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AnteayerSalida Principal

Gaza, el tiempo del infierno sitiando la razón

12 Junio 2025 at 06:53

La opinión pública internacional, al fin, comienza a sacudirse el sopor de la indiferencia. Con creciente atención -y espanto- contempla el despliegue de un genocidio sostenido, sistemático, que no sólo siega vidas, sino que también arrasa territorios, culturas y memorias. Observa las prácticas de desertificación humana y material que la teocracia terrorista e imperial de Israel impone sobre Gaza, aunque no sólo sobre esta ya diezmada y estrecha lengua de tierra. También sobre toda la geografía palestina, indisimulable bajo el ropaje de la autodefensa. Pero esta infamia no irrumpe como un rayo súbito: es apenas un nuevo escalón en la larga escalera del horror, cuyos primeros peldaños fueron legitimados entre las ruinas aún humeantes de la Segunda Guerra Mundial. En su génesis misma, el Estado de Israel nació como desembocadura geopolítica de una Europa que, expiando su culpa, erigió otra catástrofe. El sometimiento actual no es más que la continuidad aberrante de aquel diseño.

Ni los escombros del alma palestina ni el hedor de la carne calcinada parecen traspasar las fronteras de la conciencia occidental. Europa, envejecida y acorazada, gira su rostro hacia otro lado, aunque sus radares diplomáticos y comerciales estén perfectamente ajustados con precisión quirúrgica. Gaza sangra en alta definición, pero los umbrales morales del viejo continente se han curtido en siglos de colonialismo y exterminio selectivo. Ya no hay horror que lo conmueva si no es blanco o no porta pasaporte comunitario o fenotipo nórdico. Se horroriza ante el puñal improvisado de un refugiado, pero subvenciona la industria del misil pretendidamente quirúrgico. Ni siquiera las lágrimas le quedan.

Allí, en la ratonera de la historia, una franja de tierra reseca y cercada se ha convertido en sinónimo de asfixia. Es un laboratorio a cielo abierto de la impunidad imperial. No es la primera masacre, ni será la última, porque el genocidio se ha naturalizado como rutina. No hay tregua posible cuando la tregua misma es usada como coartada para arrasar barrios enteros. Cada niño mutilado por la metralla, cada escuela convertida en polvo, cada hospital clausurado por una bomba de precisión, es una bofetada a la idea misma de humanidad. Europa calla. No sólo calla: persigue a quienes huyen, encarcela a quienes protestan y deja naufragar a los que escapan.

La fosa común del Mediterráneo y los escombros de Gaza están hechos del mismo barro moral. Ese que occidente ha amasado con siglos de legalidad selectiva, asilo negado, derechos cercados por fronteras. El derecho al exilio, otrora grito sagrado en las voces errantes del siglo XIX, de la primera guerra mundial o del nazismo, hoy se ahoga entre la valla de Melilla y los campos de concentración higienizados de las islas griegas o en Lampedusa. No hay memoria viva en las capitales europeas, solo el mármol frío de simposios de resoluciones no vinculantes y becas para estudiar la paz mientras se comercian armas. La doble moral no es disonancia sino doctrina: ha devenido régimen.

Europa, que alguna vez se proclamó faro civilizatorio, ha terminado por ser su parodia sombría. No ofrece refugio, sino vallas electrificadas. No brinda asilo, sino deportación. No tiende la mano, sino que calcula el naufragio. Después de haber derribado el ominoso muro de Berlín, ha erigido nuevas murallas. La vieja Europa, sepulcro de utopías ilustradas, ha transformado el Mediterráneo en una fosa común más profunda que sus aguas: es el abismo donde se hunden la fraternidad y la legalidad internacional. Bajo la retórica de la seguridad, niega asilo en nombre de la seguridad a quienes huyen de los horrores sembrados por sus propias armas y las de sus aliados.

Los pasaportes, como las armas, también matan. No con pólvora, sino con ausencia: la de derechos, la de tierra firme, la de toda empatía. Basta con una geografía natal equivocada o con una piel oscura para ser, ilegítimo, prescindible. Mientras Gaza arde bajo las bombas, Europa restringe los visados, recorta los fondos humanitarios y encarga barcos que vigilan, no que salvan. Se protege del humo que la historia levanta como si no tuviera ya el alma tiznada por siglos de colonialismo, esclavitud, pogromos y exterminios. Los muros actuales son herederos directos de las murallas que Europa nunca se atrevió a derribar.

A los que escaparon a las bombas, la intemperie. A los que huyeron de la ocupación, el encierro. La solidaridad europea viene con cláusulas de exclusión: no demasiados, no tan cerca, no tan distintos. Pero esa contabilidad del sufrimiento la acerca más a sus antiguos verdugos que a los ideales que alguna vez enarboló. Cuando se pondera cuántos refugiados puede “soportar” un país, ya no queda brújula, solo cálculo. Porque no se trata de peso demográfico, sino de carga ética. Y Europa, con Gaza ante sus ojos, se ha declarado en bancarrota de humanidad.

América Latina, que supo entonar su rebeldía contra los imperios y abrir corredores humanitarios cuando las balas caían como relámpagos sobre pueblos hermanos, hoy apenas murmura, si es que aún articula palabra. Atrás quedaron las fotos de presidentes enarbolando la causa palestina en foros globales. Hoy, los silencios oficiales y las tibias declaraciones diplomáticas pesan como lápidas sobre una historia que se pretendía solidaria y hoy yace sepultada. En Gaza, como en nuestros desaparecidos, también hay vuelos de la muerte. Los cadáveres no se arrojan sino que germinan en el territorio. Pero ahora, nuestros gobiernos, aún los progresistas como el uruguayo, guardan prudente distancia para no incomodar a Washington ni entorpecer el comercio: nos avergüenza.

El Sur global ha perdido reflejos y el pulso. Solo algunas voces solitarias y unos pocos países aún irreverentes, que se atreven a llamar genocidio al genocidio, apartheid al apartheid. El resto, arrulla con eufemismos su inacción. O peor aún, llamando guerra a una limpieza étnica. Se apela a la “complejidad del conflicto” como quien encubre un crimen bajo la niebla del caos. Se pide “moderación a ambas partes”, como si hubiera simetría entre quien arroja fósforo blanco sobre escuelas y quien se defiende con piedras, cohetitos de artesanía y comunicados. Es el lenguaje de la equidistancia, que en los hechos es el lenguaje del verdugo.

El diseño fundacional de los Estados-nación, tal como emergió de la Paz de Westfalia, postulaba territorio fijo, población constante y soberanía reconocida. El Estado-nación implicaba no solo una estructura legal-administrativa, sino una cierta homogeneidad cultural o étnica, o al menos una narrativa legitimadora forjada a posteriori. En ese esquema, el Estado debía articular los intereses individuales bajo el amparo de la ley y la racionalidad legal, en nombre del bien común.

Hegel llevó esta noción a su cima filosófica. El Estado, en su visión, no es solo una estructura jurídica: es la encarnación de la razón misma, el momento donde la libertad subjetiva deviene voluntad general. Y el espíritu absoluto se realiza históricamente. El Estado hegeliano no solo gobierna: revela y concreta el sentido profundo de la historia universal, mediante la mediación dialéctica de las contradicciones. Marx, con su crítica de la filosofía del Estado de Hegel al concebir que el estado burgués no es una culminación histórica sino un punto de partida, no deja de pensar que la modernización capitalista no solo es un orden de racionalidad superior al precedente, sino además la condición de posibilidad del tránsito hacia su superación. Tal vez alentado por el entusiasmo darwinista de entonces, indujo a una lectura evolucionista de la historia que aún permea ciertas izquierdas contemporáneas.  

La racionalidad de la modernidad se erige sobre una confianza inédita en la razón humana como principio ordenador del mundo. No el dogma ni la herencia, sino la voluntad ilustrada de construir un orden político fundado en la autonomía del individuo, la soberanía popular y la legalidad desacralizada del contrato humano. Las revoluciones francesa y norteamericana, hijas de esta nueva racionalidad, desplazaron definitivamente la matriz teológico-política del absolutismo y consagraron el derecho a la autodeterminación, la ciudadanía jurídica universal, la libertad como fundamento del sujeto moderno y la igualdad ante la ley como su horizonte normativo. Fueron más que irrupciones políticas: constituyeron el mito fundacional de la modernidad emancipadora, superador incluso del pacto de Westfalia, que aún guardaba residuos monárquicos y una concepción estática del poder. Sin embargo, ese universalismo proclamado, aunque muchas veces sincero, jamás fue neutral: se trazó desde el centro europeo, con pretensiones de expansión totalizante, y relegó las singularidades culturales y los pueblos colonizados a las márgenes de la excepción, el atraso y la barbarie. El universalismo moderno, en su matriz, arrastra así la sombra de su propio límite: pretende incluir a todos, pero desde un modelo que excluye toda diferencia que no pueda ser asimilada.

Bajo el ropaje del derecho y la promesa de universalidad, la modernidad alumbró también su abismo, su falla más atroz: la convivencia con las tragedias políticas y la posibilidad misma de que existan seres humanos sin derechos. Hannah Arendt formuló una de las advertencias más radicales del siglo XX. Advirtió que la deshumanización no comienza con el asesinato, sino mucho antes: cuando alguien es excluido de la comunidad política y pierde el “derecho a tener derechos”. No se trata sólo de un despojo legal, sino de una mutilación ontológica: el ser humano sin ciudadanía ya no es siquiera un ciudadano degradado, sino un no-sujeto, arrojado fuera del mundo común. Así, los apátridas, los expulsados, los detenidos sin papeles, encarnan la paradoja de una modernidad que proclama derechos inalienables, pero solo los vuelve exigibles bajo soberanía reconocida. Donde no hay pertenencia, no hay humanidad. Y allí donde alguien es reducido a la mera vida biológica sin historia, sin nombre, sin comunidad, comienza la barbarie no como ruptura de la modernidad, sino como su culminación perversa.

Desde esta perspectiva, el modelo israelí no se alinea con el ideal hegeliano del Estado como razón encarnada que trasciende los intereses particulares. Por el contrario, preserva la particularidad de una comunidad étnico-religiosa como piedra fundacional del Estado desde su mismo origen. La ciudadanía árabe israelí, aunque formalmente reconocida, subsiste en una condición de ciudadanía de segunda clase, subordinada tanto en lo simbólico como en lo jurídico. ¿Puede entonces este tipo de Estado ser considerado una expresión de la razón universal o más bien una forma moderna de teocracia democrático-representativa o inclusive un oxímoron: una etno-teocracia democrática? 

Israel es un caso que impugna las categorías de la modernidad. Formalmente se presenta como una democracia parlamentaria moderna, con separación de poderes y sistema legal propio. Pero su fundación en 1948 estuvo sostenida no solo en razones políticas, sino en una reivindicación nacional-religiosa y una genealogía étnica que contradice sustancialmente el modelo ilustrado de ciudadanía universal. El Estado israelí no es solo el hogar de los ciudadanos nacidos en su territorio, sino la patria de todos los judíos del mundo. Por un lado la Ley del Retorno, que garantiza ciudadanía automática a cualquier persona judía independientemente de su lugar de nacimiento. Por otro la Ley del Estado Nación del Pueblo Judío (2018), que consagra el carácter judío del Estado por encima del principio de igualdad, configuran una concepción étnico-religiosa del Estado que se aparta radicalmente del principio de igualdad (aún exclusivamente formal del ciudadano) del universalismo jurídico moderno. 

El concepto de teocracia, tradicionalmente reservado para regímenes donde el clero detenta el poder directo -como en Irán o el Vaticano- ha mutado en la era contemporánea. Ya no se requiere de una casta sacerdotal en el gobierno para que una estructura estatal se rija por mandatos sagrados. Basta con que una religión condicione normativamente las leyes, la educación, los usos civiles e incluso la política exterior, para que el poder derive su legitimidad de una narrativa trascendente. Israel, aunque no esté administrado por rabinos, entrelaza su andamiaje jurídico con principios religiosos que atraviesan desde el derecho civil -como el matrimonio- hasta la política territorial, consagrada simbólicamente como la posesión de una “Tierra Prometida”. La teología opera como columna vertebral de la soberanía. Incluso desde los principios fundantes del sistema westfaliano, se impone una pregunta tan básica como inquietante: ¿tiene Israel, en rigor, fronteras?

Esta amalgama híbrida entre instituciones representativas y legitimación religiosa plantea algo más que una ambigüedad ontológica: ¿es Israel un Estado moderno en el sentido racional-hegeliano, o una teocracia imperial maquillada por instituciones liberales? ¿Se rige por la voluntad general o por la voluntad de una comunidad históricamente marcada por la memoria del exilio y el “pacto divino”? Prefiero pensarlo como un Estado étnico, teocráticamente  estructurado, que impone mediante una violencia que se inscribe en la lógica del exterminio identitario, un orden de exclusión estructural sobre los pueblos no integrados al relato nacional judío, como el pueblo palestino.

Así, la pregunta no es solo si Israel realiza la razón, sino qué forma de razón se materializa en su existencia misma: ¿una razón universal, ilustrada y ciudadana, o una razón identitaria, excluyente y legitimada por la fe? Esta tensión -entre Hegel y Josefo, entre Westfalia y el Sinaí- no está resuelta, pero define el drama contemporáneo de un Estado que invoca el progreso, dramáticamente confirmado en su desarrollo tecno-belicista, al tiempo que exhibe con orgullo un arcaísmo político y cultural.

En el año 2008 comencé la publicación de una serie de artículos en las contratapas dominicales del diario “La República”, a través de los cuales me propuse tipologizar el terrorismo (v.g.: “tres tristes terrorismos”): el terrorismo individual o partidario (tal el que practicó y afortunadamente ya desechó, el movimiento anarquista -que afortunadamente ha discontinuado- y hoy, en otra escala, Hamás empuñando el odio y la venganza como coartada moral, bajo un ropaje de resistencia que se disuelve actos ciegos), el terrorismo de Estado (como el que asoló nuestras naciones del sur) y el terrorismo imperial (como el que practican los EEUU en todo el mundo e Israel en oriente medio, bombardeando con la arrogancia de los elegidos mientras legislan sobre cadáveres). Los tres confluyen trágicamente, como ríos de fuego, sobre la misma víctima: la población civil indefensa.

En Gaza se cruzan todos los fuegos: los del cielo, los de la tierra, los del odio. Las bombas imperiales con sello israelí-estadounidense con colaboración europea, el fanatismo reaccionario de grupos milicianos que reivindican la venganza como identidad, y el ya obsceno silencio atronador de los organismos internacionales, cómplices por omisión. Entre el oprimido sitiado y el opresor blindado no hay simetría posible. No hay paridad ni en el conteo de cadáveres ni en la monstruosa asimetría del fuego. Aun así, ni el terror de unos ni el de otros puede redimirse: la sangre del niño asesinado en nombre de una bandera no vale más ni menos que la del niño asesinado por un dron sin rostro.

Nombrar a Hamás como terrorista sin nombrar a Israel como terrorista imperial es un acto de cobardía intelectual. También lo es romantizar la desesperación o convertir el cohete artesanal en símbolo de resistencia. El terror no libera. No crea conciencia, no organiza la esperanza. Al contrario, la intoxica. Gaza no necesita mártires, ni minas, ni túneles, ni drones militares en el cielo, sino agua potable, soberanía y escuelas abiertas al futuro: derechos. Y sobre todo, necesita que no se la olvide entre masacre y masacre, como si su derecho a existir dependiera únicamente de cuánto puede sufrir sin desaparecer.

No hay neutralidad posible frente al genocidio, como no la hubo frente a Treblinka ni frente a la ESMA. Quien calla, otorga. Quien duda, demora. Y en esa demora, una mujer queda sepultada en la frontera, un anciano agoniza sin agua en el corazón de Gaza, un niño más muere asfixiado bajo un edificio colapsado. No se trata de tomar partido entre facciones ni de evaluar proporcionalidades: se trata de la defensa radical de la vida humana, sin distinción de fe, pasaporte, ni geografía.

Brillantes artículos se han publicado recientemente en Uruguay como el de Gabriela Balkey, exaltando la cultura judía en diálogo con la nacionalidad oriental, pero exigiendo que nunca en su nombre, o Federico Fasano subrayando la ominosa reconversión de los judíos de víctimas recientes en victimarios actuales. No se me escapa que la opción casi hegemónica entre izquierdas y progresismos ha sido la constitución de dos estados. Por el contrario, creo que constituye una ilusión peligrosa frente al drama palestino-israelí. Porque no solo se ha vuelto impracticable en términos geopolíticos, sino que resulta profundamente regresiva en el plano civilizatorio. Lejos de garantizar la paz, consolidaría la fragmentación, el atraso y la barbarie en una región lacerada por concepciones premodernas y teocráticas que se retroalimentan mutuamente en su violencia alejándose cada vez más, hasta de la fase jacobina de la Revolución Francesa. Los acontecimientos actuales, no me inducen a modificar esta postura que sostuve en aquella sucesión de artículos de casi dos décadas atrás. La única salida justa, posible y ética radica en la fundación de un Estado único, moderno y secular, que supere el etnocentrismo del apartheid israelí y la lógica patriarcal de las dirigencias palestinas, para señalar solo un aspecto de cada uno. Un Estado donde la ciudadanía no esté definida por credos, etnias, ni linajes, sino por la pertenencia igualitaria al espacio político común. Un Estado laico, con plena libertad de culto, que reconozca todas las lenguas, culturas y memorias, y restituya la dignidad jurídica y ontológica a quienes hoy viven excluidos del derecho a tener derechos. Como en su momento lo intentó Sudáfrica tras el apartheid, o Bolivia al constitucionalizar su pluralismo ancestral, esta es la única forma de inscribir esa tierra desgarrada en la modernidad democrática y emancipadora sacándola del pantano de atraso en el que mutuamente se han encajado.

El infierno no es un lugar: es este tiempo. Y Gaza, su nombre propio. Pero hay otra posibilidad, aún latente: que la rabia se organice, que la tristeza se vuelva juicio, que la memoria no se entierre bajo los escombros. Que la resistencia no se confunda con venganza ni la denuncia con retórica. Que el Sur recuerde su vocación solidaria. Que las palabras no lleguen siempre tarde.

Gaza no es solo una herida abierta: es un espejo. Y nos estamos mirando.

Emilio Cafassi (Profesor Titular e Investigador de la Universidad de Buenos Aires).

Una historia de amor y esperanza: nobleza mayor, la humildad

12 Junio 2025 at 06:47

Para ser felices se necesita eliminar dos cosas: el temor de un mal futuro y el recuerdo de un mal pasado. SÉNECA

La fuerza de voluntad es el único capital que poseen las personas libres. FRIEDRICH SCHILLER

Si tú me recuerdas, no me importará que el resto del mundo me olvide. HARUKI MURAKAMI

El tiempo es muy lento para los que esperan, muy rápido para los que tienen miedo, muy largo para los que se lamentan, muy corto para los que festejan, pero para los que aman, el tiempo es una eternidad. WILLIAM SHAKESPEARE

No se vive sin la fe. La fe es el conocimiento del significado de la vida humana. La fe es la fuerza de la vida. Si el hombre vive es porque cree en algo. LIÉV TÓLSTOI

Desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños, vía Cine-Club Al Filo del Tiempo, hoy se hablará del penúltimo filme del II Ciclo de Cine Erótico: Cuento de invierno (1992), de Éric Rohmer, baluarte sin discusión de la Nouvelle Vague, escuela que no lo fue tanto y cuya mayoría de miembros pasó de la crítica a la realización. Tal es el caso de quien nació como Maurice Schèrer y debutó con El signo del león (1959), filme que tiene no pocos puntos de contacto con Memorias del subdesarrollo (1968), de T. Titón Gutiérrez Alea. A partir del cuento homónimo de Shakespeare, sobre la reina que revive/reaparece frente al rey que la extraña, Cuento de invierno de Rohmer cuenta, a partir de Félicie, Élise, su hija, y su Madre, una historia de amor y esperanza y de esperanza en el amor, en un mundo siempre plagado de inquietudes e incertidumbre, de tristezas más que alegrías, de ensimismamiento antes que sinergia o empatía, como lo permiten ver algunos protagonistas del cuento filmado.

En efecto, C. Chabrol en sus memorias afirma que la Nouvelle Vague fue, en esencia, una etiqueta: ‘En 1958 y 1959, cuando los compañeros de los Cahiers y yo pasamos a la realización, fuimos promocionados como una marca de jabones. Éramos la Nouvelle Vague. La expresión era de Françoise Giroud, redactora jef[a] de L’Express, y una de las plumas más afiladas de la oposición al gaullismo’. (1) Jean-Luc Godard, por su lado, en Cahiers du cinéma, 1962, recuerda que la Nueva Ola surgió en lo básico desde el Cine-Club Objectif 49, la Cinémathèque y cierto sentido crítico cuya figura suprema fue André Bazin, el único que realmente fue crítico. Los otros, Sadoul, Balázs o Pasinetti, son historiadores o sociólogos, no críticos’. (2) Los Cahiers, fundados en 1951 por Jacques Doniol-Valcroze y el citado Bazin, se considera la escuela de formación de los cineastas de la Nueva Ola. El signo del león y Memorias del… son historias de dos intelectuales venidos a menos por causas distintas. 

En Sergio Corrieri (3) pueden rastrearse actitudes del músico que deviene mendigo, Pierre Wesselrin, en El signo del león. Ambos personajes son depositarios de la inacción, pequeño-burgueses que pertenecen a estratos altos de la sociedad, aunque sean presentados como inútiles o fracasados, el primero como escritor, el segundo como músico. Mientras aquél tiene acceso a las oficinas del ICAIC, donde presenta a su amiga para una audición, en la que los recibe el propio Titón, el músico, un gringo que contaba con una herencia que sólo al final llega, se halla solo, sin dinero, sin amigos, sin aptitud alguna para el trabajo y, sin embargo, tras el velo de la apariencia obtiene aquí o allá los recursos necesarios no sólo para sobrevivir sino para divertirse, comer y beber donde quiera. Uno se identifica con ellos como personajes y cada filme, desde su mirada particular, juega con esa identificación. A su modo, ambos tipos son autodestructivos, caen en la derrota, se muestran incapaces para modificar sus vidas. 

Ambos filmes, constituyen un documento sociológico: el francés, sobre la fauna de Saint-Germain du Prés y, el cubano, sobre la de La Habana, un relato de aventuras sobre la soledad del hombre actual. Ambos, por su carácter intelectual, son filmes malditos: el de Titón fue reconocido mucho tiempo después de realizarse; el de Rohmer un rotundo fracaso comercial que llevó al director, c. 1960, como le pasó a Rossellini, a realizar programas educativos para la TV. Ambos, podrían vincularse además con Buscando a Miguel (2007), de Juan Fischer, filme que permite rastrear al hombre detrás del político (4). Su mayor éxito quizá sea haber arrancado de la conciencia colectiva al político inicial y conocer al ser humano, y mendigo, detrás de él: no sin antes mostrarlo en su duro descenso a los infiernos, sin lastre alguno de religión. Para entonces, ya del político no queda nada y emerge el hombre. El hombre nuevo que su paleta humanística ha dibujado en la pantalla, al modo del cinéma-verité, Fischer dixit. 

A su modo, Juan Fischer ha ofrecido, sin pretensión alguna de copiarlo o de imitarlo, un nuevo signo del león… Del que lucha por recuperar su memoria, por saber cómo se llama en realidad, por cambiar su turbio y remoto pasado, no el reciente. En fin, por encontrarse consigo mismo, después de haber sido perdido (no de haberse…) en un viaje mezcla de escopolamina y paseo millonario, sin importar que en el intento se haya extraviado tanto tiempo. Lo que, en últimas, no lo afecta. Él sabe que el tiempo es la orilla, que todos pasamos y que aquel, simplemente, da la ilusión de correr. Miguel Villalobos es, a la postre, un nuevo Jean Vigo luego de L’Atalante: ya poco le importa si muere joven. Como el poeta, puede confesar que, ahora sí, ha vivido. Que ya no es un político. Que, por fin, ha ejercido el oficio de hombre, como Rossellini siempre soñó. Que es un hombre. Y que el político ha quedado atrás, está muerto, como deberían estarlo todos los demás: los que sanguijuelean a su pueblo.

