantas productoras de acero en el norte marroquí: en Nador y Jorf Lasfar. Inditex fabrica sus textiles en el país y tiene 35 tiendas, 13 de ellas de Zara (recientemente ha inaugurado en Israel), fuera del Sáhara Occidental.

La única empresa del Ibex 35 que esta investigación ha encontrado que hace responsabilidad social corporativa para beneficiar a los refugiados saharauis es la fabricante de piscinas Fluidra. Su fundación ha instalado piscinas en los campamentos de refugiados saharauis en Argelia. Mientras, la empresa opera en Marruecos con 23 empleados y 2,9 millones de euros en beneficios obtenidos en el país africano en 2024.

Las empresas que se lucran en el Sáhara ocupado

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Por qué el Sáhara importa

23 Octubre 2025 at 07:00

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El Sáhara Occidental sigue siendo un territorio muy importante para algunas de las potencias más influyentes del mundo, en parte debido a sus tierras ricas en fosfatos. Marruecos lo quiere para fortalecer su propio proyecto expansionista, mientras que Argelia lo utiliza para frenarlo. Francia favorece a un país francófono en detrimento de un posible Estado más cercano a España sobre estas tierras, y entre medias, los intereses geopolíticos de Estados Unidos e Israel se cruzan en esta zona del norte de África a causa de su relación con Palestina. Mientras tanto, España parece tener una posición supeditada a la coyuntura política del momento, dando la espalda a las resoluciones internacionales que demandan un referéndum de autodeterminación.

El primer factor para entender este conflicto enquistado durante décadas es el interés político que Marruecos tiene en hacerse con el Sáhara Occidental: busca dar continuidad al último remanente de un proyecto expansionista más amplio que nunca funcionó, ese Gran Magreb que abarcaba también partes de Mauritania y Argelia. Carlos Ruiz Miguel, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Santiago de Compostela (USC) y director de su Centro de Estudios sobre el Sáhara Occidental, apunta que la incorporación del Sáhara casi duplica la extensión del territorio marroquí. «Además, abriría la puerta para que en una fase ulterior también se pudiera anexionar Mauritania», explica.

Asimismo, no son en absoluto desdeñables los intereses económicos que genera la riqueza mineral de esta tierra. Los famosos fosfatos contienen uranio, «que se podría utilizar para usos nucleares civiles y eventualmente militares», indica Ruiz. A esto hay que sumar el banco pesquero sahariano, «que produce unos beneficios astronómicos», añade.

Un nuevo país muy rico

Lorena Calvo, investigadora y secretaria académica del Laboratorio de Derecho Internacional sobre el Sáhara Occidental de la Universidad de Cádiz (UCA), recuerda que Marruecos ya se ha llevado un revés por parte del Tribunal de Justicia de la Unión Europea tras la anulación mediante sentencia de los acuerdos en materia de pesca y producción agrícola que afectaban a los recursos del Sáhara Occidental. En definitiva, la independencia del Sáhara, agrega Ruiz Miguel, supondría la creación de un Estado «muy rico en comparación con la cantidad de gente que lo puebla».

Mientras tanto, se cruzan los intereses que otros países se disputan en tierras saharauis. Argelia, por ejemplo, respalda la causa saharaui como estrategia para contener el expansionismo de Marruecos, que podría llegar a amenazar incluso su propio territorio. Además, hay que recordar que la última derrota militar que sufrió Francia fue en Argelia, lo que convierte al Elíseo en otro importante centro de decisión. «Que apoyen a Marruecos es una forma de fortalecer a un país francófono frente a un posible Estado hispanófilo como sería el Sáhara Occidental, y así se vengaría de forma indirecta de Argelia», comenta el catedrático de la USC.

A su juicio, la participación de Estados Unidos en el conflicto está mediada por sus intereses vinculados a Israel. «En realidad, Marruecos apoya a Palestina de boquilla. Marruecos e Israel llevan décadas haciéndose favores mutuos, favores que vienen de la época de Hasán II, cuando este espiaba en las cumbres de la Liga Árabe a favor del servicio secreto israelí», se explaya. Lorena Calvo añade que «hay una conjunción de intereses muy importante, sobre todo en materia de seguridad, que beneficia la pretendida soberanía marroquí sobre el Sáhara».

Desde el punto de vista de Isaías Barreñada, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), resultan igualmente relevantes los cambios internos que ha vivido el conflicto a lo largo de estas décadas. «En su origen no era un problema de componente humanitario, sino una cuestión colonial. Cinco décadas después ya hablamos de dos o tres generaciones de colonos marroquíes en el Sáhara, lo que crea una pequeña nueva realidad», explica.

