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Libro El mundo no se acaba, de Hannah Ritchie (resumen)

Un libro escrito por una científica y divulgadora de la Universidad de Oxford que tiene por bandera el optimismo y los datos (Anagrama, 2025). Se aleja del catastrofismo ecologista casi tanto como del negacionismo climático; y afirma que «aceptar la derrota ante el cambio climático es una postura indefendiblemente egoísta».

Hannah Ritchie aclara que su optimismo es «condicional» (i.e., condicionado a actuar adecuadamente); que es diferente a un «optimismo ciego» que confía sin promover la acción organizada. Su objetivo es conseguir que seamos la primera generación que logre alcanzar la sostenibilidad completa en los dos sentidos que recoge la definición de la ONU: satisfacer las necesidades de las generaciones actuales; y hacerlo sin comprometer las capacidades de las generaciones futuras para satisfacer las suyas. Con respecto al primer aspecto, Ritchie opina que falta mucho por hacer aunque, al menos, se ha avanzado una barbaridad en aspectos tales como: la mortalidad infantil y materna, la esperanza de vida, el hambre y la malnutrición, el acceso a recursos básicos (agua, energía…), la educación y la pobreza extrema.

Por supuesto, estos avances en la calidad de vida global también «han tenido un enorme coste medioambiental», lo cual ha empeorado de forma colosal el segundo requisito de la sostenibilidad. Para equilibrar la situación, el libro examina en detalle siete problemas medioambientales y sus interconexiones entre sí.

Antes de examinar esos siete problemas, Ritchie se distancia de dos soluciones típicas del ecologismo: despoblación y decrecimiento. La primera consiste en reducir el tamaño de la población y Ritchie afirma que realmente esa no es una alternativa, primero porque la población ya se está frenando a nivel mundial y, segundo, porque es muy complicado hacerlo de forma ética. Apunta a que más impacto que la superpoblación lo generan los estilos de vida (especialmente de los millonarios), lo cual podría estar afectado por la segunda solución que Ritchie rechaza, el decrecimiento, entendido como un retroceso o empobrecimiento. Para ella, la pobreza no implica mayor sostenibilidad, por supuesto, si consideramos los dos pilares de la sostenibilidad anteriormente indicados. En el libro, ella matiza que es cuestionable el crecimiento en los países ricos, pero que para acabar con la pobreza se necesita un crecimiento económico global. Para ella, no vale cualquier crecimiento y afirma —igual que cualquier decrecentista— que sería necesario crecer en algunos sectores y tecnologías y decrecer en otras. Tal vez, la promesa más impactante del libro es que dice demostrar que podemos reducir el impacto ambiental y, a la vez, mejorar la situación económica.

1. Contaminación atmosférica

Aunque no se suela decir, la contaminación atmosférica es «una de las principales causas de mortalidad en el mundo». Las cifras de fallecidos por esta causa son similares a las muertes por tabaquismo; seis o siete veces mayores que los muertos en accidentes de tráfico; y superan en cientos de veces la cifra de vidas perdidas por terrorismo o por guerras. Cada año, la mala calidad del aire suele ser quinientas veces más mortífera que todas las catástrofes «naturales» juntas.

La buena noticia es que se está reduciendo este tipo de contaminación, especialmente en las ciudades, lo cual baja las tasas de mortalidad. Es preciso tomar medidas locales y globales. Usemos como inspiración el Protocolo de Montreal para eliminar las sustancias químicas que degradaban la capa de ozono, un problema de cuya gravedad advirtió incluso Carl Sagan. En 1987 fue firmado por 43 países; y en 2009 se convirtió en el primer convenio internacional que logró la ratificación universal de todos los países del mundo. Un ejemplo que demuestra que hacer caso a la ciencia tiene resultados positivos.

A escala global, la mayor fuente de contaminación es quemar madera o carbón, incluyendo aquí las quemas agrícolas. Luego está la polución por actividades agropecuarias, principalmente por culpa de la ganadería y por los fertilizantes. Después viene la quema de combustibles fósiles para producir electricidad. Luego, diversas industrias (textiles, químicas, metalúrgicas…), seguidas del transporte de personas y mercancías.

Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"

Lee también un resumen de este libro de Yuval N. Harari.

♦ Las soluciones propuestas pueden parecer caras, pero son muy baratas si las comparamos con los cientos de millones en gastos por no solucionar el problema:

  1. Lo más urgente es «dejar de quemar cosas» y, cuando no sea posible, capturar las partículas de la combustión.
  2. Detener las quemas agrícolas por ser una inmensa fuente de contaminación estacional fácil de evitar haciendo compost, triturando, etc.
  3. Conseguir combustibles limpios para cocinar y calentarse. La leña puede ser muy natural, pero es la forma más contaminante de conseguir calor. Provoca múltiples enfermedades por respirar el humo.
  4. Eliminar el azufre de los combustibles fósiles. Es tan simple como poner filtros en las chimeneas.
  5. Transporte más limpio. Los vehículos eléctricos contaminan menos, pero no son parte de la solución porque siguen siendo origen de multitud de emisiones. Por supuesto, la aviación es muchísimo peor.
  6. Transporte sostenible: caminar, ir en bicicleta o en transporte público.
  7. Abandonar combustibles fósiles, en favor de las renovables y de la energía nuclear. Ritchie es contraria a debatir entre renovables y nuclear porque, para ella, lo importante es que son energías con bajas emisiones de CO2. No tiene en cuenta el problema de los residuos radiactivos, ni el riesgo de atentados terroristas, ni el hecho de que las nucleares no sean rentables sin subvenciones de dinero público.

2. Cambio Climático

«Un mundo 6 ºC más caliente que el actual sería devastador», nos advierte la autora. Tras comentar algunas de las consecuencias del calentamiento global, afirma que «si cada país cumpliera realmente sus compromisos climáticos, llegaríamos a los 2,1 ºC en 2100», lo cual sería una gran noticia, aunque podría ser mejor.

Hannah Ritchie asegura que «las tecnologías bajas en carbono resultan cada vez más competitivas» y «los líderes mundiales se han vuelto más optimistas». Ahora tenemos infraestructuras mejor preparadas, podemos predecir eventos climáticos extremos, organizar evacuaciones, existen redes internacionales de apoyo, etc. En definitiva, estamos mejor preparados que en el pasado y sabemos cómo reducir las emisiones de dióxido de carbono, porque hay solo dos fuentes principales: «la quema de combustibles fósiles y el cambio en el uso de la tierra» (deforestación).

La situación actual es que «las emisiones totales siguen aumentando, pero las emisiones per cápita han tocado techo». Ese dato es utilizado por la autora para ser optimista y esperar a que la contaminación empiece a declinar, al menos en los países ricos, porque dice que está demostrado que «los avances tecnológicos hacen que hoy consumamos mucha menos energía que en el pasado». Como ejemplo, afirma que en Suecia se vive con igual nivel que en Estados Unidos y, sin embargo, se emite solo una cuarta parte. Según sus datos, el crecimiento económico y la reducción de emisiones son compatibles. El problema es que mira datos de países ricos que ya son exageradamente insostenibles. En tales casos, ¿es correcto celebrar una pequeña reducción en su contaminación?

En su análisis, asegura que «las soluciones que pasan por reducir el consumo de energía a niveles muy bajos no son buenas», porque la energía es fundamental para mantener o aumentar la calidad de vida. Tampoco ve adecuado que se avergüencen los que viajan en avión, porque para ella volar es un gran invento y las ventajas son suficientes para olvidar sus serios inconvenientes. ¿Será una excusa para justificar su gusto por volar?

♦ Soluciones que propone:

  1. Transición hacia la energía renovable por todas sus ventajas. El inconveniente del espacio que requieren se resuelve buscando lugares adecuados: tejados, agrovoltaica, etc.
  2. Electrificar la demanda de energía donde sea posible y aumentar el almacenamiento (baterías…). Ritchie está convencida de que esta transición requerirá menos actividad minera que con combustibles fósiles.
  3. Replantear el transporte a larga distancia.
  4. Alimentación. Aunque sostiene que no es preciso ser veganos, deja claro que cualquier cambio a dietas más vegetales tiene una enorme influencia en el clima, como por ejemplo elegir hamburguesas de pollo en lugar de ternera (que es la carne con más huella de carbono). Con datos muy fiables confirma que «la carne con emisiones de carbono más bajas supera las de la proteína vegetal con emisiones más altas». Y no importa demasiado si son alimentos ecológicos, de proximidad o en extensivo. La autora afirma que adoptando las siguientes medidas se liberaría suficiente tierra como para compensar las emisiones del sistema alimentario resultante:
    • Comer menos carne.
    • Adoptar las mejores prácticas agrarias.
    • Reducir el consumo excesivo y el desperdicio alimentario.
  5. Reducir las emisiones por la construcción, básicamente eliminando el cemento, un material muy contaminante en su fabricación. Propone usar otros materiales y, aunque no lo cita, una opción es el cemento Sublime.
  6. Poner precio al carbono para que los productos de altas emisiones sean más caros y menos accesibles. Como todos sabemos, los precios no reflejan los costos de los productos, y mucho menos los costos ambientales. El peligro de esta medida —y Ritchie lo subraya— es que haga que las familias pobres sean aún más pobres. Para evitarlo se deben incluir ayudas y conseguir que sean los ricos los que más paguen, porque son, de hecho, los que más carbono emiten.
  7. Sacar a la población de la pobreza es otra medida para adaptarnos al cambio climático, porque son los pobres los más vulnerables.
  8. Mejorar la resiliencia de los cultivos ante los efectos del cambio climático.
  9. Adaptarnos ante el aumento de temperaturas.
  10. No caer en la trampa psicológica de la «autoconcesión moral». Esto ocurre cuando nos permitimos algo negativo porque creemos que lo compensamos con un sacrificio en otro aspecto. Por ejemplo, comernos un filete porque reciclamos el envoltorio de plástico; o caer en las trampas del greenwashing. Para ello, es importante tener muy presente qué cosas a nivel individual tienen más y menos impacto.

Un problema de la forma de comunicar de Ritchie es que quita importancia a aspectos que, aunque no sean principales, tienen suficiente peso como para no ser despreciados. Es como si olvidara el efecto sinérgico de juntar varias fuerzas. Sumar muchos pocos hace un mucho. A veces, este tipo de contradicción se hace patente en una misma explicación. Por ejemplo, cuando literalmente escribe: «Cambiar nuestra alimentación no va a resolver el cambio climático: para ello tenemos que dejar de quemar combustibles fósiles. Pero arreglar únicamente nuestros sistemas energéticos, ignorando la alimentación, tampoco nos llevará a esa meta».

3. Deforestación

La tierra ha perdido un tercio de todos sus bosques desde el final de la última glaciación. En el último siglo, también se ha perdido mucha superficie forestal, casi toda debida a la expansión de la agricultura. Las zonas incendiadas se regeneran si se las deja. Al perder bosques se emite carbono, pero Ritchie considera que eso es secundario en comparación con la pérdida de biodiversidad.

También resalta cómo la pérdida de hábitats se puede frenar con medidas políticas. Por ejemplo, «Brasil logró reducir la deforestación en un 80 % en solo siete años bajo la presidencia de Lula da Silva».

Con respecto al aceite de palma, no considera que su consumo sea preocupante, porque no se sabe con certeza la deforestación que causa de forma directa. Opina que no sería justo culpar a ciertos campos de palmeras de la deforestación de esas áreas si los bosques fueron talados con anterioridad. Es decir, no tiene en cuenta que esas zonas podrían volver a ser bosques. Además, sostiene que usar otros tipos de aceites podría ser incluso peor. Sin embargo, hay que tener en cuenta que evitar el aceite de palma no obliga a optar por otro aceite, sino que se puede optar por no consumir productos con aceite de palma (bollería, alimentos ultraprocesados, etc.) sin sustituirlos por nada con otros aceites. En cualquier caso, apoya el uso de aceite de palma certificado como sostenible (RSPO) y deja claro que «el biodiésel de aceite de palma produce más emisiones de carbono que la gasolina o el gasóleo».

«La tala de bosques para dejar espacio al ganado bovino es responsable de más del 40 % de la deforestación mundial». El siguiente factor de pérdida de bosques es la palma y la soja y, en tercer lugar, la silvicultura (papel/celulosa). Así, pues, la mejor forma de frenar la deforestación es reducir el consumo de carne de cordero y de vacuno. En tercer lugar, se situaría el queso y los lácteos de vaca. Ritchie apoya esta opción, incluso aunque sean productos de ganadería extensiva en tierras no aptas para la agricultura, porque en estos casos considera que la mejor opción sería dejar que esas tierras se conviertan en bosques u otros espacios naturales.

Otras opciones que propone son: que los países ricos paguen a los más pobres por conservar sus bosques; y que se compensen las emisiones mediante reforestaciones (aunque esto tiene un peligro muy evidente).

Para acabar este apartado, Ritchie sostiene que no es buena idea volver de la ciudad a zonas rurales (revitalizar pueblos), ya que la principal causa de deforestación es cómo producimos nuestros alimentos y no dónde vivimos. Y también alerta de los que piensan que la alimentación vegana contribuye a la deforestación por los cultivos de soja. Los datos son muy evidentes: el 76 % de la soja se utiliza para alimentar animales y «solo el 7 % se destina a los productos veganos» (tofu, tempeh y leche vegetal).

4. Alimentación para no comerse el planeta

«La demanda humana de alimentos representa la mayor amenaza para los animales del globo». Así de contundente se manifiesta Hannah Ritchie. Afortunadamente, no es cierto que haya una fecha límite en los suelos agrícolas del mundo. Unos se están degradando y otros están mejorando, aunque en general, el suelo agrícola está siendo maltratado (y no solo por la erosión).

Una persona necesita entre 2.000 y 2.500 calorías diarias. Si dividimos la producción mundial de alimentos a partes iguales entre todos, cada uno de nosotros podría consumir unas 5.000 calorías diarias (más del doble de lo necesario). El hambre en el mundo no es un problema de falta de alimentos, sino de mala distribución (también lo apuntaron Nebel y Wrigth). Este dato sirve a Ritchie para confirmar que, en realidad, no somos demasiados humanos. El problema es que los millones que habitamos el planeta Tierra no nos contentamos solo con comer, sino que aspiramos a un consumo cada vez mayor (casas, teléfonos, aviones, IA…).

La superproducción agraria se debe principalmente a dos inventos: el de Fritz Haber y Carl Bosch (para convertir el nitrógeno del aire en amoníaco, fertilizante); y el de Norman Borlaug (para mejorar el cultivo de trigo en México). Estos logros para aumentar la producción han evitado muchas muertes, pero también han hecho que no podamos volver atrás. Es decir, «el planeta no puede limitarse a consumir solo alimentos ecológicos» (porque hay demasiadas personas a las que alimentar). Por tanto, a nivel colectivo dependemos de los fertilizantes para sobrevivir, y fabricarlos requiere grandes cantidades de energía, lo cual explica por qué los países pobres los usan poco, aunque tengan que utilizar mayor superficie agraria.

Vivimos en un mundo con grandes desigualdades, en el que algunos sufren de obesidad y otros de desnutrición; el alimento que podría saciar el hambre de millones de personas se dedica a alimentar ganado o a producir agrocombustibles para nuestros coches. Menos de la mitad de los cereales que se producen se dedican a la alimentación humana directa. Todo un 41 % se lo come el ganado, lo cual nos hace ver que comer animales es una forma muy ineficiente de conseguir proteínas. «Los animales más pequeños son más eficientes en términos calóricos», aunque surge el «dilema moral» de que hay que matar una mayor cantidad de animales pequeños para conseguir la misma cantidad de carne.

Ritchie pone un ejemplo que sirve para visualizar bien lo que implica comer animales muertos: «¿Se imagina que comprara una barra de pan, cortara una rebanada y tirara el resto —más del 90 %— a la basura? Pues bien: en términos de calorías, eso es más o menos lo que hacemos con la carne». El ganado también es ineficiente convirtiendo proteínas. Lo bueno es que son proteínas «completas» (incorporan aminoácidos importantes), lo cual se puede conseguir con dietas vegetales comiendo legumbres y cereales. La carne también tiene otros nutrientes importantes, pero el único que no existe en los vegetales es la vitamina B12 (asunto que ya se zanjó aquí).

Para entender la magnitud del problema, afirma que tres cuartas partes de la superficie agraria tienen como fin último criar ganado, y todo eso solo sirve para producir el 18 % de las calorías y el 37 % de las proteínas que consumimos. Debemos «reducir al máximo la cantidad de tierra que destinamos a la actividad agraria», lo cual mejoraría también otros problemas: deforestación, contaminación atmosférica, de aguas, de tierras, maltrato animal, etc.

♦ Soluciones que propone:

  1. Mejorar los rendimientos agrícolas en todo el mundo, especialmente en África.
  2. Comer menos carne, sobre todo de vacuno y cordero, las carnes con mayor impacto (en emisiones, consumo y contaminación de agua, eutroficación, uso de tierra, etc.). Ritchie expone que no funciona instar a la ciudadanía a convertirse al veganismo, sino que es mejor invitar a hacer cambios paulatinos: poner un día a la semana sin carne, reducir las dosis, aumentar el consumo de legumbres, etc. Solo eliminando la carne de ternera y la de cordero se reduciría a la mitad nuestra necesidad de tierras de cultivo en todo el globo. Debemos entender que la dieta vegana es la más ecológica, pero no es necesario ser veganos estrictos: «El ahorro en comparación con una dieta con algo de pollo, o algo de pescado y huevos, no es tan significativo», aclara la autora del libro. Ella quiere derribar el mito de que si fuésemos veganos no habría tierra para cultivar porque, como ya se ha indicado, lo que ocurriría sería todo lo contrario: una dieta vegana requiere menos tierra de cultivo.
  3. Invertir en sustitutos de la carne. Para Ritchie, es importante que las carnes vegetales cumplan cuatro requisitos: ser sabrosas, baratas, fáciles de encontrar y fáciles de incorporar a las dietas habituales. Ella afirma que ha probado multitud de productos vegetales y que hay algunos realmente asombrosos que, incluso, pueden llegar a gustar tanto o más que los productos cárnicos que imitan. Optar por estos productos no solo reduce la huella de carbono, sino que contribuye a bajar el precio para el resto de la humanidad.
  4. Las hamburguesas híbridas también reducen la huella ecológica (usar carne de pollo total o parcialmente, introducir legumbres…).
  5. Sustituir los productos lácteos por alternativas vegetales. En la UE, los productos lácteos son la causa de un mínimo de una cuarta parte de la huella de carbono. Cualquier bebida vegetal tiene una huella ecológica menor que la leche animal. Ritchie recuerda aquí también la importancia de seguir una dieta variada, para evitar carencias nutricionales.
  6. Desperdiciar menos comida. Por ejemplo, resalta la importancia de cambiar los sacos de recogida de productos agrarios por cajas rígidas que protejan de golpes. También es importante saber que si un producto supera su fecha de «consumo preferente», no indica que no se pueda consumir.
  7. No depender de la agricultura de interior. Aunque minimiza el espacio ocupado (agricultura en vertical), sus necesidades energéticas son tan inmensas que no compensan las ventajas, ni empleando solo energía renovable.
  8. No centrarse en los alimentos de proximidad. Aunque el transporte es importante, supone solo el 5 % de las emisiones de GEI de la comida. El resto se debe a los procesos de producción, empaquetado y conservación. Lo más contaminante es el transporte aéreo (50 veces más que por barco), pero apenas se usa porque es caro. Por su parte, el transporte marítimo es barato, por lo que casi toda la contaminación del transporte de alimentos se produce en la carretera. En definitiva, Ritchie quiere dejar claro que está bien comer alimentos de proximidad, pero que las frutas y verduras producidas muy lejos tienen menos huella ecológica que la carne producida muy cerca.
  9. Los alimentos ecológicos tienen menos pesticidas, pero requieren más extensión. Abonar con estiércol también puede contaminar acuíferos. Respecto al clima, no hay consenso si es mejor o peor porque depende de múltiples factores. Ritchie dice que se fija más en el contenido de los envases que en las certificaciones ecológicas.
  10. Eliminar el plástico aumentaría el desperdicio alimentario. En la huella ecológica de los alimentos solo el 4 % de las emisiones procede de los envases. Nos advierte de que en ciertos alimentos es fácil de eliminar, pero en otros no. En todo caso, aquellos alimentos en los que el plástico es importante tal vez no sean esenciales en nuestra dieta y podemos prescindir totalmente del plástico y del alimento.

5. Pérdida de biodiversidad. Proteger la vida silvestre

«No cabe duda de que muchos animales están experimentando un preocupante y acelerado declive. Pero, si profundizamos un poco más, descubrimos que también hay algunos a los que les va bien». Lo que no debemos olvidar es que nuestra vida depende de la biodiversidad, aunque «no esté claro qué especies necesitemos y cuáles no». Recomendamos aquí leer el relato de La vida del doctor Biología. Lo cierto es que a veces prestamos más atención a ciertas especies, bonitas o más visibles, y olvidamos a las realmente importantes, como los gusanos y las bacterias.

El ser humano ha atacado a las demás especies desde sus orígenes, como bien explica Yuval N. Harari en su magnífico Sapiens. Ritchie declara que «antes de la aparición de la agricultura, hace unos diez mil años, la mayor amenaza para los animales era nuestra caza directa: una vez iniciada la actividad agraria, pasó a ser la destrucción de sus hábitats» y «en la última centuria, el ritmo de disminución ha sido aún más rápido». Un dato más: «Los vertebrados se han extinguido entre cien y mil veces más rápido de lo que cabría esperar».

Actualmente, los humanos y nuestro ganado constituimos la inmensa mayoría de los mamíferos del planeta. Estos son los datos del porcentaje de la biomasa actual y en 1900:

  1. Mamíferos salvajes: 2 % (17 % en 1900).
  2. Humanos: 35 % (23 %).
  3. Ganado: 63 % (60 %).

Esta desproporción también ocurre en las aves: «la biomasa de nuestros pollos duplica la de las aves silvestres». Hay multitud de datos que llevan a poder proclamar que «nos dirigimos hacia una sexta extinción masiva». La buena noticia es que podemos frenarla.

♦ Soluciones que propone:

  1. Reducir al mínimo la superficie cultivada.
  2. Utilizar fertilizantes y pesticidas de forma más prudente y eficaz.
  3. Emplear los métodos de la UE con los que ha conseguido frenar el declive de multitud de especies: reducir el uso de tierras agrícolas, recuperar hábitats naturales, prohibición total de la caza, implementación de cuotas cinegéticas, mecanismos para detener a los cazadores furtivos, proteger zonas por ley (incluyendo también el rewilding), sistemas de compensación para reproducir determinadas especies y programas de cría y reintroducción.
  4. Comer menos carne, porque esto reduciría la cantidad de tierra destinada a la agricultura, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la deforestación.
  5. Detener la deforestación, lo cual implicaría reducir la pérdida de hábitats y las emisiones de GEI.
  6. Proteger los parajes con mayor biodiversidad. El objetivo de la ONU de proteger para 2030 el 30 % de la superficie terrestre es poco ambicioso; y no son pocas las voces que piden proteger al menos el 50 % para 2050.
  7. Frenar el cambio climático.
  8. Detener los vertidos de plásticos en el mar.

6. Plásticos marinos

«El 44 % de todo el plástico del planeta se emplea en la fabricación de envases». Es ahí donde está el núcleo del problema de los plásticos. La autora critica el documental Seaspiracy por algunos de sus datos, pero está conforme con que el 80 % del plástico de las islas oceánicas procede de la industria pesquera. Solo el 20 % restante tiene su origen en tierra. Sin embargo, si miramos el plástico en zonas costeras, los datos podrían indicar justo lo contrario.

Ritchie dice que no hay aún evidencias de los auténticos peligros de los plásticos en el cuerpo humano, y que le parece más preocupante el daño que se causa a la fauna marina (enredos, atragantamientos…).

♦ Soluciones:

  1. Dejar de utilizar envases de plástico de un solo uso.
  2. Invertir más en gestión de residuos: sistemas de recogida, centros de reciclaje, vertederos adecuados (que capturen el metano de la materia orgánica), etc. Es importante reciclar todo lo que se pueda. El problema es que no siempre se puede. El reciclado mecánico permite que los plásticos se reciclen una o dos veces. El reciclado químico es mejor, pero es «tremendamente costoso» y no compensa hacerlo en ningún caso. Tal vez sería útil un SDDR para vidrio reutilizable y, en paralelo, imponer impuestos crecientes al plástico de un solo uso.
  3. Obligar a las industrias a un diseño más inteligente, que utilice solo plásticos reciclables y permita separarlos de forma cómoda.
  4. Prohibir el comercio de plástico usado para que los países ricos no usen a otros como sus vertederos. La proporción de plástico que circula por esta vía no es elevada, pero muchas veces acaba en el mar. Hablamos de 1,6 millones de toneladas en 2020.
  5. Trabajar con la industria pesquera para que no abandone su basura en el mar (redes, anzuelos, etc.). Podría castigarse a los barcos que no traigan de vuelta los aparejos con los que salieron y/o premiarse a quienes traigan basura encontrada en el mar.
  6. Poner interceptores en los ríos. Son aparatos o líneas de burbujas que sirven para capturar los plásticos evitando que lleguen al mar. Otra solución que no contempla es poner grandes bolsas de red a la salida de los desagües pluviales o residuales de las ciudades. Dado que esas aguas arrastran multitud de basura, esas redes la capturarían.
  7. Limpiar las playas es una forma mucho más barata de reducir el plástico en los océanos que recogerlo mar adentro.

7. Sobrepesca. Poner fin al expolio de los océanos

Esto está muy relacionado con la pérdida de biodiversidad. Según Ritchie, los animales marinos son discriminados con respecto a los terrestres. De alguna forma, su sufrimiento parece importar menos a los humanos, a pesar de las evidencias que existen de que los peces son capaces de sentir sufrimiento.

El incremento en potencia y tecnología aplicada al sector pesquero ha hecho que muchas pesquerías hayan entrado en declive o en grave colapso. Ante esto, hay dos formas de actuar. La primera es proponer «capturar muy pocos peces, por no decir ninguno». La segunda es «capturar tantos peces como sea posible, año tras año, pero sin mermar más sus poblaciones». Normalmente, se opta por la segunda opción, aunque sabemos que en demasiadas ocasiones no se cumple.

Una tercera vía (con un enorme crecimiento) ha sido la cría de pescados y mariscos: acuicultura o piscicultura. Actualmente, se crían más peces y mariscos de los que se pescan en estado salvaje. Para Ritchie es una buena noticia porque, según ella, esto reduce presión sobre los peces salvajes. No obstante, reconoce que parte de la comida de los peces de piscifactoría es, precisamente, peces salvajes, pero que, para algunas especies, se ha logrado una proporción de 0,3 (es decir, que hacen falta 0,3 peces salvajes para criar uno de forma artificial). El resto de comida lo forman, por ejemplo, piensos vegetales. La autora deja claro que «las normas de bienestar animal que rigen en las piscifactorías suelen ser bastante deficientes» (léase esto para más datos). Ella no habla de otros problemas presentes en las piscifactorías, como la contaminación que producen.

Con respecto a los atúnidos, Ritchie dice que su situación es mala, aunque algunas especies están mejorando sus poblaciones. Particularmente, alerta de la situación de los atunes en el océano Índico, donde se está sobrepescando sin control (España con la famosa operación Atalanta). El libro no habla de la amenaza del mercurio en los atúnidos.

Otro problema es la muerte generalizada de los corales. La autora demuestra ser una apasionada de estos animales y no le faltan motivos. La solución urgente a este problema es frenar el calentamiento global, evitando quemar combustibles fósiles. Si quieres enamorarte de los corales, te animamos a leer el relato de Lord Howe.

♦ Soluciones:

  1. Comer menos pescado, siempre que sea posible. Tal vez unos quieran no comer nada de pescado (lo cual evita el dilema del sufrimiento animal), mientras que otros opten por reducir este tipo de alimento.
  2. Elegir bien la especie a consumir. El problema de esta opción es que requiere el esfuerzo de investigar y puede variar en el tiempo y dependiendo de la región. Escogiendo bien, podemos comer pescado con poca huella de carbono (casi todos ellos son mejores que el pollo). Ella recomienda evitar los lenguados y mariscos caros, y optar por pescados pequeños y salvajes, como arenques o sardinas.
  3. Acabar con la sobrepesca aplicando cuotas de pesca estrictas. En la UE han mejorado algunas poblaciones de peces, pero otras siguen estando mal. En general, es preferible ser estrictos y que haya pesca suficiente, que ser demasiado permisivos y provocar la crisis de todo un sector.
  4. Reglamentos estrictos para capturas incidentales y descartes. El objetivo es reducir el número de peces que se pescan sin querer y que se tiran al mar (descartes), donde siempre mueren (si no lo están ya). Algunos países han prohibido los descartes y obligan a sus barcos de pesca a desembarcar todo lo que capturen, sea comercial o no.
  5. Prohibir la pesca de arrastre. Es el arte más perjudicial: normalmente se descarta entre el 30 y el 50 % de todo lo capturado (a veces es el 10 %), a lo que hay que sumar el destrozo del fondo marino que ocasionan, entre otros inconvenientes.
  6. Las áreas marinas protegidas evitan ciertas actuaciones humanas dentro de ellas. Son una buena solución, aunque a veces lo que provocan es que el impacto se traslade a otro lugar.

Propuestas finales de Hannah Ritchie

El libro de Ritchie es un canto de optimismo lleno de datos realistas. Algunas de sus opiniones pueden ser controvertidas, pero la mayoría están basadas en evidencias. Es cierto que estamos avanzando en muchos aspectos, aunque no sea tan rápido como nos gustaría. También es cierto que las opciones sostenibles se están volviendo más baratas. Y, en muchos casos, el pueblo está despertando.

Hannah se siente una traidora cuando no usa las opciones más ecológicas, aunque sí sean las opciones con menor huella de carbono, como usar el microondas o consumir alimentos que no sean de proximidad. Pero alerta que, aunque los cambios individuales sean importantes, es necesario un «cambio sistémico», es decir, una acción política que lleve a aprobar leyes que nos hagan avanzar en todas las soluciones que se han propuesto más arriba. Para ello, es necesario «votar a líderes que favorezcan medidas sostenibles» (partidos verdes y ecofeministas) y también sugiere importantes aportaciones individuales como estas:

  1. «Votar con la cartera», que quiere decir que cuando compramos estamos enviando una señal clara de nuestros intereses al mercado (a las empresas).
  2. Donar dinero a causas ecohumanistas (proyectos, organizaciones, etc.). Ritchie —conforme con lo que propuso Peter Singer— dice que dona al menos el 10 % de sus ingresos.
  3. Dedicar más tiempo a las cosas importantes (colaborar con ONG, por ejemplo) y menos a discusiones secundarias. Es decir, aunemos esfuerzos en la dirección correcta, aunque no opinemos todos exactamente lo mismo.
  4. También es muy importante elegir una trayectoria profesional que nos llene y en la que podamos empujar en la dirección que deseemos.

♦ Información relacionada:

  1. Otros libros resumidos para captar su esencia en poco tiempo:
  2. Quemar rastrojos o leña es tóxico para la salud, además de muy contaminante.
  3. La mejor solución a los incendios forestales: educar sí; quemar biomasa no.
  4. La agricultura de hoy debería ser como la de mañana.
  5. Los científicos vuelven a avisar del colapso que vendrá si seguimos sin reaccionar.
  6. Sin comer por el clima, las macrogranjas, los combustibles fósiles…
  7. Algunos libros del editor de Blogsostenible y de Historias Incontables.
  8. Una imagen del libro de Hannah Ritchie:

blogsostenible

Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"

Libro El mundo no se acaba, de Hannah Ritchie (resumen)

Un libro escrito por una científica y divulgadora de la Universidad de Oxford que tiene por bandera el optimismo y los datos (Anagrama, 2025). Se aleja del catastrofismo ecologista casi tanto como del negacionismo climático; y afirma que «aceptar la derrota ante el cambio climático es una postura indefendiblemente egoísta».

Hannah Ritchie aclara que su optimismo es «condicional» (i.e., condicionado a actuar adecuadamente); que es diferente a un «optimismo ciego» que confía sin promover la acción organizada. Su objetivo es conseguir que seamos la primera generación que logre alcanzar la sostenibilidad completa en los dos sentidos que recoge la definición de la ONU: satisfacer las necesidades de las generaciones actuales; y hacerlo sin comprometer las capacidades de las generaciones futuras para satisfacer las suyas. Con respecto al primer aspecto, Ritchie opina que falta mucho por hacer aunque, al menos, se ha avanzado una barbaridad en aspectos tales como: la mortalidad infantil y materna, la esperanza de vida, el hambre y la malnutrición, el acceso a recursos básicos (agua, energía…), la educación y la pobreza extrema.

Por supuesto, estos avances en la calidad de vida global también «han tenido un enorme coste medioambiental», lo cual ha empeorado de forma colosal el segundo requisito de la sostenibilidad. Para equilibrar la situación, el libro examina en detalle siete problemas medioambientales y sus interconexiones entre sí.

Antes de examinar esos siete problemas, Ritchie se distancia de dos soluciones típicas del ecologismo: despoblación y decrecimiento. La primera consiste en reducir el tamaño de la población y Ritchie afirma que realmente esa no es una alternativa, primero porque la población ya se está frenando a nivel mundial y, segundo, porque es muy complicado hacerlo de forma ética. Apunta a que más impacto que la superpoblación lo generan los estilos de vida (especialmente de los millonarios), lo cual podría estar afectado por la segunda solución que Ritchie rechaza, el decrecimiento, entendido como un retroceso o empobrecimiento. Para ella, la pobreza no implica mayor sostenibilidad, por supuesto, si consideramos los dos pilares de la sostenibilidad anteriormente indicados. En el libro, ella matiza que es cuestionable el crecimiento en los países ricos, pero que para acabar con la pobreza se necesita un crecimiento económico global. Para ella, no vale cualquier crecimiento y afirma —igual que cualquier decrecentista— que sería necesario crecer en algunos sectores y tecnologías y decrecer en otras. Tal vez, la promesa más impactante del libro es que dice demostrar que podemos reducir el impacto ambiental y, a la vez, mejorar la situación económica.

1. Contaminación atmosférica

Aunque no se suela decir, la contaminación atmosférica es «una de las principales causas de mortalidad en el mundo». Las cifras de fallecidos por esta causa son similares a las muertes por tabaquismo; seis o siete veces mayores que los muertos en accidentes de tráfico; y superan en cientos de veces la cifra de vidas perdidas por terrorismo o por guerras. Cada año, la mala calidad del aire suele ser quinientas veces más mortífera que todas las catástrofes «naturales» juntas.

La buena noticia es que se está reduciendo este tipo de contaminación, especialmente en las ciudades, lo cual baja las tasas de mortalidad. Es preciso tomar medidas locales y globales. Usemos como inspiración el Protocolo de Montreal para eliminar las sustancias químicas que degradaban la capa de ozono, un problema de cuya gravedad advirtió incluso Carl Sagan. En 1987 fue firmado por 43 países; y en 2009 se convirtió en el primer convenio internacional que logró la ratificación universal de todos los países del mundo. Un ejemplo que demuestra que hacer caso a la ciencia tiene resultados positivos.

A escala global, la mayor fuente de contaminación es quemar madera o carbón, incluyendo aquí las quemas agrícolas. Luego está la polución por actividades agropecuarias, principalmente por culpa de la ganadería y por los fertilizantes. Después viene la quema de combustibles fósiles para producir electricidad. Luego, diversas industrias (textiles, químicas, metalúrgicas…), seguidas del transporte de personas y mercancías.

Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"
Lee también un resumen de este libro de Yuval N. Harari.

♦ Las soluciones propuestas pueden parecer caras, pero son muy baratas si las comparamos con los cientos de millones en gastos por no solucionar el problema:

  1. Lo más urgente es «dejar de quemar cosas» y, cuando no sea posible, capturar las partículas de la combustión.
  2. Detener las quemas agrícolas por ser una inmensa fuente de contaminación estacional fácil de evitar haciendo compost, triturando, etc.
  3. Conseguir combustibles limpios para cocinar y calentarse. La leña puede ser muy natural, pero es la forma más contaminante de conseguir calor. Provoca múltiples enfermedades por respirar el humo.
  4. Eliminar el azufre de los combustibles fósiles. Es tan simple como poner filtros en las chimeneas.
  5. Transporte más limpio. Los vehículos eléctricos contaminan menos, pero no son parte de la solución porque siguen siendo origen de multitud de emisiones. Por supuesto, la aviación es muchísimo peor.
  6. Transporte sostenible: caminar, ir en bicicleta o en transporte público.
  7. Abandonar combustibles fósiles, en favor de las renovables y de la energía nuclear. Ritchie es contraria a debatir entre renovables y nuclear porque, para ella, lo importante es que son energías con bajas emisiones de CO2. No tiene en cuenta el problema de los residuos radiactivos, ni el riesgo de atentados terroristas, ni el hecho de que las nucleares no sean rentables sin subvenciones de dinero público.

2. Cambio Climático

«Un mundo 6 ºC más caliente que el actual sería devastador», nos advierte la autora. Tras comentar algunas de las consecuencias del calentamiento global, afirma que «si cada país cumpliera realmente sus compromisos climáticos, llegaríamos a los 2,1 ºC en 2100», lo cual sería una gran noticia, aunque podría ser mejor.

Hannah Ritchie asegura que «las tecnologías bajas en carbono resultan cada vez más competitivas» y «los líderes mundiales se han vuelto más optimistas». Ahora tenemos infraestructuras mejor preparadas, podemos predecir eventos climáticos extremos, organizar evacuaciones, existen redes internacionales de apoyo, etc. En definitiva, estamos mejor preparados que en el pasado y sabemos cómo reducir las emisiones de dióxido de carbono, porque hay solo dos fuentes principales: «la quema de combustibles fósiles y el cambio en el uso de la tierra» (deforestación).

La situación actual es que «las emisiones totales siguen aumentando, pero las emisiones per cápita han tocado techo». Ese dato es utilizado por la autora para ser optimista y esperar a que la contaminación empiece a declinar, al menos en los países ricos, porque dice que está demostrado que «los avances tecnológicos hacen que hoy consumamos mucha menos energía que en el pasado». Como ejemplo, afirma que en Suecia se vive con igual nivel que en Estados Unidos y, sin embargo, se emite solo una cuarta parte. Según sus datos, el crecimiento económico y la reducción de emisiones son compatibles. El problema es que mira datos de países ricos que ya son exageradamente insostenibles. En tales casos, ¿es correcto celebrar una pequeña reducción en su contaminación?

En su análisis, asegura que «las soluciones que pasan por reducir el consumo de energía a niveles muy bajos no son buenas», porque la energía es fundamental para mantener o aumentar la calidad de vida. Tampoco ve adecuado que se avergüencen los que viajan en avión, porque para ella volar es un gran invento y las ventajas son suficientes para olvidar sus serios inconvenientes. ¿Será una excusa para justificar su gusto por volar?

♦ Soluciones que propone:

  1. Transición hacia la energía renovable por todas sus ventajas. El inconveniente del espacio que requieren se resuelve buscando lugares adecuados: tejados, agrovoltaica, etc.
  2. Electrificar la demanda de energía donde sea posible y aumentar el almacenamiento (baterías…). Ritchie está convencida de que esta transición requerirá menos actividad minera que con combustibles fósiles.
  3. Replantear el transporte a larga distancia.
  4. Alimentación. Aunque sostiene que no es preciso ser veganos, deja claro que cualquier cambio a dietas más vegetales tiene una enorme influencia en el clima, como por ejemplo elegir hamburguesas de pollo en lugar de ternera (que es la carne con más huella de carbono). Con datos muy fiables confirma que «la carne con emisiones de carbono más bajas supera las de la proteína vegetal con emisiones más altas». Y no importa demasiado si son alimentos ecológicos, de proximidad o en extensivo. La autora afirma que adoptando las siguientes medidas se liberaría suficiente tierra como para compensar las emisiones del sistema alimentario resultante:
    • Comer menos carne.
    • Adoptar las mejores prácticas agrarias.
    • Reducir el consumo excesivo y el desperdicio alimentario.
  5. Reducir las emisiones por la construcción, básicamente eliminando el cemento, un material muy contaminante en su fabricación. Propone usar otros materiales y, aunque no lo cita, una opción es el cemento Sublime.
  6. Poner precio al carbono para que los productos de altas emisiones sean más caros y menos accesibles. Como todos sabemos, los precios no reflejan los costos de los productos, y mucho menos los costos ambientales. El peligro de esta medida —y Ritchie lo subraya— es que haga que las familias pobres sean aún más pobres. Para evitarlo se deben incluir ayudas y conseguir que sean los ricos los que más paguen, porque son, de hecho, los que más carbono emiten.
  7. Sacar a la población de la pobreza es otra medida para adaptarnos al cambio climático, porque son los pobres los más vulnerables.
  8. Mejorar la resiliencia de los cultivos ante los efectos del cambio climático.
  9. Adaptarnos ante el aumento de temperaturas.
  10. No caer en la trampa psicológica de la «autoconcesión moral». Esto ocurre cuando nos permitimos algo negativo porque creemos que lo compensamos con un sacrificio en otro aspecto. Por ejemplo, comernos un filete porque reciclamos el envoltorio de plástico; o caer en las trampas del greenwashing. Para ello, es importante tener muy presente qué cosas a nivel individual tienen más y menos impacto.

Un problema de la forma de comunicar de Ritchie es que quita importancia a aspectos que, aunque no sean principales, tienen suficiente peso como para no ser despreciados. Es como si olvidara el efecto sinérgico de juntar varias fuerzas. Sumar muchos pocos hace un mucho. A veces, este tipo de contradicción se hace patente en una misma explicación. Por ejemplo, cuando literalmente escribe: «Cambiar nuestra alimentación no va a resolver el cambio climático: para ello tenemos que dejar de quemar combustibles fósiles. Pero arreglar únicamente nuestros sistemas energéticos, ignorando la alimentación, tampoco nos llevará a esa meta».

3. Deforestación

La tierra ha perdido un tercio de todos sus bosques desde el final de la última glaciación. En el último siglo, también se ha perdido mucha superficie forestal, casi toda debida a la expansión de la agricultura. Las zonas incendiadas se regeneran si se las deja. Al perder bosques se emite carbono, pero Ritchie considera que eso es secundario en comparación con la pérdida de biodiversidad.

También resalta cómo la pérdida de hábitats se puede frenar con medidas políticas. Por ejemplo, «Brasil logró reducir la deforestación en un 80 % en solo siete años bajo la presidencia de Lula da Silva».

Con respecto al aceite de palma, no considera que su consumo sea preocupante, porque no se sabe con certeza la deforestación que causa de forma directa. Opina que no sería justo culpar a ciertos campos de palmeras de la deforestación de esas áreas si los bosques fueron talados con anterioridad. Es decir, no tiene en cuenta que esas zonas podrían volver a ser bosques. Además, sostiene que usar otros tipos de aceites podría ser incluso peor. Sin embargo, hay que tener en cuenta que evitar el aceite de palma no obliga a optar por otro aceite, sino que se puede optar por no consumir productos con aceite de palma (bollería, alimentos ultraprocesados, etc.) sin sustituirlos por nada con otros aceites. En cualquier caso, apoya el uso de aceite de palma certificado como sostenible (RSPO) y deja claro que «el biodiésel de aceite de palma produce más emisiones de carbono que la gasolina o el gasóleo».

«La tala de bosques para dejar espacio al ganado bovino es responsable de más del 40 % de la deforestación mundial». El siguiente factor de pérdida de bosques es la palma y la soja y, en tercer lugar, la silvicultura (papel/celulosa). Así, pues, la mejor forma de frenar la deforestación es reducir el consumo de carne de cordero y de vacuno. En tercer lugar, se situaría el queso y los lácteos de vaca. Ritchie apoya esta opción, incluso aunque sean productos de ganadería extensiva en tierras no aptas para la agricultura, porque en estos casos considera que la mejor opción sería dejar que esas tierras se conviertan en bosques u otros espacios naturales.

Otras opciones que propone son: que los países ricos paguen a los más pobres por conservar sus bosques; y que se compensen las emisiones mediante reforestaciones (aunque esto tiene un peligro muy evidente).

Para acabar este apartado, Ritchie sostiene que no es buena idea volver de la ciudad a zonas rurales (revitalizar pueblos), ya que la principal causa de deforestación es cómo producimos nuestros alimentos y no dónde vivimos. Y también alerta de los que piensan que la alimentación vegana contribuye a la deforestación por los cultivos de soja. Los datos son muy evidentes: el 76 % de la soja se utiliza para alimentar animales y «solo el 7 % se destina a los productos veganos» (tofu, tempeh y leche vegetal).

4. Alimentación para no comerse el planeta

«La demanda humana de alimentos representa la mayor amenaza para los animales del globo». Así de contundente se manifiesta Hannah Ritchie. Afortunadamente, no es cierto que haya una fecha límite en los suelos agrícolas del mundo. Unos se están degradando y otros están mejorando, aunque en general, el suelo agrícola está siendo maltratado (y no solo por la erosión).

Una persona necesita entre 2.000 y 2.500 calorías diarias. Si dividimos la producción mundial de alimentos a partes iguales entre todos, cada uno de nosotros podría consumir unas 5.000 calorías diarias (más del doble de lo necesario). El hambre en el mundo no es un problema de falta de alimentos, sino de mala distribución (también lo apuntaron Nebel y Wrigth). Este dato sirve a Ritchie para confirmar que, en realidad, no somos demasiados humanos. El problema es que los millones que habitamos el planeta Tierra no nos contentamos solo con comer, sino que aspiramos a un consumo cada vez mayor (casas, teléfonos, aviones, IA…).

La superproducción agraria se debe principalmente a dos inventos: el de Fritz Haber y Carl Bosch (para convertir el nitrógeno del aire en amoníaco, fertilizante); y el de Norman Borlaug (para mejorar el cultivo de trigo en México). Estos logros para aumentar la producción han evitado muchas muertes, pero también han hecho que no podamos volver atrás. Es decir, «el planeta no puede limitarse a consumir solo alimentos ecológicos» (porque hay demasiadas personas a las que alimentar). Por tanto, a nivel colectivo dependemos de los fertilizantes para sobrevivir, y fabricarlos requiere grandes cantidades de energía, lo cual explica por qué los países pobres los usan poco, aunque tengan que utilizar mayor superficie agraria.

Vivimos en un mundo con grandes desigualdades, en el que algunos sufren de obesidad y otros de desnutrición; el alimento que podría saciar el hambre de millones de personas se dedica a alimentar ganado o a producir agrocombustibles para nuestros coches. Menos de la mitad de los cereales que se producen se dedican a la alimentación humana directa. Todo un 41 % se lo come el ganado, lo cual nos hace ver que comer animales es una forma muy ineficiente de conseguir proteínas. «Los animales más pequeños son más eficientes en términos calóricos», aunque surge el «dilema moral» de que hay que matar una mayor cantidad de animales pequeños para conseguir la misma cantidad de carne.

Ritchie pone un ejemplo que sirve para visualizar bien lo que implica comer animales muertos: «¿Se imagina que comprara una barra de pan, cortara una rebanada y tirara el resto —más del 90 %— a la basura? Pues bien: en términos de calorías, eso es más o menos lo que hacemos con la carne». El ganado también es ineficiente convirtiendo proteínas. Lo bueno es que son proteínas «completas» (incorporan aminoácidos importantes), lo cual se puede conseguir con dietas vegetales comiendo legumbres y cereales. La carne también tiene otros nutrientes importantes, pero el único que no existe en los vegetales es la vitamina B12 (asunto que ya se zanjó aquí).

Para entender la magnitud del problema, afirma que tres cuartas partes de la superficie agraria tienen como fin último criar ganado, y todo eso solo sirve para producir el 18 % de las calorías y el 37 % de las proteínas que consumimos. Debemos «reducir al máximo la cantidad de tierra que destinamos a la actividad agraria», lo cual mejoraría también otros problemas: deforestación, contaminación atmosférica, de aguas, de tierras, maltrato animal, etc.

♦ Soluciones que propone:

  1. Mejorar los rendimientos agrícolas en todo el mundo, especialmente en África.
  2. Comer menos carne, sobre todo de vacuno y cordero, las carnes con mayor impacto (en emisiones, consumo y contaminación de agua, eutroficación, uso de tierra, etc.). Ritchie expone que no funciona instar a la ciudadanía a convertirse al veganismo, sino que es mejor invitar a hacer cambios paulatinos: poner un día a la semana sin carne, reducir las dosis, aumentar el consumo de legumbres, etc. Solo eliminando la carne de ternera y la de cordero se reduciría a la mitad nuestra necesidad de tierras de cultivo en todo el globo. Debemos entender que la dieta vegana es la más ecológica, pero no es necesario ser veganos estrictos: «El ahorro en comparación con una dieta con algo de pollo, o algo de pescado y huevos, no es tan significativo», aclara la autora del libro. Ella quiere derribar el mito de que si fuésemos veganos no habría tierra para cultivar porque, como ya se ha indicado, lo que ocurriría sería todo lo contrario: una dieta vegana requiere menos tierra de cultivo.
  3. Invertir en sustitutos de la carne. Para Ritchie, es importante que las carnes vegetales cumplan cuatro requisitos: ser sabrosas, baratas, fáciles de encontrar y fáciles de incorporar a las dietas habituales. Ella afirma que ha probado multitud de productos vegetales y que hay algunos realmente asombrosos que, incluso, pueden llegar a gustar tanto o más que los productos cárnicos que imitan. Optar por estos productos no solo reduce la huella de carbono, sino que contribuye a bajar el precio para el resto de la humanidad.
  4. Las hamburguesas híbridas también reducen la huella ecológica (usar carne de pollo total o parcialmente, introducir legumbres…).
  5. Sustituir los productos lácteos por alternativas vegetales. En la UE, los productos lácteos son la causa de un mínimo de una cuarta parte de la huella de carbono. Cualquier bebida vegetal tiene una huella ecológica menor que la leche animal. Ritchie recuerda aquí también la importancia de seguir una dieta variada, para evitar carencias nutricionales.
  6. Desperdiciar menos comida. Por ejemplo, resalta la importancia de cambiar los sacos de recogida de productos agrarios por cajas rígidas que protejan de golpes. También es importante saber que si un producto supera su fecha de «consumo preferente», no indica que no se pueda consumir.
  7. No depender de la agricultura de interior. Aunque minimiza el espacio ocupado (agricultura en vertical), sus necesidades energéticas son tan inmensas que no compensan las ventajas, ni empleando solo energía renovable.
  8. No centrarse en los alimentos de proximidad. Aunque el transporte es importante, supone solo el 5 % de las emisiones de GEI de la comida. El resto se debe a los procesos de producción, empaquetado y conservación. Lo más contaminante es el transporte aéreo (50 veces más que por barco), pero apenas se usa porque es caro. Por su parte, el transporte marítimo es barato, por lo que casi toda la contaminación del transporte de alimentos se produce en la carretera. En definitiva, Ritchie quiere dejar claro que está bien comer alimentos de proximidad, pero que las frutas y verduras producidas muy lejos tienen menos huella ecológica que la carne producida muy cerca.
  9. Los alimentos ecológicos tienen menos pesticidas, pero requieren más extensión. Abonar con estiércol también puede contaminar acuíferos. Respecto al clima, no hay consenso si es mejor o peor porque depende de múltiples factores. Ritchie dice que se fija más en el contenido de los envases que en las certificaciones ecológicas.
  10. Eliminar el plástico aumentaría el desperdicio alimentario. En la huella ecológica de los alimentos solo el 4 % de las emisiones procede de los envases. Nos advierte de que en ciertos alimentos es fácil de eliminar, pero en otros no. En todo caso, aquellos alimentos en los que el plástico es importante tal vez no sean esenciales en nuestra dieta y podemos prescindir totalmente del plástico y del alimento.

5. Pérdida de biodiversidad. Proteger la vida silvestre

«No cabe duda de que muchos animales están experimentando un preocupante y acelerado declive. Pero, si profundizamos un poco más, descubrimos que también hay algunos a los que les va bien». Lo que no debemos olvidar es que nuestra vida depende de la biodiversidad, aunque «no esté claro qué especies necesitemos y cuáles no». Recomendamos aquí leer el relato de La vida del doctor Biología. Lo cierto es que a veces prestamos más atención a ciertas especies, bonitas o más visibles, y olvidamos a las realmente importantes, como los gusanos y las bacterias.

El ser humano ha atacado a las demás especies desde sus orígenes, como bien explica Yuval N. Harari en su magnífico Sapiens. Ritchie declara que «antes de la aparición de la agricultura, hace unos diez mil años, la mayor amenaza para los animales era nuestra caza directa: una vez iniciada la actividad agraria, pasó a ser la destrucción de sus hábitats» y «en la última centuria, el ritmo de disminución ha sido aún más rápido». Un dato más: «Los vertebrados se han extinguido entre cien y mil veces más rápido de lo que cabría esperar».

Actualmente, los humanos y nuestro ganado constituimos la inmensa mayoría de los mamíferos del planeta. Estos son los datos del porcentaje de la biomasa actual y en 1900:

  1. Mamíferos salvajes: 2 % (17 % en 1900).
  2. Humanos: 35 % (23 %).
  3. Ganado: 63 % (60 %).

Esta desproporción también ocurre en las aves: «la biomasa de nuestros pollos duplica la de las aves silvestres». Hay multitud de datos que llevan a poder proclamar que «nos dirigimos hacia una sexta extinción masiva». La buena noticia es que podemos frenarla.

♦ Soluciones que propone:

  1. Reducir al mínimo la superficie cultivada.
  2. Utilizar fertilizantes y pesticidas de forma más prudente y eficaz.
  3. Emplear los métodos de la UE con los que ha conseguido frenar el declive de multitud de especies: reducir el uso de tierras agrícolas, recuperar hábitats naturales, prohibición total de la caza, implementación de cuotas cinegéticas, mecanismos para detener a los cazadores furtivos, proteger zonas por ley (incluyendo también el rewilding), sistemas de compensación para reproducir determinadas especies y programas de cría y reintroducción.
  4. Comer menos carne, porque esto reduciría la cantidad de tierra destinada a la agricultura, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la deforestación.
  5. Detener la deforestación, lo cual implicaría reducir la pérdida de hábitats y las emisiones de GEI.
  6. Proteger los parajes con mayor biodiversidad. El objetivo de la ONU de proteger para 2030 el 30 % de la superficie terrestre es poco ambicioso; y no son pocas las voces que piden proteger al menos el 50 % para 2050.
  7. Frenar el cambio climático.
  8. Detener los vertidos de plásticos en el mar.

6. Plásticos marinos

«El 44 % de todo el plástico del planeta se emplea en la fabricación de envases». Es ahí donde está el núcleo del problema de los plásticos. La autora critica el documental Seaspiracy por algunos de sus datos, pero está conforme con que el 80 % del plástico de las islas oceánicas procede de la industria pesquera. Solo el 20 % restante tiene su origen en tierra. Sin embargo, si miramos el plástico en zonas costeras, los datos podrían indicar justo lo contrario.

Ritchie dice que no hay aún evidencias de los auténticos peligros de los plásticos en el cuerpo humano, y que le parece más preocupante el daño que se causa a la fauna marina (enredos, atragantamientos…).

♦ Soluciones:

  1. Dejar de utilizar envases de plástico de un solo uso.
  2. Invertir más en gestión de residuos: sistemas de recogida, centros de reciclaje, vertederos adecuados (que capturen el metano de la materia orgánica), etc. Es importante reciclar todo lo que se pueda. El problema es que no siempre se puede. El reciclado mecánico permite que los plásticos se reciclen una o dos veces. El reciclado químico es mejor, pero es «tremendamente costoso» y no compensa hacerlo en ningún caso. Tal vez sería útil un SDDR para vidrio reutilizable y, en paralelo, imponer impuestos crecientes al plástico de un solo uso.
  3. Obligar a las industrias a un diseño más inteligente, que utilice solo plásticos reciclables y permita separarlos de forma cómoda.
  4. Prohibir el comercio de plástico usado para que los países ricos no usen a otros como sus vertederos. La proporción de plástico que circula por esta vía no es elevada, pero muchas veces acaba en el mar. Hablamos de 1,6 millones de toneladas en 2020.
  5. Trabajar con la industria pesquera para que no abandone su basura en el mar (redes, anzuelos, etc.). Podría castigarse a los barcos que no traigan de vuelta los aparejos con los que salieron y/o premiarse a quienes traigan basura encontrada en el mar.
  6. Poner interceptores en los ríos. Son aparatos o líneas de burbujas que sirven para capturar los plásticos evitando que lleguen al mar. Otra solución que no contempla es poner grandes bolsas de red a la salida de los desagües pluviales o residuales de las ciudades. Dado que esas aguas arrastran multitud de basura, esas redes la capturarían.
  7. Limpiar las playas es una forma mucho más barata de reducir el plástico en los océanos que recogerlo mar adentro.

7. Sobrepesca. Poner fin al expolio de los océanos

Esto está muy relacionado con la pérdida de biodiversidad. Según Ritchie, los animales marinos son discriminados con respecto a los terrestres. De alguna forma, su sufrimiento parece importar menos a los humanos, a pesar de las evidencias que existen de que los peces son capaces de sentir sufrimiento.

El incremento en potencia y tecnología aplicada al sector pesquero ha hecho que muchas pesquerías hayan entrado en declive o en grave colapso. Ante esto, hay dos formas de actuar. La primera es proponer «capturar muy pocos peces, por no decir ninguno». La segunda es «capturar tantos peces como sea posible, año tras año, pero sin mermar más sus poblaciones». Normalmente, se opta por la segunda opción, aunque sabemos que en demasiadas ocasiones no se cumple.

Una tercera vía (con un enorme crecimiento) ha sido la cría de pescados y mariscos: acuicultura o piscicultura. Actualmente, se crían más peces y mariscos de los que se pescan en estado salvaje. Para Ritchie es una buena noticia porque, según ella, esto reduce presión sobre los peces salvajes. No obstante, reconoce que parte de la comida de los peces de piscifactoría es, precisamente, peces salvajes, pero que, para algunas especies, se ha logrado una proporción de 0,3 (es decir, que hacen falta 0,3 peces salvajes para criar uno de forma artificial). El resto de comida lo forman, por ejemplo, piensos vegetales. La autora deja claro que «las normas de bienestar animal que rigen en las piscifactorías suelen ser bastante deficientes» (léase esto para más datos). Ella no habla de otros problemas presentes en las piscifactorías, como la contaminación que producen.

Con respecto a los atúnidos, Ritchie dice que su situación es mala, aunque algunas especies están mejorando sus poblaciones. Particularmente, alerta de la situación de los atunes en el océano Índico, donde se está sobrepescando sin control (España con la famosa operación Atalanta). El libro no habla de la amenaza del mercurio en los atúnidos.

Otro problema es la muerte generalizada de los corales. La autora demuestra ser una apasionada de estos animales y no le faltan motivos. La solución urgente a este problema es frenar el calentamiento global, evitando quemar combustibles fósiles. Si quieres enamorarte de los corales, te animamos a leer el relato de Lord Howe.

♦ Soluciones:

  1. Comer menos pescado, siempre que sea posible. Tal vez unos quieran no comer nada de pescado (lo cual evita el dilema del sufrimiento animal), mientras que otros opten por reducir este tipo de alimento.
  2. Elegir bien la especie a consumir. El problema de esta opción es que requiere el esfuerzo de investigar y puede variar en el tiempo y dependiendo de la región. Escogiendo bien, podemos comer pescado con poca huella de carbono (casi todos ellos son mejores que el pollo). Ella recomienda evitar los lenguados y mariscos caros, y optar por pescados pequeños y salvajes, como arenques o sardinas.
  3. Acabar con la sobrepesca aplicando cuotas de pesca estrictas. En la UE han mejorado algunas poblaciones de peces, pero otras siguen estando mal. En general, es preferible ser estrictos y que haya pesca suficiente, que ser demasiado permisivos y provocar la crisis de todo un sector.
  4. Reglamentos estrictos para capturas incidentales y descartes. El objetivo es reducir el número de peces que se pescan sin querer y que se tiran al mar (descartes), donde siempre mueren (si no lo están ya). Algunos países han prohibido los descartes y obligan a sus barcos de pesca a desembarcar todo lo que capturen, sea comercial o no.
  5. Prohibir la pesca de arrastre. Es el arte más perjudicial: normalmente se descarta entre el 30 y el 50 % de todo lo capturado (a veces es el 10 %), a lo que hay que sumar el destrozo del fondo marino que ocasionan, entre otros inconvenientes.
  6. Las áreas marinas protegidas evitan ciertas actuaciones humanas dentro de ellas. Son una buena solución, aunque a veces lo que provocan es que el impacto se traslade a otro lugar.

Propuestas finales de Hannah Ritchie

El libro de Ritchie es un canto de optimismo lleno de datos realistas. Algunas de sus opiniones pueden ser controvertidas, pero la mayoría están basadas en evidencias. Es cierto que estamos avanzando en muchos aspectos, aunque no sea tan rápido como nos gustaría. También es cierto que las opciones sostenibles se están volviendo más baratas. Y, en muchos casos, el pueblo está despertando.

Hannah se siente una traidora cuando no usa las opciones más ecológicas, aunque sí sean las opciones con menor huella de carbono, como usar el microondas o consumir alimentos que no sean de proximidad. Pero alerta que, aunque los cambios individuales sean importantes, es necesario un «cambio sistémico», es decir, una acción política que lleve a aprobar leyes que nos hagan avanzar en todas las soluciones que se han propuesto más arriba. Para ello, es necesario «votar a líderes que favorezcan medidas sostenibles» (partidos verdes y ecofeministas) y también sugiere importantes aportaciones individuales como estas:

  1. «Votar con la cartera», que quiere decir que cuando compramos estamos enviando una señal clara de nuestros intereses al mercado (a las empresas).
  2. Donar dinero a causas ecohumanistas (proyectos, organizaciones, etc.). Ritchie —conforme con lo que propuso Peter Singer— dice que dona al menos el 10 % de sus ingresos.
  3. Dedicar más tiempo a las cosas importantes (colaborar con ONG, por ejemplo) y menos a discusiones secundarias. Es decir, aunemos esfuerzos en la dirección correcta, aunque no opinemos todos exactamente lo mismo.
  4. También es muy importante elegir una trayectoria profesional que nos llene y en la que podamos empujar en la dirección que deseemos.

♦ Información relacionada:

  1. Otros libros resumidos para captar su esencia en poco tiempo:
  2. Quemar rastrojos o leña es tóxico para la salud, además de muy contaminante.
  3. La mejor solución a los incendios forestales: educar sí; quemar biomasa no.
  4. La agricultura de hoy debería ser como la de mañana.
  5. Los científicos vuelven a avisar del colapso que vendrá si seguimos sin reaccionar.
  6. Sin comer por el clima, las macrogranjas, los combustibles fósiles…
  7. Algunos libros del editor de Blogsostenible y de Historias Incontables.
  8. Una imagen del libro de Hannah Ritchie:

Libro “21 lecciones para el siglo XXI” de Y.N. Harari (resumen)

Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"Sus dos anteriores libros fueron “Sapiens” y “Homo Deus” y en ellos se exploraba la historia del hombre y su futuro, respectivamente. Aquí, Yuval Noah Harari nos presenta un compendio de 21 temas esenciales para el presente. Mientras estamos atareados en nuestros problemas cotidianos, están pasando cosas a nivel global que nos deberían importar.

“A la filosofía, a la religión y a la ciencia se les está acabando el tiempo”. La inminente crisis ecológica, la creciente amenaza de las armas de destrucción masiva y el auge de las nuevas tecnologías disruptivas no permitirá prolongar mucho más el debate sobre el significado de la vida. Porque ese significado se ha de usar para tomar decisiones importantes (en ciencia, biotecnología, inteligencia artificial…). Los mercados son impacientes y no toman siempre las mejores decisiones para todos.

1. Decepción ante la ausencia de una ideología convincente

“Relatos Ecoanimalistas” —Colección de relatos ecologistas y animalistas.
“Relatos Ecoanimalistas” —Colección de relatos cortos, ideal para regalar a personas, sean o no ecologistas o animalistas. Aumentará la conciencia ambiental del planeta. Gracias.

Tras la caída del fascismo y del comunismo, el liberalismo se ha impuesto casi por todo el mundo de una u otra forma, defendiendo cosas tan bonitas como la libertad, los derechos humanos, la libertad de movimiento (más para el dinero que para las personas, ciertamente), o el libre mercado (que con tanto acierto criticó N. Klein). Pero desde la crisis global de 2008, los decepcionados por el liberalismo crecen y hay, además, dos retos que para Harari son muy inquietantes: la infotecnología (desarrollos tecnológicos, inteligencia artificial, robots…) y la biotecnología (modificar genes, transgénicos…). “Los humanos siempre han sido mucho más duchos en inventar herramientas que en usarlas sabiamente. Es más fácil reconducir un río mediante la construcción de una presa que predecir las complejas consecuencias que ello tendrá para el sistema ecológico de la región”.

El poder de “manipular el mundo” ha llevado a que “nos enfrentamos a un colapso ecológico”, porque las revoluciones en biotecnología y en infotecnología las lideran científicos o emprendedores “que apenas son conscientes de las implicaciones políticas de sus decisiones”. Así, “Donald Trump advirtió a los votantes que mexicanos y chinos les quitarían el trabajo y (…) nunca advirtió a los votantes que los algoritmos les quitarían el trabajo” (poniendo a las máquinas a trabajar). “Quizá en el siglo XXI las revueltas populistas se organicen no contra una élite económica que explota a la gente, sino contra una élite económica que no la necesita”. Cada vez se precisan menos trabajadores y ahora debemos ya empezar a buscar soluciones (como reducir la jornada laboral o la renta básica), antes de alcanzar el “desempleo masivo”.

Los que votaron a Trump en EE.UU. o a favor del Brexit en Reino Unido, no rechazaron el liberalismo totalmente pero sí quisieron encerrarse un poco en su casa y que se adoptaran “políticas intolerantes para con los extranjeros”. Pretender aislarse, como pide el nacionalismo, es una política inviable en la era de internet y del calentamiento global. China lo hace al revés: aplica el liberalismo más fuera de sus fronteras que dentro, mientras Rusia aplica un liberalismo atroz que genera la “mayor desigualdad del mundo” (el 87% de la riqueza está en manos del 10% de los más ricos) y el islamismo solo atrae a algunos de los que crecieron en su seno. A pesar de todo, la humanidad no puede abandonar el liberalismo, “porque no tiene ninguna alternativa”, aunque tampoco ofrece respuestas “a los mayores problemas a los que nos enfrentamos: el colapso ecológico y la disrupción tecnológica”. El liberalismo todo lo resuelve con el crecimiento económico pero esa solución no sirve porque ya sabemos que esa es precisamente la causa de la crisis ecológica y que gran parte de la tecnología tiene un fuerte impacto social y ambiental. Por eso, para Harari la primera medida es la perplejidad: reconocer que no sabemos lo que está ocurriendo.

2. Trabajo: en el futuro habrá mucho menos empleo

La robotización tiene ventajas e inconvenientesEs obvio que las máquinas y los robots están efectuando cada vez más trabajos: mejoran nuestra vida y, a la vez, nos quitan el trabajo. El poder de las máquinas, junto con la IA (Inteligencia Artificial) es inmenso y tienen dos capacidades muy importantes: la conectividad y la capacidad de actualización. Por ejemplo, en conducción automática de vehículos, dos coches podrían conectarse para acordar quien pasa primero y evitar colisionar. Además, cualquier nueva norma de tráfico o mejora del software podría actualizarse en todos los vehículos automáticos de forma inmediata.

También es cierto que se están creando nuevos empleos, pero en general exigen “un gran nivel de pericia y, por tanto, no resolverán los problemas de los trabajadores no cualificados”. Podría ocurrir que padezcamos “a la vez unas tasas de desempleo elevadas y escasez de mano de obra especializada”. Además, dado la vertiginosa velocidad de cambio, podrían ser profesiones que surgen y desaparecen en cuestión de una década, por lo que es muy complicado exigir derechos laborales o crear sindicatos en tales circunstancias. El autor sostiene que “hoy ya son pocos los empleados que esperan ocupar el mismo empleo toda la vida”. Además reconoce que “el cambio es siempre estresante” y podría ser complicado reeducar a miles de empleados.

Por otra parte, evitar la pérdida de puestos de trabajo no es una buena opción, porque supone abandonar las ventajas de la mecanización, pero tampoco podemos hacerlo sin dar alternativas a los empleados. Harari alaba lo que ocurre en Escandinavia, donde los gobiernos siguen el lema «proteger a los obreros, no los empleos». Una forma de hacer esto es lo que llamamos las dos erres urgentes: Reducir la jornada laboral y la RBU (Renta Básica Universal). Por supuesto, también se está aplicando en muchos países la subvención de servicios básicos universales: educación, sanidad, transporte… Pero en estas opciones el problema está en definir qué es «universal» y qué es «básico»:

  • Por universal se suele interpretar la población nacionalizada en un país, pero hay que tener en cuenta que las principales víctimas de la automatización quizá no vivan en donde se apruebe la RBU o esos servicios básicos universales. Automatizar en exceso podría generar la ruina en países en desarrollo que actualmente están dando mano de obra barata a los países ricos.
  • Por básico se puede interpretar la comida que un sapiens requiere (entre 1500 y 2500 calorías), pero también se pueden considerar básicos aspectos como la educación, la sanidad, el acceso a internet…

El problema es complejo, porque contentar a los sapiens no es tarea sencilla. La felicidad puede depender de las expectativas y éstas dependen de las circunstancias. Por tanto, aunque se mejoren las condiciones, no se garantiza que haya satisfacción. Como ejemplo exitoso cita el caso de Israel, país que obtiene buenos resultados en la satisfacción de la población, en parte gracias a un montón de personas pobres que no trabajan y que se dedican exclusivamente a cuestiones religiosas (el 50% de los hombres judíos ultraortodoxos). El gobierno da generosas subvenciones y se constata que debatir el Talmud es más satisfactorio que el trabajo de los obreros. Así pues, “la búsqueda de plenitud y de comunidad podría eclipsar la búsqueda de un puesto de trabajo”. El objetivo debería ser combinar una red de seguridad económica universal y básica, comunidades fuertes con servicios básicos universales y educar para una búsqueda de una vida plena. Esto podría compensar la pérdida de empleos y mejorar la calidad de vida de la gente.

“Dado el inmenso poder destructor de nuestra civilización, no podemos permitirnos más modelos fallidos”, pues equivocarnos ahora podría acabar en una guerra nuclear, en desastres por manipulación genética o en un colapso completo de la biosfera.