El cuento de Shakespeare que inspiró a Rohmer, ya desde sus dos primeras escenas permite inferir o extrapolar sus razones, las que verterá luego en Cuento de invierno: la separación (de los reyes de Sicilia y de Bohemia), el intercambio de regalos, la apariencia de estar juntos, la conservación del afecto, en fin, las tentaciones de la carne. Conte d’Hiver o Cuento de invierno, es el segundo de la serie Cuentos de las cuatro estaciones, junto a Cuento de primavera (1990), Cuento de verano (1996) y Cuento de otoño (1998) que Rohmer rodó luego de su serie de Comedias y proverbios a la que dio cierre con La amiga de mi amigo (1987) y luego de una pausa de tres años por efecto de una intensa actividad. El leitmotiv que lo llevó del Cisne de Avon a su Cuento de invierno fue la escena de TV en la que la reina Hermione, en modo estatua cobra vida ante su esposo Leontes, rey de Sicilia, o sea, la historia de un ser amado ausente que sin advertirlo vuelve a la vida cotidiana del marido que la añora.

Aunque, bueno, en el filme es al revés: la que añora el regreso de Charles es Félicie o quien hubiera podido ser su esposa si éste, cinco años atrás, hubiera recibido la dirección correcta que ella, por un lapsus, desvió. Error que, curioso, proviene de una mujer, un ser humano, que descubre su alma con un sentido de transparencia tal como el que algunos logran en sus filmes, pero que ya quisiera tener la mayoría de los miembros de la Nueva Ola, ese movimiento que no fue y al que se le puso una etiqueta, y en el que Rohmer figura antes que Doniol-Valcroze, Astruc, Rivette, Godard, Chabrol, Vadim, Kast, Malle, Demy, Resnais, etc. Durante ese verano en la costa francesa, Charles y Félicie se encuentran y más tarde, por lo dicho, se desencuentran cuando él viaja en otoño a los EE.UU. Ella intenta reconectarse, pero ya es tarde, así que cinco años después cría a su hija en París, junto a su Madre, en vacaciones de invierno, no pierde la esperanza en Charles y actúa de peluquera en el salón de Maxence…

Félicie, como buena persona práctica y bien gozona, que igual lo es cualquier hombre, tiene un affaire con aquél mientras mantiene otro con el bibliotecario Loïc, de edad similar a la de Charles. Al filo del tiempo, descubre que aunque se hace necesario, casi imperioso, un pacto con uno de ellos, ninguno la atrae, como en cambio sí siente el inexorable lazo que la une a Charles, de manera parecida, sin que lo piense, claro, a como se siente atada la pareja de Dolls (2002), de Takeshi Kitano, la que forman Matsumoto y Sawako y a la que, curioso, se apoda los mendigos atados. A la hora de decidir, Félicie sigue a Maxence en su traslado a Nevers, ciudad contigua a París. Más pronto que tarde, surgen los roces, va con su hija a jugar pelota, no es creyente, más bien laica, entra a la iglesia y allí tiene una epifanía sobre Charles. Regresa al salón, discute con Maxence, quien la reconviene por llegar tarde y ella, con sabroso humor, le recuerda que si le dijo dueña puede hacer lo que quiera con su tiempo.

Maxence aparece con aspecto seco antes que sobrio y a corto plazo se evidencia que su trato con Félicie es más de tipo laboral que idílico. A la par que su madre se desvive por el trabajo, Élise se aburre de descansar, mientras Maxence resulta habitado por la tensión, el mal genio y al margen de toda sinergia con ellas. Entre la sobriedad del hospedaje y la ausencia de empatía emocional, Félicie opta por declarar su disgusto, habla con Maxence, alegan y cuando éste la sacude, lo para en seco, sube donde su hija y regresa a París. Salta a la vista que la importancia de llamarse Félicie, para él, radica en que sea su empleada antes que su cómplice amoroso. Tan pronto vuelve a París, va adonde Loïc a soltarle lo poco que la atrae, no sólo porque no se identifique en su rol de intelectual, sino porque lo ve más como hermano que consorte, aunque, eso sí, le seduzca más que el gordo, por a ratos muy pesado, Maxence. Luego de tertuliar, van al teatro a ver el drama que tanto paralelo tiene con su propia vida…

El Cuento de invierno, de Shakespeare, la toca hasta el llanto ante todo por lo que concierne a la citada reina Hermione, mientras advierte que ni Loïc ni mucho menos Maxence la habrán de colmar desde la llama doble del amor y el erotismo. Llega el Año Nuevo y ella desde su más certera voluntad renuncia a quedarse con Loïc y marcha con su hija a casa, en una escena que, no obstante, para nada pretende proyectar una mirada de desprecio por aquél: más bien, una reiteración callada de sus más profundos sentimientos de afecto y amistad hacia él, con todo lo que implica, claro, el rechazo tácito, e incluso manifiesto, de su presencia erótica. El epílogo contiene una de las más altas cotas de expresión, nobleza, emoción que filme alguno haya hecho en tan breve como abrumadora secuencia. Al volver a casa, en el bus, madre e hija se sientan frente a una pareja. La primera persona que parece reconocer a Félicie es Dora, y de modo inmediato Charles; no tarda Élise en descubrir a Papá basada en fotos de recuerdo.

Algo que quizás se desprenda de lo anterior, es la certeza de que para ser felices, si no, mejor, para estar en armonía, es dejar de temerle a un futuro que aún no llega o a la remembranza de un pasado que, como tal, ya no está. También, queda claro, que el único capital de los seres humanos libres es la voluntad de poder, entretanto se verifica que el servilismo produce amigos y la verdad produce enemigos, Terencio dixit, así en este sentido no opere la historia sobre los personajes de Cuento de invierno. Seres humanos, más bien, siempre dispuestos al encuentro, a la armonía, a la comunión, de ahí que tanto se reitere desde la crítica el broche de oro con que acaba el filme: uno que lleva la impronta de Félicie, quien parece decirle al mundo y, más allá, en rara concreción, a todo el mundo, que mientras él la recuerde, así en el ínterin muera, no le importará que el resto del planeta la olvide. Aunque, eso sí, ojalá quede junto a su hija y ambos puedan recordarla hasta que suene el cuarteto para el fin del tiempo. 

En conclusión, muy grato ver un filme en el que el amor y la esperanza y la esperanza en el amor sean los móviles de una historia hecha con base en la fuerza y la voluntad de una mujer llamada, no de balde, Félicie, quien carga sobre sus hombros un relato que conmueve de principio a fin por su capacidad de convocar sentimientos profundos con una sencillez que no cesa de sorprender merced a su carisma, a la gracia de su hija Élise, a la ecuanimidad, discreción y autocontrol de su Madre. El valor esencial de Félicie, persona que no es religiosa pero que cree en su voluntad y lo que siente, no radica en lo individual sino en su relación filial, con su Madre, su extrañado Charles, la bella hija de ambos. Su propia vida no importa tanto hacia el futuro pues incluso si ella muriese, lo único que le importa, y así se lo hace saber a su hermana, es que Élise se encuentre con su papá. En tal sentido, no hay egoísmo ni vanidad en ella, sino desprendimiento y generosidad, capacidad tao de renunciar a los apegos.

Cabe citar aquí a Rohmer sobre su pertenencia o no a la Nueva Ola, a la triple influencia de Hitchcock, Hawks y Wyler (5), y del cine clásico gringo, a su cierta aunque oculta apoliticidad o a cineastas sin ideología concreta o malos enfoques, en fin, a su condición de posmodernos: “estábamos, nosotros, un grupo que Bazin [llamaba] los hitchcocko-hawksianos, y los otros. No creo que estos tuviesen conciencia de pertenecer a una tendencia concreta; se trataba de gente que se apreciaba pero que estaba menos unida, por lo menos al principio, de lo que nosotros lo estábamos en el seno de la Nouvelle Vague, término que por entonces no existía y que nosotros jamás reivindicamos. Podría decirse que nosotros éramos un poco más rebeldes, pero no convertíamos esa rebelión en una filosofía. Los otros nos acusaban de ser de derechas porque nos gustaba el cine [estadounidense]. La rebelión estaba ahí. En aquella época se nos hubiera podido calificar con una palabra que […] no existía: postmodernos”. (6) 

No olvidar que los textos de los años 50 firmados por Rohmer, Rivette, Godard, Chabrol, estaban plenos de citas literarias, musicales o pictóricas, junto a las fílmicas más previsibles. Cézanne, Beethoven, Goethe, Balzac, Flaubert, Kafka o Faulkner comparecen en los textos de Rohmer para apuntalar su idea de modernidad, además de invitar a […] Stevenson como clave extracinematográfica para mejor entender lo específico del arte de Hawks. Godard convocará a Beethoven, Balzac, Rafael o Shakespeare para hablar de Bergman y Rivette no vacilará en situar la obra de Renoir [junto a] las de Poussin, Picasso, Mozart o Stravinski, apostando, para ilustrar la cegadora novedad de Viaggio in Italia, por comparar la mirada de Rossellini con el dibujo de un Matisse en una [cercanía] tan imprevista como iluminadora, bien sustentada sobre la transmutación de la mixtura de trazos netos y amplias superficies blancas del segundo en el realismo depurado de cualquier escoria sicologista del primero. (7)       

Será Rivette el que al preguntarse sobre qué nos afecta en la obra de Mizoguchi (1898-1956) que se dirige a los demás en una lengua ajena para contar historias extrañas en principio a las costumbres y hábitos de otros pueblos, nos brinde vía noción de ‘puesta en escena’ una razón loable de tal hecho. Si el cine del autor de Cuentos de la luna pálida (1947), El intendente Sancho, Los amores crucificados (1954), interpela al espectador occidental de igual modo que a sus coterráneos es porque expresa con franqueza: ‘Si la música es un idioma universal, la puesta en escena también: éste y no el japonés es el lenguaje que hay que aprender para comprender el Mizoguchi’. (8) Asimismo, es a través de su puesta en escena, basada en la realidad y sin trucos ni efectos especiales, como debe entenderse el Cuento de invierno que Rohmer ha contado a partir de las sensaciones que recibió vía TV del cuento de Shakespeare: la misma que le sirvió a André Bazin para descubrir cómo se gestaba la tensión en cada plano.

Aun así, el más elaborado de los análisis que buscan extraer efectos prácticos sobre el concepto puesta en escena quizá sea el que Godard labró sobre The Wrong Man (1956), de Hitchcock y que trasciende las citas retóricas sobre el cine como arte de la puesta en escena, en boga entonces, y proyecta en la práctica un cabal sentido de lo que primero Bazin y luego Truffaut definieron así. Bazin: ‘La materia misma del filme, una organización de los seres y las cosas que tiene sentido en sí misma, […] tanto moral como estético’. Truffaut, al discutir cómo al inicio del sonoro la crítica celosa de la especificidad del cine devaluaba la visión enriquecida de un Pagnol o un Guitry, dice: ‘Sólo los iniciados sabían que el término puesta en escena designa más bien el conjunto de decisiones tomadas por el realizador: la posición de la cámara, el ángulo elegido, la duración de un plano, el gesto de un actor, y aquellos sabían que puesta en escena era a la vez la historia que se cuenta y la manera de contarla’. (9)   

Para Rohmer, el cine iba siempre unido a las demás artes. Así, si el valor nodal de la literatura radica en describir la realidad y el de la pintura en representarla, sin duda el del cine estaría en reproducirla tal cual es, en mostrarla sin trampas ni artilugios. De ahí su obra derivó en la exploración del estilo de la transparencia o el afán por capturar con la máxima verosimilitud todo lo que se ponga frente a la cámara. En tal sentido, sus personajes más que actuar, hablan, no sólo como pretexto para comunicarse sino para esconderse, a la vez que mientras buscan desentrañar sus prejuicios, dudas o contradicciones, se valen de la oralidad para engañar, distraer o mentir. Ello puede inferirse de Cuento de invierno en los diálogos entre Félicie y Maxence o Edwige o Rosette, que resultan en buena parte opuestos a la nitidez que se percibe de la charla entre Félicie y su Madre o su hija, en la que desaparece el afán por timar al otro. A Félicie, en su relación cuadrangular, se le ve caer en el abismo sin fondo de lo insoportable.

Al que ella se enfrenta, sin dar el próximo paso (al contrario de Turbay que frente a la realidad del país lo dio) y sale avante gracias a su recio aunque tierno carácter, a su solidaridad con los Otros (ya se sabe, la solidaridad es la ternura de los pueblos), a su capacidad de dar amor aun en medio de sus dudas por no ser gran lectora o intelectual a todo dar, como sí lo es su admirado Loïc, a quien por otro lado le hace falta buena parte de lo que ella tiene y gasta o invierte en los demás gracias a su sentido de cooperación, no de competencia o de éxito individual/egoísta: un ser humano que no lleva la marca del capitalismo en su piel ni en su mente. Que de modo natural, y quizás sin saberlo, se resiste a hacer suyo lo que ya dijera el autor de La otra historia de EE.UU: ‘El capitalismo es un sistema de explotación, y la historia está llena de ejemplos en los que las élites económicas manipulan la democracia para mantener su poder’. Y nadie más lejos del Poder o de joder a alguien que un ser como Félicie.    

Sin duda, el manejo de cámara en la obra de Éric Rohmer se instala en la modernidad o, como los de la Nueva Ola decían, en una postmodernidad que resiste a o se aleja de presencias que invaden, analepsis o elipsis, falta de diálogo o argumentación, para capturar la atención del espectador con base en los encuadres cuidados, en las historias precisas, aunque a la vez sean extensas, y presentadas de forma directa con base en la desdramatización de personajes. Seres que deambulan entre la alegría y la tristeza, las penas y la melancolía, que bailan y charlan, ríen y (poco) lloran, se muestran con timidez o con arrojo y cargan sus triunfos o arrastran sus derrotas; personas de variados tipos y tallas, de todo origen y condición de clase, jóvenes, adultos y viejos, niños y mujeres. Estas, de diversos estratos, aunque casi siempre pequeño-burguesas, de amplia formación en literatura, música o filosofía y no pocas veces muy bellas. Lo que la crítica llama el universo Rohmer, uno que sigue cautivando la atención por doquier.

Cuento de invierno, es una magna definición de esta búsqueda estética que nunca cedió a las tentaciones del mercado, sino que siempre estuvo a la vanguardia del hecho artístico aun a riesgo de perder cierto tipo de espectadores o de inversores en la factura y distribución de su obra. Rohmer fue uno de esos auténticos artistas que jamás se traicionó a sí mismo, es decir, que no fracasó preciso por su fidelidad a su arte, a sus historias, a sus sueños, a sus realidades. Uno de los óptimos resultados al respecto es justo la historia de Félicie, de su hija, de su madre, trío vector de un asunto conmovedor como pocos en tanto gira en torno a que algunos amores pueden resucitar, otros nunca revivirán: las hojas muertas, dice una versión (pirata) del poema/canción de Jacques Prévert y Joseph Kosma. (10) La emoción recorre/atraviesa su filme de principio a fin y eso lo agradecen los espectadores de toda edad y latitud a lo largo y ancho del planeta: el mismo que, a propósito, se mueve entre la desesperanza y la inquietud.

Contra este sentimiento negativo no obstante hay que decir algo de cada Cuento de invierno: primero, va el de Shakespeare; luego, el de Rohmer. El del poeta inglés parte, a su vez (para su novela romántica o, si se quiere, tragicomedia), de la novela pastoril Pandosto (1588), de Robert Greene, y de las novelas bizantinas. En ella retoma las ideas de muerte y resurrección, la crisis existencial que atraviesa Leontes, rey de Sicilia, quien, por mal genio y celos, siente que destruyó la vida que amaba; así arma una historia de pérdida y reencuentro, desaparición y reaparición, tánatos e impulso vital. En paralelo, la amistad de Leontes y el rey de Bohemia, Polixenes, ruptura, arreglo y final feliz. Pero, no sin que antes, al perder a Hermione, el rey de Sicilia tenga que expiar la muerte de su hijo Mamillius, el abandono de su hija Perdita, la muerte de su citada esposa. Modelo de historia bizantina en la que a menudo de manera milagrosa y contra toda [hipótesis], un final feliz [termina] un largo relato de sufrimientos…  

Igual al cuento de Rohmer que narra en imágenes un amor que surge en verano, lo atraviesa un viento helado de cinco años, y renace en invierno. Félicie se ocupa de su hija; el cocinero Charles ignora que es el padre y viaja a EE.UU; c/u, a su modo, guarda sus miedos, deseos, delirios en la casa de la esperanza, donde a su vez habita la incertidumbre. Mientras, Félicie medita, conversa con sus seres queridos, se aferra a la fe y a la esperanza, sin olvidar de donde salen Shakespeare y Rohmer: de La comedia, de Dante, y varían el esquema tripartito, que encarna el orden de la vida, pues ambos autores salen del Paraíso y vuelven a él al final; y de la II Escena del Acto IV con base en la frase del canto de Antíloco: Todo se rejuvenece y colorea en los pálidos dominios del invierno. Al final, el retorno del amado simboliza la victoria del amor, del Élan vital (Bergson), (11) y del resurgir de la alegría frente a las cuitas, la tristeza y la muerte, para darle relevancia más a lo cósmico que al milagro del reencuentro.

Porque, en efecto, lo que en principio no es otra cosa que un asunto de azar, no en tanto fatalidad, desgracia o accidente, sino albur, suerte o fortuna, mezcla de circunstancias o causas no planeadas y sin objetivos y que no responde al nexo causa/efecto ni a la intervención humana o divina (para los que aún crean en ella), acaba siendo el triunfo de esa fe, de esa esperanza jamás perdida, de la vehemencia del amor que acaba por agradar al amor propio de cualquiera: ese amor es el de Félicie por su Madre por su hija por su amado Charles, quien pareciera sentir de inmediato el deseo de causar en alguien esos mismos efectos que acaba de ver proyectados en el amor de Félicie, en la mirada de su hija Élise, en la empatía de su suegra. Pascal: ‘El amor, cuanto más inocente parece a las almas inocentes, más susceptibles las vuelve de ser alcanzadas por él’. (12) Y, ¿quién podría dudar de tales almas inocentes lideradas por el amor de esa mujer cuyo atractivo es más eficaz que el de un poema?

Para Pascal mismo: ‘Se sabe mejor en qué consiste el atractivo de una mujer que en qué consiste el atractivo de un poema’. (13) Y el atractivo de Félicie, en cada aparición, en su pensar y sentir, decir y hacer, se refleja esencialmente en su mirada, como cuando juega con Charles en la playa o hacen el amor en la litera o la dirige a Élise o a su Madre. O cuando para en seco la furia de Maxence o discute con Loïc sobre cómo lo percibe con respecto a aquél. O cuando ya en el bus mira a Dora con la empatía de quienes aman al mismo hombre, como dos hombres se miran por la misma mujer a la que amaron por separado y se percibe que el tiempo es una eternidad para los que aman y Élise el puente entre ella y Charles. Félicie revive la suprema idea de que vivir es creer en alguien y todo por vía del ser, el que no busca imponer a nadie, sino que impone gracias a su mirada crítica, reflexiones, filosofía: las de una mujer que no se cree superior a nadie, sólo que sabe que la nobleza mayor es la humildad.  

A Santiago y Valentina, seres tan libres como quienes saben que no hay que joder a nadie.

A Marthica y a María del Rosario, quienes comparten un magisterio similar al de Félicie, excepto por el diferente tipo de docencia que aquéllas sí ejercieron con lujo de detalles.

A los Cinéfilos, quienes aún no saben el placer que me reportan nuestros encuentros.     

Notas, enlaces y bibliografía:

(1) Claude Chabrol en: HEREDERO, Carlos F., MONTERDE, José E. En torno a la Nouvelle Vague, PDF, 67 pp.: 3.

(2) Cahiers du cinéma, #138, dic.1962, en: Íbidem Nota 1, PDF, 67 pp.: 3.

(3) MUÑOZ SARMIENTO, Luis Carlos. La Fábrica de Sueños – Ensayos sobre Cine. Calaméo, 2025, PDF, 482 pp. https://www.youtube.com/watch?v=mxJ6N-pa204  

(4) https://co.video.search.yahoo.com/yhs/search?fr=yhs-sz-002&ei=UTF-8&hsimp=yhs-002&hspart=sz&param1=1770266181&p=memorias+del+subdesarrollo+pel%C3%ADcula&type=type80260-2133086105#id=3&vid=1d2cd73c68d687d7d2ea915e081f20fb&action=click 

(5) William Wyler es el director de The Children’s Hour (1961) o La calumnia, según la novela de Lillian Hellman, que seguro Thomas Vinterberg debió ver para hacer su filme Jagten (2012) o La cacería, la historia del profesor Lucas (Mads Mikkelsen), quien trata de rehacer su vida y se le atraviesa la niña Klara para acusarlo de haberle mostrado su órgano viril: en suma, de abuso sexual infantil. 

https://www.facebook.com/groups/1481992289359363/permalink/1737743630450893/?rdid=IaIoLDRGAiuMR5ms#

(6) Íbidem, Notas 1 y 2, PDF, 67 pp.: 12.

(7) Íbidem, PDF, 67 pp.: 18.

(8) RIVETTE, Jacques: Mizoguchi vu d’ici, Cahiers du cinéma, #81, marzo 1958, en: ZUNZUNEGUI, Santos, El gusto y la elección – La ‘política de los autores’ y la noción de ‘puesta en escena’ en los Cahiers du cinéma entre 1952 y 1965, PDF, 67 pp., 13 a 27: 20.

(9) Íbidem, ZUNZUNEGUI, PDF, 67 pp.: El gusto y la elección: 22.

(10) Como dice de viva voz, sin mala leche alguna, mi amigo Leopoldo Pinzón, director de Pisingaña, y hermano mi otro amigo Germán Pinzón, guionista del mismo filme, que vimos juntos en el FICCI 1985. Adjunto el video del primero y la letra original del poema de Prévert, para desmentir toda especulación. 

https://www.patreon.com/posts/las-hojas-130368394?utm_campaign=patron_engagement&utm_source=post_link&post_id=130368394&utm_id=31b8607e-7030-4c6e-9ffa-92d76f456e98&utm_medium=email
https://es.wikipedia.org/wiki/Las_hojas_muertas

(11) Concepto que Bergson acuñó c. 1907 en su obra La evolución creadora: el Élan vital, fuerza hipotética que causa la evolución y desarrollo de los organismos y que aquél vinculó de modo estrecho con la conciencia, se considera transcripción literal de lo que R. W. Emerson llamó Vital Force o Fuerza vital

(12) PASCAL, Blas. Pensamientos – Elogio de la contradicción. Edición de Isabel Prieto. Eds. Temas de Hoy, Madrid, 1995, 121 pp.: 103.

(13) Íbidem, 195, 121 pp.: 102.

FICHA TÉCNICA: Título original: Conte d’Hiver. En castellano: Cuento de invierno. País: Francia. Año: 1992. Gén.: Drama / Comedia. For.: 35 mm; color; 114 min. Dir. y guion: Éric Rohmer. Prod.: Margaret Ménégoz. Fot.: Luc Pagès. Mon.: María Esteban. Mús.: Sébastien Erms. Int.: Félicie (Charlotte Véry); Charles (Frédéric van den Driessche); Maxence (Michel Voletti); Loïc (Hervé Furic); Élise (Ava Loraschi); Madre de Félicie (Christiane Desbois); Hermana (Rosette); Cuñado (Jean-Luc Revol); Edwige (Haydée Caillot); Quentin (Jean-Claude Biette); Dora (Marie Rivière); Clienta (Claudine Paringaux); Leontes (Roger Dumas); Paulina (Danièle Lebrun); Hermione (Diane Lepvrier). Prod.: Les Films du Losange / Compañía Éric Rohmer. Dist.: Les Films du Losange. Fecha de estreno: 29.ene.1992 (Francia).

Enlace del filme: https://ok.ru/video/3770028591805            

Luis Carlos Muñoz Sarmiento (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y jazz, catedrático, corrector de estilo, traductor y, sobre todo, lector. Fundador y director del Cine-Club Andrés Caicedo, desde 1984. Colaborador de El Magazín EE, 2012; columnista, 2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, se lanzó en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por MLK: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, coautoría con Luís E. Soares, publicado por la UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre MZO y su novela Changó, el gran putas, lo lanzó UFES, 20.feb.21. Invitado por Pijao Eds. al Encuentro Nal. de Narrativa vista desde las Regiones (Ibagué, 1º a 4 nov.23) Invitado por la UFES al Congreso Literatura, Soberanía Nacional y Multipolaridad (Vitória, 25.nov.23). El 10.abr.2025 fue publicado en Brasil La Fábrica de Sueños – Ensayos sobre Cine, primero de ocho libros por salir en este año. Autor en ARC, Rebelión, Magazín de EE, Las2Orillas y traductor/coautor, con Luis E. Soares, en dichos medios. Director del Cine-Club Al Filo del Tiempo, que se emite desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños. E-mail: lucasmusar@yahoo.com

Madleen y los camiones de ayuda a Gaza se suman a la dignidad Palestina

12 Junio 2025 at 06:46

El barco de la Flotilla Madleen ha hecho lo que la UE, encabezada por la nazi Ursula y con su corte de monigotes bailarines, habría querido que no hiciese, preferiría que el barco hubiese sido masticado por una ballena gigante, pero ahí estaba en mar abierto, en aguas internacionales diciendo al mundo que tenía algunas medicinas y alimentos para el pueblo de Gaza. Y los protegidos de la UE y su amo EEUU tenían al monstruo suelto, como les gustaba que anduviese para que persiguiendo el objetivo cometiese el genocidio con su silencio y bendiciones de “tiene derecho a defenderse”. Hasta Lieberman, exministro de exteriores del ente terrorista sionazi ya había acusado a Netanyahu de armar a unos bandidos, que se pudieron de nombre irónico “Fuerza antiterrorista”, para que haciéndose pasar por palestinos atacasen y robasen los camiones de la ayuda humanitaria que entraban con cuentagotas en Gaza. Y ya tenemos otros dos frentes, uno la Flotilla por la Libertad de Gaza, que el “Occidente global” quería ignorar y no pudo impedir su presencia y valor político y solidario, y dos, buscar minimizar las bajas del ejército colonial para que en el ente no se abundase en la inutilidad del genocidio, pero no solo eso, intentar hacer creer que el enfrentamiento de los bandidos contratados para el caso diesen la impresión de provenir de una división entre los palestinos. Los mercenarios, colaboracionistas bandidos han aparecido vinculados al DAES, así ha sido declarado por el mismísimo criminal Netanyahu al acusar a Lieberman de haberlo filtrado.