Barreñada incide en que, en todos los casos de procesos tardocoloniales, se han ido diluyendo los principios del derecho de descolonización. «Esto es a costa de los hechos consumados, la realpolitik, los intereses de aquellos que tienen la capacidad de hacer valer su fuerza», expresa. En lugar de respetar esos principios, el enfrentamiento se va intentando solventar a través de parches y acuerdos políticos ligados a la coyuntura del momento. «Algunos lo llaman soluciones imaginativas. Si alguien en Derecho dice algo así, agárrate, porque se vulnerarán los derechos fundamentales e internacionales», apostilla.

Ruiz, el especialista de la USC, opina que el mayor interés que puede tener España es que el Sáhara sea independiente. «Sería un Estado sin ambiciones contra España, sin hostilidades y que no utilizaría la inmigración ilegal como arma de guerra híbrida, que es lo que ahora hace Marruecos», desarrolla.

España apoya la ocupación

Pero los diferentes gobiernos españoles no han podido estar más alejados de estos posicionamientos. «Desde hace mucho tiempo, pero sobre todo desde la carta de 2022 de Pedro Sánchez en la que dice que la autonomía saharaui dentro del reino de Marruecos es la solución más seria, creíble y realista para resolver el conflicto, España ha respaldado la ocupación del Sáhara Occidental», comenta Lorena Calvo.

Y todo ello a pesar de que España continúa siendo la potencia administradora del territorio, el ente que debería velar por que en él se respetaran los derechos humanos y se produjera una salida a la disputa según marcan los dictámenes de la ONU, es decir, mediante un referéndum en el que los mismos saharauis pudieran decidir su futuro.

Barreñada también aporta una perspectiva europea: «Hay una serie de países que perciben la fragilización de Marruecos como un riesgo, ya que siempre ha sido un buen aliado con el que se puede contar para el control migratorio y la cooperación policial». A fin de cuentas, la cuestión del Sáhara está ligada a la estabilidad de todo un régimen que «no es ningún modelo de democracia y progreso», según el profesor de la UCM.

Los intereses que convergen en torno al Sáhara son tan numerosos y diversos que la disputa política suele desarrollarse siempre sin atender a la realidad legal: el derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación. Según la ONU, tiene legitimidad para ello desde que sufre este nuevo colonialismo iniciado en 1975. A todo esto hay que añadir la reactivación del conflicto armado en 2020. Mientras tanto, miles de personas se ven obligadas a vivir en campos de refugiados o bajo el asedio marroquí, un día tras otro durante medio siglo, con la fe perdida en que este conflicto pueda resolverse según los estándares del derecho internacional.

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El enviado de Trump vaticina “un acuerdo de paz histórico” entre Marruecos y Argelia

22 Octubre 2025 at 12:29
Por: La Marea

Steven Witkoff declaró en una entrevista en la cadena CBS que el Gobierno de Estados Unidos está trabajando actualmente «en el dossier Argelia-Marruecos» para lograr un acercamiento entre los dos países. «Nuestro equipo está muy comprometido con ese asunto y, en mi opinión, habrá un acuerdo en los próximos 60 días». Las relaciones diplomáticas entre los dos países están congeladas desde hace varios años y una de las razones de esta tensión se encuentra en el territorio del Sáhara Occidental, ocupado ilegalmente por Marruecos en 1975.

Witkoff ostenta el cargo oficioso de «enviado presidencial especial para Oriente Próximo». No forma parte, por tanto, de ningún estamento oficial gubernamental. A pesar de eso, se ha convertido en la figura fundamental de la política exterior norteamericana, por encima incluso del secretario de Estado, Marco Rubio. Empresario inmobiliario y compañero de golf del presidente Donald Trump, Witkoff fue junto a Jared Kushner (yerno del presidente) el principal arquitecto de los Acuerdos de Abraham en 2020. Aquel acuerdo propició el reconocimiento de varios países árabes del Estado de Israel. Marruecos, por ejemplo, lo hizo poniendo como condición que Estados Unidos reconociera a su vez la marroquinidad del Sáhara Occidental, una demanda que Washington aceptó rápidamente.