3. Libertad: computadoras y big data contra los derechos humanos

Lee un resumen de este otro libro de Harari. En Nexus habla de la Inteligencia Artificial, de la democracia y del futuro.
Lee un resumen de este otro libro de Harari. En Nexus habla de la Inteligencia Artificial, de la democracia y del futuro.

Dice Harari que “los referéndums y las elecciones tienen siempre que ver con los sentimientos humanos, no con la racionalidad”. Aunque algunas personas están más informadas y otras son más racionales, al final cada voto cuenta lo mismo y los sentimientos son los que guían a la mayoría. El biólogo Richard Dawkins dijo a propósito de la votación del Brexit que someterlo a referéndum es como «dejar que los pasajeros de un avión votaran en qué pista debería aterrizar el piloto». Teniendo esto en cuenta, queda claro el alto interés en acceder al corazón humano, a sus entresijos y a cómo manipularlo. Si se consiguiera en grado suficiente, la política sería “un espectáculo de títeres emocional”.

Pensemos que, al final, los sentimientos están basados en el cálculo. Millones de neuronas calculan, por ejemplo, cuando tener miedo según la probabilidad de ser dañados. Los sentimientos “encarnan la racionalidad evolutiva”, pero “pronto los algoritmos informáticos podrán aconsejarnos mejor que los sentimientos humanos”. Seguramente cometerán errores, pero solo se necesita que sean, de media, mejor que nosotros, lo cual “no es muy difícil, porque la mayoría de las personas no se conocen muy bien a sí mismas, y (…) suelen cometer terribles equivocaciones en las decisiones más importantes de su vida”. Incluso en ética, las máquinas superarán a la mayoría de los humanos, porque las máquinas no tienen emociones. Se ha demostrado que las emociones humanas controlan las decisiones humanas, por encima de sus ideologías o de sus planteamientos filosóficos. La selección natural no ha seleccionado a los homínidos más éticos, sino a los que gracias a sus emociones (miedo, deseo…) han conseguido reproducirse con más éxito. Por otra parte, “los ordenadores no tienen subconsciente” y si fallaran, resultaría “mucho más fácil corregir el programa que librar a los humanos de sus prejuicios”. Esto abre mercado a los filósofos, pues hará falta la filosofía para hacer buenos programas.

Cuando las decisiones importantes las tomen los algoritmos, basados en el cómputo de millones de datos (macrodatos o big data), ¿dónde queda nuestra libertad? ¿Confiaremos en los algoritmos para que nos escojan pareja, qué estudiar o dónde trabajar? ¿Escogerán también a quien votar? ¿Qué sentido tienen entonces las elecciones y los mercados libres?

Ya hoy día la gente confía en Google para hallar respuestas mientras “la capacidad para buscar información por nosotros mismos disminuye”. Esto hace que la gente considere «verdad» lo que aparece en los primeros resultados de la respuesta de Google. Más aún, la capacidad para orientarse es como un músculo que o lo usas o lo pierdes, y mucha gente depende tanto de Google Maps que si falla se encuentra completamente perdida.

El que controle esos algoritmos de macrodatos, controlará buena parte del mundo. Un ejemplo está en Israel, país que controla el cielo, las ondas de radio, el ciberespacio y el mar y, gracias a ello, un puñado de soldados pueden controlar a 2.5 millones de palestinos en Cisjordania. Y lo hacen usando IA: en 2017 un palestino publicó una foto poniendo en árabe “¡Buenos días!”. Un algoritmo israelí confundió las letras árabes y lo tradujo como “¡Mátalos!” y el obrero fue detenido. Quedó en libertad cuando se aclaró el error, pero el incidente demuestra la importancia de la IA para controlar a la población. Llevado al extremo, en manos de gobiernos autoritarios las herramientas de IA podrían controlar a la población “más incluso que en la Alemania nazi”.

Usando las reglas de la selección natural, hemos criado vacas dóciles que producen más leche, pero que son inferiores en otros aspectos. Igualmente, “estamos creando humanos mansos” pero que “en absoluto maximizan el potencial humano”. De hecho, “sabemos poquísimo de la mente humana”, mientras la investigación se centra en mejorar los ordenadores y los algoritmos. “Si no somos prudentes, terminaremos con humanos degradados que usarán mal ordenadores mejorados”. Para Harari esto podría provocar el caos, “acabar con la libertad” y “crear las sociedades más desiguales que jamás hayan existido”. La inmensa mayoría de la gente podría sufrir algo peor que la explotación: la irrelevancia.

4.  Igualdad: El que tenga los datos dominará el mundo

Los primeros grupos de sapiens eran más igualitarios que cualquier sociedad posterior. La revolución agrícola multiplicó la propiedad (tierra, herramientas…) y con ella la desigualdad. En el siglo XX se ha reducido la desigualdad en muchos países, pero “hay indicios de una desigualdad creciente”: “El 1% más rico posee la mitad de las riquezas del mundo” (y es responsable de la mitad de la contaminación mundial) y las 100 personas más ricas tienen más que los 4.000 millones más pobres. En el futuro, la biotecnología podría dar ventajas a ciertos sapiens (mayor longevidad, mejores capacidades físicas…) y podrían generarse “castas biológicas”, lo cual ahondará en la desigualdad. También insiste en el poder de la infotecnología para eliminar la utilidad de los humanos para las élites.

Antiguamente la tierra era el bien más importante. Luego pasaron a ser las máquinas y la industria. Hoy, cada vez tienen más importancia los datos. Empresas como Google, Facebook, Baidu y Tencent lo saben bien. Por ejemplo, Google nos proporciona servicios gratuitos, pero gracias a eso consigue millones de datos de sus usuarios. Esos datos valen mucho. No solo para ponernos la publicidad en la que caeremos con mayor probabilidad. Creemos que Google nos ayuda mucho, pero nosotros ayudamos a Google mucho más, porque mientras Google solo nos hace la vida un poco más fácil, nosotros somos los que permitimos que Google pueda existir haciendo negocio con nuestros datos. Así, en el futuro habrá que responder a una pregunta clave en nuestra era: ¿quién es el propietario de los datos? (datos sobre nuestros hábitos, nuestro ADN, nuestros gustos…). Tenemos experiencia regulando la propiedad de la tierra y la propiedad de la industria, pero “no tenemos mucha experiencia en regular la propiedad de los datos”, los cuales tienen características especiales (fáciles de copiar y de transportar, están en muchos sitios y en muchos formatos…).

¿Qué prefieres? ¿Libertad o igualdad?

5. Comunidad: “La gente lleva vidas cada vez más solitarias en un planeta cada vez más conectado”

Las redes sociales están rompiendo aún más las comunidades íntimas, las cuales ya están bastante sustituidas por gobiernos y empresas. Facebook se propuso conectar a los humanos, pero el escándalo de Cambridge Analytica reveló que se recogían datos “para manipular las elecciones en todo el mundo”. En teoría, las redes sociales pueden contribuir a fortalecer el tejido social y a hacer que el mundo esté más unido (ingeniería social), pero es complicado porque eso choca con intereses empresariales. Mientras la gente esté más interesada en el ciberespacio que en lo que pasa en su calle hay mayores posibilidades de manipularlo y de sacarle el dinero online. No olvidemos que los gigantes tecnológicos han sido acusados repetidas veces de evasión fiscal. ¿Es creíble que empresas que no pagan sus impuestos nos vayan a ayudar realmente a crear comunidades fuera del mundo virtual?

6. Civilización: Solo existe ya una civilización

Harari desmonta la teoría de que hay un choque de civilizaciones, pues en realidad la globalización tiende a unir cada vez más a la gente y no es posible, ni deseable, dar marcha atrás. “Hace diez mil años la humanidad estaba dividida en incontables tribus aisladas. Con cada milenio que pasaba, estas tribus se fusionaron en grupos cada vez mayores”. El proceso de unificación de la humanidad se ve claro si uno piensa los vínculos que hay entre los distintos grupos y las prácticas comunes entre ellos. Con sus diferencias, todos los países aceptan una serie de protocolos diplomáticos, leyes internacionales… y participan en los Juegos Olímpicos bajo las mismas reglas, lo cual es “un asombroso acuerdo global” y debemos “sentir orgullo porque la humanidad sea capaz de organizar un acontecimiento de este tipo”. Más aún, todos comparten similares reglas económicas, confianza en el dinero, los médicos comparten conocimientos y tienen similares protocolos… “La gente tiene todavía diferentes religiones e identidades nacionales. Pero cuando se trata de asuntos prácticos (…) casi todos pertenecemos a la misma civilización“. Nuestras diversas opiniones traerán debates y conflictos, pero eso nos hará aún más conectados, más interdependientes.

7. Nacionalismo: La historia tiende a unirnos, no a separarnos

El Brexit o el nacionalismo en Cataluña… ¿a qué se deben? ¿pueden dar respuestas a los problemas más importantes? Las formas moderadas de patriotismo pueden ser benignas. “El problema empieza cuando el patriotismo benigno se metamorfosea en ultranacionalismo patriotero”, lo cual es “terreno fértil para los conflictos violentos”. En el pasado era razonable buscar seguridad y sentido en el regazo de la nación, pero hoy, sin negar eso, tenemos al menos tres retos que nos obligan a trabajar más conjuntamente. La guerra nuclear es el primero y ciertamente en este campo lo estamos haciendo bien: a pesar de las guerras, hoy mueren menos personas por violencia humana que por obesidad, accidentes de tráfico o suicidio. El miedo a la guerra nuclear hace que los estados poderosos piensen bien antes de meterse en una guerra que sería desastrosa para el planeta.Resumen del libro "Sapiens", muy recomendable. Haz click para leerlo.

El segundo reto es el cambio climático y el desastre ambiental  (contaminación de la agricultura, pérdida de biodiversidad…). “Un agricultor que cultive maíz en Iowa podría, sin saberlo, estar matando peces en el golfo de México”. Homo sapiens ha pasado de ser un asesino ecológico en serie (como explica Harari en su libro Sapiens) a ser un asesino ecológico en masa. “Los científicos están de acuerdo en que las actividades humanas (…) hacen que el clima de la Tierra cambie a un ritmo alarmante. (…) Es fundamental que realmente hagamos algo al respecto ahora”. Harari tiene claro que el nacionalismo no puede sino empeorar la respuesta a este problema, porque las actuaciones “para ser efectivas, tienen que emprenderse a un nivel global”. Harari subraya que la industria de la carne, además del enorme sufrimiento que infringe, “es una de las principales causas del calentamiento global, una de las principales consumidoras de antibióticos y venenos, y una de las mayores contaminadoras de aire, tierra y agua” (producir 1 kilo de carne puede consumir 15.000 litros de agua).

El tercer reto es la disrupción tecnológica (biotecnología e infotecnología). A muchos nacionalistas les gustaría volver a tiempos pasados, pero eso es algo imposible. Estos tres retos pueden servir para “forjar una identidad común” que permita afrontar los riesgos. Por supuesto, queda espacio para “ese patriotismo que celebra la singularidad de mi nación y destaca mis obligaciones especiales hacia ella”. Harari ve claro que debemos “globalizar nuestra política”, lo cual no implica necesariamente un gobierno global, sino que todos los gobiernos (nacionales o de ciudades) “den mucha más relevancia a los problemas y los intereses globales”. Por ejemplo, recientemente muchas ciudades se han propuesto muchos retos en el llamado Pacto de Milán, como por ejemplo reducir el consumo de carne.

8. Religión: ¿Una ayuda para la unión del mundo o un inconveniente?

¿Pueden las religiones ayudar a resolver los problemas? Para Harari hay tres tipos de problemas —técnicos, políticos y de identidad— y las religiones solo pueden ayudar en el último tipo. Precisamente porque no ofrecen soluciones interesantes a los dos primeros tipos de problemas, “la autoridad religiosa ha estado reduciéndose”. Por ejemplo, cada vez menos gente acude a la religión ante problemas de salud, y si acude, lo hace después de acudir a la ciencia. A nivel político tampoco la religión ofrece alternativas globales a los retos actuales. De hecho, en muchos casos se desoye la religión cuando están en juego intereses políticos. Harari dice que “aunque algunas de las cosas que dijo Jesús suenan a comunismo total, (…) buenos capitalistas norteamericanos seguían leyendo el Sermón de la Montaña sin apenas darse cuenta”. Otras veces es la religión la que intenta meterse en política, con escaso éxito. Tal es el caso de la encíclica “ecológica” del Papa Francisco, “Laudato Si” (véase aquí un resumen sobre ella).

Las religiones determinan quiénes somos y quiénes son los demás. Es aquí donde la religión puede jugar un papel importante. Las religiones continuarán siendo importantes y pueden contribuir a la unión del mundo pero, como el nacionalismo, en demasiados casos lo que hacen es dividir y generar hostilidades.

9. Inmigración: La discriminación por la cultura genera injusticias

“Aunque la globalización ha reducido muchísimo las diferencias culturales en todo el planeta, a la vez ha hecho que sea más fácil toparse con extranjeros y que nos sintamos molestos por sus rarezas”. Pero las migraciones son naturales en el hombre a lo largo de toda su historia, y hoy el problema más grave está en Europa. La Unión Europea ha conseguido convivir con las diferencias entre los distintos países pero tiene problemas para convivir con todos los inmigrantes y refugiados que llegan.

Para Harari, “mientras no sepamos si la integración es un deber o un favor, qué nivel de integración se exige a los inmigrantes y con qué rapidez los países anfitriones deben tratarlos como ciudadanos de pleno derecho, no podremos juzgar si las dos partes cumplen sus obligaciones”. Pero si esa evaluación se hace de forma colectiva pueden generarse injusticias. Por otra parte, cada cultura tiene distinto nivel de aceptación a otros. Harari resalta que “Alemania ha acogido a más refugiados sirios de los que han sido aceptados en Arabia Saudí”.

Harari dice que la gente “lucha contra el racismo tradicional sin darse cuenta de que el frente de batalla ha cambiado”, porque ahora hay discriminación por la cultura (que este autor llama «culturismo»). Así, muchas veces se culpa a los inmigrantes de tener una cultura y valores no adecuados, pero por otra parte, “en muchos casos, hay pocas razones para adoptar la cultura dominante y en muchos otros se trata de una misión casi imposible”, pues podría, por ejemplo, requerir un nivel económico o educativo imposible de alcanzar por las clases inferiores (sean o no inmigrantes). Los dos grandes problemas de la discriminación por la cultura son:

  1. Usan afirmaciones generales, poco objetivas, que evalúan una cultura como superior a otra, sin hacer una valoración completa y objetiva.
  2. Discriminan a individuos concretos en base a esas afirmaciones generales.

“Si 500 millones de europeos ricos no son capaces de acoger a unos pocos millones de refugiados pobres, ¿qué probabilidades tiene la humanidad de superar los conflictos de mucha más enjundia que acosan a nuestra civilización global?”. “La humanidad puede dar la talla si mantenemos nuestros temores bajo control y somos un poco más humildes respecto a nuestras opiniones”.

10. Terrorismo: los terroristas son débiles y su arma es el miedo

Los terroristas “matan a muy pocas personas, pero aún así consiguen aterrorizar a miles de millones”. Desde el 11-S los terroristas han matado anualmente a unas 50 personas en la UE, 10 en EE.UU…. y hasta 25.000 en el mundo (principalmente en Irak, Afganistán, Pakistán, Nigeria y Siria). “En comparación, los accidentes de tráfico matan anualmente a unos 80.000 europeos, 40.000 norteamericanos (…) y 1,25 millones de personas en todo el mundo”. Por su parte, la contaminación atmosférica mata a unos 7 millones y nuevas formas de contaminación nos invaden con efectos desconocidos.

“Existe una desproporción asombrosa entre la fuerza real de los terroristas y el miedo que consiguen inspirar”, pero ellos son débiles. Si tomamos conciencia de su debilidad, ellos serán aún más débiles, porque su mayor poder radica en el miedo que generan. Por supuesto, los gobiernos y los medios de comunicación deben luchar contra el terrorismo e informar, pero evitando la histeria. “El dinero, el tiempo y el capital político invertido en luchar contra el terrorismo no se han invertido en luchar contra el calentamiento global, el sida y la pobreza; en aportar paz y prosperidad al África subsahariana, o en forjar mejores vínculos” entre las naciones del mundo.

11. Guerra: hoy se pierde más con las guerras de lo que se gana

El militar japonés Tojo fue el culpable de que Japón se metiera en la Segunda Guerra Mundial. Sus malas decisiones generaron millones de muertos. Fue juzgado por un tribunal internacional y condenado a muerte en la horca.“Las últimas décadas han sido las más pacíficas de la historia de la humanidad” (ver datos). Antiguamente, ganar una guerra era un símbolo de prosperidad pero las cosas han cambiado. Hoy las guerras no traen prosperidad, sino miseria, porque “los principales activos económicos consisten en el conocimiento técnico e institucional más que en los trigales, las minas de oro o incluso los campos petrolíferos, y el conocimiento no se conquista mediante la guerra“. De hecho, tras la Segunda Guerra Mundial, las potencias derrotadas prosperaron como nunca antes (Alemania, Japón…). La guerra fue producto de un “error de cálculo”. Pensaron que sin nuevas conquistas estaban condenados al estancamiento económico, pero se equivocaron. Por todo esto, las nuevas guerras merecen menos la pena, pero Harari nos advierte de que no podemos confiarnos, pues “los humanos son propensos a dedicarse a actividades autodestructivas”. Y dado que un detonante de la guerra es el sentimiento de superioridad, Harari recomienda “una dosis de humildad”.

12. Humildad: ¿Y si aprendemos más de las demás culturas?

“La mayoría de la gente suele creer que es el centro del mundo y su cultura, el eje de la historia”. Pero no es así. La historia de la humanidad empezó mucho antes que las culturas actuales y continuará, tal vez, tras ellas. Harari dice que su pueblo, los judíos, “piensan también que son lo más importante del mundo”, para luego pasar a desmontar punto por punto esa “desfachatez”, desde el origen de la ética hasta las importantes contribuciones científicas de los judíos. Con respecto a lo primero, “todos los animales sociales, como lobos, delfines y monos, poseen códigos éticos, adaptados por la evolución”, así como sentimientos que muchos atribuyen solo a humanos. Además, Buda, Mahavira o Confucio crearon sistemas morales anteriores al judaísmo. Por tanto, “humanos de todas las creencias harían bien en tomarse más en serio la humildad”.

13. Dios: ¿Quién dice lo que es correcto?

Dios puede verse como un enigma del que “no sabemos absolutamente nada”, o bien, como un “legislador severo y mundano, acerca del cual sabemos demasiado”, pues se han escrito bibliotecas enteras, y se ha usado el nombre de Dios para justificar intereses de todo tipo. Aunque las religiones pueden generar amor y paz, también han generado odio y violencia y por eso, para Harari no son estrictamente necesarias, pues la moral se puede justificar sin acudir a Dios. “Hacer daño a los demás siempre me hace daño también a mí”, porque antes de hacer algo mal hay un sentimiento interno que hace daño: “antes de que matemos a alguien, nuestra ira ya ha matado nuestra paz de espíritu”.

14. Laicismo: Ser responsables sin que lo mande Dios

El laicismo no es rechazar todo lo espiritual, sino no confundir verdad con fe, no santificar ningún libro, persona o grupo como poseedores de la verdad absoluta. Y también es el compromiso con la compasión y la comprensión del sufrimiento. Por ejemplo, “la gente secular se abstiene del homicidio no porque algún libro antiguo lo prohíba, sino porque matar inflige un sufrimiento inmenso a seres conscientes”. Es mejor encontrar la motivación en la compasión que en la obediencia divina. Pero el laicismo también se encuentra con dilemas complejos y, en tal caso, “sopesan con cuidado los sentimientos de todas las partes”. El laicismo también valora la responsabilidad: “En lugar de rezar para que ocurran milagros, necesitamos preguntar qué podemos hacer nosotros para ayudar”.

15. Ignorancia: A la gente no le gustan los hechos reales

Sócrates, el defensor de la necesidad de reconocer nuestra ignoranciaLos humanos nos movemos en la ignorancia y en la irracionalidad. “La mayoría de las decisiones humanas se basan en reacciones emocionales y atajos heurísticos más que en análisis racionales. (…) No solo la racionalidad es un mito: también lo es la individualidad. Los humanos rara vez piensan por sí mismos. Más bien piensan en grupos. (…) Es probable que bombardear a la gente con hechos y mostrar su ignorancia individual resulte contraproducente. A la mayoría de las personas no les gustan demasiado los hechos y tampoco parecer estúpidas”. Más aún, los poderosos en vez de aprovechar su poder para obtener una mejor visión de la realidad, suelen emplearlo en distorsionar la verdad. Así, los que buscan la verdad deben alejarse del poder y permitirse “la pérdida de mucho tiempo vagando por aquí y por allá en la periferia” y como hizo Sócrates, “reconocer nuestra propia ignorancia individual”.

16. Justicia: ¿Somos responsables de las injusticias de las empresas?

“Nuestro sentido de la justicia podría estar anticuado”. Dependemos de una red alucinante de lazos económicos y políticos, hasta el punto de costarnos responder preguntas sencillas como de dónde viene mi almuerzo. ¿Podemos ser inocentes de las injusticias que generan las multinacionales? Harari afirma que es erróneo tener en cuenta solo las intenciones sin hacer un esfuerzo sincero por saber lo que se esconde. Pero también sostiene que “el planeta se ha vuelto demasiado complicado para nuestro cerebro de cazadores-recolectores“. “Padecemos problemas globales, sin tener una comunidad global” y por tanto, entender bien tales problemas es misión imposible. Por eso, mientras unos simplifican la realidad para hacerla abarcable, otros se centran en alguna historia conmovedora olvidando los demás datos, otros inventan teorías conspiratorias, y otros depositan su confianza en algún líder o teoría, porque “la complejidad de la realidad se vuelve tan irritante que nos vemos impelidos a imaginar una doctrina que no pueda cuestionarse” y que nos dé tranquilidad, aunque difícilmente proporcione justicia.

17. Posverdad: Los poderosos siempre mienten

Estamos rodeados de mentiras y ficciones, pero la desinformación no es nada nuevo. El autor comenta varios casos de mentiras históricas, como los relatos falsos de asesinatos rituales por parte de judíos en la Edad Media, lo cual costó la vida a muchos judíos inocentes.

Si el ser humano es capaz de matar por una causa, ¿cómo no va a ser capaz de mentir? De hecho, como explica Harari en su libro anterior, el ser humano conquistó el planeta gracias a su capacidad de crear ficciones. Cuando un grupo cree en las mismas ficciones, son capaces de cooperar de manera eficaz. “Cuando mil personas creen durante un mes algún cuento inventado, esto es una noticia falsa. Cuando mil millones de personas lo creen durante mil años, es una religión, y se nos advierte que no lo llamemos «noticia falsa» para no herir los sentimientos de los fieles”. Pero Harari aclara que no niega “la efectividad ni la benevolencia potencial de la religión”. Las religiones inspiran buenas y malas acciones.

Una de las mentiras más aceptadas en la actualidad procede de los anuncios de las marcas comerciales. Nos cuentan repetidamente un relato hasta que la gente se convence de que es la verdad. Por ejemplo: ¿con qué se asocia la Coca-Cola? ¿Con jóvenes divirtiéndose o con pacientes con diabetes y sobrepeso en un hospital? Beber Coca-Cola aumenta la probabilidad de padecer obesidad y diabetes, y no nos va a hacer jóvenes . ¿Ha funcionado el relato falso que nos cuenta Coca-Cola en su publicidad?

Harari asegura que “si queremos poder, en algún momento tendremos que difundir ficciones”, pues la verdad no siempre gusta a todos. “Como especie, los humanos prefieren el poder a la verdad. Invertimos mucho más tiempo y esfuerzo en intentar controlar el mundo que en intentar entenderlo”. Por eso, “es responsabilidad de todos dedicar tiempo y esfuerzo a descubrir nuestros prejuicios y a verificar nuestras fuentes de información”. Harari ofrece dos reglas para evitar el lavado de cerebro: a) “Si el lector consigue las noticias gratis, podría muy bien ser él el producto”. b) “Haga el esfuerzo para leer la literatura científica relevante”, pues la ciencia suele ser objetiva. Y por eso hace un llamamiento a los científicos a hacer oír su voz cuando el debate caiga dentro de su campo.

18. Ciencia ficción: No te puedes librar de la manipulación, pero tú puedes hacerte feliz a ti mismo

La ciencia ficción es un género artístico que ha de tomar importancia, porque modela lo que la gente piensa sobre cuestiones tecnológicas, sociales y económicas de nuestra época, dado que poca gente lee los artículos científicos. Muchas películas de este género, como Matrix, reflejan el miedo a estar atrapado y manipulado y el deseo de liberarse. Sin embargo, “la mente nunca está libre de manipulación”. Por ejemplo, las películas de Hollywood socavan el subconsciente creando paradigmas de lo bueno y lo correcto. Pero cuanto experimentamos en la vida se halla dentro de nuestra mente y nosotros mismos podemos manipularlo también. O sea, no podemos librarnos de la manipulación, pero tampoco necesitamos ir a Fiyi para sentir la alegría.

En la novela Un mundo feliz, Aldous Huxley describe una sociedad idílica, sin sufrimiento ni tristeza. Todo el mundo es virtuoso gracias a soma, una droga que consigue volver a la gente paciente y sin problemas. La gente sabe lo que tiene que hacer y lo hace sin esfuerzo. Es una sociedad libre de mosquitos. Pero hay un personaje, El Salvaje, que se queja alegando que la sociedad se libra de todo lo desagradable en vez de aprender a soportarlo. El Salvaje, reclama su derecho a ser libre con todas las consecuencias y el líder le dice que lo que está reclamando es el derecho a ser desgraciado, a enfermar, a vivir con incertidumbre, a sufrir hambre, miedo… El Salvaje asiente y entonces le permiten salirse de la sociedad para vivir como un ermitaño, un bicho raro en una sociedad que no le entiende y que le lleva a un triste final.

19. Educación: Conócete a ti mismo mejor que los algoritmos

Lo único que podemos asegurar del futuro es que habrá grandes cambios en poco tiempo. ¿Qué debemos enseñar a los jóvenes? Gracias a Internet y a los medios de comunicación, estamos inundados de información, contradictoria casi siempre. En educación, proporcionar más información no es lo más necesario, sino que debemos enseñar a dar sentido a la información y a discriminar lo que es o no importante. Expertos pedagogos recalcan que se deben enseñar «las cuatros CES»: pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad.

Esta necesidad de aprender constantemente y de reinventarnos choca con el hecho de que con cincuenta años “no queremos cambios”. Pero además, enseñar resiliencia, enseñar a aceptar los cambios con equilibrio mental es mucho más difícil que enseñar una fórmula de física. Para Harari, el mejor consejo que dar a los jóvenes es que no confíen demasiado en los adultos, pues aunque tengan buenas intenciones no acaban de entender el mundo.

La invención de la agricultura sirvió para enriquecer a una élite minúscula, al tiempo que esclavizaba a la mayoría de la población. Algo similar podría ocurrir con la tecnología. “Si sabes lo que quieres hacer en la vida, tal vez te ayude a obtenerlo. Pero si no lo sabes, a la tecnología le será facilísimo moldear tus objetivos por ti y tomar el control de tu vida“. Por eso, hoy es más importante que nunca algo que han repetido filósofos desde antiguo: Conócete a ti mismo, “saber qué eres y qué quieres en la vida”. Y hoy eso es más importante que nunca porque ahora hay una competencia seria: multinacionales sin conciencia ética (y partidos políticos) están trabajando duro para usar los algoritmos y el big data para conocerte mejor que tú mismo (cada vez que usas tu teléfono o tu tarjeta estás regalando valiosos datos sobre ti mismo). “Vivimos en la época de hackear a humanos” y “si los algoritmos entienden de verdad lo que ocurre dentro de ti mejor que tú mismo, la autoridad pasará a ellos”. Pero si quieres conservar cierto control de tu existencia, tendrás que conocerte bien y saber cómo liberarte porque… “¿Has visto esos zombis que vagan por las calles con la cara pegada a sus teléfonos inteligentes? ¿Crees que controlan la tecnología, o que esta los controla a ellos?”

20. Significado: ¿Para qué dar sentido a nuestras vidas?

¿Cuál es el sentido de la vida? Eterna pregunta para la que “cada generación necesita una respuesta nueva”. El libro sagrado hindú Bhagavad Gita sostiene que cada ser debe seguir su camino concreto (dharma) y si no se sigue, no se hallará paz ni alegría. Ideologías de todo tipo (religiones, política, nacionalismos…) cuentan un relato para hacer que los suyos se sientan importantes, un relato que da trascendencia a sus vidas pero que siempre tiene contradicciones que evitan aclarar. Los nacionalistas, por ejemplo, suelen centrarse solo en el valor de su nación pero no suelen aclarar el porqué de esa superioridad. Para Harari, los relatos que cuentan esas corrientes de pensamiento son invenciones humanas y siempre tienen errores. Sin embargo, esas invenciones humanas nos han permitido colaborar entre nosotros y montar sociedades complejas que podrían desmoronarse si todos nos damos cuenta de que esos relatos son falsos: “La mayoría de los relatos se mantienen cohesionados por el peso de su techo más que por la solidez de sus cimientos” (y el peso del techo representa el peligro que hay al mostrar que los cimientos son débiles).

“Si queremos conocer la verdad última de la vida, ritos y rituales son un obstáculo enorme”. Los ritos solo sirven para ayudar a mantener relatos falsos, pero también cierta armonía y estabilidad social. “Una vez que sufrimos por un relato, eso suele bastar para convencernos de que el relato es real”, porque el sufrimiento es de las cosas más reales que existen. Dado que a la gente no le gusta admitir que es tonta, cuanto más se sacrifica por una causa, más se fortalece su fe en ella. También se usa el sufrimiento hacia los demás, y dado que a la gente no le gusta admitir que es cruel, también fortalece la fe en una causa el hacer sufrir a los demás por ella. Ese “sufrimiento” (o esfuerzo) puede ser de muchos tipos: corporal, dedicación de dinero o tiempo… Harari pregunta: “¿Por qué cree el lector que las mujeres piden a sus amantes que les regalen anillos de diamantes?”. Creen que cuanto mayor es el sacrificio mayor es el compromiso. Por todo esto, los embaucadores adoran las palabras sacrificio, eternidad, pureza, redención…

Para dar sentido trascendente a la vida, algunos se centran en dejar tras la muerte algo tangible (un poema, genes…), pero puede ser complicado y, al fin y al cabo, ni siquiera el planeta es eterno (dentro de 7.700 millones de años el Sol absorberá la Tierra y el fin del universo llegará, aunque tarde al menos 13.000 millones de años). Con ese panorama, Harari se pregunta: “¿No será suficiente con que hagamos que el mundo sea un poco mejor? Podemos ayudar a alguien, y ese alguien ayudará a continuación a alguna otra persona, y así contribuiremos a la mejora general del mundo y seremos un pequeño eslabón en la gran cadena de la bondad“. En el fondo, el amor es más seguro que los demás relatos.

La gente corriente suele creer en varios relatos a la vez, sentir distintas identidades, y muchas veces hay contradicciones importantes, porque en el fondo no están convencidos de su propias creencias. La historia está llena de estas “disonancias cognitivas”. Un ejemplo son los que han ido a la guerra para defender el cristianismo, religión del amor. Pero aún hoy día hay muchos cristianos que se oponen a las políticas de bienestar social, que se oponen a ayudar a los inmigrantes o que apoyan las armas, por ejemplo. También es fácil encontrar gente que se lamenta de la injusta distribución de la riqueza pero tienen inversiones en bolsa, cuando es bien sabido que invertir en bolsa genera injusticias y desigualdad (y si tu banco no es ético también estás colaborando con sucios negocios).

Nuestros deseos nos llevan a actuar y Harari sostiene que somos libres para elegir nuestras acciones, pero no nuestros deseos. Muy poca gente es la que controla sus pensamientos. Para la mayoría, los pensamientos vienen y van de forma caótica y descontrolada. Algunas religiones enseñan a controlar la mente. Buda enseño que hay tres realidades básicas del universo: que todo cambia sin cesar, que no hay nada eterno y que nada es completamente satisfactorio. Aceptando esto, el sufrimiento cesa: “según Buda la vida no tiene sentido, y la gente no necesita crear ningún sentido”. El consejo de Buda es: «No hagas nada. Absolutamente nada». “Todo problema radica en que no paramos de hacer cosas” (física o mentalmente). No hacer nada es conseguir que la mente tampoco haga nada.

21. Meditación, para conocernos mejor

Haz click para aprender la bases teóricas e históricas del hinduísmo, la meditación, el tantra, el yoga...En el último capítulo, el autor nos cuenta su experiencia personal aclarando que no tiene porqué funcionar bien a todo el mundo. Casi por casualidad, descubrió la meditación Vipassana (introspección) que, simplificando, consiste en centrar la atención en algo concreto, como el aire que entra y sale por la nariz. La gente corriente es incapaz de mantener esta atención de forma prolongada y Harari confiesa que al instante perdía la concentración. El objetivo de esta meditación es observar las sensaciones personales. Cuando uno se enfada se centra en pensar en el objeto que supuestamente provoca el enfado y no la realidad sensorial. Harari dice que aprendió más cosas sobre sí mismo y los humanos observando sus sensaciones en diez días que durante el resto de su vida hasta ese momento y, además, sin tener que aceptar cuentos o mitologías. Basta solo con observar la realidad como es.

El origen del sufrimiento está en la propia mente. Cuando deseamos que ocurra algo y no ocurre, generamos sufrimiento. Es una reacción de la mente. Es la mente la que provoca el sufrimiento. “Aprender esto es el primer paso para dejar de generar más sufrimiento”. La meditación es cualquier método de observación directa de nuestra propia mente y, aunque la han usado muchas religiones, la meditación no es necesariamente religiosa. La meditación Vipassana advierte que no se debe practicar solo como búsqueda de experiencias especiales, sino para comprender la realidad de nuestra propia mente, aprovechando todo tipo de sensaciones por simples que sean (calor, picor…).

Meditar te ahorrará tus sufrimientosHarari dice que medita dos horas diarias y que le ayuda al resto de tareas del día. Además, recomienda meditar para conocernos a nosotros mismos, antes de que los algoritmos decidan por nosotros quiénes somos realmente.

♥ Información relacionada:

  1. Lee otros libros resumidos, para captar su esencia en poco tiempo.
  2. De Yuval Noah Harari:
  3. Dos Erres URGENTES: Renta básica y Reducción de la jornada laboral.
  4. Máquinas y robots nos quitan el empleo pero mejoran nuestra vida.
  5. Crisis ecológica, conocimiento y finitud: Fracaso del ser humano como ser racional.
  6. HINDUISMO: Upanishad, Bhagavad Gîtâ, yoga y tantra, meditación, iluminación y mucho más.

Que la publicidad nos sirva para pensar

Mi primer deseo para la publicidad sería que no se puedan anunciar productos o servicios nocivos (para personas, animales o el medioambiente). Se prohibiría así la propaganda de coches, corridas de toros, viajes en avión, joyas o cruceros de lujo.

La publicidad es un torno donde se moldean los valores; y los valores son el motor de todo.

