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Ayer — 11 Diciembre 2025Salida Principal

Ya lo predijo Casandra

11 Diciembre 2025 at 12:03

9 de diciembre

Se va acabando el año y este jueves Edurne y yo tendremos nuestra última intervención pública, en Logroño, donde hablaremos de imaginación y memoria. Llego cansado al final del año, con la sensación de haberme metido en más asuntos de los que puedo abarcar. Lo malo es que una y otra vez constato que no sé frenar. Quiero creer que no es por un exceso de ambición o por un deseo desmedido de figurar, sino más bien porque hay tantos temas que me interesan y trabajar en ellos es una forma de aprender y quizá también de crear algo interesante. Según escribo estas líneas tengo una sensación de déjà vu; seguro que ya he escrito alguna vez frases muy similares y que desde la última tampoco he aprendido a corregir mi tendencia al exceso de trabajo. Y luego hablan de la sabiduría que da la edad.


Hemos pasado unos días en Italia. Presentaciones, entrevistas, lo habitual, pero en un contexto que de lo que te da ganas es de no hacer nada útil. Paseamos por Nápoles, paseamos por Roma y preferiríamos no tener obligaciones.

Nuestra editora y amiga está atravesando una época difícil desde que murió su compañero, hace ahora más de un año. Edurne y yo la escuchamos, sentimos con ella el dolor de la pérdida; luego, a solas, nos decimos que no debemos desperdiciar el tiempo que estamos juntos, que tenemos que aprender a disfrutarlo más; no, no a disfrutarlo, que eso ya lo hacemos, sino a darle más espacio en nuestra vida. Con lo que vuelvo al tema de trabajar menos.


Entretanto leemos que Trump cultiva «en secreto» una política hostil hacia Europa prestando apoyo a la extrema derecha. ¿En secreto? ¿No nos habíamos dado cuenta aún? Rusia y Estados Unidos buscan lo mismo: minar nuestras democracias. Lo que no es distinto de lo que llevan décadas haciendo en Asia, África y Latinoamérica: apoyar a todo régimen autoritario a condición de que se pliegue a los deseos y a los negocios de las superpotencias. Y en Alemania Merz corre a besar el culo de Trump sin el menor embarazo. ¿Es un cambio de actitud que implica ir abandonando el barco europeo para buscar por su cuenta una alianza con Estados Unidos? ¿Estamos ante el principio de la disgregación de la UE? El Reino Unido nunca fue un auténtico defensor del europeísmo, con lo que su salida tampoco lo socavó. Pero si un país como Alemania decide jugar por su cuenta, podremos decir que la política agresiva de Trump y Putin habrán surtido efecto. Es lógico que las ratas abandonen el barco que se hunde, pero es preocupante que sea el capitán quien corre dando codazos para hacerse con un salvavidas.


10 de diciembre

Hay días en los que ni siquiera el diario me sale con fluidez. Como si no fuera capaz de fijarme más que en lo obvio y escribir lo obvio. En días así es mejor no empecinarse. Estudio un rato euskera, pero me canso enseguida. Pongo silicona en unas juntas. Quito una lámpara vieja feísima que estaba en la casa cuando nos mudamos. Traslado trastos. Entremedias sigo el avance del crowdfunding de La Marea y pienso en los millones de euros de dinero público que se gastan para comprar la sumisión de medios informativos que ni siquiera merecen ese nombre. Imagino una pendiente en la que se distribuyen los medios: cuanto más a la izquierda, más arriba de la pendiente; más abajo cuanto más a la derecha. Y el dinero rueda con enorme facilidad pendiente abajo. La cúspide ni la toca, pero la extrema derecha, más bien, corruptos con disfraces fascistoides, reciben millones… Bah, lo dejo aquí para no meterme en una espiral de desánimo. El crowdfunding saldrá adelante, me digo, aunque no convencido del todo.


Entre otras muchas cosas, Trump es un idiota. Anda por ahí proclamando que su ejército ha birlado un petrolero venezolano «muy grande, el más grande que se haya visto nunca»: todo lo que hace es lo más grande, lo más bonito, lo más inteligente. Y ha logrado la paz en por lo menos ocho conflictos bélicos. Es un idiota que habla para idiotas. O para listos a los que viene bien ese discurso.

Y ahora parece que la Administración Trump planea exigir acceso a los contenidos de los últimos cinco años en las redes sociales de los turistas. Me parece bien, por fin una buena idea de los lacayos de Trump. Esta va a ser su mayor contribución a la lucha contra la contaminación atmosférica y el calentamiento global. No tenía la menor intención de viajar a Estados Unidos, pero confío en que la medida disuada a muchos que sí la tenían.


11 de diciembre

Termino de releer Casandra, de Christa Wolf, reeditado hace poco por Malas Tierras; creo que ya se ha publicado la novela en un par de ocasiones en español con muy poca fortuna. Qué extraño esto, la fortuna de los libros. También Claus y Lucas apenas llamó la atención cuando se publicó en España la primera vez –no sé cómo habrá sido en América Latina– y cuando se reeditó se convirtió en un clásico casi instantáneo. Para mí Casandra es una de las novelas más importantes escritas en alemán en el siglo XX. Novela densa, poética, intensa que usa el pasado para hablar del presente sin que la escritura se vuelva mera herramienta para alcanzar un fin. La leí creo que poco después de irme a vivir a Alemania y recuerdo que lloré al cerrar el libro. Sin embargo, no recuerdo por qué lloré: ¿por el destino individual de Casandra, por la muerte de una mujer que había defendido la verdad hasta las últimas consecuencias cuando nadie en Troya quería verla? ¿O por la estupidez brutal de los humanos que son capaces de destruir cualquier signo de vida y de inteligencia con tal de no renunciar a la imagen que tienen de sí mismos?

Es, por cierto, una de las novelas que retratan de forma más descarnada la violencia contra las mujeres. Aquí los héroes guerreros son violadores; los cobardes también. Y Aquiles, el de los pies ligeros, es «Aquiles, el animal» o «Aquiles, la bestia», no sé cómo lo habrán traducido al español.

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AnteayerSalida Principal

¿Y si volásemos la Cruz de los Caídos?

4 Diciembre 2025 at 09:18

30 de noviembre

Durante los últimos meses no paro de leer libros y de ver documentales sobre el siglo XX. Hacerlo y, de manera alterna, asomarse a la actualidad política nacional e internacional es la mejor receta para hundir el estado de ánimo de cualquiera. Así me va últimamente.


Nunca he pensado que la historia se repite, ni siquiera como farsa. Pero sí hay unas constantes que resurgen una y otra vez en las fases más oscuras de nuestras sociedades: la deshumanización del contrario, la búsqueda de chivos expiatorios para los males que nos aquejan –a menudo con la intención de que no se pidan responsabilidades a los verdaderos causantes–, la mezcla de miedo y odio que se impone a las relaciones sociales, la aparición de líderes que ofrecen soluciones simplistas, drásticas, despiadadas e imposibles de aplicar. Y habría que añadir la connivencia de la prensa y las fuerzas armadas con esos líderes populistas y los movimientos que los sostienen.

Luego, de ese cóctel indigesto salen combinaciones distintas cada vez, pero con consecuencias parecidas.


Lo que me sorprende es que la gente siga manteniendo la fe en recetas que han provocado la destrucción de naciones enteras. La mano de hierro, el hombre fuerte, han llevado siempre a la catástrofe. Entiendo la tentación en épocas de crisis y de corrupción, lo que no entiendo es que se caiga en ella, sabiendo que solo puede traer una crisis aún más profunda y una corrupción sin freno jurídico alguno.


1 de diciembre

¿Y si volásemos por los aires la Cruz de los Caídos? A mí me parece una idea muy razonable.

Lo pensaba días atrás cuando se estaban discutiendo los planes de resignificación de la construcción franquista del Valle. Mi fantasía no tiene que ver con ninguna forma de odio al cristianismo, ni a los cristianos, ni siquiera a sus símbolos, que suelen ocupar poco mis lucubraciones. Pensaba más bien que la Iglesia católica ha colonizado los espacios públicos de forma inaceptable para una institución privada. Estatuas de santos, vírgenes y cristos, así como cruces a veces de tamaño descomunal y sin el menor interés artístico contaminan visualmente el medio ambiente desde lo alto de numerosos montes, se yerguen por encima de ciudades aprovechando elevaciones del terreno, jalonan caminos. Si se han prohibido los paneles publicitarios para proteger el paisaje de la degradación, bien se podrían prohibir muchas de las cruces que no son más que propaganda de una determinada religión, no compartida por la mayoría de los ciudadanos. Imponernos la visión de símbolos religiosos, su omnipresencia en el espacio público, no es más que una manifestación de poder simbólico con el que se marca como propio un territorio.


Mantener en pie ese tipo de monumentos es como conservar la «tradición» de que las iglesias de los pueblos den las horas con sus campanas durante toda la madrugada; no se hace por tradición, sino porque marca la presencia de la iglesia para que nadie olvide quién tiene el poder sobre el espacio público. Si de verdad les importase la tradición pagarían a un campanero para que las tañese y no pondrían las grabaciones con las que lo sustituyen.


2 de diciembre

Hace poco, durante una cena, conversaba con dos escritores, con la responsable de coordinación de exposiciones temporales del Museo del Prado y con una experta en arte renacentista –entre otras muchas cosas– también del Prado. Discutíamos si la belleza, o la fealdad, de una obra acaban siempre siendo reconocidas, que es otra manera de discutir si hay una belleza objetiva. Tiendo a pensar que no; el tiempo, la clase social, la experiencia individual, el juego de valores de cada grupo humano influyen en nuestra percepción; lo que sucede es que algunos de esos valores y de esas maneras de mirar pueden atravesar las épocas y contribuir a un consenso en la clasificación de lo que es y no es bello.


Al día siguiente me doy la razón a mí mismo. Visito la gran exposición dedicada a Mengs que se puede ver ahora en el Prado. Un cuadro llama mi atención por su fealdad; luego descubriré que se trata de Júpiter y Ganimedes pero de entrada no me interesa tanto el tema como la factura: los colores planos, la falta de proporción del cuerpo del joven, las expresiones hieráticas, la forma de extender el color. En la cartela leo que Mengs pintó esa obra, un fresco, para hacerla pasar por una antigüedad romana, logrando engañar a Winckelmann, teórico y experto del arte antiguo y hasta ese momento amigo o por lo menos aliado de Mengs en la defensa de la estética neoclásica. Entonces me doy cuenta de que la obra me parece fea porque la estaba mirando con criterios adecuados al siglo XVIII; si me hubiese acercado a ella pensando, como Winckelmann, que era romana, estoy seguro de que me habría gustado.


Continúo pensando en el asunto tras salir del museo y llego a la conclusión de que la belleza no es solo una cuestión estética, también es ideológica. Muchas de las novelas contemporáneas que hoy se consideran grandes obras deben esa apreciación a que su discurso es utilizable para generar consensos políticos o sociales –y los consensos sociales son siempre políticos–. Dicen lo que una parte significativa de la población quiere que sea dicho.

Tanto pensar para llegar a esta obviedad. Pero así es nuestro flujo de conciencia: nos conduce una y otra vez a lo que ya sabíamos o creíamos saber antes de dejarlo libre.

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Dan Schreiber: “Las teorías conspirativas hoy se usan como un arma política”

30 Noviembre 2025 at 00:01

En los últimos años, lo que antes ocupaba los márgenes –conspiraciones, creencias heterodoxas, teorías imposibles, supersticiones contemporáneas– ha ido abriéndose paso hasta el centro del debate público. Ya no habita solo en foros oscuros, sino que atraviesa parlamentos, campañas electorales, discursos oficiales y conversaciones familiares. Lo extraño, lo irracional y lo indemostrable se han convertido, de pronto, en herramientas políticas, en refugio emocional y en forma de resistencia –o de manipulación– frente a un mundo cada vez más complejo y tecnificado.

Ese es, precisamente, el territorio que explora Dan Schreiber en La teoría de todo lo demás. Un viaje al mundo de las rarezas, publicado en castellano por Capitán Swing: un recorrido por historias tan insólitas como reveladoras, protagonizadas por científicos excéntricos, estrellas de Hollywood influidas por profecías apocalípticas, investigadores obsesionados con las plantas, ganadoras del Nobel que rescatan saberes ancestrales o personas que habitan, sin complejos, en la frontera entre la ciencia y la creencia.

Lejos de la burla fácil o el sensacionalismo, Schreiber se aproxima a este universo con una mezcla de humor, curiosidad y rigor, mostrando cómo lo que hoy consideramos absurdo ha estado, en muchos casos, en el origen mismo de algunos de los mayores avances del conocimiento humano. Reflexionamos con el autor sobre la relación entre ciencia y misterio, el auge de las teorías de la conspiración, la fragilidad de la verdad en tiempos digitales y la persistencia humana de creer, incluso cuando no deberíamos.

En tu libro reúnes un conjunto de historias que, aunque puedan parecer extravagantes, hablan de un deseo humano de escapar de la monotonía de la explicación puramente racional. ¿Qué dice eso sobre nuestra relación con el misterio y los límites de la ciencia?

Lo que más me interesa es cómo lo extraño y lo científico suelen ir de la mano, aunque se esconda. Cuando se publica un artículo científico, la parte rara del proceso suele barrerse bajo la alfombra. Nadie quiere decir: “Lo descubrimos porque el científico tuvo una intuición extraña la noche anterior”. Eso se deja para un biógrafo dentro de treinta años.

«Lo que más me interesa es cómo lo extraño y lo científico suelen ir de la mano, aunque se esconda».

Y hemos convertido las creencias no convencionales en algo vergonzante. La gente teme ser juzgada en su vida profesional o por sus amigos. Yo quería mostrar que, a veces, pensar de una forma lateral puede llevar más rápido a un resultado que pensar de manera lineal. No intenta defender nada, solo mostrar cómo ocurrieron ciertos descubrimientos y cómo personas brillantes dedicaron años a ideas que hoy nos parecerían ridículas.

Tengo la sensación de que el valor o la consideración que se le da a las teorías conspirativas ha cambiado mucho en pocos años. Ahora parecen tener un peso mucho más oscuro, incluso un impacto político real. ¿Qué ha cambiado?

Ha cambiado todo. Cuando éramos pequeños, no entendíamos las implicaciones. Pero, además, el contexto político actual lo ha transformado todo. Antes, si alguien hablaba de conspiraciones, desde el poder respondían: “Eso es solo una teoría conspirativa”. Hoy ocurre lo contrario: se usan como arma política. Si alguien hace algo mal, basta con decir: “Hay una conspiración contra mí”, y dejar que Internet haga el resto.

Puedes ausentarte una hora y, al volver, miles de personas habrán construido por ti la narrativa. Eso lo convierte en algo peligroso. Ya no es un tío raro en una cena familiar: ahora puede influir en elecciones, en políticas sanitarias, en decisiones colectivas.

En el libro también hablas del retorno de prácticas “místicas” en un contexto científico. ¿Cómo ves ese resurgir?

