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AnteayerSalida Principal

Cómo ser judío y “no ignorar los gritos”

10 Diciembre 2025 at 13:13

La gente cambia, eso es un hecho. Cambia para bien o para mal. El caso de Peter Beinart es paradigmático de eso que Kant llamó «giro copernicano». Este profesor de periodismo, exdirector de la revista liberal The New Republic, fue un decidido defensor de la política intervencionista de Estados Unidos. Por ejemplo, apoyó de forma entusiasta las invasiones de Irak, Afganistán y Libia, un hecho que luego calificaría como su peor error intelectual y moral. «Yo mismo me consideré un ‘halcón liberal’ hasta que aquellas guerras me forzaron a cambiar mi visión del mundo», escribió en The Guardian. Judío practicante, asiste todos los sábados a la sinagoga y sigue las leyes dietéticas kosher. También fue un enérgico sionista en su juventud, pero su opinión sobre el Estado de Israel ha cambiado radicalmente. Lo explica en Ser judío tras la destrucción de Gaza (publicado en español por Capitán Swing), un libro concebido para convencer a otros judíos del error del proyecto nacional israelí y de las trampas argumentales, los mitos y el victimismo en que se fundamenta. «Este libro va del cuento que los judíos nos contamos a nosotros mismos a fin de ignorar los gritos», escribe en el prólogo. Los gritos palestinos.

«Beinart cuenta que él llegó a esa postura tras conocer a palestinos reales», explica su traductor, Pablo Batalla Cueto, durante la presentación del libro en Madrid. «Esos seres humanos, en el discurso de su familia, eran el Otro, el enemigo que te determina». Beinart compara esta visión excluyente de los palestinos con la Sudáfrica en la que nacieron sus padres y en la que él vivió parte de su infancia. «Recuerda cómo era aquello y por eso nos dice: ‘Israel es un apartheid y la gente justifica el apartheid israelí exactamente igual que mi familia justificaba el apartheid sudafricano, con los mismos argumentos, con las mismas mentiras, con los mismos cuentos’». Incluso recurriendo al principio del «supremacismo», un término que Beinart menciona literalmente respecto a la política del Estado de Israel.

Cómo ser judío y «no ignorar los gritos»
Portada de Ser judío tras la destrucción de Gaza, de Peter Beinart. CAPITÁN SWING

Esta comprensión de la realidad palestina le ha llevado a una postura que muchos calificarían de extremista. Por supuesto, abomina de Hamás, un movimiento violento y reaccionario, pero comprende sus razones. «La mayoría de los líderes de Hamás y de la Yihad Islámica son hijos o familiares de víctimas de Israel. Han visto morir a sus padres, a sus hermanos, a sus primos. Y la violencia sólo engendra violencia. ¿Qué podría esperar Israel tras el genocidio de Gaza sino más violencia?», dice Batalla recogiendo el testimonio de Beinart para ilustrar la salvaje y contraproducente posición de Tel Aviv. «A la mayoría de la gente no le gusta matar. Lo hacen cuando no ven otra vía». Así es como Beinart analiza la resistencia palestina.

«Este es un libro diferente, novedoso, extrañamente esperanzador», indica su traductor. «Conocemos otros libros escritos por judíos antisionistas y críticos con Israel, como los de Ilan Pappé, Noam Chomsky o Norman Finkelstein, y son muy valiosos, pero a menudo tienen un punto de exaltación y de rabia. Beinart se muestra como una persona increíblemente cabal, sensata, tranquila». Aboga por un Estado laico, para todos los que vivan allí, judíos y árabes, compartiendo los mismos derechos y que ni siquiera se llame Israel. En este sentido, fue muy sonado el artículo que publicó en The New York Times en 2020 bajo el título «Ya no creo en un Estado judío». En él explicaba la diferencia entre un Estado y «un hogar judío en la tierra de Israel», que es a su juicio la verdadera (y tergiversada) esencia del sionismo. «Israel-Palestina –escribía– puede ser un hogar judío y, en igualdad de condiciones, un hogar palestino. Construir ese hogar puede traer la liberación no solo para los palestinos, sino también para nosotros».

Suena ingenuo. Utópico quizás. Pero cosas más raras se han visto. Sudáfrica vuelve a servirle de ejemplo: cuando acabó el apartheid, muchos blancos pensaban que llegaba la hora de la venganza de las personas negras y que se produciría un baño de sangre. No fue así. Y lo mismo ocurrió en Irlanda del Norte. «Allí estuvieron 50 años pegándose tiros y poniendo coches bomba –ilustra Pablo Batalla–, pero de repente llegaron los Acuerdos de Viernes Santo e incluso se formó un gobierno de coalición entre el DUP y el Sinn Fein. Es como si aquí gobernaran juntos Vox y Bildu». Beinart insiste en que el pueblo judío no es diferente, no es ni mejor ni peor que cualquier otro pueblo. Si ellos pudieron hacerlo, Israel también.

Pero una de las primeras cosas que debe hacer, a juicio de Beinart, es abandonar de una vez por todas el victimismo. Lo abrazó tras la Guerra de los Seis Días, «cuando pasó de ser un Estado débil, precario, que contaba con las simpatías de la izquierda internacional, a ser un matón. A partir de entonces empieza lo que Finkelstein llama ‘la industria del Holocausto’, que sirve para contrarrestar cualquier crítica», explica Batalla. «Señalar cualquier disfunción del Estado de Israel se responde con acusaciones de antisemita y de complicidad con el Holocausto».

Estas consideraciones han llevado a Beinart a ser repudiado por buena parte de su comunidad. Lo insultan en la sinagoga, se niegan a darle la paz e increpan a sus hijos en la universidad. Pero no va a dejar de defender la versión más humanista de su religión. Como explica Pablo Batalla, los primeros internacionalistas fueron los judíos. No les quedó otro remedio: «Han solido ser los mejores humanistas precisamente porque han sido perseguidos en todas partes. Los encerraban en guetos o los expulsaban o les negaban la nacionalidad en los países en los que se encontraban, por eso se vieron obligados a volverse internacionalistas y a pensar en la humanidad. En la izquierda, gran parte de nuestros héroes intelectuales, como Rosa Luxemburgo o Walter Benjamin, forman parte de una bella tradición judía que pensó en el ser humano de forma universal. No eran nacionalistas porque no podían serlo, porque no les dejaban tener patria. Y según explica Beinart, la condición de pueblo elegido no se basa en que Yavé les diera privilegios especiales sino deberes especiales para con toda la humanidad. Ese mensaje contempla la dignidad intrínseca de todo ser humano y es fundamentalmente universalista».

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266º Hoy desde Aquí. Boicot Teva, boicot israel.

8 Diciembre 2025 at 00:00
Hola salud, bienvenidos y bienvenidas a Hoy desde Aquí, en este programa vamos a hablar con Pablo Simón, médico de familia que ha sido acusado de antisemitismo por una organización pro- israelí. Empezaremos explicando cuál es la actitud del ejército Leer más

Radio Almaina - 266º Hoy desde Aquí. Boicot Teva, boicot israel.

El genocidio continúa en Cisjordania: «Los colonos creen que la guerra no debería parar»

8 Diciembre 2025 at 00:00

Jaime Luján

El alto el fuego en Gaza no ha frenado los ataques de Israel contra los palestinos. No lo ha hecho en la propia Franja, ni en el otro territorio palestino, también ocupado, de Cisjordania. Los habitantes de esta región limítrofe con el río Jordán han sufrido desde el 7 de octubre de 2023 el recrudecimiento de las agresiones de los colonos israelíes hacia ellos. Palizas, robos e incendios son algunas de estas acciones que, además, en muchas ocasiones, cuentan con la connivencia de la Policía y el Ejército israelíes.

El periodista A. A. y la activista R. R. –ambos palestinos– han descrito la dramática situación de su tierra, Cisjordania, en el encuentro Palestina. Defender la vida, defender la tierra, organizado por la Alternativa Antimilitarista-MOC. A. A. es cofundador de la organización Youth of Sumud, que se dedica a ofrecer ayuda y protección en la región de Masafer Yatta: tanto a pastores en su actividad como a niños en su ruta hacia el colegio. Por su parte, R. R. es una joven activista que participa en Ikhilia, una cooperativa agrícola formada por mujeres palestinas en el valle del Jordán. infoLibre ha sido el único medio escrito que ha podido conversar con ellos durante su visita a España.

Ellos mismos han asegurado a este periódico que han sufrido personalmente el acoso de los colonos. “Intentaron robar un rebaño de ovejas de mi tío. Él, su esposa y yo intentamos impedirlo y me rompieron la pierna. Este año, en enero, atacaron mi casa y quemaron mi coche”, cuenta A. A. En cuanto a la Policía israelí, los entrevistados sostienen que “no hace nada” ante estos ataques. “Si llamamos a la Policía, esta dice que es una zona militarizada y que no es nuestra tierra. O te vas o nos dejas de llamar”, explica A. A.

En Cisjordania, según relata, la situación de las mujeres es especialmente alarmante ya que la asistencia médica es escasa, al igual que el acceso a la educación. “La mayoría de estas zonas no tiene centro médico, por eso cuando una mujer está enferma o embarazada tiene que ir en coche, que son atacados por los colonos”, explica R. R. Además, la activista señala que “la mayoría de las mujeres no pueden ir a la escuela porque tienen miedo de ellos. Muchas son asesinadas mientras caminan para ir a la universidad o a trabajar”, añade.

Ambos palestinos están de acuerdo en que, tras el alto el fuego en Gaza del pasado octubre, la situación en Cisjordania ha empeorado: “Los colonos creen que la guerra no debería parar y que deben continuarla ellos mismos”. Tampoco se muestran satisfechos con el reconocimiento a Palestina por varios países occidentales: “Primero, salvar vidas. Luego hablamos de los Estados”.

A.A. proviene de la aldea de Tuba, en la zona de Masafer Yatta, mientras que R. R. es del valle del Jordán. Ambos lugares se encuentran en la sección C de Cisjordania –bajo control civil y militar israelí– y donde se ubican los asentamientos de colonos, declarados ilegales por el derecho internacional. El área C supone alrededor del 60% de Cisjordania y cuenta con una población de unos 300.000 palestinos, según el Observatorio Mundial sobre Finanzas y la Inversión de los Gobiernos Subnacionales (SNG-WOFI, por sus siglas en inglés). En 2020, Cisjordania albergaba a más de 2,8 millones de palestinos y a 450.000 israelíes.

Parte de Masafer Yatta ha sido considerado por Israel como zona militarizada, lo que supone para los palestinos la imposibilidad de construir y, además, la demolición de algunas de sus viviendas. Los residentes de la región han acudido en varias ocasiones a la Justicia israelí para revocar esta calificación del suelo, sin éxito. “A día de hoy, las personas que viven en esta zona están aisladas y el ejército no permite a nadie entrar allí. Ni familiares, ni periodistas, ni profesores, ni médicos”, explica A. A.
La resistencia no violenta

Ambos palestinos han elegido la vía pacífica para luchar por los derechos de la población en Cisjordania, en un momento en el que ser activista en la región de Oriente Medio no es fácil. “No tenemos la protección para contar la verdad”, afirma R. R, que hace hincapié en el caso de Ayman Ghrayeb.

“Estuvimos sin saber de él durante tres días y después nos dijeron que estaba en el hospital. Ahora está detenido por seis meses y no tiene abogado”, prosigue. Este activista fue arrestado por el Ejército israelí el pasado 17 de noviembre mientras grababa con una cámara el ataque de unos colonos a la aldea de Fasayil.

Precisamente, Ghrayeb es el fundador de Ikhilia, que pretende “dar a los agricultores y las mujeres algo para continuar con sus vidas”, según R. R. Sin embargo, otra labor que llevan a cabo organizaciones como esta es la de documentar las distintas formas de acoso por parte de los israelíes. “Sirve para luego escribir sobre ello en las redes sociales o ir a los tribunales y comisarías israelíes; aunque eso no ayude, hay que intentarlo”, afirma A. A. Además del apoyo legal, Youth of Sumud también colabora con organizaciones de derechos humanos para ofrecer ayuda humanitaria a la población.

Para los dos activistas, lo esencial es “fortalecer la resiliencia de la gente para que pueda permanecer en sus tierras”. “Si estas personas no permanecen en sus casas, será un desastre más grande”, concluye A. A.

Según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, por sus iniciales en inglés), desde el pasado 7 de octubre, 200 palestinos –52 de ellos eran niños– han sido asesinados por las fuerzas israelíes en Cisjordania. En este mismo periodo de tiempo, 2.803 palestinos han sido heridos, de los cuales al menos 355 son niños; y se han registrado 254 ataques de colonos contra la población palestina.

Los palestinos A. A. y R. R., junto con el nepalí Subhash Kattel –miembro de la Internacional de Resistentes en la Guerra (IRG)– han participado en el encuentro Desarmar el militarismo: Resistir la guerra, construir la paz, organizado por la Alternativa Antimilitarista-MOC e IRG, y celebrado a finales de noviembre en Barcelona. También han visitado Valencia y Madrid, este último acto acogido por la Fundación Anselmo Lorenzo.

Fuente: https://www.infolibre.es/internacio...

Apuntes históricos del antisionismo entre la comunidad judía

16 Noviembre 2025 at 22:44

Por Ángel Malatesta. Extraído de Regeneración Libertaria

La única apuesta para extirpar de raíz el sionismo globalmente es a través de organizar una oposición con enfoque de clase, anticolonial, y antiimperialista a nivel internacional. Para ello es fundamental que en el seno de la comunidad judía transfronteriza, se trabaje junto a organizaciones políticas en todo Oriente Próximo, donde el papel de la fuerza social de los trabajadores, y especialmente las mujeres y disidencias, tengan un rol primordial. Desde sus orígenes, la naturaleza del Estado de Israel es colonialista, genocida y de apartheid, siendo respaldada actualmente su existencia y acción de despojo y expulsión del pueblo palestino por parte de las potencias imperialistas con EEUU y Europa a la cabeza. El sionismo no es más que la puesta en práctica de esa ideología de terror y exterminio capitalista contra la humanidad, en esta ocasión con tintes ultrarreligiosos y racistas, queriendo reducir a la nada al pueblo palestino.

La causa palestina está, por lo tanto, unida a la lucha anticapitalista y anticolonial a nivel mundial a día de hoy. El sionismo, en tanto que fuerza absolutamente hegemónica en Israel defendida por el imperialismo y sus intereses estratégicos en Oriente, se ha convertido en una doctrina política que ha secuestrado al propio pueblo judío, y a toda la humanidad. Rastrear en la historia de la comunidad judía la oposición verdaderamente de clase e internacionalista que desde sus albores ha combatido al sionismo, marcan un camino indispensable para la construcción de esa lucha en la actualidad. El sionismo ha hecho bandera del antisemitismo frente a toda crítica a su proyecto genocida y, sin embargo, después del pueblo palestino, el sionismo tiene por principal enemigo a cualquier otro judío que no sea sionista. Utiliza el sufrimiento histórico del pueblo judío para legitimar un proyecto colonial opresor contra otro pueblo.

Origen del sionismo instalado en un proyecto nacionalista y colonial

El sionismo había nacido en Europa a finales del siglo XIX como una rama del nacionalismo moderno en el seno del judaísmo secular. Los estados-nación europeos rechazaron en sus proyectos políticos a comunidades sociales que no pudieran ser incluidas en ese ideal nacionalista, y por lo tanto se iniciaron fuertes opresiones hacia numerosos pueblos disgregadores de ese orden nacional. No todas esas comunidades han resistido conformando proyectos políticos hegemónicos que buscasen construir estados-nación opresores de otros pueblos. Sin embargo, en 1897 se funda la Organización Sionista Mundial, donde se aboga por la creación de un Estado nacional Judío, y apoyándose en la tradición judía y rabínica, comenzarán a desarrollar un proyecto político de migración hacia el territorio de la Palestina Otomana, y posteriormente el Mandato Británico de Palestina. Partiendo de que el pueblo judío conformaban una nación ancestral, se inicia como un proyecto colonialista integrado en el nacionalismo de su época, y por tanto, de un proyecto de dominación de las burguesías nacionales en pugna en el capitalismo. Se iniciaron las olas de colonización sionista, o «Aliyá» en su denominación hebrea, promoviendo asentamientos agrícolas con apoyo financiero de sionistas europeos. Alcanzarían su objetivo principal en 1948 con la creación del Estado de Israel como proyecto supremacista, y en la agenda del imperialismo capitalista como principal aliado y desestabilizador de Oriente desde la segunda mitad del siglo XX.

Estos grupúsculos sionistas fueron minoritarios inicialmente, y aprovechaban las situaciones violentas de pogromos antisemitas en Europa para justificar su proyecto nacional como una emancipación. Sin embargo, una mayoría de judíos europeos apostaban por la defensa de la clase obrera y la revolución en los países en los que habitaban, rechazando la idea de crear un estado-nación israelí, que era un proyecto político en la línea burguesa y colonial. Los nacionalismos siempre engendran respuestas expansionistas y reactivas que ofrecieron como resultado la creación de los fascismos, y el sionismo tiene su origen en esa doctrina, enmarcada en un nivel superior de explotación capitalista e imperialista.

La creación del «Bund», la oposición judía antisionista y socialista revolucionaria

En la zona oriental de Europa los trabajadores judíos venían organizándose en agrupaciones revolucionarias desde mediados del siglo XIX, siendo especialmente activos en la Rusia zarista, encuadrados en organizaciones socialistas. La Liga General de Trabajadores Judíos se funda también en 1897, concretamente en Vilna (Lituania), congregando a judíos polacos, rusos, bielorrusos o lituanos del territorio del Imperio Ruso, bajo la denominación en yidis de «Bund».