Estamos lejos de eso. No tanto como algunos imaginan, por uno u otro motivo. Hace poco, había muchos iluminados que decían que sería imposible eliminar los anuncios de tabaco y alcohol y sus patrocinios en el deporte: «¡Será el final de la Fórmula 1!». Por desgracia, se equivocaron. Nada hubiera sido mejor que acabar con esos deportes de machotes dando vueltas a un circuito mientras machacan el clima. Esto da para otro debate, pero en nombre de la libertad de millones de humanos, hay al menos seis deportes que deberíamos prohibir.

Mi segundo deseo para la publicidad es que nos sirva para pensar. Hagamos que su burda manipulación —casi siempre es así— se les vuelva en contra. Solo tenemos que parar para pensar. Consigamos que la seducción publicitaria sea la levadura que fermenta nuestro pensamiento crítico; y que, como mínimo, el greenwashing nos provoque risa.

Por ejemplo, hay un anuncio de una empresa de venta de coches de segunda mano en el que una pobre chica se queda tirada en un pueblo que tiene buenos quesos. La voz en off advierte que los quesos son espectaculares en ese pueblo, pero que el arcén donde se ha quedado el coche averiado no es tan espectacular. ¿Qué podemos reflexionar?

  • Vender coches de segunda mano es mejor que nuevos. Sin embargo, los vehículos a motor —incluso los eléctricos— no dejan de ser máquinas muy contaminantes; y no solo por humos. Con razón están entre las invenciones más perniciosas de la humanidad.
  • Pero en serio: ¿de verdad sus coches son tan magníficos como quieren hacernos creer? ¿Nos tenemos que fiar de su palabra? ¿No será mejor confiar en un taller de nuestro barrio con años de experiencia y que da la cara?
  • Incluso los detalles más inocentes de este spot comercial esconden el reflejo de una sociedad inconsciente o anestesiada por el bombardeo. ¿Era necesario hacer publicidad encubierta de quesos? Recordemos que los lácteos —como todos los productos de origen animal— no solo esconden maltrato animal, sino una huella ecológica considerable. La explotación de los animales está tan asumida en nuestra cultura que hablamos de queso, huevos o helados con la misma naturalidad que de pepinos y tomates. Pero no. No es lo mismo.

Siempre podemos aplicar las dos columnas del consumo responsable: primero, intentar conocer lo que esconde cada escaparate (durante su fabricación, transporte, consumo, eliminación, etc.); y segundo, intentar consumir justo lo que necesitamos. De esta forma, aunque nuestro consumo provoque daños, serán menores.

Esta reflexión es muy útil para el primero de los cinco objetivos que pedía Fernando Valladares para iniciar ese urgente decrecimiento planificado, a saber: reducir la producción menos necesaria. Y para ello, es fundamental —si no prohibirla—, al menos, dejar de incitar a la esclavitud propia y ajena.

La próxima vez que veas un anuncio, mira a otro lugar, cambia de canal, o bien, cambia de mirada.

♦ Publiacidez de estómago:

blogsostenible

Que la publicidad nos sirva para pensar

Mi primer deseo para la publicidad sería que no se puedan anunciar productos o servicios nocivos (para personas, animales o el medioambiente). Se prohibiría así la propaganda de coches, corridas de toros, viajes en avión, joyas o cruceros de lujo.

La publicidad es un torno donde se moldean los valores; y los valores son el motor de todo.

Estamos lejos de eso. No tanto como algunos imaginan, por uno u otro motivo. Hace poco, había muchos iluminados que decían que sería imposible eliminar los anuncios de tabaco y alcohol y sus patrocinios en el deporte: «¡Será el final de la Fórmula 1!». Por desgracia, se equivocaron. Nada hubiera sido mejor que acabar con esos deportes de machotes dando vueltas a un circuito mientras machacan el clima. Esto da para otro debate, pero en nombre de la libertad de millones de humanos, hay al menos seis deportes que deberíamos prohibir.

Mi segundo deseo para la publicidad es que nos sirva para pensar. Hagamos que su burda manipulación —casi siempre es así— se les vuelva en contra. Solo tenemos que parar para pensar. Consigamos que la seducción publicitaria sea la levadura que fermenta nuestro pensamiento crítico; y que, como mínimo, el greenwashing nos provoque risa.

Por ejemplo, hay un anuncio de una empresa de venta de coches de segunda mano en el que una pobre chica se queda tirada en un pueblo que tiene buenos quesos. La voz en off advierte que los quesos son espectaculares en ese pueblo, pero que el arcén donde se ha quedado el coche averiado no es tan espectacular. ¿Qué podemos reflexionar?

  • Vender coches de segunda mano es mejor que nuevos. Sin embargo, los vehículos a motor —incluso los eléctricos— no dejan de ser máquinas muy contaminantes; y no solo por humos. Con razón están entre las invenciones más perniciosas de la humanidad.
  • Pero en serio: ¿de verdad sus coches son tan magníficos como quieren hacernos creer? ¿Nos tenemos que fiar de su palabra? ¿No será mejor confiar en un taller de nuestro barrio con años de experiencia y que da la cara?
  • Incluso los detalles más inocentes de este spot comercial esconden el reflejo de una sociedad inconsciente o anestesiada por el bombardeo. ¿Era necesario hacer publicidad encubierta de quesos? Recordemos que los lácteos —como todos los productos de origen animal— no solo esconden maltrato animal, sino una huella ecológica considerable. La explotación de los animales está tan asumida en nuestra cultura que hablamos de queso, huevos o helados con la misma naturalidad que de pepinos y tomates. Pero no. No es lo mismo.

Siempre podemos aplicar las dos columnas del consumo responsable: primero, intentar conocer lo que esconde cada escaparate (durante su fabricación, transporte, consumo, eliminación, etc.); y segundo, intentar consumir justo lo que necesitamos. De esta forma, aunque nuestro consumo provoque daños, serán menores.

Esta reflexión es muy útil para el primero de los cinco objetivos que pedía Fernando Valladares para iniciar ese urgente decrecimiento planificado, a saber: reducir la producción menos necesaria. Y para ello, es fundamental —si no prohibirla—, al menos, dejar de incitar a la esclavitud propia y ajena.

La próxima vez que veas un anuncio, mira a otro lugar, cambia de canal, o bien, cambia de mirada.

♦ Publiacidez de estómago:

Explotar animales en tiempos de panzootia por gripe aviar

Las cosas no suceden sin causa. Nada es independiente ni aparece espontáneamente. Ni siquiera algo tan minúsculo como un virus.

Así favorecemos la aparición de pandemias

El virus H5N1 se detectó por primera vez en una granja de gansos china en 1996. Todas las gripes aviares altamente patógenas, que causan enfermedades graves y pueden provocar la muerte, tienen su origen en granjas avícolas. La cepa de 2021 se convirtió en el virus de la gripe aviar dominante a nivel mundial. Actualmente, se contagia al entrar en contacto con excrementos, secreciones o fluidos del individuo infectado.

A pesar de llevar años investigándolo, no hemos acabado con su propagación. El año pasado empezó a afectar también a mamíferos. Pasaron meses desde los primeros síntomas de la enfermedad en algunas vacas en EEUU, hasta que las personas que estudiaban los casos ataron cabos y vieron que se trataba de gripe aviar. Fue insólito descubrir que un virus de gripe aviar había dado el salto a mamíferos.

Ahora no solo consigue contagiar a otras especies que no son aves, sino que ya puede pasar de vaca a vaca. Un estudio publicado en la revista Nature, llevado a cabo por un equipo de científicos/as del Departamento de Patobiología y Diagnóstico Médico del Colegio de Veterinarios de Kansas (EEUU) concluyó recientemente que la principal vía de transmisión al ganado vacuno en EEUU es la leche y las técnicas de ordeño. Al parecer, la transmisión respiratoria no es fundamental en el contagio de este brote.

El H5N1 está fuera de control

Portada del libro ecologista GRIS QUE TE QUIERO VERDE

«Gris que te quiero verde», un mapa para mitigar la crisis ecológica y el colapso.

A nivel global, la Organización Mundial de Sanidad Animal, ha notificado 1.672 focos en aves silvestres en 49 países (desde octubre de 2024 con datos hasta el 30 de julio de 2025).

El virus de la gripe aviar H5N1 está causando la epidemia más grave de la historia de la gripe aviar dado el impacto que está teniendo en animales salvajes de multitud de especies (no solo aves). Es difícil calcular el número de muertes. Los informes disponibles sugieren que varios millones de animales silvestres podrían haber muerto. Entre los eventos de mortalidad masiva más importantes sucedidos se encuentra la muerte de más de 200.000 aves silvestres en las zonas costeras de Perú; 24.000 leones marinos en Sudamérica; 20.500 aves silvestres en Escocia; 6.500 cormoranes del Cabo en Namibia y 17.400 elefantes marinos, incluyendo más del 95% de las crías en Argentina. Sin embargo, estas cifras subestiman considerablemente la mortalidad real, debido a la falta generalizada de vigilancia, pruebas y notificación de casos, especialmente en áreas remotas y en países en desarrollo.

En 2024, el 16% de las especies de aves silvestres y el 27% de las especies de mamíferos con infecciones conocidas de H5N1 ya estaban en peligro de conservación. En concreto, están catalogadas por la International Union for Conservation of Nature (IUCN) como amenazadas, vulnerables, en peligro o en peligro crítico de extinción. Por ejemplo, se cree que más del 20% de la población chilena de pingüinos de Humboldt (catalogados como vulnerables) murió de H5N1 en 2023.

Esta drástica reducción en las poblaciones de animales de tantas especies tiene un impacto directo en los ecosistemas. Solo la aparición de tantos cadáveres podría atraer a mayor cantidad de carroñeros que podrían infectarse y morir. Una reducción de individuos de especies carroñeras entrañaría el riesgo de derrame de patógenos y podría favorecer la sobrepoblación de otros animales, desequilibrando los recursos para unas y otras especies. No sabemos los efectos de estos cambios todavía.

Tampoco tenemos la capacidad para detener el contagio o cuidar de las víctimas afectadas que viven en libertad. La evolución del virus es totalmente incierta e impredecible. Podría volverse menos letal o seguir matando a miles de animales en masa, causando la extinción de muchas especies, algunas endémicas. Podemos teorizar, pero hasta pasados unos años no sabremos las consecuencias reales de tantas vidas de especies diferentes perdidas.

Estamos ante una panzootia

El alcance del virus de gripe aviar actual es tan extenso y mortal que la comunidad científica califica la situación de panzootia. Se llama “pandemia” cuando las víctimas son seres humanos y “panzootia” cuando hay una enfermedad infecciosa que está matando a individuos de diferentes especies no humanas en masa y que se propaga fácilmente. Es el brote de H5N1 que está afectando a más especies en un contexto de pérdida de biodiversidad y a un ritmo de extinción de especies ya histórico por otras causas.

Se han notificado casos en 485 tipos de aves como patos, palomas, avestruces y loros y en más de 48 especies de mamíferos. Entre ellos ratas, ratones, gatos, perros, cabras, delfines, pumas, visones, zorros, osos y vacas.

Masacres en granjas de distintas aves

Solo en lo que va de 2025 y solo en España, se han matado más de 865.000 aves en granjas por casos confirmados o ante posible contagio por gripe aviar. En Reino Unido aniquilaron 1.800.000 aves solo en tres meses a finales de 2024 y al inicio de 2025. Si miramos atrás en el tiempo, en Francia se mataron 16 millones de aves en seis meses durante 2022, cuando hubo un récord histórico de casos. Y entre 2023 y 2024, solo en EEUU se mataron cerca de 60 millones de aves.

Para entender la magnitud de esta masacre, hay que considerar estos números de muertes teniendo en cuenta que la mayoría de individuos masacrados no estaban contagiados, pero la normativa dicta que deben “ser sacrificados” como medida de seguridad, a modo de matanza preventiva o vaciado sanitario.

Otra medida preventiva para evitar la propagación del virus es aislar las granjas del exterior al máximo, lo cual implica mantener totalmente encerrados a los animales explotados durante un tiempo ilimitado. En Francia, se prohibió el acceso al exterior de todas las aves explotadas en todas las granjas de más de 50 individuos, ya que saliendo al exterior pueden exponerse a entrar en contacto con excrementos o animales silvestres portadores del virus.

Podemos vivir sin explotar animales

Libro Filosofía ante la crisis ecológica, de Marta Tafalla (reseña)Les negamos su libertad, anulamos su voluntad, limitamos sus movimientos de por vida, les obligamos a criar y a vivir en condiciones incómodas y en la mayoría de casos deplorables a nivel físico y psicológico. Nos apropiamos de sus cuerpos y les hacemos permanecer en un estado de sufrimiento constante hasta sus últimos suspiros en un matadero.

Por si fuera poco, su homogeneidad genética, el hacinamiento y la falta de higiene a los que los sometemos favorecen la proliferación de bacterias y patógenos que pueden causarles infecciones y propagar enfermedades letales como la gripe aviar. El virus actual causa lesiones respiratorias y neurológicas, condenando a quienes lo padecen a una muerte agónica.

Somos responsables de la propagación de la gripe aviar en animales silvestres. Ha sucedido por nuestro abuso y descuido en actividades crueles e innecesarias que llevamos a cabo para nuestro beneficio. No podemos pretender controlar y vencer un virus a la vez que favorecemos su propagación.

Necesitamos replantearnos nuestra relación con el resto de animales y una manera de hacerlo es cuestionar nuestro sistema alimentario, un sistema cruel que pone la vida de todos los habitantes de este planeta en un peligro continuo. Podemos alimentarnos de otras maneras y acelerar la transición proteica hacia una dieta 100 % vegetal. Esta transición ya está en marcha gracias a iniciativas como el Plant Based Treaty, el proyecto TransFARMation y Co&xister. ¿Por qué no seguir su camino? Si podemos vivir sin explotar animales, ¿por qué hacerlo?

Laura Muñoz, @unbichoinquieto (X e Instagram),
redactora y colaboradora habitual de Infoanimal.

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invitadoespecial

Portada del libro ecologista GRIS QUE TE QUIERO VERDE

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A pesar de llevar años investigándolo, no hemos acabado con su propagación. El año pasado empezó a afectar también a mamíferos. Pasaron meses desde los primeros síntomas de la enfermedad en algunas vacas en EEUU, hasta que las personas que estudiaban los casos ataron cabos y vieron que se trataba de gripe aviar. Fue insólito descubrir que un virus de gripe aviar había dado el salto a mamíferos.

Ahora no solo consigue contagiar a otras especies que no son aves, sino que ya puede pasar de vaca a vaca. Un estudio publicado en la revista Nature, llevado a cabo por un equipo de científicos/as del Departamento de Patobiología y Diagnóstico Médico del Colegio de Veterinarios de Kansas (EEUU) concluyó recientemente que la principal vía de transmisión al ganado vacuno en EEUU es la leche y las técnicas de ordeño. Al parecer, la transmisión respiratoria no es fundamental en el contagio de este brote.

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El virus de la gripe aviar H5N1 está causando la epidemia más grave de la historia de la gripe aviar dado el impacto que está teniendo en animales salvajes de multitud de especies (no solo aves). Es difícil calcular el número de muertes. Los informes disponibles sugieren que varios millones de animales silvestres podrían haber muerto. Entre los eventos de mortalidad masiva más importantes sucedidos se encuentra la muerte de más de 200.000 aves silvestres en las zonas costeras de Perú; 24.000 leones marinos en Sudamérica; 20.500 aves silvestres en Escocia; 6.500 cormoranes del Cabo en Namibia y 17.400 elefantes marinos, incluyendo más del 95% de las crías en Argentina. Sin embargo, estas cifras subestiman considerablemente la mortalidad real, debido a la falta generalizada de vigilancia, pruebas y notificación de casos, especialmente en áreas remotas y en países en desarrollo.

En 2024, el 16% de las especies de aves silvestres y el 27% de las especies de mamíferos con infecciones conocidas de H5N1 ya estaban en peligro de conservación. En concreto, están catalogadas por la International Union for Conservation of Nature (IUCN) como amenazadas, vulnerables, en peligro o en peligro crítico de extinción. Por ejemplo, se cree que más del 20% de la población chilena de pingüinos de Humboldt (catalogados como vulnerables) murió de H5N1 en 2023.

Esta drástica reducción en las poblaciones de animales de tantas especies tiene un impacto directo en los ecosistemas. Solo la aparición de tantos cadáveres podría atraer a mayor cantidad de carroñeros que podrían infectarse y morir. Una reducción de individuos de especies carroñeras entrañaría el riesgo de derrame de patógenos y podría favorecer la sobrepoblación de otros animales, desequilibrando los recursos para unas y otras especies. No sabemos los efectos de estos cambios todavía.

Tampoco tenemos la capacidad para detener el contagio o cuidar de las víctimas afectadas que viven en libertad. La evolución del virus es totalmente incierta e impredecible. Podría volverse menos letal o seguir matando a miles de animales en masa, causando la extinción de muchas especies, algunas endémicas. Podemos teorizar, pero hasta pasados unos años no sabremos las consecuencias reales de tantas vidas de especies diferentes perdidas.

Estamos ante una panzootia

El alcance del virus de gripe aviar actual es tan extenso y mortal que la comunidad científica califica la situación de panzootia. Se llama “pandemia” cuando las víctimas son seres humanos y “panzootia” cuando hay una enfermedad infecciosa que está matando a individuos de diferentes especies no humanas en masa y que se propaga fácilmente. Es el brote de H5N1 que está afectando a más especies en un contexto de pérdida de biodiversidad y a un ritmo de extinción de especies ya histórico por otras causas.

Se han notificado casos en 485 tipos de aves como patos, palomas, avestruces y loros y en más de 48 especies de mamíferos. Entre ellos ratas, ratones, gatos, perros, cabras, delfines, pumas, visones, zorros, osos y vacas.

Masacres en granjas de distintas aves

Solo en lo que va de 2025 y solo en España, se han matado más de 865.000 aves en granjas por casos confirmados o ante posible contagio por gripe aviar. En Reino Unido aniquilaron 1.800.000 aves solo en tres meses a finales de 2024 y al inicio de 2025. Si miramos atrás en el tiempo, en Francia se mataron 16 millones de aves en seis meses durante 2022, cuando hubo un récord histórico de casos. Y entre 2023 y 2024, solo en EEUU se mataron cerca de 60 millones de aves.

Para entender la magnitud de esta masacre, hay que considerar estos números de muertes teniendo en cuenta que la mayoría de individuos masacrados no estaban contagiados, pero la normativa dicta que deben “ser sacrificados” como medida de seguridad, a modo de matanza preventiva o vaciado sanitario.

Otra medida preventiva para evitar la propagación del virus es aislar las granjas del exterior al máximo, lo cual implica mantener totalmente encerrados a los animales explotados durante un tiempo ilimitado. En Francia, se prohibió el acceso al exterior de todas las aves explotadas en todas las granjas de más de 50 individuos, ya que saliendo al exterior pueden exponerse a entrar en contacto con excrementos o animales silvestres portadores del virus.

Podemos vivir sin explotar animales

Libro Filosofía ante la crisis ecológica, de Marta Tafalla (reseña)Les negamos su libertad, anulamos su voluntad, limitamos sus movimientos de por vida, les obligamos a criar y a vivir en condiciones incómodas y en la mayoría de casos deplorables a nivel físico y psicológico. Nos apropiamos de sus cuerpos y les hacemos permanecer en un estado de sufrimiento constante hasta sus últimos suspiros en un matadero.

Por si fuera poco, su homogeneidad genética, el hacinamiento y la falta de higiene a los que los sometemos favorecen la proliferación de bacterias y patógenos que pueden causarles infecciones y propagar enfermedades letales como la gripe aviar. El virus actual causa lesiones respiratorias y neurológicas, condenando a quienes lo padecen a una muerte agónica.

Somos responsables de la propagación de la gripe aviar en animales silvestres. Ha sucedido por nuestro abuso y descuido en actividades crueles e innecesarias que llevamos a cabo para nuestro beneficio. No podemos pretender controlar y vencer un virus a la vez que favorecemos su propagación.

Necesitamos replantearnos nuestra relación con el resto de animales y una manera de hacerlo es cuestionar nuestro sistema alimentario, un sistema cruel que pone la vida de todos los habitantes de este planeta en un peligro continuo. Podemos alimentarnos de otras maneras y acelerar la transición proteica hacia una dieta 100 % vegetal. Esta transición ya está en marcha gracias a iniciativas como el Plant Based Treaty, el proyecto TransFARMation y Co&xister. ¿Por qué no seguir su camino? Si podemos vivir sin explotar animales, ¿por qué hacerlo?

Laura Muñoz, @unbichoinquieto (X e Instagram),
redactora y colaboradora habitual de Infoanimal.

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¿Tú también eres drogadicto?

El mundo tecnológico es extraño para los humanos. Estamos medio drogados. Y eso no es lo peor. Lo más grave es que no lo sabemos; o no lo queremos reconocer; síntoma clásico de toda adicción.

En paralelo, crece el consumo de medicamentos que nos adormecen, al igual que nuestra obsesión colectiva por creer que son necesarias o imprescindibles las tonterías más delirantes, desde las toallitas húmedas al agua plastificada. Vivimos en una sociedad enganchada, sumisa a los picos de dopamina. Aunque esto tiene una explicación científica basada en la evolución, hay un lado triste y autodestructivo; deshumanizador y depravado.

¿A qué estamos enganchados? Al menos, a todo esto…

  1. Esclavos de la comodidad. Esto es dañino cuando se busca a toda costa y sin evaluar costos ni riesgos para nosotros ni para terceros.
  2. Dependemos del plástico y de los envases de usar y tirar. Hemos convertido en un peligro para nuestra salud un material que —bien empleado— podría tener más ventajas que inconvenientes. Ni un SDDR para los envases de plástico sería suficiente, porque reciclar no basta.
    • Evitar envases de usar y tirar, incluso de vidrio, no es tan fácil como debiera, aunque tampoco es imposible.
  3. Dependemos del petróleo. Pocas dependencias son tan graves como la petroadicción. Gran parte de nuestras sociedades se mueven con combustibles fósiles, desde este blog que estás leyendo, hasta la comida que llega a tu boca. Sin petróleo, sufriríamos apagones, tanto eléctricos como médicos, psicológicos, de suministros y hasta de paz.
    • Caminar e ir en bici son bombas silenciosas que despiertan a la humanidad.
  4. Nos ciega la moda barata. Queremos vestir arreglados para que no nos miren mal; o para sentirnos superiores, si bien los mayores ladrones y asesinos siempre se presentan con corbata y relojes caros. Tampoco parece importar que la moda sea causa directa de enormes problemas ecoanimalistas.
    • Vestir ropa visiblemente usada, no solo introduce menos tóxicos en nuestro cuerpo, sino que golpea en el estómago de la segunda industria más contaminante del planeta, solo por detrás del sector energético.
  5. Adoramos la carne, los lácteos, los huevos y la comida ultraprocesada. Nos da igual lo que diga la ciencia, incluso aunque nuestra salud se resienta. El consumo de alimentos de origen animal y ultracondimentados es tan sabroso y barato (subvencionado en muchos casos), que nos engancha en cada mordisco. Los dirigentes venden nuestra salud a macrocorporaciones ultraazucaradas.
    • Solo un demente o alguien sin alternativas querría trabajar de matarife. En este oficio, la crueldad diaria insensibiliza al ser humano hasta niveles inhumanos. A partir de ahí, todos los negocios que se basan en ello —igual que la caza o la pesca— tienen podridos los cimientos.
  6. Huimos lejos para mirar fuera cuando no queremos ver dentro. ¿Quién nos ha vendido que si no viajas en vacaciones eres un ser inferior? Los sabios saben que se aprende más sin salir de casa (Capítulo 47 del Tao Te Ching).
    • Viajar despacio y por tierra (sin volar) no es sinónimo de viajar cerca, ni de aprender poco. Tener el valor de mirar hacia dentro es más barato, más productivo y más valiente que subir al Himalaya, pero la foto tendrá menos likes.
  7. Buscamos el ruido. Fabricamos máquinas que producen ruido y rellenamos con música cuando hay demasiado silencio. Nuestra sociedad se comporta como si el silencio fuera un terrorífico enemigo.
  8. Anhelamos la riqueza. Queremos dinero para que nos admiren. Los ricos no son superiores; solo los tratamos como si lo fueran, sin importar si el origen de su riqueza es ético o no; o incluso cuando, directamente, se sabe que procede de corrupción propia o de sus antepasados.
    • Muchas personas se consideran clase media porque observan que hay otros más ricos y otros más pobres. La medida de Peter Singer para ver si somos ricos tal vez te sorprenda y te haga reaccionar ante este mundo asombrosamente injusto.
  9. Nos atamos a las telecomunicaciones, a internet, a la tecnología, a la IA, a las series en streaming. La cosa va más allá del síndrome FOMO (Fear of Missing Out; miedo a perderse algo), caracterizado por ansiedad o preocupación constante por no estar al tanto de eventos y personajes; a veces tan alejados que ni conocemos en persona. Estar constantemente en conversación con unos y otros no solo es estresante, sino que nos quita tiempo para cosas importantes: leer, estudiar, pensar, descansar, pasear…
    • Algunas apps, como WhatsApp, tienen serios inconvenientes si se usan mal. Por eso, cada vez más personas se pasan a Telegram que, además de tener menos usuarios (eso quita ruido), no traspasa tus datos a cualquiera de las redes de Meta.
  10. Corremos sin motivo, siervos de la inmediatez y la novedad. Lo que queremos, lo queremos rápido. Si viajamos, ansiamos llegar pronto; para así, irnos rápido a otro lugar. Ver la película es más rápido que leer el libro. Lo nuevo, rápido pasa a ser viejo.
    • ¿Y si cada día nos proponemos hacer algo más despacio, con más calma, con más pasión?

Por supuesto, no hemos pretendido ser exhaustivos en esta lista, sino invitar a una reflexión siempre agradecida y agradable. Cambiar no es fácil, pero tampoco imposible ni difícil, si lo deseamos.

Como sociedad, es bueno saber que hay estudios que reflejan que no hace falta mucha población concienciada para provocar un cambio sustancial. Entre un 10 y un 20 % de personas activas son suficientes para arrastrar a más individuos, colectivos y también a los líderes, que tendrían que tomar medidas. Hay muchos ejemplos: el voto femenino se consiguió cuando ni siquiera muchas mujeres lo deseaban.

La sociedad actual nos ha envenenado. Ya no somos consumidores. Somos nosotros los consumidos, drogadictos del sistema; adictos al placer inmediato y a la comodidad de un sistema de vida insostenible, cuya factura pagará quién sabe quién.

Asumamos nuestras dependencias. Reconozcamos que tenemos un problema grave. Ese es el primer paso para desintoxicarnos antes de morir por sobredosis.

♥ Drogas que nos matan y soluciones que nos salvan:

blogsostenible

¿Tú también eres drogadicto?

El mundo tecnológico es extraño para los humanos. Estamos medio drogados. Y eso no es lo peor. Lo más grave es que no lo sabemos; o no lo queremos reconocer; síntoma clásico de toda adicción.

En paralelo, crece el consumo de medicamentos que nos adormecen, al igual que nuestra obsesión colectiva por creer que son necesarias o imprescindibles las tonterías más delirantes, desde las toallitas húmedas al agua plastificada. Vivimos en una sociedad enganchada, sumisa a los picos de dopamina. Aunque esto tiene una explicación científica basada en la evolución, hay un lado triste y autodestructivo; deshumanizador y depravado.

¿A qué estamos enganchados? Al menos, a todo esto…

  1. Esclavos de la comodidad. Esto es dañino cuando se busca a toda costa y sin evaluar costos ni riesgos para nosotros ni para terceros.
  2. Dependemos del plástico y de los envases de usar y tirar. Hemos convertido en un peligro para nuestra salud un material que —bien empleado— podría tener más ventajas que inconvenientes. Ni un SDDR para los envases de plástico sería suficiente, porque reciclar no basta.
    • Evitar envases de usar y tirar, incluso de vidrio, no es tan fácil como debiera, aunque tampoco es imposible.
  3. Dependemos del petróleo. Pocas dependencias son tan graves como la petroadicción. Gran parte de nuestras sociedades se mueven con combustibles fósiles, desde este blog que estás leyendo, hasta la comida que llega a tu boca. Sin petróleo, sufriríamos apagones, tanto eléctricos como médicos, psicológicos, de suministros y hasta de paz.
    • Caminar e ir en bici son bombas silenciosas que despiertan a la humanidad.
  4. Nos ciega la moda barata. Queremos vestir arreglados para que no nos miren mal; o para sentirnos superiores, si bien los mayores ladrones y asesinos siempre se presentan con corbata y relojes caros. Tampoco parece importar que la moda sea causa directa de enormes problemas ecoanimalistas.
    • Vestir ropa visiblemente usada, no solo introduce menos tóxicos en nuestro cuerpo, sino que golpea en el estómago de la segunda industria más contaminante del planeta, solo por detrás del sector energético.
  5. Adoramos la carne, los lácteos, los huevos y la comida ultraprocesada. Nos da igual lo que diga la ciencia, incluso aunque nuestra salud se resienta. El consumo de alimentos de origen animal y ultracondimentados es tan sabroso y barato (subvencionado en muchos casos), que nos engancha en cada mordisco. Los dirigentes venden nuestra salud a macrocorporaciones ultraazucaradas.
    • Solo un demente o alguien sin alternativas querría trabajar de matarife. En este oficio, la crueldad diaria insensibiliza al ser humano hasta niveles inhumanos. A partir de ahí, todos los negocios que se basan en ello —igual que la caza o la pesca— tienen podridos los cimientos.
  6. Huimos lejos para mirar fuera cuando no queremos ver dentro. ¿Quién nos ha vendido que si no viajas en vacaciones eres un ser inferior? Los sabios saben que se aprende más sin salir de casa (Capítulo 47 del Tao Te Ching).
    • Viajar despacio y por tierra (sin volar) no es sinónimo de viajar cerca, ni de aprender poco. Tener el valor de mirar hacia dentro es más barato, más productivo y más valiente que subir al Himalaya, pero la foto tendrá menos likes.
  7. Buscamos el ruido. Fabricamos máquinas que producen ruido y rellenamos con música cuando hay demasiado silencio. Nuestra sociedad se comporta como si el silencio fuera un terrorífico enemigo.
  8. Anhelamos la riqueza. Queremos dinero para que nos admiren. Los ricos no son superiores; solo los tratamos como si lo fueran, sin importar si el origen de su riqueza es ético o no; o incluso cuando, directamente, se sabe que procede de corrupción propia o de sus antepasados.
    • Muchas personas se consideran clase media porque observan que hay otros más ricos y otros más pobres. La medida de Peter Singer para ver si somos ricos tal vez te sorprenda y te haga reaccionar ante este mundo asombrosamente injusto.
  9. Nos atamos a las telecomunicaciones, a internet, a la tecnología, a la IA, a las series en streaming. La cosa va más allá del síndrome FOMO (Fear of Missing Out; miedo a perderse algo), caracterizado por ansiedad o preocupación constante por no estar al tanto de eventos y personajes; a veces tan alejados que ni conocemos en persona. Estar constantemente en conversación con unos y otros no solo es estresante, sino que nos quita tiempo para cosas importantes: leer, estudiar, pensar, descansar, pasear…
    • Algunas apps, como WhatsApp, tienen serios inconvenientes si se usan mal. Por eso, cada vez más personas se pasan a Telegram que, además de tener menos usuarios (eso quita ruido), no traspasa tus datos a cualquiera de las redes de Meta.
  10. Corremos sin motivo, siervos de la inmediatez y la novedad. Lo que queremos, lo queremos rápido. Si viajamos, ansiamos llegar pronto; para así, irnos rápido a otro lugar. Ver la película es más rápido que leer el libro. Lo nuevo, rápido pasa a ser viejo.
    • ¿Y si cada día nos proponemos hacer algo más despacio, con más calma, con más pasión?

Por supuesto, no hemos pretendido ser exhaustivos en esta lista, sino invitar a una reflexión siempre agradecida y agradable. Cambiar no es fácil, pero tampoco imposible ni difícil, si lo deseamos.

Como sociedad, es bueno saber que hay estudios que reflejan que no hace falta mucha población concienciada para provocar un cambio sustancial. Entre un 10 y un 20 % de personas activas son suficientes para arrastrar a más individuos, colectivos y también a los líderes, que tendrían que tomar medidas. Hay muchos ejemplos: el voto femenino se consiguió cuando ni siquiera muchas mujeres lo deseaban.

La sociedad actual nos ha envenenado. Ya no somos consumidores. Somos nosotros los consumidos, drogadictos del sistema; adictos al placer inmediato y a la comodidad de un sistema de vida insostenible, cuya factura pagará quién sabe quién.

Asumamos nuestras dependencias. Reconozcamos que tenemos un problema grave. Ese es el primer paso para desintoxicarnos antes de morir por sobredosis.

♥ Drogas que nos matan y soluciones que nos salvan:

Meditar, una de las cosas más sostenibles. Meditación por los bosques del planeta

Meditar bajo los árbolesUna de las cosas más respetuosas con la naturaleza es no hacer nada, a ser posible, ni siquiera pensar. Solo observarse a uno mismo es un ejercicio sano y sostenible. Se puede llamar meditar.

Si vas por la vida corriendo, frena. Si nunca te detienes, detente ahora. Si crees que tú no dañas a la naturaleza, escucha tu mente. Si crees que estás despierto, cierra los ojos un momento.

El escritor Yuval N. Harari descubrió la meditación por casualidad y, tras muchos intentos fracasados, quedó fascinado. En uno de sus libros explica que la meditación no tiene que asociarse a ninguna religión y que, en definitiva, la meditación es cualquier método de observación directa de nuestra propia mente. Es muy útil porque el origen del sufrimiento está en la propia mente. Cuando deseamos que ocurra algo y no ocurre, generamos sufrimiento. Es una reacción de la mente. Es la mente la que provoca el sufrimiento. “Aprender esto es el primer paso para dejar de generar más sufrimiento”. Los humanos somos máquinas de generar sufrimiento, empezando por nosotros mismos, y parar esto es más fácil de lo que pueda parecer.

El místico indio Deepak Chopra dejó escrito: “Actualmente, la felicidad de las personas depende de que otro sea infeliz (por pobreza, explotación, guerra, crimen y división de clases), o bien de que cerremos los ojos ante la fragilidad de la felicidad actual frente a un cambio en el futuro”. Y daba una salida: “Una antigua manera de ser feliz ha llevado al mundo al borde del abismo; una nueva manera de ser feliz puede salvarlo (…). La contribución más importante que puedo hacer para la sanación de nuestro planeta es ser feliz. Al propagar esa felicidad allá donde vaya, suscito una respuesta sanadora. Es fundamental comprender que nada de esto exige hacer algo especial (…). Mientras más intensa sea tu felicidad, mayor será su efecto sanador” (cfr. La receta de la felicidad).