Es una mezcla curiosa. Por un lado, vivimos el auge de lo irracional: astrología, tarot, energías… nunca había visto a tanta gente de mi entorno creer en eso sin complejos. Y creo que la pandemia aceleró este proceso: de pronto, cualquiera se sentía con autoridad para hablar como experto en medicina.

«La imaginación, la intuición, la narrativa… han estado siempre ahí. Lo importante es distinguir entre lo que puede acompañar y lo que no puede sustituir a la ciencia».

Lo inquietante es cuando la intuición empieza a pesar más que los datos. Yo soy bastante racional y me preocupa lo que ocurre en lugares como Estados Unidos con la medicina. Pero tampoco hay que eliminar por completo esa parte humana, simbólica. La imaginación, la intuición, la narrativa… han estado siempre ahí. Lo importante es distinguir entre lo que puede acompañar y lo que no puede sustituir a la ciencia.

Mientras hablabas de la intuición y la línea difusa entre lo razonable y lo absurdo, pensé en cómo la locura ha sido tratada históricamente en Occidente: de una posición ambigua, incluso ligada a cierta verdad (como señala Foucault), a su encierro e institucionalización en la modernidad. ¿Crees que hoy las teorías conspirativas y las creencias marginales funcionan como un nuevo “espacio” para aquello que antes se llamaba locura?

Creo que definitivamente estamos etiquetando demasiado rápido a las personas. Hay una tendencia constante a meter a todo el mundo en una caja a partir de un solo dato: lo que creen, a quién votan, a qué le dan “me gusta”. A menudo se dice que las personas que creen en cosas como Bigfoot, por poner un ejemplo, son automáticamente de extrema derecha o simpatizantes de Trump. Y, por mi experiencia personal, eso no siempre es así. Tengo amigos que creen en Bigfoot que son personas perfectamente funcionales, que votan a la izquierda, que tienen una mirada completamente crítica sobre el mundo.

Estamos demasiado obsesionados con clasificar a las personas a partir de un único rasgo. Y eso nos lleva rápidamente a usar la palabra “locura” como forma de deslegitimar, de expulsar al otro del espacio común del diálogo. En cierto modo, sí: la conspiración, la creencia radical o extravagante se han convertido en una nueva forma de estigmatización. Ya no necesitamos un manicomio físico: basta con etiquetar a alguien como “conspiranoico”, “loco” o “irracional” para expulsarlo simbólicamente.

Y, al mismo tiempo, eso convive con una paradoja: cada vez más personas se sienten cómodas expresando públicamente creencias que antes se habrían callado por vergüenza. Esto puede parecer una apertura, pero también puede generar comunidades muy cerradas, autorreferenciales, en las que la creencia se refuerza sin ningún tipo de contraste ni pensamiento crítico.

«Estamos demasiado obsesionados con clasificar a las personas a partir de un único rasgo. Y eso nos lleva rápidamente a usar la palabra “locura” como forma de deslegitimar, de expulsar al otro del espacio común del diálogo».

En términos de “epistemología popular”, es decir, de cómo las personas corrientes elaboran lo que entienden como verdad o conocimiento válido, qué dirías que es más peligroso hoy en día: ¿una credulidad ingenua que acepta cualquier relato alternativo, o un escepticismo absoluto que niega todo lo que no encaje en un marco racional extremadamente estrecho?

Si nos situamos en el plano práctico y material, no hay ninguna duda para mí: la ciencia es lo más importante. La razón por la que millones de personas están vivas hoy es porque la ciencia ha desarrollado medicamentos, tratamientos, tecnologías sanitarias, modelos de prevención. No hay forma de equiparar eso con el pensamiento mágico.

Dicho esto, en términos puramente humanos, ambas dimensiones forman parte de lo que somos. Antes de la ciencia moderna sobreviven miles de años de humanidad, guiados por mitos, relatos, intuiciones, creencias religiosas. Puede que la esperanza de vida fuera menor, pero la imaginación, la construcción simbólica del mundo, también nos trajo hasta aquí. El problema llega cuando esa imaginación sustituye la realidad. He leído testimonios de personas que creen que poseen poderes curativos y convencen a padres de no llevar a sus hijos al hospital. Y ahí la línea se vuelve trágica, letal. Ese es el límite innegociable.

Hay una historia en el libro que me fascinó especialmente: el caso de Tu Youyou. 

Es una historia magnífica. Tu Youyou ganó el Nobel combinando conocimiento ancestral chino y tecnología moderna. Consultó un texto de hace 1.600 años que mencionaba una planta, el qinghao, y a partir de ahí logró aislar el principio activo que hoy es clave contra la malaria: la artemisinina.

«La imaginación, la construcción simbólica del mundo, también nos trajo hasta aquí. El problema llega cuando esa imaginación sustituye la realidad».

Hay además un detalle hermoso: su nombre, Youyou, no es una palabra, sino el sonido que hace un animal —un ciervo— en un poema donde precisamente aparece esa planta. Y cuando ese principio activo llega a Occidente, se bautiza como Artemisia, por la diosa griega Artemisa, siempre asociada a un ciervo. Es una coincidencia simbólica que no explica la ciencia, pero que añade profundidad humana a la historia.

La otra historia que me ha sorprendido ha sido la de Cleve Baxter, el hombre que conectó un polígrafo a una planta. ¿Qué pasó exactamente?

Baxter trabajaba con polígrafos para el FBI. Una noche, en su oficina, conectó la máquina a la hoja de una planta que tenía allí. Primero quiso ver qué ocurría si la regaba, pero en un momento dado pensó en quemarla. Y la aguja se disparó justo cuando tuvo esa intención. Eso le llevó a preguntarse si la planta estaba reaccionando al pensamiento, no al acto. Desde ahí empezó a hacer experimentos extrañísimos: salía a la calle, provocaba en sí mismo una sensación intensa de miedo (por ejemplo, casi cruzar delante de un coche), anotaba la hora, y al volver comparaba esas horas con el registro del polígrafo. Y encontraba picos coincidentes.

¿Demostrable? No lo sé. ¿Poético? Muchísimo. ¿Revelador de una intuición humana más profunda? También. Hoy sabemos que las plantas sí se comunican a través de redes subterráneas. No telepatía, claro, pero sí una complejidad que no imaginábamos. A veces quienes se adelantan lo hacen de forma torpe, pero no necesariamente desde el vacío.

Para cerrar: ¿hay alguna teoría de la conspiración que te resulte mínimamente convincente o comprensible?

No creo en ninguna de las clásicas. Pero cuanto más las estudio, más comprendo por qué la gente cae en ellas. Por ejemplo, la del falso alunizaje: creo plenamente que llegamos a la Luna, pero la narrativa alternativa es fascinante. No vivo guiado por conspiraciones, pero sí por la sincronía, por la coincidencia significativa. Si tengo que tomar una decisión importante y de repente escucho una canción que menciona uno de los lugares entre los que dudo, probablemente me incline por ese. Soy narrador: mi cerebro busca historias. Pero eso no sustituye jamás a la razón en lo que de verdad importa.

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265º Hoy desde Aquí. Ciudades respirables, ciudades sostenibles.

24 Noviembre 2025 at 00:10
Hola salud, bienvenidos y bienvenidas porque en hoy desde aquí os vamos a hablar del aire que respiramos en Granada, gracias a la entrevista que hicimos hace unas semanas a Juan Carlos Gómez miembro investigador del instituto de astrofísica, y Leer más

Radio Almaina - 265º Hoy desde Aquí. Ciudades respirables, ciudades sostenibles.

Formas de viajar al pasado (vacuna para nostálgicos de salón)

21 Noviembre 2025 at 10:03

16 de noviembre

Leyendo en el tren un libro de poemas de Inge Müller, leyendo un ensayo de Marc Casals sobre Bosnia, también otro ensayo sobre las Trümmerfrauen, aquellas mujeres que contribuyeron a levantar las ciudades alemanas de debajo de sus escombros. El tren es mi nueva universidad.


Suelo leer los agradecimientos de los libros antes que el texto en sí, por curiosidad y porque me dan una idea de los referentes y el contexto de quien escribe. Aunque solo llevo la mitad de su ensayo, salto también a los agradecimientos de La piedra permanece, en cuyo final Marc Casals da las gracias a su compañera, Patricia Pizarroso, y añade: «Ojalá pueda escribir más libros en el futuro, aunque solo sea para que ella los lea». Sonrío al leerlo porque yo a veces también tengo la impresión de que, cada vez más, escribo con la ilusión de que Edurne me lea. No es esa la razón primera de mi escritura, claro, pero una y otra vez me sorprendo pensando: «esto le va a gustar a Edurne» o «a ver qué piensa Edurne de esto». Si ella no apreciase mi trabajo, la escritura sería una fuente de tristeza (pero seguiría escribiendo).


¿Se debe esto a una necesidad de aprobación, de aceptación, de elogios por parte de alguien a quien admiramos y queremos? Sin duda. Pero la razón principal está en otro sitio: nadie es solo la persona que los demás creen; por mucho que nos esforcemos en expresarlo (si es que nos atrevemos a hacerlo) siempre queda un fondo incomunicable de lo que somos y, a menudo, tenemos la impresión de que somos sobre todo lo que no podemos comunicar. El arte es una forma de expandir el campo de lo decible. Al mostrar a Edurne lo que escribo tengo la impresión de que comparto con ella aquello que no sé compartir en el día a día; que, si me sigue queriendo después de leerme, su amor será más auténtico porque amará a alguien que se parece más a mí que la persona con la que desayuna casi todos los días.


19 de noviembre

Tengo sentimientos encontrados ante el despliegue de memoria con el que se tropieza cualquier persona que pasea por Berlín. Por un lado, viniendo de un país en el que una presidenta de Comunidad Autónoma se opone a instalar una placa en la que se recuerde a los torturados por el franquismo en la DGS y en el que se discute el interés de desenterrar e identificar a los cadáveres que aún continúan en las cunetas o fosas comunes, envidio que en Alemania el Estado y los poderes públicos en general consideren un deber recordar y explicar el pasado, en particular el terror desatado por el nazismo y el intento de exterminio de judíos, otras minorías y disidentes.

Al mismo tiempo, en un sistema que convierte en mercancía todo lo que toca, también la historia es una inversión rentable: la represión, la tortura, los asesinatos políticos, debidamente musealizados y gadgetizados, pueden ofrecerse a pie de calle como una experiencia turística. Hay un museo y una tienda del Checkpoint Charlie, alrededor de los cuales es posible adquirir auténticos gorros soviéticos de imitación; están el museo del espía, el de la RDA, el de la Stasi, el de la Resistencia, uno sobre la historia germano-soviética, el de la Guerra Fría, el museo contra la guerra. A ellos –y a muchos más– se suman espacios para exposición pedagógica y conmemoración, como las instalaciones de Topografía del Terror, el del campo de concentración de Ravensbrück o el del Centro de Documentación del Trabajo Forzoso Nazi en Schöneweide –acabamos de visitar los dos últimos–.

Junto a trabajos serios de documentación del pasado proliferan los museos espectáculo; junto al esfuerzo por mantener vivo el recuerdo y la comprensión de las violencias sufridas y provocadas por los alemanes que han marcado una ciudad como Berlín, nos encontramos con mercachifles que más que conocimiento te venden entretenimiento: olvídate de los libros de historia y de pasar horas investigando; en tres horas te hacemos una visita guiada por la historia de Berlín. Así se promocionan unos tours turísticos que te prometen una experiencia inolvidable e ilustran la página con una foto de turistas sonrientes mal parapetados tras una barricada de sacos terreros. Y como el morbo vende, incluyen en el tour una visita al búnker de Hitler, aunque allí solo hay un aparcamiento y un tablón explicativo.

No recuerdo dónde leí que el piolet con el que Mercader asesinó a Trotsky está expuesto en un museo estadounidense. Una pena que no vendan reproducciones en plástico o metal. ¿O sí las venden?


No voy a intentar transcribir aquí lo que pienso y siento tras visitar el centro de documentación de trabajos forzados bajo los nazis y el antiguo KZ de Ravensbrück. Casi no he empezado aún a asimilarlo.


20 de noviembre

En los comentarios a las visitas guiadas a un campo de concentración cercano a Berlín, leo frases elogiosas por el sentido del humor de un guía, o porque otro fue muy ameno, o porque pasaron un rato muy agradable.

Si quería empezar el día espoleando mi misantropía, el objetivo está cumplido.


Hoy celebramos 50 años sin el dictador Franco. Esa gente que desde la libertad y las posibilidades que disfrutan hoy quieran regresar a aquellos tiempos me recuerda a los burgueses que iban a los barrios bajos a «encanallarse». Disfrutaban la excitación de lo prohibido y peligroso pero sabiendo que en un rato podían regresar a sus apartamentos calentitos y protegidos. Qué pena que no se hayan cumplido las promesas de la ciencia ficción y no podamos organizar un viaje en el tiempo a nuestros nostálgicos del orden y la seguridad: si viviesen unos días en aquellos tiempos de represión, de cutrez, de corrupción impune y silenciada, de miseria moral en medio de discursos altisonantes me parece muy probable que revisasen sus opiniones. A no ser que perteneciesen a la elite rapaz y meapilas de entonces.

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Animales compasivos (a veces)

14 Noviembre 2025 at 16:02

9 de noviembre

Me lee Edurne un pasaje de los diarios de José Miguel de Barandiarán. En él cuenta que al principio de la guerra, en Pamplona, los sublevados llevaban a los rojos a fusilar a la Vuelta del Castillo y, a pesar de que los fusilamientos empezaban a las 6.30 de la mañana, había siempre un público muy concurrido de hombres y mujeres. Un barquillero iba con su ruleta vendiendo el producto a los asistentes, que lo compraban de buena gana, a veces mientras hacían chistes sobre las contorsiones de los desgraciados que no morían al primer disparo.

Me lee precisamente ese pasaje porque en La comedia salvaje, entre muchos disparates inventados y otros documentados, yo conté una escena similar situada a las afueras de Valladolid, aunque allí la venta no era de barquillos, sino de churros. Ni Barandiarán ni yo nos inventamos esos ejemplos de brutalidad.

Y me acordaba también de las familias israelíes que se iban de picnic a un punto desde el que se podían ver los bombardeos sobre Gaza. Y de la lectura reciente de un ensayo de Svetlana Alexiévich, en el que una antigua soldado soviética relata que ella y sus camaradas se alegraban cuando los compañeros violaban a mujeres alemanas, pues lo vivían como una forma de merecida venganza. 

Estoy convencido, por desgracia, de que hechos así se repetirían hoy, también en España si se diesen las condiciones, y que ese comportamiento atroz se daría entre derechistas, católicos, ateos, comunistas, hombres, mujeres… Hay un umbral del odio que, una vez traspasado, descompone cualquier inhibición moral y el ser humano pierde su adjetivo.

A menudo pensamos que la capacidad de compasión es la que nos pone por encima de los animales, aunque esté documentada en numerosos mamíferos, porque durante el proceso de civilización hemos alejado de nosotros la lucha constante por la supervivencia, lo que nos ha permitido empatizar con «el otro» y tener en cuenta sus necesidades (aunque la comprensión de la necesidad ajena y el deseo de satisfacerla también se encuentran en algunos animales). Lo que está claro es que esa pátina que deja la civilización desaparece a poco que la frotemos.