Este movimiento judío antisionista fue una de las organizaciones de izquierdas más relevantes en preparar el terreno para el estallido de la Revolución Rusa de 1905, y muchos de sus miembros fueron perseguidos por las autoridades zaristas por su doble condición de judíos y socialistas. El «Bund» creó toda una red de autoprotección del antisemitismo en estrecha relación con la creación de un proyecto emancipador socialista revolucionario. Organizaron escuelas, bibliotecas, clubes deportivos, e incluso centros sanitarios donde se atendía a las clases populares excluidas.

Esta organización judía antisionista se unió al Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR), fundado en Minsk, que era de ideología marxista. Portaban en su seno una posición internacionalista, viendo el sionismo como un proyecto profundamente nacionalista, mientras que el «Bund» propiciaba priorizar la lucha de clase en los territorios donde hubiera comunidades judías en Europa. En la Revolución Soviética de 1917 mantuvieron disputas y oposiciones con la fracción bolchevique, por lo que fueron perseguidos como organización. En el periodo de Entreguerras, algunos de sus miembros pasaron a formar parte del «Kombund», judíos comunistas que apoyaban el nuevo escenario político bolchevique, aunque posteriormente la mayoría sufrirían la tortura o el asesinato por el régimen estalinista.

El «Bund» se convirtió en una fuerza importante en la comunidad judía en Nueva York, y mantuvo su fuerza clandestinamente en Lituania y Polonia. En este último país, en las campañas que hacían líderes sionistas alentando a la colonización del territorio palestino, el «Bund» les acusaba de aliarse con posturas antisemitas. También operó en Polonia el conocido como «Folkspartei» que, a diferencia del bundismo, no alentaba a la lucha de clases, sino que era un partido judío social-liberal y laico, aunque igualmente enfrentado al sionismo. Estas organizaciones como el «Bund» participaron de la resistencia contra el Holocausto nazi en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, y muchos de sus miembros acabaron asesinados.

Algunos de sus supervivientes acabaron cayendo en las tesis sionistas laboralistas y conformarían entidades colonizadoras en el territorio de Palestina tras la creación del Estado de Israel. Otros antiguos bundistas, que habían logrado exiliarse, restablecieron organizaciones en Europa o América, pero no volverían a tener la fuerza antisionista que alcanzaron en el primer tercio del siglo XX. El sionismo explotaría hasta la saciedad el Holocausto para hacer avanzar su proyecto colonialista. Las comunidades judías que, en la segunda mitad del siglo XX, se posicionaban contra Israel y su apartheid sobre Palestina, comenzaron a ser acusados por Israel de ser judíos que se odian a sí mismos. Esta persecución dentro de la propia comunidad judía por el sionismo, convierte a la ideología sionista en la principal fuerza hegemónica antisemita agresora de judíos en el mundo.

La lucha judía y palestina conjunta en territorio colonizado por Israel

Inicialmente la primera organización comunista en Palestina fue fundada en 1919 por judíos, trabajadores escindidos de la organización «Poale Zion», de la corriente del sionismo laboralista, viendo que el objetivo nacional sionista estaba siendo un engaño para la comunidad judía y que muchos trabajadores judíos eran manipulados por el sionismo para acabar en el territorio de mayoría árabe. Se estableció el Partido Socialista de los Trabajadores (MPS, en hebreo) que comenzó a denunciar el sionismo como una ideología reaccionaria en todas sus vertientes, y llamaron a la unidad de los trabajadores judíos y árabes contra el imperialismo británico valedor del sionismo. Sin embargo, ese partido comunista palestino refundado en 1923, posteriormente sería estalinizado y convertido oficialmente en Partido Comunista de Israel («Maki», por sus siglas) en los años 30, además, el propio Stalin llevaría adelante persecuciones antisemitas en la URSS. Algunos países satélite soviéticos proveerían armas a Israel a través de los miembros de ese partido comunista estalinizado, que tuvo un papel destacado en acometer la Nakba palestina en 1948.

A finales de los años 30 nació la Liga Comunista Revolucionaria en Palestina, una organización antiestalinista compuesta por jóvenes judíos trotskistas exiliados mayoritariamente de Alemania y de otras partes de Europa, quedando completamente expatriados ante los fascismos europeos. A ellos se unieron comunistas árabes como Jabra Nicola, quienes, una vez concluido el conflicto mundial y tras la Nakba palestina, se convertirían en activistas antisionistas y marxistas en diversos países europeos.

En el año 1962, nace Matzpen («Brújula» en hebreo), una organización socialista revolucionaria israelí y antisionista, que estaría activa hasta la década de los 80. Reunió a activistas judíos y árabes con diversos antecedentes en corrientes u organizaciones de izquierdas en Israel. En junio de 1967 se posicionaron contra la «Guerra de los Seis Días» y las nuevas tierras colonizadas por Israel en territorio palestino. Sus activistas entraron en contacto a través de conferencias con miembros de la nueva izquierda internacional, alcanzando incluso a comunicarse con los «Panteras Negras» en los EEUU. Además, también establecieron contactos con grupos palestinos como el Frente Democrático por la Liberación de Palestina (FDLP) o la Organización por la Liberación de Palestinas (OLP), que lideraron la lucha palestina en los años 70. Matzpen se disolvería en múltiples organizaciones de distintas corrientes del marxismo, participando posteriormente alguno de sus miembros originales en la Primera Intifada.

El anarquismo en Israel y los movimientos judíos antisionistas en la actualidad

El anarquismo en Israel puede rastrearse en los inicios del movimiento de los kibutz, comunidades y asentamientos del sionismo laboralista en territorios árabes desde las primeras oleadas judías. Igualmente que el marxismo, el anarquismo ha mantenido una relación bastante mixta, compleja y cambiante según acontecimientos internacionales en vinculación con el sionismo. Las ideas proudhonianas o incluso de Gustav Landauer influyeron en algunos de los primeros kibutzim, es decir, colonizadores de los kibutz israelíes. La organización Hapoel Hatzair (traducida del hebreo como «El joven trabajador») publicaba artículos sobre Kropotkin o Tolstoi, asegurando llevar una línea antiestatista, antimilitarista y pacifista de cooperación con los campesinos árabes. En realidad eran una vía del sionismo laboralista, que no representaban una confrontación al sionismo como proyecto colonizador. Incluso el sionista de origen ruso Joseph Trumpeldor, declarándose anarco-comunista propuso en los años 20 construir una «Comuna General en Palestina». La influencia anarquista en estos colonos judíos fue más de carácter moralista, porque no conformaron una organización declaradamente socialista libertaria y antisionista.

Tras la Nakba palestina, activistas anarquistas se posicionaron contra Israel desde el punto de vista de conformación estatal, debido a sus implicaciones racistas y colonialistas. Surgieron algunas agrupaciones anarquistas que tenían sus propias publicaciones, pero tenían un carácter aislado y una falta de conexión con las luchas sociales e internacionales fundamentalmente. Fue tras 1967, y la mencionada «Guerra de los Seis Días», cuando activistas anarquistas cooperaron con «Matzpen», y colaboraron en la creación de las «Panteras Negras Israelíes». Igualmente activistas anarquistas protestaron en el interior de Israel contra la Guerra del Líbano de 1982 con Toma Sik, superviviente del Holocausto y destacado antimilitarista israleí, fundando una sección en la Internacional de Resistentes a la Guerra («WRI» en sus siglas en inglés).

El anarquismo continuó activo en la década de 1980 como parte del movimiento punk israelí, así como entre los objetores de conciencia e insumisos que se negaron a acudir a reprimir la Primera Intifada. Se creó una efímera Federación Anarquista Israelí que protestó contra la brutalidad policial y la instalación del primer McDonalds en Israel. En los años 90 el anarquismo israelí se centra en las protestas antiglobalización, y en luchas por los derechos de los animales ayudando a configurar Anonymous for Animal Rights (similar a la organización PETA estadounidense). También algunos colectivos anarquistas israelíes se suman a proyectos movimientistas de la post-izquierda como «Food Not Bombs» o «Reclaim the Streets». Será durante la Segunda Intifada en los años 2000 cuando surgió una nueva ola de organización en torno al Movimiento de Solidaridad Internacional («ISM» por sus siglas en inglés) y anarquistas israelíes apoyaron acciones palestinas contra los checkpoints en las carreteras y los toques de queda callejeros.

En el año 2003 nace «Anarchists Against the Wall» (AatW, en sus siglas en inglés), un grupo de acción directa contra la construcción del muro israelí en Cisjordania, denunciando la limpieza étnica y la violencia que ello suponía. El grupo se autodisolvió en el año 2010 tras sufrir una enorme represión por parte de las IDF israelíes. Grupos anarquistas aislados participaron de las protestas por la justicia social en 2011 en Israel (el equivalente al movimiento 15-M u «Occupy Wall Street»). Durante esta década y concretamente en la pandemia del Covid-19, colectivos anarquistas en Haifa organizaron proyectos de apoyo mutuo y distribución de alimentos durante el confinamiento. En la actualidad, hay pocos grupos anarquistas operando en Israel con un programa antisionista que logre aunar una corriente hegemónica; y otras corrientes radicales tampoco cuestionan en su mayoría el carácter nacionalista y racista israelí. Sin embargo, en las protestas desde hace dos años en Israel se conforma un «Bloque Antiapartheid» y de boicot contra el propio estado israelí con cientos de activistas reclamando el fin de los crímenes en Palestina, y un movimiento contra el servicio militar en Israel.

Debe destacarse, a la figura de Ilan Shalif, un anarco-comunista israelí, que participó del «Matzpen» originalmente, que también apoyo a «Anarchist Against the Wall», y que la década pasada trató de impulsar «Ahdut» (traducido al castellano como «Unidad»), un colectivo anarquista comunista. En la actualidad mantiene que para detener al sionismo se debe constituir una fuerza internacionalista y antiimplerialista contra las élites israelíes; y que la causa palestina está inscrita en la lucha del «Sur Global» contra los proyectos del colonialismo.

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Costa-Gavras: “Para mí la política es el comportamiento que tenemos todos los días con los demás”

24 Noviembre 2025 at 12:37

Esta entrevista con Costa-Gavras se publicó originalmente en #LaMarea106. Puedes conseguir la revista aquí o suscribirte para recibirla y seguir apoyando el periodismo independiente.

En 2018, una fake new consiguió colarse en las redes sociales de grandes medios de comunicación como el New York Times o el Washington Post: Costa-Gavras había muerto. El bulo resultaba plausible por la avanzada edad del cineasta, que se tomó aquello con humor: «Lo prometo: cuando me muera, avisaré a todo el mundo». Hoy, en Madrid, en una deliciosa mañana de primavera, el director greco-francés, de 92 años, nos recibe haciendo gala del mismo humor afable y sencillo para presentar su película más reciente (nadie se atreve a decir todavía «su última película»): El último suspiro. Trata, precisamente, de la muerte, pero de la muerte como celebración de la vida. De la muerte digna, apacible, indolora que pueden proporcionar los cuidados paliativos. Es un tema que, por razones obvias, le apela directamente, aunque viéndolo nadie lo diría.

Costa-Gavras se esfuerza en hablar español por dos razones: la primera, porque quiere mantener su mente ágil, y la segunda, por la propia dulzura de su carácter. Se esfuerza por resultar cercano a sus interlocutores. Siempre fue así, desde que empezó a chapurrear el idioma hace 65 años, cuando aún era ayudante de dirección y vino a rodar a Torrevieja. «Yo pensaba que con mi escaso español y un poco de francés me haría entender, pero la script girl me dijo: “Para ya. Los técnicos quieren partirte la cara. No entienden nada”», recuerda riendo. «Fue un electricista el que me tomó bajo su protección y me dijo: “Yo te ayudo. Yo te voy a enseñar español”. Virgilio se llamaba. Nunca lo olvidaré. Aquella película [Hola, Robinson, de 1960] no pasará a la historia del cine, pero hicimos una amistad extraordinaria. Así es como España empezó a formar parte de mi vida. Luego conocí a Jorge Semprún… y todo lo demás».

Con ese escueto «todo lo demás» se refiere a Z (1969), La confesión (1970) y Sección especial (1974), las tres obras maestras que escribieron juntos. Con ellas vinieron los premios, el reconocimiento internacional, la consagración de sus carreras. Aunque a Costa-Gavras no le gusta la palabra «carrera». «Los que hacen carrera son los militares y los políticos», dice tirando de ironía. «Nosotros contamos historias. Escribimos para la gente, como ustedes, los periodistas. Es más una pasión que una carrera. Yo cuento historias que me tocan profundamente. Y las cuento con todas las consecuencias: pueden interesar al público o no. Puedo quedar como un idiota o resultar interesante, pero es lo que me gusta hacer. Y creo que esto se lo debo a mi padre, que participó en dos guerras y tuvo una vida muy difícil, llena de aventuras, y le encantaba contar historias. Ese placer de contar historias me ha perseguido desde siempre».

Aquella no fue la única herencia paterna: como hijo de opositor al régimen (su padre era radicalmente antimonárquico), no se le permitió matricularse en la universidad en Grecia, por lo que hizo las maletas con 19 años y se marchó a París a estudiar. De entrada, literatura en la Sorbona; más tarde, cine en el Instituto de Altos Estudios de Cinematografía. Trabajó como ayudante de dirección de Henri Verneuil, Jacques Demy y René Clément. En los años sesenta ya estaba listo para contar sus propias historias, lo que consiguió hacer gracias al apoyo de dos amigos (y camaradas) muy queridos: Yves Montand y Simone Signoret.

Las historias de Costa-Gavras han versado sobre el poder, la tiranía, el colaboracionismo, la resistencia, la justicia, el trabajo, las finanzas… Pero hay un tema muy concreto que le interesa especialmente desde que se puso detrás de una cámara por primera vez: «La relación de mi generación con el comunismo», admite.

La izquierda contra Stalin

«La lucha de Stalin contra Hitler fue fundamental», nos cuenta el cineasta. «En la batalla de Stalingrado, Hitler perdió 500.000 soldados y aquello a nosotros nos pareció algo extraordinario. Luego, poco a poco, nos fuimos dando cuenta de la verdad, cesó aquel entusiasmo por Stalin y yo me propuse contar lo contrario». Lo hizo explícitamente en La confesión, en la que adaptaba el libro del checoslovaco Artur London, exbrigadista durante la guerra civil española, superviviente de los campos de concentración nazis y viceministro de Asuntos Exteriores que fue víctima de la purga estalinista organizada alrededor del llamado «proceso Slansky». Aquella película, que mostraba los crueles interrogatorios a los que fueron sometidos los acusados, fue severamente criticada por los comunistas ortodoxos. A pesar de todo, Yves Montand, que se dejó la piel interpretando a London (perdió 12 kilos durante el rodaje para darle verosimilitud a su torturado personaje), también recibió telegramas de felicitación por parte de muchos militantes. La película se cerraba con la imagen de una pintada real en mitad de la trágica Primavera de Praga de 1968: «Lenin, despierta. Se han vuelto locos».

«La confesión se estrenó en España cuando aún vivía Franco y cambiaron algunos diálogos en el doblaje –explica Costa-Gavras–. London dice en la película: “Yo sigo siendo comunista”. Y explica por qué, pero eso en España no se oyó. La película no iba en contra de la ideología del comunismo sino contra Stalin y lo que hizo con esta ideología. ¿Qué es el comunismo? Yo no lo sé, porque nunca ha habido una auténtica aplicación».

Los comunistas fieles a Moscú le acusaron de venderse a los americanos, pero les cerró la boca con su siguiente título: Estado de sitio (1973). Simone Signoret contaba en sus memorias lo que significó esta película: «Desmonta y pone a la luz el funcionamiento de la CIA en América Latina. Con la ayuda de Allende rodó esta película en Chile antes de que Chile cayera. Nunca nadie ha mostrado un film-documento tan terrorífico y tan riguroso sobre la CIA». Era lógico, claro, que Costa-Gavras se ocupara de saldar cuentas con la dictadura chilena en Desaparecido (1982), con la que ganó la Palma de Oro en Cannes y el Oscar al mejor guion. Después se atrevió también con el conflicto palestino-israelí en Hannah K. (1983), una película que volvió a encender la polémica: narraba la historia de un palestino que quiere recuperar su casa familiar y de la abogada judía que lo defiende. La cinta, tras las protestas israelíes, fue retirada abruptamente de la cartelera estadounidense.

«En un cierto momento, Arafat hizo amistad con Isaac Rabin. Ambos llegaron a un acuerdo para parar el conflicto, pero mataron a Rabin y la situación desde entonces es peor y peor, hasta llegar al terrible estado actual», expone el director. «Rodamos Hannah K. con actores y técnicos israelíes y palestinos. Todos juntos. Pasé mucho tiempo allí y el tema me afectó mucho. Llegué a entrevistarme con 12 alcaldes palestinos y todos decían lo mismo: queremos paz, una relación directa con Israel, nada de violencia… Todo eso se acabó. Murió. Es una tragedia».

