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AnteayerSalida Principal

Hacer menos

Nuestra sociedad adora la cantidad más que la calidad, al menos en las acciones. No nos referimos a las que cotizan en bolsa, sino a las otras. En público, no son pocos los que presumen de la cantidad de cosas que hacen. Las redes sociales lo han convertido en una obsesión: fotos en paraísos remotos, fiestas supercukis, retos arriesgados… y por supuesto, también cosas de trabajo (reuniones, proyectos, horas extras…).

Una vez más, tenemos que repetir las palabras del sabio Araújo que, a propósito de los que presumen de no tener tiempo para nada, les recriminaba hacer un «impúdico exhibicionismo de su propia esclavitud». Dejemos, por supuesto, que cada uno presuma de lo que quiera. La cuestión es, queridos lectores, que —al menos nosotros y sin necesidad de gritarlo— pensemos si todo lo que hacemos merece de verdad ser hecho.

El lema ecologista de reducir es aplicable también en esto. Tal vez si reducimos nuestras actividades a las que sean más esenciales (las más importantes, las que más nos llenan y las que menos daño hacen), veremos entonces que podemos ser mejores sin esfuerzo. Es lo que sugiere la filosofía Wu Wei, cuyo lema es no hacer, no intervenir y no forzar. Comentamos esto al hablar de los positivos efectos en agricultura y jardinería del método Fukuoka.

Cada uno debe decidir cuánto, cuándo y cómo agarrarse a este «no hacer nada»: cinco minutos al día, un día al mes… El objetivo es simplemente hacer menos; y de paso, disfrutar más de lo que se haga. Eliminaremos o reduciremos primero las acciones más inútiles, más ingratas, menos necesarias o más dañinas. A cualquier escala, será fácil darse cuenta de que «menos es más» y de que vivimos con contradicciones que podemos empezar a disolver. Por ejemplo, hay cosas que nos estresan tanto cuando no están hechas como cuando las hacemos. Tal vez podemos encontrar un equilibrio entre esta «acción esencial» y el torrente de autoexigencia en nuestra cuadriculada mente. Pensemos en acciones como limpiar menos, planchar menos, comer menos, trabajar menos, o viajar menos. Hacer menos en algo implica tener más en otras facetas de la vida.

Pero hagamos lo que hagamos, debemos ser conscientes de por qué lo hacemos y qué implicaciones tiene. Es algo que se nos suele escapar constantemente. Un ejemplo: es frecuente que nos enfademos cuando nos interrumpen nuestros quehaceres. «¡No me interrumpas!», gritamos sin pensar que es posible que la vida nos demande una acción más importante. Quizás es alguien que nos pide ayuda o solo un poco de atención.

Pudiera parecer que «hacer menos» es algo sencillo. Pero no. En cuanto empieces, surgirán conflictos que no habías previsto. Tal vez, con aquellas personas con las que compartes tu vida. No todos te respetarán. Menos serán los que te entiendan. También habrá conflictos con uno mismo, contradicciones, dificultades para no hacer lo que habías decidido no hacer. ¿Por qué deberíamos hacer aquello que, con rotundidad, nos disgusta? Esta cuestión también hay que aplicarla al trabajo cuando no somos felices ahí. Entonces, algo falla. Es posible que tengamos que repensar nuestra relación con el trabajo.

Al trabajo deberíamos ir contentos. En caso contrario, algo nuestro ha fallado: nuestras elecciones, nuestros gobernantes, nuestras leyes, nuestra sociedad… y también nuestra forma de interpretar lo que nos sucede (léase, por favor, a Marco Aurelio). Conozco empresas en las que es frecuente que los trabajadores vayan al servicio para llorar. Los jefes lo saben y lo han normalizado, pero llorar por culpa del trabajo es algo indigno, no es ni debe ser normal.

En el contexto de crisis ecosocial que vivimos, reducir la jornada laboral no es solo recomendable, sino necesario. Da igual si aumenta o disminuye la productividad. Eso es secundario. Lo importante es mejorar la salud, la calidad de vida y sobre todo avanzar hacia la sostenibilidad. No es un capricho. La senda del ecocidio nos lleva a un precipicio. Trabajar e ingresar en exceso aumentan —casi siempre— las agresiones ambientales.

En todo caso, nuestro objetivo es plantear un «hacer menos» general. Ahora no hablamos de reducir la jornada laboral ni de trabajar menos para hacer otras cosas más divertidas. Tampoco hablamos de dejar de hacer lo que no nos guste (aunque estuviera bien). Por el contrario, proponemos hacer menos cosas; dejar cosas sin hacer y dedicar tiempo a no hacer nada. Busquemos una postura cómoda y empleemos unos minutos en observar y en observarnos, sin hacer nada más. No vale leer ni dormir ni mirar el móvil. Tampoco es meditar, pues eso ya sería hacer algo. Como mucho, podemos escribir pensamientos y observaciones. Aquí tienes un experimento de hacer eso durante veinte días, veinte minutos. Podemos responder a preguntas como: ¿Qué veo? ¿Qué escucho? ¿Qué me preocupa? ¿Qué siento? ¿Tengo pensamientos recurrentes? Pero lo mejor es no responder a nada. Hacer solo aquello que no podemos dejar de hacer: pensar, observar, sentir, respirar… Acercarnos lo más posible a la nada, aunque se nos resbale entre las neuronas. ¿Conoces las ventajas de respirar con conciencia?

El objetivo es zambullirse en la nada todo lo posible. ¿Seremos capaces de semejante reto en la sociedad del ruido y del estrés? Y luego —después del experimento, solo después de él y no durante el mismo—, examinemos qué es lo que ha pasado de la forma más global y completa posible. El mundo sigue ahí.

Puedes contarnos tu experiencia en los comentarios de abajo.

♥ Para hacer menos y mejor:

👩🏾‍🏭El trabajo, ¿fuente de felicidad o de estrés?
👩🏾‍🏭Una nueva forma de entender el trabajo
👩🏾‍🏭5 ideas para empresas y empleadoshttps://t.co/K9p8lSjXj8
#ProtegerLaVidaRadio3

— BlogSOStenible ツ (@blogsostenible) August 27, 2023

Libro El puente donde habitan las mariposas, de Nazareth Castellanos (resumen)

La vida es un viaje en el que siempre hay que atravesar caminos difíciles.

La neurocientífica Nazareth Castellanos nos enseña en este libro (Siruela, 2025) que podemos «encontrar una mejor versión de nosotros mismos» con solo una condición: proponérselo, querer mejorar.

Según ella, más del 90 % de las personas viven sin intención de mejorarse. Eso, unido a que el 70 % de la población ha padecido tormentas potencialmente traumáticas, hace que la probabilidad de ser alguien, o encontrarse con alguien, que sufre o que hiere sea muy alta. Para que quede claro: «Todos vamos a sufrir por hábitos que se podrían haber evitado, si nos lo hubiéramos propuesto. Todos vamos a sufrir por los bandazos que otros podrían haber evitado si se lo hubieran propuesto (…). Reconocer (…) nuestro impacto sobre los demás y el de los demás en nosotros nos invita a seleccionar a quién nos acercamos y de quién nos alejamos».

La doctora Castellanos utiliza el término biosofía para referirse a la sabiduría que se extrae del estudio de la vida o del estudio del organismo. Para ello —y para la necesaria divulgación científica— considera esencial el uso de la filosofía y reclama recuperar la relación entre ciencias y humanidades que, en algún momento, se perdió. Con esa base, el libro pretende traducir en términos biológicos el ensayo Construir Habitar Pensar de Heidegger (1951).

Construir

Cuando se reconstruye una ciudad destruida siempre se pretende conservar lo bueno y conseguir algo mejor. De similar manera, los humanos nos vamos construyendo a nosotros mismos día a día. A veces, construimos muros para defendernos, y otras, puentes para cuidarnos. Podemos cultivar fortalezas, miedos, agresividad… Los momentos duros de la vida suelen ser buenos para madurar. Aunque los podemos utilizar para atrincherarnos en lo conocido, para sentirnos víctimas, también se puede mirar con humildad y honestidad hacia dentro y evaluar si hay algo que cambiar.

Lee también un resumen de este apasionante libro: Viaje al centro de la mente, de D.J. Siegel.

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Ante una ciudad —o persona— destruida, podemos evaluar cómo se ha llegado a esa situación siendo conscientes de la influencia del contexto y de los ancestros. Si encuentras hábitos o creencias que te causan dolor, será más sensato destruirlas que reconstruirlas. Se trata de madurar y moldear nuestra vida. La autora lo resume en una frase: «Somos lo que hacemos con nosotros».

Se sabe que el cerebro es un órgano que se ha adaptado a las condiciones actuales (luz, gravedad terrestre, etc.) y que, además, se adapta ante cambios en esas u otras condiciones. La salud psicológica está influenciada por multitud de aspectos, como la presencia o no de zonas verdes en nuestro lugar de residencia. Un simple paseo entre árboles aporta múltiples beneficios mentales, lo que permite a Castellanos concluir que podemos construir nuestra salud y que «tenemos a la naturaleza como aliada».

Aunque estamos ligados a nuestro ADN (genética), nuestro estilo de vida y el entorno pueden activar o desactivar ciertos genes (es lo que se conoce como epigenética). Más aún, recientes estudios apuntan a que las condiciones de vida, igual que un hecho traumático o un cuidado amoroso de los padres, no solo influyen en la persona afectada, sino también en su descendencia.

Una de las propiedades intrínsecas del cerebro es que se trata de un «sistema que ha evolucionado para cambiar». No es algo estático. Es un órgano que evoluciona. Si a una persona le tapas los ojos durante unos pocos días, el cerebro experimenta cambios en las áreas visuales, fortaleciendo funciones para compensar esa pérdida. La llamada aMCC (siglas en inglés de la corteza cingulada media anterior) es una región cerebral que evalúa el esfuerzo necesario para conseguir ciertas metas (controla la fuerza de voluntad). «Prácticas como la meditación, el ejercicio físico, alimentar la curiosidad intelectual o las técnicas de respiración ayudan a reforzar esta estructura cerebral». «La acción de la aMCC es muy evidente cuando realizamos un esfuerzo cuyos beneficios se observan a corto plazo. El problema reside en aquellas empresas cuyos frutos maduran a medio o largo plazo».

Estudios recientes señalan que los humanos tendemos a subestimar el esfuerzo de las tareas y cuánto más lejana esté la meta, mayor es el error cometido. El cerebro aprende cuántos beneficios obtiene por cada acción en comparación a lo esperado. Para ello, mide el placer, la dopamina. Si algo es placentero, apostamos por reiterarlo; y si en algo no vemos resultados, lo evitamos. De ahí que, las acciones con beneficios a largo plazo (como estudiar una carrera) sean rechazadas por muchas personas. Conociendo esto, lo inteligente es plantearnos «metas a corto plazo y expectativas realistas». En vez de pensar en acabar un grado universitario, es mejor centrarse en aprender una lección concreta de una asignatura. Controlar el pensamiento, nos facilita alcanzar metas a corto y largo plazo. Además, se ha descubierto algo magnífico: «la tenacidad engendra más tenacidad».

Habitar

Las personas suelen mostrarse reticentes a efectuar una introspección, el acto de observarnos a nosotros mismos para mejorar. A veces, hay mucho dolor que se prefiere ocultar y se usan excusas, se culpa a otros o nos mantenemos ocupados (hiperactividad). Todo para evitar sentarnos en silencio y con calma ante nosotros mismos. «Nuestras partes oscuras tienen mucho que contarnos».

La introspección requiere tranquilidad y reflexión. Además, «la calma mental es la antesala indispensable de una buena acción». Practicando la calma (con técnicas de respiración, por ejemplo) se propicia la aparición en el cerebro de ondas alpha (lentas), las cuales ayudan a tomar buenas decisiones y contrarrestan la tendencia a la divagación mental. El obstáculo más grande es, por curioso que parezca, nuestra propia indiferencia.

Cuando el cerebro está en modo consciente, concentrado en una tarea, consume más energía que cuando está en el llamado «modo por defecto cerebral». Este último sirve para cosas como la consolidación de la memoria o la regulación emocional. Existe también un modo híbrido: «somos capaces de realizar una tarea de forma automática, sin ser conscientes de ella». «Mantenernos en piloto automático nos ahorra mucha energía, pero el precio es alto. Cuanto más tiempo transitemos en ese estado, mayor será la sensación de insatisfacción vital».

Castellanos nos dice que su área preferida del cerebro es la corteza cingulada anterior (ACC), porque se asocia al bienestar y la calma y, además, se puede activar de una forma extraordinariamente simple: observar nuestra respiración. Es ahí donde esta científica sitúa la paz y el recogimiento adecuados para lo que entiende por «habitar».

«Dedicamos pocos esfuerzos a estar bien, porque nuestra visión sanitaria sigue apoyándose más en un enfoque curativo que preventivo», lamenta la doctora Castellanos mientras nos alerta de la influencia de la alimentación y del vivir con prisas.

Los problemas mentales son frecuentes, se hable o no de ellos y se traten o no de forma directa. Y atención: afectan a todos los rangos de edades. Para ello, sugiere mejorar la educación con el objetivo de enseñar a cuidar de nuestra mente y de estudiarnos a nosotros mismos. Ahorraríamos mucho en sufrimiento y en dinero.

Esta neurocientífica afirma que «la falta de calma o nerviosismo conlleva confusión». Y lo explica así (resumidamente): en una situación difícil, el cerebro libera glucocorticoides (familia de hormonas a la que pertenece el famoso cortisol) que preparan nuestro cuerpo para la lucha, y da igual que las batallas sean sin violencia física. El cortisol aumenta el azúcar en sangre y con ello el ímpetu físico, lo cual es positivo en caso de lucha. En cambio, el cortisol tiene multitud de efectos secundarios negativos, tales como actuar como un inmunosupresor (atenúa el sistema inmune), ralentizar la digestión o reducir la capacidad de memoria, la de aprendizaje y la coordinación entre neuronas. Entre otras consecuencias, también está la de potenciar recuerdos negativos. Todo ello, junto, conlleva una percepción sesgada de la situación, que no solo impide encontrar soluciones reales, sino que, encima, favorecen el combate. Conclusión: en situaciones de estrés, ansiedad, miedo, ira, etc., la percepción es errónea y las decisiones difícilmente serán las mejores. En estos estados se produce una respiración acelerada (hiperventilación) que reduce el nivel de dióxido de carbono en sangre, lo cual baja la producción de vitamina D, cuyo impacto en la salud mental está bien documentado. Las personas con peores índices de bienestar, muestran una mayor duración de la apnea (fase entre la exhalación y la siguiente inhalación).

Esta respuesta del cerebro es automática, pero no inevitable. Se puede detener de forma voluntaria. Se sabe que una respiración rítmica tranquiliza al cerebro. En cambio, una respiración irregular genera estrés. Escuchar a nuestro cuerpo, es otra recomendación del libro.

En la salud cerebral también influye la salud de la microbiota intestinal (bacterias, virus, hongos…) y, en esto, un ingrediente clave es lo que comemos.

Un ejercicio simple que propone es permanecer sentados, en cualquier lugar y postura, siempre que se mantenga la espalda recta y, entonces, concentrarse en la respiración sin alterarla. En menos de media hora se consigue un crecimiento de las conexiones neuronales, aumenta el bienestar y se alejan los problemas mentales. «La actividad del cerebro es mayor cuando la mirada se dirige hacia dentro que cuando observamos lo ajeno». La respiración es un lugar seguro que siempre tenemos con nosotros, y que nos protege de una vida estresante. Practicar este ejercicio de forma regular ayuda a responder mejor ante situaciones indeseadas.

Ponernos como espectadores de nosotros mismos, abandonar nuestro teatro, resulta de gran ayuda. Al hacerlo, notaremos que el cerebro se va involuntariamente a otras tareas. Estos despistes hay que tratarlos como algo natural. Al detectarlos, simplemente, hay que felicitarse por haber tomado conciencia de la distracción, y volver a la respiración.

Otras investigaciones han revelado que respirar lento no solo nos lleva a la calma, sino que reduce los dolores. Se pueden contar los segundos al inspirar y espirar en el doble de tiempo. Poco a poco, podemos aumentar esos segundos conforme mejoremos nuestra práctica. La ciencia está demostrando los enormes beneficios de la meditación que proponen las filosofías y religiones orientales (budismo, hinduismo…). Aquí te dejamos un ejemplo de meditación por los bosques.

Pensar

Diversos estudios han concluido que «no nos gusta estar a solas con nuestra propia mente». Es decir, preferimos hacer cualquier cosa antes que simplemente pensar. Y esto es así en todas las edades, niveles educativos o ingresos económicos. Controlar la mente es algo incómodo. Y ahora, las redes sociales dan entretenimiento a raudales, excusas para no pensar, pero, entre los adolescentes hay una fuerte correlación entre usar redes sociales y padecer ansiedad. Más aún, el estrés que transmiten los medios se contagia a nuestro comportamiento, que será más alocado y menos reflexivo, incluso aunque culpemos a otras causas.

Leer noticias negativas aumenta la producción de cortisol y esto dificulta un buen comportamiento. Por otra parte, las mujeres parecen ser más sensibles a este impacto. Para contrarrestar el efecto tóxico de las noticias negativas, en Blogsostenible ponemos mucho empeño en recopilar y divulgar buenas noticias ecoanimalistas. Te recomendamos que las leas y las disfrutes.

Con respecto al pensamiento, nos indica que puede estar en múltiples niveles que oscilan entre el dirigido o plenamente consciente; y los pensamientos automáticos, no elegidos a voluntad. El nivel más bajo es el sueño. Entre estos extremos, está el antes aludido «piloto automático», el diálogo interior que repite nuestra narración del mundo, preocupaciones involuntarias (como la tristeza) o cuestiones sensoriales (dolor o necesidades fisiológicas). «Una mente divagante es una mente infeliz». Por eso, se aconseja tener nuestra mente lo más consciente posible. Que la mente divague puede dar frutos creativos, pero también debilita la fuerza para estar de forma consciente.

El monólogo interior, con uno mismo, es espontáneo, molesto a veces, con una lógica de realismo mágico, desobediente… pero ejerce un gran poder en nuestras vidas. Hay que tener presente que este diálogo interior refleja lo que hemos visto en el hogar y en el colegio y no es algo estático, sino que hay técnicas para —con voluntad— mejorarlo.

Por ejemplo: intentar no pensar en algo es la mejor forma de pensar sobre ello. Por el contrario, para evitar un pensamiento obsesivo resulta más útil reconocer con humildad nuestra incapacidad de eliminarlo y aceptar ese pensamiento o, incluso, dedicarle tiempo en exclusiva. Por otra parte, un pensamiento repetitivo puede tender a modificar la realidad y a construir recuerdos falsos.

Lo que nosotros nos decimos «se traduce en la química del cuerpo». Cuando nuestro monólogo es de ánimo a nosotros mismos, se consiguen mejores resultados que cuando adopta un tono pesimista y duro. Otra técnica es darnos sugerencias como si fuésemos otra persona, porque aconsejar a otro siempre es más fácil.

Cuando cometemos un error debemos reflexionar para mejorar y corregir nuestros actos, pero no ayuda abusar de una «autocrítica dañina», excesivamente dura y que podría generar trastornos, tales como por ejemplo: valorar como erróneas conductas que no lo han sido, exceso de culpabilidad, tendencia a la inseguridad e inhibir la conducta (censura). Por el contrario, se puede cultivar la compasión, lo cual mejora la empatía y evita conflictos. Las personas que no son amables consigo mismas sospechan de la amabilidad de los demás; y los ven como amenazas.

Ante la realidad de cambiar nuestra mirada, nuestras palabras y nuestras sensaciones, Nazareth Castellanos nos alienta: «Qué coraje hay que llevar dentro para dejar de ser quien se fue. Todos deberíamos experimentar ese renacer en el que comenzamos a caminar con amor en la mirada; un amor y un cuidado dirigidos hacia dentro». Se puede haber tenido un pasado duro, doloroso o turbio; pero lo que cuenta es el futuro y saber que «no hay mayor aliado que la intención».

Concluyendo

Todos tenemos la capacidad de transformarnos, de moldear y de adaptar nuestro cerebro. Santiago Ramón y Cajal decía: «Lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo en vez de aprovecharlo». Muchos inician su transformación en profundidad cuando sufren un episodio dramático o cuando ven cerca el final de su vida. Pero es mejor hacerlo en el día a día, tanto ante buenos como ante malos momentos. Al permitir —con conciencia— que existan los malos pensamientos es más fácil que se disuelvan: «respirando la emoción», explica Castellanos.

La autora nos recuerda la importancia también de cuidar el cuerpo: dieta, ejercicio, respiración… Al igual que es bueno hacer ejercicio físico, también lo es el ejercicio mental. Y curiosamente, la práctica del yoga une ambos aspectos.

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🌳 Libro «Viaje al centro de la mente» de D.J. Siegel (resumen): cómo la empatía y conexión con los demás seres influyen en tu salud y felicidad.
🌳Upanishad, Bhagavad Gîtâ, yoga, tantra, meditación, iluminación y mucho más.

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Libro “21 lecciones para el siglo XXI” de Y.N. Harari (resumen)

Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"Sus dos anteriores libros fueron “Sapiens” y “Homo Deus” y en ellos se exploraba la historia del hombre y su futuro, respectivamente. Aquí, Yuval Noah Harari nos presenta un compendio de 21 temas esenciales para el presente. Mientras estamos atareados en nuestros problemas cotidianos, están pasando cosas a nivel global que nos deberían importar.

“A la filosofía, a la religión y a la ciencia se les está acabando el tiempo”. La inminente crisis ecológica, la creciente amenaza de las armas de destrucción masiva y el auge de las nuevas tecnologías disruptivas no permitirá prolongar mucho más el debate sobre el significado de la vida. Porque ese significado se ha de usar para tomar decisiones importantes (en ciencia, biotecnología, inteligencia artificial…). Los mercados son impacientes y no toman siempre las mejores decisiones para todos.

1. Decepción ante la ausencia de una ideología convincente

“Relatos Ecoanimalistas” —Colección de relatos ecologistas y animalistas.
“Relatos Ecoanimalistas” —Colección de relatos cortos, ideal para regalar a personas, sean o no ecologistas o animalistas. Aumentará la conciencia ambiental del planeta. Gracias.

Tras la caída del fascismo y del comunismo, el liberalismo se ha impuesto casi por todo el mundo de una u otra forma, defendiendo cosas tan bonitas como la libertad, los derechos humanos, la libertad de movimiento (más para el dinero que para las personas, ciertamente), o el libre mercado (que con tanto acierto criticó N. Klein). Pero desde la crisis global de 2008, los decepcionados por el liberalismo crecen y hay, además, dos retos que para Harari son muy inquietantes: la infotecnología (desarrollos tecnológicos, inteligencia artificial, robots…) y la biotecnología (modificar genes, transgénicos…). “Los humanos siempre han sido mucho más duchos en inventar herramientas que en usarlas sabiamente. Es más fácil reconducir un río mediante la construcción de una presa que predecir las complejas consecuencias que ello tendrá para el sistema ecológico de la región”.

El poder de “manipular el mundo” ha llevado a que “nos enfrentamos a un colapso ecológico”, porque las revoluciones en biotecnología y en infotecnología las lideran científicos o emprendedores “que apenas son conscientes de las implicaciones políticas de sus decisiones”. Así, “Donald Trump advirtió a los votantes que mexicanos y chinos les quitarían el trabajo y (…) nunca advirtió a los votantes que los algoritmos les quitarían el trabajo” (poniendo a las máquinas a trabajar). “Quizá en el siglo XXI las revueltas populistas se organicen no contra una élite económica que explota a la gente, sino contra una élite económica que no la necesita”. Cada vez se precisan menos trabajadores y ahora debemos ya empezar a buscar soluciones (como reducir la jornada laboral o la renta básica), antes de alcanzar el “desempleo masivo”.