12 de noviembre

Hace tres días pensaba en la brutalidad humana durante las guerras y anoche leo una noticia sobre los ricos que pagaban durante la de la ex Yugoslavia para ir a Sarajevo a matar civiles como si fuesen a un safari. 

Precisamente, estoy viajando por la región en una gira organizada por el Instituto Cervantes –anteayer estuve en Zagreb, ayer en Liubliana, ahora estoy atravesando Eslovenia para llegar a Viena–. Dos profesoras de la Universidad de Zagreb me decían que la ciudad no había sufrido bombardeos tan severos como otras; se lo pregunté porque paseando por la ciudad me había encontrado con que había una cantidad enorme de edificios en obras, también la catedral, y, al menos fuera del centro, muchas casas que parecían abandonadas. No vi orificios de balas ni de metralla que sí se siguieron viendo en Berlín Este durante décadas.

Me explican que muchos de los edificios a los que me refiero quedaron muy dañados por el terremoto de marzo de 2020, que coincidió con la epidemia de coronavirus. Una aguja de la catedral se desplomó sobre el palacio arzobispal. La reconstrucción es muy costosa y avanza despacio. Además, mucha gente no tiene dinero para reconstruir las casas en las que habían vivido. Me pregunto ahora si las ayudas estatales o europeas se dedican solo a la reconstrucción del centro histórico o también a las viviendas privadas sin valor arquitectónico. Espero que también a lo segundo.

(Ahora el tren bordea un río de aguas que parecen limpias, con bancos de guijarros, rocas interrumpiendo el curso del agua, riberas boscosas, y me atraviesa un punzada de pesar que asocio con la sensación de comprobar la belleza con que nos puede recompensar el mundo y el horror que casi todas las generaciones saben producir en él).

En Liubliana he conversado con el escritor Dušan Šarotar, proveniente de una región eslovena en la que los judíos fueron enviados a campos de concentración, ocupada primero por los húngaros y después por los rusos. El moderador –el escritor y traductor Marc Casals– se refirió a los numerosos rasgos que unían la obra de Šarotar y la mía. A pesar de pertenecer a países con historias y experiencias tan diversas, es cierto que se da esa afinidad: la forma en la que afrontamos la memoria y la reconstrucción afectiva de pasados traumáticos, el respeto por los hechos y los documentos, que no deben ser contradichos por la ficción –ambos estamos en contra de los famosos privilegios de la novela y la imaginación a la hora de tergiversar lo sucedido–, el interés por figuras marginales de la Historia…

Leí un par de libros suyos antes del encuentro –intento hacerlo cuando voy a conversar con otro escritor– y ahora me llevo en la mochila un ensayo de Marc sobre Bosnia-Herzegovina; una de las cosas buenas de los viajes como escritor es que te ponen en contacto con realidades con las que apenas te habías rozado previamente y despiertan tu curiosidad por aprender más sobre ellas.

No sé si es cierto que la curiosidad nos mantiene jóvenes, pero a mí al menos me da la impresión de que me permite seguir creciendo, como persona y como escritor. Ojalá no sea un espejismo.

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Libro El puente donde habitan las mariposas, de Nazareth Castellanos (resumen)

La vida es un viaje en el que siempre hay que atravesar caminos difíciles.

La neurocientífica Nazareth Castellanos nos enseña en este libro (Siruela, 2025) que podemos «encontrar una mejor versión de nosotros mismos» con solo una condición: proponérselo, querer mejorar.

Según ella, más del 90 % de las personas viven sin intención de mejorarse. Eso, unido a que el 70 % de la población ha padecido tormentas potencialmente traumáticas, hace que la probabilidad de ser alguien, o encontrarse con alguien, que sufre o que hiere sea muy alta. Para que quede claro: «Todos vamos a sufrir por hábitos que se podrían haber evitado, si nos lo hubiéramos propuesto. Todos vamos a sufrir por los bandazos que otros podrían haber evitado si se lo hubieran propuesto (…). Reconocer (…) nuestro impacto sobre los demás y el de los demás en nosotros nos invita a seleccionar a quién nos acercamos y de quién nos alejamos».

La doctora Castellanos utiliza el término biosofía para referirse a la sabiduría que se extrae del estudio de la vida o del estudio del organismo. Para ello —y para la necesaria divulgación científica— considera esencial el uso de la filosofía y reclama recuperar la relación entre ciencias y humanidades que, en algún momento, se perdió. Con esa base, el libro pretende traducir en términos biológicos el ensayo Construir Habitar Pensar de Heidegger (1951).

Construir

Cuando se reconstruye una ciudad destruida siempre se pretende conservar lo bueno y conseguir algo mejor. De similar manera, los humanos nos vamos construyendo a nosotros mismos día a día. A veces, construimos muros para defendernos, y otras, puentes para cuidarnos. Podemos cultivar fortalezas, miedos, agresividad… Los momentos duros de la vida suelen ser buenos para madurar. Aunque los podemos utilizar para atrincherarnos en lo conocido, para sentirnos víctimas, también se puede mirar con humildad y honestidad hacia dentro y evaluar si hay algo que cambiar.

Lee también un resumen de este apasionante libro: Viaje al centro de la mente, de D.J. Siegel.

Lee también un resumen de este apasionante libro.

Ante una ciudad —o persona— destruida, podemos evaluar cómo se ha llegado a esa situación siendo conscientes de la influencia del contexto y de los ancestros. Si encuentras hábitos o creencias que te causan dolor, será más sensato destruirlas que reconstruirlas. Se trata de madurar y moldear nuestra vida. La autora lo resume en una frase: «Somos lo que hacemos con nosotros».

Se sabe que el cerebro es un órgano que se ha adaptado a las condiciones actuales (luz, gravedad terrestre, etc.) y que, además, se adapta ante cambios en esas u otras condiciones. La salud psicológica está influenciada por multitud de aspectos, como la presencia o no de zonas verdes en nuestro lugar de residencia. Un simple paseo entre árboles aporta múltiples beneficios mentales, lo que permite a Castellanos concluir que podemos construir nuestra salud y que «tenemos a la naturaleza como aliada».

Aunque estamos ligados a nuestro ADN (genética), nuestro estilo de vida y el entorno pueden activar o desactivar ciertos genes (es lo que se conoce como epigenética). Más aún, recientes estudios apuntan a que las condiciones de vida, igual que un hecho traumático o un cuidado amoroso de los padres, no solo influyen en la persona afectada, sino también en su descendencia.

Una de las propiedades intrínsecas del cerebro es que se trata de un «sistema que ha evolucionado para cambiar». No es algo estático. Es un órgano que evoluciona. Si a una persona le tapas los ojos durante unos pocos días, el cerebro experimenta cambios en las áreas visuales, fortaleciendo funciones para compensar esa pérdida. La llamada aMCC (siglas en inglés de la corteza cingulada media anterior) es una región cerebral que evalúa el esfuerzo necesario para conseguir ciertas metas (controla la fuerza de voluntad). «Prácticas como la meditación, el ejercicio físico, alimentar la curiosidad intelectual o las técnicas de respiración ayudan a reforzar esta estructura cerebral». «La acción de la aMCC es muy evidente cuando realizamos un esfuerzo cuyos beneficios se observan a corto plazo. El problema reside en aquellas empresas cuyos frutos maduran a medio o largo plazo».

Estudios recientes señalan que los humanos tendemos a subestimar el esfuerzo de las tareas y cuánto más lejana esté la meta, mayor es el error cometido. El cerebro aprende cuántos beneficios obtiene por cada acción en comparación a lo esperado. Para ello, mide el placer, la dopamina. Si algo es placentero, apostamos por reiterarlo; y si en algo no vemos resultados, lo evitamos. De ahí que, las acciones con beneficios a largo plazo (como estudiar una carrera) sean rechazadas por muchas personas. Conociendo esto, lo inteligente es plantearnos «metas a corto plazo y expectativas realistas». En vez de pensar en acabar un grado universitario, es mejor centrarse en aprender una lección concreta de una asignatura. Controlar el pensamiento, nos facilita alcanzar metas a corto y largo plazo. Además, se ha descubierto algo magnífico: «la tenacidad engendra más tenacidad».

Habitar

Las personas suelen mostrarse reticentes a efectuar una introspección, el acto de observarnos a nosotros mismos para mejorar. A veces, hay mucho dolor que se prefiere ocultar y se usan excusas, se culpa a otros o nos mantenemos ocupados (hiperactividad). Todo para evitar sentarnos en silencio y con calma ante nosotros mismos. «Nuestras partes oscuras tienen mucho que contarnos».

La introspección requiere tranquilidad y reflexión. Además, «la calma mental es la antesala indispensable de una buena acción». Practicando la calma (con técnicas de respiración, por ejemplo) se propicia la aparición en el cerebro de ondas alpha (lentas), las cuales ayudan a tomar buenas decisiones y contrarrestan la tendencia a la divagación mental. El obstáculo más grande es, por curioso que parezca, nuestra propia indiferencia.

Cuando el cerebro está en modo consciente, concentrado en una tarea, consume más energía que cuando está en el llamado «modo por defecto cerebral». Este último sirve para cosas como la consolidación de la memoria o la regulación emocional. Existe también un modo híbrido: «somos capaces de realizar una tarea de forma automática, sin ser conscientes de ella». «Mantenernos en piloto automático nos ahorra mucha energía, pero el precio es alto. Cuanto más tiempo transitemos en ese estado, mayor será la sensación de insatisfacción vital».

Castellanos nos dice que su área preferida del cerebro es la corteza cingulada anterior (ACC), porque se asocia al bienestar y la calma y, además, se puede activar de una forma extraordinariamente simple: observar nuestra respiración. Es ahí donde esta científica sitúa la paz y el recogimiento adecuados para lo que entiende por «habitar».

«Dedicamos pocos esfuerzos a estar bien, porque nuestra visión sanitaria sigue apoyándose más en un enfoque curativo que preventivo», lamenta la doctora Castellanos mientras nos alerta de la influencia de la alimentación y del vivir con prisas.

Los problemas mentales son frecuentes, se hable o no de ellos y se traten o no de forma directa. Y atención: afectan a todos los rangos de edades. Para ello, sugiere mejorar la educación con el objetivo de enseñar a cuidar de nuestra mente y de estudiarnos a nosotros mismos. Ahorraríamos mucho en sufrimiento y en dinero.

Esta neurocientífica afirma que «la falta de calma o nerviosismo conlleva confusión». Y lo explica así (resumidamente): en una situación difícil, el cerebro libera glucocorticoides (familia de hormonas a la que pertenece el famoso cortisol) que preparan nuestro cuerpo para la lucha, y da igual que las batallas sean sin violencia física. El cortisol aumenta el azúcar en sangre y con ello el ímpetu físico, lo cual es positivo en caso de lucha. En cambio, el cortisol tiene multitud de efectos secundarios negativos, tales como actuar como un inmunosupresor (atenúa el sistema inmune), ralentizar la digestión o reducir la capacidad de memoria, la de aprendizaje y la coordinación entre neuronas. Entre otras consecuencias, también está la de potenciar recuerdos negativos. Todo ello, junto, conlleva una percepción sesgada de la situación, que no solo impide encontrar soluciones reales, sino que, encima, favorecen el combate. Conclusión: en situaciones de estrés, ansiedad, miedo, ira, etc., la percepción es errónea y las decisiones difícilmente serán las mejores. En estos estados se produce una respiración acelerada (hiperventilación) que reduce el nivel de dióxido de carbono en sangre, lo cual baja la producción de vitamina D, cuyo impacto en la salud mental está bien documentado. Las personas con peores índices de bienestar, muestran una mayor duración de la apnea (fase entre la exhalación y la siguiente inhalación).

Esta respuesta del cerebro es automática, pero no inevitable. Se puede detener de forma voluntaria. Se sabe que una respiración rítmica tranquiliza al cerebro. En cambio, una respiración irregular genera estrés. Escuchar a nuestro cuerpo, es otra recomendación del libro.

En la salud cerebral también influye la salud de la microbiota intestinal (bacterias, virus, hongos…) y, en esto, un ingrediente clave es lo que comemos.

Un ejercicio simple que propone es permanecer sentados, en cualquier lugar y postura, siempre que se mantenga la espalda recta y, entonces, concentrarse en la respiración sin alterarla. En menos de media hora se consigue un crecimiento de las conexiones neuronales, aumenta el bienestar y se alejan los problemas mentales. «La actividad del cerebro es mayor cuando la mirada se dirige hacia dentro que cuando observamos lo ajeno». La respiración es un lugar seguro que siempre tenemos con nosotros, y que nos protege de una vida estresante. Practicar este ejercicio de forma regular ayuda a responder mejor ante situaciones indeseadas.

Ponernos como espectadores de nosotros mismos, abandonar nuestro teatro, resulta de gran ayuda. Al hacerlo, notaremos que el cerebro se va involuntariamente a otras tareas. Estos despistes hay que tratarlos como algo natural. Al detectarlos, simplemente, hay que felicitarse por haber tomado conciencia de la distracción, y volver a la respiración.

Otras investigaciones han revelado que respirar lento no solo nos lleva a la calma, sino que reduce los dolores. Se pueden contar los segundos al inspirar y espirar en el doble de tiempo. Poco a poco, podemos aumentar esos segundos conforme mejoremos nuestra práctica. La ciencia está demostrando los enormes beneficios de la meditación que proponen las filosofías y religiones orientales (budismo, hinduismo…). Aquí te dejamos un ejemplo de meditación por los bosques.

Pensar

Diversos estudios han concluido que «no nos gusta estar a solas con nuestra propia mente». Es decir, preferimos hacer cualquier cosa antes que simplemente pensar. Y esto es así en todas las edades, niveles educativos o ingresos económicos. Controlar la mente es algo incómodo. Y ahora, las redes sociales dan entretenimiento a raudales, excusas para no pensar, pero, entre los adolescentes hay una fuerte correlación entre usar redes sociales y padecer ansiedad. Más aún, el estrés que transmiten los medios se contagia a nuestro comportamiento, que será más alocado y menos reflexivo, incluso aunque culpemos a otras causas.

Leer noticias negativas aumenta la producción de cortisol y esto dificulta un buen comportamiento. Por otra parte, las mujeres parecen ser más sensibles a este impacto. Para contrarrestar el efecto tóxico de las noticias negativas, en Blogsostenible ponemos mucho empeño en recopilar y divulgar buenas noticias ecoanimalistas. Te recomendamos que las leas y las disfrutes.

Con respecto al pensamiento, nos indica que puede estar en múltiples niveles que oscilan entre el dirigido o plenamente consciente; y los pensamientos automáticos, no elegidos a voluntad. El nivel más bajo es el sueño. Entre estos extremos, está el antes aludido «piloto automático», el diálogo interior que repite nuestra narración del mundo, preocupaciones involuntarias (como la tristeza) o cuestiones sensoriales (dolor o necesidades fisiológicas). «Una mente divagante es una mente infeliz». Por eso, se aconseja tener nuestra mente lo más consciente posible. Que la mente divague puede dar frutos creativos, pero también debilita la fuerza para estar de forma consciente.