Costa-Gavras
Ángela Molina abraza a Costa-Gavras durante el rodaje de El último suspiro, calificada por la crítica como «su mejor película en 20 años». WANDA FILMS

En 2021 Costa-Gavras publicó un libro junto a Edwy Plenel, entonces director de Mediapart, titulado Todas las películas son políticas. Es algo que cree realmente y lo aplica incluso a un título tan íntimo y reflexivo como El último suspiro. «La política no es votar por la izquierda, por el centro o por la derecha cada cuatro años –explica–. Para mí la política es el comportamiento que tenemos todos los días con los demás, cómo nos tratamos, cómo nos cuidamos unos a otros. Esta relación continua es la política. Vivir todos juntos en una ciudad es una manera de hacer política. Y hacer cine o teatro implica también una relación. Lo que usted va a escribir, este triángulo que ahora tenemos usted, yo y sus lectores es completamente político. No podemos escapar de eso».


‘El ultimo suspiro’, de Costa-Gavras, se estrenó en cines el pasado mes de abril y se encuentra ya disponible en la plataforma de Movistar+.

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El Consejo de Seguridad de la ONU respalda el plan de Trump para Gaza

18 Noviembre 2025 at 00:11
Por: La Marea

El Consejo de Seguridad de la ONU ha adoptado una resolución redactada por Estados Unidos que respalda el plan de Trump para Gaza, con un gobierno transitorio y el despliegue de una fuerza internacional. El texto, aprobado con 13 votos a favor y las abstenciones de Rusia y China, apoya la segunda fase del plan de 20 puntos del presidente estadounidense, con la que se inició un alto el fuego –violado a cada momento– tras dos años de genocidio.

Según informa la ONU, la última versión del documento plantea la creación de una Fuerza Internacional de Estabilización (ISF por sus siglas en inglés) y un gobierno transitorio para Gaza. La resolución pide “el establecimiento de la Junta de Paz, como «una administración de transición con personalidad jurídica internacional».

La Junta, que estará dirigida por el presidente Trump, «coordinará la entrega de asistencia humanitaria, facilitará el desarrollo de Gaza y apoyará a un comité tecnocrático de palestinos responsable de las operaciones cotidianas de Gaza, del servicio civil y de la administración», dijo el embajador estaounidense, Mike Waltz. Transferiría esos poderes al Gobierno Autónomo Palestino, cuando «haya haya completado satisfactoriamente su programa de reformas». El borrador no detalla cuáles deberían ser esas reformas.

A diferencia de los borradores anteriores, la última versión menciona la creación de un futuro Estado palestino reconocido globalmente. Una vez que la Autoridad Palestina haya llevado a cabo las reformas solicitadas y la reconstrucción de Gaza esté en marcha, “se podrán dar por fin las condiciones necesarias para una vía factible hacia la libre determinación y la condición de Estado de Palestina. Estados Unidos establecerán un diálogo entre Israel y la población palestina para acordar un horizonte político que permita alcanzar una coexistencia pacífica y próspera”.

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Libro “21 lecciones para el siglo XXI” de Y.N. Harari (resumen)

Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"Sus dos anteriores libros fueron “Sapiens” y “Homo Deus” y en ellos se exploraba la historia del hombre y su futuro, respectivamente. Aquí, Yuval Noah Harari nos presenta un compendio de 21 temas esenciales para el presente. Mientras estamos atareados en nuestros problemas cotidianos, están pasando cosas a nivel global que nos deberían importar.

“A la filosofía, a la religión y a la ciencia se les está acabando el tiempo”. La inminente crisis ecológica, la creciente amenaza de las armas de destrucción masiva y el auge de las nuevas tecnologías disruptivas no permitirá prolongar mucho más el debate sobre el significado de la vida. Porque ese significado se ha de usar para tomar decisiones importantes (en ciencia, biotecnología, inteligencia artificial…). Los mercados son impacientes y no toman siempre las mejores decisiones para todos.

1. Decepción ante la ausencia de una ideología convincente

“Relatos Ecoanimalistas” —Colección de relatos ecologistas y animalistas.
“Relatos Ecoanimalistas” —Colección de relatos cortos, ideal para regalar a personas, sean o no ecologistas o animalistas. Aumentará la conciencia ambiental del planeta. Gracias.

Tras la caída del fascismo y del comunismo, el liberalismo se ha impuesto casi por todo el mundo de una u otra forma, defendiendo cosas tan bonitas como la libertad, los derechos humanos, la libertad de movimiento (más para el dinero que para las personas, ciertamente), o el libre mercado (que con tanto acierto criticó N. Klein). Pero desde la crisis global de 2008, los decepcionados por el liberalismo crecen y hay, además, dos retos que para Harari son muy inquietantes: la infotecnología (desarrollos tecnológicos, inteligencia artificial, robots…) y la biotecnología (modificar genes, transgénicos…). “Los humanos siempre han sido mucho más duchos en inventar herramientas que en usarlas sabiamente. Es más fácil reconducir un río mediante la construcción de una presa que predecir las complejas consecuencias que ello tendrá para el sistema ecológico de la región”.

El poder de “manipular el mundo” ha llevado a que “nos enfrentamos a un colapso ecológico”, porque las revoluciones en biotecnología y en infotecnología las lideran científicos o emprendedores “que apenas son conscientes de las implicaciones políticas de sus decisiones”. Así, “Donald Trump advirtió a los votantes que mexicanos y chinos les quitarían el trabajo y (…) nunca advirtió a los votantes que los algoritmos les quitarían el trabajo” (poniendo a las máquinas a trabajar). “Quizá en el siglo XXI las revueltas populistas se organicen no contra una élite económica que explota a la gente, sino contra una élite económica que no la necesita”. Cada vez se precisan menos trabajadores y ahora debemos ya empezar a buscar soluciones (como reducir la jornada laboral o la renta básica), antes de alcanzar el “desempleo masivo”.

Los que votaron a Trump en EE.UU. o a favor del Brexit en Reino Unido, no rechazaron el liberalismo totalmente pero sí quisieron encerrarse un poco en su casa y que se adoptaran “políticas intolerantes para con los extranjeros”. Pretender aislarse, como pide el nacionalismo, es una política inviable en la era de internet y del calentamiento global. China lo hace al revés: aplica el liberalismo más fuera de sus fronteras que dentro, mientras Rusia aplica un liberalismo atroz que genera la “mayor desigualdad del mundo” (el 87% de la riqueza está en manos del 10% de los más ricos) y el islamismo solo atrae a algunos de los que crecieron en su seno. A pesar de todo, la humanidad no puede abandonar el liberalismo, “porque no tiene ninguna alternativa”, aunque tampoco ofrece respuestas “a los mayores problemas a los que nos enfrentamos: el colapso ecológico y la disrupción tecnológica”. El liberalismo todo lo resuelve con el crecimiento económico pero esa solución no sirve porque ya sabemos que esa es precisamente la causa de la crisis ecológica y que gran parte de la tecnología tiene un fuerte impacto social y ambiental. Por eso, para Harari la primera medida es la perplejidad: reconocer que no sabemos lo que está ocurriendo.

2. Trabajo: en el futuro habrá mucho menos empleo

La robotización tiene ventajas e inconvenientesEs obvio que las máquinas y los robots están efectuando cada vez más trabajos: mejoran nuestra vida y, a la vez, nos quitan el trabajo. El poder de las máquinas, junto con la IA (Inteligencia Artificial) es inmenso y tienen dos capacidades muy importantes: la conectividad y la capacidad de actualización. Por ejemplo, en conducción automática de vehículos, dos coches podrían conectarse para acordar quien pasa primero y evitar colisionar. Además, cualquier nueva norma de tráfico o mejora del software podría actualizarse en todos los vehículos automáticos de forma inmediata.

También es cierto que se están creando nuevos empleos, pero en general exigen “un gran nivel de pericia y, por tanto, no resolverán los problemas de los trabajadores no cualificados”. Podría ocurrir que padezcamos “a la vez unas tasas de desempleo elevadas y escasez de mano de obra especializada”. Además, dado la vertiginosa velocidad de cambio, podrían ser profesiones que surgen y desaparecen en cuestión de una década, por lo que es muy complicado exigir derechos laborales o crear sindicatos en tales circunstancias. El autor sostiene que “hoy ya son pocos los empleados que esperan ocupar el mismo empleo toda la vida”. Además reconoce que “el cambio es siempre estresante” y podría ser complicado reeducar a miles de empleados.

Por otra parte, evitar la pérdida de puestos de trabajo no es una buena opción, porque supone abandonar las ventajas de la mecanización, pero tampoco podemos hacerlo sin dar alternativas a los empleados. Harari alaba lo que ocurre en Escandinavia, donde los gobiernos siguen el lema «proteger a los obreros, no los empleos». Una forma de hacer esto es lo que llamamos las dos erres urgentes: Reducir la jornada laboral y la RBU (Renta Básica Universal). Por supuesto, también se está aplicando en muchos países la subvención de servicios básicos universales: educación, sanidad, transporte… Pero en estas opciones el problema está en definir qué es «universal» y qué es «básico»:

  • Por universal se suele interpretar la población nacionalizada en un país, pero hay que tener en cuenta que las principales víctimas de la automatización quizá no vivan en donde se apruebe la RBU o esos servicios básicos universales. Automatizar en exceso podría generar la ruina en países en desarrollo que actualmente están dando mano de obra barata a los países ricos.
  • Por básico se puede interpretar la comida que un sapiens requiere (entre 1500 y 2500 calorías), pero también se pueden considerar básicos aspectos como la educación, la sanidad, el acceso a internet…

El problema es complejo, porque contentar a los sapiens no es tarea sencilla. La felicidad puede depender de las expectativas y éstas dependen de las circunstancias. Por tanto, aunque se mejoren las condiciones, no se garantiza que haya satisfacción. Como ejemplo exitoso cita el caso de Israel, país que obtiene buenos resultados en la satisfacción de la población, en parte gracias a un montón de personas pobres que no trabajan y que se dedican exclusivamente a cuestiones religiosas (el 50% de los hombres judíos ultraortodoxos). El gobierno da generosas subvenciones y se constata que debatir el Talmud es más satisfactorio que el trabajo de los obreros. Así pues, “la búsqueda de plenitud y de comunidad podría eclipsar la búsqueda de un puesto de trabajo”. El objetivo debería ser combinar una red de seguridad económica universal y básica, comunidades fuertes con servicios básicos universales y educar para una búsqueda de una vida plena. Esto podría compensar la pérdida de empleos y mejorar la calidad de vida de la gente.

“Dado el inmenso poder destructor de nuestra civilización, no podemos permitirnos más modelos fallidos”, pues equivocarnos ahora podría acabar en una guerra nuclear, en desastres por manipulación genética o en un colapso completo de la biosfera.

3. Libertad: computadoras y big data contra los derechos humanos

Lee un resumen de este otro libro de Harari. En Nexus habla de la Inteligencia Artificial, de la democracia y del futuro.
Lee un resumen de este otro libro de Harari. En Nexus habla de la Inteligencia Artificial, de la democracia y del futuro.

Dice Harari que “los referéndums y las elecciones tienen siempre que ver con los sentimientos humanos, no con la racionalidad”. Aunque algunas personas están más informadas y otras son más racionales, al final cada voto cuenta lo mismo y los sentimientos son los que guían a la mayoría. El biólogo Richard Dawkins dijo a propósito de la votación del Brexit que someterlo a referéndum es como «dejar que los pasajeros de un avión votaran en qué pista debería aterrizar el piloto». Teniendo esto en cuenta, queda claro el alto interés en acceder al corazón humano, a sus entresijos y a cómo manipularlo. Si se consiguiera en grado suficiente, la política sería “un espectáculo de títeres emocional”.

Pensemos que, al final, los sentimientos están basados en el cálculo. Millones de neuronas calculan, por ejemplo, cuando tener miedo según la probabilidad de ser dañados. Los sentimientos “encarnan la racionalidad evolutiva”, pero “pronto los algoritmos informáticos podrán aconsejarnos mejor que los sentimientos humanos”. Seguramente cometerán errores, pero solo se necesita que sean, de media, mejor que nosotros, lo cual “no es muy difícil, porque la mayoría de las personas no se conocen muy bien a sí mismas, y (…) suelen cometer terribles equivocaciones en las decisiones más importantes de su vida”. Incluso en ética, las máquinas superarán a la mayoría de los humanos, porque las máquinas no tienen emociones. Se ha demostrado que las emociones humanas controlan las decisiones humanas, por encima de sus ideologías o de sus planteamientos filosóficos. La selección natural no ha seleccionado a los homínidos más éticos, sino a los que gracias a sus emociones (miedo, deseo…) han conseguido reproducirse con más éxito. Por otra parte, “los ordenadores no tienen subconsciente” y si fallaran, resultaría “mucho más fácil corregir el programa que librar a los humanos de sus prejuicios”. Esto abre mercado a los filósofos, pues hará falta la filosofía para hacer buenos programas.

Cuando las decisiones importantes las tomen los algoritmos, basados en el cómputo de millones de datos (macrodatos o big data), ¿dónde queda nuestra libertad? ¿Confiaremos en los algoritmos para que nos escojan pareja, qué estudiar o dónde trabajar? ¿Escogerán también a quien votar? ¿Qué sentido tienen entonces las elecciones y los mercados libres?

Ya hoy día la gente confía en Google para hallar respuestas mientras “la capacidad para buscar información por nosotros mismos disminuye”. Esto hace que la gente considere «verdad» lo que aparece en los primeros resultados de la respuesta de Google. Más aún, la capacidad para orientarse es como un músculo que o lo usas o lo pierdes, y mucha gente depende tanto de Google Maps que si falla se encuentra completamente perdida.

El que controle esos algoritmos de macrodatos, controlará buena parte del mundo. Un ejemplo está en Israel, país que controla el cielo, las ondas de radio, el ciberespacio y el mar y, gracias a ello, un puñado de soldados pueden controlar a 2.5 millones de palestinos en Cisjordania. Y lo hacen usando IA: en 2017 un palestino publicó una foto poniendo en árabe “¡Buenos días!”. Un algoritmo israelí confundió las letras árabes y lo tradujo como “¡Mátalos!” y el obrero fue detenido. Quedó en libertad cuando se aclaró el error, pero el incidente demuestra la importancia de la IA para controlar a la población. Llevado al extremo, en manos de gobiernos autoritarios las herramientas de IA podrían controlar a la población “más incluso que en la Alemania nazi”.

Usando las reglas de la selección natural, hemos criado vacas dóciles que producen más leche, pero que son inferiores en otros aspectos. Igualmente, “estamos creando humanos mansos” pero que “en absoluto maximizan el potencial humano”. De hecho, “sabemos poquísimo de la mente humana”, mientras la investigación se centra en mejorar los ordenadores y los algoritmos. “Si no somos prudentes, terminaremos con humanos degradados que usarán mal ordenadores mejorados”. Para Harari esto podría provocar el caos, “acabar con la libertad” y “crear las sociedades más desiguales que jamás hayan existido”. La inmensa mayoría de la gente podría sufrir algo peor que la explotación: la irrelevancia.

4.  Igualdad: El que tenga los datos dominará el mundo

Los primeros grupos de sapiens eran más igualitarios que cualquier sociedad posterior. La revolución agrícola multiplicó la propiedad (tierra, herramientas…) y con ella la desigualdad. En el siglo XX se ha reducido la desigualdad en muchos países, pero “hay indicios de una desigualdad creciente”: “El 1% más rico posee la mitad de las riquezas del mundo” (y es responsable de la mitad de la contaminación mundial) y las 100 personas más ricas tienen más que los 4.000 millones más pobres. En el futuro, la biotecnología podría dar ventajas a ciertos sapiens (mayor longevidad, mejores capacidades físicas…) y podrían generarse “castas biológicas”, lo cual ahondará en la desigualdad. También insiste en el poder de la infotecnología para eliminar la utilidad de los humanos para las élites.

Antiguamente la tierra era el bien más importante. Luego pasaron a ser las máquinas y la industria. Hoy, cada vez tienen más importancia los datos. Empresas como Google, Facebook, Baidu y Tencent lo saben bien. Por ejemplo, Google nos proporciona servicios gratuitos, pero gracias a eso consigue millones de datos de sus usuarios. Esos datos valen mucho. No solo para ponernos la publicidad en la que caeremos con mayor probabilidad. Creemos que Google nos ayuda mucho, pero nosotros ayudamos a Google mucho más, porque mientras Google solo nos hace la vida un poco más fácil, nosotros somos los que permitimos que Google pueda existir haciendo negocio con nuestros datos. Así, en el futuro habrá que responder a una pregunta clave en nuestra era: ¿quién es el propietario de los datos? (datos sobre nuestros hábitos, nuestro ADN, nuestros gustos…). Tenemos experiencia regulando la propiedad de la tierra y la propiedad de la industria, pero “no tenemos mucha experiencia en regular la propiedad de los datos”, los cuales tienen características especiales (fáciles de copiar y de transportar, están en muchos sitios y en muchos formatos…).

¿Qué prefieres? ¿Libertad o igualdad?

5. Comunidad: “La gente lleva vidas cada vez más solitarias en un planeta cada vez más conectado”

Las redes sociales están rompiendo aún más las comunidades íntimas, las cuales ya están bastante sustituidas por gobiernos y empresas. Facebook se propuso conectar a los humanos, pero el escándalo de Cambridge Analytica reveló que se recogían datos “para manipular las elecciones en todo el mundo”. En teoría, las redes sociales pueden contribuir a fortalecer el tejido social y a hacer que el mundo esté más unido (ingeniería social), pero es complicado porque eso choca con intereses empresariales. Mientras la gente esté más interesada en el ciberespacio que en lo que pasa en su calle hay mayores posibilidades de manipularlo y de sacarle el dinero online. No olvidemos que los gigantes tecnológicos han sido acusados repetidas veces de evasión fiscal. ¿Es creíble que empresas que no pagan sus impuestos nos vayan a ayudar realmente a crear comunidades fuera del mundo virtual?