Decía Pablo d’Ors en su Biografía del silencio, que vivimos muy dispersos y que la meditación nos ayuda a recuperar la niñez perdida. Los niños saben vivir el presente, especialmente cuando juegan. Para este sacerdote, uno de los efectos de la meditación es que “no quieres hacer daño a nada ni a nadie porque te das cuenta de que en primera instancia te dañarías a ti mismo”. Meditando aprendemos a ser más indiferentes a nuestros apegos y a nuestras aversiones, eso que nos agrada o nos desagrada. Conseguiremos aceptar mejor la realidad y dejar de manipular lo externo para intentar acomodarlo a nuestros gustos e intereses. Para él, meditar no es dejar la mente sin pensamientos, sino contemplarlos y ver cómo vienen y van mientras tú eres otra cosa. Otras frases sobre la meditación de este último libro son:

  • “Casi todos los frutos de la meditación se perciben fuera de la meditación”. Esos frutos son, por ejemplo, una mayor aceptación de la vida tal cual es, más serenidad y benevolencia, más felicidad, más madurez, “capacidad de asumir las propias responsabilidades”… y también “un superior aprecio a los animales y a la naturaleza”.
  • Cuanto menos somos, más queremos tener. La meditación enseña, en cambio, que cuando no se tiene nada, se dan más oportunidades al ser. Es en la nada donde el ser brilla en todo su esplendor. Por eso, conviene dejar de una vez por todas de desear cosas y de acumularlas; conviene comenzar a abrir los regalos que la vida nos hace para, acto seguido, simplemente disfrutarlos. La meditación apacigua la máquina del deseo y estimula a gozar de lo que se tiene”.
  • “Todo lo que haces a los demás seres y a la naturaleza te lo haces a ti”.
  • “El mejor modo de ayudar a los demás es siendo uno mismo”.
  • “Gracias a la meditación se aprende a no querer ir a ningún lugar distinto a aquel en que se está (…) [y] la verdadera dicha es algo muy simple. (…) No hay que inventar nada, sino recibir lo que la vida ha inventado para nosotros; y luego, eso sí, dárselo a otros. Los grandes maestros son, y no hay aquí excepciones, grandes receptores”.
  • “Más de un ochenta por ciento de nuestra actividad mental —y es probable que me haya quedado corto en esta proporción— es totalmente irrelevante y prescindible, más aún, contraproducente”.

¡Qué razón tiene al decir que el principal de los ídolos del ser humano es el bienestar! Nos obsesionamos por vivir bien, por nuestra comodidad, por huir del sufrimiento… y nos perdemos vivir. “La tristeza y la desgracia están ahí para nuestro crecimiento”, para aprender a no resistirnos a la realidad y ser, así, felices con las cosas como son.

En definitiva, hay muchos motivos para meditar, pero lo mejor es no esperar nada, y dejarse sorprender por el silencio. Si esperas algo concreto, seguramente quedarás defraudado.

Para terminar, recomendamos el libro El puente donde habitan las mariposas en el que Nazareth Castellanos nos empuja a buscar nuestra mejor versión; y también proponemos esta extraña meditación por los bosques. Es extraña porque no se debe meditar “por” nada, ni “para” nada, pero aún así, la transformación sucede:

♥ Nota: Lee otras citas de los grandes personajes aludidos en este artículo (y de otros).

♥ Transcripción de la meditación por los bosques:

Siéntate o túmbate relajadamente… Adopta una postura cómoda, con la espalda recta. Cierra tus ojos suavemente. Visualiza cómo tu cuerpo se relaja empezando por los dedos de los pies… La relajación va subiendo por los tobillos, espinillas, rodillas, muslos, caderas, abdomen, tórax, brazos, manos, cuello, mandíbula inferior… hasta la cabeza completa.

Ahora vamos a iniciar un camino transformador… Imagina que estás en un bosque. Hay una brisa apacible… vas caminando por un sendero y los árboles te transmiten su fuerza, su energía, su paz, su calma… Aumenta ahora tu capacidad de observación. Fija tu atención en un árbol concreto. Examínalo en detalle: su tronco, sus raíces que asoman parcialmente entre la tierra, sus ramas, sus hojas… tal vez sus flores o frutos… ¿No notas algo extraño? Sí, estas sintiendo también su tristeza… y te preguntas por qué.

Te acercas y sientes que está llorando… son lágrimas de resina. No es solo una herida física… es pena por todo lo que sufren los árboles y los bosques.

El lugar sigue siendo tranquilo… Con plena paz, decides contactar con un árbol majestuoso para que te cuente el motivo de su tristeza. Lo miras y sientes una especial conexión con él. No necesitas abrazarlo, pues solo estar junto a él te transmite su calma, pero también su tristeza. Y tú le preguntas… ¿por qué lloras?

Y él contesta muy tranquila y pausadamente:

—Lloro por todo lo que sufren mis hermanos los bosques y mis hermanos los animales. Por todo el mundo el ser humano está arrasando los bosques, talándolos o quemándolos, para hacer campos de cultivo, carreteras, edificios… El ser humano no necesita plantar tanto. Casi toda esa comida la usa para alimentar ganado que, como esclavos, viven encerrados hasta que engordan lo suficiente para morir. También se pierden bosques porque los humanos comen muchos productos procesados con aceite de palma. Se eliminan bosques para plantar palmeras, y desaparece así el hogar de animales tan escasos como el orangután. No es solo eso —sigue diciendo el árbol—, en las ciudades también se maltratan a los árboles: algunos se talan sin pensar en todo lo que aportan a la ciudad, otros se podan en exceso sin pensar en el daño que se le hace al árbol. Las ciudades serían más acogedoras con muchos árboles. Se respiraría mejor, habría menos ruido, más salud…

Un silencio largo suspende la explicación…

El árbol te mira y siente también tu tristeza, pero también intuye que quieres saber más, por lo que continúa hablando:

—Se pierden bosques también para plantar eucaliptos, un cultivo para la industria papelera. En los cultivos se pierde biodiversidad, se pierden muchas especies… Personas que vienen a disfrutar de los bosques, dejan su basura, sus latas, sus plásticos… contaminando así el suelo, los ríos y los mares. También contaminan los cazadores con sus balas y su ruido. Matar a un animal salvaje no es respetar la vida. Es un atentado contra la Naturaleza, salvo que no tengas otra cosa que comer. Los animales no son trofeos para adornar o para presumir. Amigo… también se pierden bosques extrayendo del subsuelo materiales que los humanos quieren: oro, petróleo, minerales…

Te sientes en comunión con ese árbol, y con todo el bosque… Y todo el bosque siente tu compromiso para ayudarles:

  • Decides no comprar más carne, porque ahora sientes el impacto directo en los bosques del mundo.
  • Decides comprar menos cosas, porque para fabricar casi todo se emplea petróleo y minerales. Evitaremos también las cosas con plástico de usar y tirar.
  • Decides no cazar y no comer nada que provenga de la caza.
  • Decides no comprar alimentos con aceite de palma o sus derivados.
  • Decides gastar menos productos de papel, incluyendo cosas como papel higiénico.
  • Decides defender los árboles en las ciudades y pedir que se planten más.
  • Decides entender que casi todo lo que hacemos influye en los bosques y en los árboles, cercanos o lejanos.

El bosque ha entendido tu compromiso y deja de llorar… Empieza a sonreír. Lo sientes y tú también dibujas una suave sonrisa mientras te despides.

Abre los ojos lentamente, cuando te parezca bien… Siente en tu corazón una transformación especial que no tienes que explicar ni definir. Algo ha cambiado. Tú has cambiado y te sientes bien con el cambio. Te sientes más fuerte, con más energía y con más motivación para llevar una vida feliz y respetuosa con los bosques y con los animales.

♣ Más sobre bosques y árboles:

  1. Bosques, siempre sorprendentes.
  2. Libro Los árboles te enseñarán a ver el bosque, de Joaquín Araújo (resumen).
  3. Costa Rica, un ejemplo a seguir: renovables, bosques, autobuses eléctricos…
  4. ¿Sabías que los BOSQUES curan? — 4 reportajes cortos que no puedes perderte.
  5. Giono y los Árboles (inspiradora historia).
  6. Breve guía para plantar árboles.
  7. Los árboles nos miran y no nos entienden.
  8. Podar los árboles acorta su vida.

Por una ley para los grandes simios: justicia para nuestros hermanos evolutivos

Firma aquí la petición ciudadana en defensa de los grandes simios

Firma aquí la petición ciudadana en defensa de los grandes simios

El Gobierno español no puede seguir incumpliendo su palabra y la ley. La humanidad tiene una deuda pendiente con sus parientes más cercanos: los grandes simios.

Chimpancés, gorilas, orangutanes y bonobos no son simples animales: son homínidos, miembros de nuestra misma familia evolutiva, con quienes compartimos más del 98% de nuestro ADN. Ellos sienten, ríen, lloran, transmiten cultura, se comunican y establecen lazos familiares tan profundos e irrompibles como los nuestros. Y, sin embargo, el Gobierno de España está incumpliendo la ley y abandonando a estos seres.

En marzo de 2023, la Ley 7/2023 de Protección de los Derechos y el Bienestar de los Animales obligaba al Ejecutivo a presentar en un plazo máximo de tres meses un proyecto de Ley de Grandes Simios. Han pasado más de dos años y ni siquiera existe un borrador.

El Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, no solo ignora una obligación legal, sino que perpetúa una injusticia histórica contra seres que, científicamente, pertenecen a nuestra misma familia. España podría ser pionera en el mundo con la primera ley integral de grandes simios, pero el retraso amenaza con convertir una oportunidad histórica en una vergüenza internacional.

Grandes simios: seres con mente, cultura y emociones

La ciencia ha demostrado, una y otra vez, que los grandes simios poseen capacidades cognitivas y emocionales complejas:

  • Autoconciencia: se reconocen en un espejo, como los humanos.
  • Lenguaje y comunicación: orangutanes, chimpancés y gorilas han aprendido a comunicarse con lenguajes de signos.
  • Cultura y transmisión social: enseñan a sus crías a usar herramientas, transmiten costumbres de generación en generación.
  • Empatía y compasión: consuelan a sus compañeros cuando sufren, ayudan a miembros enfermos o heridos de su grupo.
  • Memoria y planificación: recuerdan eventos pasados y anticipan acciones futuras.
  • Sentimientos humanos: la tristeza, la depresión, la alegría, la solidaridad y el duelo forman parte de su vida diaria.

Privarlos de libertad y mantenerlos en jaulas no es ni cultura ni educación, es un crimen ético contra nuestra propia familia evolutiva. Y, sin embargo, siguen sin la protección legal que se les prometió.

El fracaso de la reproducción en cautividad

Uno de los puntos más importantes de esta campaña es exigir que la futura Ley de Grandes Simios prohíba la reproducción en cautividad. Los zoos justifican la cría como parte de “programas de conservación”, pero:

  • No existe aval científico independiente que confirme que estos programas salvan a las especies. Más aún, se fomenta la caza de animales salvajes para encerrarlos en zoos.
  • La mayoría de los individuos criados en zoos nunca serán reintroducidos en libertad.
  • Muchas veces se producen cruces entre subespecies, generando híbridos que no sirven para conservar la especie.
  • Los animales son explotados sexualmente para fines reproductivos, y trasladados de un zoo a otro sin importar el trauma que ello implica.
  • Se rompen lazos familiares profundos, equivalentes a los vínculos humanos entre padres, madres e hijos.

En realidad, la reproducción en cautividad solo alimenta el negocio de los zoos, que los muestran como meras estampas vivientes para el entretenimiento humano.

La verdadera conservación debe ser in situ

El único camino real para garantizar la supervivencia de los grandes simios está en sus hábitats naturales, no en jaulas. Es allí, en las selvas y bosques tropicales, donde debemos:

  • Luchar contra la deforestación.
  • Frenar el tráfico ilegal de especies.
  • Proteger a los pueblos indígenas que conviven con ellos y son sus guardianes naturales.
  • Apoyar proyectos de conservación in situ, donde los animales mantengan su libertad, su cultura y sus lazos familiares intactos.

Todo lo demás es un engaño. Ningún zoo ha salvado a los grandes simios de la extinción, ni tampoco lo hará, porque los zoos fabrican seres sin cultura propia, incapaces de subsistir en el medio natural.

Una deuda histórica y moral

En 2008, la Comisión de Medio Ambiente del Congreso de España aprobó por unanimidad de todos los partidos una Proposición No de Ley para proteger a los grandes simios. El Gobierno de entonces ignoró aquella decisión.

Hoy, la historia se repite: el Ejecutivo vuelve a dar la espalda a nuestros hermanos evolutivos. Y no podemos permitirlo. Por ello, decimos ¡basta ya de tanto dar largas y tanto engaño! El Gobierno debe cumplir la propia ley que ha aprobado. El Ministerio de Derechos Sociales es el responsable y exigimos una reunión con el Ministro para exponer nuestras inquietudes, nuestro malestar y presentar un borrador que ha sido elaborado por expertos. Lee la carta pública al ministro.

Este incumplimiento no solo es ilegal. Es también una traición a la palabra dada y un atropello a la justicia más elemental.

Llamamiento a la sociedad civil

Hoy, el Proyecto Gran Simio y la Fundación Animal Guardians, hacemos un llamamiento contundente a toda la sociedad civil:

  • A asociaciones animalistas, ecologistas, culturales, de abogados, médicos, veterinarios, educadores, de vecinos, etc. Si perteneces a una organización, únete a la campaña con tu logo.
  • A cada persona con conciencia, con sensibilidad, con dignidad. Firma la campaña.

Los grandes simios no pueden esperar más. Necesitan que alcemos la voz por ellos, que nos unamos en una sola fuerza. Puedes ver aquí el VÍDEO DE LA CAMPAÑA.

No más excusas, no más retrasos

Los grandes simios no son objetos, no son recursos económicos, no son entretenimiento.
Son parte de nosotros, de nuestra familia. Hermanos evolutivos que sienten y sueñan, que aman y sufren, que esperan justicia desde hace demasiado tiempo.

El Gobierno está incumpliendo la ley, está traicionando a la ciencia, a la ética y a la humanidad misma.

No podemos permitir que sigan enjaulados, explotados y tratados como mercancía. No podemos tolerar que se rompan sus familias y se les arrebate su cultura. No podemos seguir mirando hacia otro lado mientras se les condena al sufrimiento en cautividad. España debe ser pionera en el mundo. Hagamos historia. Hagamos justicia. Los grandes simios no pueden esperar más.

Pedro Pozas Terrados
Coordinador del Proyecto Gran Simio

♦ Otros temas que te van a encantar:

invitadoespecial

Firma aquí la petición ciudadana en defensa de los grandes simios

Por una ley para los grandes simios: justicia para nuestros hermanos evolutivos

Firma aquí la petición ciudadana en defensa de los grandes simios
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El Gobierno español no puede seguir incumpliendo su palabra y la ley. La humanidad tiene una deuda pendiente con sus parientes más cercanos: los grandes simios.

Chimpancés, gorilas, orangutanes y bonobos no son simples animales: son homínidos, miembros de nuestra misma familia evolutiva, con quienes compartimos más del 98% de nuestro ADN. Ellos sienten, ríen, lloran, transmiten cultura, se comunican y establecen lazos familiares tan profundos e irrompibles como los nuestros. Y, sin embargo, el Gobierno de España está incumpliendo la ley y abandonando a estos seres.

En marzo de 2023, la Ley 7/2023 de Protección de los Derechos y el Bienestar de los Animales obligaba al Ejecutivo a presentar en un plazo máximo de tres meses un proyecto de Ley de Grandes Simios. Han pasado más de dos años y ni siquiera existe un borrador.

El Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, no solo ignora una obligación legal, sino que perpetúa una injusticia histórica contra seres que, científicamente, pertenecen a nuestra misma familia. España podría ser pionera en el mundo con la primera ley integral de grandes simios, pero el retraso amenaza con convertir una oportunidad histórica en una vergüenza internacional.

Grandes simios: seres con mente, cultura y emociones

La ciencia ha demostrado, una y otra vez, que los grandes simios poseen capacidades cognitivas y emocionales complejas:

  • Autoconciencia: se reconocen en un espejo, como los humanos.
  • Lenguaje y comunicación: orangutanes, chimpancés y gorilas han aprendido a comunicarse con lenguajes de signos.
  • Cultura y transmisión social: enseñan a sus crías a usar herramientas, transmiten costumbres de generación en generación.
  • Empatía y compasión: consuelan a sus compañeros cuando sufren, ayudan a miembros enfermos o heridos de su grupo.
  • Memoria y planificación: recuerdan eventos pasados y anticipan acciones futuras.
  • Sentimientos humanos: la tristeza, la depresión, la alegría, la solidaridad y el duelo forman parte de su vida diaria.

Privarlos de libertad y mantenerlos en jaulas no es ni cultura ni educación, es un crimen ético contra nuestra propia familia evolutiva. Y, sin embargo, siguen sin la protección legal que se les prometió.

El fracaso de la reproducción en cautividad

Uno de los puntos más importantes de esta campaña es exigir que la futura Ley de Grandes Simios prohíba la reproducción en cautividad. Los zoos justifican la cría como parte de “programas de conservación”, pero:

  • No existe aval científico independiente que confirme que estos programas salvan a las especies. Más aún, se fomenta la caza de animales salvajes para encerrarlos en zoos.
  • La mayoría de los individuos criados en zoos nunca serán reintroducidos en libertad.
  • Muchas veces se producen cruces entre subespecies, generando híbridos que no sirven para conservar la especie.
  • Los animales son explotados sexualmente para fines reproductivos, y trasladados de un zoo a otro sin importar el trauma que ello implica.
  • Se rompen lazos familiares profundos, equivalentes a los vínculos humanos entre padres, madres e hijos.

En realidad, la reproducción en cautividad solo alimenta el negocio de los zoos, que los muestran como meras estampas vivientes para el entretenimiento humano.

La verdadera conservación debe ser in situ

El único camino real para garantizar la supervivencia de los grandes simios está en sus hábitats naturales, no en jaulas. Es allí, en las selvas y bosques tropicales, donde debemos:

  • Luchar contra la deforestación.
  • Frenar el tráfico ilegal de especies.
  • Proteger a los pueblos indígenas que conviven con ellos y son sus guardianes naturales.
  • Apoyar proyectos de conservación in situ, donde los animales mantengan su libertad, su cultura y sus lazos familiares intactos.

Todo lo demás es un engaño. Ningún zoo ha salvado a los grandes simios de la extinción, ni tampoco lo hará, porque los zoos fabrican seres sin cultura propia, incapaces de subsistir en el medio natural.

Una deuda histórica y moral

En 2008, la Comisión de Medio Ambiente del Congreso de España aprobó por unanimidad de todos los partidos una Proposición No de Ley para proteger a los grandes simios. El Gobierno de entonces ignoró aquella decisión.

Hoy, la historia se repite: el Ejecutivo vuelve a dar la espalda a nuestros hermanos evolutivos. Y no podemos permitirlo. Por ello, decimos ¡basta ya de tanto dar largas y tanto engaño! El Gobierno debe cumplir la propia ley que ha aprobado. El Ministerio de Derechos Sociales es el responsable y exigimos una reunión con el Ministro para exponer nuestras inquietudes, nuestro malestar y presentar un borrador que ha sido elaborado por expertos. Lee la carta pública al ministro.

Este incumplimiento no solo es ilegal. Es también una traición a la palabra dada y un atropello a la justicia más elemental.

Llamamiento a la sociedad civil

Hoy, el Proyecto Gran Simio y la Fundación Animal Guardians, hacemos un llamamiento contundente a toda la sociedad civil:

  • A asociaciones animalistas, ecologistas, culturales, de abogados, médicos, veterinarios, educadores, de vecinos, etc. Si perteneces a una organización, únete a la campaña con tu logo.
  • A cada persona con conciencia, con sensibilidad, con dignidad. Firma la campaña.

Los grandes simios no pueden esperar más. Necesitan que alcemos la voz por ellos, que nos unamos en una sola fuerza. Puedes ver aquí el VÍDEO DE LA CAMPAÑA.

No más excusas, no más retrasos

Los grandes simios no son objetos, no son recursos económicos, no son entretenimiento.
Son parte de nosotros, de nuestra familia. Hermanos evolutivos que sienten y sueñan, que aman y sufren, que esperan justicia desde hace demasiado tiempo.

El Gobierno está incumpliendo la ley, está traicionando a la ciencia, a la ética y a la humanidad misma.

No podemos permitir que sigan enjaulados, explotados y tratados como mercancía. No podemos tolerar que se rompan sus familias y se les arrebate su cultura. No podemos seguir mirando hacia otro lado mientras se les condena al sufrimiento en cautividad. España debe ser pionera en el mundo. Hagamos historia. Hagamos justicia. Los grandes simios no pueden esperar más.

Pedro Pozas Terrados
Coordinador del Proyecto Gran Simio

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El Ayuntamiento de Málaga (PP) debe Pedir Perdón (PP)

Definitivamente, Málaga es una ciudad con el encefalograma ambiental plano. El analfabetismo ambiental de los dirigentes es digno de estudio en facultades de Ciencias Ambientales, como ejemplos de lo que no se debe hacer y de un greenwashing que pretende engañar a la población y que aparentemente lo consigue. Obviamente, todo apesta más a intereses económicos que a simple ignorancia de la casta política.

El caso Arraijanal

Lo acaecido con Arraijanal debe divulgarse. Se trata de un espacio natural que el ayuntamiento cedió al jeque propietario del Málaga C.F. para construir campos de fútbol. La mayoría de los malagueños no saben nada de lo que hay detrás de la Academia de fútbol (y puede que les interese).

Primeramente, en Arraijanal el ayuntamiento expropió terrenos para protegerlos, y precisamente el propio ayuntamiento aprueba, posteriormente, destruir su valioso hábitat. ¿Es eso coherencia?

La cosa es más grave porque el objetivo original se fragmentó en varios proyectos para eludir la Evaluación Ambiental Estratégica. Talaron árboles para hacer sitio a los campos de fútbol y cuando se quedaron sin dinero, pararon las obras. En enero de 2021 las obras continuaron pero con objetivos más modestos, porque la crisis también afecta, afortunadamente, a la destrucción de ecosistemas.

Muscari parviflorum una planta en peligro que solo vive en Málaga.Las mentiras y las imágenes de destrucción, protesta y tala de árboles afectaron negativamente a la imagen del ayuntamiento. ¿Qué hicieron? Una barbaridad más. Buscaron una especie de planta en peligro que viviera en Arraijanal. Y como hay varias, escogieron a la Muscari parviflorum. Decidieron desenterrar 2.000 bulbos de estas plantas y traslocalizarlos a otra zona cercana más protegida (en la desembocadura del Guadalhorce). Al cambiar las condiciones de vida, nada garantiza que esos bulbos sobrevivan. De hecho, en la nueva zona no había ejemplares de Muscari parviflorum, a pesar de la cercanía. Por tanto, las plantas podrían morir en su nueva ubicación, o incluso generar conflictos con otras especies allí presentes. Es un caso ejemplar de greenwashing político demencial.

Pero lo importante es difundir la actuación como si fuera una acción ecologista para salvar una especie en peligro. Si ya no hay especie en peligro, se puede arrasar Arraijanal, sin problemas. Los del ayuntamiento ignoraron otras plantas y animales en peligro de extinción (como el sapo de espuelas, Pelobates cultripes), y también ignoraron que al arrasar el terreno también se perderán los bulbos que no fueron encontrados y las semillas que estaban adecuadamente diseminadas. No es solo un sapo y una flor lo que perdemos pero, aunque así fuera, ¿sabemos que los sapos y las ranas previenen enfermedades? ¿Sabemos la influencia de los árboles en nuestra salud?

Como dice el biólogo Oscar Gavira, “las traslocaciones son una práctica aliada con el capitalismo verde, por la que un ecosistema se simplifica a una o unas pocas especies que son extraídas de su entorno natural y trasladadas a otro lugar, facilitando la destrucción de su hábitat original”. Si de verdad queremos conservar una planta, lo mejor suele ser respetar su ecosistema. Las traslocaciones permiten usar espacios protegidos para destruir otros espacios que son valiosos y que deberían igualmente protegerse.

Breve resumen de un ayuntamiento contra natura

Cuando uno hace algo incorrectamente, lo primero es pedir perdón y lo segundo restaurar el daño ocasionado. El Ayuntamiento de Málaga debe hacer ambas cosas, por Arraijanal, pero no solo por Arraijanal. La lista de tropelías del PP malagueño no acaba con la Muscari parviflorum. Es, de hecho, excesivamente larga, pero podemos iniciarla:

  1. Defienden una cementera pegada a la ciudad, a colegios y a las playas, sin importarles la contaminación ni la salud de los malagueños. Esta cementera quiere destruir una cueva que podría tener gran valor geológico, biológico y arqueológico.
  2. Efectúan arboricidios constantes con burdos o nulos argumentos “técnicos” y contra el Plan Director de Arbolado de Málaga (que no es un mal plan, si se cumpliese).
  3. Las plantas alóctonas son preferidas en vez de las autóctonas. Especialmente llamativo es la gran cantidad de palmeras que se plantan, mientras desaparecen los árboles.
  4. Hacen podas excesivas, caras y fuera de temporada, sin sentido estético ni ético, incluso destruyendo nidos de aves de distintas especies (no solo cotorras como quiso defender un concejal para justificar lo injustificable; que curiosamente era el mismo concejal que ya recibió el premio Atila de Ecologistas en Acción por su propuesta de exterminar cotorras).
  5. Maltrato a caballos: Esto ocurre especialmente —pero no en exclusiva— en las carrozas para turistas y en la feria. Está ya muy demostrado que los caballos sufren cuando son empleados como herramientas al servicio de los humanos (antropocentrismo). Otras ciudades han prohibido o están en camino de prohibir las carrozas: Barcelona o Palma, por ejemplo.
  6. Se niegan a apoyar el Bosque Urbano de Málaga, a pesar de que fue aprobado con el pleno (con el voto en contra del PP, por supuesto).
  7. El ayuntamiento de Málaga no ve límites en la construcción y ya piensa ampliar la ciudad. Dicen que la ciudad se ha quedado sin sitio, pero los solares y casas deshabitadas no les interesan.
  8. Su proyecto es hacer una ciudad de cemento y rascacielos, una ciudad gris, pero en la que unos pocos hacen un buen negocio. El ministerio y el mundo de la cultura están contra el rascacielos del puerto, incluyendo a Guillermo Busutil (reciente Premio Nacional de Periodismo Cultural).
  9. El propio ayuntamiento publica un Plan del Clima, lleno de ideas bonitas y difusas, que no concreta ni realiza (más greenwashing).
  10. Una ciudad con pocos y malos carriles bici, desconectados y algunos sobre la acera (salvo algunas encomiables excepciones, ciertamente).
  11. Una ciudad con excesivas farolas y mal colocadas, sin visión práctica ni ambiental. Es frecuente encontrar farolas encendidas de día y zonas demasiado iluminadas a las 4 de la mañana.
    • Muchas farolas tienen una potencia excesiva y las LED son fácilmente regulables.
    • No hay ningún interés en la contaminación lumínica por parte de este ayuntamiento, lo que genera que comercios e instalaciones como el puerto, abusen de forma evidente.
    • Lo último es utilizar farolas solares, NO para reducir el consumo, sino para aumentar la luz incluso en zonas con construcciones ilegales. Cada farola vale 3.000 euros, sin contar la instalación.
  12. Málaga es una ciudad que se diseña para los que tienen coche, ejemplo de movilidad insostenible.
  13. Tienen un plan para tapar el río Guadalmedina y encauzar el río Campanillas (nada de renaturalizar ríos que es la tendencia y lo sensato). Se trata de gastar cemento y dinero público como si fuésemos ricos, para que el dinero acabe en manos de empresas constructoras (como el despilfarro que se hizo en las fuentes del río, que apenas se usaron). El plan de Ecologistas en Acción es el más responsable y el más barato. ¿Será por eso que no interesa a los que quieren sacar tajada?
  14. Regularmente arrasan la flora y fauna del río con la excusa de limpiarlo (como ocurre en tantos y tantos sitios, bajo el paraguas de la ignorancia). Destrozan la cubierta vegetal sin entender su utilidad en el cauce y sin escuchar a los demás. Hasta la hierba seca retiene el agua y los sedimentos, siendo útil para la biodiversidad. Lo mismo hacen en otras zonas, porque la flora silvestre no es bienvenida. Los malagueños se han unido para recoger firmas contra la destrucción de la vida del Guadalmedina.
  15. Es una ciudad donde el césped de plástico prolifera, bien abonado con ignorancia, porque sus consecuencias no interesan.
  16. El ayuntamiento firmó el Pacto de Milán pero no ha hecho nada para mejorar la alimentación urbana.
  17. El ayuntamiento usa energía de fuentes contaminantes, lo cual podría resolverlo eligiendo otra comercializadora (como han hecho otros municipios y millones de españoles). También se podrían promover las energías renovables en los edificios urbanos, especialmente los públicos.
  18. Se da el visto bueno para construir una EDAR en plena vega del Guadalhorce, destruyendo cultivos y sin el apoyo de los vecinos de Vega Mestanza.
  19. La UE amenaza a España con más sanciones por la falta de depuración en el río Guadalhorce. El agua sin depurar va al mar, donde se bañan los turistas. Han convertido el río en una cloaca con los vertidos de Cártama, Álora, Pizarra… y el ayuntamiento no se queja.
  20. Quemas descontroladas de chatarra casi diariamente: En la zona de Los Asperones estos incendios liberan sustancias tóxicas que respiran los malagueños. Los bomberos lo han denunciado (muchas veces), llegando a tener que intervenir hasta 20 veces en una semana. Son tan comunes que ni salen en los medios de comunicación. Desgraciadamente, esto ocurre en otras ciudades españolas.
  21. Tratamiento de la costa sin respeto ambiental. Por ejemplo, el Aula del Mar y Ecologistas en Acción se oponen a la playa en los Baños del Carmen, zona que podría ser reserva ecológica, para respetar las especies protegidas. El 20% del litoral de Málaga está en riesgo grave de erosión y la capital malagueña, desde Guadalmar hasta San Andrés, destaca por la alta ocupación del DPMT (Dominio Público Marítimo Terrestre).
  22. Apoyo a la falsa “regeneración de playas“, cuando lo único que hacen es enterrar la playa y a toda su biodiversidad. Para el ayuntamiento, una playa es un lugar turístico económico, y no un ecosistema. Hace no mucho, los malagueños recogían coquinas en la playa de Huelin. ¿Volverán?
  23. Jardín Botánico: Aún no tiene Plan Director. Así se puede seguir haciendo negocio sin respetar flora y fauna. Por ejemplo: quieren poner un espectáculo navideño. Llenar de luces y ruido una zona natural es un atentado ambiental. No piensan en la fauna, sino en el negocio.
  24. La iluminación navideña es insostenible, excesiva, especialmente en un contexto de crisis ambiental y climática. No solo se ilumina el centro para aumentar el consumismo, sino que se traslada a los barrios, durante demasiadas horas de sueño general. Invertir en luz, nos retrae recursos para actuaciones que serían más útiles y a más largo plazo.
  25. Contaminación con metales pesados en La Misericordia: Aunque el ayuntamiento lo niega porque sus mediciones fueron en otras zonas. Al menos dentro del perímetro de la antigua fundición Los Guindos, hay niveles de plomo cinco veces por encima de lo permitido, además de cobre, zinc, cromo, níquel, cadmio y mercurio. Las corrientes marinas pueden haber contaminado otras zonas de la costa y la bahía. Todas las piedras que se ven sobre la arena en esa zona son restos de escoria de la galena al procesarla, y la mayor concentración se da a cierta profundidad, sobre todo en las capas de arena más oscura. Los niños juegan con la arena sin que se sepa el riesgo que corren.
  26. Contaminación acústica: No hay control de ruidos, en absoluto. Las motos ruidosas circulan libremente, y los sopladores de hojas se usan a cualquier hora sin control de decibelios, a veces incluso por operarios municipales, sin que se tengan en cuenta las molestias y los riesgos de estos aparatos.
  27. Tauromaquia: Cada vez hay más ayuntamientos que dejan de financiar la tortura de mamíferos para divertir a una minoría. El ayuntamiento de Málaga, en cambio, sigue apoyando esta crueldad en contra de la economía y de la cultura de la ciudad.
  28. Bicicletas: El Ayto. liquida el sistema público de alquiler de bici y lo sustituye por uno privado 17 veces más caro: La asociación Ruedas Redondas dice que no había interés en que funcionase bien. Para una cosa que parecía bien hecha en Málaga…
  29. Basuras: El Ayuntamiento quiere construir una planta para quemar 200.000 toneladas de basura cada año. El humo tóxico sería cancerígeno y se evitaría hacer las cosas bien: reducir, compostar y reciclar. Ya lo dice el dicho: quemar basuras es de idiotas.
  30. Rechazan fondos para renaturalizar el río Guadalmedina: PP y Cs impiden que Málaga reciba ayudas del gobierno. Su plan es más caro y rebosando cemento. Sus proyectos insostenibles los pagan los ciudadanos.
  31. Málaga construye un puerto para megayates: Los barcos de recreo son muy contaminantes y tienen un alto impacto en los fondos marinos. El destrozo ambiental de los megamillonarios está arrasando nuestro planeta. Para que no se note, al proyecto le han dado un premio pintado de verde.
  32. Desarrollo turístico sin visión de futuro: Se pretende mantener una industria turística en crecimiento constante. Y no hay nada que pueda crecer constantemente. Nada. No se piensa en los problemas del turismo para fomentar un turismo sostenible.
  33. Málaga proyecta eliminar árboles del monte Gibralfaro para que se vean mejor las murallas del castillo: Proponer algo así demuestra la poca visión de un ayuntamiento sin perspectiva global. Todo para el turismo irreverente, nada para el ciudadano ni para la naturaleza.
  34. La contaminación de la ciudad de Málaga es comparable a la de Madrid o Barcelona, según el Observatorio de la Sostenibilidad.
  35. Urbanización de las Colinas del Limonar: embovedan los arroyos Toquero y Carnicero, construyen de cientos de viviendas… sin tener en cuenta los daños ambientales o el riesgo de riadas.
  36. El alcalde pretende engañar a los ciudadanos con argumentos absurdos. Dice que construir rascacielos en vez del bosque urbano ahorrarán CO2 en los desplazamientos porque irán menos trabajadores al PTA. ¿Quiere el alcalde de Málaga vaciar el PTA por motivos ambientales? ¿Para eso su solución es encementar la ciudad? ¿Está nervioso el alcalde por el contencioso judicial contra la venta de los terrenos de la asociación Bosque Urbano?
  37. Plan litoral: un disparate en un escenario de subida del nivel del mar. El plan tiene una cara buena: impulsar el transporte publico (alargar el tren de cercanías hasta Marbella, aumentar los autobuses urbanos e interurbanos, etc.). La otra cara trata de engañar, justificando como si soterrar el trafico fuera algo verde, cuando el principal efecto sería aumentar el tráfico de vehículos privados. Se pretenden hacer túneles de varias plantas entre el Paseo de los Curas y el final de Paseo del Parque, una zona ganada al mar en la que solo el mantenimiento sería extremadamente costoso por las inundaciones.
  38. La ciudad tiene jardines y medianas en las que se despilfarra agua constantemente. Por una parte hay demasiado césped y otras especies de alta demanda de agua. Por otra, se utiliza agua en exceso, despilfarrando un recurso que, sin duda, será muy escaso en la región. Los ciudadanos no cesan en denunciarlo.
  39. Playas sucias: El agua es frecuente que presente natas y espumas, posiblemente porque la depuradora no depura adecuadamente. Además, reiteradamente se han cerrado playas por contaminación con aguas fecales (Escherichia coli).
  40. Manifestaciones. El Ayuntamiento de Málaga ignora las recurrentes manifestaciones contra su gestión. Una de las más grandes tuvo lugar el 29 de junio de 2024. El objetivo central fue conseguir una ciudad habitable y poner coto al turismo masivo en general (cruceros, aviones…) y a los pisos turísticos en particular, así como a todo lo que eleva en exceso el precio de la vivienda. También hubo reivindicaciones para conseguir una ciudad más sostenible, con su bosque urbano y con más respeto a la naturaleza. Aquí puedes ver algunas fotos.
  41. El Arroyo de las Cañas es otro río encementado y muerto a su paso por la ciudad.
  42. Los vecinos de Málaga se oponen a la construcción de 285 casas en Pinares de San Antón. Esta “aberración” ya tiene luz verde del Ayuntamiento del PP. Los vecinos quieren zonas verdes y casas para los jóvenes del barrio, no chalets de lujo.
  43. El Ayuntamiento de Málaga ignora las recurrentes manifestaciones contra su gestión. Una de las más grandes tuvo lugar el 29 de junio de 2024. El objetivo central fue conseguir una ciudad habitable y poner coto al turismo masivo en general y a los pisos turísticos en particular, así como a todo lo que eleva en exceso el precio de la vivienda. También hubo reivindicaciones para conseguir una ciudad más sostenible, con su bosque urbano y con más respeto a la naturaleza. Aquí puedes ver algunas fotos. El mismo día hubo otra manifestación similar en Cádiz, y ha habido otras en multitud de ciudades.
  44. El PP de Málaga mantiene las carrozas de caballos, al menos 10 años más. Dicen que quieren acabar con esto, pero no tienen ninguna prisa en hacerlo a pesar de sus sorprendentes declaraciones: «No se pueden imaginar las quejas de turistas que llegan a diario al Ayuntamiento sobre las condiciones de los coches de caballos». Es urgente acabar con el maltrato animal y, en particular, con la hípica.
  45. La Costa del Golf no tiene límites. Avanzan los trámites para la construcción de nuevos campos en Mijas, Málaga, Nerja, Castellar de la Frontera (Cádiz)… Si llueve este año, retrasamos la crisis un poco.
  46. Otro árbol que se pierde por la mano del ayuntamiento. Los vecinos de El Palo no tuvieron tiempo de organizarse para salvarlo. Y van muchos árboles perdidos. Los del PP siguen dando pasos en el camino del despropósito. No es solo un ayuntamiento del PP. Son todos, porque su ideología neoliberal solo valora el dinero.
  47. El Ayuntamiento de Málaga consigue que la Junta de Andalucía autorice durante un año a emplear arqueros contra los jabalíes. Maltrato animal que se sabe que no soluciona el problema, porque matar descontrola las manadas y aumenta su fertilidad. Sería mejor prohibir que se alimenten artificialmente y entender las auténticas causas y las mejores soluciones.
  48. El ayuntamiento quiere construir un centro comercial en una reserva de camaleones (zona El Limonar), por los que cobró 150.000 euros de la FEMP por protegerlos. Esto se une a construcciones ya mencionadas, como la prevista en el monte San Antón, y hace que los montes se van ocupando. Así, luego los vecinos se quejan de que los jabalíes invaden sus calles, cuando la realidad es que es la ciudad la que invade el hogar de la fauna salvaje.
  49. El PP rechaza proteger la Laguna de Soliva y convertirla en zona verde. Una zona de gran valor biológico y paisajístico debe ser conservado.
  50. Málaga. La Junta y el Ayuntamiento talarán más de 300 árboles para un nuevo hospital. Sin árboles, habrá más enfermedades… “Si realmente hace falta un nuevo hospital, que lo construyan donde no haya que arrancar un pulmón verde”. Málaga sigue siendo una ciudad arboricida.
  51. …y no olvidemos que se sigue destruyendo Arraijanal.