El monólogo interior, con uno mismo, es espontáneo, molesto a veces, con una lógica de realismo mágico, desobediente… pero ejerce un gran poder en nuestras vidas. Hay que tener presente que este diálogo interior refleja lo que hemos visto en el hogar y en el colegio y no es algo estático, sino que hay técnicas para —con voluntad— mejorarlo.

Por ejemplo: intentar no pensar en algo es la mejor forma de pensar sobre ello. Por el contrario, para evitar un pensamiento obsesivo resulta más útil reconocer con humildad nuestra incapacidad de eliminarlo y aceptar ese pensamiento o, incluso, dedicarle tiempo en exclusiva. Por otra parte, un pensamiento repetitivo puede tender a modificar la realidad y a construir recuerdos falsos.

Lo que nosotros nos decimos «se traduce en la química del cuerpo». Cuando nuestro monólogo es de ánimo a nosotros mismos, se consiguen mejores resultados que cuando adopta un tono pesimista y duro. Otra técnica es darnos sugerencias como si fuésemos otra persona, porque aconsejar a otro siempre es más fácil.

Cuando cometemos un error debemos reflexionar para mejorar y corregir nuestros actos, pero no ayuda abusar de una «autocrítica dañina», excesivamente dura y que podría generar trastornos, tales como por ejemplo: valorar como erróneas conductas que no lo han sido, exceso de culpabilidad, tendencia a la inseguridad e inhibir la conducta (censura). Por el contrario, se puede cultivar la compasión, lo cual mejora la empatía y evita conflictos. Las personas que no son amables consigo mismas sospechan de la amabilidad de los demás; y los ven como amenazas.

Ante la realidad de cambiar nuestra mirada, nuestras palabras y nuestras sensaciones, Nazareth Castellanos nos alienta: «Qué coraje hay que llevar dentro para dejar de ser quien se fue. Todos deberíamos experimentar ese renacer en el que comenzamos a caminar con amor en la mirada; un amor y un cuidado dirigidos hacia dentro». Se puede haber tenido un pasado duro, doloroso o turbio; pero lo que cuenta es el futuro y saber que «no hay mayor aliado que la intención».

Concluyendo

Todos tenemos la capacidad de transformarnos, de moldear y de adaptar nuestro cerebro. Santiago Ramón y Cajal decía: «Lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo en vez de aprovecharlo». Muchos inician su transformación en profundidad cuando sufren un episodio dramático o cuando ven cerca el final de su vida. Pero es mejor hacerlo en el día a día, tanto ante buenos como ante malos momentos. Al permitir —con conciencia— que existan los malos pensamientos es más fácil que se disuelvan: «respirando la emoción», explica Castellanos.

La autora nos recuerda la importancia también de cuidar el cuerpo: dieta, ejercicio, respiración… Al igual que es bueno hacer ejercicio físico, también lo es el ejercicio mental. Y curiosamente, la práctica del yoga une ambos aspectos.

♣ Te gustará también leer:

🌳 Hacer menos.
🌳 Tu salud depende de los árboles: plantemos contra el calor (y de paso…).
🌳 Meditar, una de las cosas más sostenibles. Meditación por los bosques del planeta.
🌳 Miremos al ser humano desde fuera del ser humano: ¿Merecemos ser perdonados?
🌳 ¿Por qué NO reducir los atascos ni la contaminación en las ciudades?
🌳 Jane Jacobs: la inspiración de las ciudades vivas.
🌳 Libro «Viaje al centro de la mente» de D.J. Siegel (resumen): cómo la empatía y conexión con los demás seres influyen en tu salud y felicidad.
🌳Upanishad, Bhagavad Gîtâ, yoga, tantra, meditación, iluminación y mucho más.

blogsostenible

Lee también un resumen de este apasionante libro: Viaje al centro de la mente, de D.J. Siegel.

Libro El puente donde habitan las mariposas, de Nazareth Castellanos (resumen)

La vida es un viaje en el que siempre hay que atravesar caminos difíciles.

La neurocientífica Nazareth Castellanos nos enseña en este libro (Siruela, 2025) que podemos «encontrar una mejor versión de nosotros mismos» con solo una condición: proponérselo, querer mejorar.

Según ella, más del 90 % de las personas viven sin intención de mejorarse. Eso, unido a que el 70 % de la población ha padecido tormentas potencialmente traumáticas, hace que la probabilidad de ser alguien, o encontrarse con alguien, que sufre o que hiere sea muy alta. Para que quede claro: «Todos vamos a sufrir por hábitos que se podrían haber evitado, si nos lo hubiéramos propuesto. Todos vamos a sufrir por los bandazos que otros podrían haber evitado si se lo hubieran propuesto (…). Reconocer (…) nuestro impacto sobre los demás y el de los demás en nosotros nos invita a seleccionar a quién nos acercamos y de quién nos alejamos».

La doctora Castellanos utiliza el término biosofía para referirse a la sabiduría que se extrae del estudio de la vida o del estudio del organismo. Para ello —y para la necesaria divulgación científica— considera esencial el uso de la filosofía y reclama recuperar la relación entre ciencias y humanidades que, en algún momento, se perdió. Con esa base, el libro pretende traducir en términos biológicos el ensayo Construir Habitar Pensar de Heidegger (1951).

Construir

Cuando se reconstruye una ciudad destruida siempre se pretende conservar lo bueno y conseguir algo mejor. De similar manera, los humanos nos vamos construyendo a nosotros mismos día a día. A veces, construimos muros para defendernos, y otras, puentes para cuidarnos. Podemos cultivar fortalezas, miedos, agresividad… Los momentos duros de la vida suelen ser buenos para madurar. Aunque los podemos utilizar para atrincherarnos en lo conocido, para sentirnos víctimas, también se puede mirar con humildad y honestidad hacia dentro y evaluar si hay algo que cambiar.

Lee también un resumen de este apasionante libro: Viaje al centro de la mente, de D.J. Siegel.
Lee también un resumen de este apasionante libro.

Ante una ciudad —o persona— destruida, podemos evaluar cómo se ha llegado a esa situación siendo conscientes de la influencia del contexto y de los ancestros. Si encuentras hábitos o creencias que te causan dolor, será más sensato destruirlas que reconstruirlas. Se trata de madurar y moldear nuestra vida. La autora lo resume en una frase: «Somos lo que hacemos con nosotros».

Se sabe que el cerebro es un órgano que se ha adaptado a las condiciones actuales (luz, gravedad terrestre, etc.) y que, además, se adapta ante cambios en esas u otras condiciones. La salud psicológica está influenciada por multitud de aspectos, como la presencia o no de zonas verdes en nuestro lugar de residencia. Un simple paseo entre árboles aporta múltiples beneficios mentales, lo que permite a Castellanos concluir que podemos construir nuestra salud y que «tenemos a la naturaleza como aliada».

Aunque estamos ligados a nuestro ADN (genética), nuestro estilo de vida y el entorno pueden activar o desactivar ciertos genes (es lo que se conoce como epigenética). Más aún, recientes estudios apuntan a que las condiciones de vida, igual que un hecho traumático o un cuidado amoroso de los padres, no solo influyen en la persona afectada, sino también en su descendencia.

Una de las propiedades intrínsecas del cerebro es que se trata de un «sistema que ha evolucionado para cambiar». No es algo estático. Es un órgano que evoluciona. Si a una persona le tapas los ojos durante unos pocos días, el cerebro experimenta cambios en las áreas visuales, fortaleciendo funciones para compensar esa pérdida. La llamada aMCC (siglas en inglés de la corteza cingulada media anterior) es una región cerebral que evalúa el esfuerzo necesario para conseguir ciertas metas (controla la fuerza de voluntad). «Prácticas como la meditación, el ejercicio físico, alimentar la curiosidad intelectual o las técnicas de respiración ayudan a reforzar esta estructura cerebral». «La acción de la aMCC es muy evidente cuando realizamos un esfuerzo cuyos beneficios se observan a corto plazo. El problema reside en aquellas empresas cuyos frutos maduran a medio o largo plazo».

Estudios recientes señalan que los humanos tendemos a subestimar el esfuerzo de las tareas y cuánto más lejana esté la meta, mayor es el error cometido. El cerebro aprende cuántos beneficios obtiene por cada acción en comparación a lo esperado. Para ello, mide el placer, la dopamina. Si algo es placentero, apostamos por reiterarlo; y si en algo no vemos resultados, lo evitamos. De ahí que, las acciones con beneficios a largo plazo (como estudiar una carrera) sean rechazadas por muchas personas. Conociendo esto, lo inteligente es plantearnos «metas a corto plazo y expectativas realistas». En vez de pensar en acabar un grado universitario, es mejor centrarse en aprender una lección concreta de una asignatura. Controlar el pensamiento, nos facilita alcanzar metas a corto y largo plazo. Además, se ha descubierto algo magnífico: «la tenacidad engendra más tenacidad».

Habitar

Las personas suelen mostrarse reticentes a efectuar una introspección, el acto de observarnos a nosotros mismos para mejorar. A veces, hay mucho dolor que se prefiere ocultar y se usan excusas, se culpa a otros o nos mantenemos ocupados (hiperactividad). Todo para evitar sentarnos en silencio y con calma ante nosotros mismos. «Nuestras partes oscuras tienen mucho que contarnos».

La introspección requiere tranquilidad y reflexión. Además, «la calma mental es la antesala indispensable de una buena acción». Practicando la calma (con técnicas de respiración, por ejemplo) se propicia la aparición en el cerebro de ondas alpha (lentas), las cuales ayudan a tomar buenas decisiones y contrarrestan la tendencia a la divagación mental. El obstáculo más grande es, por curioso que parezca, nuestra propia indiferencia.

Cuando el cerebro está en modo consciente, concentrado en una tarea, consume más energía que cuando está en el llamado «modo por defecto cerebral». Este último sirve para cosas como la consolidación de la memoria o la regulación emocional. Existe también un modo híbrido: «somos capaces de realizar una tarea de forma automática, sin ser conscientes de ella». «Mantenernos en piloto automático nos ahorra mucha energía, pero el precio es alto. Cuanto más tiempo transitemos en ese estado, mayor será la sensación de insatisfacción vital».

Castellanos nos dice que su área preferida del cerebro es la corteza cingulada anterior (ACC), porque se asocia al bienestar y la calma y, además, se puede activar de una forma extraordinariamente simple: observar nuestra respiración. Es ahí donde esta científica sitúa la paz y el recogimiento adecuados para lo que entiende por «habitar».

«Dedicamos pocos esfuerzos a estar bien, porque nuestra visión sanitaria sigue apoyándose más en un enfoque curativo que preventivo», lamenta la doctora Castellanos mientras nos alerta de la influencia de la alimentación y del vivir con prisas.

Los problemas mentales son frecuentes, se hable o no de ellos y se traten o no de forma directa. Y atención: afectan a todos los rangos de edades. Para ello, sugiere mejorar la educación con el objetivo de enseñar a cuidar de nuestra mente y de estudiarnos a nosotros mismos. Ahorraríamos mucho en sufrimiento y en dinero.

Esta neurocientífica afirma que «la falta de calma o nerviosismo conlleva confusión». Y lo explica así (resumidamente): en una situación difícil, el cerebro libera glucocorticoides (familia de hormonas a la que pertenece el famoso cortisol) que preparan nuestro cuerpo para la lucha, y da igual que las batallas sean sin violencia física. El cortisol aumenta el azúcar en sangre y con ello el ímpetu físico, lo cual es positivo en caso de lucha. En cambio, el cortisol tiene multitud de efectos secundarios negativos, tales como actuar como un inmunosupresor (atenúa el sistema inmune), ralentizar la digestión o reducir la capacidad de memoria, la de aprendizaje y la coordinación entre neuronas. Entre otras consecuencias, también está la de potenciar recuerdos negativos. Todo ello, junto, conlleva una percepción sesgada de la situación, que no solo impide encontrar soluciones reales, sino que, encima, favorecen el combate. Conclusión: en situaciones de estrés, ansiedad, miedo, ira, etc., la percepción es errónea y las decisiones difícilmente serán las mejores. En estos estados se produce una respiración acelerada (hiperventilación) que reduce el nivel de dióxido de carbono en sangre, lo cual baja la producción de vitamina D, cuyo impacto en la salud mental está bien documentado. Las personas con peores índices de bienestar, muestran una mayor duración de la apnea (fase entre la exhalación y la siguiente inhalación).

Esta respuesta del cerebro es automática, pero no inevitable. Se puede detener de forma voluntaria. Se sabe que una respiración rítmica tranquiliza al cerebro. En cambio, una respiración irregular genera estrés. Escuchar a nuestro cuerpo, es otra recomendación del libro.

En la salud cerebral también influye la salud de la microbiota intestinal (bacterias, virus, hongos…) y, en esto, un ingrediente clave es lo que comemos.

Un ejercicio simple que propone es permanecer sentados, en cualquier lugar y postura, siempre que se mantenga la espalda recta y, entonces, concentrarse en la respiración sin alterarla. En menos de media hora se consigue un crecimiento de las conexiones neuronales, aumenta el bienestar y se alejan los problemas mentales. «La actividad del cerebro es mayor cuando la mirada se dirige hacia dentro que cuando observamos lo ajeno». La respiración es un lugar seguro que siempre tenemos con nosotros, y que nos protege de una vida estresante. Practicar este ejercicio de forma regular ayuda a responder mejor ante situaciones indeseadas.

Ponernos como espectadores de nosotros mismos, abandonar nuestro teatro, resulta de gran ayuda. Al hacerlo, notaremos que el cerebro se va involuntariamente a otras tareas. Estos despistes hay que tratarlos como algo natural. Al detectarlos, simplemente, hay que felicitarse por haber tomado conciencia de la distracción, y volver a la respiración.

Otras investigaciones han revelado que respirar lento no solo nos lleva a la calma, sino que reduce los dolores. Se pueden contar los segundos al inspirar y espirar en el doble de tiempo. Poco a poco, podemos aumentar esos segundos conforme mejoremos nuestra práctica. La ciencia está demostrando los enormes beneficios de la meditación que proponen las filosofías y religiones orientales (budismo, hinduismo…). Aquí te dejamos un ejemplo de meditación por los bosques.

Pensar

Diversos estudios han concluido que «no nos gusta estar a solas con nuestra propia mente». Es decir, preferimos hacer cualquier cosa antes que simplemente pensar. Y esto es así en todas las edades, niveles educativos o ingresos económicos. Controlar la mente es algo incómodo. Y ahora, las redes sociales dan entretenimiento a raudales, excusas para no pensar, pero, entre los adolescentes hay una fuerte correlación entre usar redes sociales y padecer ansiedad. Más aún, el estrés que transmiten los medios se contagia a nuestro comportamiento, que será más alocado y menos reflexivo, incluso aunque culpemos a otras causas.

Leer noticias negativas aumenta la producción de cortisol y esto dificulta un buen comportamiento. Por otra parte, las mujeres parecen ser más sensibles a este impacto. Para contrarrestar el efecto tóxico de las noticias negativas, en Blogsostenible ponemos mucho empeño en recopilar y divulgar buenas noticias ecoanimalistas. Te recomendamos que las leas y las disfrutes.