Los que votaron a Trump en EE.UU. o a favor del Brexit en Reino Unido, no rechazaron el liberalismo totalmente pero sí quisieron encerrarse un poco en su casa y que se adoptaran “políticas intolerantes para con los extranjeros”. Pretender aislarse, como pide el nacionalismo, es una política inviable en la era de internet y del calentamiento global. China lo hace al revés: aplica el liberalismo más fuera de sus fronteras que dentro, mientras Rusia aplica un liberalismo atroz que genera la “mayor desigualdad del mundo” (el 87% de la riqueza está en manos del 10% de los más ricos) y el islamismo solo atrae a algunos de los que crecieron en su seno. A pesar de todo, la humanidad no puede abandonar el liberalismo, “porque no tiene ninguna alternativa”, aunque tampoco ofrece respuestas “a los mayores problemas a los que nos enfrentamos: el colapso ecológico y la disrupción tecnológica”. El liberalismo todo lo resuelve con el crecimiento económico pero esa solución no sirve porque ya sabemos que esa es precisamente la causa de la crisis ecológica y que gran parte de la tecnología tiene un fuerte impacto social y ambiental. Por eso, para Harari la primera medida es la perplejidad: reconocer que no sabemos lo que está ocurriendo.

2. Trabajo: en el futuro habrá mucho menos empleo

La robotización tiene ventajas e inconvenientesEs obvio que las máquinas y los robots están efectuando cada vez más trabajos: mejoran nuestra vida y, a la vez, nos quitan el trabajo. El poder de las máquinas, junto con la IA (Inteligencia Artificial) es inmenso y tienen dos capacidades muy importantes: la conectividad y la capacidad de actualización. Por ejemplo, en conducción automática de vehículos, dos coches podrían conectarse para acordar quien pasa primero y evitar colisionar. Además, cualquier nueva norma de tráfico o mejora del software podría actualizarse en todos los vehículos automáticos de forma inmediata.

También es cierto que se están creando nuevos empleos, pero en general exigen “un gran nivel de pericia y, por tanto, no resolverán los problemas de los trabajadores no cualificados”. Podría ocurrir que padezcamos “a la vez unas tasas de desempleo elevadas y escasez de mano de obra especializada”. Además, dado la vertiginosa velocidad de cambio, podrían ser profesiones que surgen y desaparecen en cuestión de una década, por lo que es muy complicado exigir derechos laborales o crear sindicatos en tales circunstancias. El autor sostiene que “hoy ya son pocos los empleados que esperan ocupar el mismo empleo toda la vida”. Además reconoce que “el cambio es siempre estresante” y podría ser complicado reeducar a miles de empleados.

Por otra parte, evitar la pérdida de puestos de trabajo no es una buena opción, porque supone abandonar las ventajas de la mecanización, pero tampoco podemos hacerlo sin dar alternativas a los empleados. Harari alaba lo que ocurre en Escandinavia, donde los gobiernos siguen el lema «proteger a los obreros, no los empleos». Una forma de hacer esto es lo que llamamos las dos erres urgentes: Reducir la jornada laboral y la RBU (Renta Básica Universal). Por supuesto, también se está aplicando en muchos países la subvención de servicios básicos universales: educación, sanidad, transporte… Pero en estas opciones el problema está en definir qué es «universal» y qué es «básico»:

  • Por universal se suele interpretar la población nacionalizada en un país, pero hay que tener en cuenta que las principales víctimas de la automatización quizá no vivan en donde se apruebe la RBU o esos servicios básicos universales. Automatizar en exceso podría generar la ruina en países en desarrollo que actualmente están dando mano de obra barata a los países ricos.
  • Por básico se puede interpretar la comida que un sapiens requiere (entre 1500 y 2500 calorías), pero también se pueden considerar básicos aspectos como la educación, la sanidad, el acceso a internet…

El problema es complejo, porque contentar a los sapiens no es tarea sencilla. La felicidad puede depender de las expectativas y éstas dependen de las circunstancias. Por tanto, aunque se mejoren las condiciones, no se garantiza que haya satisfacción. Como ejemplo exitoso cita el caso de Israel, país que obtiene buenos resultados en la satisfacción de la población, en parte gracias a un montón de personas pobres que no trabajan y que se dedican exclusivamente a cuestiones religiosas (el 50% de los hombres judíos ultraortodoxos). El gobierno da generosas subvenciones y se constata que debatir el Talmud es más satisfactorio que el trabajo de los obreros. Así pues, “la búsqueda de plenitud y de comunidad podría eclipsar la búsqueda de un puesto de trabajo”. El objetivo debería ser combinar una red de seguridad económica universal y básica, comunidades fuertes con servicios básicos universales y educar para una búsqueda de una vida plena. Esto podría compensar la pérdida de empleos y mejorar la calidad de vida de la gente.

“Dado el inmenso poder destructor de nuestra civilización, no podemos permitirnos más modelos fallidos”, pues equivocarnos ahora podría acabar en una guerra nuclear, en desastres por manipulación genética o en un colapso completo de la biosfera.

3. Libertad: computadoras y big data contra los derechos humanos

Lee un resumen de este otro libro de Harari. En Nexus habla de la Inteligencia Artificial, de la democracia y del futuro.
Lee un resumen de este otro libro de Harari. En Nexus habla de la Inteligencia Artificial, de la democracia y del futuro.

Dice Harari que “los referéndums y las elecciones tienen siempre que ver con los sentimientos humanos, no con la racionalidad”. Aunque algunas personas están más informadas y otras son más racionales, al final cada voto cuenta lo mismo y los sentimientos son los que guían a la mayoría. El biólogo Richard Dawkins dijo a propósito de la votación del Brexit que someterlo a referéndum es como «dejar que los pasajeros de un avión votaran en qué pista debería aterrizar el piloto». Teniendo esto en cuenta, queda claro el alto interés en acceder al corazón humano, a sus entresijos y a cómo manipularlo. Si se consiguiera en grado suficiente, la política sería “un espectáculo de títeres emocional”.

Pensemos que, al final, los sentimientos están basados en el cálculo. Millones de neuronas calculan, por ejemplo, cuando tener miedo según la probabilidad de ser dañados. Los sentimientos “encarnan la racionalidad evolutiva”, pero “pronto los algoritmos informáticos podrán aconsejarnos mejor que los sentimientos humanos”. Seguramente cometerán errores, pero solo se necesita que sean, de media, mejor que nosotros, lo cual “no es muy difícil, porque la mayoría de las personas no se conocen muy bien a sí mismas, y (…) suelen cometer terribles equivocaciones en las decisiones más importantes de su vida”. Incluso en ética, las máquinas superarán a la mayoría de los humanos, porque las máquinas no tienen emociones. Se ha demostrado que las emociones humanas controlan las decisiones humanas, por encima de sus ideologías o de sus planteamientos filosóficos. La selección natural no ha seleccionado a los homínidos más éticos, sino a los que gracias a sus emociones (miedo, deseo…) han conseguido reproducirse con más éxito. Por otra parte, “los ordenadores no tienen subconsciente” y si fallaran, resultaría “mucho más fácil corregir el programa que librar a los humanos de sus prejuicios”. Esto abre mercado a los filósofos, pues hará falta la filosofía para hacer buenos programas.

Cuando las decisiones importantes las tomen los algoritmos, basados en el cómputo de millones de datos (macrodatos o big data), ¿dónde queda nuestra libertad? ¿Confiaremos en los algoritmos para que nos escojan pareja, qué estudiar o dónde trabajar? ¿Escogerán también a quien votar? ¿Qué sentido tienen entonces las elecciones y los mercados libres?

Ya hoy día la gente confía en Google para hallar respuestas mientras “la capacidad para buscar información por nosotros mismos disminuye”. Esto hace que la gente considere «verdad» lo que aparece en los primeros resultados de la respuesta de Google. Más aún, la capacidad para orientarse es como un músculo que o lo usas o lo pierdes, y mucha gente depende tanto de Google Maps que si falla se encuentra completamente perdida.

El que controle esos algoritmos de macrodatos, controlará buena parte del mundo. Un ejemplo está en Israel, país que controla el cielo, las ondas de radio, el ciberespacio y el mar y, gracias a ello, un puñado de soldados pueden controlar a 2.5 millones de palestinos en Cisjordania. Y lo hacen usando IA: en 2017 un palestino publicó una foto poniendo en árabe “¡Buenos días!”. Un algoritmo israelí confundió las letras árabes y lo tradujo como “¡Mátalos!” y el obrero fue detenido. Quedó en libertad cuando se aclaró el error, pero el incidente demuestra la importancia de la IA para controlar a la población. Llevado al extremo, en manos de gobiernos autoritarios las herramientas de IA podrían controlar a la población “más incluso que en la Alemania nazi”.

Usando las reglas de la selección natural, hemos criado vacas dóciles que producen más leche, pero que son inferiores en otros aspectos. Igualmente, “estamos creando humanos mansos” pero que “en absoluto maximizan el potencial humano”. De hecho, “sabemos poquísimo de la mente humana”, mientras la investigación se centra en mejorar los ordenadores y los algoritmos. “Si no somos prudentes, terminaremos con humanos degradados que usarán mal ordenadores mejorados”. Para Harari esto podría provocar el caos, “acabar con la libertad” y “crear las sociedades más desiguales que jamás hayan existido”. La inmensa mayoría de la gente podría sufrir algo peor que la explotación: la irrelevancia.

4.  Igualdad: El que tenga los datos dominará el mundo

Los primeros grupos de sapiens eran más igualitarios que cualquier sociedad posterior. La revolución agrícola multiplicó la propiedad (tierra, herramientas…) y con ella la desigualdad. En el siglo XX se ha reducido la desigualdad en muchos países, pero “hay indicios de una desigualdad creciente”: “El 1% más rico posee la mitad de las riquezas del mundo” (y es responsable de la mitad de la contaminación mundial) y las 100 personas más ricas tienen más que los 4.000 millones más pobres. En el futuro, la biotecnología podría dar ventajas a ciertos sapiens (mayor longevidad, mejores capacidades físicas…) y podrían generarse “castas biológicas”, lo cual ahondará en la desigualdad. También insiste en el poder de la infotecnología para eliminar la utilidad de los humanos para las élites.

Antiguamente la tierra era el bien más importante. Luego pasaron a ser las máquinas y la industria. Hoy, cada vez tienen más importancia los datos. Empresas como Google, Facebook, Baidu y Tencent lo saben bien. Por ejemplo, Google nos proporciona servicios gratuitos, pero gracias a eso consigue millones de datos de sus usuarios. Esos datos valen mucho. No solo para ponernos la publicidad en la que caeremos con mayor probabilidad. Creemos que Google nos ayuda mucho, pero nosotros ayudamos a Google mucho más, porque mientras Google solo nos hace la vida un poco más fácil, nosotros somos los que permitimos que Google pueda existir haciendo negocio con nuestros datos. Así, en el futuro habrá que responder a una pregunta clave en nuestra era: ¿quién es el propietario de los datos? (datos sobre nuestros hábitos, nuestro ADN, nuestros gustos…). Tenemos experiencia regulando la propiedad de la tierra y la propiedad de la industria, pero “no tenemos mucha experiencia en regular la propiedad de los datos”, los cuales tienen características especiales (fáciles de copiar y de transportar, están en muchos sitios y en muchos formatos…).

¿Qué prefieres? ¿Libertad o igualdad?

5. Comunidad: “La gente lleva vidas cada vez más solitarias en un planeta cada vez más conectado”

Las redes sociales están rompiendo aún más las comunidades íntimas, las cuales ya están bastante sustituidas por gobiernos y empresas. Facebook se propuso conectar a los humanos, pero el escándalo de Cambridge Analytica reveló que se recogían datos “para manipular las elecciones en todo el mundo”. En teoría, las redes sociales pueden contribuir a fortalecer el tejido social y a hacer que el mundo esté más unido (ingeniería social), pero es complicado porque eso choca con intereses empresariales. Mientras la gente esté más interesada en el ciberespacio que en lo que pasa en su calle hay mayores posibilidades de manipularlo y de sacarle el dinero online. No olvidemos que los gigantes tecnológicos han sido acusados repetidas veces de evasión fiscal. ¿Es creíble que empresas que no pagan sus impuestos nos vayan a ayudar realmente a crear comunidades fuera del mundo virtual?

6. Civilización: Solo existe ya una civilización

Harari desmonta la teoría de que hay un choque de civilizaciones, pues en realidad la globalización tiende a unir cada vez más a la gente y no es posible, ni deseable, dar marcha atrás. “Hace diez mil años la humanidad estaba dividida en incontables tribus aisladas. Con cada milenio que pasaba, estas tribus se fusionaron en grupos cada vez mayores”. El proceso de unificación de la humanidad se ve claro si uno piensa los vínculos que hay entre los distintos grupos y las prácticas comunes entre ellos. Con sus diferencias, todos los países aceptan una serie de protocolos diplomáticos, leyes internacionales… y participan en los Juegos Olímpicos bajo las mismas reglas, lo cual es “un asombroso acuerdo global” y debemos “sentir orgullo porque la humanidad sea capaz de organizar un acontecimiento de este tipo”. Más aún, todos comparten similares reglas económicas, confianza en el dinero, los médicos comparten conocimientos y tienen similares protocolos… “La gente tiene todavía diferentes religiones e identidades nacionales. Pero cuando se trata de asuntos prácticos (…) casi todos pertenecemos a la misma civilización“. Nuestras diversas opiniones traerán debates y conflictos, pero eso nos hará aún más conectados, más interdependientes.

7. Nacionalismo: La historia tiende a unirnos, no a separarnos

El Brexit o el nacionalismo en Cataluña… ¿a qué se deben? ¿pueden dar respuestas a los problemas más importantes? Las formas moderadas de patriotismo pueden ser benignas. “El problema empieza cuando el patriotismo benigno se metamorfosea en ultranacionalismo patriotero”, lo cual es “terreno fértil para los conflictos violentos”. En el pasado era razonable buscar seguridad y sentido en el regazo de la nación, pero hoy, sin negar eso, tenemos al menos tres retos que nos obligan a trabajar más conjuntamente. La guerra nuclear es el primero y ciertamente en este campo lo estamos haciendo bien: a pesar de las guerras, hoy mueren menos personas por violencia humana que por obesidad, accidentes de tráfico o suicidio. El miedo a la guerra nuclear hace que los estados poderosos piensen bien antes de meterse en una guerra que sería desastrosa para el planeta.Resumen del libro "Sapiens", muy recomendable. Haz click para leerlo.

El segundo reto es el cambio climático y el desastre ambiental  (contaminación de la agricultura, pérdida de biodiversidad…). “Un agricultor que cultive maíz en Iowa podría, sin saberlo, estar matando peces en el golfo de México”. Homo sapiens ha pasado de ser un asesino ecológico en serie (como explica Harari en su libro Sapiens) a ser un asesino ecológico en masa. “Los científicos están de acuerdo en que las actividades humanas (…) hacen que el clima de la Tierra cambie a un ritmo alarmante. (…) Es fundamental que realmente hagamos algo al respecto ahora”. Harari tiene claro que el nacionalismo no puede sino empeorar la respuesta a este problema, porque las actuaciones “para ser efectivas, tienen que emprenderse a un nivel global”. Harari subraya que la industria de la carne, además del enorme sufrimiento que infringe, “es una de las principales causas del calentamiento global, una de las principales consumidoras de antibióticos y venenos, y una de las mayores contaminadoras de aire, tierra y agua” (producir 1 kilo de carne puede consumir 15.000 litros de agua).

El tercer reto es la disrupción tecnológica (biotecnología e infotecnología). A muchos nacionalistas les gustaría volver a tiempos pasados, pero eso es algo imposible. Estos tres retos pueden servir para “forjar una identidad común” que permita afrontar los riesgos. Por supuesto, queda espacio para “ese patriotismo que celebra la singularidad de mi nación y destaca mis obligaciones especiales hacia ella”. Harari ve claro que debemos “globalizar nuestra política”, lo cual no implica necesariamente un gobierno global, sino que todos los gobiernos (nacionales o de ciudades) “den mucha más relevancia a los problemas y los intereses globales”. Por ejemplo, recientemente muchas ciudades se han propuesto muchos retos en el llamado Pacto de Milán, como por ejemplo reducir el consumo de carne.

8. Religión: ¿Una ayuda para la unión del mundo o un inconveniente?

¿Pueden las religiones ayudar a resolver los problemas? Para Harari hay tres tipos de problemas —técnicos, políticos y de identidad— y las religiones solo pueden ayudar en el último tipo. Precisamente porque no ofrecen soluciones interesantes a los dos primeros tipos de problemas, “la autoridad religiosa ha estado reduciéndose”. Por ejemplo, cada vez menos gente acude a la religión ante problemas de salud, y si acude, lo hace después de acudir a la ciencia. A nivel político tampoco la religión ofrece alternativas globales a los retos actuales. De hecho, en muchos casos se desoye la religión cuando están en juego intereses políticos. Harari dice que “aunque algunas de las cosas que dijo Jesús suenan a comunismo total, (…) buenos capitalistas norteamericanos seguían leyendo el Sermón de la Montaña sin apenas darse cuenta”. Otras veces es la religión la que intenta meterse en política, con escaso éxito. Tal es el caso de la encíclica “ecológica” del Papa Francisco, “Laudato Si” (véase aquí un resumen sobre ella).

Las religiones determinan quiénes somos y quiénes son los demás. Es aquí donde la religión puede jugar un papel importante. Las religiones continuarán siendo importantes y pueden contribuir a la unión del mundo pero, como el nacionalismo, en demasiados casos lo que hacen es dividir y generar hostilidades.

9. Inmigración: La discriminación por la cultura genera injusticias

“Aunque la globalización ha reducido muchísimo las diferencias culturales en todo el planeta, a la vez ha hecho que sea más fácil toparse con extranjeros y que nos sintamos molestos por sus rarezas”. Pero las migraciones son naturales en el hombre a lo largo de toda su historia, y hoy el problema más grave está en Europa. La Unión Europea ha conseguido convivir con las diferencias entre los distintos países pero tiene problemas para convivir con todos los inmigrantes y refugiados que llegan.

Para Harari, “mientras no sepamos si la integración es un deber o un favor, qué nivel de integración se exige a los inmigrantes y con qué rapidez los países anfitriones deben tratarlos como ciudadanos de pleno derecho, no podremos juzgar si las dos partes cumplen sus obligaciones”. Pero si esa evaluación se hace de forma colectiva pueden generarse injusticias. Por otra parte, cada cultura tiene distinto nivel de aceptación a otros. Harari resalta que “Alemania ha acogido a más refugiados sirios de los que han sido aceptados en Arabia Saudí”.

Harari dice que la gente “lucha contra el racismo tradicional sin darse cuenta de que el frente de batalla ha cambiado”, porque ahora hay discriminación por la cultura (que este autor llama «culturismo»). Así, muchas veces se culpa a los inmigrantes de tener una cultura y valores no adecuados, pero por otra parte, “en muchos casos, hay pocas razones para adoptar la cultura dominante y en muchos otros se trata de una misión casi imposible”, pues podría, por ejemplo, requerir un nivel económico o educativo imposible de alcanzar por las clases inferiores (sean o no inmigrantes). Los dos grandes problemas de la discriminación por la cultura son:

  1. Usan afirmaciones generales, poco objetivas, que evalúan una cultura como superior a otra, sin hacer una valoración completa y objetiva.
  2. Discriminan a individuos concretos en base a esas afirmaciones generales.

“Si 500 millones de europeos ricos no son capaces de acoger a unos pocos millones de refugiados pobres, ¿qué probabilidades tiene la humanidad de superar los conflictos de mucha más enjundia que acosan a nuestra civilización global?”. “La humanidad puede dar la talla si mantenemos nuestros temores bajo control y somos un poco más humildes respecto a nuestras opiniones”.

10. Terrorismo: los terroristas son débiles y su arma es el miedo

Los terroristas “matan a muy pocas personas, pero aún así consiguen aterrorizar a miles de millones”. Desde el 11-S los terroristas han matado anualmente a unas 50 personas en la UE, 10 en EE.UU…. y hasta 25.000 en el mundo (principalmente en Irak, Afganistán, Pakistán, Nigeria y Siria). “En comparación, los accidentes de tráfico matan anualmente a unos 80.000 europeos, 40.000 norteamericanos (…) y 1,25 millones de personas en todo el mundo”. Por su parte, la contaminación atmosférica mata a unos 7 millones y nuevas formas de contaminación nos invaden con efectos desconocidos.

“Existe una desproporción asombrosa entre la fuerza real de los terroristas y el miedo que consiguen inspirar”, pero ellos son débiles. Si tomamos conciencia de su debilidad, ellos serán aún más débiles, porque su mayor poder radica en el miedo que generan. Por supuesto, los gobiernos y los medios de comunicación deben luchar contra el terrorismo e informar, pero evitando la histeria. “El dinero, el tiempo y el capital político invertido en luchar contra el terrorismo no se han invertido en luchar contra el calentamiento global, el sida y la pobreza; en aportar paz y prosperidad al África subsahariana, o en forjar mejores vínculos” entre las naciones del mundo.

11. Guerra: hoy se pierde más con las guerras de lo que se gana

El militar japonés Tojo fue el culpable de que Japón se metiera en la Segunda Guerra Mundial. Sus malas decisiones generaron millones de muertos. Fue juzgado por un tribunal internacional y condenado a muerte en la horca.“Las últimas décadas han sido las más pacíficas de la historia de la humanidad” (ver datos). Antiguamente, ganar una guerra era un símbolo de prosperidad pero las cosas han cambiado. Hoy las guerras no traen prosperidad, sino miseria, porque “los principales activos económicos consisten en el conocimiento técnico e institucional más que en los trigales, las minas de oro o incluso los campos petrolíferos, y el conocimiento no se conquista mediante la guerra“. De hecho, tras la Segunda Guerra Mundial, las potencias derrotadas prosperaron como nunca antes (Alemania, Japón…). La guerra fue producto de un “error de cálculo”. Pensaron que sin nuevas conquistas estaban condenados al estancamiento económico, pero se equivocaron. Por todo esto, las nuevas guerras merecen menos la pena, pero Harari nos advierte de que no podemos confiarnos, pues “los humanos son propensos a dedicarse a actividades autodestructivas”. Y dado que un detonante de la guerra es el sentimiento de superioridad, Harari recomienda “una dosis de humildad”.

12. Humildad: ¿Y si aprendemos más de las demás culturas?

“La mayoría de la gente suele creer que es el centro del mundo y su cultura, el eje de la historia”. Pero no es así. La historia de la humanidad empezó mucho antes que las culturas actuales y continuará, tal vez, tras ellas. Harari dice que su pueblo, los judíos, “piensan también que son lo más importante del mundo”, para luego pasar a desmontar punto por punto esa “desfachatez”, desde el origen de la ética hasta las importantes contribuciones científicas de los judíos. Con respecto a lo primero, “todos los animales sociales, como lobos, delfines y monos, poseen códigos éticos, adaptados por la evolución”, así como sentimientos que muchos atribuyen solo a humanos. Además, Buda, Mahavira o Confucio crearon sistemas morales anteriores al judaísmo. Por tanto, “humanos de todas las creencias harían bien en tomarse más en serio la humildad”.