Ciudades como Málaga están esperando a que otros resuelvan los problemas ambientales evitando asumir su responsabilidad. El objetivo es (quizás) maximizar beneficios económicos a corto plazo (para unos pocos), a costa de hipotecar a las generaciones venideras. Emplazamos a esas generaciones a quejarse a sus padres y gobernantes por permitir lo que está sucediendo.

♣ Más información sobre Málaga:

🏞Guadalmedina: el río de la ciudad de Paco Puche
🏞Los ríos urbanos deben ser puntos de unión, no cicatrices que separan las ciudades
🏞Los ríos no son canales y deben renaturalizarse, para que la biodiversidad vuelva a la ciudadhttps://t.co/BWp7AWQkaQ via @opiniondemalaga

— BlogSOStenible ツ (@blogsostenible) September 4, 2021

💦Acueducto de la Fuente del Rey: una obra absurda, inacabada y que no sirvió de nada
💦Despilfarro y corrupción en Málaga
💦Otras obras absurdas de Málaga son una estación de cercanías y la Academia de Fútbol de Arraijanal
💦¿Quieres saber algo más?https://t.co/Ka2pLR98kQ

— BlogSOStenible ツ (@blogsostenible) July 18, 2021

Basura humana

Por el título, algunos pensarán que vamos a hablar del genocidio de Gaza. Pero no. Eso ya lo hicimos. Esto va de la basura en sentido literal.

En el libro La Recivilización, el científico Fernando Valladares recuerda al gran Félix Rodríguez de la Fuente cuando advertía —en 1972— sobre este problema: coches, bolsas, envases, venenos en la sangre… Y acababa diciendo: «No cabe duda de que la nuestra puede llamarse la civilización de la basura». No se pierdan el vídeo completo.

Por ignorancia o mala fe, algunos culpan de este problema a los ciudadanos que ni reciclan ni usan las papeleras. ¿Y si quitamos las papeleras de las ciudades? Es frecuente querer ver en esto de los residuos un simple problema de incultura. Pero no es cierto. Y se ve claramente cuando encontramos basura humana más allá de la atmósfera.

Basura espacial, el ejemplo evidente de que la basura no es culpa de la ciudadanía corriente, sino que siempre hay detrás personas muy

Basura espacial, el ejemplo evidente de que el problema de la basura omnipresente no es culpa de la ciudadanía corriente, sino que siempre hay detrás personas muy «cultas»: gobiernos, políticos, empresas… y científicos.

Se llama basura espacial a los objetos artificiales inservibles que orbitan nuestro planeta. Está compuesta de satélites inactivos, fragmentos de cohetes, tornillos o partículas de pintura. Estos desechos se mueven a altísimas velocidades y representan un peligro para los satélites, para la Estación Espacial Internacional y para cualquier misión cósmica. También interfieren en la observación científica de los astros. Estamos hablando de unos 26 mil objetos del tamaño de una pelota de tenis y más de 500 mil del tamaño de una canica. Además, el problema tiende a aumentar (también por el síndrome de Kessler).

Pregunta: la causa de esta basura espacial, ¿es también la mala educación de la ciudadanía? La respuesta es evidente: no. Son personas de la élite de la humanidad las que han permitido llenar de basura —y envenenar— tanto la Tierra como la Luna y el cosmos.

Por tanto, basta ya de culpar a la ciudadanía cuando el problema son, principalmente, aquellos que se lucran con el desastre: políticos, empresas y también científicos, todos ellos (suponemos) sin formación ética ni ambiental, ni ganas de tenerla. Recordemos que gran parte de los inventos y de las tecnologías actuales se han puesto en funcionamiento sin que los científicos hicieran una evaluación de impacto ecoanimalista ni social. Nadie se lo exigió y las empresas no tuvieron interés alguno en hacerlo. Demasiadas invenciones humanas habría sido mejor no inventarlas jamás (aquí unos ejemplos evidentes).

Los científicos de la NASA que dejan basura espacial no son incultos ni inconscientes. Simplemente no les importa demasiado porque su auténtica misión es otra…

Un último dato: es bien conocido que no hay garantías de control de los 1.000 nuevos productos químicos que entran al mercado cada año. ¿Quién está detrás de estos químicos? ¿Quién se fía de esas personas? ¿En qué universidad han estudiado? Este es otro desaguisado en manos de cientos de personas (científicos, políticos, empresarios…). Y aquí es donde se aplica la teoría del pelotón de fusilamiento ambiental.

Hemos llegado a un punto en el que no sabemos si la basura es lo que producimos los humanos o si, directamente, somos basura.

♦ Más sobre basura y el asco:

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Basura espacial, el ejemplo evidente de que la basura no es culpa de la ciudadanía corriente, sino que siempre hay detrás personas muy

Basura humana

Por el título, algunos pensarán que vamos a hablar del genocidio de Gaza. Pero no. Eso ya lo hicimos. Esto va de la basura en sentido literal.

En el libro La Recivilización, el científico Fernando Valladares recuerda al gran Félix Rodríguez de la Fuente cuando advertía —en 1972— sobre este problema: coches, bolsas, envases, venenos en la sangre… Y acababa diciendo: «No cabe duda de que la nuestra puede llamarse la civilización de la basura». No se pierdan el vídeo completo.

Por ignorancia o mala fe, algunos culpan de este problema a los ciudadanos que ni reciclan ni usan las papeleras. ¿Y si quitamos las papeleras de las ciudades? Es frecuente querer ver en esto de los residuos un simple problema de incultura. Pero no es cierto. Y se ve claramente cuando encontramos basura humana más allá de la atmósfera.

Basura espacial, el ejemplo evidente de que la basura no es culpa de la ciudadanía corriente, sino que siempre hay detrás personas muy
Basura espacial, el ejemplo evidente de que el problema de la basura omnipresente no es culpa de la ciudadanía corriente, sino que siempre hay detrás personas muy “cultas”: gobiernos, políticos, empresas… y científicos.

Se llama basura espacial a los objetos artificiales inservibles que orbitan nuestro planeta. Está compuesta de satélites inactivos, fragmentos de cohetes, tornillos o partículas de pintura. Estos desechos se mueven a altísimas velocidades y representan un peligro para los satélites, para la Estación Espacial Internacional y para cualquier misión cósmica. También interfieren en la observación científica de los astros. Estamos hablando de unos 26 mil objetos del tamaño de una pelota de tenis y más de 500 mil del tamaño de una canica. Además, el problema tiende a aumentar (también por el síndrome de Kessler).

Pregunta: la causa de esta basura espacial, ¿es también la mala educación de la ciudadanía? La respuesta es evidente: no. Son personas de la élite de la humanidad las que han permitido llenar de basura —y envenenar— tanto la Tierra como la Luna y el cosmos.

Por tanto, basta ya de culpar a la ciudadanía cuando el problema son, principalmente, aquellos que se lucran con el desastre: políticos, empresas y también científicos, todos ellos (suponemos) sin formación ética ni ambiental, ni ganas de tenerla. Recordemos que gran parte de los inventos y de las tecnologías actuales se han puesto en funcionamiento sin que los científicos hicieran una evaluación de impacto ecoanimalista ni social. Nadie se lo exigió y las empresas no tuvieron interés alguno en hacerlo. Demasiadas invenciones humanas habría sido mejor no inventarlas jamás (aquí unos ejemplos evidentes).

Los científicos de la NASA que dejan basura espacial no son incultos ni inconscientes. Simplemente no les importa demasiado porque su auténtica misión es otra…

Un último dato: es bien conocido que no hay garantías de control de los 1.000 nuevos productos químicos que entran al mercado cada año. ¿Quién está detrás de estos químicos? ¿Quién se fía de esas personas? ¿En qué universidad han estudiado? Este es otro desaguisado en manos de cientos de personas (científicos, políticos, empresarios…). Y aquí es donde se aplica la teoría del pelotón de fusilamiento ambiental.

Hemos llegado a un punto en el que no sabemos si la basura es lo que producimos los humanos o si, directamente, somos basura.

♦ Más sobre basura y el asco:

Libro La recivilización, de Fernando Valladares (resumen)

Los conflictos bélicos de las últimas décadas han acabado con la vida de unas 400.000 personas cada año. En cambio, solo la contaminación atmosférica mata —actualmente y cada año— unos 9 millones de personas (22.5 veces más). Por su parte, el cambio climático se estima que mata a decenas de millones de personas anualmente. A pesar de esos datos, los humanos gastan en armamento más de cinco veces más que en abordar la crisis ambiental. Con esos impactantes datos comienza el libro de Fernando Valladares La recivilización (Planeta, 2023), un prestigioso científico español del CSIC. También habla de otro tipo de guerras absurdas y evitables (las comerciales y las de clase), de la desigualdad creciente y de los conflictos de la superpoblación y cómo se resolverían con educación y ecofeminismo.

El objetivo del libro es desmontar nuestro modelo socioeconómico. Este científico afirma que «sabemos cómo hacerlo y que, si lo conseguimos, viviremos más y mejor». Además, «contamos con la alianza de la ciencia» (esa que desoímos en demasiadas ocasiones).

Fernando Valladares nos cuenta que en nuestros parientes próximos tenemos dos ejemplos interesantes: mientras los chimpancés suelen recurrir a la violencia para resolver sus conflictos, los bonobos son mucho más pacíficos (y recurren al sexo para resolver tensiones).

Salud y producción de comida

«Érase una vez un planeta en el que vivía una especie que, produciendo el doble de la comida que necesitaba, dejaba a la décima parte de sus miembros con hambre. Una especie que tiraba un tercio de la comida en lugar de repartirla bien, mientras que muchos de sus miembros que accedían a la que sobraba enfermaban gravemente por comer en exceso. Una especie que, al producir tanta comida, ponía en riesgo el funcionamiento de todo aquel planeta. El planeta es la Tierra y la especie se llama a sí misma hombre sabio».

Sinteticemos diez datos sobre este tema:

  1. «La producción de alimentos es la actividad con la que los humanos provocan el mayor impacto sobre el medio ambiente».
  2. «Se calcula que la contaminación de las aguas por los fertilizantes excedentes es responsable de 1,36 millones de muertes evitables o prematuras cada año en el mundo».
  3. La PAC emplea dinero público que acaba generando daños a los humanos y a la biodiversidad en un modelo en el que «sobra comida». De ahí que califique a la PAC como «la forma más destructiva de usar el dinero público»; y como «un sistema completamente corrupto (…) que impide la renaturalización y la convivencia de los sistemas agrarios y ganaderos con la biodiversidad más elemental». Y así, «los subsidios van para personas y entidades ricas de Europa y de fuera de Europa»: grandes fortunas compran tierras en la UE y reciben enormes subvenciones por ellas.
  4. «Si admitimos de una vez que no hay que producir más comida, entonces la prioridad no puede estar más clara: proteger los ecosistemas afinando mucho el sistema de producción de alimentos para que no se vean afectados por él».
  5. «Una cuarta parte de lo que desechamos serviría para neutralizar la malnutrición en el mundo».
  6. Hay sectores a los que «no se sanciona por contaminar y a los que no les preocupa la mala distribución y organización del sistema alimentario global».
  7. «Solo en Europa mueren cada año más de 300 mil personas por consumir demasiada carne roja».
  8. «La agricultura y la ganadería determinan la contaminación atmosférica global causando indirectamente millones de muertes por esa vía».
  9. «Lo que comemos afecta a nuestra capacidad de concentración», y aboga por dietas vegetarianas, veganas o flexitarianas.
  10. «Conocemos muy bien los factores que aumentan los riesgos de que aparezcan enfermedades infecciosas y, como con el cambio climático, no hacemos mucho al respecto», lamenta Valladares. De seguir así, la probabilidad de pandemias aumentará cada año. Degradar ecosistemas y producir carne de forma intensiva es, en sus propias palabras, «una bomba de relojería». El COVID-19 podría ser un poco importante al lado de una pandemia realmente grave.

George Monbiot también alertó del problema del sistema alimentario, una industria en la que unos pocos inversores están ganando muchos millones mientras, en palabras de Valladares, «nos dejan sin agua, sin suelo, sin biodiversidad y sin futuro».

El medioambiente influye en nuestra salud y en nuestra esperanza de vida y, según recientes estudios, ambas se están viendo afectadas negativamente. Por primera vez, la esperanza de vida se está reduciendo a nivel global.

El problema de la energía

Para este asunto, aporta soluciones concretas, como poner placas solares en suelos ya construidos e industriales, y nunca en zonas naturales. Sin embargo, el autor critica que, con el pretexto de una transición energética, las cortes españolas hayan aprobado leyes que reducen las exigencias ambientales de centrales eólicas y solares. Y para colmo de males, la UE ha calificado como «energías verdes» el gas y la nuclear, de forma que puedan beneficiarse de todas las ventajas económicas y fiscales, como si realmente fueran renovables y sostenibles. También advierte Valladares de las falsas soluciones —como apostar por la energía de fusión nuclear o por el hidrógeno—, y nos recuerda que «el hidrógeno no es una fuente de energía primaria, sino que es un vector energético» (una forma de almacenar energía). Y aclara que «puede tener un papel interesante allí donde no es posible la electrificación», por ejemplo en el transporte, pero siempre acompañada de medidas que eviten el despilfarro. Como ejemplos, de ese consumo desmedido y fácilmente evitable, pone los alumbrados navideños. Otra tecnología que califica como innecesaria es la captura de carbono.

Para este científico, la disminución en el consumo debiera ser estratégica y consolidada, y no meramente coyuntural. La ciencia nos advierte de que ya se han disparado o están a punto de hacerlo nueve de los quince puntos de inflexión identificados (tipping points), valores del sistema ecológico que, una vez alcanzados, se vuelven incontrolables e irreversibles. Como científico, conoce las múltiples consecuencias de la crisis climática y sabe que no todas son percibidas por la población general. De hecho, es frecuente que se tomen medidas contraproducentes. Como ejemplo, subraya la retirada de la madera muerta de los bosques con el absurdo pretexto de limpiarlos. Téngase en cuenta que la madera muerta es esencial en la fertilidad del suelo, para la biodiversidad y también como almacén de carbono (léanse aquí otras medidas para evitar los incendios forestales).

Otro consejo que nos regala en nombre de la ciencia es dejar los combustibles fósiles en el subsuelo, porque son más útiles como almacenes de carbono que como combustibles. Cada décima de grado que consigamos que deje de subir la temperatura global, supone ahorrar mucho sufrimiento y cuantiosas pérdidas económicas.

Política y economía

El libro sostiene que la política se ha subordinado a la economía. Es grave porque «la solución a la crisis no es científica ni tecnológica, sino social y política». Los pocos tratados internacionales (como el Acuerdo de París o de otras COP) nunca se cumplen, porque se anteponen los beneficios económicos a la vida de las personas y las decisiones políticas no se ajustan a los límites físicos del planeta ni a las leyes de la ecología. Y no olvidemos que: «sin ecología no hay economía» (véase este interesante gráfico) y que el PIB no mide el valor de la riqueza natural. Más aún, contaminar y dañar el medioambiente es barato o incluso está subvencionado.

Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"

Lee también un resumen de este libro de Yuval N. Harari.

Cuando pone el foco en los problemas del neoliberalismo (magistralmente explicados también por Naomi Klein), indica que el sistema no favorece la distribución de la riqueza, sino la acumulación y el aumento de la desigualdad. Todo esto ya está provocando millones de refugiados ambientales que generan tensiones difíciles de solucionar. Y advierte: «el capitalismo se está quebrando», porque el ser humano ha estado demasiados años viviendo a costa de una tecnología que se basa principalmente en el uso de energía barata no renovable (es lo que llama, Homo tecnologicus, primo del Homo oeconomicus).

El capitalismo ha reventado varios límites planetarios y «la fiesta de la riqueza y el derroche (…) no nos deja dormir, descansar, reflexionar ni tener mucho tiempo para nosotros mismos». A poco que pensemos, llegamos una y otra vez a la misma conclusión que ya alcanzaron filósofos presocráticos: ni el sobreconsumo ni el trabajar en exceso nos hace más felices.

La agnotología es el estudio de la producción y diseminación de la ignorancia, el engaño y la duda, a menudo de forma deliberada, para servir a intereses específicos, como la industria o la política. El autor resalta cómo, usando el poder de las redes sociales o de personas influyentes, se niegan conclusiones científicas o la realidad más evidente. Cuando se investiga un poco, es fácil concluir que los interesados en generar dudas e ignorancia suelen tener intereses en ello. A veces, son personas que solo buscan ser aceptadas en su grupo social y que, para ello, renuncian a su espíritu crítico o a expresar su opinión sincera. Evitar esto es complejo, entre otros motivos, por el principio de la asimetría de la estupidez que reza que se necesita más energía y más palabras para refutar una estupidez que para producirla.

Por supuesto, hay espacio en estas páginas para criticar un sistema educativo, incluyendo universidades. Estamos más interesados en formar a trabajadores sumisos que a personas críticas. En la misma línea de economistas como Georgescu-Roegen, Valladares lamenta la mala educación científica y ecológica que se imparte en las facultades de economía. Pone como ejemplo la curva de Kuznets, que se usa para hacer creer que, a mayor renta, la población es más respetuosa con el medioambiente. O sea, se intenta hacer creer que con más tecnología, se disminuye el impacto ambiental. La realidad es que ocurre justo lo contrario, y está demostrado desde los años 80 del pasado siglo.

Por fortuna, tenemos ejemplos en los que la humanidad ha sido capaz de ponerse de acuerdo para avanzar, como son la Declaración Universal de Derechos Humanos, el Protocolo de Montreal o la Agenda 2030. Para Fernando Valladares, la Agenda 2030 es magnífica, pero no se está cumpliendo.

El caso de Andalucía

Para explicar lo que está pasando a nivel mundial, pone el ejemplo de Andalucía, una tierra rica y fértil, pero llena de focos de pobreza (extrema en no pocos casos). Andalucía produce multitud de materias primas que se llevan a las ciudades: a Madrid y a toda Europa. Esto supone exportar ingentes cantidades de agua desde una región seca a otras regiones con más abundancia de dinero y de agua. En resumen, la producción sucia de energía y alimentos de las regiones ricas, se realiza en regiones empobrecidas, generando problemas ambientales y sociales.

Andalucía produce alimentos con abusos e injusticia, desde Huelva a Almería. En Huelva se producen fresas y frutos rojos que dejan sin agua zonas tan valiosas como el Parque Nacional de Doñana. Esta aberración se explica por dos detalles muy sencillos: a) No se paga un precio justo por el agua ni por el desastre ecológico de su abuso. b) No se pagan salarios dignos. Las fresas de Huelva no serían rentables si los salarios fueran tan dignos como los de las personas que compran esas fresas en las metrópolis del mundo. Con este ejemplo de Andalucía, se muestra por qué y cómo los ricos siguen acumulando riqueza a costa de no pagar con justicia (ni salarios, ni daños ambientales, etc.).

Opciones posibles: decrecimiento con prosperidad

«Los científicos podemos ayudar», afirma Valladares, pero resalta que «la decisión está en manos de la gente», que el optimismo no está justificado y que hay que tomar decisiones. «Podemos apurar los recursos que aún quedan y reventar el clima planetario, o dejar el 60% del gas y el petróleo y el 90% del carbón en el subsuelo y no entrar en escenarios climáticos apocalípticos». Una vía necesaria es la que se ha llamado decrecimiento, pero aclara que debe hablarse más de prosperidad; y que esta vía es distinta a la recesión. Resumiendo, este decrecimiento debe basarse en crecer en sectores que produzcan bienestar real y general, y se basa en cinco claves (Hickel et al., Nature 2022):

  1. Reducir la producción menos necesaria: carne, lácteos, moda rápida, publicidad, automóviles, aviación
  2. Mejorar los servicios públicos.
  3. Apoyar los empleos verdes: renovables, regeneración de ecosistemas, servicios sociales…
  4. Reducir la jornada laboral y rebajar la edad de jubilación.
  5. Sociedad sostenible: cancelar deudas injustas en países pobres, frenar la desigualdad

Ante el colapso que parece inevitable, el libro aclara que hay varios tipos de colapsos (financiero, económico, político, social, ecológico, cultural) y explica las cinco fases de un gran colapso según Duane Elgin en el proyecto Choosing Earth. Podemos afirmar que, dependiendo de qué región evaluemos, la Tierra ya está en la primera o en la segunda fase. La última es la extinción de la humanidad, pero la tercera y la cuarta no son nada agradables para casi nadie. Para afrontar esto, tenemos básicamente tres opciones:

  1. No hacer nada, lo cual nos llevará a un colapso nada agradable.
  2. Aceptar gobiernos autoritarios, que podrían ser incluso peor que el colapso o parte del mismo. Algunos hablan del ecofascismo como un ecologismo muy radical que podría incluso controlar la reproducción humana para evitar la superpoblación.
  3. Transformar nuestra sociedad. Aquí tendrían cabida «comunidades modestas que buscan independencia energética, autoabastecimiento y cooperación».

Basura y propaganda

Fernando Valladares referencia al gran Félix Rodríguez de la Fuente cuando advertía —en 1972— sobre el problema de la basura: coches, bolsas, envases, venenos en la sangre… Y acababa diciendo: «No cabe duda de que la nuestra puede llamarse la civilización de la basura» (no se pierdan el vídeo).

También se destapan expresiones que esconden la realidad y que hemos denunciado múltiples veces desde Blogsostenible, tales como economía circular, desarrollo sostenible, crecimiento verde y el greenwashing

La maximización de beneficios en el ámbito empresarial tiene «graves déficits éticos» que, a pesar de ser también evidentes, no parecen importar a los culpables. La razón parece estar en que vemos como «objetos impersonales y sin derechos» a las plantas, los animales o los ecosistemas. De hecho, los comportamientos egoístas también se dan contra otros humanos. Algunos estudios arrojan que es «suficiente con no concretar mucho la identidad de los afectados». Es decir, cuando no se conoce a los que sufren es más fácil mentir y dañarlos, sin sentimiento de culpa. Y para facilitar este egoísmo, tenemos lo que Valladares califica como «la deshonestidad a escala industrial», la propaganda, una herramienta que consigue con eficacia justificar lo injustificable de cara a la opinión pública.

Desafíos

Ante la magnitud del problema, se declaran ocho familias de desafíos «que requieren hablar claro» y que resumimos a continuación:

1. Desafíos naturales: la letra pequeña del contrato con la naturaleza

En este punto se resalta la importancia de la prevención. Por ejemplo, «prevenir pandemias es mil veces más rentable que hacer frente a una sola». Sin embargo, la obsesión por las ganancias rápidas impide maximizar beneficios a largo plazo para la humanidad. Para evitar pandemias, propone tres medidas clave: 1) detener la deforestación en zonas tropicales, 2) limitar el comercio de especies, y 3) establecer una red de alerta y control temprana de pandemias. Y advierte: «Tendemos a pensar que conservar la naturaleza es un lujo costoso, un gasto superfluo propio de sociedades ricas. Deberíamos ir actualizando esta noción porque la realidad es muy diferente. De hecho, el presupuesto dedicado a conservar la naturaleza no debe ser considerado un coste, sino una inversión. Y de las más rentables: nos devuelve mil euros por cada euro que invertimos».

En el último medio siglo, la población se ha duplicado, pero la economía global se ha cuadriplicado y, como bien dijo De Jouvenel, todo crecimiento económico procede de explotar la naturaleza. Por eso, es preciso aplicar mecanismos de bioeconomía y de Soluciones Basadas en la Naturaleza (SBN), pero sin pecar de un exceso de optimismo, porque no podemos seguir despilfarrando como se ha hecho hasta ahora. El objetivo sería fabricar bienes renovables, reutilizables y reciclables para conservar los ecosistemas. Pensemos en que «las economías más grandes invierten más en biodiversidad, en magnitud bruta, pero que, si se corrigen los datos teniendo en cuenta el PIB, ¡los países más ricos invierten proporcionalmente menos que los menos ricos!». Y no olvidemos que el PIB mide el destrozo ambiental mejor que el bienestar de un país.

2. Desafíos sanitarios: sanidad pública, prevención y transparencia

En la facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid hay una asignatura titulada: O cambiamos de conducta o cambiamos de planeta. Su objetivo es la educación ambiental para que los futuros médicos entiendan la relación entre medioambiente y salud. Valladares hace hincapié en la importancia de este tipo de educación y en tres aspectos clave de las políticas sanitarias de un país, aportando escandalosos datos para el caso de España:

  1. Invertir en prevención es rentable. Algunos estudios sugieren que se ahorran 7 euros por cada euro que se invierte en prevenir. España invierte muy poco en prevención.
  2. La sanidad pública de calidad es esencial. La sanidad privada intenta maximizar sus beneficios y deja, inevitablemente, a muchos enfermos sin tratar. Los países en los que predomina la sanidad privada tienen peor salud media, porque la salud de unos influye en la de los demás, lección que debimos aprender en la pandemia de COVID-19.
  3. No hay transparencia en las políticas de salud ni en el gasto farmacéutico. Las empresas farmacéuticas controlan gran parte de las políticas y consiguen engañar a pacientes y a médicos para maximizar sus beneficios.

 3. Desafíos energéticos: reducir y reconducir

Aquí se pregunta: ¿Cuánta energía necesitamos para estar sanos y felices? La respuesta es terrible porque, por ejemplo, España podría ahorrar la mitad de la energía que consume. Por su parte, Estados Unidos solo necesitaría la quinta parte. Y eso, sin empeorar ninguna métrica relevante ni de salud ni de felicidad.

En este apartado, también propone retomar el debate sobre el pico del petróleo, y avisa que el sobreconsumo de energía nos lleva a graves amenazas medioambientales y a una escasez sin precedentes. Por tanto, es urgente unir la reducción energética a la transición energética.

4. Desafíos económicos: el caso de Ibiza

Valladares se lamenta de la falta de democracia que afecta a la economía: «Las decisiones económicas las toma el 1% de la humanidad» (pero nos afectan a todos). También recuerda aquí al gran Georgescu-Roegen, y sus palabras: «el verdadero producto del proceso económico es (o debería ser) un flujo inmaterial: el placer de vivir». En cambio, sabemos que la avalancha de materialismo no hace feliz a nadie y que nos lleva a sobrepasar los límites planetarios.

Tras eso, critica la llamada economía de escala, un proceso por el que las industrias pretenden bajar los costes aumentando la producción. Cuando se logra, los precios bajan y aumenta el consumo. A cambio, el impacto ambiental se dispara. «Empresas y consumidores están demasiado ocupados con producir y consumir». Por tanto, el control debe ser por parte de la clase política. Otro ejemplo de esta economía de escala lo pone en las macrogranjas: «En España y en muchos otros países crece el número de vacas y cerdos, pero disminuye el número de granjas». La producción industrial de carne conlleva graves problemas ambientales y un enorme sufrimiento animal.

El libro trata temas como la agroecología, la economía de los cuidados, y la agricultura regenerativa; y explica cómo las industrias alimentarias presionan a los agricultores que, en muchos casos, llegan a vender «a pérdidas», es decir, por debajo del valor de producción.

Con el ejemplo de la isla de Ibiza, explica los daños a nivel planetario de vivir con enormes lujos (jets privados, campos de golf, etc.): «el lujo (…) se apoya en una idea que en el fondo es muy simple: que las externalidades (esos impactos negativos en los bienes y servicios públicos, en los recursos naturales y en el medio ambiente) las paguemos entre todos». Y añade: «Si los costes ambientales de un crucero se repercutieran en el precio, muy poca gente podría subirse a uno de estos barcos».

Este científico alaba los trabajos de dos economistas muy especiales. La primera es Kate Raworth y su economía de rosquilla, la cual analizamos junto con las propuestas del documental HOPE! de Javier Peña (muy recomendable). Ella afirma que la economía actual no funciona y que es incapaz de predecir ni de impedir las crisis financieras, ni la pobreza extrema, ni la acumulación de riqueza, ni la degradación del medioambiente. En síntesis, sugiere abandonar el crecimiento y centrarse en una economía sostenible.

La segunda economista es Mariana Mazzucato que, con propuestas simples y sensatas, podría revolucionar el planeta. Mazzucato plantea acabar con esas inversiones del Estado que enriquecen a una minoría y dejan los riesgos y los costos para una mayoría. Por ejemplo, este es el caso de la energía nuclear. El objetivo sería exigir que, para que el Estado invierta en algo, los beneficios deben repercutir en las arcas públicas. Esto es contrario a las teorías de Milton Friedman, un economista neoliberal defensor del libre mercado que ha perjudicado enormemente a diversas sociedades, particularmente en Latinoamérica.

El autor también propone aumentar el compromiso y la ambición, inspirándose en el viaje a la Luna: si fuimos capaces de ese enorme logro, deberíamos ser capaces de transformar el capitalismo ahora.

5. Desafíos políticos y jurídicos: sobre corrupción, fraudes…

«La democracia representativa no funciona», sostiene Valladares: «Los representantes no representan, y los problemas importantes quedan postergados por cuestiones urgentes y cortoplacistas». Los políticos «solo escuchan a la ciencia cuando conviene a sus intereses electorales», lo cual se suma a la corrupción que siempre se mueve por el sistema. «No podemos esperar a que la política solucione los problemas ambientales sin el apoyo decidido y amplio de la sociedad». También denuncia lo que llama obsolescencia científica, según la cual los científicos y sus conclusiones son ignorados a pesar de la buena valoración social de su trabajo.

En no pocos casos, políticos y jueces se unen para provocar fraudes de ley: legalizar pozos ilegales, falsear datos, fraccionar proyectos para que su impacto ambiental parezca menor, etc. En España eso ha pasado en demasiados casos: Marina de Valdecañas, Algarrobico, Doñana, mar Menor

Los políticos, en general, está mal formados y desinformados y, además, «para desolación de analistas, los políticos (…) son tan incompetentes que toman decisiones que ni maximizan el bien común ni tampoco su propio bien».

6. Desafíos a la democracia: ideología y religiosidad

Entre las distintas ideologías y religiones hay enormes diferencias, pero ante los problemas que nos amenazan, esta obra concluye que «resulta más práctico a estas alturas repasar lo que nos une». A veces, se rechazan propuestas solo porque proceden de otro bando, o incluso porque no interesan o son incómodas. Un ejemplo que cita el libro es la encíclica Laudato Si del papa Francisco, un auténtico manual social y ecoanimalista que los católicos han ignorado con absoluta contundencia.

Daniel Innerarity afirma que la izquierda juega en desventaja, ya que se enfrenta a una derecha que reivindica una vida más despreocupada y espontánea. Ser negacionista es más fácil que actuar con responsabilidad. Valladares sugiere que el activismo ecologista utilice «una de las emociones más mundanas y mejor valoradas»: el placer. Puede no ser fácil, especialmente en las clases más adineradas que han hecho del despilfarro su seña de identidad.

Para Johann Hari, a menor capacidad de concentración más fácil es sentirse atraídos por soluciones autoritarias y simplistas (como las de la extrema derecha). Y algunas causas para este antecedente están en el abuso de las redes sociales y de las nuevas tecnologías (smartphones, videojuegos…). Y con eso, también perdemos salud y democracia.

7. y 8. Desafíos sociales y el fracaso del sistema educativo

Valladares coincide en lo que hemos repetido (quizás aún no demasiado): queremos una educación para formar personas, no meros trabajadores; una educación que sepa sacar partido del tipo de inteligencia que tenga cada uno, tipos como los que establece Howard Gardner: visual-espacial, lógico-matemático, naturalista, creativo, colaborativo, etc. El libro echa en falta una buena educación ambiental en todo el sistema educativo, particularmente en las escuelas de Empresariales y de Económicas (algo compartido con Georgescu-Roegen y De Jouvenel como se ha apuntado más arriba).

Escrito antes del apagón de España en 2025, el libro ya advierte de esa posibilidad y lo pone como ejemplo de los casos en los que los políticos prefieren no ahondar para no alarmar. Pero como ocurre siempre, mirar hacia otro lado no disminuye ningún riesgo y, más bien, suele aumentarlos. También se muestra partidario de la protesta pacífica y la desobediencia civil por parte de toda la sociedad, pero en particular de los científicos como él, los cuales son conscientes tanto del problema ambiental como de que los otros métodos no están alertando al nivel necesario. De hecho, el autor ha participado en protestas y ha sido arrestado por ello. Así, ensalza los casos en los que los fiscales han dicho ser conscientes del desastre ambiental y, por tanto, se han negado a procesar a los activistas climáticos.