Con respecto al pensamiento, nos indica que puede estar en múltiples niveles que oscilan entre el dirigido o plenamente consciente; y los pensamientos automáticos, no elegidos a voluntad. El nivel más bajo es el sueño. Entre estos extremos, está el antes aludido «piloto automático», el diálogo interior que repite nuestra narración del mundo, preocupaciones involuntarias (como la tristeza) o cuestiones sensoriales (dolor o necesidades fisiológicas). «Una mente divagante es una mente infeliz». Por eso, se aconseja tener nuestra mente lo más consciente posible. Que la mente divague puede dar frutos creativos, pero también debilita la fuerza para estar de forma consciente.

El monólogo interior, con uno mismo, es espontáneo, molesto a veces, con una lógica de realismo mágico, desobediente… pero ejerce un gran poder en nuestras vidas. Hay que tener presente que este diálogo interior refleja lo que hemos visto en el hogar y en el colegio y no es algo estático, sino que hay técnicas para —con voluntad— mejorarlo.

Por ejemplo: intentar no pensar en algo es la mejor forma de pensar sobre ello. Por el contrario, para evitar un pensamiento obsesivo resulta más útil reconocer con humildad nuestra incapacidad de eliminarlo y aceptar ese pensamiento o, incluso, dedicarle tiempo en exclusiva. Por otra parte, un pensamiento repetitivo puede tender a modificar la realidad y a construir recuerdos falsos.

Lo que nosotros nos decimos «se traduce en la química del cuerpo». Cuando nuestro monólogo es de ánimo a nosotros mismos, se consiguen mejores resultados que cuando adopta un tono pesimista y duro. Otra técnica es darnos sugerencias como si fuésemos otra persona, porque aconsejar a otro siempre es más fácil.

Cuando cometemos un error debemos reflexionar para mejorar y corregir nuestros actos, pero no ayuda abusar de una «autocrítica dañina», excesivamente dura y que podría generar trastornos, tales como por ejemplo: valorar como erróneas conductas que no lo han sido, exceso de culpabilidad, tendencia a la inseguridad e inhibir la conducta (censura). Por el contrario, se puede cultivar la compasión, lo cual mejora la empatía y evita conflictos. Las personas que no son amables consigo mismas sospechan de la amabilidad de los demás; y los ven como amenazas.

Ante la realidad de cambiar nuestra mirada, nuestras palabras y nuestras sensaciones, Nazareth Castellanos nos alienta: «Qué coraje hay que llevar dentro para dejar de ser quien se fue. Todos deberíamos experimentar ese renacer en el que comenzamos a caminar con amor en la mirada; un amor y un cuidado dirigidos hacia dentro». Se puede haber tenido un pasado duro, doloroso o turbio; pero lo que cuenta es el futuro y saber que «no hay mayor aliado que la intención».

Concluyendo

Todos tenemos la capacidad de transformarnos, de moldear y de adaptar nuestro cerebro. Santiago Ramón y Cajal decía: «Lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo en vez de aprovecharlo». Muchos inician su transformación en profundidad cuando sufren un episodio dramático o cuando ven cerca el final de su vida. Pero es mejor hacerlo en el día a día, tanto ante buenos como ante malos momentos. Al permitir —con conciencia— que existan los malos pensamientos es más fácil que se disuelvan: «respirando la emoción», explica Castellanos.

La autora nos recuerda la importancia también de cuidar el cuerpo: dieta, ejercicio, respiración… Al igual que es bueno hacer ejercicio físico, también lo es el ejercicio mental. Y curiosamente, la práctica del yoga une ambos aspectos.

♣ Te gustará también leer:

🌳 Hacer menos.
🌳 Tu salud depende de los árboles: plantemos contra el calor (y de paso…).
🌳 Meditar, una de las cosas más sostenibles. Meditación por los bosques del planeta.
🌳 Miremos al ser humano desde fuera del ser humano: ¿Merecemos ser perdonados?
🌳 ¿Por qué NO reducir los atascos ni la contaminación en las ciudades?
🌳 Jane Jacobs: la inspiración de las ciudades vivas.
🌳 Libro «Viaje al centro de la mente» de D.J. Siegel (resumen): cómo la empatía y conexión con los demás seres influyen en tu salud y felicidad.
🌳Upanishad, Bhagavad Gîtâ, yoga, tantra, meditación, iluminación y mucho más.

Lo irracional y los nuevos totalitarismos

6 Noviembre 2025 at 19:55

3 de noviembre

Aquí estoy, un lunes por la mañana en un bus de camino a Madrid mientras asisto al espectáculo penoso de Mazón mintiendo sin parar. Si un político puede mentir no ya sobre asuntos dudosos o que no se conocen lo suficiente sino sobre datos que son dominio público, y echando la culpa a inocentes, es porque una parte considerable de la prensa reproducirá su discurso sin cuestionarlo. El partidismo y la desvergüenza de muchos directores de medios es una de las razones principales de la baja calidad de la democracia. Pero estoy diciendo una obviedad, así que para qué seguir.


Pero sigo: en un mundo ideal, ni siquiera debería importar que un juez o un periodista tenga una ideología determinada si al mismo tiempo tuviera la honestidad profesional de desear esclarecer los hechos, y no de influir en la vida política, obteniendo con ello recompensas y poder.


4 de noviembre

Ahora en otro bus de camino al pueblo de mi madre. Nunca he querido ir en coche a todas partes, no solo por razones medioambientales, sino porque me parece que ya vivo en un burbuja demasiado sólida; está bien montar en metro y en autobús, me saca de mi vida de escritor que no tiene que ir a trabajar a las nueve cada día. Aunque a juzgar por el tráfico que entraba en Madrid esta mañana buena parte de esos trabajadores tampoco se encuentra en los autobuses y el metro. En este autobús interurbano viajan sobre todo gente mayor e inmigrantes.

Hace años me hicieron una pregunta absurda en una entrevista: «¿Qué haces cuando vas en metro?». «Eso –respondí–, ir en metro». «Ya, pero al mismo tiempo, ¿vas mirando el móvil?». No, la verdad es que procuro no mirar mucho el móvil, salvo por alguna razón concreta, como dar una respuesta rápida a un correo, porque si lo hago me olvido de la gente que va a mi alrededor, que es en principio más interesante que hacer scroll en una red social. Aunque a mi alrededor la inmensa mayoría no hace nada interesante. Mira el móvil.


Pensando en lo que escribía la semana pasada sobre el ascenso del irracionalismo y la similitud con las primeras décadas del siglo pasado. En Alemania hubo en los años veinte y treinta un auge de todo tipo de doctrinas esotéricas que contagiaron a no pocos dirigentes nazis. También de teorías médicas con poco o ningún fundamento científico (helioterapia, curas hipnóticas, homeopatía…). Si una sociedad basada en el racionalismo capitalista había llevado a la Gran Guerra y a la descomposición social –que se manifestaría en las revoluciones marxistas y la crisis del 29–, quizá había que buscar la verdad fuera de la ciencia tradicional y el sentido común burgués. Lo irracional siempre ha sido el refugio de quienes se sienten perdidos en su mundo, a menudo con razones para ello.

Ahora también asistimos a un incremento de adeptos a teorías irracionalistas; terraplanistas a los que se da voz en programas televisivos –porque sus guionistas suponen que hay un público para ellos–; también programas que chapotean en la poco apetitosa sopa cocinada con ideas de extrema derecha, noticias falsas, extraterrestres y fenómenos paranormales; movimientos antivacunas que llegan a instalarse en los más altos niveles de la política estadounidense; conspiranoias de todo tipo… y no es que las incluya aquí porque no crea en conspiraciones de gran alcance, pero que poco tienen que ver con chemtrails y con la inyección de microchips y mucho con alianzas internacionales para defender intereses antidemocráticos. No me parece casual que todo esto vaya de la mano de la fe ciega y, por definición, irracional de millones de votantes en líderes que se presentan como salvadores y se acompañan del gesto y la parafernalia de dictadores en ciernes, mientras afirman las cosas más descabelladas. Da igual además que cumplan o no sus promesas, que sus políticas sean o no nocivas para la mayoría; la fe en ese ser especial –llámalo Trump, llámalo Milei– es independiente de lo que hagan. La recompensa no es el milagro, sino el consuelo de creer con entusiasmo en algo compartido.

Leo en un periódico que muchos migrantes que votaron a Trump están decepcionados con él… pero lo volverían a votar. Igual que otros votan a un político que habla con su perro muerto.


5 de noviembre

Sin embargo, los demócratas han vencido en Virginia y Nueva Jersey y Mamdani va a ser alcalde de Nueva York. Cualquier derrota de la deriva autoritaria y sin corazón de Trump es como para celebrar. Esperemos, por el bien del mundo, que haya más. Y lo que más me alegra es que los jóvenes hayan sido un factor fundamental en la victoria de Mamdani. Ante el mantra de que los jóvenes son cada vez más de (extrema) derecha resulta refrescante ver que no todo es como nos lo cuentan.

La entrada Lo irracional y los nuevos totalitarismos se publicó primero en lamarea.com.

Gaza, Sáhara Occidental y el Lejano Oeste

30 Octubre 2025 at 10:45

27 de octubre

Se ha vuelto frecuente hacer comparaciones entre la República de Weimar y el auge actual de los autoritarismos. Por mucho que nazismo y fascismo sean fenómenos históricos irrepetibles como tales, las coincidencias entre los movimientos totalitarios del siglo pasado y los de este sean más que preocupantes.

Quizá una que hilvana esos movimientos de masas entre sí y con otros fenómenos sociales concomitantes sea el triunfo de lo irracional.


28 de octubre

Tuve que interrumpir el diario y desde entonces he leído la noticia sobre el «plan de paz» de Trump para el Sáhara Occidental. Al igual que en el caso de Gaza, el plan parece consistir en ponerse del lado de la potencia invasora, no exigirle responsabilidades por sus crímenes e imponer un trágala a la población autóctona. Si en Gaza los sueños húmedos de Trump, y de Netanyahu, culminaban en la expulsión de toda la población para sustituirla por turistas en resorts de lujo –cuyos beneficios irían a parar a manos de los invasores–, este proceso hace tiempo que lo inició Marruecos por su cuenta, creando zonas turísticas en los territorios ocupados, en las que no pueden entrar los saharauis; para ver esos paraísos de vacaciones hay que ser extranjero, marroquí o conducir un taxi. Todo eso se cuenta en el último número de La Marea.

Ahora que lo pienso, este modus operandi se encuentra muy en la tradición del Lejano Oeste, es decir de la historia de la creación de Estados Unidos: llegas a un territorio, lo invades, expulsas a sus habitantes después de exterminar a una parte considerable de la población y a los que quedan los encierras en reservas; firmas tratados de paz que no tienes ninguna intención de respetar; te quedas con sus tierras merced a leyes que redactas con ese objetivo; las explotas en tu beneficio y lo vendes como una forma de progreso y de avance civilizador. Y a los nativos que se resisten a ser despojados y exterminados los llamas salvajes.

Y luego vienen los guionistas y poetas a blanquear con épica cada masacre.


También es verdad que no es solo Estados Unidos quien ha actuado así: todas las potencias coloniales han hecho lo mismo, incluida la española. Estoy viendo estos días a ratos perdidos el documental Banda sonora para un golpe de Estado. No es que desconociese el carácter criminal del gobierno belga de la época –con ayuda de la CIA y de los servicios secretos británicos–; no es que desconociese tampoco los acontecimientos que rodearon el asesinato de Lumumba y la ascensión al poder con ayuda de los mencionados países de un psicópata como Mobutu. Pero me sigue impresionando ver las caras de los europeos y americanos responsables, oírles justificar sus actos o mentir descaradamente sobre ellos; ver sus gestos mientras escuchan a Lumumba decir lo que un negro no debe decir –un negro que no da las gracias, que no elogia a los colonizadores, que les pone ante el espejo de sus crímenes–; y es difícil soportar la hipocresía de quienes asienten complacidos a los deseos de independencia de los congoleños mientras traman asesinatos y golpes de Estado encubiertos, a quienes, en fin, promueven una guerra civil para que las empresas occidentales no pierdan dinero.

No es que no sepamos todas estas cosas y, en particular, que nunca Occidente ha defendido la democracia y la libertad de ningún pueblo salvo cuando le sirve a sus intereses políticos y económicos. Claro que lo sabemos. Pero no está de más que nos lo repitan una y otra vez, no vaya a ser que nos creamos esa cantilena de los valores democráticos y el respeto de los derechos humanos.


Ahí está el PSOE, proclamándose adalid de muchos de esos derechos, mientras apoya a un Marruecos –lo hizo González, lo hizo Zapatero, lo hace Sánchez– que despliega una brutalidad contra los saharauis propia de las dictaduras.


Por cierto: ¿por qué prestamos en España tanta atención a Palestina y tan poca al Sáhara? ¿Por qué no expresamos -hablo en general, pero también me podría acusar a mí mismo de ello- el mismo escándalo ante los desmanes de Israel que ante los marroquís? El cínico que me habita –aunque me esfuerzo en combatirlo– diría que porque hacerlo así no nos cuesta nada más que realizar acciones simbólicas, como manifestarnos, pero no nos exige ningún sacrificio: enfrentarse a Marruecos significa perder posibilidades pesqueras, prescindir de un policía que limita la inmigración de subsaharianos, tener ante nuestras puertas a un enemigo que siempre ha sabido cómo hacer daño. Digo «Marruecos» pero en realidad estoy diciendo el régimen marroquí. Los países nunca son enemigos; las enemistades las construyen y aprovechan sus dirigentes.


A ver si los próximos días continúo con la idea del auge del irracionalismo y sus similitudes con los años treinta del siglo pasado. O a lo mejor es una de esas ideas que te parecen buenas en cierto momento y luego se desinflan. Veremos.

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Concierto de Mühlfeld trío en Albacete

26 Octubre 2025 at 08:06

 

Mühlfeld trío

Domingo 26 de octubre, 18:30 h

Casino Primitivo, Albacete

Entradas: general 10€ / diversos descuentos



Mühlfeld trío: Erika García (clarinete), Giovanni Landini (violonchelo) y Andrea Boga (piano).

Volksgeist - Espíritu del pueblo

El término Volksgeist se refiere al “espíritu del pueblo”, una noción que sostiene que la cultura, la música y las tradiciones reflejan la identidad de una comunidad. En este concierto queremos acercar al público a esa idea, mostrando cómo, a través de la música, los compositores elegidos para este programa capturaron la esencia de sus pueblos.

Al integrar elementos folclóricos, cada obra seleccionada conecta al oyente con la tierra, el idioma y las vivencias de la gente que inspiró esas melodías.

Fundación SOCA en colaboración con “Clásicos en Ruta” de AIE.