13. Dios: ¿Quién dice lo que es correcto?

Dios puede verse como un enigma del que “no sabemos absolutamente nada”, o bien, como un “legislador severo y mundano, acerca del cual sabemos demasiado”, pues se han escrito bibliotecas enteras, y se ha usado el nombre de Dios para justificar intereses de todo tipo. Aunque las religiones pueden generar amor y paz, también han generado odio y violencia y por eso, para Harari no son estrictamente necesarias, pues la moral se puede justificar sin acudir a Dios. “Hacer daño a los demás siempre me hace daño también a mí”, porque antes de hacer algo mal hay un sentimiento interno que hace daño: “antes de que matemos a alguien, nuestra ira ya ha matado nuestra paz de espíritu”.

14. Laicismo: Ser responsables sin que lo mande Dios

El laicismo no es rechazar todo lo espiritual, sino no confundir verdad con fe, no santificar ningún libro, persona o grupo como poseedores de la verdad absoluta. Y también es el compromiso con la compasión y la comprensión del sufrimiento. Por ejemplo, “la gente secular se abstiene del homicidio no porque algún libro antiguo lo prohíba, sino porque matar inflige un sufrimiento inmenso a seres conscientes”. Es mejor encontrar la motivación en la compasión que en la obediencia divina. Pero el laicismo también se encuentra con dilemas complejos y, en tal caso, “sopesan con cuidado los sentimientos de todas las partes”. El laicismo también valora la responsabilidad: “En lugar de rezar para que ocurran milagros, necesitamos preguntar qué podemos hacer nosotros para ayudar”.

15. Ignorancia: A la gente no le gustan los hechos reales

Sócrates, el defensor de la necesidad de reconocer nuestra ignoranciaLos humanos nos movemos en la ignorancia y en la irracionalidad. “La mayoría de las decisiones humanas se basan en reacciones emocionales y atajos heurísticos más que en análisis racionales. (…) No solo la racionalidad es un mito: también lo es la individualidad. Los humanos rara vez piensan por sí mismos. Más bien piensan en grupos. (…) Es probable que bombardear a la gente con hechos y mostrar su ignorancia individual resulte contraproducente. A la mayoría de las personas no les gustan demasiado los hechos y tampoco parecer estúpidas”. Más aún, los poderosos en vez de aprovechar su poder para obtener una mejor visión de la realidad, suelen emplearlo en distorsionar la verdad. Así, los que buscan la verdad deben alejarse del poder y permitirse “la pérdida de mucho tiempo vagando por aquí y por allá en la periferia” y como hizo Sócrates, “reconocer nuestra propia ignorancia individual”.

16. Justicia: ¿Somos responsables de las injusticias de las empresas?

“Nuestro sentido de la justicia podría estar anticuado”. Dependemos de una red alucinante de lazos económicos y políticos, hasta el punto de costarnos responder preguntas sencillas como de dónde viene mi almuerzo. ¿Podemos ser inocentes de las injusticias que generan las multinacionales? Harari afirma que es erróneo tener en cuenta solo las intenciones sin hacer un esfuerzo sincero por saber lo que se esconde. Pero también sostiene que “el planeta se ha vuelto demasiado complicado para nuestro cerebro de cazadores-recolectores“. “Padecemos problemas globales, sin tener una comunidad global” y por tanto, entender bien tales problemas es misión imposible. Por eso, mientras unos simplifican la realidad para hacerla abarcable, otros se centran en alguna historia conmovedora olvidando los demás datos, otros inventan teorías conspiratorias, y otros depositan su confianza en algún líder o teoría, porque “la complejidad de la realidad se vuelve tan irritante que nos vemos impelidos a imaginar una doctrina que no pueda cuestionarse” y que nos dé tranquilidad, aunque difícilmente proporcione justicia.

17. Posverdad: Los poderosos siempre mienten

Estamos rodeados de mentiras y ficciones, pero la desinformación no es nada nuevo. El autor comenta varios casos de mentiras históricas, como los relatos falsos de asesinatos rituales por parte de judíos en la Edad Media, lo cual costó la vida a muchos judíos inocentes.

Si el ser humano es capaz de matar por una causa, ¿cómo no va a ser capaz de mentir? De hecho, como explica Harari en su libro anterior, el ser humano conquistó el planeta gracias a su capacidad de crear ficciones. Cuando un grupo cree en las mismas ficciones, son capaces de cooperar de manera eficaz. “Cuando mil personas creen durante un mes algún cuento inventado, esto es una noticia falsa. Cuando mil millones de personas lo creen durante mil años, es una religión, y se nos advierte que no lo llamemos «noticia falsa» para no herir los sentimientos de los fieles”. Pero Harari aclara que no niega “la efectividad ni la benevolencia potencial de la religión”. Las religiones inspiran buenas y malas acciones.

Una de las mentiras más aceptadas en la actualidad procede de los anuncios de las marcas comerciales. Nos cuentan repetidamente un relato hasta que la gente se convence de que es la verdad. Por ejemplo: ¿con qué se asocia la Coca-Cola? ¿Con jóvenes divirtiéndose o con pacientes con diabetes y sobrepeso en un hospital? Beber Coca-Cola aumenta la probabilidad de padecer obesidad y diabetes, y no nos va a hacer jóvenes . ¿Ha funcionado el relato falso que nos cuenta Coca-Cola en su publicidad?

Harari asegura que “si queremos poder, en algún momento tendremos que difundir ficciones”, pues la verdad no siempre gusta a todos. “Como especie, los humanos prefieren el poder a la verdad. Invertimos mucho más tiempo y esfuerzo en intentar controlar el mundo que en intentar entenderlo”. Por eso, “es responsabilidad de todos dedicar tiempo y esfuerzo a descubrir nuestros prejuicios y a verificar nuestras fuentes de información”. Harari ofrece dos reglas para evitar el lavado de cerebro: a) “Si el lector consigue las noticias gratis, podría muy bien ser él el producto”. b) “Haga el esfuerzo para leer la literatura científica relevante”, pues la ciencia suele ser objetiva. Y por eso hace un llamamiento a los científicos a hacer oír su voz cuando el debate caiga dentro de su campo.

18. Ciencia ficción: No te puedes librar de la manipulación, pero tú puedes hacerte feliz a ti mismo

La ciencia ficción es un género artístico que ha de tomar importancia, porque modela lo que la gente piensa sobre cuestiones tecnológicas, sociales y económicas de nuestra época, dado que poca gente lee los artículos científicos. Muchas películas de este género, como Matrix, reflejan el miedo a estar atrapado y manipulado y el deseo de liberarse. Sin embargo, “la mente nunca está libre de manipulación”. Por ejemplo, las películas de Hollywood socavan el subconsciente creando paradigmas de lo bueno y lo correcto. Pero cuanto experimentamos en la vida se halla dentro de nuestra mente y nosotros mismos podemos manipularlo también. O sea, no podemos librarnos de la manipulación, pero tampoco necesitamos ir a Fiyi para sentir la alegría.

En la novela Un mundo feliz, Aldous Huxley describe una sociedad idílica, sin sufrimiento ni tristeza. Todo el mundo es virtuoso gracias a soma, una droga que consigue volver a la gente paciente y sin problemas. La gente sabe lo que tiene que hacer y lo hace sin esfuerzo. Es una sociedad libre de mosquitos. Pero hay un personaje, El Salvaje, que se queja alegando que la sociedad se libra de todo lo desagradable en vez de aprender a soportarlo. El Salvaje, reclama su derecho a ser libre con todas las consecuencias y el líder le dice que lo que está reclamando es el derecho a ser desgraciado, a enfermar, a vivir con incertidumbre, a sufrir hambre, miedo… El Salvaje asiente y entonces le permiten salirse de la sociedad para vivir como un ermitaño, un bicho raro en una sociedad que no le entiende y que le lleva a un triste final.

19. Educación: Conócete a ti mismo mejor que los algoritmos

Lo único que podemos asegurar del futuro es que habrá grandes cambios en poco tiempo. ¿Qué debemos enseñar a los jóvenes? Gracias a Internet y a los medios de comunicación, estamos inundados de información, contradictoria casi siempre. En educación, proporcionar más información no es lo más necesario, sino que debemos enseñar a dar sentido a la información y a discriminar lo que es o no importante. Expertos pedagogos recalcan que se deben enseñar «las cuatros CES»: pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad.

Esta necesidad de aprender constantemente y de reinventarnos choca con el hecho de que con cincuenta años “no queremos cambios”. Pero además, enseñar resiliencia, enseñar a aceptar los cambios con equilibrio mental es mucho más difícil que enseñar una fórmula de física. Para Harari, el mejor consejo que dar a los jóvenes es que no confíen demasiado en los adultos, pues aunque tengan buenas intenciones no acaban de entender el mundo.

La invención de la agricultura sirvió para enriquecer a una élite minúscula, al tiempo que esclavizaba a la mayoría de la población. Algo similar podría ocurrir con la tecnología. “Si sabes lo que quieres hacer en la vida, tal vez te ayude a obtenerlo. Pero si no lo sabes, a la tecnología le será facilísimo moldear tus objetivos por ti y tomar el control de tu vida“. Por eso, hoy es más importante que nunca algo que han repetido filósofos desde antiguo: Conócete a ti mismo, “saber qué eres y qué quieres en la vida”. Y hoy eso es más importante que nunca porque ahora hay una competencia seria: multinacionales sin conciencia ética (y partidos políticos) están trabajando duro para usar los algoritmos y el big data para conocerte mejor que tú mismo (cada vez que usas tu teléfono o tu tarjeta estás regalando valiosos datos sobre ti mismo). “Vivimos en la época de hackear a humanos” y “si los algoritmos entienden de verdad lo que ocurre dentro de ti mejor que tú mismo, la autoridad pasará a ellos”. Pero si quieres conservar cierto control de tu existencia, tendrás que conocerte bien y saber cómo liberarte porque… “¿Has visto esos zombis que vagan por las calles con la cara pegada a sus teléfonos inteligentes? ¿Crees que controlan la tecnología, o que esta los controla a ellos?”

20. Significado: ¿Para qué dar sentido a nuestras vidas?

¿Cuál es el sentido de la vida? Eterna pregunta para la que “cada generación necesita una respuesta nueva”. El libro sagrado hindú Bhagavad Gita sostiene que cada ser debe seguir su camino concreto (dharma) y si no se sigue, no se hallará paz ni alegría. Ideologías de todo tipo (religiones, política, nacionalismos…) cuentan un relato para hacer que los suyos se sientan importantes, un relato que da trascendencia a sus vidas pero que siempre tiene contradicciones que evitan aclarar. Los nacionalistas, por ejemplo, suelen centrarse solo en el valor de su nación pero no suelen aclarar el porqué de esa superioridad. Para Harari, los relatos que cuentan esas corrientes de pensamiento son invenciones humanas y siempre tienen errores. Sin embargo, esas invenciones humanas nos han permitido colaborar entre nosotros y montar sociedades complejas que podrían desmoronarse si todos nos damos cuenta de que esos relatos son falsos: “La mayoría de los relatos se mantienen cohesionados por el peso de su techo más que por la solidez de sus cimientos” (y el peso del techo representa el peligro que hay al mostrar que los cimientos son débiles).

“Si queremos conocer la verdad última de la vida, ritos y rituales son un obstáculo enorme”. Los ritos solo sirven para ayudar a mantener relatos falsos, pero también cierta armonía y estabilidad social. “Una vez que sufrimos por un relato, eso suele bastar para convencernos de que el relato es real”, porque el sufrimiento es de las cosas más reales que existen. Dado que a la gente no le gusta admitir que es tonta, cuanto más se sacrifica por una causa, más se fortalece su fe en ella. También se usa el sufrimiento hacia los demás, y dado que a la gente no le gusta admitir que es cruel, también fortalece la fe en una causa el hacer sufrir a los demás por ella. Ese “sufrimiento” (o esfuerzo) puede ser de muchos tipos: corporal, dedicación de dinero o tiempo… Harari pregunta: “¿Por qué cree el lector que las mujeres piden a sus amantes que les regalen anillos de diamantes?”. Creen que cuanto mayor es el sacrificio mayor es el compromiso. Por todo esto, los embaucadores adoran las palabras sacrificio, eternidad, pureza, redención…

Para dar sentido trascendente a la vida, algunos se centran en dejar tras la muerte algo tangible (un poema, genes…), pero puede ser complicado y, al fin y al cabo, ni siquiera el planeta es eterno (dentro de 7.700 millones de años el Sol absorberá la Tierra y el fin del universo llegará, aunque tarde al menos 13.000 millones de años). Con ese panorama, Harari se pregunta: “¿No será suficiente con que hagamos que el mundo sea un poco mejor? Podemos ayudar a alguien, y ese alguien ayudará a continuación a alguna otra persona, y así contribuiremos a la mejora general del mundo y seremos un pequeño eslabón en la gran cadena de la bondad“. En el fondo, el amor es más seguro que los demás relatos.

La gente corriente suele creer en varios relatos a la vez, sentir distintas identidades, y muchas veces hay contradicciones importantes, porque en el fondo no están convencidos de su propias creencias. La historia está llena de estas “disonancias cognitivas”. Un ejemplo son los que han ido a la guerra para defender el cristianismo, religión del amor. Pero aún hoy día hay muchos cristianos que se oponen a las políticas de bienestar social, que se oponen a ayudar a los inmigrantes o que apoyan las armas, por ejemplo. También es fácil encontrar gente que se lamenta de la injusta distribución de la riqueza pero tienen inversiones en bolsa, cuando es bien sabido que invertir en bolsa genera injusticias y desigualdad (y si tu banco no es ético también estás colaborando con sucios negocios).

Nuestros deseos nos llevan a actuar y Harari sostiene que somos libres para elegir nuestras acciones, pero no nuestros deseos. Muy poca gente es la que controla sus pensamientos. Para la mayoría, los pensamientos vienen y van de forma caótica y descontrolada. Algunas religiones enseñan a controlar la mente. Buda enseño que hay tres realidades básicas del universo: que todo cambia sin cesar, que no hay nada eterno y que nada es completamente satisfactorio. Aceptando esto, el sufrimiento cesa: “según Buda la vida no tiene sentido, y la gente no necesita crear ningún sentido”. El consejo de Buda es: «No hagas nada. Absolutamente nada». “Todo problema radica en que no paramos de hacer cosas” (física o mentalmente). No hacer nada es conseguir que la mente tampoco haga nada.

21. Meditación, para conocernos mejor

Haz click para aprender la bases teóricas e históricas del hinduísmo, la meditación, el tantra, el yoga...En el último capítulo, el autor nos cuenta su experiencia personal aclarando que no tiene porqué funcionar bien a todo el mundo. Casi por casualidad, descubrió la meditación Vipassana (introspección) que, simplificando, consiste en centrar la atención en algo concreto, como el aire que entra y sale por la nariz. La gente corriente es incapaz de mantener esta atención de forma prolongada y Harari confiesa que al instante perdía la concentración. El objetivo de esta meditación es observar las sensaciones personales. Cuando uno se enfada se centra en pensar en el objeto que supuestamente provoca el enfado y no la realidad sensorial. Harari dice que aprendió más cosas sobre sí mismo y los humanos observando sus sensaciones en diez días que durante el resto de su vida hasta ese momento y, además, sin tener que aceptar cuentos o mitologías. Basta solo con observar la realidad como es.

El origen del sufrimiento está en la propia mente. Cuando deseamos que ocurra algo y no ocurre, generamos sufrimiento. Es una reacción de la mente. Es la mente la que provoca el sufrimiento. “Aprender esto es el primer paso para dejar de generar más sufrimiento”. La meditación es cualquier método de observación directa de nuestra propia mente y, aunque la han usado muchas religiones, la meditación no es necesariamente religiosa. La meditación Vipassana advierte que no se debe practicar solo como búsqueda de experiencias especiales, sino para comprender la realidad de nuestra propia mente, aprovechando todo tipo de sensaciones por simples que sean (calor, picor…).

Meditar te ahorrará tus sufrimientosHarari dice que medita dos horas diarias y que le ayuda al resto de tareas del día. Además, recomienda meditar para conocernos a nosotros mismos, antes de que los algoritmos decidan por nosotros quiénes somos realmente.

♥ Información relacionada:

  1. Lee otros libros resumidos, para captar su esencia en poco tiempo.
  2. De Yuval Noah Harari:
  3. Dos Erres URGENTES: Renta básica y Reducción de la jornada laboral.
  4. Máquinas y robots nos quitan el empleo pero mejoran nuestra vida.
  5. Crisis ecológica, conocimiento y finitud: Fracaso del ser humano como ser racional.
  6. HINDUISMO: Upanishad, Bhagavad Gîtâ, yoga y tantra, meditación, iluminación y mucho más.

Libro El puente donde habitan las mariposas, de Nazareth Castellanos (resumen)

La vida es un viaje en el que siempre hay que atravesar caminos difíciles.

La neurocientífica Nazareth Castellanos nos enseña en este libro (Siruela, 2025) que podemos «encontrar una mejor versión de nosotros mismos» con solo una condición: proponérselo, querer mejorar.

Según ella, más del 90 % de las personas viven sin intención de mejorarse. Eso, unido a que el 70 % de la población ha padecido tormentas potencialmente traumáticas, hace que la probabilidad de ser alguien, o encontrarse con alguien, que sufre o que hiere sea muy alta. Para que quede claro: «Todos vamos a sufrir por hábitos que se podrían haber evitado, si nos lo hubiéramos propuesto. Todos vamos a sufrir por los bandazos que otros podrían haber evitado si se lo hubieran propuesto (…). Reconocer (…) nuestro impacto sobre los demás y el de los demás en nosotros nos invita a seleccionar a quién nos acercamos y de quién nos alejamos».

La doctora Castellanos utiliza el término biosofía para referirse a la sabiduría que se extrae del estudio de la vida o del estudio del organismo. Para ello —y para la necesaria divulgación científica— considera esencial el uso de la filosofía y reclama recuperar la relación entre ciencias y humanidades que, en algún momento, se perdió. Con esa base, el libro pretende traducir en términos biológicos el ensayo Construir Habitar Pensar de Heidegger (1951).

Construir

Cuando se reconstruye una ciudad destruida siempre se pretende conservar lo bueno y conseguir algo mejor. De similar manera, los humanos nos vamos construyendo a nosotros mismos día a día. A veces, construimos muros para defendernos, y otras, puentes para cuidarnos. Podemos cultivar fortalezas, miedos, agresividad… Los momentos duros de la vida suelen ser buenos para madurar. Aunque los podemos utilizar para atrincherarnos en lo conocido, para sentirnos víctimas, también se puede mirar con humildad y honestidad hacia dentro y evaluar si hay algo que cambiar.

Lee también un resumen de este apasionante libro: Viaje al centro de la mente, de D.J. Siegel.
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Ante una ciudad —o persona— destruida, podemos evaluar cómo se ha llegado a esa situación siendo conscientes de la influencia del contexto y de los ancestros. Si encuentras hábitos o creencias que te causan dolor, será más sensato destruirlas que reconstruirlas. Se trata de madurar y moldear nuestra vida. La autora lo resume en una frase: «Somos lo que hacemos con nosotros».

Se sabe que el cerebro es un órgano que se ha adaptado a las condiciones actuales (luz, gravedad terrestre, etc.) y que, además, se adapta ante cambios en esas u otras condiciones. La salud psicológica está influenciada por multitud de aspectos, como la presencia o no de zonas verdes en nuestro lugar de residencia. Un simple paseo entre árboles aporta múltiples beneficios mentales, lo que permite a Castellanos concluir que podemos construir nuestra salud y que «tenemos a la naturaleza como aliada».

Aunque estamos ligados a nuestro ADN (genética), nuestro estilo de vida y el entorno pueden activar o desactivar ciertos genes (es lo que se conoce como epigenética). Más aún, recientes estudios apuntan a que las condiciones de vida, igual que un hecho traumático o un cuidado amoroso de los padres, no solo influyen en la persona afectada, sino también en su descendencia.

Una de las propiedades intrínsecas del cerebro es que se trata de un «sistema que ha evolucionado para cambiar». No es algo estático. Es un órgano que evoluciona. Si a una persona le tapas los ojos durante unos pocos días, el cerebro experimenta cambios en las áreas visuales, fortaleciendo funciones para compensar esa pérdida. La llamada aMCC (siglas en inglés de la corteza cingulada media anterior) es una región cerebral que evalúa el esfuerzo necesario para conseguir ciertas metas (controla la fuerza de voluntad). «Prácticas como la meditación, el ejercicio físico, alimentar la curiosidad intelectual o las técnicas de respiración ayudan a reforzar esta estructura cerebral». «La acción de la aMCC es muy evidente cuando realizamos un esfuerzo cuyos beneficios se observan a corto plazo. El problema reside en aquellas empresas cuyos frutos maduran a medio o largo plazo».

Estudios recientes señalan que los humanos tendemos a subestimar el esfuerzo de las tareas y cuánto más lejana esté la meta, mayor es el error cometido. El cerebro aprende cuántos beneficios obtiene por cada acción en comparación a lo esperado. Para ello, mide el placer, la dopamina. Si algo es placentero, apostamos por reiterarlo; y si en algo no vemos resultados, lo evitamos. De ahí que, las acciones con beneficios a largo plazo (como estudiar una carrera) sean rechazadas por muchas personas. Conociendo esto, lo inteligente es plantearnos «metas a corto plazo y expectativas realistas». En vez de pensar en acabar un grado universitario, es mejor centrarse en aprender una lección concreta de una asignatura. Controlar el pensamiento, nos facilita alcanzar metas a corto y largo plazo. Además, se ha descubierto algo magnífico: «la tenacidad engendra más tenacidad».

Habitar

Las personas suelen mostrarse reticentes a efectuar una introspección, el acto de observarnos a nosotros mismos para mejorar. A veces, hay mucho dolor que se prefiere ocultar y se usan excusas, se culpa a otros o nos mantenemos ocupados (hiperactividad). Todo para evitar sentarnos en silencio y con calma ante nosotros mismos. «Nuestras partes oscuras tienen mucho que contarnos».

La introspección requiere tranquilidad y reflexión. Además, «la calma mental es la antesala indispensable de una buena acción». Practicando la calma (con técnicas de respiración, por ejemplo) se propicia la aparición en el cerebro de ondas alpha (lentas), las cuales ayudan a tomar buenas decisiones y contrarrestan la tendencia a la divagación mental. El obstáculo más grande es, por curioso que parezca, nuestra propia indiferencia.

Cuando el cerebro está en modo consciente, concentrado en una tarea, consume más energía que cuando está en el llamado «modo por defecto cerebral». Este último sirve para cosas como la consolidación de la memoria o la regulación emocional. Existe también un modo híbrido: «somos capaces de realizar una tarea de forma automática, sin ser conscientes de ella». «Mantenernos en piloto automático nos ahorra mucha energía, pero el precio es alto. Cuanto más tiempo transitemos en ese estado, mayor será la sensación de insatisfacción vital».

Castellanos nos dice que su área preferida del cerebro es la corteza cingulada anterior (ACC), porque se asocia al bienestar y la calma y, además, se puede activar de una forma extraordinariamente simple: observar nuestra respiración. Es ahí donde esta científica sitúa la paz y el recogimiento adecuados para lo que entiende por «habitar».

«Dedicamos pocos esfuerzos a estar bien, porque nuestra visión sanitaria sigue apoyándose más en un enfoque curativo que preventivo», lamenta la doctora Castellanos mientras nos alerta de la influencia de la alimentación y del vivir con prisas.

Los problemas mentales son frecuentes, se hable o no de ellos y se traten o no de forma directa. Y atención: afectan a todos los rangos de edades. Para ello, sugiere mejorar la educación con el objetivo de enseñar a cuidar de nuestra mente y de estudiarnos a nosotros mismos. Ahorraríamos mucho en sufrimiento y en dinero.