6. Civilización: Solo existe ya una civilización

Harari desmonta la teoría de que hay un choque de civilizaciones, pues en realidad la globalización tiende a unir cada vez más a la gente y no es posible, ni deseable, dar marcha atrás. “Hace diez mil años la humanidad estaba dividida en incontables tribus aisladas. Con cada milenio que pasaba, estas tribus se fusionaron en grupos cada vez mayores”. El proceso de unificación de la humanidad se ve claro si uno piensa los vínculos que hay entre los distintos grupos y las prácticas comunes entre ellos. Con sus diferencias, todos los países aceptan una serie de protocolos diplomáticos, leyes internacionales… y participan en los Juegos Olímpicos bajo las mismas reglas, lo cual es “un asombroso acuerdo global” y debemos “sentir orgullo porque la humanidad sea capaz de organizar un acontecimiento de este tipo”. Más aún, todos comparten similares reglas económicas, confianza en el dinero, los médicos comparten conocimientos y tienen similares protocolos… “La gente tiene todavía diferentes religiones e identidades nacionales. Pero cuando se trata de asuntos prácticos (…) casi todos pertenecemos a la misma civilización“. Nuestras diversas opiniones traerán debates y conflictos, pero eso nos hará aún más conectados, más interdependientes.

7. Nacionalismo: La historia tiende a unirnos, no a separarnos

El Brexit o el nacionalismo en Cataluña… ¿a qué se deben? ¿pueden dar respuestas a los problemas más importantes? Las formas moderadas de patriotismo pueden ser benignas. “El problema empieza cuando el patriotismo benigno se metamorfosea en ultranacionalismo patriotero”, lo cual es “terreno fértil para los conflictos violentos”. En el pasado era razonable buscar seguridad y sentido en el regazo de la nación, pero hoy, sin negar eso, tenemos al menos tres retos que nos obligan a trabajar más conjuntamente. La guerra nuclear es el primero y ciertamente en este campo lo estamos haciendo bien: a pesar de las guerras, hoy mueren menos personas por violencia humana que por obesidad, accidentes de tráfico o suicidio. El miedo a la guerra nuclear hace que los estados poderosos piensen bien antes de meterse en una guerra que sería desastrosa para el planeta.Resumen del libro "Sapiens", muy recomendable. Haz click para leerlo.

El segundo reto es el cambio climático y el desastre ambiental  (contaminación de la agricultura, pérdida de biodiversidad…). “Un agricultor que cultive maíz en Iowa podría, sin saberlo, estar matando peces en el golfo de México”. Homo sapiens ha pasado de ser un asesino ecológico en serie (como explica Harari en su libro Sapiens) a ser un asesino ecológico en masa. “Los científicos están de acuerdo en que las actividades humanas (…) hacen que el clima de la Tierra cambie a un ritmo alarmante. (…) Es fundamental que realmente hagamos algo al respecto ahora”. Harari tiene claro que el nacionalismo no puede sino empeorar la respuesta a este problema, porque las actuaciones “para ser efectivas, tienen que emprenderse a un nivel global”. Harari subraya que la industria de la carne, además del enorme sufrimiento que infringe, “es una de las principales causas del calentamiento global, una de las principales consumidoras de antibióticos y venenos, y una de las mayores contaminadoras de aire, tierra y agua” (producir 1 kilo de carne puede consumir 15.000 litros de agua).

El tercer reto es la disrupción tecnológica (biotecnología e infotecnología). A muchos nacionalistas les gustaría volver a tiempos pasados, pero eso es algo imposible. Estos tres retos pueden servir para “forjar una identidad común” que permita afrontar los riesgos. Por supuesto, queda espacio para “ese patriotismo que celebra la singularidad de mi nación y destaca mis obligaciones especiales hacia ella”. Harari ve claro que debemos “globalizar nuestra política”, lo cual no implica necesariamente un gobierno global, sino que todos los gobiernos (nacionales o de ciudades) “den mucha más relevancia a los problemas y los intereses globales”. Por ejemplo, recientemente muchas ciudades se han propuesto muchos retos en el llamado Pacto de Milán, como por ejemplo reducir el consumo de carne.

8. Religión: ¿Una ayuda para la unión del mundo o un inconveniente?

¿Pueden las religiones ayudar a resolver los problemas? Para Harari hay tres tipos de problemas —técnicos, políticos y de identidad— y las religiones solo pueden ayudar en el último tipo. Precisamente porque no ofrecen soluciones interesantes a los dos primeros tipos de problemas, “la autoridad religiosa ha estado reduciéndose”. Por ejemplo, cada vez menos gente acude a la religión ante problemas de salud, y si acude, lo hace después de acudir a la ciencia. A nivel político tampoco la religión ofrece alternativas globales a los retos actuales. De hecho, en muchos casos se desoye la religión cuando están en juego intereses políticos. Harari dice que “aunque algunas de las cosas que dijo Jesús suenan a comunismo total, (…) buenos capitalistas norteamericanos seguían leyendo el Sermón de la Montaña sin apenas darse cuenta”. Otras veces es la religión la que intenta meterse en política, con escaso éxito. Tal es el caso de la encíclica “ecológica” del Papa Francisco, “Laudato Si” (véase aquí un resumen sobre ella).

Las religiones determinan quiénes somos y quiénes son los demás. Es aquí donde la religión puede jugar un papel importante. Las religiones continuarán siendo importantes y pueden contribuir a la unión del mundo pero, como el nacionalismo, en demasiados casos lo que hacen es dividir y generar hostilidades.

9. Inmigración: La discriminación por la cultura genera injusticias

“Aunque la globalización ha reducido muchísimo las diferencias culturales en todo el planeta, a la vez ha hecho que sea más fácil toparse con extranjeros y que nos sintamos molestos por sus rarezas”. Pero las migraciones son naturales en el hombre a lo largo de toda su historia, y hoy el problema más grave está en Europa. La Unión Europea ha conseguido convivir con las diferencias entre los distintos países pero tiene problemas para convivir con todos los inmigrantes y refugiados que llegan.

Para Harari, “mientras no sepamos si la integración es un deber o un favor, qué nivel de integración se exige a los inmigrantes y con qué rapidez los países anfitriones deben tratarlos como ciudadanos de pleno derecho, no podremos juzgar si las dos partes cumplen sus obligaciones”. Pero si esa evaluación se hace de forma colectiva pueden generarse injusticias. Por otra parte, cada cultura tiene distinto nivel de aceptación a otros. Harari resalta que “Alemania ha acogido a más refugiados sirios de los que han sido aceptados en Arabia Saudí”.

Harari dice que la gente “lucha contra el racismo tradicional sin darse cuenta de que el frente de batalla ha cambiado”, porque ahora hay discriminación por la cultura (que este autor llama «culturismo»). Así, muchas veces se culpa a los inmigrantes de tener una cultura y valores no adecuados, pero por otra parte, “en muchos casos, hay pocas razones para adoptar la cultura dominante y en muchos otros se trata de una misión casi imposible”, pues podría, por ejemplo, requerir un nivel económico o educativo imposible de alcanzar por las clases inferiores (sean o no inmigrantes). Los dos grandes problemas de la discriminación por la cultura son:

  1. Usan afirmaciones generales, poco objetivas, que evalúan una cultura como superior a otra, sin hacer una valoración completa y objetiva.
  2. Discriminan a individuos concretos en base a esas afirmaciones generales.

“Si 500 millones de europeos ricos no son capaces de acoger a unos pocos millones de refugiados pobres, ¿qué probabilidades tiene la humanidad de superar los conflictos de mucha más enjundia que acosan a nuestra civilización global?”. “La humanidad puede dar la talla si mantenemos nuestros temores bajo control y somos un poco más humildes respecto a nuestras opiniones”.

10. Terrorismo: los terroristas son débiles y su arma es el miedo

Los terroristas “matan a muy pocas personas, pero aún así consiguen aterrorizar a miles de millones”. Desde el 11-S los terroristas han matado anualmente a unas 50 personas en la UE, 10 en EE.UU…. y hasta 25.000 en el mundo (principalmente en Irak, Afganistán, Pakistán, Nigeria y Siria). “En comparación, los accidentes de tráfico matan anualmente a unos 80.000 europeos, 40.000 norteamericanos (…) y 1,25 millones de personas en todo el mundo”. Por su parte, la contaminación atmosférica mata a unos 7 millones y nuevas formas de contaminación nos invaden con efectos desconocidos.

“Existe una desproporción asombrosa entre la fuerza real de los terroristas y el miedo que consiguen inspirar”, pero ellos son débiles. Si tomamos conciencia de su debilidad, ellos serán aún más débiles, porque su mayor poder radica en el miedo que generan. Por supuesto, los gobiernos y los medios de comunicación deben luchar contra el terrorismo e informar, pero evitando la histeria. “El dinero, el tiempo y el capital político invertido en luchar contra el terrorismo no se han invertido en luchar contra el calentamiento global, el sida y la pobreza; en aportar paz y prosperidad al África subsahariana, o en forjar mejores vínculos” entre las naciones del mundo.

11. Guerra: hoy se pierde más con las guerras de lo que se gana

El militar japonés Tojo fue el culpable de que Japón se metiera en la Segunda Guerra Mundial. Sus malas decisiones generaron millones de muertos. Fue juzgado por un tribunal internacional y condenado a muerte en la horca.“Las últimas décadas han sido las más pacíficas de la historia de la humanidad” (ver datos). Antiguamente, ganar una guerra era un símbolo de prosperidad pero las cosas han cambiado. Hoy las guerras no traen prosperidad, sino miseria, porque “los principales activos económicos consisten en el conocimiento técnico e institucional más que en los trigales, las minas de oro o incluso los campos petrolíferos, y el conocimiento no se conquista mediante la guerra“. De hecho, tras la Segunda Guerra Mundial, las potencias derrotadas prosperaron como nunca antes (Alemania, Japón…). La guerra fue producto de un “error de cálculo”. Pensaron que sin nuevas conquistas estaban condenados al estancamiento económico, pero se equivocaron. Por todo esto, las nuevas guerras merecen menos la pena, pero Harari nos advierte de que no podemos confiarnos, pues “los humanos son propensos a dedicarse a actividades autodestructivas”. Y dado que un detonante de la guerra es el sentimiento de superioridad, Harari recomienda “una dosis de humildad”.

12. Humildad: ¿Y si aprendemos más de las demás culturas?

“La mayoría de la gente suele creer que es el centro del mundo y su cultura, el eje de la historia”. Pero no es así. La historia de la humanidad empezó mucho antes que las culturas actuales y continuará, tal vez, tras ellas. Harari dice que su pueblo, los judíos, “piensan también que son lo más importante del mundo”, para luego pasar a desmontar punto por punto esa “desfachatez”, desde el origen de la ética hasta las importantes contribuciones científicas de los judíos. Con respecto a lo primero, “todos los animales sociales, como lobos, delfines y monos, poseen códigos éticos, adaptados por la evolución”, así como sentimientos que muchos atribuyen solo a humanos. Además, Buda, Mahavira o Confucio crearon sistemas morales anteriores al judaísmo. Por tanto, “humanos de todas las creencias harían bien en tomarse más en serio la humildad”.

13. Dios: ¿Quién dice lo que es correcto?

Dios puede verse como un enigma del que “no sabemos absolutamente nada”, o bien, como un “legislador severo y mundano, acerca del cual sabemos demasiado”, pues se han escrito bibliotecas enteras, y se ha usado el nombre de Dios para justificar intereses de todo tipo. Aunque las religiones pueden generar amor y paz, también han generado odio y violencia y por eso, para Harari no son estrictamente necesarias, pues la moral se puede justificar sin acudir a Dios. “Hacer daño a los demás siempre me hace daño también a mí”, porque antes de hacer algo mal hay un sentimiento interno que hace daño: “antes de que matemos a alguien, nuestra ira ya ha matado nuestra paz de espíritu”.

14. Laicismo: Ser responsables sin que lo mande Dios

El laicismo no es rechazar todo lo espiritual, sino no confundir verdad con fe, no santificar ningún libro, persona o grupo como poseedores de la verdad absoluta. Y también es el compromiso con la compasión y la comprensión del sufrimiento. Por ejemplo, “la gente secular se abstiene del homicidio no porque algún libro antiguo lo prohíba, sino porque matar inflige un sufrimiento inmenso a seres conscientes”. Es mejor encontrar la motivación en la compasión que en la obediencia divina. Pero el laicismo también se encuentra con dilemas complejos y, en tal caso, “sopesan con cuidado los sentimientos de todas las partes”. El laicismo también valora la responsabilidad: “En lugar de rezar para que ocurran milagros, necesitamos preguntar qué podemos hacer nosotros para ayudar”.

15. Ignorancia: A la gente no le gustan los hechos reales

Sócrates, el defensor de la necesidad de reconocer nuestra ignoranciaLos humanos nos movemos en la ignorancia y en la irracionalidad. “La mayoría de las decisiones humanas se basan en reacciones emocionales y atajos heurísticos más que en análisis racionales. (…) No solo la racionalidad es un mito: también lo es la individualidad. Los humanos rara vez piensan por sí mismos. Más bien piensan en grupos. (…) Es probable que bombardear a la gente con hechos y mostrar su ignorancia individual resulte contraproducente. A la mayoría de las personas no les gustan demasiado los hechos y tampoco parecer estúpidas”. Más aún, los poderosos en vez de aprovechar su poder para obtener una mejor visión de la realidad, suelen emplearlo en distorsionar la verdad. Así, los que buscan la verdad deben alejarse del poder y permitirse “la pérdida de mucho tiempo vagando por aquí y por allá en la periferia” y como hizo Sócrates, “reconocer nuestra propia ignorancia individual”.

16. Justicia: ¿Somos responsables de las injusticias de las empresas?

“Nuestro sentido de la justicia podría estar anticuado”. Dependemos de una red alucinante de lazos económicos y políticos, hasta el punto de costarnos responder preguntas sencillas como de dónde viene mi almuerzo. ¿Podemos ser inocentes de las injusticias que generan las multinacionales? Harari afirma que es erróneo tener en cuenta solo las intenciones sin hacer un esfuerzo sincero por saber lo que se esconde. Pero también sostiene que “el planeta se ha vuelto demasiado complicado para nuestro cerebro de cazadores-recolectores“. “Padecemos problemas globales, sin tener una comunidad global” y por tanto, entender bien tales problemas es misión imposible. Por eso, mientras unos simplifican la realidad para hacerla abarcable, otros se centran en alguna historia conmovedora olvidando los demás datos, otros inventan teorías conspiratorias, y otros depositan su confianza en algún líder o teoría, porque “la complejidad de la realidad se vuelve tan irritante que nos vemos impelidos a imaginar una doctrina que no pueda cuestionarse” y que nos dé tranquilidad, aunque difícilmente proporcione justicia.

17. Posverdad: Los poderosos siempre mienten

Estamos rodeados de mentiras y ficciones, pero la desinformación no es nada nuevo. El autor comenta varios casos de mentiras históricas, como los relatos falsos de asesinatos rituales por parte de judíos en la Edad Media, lo cual costó la vida a muchos judíos inocentes.

Si el ser humano es capaz de matar por una causa, ¿cómo no va a ser capaz de mentir? De hecho, como explica Harari en su libro anterior, el ser humano conquistó el planeta gracias a su capacidad de crear ficciones. Cuando un grupo cree en las mismas ficciones, son capaces de cooperar de manera eficaz. “Cuando mil personas creen durante un mes algún cuento inventado, esto es una noticia falsa. Cuando mil millones de personas lo creen durante mil años, es una religión, y se nos advierte que no lo llamemos «noticia falsa» para no herir los sentimientos de los fieles”. Pero Harari aclara que no niega “la efectividad ni la benevolencia potencial de la religión”. Las religiones inspiran buenas y malas acciones.

Una de las mentiras más aceptadas en la actualidad procede de los anuncios de las marcas comerciales. Nos cuentan repetidamente un relato hasta que la gente se convence de que es la verdad. Por ejemplo: ¿con qué se asocia la Coca-Cola? ¿Con jóvenes divirtiéndose o con pacientes con diabetes y sobrepeso en un hospital? Beber Coca-Cola aumenta la probabilidad de padecer obesidad y diabetes, y no nos va a hacer jóvenes . ¿Ha funcionado el relato falso que nos cuenta Coca-Cola en su publicidad?

Harari asegura que “si queremos poder, en algún momento tendremos que difundir ficciones”, pues la verdad no siempre gusta a todos. “Como especie, los humanos prefieren el poder a la verdad. Invertimos mucho más tiempo y esfuerzo en intentar controlar el mundo que en intentar entenderlo”. Por eso, “es responsabilidad de todos dedicar tiempo y esfuerzo a descubrir nuestros prejuicios y a verificar nuestras fuentes de información”. Harari ofrece dos reglas para evitar el lavado de cerebro: a) “Si el lector consigue las noticias gratis, podría muy bien ser él el producto”. b) “Haga el esfuerzo para leer la literatura científica relevante”, pues la ciencia suele ser objetiva. Y por eso hace un llamamiento a los científicos a hacer oír su voz cuando el debate caiga dentro de su campo.