 

Genocidios (de lo terrible a lo banal)

23 Octubre 2025 at 10:23

20 de octubre

En la entrega anterior de lo que publico de este diario en La Marea, decía que me parecía obvio que Israel continuaría sus acciones militares tras el llamado alto el fuego. ¿Por qué no iba a hacerlo si ha transgredido todos los límites de respeto a los derechos de los civiles, no solo en Gaza? ¿Por qué va a renunciar a sus objetivos si cuenta con el apoyo de Estados Unidos y con la actitud cuando menos tibia de otras potencias, y también en parte de los países árabes? Pues bien, Israel sigue asesinando en Gaza. La gran operación de lavado de cara orquestada por Trump tiene beneficios obvios a corto plazo –¿cómo no nos vamos a alegrar de que se haya reducido la intensidad de los bombardeos o de que más personas accedan a servicios médicos y a alimentos?–, pero no creo que cambie nada en los objetivos geopolíticos que están dispuestos a obtener a cualquier precio… a cualquier precio que paga sobre todo la población civil de los vecinos de Israel.


Estoy leyendo Genocidios, editado por Júlia Nueno Guitart (Galaxia Gutenberg, traducción de Teresa Bailach). Es el sexto libro de la colección que dirige Jorge Carrión en esta editorial. Y me llama enseguida la atención por el capítulo que dedica a Namibia, país que me interesa desde que estuve allí y por eso he seguido leyendo sobre lo que fue un laboratorio de pruebas de las políticas de exterminio alemanas, que culminarían en el Holocausto. En Namibia, obviamente, no se utilizó el gas, pero se forzó a los nativos a adentrarse sin alimentos ni agua en el desierto, convertido en enorme campo de concentración; y, por las dudas, envenenaban los pozos para acabar –tras sufrir dolorosas intoxicaciones– con quienes se atrevieran a acercarse a ellos.

Ya en el prólogo escrito por Júlia Nueno al libro se nos explica cómo los ataques a hospitales en Gaza seguían un patrón determinado que excluía cualquier posibilidad de considerar su destrucción como daño colateral: la secuencia repetida en cada uno de ellos era la misma. A través de la arquitectura forense pueden no solo examinarse las estrategias de destrucción sistemática de una población, también sus consecuencias a largo plazo.

Aunque hayamos sido testigos lejanos de los horrores cometidos por el ser humano en todas partes del mundo, a menudo por puros intereses económicos, hay algo en mí que se resiste a creerlo: me cuesta imaginar a ese grupo de personas que acuerda acabar con todos los enfermos, niños y adultos de un hospital; o a todos los judíos; o a todos los herero. Quiero decir que me cuesta imaginar en detalle cómo será tocar a esas personas, hablar con ellas y descubrir que están hechas como yo, que, si no supiese quiénes son, podría tomarme una cerveza con ellas, ver juntos un partido de fútbol, comentar lo caros que se han puesto los tomates.

Lo malo es que ese tipo de personas y sus cómplices son quienes están dominando el discurso público y transformando los valores ideales de nuestras sociedades. Son quienes empiezan a contraponer la libertad a la democracia o a justificar las ejecuciones sin juicio de sospechosos de un delito. Son quienes han decidido que la compasión y la solidaridad son para perdedores.


21 de octubre

Pasando de lo terrible a lo banal –como sucede siempre en los diarios íntimos y en los periódicos–, ha ganado el Planeta Nosequién, que ha escrito Nosequé. La cuestión no es si es una persona conocida o no –que yo no lo conociera no tiene ningún valor indicativo–. La cuestión es que suele tratarse de personas absolutamente irrelevantes desde un punto de vista literario.

¿Por qué sigue yendo la prensa cultural al acto de entrega? ¿Porque les pagan el viaje y la cena? Deberían dejar la prebenda a la sección de «Gente y estilo de vida» o equivalente.


Cuando Feijóo afirma en un congreso ante representantes de la Banca March y de Barceló, entre otras empresas, que en España debe merecer la pena trabajar, ¿está animándoles a pagar mejor a sus empleados?


Hoy, para las tres de la tarde ya he recibido nueve correos de editoriales anunciándome la publicación de un libro –siempre imprescindible–, en algún caso proponiéndome enviármelo. Si yo, que hace tiempo que no escribo reseñas y que como influencer dejo mucho que desear, por lo que mi único atractivo es que coordino El Periscopio, recibo tantas propuestas, ¿cuántas recibirán al día los críticos literarios y los directores de secciones culturales?

Podría pensarse que es lógico, pero también debería pensarse que casi nadie hace caso a esos correos masivos, cuya mayoría se quedan sin abrir. Otra cosa es que alguien desde el departamento de comunicación de una editorial tenga idea de qué tipo de libros pueden interesarme y me pregunta si me apetece que me lo envíen. Pero no es infrecuente que me anuncien en tono elogioso libros de autoayuda o para que mejore el rendimiento de mis inversiones. O novelotas de amor y pasión que no tocaría ni con un palo.


Una de las pocas cosas que simplifican el aprendizaje del euskera es que no tiene géneros. Ni los artículos, ni los demostrativos, ni los nombres comunes –perro es siempre txakur, da igual si es hembra o macho–. Supongo que eso evita muchas discusiones idiotas sobre el uso de los plurales genéricos. La única excepción que he encontrado por ahora está en los nombres que marcan parentesco: aunque no puedo saber si el amigo o el vecino que viene a mi casa en los ejercicios de gramática es hombre o mujer, sí sé si viene mi abuela o mi abuelo, mi padre o mi madre, o, más interesante, si el hermano del que se habla lo es de una chica o de un chico, distinción a la que aún no he encontrado utilidad, pero seguro que tiene una justificación… que ya descubriré.

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Vida de escritor

16 Octubre 2025 at 11:21

2 de octubre

Si tuviese fuerzas y conocimiento, el libro que querría escribir es un ensayo que podría titular muy spenglerianamente La decadencia de Occidente. Tengo varios capítulos en la cabeza de ese libro que nunca escribiré. Uno de ellos trataría de la disolución de los afectos. Tesis: los afectos están dejando de tener un valor en sí mismos y se han convertido en herramientas.

Veo todos los días en mi profesión que las relaciones afectivas se están transformando en estrategias para la conquista de mercado, atención, espacio. Muchas de esas relaciones afectivas no existirían si no se asentaran en relaciones de poder, y por eso se disuelven cuando la utilidad del otro desaparece. Si los afectos no tienen valor intrínseco y son solo instrumentos, no puede haber fidelidad ni solidaridad reales. El fomento del progreso personal se impone a cualquier otra consideración.

Meditar sobre este asunto es meditar sobre la crisis contemporánea de nuestras sociedades, lo que incluye la crisis de la idea misma de sociedad, la crisis de la verdad de los hechos –que se reinventan según afectos instrumentales–, el apoyo a dictadores en ciernes disfrazando de aprecio o acuerdo lo que solo es utilidad.

Y, por supuesto, las consecuencias para los demás de las políticas que apoyamos en la sociedad y en la vida privada se vuelven daños colaterales necesarios.

Si se insiste tanto desde el conservadurismo en el valor de la familia es porque la familia está dejando de tener valor, salvo como sistema de conservación, incremento y transmisión segura de capital.


12 de octubre

Ayer participé en Valdefest, un modesto festival cultural celebrado en Valdecaballeros, el pueblo de Badajoz del que procede la familia de mi madre. Me invitaron a presentar Vibración, inspirada por ese mismo pueblo, aunque no se le nombre en ningún momento en la novela. Y de pronto lo que estaba enmarcado solo en el campo de la ficción se encarna en una realidad concreta. Por mucho que invente acontecimientos e historias ambientados en un lugar que se parece a Valdecaballeros, muchos de los presentes conocen los paisajes en los que me baso, el dolmen prehistórico, el pantano, la central nuclear abandonada y seguramente leen el libro buscando discernir lo cierto y lo inventado. Si Ortega y Gasset decía que la novela debía ser una construcción hermética, que no dejase entrar la realidad, me temo que no hay nada más opuesto que mi literatura, y aún más cuando se lee en un contexto en el que realidad y ficción se entrelazan.

De todas maneras buscar un arte alejado de las preocupaciones cotidianas siempre me ha parecido una forma de esnobismo. La realidad moldea la literatura y viceversa.


13 de octubre

Imagino un gráfico animado de los cientos de escritores desplazándose por España –y por el mundo– para presentar sus libros y participar en ferias y encuentros literarios, dibujando una maraña de líneas que emborronan el mapa. Se entrecruzan, se superponen, se alejan unos de otros en un movimiento continuo disputándose un puñado de lectores en cada localidad y una prensa a menudo demasiado ocupada para hacerles caso –la oferta de autores es mucho mayor que la demanda–. Los imagino después en sus habitaciones de hotel o en sus casas, preguntándose si merece la pena tanto esfuerzo –no solo el de los escritores–, y si la felicidad está ahí, en ese presentarse repetidamente, en hablar una y otra vez del propio libro, en pasar tantas horas en medios de transporte y cambiando una y otra vez de colchón y de almohada.

Es verdad que en muchos de esos viajes surge un encuentro interesante o que te da a entender que no es inútil todo ese ajetreo y, sobre todo, que no es inútil lo que escribes. Pero cada vez me interesan más las invitaciones que puedo llenar de contenido nuevo, es decir, en las que se me pide no que hable otra vez de mi novela sino que diserte sobre un tema que me interese. Por desgracia, estas son las menos.


15 de octubre

Lo llaman paz cuando no es más que un alto el fuego. Por supuesto, me alegra la suspensión de la masacre, pero la operación parece sobre todo un lavado de cara de Trump y del Estado genocida. ¿Una paz avalada por la comunidad internacional que no pide responsabilidades por los asesinatos de civiles? Y me refiero también a los cometidos por Hamás aunque su número sea mucho menor. En esta guerra hemos visto de todo: no solo lo habitual, bombardeos y operaciones en los que mueren civiles, también su asesinato deliberado, bombardeos de hospitales, asesinato de periodistas y de médicos, destrucción de cultivos, asesinatos por hambre, ataque a civiles extranjeros en aguas internacionales, declaraciones de ministros promoviendo el exterminio. Si las protestas oficiales han sido tan tibias contra este despropósito cruel, ¿por qué vamos a esperar que Israel no continúe con su programa una vez «desmilitarizada» Gaza? Pongo «desmilitarizada» así, entre comillas, porque el Ejército de Israel no renuncia a su posibilidad de intervenir militarmente. Y Trump elogia con desvergüenza el buen uso de la fuerza por Israel.

Se está celebrando no la paz sino una victoria obtenida por medios inhumanos que atentan contra el derecho internacional. Pero bueno, todo esto es evidente. Me lo anoto, sin embargo, para no olvidarlo aturdido por el ruido de la propaganda.

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La Ultrasensibilidad de la Filosofía Oriental

¿Es una sensación o es real que últimamente están proliferando por Occidente las filosofías y religiones Orientales? Se venden estatuas de Buda, se levantan stupas, suena eso del yoga, meditación, y son best-sellers obras como las de Eckarth Tolle, que adaptan muy bien esas filosofías a la cultura occidental (aunque ya en 1969, A. Blay en su obra “¿Qué es Yoga?” decía que el yoga se había puesto “de moda” en esos años…).

Evidentemente, esas filosofías tienen mucho que enseñar a la cultura materialista occidental (nos llamamos “sociedad de consumo”…), pero sería un error dar de lado a un maestro muy nuestro, que parece incomprendido, o que parece que está tan visto que su mensaje no tiene cabida en nuestra vida: Jesús tiene aún mucho que enseñarnos, para el que quiera leer su mensaje sin prejuicios ni dogmatismos, buscando su esencia.

Pero hay algo en las filosofías orientales, en general, que llama mucho la atención a los occidentales: su sensibilidad y respeto hacia toda forma de vida. Es casi como hacer del ecologismo una religión. Un budista, por ejemplo, no tiene como obligación ser vegetariano, pero en cuanto uno avanza en la senda budista, es natural hacerse vegetariano, para evitar el innecesario sufrimiento del animal que es comido. Por su parte, el Jainismo es una de las religiones más antiguas del mundo, probablemente fundada por Mahavira, contemporáneo de Buda (siglo VI a.C.). Al contrario que el budismo, el jainismo no se extendió fuera de la India. Los jainistas hacen cinco votos de los que el principal es renunciar a matar o hacer sufrir seres vivientes (Ahimsa). También promulgan el desapego material (Aparigraha), o limitación voluntaria de las propias necesidades. Jesús también valoró la pobreza y la no violencia ni contra nuestros enemigos, pero los jainistas tienen una profunda compasión por todas las formas de vida, basada en la igualdad de las almas sin importar las diferencias en las formas físicas: humanos, plantas y animales, incluyendo los seres microscópicos. Un jainista tiene cuidado de no dañar ningún bicho al andar o respirar… los insecticidas o el uso del coche no son éticos por los mismos motivos. Por supuesto, los jainistas ortodoxos llevan su respeto más allá de ser vegetarianos, intentando causar el mínimo de violencia hacia los seres vivos (muchas formas vegetales incluyendo raíces y ciertas frutas también están excluidas de la dieta jainista, debido al gran numero de seres que viven por el ambiente en que crecen).

Para el hindú ortodoxo existen algunos rituales diarios obligatorios (según cuenta Yogananda en su “Autobiografía de un Yogui”). Uno es Bhuta Yajna, una ofrenda de alimento al reino animal. Es una demostración de respeto a las formas menos evolucionadas y una muestra de amor y disposición para ayudar al más débil. Pitri Yajna es una ofrenda a los antepasados, en agradecimiento a lo que les debemos, mientras que Nri Yajna es una ofrenda de alimentos al extranjero o al pobre, símbolo de las obligaciones para con nuestros contemporáneos. Para los hindúes, el huésped es Dios, como lo es cada ser vivo. Todo puede ser sagrado, si nuestra sensibilidad nos deja sentirlo así.

Más información:

Simplificando la Vida, para ser como niños: Tantra, Yoga, y Ecologismo

¿Tienes la sensación de que tu vida es muy complicada? No te preocupes. Es lo normal. Tal vez tu único problema es que eres mayor. Por eso, algunos no quieren ser mayores:

Pero se puede ser mayor sin idolatrar el dinero, ignorando los vanos reclamos de los anuncios de publicidad y viviendo simplemente, para que otros puedan simplemente vivir. Y todo sin perder la inocencia, como se quejaba Bunbury en su tema “De mayor” … diciendo… ♪♫ “de mayor ♪ quiero aprender ♫ a ser pequeño” ♪♫…

Puedes trabajar duro, si te apetece, pero también puedes entender la vida como el oso Baloo de la película “El libro de la selva” (basada en la obra de Rudyard Kipling), que nos enseña que “lo más vital” nos lo regala “Mamá Naturaleza“, y que “nunca del trabajo hay que abusar“: Reducir la jornada laboral es además una insustituible solución a las crisis económica y ambiental. Aunque en el libro original el oso es algo diferente, la canción de la película es estupenda:

No hay mayor pensamiento antisistema que pretender consumir cada vez menos, para que el decrecimiento económico permita decrecer también las agresiones a la justicia y a la Naturaleza (y en eso, todos podemos colaborar).

Algunas filosofías orientales, de India en particular, tienden a promover o tender hacia la renuncia y desapego de las cosas materiales (como también lo proclama el cristianismo). Entendiendo que ésto es muy difícil, plantean varias fases, y varios caminos.