Esta neurocientífica afirma que «la falta de calma o nerviosismo conlleva confusión». Y lo explica así (resumidamente): en una situación difícil, el cerebro libera glucocorticoides (familia de hormonas a la que pertenece el famoso cortisol) que preparan nuestro cuerpo para la lucha, y da igual que las batallas sean sin violencia física. El cortisol aumenta el azúcar en sangre y con ello el ímpetu físico, lo cual es positivo en caso de lucha. En cambio, el cortisol tiene multitud de efectos secundarios negativos, tales como actuar como un inmunosupresor (atenúa el sistema inmune), ralentizar la digestión o reducir la capacidad de memoria, la de aprendizaje y la coordinación entre neuronas. Entre otras consecuencias, también está la de potenciar recuerdos negativos. Todo ello, junto, conlleva una percepción sesgada de la situación, que no solo impide encontrar soluciones reales, sino que, encima, favorecen el combate. Conclusión: en situaciones de estrés, ansiedad, miedo, ira, etc., la percepción es errónea y las decisiones difícilmente serán las mejores. En estos estados se produce una respiración acelerada (hiperventilación) que reduce el nivel de dióxido de carbono en sangre, lo cual baja la producción de vitamina D, cuyo impacto en la salud mental está bien documentado. Las personas con peores índices de bienestar, muestran una mayor duración de la apnea (fase entre la exhalación y la siguiente inhalación).

Esta respuesta del cerebro es automática, pero no inevitable. Se puede detener de forma voluntaria. Se sabe que una respiración rítmica tranquiliza al cerebro. En cambio, una respiración irregular genera estrés. Escuchar a nuestro cuerpo, es otra recomendación del libro.

En la salud cerebral también influye la salud de la microbiota intestinal (bacterias, virus, hongos…) y, en esto, un ingrediente clave es lo que comemos.

Un ejercicio simple que propone es permanecer sentados, en cualquier lugar y postura, siempre que se mantenga la espalda recta y, entonces, concentrarse en la respiración sin alterarla. En menos de media hora se consigue un crecimiento de las conexiones neuronales, aumenta el bienestar y se alejan los problemas mentales. «La actividad del cerebro es mayor cuando la mirada se dirige hacia dentro que cuando observamos lo ajeno». La respiración es un lugar seguro que siempre tenemos con nosotros, y que nos protege de una vida estresante. Practicar este ejercicio de forma regular ayuda a responder mejor ante situaciones indeseadas.

Ponernos como espectadores de nosotros mismos, abandonar nuestro teatro, resulta de gran ayuda. Al hacerlo, notaremos que el cerebro se va involuntariamente a otras tareas. Estos despistes hay que tratarlos como algo natural. Al detectarlos, simplemente, hay que felicitarse por haber tomado conciencia de la distracción, y volver a la respiración.

Otras investigaciones han revelado que respirar lento no solo nos lleva a la calma, sino que reduce los dolores. Se pueden contar los segundos al inspirar y espirar en el doble de tiempo. Poco a poco, podemos aumentar esos segundos conforme mejoremos nuestra práctica. La ciencia está demostrando los enormes beneficios de la meditación que proponen las filosofías y religiones orientales (budismo, hinduismo…). Aquí te dejamos un ejemplo de meditación por los bosques.

Pensar

Diversos estudios han concluido que «no nos gusta estar a solas con nuestra propia mente». Es decir, preferimos hacer cualquier cosa antes que simplemente pensar. Y esto es así en todas las edades, niveles educativos o ingresos económicos. Controlar la mente es algo incómodo. Y ahora, las redes sociales dan entretenimiento a raudales, excusas para no pensar, pero, entre los adolescentes hay una fuerte correlación entre usar redes sociales y padecer ansiedad. Más aún, el estrés que transmiten los medios se contagia a nuestro comportamiento, que será más alocado y menos reflexivo, incluso aunque culpemos a otras causas.

Leer noticias negativas aumenta la producción de cortisol y esto dificulta un buen comportamiento. Por otra parte, las mujeres parecen ser más sensibles a este impacto. Para contrarrestar el efecto tóxico de las noticias negativas, en Blogsostenible ponemos mucho empeño en recopilar y divulgar buenas noticias ecoanimalistas. Te recomendamos que las leas y las disfrutes.

Con respecto al pensamiento, nos indica que puede estar en múltiples niveles que oscilan entre el dirigido o plenamente consciente; y los pensamientos automáticos, no elegidos a voluntad. El nivel más bajo es el sueño. Entre estos extremos, está el antes aludido «piloto automático», el diálogo interior que repite nuestra narración del mundo, preocupaciones involuntarias (como la tristeza) o cuestiones sensoriales (dolor o necesidades fisiológicas). «Una mente divagante es una mente infeliz». Por eso, se aconseja tener nuestra mente lo más consciente posible. Que la mente divague puede dar frutos creativos, pero también debilita la fuerza para estar de forma consciente.

El monólogo interior, con uno mismo, es espontáneo, molesto a veces, con una lógica de realismo mágico, desobediente… pero ejerce un gran poder en nuestras vidas. Hay que tener presente que este diálogo interior refleja lo que hemos visto en el hogar y en el colegio y no es algo estático, sino que hay técnicas para —con voluntad— mejorarlo.

Por ejemplo: intentar no pensar en algo es la mejor forma de pensar sobre ello. Por el contrario, para evitar un pensamiento obsesivo resulta más útil reconocer con humildad nuestra incapacidad de eliminarlo y aceptar ese pensamiento o, incluso, dedicarle tiempo en exclusiva. Por otra parte, un pensamiento repetitivo puede tender a modificar la realidad y a construir recuerdos falsos.

Lo que nosotros nos decimos «se traduce en la química del cuerpo». Cuando nuestro monólogo es de ánimo a nosotros mismos, se consiguen mejores resultados que cuando adopta un tono pesimista y duro. Otra técnica es darnos sugerencias como si fuésemos otra persona, porque aconsejar a otro siempre es más fácil.

Cuando cometemos un error debemos reflexionar para mejorar y corregir nuestros actos, pero no ayuda abusar de una «autocrítica dañina», excesivamente dura y que podría generar trastornos, tales como por ejemplo: valorar como erróneas conductas que no lo han sido, exceso de culpabilidad, tendencia a la inseguridad e inhibir la conducta (censura). Por el contrario, se puede cultivar la compasión, lo cual mejora la empatía y evita conflictos. Las personas que no son amables consigo mismas sospechan de la amabilidad de los demás; y los ven como amenazas.

Ante la realidad de cambiar nuestra mirada, nuestras palabras y nuestras sensaciones, Nazareth Castellanos nos alienta: «Qué coraje hay que llevar dentro para dejar de ser quien se fue. Todos deberíamos experimentar ese renacer en el que comenzamos a caminar con amor en la mirada; un amor y un cuidado dirigidos hacia dentro». Se puede haber tenido un pasado duro, doloroso o turbio; pero lo que cuenta es el futuro y saber que «no hay mayor aliado que la intención».

Concluyendo

Todos tenemos la capacidad de transformarnos, de moldear y de adaptar nuestro cerebro. Santiago Ramón y Cajal decía: «Lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo en vez de aprovecharlo». Muchos inician su transformación en profundidad cuando sufren un episodio dramático o cuando ven cerca el final de su vida. Pero es mejor hacerlo en el día a día, tanto ante buenos como ante malos momentos. Al permitir —con conciencia— que existan los malos pensamientos es más fácil que se disuelvan: «respirando la emoción», explica Castellanos.

La autora nos recuerda la importancia también de cuidar el cuerpo: dieta, ejercicio, respiración… Al igual que es bueno hacer ejercicio físico, también lo es el ejercicio mental. Y curiosamente, la práctica del yoga une ambos aspectos.

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Libro “Ecoanimal: Una estética plurisensorial, ecologista y animalista” de Marta Tafalla @TafallaMarta (Resumen)

Marta Tafalla, profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona, ha investigado sobre muchos aspectos tales como la estética, la ética, el medioambiente y los derechos de los animales. Ha colaborado con Blogsostenible y es una militante activa en las redes sociales defendiendo la justicia y denunciando el maltrato animal. Su cuenta de Twitter es @TafallaMarta.

La apreciación estética

La apreciación estética es sobre todo una actividad mental. “Más allá del placer biológico que nos genera la percepción, existe un placer intelectual”, que nos evoca o inspira hacia otros destinos (arte, filosofía, espiritualidad…). A pesar de las dificultades, hay consenso en que la apreciación estética ha de ser desinteresada, en el sentido de que su fin último es deleitarnos y no obtener otros resultados “prácticos”; no es un medio para conseguir un fin, sino que es un fin en sí misma. La vida moderna, acelerada y contaminada, puede dificultar la contemplación serena. ¿Cuántos observan hoy las estrellas por el placer de verlas, sin prisas y sin más objetivos?

Según Schopenhauer, el egoísmo que guía a todos los seres vivos es más peligroso en los humanos (algo que está bien demostrado). Toda su filosofía es un intento de limitar el ego, y una de las vías es la estética porque la contemplación estética actúa como una pacificación del ser. Se supone que mientras apreciamos la belleza de algo no somos empujados por el egoísmo, de forma que la estética es una vía para construir una relación más ética y pacífica con todo, incluyendo la naturaleza.

Para M. Horkheimer y T.W. Adorno el miedo a ser dominado por la naturaleza, lleva al humano a intentar dominarla, de tal forma que el humano no pretende conocer el mundo sino dominarlo. Cuando nos relacionamos con lo exterior, demasiadas veces solo se piensa en la utilidad de todo y nos dicen que todo lo inútil no merece la pena. Adorno sostiene, en cambio, que si los seres humanos no saben apreciar la naturaleza tampoco sabrán protegerla, lo cual parece evidenciarse con cada desastre ambiental.

“La belleza o la fealdad no existen realmente” en los objetos, sino que son percepciones subjetivas. “En la estética no vamos a encontrar verdades absolutas”, pero eso no implica que sea algo sin importancia. Por ejemplo, “es más probable que los ciudadanos de un país decidan proteger un entorno que les parece singular y espectacular que otro que consideran aburrido o feo”. En cambio, “preservar la biodiversidad exige proteger todas las especies, tanto las que nos parecen bellas como las que no”. Esto es importante tenerlo en cuenta dado que “nuestras apreciaciones estéticas tienden a influir en nuestras decisiones sobre la defensa de la naturaleza”.

Kant impulsó la autonomía de la estética respecto de la ética. Es decir, un objeto feo no tiene que ser moralmente malvado, ni debe ser combatido y eliminado. Por otra parte, un objeto bello no tiene que ser moralmente bueno. Un ejemplo es la tauromaquia: aunque algunos ven belleza en la tortura de un animal, esa supuesta belleza no justifica éticamente el sufrimiento que causa.

Vivimos en una sociedad que es muy superficial en algunos aspectos. La valoración estética es un buen ejemplo, pues se ponen en valor muy pocos aspectos, sin profundizar. Por ejemplo, la fruta es evaluada solo por unos cuantos aspectos concretos (color, tamaño, uniformidad, brillo…) y se olvidan aspectos que son muy importantes (uso de pesticidas, herbicidas, abonos artificiales, trabajadores mal pagados…). Si valoramos la estética con profundidad, unas manzanas irregulares o con alguna mancha, pero de productores locales y ecológicos saldrán ganando a otras manzanas, pues “lo importante es entender que la belleza de las manzanas no depende solo de su aspecto, sino también de su historia”. Otro ejemplo son las frutas y verduras envueltas en plástico o en bandejas de porexpán: se venden demasiado a pesar de que sabemos los problemas del plástico y que, aunque se reciclen, reciclar no es suficiente.

Estética superficial: animales y personas como objetos

“Estilos estéticos superficiales reducen el objeto a un mero instrumento cuya utilidad consiste en adornar”. Algunos casos muy graves son las peceras y los pájaros enjaulados, donde los animales son reducidos a “meros adornos” (prestigiosos museos incluyen obras de arte con animales vivos encerrados). No parece influir en ello que sepamos que “los animales sienten placer y dolor” y que “todos los vertebrados, e incluso algunos invertebrados como los cefalópodos, son más inteligentes y emocionales de lo que la ciencia más mecanicista nos venía repitiendo desde los tiempos de Descartes”. Por tanto, “encerrar animales en espacios reducidos y condiciones artificiales, impedirles vivir sus vidas, robarles su libertad y separarlos de sus familias simplemente porque nos parecen bonitos implica reducir a los animales a un mero valor ornamental, y eso es precisamente lo contrario de una apreciación estética profunda”. “Los animales no son objetos: son historias, son redes de relaciones (…). Por eso las jaulas no solo encierran, sino que rompen vidas“. Así lo demuestra Braitman en un su libro “La elefanta que no sabía que era una elefanta“.

Hoy, a veces, la experiencia estética es algo simple y barato, un producto low-cost, aunque los animales paguen con su vida y su libertad y aunque el medioambiente se deteriore. Para Tafalla, “las experiencias estéticas profundas están mucho más allá de lo que ninguna empresa nos podrá vender jamás”.

Mención aparte merece lo femenino. Según Tafalla, la prensa tiende a centrarse en cómo las mujeres van vestidas o peinadas, más que en lo que hacen o dicen, independientemente de su cargo político o de si son artistas, científicas o empresarias. “Se recuerda diariamente a las mujeres que deben mostrarse jóvenes, delgadas, con piel lisa y perfecta, maquilladas”… y muchas de ellas “invierten gran cantidad de tiempo, dinero y preocupación en acercarse al ideal que se les prescribe en vez de dedicarse a cosas más interesantes”. Tafalla explica el caso de las farmacias, donde “los conceptos de salud y estética se mezclan de una forma peligrosa”. “Se dice a veces de nuestra sociedad que es muy estética, pero eso no es cierto en absoluto: lo que reina en nuestra civilización es la superficialidad”. La valoración estética debe hacerse con mayor profundidad y ello requiere al menos un pequeño esfuerzo.

Tenemos más de 5 sentidos: aceptar la pluralidad facilita superar el egoísmo

Descartes calificó a los animales como máquinas carentes de conciencia, incapaces incluso de sentir dolor. El error ha sido demostrado en multitud de ocasiones, especialmente con los hallazgos de Darwin, que nos situó a los humanos dentro de los animales, como uno más con características propias. Por otra parte, los sentidos de los humanos también se han clasificado en dos grupos, los ligados a actividades intelectuales (vista y oído) y los que no fueron aceptados para la estética (olfato, gusto y tacto), por representar los placeres corporales y acercarnos a los demás animales. Esos tres sentidos han sido minusvalorados con argumentos tales como que no puede crearse arte para ellos.

En el fondo, ese debate plantea cómo nos concebimos y cómo nos relacionamos con la naturaleza. El libro explica que esa dualidad en los sentidos, plantea también una dualidad con la naturaleza, que nos sitúa fuera de ella y amenazados por ella. Por tanto, tenemos que dominarla y explotarla. Si en vez de ello nos propusiéramos comprenderla, nuestra relación con la naturaleza sería “infinitamente más sencilla y fluida y a la vez más apasionante”.

El ecofeminismo ha sido muy explícito al comparar las distintas formas de dominio: la explotación de las mujeres, de la naturaleza y de los animales tienen muchas similitudes. La idea básica subyacente es que hay una jerarquía y que lo superior puede someter a lo inferior. Por tanto, la naturaleza existe para servir a nuestra especie, y “un caballo debe renunciar a su propia vida para convertirse en el sistema de transporte de un ser humano”, o bien, que una mujer debe renunciar a sus proyectos para servir a los de un hombre. “El problema es un orden metafísico jerárquico que justifica relaciones de poder y opresión”.

Decía Harari que “los monoteístas han tendido a ser mucho más fanáticos y misioneros que los politeístas”, porque los monoteístas ven una dualidad (o crees en su dios o no), mientras que los politeístas están más abiertos a creer en nuevos dioses. Para Tafalla, aceptar la pluralidad sensorial puede facilitar entender mejor la diversidad, en general, y respetar todo aquello que no es como nosotros: “no es el cuerpo lo que necesitamos superar, sino nuestro egoísmo”.

“Los científicos discuten cuántos sentidos tenemos y analizan cómo cada uno de ellos influye en los demás”. En pocos años, la relación de sentidos podría cambiar, pero lo que es seguro es que no hay solo cinco sentidos. Para empezar, el olfato puede dividirse en dos: olfato ortonasal (para oler los objetos fuera del cuerpo) y olfato retronasal (para oler la comida y bebida de la boca). El gusto se complementa con el sistema trigeminal con sensores repartidos por la cara (boca, nariz, ojos…) y que perciben sensaciones como lo picante o el frescor de la menta.

Otros sentidos sin duda importantes son el equilibrio (se encuentra en el oído y es útil para desplazarse), la propiocepción (que percibe la posición de nuestro cuerpo), la kinestesia (percibe el movimiento del cuerpo y podría ser el mismo sentido que la propiocepción), la interocepción (percibe el estado interno del cuerpo: digestión, hambre, sed, y otras necesidades fisiológicas), termocepción (sentir la temperatura), la nocicepción (sentir el dolor) y la cronocepción (sentir el paso del tiempo). Por supuesto, unos sentidos se complementan con otros para tener una comprensión más completa de la realidad. Pero a veces, unos sentidos confunden a otros. Por ejemplo, se ha demostrado que la música influye en el sabor en general y del vino en particular. También se ha demostrado que el color de una taza influye en el sabor de una bebida caliente, por ejemplo. ¿Es el sentido de la orientación otro sentido? ¿Y la empatía?

Los sentidos que están enfocados hacia nuestro propio cuerpo nos ayudan a disfrutar más de ciertas experiencias: sentir cómo nos mueven las olas, disfrutar de una caminata o de un tobogán… La interocepción nos permite sentir si un lugar nos estresa o nos tranquiliza. Por otra parte, se ha demostrado que el olfato tiene la capacidad de evocar recuerdos con gran viveza.

El olfato ha sido un sentido altamente despreciado. La autora es anósmica de nacimiento (sin sentido del olfato totalmente) y refleja su sorpresa al ver que los humanos que huelen no consideran importante el olfato, hasta que lo pierden. Entre el 15 y el 20% de la población tiene alguna pérdida olfativa (hiposmia) y entre el 2.5 y el 5% padece anosmia. Tafalla afirma: “Creo que la anosmia es el único problema de salud ante el cual la gente se permite hacer chistes desagradables sin ningún pudor”. Ella se sorprende de “la ambigüedad de las personas que disfrutan con los olores y al mismo tiempo te aseguran que no son necesarios”. “Todas las personas que he conocido que habían perdido el olfato de adultas estaban profundamente afectadas; su calidad de vida había disminuido y en algunos casos también su vitalidad y alegría”, llegando incluso a la depresión. “Al desaparecer el olfato, desaparecen a la vez un estímulo para comer, una buena guía para cocinar y el principal responsable del sabor de la comida”. No tener olfato es un gran problema para algunas profesiones, como las de la alimentación (cocinar, enología…), la perfumería, bomberos, trabajar con sustancias peligrosas…

Según Tafalla, “la anosmia empobrece la apreciación de la belleza y la fealdad”, además de ser un problema de salud. No poder oler un bosque, el mar, o algo en descomposición resta información y genera distinta valoración. El olfato influye en la cronocepción y sin olfato los entornos parecen más estables, porque el olfato percibe algunos cambios que otros sentidos no pueden. Pero cuando un sentido nos falla, haremos bien en centrarnos en todos los demás.

Apreciar la naturaleza

“Los elementos naturales no han sido creados por nosotros ni para nosotros”, dice Tafalla. A veces se usan palabras que esconden preocupantes realidades. Por ejemplo, el concepto de Antropoceno puede alimentar el narcisismo humano de especie superior, ocultando que el impacto sobre el planeta es muy perjudicial. También se usa la expresión sexta extinción, que recalca que hubo antes otras, pero la actual es la primera causada por el hombre y podría bien llamarse exterminio global o ecocidio, igual que el cambio climático debería llamarse catástrofe climática.

Se están descubriendo grandes cosas sobre las capacidades cognitivas de los animales, pero para Tafalla lo más sorprendente es que hayamos tardado tanto en hacer ese tipo de estudios. Lo cual resalta el antropocentrismo del ser humano. Nos cuesta retirarnos a los márgenes y asumir una actitud humilde permitiendo que la vida se desarrolle y que la diversidad se abra paso. Tenemos que “dejar de concebir la naturaleza como una fuente de recursos y redescubrirla como una red de vida” y “entender que ningún ecosistema ni ninguna especie existen para servirnos a nosotros, sino para sí mismos”. Esa actitud no implica la inactividad sino tener una actitud activa para compensar los daños que recibe la naturaleza: instalar pasos de fauna en carreteras, cajas nido, hoteles para bichos, limpiar montes, recuperar ríos, atender a animales salvajes heridos, favorecer la biodiversidad urbana, renunciar a insecticidas y herbicidas…

Resulta sorprendente que la estética de la naturaleza tenga una historia tan breve. Nació en el siglo XVIII, pero no fue hasta el siglo XX cuando Adorno y Hepburn le dieron el estatus de disciplina académica. Esto es importante porque ayuda a dar valor a la naturaleza. Si no educamos en conocer la naturaleza en su entorno, difícilmente se comprenderá la catástrofe ecológica ni se luchará para evitarla. Para apreciar un entorno no basta el aspecto visual (eso está en una simple foto), sino que hay que aprender a valorar otras cualidades sensoriales, a sentirse dentro del entorno, a olerlo y recorrerlo, entendiendo que la naturaleza no está ahí para nosotros, sino que es un lugar donde viven muchos organismos y que nosotros solo somos uno más. Si nos desconectamos de la naturaleza “nos convertimos en animales de granja”. El concepto de estética ecoanimal resalta la necesidad de prestar atención a los animales de esos entornos. Por ejemplo, los cetáceos no usan mucho la vista porque bajo el mar la luz no profundiza mucho y el oído para ellos es esencial. Se ha constatado que los focos de ruido (sónar de barcos, prospecciones…) les afectan, llegando incluso a provocar que queden varados en las playas. “Si seres inteligentes de otro planeta observaran el nuestro con el sentido del oído, no quedarían maravillados por nuestra poesía y nuestra música, sino ensordecidos por nuestra contaminación acústica“. Tantos tipos de contaminación es lo que lleva a Tafalla a concluir que “estamos arrasando el paraíso”.

“La publicidad emplea sistemáticamente paisajes naturales como decorados y animales como ornamentos para vender cualquier tipo de producto”. Por ejemplo, “tal estética superficial es uno de los factores responsables del tremendo daño que causa el turismo masivo” que, tantas veces acaba “dañando la misma naturaleza cuya imagen idílica se ofrecía como reclamo”. Tallafa se pregunta ¿qué turista mirará detrás del decorado para ver si el viaje o la estancia daña la biosfera?

Por supuesto, el lenguaje humano es más rico que el de los animales pero nuestras conversaciones son demasiadas veces absurdas: la vulgaridad y la banalidad son frecuentes y para ello basta ver la televisión, YouTube o las redes sociales. Ciertamente, muchas de nuestras conversaciones son para expresar afecto o compañía, y lo de menos es el tema del que se hable. Ante esos casos, Tafalla se pregunta ¿qué cambiaría si sustituyéramos esas charlas por sonidos como los animales?