Cuanto más contrario a Palestina, más se regodean todos en las recepciones con los dirigentes del genocidio. Aunque parece que su exposición colaboracionista, denunciada por los pueblos en las calles ha hecho subir el listón de Derechos, Resistencia y Antiimperialismo, y les ha puesto nerviosos, cuando hace tan solo unos días celebraban en su Eurovisión al ente terrorista sionazi.

Los bandidos pagados por “Israel”, más allá de las diferencias entre representantes, tienen la misión de desestabilizar, dividir, y hacer el “trabajo” que ha venido desgastando mundialmente al ejército colonial. Ahora ha quedado claro que tanto el DAES creado por EEUU y sus amigos, como el que Netanyahu confiesa que es pagado por su aparato colonial, es una marioneta. Aplausos de Zelenski, de Milei, y un poco arrugados hasta que pase la tormenta los quejosos de la UE, esos gobiernos guerreros que sacan el dinero de sus ciudadanos para fabricar armas y disparar contra Rusia mientras han ocultado lo que hacían sus socios colonialistas en Palestina, tanto es así que a asesinar niños, mujeres, hombres, de cualquier edad, le llamaban “derecho a defenderse”. “Derecho a defenderse” es colonizar Palestina, exterminar su población con bombas, con hambre, con sed, con enfermedades. La hipocresía les ha brotado tanto por la boca, los ojos, las manos, que todos abrazados a la causa genocida pensaron que la tarea estaba a punto de conseguirla, y la Resistencia Palestina llamó a los pueblos del mundo el 7 de octubre de 2023. Seguirían con la fiesta entre ellos, pero la solidaridad y la voz de Gaza les ha ido descubriendo como el monstruo en la sombra. La Resistencia y la solidaridad han iluminado lo que son y la ideología que les sustenta.

Les gustaría que continuase el genocidio, lo han alimentado, su diferencia con los ejecutores es de ritmo y forma, no quieren aparecer, tienen necesidad de buscar un poco de distancia, que no se les vea tanto, hasta los firmantes de los “Acuerdos de Abraham”, monarcas árabes medievales capitalistas, siempre dispuestos a vender a Palestina, han tomado sus precauciones, pero que nadie espere que den una sola bala a la Resistencia, dan solo palabras mientras el ente terrorista sionazi acelera su paso envuelto en la locura de bañarse en sangre del Pueblo de Gaza, pero sin olvidar a Cisjordania y Jerusalén.

Cuando una delegación de Arabia Saudí, Qatar y Emiratos Árabes ha pretendido viajar a Palestina para tratar con los genocidas la posibilidad del reconocimiento de un Estado Palestino, la respuesta no ha podido dejarlos más en ridículo, le han prohibido la entrada los que “tienen derecho a defenderse”. El príncipe de Arabia Saudí se ha ofendido y ha declarado que los prohibidores de su paso son unos “extremistas”. ¿Continúa estando sordo y ciego? La CPI, los responsables de la ONU, los organismos internacionales humanitarios en general, todos los pueblos han acusado al ente terrorista de cometer genocidio. Tanto dinero como tienen, tanta imagen de dignidad que quieren dar, y todo lo que los conduce es acordar algo con los sionazis para que los pueblos árabes se pongan tras ellos y no les creen problemas, y una segunda cosa, apagando el fuego con promesas, poderse dedicar, según lo acordado con terror Trump el servidor de las bombas, al negocio inmobiliario en Gaza, ladrillo con ladrillo sobre las vidas de la dignidad y la defensa más humana, y pisando esas vidas hacerse pasar por dialogantes y próximos Premios Nobel de la Paz. Bendiciones papales mientras el pueblo de Gaza Palestina quede devastado. Pero los netanyahus quieren garantías de salir indemnes de que sus crímenes son archivados.

Es hora de sostener y aumentar la movilización por Palestina Gaza, sus derechos son los de todos los pueblos anticolonialistas.

En unos días tendremos otro episodio de defensa a ultranza del Pueblo de Gaza, una caravana de camiones con alimentos y medicinas ha salido desde Túnez, cruzará Libia y Egipto para ponerse en la entrada a Gaza, es una Flotilla por la Libertad que va por tierra, Madleen sigue ahora por carretera, y las voces populares deben acompañarla y romper el bloqueo del terrorismo sionazi.

Ramón Pedregal Casanova es autor de los libros: Gaza 51 días; Palestina. Crónicas de vida y Resistencia; Dietario de Crisis; Belver Yin en la perspectiva de género y Jesús Ferrero y Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios. Colaborador del canal Antiimperialistas.com, de la Red en Defensa de la Humanidad.

Apocalipsis versus responsabilidad

12 Junio 2025 at 06:34

El desconocimiento de la realidad, cada vez más acusado, viene estimulado entre otras cosas, por la creciente expansión de los discursos apocalípticos que se expanden como una mancha de aceite, creando confusión, temor y simplismo analítico. Unos discursos que se caracterizan por un reduccionismo moral y político, donde solo existen los “buenos (los míos)” y los “malos (los otros)” en estado puro, los matices sobran. Esto deja a la ciudadanía la única opción de adherirse incondicionalmente a uno de esos dos falsos e inexistentes bandos tal cual son presentados. Con ese simplismo analítico se persigue anular la capacidad crítica de la ciudadanía, fomentando sin embargo de forma crujiente, la adhesión tribal sin complejos ni dudas a “certezas” preconcebidas interesadamente.

Este escenario “binario” tiene una vertiente en la actualidad, en todo lo que concierne a la tecnología digital ya su producto estrella, la Inteligencia Artificial (IA). El gran reto que concierne a todos no es elegir, como así nos inducen interesadamente, entre aceptar acríticamente y sin dudas las estrategias de las grandes tecnológicas, visión «moderna» o negar absolutamente la utilidad social de la IA, visión «ludita». Eso lo único que pretende es meter a la ciudadanía en una determinada trinchera ideológica, que recuerda el viejo debate que parecía resuelto pero que vuelve a surgir con fuerza, entre los denominados tecnófilos contra los denominados tecnófobos, algo que ya mostró en su momento ser un debate poco fructífero y yo diría falso.

La realidad exige, cada vez con más urgencia y rigor, establecer un diálogo dinámico y en igualdad de condiciones donde no solo hablen los lobbys sino la sociedad en su conjunto, en una visión multidisciplinar, donde se valoren distintos puntos de vista que puedan arrojar entendimiento y sobre todo sensatez en un asunto donde pocos, incluidos los expertos, tienen claro el discurrir futuro de esta tecnología, que como todos los futuros, además, habrá que construir.

Un diálogo que tiene que surgir de la mano de una «ética de la responsabilidad» que concierne a todos, comenzando por los científicos y expertos en tecnología que deben entender, que más allá de su dependencia profesional y salarial de instituciones, sean estas privadas o públicas, se deben sobre todo a la sociedad y es a ella y no de forma subalterna, ante la que deben rendir cuentas deontológicas de su actividad, al tiempo que divulgan su saber de forma sencilla para que la ciudadanía encare estos nuevos retos con un mayor conocimiento. Los científicos, además, tienen que entender que su trabajo no culmina con los resultados y experimentos del laboratorio tal como son revelados en un tubo de ensayo o en una maqueta, son, además, elementos que modifican las relaciones económicas, culturales y laborales de una sociedad, creando nuevos contextos y experiencias que deben ser evaluados en una especie de “feedback” de tal forma que “experimento técnico” y “experiencia social” formen parte del mismo proceso. En definitiva, la tecnología no debe ser reducida a una especie de “razón instrumental” de artefactos que funcionan oa meras infraestructuras, sino que debe ser entendida como un elemento que configura lo social.

También y de forma primordial, concierne al ciudadano medio, el cual a lo largo de su vida toma decisiones con su forma de consumir que tienen una gran influencia en el desarrollo económico, social y tecnológico en cada momento. No es casualidad los ingentes recursos que las empresas dedican a moldear el gusto y el consumo de esa ciudadanía, con el único afán de que se convertirán en «animales consumistas y acríticos» anteponiendo a su perfil político ciudadano el de meros clientes, o de unos usuarios sumisos con el poder del marketing que generan las grandes multinacionales tecnológicas. De ahí la importancia de contextualizar en un plano social, asociativo y responsable su libertad a la hora de consumir.

Finalmente, los poderes públicos democráticos, como representantes de la ciudadanía, deben ser especialmente cuidadosos en sus decisiones mirando por el bien común, no solo por el de los grandes consorcios digitales que es lo que se percibe en demasiadas ocasiones, por muchas presiones que reciben de las grandes tecnológicas, que en el caso de las de Estados Unidos, son muy potentes, están considerados el segundo grupo de presión más importante de Bruselas después de la banca, según datos de las asociaciones Corporate Europe Observatory y Lobby Control.

Aunque no en la misma proporción, como es lógico, todos somos importantes individual y colectivamente y todos debemos implicarnos. Parafraseando al admirado poeta español Blas de Otero “…aquí no se salva ni Dios…” a la hora de implicarse.

No hay solución fuera del socialismo

11 Junio 2025 at 11:12

Me parece plausible creer que, en ciertas etapas de la evolución histórica de la humanidad, las actividades de carácter capitalista hayan desempeñado realmente un papel positivo para posibilitar el avance de nuestra capacidad productiva y, de este modo, generar la cantidad de bienes y riquezas que viabilizaran mejores condiciones de vida para el conjunto de los habitantes que estarían al alcance de los efectos de tales actividades.

Aún cuando hagamos una ponderación sobre el hecho de que la apropiación de los rendimientos derivados de emprendimientos capitalistas nunca se da dentro de parámetros equitativos de justicia social, sino que privilegia de manera acentuada a los propietarios de los medios de producción, me parece innegable que los resultados obtenidos en ese entonces representaban un paso adelante en favor de la humanidad en general.

Pero, con el paso del tiempo, las características que parecían ser apropiadas para impulsar la producción de bienes y, con eso, proporcionar una mejora generalizada de las perspectivas de vida, comenzaron a representar una enorme y aterradora amenaza para la propia supervivencia de la humanidad como tal, así como para gran parte de las demás formas de vida presentes en nuestro planeta.

Sucede que, hasta hace alrededor de un siglo, con el nivel de productividad disponible por entonces, predominaba la sensación de que no habría límites restrictivos para la expansión del proceso productivo basado en la explotación de los recursos naturales existentes. Así, solía entenderse como algo beneficioso y deseable que cada capitalista diera libertad total a sus ímpetus exploratorios y a su avidez por aumentos de ganancias.

No obstante, en los días de hoy, ya no debe haber muchas dudas de que la búsqueda desenfrenada de los capitalistas por la acumulación de ganancias está llevando a nuestro planeta rumbo a una catástrofe de proporciones inimaginables que, al ritmo que está avanzando, no está muy lejos de consumirse.

¿Cómo enfrentar un problema de esta magnitud? Para los dueños del capital, la respuesta está, como siempre lo estuvo, en la punta de la lengua: basta con dejar que el barco siga adelante libremente y, al final, será el propio mercado el que dará la solución. Para ellos, el mercado es la verdadera fuerza divina capaz de todo, es decir, deberíamos dejarlo todo en manos del Dios Mercado.

Y, deduciéndolo desde esa misma perspectiva, ese Dios Mercado también parece tener su pueblo elegido, el cual está compuesto por los poseedores de capital. Entonces, al dejarlo todo por cuenta de su máxima divinidad, nuestros capitalistas confiaron en que tendrán su salvación, y podrán disfrutar de su merecida vida eterna, enriqueciéndose permanentemente con sus benditas ganancias.

Sin embargo, para la inmensa mayoría que compone el resto de la humanidad, la solución de predilección de la clase capitalista representa efectivamente la eternización de su desgracia, o su propio exterminio. Por eso, para todos aquellos que no forman parte del reducido y selecto grupo del “pueblo elegido”, la salida debe de estar en otra dirección, muy diferente a la preferida por los discípulos del capital.

De hecho, el único camino a seguir para todos aquellos que aspiran a elevar constantemente sus condiciones de vida, sin destruir el medio ambiente en el que tenemos que vivir, es el que conduce al socialismo. Y al decir socialismo, no pretendemos dar a entender que queremos condenar a la humanidad al atraso. Por el contrario, nada más que a través del socialismo nos será posible soñar con una mejora constante de nuestro estándar de vida, con la preservación de las fuentes necesarias para su viabilidad.

Solo una sociedad que no se estructura en función de la avaricia personal egoísta típica del capitalismo, sino en una visión de planificación global y colectiva, es capaz de explorar los recursos naturales de manera coherente y racional, priorizando lo que debe ser priorizado en términos de las necesidades y potenciales del conjunto de nuestra población. Y la única alternativa que hace viable un enfoque de las relaciones sociales dentro de tal filosofía es el socialismo.

Conforme nos enseña la experiencia actual china, la eliminación completa de la actividad empresarial privada no llega a ser una exigencia indispensable en este período de construcción de las bases de sustentación de un régimen socialista. Lo que sí es imperativo es que las líneas directrices del funcionamiento de la economía y de la vida social en su conjunto no sean determinadas por los capitalistas y para satisfacer sus intereses de clase, sino por la totalidad de la sociedad, organizada de acuerdo con una verdadera democracia de carácter popular.

Por eso, mi convicción se va reforzando cada día. No tengo ningún motivo para vacilar en decir lo siguiente: en la actualidad, ¡el socialismo sigue siendo más necesario que nunca!

Panorama… planetario y foco en Gaza

11 Junio 2025 at 10:45
https://revistafuturos.noblogs.org/

Hay una sensación, un desasosiego como cuando uno está cerca del mar y ve venir una tormenta; el cielo oscureciéndose, la brisa cediendo a vientos con rachas hasta desde diversos ángulos, el cielo encapotándose…

Así estamos viendo el panorama político, ya no (sólo) local sino generalizado.

Por supuesto que no tenemos ni la menor idea si tal acontece en Mongolia, en Costa Rica o en Hungría, pero es una situación que trasciende de todos modos nuestras particularidades.

Donald Trump ha sido, a mi ver, definido con acierto como el monarca que está cada  vez más desnudo (y algunos vamos intuyendo quiénes le han tejido el costoso traje invisible).

¿Cómo es posible que ante la selva que tanto rodea al (único) jardín de la no tan casta Europa, sea precisamente Europa la que bata los tambores de guerra? Desasosiego.

¿Y que tengamos algún otro monarca, surgido de elecciones democráticas, que consulte a su perro, muerto? Desasosiego.

¿Y que la teocracia judía (de la cual se desmarcan algunos, pocos, judíos) lleve adelante, −brutalidad y franqueza, inopinadamente entrelazadas− un genocidio “en vivo y en directo”? 

¿Y que Ucrania, aparezca cada vez más claramente como el “chirolita” de servicios secretos israelo-británico-estadounidenses? 

Tales políticas, recurrentes desde poderes dictatoriales, generalmente se escamoteaban, se “calafateaban”. 

Pero parece que hemos entrado en zona ideológica, psíquica, sin calafateos. 

Podríamos alegrarnos, hasta enorgullecernos del lenguaje directo, sin tapujos, pero resulta que tales sinceramientos se llevan adelante con descaro para reclamar aun mayor brutalidad, eliminación de barreras para desplegar sevicias, descaro para ejercer un despotismo sangriento  y resulta el “adecuado” para ajustar poblaciones a una voluntad omnímoda.

El excelente Francisco Claramunt viene revelando esos procederes en sus notas sobre el genocidio palestino y particularmente gazatí en Brecha. En su última nota desenvuelve la trama de exportación de armas de control y muerte, de Israel y sus pingües ganancias. 

Pero no es seguramente la ganancia su principal aporte. Porque el poder que da dichos despliegues es todavía más significativo. 

El tratamiento que Israel dispensa a palestinos, adueñándose de sus tierras  –un proceso que lleva un siglo–, despierta el interés de muchas constelaciones de poder, igualmente deseosas de reafirmar sus reales en tierras mal habidas.

El “caballito de batalla” de las exitosas exportaciones mílitopoliciales de Israel se caracteriza por un santo y seña  que usan sus exportadores: ‘testeadas y probadas en combate’.

Y ése es el “aporte” israelí, el invento de Israel; el de un enemigo (y el consiguiente combate).

Porque cuando el sionismo inicia el despojo por apropiación del territorio palestino, encontrará resistencia. Social. Pero no militar ni política. Pero Israel irá reconfigurando la resistencia como escenario de combate, inventa un adversario, mejor dicho un enemigo ideológico y político a quien trata como enemigo de guerra.

Es una tarea militar bastante fácil; los trata como enemigos en tanto las poblaciones refractarias a gatas si tienen una escopeta cazadora para enfrentarlos. Los resultados en número de “bajas” lo ilustran: los huelguistas durante la huelga general insurreccional de 1936 pagarán su levantamiento contra la ocupación sionista con miles de muertos; en 1948, los campesinos serán expulsados de sus tierras y labrantíos y de sus viviendas (los pelotones sionistas acabarán con unas 500 o 600 aldeas palestinas) y tras matar a refractarios (miles) expulsarán a varios cientos de miles de palestinos de su hábitat milenario. En enfrentamientos posteriores de vecinos embravecidos contra el ejército israelí,  como en las intifadas, incluso de guerrilleros palestinos en los ’60 armados a guerra, mueren centenares de palestinos (hombres, mujeres, niños) por cada soldado israelí caído “en acción”.

¿Cómo se explica que judíos despojados hasta de sus vidas a comienzos de la década del ’40 en Alemania, Polonia, países bálticos, etcétera, escasísimos años después, no más de los que se cuentan con una sola mano,  hayan despojado a palestinos de sus tierras, sus enseres, sus viviendas con mobiliario, ropa y vajilla (hasta las tazas de té humeantes, de casas precipitadamente abandonadas ante la amenazante requisa sionista)?

No se trató exactamente de la misma gente. Muchos de los despojados por el nazismo se refugiaron en EE.UU. Y muchos de los judíos sionistas que iban ocupando Palestina y desplazando palestinos no venían de los shtetl saqueados de Rusia y Europa oriental ni del terror nazi; a menudo provenían de Inglaterra y de otros países europeos occidentales, y de países americanos (EE.UU., Argentina). 

Tan enojosa comparación no se sostiene, entonces, por la diversidad de destinos particulares, a veces familiares.

¿Refugiados o colonizadores?

Lo que acabamos de reseñar es en el nivel de los destinos personales. Pero además, porque al “destino judío”  se le solapó la cuestión colonial. La colonización propiamente dicha: adueñarse del territorio de un “otro”.

Cuestión que para colonialistas es inexistente. Irrelevante. Porque referirnos a  la cuestión colonial abriría la puerta a los derechos de los colonizados. Y para el colonialismo, el derecho es por antonomasia el derecho de los colonizadores. No hay otro.

¿De qué otro derecho, pues, se puede hablar? Porque el derecho colonial se elabora y se plasma como el derecho de los colonizadores.

Con el mismo fundamento con el que se han elaborado en la ONU de 1945 los derechos humanos. El senador estadounidense de AIPAC, Lindsey Graham, lo explica, mejor dicho lo desnudará el 21 nov. 2024: “El Estatuto de Roma no se aplica a Israel, ni a EE.UU., ni a Francia, ni a Alemania, ni a Gran Bretaña,  porque no fue concebido para actuar sobre nosotros.” 

Veamos el estatuto: el Estatuto del Roma de la Corte Penal Internacional, establecido desde la ONU en 1998 y con complementos en 1999 y 2002 tiene presente “que, en este siglo, millones de niños, mujeres y hombres han sido víctimas de atrocidades”, y “que los crímenes más graves de trascendencia para la comunidad internacional en su conjunto no deben quedar sin castigo”, […y] decididos, a los efectos de la consecución de esos fines y en interés de las generaciones presentes y futuras, a establecer una Corte Penal Internacional de carácter permanente, independiente  […].” “La Corte […] estará facultada para ejercer su jurisdicción sobre personas respecto de los crímenes más graves de trascendencia internacional.” 

¿Aparece en algún pasaje que estas disposiciones son para magrebíes, salvadoreños, portugueses o tunecinos y no para ingleses, israelíes, estadounidenses o franceses? 

Viene bien confrontar las excepciones autoasignadas por los poderosos del planeta  con  el capítulo 6 del estatuto de la CPI que versa sobre lo genocida:

“Artículo 6

”Genocidio

”A los efectos del presente Estatuto, se entenderá por “genocidio” cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal:

”a) Matanza de miembros del grupo;

”b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;

”c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;

”d) Medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo;

”e) Traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo.”

¡Los cinco elementos constituyentes de un genocidio están cumplidos hasta con exceso por Israel en Palestina y particularmente en la Franja de Gaza!

Y nos preguntamos de dónde podría provenir una exoneración a Israel al estilo del que pretende el senador  auspiciado por AIPAC para ciertos ciudadanos del mundo de primera categoría.

No hemos podido dar con tan peculiares razones; tal vez sea nuestra ceguera…

No hay más remedio que concluir, siguiendo los criterios de la CPI, que todo lo actuado por el “ejército más moral del mundo” cumple acabadamente con lo que es un genocidio.

Tal vez a caballo de semejante excepcionalidad “grahamiana”, Israel se permite  propagar sus productos de guerra, doblegamiento  y tortura como “testeados y probados en combate”. Ya vimos que lo de combate suena a falso porque  convierte en guerra lo que es sencilla y brutalmente una ocupación militar (no existen dos ejércitos enfrentados).

Israel arma “los escenarios de combate”. Juega a la guerra con muchos “enemigos”. Muchísimos. Toda una población. En realidad, esa población victimada, con ancianos, mujeres, niños y bebes ha sido, es, apenas el punching ball del ejército israelí.

Claramunt repasa el enorme éxito que esa propaganda, ese testeo de armas israelíes tiene entre compradores: indudablemente, porque les quieren dar un uso análogo….

Un momento de la “colonización”: fabricando mutilados

Hasta octubre 2023, además del despojo, de sembrar la muerte, de sacar administrativamente a pobladores de la sociedad y mantenerlos detenidos, aislados, a veces durante décadas, Israel tuvo una política deliberada de mutilación, lo que hizo que éstas cobraran un papel importante. Mostrando una lógica colonial de mutilación, restringiendo las posibilidades de que el pueblo palestino se cure de sus heridas, ya que palestinos y palestinas pierden un ojo, una pierna, les queda de por vida un  tobillo deshecho […]

A octubre de 2023, cuando el copamiento palestino del cuartel local israelí en Gaza y la toma de rehenes, Gaza contaba con 440.000 personas discapacitadas, según Danila Zizi, directora de Handicap international para Palestina; es decir 21% de la población total. Escuchó bien. Uno de cada cinco… Desde el 8 de octubre 2023, se contaba en un mes cerca de 100.000 personas heridas de donde se puede deducir que una gran parte de ellas serán desde entonces discapacitadas (muertos adultos e infantes al margen). 

La discapacidad no es un efecto conectado con la masacre, sino una finalidad de la política colonial. Claro que, con las masacres también aumentan las mutilaciones y por consiguiente los discapacitados.

Test de ignorancia supina

Cuando alguien no sabe nada de esta tragedia, ni de derechos humanos y se ve precisado a referirse a palestinos, Gaza, Israel, se aferra a dos puntos y se siente a salvo: 1) es-una-guerra (desatada aviesamente el 7 de octubre de 2023; tal vez en cielo sereno, en el mejor-de-los-mundos), y 2) tenemos que lidiar con “la-red-terrorista-Hamás”.