Marruecos y Argelia mantienen cerrada su frontera desde 1994 y rompieron relaciones diplomáticas en 2021. Su antagonismo, sin embargo, viene de más lejos, desde la década de 1960, cuando ambos países estaban en pleno proceso de descolonización. El principal detonante histórico fue la Guerra de las Arenas en 1963, cuando Marruecos reclamó territorios que consideraba suyos y que habían sido integrados en Argelia por la administración colonial francesa. Ya entonces se alinearon en bandos opuestos en la Guerra Fría: la república argelina con la URSS y la monarquía alauita con Estados Unidos. Luego vino la cuestión del Sáhara Occidental: Argelia es el principal apoyo del Frente Polisario, que busca la autodeterminación del territorio, mientras que Marruecos reivindica su soberanía total sobre el Sáhara, contradiciendo el derecho internacional y las resoluciones de Naciones Unidas. Este conflicto territorial actúa como el eje central y factor determinante de la tensión bilateral.

Los analistas consideran muy difícil que ambos países restablezcan sus relaciones en unas pocas semanas tras 60 años de fricción, pero eso es lo que asegura Steven Witkoff. Habla literalmente de un «acuerdo de paz histórico», retórica similar a la utilizada para frenar (sin conseguirlo) el genocidio en la Franja de Gaza.

Esta nueva misión diplomática se enmarca en una personal estrategia geopolítica diseñada por Donald Trump: prescindir de canales oficiales (embajadores, ministros de Asuntos Exteriores, ONU) y llegar a acuerdos mediante enviados personales sobre los que pesa la sospecha de albergar otros intereses más allá del de lograr la paz en zonas de conflicto. Hay que recordar que tanto Witkoff como Kushner son propietarios de grandes sociedades inmobiliarias.

«Yo ya no estoy en el mundo de los negocios», dijo Witkoff en la entrevista concedida a la CBS, intentando disipar las suspicacias surgidas en torno a su trabajo para la Administración Trump. «Como Jared [Kushner], yo no recibo ningún salario y costeo todos los gastos de mi propio bolsillo». A su lado estaba el yerno del presidente, quien declaró: «Nadie ha señalado ningún caso en el que Steve o yo hayamos seguido políticas o actuado de manera que no fuera en interés de Estados Unidos».

Kushner fundó en 2021 –después de su participación en los Acuerdos de Abraham y de que su suegro abandonara la Casa Blanca–, la firma de capital privado Affinity Partners. Con ella recaudó miles de millones de dólares de inversores en la región del Golfo Pérsico, incluido el Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudí, país que fue uno de los principales promotores de aquellos acuerdos.

Tras la pretensión de Trump de convertir la Franja de Gaza en la «Riviera de Oriente Próximo», se observa un creciente interés en la política estadounidense por que Rabat y Argel restablezcan sus relaciones. Esto refleja, inevitablemente, una mayor atención hacia la cuestión del Sáhara Occidental.

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¿Cómo se vive 50 años esperando volver a casa?

21 Octubre 2025 at 10:13

Este artículo forma parte del dossier de #LaMarea108, dedicado al Sáhara Occidental. Puedes conseguir la revista aquí o suscribirte para recibirla y apoyar el periodismo independiente.

Cuando se ocupa un territorio, es mucho más que tierra lo que se roba. Está el tiempo, por ejemplo: en un lugar colonizado, las horas de los días y los días de los años pasan de una manera diferente, como ralentizados por la falta de rienda sobre el propio reloj. Se roban también –esto es sabido– los idiomas y la memoria, las maneras de mirar al mundo que se plasman en los rituales y en las artes. Se roba la comida y la forma de prepararla, se roba la música, se roba el nombre que se da a lo que importa.

Hace 50 años por estas fechas, en el Sáhara Occidental estaban pasando muchas cosas. El otoño empezaba con una promesa. Tras casi un siglo de colonización por parte de España, la entonces convertida en provincia 53 de la administración franquista caminaba hacia su independencia. Unos meses antes, la ONU, que llevaba ya un tiempo instando a la descolonización del territorio, lo había visitado para corroborar que las condiciones eran adecuadas para que se celebrase un referéndum que ya estaba anunciado. Las últimas negociaciones estaban en marcha, y hasta Juan Carlos de Borbón –entonces príncipe– visitaría El Aaiún a principios de noviembre en un viaje sorpresa, en el que pronunciaría aquellas palabras que ya han pasado al palmarés de las grandes mentiras: «España no dará un paso atrás, cumplirá todos sus compromisos, respetará el derecho de los saharauis a ser libres».

Unos días después, todo se precipita.

Estos meses se cumple medio siglo del abandono del Sáhara Occidental en manos de Marruecos. Medio siglo de la Marcha Verde –Marcha Negra, la llaman las y los saharauis–. Medio siglo del éxodo hacia los campamentos de refugiados de Tinduf, y de los bombardeos con armas químicas que se perpetraron durante ese viaje. Medio siglo de la creación en el exilio de la República Árabe Saharaui Democrática, una noche sin luna, a la luz de los faros de un landrover. Medio siglo de los ilegales Acuerdos de Madrid. Medio siglo de una traición que se renueva cada día que no se repara.