El camino del Tantra es un culto centrado en el dios Shiva, y todo placer es aceptado y disfrutado, pero sin perder de vista el objetivo del desapego, de la austeridad, de la consciencia y control del camino del Yoga.

El tántrico busca (y halla) el placer en lo cotidiano, disfrutando el presente sin dejarse atrapar por el placer pasado, sin pretender repetirlo. Lo cotidiano lo hace sagrado. Si busca placer, lo busca sin obsesión, y lo busca con amor, también en el sexo (maithuna). El trantra es un camino también arriesgado, pues en vez de trascender lo material, puedes quedar atrapado. El tántrico ni reprime ni alimenta obsesiones o placeres. Simplemente deja que ocurran, disfruta al máximo… y aprende la volatilidad. El auténtico tántrico es capaz de disfrutar de todo, hasta de la desgracia (poderosa maestra) o de la pérdida, pues sabe que al final todo lo material lo vamos a perder. El tantra invita a entender que en el desapego está la mayor felicidad, y a ese objetivo se dedica en cada acto, sin prisas. El tántrico puede tener cualquier profesión y cualquier salario, pero entiende que su final puede estar en ser un sadhu… tal vez como Baloo.

¿Acaso no hay bastantes similitudes entre el tantra y el SER ecológico?

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  1. Resúmenes de libros variados: Incluye varios sobre filosofías orientales y occidentales, y sobre el cristianismo, además de temas ambientales, economía, globalización…
  2. Cinco cosas muy sencillas que están mejorando mucho el mundo: ¿Te unes?
  3. Ascetas Ancestrales entre los Famosos Filósofos Griegos y Romanos.
  4. ¿Por qué Debemos CONSUMIR MENOS? (el mejor documental ecologista y humanitario).
  5. Pero tal vez… CONSUMIR MENOS NO SIRVE DE NADA.
  6. Ecología y Religión.
  7. Resumen de algunas Filosofías y Religiones Orientales:
    • HINDUISMO: Upanihad, Bhagavad Gîtâ, Yoga y Tantra, meditación, iluminación y mucho más. El Bhagavad Gîtâ (Canto del Venerable, es una obra cumbre de la espiritualidad idia, donde se enseña karma yoga, el yoga de la acción desinteresada, el desapego/renuncia).
    • SUFISMO.
    • BUDISMO y ZEN.
    • TAOÍSMO y su Tao Te Ching.

Ideas ecológicas para estar a gusto en casa

Asomarse por la ventana y observar no es una pérdida de tiempo.
Asomarse por la ventana y observar no es una pérdida de tiempo.

Nos han vendido que la felicidad está ahí fuera, pero no hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que eso es un mito para que compremos más y gastemos el dinero contaminando el planeta.

Muchas veces, la forma más ecológica de hacer algo es no hacerlo. Entendiendo eso, hay cosas que bien podrían ser oxímoron: turismo sostenible, carne ecológica, joyas éticas, crecimiento verde, plástico de usar y tirar ecológico (o biodegradable)…

Parece claro que es importante estar a gusto con uno mismo en el lugar en el que esté. La crisis del coronavirus ha implicado el confinamiento doméstico de buena parte de la población mundial. Eso supone para muchos un reto importante. Si se gestiona mal se pueden generar conflictos personales, rupturas sentimentales, problemas psicológicos… o simplemente aburrimiento.

No pretendemos hacer una lista exhaustiva de las cosas que se pueden hacer sin salir de casa, sino más bien, dar algunas ideas para aprovechar el tiempo de manera agradable, especialmente pensando en mejorar como seres respetuosos con el medioambiente:

  1. Aprovechar el aceite usado para hacer jabón casero: Solo necesitas un poco de aceite usado, sosa y agua. Si eres una persona sana, seguro que no cocinas nada frito, por lo que es posible que no tengas aceite usado. En ese caso, tal vez puedas pedirlo llevando tus recipientes (a tus vecinos, a restaurantes…).
  2. Acometer una reducción en el consumo de carne y pescado, aprendiendo recetas veganas: Muchas veces no organizamos bien lo que comemos por falta de tiempo. Si pasamos más tiempo en casa, será más fácil organizar y cocinar una dieta más sana y sostenible. El flexitarianismo está ganando muchos adeptos, por muchas razones.
  3. Aprender: Leer es un clásico del entretenimiento, pero hay muchas formas de leer. Lo clásico es leer libros, pero también se pueden buscar blogs interesantes o libros resumidos (para aprender mucho leyendo solo las ideas más importantes). También se puede aprender viendo documentales, visitando los museos del mundo por Internet, escuchando audiolibros, algún podcast del tema que te guste o una radio del mundo, y viajando con Google Maps. Recomendamos dar un paseo por la Biblioteca Digital Mundial (mapas, textos, vídeos…).
  4. Activar el cuerpo físico: Hacer ejercicio es fundamental para el cuerpo físico y para la mente. Hay multitud de ejercicios que se pueden hacer en casa, en poco espacio y sin aparatos. Puedes usar pesas simples como una botella de agua o un montón de libros. Evidentemente, hay que tener cuidado y moderación para no lesionarse. Dicen que en 5 días de reposo perdemos el 9% de nuestra fuerza y el 3,5% de nuestra masa muscular.
  5. Apaciguar la mente: Intentar serenar la mente de tantas ideas que fluyen, que vienen y van, es también algo extraordinariamente útil. La meditación y el yoga llevan miles de años haciendo felices a millones de personas. Por algo será. El escritor Y.N. Harari cuenta su experiencia con la meditación y la recomienda para conocernos mejor. Simplemente estar en silencio unos minutos observando lo que pasa por nuestra mente, siendo nosotros nuestro propio objeto de estudio. Recomendamos también la experiencia de Saúl Martínez sobre cómo esas experiencias nos hacen darnos cuenta de lo poco que necesitamos y de lo fácil que es llenar el vacío que nos hace desear lo que no tenemos.
  6. Agricultura doméstica con un huerto en una ventana o en un balcón: No necesitas mucho espacio para hacer un pequeño huerto. Necesitas un poco de agua, de sol y de tierra. Si no tienes tierra, la puedes fabricar (lentamente) haciendo compost casero, lo cual es esencial en una economía circular y sostenible. Las semillas puedes sacarlas de, por ejemplo, cualquier tomate.
  7. Analizar las cosas que tenemos en casa: Cada cosa que tenemos nos aporta beneficios y perjuicios. Si algo no lo usamos o podemos fácilmente prescindir de ello, es el momento de deshacerse de ello: regalarlo o donarlo, nunca tirarlo. Dar una nueva vida a libros, ropa, zapatos, aparatos… reduce el consumo de energía y materiales del planeta. Recomendamos leer un cuento breve sobre esto de Paulo Coelho.
    • Esto también incluye la comida. No se debe almacenar comida como si fuera eterna. Las latas, además de contaminar mucho, también caducan.
    • Ordenar es también algo interesante, pero deshacerse de cosas simplifica más.
  8. Anímate con actividades artísticas o manualidades: Pintura, dibujo, costura, hacer punto o croché… son fantásticas ideas para pasar el tiempo de forma creativa y productiva. Aprender ese tipo de cosas es fácil teniendo Internet. También se puede reciclar la ropa. Por ejemplo, aquí puedes aprender a hacer bolsas con ropa usada. Otra buena forma de mantener el cerebro activo es escribir sobre el tema que te guste (poesía, relatos, ensayos…). ¿Has probado a escribir tu propio blog o a colaborar en blog ya existentes? También puedes componer música, hacer papiroflexia o hacer vídeos (musicales, teatro, cine, educativos, documental…).
  9. Atender, escuchar y entender: Tenemos la sensación de que a la gente le gusta más hablar que escuchar. Cuando escuchamos algo, ¿tenemos prisa por dar soluciones o nuestra opinión? ¿Y si probamos a escuchar activamente mordiéndonos la lengua para no opinar? Simplemente escuchar e intentar entender. Especialmente, las personas mayores atesoran un montón de conocimiento, anécdotas y experiencias que podrían perderse para siempre. Sus conocimientos pueden ser poco útiles en un mundo muy tecnológico, pero ante un más que posible colapso, esos conocimientos ancestrales podrían ser los que ayuden a subsistir.
  10. Atisbar la vida: Observar lo que ocurre fuera o dentro de nuestra casa intentando no interferir. Algunos hacen concursos para ver cuántas especies de aves ven desde su ventana. Puedes hacer nidos para pájaros o ponerles comida. También es fácil observar la fauna (y flora) dentro de casa o no muy lejos: hormigas, lepismas, arácnidos, salamanquesas…

Solo tener una casa donde cobijarnos ya es tener mucha suerte en la vida. No seamos de ese tipo de gente que se queja continuamente tanto de estar muy estresada como de aburrirse cuando no tiene nada que hacer.

A pesar de que algunas de las opciones planteadas requieren el uso de Internet, recomendamos no banalizar el uso de esta red. Mantener los ordenadores encendidos y funcionando requiere grandes cantidades de energía y materiales, por lo que reducir su uso es respetuoso con el planeta.

¿Te has fijado que todas nuestras sugerencias comienzan por la letra “A”?

Concluyendo: menos es más

“Sin salir más allá de tu puerta, puedes conocer los asuntos del mundo. (…)
Cuanto más lejos vas, menos conoces.
Así pues, el sabio conoce sin viajar, ve sin mirar, y logra sin actuar”.

Son palabras de Lao Tse en la obra esencial del taoísmo. También se afirma que la preocupación por pasarlo bien (tener dinero, honores…) impide ser feliz. Alcanzar la felicidad es dejar de buscarla: “La alegría perfecta es estar sin alegría. La alabanza perfecta es no ser alabado”. ¿Alguien lo entiende?

♥ Lee también:

Meditar, una de las cosas más sostenibles. Meditación por los bosques del planeta

Meditar bajo los árbolesUna de las cosas más respetuosas con la naturaleza es no hacer nada, a ser posible, ni siquiera pensar. Solo observarse a uno mismo es un ejercicio sano y sostenible. Se puede llamar meditar.

Si vas por la vida corriendo, frena. Si nunca te detienes, detente ahora. Si crees que tú no dañas a la naturaleza, escucha tu mente. Si crees que estás despierto, cierra los ojos un momento.

El escritor Yuval N. Harari descubrió la meditación por casualidad y, tras muchos intentos fracasados, quedó fascinado. En uno de sus libros explica que la meditación no tiene que asociarse a ninguna religión y que, en definitiva, la meditación es cualquier método de observación directa de nuestra propia mente. Es muy útil porque el origen del sufrimiento está en la propia mente. Cuando deseamos que ocurra algo y no ocurre, generamos sufrimiento. Es una reacción de la mente. Es la mente la que provoca el sufrimiento. “Aprender esto es el primer paso para dejar de generar más sufrimiento”. Los humanos somos máquinas de generar sufrimiento, empezando por nosotros mismos, y parar esto es más fácil de lo que pueda parecer.

El místico indio Deepak Chopra dejó escrito: “Actualmente, la felicidad de las personas depende de que otro sea infeliz (por pobreza, explotación, guerra, crimen y división de clases), o bien de que cerremos los ojos ante la fragilidad de la felicidad actual frente a un cambio en el futuro”. Y daba una salida: “Una antigua manera de ser feliz ha llevado al mundo al borde del abismo; una nueva manera de ser feliz puede salvarlo (…). La contribución más importante que puedo hacer para la sanación de nuestro planeta es ser feliz. Al propagar esa felicidad allá donde vaya, suscito una respuesta sanadora. Es fundamental comprender que nada de esto exige hacer algo especial (…). Mientras más intensa sea tu felicidad, mayor será su efecto sanador” (cfr. La receta de la felicidad).

Decía Pablo d’Ors en su Biografía del silencio, que vivimos muy dispersos y que la meditación nos ayuda a recuperar la niñez perdida. Los niños saben vivir el presente, especialmente cuando juegan. Para este sacerdote, uno de los efectos de la meditación es que “no quieres hacer daño a nada ni a nadie porque te das cuenta de que en primera instancia te dañarías a ti mismo”. Meditando aprendemos a ser más indiferentes a nuestros apegos y a nuestras aversiones, eso que nos agrada o nos desagrada. Conseguiremos aceptar mejor la realidad y dejar de manipular lo externo para intentar acomodarlo a nuestros gustos e intereses. Para él, meditar no es dejar la mente sin pensamientos, sino contemplarlos y ver cómo vienen y van mientras tú eres otra cosa. Otras frases sobre la meditación de este último libro son:

  • “Casi todos los frutos de la meditación se perciben fuera de la meditación”. Esos frutos son, por ejemplo, una mayor aceptación de la vida tal cual es, más serenidad y benevolencia, más felicidad, más madurez, “capacidad de asumir las propias responsabilidades”… y también “un superior aprecio a los animales y a la naturaleza”.
  • Cuanto menos somos, más queremos tener. La meditación enseña, en cambio, que cuando no se tiene nada, se dan más oportunidades al ser. Es en la nada donde el ser brilla en todo su esplendor. Por eso, conviene dejar de una vez por todas de desear cosas y de acumularlas; conviene comenzar a abrir los regalos que la vida nos hace para, acto seguido, simplemente disfrutarlos. La meditación apacigua la máquina del deseo y estimula a gozar de lo que se tiene”.
  • “Todo lo que haces a los demás seres y a la naturaleza te lo haces a ti”.
  • “El mejor modo de ayudar a los demás es siendo uno mismo”.
  • “Gracias a la meditación se aprende a no querer ir a ningún lugar distinto a aquel en que se está (…) [y] la verdadera dicha es algo muy simple. (…) No hay que inventar nada, sino recibir lo que la vida ha inventado para nosotros; y luego, eso sí, dárselo a otros. Los grandes maestros son, y no hay aquí excepciones, grandes receptores”.
  • “Más de un ochenta por ciento de nuestra actividad mental —y es probable que me haya quedado corto en esta proporción— es totalmente irrelevante y prescindible, más aún, contraproducente”.

¡Qué razón tiene al decir que el principal de los ídolos del ser humano es el bienestar! Nos obsesionamos por vivir bien, por nuestra comodidad, por huir del sufrimiento… y nos perdemos vivir. “La tristeza y la desgracia están ahí para nuestro crecimiento”, para aprender a no resistirnos a la realidad y ser, así, felices con las cosas como son.

En definitiva, hay muchos motivos para meditar, pero lo mejor es no esperar nada, y dejarse sorprender por el silencio. Si esperas algo concreto, seguramente quedarás defraudado.

Para terminar, recomendamos el libro El puente donde habitan las mariposas en el que Nazareth Castellanos nos empuja a buscar nuestra mejor versión; y también proponemos esta extraña meditación por los bosques. Es extraña porque no se debe meditar “por” nada, ni “para” nada, pero aún así, la transformación sucede:

♥ Nota: Lee otras citas de los grandes personajes aludidos en este artículo (y de otros).

♥ Transcripción de la meditación por los bosques:

Siéntate o túmbate relajadamente… Adopta una postura cómoda, con la espalda recta. Cierra tus ojos suavemente. Visualiza cómo tu cuerpo se relaja empezando por los dedos de los pies… La relajación va subiendo por los tobillos, espinillas, rodillas, muslos, caderas, abdomen, tórax, brazos, manos, cuello, mandíbula inferior… hasta la cabeza completa.