18. Ciencia ficción: No te puedes librar de la manipulación, pero tú puedes hacerte feliz a ti mismo

La ciencia ficción es un género artístico que ha de tomar importancia, porque modela lo que la gente piensa sobre cuestiones tecnológicas, sociales y económicas de nuestra época, dado que poca gente lee los artículos científicos. Muchas películas de este género, como Matrix, reflejan el miedo a estar atrapado y manipulado y el deseo de liberarse. Sin embargo, “la mente nunca está libre de manipulación”. Por ejemplo, las películas de Hollywood socavan el subconsciente creando paradigmas de lo bueno y lo correcto. Pero cuanto experimentamos en la vida se halla dentro de nuestra mente y nosotros mismos podemos manipularlo también. O sea, no podemos librarnos de la manipulación, pero tampoco necesitamos ir a Fiyi para sentir la alegría.

En la novela Un mundo feliz, Aldous Huxley describe una sociedad idílica, sin sufrimiento ni tristeza. Todo el mundo es virtuoso gracias a soma, una droga que consigue volver a la gente paciente y sin problemas. La gente sabe lo que tiene que hacer y lo hace sin esfuerzo. Es una sociedad libre de mosquitos. Pero hay un personaje, El Salvaje, que se queja alegando que la sociedad se libra de todo lo desagradable en vez de aprender a soportarlo. El Salvaje, reclama su derecho a ser libre con todas las consecuencias y el líder le dice que lo que está reclamando es el derecho a ser desgraciado, a enfermar, a vivir con incertidumbre, a sufrir hambre, miedo… El Salvaje asiente y entonces le permiten salirse de la sociedad para vivir como un ermitaño, un bicho raro en una sociedad que no le entiende y que le lleva a un triste final.

19. Educación: Conócete a ti mismo mejor que los algoritmos

Lo único que podemos asegurar del futuro es que habrá grandes cambios en poco tiempo. ¿Qué debemos enseñar a los jóvenes? Gracias a Internet y a los medios de comunicación, estamos inundados de información, contradictoria casi siempre. En educación, proporcionar más información no es lo más necesario, sino que debemos enseñar a dar sentido a la información y a discriminar lo que es o no importante. Expertos pedagogos recalcan que se deben enseñar «las cuatros CES»: pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad.

Esta necesidad de aprender constantemente y de reinventarnos choca con el hecho de que con cincuenta años “no queremos cambios”. Pero además, enseñar resiliencia, enseñar a aceptar los cambios con equilibrio mental es mucho más difícil que enseñar una fórmula de física. Para Harari, el mejor consejo que dar a los jóvenes es que no confíen demasiado en los adultos, pues aunque tengan buenas intenciones no acaban de entender el mundo.

La invención de la agricultura sirvió para enriquecer a una élite minúscula, al tiempo que esclavizaba a la mayoría de la población. Algo similar podría ocurrir con la tecnología. “Si sabes lo que quieres hacer en la vida, tal vez te ayude a obtenerlo. Pero si no lo sabes, a la tecnología le será facilísimo moldear tus objetivos por ti y tomar el control de tu vida“. Por eso, hoy es más importante que nunca algo que han repetido filósofos desde antiguo: Conócete a ti mismo, “saber qué eres y qué quieres en la vida”. Y hoy eso es más importante que nunca porque ahora hay una competencia seria: multinacionales sin conciencia ética (y partidos políticos) están trabajando duro para usar los algoritmos y el big data para conocerte mejor que tú mismo (cada vez que usas tu teléfono o tu tarjeta estás regalando valiosos datos sobre ti mismo). “Vivimos en la época de hackear a humanos” y “si los algoritmos entienden de verdad lo que ocurre dentro de ti mejor que tú mismo, la autoridad pasará a ellos”. Pero si quieres conservar cierto control de tu existencia, tendrás que conocerte bien y saber cómo liberarte porque… “¿Has visto esos zombis que vagan por las calles con la cara pegada a sus teléfonos inteligentes? ¿Crees que controlan la tecnología, o que esta los controla a ellos?”

20. Significado: ¿Para qué dar sentido a nuestras vidas?

¿Cuál es el sentido de la vida? Eterna pregunta para la que “cada generación necesita una respuesta nueva”. El libro sagrado hindú Bhagavad Gita sostiene que cada ser debe seguir su camino concreto (dharma) y si no se sigue, no se hallará paz ni alegría. Ideologías de todo tipo (religiones, política, nacionalismos…) cuentan un relato para hacer que los suyos se sientan importantes, un relato que da trascendencia a sus vidas pero que siempre tiene contradicciones que evitan aclarar. Los nacionalistas, por ejemplo, suelen centrarse solo en el valor de su nación pero no suelen aclarar el porqué de esa superioridad. Para Harari, los relatos que cuentan esas corrientes de pensamiento son invenciones humanas y siempre tienen errores. Sin embargo, esas invenciones humanas nos han permitido colaborar entre nosotros y montar sociedades complejas que podrían desmoronarse si todos nos damos cuenta de que esos relatos son falsos: “La mayoría de los relatos se mantienen cohesionados por el peso de su techo más que por la solidez de sus cimientos” (y el peso del techo representa el peligro que hay al mostrar que los cimientos son débiles).

“Si queremos conocer la verdad última de la vida, ritos y rituales son un obstáculo enorme”. Los ritos solo sirven para ayudar a mantener relatos falsos, pero también cierta armonía y estabilidad social. “Una vez que sufrimos por un relato, eso suele bastar para convencernos de que el relato es real”, porque el sufrimiento es de las cosas más reales que existen. Dado que a la gente no le gusta admitir que es tonta, cuanto más se sacrifica por una causa, más se fortalece su fe en ella. También se usa el sufrimiento hacia los demás, y dado que a la gente no le gusta admitir que es cruel, también fortalece la fe en una causa el hacer sufrir a los demás por ella. Ese “sufrimiento” (o esfuerzo) puede ser de muchos tipos: corporal, dedicación de dinero o tiempo… Harari pregunta: “¿Por qué cree el lector que las mujeres piden a sus amantes que les regalen anillos de diamantes?”. Creen que cuanto mayor es el sacrificio mayor es el compromiso. Por todo esto, los embaucadores adoran las palabras sacrificio, eternidad, pureza, redención…

Para dar sentido trascendente a la vida, algunos se centran en dejar tras la muerte algo tangible (un poema, genes…), pero puede ser complicado y, al fin y al cabo, ni siquiera el planeta es eterno (dentro de 7.700 millones de años el Sol absorberá la Tierra y el fin del universo llegará, aunque tarde al menos 13.000 millones de años). Con ese panorama, Harari se pregunta: “¿No será suficiente con que hagamos que el mundo sea un poco mejor? Podemos ayudar a alguien, y ese alguien ayudará a continuación a alguna otra persona, y así contribuiremos a la mejora general del mundo y seremos un pequeño eslabón en la gran cadena de la bondad“. En el fondo, el amor es más seguro que los demás relatos.

La gente corriente suele creer en varios relatos a la vez, sentir distintas identidades, y muchas veces hay contradicciones importantes, porque en el fondo no están convencidos de su propias creencias. La historia está llena de estas “disonancias cognitivas”. Un ejemplo son los que han ido a la guerra para defender el cristianismo, religión del amor. Pero aún hoy día hay muchos cristianos que se oponen a las políticas de bienestar social, que se oponen a ayudar a los inmigrantes o que apoyan las armas, por ejemplo. También es fácil encontrar gente que se lamenta de la injusta distribución de la riqueza pero tienen inversiones en bolsa, cuando es bien sabido que invertir en bolsa genera injusticias y desigualdad (y si tu banco no es ético también estás colaborando con sucios negocios).

Nuestros deseos nos llevan a actuar y Harari sostiene que somos libres para elegir nuestras acciones, pero no nuestros deseos. Muy poca gente es la que controla sus pensamientos. Para la mayoría, los pensamientos vienen y van de forma caótica y descontrolada. Algunas religiones enseñan a controlar la mente. Buda enseño que hay tres realidades básicas del universo: que todo cambia sin cesar, que no hay nada eterno y que nada es completamente satisfactorio. Aceptando esto, el sufrimiento cesa: “según Buda la vida no tiene sentido, y la gente no necesita crear ningún sentido”. El consejo de Buda es: «No hagas nada. Absolutamente nada». “Todo problema radica en que no paramos de hacer cosas” (física o mentalmente). No hacer nada es conseguir que la mente tampoco haga nada.

21. Meditación, para conocernos mejor

Haz click para aprender la bases teóricas e históricas del hinduísmo, la meditación, el tantra, el yoga...En el último capítulo, el autor nos cuenta su experiencia personal aclarando que no tiene porqué funcionar bien a todo el mundo. Casi por casualidad, descubrió la meditación Vipassana (introspección) que, simplificando, consiste en centrar la atención en algo concreto, como el aire que entra y sale por la nariz. La gente corriente es incapaz de mantener esta atención de forma prolongada y Harari confiesa que al instante perdía la concentración. El objetivo de esta meditación es observar las sensaciones personales. Cuando uno se enfada se centra en pensar en el objeto que supuestamente provoca el enfado y no la realidad sensorial. Harari dice que aprendió más cosas sobre sí mismo y los humanos observando sus sensaciones en diez días que durante el resto de su vida hasta ese momento y, además, sin tener que aceptar cuentos o mitologías. Basta solo con observar la realidad como es.

El origen del sufrimiento está en la propia mente. Cuando deseamos que ocurra algo y no ocurre, generamos sufrimiento. Es una reacción de la mente. Es la mente la que provoca el sufrimiento. “Aprender esto es el primer paso para dejar de generar más sufrimiento”. La meditación es cualquier método de observación directa de nuestra propia mente y, aunque la han usado muchas religiones, la meditación no es necesariamente religiosa. La meditación Vipassana advierte que no se debe practicar solo como búsqueda de experiencias especiales, sino para comprender la realidad de nuestra propia mente, aprovechando todo tipo de sensaciones por simples que sean (calor, picor…).

Meditar te ahorrará tus sufrimientosHarari dice que medita dos horas diarias y que le ayuda al resto de tareas del día. Además, recomienda meditar para conocernos a nosotros mismos, antes de que los algoritmos decidan por nosotros quiénes somos realmente.

♥ Información relacionada:

  1. Lee otros libros resumidos, para captar su esencia en poco tiempo.
  2. De Yuval Noah Harari:
  3. Dos Erres URGENTES: Renta básica y Reducción de la jornada laboral.
  4. Máquinas y robots nos quitan el empleo pero mejoran nuestra vida.
  5. Crisis ecológica, conocimiento y finitud: Fracaso del ser humano como ser racional.
  6. HINDUISMO: Upanishad, Bhagavad Gîtâ, yoga y tantra, meditación, iluminación y mucho más.

Benjamin Moser: “Ser judío y descubrirse antisionista es como salir del armario”

8 Noviembre 2025 at 08:04

Jan Lievens pasó a la historia como el artista “que no era Rembrandt”. Sus cuadros nos hacen preguntarnos si lo que vemos en el arte es la obra o el nombre del autor. Lo mismo sucede con Pieter de Hooch o Gabriël Metsu, cuyas pinturas han vivido a la sombra de Vermeer, reducidas en muchos casos por una Historia del Arte que ha querido encerrarlos bajo el título de arte de la burguesía. Para salir de los estereotipos, el escritor Benjamin Moser (Houston, 1976), conocido por sus biografías de Clarice Lispector y Susan Sontag, con la que obtuvo el Premio Pulitzer en 2020, ofrece en El mundo del revés. Encuentros con los maestros neerlandeses un viaje a través de algunos de los nombres que marcaron el siglo XVII. Una propuesta personal que invita al lector a mirar la complejidad de la vida de estos pintores, capaces de crear arte en un siglo marcado por las pandemias y las guerras.

La entrevista se desarrolla por videollamada, cuando Moser regresa de haber votado en las elecciones para la alcaldía de Nueva York. Moser, que en los últimos años no ha dudado en denunciar el silencio de una parte de la sociedad estadounidense ante el genocidio de Gaza, lleva una pegatina de Zohran Mamdani en la solapa de su chaqueta. “Es la primera vez en mi vida que he votado a alguien que no me causa reparos. Es una sensación un poco única, me ha dado mucho ánimo”, asegura en un perfecto español. Dice que Sontag, Lispector, pero también Reembrandt o Goya, algunos de sus artistas más admirados, se han convertido en sus ángeles de la guarda, un recordatorio cotidiano de que, ante el dolor de los demás, no hay permanecer callados.

El mundo del revés es una buena guía artística para llevar debajo del brazo si uno visita Holanda. Ha pasado 20 años escribiéndolo, como una forma de manifestar su amor por el país que lo acogió cuando tenía 25 años.

Escribir este libro ha sido una forma de convocar el asombro que a un extranjero le surge de forma natural, y luchar contra el exceso de familiaridad cuando te acostumbras a ver algo todos los días. Como en cualquier otro lugar, en Holanda hay cosas feas, modernas, pero yo vivo en una casa de 1600 que habría podido ser la casa de Vermeer, tiene las mismas ventanas, puedes imaginar que Vermeer está presente. En Holanda uno tiene la impresión de estar viviendo dentro de esas pinturas, es algo que no he vivido en otro país.

Puedes sentir cómo habría podido ser la vida de esa gente por todo lo que pintaron: una madre con un hijo, un perro, una casa, todo eso lo imaginamos con facilidad. Pero mientras más nos acercamos a esa pintura, más nos damos cuenta de que es algo completamente extraño en realidad. No podemos llegar a imaginar lo que tuvo que ser vivir pandemias regulares, como las que se dieron en cuatro ocasiones durante el siglo XVII en Amsterdam, que era entonces la ciudad más rica del mundo. Murió un cuarto de la población como consecuencia de las recurrentes pandemias. No podemos imaginar que era normal morirse a los 30 años. Me fascinaba esa mezcla de sentir que podemos tocar el pasado y a la vez estar ante un mundo totalmente ajeno a nosotros.

La selección de pintores que hace nos recuerda la obsesión de nuestra sociedad, y del arte contemporáneo en general, por buscar el héroe. Pero usted destaca en su libro toda una red de pintores. Sin las colaboraciones ni el intercambio de aprendizaje no se podría entender el trabajo de Rembrandt o Vermeer.

El culto al genio, que es un culto romántico, es algo que por principio excluye. Si ves un mapa de la ciudad, de donde vivían esos artistas, ves que vivían todos como en dos barrios. La gente se conocía y, por una casualidad, toda esa gente se agrupó en unas cuantas calles. Imagínate cómo habría sido eso. Es algo muy inspirador.

Gracias a estudios recientes hemos podido combatir los conocimientos sesgados que nos han llegado de esta época. Sabemos que a algunos de estos artistas se les trató de forma injusta, como los bodegones de Adriaen Coorte, tratados de arte menor, o las pinturas de Hendrick Avercamp, de quien dijeron que no merecía la pena disponer de ninguno de sus cuadros después de 1663. Tuvo que ser una archivista, sorda como él, quien descubriera en el siglo XX que Avercamp había muerto en 1664.

Por eso me parece un buen oficio el de biógrafo, crítico, profesor o el de periodista. Son gente que nos recuerda los bultos del pasado. Clara Welcker, que según decían en los años 1920 y 1930 era muy difícil, por obstinada y por trabajadora nos ha legado un gran pintor y nos ha descubierto la historia de su madre, que consiguió darle una educación con todas sus posibilidades a un niño sordo, lo que no era fácil en el siglo XVII, cuando no había ni lenguaje de signos.

Para mí ha sido muy relevante estudiar cómo vivía la gente y cómo representaban el mundo en que vivían. El arte holandés siempre ha estado asociado a un lujo, a una burguesía, pero es un equívoco total. Ellos vivían, como he dicho antes, en una sociedad totalmente diferente a la nuestra, por más que miremos a esa gente nunca podremos imaginar cómo era esa vida sin penicilina, sin teléfono, sin nada. Pero sí podemos hallar una relevancia muy actual y es que ellos también luchaban con las mismas dudas que nosotros: cómo vivieron la cuestión de la infancia, la vejez, la enfermedad… Si el arte todavía sigue siendo relevante para nosotros es porque nos habla justamente de lo eterno, cosas de las que no nos habla el teléfono o la actualidad. El resto, si era una pintura para el burgués fulano, no nos interesa. Un retrato nos interesa no por la persona que aparece en él, sino por lo que toca en nosotros. 

¿Se habría animado a publicar este libro si el mundo no estuviera hoy del revés?

Yo creo que siempre ha estado del revés. Yo no tengo mucha calma, pero tengo algo mejor, que es la perspectiva. Y eso te permite entender que el mundo siempre ha estado al revés. El mundo nunca ha estado bien, por eso siempre hemos necesitado inventarnos un mundo mejor. Y por eso hacemos arte. Por eso sigue siendo tan vibrante y tan esencial.

'Proverbios flamencos', de Pieter Bruegel (1559). Wikimedia Commons
‘Proverbios flamencos’, de Pieter Bruegel (1559). Wikimedia Commons

En su trabajo, también en las biografías de Clarice Lispector y Susan Sontag, vuelve siempre a este cuestionamiento sobre el deber del artista en la sociedad. Después de tanto tiempo dándole vueltas, ¿ha encontrado una respuesta convincente?

Creo que sí. Te respondo de otra forma porque estamos en esa lucha. Mi próximo libro, que será sobre los judíos antisionistas, es un reflejo de que no pienso callarme ante, como diría Sontag, el dolor de los demás. Tú me das el espacio en tu periódico para hablar contigo. Yo tengo ese derecho que he conquistado, digamos, por haber escrito varios libros. Esa oportunidad no quiero aprovecharla para hablar de mis vanidades personales. No sé cómo ha sido en España, pero sé cómo ha sido en Francia, en Inglaterra, en Holanda, en Estados Unidos: todo el mundo calladito sobre Palestina, un 90% de los escritores, de los artistas se han callado. Y eso me produce un asco físico. 