Conocemos la solución. ¿Por qué no la aplicamos?

La primera de las zancadillas que describe el libro es el negacionismo, ese cerrar los ojos a la realidad científica por ser una verdad incómoda y que, de aceptarla, requeriría cambios importantes. Los negacionistas no suelen ser muy numerosos, pero su activismo les conduce a ser más influyentes de lo que cabría esperar. Recordemos que lanzar un bulo es más fácil que desmentirlo. En Estados Unidos, los negacionistas antivacunas hicieron que ese país tuviera grandes proporciones de contagios y de muertes, en comparación a otros similares. Algunos negacionistas tienen intereses (económicos) en que la verdad no se sepa. En ese caso, Valladares recomienda denunciar para que la ley actúe.

Un tipo de negacionistas son los colapsistas (que piensan que el colapso global es inevitable). También están los tecnoptimistas (que opinan que la tecnología nos salvará). Incluso hay científicos llamados mercaderes de la duda que se encargan sencillamente de plantear dudas, incluso donde el consenso científico es enorme. Valladares advierte que muchas universidades mantienen cátedras de pseudoinvestigación financiadas por petroleras, cementeras o industrias cárnicas.

En otro lugar están los que creen en los milagros o dicen creer en ellos. Abundan entre los políticos, por ejemplo cuando prometen agua para todos o cosas contradictorias (como bajar impuestos y aumentar las prestaciones sociales, o reducir las emisiones y bajar los precios de los combustibles). En demasiadas ocasiones, la sobreexplotación de recursos produce unos daños que pasan a los habitantes y a futuras generaciones. Las empresas no tienen problemas en mudarse a otro lugar cuando ya han sacado sus beneficios. En muchos casos, los delitos prescriben cuando se intentan perseguir.

Valladares advierte de la paradoja de que «es la propia producción industrial de comida la que ha provocado y provoca malnutrición y hambre global». Por tanto, habría que reducir la producción alimentaria y distribuir mejor, para evitar tanto la sobrealimentación como el tirar un tercio de la comida que se produce.

Otra zancadilla es el egoísmo. Por ejemplo, lo vemos en el turismo, a veces camuflado como ecoturismo. Valladares comenta los casos en los que los turistas contagian enfermedades mortales a la fauna que desean ver en libertad. También influye el egoísmo en la industria de la carne, la de pesticidas, la del plástico y la petrolera, que están aplicando las mismas prácticas que en su día utilizó la industria del tabaco: mentir, ocultar informes, desinformar, presionar, pagar a políticos y a científicos, etc. Por este motivo, se están poniendo denuncias a diversas empresas.

Otro problema está en el tecnoptimismo ya comentado y en el ecomodernismo (creer que es posible el desarrollo tecnológico indefinido y reducir el impacto ambiental basándose en mejoras en eficiencia y olvidando la paradoja de Jevons o efecto rebote). Ambas tendencias no son conscientes de que es la tecnología la que ha generado el problema y que es peligroso confiar las soluciones a inventos que aún no existen.

Valladares continúa criticando la hipocresía generalizada que usan desde gobiernos (véase el Pacto de París) o desde empresas, por ejemplo con las mentiras del greenwashing, tan naturalizadas que apenas escandalizan ni cuando usan lemas descarados. Entre los pecados de esta estrategia están la omisión de información, la falta de pruebas, las etiquetas falsas, la vaguedad, la mentira, crear falsas esperanzas, planes de compensación de emisiones dudosos y, sobre todo, poner el beneficio económico por encima de personas y medioambiente. Ante la alarma general de este tipo de abusos, la Comisión Europea está trabajando para acabar con ellas, lo cual demuestra que la presión social influye en los políticos.

El investigador ahonda en varios casos de hipocresía terribles para la Historia, de los que comentaremos aquí solo tres:

  1. En la Guerra de Vietnam y durante diez años, Estados Unidos roció de Agente Naranja grandes zonas de bosques y cultivos de Vietnam, Laos y Camboya. Resultaron afectados millones de ciudadanos por varias enfermedades y malformaciones al nacer (físicas e intelectuales). El gobierno de Estados Unidos ha indemnizado a sus soldados veteranos afectados, pero las víctimas en Asia siguen sin tener, ni siquiera, el reconocimiento por parte del culpable americano.
  2. El segundo caso de hipocresía brutal está en la Unión Europea que aprovechó la crisis energética por la invasión de Ucrania por parte del ejército ruso de Putin, para decir que a partir de entonces la energía nuclear y el gas serían consideradas energías limpias y poder, así, ser subvencionadas con dinero público (lo cual demuestra que no son energías muy rentables por sí mismas; y eso sin valorar los daños y costos completos de su contaminación).
  3. El tercer ejemplo de hipocresía es el caso de la empresa española Ecoembes, supuestamente dedicada al reciclaje de envases pero que, en la práctica, su tarea es blanquear las empresas que más contaminan con plásticos el planeta completo.

En el apartado de errores, Valladares incluye el hacer lo que siempre se ha hecho o la huida hacia adelante. Aquí, critica las quemas del monte que hacen los ganaderos (en Asturias en particular) o las ampliaciones de las estaciones de esquí en el contexto de crisis climática actual. En vez de prohibir el esquí alpino y otros deportes terriblemente nocivos, nuestra sociedad los fomenta. Otros ejemplos de esta huida son: regar cultivos de secano, ampliar los regadíos, construir embalses que destruyen nuestros ríos o que prestigiosos bancos, incluyendo el BCE, financien industrias tan sucias como los agronegocios que destruyen el Amazonas, por no hablar de la financiación del genocidio de Israel.

¿Qué podemos hacer?

«Debemos vivir con menos sin sentir que eso sea un retraso. Si lo sentimos como un retraso, no habremos entendido nada y, sobre todo, no avanzaremos más que a la fuerza». Fernando Valladares está conforme en esto con Linz, Riechmann y Sempere, autores del también recomendable libro Vivir (bien) con menos. Para avanzar en el cambio que se requiere, además de las ideas comentadas anteriormente y algunas que se incluyen en la Cadena Verde, nos alienta diciendo que: «es suficiente con que entre un 10 y un 20 % de la población muestre el conocimiento y la valentía necesarios para que los cambios se produzcan». Es decir, no hace falta concienciar y movilizar a una mayoría, sino que basta con una minoría bien activada. Es decir, si apenas un cuarto de la población tiene claro que hay que hacer algo, ese algo se hará. Ha sucedido con muchas cosas, tales como el matrimonio igualitario o la lucha contra el tabaco.

Ser activista, mantenerse activo, es importante porque reduce el riesgo de la ecoansiedad y de la solastalgia. También aboga por «recuperar el peso de las humanidades», dejar de instrumentalizar la naturaleza (lo cual deshumaniza a la humanidad), y por trabajar en los Objetivos de Desarrollo Interior (ODI), que son una recopilación de «cualidades basadas en la ciencia para vivir vidas con propósito, sostenibles y productivas», además de ser la base para conseguir los famosos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. Resumiendo mucho, los ODI se apoyan en cinco dimensiones:

  1. SER (relación con uno mismo). Cultivar lo que uno es: autoconciencia, presencia, responsabilidad, integridad, autenticidad, etc.
  2. PENSAR (habilidades cognitivas). Incluye aspectos como el pensamiento crítico, perspectiva, visión a largo plazo, etc.
  3. RELACIONARSE (cuidar de lo demás). Entender la conexión con todo, incluyendo lo que aún no ha nacido: gratitud, alegría, humildad, empatía, amabilidad, compasión…
  4. COLABORAR (habilidades sociales). Es importante la capacidad de escuchar, de defender las opiniones propias, de gestionar conflictos de forma constructiva, de fomentar la colaboración, etc.
  5. ACTUAR (mover al cambio). Para transformar la realidad son útiles cuestiones como el optimismo, evaluar las decisiones, la creatividad, la esperanza, la perseverancia, el compromiso, la paciencia, etc.

Valladares no es ajeno a la dificultad de ser ecologista responsable, pues para ello pareciera que se necesita tener multitud de conocimientos. Sin embargo, él aboga por intentarlo, preferentemente en grupo, y sugiere unir dos movimientos que ahora están demasiado separados, ecologismo y sindicalismo, porque ninguno de los dos triunfará por separado. Las asambleas ciudadanas son también un mecanismo de acción que impulsa el cambio y mejora la propia democracia. Como curiosidad, indica que los premios Global Good Awards recompensan el ingenio para mejorar el medioambiente; y añade: «Si necesitamos inspiración aquí podemos encontrar bastante. Si ya tenemos inspiración, aquí podemos canalizarla».

Otra cualidad a tener en cuenta es la amabilidad, con uno mismo y con los demás, lo cual conlleva grandes beneficios según la ciencia: menos estrés, más felicidad y autoestima, mejor salud… La gente amable suele cuidar bien de sí misma y hacer tareas de voluntariado. Además, esta herramienta es tan contagiosa como un virus. Relacionado con esto, el libro comenta los conceptos del ikigai japonés, del ubuntu sudafricano, el trastorno por déficit de naturaleza y la revolución jurídica que supone otorgar derechos a la naturaleza (ya hecho en casos como el del mar Menor en España). También, resalta la necesidad de empatía, paciencia y humor.

El libro nos explica, con ejemplos, el enorme poder de recuperación de la naturaleza, cuando se la deja. De ahí que, una de las herramientas más poderosas para revertir la degradación ambiental sea la renaturalización, el dejar espacios para que la naturaleza se autogestione y tener la humildad de reconocer que ella lo hace mejor que cualquier ingeniero por muy forestal que pretenda ser. Uno de los casos que cita está en los efectos positivos del confinamiento por el COVID-19: avances en fauna y flora; y mejoras en la calidad del agua y del aire.

Por su profesión, Valladares defiende la ciencia y sus conclusiones (particularmente las ambientales) y, aunque la ciencia pueda equivocarse, tiene mecanismos de corrección. A la vez, lamenta la difusión de información falsa o fuera de contexto que, según la agnotología, provoca una polarización que no ayuda ni para aplicar soluciones efectivas ni para fomentar la necesaria conversación.

Del pasado al futuro: ideas para la transición

Este autor habla del llamado fraude del Neolítico que magistralmente explicó Harari en su obra Sapiens. La idea básica es que nos han engañado cuando nos inculcan que los avances del Neolítico —básicamente, la agricultura, la ganadería y algunas mejoras tecnológicas— fueron un avance para la humanidad. Según algunos intelectuales, en realidad fue un retroceso, al menos por estos factores:

  1. La sedentarización solo tuvo consecuencias negativas para la salud humana, pues nuestros cuerpos han evolucionado durante cientos de miles de años para estar en movimiento. Tampoco ayudó a la salud el recibir una dieta menos variada.
  2. La domesticación de los animales (ganadería) provocó infecciones (zoonosis).
  3. La agrupación en ciudades facilitó el crecimiento de parásitos (chinches, garrapatas, pulgas, mosquitos…).
  4. Se abrieron demasiadas puertas hacia graves impactos en los ecosistemas.
  5. Los problemas psicológicos (como la depresión) son mayores hoy en día. Se sabe cómo evitarlos: aumentar el contacto con la naturaleza, mejorar los vínculos sociales, tener una dieta saludable y una infancia menos competitiva.

En cualquier caso, aunque las sociedades antiguas tuvieran ciertas ventajas, hay que aceptar que también tenían inconvenientes y, sobre todo, que los cambios son irreversibles, por lo que lo más inteligente es aprender de la historia y de la ciencia.

El colapso y la extinción de nuestra propia especie son opciones posibles, pero la obsesión no ayuda; y el perderse lo bueno que tiene el presente tampoco. Valladares nos advierte que hay distintas formas de afrontar ese colapso y que, para hacerlo bien, es importante reducir el nivel de desigualdad, algo que considera tóxico y que «mina la confianza, resta credibilidad a la democracia, erosiona el bien común y nos aleja de un relato esperanzador». Como punto positivo, añade que el análisis de las catástrofes que llevó a cabo Rutger Bregman arroja que el ser humano tiende más a cooperar que a competir, especialmente en momentos difíciles.

En cualquier caso, la insostenibilidad ecológica genera inestabilidad geopolítica y, posiblemente, violencia (guerra). Esa es solo una de las consecuencias de la crisis climática. Por tanto, los esfuerzos para mitigar el cambio climático deben también verse como una inversión en seguridad internacional. Según esto, la austeridad ecológica sería, para toda la población, un sacrificio aceptable y deseado.

En línea con el magnífico libro En la espiral de la energía, otros científicos también proclaman la necesidad de simplificar nuestras sociedades (Ted Trainer, Murray Bookchin, Jason Hickel…). Hay que entender que, por ejemplo, «las energías renovables no pueden mantener una sociedad consumista» (por muchas ventajas que en verdad tengan) y que necesitamos una economía orientada a las necesidades (y no a los caprichos) para construir una sociedad en la que la gente encuentre recompensas por el hecho de vivir de manera sencilla. El objetivo sería pasar del «hacer más con menos» (que nos lleva al colapso) al «vivir mejor con menos» (que nos lleva a una felicidad asequible en la era del decrecimiento o poscrecimiento). Así, necesitamos fomentar valores como la cooperación, la empatía, escuchar a los demás, etc. Y con ello estaremos más abiertos a reducir la desigualdad (aquí dejamos siete medidas para ello) y a vivir dentro de los límites planetarios, entendiendo que el ser humano no puede vivir de espaldas a la naturaleza como si fuera algo externo y ajeno.

Para Valladares es importante recalcar que «el colapso ecológico y la desigualdad económica se encuentran entre nuestros mayores retos globales contemporáneos, y ambas cuestiones están completamente entrelazadas». Por eso, como se ha propuesto tantas veces, es importante establecer una «tasa a los megarricos» que él sugiere que sea de entre el 1,5 y el 3% solo para las 65 mil personas más ricas (con más de 100 millones de dólares). Por supuesto, también hay que tomar medidas contundentes, como prohibir los jets privados, y educar para ir «aboliendo el consumismo y la adoración de lo superfluo».

El libro termina diciendo algo obvio: dado que somos nosotros, los humanos, los que hemos generado el problema, también nosotros tenemos el poder de modificar nuestros actos para alcanzar un futuro mejor.

♦ Información relacionada:

  1. Otros libros ECO resumidos para captar su esencia en poco tiempo. Por ejemplo:
  2. Dos grandes errores de la humanidad (el segundo aún podemos remediarlo).
  3. La agricultura de hoy debería ser como la de mañana.
  4. Los científicos vuelven a avisar del colapso que vendrá si seguimos sin reaccionar.
  5. Sin comer por el clima, las macrogranjas, los combustibles fósiles…
  6. La lista más completa de problemas y soluciones del campo español.
  7. Algunos libros del editor de Blogsostenible y de Historias Incontables.

blogsostenible

Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"

Libro La recivilización, de Fernando Valladares (resumen)

Los conflictos bélicos de las últimas décadas han acabado con la vida de unas 400.000 personas cada año. En cambio, solo la contaminación atmosférica mata —actualmente y cada año— unos 9 millones de personas (22.5 veces más). Por su parte, el cambio climático se estima que mata a decenas de millones de personas anualmente. A pesar de esos datos, los humanos gastan en armamento más de cinco veces más que en abordar la crisis ambiental. Con esos impactantes datos comienza el libro de Fernando Valladares La recivilización (Planeta, 2023), un prestigioso científico español del CSIC. También habla de otro tipo de guerras absurdas y evitables (las comerciales y las de clase), de la desigualdad creciente y de los conflictos de la superpoblación y cómo se resolverían con educación y ecofeminismo.

El objetivo del libro es desmontar nuestro modelo socioeconómico. Este científico afirma que «sabemos cómo hacerlo y que, si lo conseguimos, viviremos más y mejor». Además, «contamos con la alianza de la ciencia» (esa que desoímos en demasiadas ocasiones).

Fernando Valladares nos cuenta que en nuestros parientes próximos tenemos dos ejemplos interesantes: mientras los chimpancés suelen recurrir a la violencia para resolver sus conflictos, los bonobos son mucho más pacíficos (y recurren al sexo para resolver tensiones).

Salud y producción de comida

«Érase una vez un planeta en el que vivía una especie que, produciendo el doble de la comida que necesitaba, dejaba a la décima parte de sus miembros con hambre. Una especie que tiraba un tercio de la comida en lugar de repartirla bien, mientras que muchos de sus miembros que accedían a la que sobraba enfermaban gravemente por comer en exceso. Una especie que, al producir tanta comida, ponía en riesgo el funcionamiento de todo aquel planeta. El planeta es la Tierra y la especie se llama a sí misma hombre sabio».

Sinteticemos diez datos sobre este tema:

  1. «La producción de alimentos es la actividad con la que los humanos provocan el mayor impacto sobre el medio ambiente».
  2. «Se calcula que la contaminación de las aguas por los fertilizantes excedentes es responsable de 1,36 millones de muertes evitables o prematuras cada año en el mundo».
  3. La PAC emplea dinero público que acaba generando daños a los humanos y a la biodiversidad en un modelo en el que «sobra comida». De ahí que califique a la PAC como «la forma más destructiva de usar el dinero público»; y como «un sistema completamente corrupto (…) que impide la renaturalización y la convivencia de los sistemas agrarios y ganaderos con la biodiversidad más elemental». Y así, «los subsidios van para personas y entidades ricas de Europa y de fuera de Europa»: grandes fortunas compran tierras en la UE y reciben enormes subvenciones por ellas.
  4. «Si admitimos de una vez que no hay que producir más comida, entonces la prioridad no puede estar más clara: proteger los ecosistemas afinando mucho el sistema de producción de alimentos para que no se vean afectados por él».
  5. «Una cuarta parte de lo que desechamos serviría para neutralizar la malnutrición en el mundo».
  6. Hay sectores a los que «no se sanciona por contaminar y a los que no les preocupa la mala distribución y organización del sistema alimentario global».
  7. «Solo en Europa mueren cada año más de 300 mil personas por consumir demasiada carne roja».
  8. «La agricultura y la ganadería determinan la contaminación atmosférica global causando indirectamente millones de muertes por esa vía».
  9. «Lo que comemos afecta a nuestra capacidad de concentración», y aboga por dietas vegetarianas, veganas o flexitarianas.
  10. «Conocemos muy bien los factores que aumentan los riesgos de que aparezcan enfermedades infecciosas y, como con el cambio climático, no hacemos mucho al respecto», lamenta Valladares. De seguir así, la probabilidad de pandemias aumentará cada año. Degradar ecosistemas y producir carne de forma intensiva es, en sus propias palabras, «una bomba de relojería». El COVID-19 podría ser un poco importante al lado de una pandemia realmente grave.

George Monbiot también alertó del problema del sistema alimentario, una industria en la que unos pocos inversores están ganando muchos millones mientras, en palabras de Valladares, «nos dejan sin agua, sin suelo, sin biodiversidad y sin futuro».

El medioambiente influye en nuestra salud y en nuestra esperanza de vida y, según recientes estudios, ambas se están viendo afectadas negativamente. Por primera vez, la esperanza de vida se está reduciendo a nivel global.

El problema de la energía

Para este asunto, aporta soluciones concretas, como poner placas solares en suelos ya construidos e industriales, y nunca en zonas naturales. Sin embargo, el autor critica que, con el pretexto de una transición energética, las cortes españolas hayan aprobado leyes que reducen las exigencias ambientales de centrales eólicas y solares. Y para colmo de males, la UE ha calificado como «energías verdes» el gas y la nuclear, de forma que puedan beneficiarse de todas las ventajas económicas y fiscales, como si realmente fueran renovables y sostenibles. También advierte Valladares de las falsas soluciones —como apostar por la energía de fusión nuclear o por el hidrógeno—, y nos recuerda que «el hidrógeno no es una fuente de energía primaria, sino que es un vector energético» (una forma de almacenar energía). Y aclara que «puede tener un papel interesante allí donde no es posible la electrificación», por ejemplo en el transporte, pero siempre acompañada de medidas que eviten el despilfarro. Como ejemplos, de ese consumo desmedido y fácilmente evitable, pone los alumbrados navideños. Otra tecnología que califica como innecesaria es la captura de carbono.

Para este científico, la disminución en el consumo debiera ser estratégica y consolidada, y no meramente coyuntural. La ciencia nos advierte de que ya se han disparado o están a punto de hacerlo nueve de los quince puntos de inflexión identificados (tipping points), valores del sistema ecológico que, una vez alcanzados, se vuelven incontrolables e irreversibles. Como científico, conoce las múltiples consecuencias de la crisis climática y sabe que no todas son percibidas por la población general. De hecho, es frecuente que se tomen medidas contraproducentes. Como ejemplo, subraya la retirada de la madera muerta de los bosques con el absurdo pretexto de limpiarlos. Téngase en cuenta que la madera muerta es esencial en la fertilidad del suelo, para la biodiversidad y también como almacén de carbono (léanse aquí otras medidas para evitar los incendios forestales).

Otro consejo que nos regala en nombre de la ciencia es dejar los combustibles fósiles en el subsuelo, porque son más útiles como almacenes de carbono que como combustibles. Cada décima de grado que consigamos que deje de subir la temperatura global, supone ahorrar mucho sufrimiento y cuantiosas pérdidas económicas.

Política y economía

El libro sostiene que la política se ha subordinado a la economía. Es grave porque «la solución a la crisis no es científica ni tecnológica, sino social y política». Los pocos tratados internacionales (como el Acuerdo de París o de otras COP) nunca se cumplen, porque se anteponen los beneficios económicos a la vida de las personas y las decisiones políticas no se ajustan a los límites físicos del planeta ni a las leyes de la ecología. Y no olvidemos que: «sin ecología no hay economía» (véase este interesante gráfico) y que el PIB no mide el valor de la riqueza natural. Más aún, contaminar y dañar el medioambiente es barato o incluso está subvencionado.

Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"
Lee también un resumen de este libro de Yuval N. Harari.

Cuando pone el foco en los problemas del neoliberalismo (magistralmente explicados también por Naomi Klein), indica que el sistema no favorece la distribución de la riqueza, sino la acumulación y el aumento de la desigualdad. Todo esto ya está provocando millones de refugiados ambientales que generan tensiones difíciles de solucionar. Y advierte: «el capitalismo se está quebrando», porque el ser humano ha estado demasiados años viviendo a costa de una tecnología que se basa principalmente en el uso de energía barata no renovable (es lo que llama, Homo tecnologicus, primo del Homo oeconomicus).

El capitalismo ha reventado varios límites planetarios y «la fiesta de la riqueza y el derroche (…) no nos deja dormir, descansar, reflexionar ni tener mucho tiempo para nosotros mismos». A poco que pensemos, llegamos una y otra vez a la misma conclusión que ya alcanzaron filósofos presocráticos: ni el sobreconsumo ni el trabajar en exceso nos hace más felices.

La agnotología es el estudio de la producción y diseminación de la ignorancia, el engaño y la duda, a menudo de forma deliberada, para servir a intereses específicos, como la industria o la política. El autor resalta cómo, usando el poder de las redes sociales o de personas influyentes, se niegan conclusiones científicas o la realidad más evidente. Cuando se investiga un poco, es fácil concluir que los interesados en generar dudas e ignorancia suelen tener intereses en ello. A veces, son personas que solo buscan ser aceptadas en su grupo social y que, para ello, renuncian a su espíritu crítico o a expresar su opinión sincera. Evitar esto es complejo, entre otros motivos, por el principio de la asimetría de la estupidez que reza que se necesita más energía y más palabras para refutar una estupidez que para producirla.

Por supuesto, hay espacio en estas páginas para criticar un sistema educativo, incluyendo universidades. Estamos más interesados en formar a trabajadores sumisos que a personas críticas. En la misma línea de economistas como Georgescu-Roegen, Valladares lamenta la mala educación científica y ecológica que se imparte en las facultades de economía. Pone como ejemplo la curva de Kuznets, que se usa para hacer creer que, a mayor renta, la población es más respetuosa con el medioambiente. O sea, se intenta hacer creer que con más tecnología, se disminuye el impacto ambiental. La realidad es que ocurre justo lo contrario, y está demostrado desde los años 80 del pasado siglo.

Por fortuna, tenemos ejemplos en los que la humanidad ha sido capaz de ponerse de acuerdo para avanzar, como son la Declaración Universal de Derechos Humanos, el Protocolo de Montreal o la Agenda 2030. Para Fernando Valladares, la Agenda 2030 es magnífica, pero no se está cumpliendo.

El caso de Andalucía

Para explicar lo que está pasando a nivel mundial, pone el ejemplo de Andalucía, una tierra rica y fértil, pero llena de focos de pobreza (extrema en no pocos casos). Andalucía produce multitud de materias primas que se llevan a las ciudades: a Madrid y a toda Europa. Esto supone exportar ingentes cantidades de agua desde una región seca a otras regiones con más abundancia de dinero y de agua. En resumen, la producción sucia de energía y alimentos de las regiones ricas, se realiza en regiones empobrecidas, generando problemas ambientales y sociales.

Andalucía produce alimentos con abusos e injusticia, desde Huelva a Almería. En Huelva se producen fresas y frutos rojos que dejan sin agua zonas tan valiosas como el Parque Nacional de Doñana. Esta aberración se explica por dos detalles muy sencillos: a) No se paga un precio justo por el agua ni por el desastre ecológico de su abuso. b) No se pagan salarios dignos. Las fresas de Huelva no serían rentables si los salarios fueran tan dignos como los de las personas que compran esas fresas en las metrópolis del mundo. Con este ejemplo de Andalucía, se muestra por qué y cómo los ricos siguen acumulando riqueza a costa de no pagar con justicia (ni salarios, ni daños ambientales, etc.).

Opciones posibles: decrecimiento con prosperidad

«Los científicos podemos ayudar», afirma Valladares, pero resalta que «la decisión está en manos de la gente», que el optimismo no está justificado y que hay que tomar decisiones. «Podemos apurar los recursos que aún quedan y reventar el clima planetario, o dejar el 60% del gas y el petróleo y el 90% del carbón en el subsuelo y no entrar en escenarios climáticos apocalípticos». Una vía necesaria es la que se ha llamado decrecimiento, pero aclara que debe hablarse más de prosperidad; y que esta vía es distinta a la recesión. Resumiendo, este decrecimiento debe basarse en crecer en sectores que produzcan bienestar real y general, y se basa en cinco claves (Hickel et al., Nature 2022):

  1. Reducir la producción menos necesaria: carne, lácteos, moda rápida, publicidad, automóviles, aviación
  2. Mejorar los servicios públicos.
  3. Apoyar los empleos verdes: renovables, regeneración de ecosistemas, servicios sociales…
  4. Reducir la jornada laboral y rebajar la edad de jubilación.
  5. Sociedad sostenible: cancelar deudas injustas en países pobres, frenar la desigualdad

Ante el colapso que parece inevitable, el libro aclara que hay varios tipos de colapsos (financiero, económico, político, social, ecológico, cultural) y explica las cinco fases de un gran colapso según Duane Elgin en el proyecto Choosing Earth. Podemos afirmar que, dependiendo de qué región evaluemos, la Tierra ya está en la primera o en la segunda fase. La última es la extinción de la humanidad, pero la tercera y la cuarta no son nada agradables para casi nadie. Para afrontar esto, tenemos básicamente tres opciones:

  1. No hacer nada, lo cual nos llevará a un colapso nada agradable.
  2. Aceptar gobiernos autoritarios, que podrían ser incluso peor que el colapso o parte del mismo. Algunos hablan del ecofascismo como un ecologismo muy radical que podría incluso controlar la reproducción humana para evitar la superpoblación.
  3. Transformar nuestra sociedad. Aquí tendrían cabida «comunidades modestas que buscan independencia energética, autoabastecimiento y cooperación».

Basura y propaganda

Fernando Valladares referencia al gran Félix Rodríguez de la Fuente cuando advertía —en 1972— sobre el problema de la basura: coches, bolsas, envases, venenos en la sangre… Y acababa diciendo: «No cabe duda de que la nuestra puede llamarse la civilización de la basura» (no se pierdan el vídeo).

También se destapan expresiones que esconden la realidad y que hemos denunciado múltiples veces desde Blogsostenible, tales como economía circular, desarrollo sostenible, crecimiento verde y el greenwashing

La maximización de beneficios en el ámbito empresarial tiene «graves déficits éticos» que, a pesar de ser también evidentes, no parecen importar a los culpables. La razón parece estar en que vemos como «objetos impersonales y sin derechos» a las plantas, los animales o los ecosistemas. De hecho, los comportamientos egoístas también se dan contra otros humanos. Algunos estudios arrojan que es «suficiente con no concretar mucho la identidad de los afectados». Es decir, cuando no se conoce a los que sufren es más fácil mentir y dañarlos, sin sentimiento de culpa. Y para facilitar este egoísmo, tenemos lo que Valladares califica como «la deshonestidad a escala industrial», la propaganda, una herramienta que consigue con eficacia justificar lo injustificable de cara a la opinión pública.

Desafíos

Ante la magnitud del problema, se declaran ocho familias de desafíos «que requieren hablar claro» y que resumimos a continuación:

1. Desafíos naturales: la letra pequeña del contrato con la naturaleza

En este punto se resalta la importancia de la prevención. Por ejemplo, «prevenir pandemias es mil veces más rentable que hacer frente a una sola». Sin embargo, la obsesión por las ganancias rápidas impide maximizar beneficios a largo plazo para la humanidad. Para evitar pandemias, propone tres medidas clave: 1) detener la deforestación en zonas tropicales, 2) limitar el comercio de especies, y 3) establecer una red de alerta y control temprana de pandemias. Y advierte: «Tendemos a pensar que conservar la naturaleza es un lujo costoso, un gasto superfluo propio de sociedades ricas. Deberíamos ir actualizando esta noción porque la realidad es muy diferente. De hecho, el presupuesto dedicado a conservar la naturaleza no debe ser considerado un coste, sino una inversión. Y de las más rentables: nos devuelve mil euros por cada euro que invertimos».

En el último medio siglo, la población se ha duplicado, pero la economía global se ha cuadriplicado y, como bien dijo De Jouvenel, todo crecimiento económico procede de explotar la naturaleza. Por eso, es preciso aplicar mecanismos de bioeconomía y de Soluciones Basadas en la Naturaleza (SBN), pero sin pecar de un exceso de optimismo, porque no podemos seguir despilfarrando como se ha hecho hasta ahora. El objetivo sería fabricar bienes renovables, reutilizables y reciclables para conservar los ecosistemas. Pensemos en que «las economías más grandes invierten más en biodiversidad, en magnitud bruta, pero que, si se corrigen los datos teniendo en cuenta el PIB, ¡los países más ricos invierten proporcionalmente menos que los menos ricos!». Y no olvidemos que el PIB mide el destrozo ambiental mejor que el bienestar de un país.

2. Desafíos sanitarios: sanidad pública, prevención y transparencia

En la facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid hay una asignatura titulada: O cambiamos de conducta o cambiamos de planeta. Su objetivo es la educación ambiental para que los futuros médicos entiendan la relación entre medioambiente y salud. Valladares hace hincapié en la importancia de este tipo de educación y en tres aspectos clave de las políticas sanitarias de un país, aportando escandalosos datos para el caso de España:

  1. Invertir en prevención es rentable. Algunos estudios sugieren que se ahorran 7 euros por cada euro que se invierte en prevenir. España invierte muy poco en prevención.
  2. La sanidad pública de calidad es esencial. La sanidad privada intenta maximizar sus beneficios y deja, inevitablemente, a muchos enfermos sin tratar. Los países en los que predomina la sanidad privada tienen peor salud media, porque la salud de unos influye en la de los demás, lección que debimos aprender en la pandemia de COVID-19.
  3. No hay transparencia en las políticas de salud ni en el gasto farmacéutico. Las empresas farmacéuticas controlan gran parte de las políticas y consiguen engañar a pacientes y a médicos para maximizar sus beneficios.

 3. Desafíos energéticos: reducir y reconducir

Aquí se pregunta: ¿Cuánta energía necesitamos para estar sanos y felices? La respuesta es terrible porque, por ejemplo, España podría ahorrar la mitad de la energía que consume. Por su parte, Estados Unidos solo necesitaría la quinta parte. Y eso, sin empeorar ninguna métrica relevante ni de salud ni de felicidad.

En este apartado, también propone retomar el debate sobre el pico del petróleo, y avisa que el sobreconsumo de energía nos lleva a graves amenazas medioambientales y a una escasez sin precedentes. Por tanto, es urgente unir la reducción energética a la transición energética.

4. Desafíos económicos: el caso de Ibiza

Valladares se lamenta de la falta de democracia que afecta a la economía: «Las decisiones económicas las toma el 1% de la humanidad» (pero nos afectan a todos). También recuerda aquí al gran Georgescu-Roegen, y sus palabras: «el verdadero producto del proceso económico es (o debería ser) un flujo inmaterial: el placer de vivir». En cambio, sabemos que la avalancha de materialismo no hace feliz a nadie y que nos lleva a sobrepasar los límites planetarios.

Tras eso, critica la llamada economía de escala, un proceso por el que las industrias pretenden bajar los costes aumentando la producción. Cuando se logra, los precios bajan y aumenta el consumo. A cambio, el impacto ambiental se dispara. «Empresas y consumidores están demasiado ocupados con producir y consumir». Por tanto, el control debe ser por parte de la clase política. Otro ejemplo de esta economía de escala lo pone en las macrogranjas: «En España y en muchos otros países crece el número de vacas y cerdos, pero disminuye el número de granjas». La producción industrial de carne conlleva graves problemas ambientales y un enorme sufrimiento animal.

El libro trata temas como la agroecología, la economía de los cuidados, y la agricultura regenerativa; y explica cómo las industrias alimentarias presionan a los agricultores que, en muchos casos, llegan a vender «a pérdidas», es decir, por debajo del valor de producción.

Con el ejemplo de la isla de Ibiza, explica los daños a nivel planetario de vivir con enormes lujos (jets privados, campos de golf, etc.): «el lujo (…) se apoya en una idea que en el fondo es muy simple: que las externalidades (esos impactos negativos en los bienes y servicios públicos, en los recursos naturales y en el medio ambiente) las paguemos entre todos». Y añade: «Si los costes ambientales de un crucero se repercutieran en el precio, muy poca gente podría subirse a uno de estos barcos».

Este científico alaba los trabajos de dos economistas muy especiales. La primera es Kate Raworth y su economía de rosquilla, la cual analizamos junto con las propuestas del documental HOPE! de Javier Peña (muy recomendable). Ella afirma que la economía actual no funciona y que es incapaz de predecir ni de impedir las crisis financieras, ni la pobreza extrema, ni la acumulación de riqueza, ni la degradación del medioambiente. En síntesis, sugiere abandonar el crecimiento y centrarse en una economía sostenible.

La segunda economista es Mariana Mazzucato que, con propuestas simples y sensatas, podría revolucionar el planeta. Mazzucato plantea acabar con esas inversiones del Estado que enriquecen a una minoría y dejan los riesgos y los costos para una mayoría. Por ejemplo, este es el caso de la energía nuclear. El objetivo sería exigir que, para que el Estado invierta en algo, los beneficios deben repercutir en las arcas públicas. Esto es contrario a las teorías de Milton Friedman, un economista neoliberal defensor del libre mercado que ha perjudicado enormemente a diversas sociedades, particularmente en Latinoamérica.