Conmemorar este, estos aniversarios no es poner un check en un calendario y pasar a otra cosa. Se trata de encarar el recordatorio de una responsabilidad, de un asunto pendiente, de una vergüenza que acarreamos como sociedad. Y es que todo robo tiene responsables: quienes por acción o por omisión se benefician de su resultado. Hace 50 años, España abría la puerta hacia una época que llamaba nueva y lo hacía al precio de muchas renuncias y silencios. El abandono del Sáhara Occidental es una de las más flagrantes.

Defender causas como la del derecho del Sáhara Occidental a la autodeterminación y el respeto a los derechos humanos de su ciudadanía es un empeño que a menudo se tacha de ingenuo. Las voces de la realpolitik hablan de soluciones prácticas con argumentos tramposos que hacen que defender valores básicos –y teóricamente compartidos– parezca una idea absurda. Sin embargo, tan naíf no debe de ser ninguna postura respecto a este asunto cuando su situación se revela una y otra vez tan difícil de resolver. En la cuestión largamente irresuelta del Sáhara Occidental se cruzan intereses geoestratégicos, económicos, políticos, personales. Fronteras, atunes, fosfatos, acuerdos, arena, aviones, empresas, casas reales.

Qué significan 50 años

Y mientras los negocios y los pactos se traman por arriba, ¿qué pasa con la gente saharaui? ¿Cómo se vive 50 años esperando volver a casa?

Cuando se ocupa un país, no solo se roba la tierra: se roban, sobre todo, las posibilidades de vida, la libertad de decidir. Los y las saharauis viven hoy atrapados en la necesidad de luchar por algo que debería llevar mucho tiempo resuelto. Es así para quienes abandonaron su tierra en 1975 y siguen guardando una llave o una caña de pescar en algún lugar de una jaima en los campamentos de refugiados. Pero es así también, quizá sobre todo, para quienes no han conocido esa tierra sino por el relato de sus mayores y han heredado la lealtad a una causa que sigue postergando la importancia de todo lo demás.

En esta revista de La Marea queremos marcar en el calendario esta fecha asomándonos a distintas ventanas para intentar entender con oídos nuevos lo que significa ese sintagma, gastado de tanto repetirlo: «50 años».

¿Qué significan 50 años para una ciudad? ¿Y para una familia? ¿Qué significan en términos de construcción política? ¿Y en términos de legalidad? ¿Qué significan en cómo vemos un lugar en las pantallas, en los folletos turísticos, en los programas electorales? ¿En los bolsillos de unos? ¿En la salud de otros? ¿Qué significan 50 años en la memoria de un país?

«No quiero alimentar el perpetuo mañana / con la rutina de hoy, / ni abrir con la misma llave / la misma puerta de este calendario», comienza diciendo un poema del saharaui Saleh Abdalahi. Por supuesto que se vive, de cualquier manera se vive, con mucho robado o a la espera de volver a casa, se vive. Cincuenta años o todos los que se pueda. Y se vive con dignidad, con alegría, enarbolando alto los ideales. Pero no es justo. No es justo obligar a nadie a vivir así ni que ese sea el precio de nuestra tranquilidad.

Como sociedad tenemos una responsabilidad incumplida. Lo mínimo que podemos hacer es no olvidar lo que pasó y escuchar lo que sigue pasando. Y sumarnos de todas las maneras posibles a la voluntad de hacer real lo que expresa el final de aquel poema de Abdalahi: «Salir a la superficie / con el aire de un mañana distinto, / que no conoce de espera».




Cronología

6 de noviembre de 1975 – Marcha Negra / Marcha Verde.

14 de noviembre de 1975 – Acuerdos de Madrid.

21 de noviembre de 1975 – Se publica la Ley de Descolonización del Sáhara Occidental en el BOE (ocupa un párrafo).

27 de febrero de 1976 – Se funda la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) en Bir Lahlu, en el exilio.

14 de noviembre de 1976 – Felipe González visita los campamentos de Tinduf.

5 de agosto de 1979 – Mauritania abandona la guerra.

Agosto de 1980 – Comienza la construcción del muro.

21 de junio de 1981 – Marruecos anuncia en la cumbre de la OUA su disposición para celebrar un referéndum sobre el Sáhara.