Los artistas que yo he escogido en este libro son todos y de formas diversísimas gente que ha tenido algo que enseñarnos, que transmitirnos. Las personas que nos interesan no son los que se callan porque si no fulanito de tal no me va a encargar un retrato por cuatro florines. Las personas que nos interesan como artistas tienen una voz y la utilizan. Mucha gente ha muerto para mí por haberse callado en medio de un genocidio. Personas que ya no me interesan. El artista es alguien que arriesga, que no se queda callado en el lado seguro.

¿Qué silencios le han dolido más?

Tantos… Es una vena abierta para mí. Una decepción tan honda con tanta gente… Por eso me suelto, no es por estar hablando en España, digo lo mismo en Estados Unidos. Le tengo absoluto desprecio a mucha gente que yo quería. Es una sensación muy amarga. Es una muerte, como una viudez de personas a las que ya no puedo ni hablar, que no puedo ni ver. Pero por más que haya perdido a mucha gente, también hay gente valiente que se ha rebelado, que ha denunciado y ha hablado. Desgraciadamente, todos los judíos tenemos el mismo pasado, la misma historia, y por más gente que haya perdido también hay otros que he descubierto, gente que denuncia y habla. Uno gana más de lo que pierde cuando se manifiesta porque hay gente que te ve y que se siente fortalecida con ese ejemplo de humanidad.

En el libro de Sontag escribí sobre el concepto gay de salir del armario. Tú lo haces porque tu vida es más fácil cuando sales del armario. Bueno, si vives en Arabia Saudita tal vez no, pero en Occidente, por lo menos, sí. Pero no lo haces solo por ti. Lo haces porque el que te ve, un niño gay que está en el colegio siendo abusado, por ejemplo, ve un ejemplo de alguien que tiene valor y se siente más fortalecido. Entonces, él sale del armario. Y después cuando lo haga él hay otro que también lo ve. Y así vamos construyendo. Aunque soy escéptico sobre si podemos construir un mundo mejor, los ejemplos de los gays, de las mujeres, de los negros en este país nos muestran que ha habido un avance espectacular. Por eso sigo luchando sin desesperarme. Por eso sigo hablando, porque es mi derecho. Si los palestinos todavía no se han desesperado y siguen luchando, ¿cómo voy yo a desistir?

¿Puede hablarnos de ese libro que publicará el año que viene?

Se llama Antisionismo, una historia judía. Es una historia totalmente suprimida, reprimida, censurada. La historia de los judíos en cinco continentes en cada manifestación religiosa, no religiosa, de derechas, de izquierdas, que por muchísimas razones han dicho que esta idea de colonizar Palestina es una idea terrible que va a llevar a un desastre para el pueblo judío y para los los habitantes de Palestina.

Es un libro que me ha gustado mucho hacer porque nadie sabe las cosas que estoy contando. Ni los especialistas. Fui dos veces a Egipto, por ejemplo, buscando a un judío egipcio que está al lado de Palestina. ¿Cómo afectó a esa gente la fundación de una colonia judía en Palestina? Resulta, por ejemplo, que a día de hoy hay dos judíos oficialmente registrados en la nación de Egipto. ¿Dónde vas a buscar a esa gente? ¿Cómo vas a encontrar a esa gente y esas historias olvidadas? Con mucho trabajo, he reconstruido 150 años de oposición al sionismo, y yo creo que eso va a dar a muchos ánimos para salir del armario. Ser judío y descubrirse antisionista es un poco como salir del armario. Muchos de nosotros tenemos familias sionistas, yo la tenía, como todo el mundo en Estados Unidos, todo el mundo era sionista, lo asumíamos porque no sabíamos que había otra historia, porque esa historia había sido ocultada.

Y lleva dos años escribiéndolo, en paralelo al genocidio. 

Empecé a trabajar en él después del 7 de octubre. Estaba haciendo otra cosa y sentí que necesitaba hacerlo ahora.

En esa fecha, después de la matanza de Hamás en Israel, muchas personas tardaron en reaccionar a lo que pasaba en Gaza. En Francia, donde vivo, a muchos de los que lo denunciaron se les acusó de antisemitismo. 

Los ortodoxos en el siglo XIX decían que el sionismo iba a reemplazar a nuestra religión. El sionismo es un nacionalismo que no tiene nada que ver con el judaísmo, es lo opuesto. El problema es que no tiene sentido discutir con un sionista, la gente se ofende o no te escucha o cree que le estás insultando a su fe. Con los convencidos no hay conversación posible. Pero hay muchísima gente, mucho más de la que se creía, que tiene preocupaciones, que tiene dudas, que dice que las cosas que me han dicho mis padres o en la sinagoga o en la comunidad, no encajan. Yo estoy dando una genealogía a esa gente para que no se sientan solos, para que puedan decir: «Ah, esa persona lo veía y esa otra y esa otra”. Y son lo mejor de nosotros: la gente más inteligente, la gente más valiente…

Lo cuenta usted en un artículo en Equator, donde habla sobre la educación religiosa que recibía en la congregación judía de Houston. Lo decía Philip Roth. En su educación religiosa no le enseñaron ninguna lengua, nada de Dios… solo una psicología que “podría traducirse en tres palabras: los judíos son mejores”.

Sí, es que era un mensaje muy suave. Yo conocía a gente sionista que vive en comunidades locas, pero para los demás, para nosotros, el mensaje que nos llegaba en las escuelas judías era un mensaje suave, no era una cosa agresiva. Pensábamos que Israel era un país más, como España o Portugal. Con cosas buenas, cosas malas, pero nadie nos dijo no es un país, es una colonia, una imposición extranjera a un pueblo que no tenía nada contra los judíos, que no había hecho nada malo contra nosotros. Y están pagando el precio de la criminalidad europea. Nadie quiso decirme eso, ¿sabes? Y bueno, ahora yo lo estoy diciendo.

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Israel estudia aprobar la pena de muerte para “terroristas” palestinos

4 Noviembre 2025 at 11:58

La última persona ejecutada por Israel fue el jerarca nazi Adolf Eichmann en 1962, pero el gobierno de Benjamín Netanyahu quiere ampliar los supuestos y volver a aplicar la pena de muerte con más asiduidad. Una comisión parlamentaria aprobó ayer un proyecto de ley para ejecutar a los «terroristas». El texto, impulsado por el ministro de Seguridad Nacional, el ultraderechista Itamar Ben Gvir, aún debe ser sometido a lectura por la Knéset.

Poder Judío, el partido de Ben Gvir, es famoso por sus reivindicaciones radicales. Entre ellas se encuentra la anexión de Cisjordania y la defensa a ultranza de los extremistas judíos, aun cuando estos hayan cometido delitos de sangre (de hecho, acostumbra a exaltar a figuras como Baruch Goldstein, autor de una masacre en Hebrón en 1994). Ampara, además, a las milicias de autodefensa judías violentas en los territorios ocupados. Esta protección a los elementos más radicales del sionismo contrasta con la pena de muerte que quiere aplicar a los llamados «terroristas» palestinos. Las autoridades israelíes utilizan la palabra «terrorista» para referirse a cualquier palestino que ataca a sus soldados o a los colonos que residen ilegalmente en Cisjordania, además de a aquellos que perpetran auténticos atentados en territorio israelí. Ben Gvir afirma que la aprobación preliminar de su texto supone «otro paso hacia la justicia histórica».

«El proyecto establece que un terrorista que asesinó a un ciudadano israelí por un motivo de racismo u hostilidad hacia el público, con la intención de dañar al Estado de Israel y la resurrección del pueblo judío en esta tierra, sea sentenciado a muerte y sólo a esta pena», dice el comunicado de Poder Judío.

Así, por ejemplo, un palestino que defienda su casa en Cisjordania de los ataques de soldados o colonos israelíes podría ser detenido en su propio país (el Estado de Palestina) por una potencia extranjera (Israel) y además ésta le podría aplicar la pena de muerte.

El coordinador israelí para rehenes y personas desaparecidas, Gal Hirsch, ha declarado que está de acuerdo con el proyecto y que el propio Netanyahu también lo apoya. Además, Ben Gvir ha amenazado con abandonar la coalición de gobierno (lo que equivale prácticamente a dejar caer a Netanyahu) si el proyecto no sale adelante.

El texto excluye, de entrada, cualquier posibilidad de enmendar un error al aplicar la sentencia: un tribunal militar podría también imponer por mayoría simple, y no por unanimidad, la pena capital, que además no podrá ser conmutada.

El diario progresista Hareetz afirma en su editorial que el «proyecto de ley deshonra a la Knéset y al Estado de Israel». La cabecera expone varias razones por las cuales volver a aplicar la pena de muerte «es un error» y destaca entre ellas que la pena capital «ha sido abolida en casi todas las democracias occidentales (con la notable excepción de ciertos estados de Estados Unidos)». Recuerda que diversos estudios han demostrado que no contribuye «en absoluto a la disuasión, y mucho menos contra terroristas cuyas acciones ya implican un riesgo significativo para sus vidas». Y añade: «El daño causado a una sociedad que ejecuta a criminales, por muy terribles que sean sus delitos, es incalculable».

Según el diario israelí Yedioth Ahronoth, el pleno de la Knéset votará el proyecto de ley a lo largo de esta semana.

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El “plan de paz” de Trump: un alto el fuego al servicio del expolio

31 Octubre 2025 at 09:24

El pasado mes, Donald Trump volvió a colocarse bajo los focos del espectáculo internacional con la pompa que tanto le gusta. En El Cairo, en una cumbre organizada por el régimen de Al-Sisi, se rodeó de mandatarios de medio mundo —Sánchez incluido— para presentar lo que él mismo calificó de “plan de paz histórico para Gaza”. La prensa más complaciente lo describió como un “acuerdo global”, un “paso hacia la estabilidad” o incluso “el fin de la guerra”. Pero, tras el humo de las declaraciones diplomáticas y las fotos de familia, lo que realmente se ha sellado no es una paz justa, ni duradera, sino un simple alto el fuego. Un respiro temporal que salva vidas —y eso, sin duda, siempre es motivo de alivio—, pero que no pone fin a la maquinaria genocida, ni a la estructura colonial que sostiene a Israel desde 1948.

Los altos el fuego son, por definición, paréntesis. Suspensiones temporales de la violencia, no su final. Y en Gaza, tras dos años de bombardeos continuos, de hambre planificada y de desplazamientos forzosos, cualquier pausa se celebra como una victoria de la supervivencia. En las calles de Rafah o Khan Younis, la gente salió con cautela a respirar el aire polvoriento sin drones sobrevolando el cielo. Pero también con miedo. Miedo a que el silencio fuera solo el preludio del siguiente estallido. Porque los 21 puntos de Trump no alteran en lo más mínimo las causas del horror: la ocupación, el bloqueo, el apartheid y la impunidad de Israel.

Trump, que ya en su anterior mandato reconoció Jerusalén como “capital indivisible” del Estado israelí y avaló la anexión de los Altos del Golán, ha vuelto a poner al servicio de Tel Aviv todo su circo mediático. Su “plan” —negociado sin representantes palestinos y presentado como si fuera una transacción inmobiliaria— tiene más de marketing geopolítico que de diplomacia. El magnate ha hecho lo que siempre ha sabido hacer mejor: vender. En este caso, vender humo revestido de paz. Y detrás de ese humo, hay contratos, licitaciones y futuras inversiones multimillonarias de constructoras y fondos occidentales que ya planean cómo reconstruir (y rentabilizar) lo que las bombas israelíes han reducido a polvo.

El negocio de la reconstrucción es el reverso del negocio de la guerra. Los mismos países que han armado a Israel durante dos años —Estados Unidos, Reino Unido, Alemania o España, entre otros— serán ahora quienes suministren cemento, tecnología y seguridad privada para “reconstruir” Gaza bajo control israelí. En otras palabras: convertir la devastación en un nuevo nicho de mercado. Las empresas que se enriquecen vendiendo misiles son las mismas que harán caja vendiendo ladrillos, y todo ello bajo la supervisión del “plan de paz” de Trump. El círculo perfecto del capitalismo militar.

Mientras tanto, el gobierno de Netanyahu, que ha firmado el acuerdo, sigue sin disimular que su plan de limpieza étnica perdura. Desde la entrada en vigor del alto el fuego, Israel lo ha violado repetidamente, con más de 256 personas asesinadas —104 de ellas solo el 28 de octubre, el día más mortífero desde el supuesto “fin de las hostilidades”–. Los ataques selectivos, las incursiones terrestres y los bloqueos de suministros básicos continúan con total normalidad, pero con un nuevo envoltorio discursivo digerible para las cancillerías europeas: el de la “defensa preventiva” o el “control de grupos terroristas”.

La hipocresía internacional alcanza niveles obscenos. Los mismos líderes que en Egipto se fotografiaron junto a Trump para celebrar la paz no reaccionan cuando el Parlamento israelí acaba de aprobar la anexión formal de Cisjordania, porque no quieren perder los jugosos contratos que están por llegar. La declaración del Knesset es un paso más en el plan histórico de limpieza étnica que pretende borrar cualquier posibilidad de un Estado palestino. La población palestina, confinada en cantones y zonas “autónomas” cada vez más pequeñas, vigiladas por drones y gestionadas por autoridades títeres, cada vez más cercana a su expulsión total. Y mientras tanto, la ONU emite comunicados, la UE “lamenta profundamente” y los medios hablan de “tensiones” como si se tratara de un conflicto entre iguales.

No hay simetría posible entre una potencia nuclear que ocupa, bloquea y asesina a una población sitiada y empobrecida. No hay “dos bandos”; hay opresores y oprimidos. Y cualquier alto el fuego que no reconozca esa asimetría, que no ponga fin al apartheid y al saqueo sistemático de tierras, no es un proyecto de paz, sino un paréntesis útil para que el ocupante se reorganice y para que Netanyahu pueda afrontar sus crisis políticas internas y mantener la cohesión del Estado.

Y sin embargo, incluso en medio de ese escenario, hay una certeza que se repite desde hace más de setenta años: el pueblo palestino no desaparece. Cada generación ha crecido bajo la ocupación y, aun así, sigue resistiendo. Y ni los muros, ni los drones, ni los “planes de paz” redactados en despachos extranjeros han podido borrar su dignidad.

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Gaza, Sáhara Occidental y el Lejano Oeste

30 Octubre 2025 at 10:45

27 de octubre

Se ha vuelto frecuente hacer comparaciones entre la República de Weimar y el auge actual de los autoritarismos. Por mucho que nazismo y fascismo sean fenómenos históricos irrepetibles como tales, las coincidencias entre los movimientos totalitarios del siglo pasado y los de este sean más que preocupantes.

Quizá una que hilvana esos movimientos de masas entre sí y con otros fenómenos sociales concomitantes sea el triunfo de lo irracional.


28 de octubre

Tuve que interrumpir el diario y desde entonces he leído la noticia sobre el «plan de paz» de Trump para el Sáhara Occidental. Al igual que en el caso de Gaza, el plan parece consistir en ponerse del lado de la potencia invasora, no exigirle responsabilidades por sus crímenes e imponer un trágala a la población autóctona. Si en Gaza los sueños húmedos de Trump, y de Netanyahu, culminaban en la expulsión de toda la población para sustituirla por turistas en resorts de lujo –cuyos beneficios irían a parar a manos de los invasores–, este proceso hace tiempo que lo inició Marruecos por su cuenta, creando zonas turísticas en los territorios ocupados, en las que no pueden entrar los saharauis; para ver esos paraísos de vacaciones hay que ser extranjero, marroquí o conducir un taxi. Todo eso se cuenta en el último número de La Marea.

Ahora que lo pienso, este modus operandi se encuentra muy en la tradición del Lejano Oeste, es decir de la historia de la creación de Estados Unidos: llegas a un territorio, lo invades, expulsas a sus habitantes después de exterminar a una parte considerable de la población y a los que quedan los encierras en reservas; firmas tratados de paz que no tienes ninguna intención de respetar; te quedas con sus tierras merced a leyes que redactas con ese objetivo; las explotas en tu beneficio y lo vendes como una forma de progreso y de avance civilizador. Y a los nativos que se resisten a ser despojados y exterminados los llamas salvajes.

Y luego vienen los guionistas y poetas a blanquear con épica cada masacre.


También es verdad que no es solo Estados Unidos quien ha actuado así: todas las potencias coloniales han hecho lo mismo, incluida la española. Estoy viendo estos días a ratos perdidos el documental Banda sonora para un golpe de Estado. No es que desconociese el carácter criminal del gobierno belga de la época –con ayuda de la CIA y de los servicios secretos británicos–; no es que desconociese tampoco los acontecimientos que rodearon el asesinato de Lumumba y la ascensión al poder con ayuda de los mencionados países de un psicópata como Mobutu. Pero me sigue impresionando ver las caras de los europeos y americanos responsables, oírles justificar sus actos o mentir descaradamente sobre ellos; ver sus gestos mientras escuchan a Lumumba decir lo que un negro no debe decir –un negro que no da las gracias, que no elogia a los colonizadores, que les pone ante el espejo de sus crímenes–; y es difícil soportar la hipocresía de quienes asienten complacidos a los deseos de independencia de los congoleños mientras traman asesinatos y golpes de Estado encubiertos, a quienes, en fin, promueven una guerra civil para que las empresas occidentales no pierdan dinero.