Ahora vamos a iniciar un camino transformador… Imagina que estás en un bosque. Hay una brisa apacible… vas caminando por un sendero y los árboles te transmiten su fuerza, su energía, su paz, su calma… Aumenta ahora tu capacidad de observación. Fija tu atención en un árbol concreto. Examínalo en detalle: su tronco, sus raíces que asoman parcialmente entre la tierra, sus ramas, sus hojas… tal vez sus flores o frutos… ¿No notas algo extraño? Sí, estas sintiendo también su tristeza… y te preguntas por qué.

Te acercas y sientes que está llorando… son lágrimas de resina. No es solo una herida física… es pena por todo lo que sufren los árboles y los bosques.

El lugar sigue siendo tranquilo… Con plena paz, decides contactar con un árbol majestuoso para que te cuente el motivo de su tristeza. Lo miras y sientes una especial conexión con él. No necesitas abrazarlo, pues solo estar junto a él te transmite su calma, pero también su tristeza. Y tú le preguntas… ¿por qué lloras?

Y él contesta muy tranquila y pausadamente:

—Lloro por todo lo que sufren mis hermanos los bosques y mis hermanos los animales. Por todo el mundo el ser humano está arrasando los bosques, talándolos o quemándolos, para hacer campos de cultivo, carreteras, edificios… El ser humano no necesita plantar tanto. Casi toda esa comida la usa para alimentar ganado que, como esclavos, viven encerrados hasta que engordan lo suficiente para morir. También se pierden bosques porque los humanos comen muchos productos procesados con aceite de palma. Se eliminan bosques para plantar palmeras, y desaparece así el hogar de animales tan escasos como el orangután. No es solo eso —sigue diciendo el árbol—, en las ciudades también se maltratan a los árboles: algunos se talan sin pensar en todo lo que aportan a la ciudad, otros se podan en exceso sin pensar en el daño que se le hace al árbol. Las ciudades serían más acogedoras con muchos árboles. Se respiraría mejor, habría menos ruido, más salud…

Un silencio largo suspende la explicación…

El árbol te mira y siente también tu tristeza, pero también intuye que quieres saber más, por lo que continúa hablando:

—Se pierden bosques también para plantar eucaliptos, un cultivo para la industria papelera. En los cultivos se pierde biodiversidad, se pierden muchas especies… Personas que vienen a disfrutar de los bosques, dejan su basura, sus latas, sus plásticos… contaminando así el suelo, los ríos y los mares. También contaminan los cazadores con sus balas y su ruido. Matar a un animal salvaje no es respetar la vida. Es un atentado contra la Naturaleza, salvo que no tengas otra cosa que comer. Los animales no son trofeos para adornar o para presumir. Amigo… también se pierden bosques extrayendo del subsuelo materiales que los humanos quieren: oro, petróleo, minerales…

Te sientes en comunión con ese árbol, y con todo el bosque… Y todo el bosque siente tu compromiso para ayudarles:

  • Decides no comprar más carne, porque ahora sientes el impacto directo en los bosques del mundo.
  • Decides comprar menos cosas, porque para fabricar casi todo se emplea petróleo y minerales. Evitaremos también las cosas con plástico de usar y tirar.
  • Decides no cazar y no comer nada que provenga de la caza.
  • Decides no comprar alimentos con aceite de palma o sus derivados.
  • Decides gastar menos productos de papel, incluyendo cosas como papel higiénico.
  • Decides defender los árboles en las ciudades y pedir que se planten más.
  • Decides entender que casi todo lo que hacemos influye en los bosques y en los árboles, cercanos o lejanos.

El bosque ha entendido tu compromiso y deja de llorar… Empieza a sonreír. Lo sientes y tú también dibujas una suave sonrisa mientras te despides.

Abre los ojos lentamente, cuando te parezca bien… Siente en tu corazón una transformación especial que no tienes que explicar ni definir. Algo ha cambiado. Tú has cambiado y te sientes bien con el cambio. Te sientes más fuerte, con más energía y con más motivación para llevar una vida feliz y respetuosa con los bosques y con los animales.

♣ Más sobre bosques y árboles:

  1. Bosques, siempre sorprendentes.
  2. Libro Los árboles te enseñarán a ver el bosque, de Joaquín Araújo (resumen).
  3. Costa Rica, un ejemplo a seguir: renovables, bosques, autobuses eléctricos…
  4. ¿Sabías que los BOSQUES curan? — 4 reportajes cortos que no puedes perderte.
  5. Giono y los Árboles (inspiradora historia).
  6. Breve guía para plantar árboles.
  7. Los árboles nos miran y no nos entienden.
  8. Podar los árboles acorta su vida.

Ascetas Ancestrales entre los Famosos Filósofos Griegos y Romanos

Diógenes de Sínope, el cínico, el perroHay un cuento que cuenta que un sabio recibió a un amigo en su casa que le dijo: «Veo que no tienes apenas muebles, ni casi nada en la casa». El sabio le dijo: «Tú tampoco tienes muchas cosas aquí». Entonces, el amigo contestó lo obvio: «Bueno, yo es que aquí estoy de paso». El sabio contestó: «Yo también. Todos estamos de paso».

En todos los tiempos y lugares ha habido ascetas, gentes que eligen la austeridad como forma de vida, y como ahora, la austeridad siempre ha sido la forma de vida más antisistema. Algunos de ellos han sido sabios reconocidos, otros seguro que pasaron desapercibidos en la Historia, y otros viven muy cerca. En la India se estima que hay entre 4 y 5 millones de sadhus, yoguis que han renunciado a lo material. Aquí exponemos cronológicamente unos cuantos famosos filósofos clásicos, que eligieron esta forma de vida.

Empezamos con Heráclito (siglo V a.C.) filósofo famoso por su «panta rei» (todo fluye, todo cambia) y su «No es posible bañarse dos veces en el mismo río», que fue un asceta al final de su vida. Se retiró a vivir en soledad, comiendo hierbas y plantas.

Tal vez el más famoso asceta sea Diógenes el Cínico (s. IV a.C.) por sus fantásticas anécdotas y su sentido del humor. Como los sadhus indios, rechazó todas las convenciones sociales y religiosas para dedicarse a la búsqueda de Dios. Su supremo desapego, y su liberación de los deseos le hacía terriblemente libre de todo, aunque acabara como esclavo. Un día estaba preguntando a una estatua y cuando le preguntaron el porqué, respondió: «Me adiestro en preguntar en vano». Acabó con su vida con noventa años, conteniendo la respiración, y quiso que su cuerpo fuera arrojado como comida a los animales. Sus amigos le hicieron un monumento, coronado con un perro, su sobrenombre.

Sócrates en el LouvreUno de los mayores sabios de todos los tiempos, Sócrates (s. IV a.C.) vestía con gran sencillez, caminaba descalzo, indiferente al frío, al hambre… como un yogui indio. Fue condenado por un tribunal a beber el veneno de la cicuta, por corromper a la juventud porque le enseñaba a someter a crítica y revisión el saber tradicional. Similares acusaciones también se hicieron décadas antes contra Anaxágoras y contra Protágoras, condenados al exilio, pero el caso de Sócrates fue más grave porque era ateniense y utilizó su sacrificio para condenar a sus jueces. Según el filósofo Geymonat, ese sacrificio supuso que la enseñanza de Sócrates fuera una de las más eficaces que recuerda la historia. Aceptó su destino con tranquilidad asombrosa. Cuando alguien le dijo que se preparase para su sentencia, contestó: «¿Acaso crees que no me he preparado a lo largo de toda mi vida?». Llegado el momento, dijo: «A mí me toca morir y a vosotros vivir. ¿Qué es lo mejor? Sólo la divinidad lo sabe».

El gran Epicuro (s. III a.C.), que escandalizó al permitir mujeres en su academia llamada El Jardín, comía poco, y proclamaba lo poco que necesitamos para vivir. Para él, el placer se obtiene mediante la satisfacción del deseo, y mediante la indiferencia ante el deseo. La primera forma genera un placer que no es duradero, ni puro. El sentido del epicureísmo, como el del cinismo, ha sido degenerado con el paso del tiempo. El objetivo de Epicuro es la ataraxia, la ausencia de pasión y deseos, «la tranquilidad de un espíritu con buena salud».

Hiparquia (siglo II. a.C.) fue una de las primeras filósofas. De familia rica, renunció al lujo para vivir con Crates el Cínico (discípulo de Diógenes), el cual también provenía de clase alta. Ambos eligieron vivir como mendigos. Se cuenta que los padres de Hiparquia convencieron a Crates para que intentara disuadir a Hiparquia de llevar ese estilo de vida, pero no lo consiguió. No queda claro si ganó el amor a Crates, o el amor a la filosofía.

Lo mejor de la filosofía griega fue heredado por el estoicismo, la filosofía principal de la Roma clásica, y sus mejores exponentes son Séneca y Marco Aurelio. El cordobés preceptor de Nerón, Séneca (s. I d.C.), siguió una vida ascética y estoica, rodeado de gente rica. Hasta se hizo vegetariano, y llegó a sentir lo divino en todas las cosas. El estoicismo es una aceptación total de cuanto ocurre. Como decía Séneca: «Las circunstancias favorables no elevan al sabio, ni las adversas lo hunden». Su lema era ser feliz con poco, y sin depender de lo externo. Como Sócrates, también fue injustamente condenado a muerte.

Marco Aurelio (s. II) se hizo cínico con 11 años. Con 18 años fue adoptado por el emperador romano Antonino Pío, y lo nombró su sucesor. Como estoico no le debió gustar ser emperador, pero como estoico se resignó a lo que el destino le guardó. Marco Aurelio tuvo que renunciar a una vida sencilla, por la riqueza y el poder. En su libro de Meditaciones, condensa el estoicismo en una frase: «¿Te ha acontecido algo? Está bien». Para Marco Aurelio todo lo que ocurre es algo habitual y sólo el necio se alegra o se aflige por lo que le sucede.

Terminamos nuestro repaso con Porfirio (s. III) que, procedente de familia noble, escogió un ascetismo riguroso que incluía ser vegetariano. Como hiciera Empédocles, condenó los sacrificios de animales y el consumo de carne. En su libro De la abstinencia, se erige en defensor del vegetarianismo, por razones éticas y con un papel esencial en la búsqueda espiritual, y en la paz de espíritu. Pero está claro que el vegetarianismo por sí mismo no es suficiente, y por eso Porfirio llegó más lejos: «Impide que el cuerpo perturbe al alma con sus exigencias y placeres; disuelve el vínculo entre cuerpo y alma».

Por supuesto, a lo largo de la historia ha habido muchísimos más ascetas famosos, como los estilitas, que escogieron vivir años y años encima de columnas. De todos ellos nos podemos preguntar si fueron felices. Es evidente que la pobreza no da la felicidad, ni garantiza estar primero a los ojos de ningún Dios. No puede ser malo disfrutar con mesura de las cosas materiales de esta vida, pero acumular demasiadas cosas materiales, en un mundo donde muchos están muriendo de hambre, es evidentemente muy cuestionable, aunque los que mueren y sufren no estén delante nuestra.

Más información:

A veces son las consecuencias las que generan las causas

Relaciones causa-efecto y su inversiónSolemos pensar que  las cosas tienen una causa y que la relación causa-efecto es irreversible, pero no es cierto. En algunas cosas importantes para el ser humano, se ha demostrado que la implicación se invierte, o sea que el efecto es también la causa, y viceversa. Así, encontramos los siguientes ejemplos:

  • Serás más feliz si sonríes (aunque sea de forma forzada).
  • Si quieres tranquilizarte, respira de forma tranquila.
  • La forma de mirar influye en lo que amamos.

Una de las reglas más famosas de inferencia lógica es la llamada “modus ponens“. Según ella, si tenemos una implicación del tipo A→B (léase “A implica B“, o sea, que un hecho A genera una consecuencia B), y además tenemos que A es verdad, entonces, deducimos que B es verdad. Un ejemplo sencillo de implicación sería: “Si llueve, se moja el campo”. Así, si sabemos que llueve, podemos deducir que se moja el campo. Obviamente, no podemos deducir en sentido contrario: si sabemos que el campo está mojado, no podemos deducir que ha llovido. En cambio, si sabemos que el campo no está mojado podemos deducir que no ha llovido (es la regla del modus tollens: si A→B entonces ¬B → ¬A, o sea, la negación de B implica la negación de A).

Por otra parte, el ser humano tiende a simplificar la realidad para entenderla mejor. Así, muchas veces “inventamos” reglas del tipo A→B que no son del todo ciertas, pero que parecen cumplirse siempre. Por eso, en muchas de esas reglas encontramos que la causalidad es la inversa, o al menos, que lo que era la consecuencia B favorece considerablemente la causa A. Esto es interesante cuando queremos conseguir un hecho A que pensamos que está fuera de nuestro alcance, pero en cambio sí podemos hacer algo para que B sea verdad. Veamos tres ejemplos bien demostrados.

1. Sonríe para ser feliz

Solemos pensar que la felicidad hace que la gente sonría: Felicidad→Sonreír. Y es cierto, pero también es cierto que la gente que sonríe es feliz: Sonreír→Felicidad.

Es decir, el mero gesto de sonreír, aunque sea con una sonrisa forzada, genera endorfinas, que son las llamadas hormonas de la felicidad. Esas endorfinas tienen propiedades analgésicas y antidepresivas, además de otros beneficios, como son: aumentar la creatividad, ayudar a encontrar soluciones a los problemas, reducir la presión arterial y mejorar el sueño y la digestión. De hecho, se ha probado que la técnica del lápiz es efectiva. Esta técnica consiste en poner en la boca un lápiz atravesado, de forma que se genera de forma forzada el gesto de sonreír. Y ese mero gesto forzado, genera todos los beneficios que tiene sonreír. Por tanto, no esperes a ser feliz para sonreír: sonríe ahora.

2. Respira tranquilamente para quitarte estrés

Pasemos al segundo caso. Si te observas, verás que cuando estás nervioso, respiras de forma nerviosa. Está demostrado desde hace siglos que una forma de relajarse es respirar tranquilamente. Es, de hecho, una de las técnicas del yoga, en la cual la respiración (llamada Prâna) es un elemento esencial. De hecho, el control de la respiración (Prânâyâma) es uno de los 8 pasos del yoga de Patañjali, y ayuda tanto a la concentración como a equilibrar y simplificar la vida. Nuestro estado anímico se refleja en la respiración, pero también es cierto que controlando nuestra respiración podemos modificar nuestro ánimo y, por tanto, nuestra salud. Así pues, respira tranquilamente para tranquilizarte.

3. Mira a la cara para amar más

Finalmente, las personas que se quieren y se aprecian, suelen mirarse a la cara. ¿Qué ocurrirá si dos personas totalmente desconocidas se miran a la cara unos minutos? Lo has acertado: si dos personas se miran a la cara durante un rato, surge entre ellos una complicidad y afinidad, incluso aunque no se conozcan previamente. El vídeo de Amnistía Internacional lo demuestra. Al final, las personas que pensamos que son muy diferentes a nosotros, no lo son tanto.

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