Agosto de 1983 – Acuerdo de pesca entre España y Marruecos (menos de un año después de la llegada de Felipe González a la presidencia).

Abril de 1987 – Termina la construcción del muro.

20 de septiembre de 1988 – Resolución 621 de la ONU para la realización de un referéndum de autodeterminación.

29 de abril de 1991 – Creación de la MINURSO.

6 de septiembre de 1991 – Alto el fuego.

26 de enero de 1992 – Fecha prevista para la realización del referéndum en la resolución 621. No se hace.

Septiembre de 1992 – Intifada de las tres ciudades (es la primera, desde entonces septiembre ha sido el “mes de intifada”).

29 de enero de 2002 – Dictamen del asesor jurídico de la ONU sobre la legalidad de los contratos de prospección de los recursos naturales del Sáhara Occidental.

Entre junio de 2007 y enero de 2008 – Conversaciones de Manhasset (Nueva York). Constaron de tres rondas entre Marruecos y la RASD.

13 de noviembre de 2009 – Inicio de la huelga de hambre de Aminetu Haidar.

10 de octubre de 2010Protestas de Gdeim Izik.

4 de julio de 2014 – Auto de Fernando Grande-Marlaska en la Audiencia Nacional en el que se indica que España sigue siendo la potencia administradora del Sáhara.

9 de abril de 2015 – Auto del juez Pablo Ruz en la Audiencia Nacional que procesa a 11 altos cargos de Marruecos por crímenes en el Sáhara Occidental entre 1975 y 1992.

13 de noviembre de 2020 – Se reanuda la guerra entre el Polisario y Marruecos.

10 de diciembre de 2020 – El gobierno de Donald Trump reconoce la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara. A cambio Rabat reconoce a Israel.

18 de abril de 2021 – Brahim Ghali, presidente de la RASD, es ingresado en Logroño para tratarse de la COVID-19. Esto implica una crisis entre España y Marruecos.

18 de marzo de 2022 – Carta de Pedro Sánchez a Mohamed VI apoyando la propuesta de plan de autonomía.

4 de octubre de 2024 – El Tribunal de Justicia de la Unión Europea anula el acuerdo de pesca entre la UE y Marruecos.

20 de enero de 2025 – La Comisión Europea establece que el acuerdo de aviación con Marruecos no incluye el Sáhara Occidental.

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La generación Z busca su lugar en el mundo protagonizando un nuevo ciclo de protestas

20 Octubre 2025 at 11:45

El pasado mes de septiembre, la prohibición en Nepal de las principales redes sociales y plataformas de mensajería (Whatsapp, Facebook, X, Instagram y YouTube), supuestamente por no cumplir con la legislación, encendían la mecha de la revuelta de una generación de jóvenes cansados de corrupción y nepotismo. Esa movilización acabaría consiguiendo la dimisión del primer ministro, Khadga Prasad Oli, nombrando a la expresidenta del Tribunal Supremo Sushila Karki como primera ministra interina y restaurando las plataformas digitales. La de Nepal fue una llamada de atención acerca de un fenómeno que pronto se extendería como un reguero de pólvora.

En semanas posteriores, la chispa ha ido incendiando los cuatro puntos cardinales del planeta: Indonesia, Filipinas, Paraguay, Perú, Marruecos, Madagascar… y, pese a las particularidades sociales de cada uno de esos países, la necesidad de salir a la calle y gritar la frustración de una generación que ha dado en llamarse Z es similar: falta de expectativas de futuro e indignación con respecto a las élites políticas y económicas corruptas y unos gobiernos autoritarios, normalmente neoliberales, pero también comunistas, como en el caso de Nepal.

Y comunes son también la serie de códigos y herramientas culturales utilizadas, como el de la icónica profusión de la bandera pirata del anime One Piece o las plataformas para organizarse, que definen a un grupo humano nativo ya digitalmente: WhatsApp, Telegram, Tik Tok… pero fundamentalmente Discord, inicialmente pensada como herramienta de comunicación para comunidades de videojuegos.

Todo ello ha supuesto la irrupción en tromba de una generación que cuenta con un importante peso demográfico, pero que se siente relegada: en Marruecos, más de la mitad de la población tiene menos de 35 años, al igual que en Indonesia; en Nepal, la generación Z supone cerca del 20% del total. Y la indignación de estas masas airadas ya se ha cobrado algunos gobiernos: si en septiembre caía el nepalí, el pasado 13 de octubre hacía lo propio el presidente en Madagascar, Andry Rajoelina.