A grandes rasgos, la gente suele estar orgullosa de lo que la humanidad ha hecho gracias a la “inteligencia”. Se dice que somos violentos, generamos guerras y cometemos genocidios, pero que nos salvamos por gente como Shakespeare, Cervantes, Miguel Ángel, Mozart o Beethoven. “No importa cuánto daño causemos, seguimos enamorados de nosotros mismos”. Para Tafalla hay tres razones por las que podemos cuestionar la capacidad artística o estética del ser humano en general:

  1. Primero, la naturaleza es arrasada, y eso demuestra que solo apreciamos lo que nosotros creamos, o bien, que no valoramos la naturaleza.
  2. En segundo lugar, el ser humano también destruye su propio arte cuando no encaja con sus gustos o cuando el arte critica a los poderosos.
  3. Por último, buena parte del arte, al igual que la filosofía o la ciencia, “ha servido para legitimar una civilización radicalmente injusta”. En todas las épocas ha habido gente que ha luchado contra las injusticias de todo tipo (esclavitud, racismo, machismo, homofobia, especismo…), pero sus obras no tuvieron la misma repercusión que las obras de los más sumisos. “Un caso paradigmático es la manera como el mundo del arte ha vetado tradicionalmente la creación artística realizada por mujeres” o por artistas de culturas no occidentales. Para Tafalla, es necesario y urgente “dejar de mirarnos tanto el ombligo de nuestras creaciones” y “practicar la humildad”. “Apreciar la belleza natural exige precisamente renunciar a dominar y poseer”. Por eso, la caza es un acto principalmente destructivo, acaba con el placer de observar el animal, se roba una vida y se reduce “la riqueza estética de ese animal” y, de hecho, de todo el planeta.

Cuando se denuncian los desastres ambientales, la gente percibe que las soluciones empeorarían su calidad de vida (dejar de viajar en avión, comer menos carne u otras soluciones que proponen científicos y ecologistas). “No se trata de ser más infelices, sino de redefinir la felicidad”. La filósofa Carmen Velayos cree que sería más motivador hacer discursos más positivos que propongan estilos de vida y de felicidad alternativas a los dominantes.

Apreciar a los demás animales

No cabe duda de que los animales han fascinado a la humanidad desde siempre. Sin embargo, Tafalla opina que “dada la superficialidad que impregna la civilización en la que vivimos, su apreciación suele ser bastante banal”. Y ella justifica su afirmación porque “no se los aprecia como aquello que son, sino como aquello que nuestra civilización desearía que fueran”, y normalmente desearían que fueran menos complejos. O sea, se simplifica a los animales y se ignoran sus capacidades cognitivas, emocionales, comunicativas, así cómo la de sentir dolor y placer, y tener memoria y deseos. En síntesis, la humanidad hace sufrir a los animales para “ser obligados a entregarnos su cuerpo, su tiempo y sus energías para servir a nuestros fines”.

Los animales son “reducidos a un valor instrumental”, como comida, como diversión, como medio de transporte, como cosas para hacer experimentos… y como “instrumentalización estética”. Por ejemplo, se encarcela a los animales porque son bonitos. Es el caso de peces en los acuarios, de pájaros enjaulados o de animales en los zoológicos. Todo eso genera también comercio ilegal de especies y se les mata para convertir a los animales, o parte de ellos, en meros adornos (cabezas de ciervo disecadas para colgarlas en la pared, manos de gorilas como ceniceros…). Aquí también entran las colecciones de mariposas u otros insectos, los abrigos de piel y los zapatos de cuero. También se abusa de la imagen simplificada de los animales, “representaciones insustanciales, que no hacen más que justificar la opresión”. Otro ejemplo: “Los toreros llevan siglos matando toros, pero son incapaces de ver al toro como lo que realmente es”.

El caballo aparece en multitud de representaciones artísticas usado exclusivamente como pedestal de un humano, como seres doblegados a hacer lo que quiera el amo. Sin duda, “ese tipo de arte contribuye a normalizar su uso, como si cargar con humanos y sus mercancías fuera la razón de ser de esta especie”. Los caballos están en sus establos encerrados, hasta que el humano los necesita para su propio beneficio. ¿No deberíamos eliminar ya la equitación como deporte, olímpico o no?

A los humanos les gustan tanto los animales que les hacen daño. Como también decía Laurel Braitman, zoos, acuarios, circos, laboratorios y granjas son cárceles que enloquecen a los animales. Según Tafalla, “mutilan la identidad de los animales para convertirlos en objetos de exhibición”. Los zoos dicen que su tarea es la conservación pero es falso, porque “la única manera de conservar realmente a las especies es conservarlas en sus ecosistemas; y por ello los zoos no pueden cumplir una función real en la conservación”. En los zoos los animales no muestran su conducta natural, y una jaula o una zona enrejada no puede educar en el valor de la libertad. Tafalla se asombra de que la gente esté dispuesta a pagar su entrada del zoo, pero luego se quejan cuando hay fauna salvaje cerca de su casa, aunque no suponga ningún peligro.

“La misma especie humana que inunda los mares de plástico” y contaminación, se queja a menudo de que las deposiciones de los pájaros sobre el asfalto ensucian. La naturaleza no ensucia cuando el hombre no la agrede. “El problema es asfaltar. Eso no significa que debamos renunciar al asfalto (…). Pero sí significa que debemos tener en cuenta los pros y contras de emplearlo”. Otro ejemplo: tenemos que diseñar nuestras carreteras sabiendo los flujos de fauna y poniendo puentes para fauna para que las carreteras no corten el paso de los animales y se eviten así accidentes. Tafalla añade que “ni siquiera nos detenemos a averiguar el daño que provocamos” (véanse aquí unos datos muy preocupantes). Se culpa a los animales de esos accidentes cuando ellos son las víctimas que más sufren.

Otro caso son los ríos, que se encauzan con hormigón, cortando su acceso a otros animales y eliminando hábitats de gran biodiversidad. Aún hay mucha gente que piensa erróneamente que el agua de los ríos se tira al mar. Los ríos, como los animales, no nos pertenecen a nosotros, sino que “son la fuente de vida de la que dependen todos los habitantes de cada ecosistema”.

A veces, se acusa a la fauna salvaje de ser demasiado numerosa (demasiadas palomas, demasiados jabalíes que se meten en las ciudades…), pero la auténtica realidad es que hay “demasiados humanos” que hemos cazado en exceso a los depredadores naturales. Una de las cosas más sensatas que podemos hacer por el bien del planeta es reducir el número de humanos (lo dice la ciencia). “El arma fundamental para lograr reducir nuestra superpoblación sería, sencillamente, que todas las niñas y mujeres del planeta tuvieran acceso a una educación pública y gratuita de calidad”. Esa es la base del “ecofeminismo“.

Tafalla nos revela las contradicciones de nuestra sociedad. Nos gustan los delfines pero los encerramos en acuarios sin interesarnos en que “la existencia de un delfín en cautividad es absolutamente miserable”. También “resulta paradójico que tanta gente salga al campo a ver fauna y que al mismo tiempo se niegue a mirar a esos millones de animales maltratados que buscan desesperadamente nuestra respuesta”.

La sociedad favorece la explotación animal

Existen multitud de estudios científicos sobre los animales de granja: cómo engordarlos, qué hacer para disminuir costes en su penosa vida, etc. En cambio, hay muy pocos estudios sobre su inteligencia, sus emociones, su memoria o sus relaciones sociales. Conocer estos últimos aspectos de los animales “va contra los intereses de la industria”. “Lo que persiguen la mayoría de los estudios no es conocer a los cerdos por sí mismos, sino saber cómo explotarlos de la manera más eficaz”. Tafalla sugiere que en los estudios universitarios se incluya formación en ética filosófica.

Los seres humanos emplean la selección artificial para convertir a los animales en máquinas que satisfagan sus deseos (pollos que crezcan más rápido aunque se les partan las patas o vacas que produzcan más leche aunque sufran dolores). Lo mismo se aplica a las razas de perros, seleccionados durante miles de años para ser dóciles y dependientes, lo cual los hace muy vulnerables y, a veces, enfermizos (ciertas razas padecen enfermedades concretas por culpa de haber propiciado ciertos caracteres propios de esa raza). Los perros son animales sin libertad: tienen que adaptarse a nuestra comida, horarios y costumbres, teniendo que controlar hasta la orina y la caca para adaptarse a los deseos del “dueño”.

Tafalla se revela contra la creencia popular de que nuestra sociedad ama a los perros. Es cierto que no los maltrata sistemáticamente como a cerdos, pollos, toros o vacas, pero si nuestra sociedad amara a los perros no habría tantas perreras y refugios llenos de perros maltratados y abandonados. La diferencia con los demás animales domésticos, es que los perros tienen el rol de acompañarnos, de darnos afecto y de ayudarnos. Y para ello tienen que renunciar a sus propias familias biológicas, a pesar de ser animales sociales. Los criadores de perros tienen hembras dedicadas a parir una camada tras otra y les impiden cuidar y mimar a sus cachorros. “La mayoría de perros no pueden crecer con sus padres y hermanos”.

Tafalla se muestra partidaria de la esterilización de perros, ante el problema del abandono masivo de animales, pero “si tenemos que esterilizar a los perros es porque la forma de vida que les hemos impuesto es irracional”. Es evidente que la relación con los perros es asimétrica: “los perros nos dan mucho más de lo que les damos a ellos”, pues son animales subyugados y sin libertad. Si a nuestra sociedad le gustan los perros es porque “nos convierten en el centro de sus vidas. Son fieles incluso si los tratamos mal”. Algo similar puede decirse de otras especies, como los caballos: admirados por su belleza, pero relegados a ser tratados como esclavos. “La mayoría de caballos no pueden formar sus propias familias, criar a sus hijos a su modo, verlos crecer y hacerse adultos”.

La autora examina también la aberración de la caza por cuanto acaba con una vida e impide que se pueda seguir admirando en libertad: “Cazar es la renuncia al diálogo para imponer el monólogo”.

Por otra parte, nuestra sociedad es muy reacia a reconocer las capacidades estéticas de los animales, aunque las ballenas jorobadas o yubartas cantan bellas melodías con gran complejidad y variabilidad. También encontramos pájaros cantores, tejedores, bailarines o alfareros que crean arte o artesanía que otros miembros de su especie son capaces de apreciar.

Los humanos que representan animales en su arte suelen hacerlo de forma simplificada, ignorando su complejidad intrínseca. Marta Tafalla resalta el trabajo de algunos artistas por su labor de denuncia contra el maltrato animal: El Roto, Paco Catalán, Ruth Montiel Arias, Verónica Perales… En particular, esta última y otros artistas han denunciado el abuso de la imagen de los animales como marcas de empresas u otras instituciones, mientras los animales reales se extinguen. La denuncia resalta que no hay interés real en los animales, sino en la simplificación que nos gustaría que fueran.

Por otra parte, en el cine se usan animales salvajes que son amaestrados y obligados a actuar, lo cual es una forma de maltrato. El colmo es cuando se hace para una película que pretende denunciar el maltrato animal. El libro estudia varios casos negativos y positivos. Entre estos últimos destacan El faro de las orcas, que usa grabaciones de orcas salvajes, o bien, orcas virtuales, y White God, una película en la que se usan muchos perros procedentes de centros de acogida a los que se les buscó adopción tras el rodaje.

La conclusión es muy evidente: “esta civilización se sostiene sobre el sufrimiento sistemático de millones de animales” y “la ganadería es una de las principales causas del exterminio global de vida salvaje, además de ser altamente contaminante y una de las causas fundamentales de la catástrofe climática”. No basta con tratar mejor a los animales, sino que lo urgente es dejar de dominarlos, “reducir nuestra población, decrecer, dejar de ocupar tanto espacio y de malgastar tantos recursos“.

Land art respetando la naturaleza

Land art es un tipo de arte con obras que se crean en medio de un entorno natural con el objetivo de llevar el arte a la naturaleza. Son obras que no pueden ser mercantilizadas. Se crean en bosques o desiertos y luego se abandonan para que la naturaleza las haga suyas. Eso no significa que los artistas sean respetuosos con la naturaleza, pues hay artistas que siguen viendo a la naturaleza como algo que está a su disposición para su arte. En cambio, hay algunas obras humildes y austeras en las que está, para Tafalla, “el germen de una actitud que no concibe a la naturaleza como un instrumento estético, sino que invita a contemplarla por sí misma”.

Sun Tunnels de Nancy Holt, Land Art en el desierto de UtahLa autora enumera y explica unas cuantas obras artísticas que invitan a apreciar la naturaleza de manera profunda y que actúan como miradores multisensoriales. Algunas de estas obras son Sun Tunnels de Nancy Holt, o la serie Silueta de Ana Mendieta.

Richard Long. A line made by walking England 1967Mención especial merece el arte efímero de Richard Long. Sus obras de arte consisten simplemente en caminar y en las huellas que deja por los lugares que recorre. Son obras que se integran tan bien en el entorno que puede costar distinguirlas. No causan daño a la naturaleza sino que invitan a observarla. No le gusta revelar el lugar exacto para no convertirlas en atracciones turísticas. “Long nos invita a situarnos en los límites del cuerpo y hallar nuestra velocidad en la rapidez de nuestros pasos”.

La obra artística de bajo impacto ambiental de Hamish FultonPor su parte, Hamish Fulton es un artista aún más radical, más ecologista y con una actitud más reverencial hacia la naturaleza. Fulton no crea ninguna obra en los entornos que recorre. Su obras son fotografías del camino o pinturas murales simples que evocan sus viajes. A veces, se acompañan de textos breves que imaginamos que tienen más poder evocador sobre el artista que sobre el observador. Invitamos al lector a pasearse por la cuenta de Instagram de Blogsostenible, donde muchas fotos siguen el estilo de Fulton. Este artista también ha fotografiado perros atropellados como medio de denuncia de la ingente cantidad de animales que mueren sin sentido por culpa del ser humano. La contradicción de Fulton estriba en que para realizar sus caminatas en lugares remotos se desplaza en avión y él mismo ha reconocido lo contaminante que es este medio.

Jardines humanos y divinos

Un jardín es un trozo de naturaleza que consideramos más seguro. Nos convertimos en cuidadores de las plantas, a cambio de belleza, comida, plantas medicinales… Un jardín no es un cultivo industrial ni es para poner la naturaleza a nuestro servicio exclusivamente. Por eso un exceso de rigidez no es recomendable. La espontaneidad de la naturaleza también debe ser aceptada porque, además, eso es fuente de profundas experiencias estéticas. Por ejemplo, no deberíamos aislar los jardines del resto del entorno, pues la fragmentación es uno de los grandes problemas que causamos a la naturaleza. Por eso, Tafalla recomienda dejar huecos en los muros de los jardines, para que los animales puedan atravesarlos y visitarnos. Los jardines deben ser lugares accesibles para todas las personas y también para la fauna libre. Hay ideas básicas para hacer nuestros parques y jardines más ecológicos. Por otra parte, Tafalla ensalza los jardines y huertos comunitarios por su contribución al diálogo entre vecinos y a crear lazos de ayuda mutua, como se está demostrando cada vez en más ciudades.

En la Biblia se habla del Jardín del Edén, el cual puede tener múltiples interpretaciones, pero Tafalla comenta dos de ellas muy curiosas. Por una parte, ese jardín puede ser una evocación de la naturaleza salvaje como nuestro verdadero hogar. Lo que nos expulsó de esa naturaleza fue haber comenzado a dominarla con la agricultura y la ganadería. Algo similar opina Harari cuando dice que la agricultura supuso el mayor fraude de la Historia. Por otra parte, el Jardín del Edén podría ser un intento de explicar los orígenes de la violencia natural. Cuando Dios crea a Adán y Eva, les ofrece como alimentos hierbas y frutos, pero no animales. El Génesis dice que todos los animales tendrán por comida los vegetales que la tierra produce (Gen. 1, 28-31). Este mito parece indicar que todas las criaturas convivían pacíficamente hasta que el humano pecó. El profeta Isaías describe un futuro idílico donde la justicia y la paz gobernarán para los humanos y para toda la naturaleza (Isaías 11, 1-9). Todo esto nos recuerda las dos interpretaciones de otro jardín, El Jardín de las Delicias de El Bosco.

En todo caso, la Biblia no muestra respeto por la naturaleza, ni en el antiguo ni en el nuevo testamento (por ejemplo, se ensalza el sacrificio de animales para adorar a Dios, en el diluvio universal Dios mató a millones de animales inocentes por culpa del pecado del hombre, Jesús secó una higuera y ahogó a unos cerdos al introducir el demonio en ellos…). Finalmente, Tafalla resalta que en el cielo cristiano habrá poca biodiversidad pues solo estarán Dios, los ángeles y algunos humanos. Por eso, el relato bíblico puede servir perfectamente de justificación para la extinción de especies, ya que ellas no estarán en el cielo (aunque la visión de El Bosco podría ser diferente). Tafalla sentencia que “la promesa del cielo cristiano es una de las ideas que más daño han hecho en la historia de la humanidad”. Ese cielo sería como un monocultivo de la moderna agricultura intensiva: eficaz pero muy destructivo. Tafalla añade que, por fortuna, “hay cristianismos marginales y contestatarios que buscan reencuentros con el mundo natural”. La encíclica Laudato Si del Papa Francisco es un paso en esa dirección.

Tafalla también reflexiona sobre las mal llamadas “malas hierbas” (plantas ruderales). Se llaman así porque estorban para algunos humanos y se las elimina con herbicidas, pero esas plantas seguramente habitaban ese terreno antes que los humanos, están bien adaptadas y mantienen complejas relaciones con otros seres vivos. Por eso y por mucho más, Tafalla concluye que “ninguna planta merece ser llamada «mala hierba» (…). Si la dejamos crecer, descubriremos que la mayoría de esas plantas son tan interesantes como preciosas”, además de aportar ventajas a la fauna local. Ante tantas agresiones ambientales, Tafalla opina que una buena compensación sería favorecer los jardines de plantas autóctonas y empezar a ver las plantas con otros ojos. Por ejemplo, no viendo las hojas como basura. Quitar las hojas del suelo “priva a los árboles de su alimento, interrumpe los ciclos naturales y supone un gasto absurdo de energía”.

El libro aprovecha para criticar el negocio de los árboles de Navidad, que reduce seres vivos a meros adornos temporales, para luego tirarlos, lo cual “no es más que desprecio por la vida y la belleza”. Tafalla se pregunta: “¿No sería más razonable adornar como árbol de Navidad una planta que podamos cuidar?”.

Para el cuidado de los jardines se propone no usar pesticidas porque “lo que llamamos «plagas» son el resultado de los desequilibrios que nosotros mismos provocamos”. También propone renunciar al uso de aparatos a motor (por el ruido y por el gasto energético). Este libro es también una protesta del maltrato a los árboles en las ciudades (podas excesivas, mala elección de especies…). Para Marta Tafalla la belleza de los árboles está en todos sus matices, hasta cuando sus raíces rompen el asfalto, pero concluye que “protestar es más fácil que observar, aprender y apreciar”.

La ética y la estética de la comida

Al final del libro, la autora detalla cómo la percepción del sabor está influida por multitud de factores (colores de la comida y de los recipientes, olores, música, entorno… y también el gusto) y sugiere que hubiera sido imposible la creación de tantas tradiciones culinarias si no tuviéramos el sentido del olfato.

Pero para apreciar la comida de forma profunda hay que valorar aspectos que nuestra sociedad suele pasar por alto, desde el empaquetado hasta la publicidad o el origen y los procesos de los ingredientes. Con respecto al empaquetado, debemos resaltar el problema de los plásticos de usar y tirar o del tetrabrik (envase que no se recicla realmente), además de cómo los colores y los mensajes ocultan lo que hay en su interior. “¿Para qué van a invertir las empresas en producir alimentos de mayor calidad si basta con mejorar el aspecto del paquete?”.

La publicidad siempre muestra fiesta, juventud, salud… pero los alimentos y bebidas a veces suponen todo lo contrario y eso, la publicidad lo esconde. “De la misma manera en que el final de una novela no se entiende sin haber leído la novela completa, tampoco se entiende esa sopa sin conocer su historia. Una experiencia estética profunda exige conocimiento y necesitamos saber cómo se ha elaborado ese alimento que nos estamos llevando a la boca”. Como hemos resaltado en este blog, es muy importante conocer el origen y destino de todo lo que usamos (tanto de los productos como de sus envases).

“La mayoría de los alimentos precocinados llevan colorantes y aromas artificiales”, por no hablar de los excesivos transportes, que contaminan el planeta “para que podamos consumir frutas fuera de temporada”.

Vivimos en una sociedad en la que las empresas engañan a los consumidores y en la que estos últimos se dejan engañar con facilidad. Un ejemplo es el salmón de piscifactoría que debido a su alimentación artificial no posee el color salmón característico. En cambio, cada piscifactoría decide el tono exacto que desea añadiendo colorantes a la alimentación de los animales. Los clientes valoran el producto por el color, pero jamás preguntan por las condiciones en las que han vivido los peces o si hay antibióticos en los músculos. ¿Deja la gente de comprar salmón cuando se enteran que están comiendo antibióticos y colorantes en animales maltratados?

“Comer animales puede generar experiencias estéticas positivas tan solo si nos mantenemos a un nivel superficial”, porque “si las personas ven cómo son criados los animales, si observan su día a día, si averiguan cómo son maltratados (…) se les despertarán dudas que les pueden conducir finalmente a asumir una dieta vegana“. Las empresas cárnicas temen eso tanto que esconden todo lo posible las condiciones reales en las que viven los animales, para tranquilizar la conciencia del ingenuo comprador que, además, suele estar deseando ser engañado en este aspecto. “El cinismo de esos empresarios encaja a la perfección con la superficialidad de un público deseoso de que le eviten plantearse problemas”.

Tras investigar el problema con profundidad, Tafalla llega a una conclusión muy clara: “No es posible comer animales sin que haya dolor”. Esta investigadora se extraña de que haya gente que convive con su perro, que lo reconoce como un sujeto individual, pero en cambio, se comen otros mamíferos “que sufren igual que sufriría su perro”. Además, “aves y peces no son tan distintos” y hasta se sabe que los pulpos o las langostas sufren. De hecho, hay países que han prohibido hacer sufrir a las langostas. La producción de lácteos y de huevos también conlleva sufrimiento (incluso aunque sean productos ecológicos). Con respecto a los lácteos, el libro comenta el caso de una pareja que intentó crear una granja de vacas de producción ecológica, hasta que descubrió que “es imposible producir leche sin dolor”.

“Reducir un animal a sabor es un caso clarísimo de estética superficial y trivial”. Pero no es solo el sufrimiento lo único preocupante de comer carne: “Una dieta basada en productos animales es ecológicamente mucho más costosa, porque requiere más tierra, más agua y más energía, que una dieta vegana”. Por tanto, comer menos carne beneficia a los animales, al planeta y a todos los seres humanos, pero el camino hacia una alimentación vegetariana o vegana es un viaje personal y, ante cualquier problema es posible que haya algo que no estemos haciendo bien y lo recomendable es consultar con un nutricionista.

“Tenemos el deber moral de intentar reducir al mínimo el daño que causamos”, por lo que aunque se decida no ser vegetariano, “lo que resulta fundamental es alejarse por completo de la producción industrial, que es extremadamente cruel con los animales y devastadora para la naturaleza”. También ayuda el cultivar algunos de nuestros alimentos, lo cual es muy sencillo y forma parte de las cinco cosas muy sencillas que están mejorando mucho el mundo.

Concluyendo

Libro Filosofía ante la crisis ecológica, de Marta Tafalla (reseña)“La apreciación estética de la naturaleza se basa en admirar aquello que nosotros no somos ni tampoco podemos crear”. Esta estética ecoanimal “es un antídoto eficaz contra el antropocentrismo, contra nuestra creencia de que somos superiores y nuestros peligrosos proyectos de dominio”.