El autor también propone aumentar el compromiso y la ambición, inspirándose en el viaje a la Luna: si fuimos capaces de ese enorme logro, deberíamos ser capaces de transformar el capitalismo ahora.

5. Desafíos políticos y jurídicos: sobre corrupción, fraudes…

«La democracia representativa no funciona», sostiene Valladares: «Los representantes no representan, y los problemas importantes quedan postergados por cuestiones urgentes y cortoplacistas». Los políticos «solo escuchan a la ciencia cuando conviene a sus intereses electorales», lo cual se suma a la corrupción que siempre se mueve por el sistema. «No podemos esperar a que la política solucione los problemas ambientales sin el apoyo decidido y amplio de la sociedad». También denuncia lo que llama obsolescencia científica, según la cual los científicos y sus conclusiones son ignorados a pesar de la buena valoración social de su trabajo.

En no pocos casos, políticos y jueces se unen para provocar fraudes de ley: legalizar pozos ilegales, falsear datos, fraccionar proyectos para que su impacto ambiental parezca menor, etc. En España eso ha pasado en demasiados casos: Marina de Valdecañas, Algarrobico, Doñana, mar Menor

Los políticos, en general, está mal formados y desinformados y, además, «para desolación de analistas, los políticos (…) son tan incompetentes que toman decisiones que ni maximizan el bien común ni tampoco su propio bien».

6. Desafíos a la democracia: ideología y religiosidad

Entre las distintas ideologías y religiones hay enormes diferencias, pero ante los problemas que nos amenazan, esta obra concluye que «resulta más práctico a estas alturas repasar lo que nos une». A veces, se rechazan propuestas solo porque proceden de otro bando, o incluso porque no interesan o son incómodas. Un ejemplo que cita el libro es la encíclica Laudato Si del papa Francisco, un auténtico manual social y ecoanimalista que los católicos han ignorado con absoluta contundencia.

Daniel Innerarity afirma que la izquierda juega en desventaja, ya que se enfrenta a una derecha que reivindica una vida más despreocupada y espontánea. Ser negacionista es más fácil que actuar con responsabilidad. Valladares sugiere que el activismo ecologista utilice «una de las emociones más mundanas y mejor valoradas»: el placer. Puede no ser fácil, especialmente en las clases más adineradas que han hecho del despilfarro su seña de identidad.

Para Johann Hari, a menor capacidad de concentración más fácil es sentirse atraídos por soluciones autoritarias y simplistas (como las de la extrema derecha). Y algunas causas para este antecedente están en el abuso de las redes sociales y de las nuevas tecnologías (smartphones, videojuegos…). Y con eso, también perdemos salud y democracia.

7. y 8. Desafíos sociales y el fracaso del sistema educativo

Valladares coincide en lo que hemos repetido (quizás aún no demasiado): queremos una educación para formar personas, no meros trabajadores; una educación que sepa sacar partido del tipo de inteligencia que tenga cada uno, tipos como los que establece Howard Gardner: visual-espacial, lógico-matemático, naturalista, creativo, colaborativo, etc. El libro echa en falta una buena educación ambiental en todo el sistema educativo, particularmente en las escuelas de Empresariales y de Económicas (algo compartido con Georgescu-Roegen y De Jouvenel como se ha apuntado más arriba).

Escrito antes del apagón de España en 2025, el libro ya advierte de esa posibilidad y lo pone como ejemplo de los casos en los que los políticos prefieren no ahondar para no alarmar. Pero como ocurre siempre, mirar hacia otro lado no disminuye ningún riesgo y, más bien, suele aumentarlos. También se muestra partidario de la protesta pacífica y la desobediencia civil por parte de toda la sociedad, pero en particular de los científicos como él, los cuales son conscientes tanto del problema ambiental como de que los otros métodos no están alertando al nivel necesario. De hecho, el autor ha participado en protestas y ha sido arrestado por ello. Así, ensalza los casos en los que los fiscales han dicho ser conscientes del desastre ambiental y, por tanto, se han negado a procesar a los activistas climáticos.

Conocemos la solución. ¿Por qué no la aplicamos?

La primera de las zancadillas que describe el libro es el negacionismo, ese cerrar los ojos a la realidad científica por ser una verdad incómoda y que, de aceptarla, requeriría cambios importantes. Los negacionistas no suelen ser muy numerosos, pero su activismo les conduce a ser más influyentes de lo que cabría esperar. Recordemos que lanzar un bulo es más fácil que desmentirlo. En Estados Unidos, los negacionistas antivacunas hicieron que ese país tuviera grandes proporciones de contagios y de muertes, en comparación a otros similares. Algunos negacionistas tienen intereses (económicos) en que la verdad no se sepa. En ese caso, Valladares recomienda denunciar para que la ley actúe.

Un tipo de negacionistas son los colapsistas (que piensan que el colapso global es inevitable). También están los tecnoptimistas (que opinan que la tecnología nos salvará). Incluso hay científicos llamados mercaderes de la duda que se encargan sencillamente de plantear dudas, incluso donde el consenso científico es enorme. Valladares advierte que muchas universidades mantienen cátedras de pseudoinvestigación financiadas por petroleras, cementeras o industrias cárnicas.

En otro lugar están los que creen en los milagros o dicen creer en ellos. Abundan entre los políticos, por ejemplo cuando prometen agua para todos o cosas contradictorias (como bajar impuestos y aumentar las prestaciones sociales, o reducir las emisiones y bajar los precios de los combustibles). En demasiadas ocasiones, la sobreexplotación de recursos produce unos daños que pasan a los habitantes y a futuras generaciones. Las empresas no tienen problemas en mudarse a otro lugar cuando ya han sacado sus beneficios. En muchos casos, los delitos prescriben cuando se intentan perseguir.

Valladares advierte de la paradoja de que «es la propia producción industrial de comida la que ha provocado y provoca malnutrición y hambre global». Por tanto, habría que reducir la producción alimentaria y distribuir mejor, para evitar tanto la sobrealimentación como el tirar un tercio de la comida que se produce.

Otra zancadilla es el egoísmo. Por ejemplo, lo vemos en el turismo, a veces camuflado como ecoturismo. Valladares comenta los casos en los que los turistas contagian enfermedades mortales a la fauna que desean ver en libertad. También influye el egoísmo en la industria de la carne, la de pesticidas, la del plástico y la petrolera, que están aplicando las mismas prácticas que en su día utilizó la industria del tabaco: mentir, ocultar informes, desinformar, presionar, pagar a políticos y a científicos, etc. Por este motivo, se están poniendo denuncias a diversas empresas.

Otro problema está en el tecnoptimismo ya comentado y en el ecomodernismo (creer que es posible el desarrollo tecnológico indefinido y reducir el impacto ambiental basándose en mejoras en eficiencia y olvidando la paradoja de Jevons o efecto rebote). Ambas tendencias no son conscientes de que es la tecnología la que ha generado el problema y que es peligroso confiar las soluciones a inventos que aún no existen.

Valladares continúa criticando la hipocresía generalizada que usan desde gobiernos (véase el Pacto de París) o desde empresas, por ejemplo con las mentiras del greenwashing, tan naturalizadas que apenas escandalizan ni cuando usan lemas descarados. Entre los pecados de esta estrategia están la omisión de información, la falta de pruebas, las etiquetas falsas, la vaguedad, la mentira, crear falsas esperanzas, planes de compensación de emisiones dudosos y, sobre todo, poner el beneficio económico por encima de personas y medioambiente. Ante la alarma general de este tipo de abusos, la Comisión Europea está trabajando para acabar con ellas, lo cual demuestra que la presión social influye en los políticos.

El investigador ahonda en varios casos de hipocresía terribles para la Historia, de los que comentaremos aquí solo tres:

  1. En la Guerra de Vietnam y durante diez años, Estados Unidos roció de Agente Naranja grandes zonas de bosques y cultivos de Vietnam, Laos y Camboya. Resultaron afectados millones de ciudadanos por varias enfermedades y malformaciones al nacer (físicas e intelectuales). El gobierno de Estados Unidos ha indemnizado a sus soldados veteranos afectados, pero las víctimas en Asia siguen sin tener, ni siquiera, el reconocimiento por parte del culpable americano.
  2. El segundo caso de hipocresía brutal está en la Unión Europea que aprovechó la crisis energética por la invasión de Ucrania por parte del ejército ruso de Putin, para decir que a partir de entonces la energía nuclear y el gas serían consideradas energías limpias y poder, así, ser subvencionadas con dinero público (lo cual demuestra que no son energías muy rentables por sí mismas; y eso sin valorar los daños y costos completos de su contaminación).
  3. El tercer ejemplo de hipocresía es el caso de la empresa española Ecoembes, supuestamente dedicada al reciclaje de envases pero que, en la práctica, su tarea es blanquear las empresas que más contaminan con plásticos el planeta completo.

En el apartado de errores, Valladares incluye el hacer lo que siempre se ha hecho o la huida hacia adelante. Aquí, critica las quemas del monte que hacen los ganaderos (en Asturias en particular) o las ampliaciones de las estaciones de esquí en el contexto de crisis climática actual. En vez de prohibir el esquí alpino y otros deportes terriblemente nocivos, nuestra sociedad los fomenta. Otros ejemplos de esta huida son: regar cultivos de secano, ampliar los regadíos, construir embalses que destruyen nuestros ríos o que prestigiosos bancos, incluyendo el BCE, financien industrias tan sucias como los agronegocios que destruyen el Amazonas, por no hablar de la financiación del genocidio de Israel.

¿Qué podemos hacer?

«Debemos vivir con menos sin sentir que eso sea un retraso. Si lo sentimos como un retraso, no habremos entendido nada y, sobre todo, no avanzaremos más que a la fuerza». Fernando Valladares está conforme en esto con Linz, Riechmann y Sempere, autores del también recomendable libro Vivir (bien) con menos. Para avanzar en el cambio que se requiere, además de las ideas comentadas anteriormente y algunas que se incluyen en la Cadena Verde, nos alienta diciendo que: «es suficiente con que entre un 10 y un 20 % de la población muestre el conocimiento y la valentía necesarios para que los cambios se produzcan». Es decir, no hace falta concienciar y movilizar a una mayoría, sino que basta con una minoría bien activada. Es decir, si apenas un cuarto de la población tiene claro que hay que hacer algo, ese algo se hará. Ha sucedido con muchas cosas, tales como el matrimonio igualitario o la lucha contra el tabaco.

Ser activista, mantenerse activo, es importante porque reduce el riesgo de la ecoansiedad y de la solastalgia. También aboga por «recuperar el peso de las humanidades», dejar de instrumentalizar la naturaleza (lo cual deshumaniza a la humanidad), y por trabajar en los Objetivos de Desarrollo Interior (ODI), que son una recopilación de «cualidades basadas en la ciencia para vivir vidas con propósito, sostenibles y productivas», además de ser la base para conseguir los famosos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. Resumiendo mucho, los ODI se apoyan en cinco dimensiones:

  1. SER (relación con uno mismo). Cultivar lo que uno es: autoconciencia, presencia, responsabilidad, integridad, autenticidad, etc.
  2. PENSAR (habilidades cognitivas). Incluye aspectos como el pensamiento crítico, perspectiva, visión a largo plazo, etc.
  3. RELACIONARSE (cuidar de lo demás). Entender la conexión con todo, incluyendo lo que aún no ha nacido: gratitud, alegría, humildad, empatía, amabilidad, compasión…
  4. COLABORAR (habilidades sociales). Es importante la capacidad de escuchar, de defender las opiniones propias, de gestionar conflictos de forma constructiva, de fomentar la colaboración, etc.
  5. ACTUAR (mover al cambio). Para transformar la realidad son útiles cuestiones como el optimismo, evaluar las decisiones, la creatividad, la esperanza, la perseverancia, el compromiso, la paciencia, etc.

Valladares no es ajeno a la dificultad de ser ecologista responsable, pues para ello pareciera que se necesita tener multitud de conocimientos. Sin embargo, él aboga por intentarlo, preferentemente en grupo, y sugiere unir dos movimientos que ahora están demasiado separados, ecologismo y sindicalismo, porque ninguno de los dos triunfará por separado. Las asambleas ciudadanas son también un mecanismo de acción que impulsa el cambio y mejora la propia democracia. Como curiosidad, indica que los premios Global Good Awards recompensan el ingenio para mejorar el medioambiente; y añade: «Si necesitamos inspiración aquí podemos encontrar bastante. Si ya tenemos inspiración, aquí podemos canalizarla».

Otra cualidad a tener en cuenta es la amabilidad, con uno mismo y con los demás, lo cual conlleva grandes beneficios según la ciencia: menos estrés, más felicidad y autoestima, mejor salud… La gente amable suele cuidar bien de sí misma y hacer tareas de voluntariado. Además, esta herramienta es tan contagiosa como un virus. Relacionado con esto, el libro comenta los conceptos del ikigai japonés, del ubuntu sudafricano, el trastorno por déficit de naturaleza y la revolución jurídica que supone otorgar derechos a la naturaleza (ya hecho en casos como el del mar Menor en España). También, resalta la necesidad de empatía, paciencia y humor.

El libro nos explica, con ejemplos, el enorme poder de recuperación de la naturaleza, cuando se la deja. De ahí que, una de las herramientas más poderosas para revertir la degradación ambiental sea la renaturalización, el dejar espacios para que la naturaleza se autogestione y tener la humildad de reconocer que ella lo hace mejor que cualquier ingeniero por muy forestal que pretenda ser. Uno de los casos que cita está en los efectos positivos del confinamiento por el COVID-19: avances en fauna y flora; y mejoras en la calidad del agua y del aire.

Por su profesión, Valladares defiende la ciencia y sus conclusiones (particularmente las ambientales) y, aunque la ciencia pueda equivocarse, tiene mecanismos de corrección. A la vez, lamenta la difusión de información falsa o fuera de contexto que, según la agnotología, provoca una polarización que no ayuda ni para aplicar soluciones efectivas ni para fomentar la necesaria conversación.

Del pasado al futuro: ideas para la transición

Este autor habla del llamado fraude del Neolítico que magistralmente explicó Harari en su obra Sapiens. La idea básica es que nos han engañado cuando nos inculcan que los avances del Neolítico —básicamente, la agricultura, la ganadería y algunas mejoras tecnológicas— fueron un avance para la humanidad. Según algunos intelectuales, en realidad fue un retroceso, al menos por estos factores:

  1. La sedentarización solo tuvo consecuencias negativas para la salud humana, pues nuestros cuerpos han evolucionado durante cientos de miles de años para estar en movimiento. Tampoco ayudó a la salud el recibir una dieta menos variada.
  2. La domesticación de los animales (ganadería) provocó infecciones (zoonosis).
  3. La agrupación en ciudades facilitó el crecimiento de parásitos (chinches, garrapatas, pulgas, mosquitos…).
  4. Se abrieron demasiadas puertas hacia graves impactos en los ecosistemas.
  5. Los problemas psicológicos (como la depresión) son mayores hoy en día. Se sabe cómo evitarlos: aumentar el contacto con la naturaleza, mejorar los vínculos sociales, tener una dieta saludable y una infancia menos competitiva.

En cualquier caso, aunque las sociedades antiguas tuvieran ciertas ventajas, hay que aceptar que también tenían inconvenientes y, sobre todo, que los cambios son irreversibles, por lo que lo más inteligente es aprender de la historia y de la ciencia.

El colapso y la extinción de nuestra propia especie son opciones posibles, pero la obsesión no ayuda; y el perderse lo bueno que tiene el presente tampoco. Valladares nos advierte que hay distintas formas de afrontar ese colapso y que, para hacerlo bien, es importante reducir el nivel de desigualdad, algo que considera tóxico y que «mina la confianza, resta credibilidad a la democracia, erosiona el bien común y nos aleja de un relato esperanzador». Como punto positivo, añade que el análisis de las catástrofes que llevó a cabo Rutger Bregman arroja que el ser humano tiende más a cooperar que a competir, especialmente en momentos difíciles.

En cualquier caso, la insostenibilidad ecológica genera inestabilidad geopolítica y, posiblemente, violencia (guerra). Esa es solo una de las consecuencias de la crisis climática. Por tanto, los esfuerzos para mitigar el cambio climático deben también verse como una inversión en seguridad internacional. Según esto, la austeridad ecológica sería, para toda la población, un sacrificio aceptable y deseado.

En línea con el magnífico libro En la espiral de la energía, otros científicos también proclaman la necesidad de simplificar nuestras sociedades (Ted Trainer, Murray Bookchin, Jason Hickel…). Hay que entender que, por ejemplo, «las energías renovables no pueden mantener una sociedad consumista» (por muchas ventajas que en verdad tengan) y que necesitamos una economía orientada a las necesidades (y no a los caprichos) para construir una sociedad en la que la gente encuentre recompensas por el hecho de vivir de manera sencilla. El objetivo sería pasar del «hacer más con menos» (que nos lleva al colapso) al «vivir mejor con menos» (que nos lleva a una felicidad asequible en la era del decrecimiento o poscrecimiento). Así, necesitamos fomentar valores como la cooperación, la empatía, escuchar a los demás, etc. Y con ello estaremos más abiertos a reducir la desigualdad (aquí dejamos siete medidas para ello) y a vivir dentro de los límites planetarios, entendiendo que el ser humano no puede vivir de espaldas a la naturaleza como si fuera algo externo y ajeno.

Para Valladares es importante recalcar que «el colapso ecológico y la desigualdad económica se encuentran entre nuestros mayores retos globales contemporáneos, y ambas cuestiones están completamente entrelazadas». Por eso, como se ha propuesto tantas veces, es importante establecer una «tasa a los megarricos» que él sugiere que sea de entre el 1,5 y el 3% solo para las 65 mil personas más ricas (con más de 100 millones de dólares). Por supuesto, también hay que tomar medidas contundentes, como prohibir los jets privados, y educar para ir «aboliendo el consumismo y la adoración de lo superfluo».

El libro termina diciendo algo obvio: dado que somos nosotros, los humanos, los que hemos generado el problema, también nosotros tenemos el poder de modificar nuestros actos para alcanzar un futuro mejor.

♦ Información relacionada:

  1. Otros libros ECO resumidos para captar su esencia en poco tiempo. Por ejemplo:
  2. Dos grandes errores de la humanidad (el segundo aún podemos remediarlo).
  3. La agricultura de hoy debería ser como la de mañana.
  4. Los científicos vuelven a avisar del colapso que vendrá si seguimos sin reaccionar.
  5. Sin comer por el clima, las macrogranjas, los combustibles fósiles…
  6. La lista más completa de problemas y soluciones del campo español.
  7. Algunos libros del editor de Blogsostenible y de Historias Incontables.

Los incendios forestales se apagan en las aulas y en los parlamentos

Evitar los incendios forestales es un problema complejo. En España, sabemos que al menos el 80 % de los incendios son provocados por el ser humano (algunas fuentes apuntan a un porcentaje aún mayor, llegando al 95 %). Estos siniestros son desencadenados voluntariamente (por incendiarios) o son fruto de una negligencia. Lo positivo es que todas estas causas se pueden reducir con una buena educación en las aulas. Las carencias en educación ambiental en la juventud de hoy, las sufrirá la humanidad de mañana. Más aún, los políticos que hoy toman malas decisiones ambientales tampoco recibieron una educación basada en el respeto hacia la naturaleza.

El interés en provocar incendios tiene diversas motivaciones. Por ejemplo, para conseguir pastos para la ganadería extensiva, lo cual demuestra que este tipo de explotación animal no es respetuoso con la naturaleza. Otra causa es facilitar terrenos para la caza, una motivación que provoca un menor número de incendios, pero de gran extensión. También hay pirómanos (enfermos mentales) y bomberos (que provocan el fuego para garantizar su trabajo), pero estas últimas causas no son las más relevantes. Entre las causas accidentales encontramos negligencias en los trabajos agropecuarios, tanto con maquinaria como por quemas agrícolas. E incluso, ciertos siniestros han sido provocados por excursionistas que desconocen que está prohibido hacer fuego o barbacoas en determinados lugares o épocas del año.

Dado que los incendios tienen mayoritariamente origen humano, no tiene sentido culpar a que los montes estén sucios (un bulo que se repite sin razonar, como aquel de que el agua de los ríos se tira al mar). Esto es absurdo, por dos motivos básicos:

  1. Un monte natural, con hierbas, arbustos y madera muerta, es un monte sano. La tierra necesita materia orgánica para que haya abono para los árboles vivos. Es un error grave retirar esa materia vegetal para convertirla en basura o en un negocio: combustible (biomasa, pellets, leña). Otra cosa es pastorear en los bosques, lo cual tiene menor impacto.
  2. Los bosques mejor conservados son aquellos en los que los humanos intervienen lo menos posible o aquellos en los que viven tribus ancestrales. Si la ganadería extensiva cuidara bien de los bosques, Galicia y Asturias no serían líderes mundiales en incendios forestales. Para dejarlo claro: en España, las zonas con más incendios forestales coinciden con las zonas con más granjas de ganadería extensiva (véanse estos mapas).

Respecto al primer punto, no vamos a ocultar que tampoco hay acuerdo unánime entre los ecologistas pues, aunque todos compartimos que la agricultura intensiva es peor que la extensiva, organizaciones como Greenpeace son partidarias de fomentar esta segunda como si fuera sostenible cuando en realidad plantea evidentes dudas. Es posible que pretendan evitar males mayores, o incluso, usar la ganadería extensiva como un modelo de transición, pero los estudios científicos apuntan a conclusiones muy claras: por una parte, el pastoreo de ganado no previene los incendios forestales y su eficacia es totalmente insuficiente; por otra, la ciencia nos indica la importancia de reducir todo tipo de alimentos y productos que procedan de los animales.

Los detalles son importantes. Por ejemplo, no es lo mismo mantener rebaños pequeños que puedan pastar en los bosques (cabras u ovejas), que ganado vacuno para el que los ganaderos prefieren montes sin árboles (con más pasto). Sin embargo, en general, en los modelos actuales, ninguno de los dos es realmente sostenible (ni ético con los animales). Tal vez, el pastoreo sería útil si la mayoría de los incendios fueran por causas naturales (rayos, volcanes, meteoritos…), pero resaltemos que esas causas no son las más preocupantes. Como dice Francisco Sánchez, pastorear o limpiar el monte para prevenir un presunto riesgo «es tan disparatado como amputarse una pierna para evitar un esguince».

Medidas que no se están aplicando

Además de la necesaria educación ambiental, hay otras medidas que ayudarían a que el fuego aparezca con menor frecuencia y a que, cuando lo haga, sea menos destructivo. Las siguientes peticiones son urgentes y van dirigidas a los poderes legislativos (parlamentos) y ejecutivos (gobiernos centrales, locales, autonómicos, etc.).

  1. Dedicar más recursos por parte de todas las administraciones para lo siguiente:
    • Reducir los tiempos en detectar el fuego, para comenzar la extinción lo antes posible. Por ejemplo, usando drones y otras técnicas.
    • Mejorar las condiciones laborales de quienes nos protegen frente a estos desastres: bomberos, agentes forestales, guardas forestales, peones forestales, pilotos, etc.
    • Mejorar la investigación para condenar a los culpables. Endurecer las penas apenas tendrá repercusión. Primero, porque el delincuente confía en no ser atrapado. Y segundo, porque solo en el 2 % de los incendios provocados se logra detener al culpable.
    • Establecer controles que eviten los chanchullos para amañar concursos públicos cuando se contratan empresas privadas, una forma de corrupción que, por desgracia, está asentada.
    • Impulsar la implicación de la sociedad civil, tanto en la prevención como en la respuesta a emergencias, canalizando la solidaridad espontánea que surge en estos casos.
    • Lo anterior, unido a campañas de concienciación, sin duda harán bajar la cifra de fuegos iniciados.
  2. Establecer protocolos de coordinación entre los distintos cuerpos y que no se dependa del «voluntariado» de bomberos que actúen sacrificando su tiempo libre. En la actualidad, cada comunidad autónoma en España tiene sus normas y no se coordina con eficacia, lo cual hace que perdamos también dinero y territorio verde.
  3. Tampoco hay protocolos ni mecanismos para coordinar el voluntariado y contratar profesionales. Hay muchas personas bien formadas que quedan paralizadas mientras el monte se quema y mientras se contrata personal sin experiencia ni formación adecuada.
  4. Establecer protocolos para gestionar bien la logística de los incendios forestales: comida del personal, material EPI suficiente, tareas de lavandería, etc. Téngase en cuenta que los trajes de los bomberos se impregnan de sustancias tóxicas que no deberían esparcirse por los hoteles donde se alojen ni en sus propios domicilios.
  5. Aprobar una ley de dotaciones mínimas, para que en cada época del año se sepa cuántos efectivos deben estar operativos de forma obligatoria.
  6. Evitar que alguien saque provecho del monte quemado. No se debe extraer la madera quemada y el territorio debe quedar vetado a todo tipo de aprovechamiento humano: nada de pastar ganado, ni cazar, ni cambios en el uso de los terrenos, ni recalificaciones de ningún tipo (urbanísticas, mineras o de otro tipo). Debemos estar atentos porque algunos ingenieros forestales son expertos en monetizar el bosque y no les interesa el funcionamiento real de la naturaleza.
  7. Prohibir la caza en condiciones de alto riesgo, tales como ante alertas meteorológicas de sequía o calor extremo. Estos son motivos suficientes para prohibir la media veda (caza en verano) además de los otros problemas de la caza.
  8. Establecer protocolos para salvar también a los animales: domésticos, de granja y también salvajes, cuando sea posible.
  9. Prohibir las quemas agrícolas, no solo por el riesgo de incendio, sino por la contaminación y el daño que causan frente a alternativas como el compostaje.
  10. Conseguir que la Política Agraria Común de la Unión Europea (la PAC) deje de favorecer los intereses de las multinacionales de la agroindustria, y pase a fomentar buenas prácticas sostenibles de agroecología.
  11. Educar en las ventajas de la renaturalización (rewilding), una alternativa eficiente, barata y ecológica para aumentar los bosques y las zonas naturales. Deberíamos proteger un mínimo del 50% del planeta para evitar el colapso ambiental.

Algunas de las peticiones anteriores parecen tan elementales que se puede llegar a pensar que ya se están aplicando. Pero no es así. De hecho, son denuncias de los propios bomberos y personas que conocen el problema de primera mano. Si no avanzamos en esto, España arderá cada verano y sufriremos cada vez más los efectos de nuevos desastres climáticos. De hecho, todavía no hemos aprendido las lecciones de la DANA que asoló la Comunidad Valenciana.

Es necesario resaltar que el abandono de campos o incluso de pueblos enteros no es algo inherentemente negativo. Más aún, esto puede tener efectos positivos para el medioambiente. Por supuesto, habrá que prestar atención para minimizar las consecuencias negativas en la población, si se diera el caso.

Para terminar, no debemos olvidar que la crisis climática va a aumentar los llamados fuegos «de sexta generación»: incendios tan grandes que son incontrolables; tan complicados de extinguir que los bomberos solo pueden esperar a que el fuego pierda intensidad para atacarlo. ¿Estamos preparados?

♦ Asuntos relacionados:

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Evitar los incendios forestales es un problema complejo. En España, sabemos que al menos el 80 % de los incendios son provocados por el ser humano (algunas fuentes apuntan a un porcentaje aún mayor, llegando al 95 %). Estos siniestros son desencadenados voluntariamente (por incendiarios) o son fruto de una negligencia. Lo positivo es que todas estas causas se pueden reducir con una buena educación en las aulas. Las carencias en educación ambiental en la juventud de hoy, las sufrirá la humanidad de mañana. Más aún, los políticos que hoy toman malas decisiones ambientales tampoco recibieron una educación basada en el respeto hacia la naturaleza.

El interés en provocar incendios tiene diversas motivaciones. Por ejemplo, para conseguir pastos para la ganadería extensiva, lo cual demuestra que este tipo de explotación animal no es respetuoso con la naturaleza. Otra causa es facilitar terrenos para la caza, una motivación que provoca un menor número de incendios, pero de gran extensión. También hay pirómanos (enfermos mentales) y bomberos (que provocan el fuego para garantizar su trabajo), pero estas últimas causas no son las más relevantes. Entre las causas accidentales encontramos negligencias en los trabajos agropecuarios, tanto con maquinaria como por quemas agrícolas. E incluso, ciertos siniestros han sido provocados por excursionistas que desconocen que está prohibido hacer fuego o barbacoas en determinados lugares o épocas del año.

Dado que los incendios tienen mayoritariamente origen humano, no tiene sentido culpar a que los montes estén sucios (un bulo que se repite sin razonar, como aquel de que el agua de los ríos se tira al mar). Esto es absurdo, por dos motivos básicos:

  1. Un monte natural, con hierbas, arbustos y madera muerta, es un monte sano. La tierra necesita materia orgánica para que haya abono para los árboles vivos. Es un error grave retirar esa materia vegetal para convertirla en basura o en un negocio: combustible (biomasa, pellets, leña). Otra cosa es pastorear en los bosques, lo cual tiene menor impacto.
  2. Los bosques mejor conservados son aquellos en los que los humanos intervienen lo menos posible o aquellos en los que viven tribus ancestrales. Si la ganadería extensiva cuidara bien de los bosques, Galicia y Asturias no serían líderes mundiales en incendios forestales. Para dejarlo claro: en España, las zonas con más incendios forestales coinciden con las zonas con más granjas de ganadería extensiva (véanse estos mapas).

Respecto al primer punto, no vamos a ocultar que tampoco hay acuerdo unánime entre los ecologistas pues, aunque todos compartimos que la agricultura intensiva es peor que la extensiva, organizaciones como Greenpeace son partidarias de fomentar esta segunda como si fuera sostenible cuando en realidad plantea evidentes dudas. Es posible que pretendan evitar males mayores, o incluso, usar la ganadería extensiva como un modelo de transición, pero los estudios científicos apuntan a conclusiones muy claras: por una parte, el pastoreo de ganado no previene los incendios forestales y su eficacia es totalmente insuficiente; por otra, la ciencia nos indica la importancia de reducir todo tipo de alimentos y productos que procedan de los animales.

Los detalles son importantes. Por ejemplo, no es lo mismo mantener rebaños pequeños que puedan pastar en los bosques (cabras u ovejas), que ganado vacuno para el que los ganaderos prefieren montes sin árboles (con más pasto). Sin embargo, en general, en los modelos actuales, ninguno de los dos es realmente sostenible (ni ético con los animales). Tal vez, el pastoreo sería útil si la mayoría de los incendios fueran por causas naturales (rayos, volcanes, meteoritos…), pero resaltemos que esas causas no son las más preocupantes. Como dice Francisco Sánchez, pastorear o limpiar el monte para prevenir un presunto riesgo «es tan disparatado como amputarse una pierna para evitar un esguince».

Medidas que no se están aplicando

Además de la necesaria educación ambiental, hay otras medidas que ayudarían a que el fuego aparezca con menor frecuencia y a que, cuando lo haga, sea menos destructivo. Las siguientes peticiones son urgentes y van dirigidas a los poderes legislativos (parlamentos) y ejecutivos (gobiernos centrales, locales, autonómicos, etc.).

  1. Dedicar más recursos por parte de todas las administraciones para lo siguiente:
    • Reducir los tiempos en detectar el fuego, para comenzar la extinción lo antes posible. Por ejemplo, usando drones y otras técnicas.
    • Mejorar las condiciones laborales de quienes nos protegen frente a estos desastres: bomberos, agentes forestales, guardas forestales, peones forestales, pilotos, etc.
    • Mejorar la investigación para condenar a los culpables. Endurecer las penas apenas tendrá repercusión. Primero, porque el delincuente confía en no ser atrapado. Y segundo, porque solo en el 2 % de los incendios provocados se logra detener al culpable.
    • Establecer controles que eviten los chanchullos para amañar concursos públicos cuando se contratan empresas privadas, una forma de corrupción que, por desgracia, está asentada.
    • Impulsar la implicación de la sociedad civil, tanto en la prevención como en la respuesta a emergencias, canalizando la solidaridad espontánea que surge en estos casos.
    • Lo anterior, unido a campañas de concienciación, sin duda harán bajar la cifra de fuegos iniciados.
  2. Establecer protocolos de coordinación entre los distintos cuerpos y que no se dependa del “voluntariado” de bomberos que actúen sacrificando su tiempo libre. En la actualidad, cada comunidad autónoma en España tiene sus normas y no se coordina con eficacia, lo cual hace que perdamos también dinero y territorio verde.
  3. Tampoco hay protocolos ni mecanismos para coordinar el voluntariado y contratar profesionales. Hay muchas personas bien formadas que quedan paralizadas mientras el monte se quema y mientras se contrata personal sin experiencia ni formación adecuada.
  4. Establecer protocolos para gestionar bien la logística de los incendios forestales: comida del personal, material EPI suficiente, tareas de lavandería, etc. Téngase en cuenta que los trajes de los bomberos se impregnan de sustancias tóxicas que no deberían esparcirse por los hoteles donde se alojen ni en sus propios domicilios.
  5. Aprobar una ley de dotaciones mínimas, para que en cada época del año se sepa cuántos efectivos deben estar operativos de forma obligatoria.
  6. Evitar que alguien saque provecho del monte quemado. No se debe extraer la madera quemada y el territorio debe quedar vetado a todo tipo de aprovechamiento humano: nada de pastar ganado, ni cazar, ni cambios en el uso de los terrenos, ni recalificaciones de ningún tipo (urbanísticas, mineras o de otro tipo). Debemos estar atentos porque algunos ingenieros forestales son expertos en monetizar el bosque y no les interesa el funcionamiento real de la naturaleza.
  7. Prohibir la caza en condiciones de alto riesgo, tales como ante alertas meteorológicas de sequía o calor extremo. Estos son motivos suficientes para prohibir la media veda (caza en verano) además de los otros problemas de la caza.
  8. Establecer protocolos para salvar también a los animales: domésticos, de granja y también salvajes, cuando sea posible.
  9. Prohibir las quemas agrícolas, no solo por el riesgo de incendio, sino por la contaminación y el daño que causan frente a alternativas como el compostaje.
  10. Conseguir que la Política Agraria Común de la Unión Europea (la PAC) deje de favorecer los intereses de las multinacionales de la agroindustria, y pase a fomentar buenas prácticas sostenibles de agroecología.
  11. Educar en las ventajas de la renaturalización (rewilding), una alternativa eficiente, barata y ecológica para aumentar los bosques y las zonas naturales. Deberíamos proteger un mínimo del 50% del planeta para evitar el colapso ambiental.

Algunas de las peticiones anteriores parecen tan elementales que se puede llegar a pensar que ya se están aplicando. Pero no es así. De hecho, son denuncias de los propios bomberos y personas que conocen el problema de primera mano. Si no avanzamos en esto, España arderá cada verano y sufriremos cada vez más los efectos de nuevos desastres climáticos. De hecho, todavía no hemos aprendido las lecciones de la DANA que asoló la Comunidad Valenciana.

Es necesario resaltar que el abandono de campos o incluso de pueblos enteros no es algo inherentemente negativo. Más aún, esto puede tener efectos positivos para el medioambiente. Por supuesto, habrá que prestar atención para minimizar las consecuencias negativas en la población, si se diera el caso.

Para terminar, no debemos olvidar que la crisis climática va a aumentar los llamados fuegos «de sexta generación»: incendios tan grandes que son incontrolables; tan complicados de extinguir que los bomberos solo pueden esperar a que el fuego pierda intensidad para atacarlo. ¿Estamos preparados?

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