Para Iago Moreno, sociólogo especializado en política digital, «lo que comparten los procesos que se están dando en todos estos países es que efectivamente tienen una centralidad en la gente joven, la generación Z, que es la que encarna ese desafío, pero en realidad se trata de procesos más complejos, donde lo que comparten entre sí es la representación de un nuevo ciclo de protestas que, en todos casos, se refieren a decepciones, anhelos frustrados y al fracaso político de procesos muy concretos”.

Es el caso de Marruecos, para Youssef Ouled, periodista rifeño afincado en Madrid, «la revuelta surge un poco como otras que la precedieron, como el Hirak del Rif en 2016 -2017, cuya chispa saltó por la muerte de un vendedor de pescado a manos de la policía. Ahora han sido las ocho mujeres embarazadas fallecidas en un hospital público de Agadir, evidenciando las carencias del sistema de salud. La indignación se mantiene debido a una situación estructural: un sistema sanitario absolutamente precario, uno educativo que no da salida a quienes invierten ingentes recursos en formarse… El sistema no es capaz de atender las necesidades laborales de su población, llegando a albergar un cerca de un 40% del paro juvenil, y en general, niega derechos y libertades fundamentales». Por tanto, «esas muertes han evidenciado el fracaso del sistema en sí y han hecho estallar unas revueltas contra un gobierno que se está gastando miles de millones de euros en infraestructuras para el mundial de fútbol mientras el pueblo se muere sin ser atendido. Y claro, piden la dimisión en bloque del del Gobierno, especialmente de quien es una de las grandes fortunas del país, el primer ministro Aziz Ajanuch, además de exigir el cumplimiento efectivo de la Constitución del 2011, la que salió de aquellas protestas de las primaveras árabes en Marruecos pero que no ha llegado a desarrollarse de manera efectiva».

Ouled recalca también que, como en otras partes del mundo, las manifestaciones tienen en común la extrema juventud de sus protagonistas y el uso de nuevas plataformas de comunicación: «Los medios generalistas se encuentran controlados por el poder. Y aunque lo que estamos viendo ahora no sea una cosa nueva, sí está más potenciada por las redes y especialmente Discord; el sistema no les permite articularse en la vía pública, no les permite organizarse al uso… y al final tienen que huir y buscar vías informales».

¿Un nuevo 15-M?

También en Paraguay se pueden encontrar rasgos comunes novedosos, pero a la vez referencias previas; así lo explica Santiago Carneri, corresponsal con una década de experiencia sobre el terreno: «Sí, justo por este tema del One Piece y otros símbolos juveniles. A mí me recuerda un poco al 15-M, que viví en España: gente que contacta en redes y que no se conoce entre sí y que tampoco tiene experiencia política ni participa en sindicatos ni en partidos políticos y que, de repente, está indignadísima con la corrupción y la situación social».

Y añade: «En Paraguay, la bandera de la anticorrupción la ha llevado tradicionalmente la oposición, pero esta oposición es también de carácter neoliberal y forma parte del sistema. En realidad, se diferencia poco del partido Colorado, que gobierna casi ininterrumpidamente desde el golpe de Estado de 1954. Y la izquierda, socialistas, comunistas, la izquierda radical con raíz campesina, ha estado observando desde fuera, aunque después, cuando vieron a los chavales moverse, acudieran para intentar frenar la represión policial, que en Paraguay fue muy fuerte. Pero sí, la juventud de la mayoría de los manifestantes, el hecho de conectarse a ciertas plataformas para organizar sus protestas, todo ello es común a lo que estamos viendo en otros países».

En todo caso, el uso que hacen las nuevas generaciones de la tecnología con la que han nacido –totalmente incorporada a sus vidas– es algo evidente desde hace tiempo, tal y como recalca Moreno: «Recuerdo que hace bastantes años, en 2019 o 2020, ya las primeras manifestaciones de América Latina encabezadas por la generación millennial, o los primeros zetas, salían a la calle contra el gobierno del presidente Merino utilizando estos repertorios de acción. De hecho, fue la primera vez que yo vi una revuelta juvenil utilizando intensivamente Tik Tok, grabándose desde casas de uralita y realizando coreografías en contra del presidente y pidiendo el cierre del Congreso y la dimisión de todos los políticos. Eran códigos que ya estaban borboteando en ese momento y ahora explotan». Y siguiendo la estela de lo que comenta el sociólogo es interesante recordar que hace ya un año, miles de kenianos utilizaron Zello, una aplicación online que imita un walkie-talkie, para coordinar movimientos y comunicarse anónimamente durante las recientes protestas contra un controvertido proyecto de ley.