Tafalla se pregunta si podríamos reunir en un programa de estudios lo necesario para “comprender la naturaleza y los animales y aprender a convivir con ellos”. Harían falta unir ciencias y “humanidades” pero, a estas últimas sugiere cambiarles el nombre para que no sean tan antropocéntricas. Los problemas ambientales a los que nos enfrentamos requieren un cambio de rumbo urgente. “La estética ecoanimal puede ayudarnos en ese proceso, porque, al enseñarnos a apreciar la naturaleza y los animales, nos revelará la gravedad del ecocidio.

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¿Tú también eres drogadicto?

El mundo tecnológico es extraño para los humanos. Estamos medio drogados. Y eso no es lo peor. Lo más grave es que no lo sabemos; o no lo queremos reconocer; síntoma clásico de toda adicción.

En paralelo, crece el consumo de medicamentos que nos adormecen, al igual que nuestra obsesión colectiva por creer que son necesarias o imprescindibles las tonterías más delirantes, desde las toallitas húmedas al agua plastificada. Vivimos en una sociedad enganchada, sumisa a los picos de dopamina. Aunque esto tiene una explicación científica basada en la evolución, hay un lado triste y autodestructivo; deshumanizador y depravado.

¿A qué estamos enganchados? Al menos, a todo esto…

  1. Esclavos de la comodidad. Esto es dañino cuando se busca a toda costa y sin evaluar costos ni riesgos para nosotros ni para terceros.
  2. Dependemos del plástico y de los envases de usar y tirar. Hemos convertido en un peligro para nuestra salud un material que —bien empleado— podría tener más ventajas que inconvenientes. Ni un SDDR para los envases de plástico sería suficiente, porque reciclar no basta.
    • Evitar envases de usar y tirar, incluso de vidrio, no es tan fácil como debiera, aunque tampoco es imposible.
  3. Dependemos del petróleo. Pocas dependencias son tan graves como la petroadicción. Gran parte de nuestras sociedades se mueven con combustibles fósiles, desde este blog que estás leyendo, hasta la comida que llega a tu boca. Sin petróleo, sufriríamos apagones, tanto eléctricos como médicos, psicológicos, de suministros y hasta de paz.
    • Caminar e ir en bici son bombas silenciosas que despiertan a la humanidad.
  4. Nos ciega la moda barata. Queremos vestir arreglados para que no nos miren mal; o para sentirnos superiores, si bien los mayores ladrones y asesinos siempre se presentan con corbata y relojes caros. Tampoco parece importar que la moda sea causa directa de enormes problemas ecoanimalistas.
    • Vestir ropa visiblemente usada, no solo introduce menos tóxicos en nuestro cuerpo, sino que golpea en el estómago de la segunda industria más contaminante del planeta, solo por detrás del sector energético.
  5. Adoramos la carne, los lácteos, los huevos y la comida ultraprocesada. Nos da igual lo que diga la ciencia, incluso aunque nuestra salud se resienta. El consumo de alimentos de origen animal y ultracondimentados es tan sabroso y barato (subvencionado en muchos casos), que nos engancha en cada mordisco. Los dirigentes venden nuestra salud a macrocorporaciones ultraazucaradas.
    • Solo un demente o alguien sin alternativas querría trabajar de matarife. En este oficio, la crueldad diaria insensibiliza al ser humano hasta niveles inhumanos. A partir de ahí, todos los negocios que se basan en ello —igual que la caza o la pesca— tienen podridos los cimientos.
  6. Huimos lejos para mirar fuera cuando no queremos ver dentro. ¿Quién nos ha vendido que si no viajas en vacaciones eres un ser inferior? Los sabios saben que se aprende más sin salir de casa (Capítulo 47 del Tao Te Ching).
    • Viajar despacio y por tierra (sin volar) no es sinónimo de viajar cerca, ni de aprender poco. Tener el valor de mirar hacia dentro es más barato, más productivo y más valiente que subir al Himalaya, pero la foto tendrá menos likes.
  7. Buscamos el ruido. Fabricamos máquinas que producen ruido y rellenamos con música cuando hay demasiado silencio. Nuestra sociedad se comporta como si el silencio fuera un terrorífico enemigo.
  8. Anhelamos la riqueza. Queremos dinero para que nos admiren. Los ricos no son superiores; solo los tratamos como si lo fueran, sin importar si el origen de su riqueza es ético o no; o incluso cuando, directamente, se sabe que procede de corrupción propia o de sus antepasados.
    • Muchas personas se consideran clase media porque observan que hay otros más ricos y otros más pobres. La medida de Peter Singer para ver si somos ricos tal vez te sorprenda y te haga reaccionar ante este mundo asombrosamente injusto.
  9. Nos atamos a las telecomunicaciones, a internet, a la tecnología, a la IA, a las series en streaming. La cosa va más allá del síndrome FOMO (Fear of Missing Out; miedo a perderse algo), caracterizado por ansiedad o preocupación constante por no estar al tanto de eventos y personajes; a veces tan alejados que ni conocemos en persona. Estar constantemente en conversación con unos y otros no solo es estresante, sino que nos quita tiempo para cosas importantes: leer, estudiar, pensar, descansar, pasear…
    • Algunas apps, como WhatsApp, tienen serios inconvenientes si se usan mal. Por eso, cada vez más personas se pasan a Telegram que, además de tener menos usuarios (eso quita ruido), no traspasa tus datos a cualquiera de las redes de Meta.
  10. Corremos sin motivo, siervos de la inmediatez y la novedad. Lo que queremos, lo queremos rápido. Si viajamos, ansiamos llegar pronto; para así, irnos rápido a otro lugar. Ver la película es más rápido que leer el libro. Lo nuevo, rápido pasa a ser viejo.
    • ¿Y si cada día nos proponemos hacer algo más despacio, con más calma, con más pasión?

Por supuesto, no hemos pretendido ser exhaustivos en esta lista, sino invitar a una reflexión siempre agradecida y agradable. Cambiar no es fácil, pero tampoco imposible ni difícil, si lo deseamos.

Como sociedad, es bueno saber que hay estudios que reflejan que no hace falta mucha población concienciada para provocar un cambio sustancial. Entre un 10 y un 20 % de personas activas son suficientes para arrastrar a más individuos, colectivos y también a los líderes, que tendrían que tomar medidas. Hay muchos ejemplos: el voto femenino se consiguió cuando ni siquiera muchas mujeres lo deseaban.

La sociedad actual nos ha envenenado. Ya no somos consumidores. Somos nosotros los consumidos, drogadictos del sistema; adictos al placer inmediato y a la comodidad de un sistema de vida insostenible, cuya factura pagará quién sabe quién.

Asumamos nuestras dependencias. Reconozcamos que tenemos un problema grave. Ese es el primer paso para desintoxicarnos antes de morir por sobredosis.

♥ Drogas que nos matan y soluciones que nos salvan:

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En paralelo, crece el consumo de medicamentos que nos adormecen, al igual que nuestra obsesión colectiva por creer que son necesarias o imprescindibles las tonterías más delirantes, desde las toallitas húmedas al agua plastificada. Vivimos en una sociedad enganchada, sumisa a los picos de dopamina. Aunque esto tiene una explicación científica basada en la evolución, hay un lado triste y autodestructivo; deshumanizador y depravado.

¿A qué estamos enganchados? Al menos, a todo esto…

  1. Esclavos de la comodidad. Esto es dañino cuando se busca a toda costa y sin evaluar costos ni riesgos para nosotros ni para terceros.
  2. Dependemos del plástico y de los envases de usar y tirar. Hemos convertido en un peligro para nuestra salud un material que —bien empleado— podría tener más ventajas que inconvenientes. Ni un SDDR para los envases de plástico sería suficiente, porque reciclar no basta.
    • Evitar envases de usar y tirar, incluso de vidrio, no es tan fácil como debiera, aunque tampoco es imposible.
  3. Dependemos del petróleo. Pocas dependencias son tan graves como la petroadicción. Gran parte de nuestras sociedades se mueven con combustibles fósiles, desde este blog que estás leyendo, hasta la comida que llega a tu boca. Sin petróleo, sufriríamos apagones, tanto eléctricos como médicos, psicológicos, de suministros y hasta de paz.
    • Caminar e ir en bici son bombas silenciosas que despiertan a la humanidad.
  4. Nos ciega la moda barata. Queremos vestir arreglados para que no nos miren mal; o para sentirnos superiores, si bien los mayores ladrones y asesinos siempre se presentan con corbata y relojes caros. Tampoco parece importar que la moda sea causa directa de enormes problemas ecoanimalistas.
    • Vestir ropa visiblemente usada, no solo introduce menos tóxicos en nuestro cuerpo, sino que golpea en el estómago de la segunda industria más contaminante del planeta, solo por detrás del sector energético.
  5. Adoramos la carne, los lácteos, los huevos y la comida ultraprocesada. Nos da igual lo que diga la ciencia, incluso aunque nuestra salud se resienta. El consumo de alimentos de origen animal y ultracondimentados es tan sabroso y barato (subvencionado en muchos casos), que nos engancha en cada mordisco. Los dirigentes venden nuestra salud a macrocorporaciones ultraazucaradas.
    • Solo un demente o alguien sin alternativas querría trabajar de matarife. En este oficio, la crueldad diaria insensibiliza al ser humano hasta niveles inhumanos. A partir de ahí, todos los negocios que se basan en ello —igual que la caza o la pesca— tienen podridos los cimientos.
  6. Huimos lejos para mirar fuera cuando no queremos ver dentro. ¿Quién nos ha vendido que si no viajas en vacaciones eres un ser inferior? Los sabios saben que se aprende más sin salir de casa (Capítulo 47 del Tao Te Ching).
    • Viajar despacio y por tierra (sin volar) no es sinónimo de viajar cerca, ni de aprender poco. Tener el valor de mirar hacia dentro es más barato, más productivo y más valiente que subir al Himalaya, pero la foto tendrá menos likes.
  7. Buscamos el ruido. Fabricamos máquinas que producen ruido y rellenamos con música cuando hay demasiado silencio. Nuestra sociedad se comporta como si el silencio fuera un terrorífico enemigo.
  8. Anhelamos la riqueza. Queremos dinero para que nos admiren. Los ricos no son superiores; solo los tratamos como si lo fueran, sin importar si el origen de su riqueza es ético o no; o incluso cuando, directamente, se sabe que procede de corrupción propia o de sus antepasados.
    • Muchas personas se consideran clase media porque observan que hay otros más ricos y otros más pobres. La medida de Peter Singer para ver si somos ricos tal vez te sorprenda y te haga reaccionar ante este mundo asombrosamente injusto.
  9. Nos atamos a las telecomunicaciones, a internet, a la tecnología, a la IA, a las series en streaming. La cosa va más allá del síndrome FOMO (Fear of Missing Out; miedo a perderse algo), caracterizado por ansiedad o preocupación constante por no estar al tanto de eventos y personajes; a veces tan alejados que ni conocemos en persona. Estar constantemente en conversación con unos y otros no solo es estresante, sino que nos quita tiempo para cosas importantes: leer, estudiar, pensar, descansar, pasear…
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  10. Corremos sin motivo, siervos de la inmediatez y la novedad. Lo que queremos, lo queremos rápido. Si viajamos, ansiamos llegar pronto; para así, irnos rápido a otro lugar. Ver la película es más rápido que leer el libro. Lo nuevo, rápido pasa a ser viejo.
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Como sociedad, es bueno saber que hay estudios que reflejan que no hace falta mucha población concienciada para provocar un cambio sustancial. Entre un 10 y un 20 % de personas activas son suficientes para arrastrar a más individuos, colectivos y también a los líderes, que tendrían que tomar medidas. Hay muchos ejemplos: el voto femenino se consiguió cuando ni siquiera muchas mujeres lo deseaban.

La sociedad actual nos ha envenenado. Ya no somos consumidores. Somos nosotros los consumidos, drogadictos del sistema; adictos al placer inmediato y a la comodidad de un sistema de vida insostenible, cuya factura pagará quién sabe quién.

Asumamos nuestras dependencias. Reconozcamos que tenemos un problema grave. Ese es el primer paso para desintoxicarnos antes de morir por sobredosis.

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La Ultrasensibilidad de la Filosofía Oriental

¿Es una sensación o es real que últimamente están proliferando por Occidente las filosofías y religiones Orientales? Se venden estatuas de Buda, se levantan stupas, suena eso del yoga, meditación, y son best-sellers obras como las de Eckarth Tolle, que adaptan muy bien esas filosofías a la cultura occidental (aunque ya en 1969, A. Blay en su obra “¿Qué es Yoga?” decía que el yoga se había puesto “de moda” en esos años…).

Evidentemente, esas filosofías tienen mucho que enseñar a la cultura materialista occidental (nos llamamos “sociedad de consumo”…), pero sería un error dar de lado a un maestro muy nuestro, que parece incomprendido, o que parece que está tan visto que su mensaje no tiene cabida en nuestra vida: Jesús tiene aún mucho que enseñarnos, para el que quiera leer su mensaje sin prejuicios ni dogmatismos, buscando su esencia.

Pero hay algo en las filosofías orientales, en general, que llama mucho la atención a los occidentales: su sensibilidad y respeto hacia toda forma de vida. Es casi como hacer del ecologismo una religión. Un budista, por ejemplo, no tiene como obligación ser vegetariano, pero en cuanto uno avanza en la senda budista, es natural hacerse vegetariano, para evitar el innecesario sufrimiento del animal que es comido. Por su parte, el Jainismo es una de las religiones más antiguas del mundo, probablemente fundada por Mahavira, contemporáneo de Buda (siglo VI a.C.). Al contrario que el budismo, el jainismo no se extendió fuera de la India. Los jainistas hacen cinco votos de los que el principal es renunciar a matar o hacer sufrir seres vivientes (Ahimsa). También promulgan el desapego material (Aparigraha), o limitación voluntaria de las propias necesidades. Jesús también valoró la pobreza y la no violencia ni contra nuestros enemigos, pero los jainistas tienen una profunda compasión por todas las formas de vida, basada en la igualdad de las almas sin importar las diferencias en las formas físicas: humanos, plantas y animales, incluyendo los seres microscópicos. Un jainista tiene cuidado de no dañar ningún bicho al andar o respirar… los insecticidas o el uso del coche no son éticos por los mismos motivos. Por supuesto, los jainistas ortodoxos llevan su respeto más allá de ser vegetarianos, intentando causar el mínimo de violencia hacia los seres vivos (muchas formas vegetales incluyendo raíces y ciertas frutas también están excluidas de la dieta jainista, debido al gran numero de seres que viven por el ambiente en que crecen).

Para el hindú ortodoxo existen algunos rituales diarios obligatorios (según cuenta Yogananda en su “Autobiografía de un Yogui”). Uno es Bhuta Yajna, una ofrenda de alimento al reino animal. Es una demostración de respeto a las formas menos evolucionadas y una muestra de amor y disposición para ayudar al más débil. Pitri Yajna es una ofrenda a los antepasados, en agradecimiento a lo que les debemos, mientras que Nri Yajna es una ofrenda de alimentos al extranjero o al pobre, símbolo de las obligaciones para con nuestros contemporáneos. Para los hindúes, el huésped es Dios, como lo es cada ser vivo. Todo puede ser sagrado, si nuestra sensibilidad nos deja sentirlo así.

Más información:

Simplificando la Vida, para ser como niños: Tantra, Yoga, y Ecologismo

¿Tienes la sensación de que tu vida es muy complicada? No te preocupes. Es lo normal. Tal vez tu único problema es que eres mayor. Por eso, algunos no quieren ser mayores:

Pero se puede ser mayor sin idolatrar el dinero, ignorando los vanos reclamos de los anuncios de publicidad y viviendo simplemente, para que otros puedan simplemente vivir. Y todo sin perder la inocencia, como se quejaba Bunbury en su tema “De mayor” … diciendo… ♪♫ “de mayor ♪ quiero aprender ♫ a ser pequeño” ♪♫…

Puedes trabajar duro, si te apetece, pero también puedes entender la vida como el oso Baloo de la película “El libro de la selva” (basada en la obra de Rudyard Kipling), que nos enseña que “lo más vital” nos lo regala “Mamá Naturaleza“, y que “nunca del trabajo hay que abusar“: Reducir la jornada laboral es además una insustituible solución a las crisis económica y ambiental. Aunque en el libro original el oso es algo diferente, la canción de la película es estupenda:

No hay mayor pensamiento antisistema que pretender consumir cada vez menos, para que el decrecimiento económico permita decrecer también las agresiones a la justicia y a la Naturaleza (y en eso, todos podemos colaborar).

Algunas filosofías orientales, de India en particular, tienden a promover o tender hacia la renuncia y desapego de las cosas materiales (como también lo proclama el cristianismo). Entendiendo que ésto es muy difícil, plantean varias fases, y varios caminos.

El camino del Tantra es un culto centrado en el dios Shiva, y todo placer es aceptado y disfrutado, pero sin perder de vista el objetivo del desapego, de la austeridad, de la consciencia y control del camino del Yoga.

El tántrico busca (y halla) el placer en lo cotidiano, disfrutando el presente sin dejarse atrapar por el placer pasado, sin pretender repetirlo. Lo cotidiano lo hace sagrado. Si busca placer, lo busca sin obsesión, y lo busca con amor, también en el sexo (maithuna). El trantra es un camino también arriesgado, pues en vez de trascender lo material, puedes quedar atrapado. El tántrico ni reprime ni alimenta obsesiones o placeres. Simplemente deja que ocurran, disfruta al máximo… y aprende la volatilidad. El auténtico tántrico es capaz de disfrutar de todo, hasta de la desgracia (poderosa maestra) o de la pérdida, pues sabe que al final todo lo material lo vamos a perder. El tantra invita a entender que en el desapego está la mayor felicidad, y a ese objetivo se dedica en cada acto, sin prisas. El tántrico puede tener cualquier profesión y cualquier salario, pero entiende que su final puede estar en ser un sadhu… tal vez como Baloo.

¿Acaso no hay bastantes similitudes entre el tantra y el SER ecológico?

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  6. Ecología y Religión.
  7. Resumen de algunas Filosofías y Religiones Orientales:
    • HINDUISMO: Upanihad, Bhagavad Gîtâ, Yoga y Tantra, meditación, iluminación y mucho más. El Bhagavad Gîtâ (Canto del Venerable, es una obra cumbre de la espiritualidad idia, donde se enseña karma yoga, el yoga de la acción desinteresada, el desapego/renuncia).
    • SUFISMO.
    • BUDISMO y ZEN.
    • TAOÍSMO y su Tao Te Ching.

Ascetas Ancestrales entre los Famosos Filósofos Griegos y Romanos

Diógenes de Sínope, el cínico, el perroHay un cuento que cuenta que un sabio recibió a un amigo en su casa que le dijo: «Veo que no tienes apenas muebles, ni casi nada en la casa». El sabio le dijo: «Tú tampoco tienes muchas cosas aquí». Entonces, el amigo contestó lo obvio: «Bueno, yo es que aquí estoy de paso». El sabio contestó: «Yo también. Todos estamos de paso».

En todos los tiempos y lugares ha habido ascetas, gentes que eligen la austeridad como forma de vida, y como ahora, la austeridad siempre ha sido la forma de vida más antisistema. Algunos de ellos han sido sabios reconocidos, otros seguro que pasaron desapercibidos en la Historia, y otros viven muy cerca. En la India se estima que hay entre 4 y 5 millones de sadhus, yoguis que han renunciado a lo material. Aquí exponemos cronológicamente unos cuantos famosos filósofos clásicos, que eligieron esta forma de vida.

Empezamos con Heráclito (siglo V a.C.) filósofo famoso por su «panta rei» (todo fluye, todo cambia) y su «No es posible bañarse dos veces en el mismo río», que fue un asceta al final de su vida. Se retiró a vivir en soledad, comiendo hierbas y plantas.

Tal vez el más famoso asceta sea Diógenes el Cínico (s. IV a.C.) por sus fantásticas anécdotas y su sentido del humor. Como los sadhus indios, rechazó todas las convenciones sociales y religiosas para dedicarse a la búsqueda de Dios. Su supremo desapego, y su liberación de los deseos le hacía terriblemente libre de todo, aunque acabara como esclavo. Un día estaba preguntando a una estatua y cuando le preguntaron el porqué, respondió: «Me adiestro en preguntar en vano». Acabó con su vida con noventa años, conteniendo la respiración, y quiso que su cuerpo fuera arrojado como comida a los animales. Sus amigos le hicieron un monumento, coronado con un perro, su sobrenombre.

Sócrates en el LouvreUno de los mayores sabios de todos los tiempos, Sócrates (s. IV a.C.) vestía con gran sencillez, caminaba descalzo, indiferente al frío, al hambre… como un yogui indio. Fue condenado por un tribunal a beber el veneno de la cicuta, por corromper a la juventud porque le enseñaba a someter a crítica y revisión el saber tradicional. Similares acusaciones también se hicieron décadas antes contra Anaxágoras y contra Protágoras, condenados al exilio, pero el caso de Sócrates fue más grave porque era ateniense y utilizó su sacrificio para condenar a sus jueces. Según el filósofo Geymonat, ese sacrificio supuso que la enseñanza de Sócrates fuera una de las más eficaces que recuerda la historia. Aceptó su destino con tranquilidad asombrosa. Cuando alguien le dijo que se preparase para su sentencia, contestó: «¿Acaso crees que no me he preparado a lo largo de toda mi vida?». Llegado el momento, dijo: «A mí me toca morir y a vosotros vivir. ¿Qué es lo mejor? Sólo la divinidad lo sabe».

El gran Epicuro (s. III a.C.), que escandalizó al permitir mujeres en su academia llamada El Jardín, comía poco, y proclamaba lo poco que necesitamos para vivir. Para él, el placer se obtiene mediante la satisfacción del deseo, y mediante la indiferencia ante el deseo. La primera forma genera un placer que no es duradero, ni puro. El sentido del epicureísmo, como el del cinismo, ha sido degenerado con el paso del tiempo. El objetivo de Epicuro es la ataraxia, la ausencia de pasión y deseos, «la tranquilidad de un espíritu con buena salud».

Hiparquia (siglo II. a.C.) fue una de las primeras filósofas. De familia rica, renunció al lujo para vivir con Crates el Cínico (discípulo de Diógenes), el cual también provenía de clase alta. Ambos eligieron vivir como mendigos. Se cuenta que los padres de Hiparquia convencieron a Crates para que intentara disuadir a Hiparquia de llevar ese estilo de vida, pero no lo consiguió. No queda claro si ganó el amor a Crates, o el amor a la filosofía.

Lo mejor de la filosofía griega fue heredado por el estoicismo, la filosofía principal de la Roma clásica, y sus mejores exponentes son Séneca y Marco Aurelio. El cordobés preceptor de Nerón, Séneca (s. I d.C.), siguió una vida ascética y estoica, rodeado de gente rica. Hasta se hizo vegetariano, y llegó a sentir lo divino en todas las cosas. El estoicismo es una aceptación total de cuanto ocurre. Como decía Séneca: «Las circunstancias favorables no elevan al sabio, ni las adversas lo hunden». Su lema era ser feliz con poco, y sin depender de lo externo. Como Sócrates, también fue injustamente condenado a muerte.

Marco Aurelio (s. II) se hizo cínico con 11 años. Con 18 años fue adoptado por el emperador romano Antonino Pío, y lo nombró su sucesor. Como estoico no le debió gustar ser emperador, pero como estoico se resignó a lo que el destino le guardó. Marco Aurelio tuvo que renunciar a una vida sencilla, por la riqueza y el poder. En su libro de Meditaciones, condensa el estoicismo en una frase: «¿Te ha acontecido algo? Está bien». Para Marco Aurelio todo lo que ocurre es algo habitual y sólo el necio se alegra o se aflige por lo que le sucede.