No es que no sepamos todas estas cosas y, en particular, que nunca Occidente ha defendido la democracia y la libertad de ningún pueblo salvo cuando le sirve a sus intereses políticos y económicos. Claro que lo sabemos. Pero no está de más que nos lo repitan una y otra vez, no vaya a ser que nos creamos esa cantilena de los valores democráticos y el respeto de los derechos humanos.


Ahí está el PSOE, proclamándose adalid de muchos de esos derechos, mientras apoya a un Marruecos –lo hizo González, lo hizo Zapatero, lo hace Sánchez– que despliega una brutalidad contra los saharauis propia de las dictaduras.


Por cierto: ¿por qué prestamos en España tanta atención a Palestina y tan poca al Sáhara? ¿Por qué no expresamos -hablo en general, pero también me podría acusar a mí mismo de ello- el mismo escándalo ante los desmanes de Israel que ante los marroquís? El cínico que me habita –aunque me esfuerzo en combatirlo– diría que porque hacerlo así no nos cuesta nada más que realizar acciones simbólicas, como manifestarnos, pero no nos exige ningún sacrificio: enfrentarse a Marruecos significa perder posibilidades pesqueras, prescindir de un policía que limita la inmigración de subsaharianos, tener ante nuestras puertas a un enemigo que siempre ha sabido cómo hacer daño. Digo «Marruecos» pero en realidad estoy diciendo el régimen marroquí. Los países nunca son enemigos; las enemistades las construyen y aprovechan sus dirigentes.


A ver si los próximos días continúo con la idea del auge del irracionalismo y sus similitudes con los años treinta del siglo pasado. O a lo mejor es una de esas ideas que te parecen buenas en cierto momento y luego se desinflan. Veremos.

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Genocidios (de lo terrible a lo banal)

23 Octubre 2025 at 10:23

20 de octubre

En la entrega anterior de lo que publico de este diario en La Marea, decía que me parecía obvio que Israel continuaría sus acciones militares tras el llamado alto el fuego. ¿Por qué no iba a hacerlo si ha transgredido todos los límites de respeto a los derechos de los civiles, no solo en Gaza? ¿Por qué va a renunciar a sus objetivos si cuenta con el apoyo de Estados Unidos y con la actitud cuando menos tibia de otras potencias, y también en parte de los países árabes? Pues bien, Israel sigue asesinando en Gaza. La gran operación de lavado de cara orquestada por Trump tiene beneficios obvios a corto plazo –¿cómo no nos vamos a alegrar de que se haya reducido la intensidad de los bombardeos o de que más personas accedan a servicios médicos y a alimentos?–, pero no creo que cambie nada en los objetivos geopolíticos que están dispuestos a obtener a cualquier precio… a cualquier precio que paga sobre todo la población civil de los vecinos de Israel.


Estoy leyendo Genocidios, editado por Júlia Nueno Guitart (Galaxia Gutenberg, traducción de Teresa Bailach). Es el sexto libro de la colección que dirige Jorge Carrión en esta editorial. Y me llama enseguida la atención por el capítulo que dedica a Namibia, país que me interesa desde que estuve allí y por eso he seguido leyendo sobre lo que fue un laboratorio de pruebas de las políticas de exterminio alemanas, que culminarían en el Holocausto. En Namibia, obviamente, no se utilizó el gas, pero se forzó a los nativos a adentrarse sin alimentos ni agua en el desierto, convertido en enorme campo de concentración; y, por las dudas, envenenaban los pozos para acabar –tras sufrir dolorosas intoxicaciones– con quienes se atrevieran a acercarse a ellos.

Ya en el prólogo escrito por Júlia Nueno al libro se nos explica cómo los ataques a hospitales en Gaza seguían un patrón determinado que excluía cualquier posibilidad de considerar su destrucción como daño colateral: la secuencia repetida en cada uno de ellos era la misma. A través de la arquitectura forense pueden no solo examinarse las estrategias de destrucción sistemática de una población, también sus consecuencias a largo plazo.

Aunque hayamos sido testigos lejanos de los horrores cometidos por el ser humano en todas partes del mundo, a menudo por puros intereses económicos, hay algo en mí que se resiste a creerlo: me cuesta imaginar a ese grupo de personas que acuerda acabar con todos los enfermos, niños y adultos de un hospital; o a todos los judíos; o a todos los herero. Quiero decir que me cuesta imaginar en detalle cómo será tocar a esas personas, hablar con ellas y descubrir que están hechas como yo, que, si no supiese quiénes son, podría tomarme una cerveza con ellas, ver juntos un partido de fútbol, comentar lo caros que se han puesto los tomates.

Lo malo es que ese tipo de personas y sus cómplices son quienes están dominando el discurso público y transformando los valores ideales de nuestras sociedades. Son quienes empiezan a contraponer la libertad a la democracia o a justificar las ejecuciones sin juicio de sospechosos de un delito. Son quienes han decidido que la compasión y la solidaridad son para perdedores.


21 de octubre

Pasando de lo terrible a lo banal –como sucede siempre en los diarios íntimos y en los periódicos–, ha ganado el Planeta Nosequién, que ha escrito Nosequé. La cuestión no es si es una persona conocida o no –que yo no lo conociera no tiene ningún valor indicativo–. La cuestión es que suele tratarse de personas absolutamente irrelevantes desde un punto de vista literario.

¿Por qué sigue yendo la prensa cultural al acto de entrega? ¿Porque les pagan el viaje y la cena? Deberían dejar la prebenda a la sección de «Gente y estilo de vida» o equivalente.


Cuando Feijóo afirma en un congreso ante representantes de la Banca March y de Barceló, entre otras empresas, que en España debe merecer la pena trabajar, ¿está animándoles a pagar mejor a sus empleados?


Hoy, para las tres de la tarde ya he recibido nueve correos de editoriales anunciándome la publicación de un libro –siempre imprescindible–, en algún caso proponiéndome enviármelo. Si yo, que hace tiempo que no escribo reseñas y que como influencer dejo mucho que desear, por lo que mi único atractivo es que coordino El Periscopio, recibo tantas propuestas, ¿cuántas recibirán al día los críticos literarios y los directores de secciones culturales?

Podría pensarse que es lógico, pero también debería pensarse que casi nadie hace caso a esos correos masivos, cuya mayoría se quedan sin abrir. Otra cosa es que alguien desde el departamento de comunicación de una editorial tenga idea de qué tipo de libros pueden interesarme y me pregunta si me apetece que me lo envíen. Pero no es infrecuente que me anuncien en tono elogioso libros de autoayuda o para que mejore el rendimiento de mis inversiones. O novelotas de amor y pasión que no tocaría ni con un palo.


Una de las pocas cosas que simplifican el aprendizaje del euskera es que no tiene géneros. Ni los artículos, ni los demostrativos, ni los nombres comunes –perro es siempre txakur, da igual si es hembra o macho–. Supongo que eso evita muchas discusiones idiotas sobre el uso de los plurales genéricos. La única excepción que he encontrado por ahora está en los nombres que marcan parentesco: aunque no puedo saber si el amigo o el vecino que viene a mi casa en los ejercicios de gramática es hombre o mujer, sí sé si viene mi abuela o mi abuelo, mi padre o mi madre, o, más interesante, si el hermano del que se habla lo es de una chica o de un chico, distinción a la que aún no he encontrado utilidad, pero seguro que tiene una justificación… que ya descubriré.

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Hope Palestina, una plataforma para acompañar emocionalmente a supervivientes del genocidio

22 Octubre 2025 at 11:06

«Como profesional del duelo nunca me he encontrado con un contexto como el de Gaza. Son maestros de la resiliencia». Quien habla es Amaya Ferrer, una asturiana residente en Andorra. Esta experta en duelo y tanatología, la disciplina que aborda lo relacionado con la muerte en el ser humano, decidió actuar tras soportar lo insoportable viendo lo que ocurría en Palestina. «Me preguntaba cómo estaban las mentes de esas personas con tantas pérdidas y traumas acumulados», indica por teléfono. Una vez contactó por videollamada con una familia gazatí que pedía ayuda por redes sociales y, en su tiempo libre, la ayudó en su proceso de pérdida. Y a esa familia le siguieron otras.

Así nació Hope Palestina, una iniciativa lanzada por profesionales de la salud mental que funciona a través de «un sistema de apadrinamiento». Este acompañamiento en la distancia, «un soporte psicoemocional más allá de lo económico», surge porque «cada vez más voluntarios quieren establecer relación más allá de una donación», indica la fundadora de Hope Palestina. El colectivo también manda dinero directamente a familias en Gaza «sin pasar por una ONG o intermediario» tras verificar, con su ubicación en tiempo real y videollamadas, que son realmente habitantes del territorio sometido a la campaña devastadora de Israel.

Tras orientarles y ofrecerles un protocolo de apadrinamiento para informarles del contexto y diferencias idiomáticas y culturales, los voluntarios se ponen en contacto con habitantes de Gaza utilizando traductores automáticos. «Damos la oportunidad de que reconduzcas tus emociones como ayuda efectiva. Es una manera de pasar a la acción», destaca Ferrer, que deja en un segundo plano cómo se siente ella al escuchar las historias personales de pérdidas y oír bombas y disparos en sus videollamadas diarias: «A mí me cuidan ellos. Creas un vínculo con personas con una enorme resiliencia y sus historias. Es increíble la solidaridad y gratitud que te muestran».

En apenas cuatro meses, Hope Palestina reúne ya a 80 voluntarios. El equipo se ubica principalmente en España y Andorra, donde se están constituyendo actualmente como una asociación, pero también en América y otros países de Europa. Estas personas tratan de disminuir el dolor en Gaza. «Es inimaginable para cualquier mente lo que están sufriendo. Los palestinos llevan ocho décadas de ocupación y forma parte de su idiosincrasia esa resiliencia y crecimiento postraumático, pero hay un agotamiento extremo y están desbordados emocionalmente”, remacha. «Los niños de dos años han vivido siempre en trauma. No conocen otra realidad», señala la experta en duelo.

Hasta el momento, ofrecen acompañamiento emocional a 27 familias. A falta de más voluntarios, hay una lista de residentes en Gaza que esperan unirse al programa. «Necesitan enseñarnos lo que viven porque no entienden que esté ocurriendo y el mundo no lo frene. Piensan que no lo sabemos porque no hay prensa internacional. Necesitan mostrar lo que pasa sin filtro. Hemos visto cosas muy muy duras», destaca Amaya.

Preguntada por el impacto que tiene en la población de Gaza las muestras de solidaridad internacional, como la reciente huelga general en España, Ferrer señala que les alegra y les da esperanza, pero no les cambia la situación. «Se preguntan sobre todo por qué les hacen esto y los odian tanto. Me dicen ‘mi bebé no es terrorista’. Sienten alivio por el alto el fuego, pero mucha incertidumbre». Las personas en Gaza con las que ha hablado la experta en duelo le cuentan, según explica, que quieren salir de la franja. «Ciudad de Gaza es un cementerio de ruinas. Es imposible recuperar la vida que tenían antes», remacha.

Para la creadora de esta propuesta de solidaridad humanitaria, Gaza es un espejo: «Si cuando miro a Gaza veo seres humanos sufriendo lo inimaginable, conecto con mi humanidad. Si veo terroristas, conecto con mis prejuicios. Gaza es la prueba del algodón de la humanidad». Una humanidad que no puede dejar de mirar a la franja pese al alto el fuego que entró en vigor el 10 de octubre. Desde entonces, y en solo diez días, Israel lo ha violado 80 veces, matando a 97 personas e hiriendo a otras 230, según la Oficina de Comunicación de Gaza, recoge Al Jazeera. «La ayuda humanitaria que está entrando es la mitad de la acordada –concluye la voluntaria– y no es gratuita porque acaba en el mercado humanitario. No hay paz».

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Israel mató el domingo a 45 palestinos e hirió a 158, según el recuento del Ministerio de Sanidad

20 Octubre 2025 at 15:43

Israel mató el domingo a 45 palestinos e hirió a otros 158 en bombardeos que lanzó de norte a sur de la Franja de Gaza tras acusar a Hamás de haber violado el alto el fuego, según informó el Ministerio de Sanidad del enclave este lunes en su boletín diario, que recoge las víctimas del día anterior.

En su nota, Sanidad también informa de que durante la jornada de ayer los equipos de defensa recuperaron a 12 cuerpos de entre las toneladas de escombros que ha causado la ofensiva israelí en la franja.

Así, en total la cifra de personas asesinadas desde el 7 de octubre de 2023 sube a 68.216 y la de heridos a 170.361, la mayoría con lesiones de por vida y amputaciones.

Israel sostiene que durante la mañana del domingo milicianos de Hamás lanzaron un misil antitanque y varios disparos contra soldados apostados en la ciudad sureña de Rafah, que resultaron en la muerte de dos soldados israelíes.

El grupo palestino, por su parte, desmintió haber participado en una operación lanzada contra soldados israelíes, además de asegurar que no tiene contacto con ningún miliciano en esa zona, que controla totalmente Israel.

Asimismo, acusó a Israel de haber violado hasta en 80 ocasiones el alto el fuego, que entró en vigor el pasado 10 de octubre.

Desde entonces, según Sanidad los ataques israelíes han matado a 80 personas y han dejado a más de 300 personas heridas; también informó de que se han recuperado 436 cadáveres de entre los escombros.

La Oficina de medios del Gobierno de Hamás, sin embargo, esta mañana en un comunicado elevó la cifra total de muertos desde la entrada en vigor del alto el fuego a 97 y la de heridos a 230.

Más asesinatos y más ocupación

Además de los bombardeos sobre Gaza, Israel sigue con su política de apropiación ilegal del territorio palestino. Según un informe de la Comisión de Colonización y Resistencia al Muro, con sede en Ramala, el Estado hebreo se ha apoderado de más de 70.000 metros cuadrados de terreno en la gobernación de Nablus, en Cisjordania.

La excusa para el robo de esta tierra, ocupada ilegalmente según el derecho internacional, es de orden militar: Israel arguye que se trata de establecer una «zona de amortiguación» ante posibles ataques.

En la usurpación usaron una artimaña legal: daban un plazo de una semana para plantear objeciones, pero no hicieron público su plan hasta que el plazo ya estaba vencido.

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¿Quiénes son los palestinos liberados por Israel tras el acuerdo de alto el fuego?

18 Octubre 2025 at 00:01

La firma del plan Trump en Egipto ha permitido el intercambio de rehenes israelíes en Gaza por palestinos prisioneros en Israel. Durante los dos últimos años, los transcurridos tras los atentados de Hamás, que se saldaron con 766 civiles israelíes asesinados, 251 personas secuestradas, más de 3.000 heridas, y 373 soldados y policías muertos, el foco mediático se ha centrado en los rehenes israelíes.

Los atentados del 7 de octubre de 2023 también provocaron una realidad en la que apenas se ha reparado, la de los miles de palestinos que fueron encarcelados por el gobierno de Benjamin Netanyahu (y muchos de ellos continúan en esa situación) sin juicio ni cargos en su contra, bajo la figura conocida como «detención administrativa».

Por esa vulneración de derechos fundamentales, diversas organizaciones de derechos humanos han equiparado su situación a la de rehenes, al estar privados de libertad sin juicio. Además, recuerdan que el Estado de Israel retiene al menos 730 cadáveres palestinos, algunos desde hace decenios, «para utilizarlos como moneda de cambio en negociaciones», según Amnistía Internacional, que cita datos del Centro de Derechos Humanos y Asistencia Jurídica de Jerusalén (JLAC).

A continuación, analizamos cuántos y quiénes son los palestinos encarcelados que ahora quedan en libertad.

¿Cuántos son?

Por un lado, los 1.718 palestinos que fueron arrestados por Israel tras los atentados terroristas de Hamás del 7 de octubre de 2023. El intercambio pactado también incluía a 250 prisioneros, muchos de los cuales entraron en prisión durante la Segunda Intifada (de 2000 a 2004); la mayoría de ellos fueron condenados a cadena perpetua. El total de liberados en los últimos días asciende a 1.968 personas. Desde octubre de 2023, y tras dos acuerdos previos, el número de palestinos y palestinas liberados es 3.985.

¿Podrán volver a Palestina?

154 de los 250 condenados han sido deportados a Egipto. De los 96 restantes, ocho volvieron a Gaza y el resto a Cisjordania y Jerusalén, de donde son oriundos.

¿Cuánto tiempo llevaban encarcelados?

Samir Ibrahim Mahmoud Abu Nimah es el preso más longevo. Este militante de Fatah llevaba preso desde octubre de 1986, casi 40 años. 18 de los 250 presos entraron en las cárceles israelíes en el siglo pasado.

¿Qué edad tienen?

De los 1.718 detenidos sin juicio en Gaza desde el ataque terrorista de Hamás, el más joven tiene 16 años y cinco aún son menores de edad a la hora de salir de prisión. 387 nacieron en este siglo. La persona más mayor tiene 76 años y doce de los liberados tienen 65 años o más. Solo dos son mujeres.

¿A qué organizaciones pertenecían?

De los 250 condenados, la mayoría (157) son militantes de Fatah, la organización fundada por Yasser Arafat y que gobierna la Autoridad Palestina. Sesenta y cinco son de Hamás (acrónimo árabe de Movimiento de Resistencia Islámica) cuya rama política gobierna Gaza. Otros 16 son de la Yihad Islámica, de corte islamista. Del resto, 11 son del Frente Popular para la Liberación de Palestina y uno del Frente Democrático por la Liberación de Palestina, ambas organizaciones laicas marxistas-leninistas.