Ni es una guerra, ni hubo nunca dos ejércitos. Es una colonización mediante despojo. 

Y Hamás no es terrorista como se puede decir del ISIS, de la Mano guatemalteca o del Irgún sionista.

Hamás se forjó para asistir a palestinos en estado de necesidad, abrigos, alimentos  y preservarles su integridad cultural (que para Hamás es religiosa). Muchas acciones de Hamás fueron no sólo no violentas sino decididamente pacíficas, como las Marchas por la Tierra (2019 y 2020) que fueron liquidadas por Israel con  saña y un saldo de centenares de tullidos y muertos.

Pero no son pacifistas. Son islámicos e invocan la “ guerra santa”. Y como fieles de un monoteísmo absoluto (y absolutista) –al igual que los monoteísmos verticalistas judío y cristiano–, admiten violencia y hasta la pueden glorificar. Pero hasta desde la misma ONU se reconoce que contra el colonialismo que auspicia el proyecto israelí, la violencia es legítima. 

Se dice que Hamás ha sido promovido, financiado por el estado sionista. No habría que descartarlo. Israel ha usado, como todo poder establecido, unas resistencias contra otras para quedar mejor librado (de ambas). En algún momento, Israel puede haber facilitado a islámicos para torcerles el brazo a palestinos laicos liderados por Arafat; en algún otro momento puede haberse servido de la Autoridad Nacional Palestina para desplazar la oposición menos domesticable de Hamás.

Pero tales avatares no desmienten el afán emancipatorio de los palestinos despojados y cada vez más matados a mansalva.

Y tampoco borra el nervio motor de esta situación, que tan concisamente presenta Francesca Albanese: el genocidio en curso es “consecuencia de la condición excepcional y la prolongada impunidad que se le ha concedido a Israel.”

La mal llamada guerra en la franja de Gaza

11 Junio 2025 at 10:30

El inicio de las hostilidades se produjo el 7 de octubre de 2023 con el ataque del grupo Hamas a las comunidades israelíes al que denominaron “Operación inundación Al-Aqsa”; que supuso la muerte de 1195 personas (de los cuales 373 militares) y la captura de 251 más, que fueron llevadas a la Franja de Gaza. 

Flaco favor a la causa palestina, ya que le dio el pretexto al gobierno de Israel de declarar el estado de guerra y comenzar con una serie de bombardeos durante 20 días, para luego iniciar una invasión por tierra que perdura hasta hoy.

La invasión no es para nada una novedad y nadie puede llamarse a sorpresa. 

El objetivo desde siempre de los sectores más derechistas del movimiento sionista, hoy en el gobierno en Israel, ha sido la anexión lisa y llana de todo el territorio palestino. Ya en 1944 la Organización Sionista Mundial lo manifestaba públicamente.

Baste recordar la llamada “nakba” (la catástrofe) de 1948 por la cual la mitad de la población árabe de Palestina (unas 750.000 personas) fueron expulsadas violentamente de su territorio primero por grupos paramilitares sionistas y luego de la creación del Estado de Israel, por su ejército. 

Si bien existen diversos tipos específicos de guerras, podríamos acercarnos a una definición primaria de carácter general en tanto un enfrentamiento violento y masivo mediante el cual un contendor busca la derrota de su oponente a fin de imponerle un objetivo determinado. 

En el caso de una guerra entre dos países, estaríamos hablando esencialmente de un enfrentamiento entre dos ejércitos.

Esta no es la situación en la franja de Gaza en absoluto.

Por el contrario, vemos a un ejército con armas de última generación que bombardea e invade una región, destruyendo a su paso escuelas, universidades, hospitales, casas de familia, matando a más de 50.000 civiles (mujeres, hombres y niños) y obligando a otros miles a huir desesperadamente.

Por si esto fuera poco, realiza un bloqueo sistemático a los camiones de alimentos enviados por la ONU y a todo lo que sea ayuda humanitaria (medicamentos incluidos), cortando los servicios de luz y agua, condenando a la hambruna y la desesperación a miles y miles de niños y adultos.

Vayamos ahora a la definición de genocidio. 

En 1948, la Convención sobre el genocidio de Naciones Unidas definió el genocidio como cualquiera de los cinco actos «perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso». Estos son: matar a miembros del grupo, causarles graves daños físicos o mentales, imponer condiciones de vida destinadas a destruir al grupo, impedir los nacimientos y trasladar por la fuerza a los niños fuera del grupo. Las víctimas son elegidas por su pertenencia real o percibida a un grupo, no al azar.   

Queda meridianamente claro entonces que no puede haber dos opiniones honestas diferentes sobre cuál es la definición de lo que está ocurriendo en Gaza: es el genocidio por parte del gobierno sionista de Israel del pueblo palestino.

Los nefastos “destinos manifiestos” 

Lamentablemente tenemos más de un caso en la historia reciente y en el presente.

Desde el régimen nazi en Alemania proclamando la superioridad de la raza aria y la necesidad de mantener su pureza a cualquier precio, aunque fuera una guerra mundial.

Siguiendo con el destino manifiesto de los EUA de salvaguardar la “democracia occidental” del peligro del comunismo. Aunque tal “loable misión” implicara plagar de dictaduras de corte fascista a todo nuestro continente en la década de los años 70 del siglo pasado, con su secuela de miles y miles de desaparecidos, asesinados, presos y torturados.

Y ahora el régimen sionista de Israel que manifiesta ser “el pueblo elegido para ocupar la tierra prometida”. 

Como ser humano siento indignación y vergüenza ajena por los gobernantes de Israel que están llevando adelante una limpieza étnica con el pueblo palestino, tal como los nazis hicieron con los propios judíos, asesinando a más de seis millones en los campos de exterminio. 

La posición de Uruguay 

Hasta ahora la postura de Uruguay por declaraciones del Presidente Orsi, el Canciller Lubetkin y el propio MRREE ante esta situación ha sido por lo menos insuficiente.

El Presidente, siendo profesor de historia, debe estar al tanto de los antecedentes de la “nakba” y de la diferencia entre una guerra y un genocidio. Por ende no es de recibo que no llame a los hechos por su nombre y se refiera a ellos como “conflicto militar” a secas.

Uruguay tiene un bien ganado prestigio en el ámbito internacional por su consecuente defensa de los principios del derecho internacional humanitario.

Por ende, ha estado omiso al mismo al no integrarse al denominado Grupo de La Haya, creado el 31 de enero y conformado por nueve países – Belice, Bolivia, Colombia, Cuba, Honduras, Malasia, Namibia, Senegal y Sudáfrica – iniciativa promovida por la Internacional Progresista, con el objetivo de la defensa del derecho internacional frente a las violaciones al mismo cometidas por el gobierno de Israel, en concordancia con las disposiciones efectuadas por la Corte Penal Internacional contra el Primer Ministro Netanyahu como criminal de guerra.

Asimismo el comunicado No. 35/25 del MRREE si bien se refiere acertadamente a que “La solución de dos Estados es elemento fundamental para lograr una paz duradera entre Israel y Palestina y para que ambos pueblos puedan vivir en paz y seguridad.” e “insta a las autoridades de Israel a garantizar el acceso seguro y sin restricciones de la ayuda humanitaria para la población de Gaza a través de las Naciones Unidas”, se cuida de calificar la situación como un genocidio o limpieza racial y se limita a expresar “su seria preocupación ante la grave situación humanitaria que se vive en la franja de Gaza, donde decenas de miles de personas han perdido la vida, y muchos podrían seguir el mismo camino, frente al agravamiento de la situación en esa zona.”

Es hora de hablar claro 

Las autoridades uruguayas – comenzando por el Presidente Orsi – deberían sumarse a las voces de otros presidentes del continente como Petro, Lula y Boric, que definieron claramente la situación imperante en Gaza y Cisjordania como un genocidio del pueblo palestino por parte del gobierno sionista de Israel, a la vez que solicitar el ingreso de Uruguay al Grupo de La Haya.

No hay otra opción si queremos ser coherentes con nuestros principios y antecedentes.

Por ello saludamos las declaraciones del Partido Comunista, Partido Socialista y algunos Comités de Base del Frente Amplio en ese sentido.

La catarsis hiriente pero necesaria para el autoconocimiento

10 Junio 2025 at 06:32

El instinto erótico pertenece a la naturaleza original del hombre… Está relacionado con la más alta forma de espíritu. CARL G. JUNG

El erotismo es la aprobación de la vida hasta en la muerte. GEORGES BATAILLE

La excitación es el fundamento del erotismo, su enigma más profundo, su palabra clave. MILAN KUNDERA

Sexo: lo que sucede en diez minutos es algo que excede a todo el vocabulario de Shakespeare. ROBERT LOUIS STEVENSON 

El segundo y último Ciclo de Cine Erótico, que se emite desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños, vía Cine-Club Al Filo del Tiempo, se acerca a su fin con Las edades de Lulú (1990), del catalán José Juan Bigas Luna (1946-2013), filme que se mueve entre el despertar al sexo y el incesto, el Cine del Destape y la Movida madrileña, con base en la novela homónima (1989) de Almudena Grandes (1960-2021), una Bildungsroman o Novela de Formación a la española que compara con el modelo de la picaresca El lazarillo de Tormes y que a su vez se inspira en Escupiré sobre vuestra tumba (1946), del polímata Boris Vian (1920-1959). Lulú, hipocorístico de María Luisa, es la niña que se inicia en el sexo con Pablo, profesor de literatura española en una U. de los EE.UU, y quien al inicio se acerca con pasión y ternura y luego va a la violencia y la agresión: ello permite un paralelo con Las mejores intenciones (2013), de B. August (1) sobre las memorias del cineasta sueco Ingmar Bergman.

Lo que al inicio parece un filme lineal a la postre no es tal, sino a base de flashbacks que van mostrando la relación entre Lulú y Pablo, desde el tórrido, pero poco espontáneo comienzo, incluso algo de cliché (la ida al carro entre la lluvia, una cierta timidez artificial de ella, un algo impostado rol de seductor de él, con tintes de padre incestuoso), hasta el descenso al averno de los deseos atrevidos y peligrosos, con travestis, lesbianas y gays, en fin, que va hasta la separación entre ellos y luego su forzada reunión, más con la inconsciente intención del final feliz que de una ruptura marcada por la infelicidad y lo insoportable. Lo que lleva un poco al punto de partida de la obra literaria: una escena de gays con lametones de nalgas y penetración anal. PP para un culo ‘de carne perfecta, reluciente’ capaz de ser ‘sujeto y objeto de un placer completo, redondo y autónomo, tan distinto del que sugieren esos anos mezquinos, fruncidos, permanentemente contraídos en una mueca dolorosa e irreparable’. (2) 

Algunos críticos han aludido al carácter no erótico de la novela, aspecto del que no carece del todo el filme, aunque en algunos casos, como ya se insinuó, el resultado se parezca más a un desfile de cadetes, a un cambio de la guardia presidencial o a una columna pretoriana de paracos, que a algo que de verdad excite los sentidos y en forma eventual suscite un clímax u orgasmo. Lulú, 15 años, vive una infancia carente de afecto y de pronto se siente atraída por un joven amigo de la familia, al que hasta ahí ella había deseado con cierta vaguedad, cierto desdén, relativa informalidad. Tras esta experiencia inicial, la eterna niña alimenta por años en soledad el espectro de aquel sujeto que termina por sucumbir a la idea inconsciente del incesto (que también nutre en su mente Marcelo, el hermano de Lulú), y de extender sin término fijo, un contrato sin firmas: el de una singular relación erótica que prolonga la lúdica erótica de la niñez; hecho que de acuerdo con Freud de paso desmiente la asexualidad infantil.

En efecto, en su libro Autobiografía, el polímata vienés habla del encuentro frente al hecho de la sexualidad infantil, que iba en contra de los más radicales prejuicios de los hombres: por lo general, se acepta, Freud dixit, que la infancia es ‘inocente’, libre de cualquier impulso sexual y que la lucha contra el demonio de la ‘sensualidad’ apenas empieza con la agitación y el desborde de la pubertad (3). Ya Freud ha puesto de presente que las investigaciones sobre causas y fundamentos de la neurosis los llevó a él y otros, con una intensidad cada vez mayor, a descubrir conflictos entre los impulsos sexuales del sujeto y la resistencia contra la sexualidad, factores estos siempre en la mira del Poder para hacerlos objeto de control. De ahí surgió el libro Sexualidad infantil y neurosis. Lulú es víctima de esos impulsos, por estar identificados justo con la idea del incesto, como se ve en su relación, entre machista y tiránica, por parte de Pablo, como queda demostrado desde el primer momento del vínculo…

En efecto, Pablo la mira de arriba abajo y cuando llega a sus pies lo primero que suelta es: son los zapatos más horribles que he visto en mi vida. Lo que ya pretende marcar una relación no igualitaria, sino de dependencia por la lucha de clases, el buen gusto, la sofisticación. Lo que a la joven de 15 años poco le importa o la deja sin cuidado pues ella sólo está enamorada del amigo de su hermano, que a propósito también está cruzado, ya se dijo, por el asunto del incesto y que luego se resolverá de modo brutal en el epílogo del filme. Pablo crea para Lulú un mundo al margen, privado, clandestino, en el Atelier de su madre: lo que, por otro lado, habla del complejo de Edipo. Relación en la cual el niño concentra sobre la figura de la madre sus deseos sexuales y desarrolla impulsos hostiles hacia el considerado un rival, su padre. Actitud que, cambiando lo que haya que cambiar, es también la de la niña: toda variación y efecto del Edipo son claves hasta que el niño hace conciencia de la diferencia de los sexos…

Durante esta época de investigación y descubrimiento sexuales, para su uso particular crea teorías sexuales típicas que, al depender de la imperfecta organización somática infantil, mezclan lo verdadero y lo falso, sin lograr resolver los líos de la vida sexual, v. gr., el de la dependencia de los niños, lo que en el argot científico se llama el enigma de la Esfinge: así, la primera elección de objeto infantil es, pues, incestuosa. Aún en el punto culminante del desarrollo sexual infantil una suerte de organización genital tomó forma; pero en ella sólo jugaba un rol el genital masculino, mientras permanecía ignorado el femenino, lo que se conoce bajo el mote de primacía fálica. Para Freud, entonces, la antítesis de los sexos no equivalía a la de masculino y femenino, sino a la de poseedor de un pene y al castrado. Que en cierto modo es aquí el caso de Lulú, como lo fue en Ninfómana Vol. 2 (4), ante todo, el caso de Joe, cuyo complejo de castración es clave para la formación del carácter y la neurosis.

Fuera del universo íntimo donde el tiempo se detiene o pierde valor y el instinto erótico se relaciona con la más alta forma de espíritu, aquí baja por vía de Pablo, vinculado con ello están desde la Historia, por un lado, el gran cajón de sastre del Cine S y del Destape y, por otro, la Movida madrileña, ambos surgidos a la muerte del dictador Franco, el bien hipócrita, m. en nov.75, ambos encapsulados en lo que se llamó Cine de la Transición (1975-1982) a la (supuesta) Democracia, ambos encubridores de una realidad social y política siniestra, podrida y corrupta. Si se toma la muerte del tirano y la victoria del PSOE en las elecciones generales que llevaron al Poder en 1977 a la Unión de Centro Democrático (UCD), de Adolfo Suárez (de ahí, el CD de Uribe) y luego, en 1982, tras el Golpe fallido de Tejero, Armada y Miláns del Bosch en el 81, al polémico Felipe González (FG), autor del genocidio de ETA entre 1982 y 96, el mandato más largo de un jefe de Gobierno dizque democrático en España.

Puede decirse en este punto que la secuela más evidente de tal gestión es la supervivencia del erotismo, esa aprobación de la vida, hasta en medio de la ineluctable muerte. FG dice que pudo ordenar liquidar a la cúpula de ETA, ‘y no lo hizo’ (5). A partir de ahí, los cambios en el cine español fueron lentos y poco eficaces. Apareció un cine heterogéneo, con un poco de todo como en botica: desde el más reaccionario, el de Eduardo Manzano (España debe saber, 1976), Mariano Osores, Rafael Gil, hasta el menos conforme de izquierda, el de Juan A. Bardem, Pere Portabella, Paulino Viota, pasando por el moderado y, más allá, pusilánime, de derecha, el de José M. Forqué, Pedro Lazaga, Pedro Masó. También, filmes de una radical ideología: Camada negra (1977), de Gutiérrez Aragón, quien muestra cómo se formaron los grupos de ultraderecha de esa época; El puente (1977), del citado Bardem, quien aborda la concientización sindical en instantes en que resulta imperioso asumir una postura individual.

No podría obviarse a las cineastas: Después de… (1981), de Cecilia Bartolomé, documental sobre el fin del franquismo y los años iniciales de la Transición, con sus dos partes: No se os puede dejar solos y Atado y bien atado. Tampoco, los filmes de la Nostalgia de José L. Garci: Asignatura pendiente (1977), Solos en la madrugada (1978) y Las verdes praderas (1979), filmes que fueron seguidos por otros cineastas de aquel periodo; u otros sobre el terrorismo, tema clave en la España de entonces: los acercamientos al asesinato de V. Carrero Blanco: Comandante Txiquia (1977), de José L. Madrid y Operación ogro (1979), de Gillo Pontecorvo, a los que se les critica no lograr un óptimo distanciamiento frente al tema. Quien sí lo logra es Imanol Uribe, con cuatro filmes de entre las décadas del 70 y 90 sobre la situación socio/política del País Vasco: El proceso de Burgos (1979), La fuga de Segovia (1981), La muerte de Mikel (1984) y Días contados (1994), mezcla de documental y thriller.  

A la partida de Franco, el cine español se sexualiza por dos vías distintas: una, con filmes que pretendían desentrañar formas de sexualidad reprimidas por la Dictadura, pero sin sexo explícito y destinados a un público amplio y heterogéneo; otra, la del citado gran cajón de sastre del cine S, con filmes de escaso valor artístico que mezclan lo erótico con la crítica burlona y vulgar sobre hechos vigentes (golpe de Estado, democracia, divorcio, socialismo) y en apariencia de liberación sexual, en realidad ultragodos, que advertían a las mujeres sobre los peligros por conductas sexuales escandalosas; y de Destape, tendencia dentro de la cual había una gran cantidad de actores y técnicos en paro forzoso dada la situación crítica de la industria del cine español, con dos fases de producción: 1. Experimental e introspectiva, que va de 1977 a 79. 2. Bajo presupuesto, ya por completo comercial y de baja calidad, entre 1980 y 82. A partir de ahí la dicotomía decente/indecente se instaló en la conciencia colectiva.

En igual sentido opera la Movida madrileña, movimiento de Contracultura que se dio en los primeros años de la Transición y se extendió por otras provincias hasta mediados de la década de 1980, bajo el mote genérico de La Movida. En su afán de la difusión y del mito se destacan los programas musicales de Radio España, con Jesús Ordovás, Rafael Abitbol y Gonzalo Garrido, Radio El País, con Moncho Alpuente, Radio Popular, con Julio Ruiz; los fanzines como Licantropía y Monster, La pluma eléctrica, 96 lágrimas y Du Duá, de Sardinita, Rockokó, de Miguel Trillo, Ediciones Moulinsart, de Pepo y Kiko Fuentes; las revistas La Luna y Madrid Me Mata, de Óscar Mariné, y otras que fueron el baluarte del movimiento, que fue reflejado por programas de TV como Musical Express, Popgrama, La bola de cristal. Para entonces se despenalizó la homosexualidad y la venta de preservativos y resurgió el feminismo, la liberación sexual y el laicismo en la sociedad, todo ello a instancias del Estado.

Por otra parte, se dio un fenómeno que pocas veces se analiza: paralelo a la pauta dictada por los círculos musicales, pero antes por los del Poder, con el arribo de las drogas a España se provocó la muerte de muchísimas personas del cine, la música y el teatro afectos a La Movida. El consumo de psicotrópicos llevaba implícitos los (anti)valores del yoísmo/individualismo, el nihilismo, la vanidad, en fin, la competencia y el (etéreo) éxito, que sus integrantes auparon como emblemas y modos de vida (eros) hacia la muerte (tánatos). Quizás por lo mismo, olvidaron que el fundamento del erotismo es la excitación y sucumbieron en el marasmo de la velocidad y el vértigo laboral, el mismo que lleva a la enajenación, a evadir el trabajo para sentirse en sí, a no laborar para estar en lo suyo, a ejercer el trabajo voluntario y no el forzado, pero no pudieron porque el Sistema anula y persigue a los que pretendan retarlo a ceder frente a sus propósitos de manipularlos/oprimirlos y de reprimir a trabajadores y pueblo en general.  

En suma, olvidaron a Marx: “¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo? Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste”. Así cierra Marx sus reflexiones sobre el trabajo en su libro Manuscritos económico-filosóficos de 1844… (6)        

Y parte de esa coacción física, en el mundo del trabajo, es el suministro de drogas, mediante el cual se facilita la obediencia, la sumisión, el servilismo y a la vez se impone el amo o el soberano, el capataz o el verdugo, el esclavista o el represor, que buscan uniformizar las conciencias vía pensamiento único y romper los lazos sociales que derivan del pensamiento complejo. Eso lo refleja, así sea a escala micro, el mundito privado de Pablo y Lulú incluso cuando el primero lleva a la segunda a vivir en un apartamento más pequeño que el Atelier de su madre y poco a poco introduce, primero, muebles y sofá y cama, y, luego, el miembro en el indefenso/enamorado agujero de Lulú, de 30 años ya, con sus progresivas variantes de relación sexual tales como hombres trans (Ely), gays y demás especies del orbe LGBTIQ+, hasta llegar al extremo de vendarle los ojos a su esposita, para que su hermanito Marcelo realice su sueño del incesto, eso sí luego de que él ha cumplido el suyo: el de papá incestuoso.

En otras palabras, Las edades de Lulú, tanto novela como filme, describen un drama machista y patriarcal, así no sea esa la intención de Almudena Grandes ni de José J. Bigas Luna, sino que éste simplemente se limita a mostrar lo que ya está en el universo literario de aquélla. Mostrar, v. gr., que Pablo y Lulú hablan poco y tiran mucho, que unas veces aquél es tierno y otras violento, mientras ella observa al ser humano que se muestra en unos casos superior y en otros, inferior, el que la admira y escoge como su esposa, la única forma como él veía a una mujer y bailaba con ella de modo casto y correcto, hasta que por alguna razón asomaba el fantasma de los celos y se ponía furioso y agresivo. Y tras nacer la hija, es decir, cuando los sujetos del incesto han pasado a ser amantes, comienza a disolverse la pareja de amantes, mientras al tiempo de a poco se distancian hasta que entran en la etapa ya ineludible de la inminente separación y del hartazgo mutuo, hasta entrar en el limbo de los peligros sexuales.

August Strindberg en El hijo de la sierva (7): ‘Le gustaban las chicas, le gustaba cogerlas por la cintura, se sentía como un hombre cuando lo hacía. Pero en cuanto a hablar con ellas, ¡no, no! Entonces se sentía como si estuviera tratando con otra especie de ser humano, en algunos casos superior, en otros, inferior. Admiraba en secreto a la débil y pálida niña y la había elegido para que fuera su esposa. Esa era todavía la única forma en que podía pensar en una mujer: como esposa. Bailaba de una manera muy casta y correcta, pero oía historias horribles sobre sus amigos, historias que no comprendió hasta más tarde. Podían bailar el vals al revés por la habitación de una manera muy indecente, y contaban historias traviesas sobre las chicas”. Fragmento útil para mostrar los vasos comunicantes entre las obras de arte y las distintas formas de abordar un tema, asunto o problema, con lo que hay de igual o distinto, lo que las acerca o distancia, lo que pueden ayudar a aclarar u oscurecer una visión de mundo.

Diversos estudios hablan de la obra de Almudena Grandes como de una Bildungsroman o novela de formación, al estilo de Las penas del joven Werther (1774) o Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister (1795/96), novelas, ambas, de Goethe, relacionada con el tema del despertar a la sexualidad; también, como de una novela entre erótica y porno que puede leerse desde tres ópticas: lo puramente sexual, en modo educación sentimental (como la novela homónima de Flaubert, La educación sentimental, 1869) o aprendizaje vital y, más allá, autodescubrimiento del sujeto, aquí, mujer. La narración va de la adolescencia a la madurez, de los 15 a los 30 años, de Lulú, quien estudia en colegio de monjas y pasa de la ingenuidad al extravío en tres etapas: la de su despertar al sexo inducida por Pablo, tras un concierto a fines del franquismo y un encierro de casi un mes, al cabo del cual, se reitera, va a una U. gringa en tanto profesor de castellano; pasado un lustro, vuelve, la busca y se casan.