Terminamos nuestro repaso con Porfirio (s. III) que, procedente de familia noble, escogió un ascetismo riguroso que incluía ser vegetariano. Como hiciera Empédocles, condenó los sacrificios de animales y el consumo de carne. En su libro De la abstinencia, se erige en defensor del vegetarianismo, por razones éticas y con un papel esencial en la búsqueda espiritual, y en la paz de espíritu. Pero está claro que el vegetarianismo por sí mismo no es suficiente, y por eso Porfirio llegó más lejos: «Impide que el cuerpo perturbe al alma con sus exigencias y placeres; disuelve el vínculo entre cuerpo y alma».

Por supuesto, a lo largo de la historia ha habido muchísimos más ascetas famosos, como los estilitas, que escogieron vivir años y años encima de columnas. De todos ellos nos podemos preguntar si fueron felices. Es evidente que la pobreza no da la felicidad, ni garantiza estar primero a los ojos de ningún Dios. No puede ser malo disfrutar con mesura de las cosas materiales de esta vida, pero acumular demasiadas cosas materiales, en un mundo donde muchos están muriendo de hambre, es evidentemente muy cuestionable, aunque los que mueren y sufren no estén delante nuestra.

Más información:

A veces son las consecuencias las que generan las causas

Relaciones causa-efecto y su inversiónSolemos pensar que  las cosas tienen una causa y que la relación causa-efecto es irreversible, pero no es cierto. En algunas cosas importantes para el ser humano, se ha demostrado que la implicación se invierte, o sea que el efecto es también la causa, y viceversa. Así, encontramos los siguientes ejemplos:

  • Serás más feliz si sonríes (aunque sea de forma forzada).
  • Si quieres tranquilizarte, respira de forma tranquila.
  • La forma de mirar influye en lo que amamos.

Una de las reglas más famosas de inferencia lógica es la llamada “modus ponens“. Según ella, si tenemos una implicación del tipo A→B (léase “A implica B“, o sea, que un hecho A genera una consecuencia B), y además tenemos que A es verdad, entonces, deducimos que B es verdad. Un ejemplo sencillo de implicación sería: “Si llueve, se moja el campo”. Así, si sabemos que llueve, podemos deducir que se moja el campo. Obviamente, no podemos deducir en sentido contrario: si sabemos que el campo está mojado, no podemos deducir que ha llovido. En cambio, si sabemos que el campo no está mojado podemos deducir que no ha llovido (es la regla del modus tollens: si A→B entonces ¬B → ¬A, o sea, la negación de B implica la negación de A).

Por otra parte, el ser humano tiende a simplificar la realidad para entenderla mejor. Así, muchas veces “inventamos” reglas del tipo A→B que no son del todo ciertas, pero que parecen cumplirse siempre. Por eso, en muchas de esas reglas encontramos que la causalidad es la inversa, o al menos, que lo que era la consecuencia B favorece considerablemente la causa A. Esto es interesante cuando queremos conseguir un hecho A que pensamos que está fuera de nuestro alcance, pero en cambio sí podemos hacer algo para que B sea verdad. Veamos tres ejemplos bien demostrados.

1. Sonríe para ser feliz

Solemos pensar que la felicidad hace que la gente sonría: Felicidad→Sonreír. Y es cierto, pero también es cierto que la gente que sonríe es feliz: Sonreír→Felicidad.

Es decir, el mero gesto de sonreír, aunque sea con una sonrisa forzada, genera endorfinas, que son las llamadas hormonas de la felicidad. Esas endorfinas tienen propiedades analgésicas y antidepresivas, además de otros beneficios, como son: aumentar la creatividad, ayudar a encontrar soluciones a los problemas, reducir la presión arterial y mejorar el sueño y la digestión. De hecho, se ha probado que la técnica del lápiz es efectiva. Esta técnica consiste en poner en la boca un lápiz atravesado, de forma que se genera de forma forzada el gesto de sonreír. Y ese mero gesto forzado, genera todos los beneficios que tiene sonreír. Por tanto, no esperes a ser feliz para sonreír: sonríe ahora.

2. Respira tranquilamente para quitarte estrés

Pasemos al segundo caso. Si te observas, verás que cuando estás nervioso, respiras de forma nerviosa. Está demostrado desde hace siglos que una forma de relajarse es respirar tranquilamente. Es, de hecho, una de las técnicas del yoga, en la cual la respiración (llamada Prâna) es un elemento esencial. De hecho, el control de la respiración (Prânâyâma) es uno de los 8 pasos del yoga de Patañjali, y ayuda tanto a la concentración como a equilibrar y simplificar la vida. Nuestro estado anímico se refleja en la respiración, pero también es cierto que controlando nuestra respiración podemos modificar nuestro ánimo y, por tanto, nuestra salud. Así pues, respira tranquilamente para tranquilizarte.

3. Mira a la cara para amar más

Finalmente, las personas que se quieren y se aprecian, suelen mirarse a la cara. ¿Qué ocurrirá si dos personas totalmente desconocidas se miran a la cara unos minutos? Lo has acertado: si dos personas se miran a la cara durante un rato, surge entre ellos una complicidad y afinidad, incluso aunque no se conozcan previamente. El vídeo de Amnistía Internacional lo demuestra. Al final, las personas que pensamos que son muy diferentes a nosotros, no lo son tanto.

Información adicional:

Libro Siempre en pie, o cómo el estoicismo te hará feliz, de Pepe García @ElEstoicoEsp

Ser felices incluye saber afrontar nuestros proyectos, gestionar la incertidumbre, aceptar los fracasos… y, en definitiva, «vivir una vida que merezca la pena ser vivida». Este libro (Plataforma Editorial, 2022) es una gran ayuda para este propósito. Su lectura, agradable y fluida, nos convence y nos anima a ser mejores personas y aumentar la felicidad. Pepe García dice ser un «entrenador de estoicismo». ¿Quieres entrenarte? Como dijo Crisipo (otro estoico): la filosofía es una cura para el alma.

Por supuesto, hay otras filosofías útiles. Entre las antiguas, podemos encontrar el epicureísmo que busca el placer y elude el dolor, pero no a cualquier precio. De hecho, dado que no siempre esa es una buena estrategia, se recomienda «entrenarse en cómo superar el dolor». Más modernamente, hay terapias psicológicas basadas en el estoicismo, como la cognitivo-conductual o la racional emotivo-conductual.

Resumiendo, el estoicismo nos ayuda a ser mejores personas, a vivir mejor y a encajar los golpes de la vida, los cuales son inevitables. Los contratiempos, que no están bajo nuestro control, es mejor afrontarlos con serenidad, en vez de con enfado. Epicteto decía: «no son las cosas lo que nos perturba, sino los juicios que hacemos sobre esas cosas». Por supuesto, hay ocasiones en las que podemos decidir cómo actuar. En este caso, el estoicismo nos pide que nuestra intención sea virtuosa. Así, aunque el resultado no sea bueno, podemos estar tranquilos y satisfechos. Por eso, este filósofo mantenía que solo las cosas que dependen de nosotros pueden ser buenas o malas. El resto lo califica como indiferente (incluyendo la salud, la reputación, la fama, el dinero…). Puedes preferir una cosa a otra (la riqueza a la pobreza), pero no ligar tu felicidad a conseguirlo. El sabio estoico —sea rico o pobre— sabe vivir con austeridad y tiene presente que lo importante es no apegarse a lo material.

Como también proclamaba la filosofía india del karma yoga, debemos obrar para hacer del mundo un lugar mejor, pero sin esperar algo a cambio por comportarnos bien. Actuar con virtud es un fin en sí mismo. Marco Aurelio escribió: «Cuando hayas hecho un favor y otro lo haya recibido, ¿qué tercera cosa andas todavía buscando, como los necios?».

El autor explica muy bien la diferencia entre ataraxia y apatheia. Lo primero es algo parecido al nirvana o samâdhî del budismo y del hinduismo, un estado de serenidad, calma e imperturbabilidad, pase lo que pase a nuestro alrededor. Por su parte, apatheia significa estar libres de emociones negativas.

Al final de este artículo enumeramos 20 ideas clave
del estoicismo que aquí se explican.

El libro nos resume las vidas de tres estoicos famosos: Séneca, el cordobés millonario que predicó el desapego por encima del tener o no riquezas;  Epicteto, el esclavo liberado en su vejez que montó una academia de filosofía; y Marco Aurelio, «uno de los mejores líderes de toda la historia», famoso por sus Meditaciones. Puedes leer reflexiones de estos y de otros sabios en Mis citas preferidas.

Las cuatro virtudes estoicas

Pepe García nos explica de forma sencilla las virtudes estoicas que aquí resumimos:

  1. Sabiduría práctica. Consiste en distinguir lo que debemos hacer de lo que no y, sobre todo, en realizar lo primero. Esta es la virtud más importante y propone analizar nuestras situaciones personales, escribiendo lo que serían buenas y malas decisiones en cada una de ellas y cómo mejorar. Con ese ejercicio tomaremos conciencia de si avanzamos o no.
  2. Justicia. Se trata de pensar cómo cada acción afecta a los demás. Hoy, podríamos extenderlo a todo lo demás, incluyendo los animales y el medioambiente.
  3. Templanza. Es moderación en nuestros impulsos y placeres, así como disciplina para hacer lo que sabemos que debemos hacer. El mecanismo es «prestar atención» a lo que estamos viviendo en cada momento, ser conscientes de nuestros sentimientos e impulsos y, controlarlos. Epicteto nos propone el ejercicio de pensar cómo nos sentiremos después de tomar una buena decisión: pensar en el orgullo con uno mismo cuando hemos sido capaces de vencer una tentación, de haber sido capaz de rechazar algo negativo. ¿Cuándo nos hemos arrepentido de comer sano o de hacer algo que debíamos hacer?
  4. Coraje, valor, resistencia a lo incómodo. Esto nos permite superar las adversidades (resiliencia) y hacer lo correcto aunque los demás hagan otra cosa. Un ejercicio es empezar por cosas pequeñas. Ser valiente no consiste en no tener miedo, sino en controlarlo y vencerlo con acciones.

Una técnica estoica consiste en elaborar un manual (enquiridión) de máximas, frases breves, que nos permitan afrontar las adversidades recordando cómo actuar. Repitiendo y memorizando frases podemos cambiar nuestra forma de pensar y proceder. Esto ayuda a superar las creencias o enseñanzas erróneas. Te sugerimos que eches un vistazo a nuestra colección de citas donde, sin duda, encontrarás algo interesante.

Para los estoicos, «todo lo que ocurre es neutral» (ni bueno ni malo) y es nuestra interpretación —lo que nos decimos a nosotros mismos— lo que marca la diferencia. Para aprender a tomarnos bien la vida, Pepe García recomienda planificar momentos deliberados de quietud, para escuchar nuestra mente. En silencio y soledad, escucharemos todo el ruido que generamos nosotros mismos. Aunque es algo parecido, no se trata de una meditación al estilo oriental. Posteriormente, en cada situación que valoremos negativa debemos recordar las máximas, cambiar nuestra forma de pensar y afrontar los hechos como una oportunidad para entrenar nuestra paciencia y para aprender a ser mejores.

Autoevaluación y dicotomía del control

Los estoicos dedican tiempo cada día «a reflexionar sobre sus acciones». El famoso médico Galeno recomendaba, con Marco Aurelio, prepararnos mentalmente cada mañana sobre cómo serán nuestras acciones. Imaginar cómo queremos que sea nuestro día y anticiparnos a las adversidades que podamos prever es muy inteligente. Séneca recomendaba también reflexionar al final del día para evaluar nuestros aciertos y errores. Por otra parte, podemos copiar al emperador, el cual tenía un diario personal en el que apuntaba para sí mismo sus reflexiones.

García aclara: «El propósito de este ejercicio no es machacarnos ante cada error ni tampoco presumir demasiado por lo que hemos hecho bien. La finalidad, en cambio, es mejorar, estar cada día un paso más cerca del tipo de persona que queremos ser». Un ejercicio matutino que puede usarse para planificar el día es elaborar una lista con las cosas que queremos conseguir ese día, siendo realistas y sin excedernos, al menos al principio.

«Nuestra energía es limitada, y la mejor forma de administrarla no es poniendo atención en las cosas que no dependen de nosotros». Por eso, Epicteto recomendaba examinar las preocupaciones y centrarnos en lo que depende de nosotros. Pepe García nos advierte: si ponemos nuestra energía y nuestro foco en las cosas que no dependen de nosotros, estaremos garantizando nuestra falta de tranquilidad. Se llama dicotomía del control a centrarnos en diferenciar esto.

Memento mori (recuerda que morirás)

Séneca animaba a no tener miedo de la muerte. El estoicismo cree que tener presente la muerte puede ser la mejor forma de vivir una vida feliz (eudaimónica). El libro plantea varios ejercicios interesantes, como imaginar que hacemos algo por última vez.

No se trata de pensar en la muerte para angustiarnos, sino para valorar el estar vivos, para animarnos a cumplir nuestros sueños y para pensar en cómo queremos vivir y ser recordados. Otro interesante ejercicio es usar la muerte como consejera.

Atención, imaginación negativa y premeditatio malorum

«La vida ocurre en la mente. De hecho, cualquier pensamiento, idea, emoción y acción, ocurre en la mente». Por eso, si controlamos nuestra atención —nuestra mente— aumentaremos la calidad de vida. Esto es algo que sabían los estoicos (lo llamaban prosochê), pero también los místicos orientales (meditación) y los psicólogos actuales (que recomiendan hacer mindfulness). Cuesta entrenar la atención, porque los resultados no se ven de forma inmediata. Pepe García responde que meditar «sirve para entrenarnos en darnos cuenta de nuestros pensamientos y emociones». Además de meditar, cuando tengamos que hacer alguna tarea concreta, recomienda eliminar distracciones (p. ej. el teléfono) o contar las veces que nos distraemos. Epicteto tenía claro que prestando atención nada puede salir peor que estando distraídos.

No saber apreciar lo que tenemos es un problema generalizado. Además, también solemos caer en tener demasiados deseos que, cuando se satisfacen, dejamos de valorar y pasamos a desear otras cosas, una y otra vez (proceso llamado adaptación hedónica o avaricia, según en lo que nos centremos). Por último, también es frecuente tener miedo ante la incertidumbre del futuro.

El objetivo del budismo es detener los deseos. En cambio, el estoicismo pretende evitar que los deseos condicionen nuestra felicidad o integridad. Conseguir algo no depende exclusivamente de nosotros, pero actuar con virtud sí. Por eso, el estoicismo propone obrar bien, sin pretender algo a cambio (como el Karma yoga). «Si damos más importancia a lo que tenemos que a lo que deseamos, seremos más felices».

Una técnica es la imaginación negativa, que consiste en imaginar que perdemos algo que sintamos que es valioso. Esto nos hará sentir pensamientos incómodos de forma controlada, que nos harán valorar más lo que tenemos o nuestra situación actual. Por ejemplo, intenta vivir un tiempo como si fueras ciego, y verás el agradecimiento sincero al abrir los ojos.

El premeditatio malorum es un ejercicio similar. Recomendado por Séneca, consiste en imaginar que nos ocurre algo malo. El objetivo no es ser pesimistas y quejarnos, sino prepararnos mentalmente para futuras adversidades y superar nuestros miedos. Lo que nos parece un gravísimo problema, rara vez lo es realmente. Bien hecho, este ejercicio suele mostrarnos que tenemos bajo nuestro control mucho más de lo que pensamos y que, además, existen alternativas razonables ante ciertos problemas. Podemos pensar, sin duda, que ese mismo problema lo han tenido otras personas en el pasado y lo han superado sin dramatizar. Aparcar nuestro ego por un tiempo es sanador. Puede ayudar recordar algún problema del pasado y tomar conciencia de que lo superamos (una ruptura, un despido, una lesión o enfermedad, una pérdida importante, etc.).

El objetivo de estos últimos ejercicios no es ridiculizar nuestros problemas, sino evitar que nos paralicen y pasar de preocuparnos por ellos a ocuparnos de ellos. Además, tengamos en cuenta que las desgracias que más tememos rara vez ocurren. El filósofo y matemático René Descartes, ya mayor, escribió una carta en la que decía: «Mi vida estuvo llena de desgracias, muchas de las cuales jamás sucedieron».

Incomodidades voluntarias y ver los problemas como oportunidades

Este ejercicio es fundamental en el estoicismo. Se trata de privarnos voluntariamente de comodidades o lujos de los que disfrutamos o podríamos disfrutar. Ejemplos: quitarnos una comida, transportarnos andando o en bici, ducharnos con agua fría, no usar los ascensores, no usar el teléfono en varios días, dejar de comprar algo, etc. Esto «nos ayuda a comprender mejor que podemos prescindir de muchos privilegios a los que estamos acostumbrados». Otras ideas que propone el libro son: no gastar nada en varios días, hacer más ejercicio, caminar descalzo por la calle o vestir ropas ridículas, como hacía el político romano Catón el Joven para entrenarse en que le dieran igual las opiniones ajenas. Catón propiciaba burlas contra él para curtirse en ignorarlas. También fue muy desconcertante en su época, la defensa de Catón del bienestar de los pueblos conquistados. Una vez, se estaba celebrando la masacre que César había perpetrado contra una tribu gala, incluyendo mujeres y niños. Catón se levantó en el Senado para exigir que el general fuese juzgado como criminal de guerra. El estoicismo fue posiblemente la primera escuela en enseñar el respeto a todos los pueblos, una idea que después fue transmitida al cristianismo y su esencia.

En muchas ocasiones, en estos ejercicios lo que más cuesta es empezar. Superado ese trámite, hacer algo bien puede ser más fácil de lo que pensamos.

En la misma línea, los estoicos afrontaban sus problemas como una oportunidad para mejorarse: para cultivar su paciencia, para trabajar su resistencia… en definitiva, para ver las cosas de otra manera. Así, la gravedad de los problemas se diluye y nos preparamos para aguantar desgracias mayores.

Serenidad estoica

Repitamos: Epicteto decía que «no son las cosas lo que nos perturba, sino los juicios que hacemos sobre esas cosas». Por tanto, el estoico debe aprender a controlar los juicios que hacemos, a distinguir los hechos de las opiniones, a describir la realidad sin emitir juicios de valor. Las cosas no son buenas o malas, sino que depende de un montón de factores, muchos de ellos incontrolables por nosotros. Emitir valoraciones basándose en prejuicios, hacer suposiciones de cosas que no estamos seguros, solo contribuye a errores y a malgastar nuestra energía en cosas banales. Esto se parece al primero de los acuerdos que Miguel Ángel Ruiz Macías explicaba en su libro Los cuatro acuerdos (véase foto adjunta).

Ante sentimientos negativos, lo primero es detectarlos junto con los pensamientos inútiles que los acompañan y que no nos llevan a nada bueno. Notar los síntomas y ser conscientes es el primer paso para controlarlos. En segundo lugar, analizaremos por qué pensamos eso y si realmente exageramos o dramatizamos la gravedad de la situación. Retrasar la respuesta instintiva nos hace razonar y reaccionar mejor. Por último, debemos cambiar esos pensamientos por otros más objetivos y reales. En todo caso, es un proceso en el que podemos entrenarnos para mejorar día a día. Y si nos cuesta trabajo, el libro incluye ejercicios interesantes que podemos practicar.

Portada de La vida te enseña
Un libro con 101 relatos de la vida real aplicando la humildad y el estoicismo

En momentos de estrés o sentimientos negativos, Séneca nos recomienda respirar profundamente y pensar qué le diríamos a un amigo que estuviera en nuestra situación. También funciona hacer todo lentamente (movimientos lentos), hasta que la mente se calme.

Como dice Pepe García, «nuestro cerebro es presa de multitud de sesgos cognitivos y creencias». Por ejemplo, es muy típico suponer que alguien rico o elocuente es mejor persona. En cambio, es una suposición falsa. De ahí la importancia de «distanciar nuestras opiniones de los acontecimientos a los que se refieren», una técnica que la psicología moderna denomina «distanciamiento cognitivo».

En definitiva, el estoicismo invita a actuar correctamente, aunque nuestros intereses personales se vean perjudicados. No se trata de hacer lo correcto para quedar bien, sino porque es lo correcto. Para conseguirlo —sin caer en el perfeccionismo— Pepe nos propone el ejercicio de imaginar que un sabio nos está mirando cuando lo necesitemos. Este sabio puede ser alguien real o imaginado, y se puede usar para buscar consejo: «¿Qué haría él o ella si estuviera en esta situación?». También se puede pensar en genérico para ayudarnos a reflexionar: «¿Qué haría una persona calmada en esta situación?».

Por último, el libro nos da un consejo de parte de Marco Aurelio: cuando nos sintamos culpables por no haber hecho lo mejor, seamos benevolentes con nuestros errores puntuales y valoremos nuestra trayectoria general y nuestro compromiso por mejorar.

♥ Otras lecturas de interés:

  • A veces son las consecuencias las que generan las causas.
  • Marco Aurelio: pensamientos estoicos para el mundo de hoy.
  • Usar a los demás para mejorar[te/nos/los/lo].
  • Empatía hacia lo(s) demás.
  • Libros resumidos:
    1. Historia de la filosofía y de la ciencia, de Ludovico Geymonat.
    2. La vida te enseña, relatos para aprender de la vida.
    3. Filosofía ante la crisis ecológica, de Marta Tafalla.
    4. Filosofar entre rejas, de José Barrientos (ed.).
    5. Otros libros resumidos sobre ecologismo, animalismo, globalización, economía, psicología…
  • Enumeremos 20 ideas básicas del estoicismo:
    1. Epicteto decía: «no son las cosas lo que nos perturba, sino los juicios que hacemos sobre esas cosas».
    2. No hay nada bueno ni malo. Es nuestra interpretación lo que hace esa clasificación.
    3. No condicionar la felicidad a conseguir metas que no dependen de nosotros.
    4. El sabio estoico sabe vivir con austeridad y sin apegarse a lo material.
    5. Las cuatro virtudes estoicas: sabiduría práctica (distinguir lo que debemos hacer de lo que no), justicia (cada acción afecta a lo demás), templanza (moderación en nuestros impulsos y placeres) y coraje (resistencia a lo incómodo, superar las adversidades).
    6. Coleccionar frases útiles (enquiridión), como nuestras citas preferidas.
    7. Planificar momentos deliberados de quietud, en silencio y soledad. También es útil meditar.
    8. Afrontar los hechos negativos como una oportunidad para entrenar nuestra paciencia y para aprender a ser mejores.
    9. Reflexionar al principio y final de cada día. Por la mañana, prepararnos mentalmente e imaginar cómo queremos que sea nuestro día. Anticiparnos a las adversidades posibles, pensando cómo actuaremos si ocurren. Reflexionar al final del día para evaluar aciertos y errores.
    10. Dicotomía del control: pensar qué cosas dependen de nosotros y centrarnos en ellas.
    11. Memento mori.
    12. Controlar nuestra atención, nuestra mente (prosochê, meditación, mindfulness).
    13. Evitar la adaptación hedónica o avaricia.
    14. Que tus deseos no condicionen tu felicidad. Actuar para hacer del mundo un lugar mejor, sin esperar nada a cambio.
    15. Imaginación negativa, (suponer que perdemos algo valioso) y premeditatio malorum (imaginar que nos ocurre algo malo).
    16. No preocuparnos por los problemas, sino ocuparnos de ellos.
    17. Realizar incomodidades voluntarias.
    18. Ante sentimientos negativos: diferenciar hechos de opiniones, respirar y moverse despacio, pensar en qué le aconsejaríamos a un amigo.
    19. Ante una duda: imaginar lo que diría un sabio.
    20. Ante un error: seamos benevolentes con nuestros errores puntuales y valoremos nuestra trayectoria.