De cualquier manera, no es difícil trazar paralelismos entre estas últimas revueltas y las que vivimos hace algunas décadas. En su momento, las causas fueron multifactoriales, y en cada rincón obedecían a unas razones concretas, ya fueran las denominadas primaveras árabes, el 15-M en España, o los diferentes Occupy en los países anglosajones. Y en buena medida es porque en todas hay un componente digital fundamental que explica tanto la mecha como su desarrollo.

Esto último es algo en lo que incide mucho Alberto R. Aguiar, periodista especializado en derechos digitales y ciberseguridad y autor de La conquista del Feed: «En su momento fueron las redes sociales abiertas, en su concepción aspiracional de plaza pública, como lo que pretendió en su momento ser Twitter. No fue raro entonces ver cómo algunos países trataban de contener el desborde de los movimientos sociales con apagones de Internet o vigilancia digital. Hoy sin embargo estas protestas de la generación Z, aunque siguen usando las redes sociales abiertas como una plataforma fundamental para su propaganda, están forjando redes de apoyo mutuo en plataformas sociales cerradas. Desde comunidades de WhatsApp o Telegram a, fundamentalmente, Discord, que es una plataforma de comunidades privadas con herramientas de mensajería de texto, audio y vídeo que nació en 2015 como un proyecto centrado en su público gamer, esto es, una herramienta de comunicación para comunidades de videojuegos».

El auge de Discord

El caso de esta última plataforma que desgrana el experto es particular, pues en su trayectoria ha crecido hasta el punto de haber tenido conversaciones con Microsoft para ser adquirida por 10.000 millones de dólares. En todo caso, aunque se trata de una herramienta de comunicación más con sus intereses empresariales, se ha convertido en uno de los espacios en línea que más ha capitalizado el descontento generado por magnates como Elon Musk con su compra de Twitter, ahora X.

Y en ello incide Aguiar: «El ascenso de Discord y su papel en las protestas no es baladí y también se puede explicar aludiendo a teorías como la ‘teoría del bosque oscuro de Internet’, basada en el título de la novela homónima de ciencia ficción de Cixin Liu, que plantea un escenario en el que la privacidad y el anonimato digital son más importantes que nunca. Si la teoría del Internet muerto plantea que estamos encaminados a una red de contenidos generados por máquinas y para máquinas (inteligencias artificiales, algoritmos de búsqueda y de recomendación de contenidos, deepfakes y bulos), la teoría del bosque oscuro digital plantea la idea de que frente a las plataformas abiertas como X, el Internet que conoceremos más pronto que tarde será como un bosque oscuro, en la que todos estamos conectados pero fuera de los claros, agazapados entre las sombras, refugiando y protegiendo nuestra identidad y nuestros mensajes. De ahí que cada vez cobren más pesos plataformas como Discord, cuyos servidores o canales son pseudopúblicos. Esto también explica cierto revival de los foros que fueron cruciales en Internet en los primeros años de la década de los 2000».

Si en este contexto de nuevas movilizaciones, plataformas como Discord prevalecen por el pseudonimato que garantiza a sus usuarios, tampoco es que sean la panacea y hace unos meses se supo que había sufrido un ciberataque por el que habían logrado robar 1,6 terabytes de datos. «Sin embargo, la tendencia avala que el activismo y la militancia busque y encuentre plataformas mínimamente más seguras y garantistas con la privacidad de sus usuarios y de los mensajes que comparten. Todo ello, en un contexto en el que la vigilancia digital por parte de Estados y corporaciones crece».

Lo que afirma Aguiar es algo que ya estamos viendo con las represalias a ciudadanos estadounidenses por haber hecho comentarios sobre la muerte de Charlie Kirk o en el auge de iniciativas en Europa como ChatControl, un proyecto comunitario que, invocando la lucha contra el material de abuso sexual infantil, aspira a cuestionar una tecnología crucial para la privacidad en el siglo XXI, como son los mensajes cifrados de extremo a extremo. En todo caso, «las protestas ya no se organizan en Twitter, a la vista de todo el mundo: buscarán espacios seguros y privados frente a la vigilancia policial. Discord no es la solución final, pero sí la confirmación de la tendencia».

Por el momento, las protestas siguen anegando las calles de un buen puñado de países y retoman fuerza en otros: en Marruecos ya hay una nueva oleada de manifestaciones y en Perú el descontento social no se ha disipado con la renuncia de Dina Boluarte y ahora exige la dimisión del presidente interino José Jerí y una nueva mesa directiva en el Congreso.