Entre pompa y circunstancia algo forzadas, y de ahí a las perversiones de todo tipo, o de uno, el trans Ely, u orgías con gays y travestis. La segunda etapa sería la de Lulú plena, enamorada y en armonía, más que feliz, como para dejarse tentar por el desborde. La tercera, es la del descenso a los infiernos, tras dejar al marido e irse con la niña, y ante todo, después de caer, con los ojos vendados o contra su voluntad, en un mènage a trois… ¡con su hermano! y con su hasta ahí marido: los excesos aquí no son fáciles de soportar, ni por el más aberrado de los marqueses de Sade, Anaïs Nin o la parejita siniestra de Jeffrey Epstein y Ghislaine Maxwell. (8) Es decir, Lulú abandona a Pablo cuando descubre que el incesto del que hace parte es un engaño, que él es un obstáculo en su devenir y un impedimento para aprender/crecer en su vida. De ahí lo que dice Lulú en la novela: El incesto no había entrado nunca en mis planes […] Entonces me convencí de que jamás crecería mientras siguiera a su lado. (1990: 227)

Contra lo que pudiera pensarse, pasada la tercera etapa de camino a perdición o al borde del abismo (como Los reyes del mundo, siempre al borde del abismo) (9) o a un pelo de perder la vida, la reaparición de Pedro no es la de un salvador: quizás se trate, más bien, de haberse arrepentido por lo ya hecho, el haberla conminado al incesto por partida doble: la búsqueda insaciable de placer sexual y el trofeo para los dos machos incestuosos. Pablo no es el que la rescata de ningún envilecimiento (el que si se da, es en ambos) a causa de la hipersexualidad común, sino el que la ha hundido en la desgracia existencial al llevarla al punto de no retorno en la cosa sexual. Tampoco es aquél el que la salva del derroche, en ella misma, del dinero que supuestamente va para el cuidado de su hija. Pablo, en últimas, no es otra cosa que alguien que ha cavado una fosa para otro, u otra, y primero cae en ella, diría Dostoievski. O diría con certeza Confucio: ‘Antes de embarcarte en un viaje de venganza, cava dos tumbas’.             

En conclusión, Las edades de Lulú, es un drama y un thriller entre sexual y psicológico que en su narrativa pasa del deslumbramiento inicial a la oscuridad y al desencanto postreros, en un filme más cercano al cine como industria que al cine como arte, lo que coincide con el libro El cine como arte de Rudolf Arnheim (1904-2007) (10). Y es que de cara, v. gr., al Cine del Destape o a la Movida madrileña es muy poco el valor que tiene el filme de Bigas Luna en cuanto a contribuir a entender el porqué de la represión sexual en la España de Franco, si se lo compara con El milagro de P. Tinto (1998), de J. Fesser; o de la GC (1936-1975), comparado con Las largas vacaciones del 36 (1976), de Jaime Camino, Retrato de familia (1976), de A. Giménez Rico, Soldados (1978), de A. Ungría, según la obra de Max Aub; o la inmediata posguerra, con Días del pasado (1977) y La colmena (1982), de Mario Camus y El corazón del bosque (1978) y Demonios en el jardín (1982), de Manuel Gutiérrez Aragón.

Fuera de los temas del sexo o la liberación de las mujeres como factores de transgresión, dentro de la mal llamada Transición, pues nunca llevó ni llegó a la democracia, esa especie tan mentada y tan mentida, hubo filmes de la izquierda militante que lanzaron fuertes dardos en contravía de la ruta que tomaron los sucesos políticos y sociales entre 1975 y 82, por lo menos. A título de ilustración, tres ejemplos: Con uñas y dientes (1978), de P. Viota, filme que por vía de una huelga describe la amargura de los trabajadores, y la corrupción y la violencia que anidan en los odres vacíos de los patrones que buscan impedirla y a su vez retrata las esperanzas frustradas de un amplio sector social en esa democracia que nació muerta. Numax presenta, I Parte (1979) y Veinte años no es nada, II Parte (2005), de Joaquim Jordà (1935-2006, ver su documental De niños, sobre el barrio de El Raval), quien da voz a los obreros de la fábrica de ventiladores en su autogestión, tras ser abandonados por sus jefes.

La inspiración, vía Escupiré sobre vuestra tumba, que le llevó a A. Grandes a Las edades de Lulú (Pocos libros han hecho tanto por sus autores como esta novela hizo por mí) puede inferirse a partir del Prólogo del propio Boris Vian escrito bajo el seudónimo de Vernon Sullivan: “Hacia julio de 1946, Jean d’Halluin conoció a Sullivan, en una especie de reunión franco–americana. Dos días más tarde, Sullivan le entregaba su manuscrito. En el entretanto, le contó que se consideraba más negro que blanco, pese a haber cruzado la frontera; como se sabe, varios millares de negros (considerados como tales por la ley) desaparecen todos los años de las listas de empadronamiento y se pasan al otro bando; su preferencia por los negros le inspiraba a Sullivan una especie de desprecio por los buenos negros, por aquellos a los que los blancos, en las novelas, daban palmaditas cariñosas en la espalda. Opinaba que era posible imaginar, e incluso encontrar en la vida real, a negros tan duros como los blancos”. (11) Sic.

Así es, si se considera que Lulú, o María Luisa, es una blanca tan dura como los negros, que no ha tenido miedo a cruzar la frontera sexual para desafiar los prejuicios de la gente de bien, esa que en nada se parece a la gente decente; que hace rato desapareció de las listas de empadronamiento, desde cuando hizo parte de un colegio de monjas y luego fue conquistada, literalmente, por un joven que era un viejo que era un padre incestuoso aceptado por la sociedad, a la par que ella por la sociedad era despreciada o, por lo menos, ignorada; hasta que la literatura y luego el cine, es decir, hasta que el dolor tomó forma, la reintegraron a la sociedad. Pero, allí también sus deseos, anhelos o esperanza se torcieron con el tiempo cuando el factor erótico derivó en pornográfico, y tuvo que jugar a las dos bandas hasta que se despeñó por el laberinto de la soledad y fue a chocarse contra el desdén y la furia del que fuera su amante admirado, para luego tener que resignarse a reunirse en igualdad de duelos…

Así, se cita a Kafka sobre Strindberg: ‘Me siento mucho mejor porque he leído a Strindberg… No lo he leído por leerlo, sino por apretarme contra su pecho… ¡Esa furia, esas páginas [logradas] a fuerza de puños!’. No exagera el checo al hallar un aserto tan brillante y preciso sobre el autor de El hijo de la sierva, obra autobiográfica sobre infancia y pubertad del futuro creador de Infierno y Alegato de un loco. Lo que quizás le atrajo a Almudena de él es lo que sin duda hay en su obra: una voluntad de poder a toda prueba y una diatriba sin rodeos sobre el orden filial y la medianía e hipocresía social: tópicos que en su filme reflejan las actitudes en apariencia empáticas de Lulú y Pablo, la idea de un idilio eterno, que rápido se estrella contra la realidad torpe y fugaz de dos seres habitados por desajustes y falencias de orden metafísico, anclados en la soledad y el dolor de unas vidas en crisis y sumidas en lo patológico que, por vía del arte, devienen en la catarsis hiriente pero necesaria para el autoconocimiento.

Para terminar, Las edades de Lulú es un filme más porno que erótico: uno que pasa del Soft-Core al Hard-Core, sin solución de continuidad. Una obra de escaso valor artístico en tanto tiene más nexos con el cine industrial que con el artístico; también, porque su aporte para entender la represión sexual durante el franquismo es muy relativo frente a otros filmes hispanos de la época: Lucía y el sexo (2001), de Julio Medem, Amantes y La pasión turca, de Vicente Aranda e incluso La viuda negra (1977), de Arturo Ripstein, según el drama Debiera haber obispas, de Rafael Solana, o La puta y la ballena (2004), de Luis Puenzo, la historia de la escritora Vera sobre un cetáceo que se pierde dos veces en la misma playa y la corista que deriva puta en la Patagonia; en fin, porque el de Bigas L. antes que evitar, favorece la permisividad censora de la época típica de la etapa fílmica posterior a 1968, cuando entró en vigor la clasificación X del cine rojo, no por comunismo sino por erotismo y pasión… (12)

Clasificación que no sólo regía en el tema de la sexualidad sino en el de la escatología, como puede verse en Turks Fruit (1973) o Delicias turcas, de Paul Verhoeven, cuya distribución fue hecha por la respetabilísima (R. Gubern) Warner Bros. La diferencia entre la excitación que produce el cine erótico y la eyaculación a que lleva el cine porno, el primero con un espectador que se beneficia por su preeminencia visual y el segundo con unos actores en los que sólo sus genitales están en contacto, ya no sus cuerpos, induce a pensar que a veces basta con sugerir y no necesariamente con mostrar. Al respecto, El espíritu de la colmena (1973), de V. Erice, con su marcado tono de cuento infantil (13), permite percibir lo que no se ventila sobre la represión, mientras Las edades… facilita captar el gobierno de la mirada machista incluso al escenificar secuencias de lesbianismo. El filme de Bigas L. niega el habla, mientras el de V. Erice deja ver cómo es posible resistir y comunicar en un espacio de incomunicación.  

Notas, enlaces y bibliografía:

(1) https://co.video.search.yahoo.com/yhs/search?fr=yhs-sz-002&ei=UTF-8&hsimp=yhs-002&hspart=sz&param1=3458477277&p=las+mejores+intenciones+bille+august+pel%C3%ADcula+completa&type=type80260-2133086105#id=1&vid=b6fbd53caba235c66ba4de869604106d&action=click 

(2) GRANDES H., María Almudena. Las edades de Lulú. Tusquets, Barcelona, 1990, 288 pp.: 9.

(3) FREUD, Sigmund. Autobiografía. Alianza Edit., Madrid, 1970, 193 pp.: 39 a 53.

(4) https://rebelion.org/un-despertar-sin-interes-por-el-futuro/ 

(5) https://elpais.com/diario/2010/11/07/domingo/1289105554_850215.html 

(6) MARX, Karl. Manuscritos económico-filosóficos de 1844

(7) STRINDBERG, August. El hijo de la sierva. 

(8) https://elpais.com/internacional/2025-04-26/virginia-giuffre-victima-de-jeffrey-epstein-que-acuso-al-principe-andres-se-suicida-a-los-41-anos.html?ssm=FB_CM&utm_source=fb&utm_medium=social 

(9) https://www.eltiempo.com/cultura/cine-y-tv/cine-colombiano-nueva-generacion-de-cineastas-triunfa-en-los-festivales-703634 

(10) ARNHEIM, Rudolph. El cine como arte. Eds. Infinito, Buenos Aires, 1971, 190 pp.: 15.

(11) VIAN, Boris. Escupiré sobre vuestra tumba. PDF, 164 pp.

http://intranet.utvm.edu.mx/biblioteca/libros/Boris%20Vian%20-%20Escupire%20sobre%20vuestra%20tumba.pdf

(12) GUBERN, Román. La imagen pornográfica y otras perversiones ópticas. Anagrama, Barcelona, 2006, 373 pp.: 11.

(13) https://rebelion.org/resistir-y-comunicar-en-un-espacio-de-incomunicacion/   

FICHA TÉCNICA: Título original: Las edades de Lulú. País: España. Año: 1990. Gén.: Erótico / Porno / Drama / Thriller sexual / Thriller psicológico. For.: 35 mm; color; 95 min. Dir. y guion: Bigas Luna, basado en la novela homónima de Almudena Grandes. Dir. Artística: Rafael Palmero. Prod.: Andrés V. Gómez. Mús.: Carlos Segarra. Fot.: Fernando Arribas. Mon.: Pablo González del Amo. Int.: Lulú / María Luisa (Francesca Neri); Pablo (Óscar Ladoire); Ely (María Barranco); Marcelo (Fernando Guillén Cuervo); Chelo (Rosana Pastor); Palanqueta (Javier Bardem); Encarna (Pilar Bardem); Madre de Lulú (Marta May); Cristina (Gloria Rodríguez); Alicantino (Ángel Jové). Prod.: Lolafilms. Dist.: Umbrella Entertainment. Premios: Goya para María Barranco a Mejor Actriz de Reparto. Enlace del filme: https://co.video.search.yahoo.com/yhs/search?fr=yhs-sz-002&ei=UTF-8&hsimp=yhs-002&hspart=sz&param1=3859048281&p=las+edades+de+lul%C3%BA+novela+Tusquets+1989&type=type80260-2133086105#id=2&vid=5a90ca327372d64a4472502a44182144&action=click 

Luis Carlos Muñoz Sarmiento (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y jazz, catedrático, corrector de estilo, traductor y, sobre todo, lector. Fundador y director del Cine-Club Andrés Caicedo, desde 1984. Colaborador de El Magazín EE, 2012; columnista, 2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, se lanzó en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por MLK: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, coautoría con Luís E. Soares, publicado por la UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre MZO y su novela Changó, el gran putas, lo lanzó UFES, 20.feb.21. Invitado por Pijao Eds. al Encuentro Nal. de Narrativa vista desde las Regiones (Ibagué, 1º a 4 nov.23) Invitado por la UFES al Congreso Literatura, Soberanía Nacional y Multipolaridad (Vitória, 25.nov.23). El 14.abr.2025 fue publicado en Brasil La Fábrica de Sueños – Ensayos sobre Cine, primero de ocho libros por salir en este año. Autor en ARC, Rebelión, Magazín de EE, Las2Orillas y traductor/coautor, con Luis E. Soares, en dichos medios. Director del Cine-Club Al Filo del Tiempo, que se emite desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños. E-mail: lucasmusar@yahoo.com

Holocausto del siglo XXI, Gaza

7 Junio 2025 at 07:04

El grito de ¡¡¡Palestina libre!!, ¡¡Israel genocida!!, crece en las calles, pero los jefes de estado y gobiernos de las democracias neoliberales se niegan a escucharlo. Es claro que los opresores son los enemigos, no los judíos, menos aquellos que padecieron la brutalidad nazi, que les marcó con estrellas su pecho, puso brazaletes en sus brazos y números en sus cuerpos, los encerró en ghetos con alambradas y cínicos letreros de “zona residencial de judíos”, los trató de ratas y cerdos, sin agua, ni comida hasta enfermar, morir o ser trasladados en trenes a los campos de trabajo y de exterminio, de los que nunca regresarían, salvo los pocos que lograron escapar. El final del primer holocausto, como genocidio de la Alemania nazi, contra el pueblo judío, fue planeado en la conferencia de Wannese en 1942, por los más selectos nazis que coordinaron la implementación de la “solución final”.

     El segundo holocausto, parece responder al plan trazado por el gabinete de guerra reunido en la conferencia de octubre de 2023, realizada en el despacho del primer ministro de Israel en Jerusalén liderada por Nethanyahu, que discutió las estrategias de la ofensiva de eliminación y destrucción del pueblo palestino. La deshumanización, inició con frases como que los palestinos son animales del rabino Meir Mazuz, que se opuso a aprobar cualquier ayuda humanitaria y el ministro de defensa Yoav Gallant afirmando que Israel estaba luchando contra animales. Los dos genocidios tienen en común prácticas atroces, inimaginables, despiadadas. El primero es contado por miles de archivos, museos y memoriales para hacer que la memoria impida que el horror se repita contra judíos o contra cualquier otro pueblo. El segundo holocausto ocurre en el presente, es visto en directo por el mundo entero, día a día y es ejecutado por judíos del Israel sionista, que ni son todos, ni nunca lo serán.

     Los hechos definen delitos internacionales de lesa humanidad y crímenes de guerra, establecidos así por el estatuto de roma, sus hostilidades no distinguen ni respetan civiles, ni hay proporcionalidad de su fuerza, bajo ningún enfoque caben en el marco de protección del antisemitismo. Son genocidas del siglo XXI, que debía ser el tiempo de los derechos, no acatan derecho, norma, ley, clamor o ética. Dejan claro que su poder y capacidad de daño no necesita pretextos para perseguir a la gente palestina, a esa sí toda, causarle dolor y sufrimiento, marcarlos, enumerarlos, torturarlos, forzarlos a desplazarse y asesinarlos de todas las maneras más brutales posibles, desde el vientre hasta el último suspiro.

      Adelantan su plan de exterminio monitoreado por altos mandos del sionismo, para quienes “sus miedos dominan sus mentes y sus conciencias” (film: valle de lobos: palestina), en el fondo saben que toda arrogancia de poder y de crueldad tiene final, aunque se sientan invencibles para extenderse a otros territorios en su propósito criminal -como lo hace el cáncer en el cuerpo del líder-. Han empezado a creer que su enemigo ya no solo es el pueblo palestino, sino que todo el mundo que no sea judío es su enemigo y que adentro también hay enemigos. El mundo ve lo que pasa en Gaza, la destrucción total de ciudades, casas, universidades, hospitales muerte encima y debajo del suelo, torturas en las cárceles donde antes de iniciar la “solución final” ya había 10.200 presos palestinos, 400 de ellos niños y 37 mujeres, sin juicio, nada se sabe, nadie da razón ( BBC Mundo; el país), como tampoco nadie con un solamente un poco de razón y sentido de humanidad, podrá negar que allí no hay una guerra si no un genocidio, ni podrá decir que siquiera uno solo de los más 30.000 niños asesinados estaba armado, en resistencia o intifada con piedras disparándole a los tanques.

      Los genocidas desaparecieron todo derecho de sus declarados enemigos palestinos que hace 80 años los recibieran en su suelo derrotados por el mismo horror nazi que los sionistas hoy replican contra ellos, con más tecnologías y con la complacencia del silencio  de las mismas “democracias” del norte, que le enseñaron al mundo a hablar de derechos, leyes justas, tolerancia y respeto y que aliadas derrotaron a los nazis y promulgaron la declaración universal de derechos humanos para todos los humanos y escribieron los convenios de ginebra para impedir el sufrimiento provocado por la barbarie. No levantan su voz, calculan y negocian, no les importa el valor de la vida de la gente palestina del campo de concentración llamado Gaza, hacia donde miran los billonarios para invertir.

    Nadie se escapa de haber visto el horror compuesto de escombros, miseria, huesos esparcidos junto a cráneos, manos, piernas y trozos de bebes, que no le hielan la sangre a los victimarios, si no que los impulsa. Quizá por eso, el mismo día que los responsables de este segundo holocausto sean juzgados y condenados al desprecio universal, también los demás humanos del planeta seamos llamados a responder -ante un figurado tribunal de conciencia universal- por haber dejado solos a quienes representaban a la humanidad. Talvez sea el dolor el que nos haga recordar la humanidad perdida, porque, en todo caso, la conciencia nunca está del lado de la crueldad, como tampoco la esperanza sola resulta suficiente para impedir la masacre diaria, que ojalá pronto le ceda el paso a la razón humana y la próxima generación sepa lo ocurrido contado en similitud al relato del niño Alex de “la isla de Bird Street” (Krag Jacobson, 1997) o de “el pianista” o del “Soah”, y se pueda entender el horror de lo ocurrido, esta vez ejecutado por ascendientes de las víctimas del primer holocausto.  

Israel es el epicentro del nazismo contemporáneo

7 Junio 2025 at 07:01

El calificativo de que Israel es un Estado nazi, no tiene un afán propagandístico o mediático, sino que expone la alarmante situación a la que se enfrenta el pueblo palestino. Tomando como base los estudios de Atilio Boron y Andrés Tzeiman, se puede señalar que las peculiaridades del nazismo son:

  1. El nazismo es constituido y constituyente del imperialismo, es su rostro nacional. 
  2. Esta impulsado por una burguesía monopólica nacional expansionista, es decir, con aspiraciones transnacionales.
  3. La política expansionista se ejerce por medio de la guerra, la ocupación y vaciamiento de territorios colonizados.
  4. El nazismo en dimensiones políticas no es solo una forma particular de gobierno, expresa la constitución de un Estado-dictadura de la burguesía nacional monopólica donde opera una ruptura radical con las formas democrático burguesas, los derechos democráticos, los derechos humanos, etc. y por tanto con la ideología democrático-liberal. 
  5. El Estado adquiere un carácter terrorista produciendo un cambio cualitativo en la forma de dominación y en la forma de Estado liberal. Las instituciones políticas y jurídicas de la democracia son abandonadas.
  6. El nazismo materializa los intereses políticos de las elites económicas y políticas revestidos de ultranacionalismo, cuya dictadura amalgama el espíritu nacional-popular con ideologías racista, xenófoba y la persecución de minorías. 
  7. Esta dictadura es de tal radicalidad que la deshumanización del “otro” es orgánica, con lo cual se genera la condición de posibilidad de su exterminio. 
  8. En el nazismo aparece un culto a la glorificación de la violencia y la guerra, por lo que es casi “natural” resolver las disputas políticas o crisis a través del belicismo y el militarismo. 

Como se ha evidenciado bestialmente en el último año, en el Estado de Israel operan formas de cada uno de estos componentes del nazismo.

  1. Israel siempre ha representado una cabeza de playa de los intereses imperialistas de Estados Unidos y Occidente sobre los recursos energéticos de medio oriente. Funciona como un desestabilizador de la región y opera para que las naciones árabes no constituyan una gran alianza. 
  2. La ocupación militar, vaciamiento y despojo del territorio palestino, y las intenciones de ocupar territorios en El Líbano, Siria, Jordania y Egipto, son muestra de s ulógica expansionista.
  3. La política de apartheid en Gaza y Cisjordania y la conversión de Gaza en un campo de concentración.
  4. El ultranacionalismo sionista que sistemáticamente se encuentra en una campaña de humillación y degradación de la identidad nacional palestina, además de la criminalización, proscripción y destrucción de la cultura e identidad palestina. 
  5. La deshumanización del pueblo palestino para justificar políticas de limpieza/exterminio étnico y genocidio: el hambre como política, el infanticidio sistemático y el vaciamiento del territorio de Gaza
  6. La glorificación del belicismo, su exhibición mediática y exaltación de los crímenes contra el pueblo palestino.

Todo lo anterior son practicas abiertamente nazis. De ahí que el concepto de nazi-sionimo sea tan acertado para exponer el contenido esencial y la forma concreta del estado de Israel.

El nazismo, como sistema estructural y sistemática de opresión, aparece históricamente como “forma particular de contrarrevolución burguesa con base de masas”.  Es por ello que en la década de los 30, Londres y Washington no vieron mal el ascenso y la expansión del nazismo que funcionaba como muro de contención y enemigo del comunismo. Hoy occidente, sus burguesías imperialistas y centros de poder en Washington, Bruselas, Berlín, Londres o Paris, no cuestiona con severidad el crecimiento, expansión y los crímenes de lesa humanidad cometidos por el sionismo, porque expresa los intereses económicos y políticos imperialistas en medio oriente.

Es verdad que en Occidente existe un ascenso de la ultra derecha y las agrupaciones fascistas: En Ucrania se financian milicias nazis como el Batallón Azov quienes encabezaron el exterminio de la población ruso parlante en las regiones de Donbast y Donetsk: en Italia gobierna el partido de ultraderecha Hermanos de Italia; en Francia el Frente Nacional de Jean-Marie Lepen cobra cada día mayor fuerza; en Hungría el movimiento de filiación fascista por una Hungría Mejor (Jobbik) crece: en España la agrupación VOX mantiene su presencia en el parlamento; en Portugal el partido nazi Chega obtuvo representación en el parlamento, y; en Alemania, los nazis entraron después de décadas al poder legislativo. Pero por el momento, ninguna de estas fuerzas fascistas o de ultra derecha han logrado imponer su dictadura, ya sea por resistencias internas o externas, a diferencia de la dictadura sionista que se ha impuesto sobre Palestina. 

Por ello, no sorprende que los fascistas, como Eduardo Verástegui, Milei, Trump o el bolsonarismo, miren con sádica “admiración” los bestiales e inhumanos crímenes cometidos en los territorios de Gaza y Cisjordania por Tel-Aviv. La ultra derecha del mundo, tiene en el sionismo su ejemplo, de ahí la amenaza histórica que representa.

El éxito del sionismo como nueva forma del nazismo es una amenaza para la humanidad y no solo un problema de los palestinos, como los indolentes liberales o socialdemócratas quieren hacernos pensar. Los bombardeos sincronizados de israelíes contra Siria, Líbano, Irán, Irak y Yemen, o que soldados sionistas se atrevan a disparar contra una delegación diplomática de al menos 20 países, son muestra de la sínica máquina de guerra que representa.   

Al igual que hace 80 años con la derrota de los nazis, no esperamos que sean las burguesías de occidente y los gobiernos lacayos al imperialismo quienes detengan el genocidio. Serán los pueblos y los gobiernos verdaderamente populares. Las masivas movilizaciones en Inglaterra, Canadá, Francia, España y otros países, están obligando a sus gobiernos, a tomar distancia y aislar, aunque aun tibiamente, a Tel Avid. 