0,75 mg de Marco Chivalán Carrillo

8 Octubre 2025 at 11:20

Pensador marica-maya-feminista, falleció en 2024. En un contexto donde las agendas LGBTIQA+ celebran como logros de inclusión el reconocimiento por parte de los Estados, su inquietud era incómoda: exhibía la imposibilidad de vivir como gay.

La entrada 0,75 mg de Marco Chivalán Carrillo se publicó primero en Pikara Magazine.

Todas las mañanas… De Schopenhauer a Houellebecq

27 Septiembre 2022 at 06:12

Imagen: Beatrice Rabassini Aparte de dos apellidos impronunciables Schopenhauer y Michel Houellebecq comparten varias cosas: pesimistas, un tanto misántropos y dados a polemizar.  A raíz de una obra de Houellebecq, En presencia de Schopenhauer, aprovechamos para hincarle el diente un poco al filósofo alemán, sin pasarse, que la filosofía es muy radiofónica, pero difícil de […]

La entrada Todas las mañanas… De Schopenhauer a Houellebecq se publicó primero en Radio Topo.

Günther Anders, una alegato por la autodefensa

17 Febrero 2020 at 16:53

En este programa bailamos la danza de guerra. Hacemos nuestros los argumentos de Günther Anders reflejados en su escrito «¿Violencia, sí o no? (Una discusión necesaria)» y nos posicionamos claramente del lado de quien sea arroja a las fauces del monstruo para combatirlo. Entendemos que en la actualidad este un debate de nuevo necesario, por […]

La entrada Günther Anders, una alegato por la autodefensa se publicó primero en Radio Topo.

Libro “Viaje al centro de la mente” de D.J. Siegel (resumen) – Cómo la empatía y conexión con los demás seres influyen en tu salud y felicidad

Investigaciones recientes sobre la mente del neuropsiquiatra Daniel J. Siegel, en su libro Viaje al centro de la mente (2017), revelan que la mente es un término abstracto que incluye muchas cosas, desde la sensación de estar vivos, hasta la conexión con todo lo externo, junto con la conciencia, la manera en que somos conscientes y el procesamiento de información. La mente es tan poderosa que, para Siegel, “si queremos cambiar el curso del estado global del planeta deberemos transformar la mente humana”.

En este libro explora todas las características de la mente y ese camino lleva a descubrimientos asombrosos sobre lo que significa ser humano y sobre cómo vivir una vida sana y plena.

Empatía y presencia para mejorar la mente humana

Para Siegel, la mente no es solo actividad cerebral sino que en la mente influye todo el cuerpo y todas nuestras relaciones. Son muchas las cosas que desconocemos de la mente, pero sabemos que en ella hay energía e información que fluyen dentro de nosotros y entre nosotros. Este “entre nosotros” debe entenderse de una forma amplia, no solo entre individuos de nuestra especie sino “entre nosotros, los demás y el mundo”. A este complejo sistema debe unirse la interpretación subjetiva personal. Todo este cóctel influye en la salud mental y en el bienestar humano. Una de sus conclusiones es que “nos sentimos mejor, pensamos con más claridad y nuestro cuerpo funciona mejor cuando atendemos y respetamos la subjetividad” de los demás, es decir, cuando somos empáticos (intentando “sentir la vida interior” de los demás). Además, cuando nos sentimos respetados, las mentes se conectan y se producen efectos de crecimiento y curación. “Ser amables con los demás, respetar las diferencias y cultivar conexiones compasivas es vivir una vida integrada”.

Otra característica de una mente equilibrada es vivir plenamente en el presente, aceptar la realidad sin dejarse llevar por cómo nos gustaría que fueran las cosas y “aceptar que el ahora es todo lo que hay” (el pasado y el futuro no existen). Esto “exige que nos desprendamos de la necesidad de controlar” y que aceptemos las incertidumbres que siempre hay en la vida. Cuando no aceptamos algo, surge el conflicto o la enfermedad. Cuando sentimos que las cosas van mal es porque hay algo que no nos gusta. Siegel nos advierte de que “este conflicto entre lo que es y lo que esperamos que sea puede hacer que estar plenamente presentes nos resulte muy difícil”.

Einstein recomendó sentirnos conectados al Universo

En una carta publicada en un periódico en 1972, Einstein hablaba de que vivimos nuestras vidas como si estuviéramos separados del resto de seres, pero esto es una “alucinación óptica de la conciencia”, una prisión donde nos encerramos a nosotros mismos y de la que solo salimos, en palabras del propio Einstein, “ampliando nuestro círculo de compasión hasta abarcar a todos los seres vivos y a la totalidad de la naturaleza en su belleza”.

Lee también un resumen de este apasionante libro de Nazareth Castellanos: El puente donde habitan las mariposas.
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Para Siegel, este estado ilusorio de “separación” conlleva problemas tales como tratar la naturaleza como si fuera un vertedero. “Cuando abrimos nuestra mente con presencia experimentamos la naturaleza profundamente interconectada de nuestra vida. Sentimos que la Tierra forma parte de nosotros, que es un cuerpo mental extendido que forma parte de lo que somos tanto como el cuerpo físico en el que vivimos”. De esta forma, llegamos a donde han llegado muchas sabias tradiciones ancestrales (ascetas, filosofías orientales como el budismo, etc.): “cuando descendemos a la presencia experimentamos la profunda interdependencia e interconexión que hay entre todos en este mundo” (ver cita completa).

¿Implica lo anterior que las teorías de Darwin sobre la competencia son falsas? No, pero eso es solo una mínima parte de la verdad. La teoría de la evolución de Darwin dice que los seres vivos compiten entre sí provocando la supervivencia del más apto (que no del más fuerte). Sin embargo, la científica Margulis puso el foco en los procesos de cooperación que encontramos en la naturaleza y que son mucho más decisivos y más numerosos. En la naturaleza encontramos cooperación entre miembros de la misma especie y entre miembros de distintas especies (en simbiosis, por ejemplo), pero también a nivel celular. Millones y millones de células de distinto tipo están cooperando constantemente para que los organismos prosperen. Sin cooperación hubiera sido imposible la existencia de seres tan complejos como algunos primates que estudian hasta la mente.

Los estudios de Siegel, Darwin, Margulis e incluso de Félix Rodríguez de la Fuente sirven para entender que todos los seres humanos estamos conectados entre nosotros y con lo demás. Es posible que la cooperación produzca más armonía y la competencia más dolor, pero ambos son parte de la evolución.

Además de la empatía, de la conexión y de vivir el presente, Siegel propone “cultivar el asombro por el simple hecho de estar vivos”, teniendo en mente que “nuestra manera de vivir y de actuar puede inspirar a personas que nunca hemos conocido”.

♥ Nota: Sobre este libro recomendamos el relato Cómo superé la pérdida de un ser querido, en el que se explica la teoría de Siegel para la integración entre rigidez y caos, lo cual da lugar a una mente sana y tranquila.

♥ Si te ha gustado lo anterior, no dejes de leer lo siguiente:

Estrategias para lesbianas mayores

17 Septiembre 2025 at 11:51

'Bollera y mamarracha' es el ensayo de Teresa Gispert ganador del III Premio de Teorías Queer y Crip Sonia Rescalvo Zafra que convoca la Editorial Cántico. Publicamos un extracto de esta celebración de las lesbianas mayores, de lo grotesco, de lo esperpéntico como fuerza política.

La entrada Estrategias para lesbianas mayores se publicó primero en Pikara Magazine.

La caza y la ética. Argumentos de los cazadores y problemas que provocan

Se caza por placer y no para comer la carne, por lo que el despilfarro no importa
Pincha en la foto para leer más sobre la CAZA

¿Puede ser contrario a la ética algo que se ha hecho por tradición desde tiempo inmemorial? Por supuesto que . Primero porque el ser humano tiene algunas tradiciones muy salvajes (la ablación o la tauromaquia son buenos ejemplos) y segundo porque el contexto cambia constantemente. La caza pudo ser una actividad ética para los primeros humanos que sobrevivían en pequeños grupos de cazadores-recolectores, pues lo hacían para sobrevivir. Para ellos la carne no fue más que un alimento secundario, como constata Harari en su libro Sapiens. Sin embargo, poco después la caza ya provocó la extinción de muchas especies, porque el ser humano antiguo no sabía cazar éticamente.

Domingo 3 de Febrero: MANIFESTACIONES CONTRA LA CAZA POR TODA ESPAÑA.
Domingo 3 de Febrero: MANIFESTACIONES CONTRA LA CAZA POR TODA ESPAÑA.

La ética de la caza depende del contexto en el que se haga: cuando no se necesita cazar para obtener una alimentación completa y saludable, la caza carece de justificación ética porque genera graves problemas que vamos a estudiar a continuación. Solo tiene sentido la caza como sustento, pero hoy, en los países ricos se caza por gusto y sin pensar en la ética. Por supuesto, hay muchas formas de cazar: hay cazadores que cazan con mucha moderación y se comen todo lo cazado, y hay cazadores que solo buscan trofeos o matar todo lo posible. Pero no queremos atacar a los cazadores, pues la mayoría han sido educados en un entorno en el que cazar se ha visto como algo normal, divertido y hasta beneficioso por dos motivos.

¿Qué argumentan los cazadores para justificar su caza?

Algunos de cazadores buscan argumentos para justificarse y no aceptan razones en su contra, pues eso les obligaría a abandonar una actividad que le agrada. Los cazadores reconocen el sufrimiento animal, reconocen que cazan por gusto y reconocen que “otros cazadores” provocan daños inaceptables a la fauna, pero cuesta más trabajo reconocer el propio impacto.

Los argumentos que alegan los cazadores son básicamente los dos siguientes, pero son realmente muy discutibles:

1. ¿La caza ayuda a la conservación?

Los cazadores no son ecologistas que hacen un sacrificio para la conservación de la naturaleza. Los cazadores cazan por gusto, no porque amen la conservación. Al menos en Europa, el objetivo de la caza no es la conservación, sino el placer. Hay cientos de especies que se han extinguido por culpa de la caza: ¿Conservó la caza la numerosa población de paloma migratoria americana? ¿Conservó la caza el bucardo de los Pirineos? También se extinguieron por la caza el lobo de Tasmania, el rinoceronte negro… Por tanto, alegar la conservación para defender la caza genera más risa que respeto.

En ciertas circunstancias hay superpoblación de algunas especies, lo cual genera problemas (desnutrición, enfermedades…). En esos casos, la caza puede contribuir a mejorar la salud de esos animales y el estado del ecosistema, pero los que alegan esto olvidan conscientemente que esa inestabilidad se ha producido siempre por culpa del hombre: o bien se trata de animales introducidos (especies invasoras), o bien el hombre ha aniquilado los predadores naturales (lobos, rapaces…), o bien, en muchos casos, son los propios cazadores los que provocan la superpoblación de especies cinegéticas (alimentándolas artificialmente, construyendo bebederos…). A veces, se da la paradoja de que los mismos cazadores que defienden la caza por superpoblación, también defienden la caza del lobo, cuando precisamente el lobo ayudaría a combatir esa superpoblación.

La auténtica conservación debe tender a conservar todas las especies propias de cada ecosistema y no solo las que tengan interés económico para unos pocos. La caza ha contribuido al retroceso exagerado de muchas especies que antes eran comunes (la tórtola, la perdiz, la avefría europea…). Y el problema es tan grave que en muchos casos los cazadores se ven obligados a pagar para que se (mal)críen los animales en granjas y luego se suelten en el campo el día de caza. En otros cotos, el monte es vallado convirtiendo el monte en una granja en la que pegar tiros cuando apetezca (por no mencionar los problemas que generan esas vallas en muchos animales salvajes). Estos hechos demuestran que el objetivo es divertirse pegando tiros, sin importar ni la naturaleza, ni el bienestar animal, ni la contaminación por plomo y munición.

Téngase en cuenta que muchas especies están siendo conservadas y su caza está prohibida (el oso o el lince en España son buenos ejemplos). Los animales no son simples recursos al servicio del todopoderoso ser humano.

2. ¿La caza genera empleo y riqueza?

Este segundo argumento es cierto. Por supuesto que genera empleo, pero también lo destruye o lo desplaza, porque en las zonas donde se caza, se están desplazando a los turistas y a los senderistas hacia otras zonas más tranquilas. Muchas zonas han descubierto que el turismo ecológico es muy rentable, pues la gente adora ir a las zonas bien conservadas (para observar lobos o ciervos, por ejemplo). La observación y la  fotografía son actividades que pueden generar riqueza sin matar.

Cuando Reino Unido prohibió la caza del zorro con perros, también hubo quién predijo desastres sociales por la pérdida de empleos, pero no ocurrió nada negativo.

Hay que respetar a los cazadores, porque no saben lo que hacenEl colmo es esa minoría de gente acomodada que se permite el lujo de viajar a lugares lejanos para matar animales exóticos con su fusil con mirilla telescópica (por cazar un leopardo se tienen que pagar más de 25.000€). No viajan con el objetivo de ayudar a esos países, aunque luego presuman de “ayudar” a los pobres, mientras cuelgan en su casa el cadáver-trofeo de un animal que vivía libremente. Si realmente desearan ayudar, seguro que encontrarían formas mucho más eficaces. Por supuesto, mucho más grave es la caza furtiva. Seguramente, el 100% de los cazadores furtivos son cazadores con licencia. Por tanto, prohibir la caza y la venta de armas de caza simplificaría mucho la lucha contra los furtivos.

Para terminar con este argumento de forma radical es preciso decir que la ética de cualquier actividad no puede sustentarse en motivos económicos. Los cazadores deberían buscar otros argumentos para defender la caza y, si no los hay, deberíamos prohibir esta actividad. Hay muchas actividades que generan “riqueza” (para algunos) pero no son éticas (tráfico de armas, de especies, de seres humanos…).

¿Cuáles son los problemas que genera la caza?

En resumen, el objetivo de la caza es matar a animales indefensos que están en su propio ecosistema, en su casa, y sin posibilidad de defenderse. La caza es solo un negocio que genera graves y numerosos problemas, por lo que es necesario exigir un control mucho más exhaustivo. De forma muy resumida, los problemas de la caza son:

  1. La caza no ayuda a la conservación y es la causa de la superpoblación de especies cinegéticas: La caza provoca una disminución de hasta el 83% en las poblaciones de mamíferos tropicales y aves, y no sirve para controlar las superpoblaciones. De hecho, a veces es la causa de ellas.
  2. La caza contamina: Europa califica de riesgo para la salud la cantidad de plomo que disparan los cazadores. También existe contaminación genética cuando se sueltan animales que se cruzan con las poblaciones locales.
  3. La caza reduce la biodiversidad: La caza solo tiene interés en ciertas especies. Por eso, para los cazadores no importa que las demás especies se vean perjudicadas. Así por ejemplo, en demasiadas ocasiones se han introducido especies exóticas y se disparan (por accidente o no) a especies que pasaban por allí.
    • Como explica M. Tafalla en su libro Filosofía ante la crisis ecológica, la caza expulsa animales de un territorio (sea o no su objetivo) y, cuando estos huyen, los conocimientos que se adquirieron en su territorio original son prácticamente inútiles. Además, cuando se mata a un animal adulto se impide que se transmitan conocimientos importantes a sus crías. Todo esto dificulta la supervivencia y la calidad de vida de una población.
  4. La caza genera riesgos para la vida y molestias: Aparte de los accidentes de caza, los vecinos y senderistas tienen que soportar el ruido, el riesgo y las molestias que generan los cazadores, pues incluso se cortan caminos públicos. Cada año hay muchos accidentes de caza que suponen también un coste para las arcas públicas. Gente paseando por el campo, en bicicleta o recogiendo piñas han recibido disparos de cazadores. Más de 600 víctimas hubo solo en 2020 (hasta septiembre).
  5. La caza frena el desarrollo rural sostenible: El turismo rural y ecológico huye de los pueblos en los que hay caza. Así, una minoría de cazadores está frenando la sostenibilidad de muchas zonas rurales.Matar a una madre embarazada o con su lactante es cruel, independientemente de la especie de la que se trate
  6. La caza produce sufrimiento animal: Nadie puede dudar que los animales cazados sufren mucho en su huida, hasta que mueren desangrados. Muchas veces mueren tan lejos del cazador que ni siquiera son encontrados. Por otra parte, está demostrado que muchos cazadores disparan también a especies no cinegéticas y a madres embarazadas… ¿para practicar su puntería o para curtirse en insensibilidad? Además, los perros de caza, especialmente los galgos, suelen sufrir graves consecuencias, tales como accidentes de caza, estar encerrados todo el año o incluso ser abandonados o sacrificados cuando no son aptos para la caza o cuando termina la temporada.
  7. La caza es una actividad violenta: No podemos enseñar valores de respeto a la naturaleza y a las demás personas, fomentando este tipo de actividades. Si se aceptara como ética la “caza por placer”, sería muy complicado poner el límite de lo que es o no aceptable. ¿Por qué la mayoría de los cazadores son hombres?
  8. La caza mata sin aprovechar todo lo que mata: Es demasiado frecuente que los cazadores no se coman todo lo que cazan, pues a veces es sencillamente imposible aprovechar tanta carne, o bien, solo buscan el trofeo y la foto (los lobos no se comen). ¿Cuántos zorzales como máximo debería matar un cazador?
  9. La caza promociona el consumo de carne: El consumo de carne está destrozando el planeta. Lo dicen los científicos y los ecologistas. Es difícil encontrar un cazador que solo coma carne de caza, y mucho más difícil es encontrar un cazador (o un taurino) vegano, aunque sí se dan casos de gente que se hace vegetariana gracias a los taurinos.
  10. La carne de caza está contaminada por plomo (cuando se usa esa munición). Por eso, está especialmente desaconsejado que la coman niños menores de 10 años.
  11. La caza recibe subvenciones desproporcionadas para una actividad extremadamente minoritaria y muy despreciada socialmente: La cantidad total se desconoce, pero tenemos muchos datos al respecto. Especialmente grave es que con dinero público de RTVE se mantiene un programa de TV y su revista sobre caza.
  12. La caza provoca incendios forestales que, con el cambio climático, son cada vez más virulentos y difíciles de controlar. Aunque el sector de la ganadería extensiva provoca muchos más incendios, también hay intereses cinegéticos.

Concluyendo

Un partido que recopila los votos de los desesperados cazadores para mantener su derecho a masacrar animales.Cada vez más gente rechaza la caza tanto como la decoración con cabezas o cráneos de animales masacrados en su hábitat natural. El mundo de la caza se siente amenazado, con razón. Ante su desesperación elaboran reglas para que sus fotos queden bien en las redes sociales (que no se vea la sangre, que no salgan menores, que no se vean los lobos muertos…) y piden que no se publiquen vídeos o fotos en los que se vea la barbarie que implica la caza. En definitiva, quieren que no se vea lo que la caza es de verdad. Están tan asustados que no temen votar a partidos extremistas que les prometen defender su actividad todo lo posible, aunque sea poco.

Matar animales para tener un trofeo es un ejemplo de la estupidez humanaLa conclusión es evidente: la caza no es necesaria, los animales no son trofeos y amar la naturaleza no es matarla. Los animales sienten y sufren. Salvo que tengas necesidad de salvar tu vida o la de tu familia, la caza no tiene justificación ética. La caza puede ser divertida pero difícilmente será ética. El problema es que los cazadores no leerán esto… y menos aún reflexionarán seriamente sobre todo lo dicho.

Más información:

¿Cuánto cuesta tener principios?

Una familia plantando un árbol.Es más fácil ser negacionista —o relativista— que actuar con responsabilidad medioambiental. Ahora, la moda es apoyar medidas ecologistas, pero de forma superficial, sobre el papel, con acciones tipo greenwashing: coche eléctrico, reciclaje, una supuesta economía circular o con bonitos lemas verdes. Por ejemplo, hoy todos apoyan las renovables (no se entendería no hacerlo), pero algunos siguen defendiendo la nuclear con argumentos falaces (como que evitaría el omnipresente riesgo de apagones).

Dejémoslo claro con un caso histórico. No generó turbación ni malestar general que el presidente de un gobierno defendiera el consumo de carne diciendo que un chuletón al punto es «imbatible». Lo que sí levantó la controversia fue visibilizar el enorme problema que tenemos por conseguir carne en el modo y la cantidad que lo hacemos (a nivel global, pero también a nivel europeo o español). Y no importa que sea de ganadería extensiva. Si te atreves a decir que la carne y el pescado deberían ser más caros, te machacarán si eres importante y te ningunearán si no lo eres.

¿Tiene algo que decir la ciencia en este tipo de debates? Por supuesto que sí. Ya lo ha hecho y su conclusión es muy clara en multitud de estudios, como el de Ripple et al., el de Kozicka et al., el de Pieper et al., el de Berkhout et al., el de Wynes et al. o el manifiesto firmado por más de 15.000 científicos. Pero, ¿de qué sirve realizar estos estudios —casi siempre financiados con dinero público— si no se atienden sus conclusiones?

La sociedad prefiere seguir danzando al ritmo de la música en la cubierta del Titanic. ¿Ignorancia? ¿Comodidad? ¿Egoísmo? ¿Confianza en el más allá, en dioses, en políticos, en el tecnooptimismo…? ¿Tal vez un poco de todo?

Si cumplir con tus principios no te cuesta dinero, ni críticas ni tu comodidad —las tres cosas—, es que son principios muy flojos.

Ser coherente con tus valores necesita, para empezar, un poco de sosiego y reflexión crítica para establecer tales principios con cierta consistencia y no porque lo dice «mi cuñao» o el «líder político de mi partido» (aunque ambos sepamos que son volubles y chaqueteros). Por otra parte, podemos asegurar que todo el mundo tiene principios éticos, más o menos fundamentados, procedentes de sus vivencias y de su formación (religiosa, cultural, mediática, política, etc.). Y a pesar de todo, sostener esos principios ha de ser costoso.

Principios para mitigar el colapso

El colapso es inevitable porque la alta dependencia de la tecnología requiere de muchos materiales y energía (y las alternativas no pueden sostener la complejidad actual). Las ciudades son aún más vulnerables por su dependencia de todo tipo de recursos externos. «No hay tiempo para una transición ordenada que pueda esquivar el colapso» (cfr. Fernández et al.). La transición energética requiere décadas y, encima, no se dan las condiciones políticas ni culturales. Algunas razones para esto son: el consumismo, el individualismo, el antropocentrismo, la irracionalidad humana o la comodidad en sí misma.

Este colapso, aunque sea inevitable, puede desacelerarse. Los científicos alegan que lo peor puede evitarse con medidas tan bien conocidas y aplicables como poco empleadas.

Defender los derechos sociales (vivienda, respirar aire limpio, derecho a migrar, etc.), señalar los desmanes de los mega ricos y sus paraísos fiscales, o denunciar la desigualdad imperante no es suficiente. En la era de las redes sociales, creíamos que la libertad de expresión sería mayor. En cambio, de nuevo, los intereses económicos han vuelto a ganar la partida, maximizando su libertad de expresión (léase de manipulación). Polarizan a la sociedad para que tengamos miedos que maximicen sus ganancias (en dinero o en votos). Demasiadas veces ha pasado ya en la historia.

Para algunos, la empatía hacia el pobre, hacia el necesitado, está bien para una foto, pero no para una película de larga duración y menos, subvencionada con dinero público recortando gastos en defensa.

♦ Propuestas inquietantes:

blogsostenible

Una familia plantando un árbol.

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