¿En qué estado han salido?

«Muchos prisioneros, en particular los de la Franja de Gaza, presentaban claros signos de tortura física y psicológica, y se documentaron casos de abuso hasta los momentos previos a su liberación», según un comunicado de la Comisión de Asuntos de los Prisioneros y el Club de Prisioneros Palestinos. Los prisioneros, según esta organización palestina, se han enfrentado en las cárceles a una serie de delitos «que constituyen crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad, como la tortura física y psicológica, la inanición sistemática, la negación de tratamiento y de atención médica. La imposición de estas condiciones han propiciado la propagación de enfermedades y epidemias, aislamiento y políticas de privación».

La asociación Addameer de Apoyo a los Presos y Derechos Humanos con sede en Ramala (capital administrativa del Estado de Palestina, situada en Cisjordania) ha indicado que los presos liberados «parecían agotados y frágiles, lo que confirma que durante los cuatro días previos a su liberación fueron sometidos a diversas formas de abuso y maltrato, incluyendo palizas severas, humillaciones, encadenamientos prolongados y amenazas para que no hablaran con ningún medio de comunicación sobre las condiciones de su encarcelamiento».

«El prolongado sufrimiento dentro de las prisiones de la ocupación –prosigue la asociación– era evidente en sus rostros y cuerpos. Muchos habían perdido decenas de kilos y estaban visiblemente débiles y fatigados».

¿Quiénes siguen presos en Israel?

Entre los no liberados se encuentra Hussam Abu Safiya, pediatra y director del hospital Kamal Adwan de Gaza, que fue arrestado sin cargos en diciembre de 2024 por el Ejército israelí, y el médico Marwan al-Hams, capturado este pasado mes de julio. No han salido pese a estar en la lista de personas que presentó Hamás a Israel como parte del alto el fuego tras el genocidio en la Franja.

Safiya y Al-Hams son dos de los al menos 19 médicos que continúan en cárceles israelíes sin que se hayan presentados cargos contra ellos, según declaró a Democracy Now! Naji Abbas, el director del Departamento de Prisioneros de Médicos por los Derechos Humanos Israel. A estos sanitarios hay que añadir a docenas de enfermeros, enfermeras y paramédicos que se encuentran en la misma situación.

Marwan Barghouti, de 66 años, también estaba en las listas de propuestas para ser liberado en los tres acuerdos de intercambio de prisioneros y rehenes desde octubre de 2023; no lo consiguió en ninguna de las ocasiones. Conocido como Abu Qassam, es miembro del partido Fatah y líder de Tanzim, su brazo armado. Está encarcelado en Israel desde 2002 y suma varias condenas perpetuas por cinco asesinatos y un intento de asesinato. Su liberación es una línea roja para Israel ya que se trata de un líder carismático que podría reunificar la resistencia palestina.

El secretario general del Frente Popular para la Liberación de Palestina, Ahmad Saadat, también está entre rejas desde 2002. Israel tampoco ha accedido a su liberación. Cumple una condena de prisión de 30 años por el asesinato de un ministro israelí en 2001.

Actualmente, hay más de 9.100 personas palestinas en las cárceles israelíes. Entre ellas hay 52 mujeres, 400 menores y más de 3.544 «detenidos administrativos», además de 115 presos que cumplen cadena perpetua. Nueve de estos últimos están encarcelados desde antes de la firma de los Acuerdos de Oslo en 1993, indica Addameer.

¿Cuántos cadáveres palestinos ha entregado Israel?

90 cuerpos palestinos se han recuperado como parte del acuerdo amparado por Estados Unidos. “Unas grabaciones filmadas por un periodista freelance que trabajaba para la BBC en la morgue de Nasser parecían mostrar el cuerpo de un hombre con los ojos vendados. Otro cuerpo parecía tener marcas en las muñecas y los tobillos”, explica el medio británico. Fuentes médicas en Gaza citadas por Al Jazeera han declarado que a varios de estos cadáveres le faltaban miembros y algunos estaban maniatados y vendados, lo que indicaría violencia y posibles ejecuciones.

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Vida de escritor

16 Octubre 2025 at 11:21

2 de octubre

Si tuviese fuerzas y conocimiento, el libro que querría escribir es un ensayo que podría titular muy spenglerianamente La decadencia de Occidente. Tengo varios capítulos en la cabeza de ese libro que nunca escribiré. Uno de ellos trataría de la disolución de los afectos. Tesis: los afectos están dejando de tener un valor en sí mismos y se han convertido en herramientas.

Veo todos los días en mi profesión que las relaciones afectivas se están transformando en estrategias para la conquista de mercado, atención, espacio. Muchas de esas relaciones afectivas no existirían si no se asentaran en relaciones de poder, y por eso se disuelven cuando la utilidad del otro desaparece. Si los afectos no tienen valor intrínseco y son solo instrumentos, no puede haber fidelidad ni solidaridad reales. El fomento del progreso personal se impone a cualquier otra consideración.

Meditar sobre este asunto es meditar sobre la crisis contemporánea de nuestras sociedades, lo que incluye la crisis de la idea misma de sociedad, la crisis de la verdad de los hechos –que se reinventan según afectos instrumentales–, el apoyo a dictadores en ciernes disfrazando de aprecio o acuerdo lo que solo es utilidad.

Y, por supuesto, las consecuencias para los demás de las políticas que apoyamos en la sociedad y en la vida privada se vuelven daños colaterales necesarios.

Si se insiste tanto desde el conservadurismo en el valor de la familia es porque la familia está dejando de tener valor, salvo como sistema de conservación, incremento y transmisión segura de capital.


12 de octubre

Ayer participé en Valdefest, un modesto festival cultural celebrado en Valdecaballeros, el pueblo de Badajoz del que procede la familia de mi madre. Me invitaron a presentar Vibración, inspirada por ese mismo pueblo, aunque no se le nombre en ningún momento en la novela. Y de pronto lo que estaba enmarcado solo en el campo de la ficción se encarna en una realidad concreta. Por mucho que invente acontecimientos e historias ambientados en un lugar que se parece a Valdecaballeros, muchos de los presentes conocen los paisajes en los que me baso, el dolmen prehistórico, el pantano, la central nuclear abandonada y seguramente leen el libro buscando discernir lo cierto y lo inventado. Si Ortega y Gasset decía que la novela debía ser una construcción hermética, que no dejase entrar la realidad, me temo que no hay nada más opuesto que mi literatura, y aún más cuando se lee en un contexto en el que realidad y ficción se entrelazan.

De todas maneras buscar un arte alejado de las preocupaciones cotidianas siempre me ha parecido una forma de esnobismo. La realidad moldea la literatura y viceversa.


13 de octubre

Imagino un gráfico animado de los cientos de escritores desplazándose por España –y por el mundo– para presentar sus libros y participar en ferias y encuentros literarios, dibujando una maraña de líneas que emborronan el mapa. Se entrecruzan, se superponen, se alejan unos de otros en un movimiento continuo disputándose un puñado de lectores en cada localidad y una prensa a menudo demasiado ocupada para hacerles caso –la oferta de autores es mucho mayor que la demanda–. Los imagino después en sus habitaciones de hotel o en sus casas, preguntándose si merece la pena tanto esfuerzo –no solo el de los escritores–, y si la felicidad está ahí, en ese presentarse repetidamente, en hablar una y otra vez del propio libro, en pasar tantas horas en medios de transporte y cambiando una y otra vez de colchón y de almohada.

Es verdad que en muchos de esos viajes surge un encuentro interesante o que te da a entender que no es inútil todo ese ajetreo y, sobre todo, que no es inútil lo que escribes. Pero cada vez me interesan más las invitaciones que puedo llenar de contenido nuevo, es decir, en las que se me pide no que hable otra vez de mi novela sino que diserte sobre un tema que me interese. Por desgracia, estas son las menos.


15 de octubre

Lo llaman paz cuando no es más que un alto el fuego. Por supuesto, me alegra la suspensión de la masacre, pero la operación parece sobre todo un lavado de cara de Trump y del Estado genocida. ¿Una paz avalada por la comunidad internacional que no pide responsabilidades por los asesinatos de civiles? Y me refiero también a los cometidos por Hamás aunque su número sea mucho menor. En esta guerra hemos visto de todo: no solo lo habitual, bombardeos y operaciones en los que mueren civiles, también su asesinato deliberado, bombardeos de hospitales, asesinato de periodistas y de médicos, destrucción de cultivos, asesinatos por hambre, ataque a civiles extranjeros en aguas internacionales, declaraciones de ministros promoviendo el exterminio. Si las protestas oficiales han sido tan tibias contra este despropósito cruel, ¿por qué vamos a esperar que Israel no continúe con su programa una vez «desmilitarizada» Gaza? Pongo «desmilitarizada» así, entre comillas, porque el Ejército de Israel no renuncia a su posibilidad de intervenir militarmente. Y Trump elogia con desvergüenza el buen uso de la fuerza por Israel.

Se está celebrando no la paz sino una victoria obtenida por medios inhumanos que atentan contra el derecho internacional. Pero bueno, todo esto es evidente. Me lo anoto, sin embargo, para no olvidarlo aturdido por el ruido de la propaganda.

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Israel incumple el alto el fuego que firmó hace 48 horas

15 Octubre 2025 at 13:00

A pesar del «acuerdo de paz» firmado hace apenas 48 horas en Egipto, el Ejército de Israel ha seguido disparando contra la población palestina. Ocurrió ayer y también a primera hora de hoy, miércoles, en diferentes puntos del norte de la Franja y en la ciudad sureña de Rafah, según informa EFE.

Durante más de 30 minutos tanques y drones israelíes estuvieron abriendo fuego hoy contra los puntos designados por Israel como «zona militarizada» del barrio de Shujaiya, en la Ciudad de Gaza. EFE atestiguó asimismo ataques de la armada naval israelí contra pescadores al oeste del campamento de Al Shati, también en la Ciudad de Gaza, y contra la ciudad sureña de Rafah, cuyos disparos alcanzaron algunas de las tiendas de campaña de familias desplazadas en la zona de Mawasi, punto designado por Israel como «humanitario».

Este es el segundo día en el que se reportan ataques israelíes contra el enclave palestino, después de que ayer Israel matara al menos a seis personas también en el barrio de Shujaiya, en un incidente en el que el Ejército hebreo afirmó que se trataba de gazatíes que habían traspasado la «línea amarilla» del acuerdo de alto el fuego. Según el Ministerio de Sanidad gazatí, se trataba de personas que estaban intentando llegar a sus casas para verificar su estado, tras ser desplazadas de allí por los ataques israelíes para tomar la Ciudad de Gaza.

Además, Israel sigue limitando la llegada de ayuda humanitaria a la zona, contradiciendo lo firmado en el acuerdo patrocinado por Donald Trump: Israel dice que sólo permitirá la entrada de 300 camiones al día, la mitad de lo pactado inicialmente. La razón que esgrimen desde Tel Aviv para que continúen los ataques y se limite la entrada de comida, medicinas y combustible es que Hamás no ha entregado aún los 20 cadáveres de los rehenes israelíes que permanecen en la Franja. El grupo islamista ha iniciado efectivamente esta entrega (ya han sido transferidos ocho cuerpos a la Cruz Roja), pero todavía quedan varios cadáveres bajo los escombros y no es probable que los puedan encontrar en un corto espacio de tiempo.

De hecho, en el acuerdo de alto el fuego no se incluyó un plazo para la devolución de los cuerpos por la dificultad de hallarlos en una zona devastada (se calcula que los bombardeos israelíes han producido 55 millones de toneladas de escombros en Gaza). Además, Hamás no puede moverse libremente por la Franja para hallar los cadáveres, ya que el Ejército israelí mantiene el control sobre más de la mitad del territorio.

El alto el fuego entre Israel y Hamás entró en vigor el mediodía del pasado viernes, 10 de octubre, tras la aprobación por ambas partes del acuerdo de 20 puntos impulsado por Estados Unidos, aunque de momento solo se ha implementado su primera fase, que implica el intercambio de rehenes por presos palestinos y el cese de las hostilidades. Israel no ha respetado esta última cuestión.

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15-O: Huelga y paros contra el genocidio en Gaza

15 Octubre 2025 at 01:46
Por: La Marea

Desde una huelga general –convocada por CGT, Solidaridad Obrera, Co.bas y ASC, entre otras organizaciones– hasta paros y movilizaciones –convocadas por CCOO y UGT–. Los sindicatos han mantenido para este 15 de octubre su jornada de protestas contra el genocidio perpetrado por Israel en Gaza. Se acaban de cumplir dos años de la masacre y dos días del alto el fuego firmado por Hamás y el gobierno de Netanyahu tras la bendición del presidente estadounidense, Donald Trump.

«Dicha convocatoria se hace más necesaria que nunca dada la situación por la que atraviesa la clase trabajadora, y entre cuyas causas está la escalada bélica que a nivel internacional dirige las prioridades de los gobiernos y sus representantes a un nuevo e importante rearme de sus ejércitos», argumenta CGT. Trump, de hecho, ha vuelto a mostrar su «descontento» con España por no subir el gasto de Defensa al 5% del PIB y ha amenazado con sus ya famosos aranceles.

La organización anarcosindicalista fundamenta, así, la convocatoria de esta jornada de huelga en «la lucha por una redistribución del gasto público en favor de los trabajadores y de las trabajadoras, y contra el auge de la inversión pública en partidas destinadas a la defensa y a la militarización». Su lema: Contra el genocidio y el ‘apartheid’ del pueblo palestino. Invirtamos en vida y no en armas.

En un comunicado, CGT considera que tanto la comunidad internacional como el Estado español vienen siendo cómplices del genocidio en Palestina «a través del mantenimiento de relaciones diplomáticas y comerciales» con Israel. «Desde octubre de 2023, apenas ha cambiado algo en este sentido, y las leyes o manifestaciones que se han anunciado por parte del gobierno de PSOE-Sumar han sido más simbólicas que otra cosa», denuncia.

Paros parciales: Stop genocidio

Con el lema Stop Genocidio, las movilizaciones convocadas por CCOO y UGT han ido recabando apoyos desde su anuncio, el pasado 19 de septiembre. Más de 500 secciones sindicales y comités de empresa y medio centenar de organizaciones sociales y sindicales se han sumado a este «llamamiento por la paz, la justicia y el respeto a los derechos del pueblo palestino», según informan. En este caso, la convocatoria recoge paros parciales de dos horas, entre las 10 y las 12 del mediodía, las 17h y las 19h y las 2 y las 4 de la madrugada: «Esto permitirá a las personas trabajadoras tener garantías de participación sin ningún tipo de limitación». 

CCOO y UGT han convocado paros y movilizaciones contra el genocidio en Gaza este 15 de octubre. Foto: UGT
CCOO y UGT han convocado paros y movilizaciones contra el genocidio en Gaza este 15 de octubre. Foto: UGT

En un manifiesto conjunto que será leído en los actos de este 15 de octubre, los sindicatos convocantes denuncian la ocupación ilegal de territorios palestinos en la Franja de Gaza y Cisjordania, la usurpación de bienes palestinos y reivindican la necesidad de que la paz se imponga en un Estado palestino viable, soberano y reconocido internacionalmente. «Hay que exigir a la comunidad internacional y a los gobiernos europeos que el alto el fuego anunciado sea permanente y verificable», dice el texto.

Se pide, igualmente, que se garantice el acceso inmediato de ayuda humanitaria a la población palestina; que la reconstrucción de Gaza se oriente a los intereses y necesidades de su pueblo, sin permitir la especulación extranjera; que el control de Gaza por parte del Estado palestino se establezca en un marco temporal concreto; y la retirada inmediata de las tropas israelíes de todos los territorios palestinos, incluidos los asentamientos ilegales.

Además, los sindicatos insisten en la suspensión y posterior revisión del Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea e Israel; la aplicación de medidas contra las empresas que se lucran de los asentamientos ilegales en Cisjordania; la prohibición efectiva del comercio de armas con Israel; la puesta en marcha de planes urgentes de cooperación para Palestina por parte de todas las administraciones públicas; y, por supuesto, la investigación y enjuiciamiento de las personas y organizaciones responsables de crímenes de guerra y de lesa humanidad, que garantice procesos de justicia y reparación para las víctimas. Este mismo martes, el presidente del Gobierno dijo en una entrevista en la Cadena SER que la paz no podía significar impunidad.

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El Gobierno insiste en el genocidio: “La paz no puede significar impunidad”

14 Octubre 2025 at 10:53
Por: La Marea

«Las responsabilidades están ahí y eso no va a variar». Aunque celebra el acuerdo de paz en Gaza, el Gobierno español considera que deben continuar las investigaciones por genocidio contra el primer ministro israelí, Benjamín Netenyahu. Así lo expresó el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, el mismo día de la firma en la ciudad egipcia de Sharm el Sheij.

«Hay un caso ante el Tribunal Internacional de Justicia, precisamente basado en la Convención para la prevención y sanción del delito de genocidio, y también hay una investigación de la Corte Penal Internacional», recordó. Además, la Fiscalía española ha abierto una investigación al respecto.

Este mismo martes, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha insistido en ello en una entrevista en la Cadena SER: «La paz no puede significar el olvido ni la impunidad. Las personas que hayan sido actores principales del genocidio perpetrado en Gaza tendrán que responder ante la justicia».

Según ha dicho, «se mantiene el embargo de armas» a Israel hasta que se consolide la paz en Gaza y no ha descartado que España envíe tropas de paz a Gaza. «Tenemos que consolidar el alto el fuego».

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