Si el nazis-sionismo asciende, y la ultraderecha ve un referente practico en él, las fuerzas populares y democráticas, debemos prepararnos para recordarles que tendrán su nuevo Stalingrado. 

La población de la Unión Europea: ¿cañones o mantequilla?

7 Junio 2025 at 06:42

Fraguó la dicotomía como imagen de la elección de los gobernantes entre producir aquello que en tiempos de paz va envejeciendo y quedando obsoleto sin uso productivo alguno, representado por los cañones, y, en sus antípodas, la producción de bienes aprovechables por los habitantes, cuya imagen se resume en la mantequilla. Una sociedad amenazada puede inclinarse a aumentar la producción de los primeros a costa de desatender los segundos. El busilis estriba en que haya amenaza real y no un cuento inventado para amedrentar a la población y engañarla.

Sentemos las premisas objetivas, al margen de toda interpretación: 1) Ucrania no pertenece a la UE ni a la OTAN. 2) La UE no ha recibido ninguna amenaza manifiesta de Rusia ni de otro Estado, ninguno de los Estados de la UE, ni siquiera los fronterizos con Rusia, han sido amenazados por esta. 3) Salvo que se desvele lo contrario, la UE fue arrastrada por la administración Biden de los Estados Unidos a tomar partido contra Rusia; si bien, a la vista de los acontecimientos que se han ido conociendo, especialmente por la participación activa del Reino Unido en operaciones terroristas en territorio ruso, diseñadas y dirigidas por su personal militar y de los servicios de inteligencia, podemos pensar que ha habido connivencia desde el inicio.

Se puede opinar sobre si fue la población la que pidió a Rusia que interviniera en el Donbass para proteger a los ciudadanos rusoparlantes, y prorrusos mayoritariamente, o si fue una estructura de milicias autóctonas del Donbass quien lo solicitó para salvar a los ciudadanos bombardeados por el ejército de Ucrania, que se suponía creado para defender a sus ciudadanos de ataques externos y no para atacar a sus propios ciudadanos. La cuestión es que los famosos acuerdos de Minsk, que Rusia aceptó resultaron ser una estratagema para armar a Ucrania incumpliendo dichos acuerdos, como reconoció públicamente Ángela Merkel.

En ningún momento Rusia ha proferido amenazas a ningún país de la UE, y, a mayor abundamiento, tanto ésta como los EE. UU. Han considerado que el ejército de Rusia no tenía capacidad para vencer a Ucrania (con el apoyo de trastienda de países de la OTAN), ¿cómo, pues, considerar ahora que pudiera ser una amenaza contra la UE que obligue a ésta a armarse hasta los dientes? Y no habiendo amenaza objetiva ni subjetiva, ¿a qué gastar dinero en favor de un país, Ucrania, reputado por otras cosas que no por sus virtudes democráticas ni por una limpia ejecutoria anticorrupción, por decirlo suavemente.

En realidad, progresivamente hemos podido ir viendo desmoronarse la creencia en nuestras propias instituciones, pues se ha admitido que surjan decisiones en órganos no representativos de la voluntad popular, cual es la Comisión europea; y ahora nos vienen con la milonga del gasto en armamento y estructura militar imprescindible para enfrentarnos a amenaza (inexistente) de Rusia. El asunto se ha ido abriendo paso en la medida en que la población ha ido encajando los discursos orquestados desde los diversos poderes, silenciando las voces críticas en los medios de opinión, que parecen todos lo mismo y sólo uno (¿este es el cuarto poder? Sí, el poder de los gobernantes, no el de los ciudadanos). Mientras se han utilizado artimañas como recurrir a los beneficios de los activos rusos secuestrados para financiar una parte y se han arañado de otras partidas de los presupuestos públicos, la población se ha resignado. Veremos si reacciona o no a los planes que ya se están diseñando para el largo plazo, válganos de ejemplo el francés, que se ha mostrado a través de una Nota flash (N.º 2, mayo 2025) intitulada Comment financer le réarmement et nos autres priorités d’ici à 2030?, cuyo editorial firma Clément Beaune, Haut-commissaire au Plan-Commissaire général de France Stratégie. Él subraya que el esfuerzo a realizar se aproximaría al 3,5 % del PIB de ahora hasta 2030, lo que supondría doblar el presupuesto de defensa francés, crecimiento inédito desde la postguerra.

¿Cómo financiarlo? Y aquí la Nota flash revela las fuentes posibles, que, a buen entendedor, bastarán pocas palabras: 1.º) Reducción de otras partidas, particularmente en prestaciones sociales y en función pública; 2.º) Aumento de impuestos, de los que se reconoce consecuencias negativas para la actividad económica; 3.º) Crecimiento de la tasa de empleo, de la que se adelanta su dificultad a corto plazo y 4.º) Recurrir a financiación europea por la vía del endeudamiento común, con dificultades jurídicas y políticas pero que mutualizaría el esfuerzo con los miembros de la UE. El que bien entienda verá lo poco atractiva de la segunda, la dificultad de la tercera, quedando dos: o el mayor endeudamiento (esta vez compartido con otros miembros de la UE, a sabiendas de que hay países poco o nada dispuestos) o la reducción de ayudas sociales y de la función pública. Hemos de reconocer que el contexto es favorable a esta última, pues ya las clases medias están cansadas de pagar ayudas sociales no exentas de corrupción y que consideran a la función pública como un asidero que no se padece equitativamente el sufrimiento colectivo.

Lo que decimos de Francia, vale para el resto de países de la UE en buena medida. De la opción cañones o mantequilla, es fácil la decisión: mantequilla, y apartar a los actuales dirigentes políticos que defienden los cañones, que están entregados a los intereses de la industria armamentística. 

Universidades sitiadas: Trump contra el pensamiento crítico

7 Junio 2025 at 06:31

¿A qué le teme el imperio cuando persigue con saña a las universidades? ¿Qué tipo de enemigo construyen en sus laboratorios ideológicos cuando convierten al saber en blanco militar? Hoy, el gobierno de Donald Trump —reinstalado por la máquina neoliberal del caos— desata una ofensiva brutal contra el pensamiento crítico, la ciencia libre y los espacios de emancipación cognitiva que aún resisten en los campus universitarios de Estados Unidos. No es una exageración: estamos ante una guerra semiótica total contra la inteligencia social organizada.

Es terrorismo epistemológico de Estado. Trump ha ordenado cancelar todos los contratos federales con la Universidad de Harvard; ha impedido la inscripción de estudiantes internacionales; ha revocado visas por el solo hecho de participar en protestas pacíficas pro-palestinas. ¿Quién define ahora qué es odio? ¿Quién controla el diccionario del poder? Trump no actúa solo ni improvisadamente. Lo hace como operador de una casta de propietarios del sentido: magnates del petróleo, fabricantes de armas y dueños de medios que ven en la universidad un enemigo estratégico, un riesgo para el orden semiótico que reproduce la obediencia. Harvard, el MIT, Berkeley o Yale no son espacios homogéneos, ni inocentes, pero albergan aún núcleos de pensamiento crítico, investigación científica autónoma y redes de solidaridad internacional que pueden ser insumos peligrosos para la revolución.

No es una persecución anecdótica, ni coyuntural. Forma parte de una doctrina de choque cultural que busca disciplinar la producción simbólica y clausurar la autonomía del conocimiento. Tal como ya lo anticiparon los manuales de contrainsurgencia cultural del Pentágono, la nueva guerra es contra los significados y las subjetividades: ya no bastan los tanques, ahora hay que controlar las metáforas. Quieren vaciar las universidades de toda crítica, convertirlas en fábricas de tecnócratas sin conciencia, en ingenieros del capital, en administradores del despojo —especialmente durante su presidencia (2017-2021)— se inscriben dentro de una ofensiva ideológica más amplia contra las instituciones del conocimiento, la crítica social y el pensamiento progresista. Trump acusó repetidamente a las universidades estadounidenses de ser centros de “adoctrinamiento marxista” o “liberal radical”, atacando especialmente a las ciencias sociales, las humanidades y los departamentos de estudios raciales o de género. Trump incluyó ataques a científicos y académicos sobre temas como el cambio climático, la pandemia o el aborto. Trump articuló un discurso de guerra cultural en el que las universidades eran vistas como trincheras del “enemigo interno”, responsables de sembrar la crítica social y los valores progresistas. Sus ataques buscaban disciplinar ideológicamente al conocimiento, minar la autonomía universitaria y consolidar una narrativa neoconservadora.

Desde su regreso a la presidencia en 2025, Donald Trump ha intensificado su ofensiva contra las universidades estadounidenses, con medidas que afectan directamente a la autonomía académica, la diversidad estudiantil y la libertad de expresión. Ordenó el retiro masivo de fondos federales a Harvard. El Departamento de Seguridad Nacional revocó la certificación del Programa de Estudiantes y Visitantes de Intercambio de Harvard, impidiendo la inscripción de estudiantes internacionales para el año académico 2025-2026. Esta medida fue bloqueada temporalmente por una orden judicial, pero generó incertidumbre y preocupación en la comunidad académica internacional. Trump nombró a Linda McMahon como Secretaria de Educación con el objetivo declarado de cerrar el Departamento de Educación, devolviendo la autoridad educativa a los estados y comunidades locales. Estas acciones recientes de la administración Trump representan un desafío significativo para la educación superior en Estados Unidos, afectando la diversidad, la libertad académica y la posición internacional de sus universidades.

Hay que construir una nueva internacional del pensamiento crítico. Urge levantar universidades emancipadoras, descolonizar los saberes, reembolsar el diálogo entre ciencia, conciencia y pueblo. No podemos permitir que la humanidad se quede sin sus fábricas de futuro. Porque lo que Trump y sus secuencias atacan no solo en Harvard. Atacan al derecho universal a pensar, a la inteligencia colectiva, a la civilización educativa. Y si hoy callamos frente a esa agresión, mañana nos atacarán a todos. Hoy más que nunca, la defensa del pensamiento crítico es una tarea revolucionaria. La universidad no es una mercancía, ni un cuartel, ni un campo de concentración semántico. Es, debe ser, un territorio de lucha por la verdad, por la libertad y por el sentido humano de la vida. Y como tal, debemos defenderla con todas nuestras palabras, nuestras ideas y nuestras trincheras de papel.

Pero Trump no es una anomalía aislada. En América Latina, sus métodos encuentran eco en una legión de imitadores ansiosos por privatizar las universidades públicas, perseguir a los docentes que piensan, y criminalizar a los estudiantes organizados. Desde Javier Milei en Argentina, que califica a las universidades como “nidos de adoctrinamiento socialista”, hasta José Antonio Kast en Chile, que propone auditorías ideológicas y recortes presupuestarios a centros críticos, pasando por los embates legislativos de la derecha brasileña contra las universidades federales, el trumpismo académico se ha vuelto doctrina continental. Y no olvidemos los ataques mediáticos sistemáticos en México contra los proyectos educativos de la 4T, acusándolos de “populismo pedagógico” o “marxismo disfrazado”.

Es la Guerra Cognitiva sin fronteras. Hoy, al menos una docena de gobiernos o movimientos derechistas en América Latina aplican manuales de intervención semiótica contra el pensamiento crítico, recortan recursos, hospedan a investigadores y clausuran líneas de investigación incómodas. Reproducen, tropicalizan y sistematizan el modelo Trump de asfixia académica, con apoyo de fundaciones transnacionales y medios de comunicación hegemónicos que operan como custodias de la ignorancia funcional. Por eso insistimos: la batalla por la universidad no es sectorial, es civilizatoria. Defender el derecho a pensar es defender el futuro de los pueblos. Y esa tarea no se delega ni se posterga. Se ejerce, palabra por palabra, idea por idea, aula por aula.

La soberanía personal

7 Junio 2025 at 06:25

Recientemente leí el término que reza bajo el título que presento y del quien podríamos virtualizar como mente pensante del mismo, este no es otro que el filósofo francés Sadín, de corte meta-humanista (sociedad abierta que implica nuevas formas de relacionarse que además incluye al hombre, la tecnología y el entorno). El mundo te pertenece, políticas del clic, Las tecnologías del resplandor de los espíritus, La circularidad de la vida, La negación del prójimo o la desfachatez de uno mismo, vendría a ser algo así como el analizar las distintas actitudes que toma el individuo empoderado por esas tecnologías del yo —en sentido foucaultiano— cuando se enfrenta a la contradicción de sentirse, por un lado, beneficiario de lo que él cree un arrepentido aumento de poder, pero por otra parte ser consciente de la precariedad de su vida y frustrado sentido ante el devenir de las máquinas.

Estarán, estaremos que en sí mismo lo que acabo de conceptualizar produce cierto agobio, al menos así me lo parece a mí, y es que no podemos olvidar que una de las tensiones más representativas del ser humano a lo largo de su historia ha sido, es el control de su quehacer incluido como hemos anunciado el devenir. Enorme contradicción controlar lo que está por venir, pero esa obviedad que todos sabemos no es ápice para que lo hayamos intentado y sigamos haciendo, y de alguna manera nos resitúa ante el siguiente dilema somos los suficientemente sociales como para evitar que nuestra potencial mejora por el uso de herramientas tecnológicas nos convierta en seres superiores, egoístas e insolidarios respecto al otro.

Evidentemente, la soberanía personal nos pone, nos coloca ante esta otra disyuntiva, véase por ejemplo cuando se presenta un individuo que ahora se imagina a sí mismo como beneficiario de este repentino toma y aumento de poder como debería actuar¿? Y que me recuerda a Gernhardt en su poema “Filosofía-Historia”: “ El mundo externo e interno se ocultó en el sujeto. Y cuando el mundo externo descubrió se escondió, pues, en el objeto. El filósofo vio el dilema creado por todos los tiempos, y así se ganó la utilidad y profesión de ser filósofo ”. Interesante, muy interesante pues aquí estriba de alguna manera lo que convengo en traerles, el hecho de que decidimos y tenemos esa capacidad por hacer de nuestro quehacer sentido colectivo o individual… y por ende ¿qué hacer?

Que extraña esta época que nos ha tocado vivir en la que el sujeto le ha seguido el reino del subjetivismo; se gasta, gastamos mucho tiempo, energía y dinero solo para terminar en aberraciones proyecciones egocéntricas que no van a ninguna parte y generan en muchas ocasiones, dolor, frustración e insolencia social. Y me viene a estas alturas el inicio del segundo libro del Tao: «Deja de intentar ser importante; que tus pasos no dejen huella, viaja sólo como el Tao. Pues si un hombre cruza un río y una barca vacía golpea su barca, este no se enfadará ni ofenderá, pero si la barca es conducida por alguien habrá muchas posibilidades para enfurecerse, gritar e insultar, simplemente porque hay un remero. Toma conciencia de que todas las barcas están vacías cuando cruzas el río del mundo y nada podrá ofenderte ni enfadarte .”

Interesante… ¿verdad? y es que…se tiene la sensación, tengo la sensación de que se está dando una progresiva percepción de la desunión entre individuos y cuerpo social, la aparición de la desconfianza en lo comunitario —imbuida de un sentimiento creciente de revancha personal— y la idea de DIY or die (hazlo por ti mismo o muere). Todo ello acabará creando el caldo de cultivo perfecto para que la aparición de internet, el teléfono móvil y las redes sociales junto a la IA produzcan en el usuario lo que podríamos denominar “la súbita sensación de una suficiencia de uno mismo”. De ser esto así qué vendría a significar, pero sobre todo cómo afrontarlo desde una ética social (entendida como vivir en comunidad, buscada la felicidad en favor del bien comunitario). Y es que a estas alturas las cuestiones éticas se tornan más complejas e incluso complicadas; pues lo que se incrementa o restringe tecnológicamente es la autodeterminación personal. A su vez nos sugiere… ¿son las nuevas tecnologías una amenaza para la vida humana y las nociones básicas que han tejido su mundo o, por el contrario, son la continuación llevada al límite del noble ideal de una existencia regida por el conocimiento y la acción emancipadora filo-solidaria? Son muchas las dudas y muchas las potenciales incontinencias casi existenciales en las que sin la menor duda estamos entrando, pues ese mismo entrar también es dudoso y no equilibrado, pues no todos/as tienen ni se dan las condiciones necesarias para su uso igualitario. Insisto… muchas dudas , pero lo que es indudable y termino afirmando y no porqué me alegre ni mucho menos lo deseo, el ser humano con más adelantos que nunca y con más potenciales para compartir y hacer comunidad, es un ser humano, menos solidario, menos comunitario y sobre todo menos feliz y ya lo dijo Aristóteles “¿ La felicidad?: El fin que buscamos todo ser humano.”

José Turpín Saorín ANTROPÓLOGO.

La manipulación lingüística y el resurgimiento del nazismo-fascismo

6 Junio 2025 at 09:24

Es cierto que estamos atravesando una etapa muy significativa en la evolución de las sociedades humanas. El pueblo brasileño comparte un período crucial para la definición del futuro de toda la humanidad. Tenemos que estar seguros de que el resultado de las luchas que se están librando en Brasil, por ejemplo, también jugará un papel relevante para ayudar a determinar los rumbos que seguirán el mundo en su conjunto.

Lamentablemente, lo que ha caracterizado el momento que estamos viviendo es el resurgimiento global de fuerzas políticas de carácter fascista. Y, al analizar la evolución histórica del capitalismo, concluimos que el fascismo es uno de los recursos extremos a los que recurren los defensores del gran capital en sus intentos por aniquilar la resistencia popular en tiempos de graves crisis existenciales para este sistema de explotación social.

Como es sabido, el fascismo adquiere diversas facetas en función de las peculiaridades imperantes en cada país o pueblo en el que aparece. Así, debido a su pasado marcadamente racista ya la base esclavista sobre la que se formó, en el Brasil de hoy el fascismo revela una fisonomía mucho más en sintonía con el nazismo de la Alemania de Hitler que con la vertiente mussoliniana que predominaba en Italia. Además, es imperativo que reconozcamos que, en nuestro país, el canal principal por el que fluyen el pensamiento y el movimiento nazi-fascista es el bolsonarismo. Por lo tanto, el bolsonarismo encarna innegablemente la corriente política más extremista y reaccionaria en la que se apoya el gran capital para hacer valer sus intereses en el suelo brasileño. Por ello, no me parece que haya ninguna incoherencia cuando equiparamos a un bolsonarista con un nazi.

Sin embargo, al igual que lo que caracterizaba los inicios del nazismo alemán, la intensa inoculación de un odio ciego y malsano contra ciertos grupos humanos es lo que marca la pauta para la aglutinación de los partidarios bolsonaristas en Brasil. El legado que dejó el colonialismo esclavista en nuestras tierras intensificó el odio de clase y lo superpuso al odio racial, ya que, aquí, los términos pobre y negro suelen utilizarse casi como equivalentes.

Evidentemente, ni la ideología bolsonarista ni su inspiración alemana, el nazismo, se sostiene sobre la base de la verdad. Pero, sus propagadores nunca admiten la esencia de su existencia mentirosa. Así, el bolsonarismo suele adoptar palabras y explicaciones totalmente opuestas a los objetivos prácticos que persigue con tenacidad, con el fin de eliminar, o al menos suavizar, mentalmente, la flagrante perversidad de éstos. En consecuencia, lo que permea, nortea y prevalece en casi todo lo que concierne al comportamiento de los bolsonaristas es la vieja y conocida hipocresía.

Tanto es así que los bolsonaristas forman parte del grupo de los más notorios entreguistas y aduladores de potencias extranjeras que ha producido nuestra patria a lo largo de su existencia. La mera insinuación de que Brasil debe convertirse en una nación libre, independiente y soberana provoca odio y furor en la mayoría de ellos, especialmente entre sus líderes. Lo lógico, según estas personas, es que nuestro país permanezca totalmente subyugado y sometido al control de las potencias hegemónicas del capitalismo occidental, especialmente los Estados Unidos.

Este servilismo es tan indecente a punto de llevar a uno de los miembros del clan bolsonarista a abandonar Brasil e instalarse en los Estados Unidos para actuar como asesor del gobierno de Donald Trump en sus ataques para socavar nuestra soberanía y reinstalar su dominio completo sobre nuestra nación.

No obstante, a pesar de todo este comportamiento lesivo a los intereses de la patria, a los bolsonaristas les gusta salir a las calles con la camiseta amarilla de nuestra selección de fútbol, cantar el himno nacional en todo momento y envolverse en nuestra bandera. Todo esto mientras se dedican a entregarles nuestras riquezas nacionales a los gringos, y se empeñan por hacer que nuestro país vuelva a ser parte del patio trasero de los Estados Unidos. En otras palabras, a los más abyectos traidores de la patria les gusta posar como si fueran verdaderos patriotas.

Empero, el bolsonarismo no sería más que un grupito insignificante de rendidores de culto a la podredumbre más infame del nazismo en la actualidad, si ciertos capitalistas que explotan la fe no se encontraran asociados a ellos. Son los líderes de estas iglesias-empresas los que le dan un alcance más expresivo en términos numéricos a la versión del neonazismo brasileño.

A pesar de dedicarse a promover y defender a un grupo de exponentes políticos conocidos por su alto grado de depravación, por su falta de apego a la moral oa la ética, a los dueños de las iglesias bolsonaristas les gusta presentarse como paladines de la defensa de las tradiciones familiares y las buenas costumbres. Aunque sean insensibles al altísimo nivel de desigualdad social que existe en Brasil, persisten en la afirmación de que están inmersos en una guerra sin cuartel en defensa de los valores de la familia.

En lo que respeta específicamente a la religión, los bolsonaristas mercaderes de la fe son, de hecho, típicos enemigos de todo lo que la figura de Jesús simboliza. Si el nombre de Jesús está indisolublemente ligado a la justicia, a la solidaridad, a la fraternidad, a la paz y al amor, la motivación de esos falsos cristianos va en sentido diametralmente opuesto. Las iglesias bolsonaristas se enriquecen predicando el odio hacia los más necesitados, justificando la opresión ejercida por los poderosos, promocionando la expansión de la guerra, la injusticia y el egoísmo. Si en su legado de vida Jesús nos enseñó a repartir el pan ya amparar a los más necesitados, los dueños de las iglesias bolsonaristas, por su parte, ejercitan la diabólica teología de la prosperidad, es decir, esa ideología con la que sus adeptos se aferran a sus mezquinos intereses exclusivistas. En resumen, no existe ninguna posibilidad de ser seguidor de Jesús basándose en esa inhumana forma de pensar.

No hay dudas de que entre los seguidores del cristianismo hay mucha gente correcta e instituciones serias y respetables. Pero, desafortunadamente, en los últimos años ha quedado evidenciado que la base de apoyo del bolsonarismo político está constituida mayoritariamente por seguidores de ciertos emprendimientos comerciales que se autodenominan cristianos. Esto ocurre tanto en denominaciones que se consideran evangélicas como en católicas.

Sin embargo, ¿cómo admitir que un verdadero cristiano sea también un bolsonarista convencido? Hay una contradicción insuperable entre estas dos categorías. Para atenernos a un lenguaje religioso, así como nadie puede servir a Dios y al diablo al mismo tiempo, no existe ninguna posibilidad de estar bien con Jesús y con el bolsonarismo. Esto se da simplemente porque el bolsonarismo sintetiza la perversidad contra la cual Jesús siempre ha luchado.

Nadie en su sano juicio refutaría que los postulados de la infame teología de la prosperidad van completamente en dirección opuesta a todo lo que Jesús siempre predicó en su vida. Aquellos que se atreven a defender el bolsonarismo a través del nombre de Jesús saben que están actuando furtivamente para inculcar en los más incautos ciertos valores que tienen mucho más que ver con la maldad inherente al capitalismo salvaje, con la esencia del nazismo, es decir, en nuestro caso, del bolsonarismo. Además, para explicitarlos desde un punto de vista religioso, la maldad es cosa exclusiva del diablo, y nunca de Jesús.

Así, no podemos aceptar que los nazifascistas recurran a la manipulación de conceptos y palabras con el objetivo de imponer intereses que atentan contra el conjunto de nuestro pueblo y nuestra nación. Aspiramos a un mundo de justicia, de solidaridad, de amparo a los más necesitados, de amor y de paz. Nos corresponde librar una fuerte batalla contra los prejuicios y las manipulaciones del nazismo-fascismo, especialmente en su versión brasileña, el bolsonarismo. Puesto que, aún cuando apela a la tergiversación del lenguaje, el bolsonarismo sigue caracterizándose por su maldad intrínseca.

Sabemos que el lenguaje ejerce un gran poder sobre nuestra propia mente. No es raro que se recurra a ciertas palabras con el propósito de autoengañarse, en un intento de justificar para unas mismas posturas y posicionamientos sabidamente indignos e injustos. La mentira que convence al mentiroso de que la utiliza, a menudo, actúa como la anestesia aplicada para que no se sienta dolor en una operación. Aunque nos ayude a soportar el mal momento que estamos atravesando, no sirve para eliminar de una vez la causa que lo provocó. Por eso, es necesario desenmascarar la hipocresía practicada por los bolsonaristas en su intento de aliviar su conciencia ante las atrocidades generadas por sus prácticas malignas.