Aun así, queda por ver si estas movilizaciones lograrán consolidarse y extenderse más allá de erupciones espontáneas de descontento: «La clave es lo que vaya a pasar en todos estos países según vaya transcurriendo ese primer momento de estallido. En ese contexto, los derechos digitales que tenga ahí la gente van a ser muy importantes, porque la cobertura mediática repite el mantra de que las redes sociales son un vehículo de expresión para la gente joven y tal… pero también pueden ser un vehículo de desinformación o una herramienta para la represión; la información que se utiliza para perseguir a activistas en Marruecos sale de las redes sociales, y en el país operan redes monárquicas de trols y de extrema derecha que se encargan de perseguir a los activistas que utilizan esas mismas redes para impugnar al régimen. Las manifestaciones van a dejar un rastro digital muy grande que puede ser comprometedor para muchos jóvenes. Y cuando decaiga este momento de estallido urgente va a haber que pensar cómo se les va a proteger, cómo se les va a cuidar, cómo se les va a apoyar», zanja Moreno.

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Nayua Jatri Aduh, estudiante y activista saharaui: “Hemos heredado la resistencia de nuestras madres”

10 Octubre 2025 at 07:00
Por: La Marea

Nayua Jatri Aduh nació en Euskadi debido al exilio que sufre su pueblo desde hace 50 años. Es saharaui y estudia Ciencias Políticas y Gestión Pública en la Universidad del País Vasco. Vive en Bilbao y no se resigna a que España, por desidia política o por interés económico, participe en la normalización de la ocupación ilegal de su tierra. La suya es una de las voces que han participado en el dossier que La Marea ha dedicado al Sáhara Occidental en su último número.

«A mi parecer, lo más esencial ahora mismo es poner el foco sobre las diferentes áreas en las que Marruecos ejerce su imperialismo: el expolio, la cultura, el reconocimiento internacional…», señala Aduh. Como muchos otros saharauis, considera que la ocupación marroquí se ha consolidado con la pasividad de la comunidad internacional y, en particular, de España, que mantienen una postura de aparente indiferencia mientras se firman acuerdos vinculados a la explotación de los recursos naturales del territorio. La situación continúa siendo objeto de escasa atención política y mediática, en un contexto en el que los intereses económicos tienden a imponerse sobre las reclamaciones de soberanía y autodeterminación. «Todo esto acaba por crear una cadena en la que se consolida la ocupación», añade.

El activismo saharahui, feminista y soberanista de Nayua la ha llevado a ser candidata de EH Bildu en las últimas elecciones europeas. También a tomar la palabra en una junta de accionistas de Siemens Gamesa (empresa que cotiza en el Ibex35) para denunciar la normalización del expolio de su patria a manos extranjeras. «El Sáhara Occidental no es ‘una región’: es un territorio no autónomo y, según la ONU, España sigue siendo la potencia administradora, aunque el gobierno español se niegue a cumplir sus obligaciones. Todavía en 2020, Siemens Gamesa se refirió a la ubicación de sus proyectos como ‘Marruecos’», dijo entonces, en 2022, ante los inversores de la empresa energética reunidos en Bilbao.

Al ser preguntada por la diferencia en el enfoque de la lucha para las nuevas generaciones, Aduh señaló a La Marea que existe una gran diferencia en cómo las jóvenes saharauis abordan hoy sus reivindicaciones. «Ahora, dentro de la lucha, uno de los ejes principales es el feminismo, la liberación de las mujeres; y se está empezando a ver cómo existe una perspectiva interseccional cuando hablamos del conflicto», explica.

Al llegar a este punto, Aduh reproduce un sentimiento repetido por muchos saharauis consultados para nuestro especial sobre el Sáhara Occidental: el orgullo por sus predecesores, especialmente por el papel de las mujeres, verdaderos pilares de la comunidad saharaui en el exilio. «Nosotras hemos heredado la resistencia de nuestras madres, que constantemente han sido nuestro vínculo con nuestro país de origen», relata la activista, que ve cómo el devenir de la historia y la vida expatriada han ido enredando, matizando, cincelando de una manera muy particular las identidades saharauis. «También somos sujetos políticos del país que nos acoge. Llega un momento en que la línea entre las luchas es tan difusa que prácticamente se unifican, y creo que eso es positivo», considera.


Testimonios: Laura Casielles | Edición: Manuel Ligero

Esta entrevista con la activista Nayua Jatri Aduh forma parte del trabajo realizado para elaborar el dossier que ‘La Marea’ le ha dedicado al Sáhara Occidental en su último número. Puedes comprar la revista aquí o suscribirte para seguir apoyando el periodismo independiente.

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