Cooperación Sur-Sur: ¿es posible? ¿Cómo?

6 Junio 2025 at 09:21
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“Nuestro norte es el Sur”. Joaquín Torres García

“No entiendo por qué nos matan a nosotros, destruyen nuestros bosques y sacan petróleo para alimentar carros y más carros en una ciudad ya atestada de carros como Nueva York”.  Dirigente indígena ecuatoriano.

“África no es el patio trasero del mundo, no es un campo de batalla, no es un laboratorio de pruebas ni su depósito de materias primas. () África no se arrodillará”. Ibrahim Traoré

Cooperación (¿capitalista o socialista?)

Partamos de una pregunta fundamental: ¿existe la cooperación desinteresada entre países? Radicalmente: no. Los Estados –que son siempre el mecanismo de dominación de una clase sobre otra– no tienen “amigos”; tienen intereses. Si se unen, lo hacen en función de desarrollar programas que los beneficien, y siempre ese beneficio –que será el de los capitales– se logrará a partir de la explotación/marginación/aplastamiento de las grandes mayorías. La Unión Europea, o la OTAN, por ejemplo, como muestra de esas uniones, dejan más que claro que benefician solo y exclusivamente a muy pequeñas élites poderosas. La población de a pie mira pasivamente sin ser invitada al festín. 

Ampliando la pregunta: ¿puede haber cooperación desde el Norte próspero –Estados Unidos y Canadá, Europa Occidental, Japón– con los empobrecidos Estados del Sur? Absoluta y radicalmente: no. El vínculo allí establecido, aunque disfrazado de altruismo, es la más abyecta y repulsiva explotación, siempre a favor de esas pequeñas minorías detentadoras del poder (léase: megacapitales), todo lo cual no es sino otro mecanismo de control y dominación de una clase (cúpula económica global) sobre otra (la gran mayoría de la humanidad).

Por tanto, dentro del modelo capitalista, la cooperación genuina, solidaria y desinteresada, no es posible. Siempre hay agendas, muchas veces ocultas: el Plan Marshall de Estados Unidos del final de la Segunda Guerra Mundial no fue hecho por generosidad y filantropía, sino que consistió en un mecanismo para convertir a la devastada Europa en socia menor y rehén de los capitales estadounidenses, evitando así la expansión del comunismo soviético. La OTAN no defiende la “libertad” en el planeta, sino que es una instancia de fuerza militar de esos megacapitales para enfrentarse a la amenaza soviética en su momento, y ahora para poder intervenir en cualquier punto, incluso contrariando su mandato. La Unión Europea es el proyecto del Viejo Mundo para volver a ser potencia hegemónica, destronada por Washington de ese sitial, unión que –además de no estar sirviendo para ese fin– solo está favoreciendo a los capitales europeos en detrimento de su población. 

En otros términos, en el marco del capitalismo está más que comprobado que no hay cooperación, colaboración, hermandad. Solo viles intereses (recuérdese aquello de “el capital no tiene patria”, ni valores, ni moral, ni humanidad). Con planteos socialistas –es lo que intentaremos mostrar con este opúsculo– sí puede haber cooperación solidaria, de igual a igual, respetuosa. En definitiva, eso busca el socialismo: la igualdad, la equidad. 

El mundo que generó el desarrollo del sistema capitalista es francamente desastroso. Pese a las posibilidades reales que la revolución científico-técnica vigente ha abierto para terminar con problemas ancestrales de la humanidad (hambre, inseguridad, miedo, desamparo), las relaciones sociales vigentes hacen de la sociedad global un lugar monumentalmente injusto: mientras en algunos lugares se desperdicia comida (40% en Estados Unidos), en otros muere de hambre una persona cada 7 segundos. Mientras se habla de libertad y democracia, las potencias saquean sin descaro a muchas regiones del globo. Mientras se habla de paz, un Norte cada vez más agresivo e inhumano hace la guerra contra un Sur que comparativamente se empobrece día a día, enriqueciendo así a los fabricantes de armamentos, que se frotan las manos con cada nuevo conflicto bélico que se abre –muchas veces, fomentado por ellos mismos–. Pese a que nuestro grado actual de desarrollo permitiría otro mundo, alrededor del 40% de la población planetaria –según datos del Banco Mundial, para nada sospechoso de “comunista” –, es pobre y carece de los recursos mínimos para llevar una vida digna (faltan alimentos y se sobrevive con malnutrición o desnutrición crónica, carece de saneamiento básico, vive sin acceso a energía eléctrica, casi 15% de la humanidad es analfabeta –dos tercios de ese total son mujeres–, y pese a que el discurso dominante nos dice hasta el hartazgo que vivimos la era de la comunicación y la super informatización, 35% de la población mundial no tiene acceso a internet. La tecnología de punta nos lleva al espacio sideral, pero no puede terminar con la miseria, la desnutrición, los niños de la calle. “Las bombas podrán terminar con los hambrientos, con los enfermos y con los ignorantes, pero no con el hambre, con las enfermedades y con la ignorancia”, expresó acertadamente Fidel Castro. Sin la menor duda, este mundo no va bien para las grandes mayorías populares.

Mientras en algunos países se realiza agricultura de precisión con big data, asistencia de inteligencia artificial, robótica de última generación y apoyo satelital –para producir más comida de la necesaria, mucha de la cual se desperdicia–, en otros aún se utilizan arados de bueyes, o se cultiva a mano. Y mientras algunos están buscando agua en el planeta Marte, alrededor de 10.000 personas por día mueren en la Tierra por falta del vital líquido, niños menores fundamentalmente. Las religiones hablan de amor entre los seres humanos. ¿Se les podrá creer, o son parte también del discurso de dominación? “Las religiones no son más que un conjunto de supersticiones útiles para mantener bajo control a los pueblos ignorantes”, había dicho Giordano Bruno –lo que le valió la hoguera–. Parece que no se equivocó. 

Los ideales de igualdad social, de equidad y justicia que se divulgaron por todo el orbe décadas atrás –y con el que muchos pueblos comenzaran a construir sociedades distintas: el socialismo real– han sufrido un retroceso. Pero no están muertos. El socialismo como ideología sigue vigente, aunque golpeado y desacreditado por la cultura del capital. De todos modos, si bien el retroceso sufrido estas últimas cuatro décadas en la lucha por un mundo más equitativo fue grande, esa lucha no ha terminado. Por el contrario, hoy pareciera necesario su resurgimiento más que nunca, con nuevos bríos, ante esta avanzada fabulosa que están teniendo las propuestas de ultraderecha, que vienen ganando terreno en forma acelerada. El socialismo no está muerto, sino que ahora, más que nunca, debe oponérsele a este neofascismo que empieza a barrer la superficie del planeta, difundiendo un intolerable supremacismo peligrosísimo.

El Sur, tal como la experiencia lo ha demostrado por muy largos años, no puede esperar de ese Norte, de los poderes que comandan ese Norte –que dirigen, en definitiva, buena parte del curso del planeta en su conjunto– sino más de lo mismo. Desde que el mundo moderno, en los albores del capitalismo incipiente hace ya cinco siglos, globalizó la sociedad planetaria, desde el momento en que la industria naciente empezó a difundirse por todo el orbe, el Norte no ha traído sino desgracias para los pueblos de lo que imprecisamente se llamaba Tercer Mundo, ahora nombrado Sur global. El saqueo de América Latina, de África, de Asia, la consecuente pobreza y represión que eso significó, la dependencia –y por supuesto la humillación aparejada–, todo eso no ha terminado. Los invasores blancos, sus saqueos sangrientos con sus armas de fuego, sus barcos negreros y la imposición violenta del cristianismo como broche de oro de la dominación, no han terminado. Esa dominación hoy sigue presente con la figura de “inversiones extranjeras”, créditos de organismos financieros internacionales –en realidad, pesada e impagable carga para el Sur: cada niño que nace en Latinoamérica ya debe 2.500 dólares a esas instituciones– y la cultura que se impone desde la corporación mediática global, que domina nuestras vidas tanto como ayer las espadas y trabucos y luego los golpes militares pergeñados por las potencias imperiales, con militares torturadores preparados por esas potencias. En síntesis, la historia no ha cambiado gran cosa. Como siempre, si la situación se recalienta demasiado, ahí están las herramientas necesarias para poner en vereda a los “primitivos” descarriados. Ayer, militares golpistas formados en la represión interna y Doctrina de Seguridad Nacional; hoy: guerra jurídica y “revoluciones ciudadanas” disfrazadas de democráticas: las cosas cambian superficialmente, pero en esencia, siguen siendo lo mismo: el Norte sigue explotando al Sur sin la más mínima clemencia.

¿Es posible la integración?

En medio de ese panorama, va surgiendo una nueva idea: integración desde el Sur como alternativa, para oponerse a esa dominación avasalladora del Norte. Pero ¿qué integración? ¿De derecha o de izquierda? ¿De los capitales o de los pueblos oprimidos?

Proyectos de integración dentro de América Latina ha habido muchos, desde los primeros de los líderes independentistas a principios del siglo XIX (Bolívar, San Martín, Sucre, Morazán) hasta los más recientes del siglo XX y XXI: la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio –ALALC–, la Comunidad Andina de Naciones, el Mercado Común Centroamericano, la Comunidad del Caribe –CARICOM–. Recientemente, y como el proyecto quizá más ambicioso: el Mercado Común del Sur –MERCOSUR–, creado por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia en 1996, al que se han unido posteriormente Chile, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. Sin contar, obviamente, con el intento de recolonización del ALCA, que en realidad es más una sumatoria de países bajo la égida de Washington que una genuina integración. Dicho proyecto como tal no prosperó, por la reacción de los gobiernos progresistas de inicio del siglo en la región, lo que no impidió que el imperialismo norteamericano estableciera de inmediato tratados de “libre” comercio –que de libres no tienen absolutamente nada– entre la potencia y los empobrecidos países del Sur, poniendo Washington las condiciones, leoninas, por cierto. Por supuesto, ninguna de estas iniciativas es una integración que beneficie a las grandes mayorías. Los únicos beneficiados con estos proyectos son los capitales, nacionales o transnacionales, básicamente los de Estados Unidos. Allí, definitivamente, sería ridículo hablar de “cooperación”, aunque en algún pomposo documento oficial se utilice esa expresión. El papel aguanta todo, sin dudas.

El punto máximo en el planteo de integración de esas aristocracias es el actual proyecto de MERCOSUR. Hay que destacar que ese mecanismo se centra en la integración capitalista, siempre ajena a los intereses populares. Para los sectores explotados en verdad no hay diferencias sustanciales entre el MERCOSUR y el ALCA. Como correctamente analiza Claudio Katz: “Las clases dominantes de la región se asocian, pero al mismo tiempo rivalizan con el capital externo. Propician el MERCOSUR porque no se han disuelto en el proceso de transnacionalización. Estos sectores buscan adecuar el MERCOSUR a sus prioridades. Promueven un desarrollo hacia afuera que jerarquiza la especialización en materias primas e insumos industriales, porque pretenden compensar con exportaciones la contracción de los mercados internos. El problema de la deuda está omitido en la agenda del MERCOSUR. Los gobiernos no encaran conjuntamente el tema, ni discuten medidas colectivas para atenuar esta carga financiera. Han naturalizado el pasivo, como un dato de la realidad que cada país debe afrontar individualmente”. En otros términos: con estos modelos de integración por arriba para las mayorías populares no hay, también, sino más de lo mismo.

Por su lado, en África igualmente existen intentos integracionistas. Sucede, igual que en Latinoamérica, que esos procesos en general están realizados desde una óptica capitalista. Web Du Bois y George Padmore impulsaron originalmente las reivindicaciones de la población negra del continente, aunque con un contenido tibio, sin tocar las raíces económico-sociales de la situación de África; es decir: sin abordar el proceso en clave de explotación capitalista. Como se ha dicho en alguna oportunidad, representan la “cara amable” del panafricanismo. Estas propuestas denunciaron la dependencia colonial, pero una vez obtenidas las independencias formales en las décadas de los 50 y 60 del siglo XX, no tomaron una radical distancia de los ex invasores, sino que plantearon una suerte de acomodación neocolonial. Para ello estuvieron abiertos a las inversiones privadas de capitales multinacionales, fomentando el libre comercio en los marcos del capitalismo. En otros términos, reclaman una suerte de nuevo Plan Marshall para compensar los daños ocasionados por las metrópolis colonialistas, a cambio de no fomentar propuestas muy “osadas” que lleven hacia planteos socialistas. Igual que en Latinoamérica, esas iniciativas de integración son “más de lo mismo” para las paupérrimas mayorías populares. 

En la actualidad existen diversos mecanismos de integración del continente, tales como la Unión Africana (UA), el Área de Libre Comercio Continental Africano (AfCFTA, por su sigla en inglés), las Comunidades Económicas Regionales (CER), que actúan como apoyo a la UA (CEDEAO –para el África Occidental–, SADC –para el África Austral–, COMESA –para África Oriental y Austral–, y otras). Todas ellas se mueven en la dimensión de la libre empresa, avalando la existencia de burguesías nacionales y el acomodo con los capitales transnacionales. Si bien representan intereses supuestamente propios, de países africanos formalmente libres, todas estas iniciativas guardan estrechos lazos con el capitalismo occidental, del que pueden terminar siendo, sabiéndolo o no, sus defensores. 

Es preciso reconocer que en el anárquico desarrollo del capitalismo a nivel mundial, los países más desfavorecidos del Sur también han visto nacer en su propio seno sociedades capitalistas que no dejan de repetir las diferencias constatables a nivel internacional. Las formaciones económico-sociales precapitalistas de todas las sociedades del Sur no significan modelos de justicia; los regímenes monárquicos y las sociedades preindustriales previas a la llegada de los “hombres blancos” en cualquier parte del Sur no constituyen por fuerza situaciones de equidad. En África, por ejemplo, era una tradición el esclavismo, donde tribus de población negra esclavizaban, y en algunos casos vendían al “invasor blanco”, hermanos de color. El “buen salvaje” viviendo en un mundo paradisíaco no pasa de mito, de grotesco mito incluso, que encierra un profundo racismo. Sin dudas el capitalismo que irrumpió por todo el planeta no hizo sino perpetuar esas injusticias, cubriéndolas en muchos casos con un manto de falsa modernidad. De hecho hoy, pueblos originarios de los países del Sur, también han ido entrando de manera deformada/forzada en moldes capitalistas, y hay burguesías locales explotadoras tanto en el África subsahariana como en los pueblos americanos prehispánicos. Ello se articula con las burguesías de origen “blanco” que se impusieron en el Sur, más la expoliación imperialista de los grandes centros colonialistas: Estados Unidos y algunas potencias euro-occidentales, como Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos. 

Hoy, ya entrado el siglo XXI, es rigurosamente imprescindible plantearnos pasos superadores de esta situación. Es casi necesidad imperiosa para evitar el desastre de la especie como un todo, por el colapso medioambiental en que nos encontramos, por la posibilidad de la guerra que encuentra el sistema como válvula de escape, siempre a costa del pobrerío. El modelo consumista y guerrerista que el Norte ha impuesto no es sostenible, y el Sur debe encaminarse hacia nuevas alternativas. El socialismo –aunque hoy la ideología de derecha lo demonice– es la única alternativa realmente válida. Valen las palabras de Rosa Luxemburgo: “Socialismo o barbarie”. Del Norte no se puede esperar sino más de lo mismo: saqueo y dependencia, insoportable arrogancia y violencia. Va surgiendo así la idea de una integración novedosa del Sur con el Sur. Pero hay que ser muy cuidadosos en esto: ¿integración por arriba o por abajo? ¿Integración de las élites o de los pueblos siempre sufridos? ¿Qué hay con la cooperación internacional?

Hay cooperaciones y cooperaciones 

La llamada “cooperación internacional” que desde hace ya largas décadas los países capitalistas más poderosos (Estados Unidos, Europa Occidental, Japón, Canadá) le otorgan al Sur global (Latinoamérica, África, regiones del Asia) no es precisamente solidaria. Es una “estrategia contrainsurgente no armada”, tal como la concibieron los ideólogos estadounidenses en su inicio, concepción que no ha cambiado en el transcurso del tiempo. La primera iniciativa de “cooperación” la realizó Estados Unidos: la Alianza para el Progreso, puesta en marcha en los 60 del siglo pasado, bajo la administración del presidente John Kennedy. Dicha estrategia surgió inmediatamente después de la Revolución Cubana de 1959, como un mecanismo de protección contra “recalentamientos sociales”. Es decir, un colchón para aminorar malestares en los países más empobrecidos, para intentar evitar ollas de presión que, como Cuba, en cualquier momento podrían salirse de la órbita capitalista pasándose al socialismo. En otros términos: una fabulosa arma de control social. No se trata, en absoluto, de una “devolución” al Sur global por un supuesto arrepentimiento moral, una forma de “lavar culpas”. Es, lisa y llanamente, otro mecanismo de sujeción más, tanto como los créditos del FMI y el Banco Mundial, o las tropas siempre listas para invadir. 

Después de la potencia norteamericana otros países capitalistas se sumaron a ese tipo de acciones, eso de “brindar ayuda”; fue así que en 1971 las naciones más prósperas, las que están en condiciones de ofrecer cooperación con el Sur siempre explotado y empobrecido, fijaron, en el marco de las Naciones Unidas, el compromiso de contribuir anualmente con el 0.7% de su Producto Interno Bruto a la ayuda internacional al desarrollo. Hoy, más de 50 años después, son muy pocos los que cumplen esa meta. Por supuesto, ningún país del Sur global salió de su estado de exclusión y postración gracias a esas “ayudas”, ni podrá salir nunca, porque no se dan para eso, sino para terminar creando más dependencia. La USAID, la agencia de cooperación más grande del mundo, ahora temporalmente cerrada por el gobierno de Trump a partir de problemas internos en su administración –luchas entre demócratas y republicanos– es la cara amable de la CIA, el injerencismo que prepara las intervenciones de Washington en los territorios que tiene bajo su control. El Norte da migajas con una mano –la llamada “cooperación”, imponiendo las agendas a los países que la reciben– pero solo a título de paños de agua fría, mientras quita sin misericordia con la otra, robando, explotando, sacando lo mejor de los recursos, endeudando sin piedad a los países empobrecidos. No hay la más mínima cooperación real. Muy claramente lo expresó un funcionario italiano ligado a estos temas, Luciano Carrino: “La cooperación representa la voluntad de una parte de las poblaciones de los países ricos de luchar contra racismos, la pobreza, la injusticia social y mejorar la calidad de vida y las relaciones internacionales. Una voluntad que los grupos en el poder tratan de voltear en su provecho pues la cooperación para el desarrollo humano persigue objetivos oficialmente declarados, pero sistemáticamente traicionados (…) Los datos sobre el uso global de los financiamientos de la cooperación parecen demostrar que menos del 7% total de las sumas disponibles es orientado hacia la ayuda a dominios prioritarios del desarrollo humano. El resto sirve para objetivos comerciales y políticos que van en el sentido contrario.” Más claro, imposible.

Eduardo Galeano resumió genialmente los contrastes entre esa “ayuda” del Norte y una auténtica relación solidaria: “A diferencia de la solidaridad, que es horizontal y se ejerce de igual a igual, la caridad se practica de arriba-abajo, humilla a quien la recibe y jamás altera ni un poquito las relaciones de poder.

Por supuesto que existe otra forma de brindar cooperación distinta a esta suerte de limosna condicionada; por supuesto que se pueden y deben buscar reales mecanismos solidarios Sur-Sur; una cooperación auténtica, de hermanamiento, que busca la solidaridad, la horizontalidad. Todo ello recuerda lo sucedido en la histórica Conferencia de Bandung, Indonesia, en 1955, que propició la creación del Movimiento de Países No Alineados –NOAL–, que tendría un papel de suma importancia durante la Guerra Fría, sentando bases para una integración de los países que iban saliendo del colonialismo con un criterio más social, antiimperialista. Se buscaba allí propiciar mecanismos de igualdad, no que perpetúen las diferencias. Por lo pronto, aunque en la actualidad ya prácticamente no hay colonias mantenidas a punta de bayoneta, la dependencia de las que fueran colonias con respecto a las metrópolis sigue siendo enorme. Francia, por ejemplo, no podría mantener su estatus de potencia económica si no fuera por el robo descarado que continúa perpetrando en África. Hoy, tercera década del siglo XXI, el neocolonialismo no ha terminado. La Conferencia de Berlín de 1884/5 sigue vigente en su esencia, cuando unas pocas potencias capitalistas europeas se dividieron el continente africano sobre un mapa. Al igual que el pacto silencioso de esas mismas metrópolis imperialistas que pesó y sigue pesando sobre Haití, que tuvo la mortal osadía de proclamarse independiente en 1804, declaración llevada adelante por esclavos negros, lo que le valió la determinación imperial de nunca más permitirle levantar cabeza (hoy Haití está entre los países más pobres del planeta). El mundo sigue dividido entre “hombres blancos civilizados”, ¡y muy poderosos!, y “razas inferiores, salvajes”. ¿Hasta cuándo?

En estas últimas décadas han surgido nuevas opciones, intentos de unir el Sur, pero no sus clases dirigentes, sino a los países pobres, a los pueblos siempre oprimidos. Eso es algo aún en construcción, pero ya hay interesantes experiencias. Por ejemplo, el ALBA-TCP –Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos–, vigente en América Latina, o la Alianza de Estados del Sahel –Malí, Burkina Faso y Níger–, una unión panafricana de Estados que se considera el primer paso hacia una África unificada y antiimperialista, surgida a partir del movimiento militar acaecido en Burkina Faso en 2022 liderado por Ibrahim Traoré, retomando las banderas de las propuestas socialistas de Thomas Sankara, el histórico luchador burkinés, revolucionario marxista conocido como “el Che Guevara africano”, asesinado por el gobierno francés en una maniobra encubierta. O, como ejemplo que ennoblece, las brigadas cubanas (médicas, de alfabetización, deportivas) que brindan apoyo solidario en tantos países. 

El ALBA, surgido a partir de la Revolución Bolivariana en Venezuela comandada por Hugo Chávez, se fundamenta en la creación de mecanismos para crear ventajas cooperativas entre las naciones, que permitan compensar las asimetrías existentes entre los países del hemisferio. Se basa en la creación de Fondos Compensatorios para corregir las disparidades que colocan en desventaja a las naciones débiles frente a las principales potencias; otorga prioridad a la integración latinoamericana y a la negociación en bloques subregionales, buscando identificar no solo espacios de interés comercial sino también fortalezas y debilidades para construir alianzas sociales y culturales. En palabras de Milos Alcalay, anterior representante de la República Bolivariana de Venezuela ante Naciones Unidas: “Cuando la cooperación Sur-Sur ha sido instrumentalizada de manera sistemática y continua, ha demostrado ser un mecanismo útil para enfrentar la realidad mundial y reducir la vulnerabilidad de nuestros países frente a los factores internacionales adversos. Ha logrado maximizar la complementariedad entre nuestros países. Sin embargo, y así debemos reconocerlo, sus potencialidades yacen allí, a la espera de su explotación y uso eficiente. Hasta ahora se ha subutilizado. Se ha desaprovechado como instrumento que ofrece oportunidades viables para procurar, individual y colectivamente, mayor crecimiento económico, desarrollo sostenible y para asegurarnos una participación más efectiva en el sistema económico mundial”. Estas iniciativas –por ejemplo, la petrolera Petrocaribe, o el canal televisivo Telesur–, con un talante social, buscando distanciarse de Washington, chocan con todo lo que implementa el imperialismo estadounidense, secundado por la Unión Europea muchas veces, para entorpecerlas y/o frenarlas.

Los movimientos panafricanistas que hoy se están dando en el Sahel africano, con un claro contenido antiimperialista y socialista, están ayudando a varios países de África occidental – que anteriormente eran colonias francesas– a comenzar la construcción de algo nuevo, un bloque que mira con buenos ojos a Rusia –heredera de la Unión Soviética, la que ayudó mucho al sufrido continente africano– y a China, hablando con un lenguaje marxista y anticolonialista. Producto de esas dinámicas Mali, Chad, Senegal, Níger y Costa de Marfil expulsaron de sus territorios a las tropas francesas que allí permanecían como fuerzas neocolonialistas, lo cual provocó la airada protesta del presidente Emmanuel Macron –hablando siempre desde su arrogancia imperial– acusando a Burkina Faso –e indirectamente a Traoré (¿ya estará sentenciado a muerte, tal como hicieron con Sankara?)– de “ingratitud”, pues esas naciones habrían “olvidado agradecerle” a Francia todo el esfuerzo por “civilizarlos”. Eso trae a colación la abominable expresión del ministro francés decimonónico Jules Ferry, quien sin la más mínima vergüenza pudo decir: “Las razas superiores tienen el derecho porque también tienen un deber: el de civilizar a las razas inferiores” (hiper mega sic). Esa ideología, totalmente repugnante, está vigente hoy, y un primermundista –como Macron– puede ejercerla sin preocuparse, normalizándola.

A esto es imprescindible oponer lo dicho por el referido Ibrahim Traoré, actualmente mandatario de Burkina Faso –uno de los países más empobrecido del mundo, pero muy rico en minas de oro (quinto productor en África), litio y uranio–, quien intenta inaugurar un nuevo tipo de integración regional, no con intereses capitalistas, sino desde el ideario socialista: “¿Por qué África, rica en recursos, sigue siendo la región más pobre del mundo? Los jefes de Estado africanos no deberían comportarse como marionetas en manos de los imperialistas”, afirmó Traoré.

En el orden de establecer una nueva modalidad de relación Sur-Sur, es imprescindible hablar de las ayudas que presta Cuba socialista a otros países, incluso habiéndosela ofrecido a Estados Unidos luego del huracán Katrina que golpeó inclemente en Nueva Orleans, no aceptada por el imperio. La revolución cubana no regala lo que le sobra, no hace caridad: comparte solidariamente con sus hermanos del continente y de otras latitudes. Pese al embargo criminal del que viene siendo objeto desde el momento de su nacimiento, su cooperación genuina con otros pueblos del Sur es un hecho paradigmático. En la actualidad cerca de 40.000 profesionales y técnicos cubanos prestan sus servicios en alrededor de 100 países. Además de brigadistas voluntarios que trabajan en cooperativas agrícolas y proyectos sociales en distintas partes del Sur global, la isla apoya solidariamente a más de 15 países a través del método de alfabetización “Yo sí puedo”, desarrollado en Cuba, el cual contribuyó a que casi dos millones de personas aprendieran a leer y escribir en varios pueblos latinoamericanos. Pero la ayuda más emblemática está dada por las brigadas médicas. Ellas están en la actualidad en 56 países con 24.000 personas trabajando (médicos, estomatólogos, enfermeros, técnicos sanitarios), dando consulta en las diferentes especialidades médicas (muchas veces en zonas inhóspitas, donde profesionales locales no van), atendiendo también en catástrofes naturales y crisis sanitarias –epidemias, por ejemplo–, a lo que hay que agregar 1) la Operación Milagro, destinada a la atención de patologías oculares, con 3 millones de personas atendidas, y 2) la Escuela Latinoamericana de Medicina de La Habana –-ELAM–, de amplio reconocimiento internacional, dedicada a la formación de personal de salud con un enfoque en solidaridad, atención primaria (preventiva) y servicio a comunidades vulnerables, que hoy forma, de manera totalmente gratuita, a jóvenes de 120 países. O igualmente el apoyo solidario que dio la isla a Angola en términos militares –377.000 soldados y 56.000 oficiales en rotaciones durante 16 años, con un pico de 50.000 efectivos en 1988– para lograr su independencia y su triunfo en la guerra civil apoyando las fuerzas de izquierda del Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA).

¿Es posible la cooperación Sur-Sur?

La construcción de espacios de cooperación Sur-Sur, articulados a partir de los problemas y las dificultades comunes, ofrece una perspectiva diferente en la que el elemento central no está dado por el afán de acumulación capitalista ni por las aspiraciones hegemónicas, sino que se manifiesta a lo largo de un eje más humano basado en otra ética, no solo la del individualismo feroz: buscar soluciones para los problemas de la pobreza y el hambre, diseñar nuevos caminos hacia el desarrollo, defender las autonomías nacionales y las potestades soberanas, alejándose así de la presión dominante de los países del Norte próspero, que lo único que buscan, más allá de retorcidos discursos altruistas que nadie puede creer, es continuar con el saqueo del Sur. El conjunto de problemas no resueltos por el capitalismo (hambre, atraso, inseguridad, enfermedad, analfabetismo, dependencia técnica, financiera y cultural) requiere de soluciones distintas y, sobre todo, reclama el valor de la solidaridad entre los pobres como factor común y compartido. Tal vez pueda ser éste un motor hasta ahora poco explorado, capaz de conducir a acuerdos de nuevo tipo, con otra inspiración y con otras finalidades.

Una nueva cooperación Sur-Sur debe ir más allá de un acuerdo económico ventajoso, el cual une por un tiempo, sólo mientras dura el interés concreto en juego, pero que no trasciende. Esta nueva cooperación debe servir para generar desarrollo social sostenible, para todas y todos por igual, sin condicionamientos. Si no, no es cooperación. Lo que queda claro, a partir de los ejemplos vistos más arriba, es que solo se puede lograr eso desde una ética socialista

Gaza, genocidio abierto

6 Junio 2025 at 09:00
Palestinos transportan sus pertenencias mientras huyen del norte de la Franja de Gaza hacia el sur. Foto Afp

Por más tramoyas, malabarismos semánticos e intentos de blanqueo que haga el régimen colonialista de Benjamin Netanyahu, lo que ocurre desde el 7 de octubre de 2023 en la franja de Gaza se tipifica como genocidio (del prefijo griego genos, que significa raza o tribu, y el sufijo latino cide, que significa asesinato), y está reconocido y codificado por la ONU como delito de lesa humanidad. Hay que terminar, pues, con el mito de la guerra en Gaza. Y con las falsas equivalencias –diseminadas por el Mossad, la CIA y el MI6– entre una potencia militar nuclear regional, que cuenta con el apoyo irrestricto y la complicidad de EU y la OTAN, y la inclaudicable resistencia de un pueblo que lucha por su autodeterminación en los territorios palestinos ocupados por Israel desde 1967. 

Según el derecho internacional, Israel es una potencia ocupante y ha estado impulsando una lógica genocida que es parte intrínseca de su proyecto colonial de asentamiento en Palestina. La naturaleza y escala abrumadoras del asalto israelí a Gaza ha superado los límites de lo inimaginable. Desde su creación, Israel tipifica como un Estado canalla (rogue state o nación fuera de la ley), que no se considera obligado a actuar de acuerdo con las normas de la Carta de la ONU. Y en la actualidad, cada vez más desacreditado a escala internacional y erosionado el falso recurso del antisemitismo para estigmatizar a sus críticos, el asesino serial Netanyahu sigue aferrándose a la “teoría del loco”, concepto usado por Richard Nixon, pero que, según Noam Chomsky, fue ideado en los años 50 del siglo pasado por el Partido Laborista de Israel, cuyos líderes “predicaban a favor de los actos de locura”, según recordó en su diario el ex primer ministro Moshe Sharett, y advertían que se volverían “locos” o potencialmente “fuera de control”, para beneficiarse y con una extraordinaria fuerza destructiva a su disposición –como en la actual coyuntura–, obligar a sus adversarios a inclinarse ante su voluntad, por temor. 

El 20 de mayo, el líder del Partido Demócrata israelí, general retirado Yair Golan, denunció en la emisora pública Kan que Israel está “matando a bebés como pasatiempo” y podría convertirse en un “Estado paria” si no actúa con racionalidad y deja de cometer atrocidades contra civiles en Gaza. En el paroxismo de su perversión, Israel ha transformado Gaza en un mundo sin civiles; en un espacio donde toda la población es un enemigo que debe ser eliminado o desplazado por la fuerza. El 24 de mayo, la relatora especial de la ONU para Palestina, Francesca Albanese, denunció que el bombardeo israelí de la casa de la pediatra Alaa Al-Najjar, que mató a nueve de sus 10 hijos, representaba un “patrón sádico distintivo de la nueva fase del genocidio”. La doctora recibió los cuerpos de sus hijos envueltos en mortajas blancas mientras trabajaba en el hospital al-Tahrir del Complejo Médico AlNasser; ocho estaban carbonizados. 

Albanese sabe de qué habla. El 1º de julio de 2024, durante el 55 periodo de sesiones del Consejo de Derechos Humanos de la Asamblea General de la ONU, presentó el informe Anatomía de un genocidio, donde, en su primera línea, apenas tras cinco meses de operaciones militares y bombardeos de saturación del ejército de ocupación, consignaba que “Israel ha destruido Gaza”. El informe concluía “que hay motivos razonables para creer que el umbral a partir del cual puede decirse que Israel ha cometido genocidio ya se ha alcanzado”. Once meses después, el horror se ha multiplicado. 

Una de las principales conclusiones del documento era que el gobierno de Israel “ha distorsionado de manera intencional los principios del jus in bello (rama del derecho sobre el uso de los medios y modos de hacer la guerra), subvirtiendo sus funciones de protección en un intento de legitimar la violencia genocida contra el pueblo palestino”. Otra conclusión clave era que “Israel ha invocado estratégicamente el marco del derecho internacional humanitario como ‘camuflaje humanitario’ para legitimar su violencia genocida en Gaza”.

Acuñado por el abogado polaco Raphäel Lemkin en 1944, el genocidio, como negación del derecho de un pueblo a existir y el posterior intento (consumado o no) de aniquilarlo, es un proceso, no un acto, y conlleva modos de exterminio y destrucción, que van desde la eliminación física hasta la desintegración forzosa de las instituciones políticas y sociales, la cultura, la lengua, los sentimientos nacionales y la religión de un pueblo. El objetivo de los colonialistas israelíes es hacerse de las tierras y los recursos de los palestinos, y sus métodos, señala el informe, incluye la expulsión, la restricción de movimientos, las matanzas masivas, la asimilación y la prevención de nacimientos. Dice: “De esos actos, la aniquilación genocida constituye la cúspide”. Agrega que “el genocidio no puede justificarse bajo ninguna circunstancia, incluida la pretendida defensa propia”. Además, “la complicidad en el genocidio está expresamente prohibida, suscitando obligaciones para terceros estados”. 

El informe exhibe como “pruebas directas” de la intención genocida, la “vitriólica retórica” deshumanizante de Israel, incluidos el presidente Isaac Herzog, el premier Netanyahu y el ministro de Defensa, Yoav Gallant, quienes han llamado a “extirpar el mal de raíz” en nombre de “los estados y pueblos… civilizados” (sic), calificando a los palestinos de “monstruos”, “animales humanos”, “cucarachas”, así como la del portavoz de las Fuerzas de Defensa, Daniel Hagari, quien instó a “maximizar los daños”, lo que “demuestra una estrategia de violencia desproporcionada e indiscriminada”. El implacable ataque israelí, que ha provocado el colapso de la infraestructura vital esencial de los gazatíes, se compadece con las intenciones declaradas de hacer de Gaza un lugar “en que la vida sea imposible de forma permanente” y donde “no pueda existir ningún ser humano”.

Lo peor es que para justificar la sistemática violencia letal contra los civiles palestinos, Israel usa términos del derecho internacional humanitario, como “escudos humanos” (pero atribuidos a Hamas, siendo una práctica habitual del ejército israelí según Ap y La Jornada, 25/5/25), “daños colaterales”, “zonas seguras” y otros, como forma de distorsionar las leyes de la guerra; como “camuflaje humanitario”, dice el informe, que le permita atacar “legítimamente” a la población civil de Gaza y sus infraestructuras vitales. Ergo, Israel ha caracterizado el territorio como objetivo militar, aboliendo de facto la distinción entre objetivos civiles y castrenses. 

El 28 de abril, Norman Finkelstein señaló que por su modus operandi, la “solución final israelí a la cuestión de Gaza” constituye un “genocidio abierto”. De allí que la nueva Nakba en curso debe detenerse; es un imperativo categórico que debemos a las víctimas de esta tragedia.

Saada alumbra el camino a Jerusalén liberada

6 Junio 2025 at 08:56

Ahí, esas casas que se ven ahí abajo, eso es Arabia Saudita”, nos dice un compañero apuntando al extenso valle que nace bajo las montañas del memorial a los caídos en la primera guerra de Saada. El norte de Yemen recuerda al norte de Chile. Árido, rocoso, con imponentes montañas e interminables horizontes de tierra dura. Casas de piedra y barro. Rodando por Amran o Saada podríamos haber estado en algún camino precordillerano de Atacama o Antofagasta.

Si Hodeidah nos había mostrado la fiereza militar con su mítica defensa del puerto, y Sana’a encarnaba el poder político conquistado, de Saada emanaba la firmeza ideológica de este pueblo decidido a darlo todo por su libertad y la de Palestina. En Saada había nacido y resistido el movimiento Ansar Allah, y desde allí se había extendido al resto del país.

Tras 4 horas de viaje llegamos directamente a la Universidad, a un encuentro con autoridades políticas, académicas y estudiantes en general. La emoción de nuestros anfitriones, como nos explicaron, se debía a que habían pasado años de la última visita internacional a la zona. Sin conexión a internet por motivos de seguridad y aislada por la geografía y la guerra, no eran comunes dos extranjeros en febrero de 2025 en la capital de la Revolución Popular yemení.

La región más pobre del país más pobre. Históricamente olvidada, históricamente castigada. Sometida a bombardeos durante más de 20 años. Primero de parte del régimen proimperialista que gobernaba el país en la primera década de este siglo, luego de parte de sus millonarios vecinos saudíes y la enorme coalición mercenaria con participación de 17 países de la región, luego los Estados Unidos de NorteAmérica y, últimamente, la Entidad Sionista. Ninguno pudo someter a los habitantes de estas tierras.

La importancia de Saada -para entender los términos Houthi, Ansar Allah, Yemen tiene su antecedente en los años 80 del siglo XX, cuando el sabio religioso musulmán zaidita Badreddin Al Houthi polemizó desde lo teórico, religioso y académico, contra la corriente wahabita del islam. Justo al otro lado de la frontera, en Arabia Saudita, el wahabismo promovía (y promueve) una práctica conservadora, reaccionaria y punitiva de la religión. El takfirismo, corriente practicada por Al Qaeda y Estado Islámico, nacida de y protegida por el wahabismo, considera infiel a todo musulmán que no siga esta práctica, justificando la guerra santa contra todo el que se oponga (excepto contra la Entidad Sionista).

En los años 90 el hijo mayor del sabio, Sayeed Hussein Badreddin Al Houthi, formó un movimiento político religioso, Ansar Allah (los partidarios de Dios). A través de éste, multiplicó el mensaje ya transmitido por su padre de una vida basada en la religión, el amor, la justicia y la cooperación. A las lecturas públicas se sumaron obras sociales y espacios de convivencia comunitaria. En lo teórico, agregó el antisionismo y el antiimperialismo como piedras angulares del proyecto político.

Identificó al Enclave Colonial Sionista como principal enemigo de la humanidad, y la liberación de Palestina como primer deber de todo el pueblo árabe y el mundo musulmán. Avisó ya desde la primera invasión a Irak en 1991, que el imperio avanzaría sobre Asia Occidental (llamado Medio Oriente). Postuló que sería a través de invasiones militares oficiales y también utilizando paramilitares religiosos.

Los (auto)atentados en las embajadas de EEUU en Kenia y Tanzania de 1998 y al USS Cole en Yemen el 2000, todos reivindicados por Al Qaeda, fueron correctamente interpretados por la joven organización como un preludio de lo que se venía. “Muerte a Israel” y “Muerte a Estados Unidos” empezaron a escucharse en las mezquitas y verse en los rayados de las calles cuando el nuevo siglo despuntaba. 

El derribo de las Torres Gemelas y la invasión de Afganistán en 2001 y la invasión de Irak en 2003, tuvieron su correlato en la orden directa dada el mismo año al presidente lacayo de Yemen: eliminar a “ese grupo que anda gritando por nuestra muerte en el norte del país”.

Así iniciaron las llamadas Guerras de Saada, seis guerras entre 2004 y 2009 lanzadas por el gobierno contra un movimiento inicialmente pacífico, de corte más bien social religioso. Seis guerras que sólo sirvieron para fortalecer política y militarmente a Ansar Allah, que terminó controlando de facto toda la región norte del país, y para desgastar al gobierno lacayo que terminaría por caer un par de años después.

Pese a ser un movimiento pacífico, en Yemen tener un fusil es tan normal como tener un reloj, por lo que la supuesta operación militar que duraría un par de semanas terminó durando un año y necesitando de la ayuda de Arabia Saudita y EEUU para asesinar al líder Hussein Al Houthi y disfrutar de una victoria pírrica. La primera guerra de Saada marcaría el derrotero general de los años siguientes.

Apuntando una gran roca en el cerro aledaño, el gobernador nos cuenta de la cueva de los heridos, donde estuvo durante las últimas semanas del asedio a la cueva donde (apuntando ahora a una roca más pequeña, unos 500 metros arriba de la primera) el líder Hussein resistió el bombardeo directo, el incendio, la inundación y el asesinato de toda su familia antes de rendirse, ser asesinado igualmente (apunta unos 200 metros sobre la roca) y su cuerpo secuestrado por el régimen hasta ser rescatado diez años después por el pueblo. 

El hermano del líder e hijo menor del sabio, Sayeed Abdul Malik Badreddin Al Houthi, luego de emprender una forzosa retirada (ordenada por su hermano) al final de la primera guerra, reagrupó a los combatientes y desarrolló la técnica. Así a la fortaleza ideológica-religiosa y la legitimidad social, el movimiento sumó la capacidad militar que fue perfeccionando en cada guerra que le planteó el gobierno. Para el final de las guerras, en 2010, Ansar Allah ya era un movimiento con capacidad de administración y defensa de un extenso territorio, y gozaba de creciente simpatía en el resto del país.

Si bien la Primavera Árabe de 2011 echó abajo al viejo régimen, su lugar lo ocupó rápidamente Al Islah, franquicia local de los Hermanos Musulmanes, agrupación nacida en Egipto y asociada a la derecha política en el mundo islámico. Ansar Allah decidió, luego de apoyar y participar de la revuelta destituyente, no confrontar a Al Islah inicialmente y dar el beneficio de la duda al nuevo gobierno, esperando que resolviera los problemas urgentes que reclamaba la población: corrupción, inseguridad, salarios bajos y precios altos.

La corrupción siguió y las viejas prácticas políticas también, hasta que un día de septiembre de 2014 y luego de un nuevo anuncio del gobierno de aumento en las tarifas de los servicios básicos, el líder Abdul Malik convocó al pueblo a salir a las calles y hacer, ahora si, la revolución continuamente defraudada durante todo el intento restaurador del nuevo régimen. Y la gente salió. Y Ansar Allah avanzó desde su bastión del norte hasta tomar la capital, Sana’a.

El mismo bus que vemos calcinado en un altar del mausoleo a cielo abierto, transportaba ese 9 de agosto de 2018 a los 36 niños que hoy ocupan las tumbas aledañas. Atrás, una maqueta del F-16 justo después de lanzar la bomba y los cuerpos repartidos por la calle y los edificios. Al lado, una gigantografía con la foto de cada niño y de los 7 adultos que los acompañaban, y la leyenda “no los olvidaremos”. El conductor del bus, sobreviviente, nos cuenta cómo se había bajado a comprar unas cosas en el almacén para seguir el paseo escolar planificado, cuando de pronto escuchó el estruendo. Jamás pensó caminando al lugar, que el objetivo habían sido los niños. Estaba en paz, pero las pesadillas aún lo despertaban en la noche.

Desde 2015 y hasta 2022, estas fueron las perlas que dejó la guerra de agresión impuesta por el gobierno derrocado y exiliado. Con tropas sudanesas, pilotos saudíes, logística británica, inteligencia y bombas gringas, y mucho dinero emiratí, saudí y, en menor medida, qatarí. No existen por cierto, casos documentados de ataques a civiles de parte de las fuerzas de Ansar Allah. Pero tampoco es que la guerra paró porque la ONU condenó el ataque y los saudíes pidieron perdón y dejaron de bombardear. Los pueblos que deciden no rendirse ante la violencia opresora (nacional o extranjera) sólo tienen una opción: la victoria militar. 

Fue así como, a partir del cuarto año de guerra, los combatientes de las Fuerzas Armadas de Yemen bajo el liderazgo de Abdul Malik Al Houthi y el gobierno de Ansar Allah, iniciaron una contraofensiva bombardeando refinerías de petróleo en Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. Al igual que los gringos en días recientes, al ver las pérdidas económicas y la imposibilidad de neutralizar la voluntad y capacidad militar, y viéndose directamente atacados sin capacidad suficiente para defenderse, las petromonarquías establecieron un alto al fuego unilateral, que el gobierno de Ansar Allah respetó.

Pese a que desde hace ya once años gobiernan al 75% de los 35 millones de yemeníes a través de un parlamento plural y un consejo de gobierno compuesto por políticos oficialistas y de oposición en la misma proporción; pese a que han asumido todas las funciones de administración del Estado; pese a que la migración sucede desde las zonas controladas por el enemigo hacia las zonas controladas por la Revolución; pese a que el gobierno títere exiliado en Arabia Saudita ni siquiera controla las zonas fuera del control de Ansar Allah ya que son controladas por Emiratos Árabes Unidos.

Pese a todo lo anterior, el relato hegemónico es que en Yemen no existe gobierno. Que lo que hay son unos locos en sandalias que se llaman houthies y lanzan cohetes. Los más informados dirán que los houthies forman un movimiento llamado Ansar Allah y este movimiento (denominado terrorista por EEUU) es el que bombardea el Mar Rojo. No se dice “Gobierno Yemení”, sino “Rebeldes Houthies” o “Grupo Ansarolá” de Yemen. Es como decir “los rebeldes chavistas de Venezuela” para validar a Guaidó o “los rebeldes jinpinistas de China” para validar a Taiwán. 

Imposible no hacer el alcance de que esta absurda situación impuesta por las petromonarquías es acatada en vergonzante silencio por el Sur Global en su conjunto. Desde Cuba y Venezuela hasta China y Vietnam, ninguno reconoce al gobierno legítimo de Ansar Allah en Yemen, manteniendo su reconocimiento al gobierno títere en el exilio, culpable por cierto de horrorosos crímenes de guerra.

En la inmensa mayoría del mundo árabe y del mundo musulmán, la cuestión palestina es un tema central y muy sensible. No es culpa de los pueblos que inundan las calles exigiendo acciones a sus gobiernos, que los monarcas y dictadores que nadie eligió en Marruecos, Arabia Saudita, Jordania, Emiratos Árabes, Qatar, Bahrein, Sudán, Egipto o Siria permitan y normalicen el genocidio en Gaza y la ocupación colonial de toda Palestina.

Por primera vez en mucho tiempo los árabes y musulmanes de a pie no fueron decepcionados por sus gobernantes, quienes llevaron el discurso de defensa de Palestina esgrimido con desgano y sin convicción por todos los liderazgos regionales durante años, a la práctica. Es un hecho indesmentible que la popularidad de Ansar Allah al interior de Yemen, ya de por si mayoritaria, creció arrolladoramente cuando decidió (pese al desacuerdo y advertencia de su único aliado político, Irán) confrontar militarmente el genocidio sionista.

Han pasado tres meses de nuestro viaje, tres meses en los cuales casi todos los lugares que visitamos han sido bombardeados, algunas personas que conocimos han sido asesinadas. Tres meses durante los cuales la primera potencia militar del mundo realizó una ofensiva “durísima” como dijo el mismo Donald Trump, intentando destruir hangares de misiles y drones, asesinar al liderazgo y aterrorizar a la población civil. Luego de perder decenas de drones de última generación, tres aviones F-16 y quedar inutilizado un portaaviones, asumieron el fracaso en los tres objetivos, dejaron de matar civiles y pidieron un alto al fuego a través de Omán, que el gobierno yemení de Ansar Allah respetó, aclarando que la guerra contra la Ocupación en Palestina no era parte del acuerdo.

El momento ha llegado. Hace unos días finalmente la Entidad Sionista bombardeó directamente Yemen. Todos sus aliados la han abandonado en la cuestión yemení. Arabia Saudita y Emiratos Árabes, Inglaterra y EEUU. Nadie se atreve a volver a interponerse en el camino entre Yemen y sus deberes morales y religiosos. La Entidad deberá pelear su guerra por si misma, y no contra civiles desarmados e infancias, como hace en Gaza y Cisjordania, sino contra las Fuerzas Armadas de la República de Yemen y su pueblo irreductible. Con decisión inquebrantable en la defensa de Palestina, Yemen libre, querido e independiente vencerá, el sionismo oscurantista y colonial será derrotado, y la luz encendida en Saada alumbrará el camino a Jerusalén liberada.

Roberto Bermúdez Pellegrin, presidente Fundación Raúl Pellegrin. Pablo Sepúlveda Allende, presidente Fundación Latinoamericana Dr. Salvador Allende. Médicos chilenos internacionalistas

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