Evitar los incendios forestales es un problema complejo. En España, sabemos que al menos el 80 % de los incendios son provocados por el ser humano (algunas fuentes apuntan a un porcentaje aún mayor, llegando al 95 %). Estos siniestros son desencadenados voluntariamente (por incendiarios) o son fruto de una negligencia. Lo positivo es que todas estas causas se pueden reducir con una buena educación en las aulas. Las carencias en educación ambiental en la juventud de hoy, las sufrirá la humanidad de mañana. Más aún, los políticos que hoy toman malas decisiones ambientales tampoco recibieron una educación basada en el respeto hacia la naturaleza.
El interés en provocar incendios tiene diversas motivaciones. Por ejemplo, para conseguir pastos para la ganadería extensiva, lo cual demuestra que este tipo de explotación animal no es respetuoso con la naturaleza. Otra causa es facilitar terrenos para la caza, una motivación que provoca un menor número de incendios, pero de gran extensión. También hay pirómanos (enfermos mentales) y bomberos (que provocan el fuego para garantizar su trabajo), pero estas últimas causas no son las más relevantes. Entre las causas accidentales encontramos negligencias en los trabajos agropecuarios, tanto con maquinaria como por quemas agrícolas. E incluso, ciertos siniestros han sido provocados por excursionistas que desconocen que está prohibido hacer fuego o barbacoas en determinados lugares o épocas del año.
Dado que los incendios tienen mayoritariamente origen humano, no tiene sentido culpar a que los montes estén sucios (un bulo que se repite sin razonar, como aquel de que el agua de los ríos se tira al mar). Esto es absurdo, por dos motivos básicos:
- Un monte natural, con hierbas, arbustos y madera muerta, es un monte sano. La tierra necesita materia orgánica para que haya abono para los árboles vivos. Es un error grave retirar esa materia vegetal para convertirla en basura o en un negocio: combustible (biomasa, pellets, leña). Otra cosa es pastorear en los bosques, lo cual tiene menor impacto.
- Los bosques mejor conservados son aquellos en los que los humanos intervienen lo menos posible o aquellos en los que viven tribus ancestrales. Si la ganadería extensiva cuidara bien de los bosques, Galicia y Asturias no serían líderes mundiales en incendios forestales. Para dejarlo claro: en España, las zonas con más incendios forestales coinciden con las zonas con más granjas de ganadería extensiva (véanse estos mapas).
Respecto al primer punto, no vamos a ocultar que tampoco hay acuerdo unánime entre los ecologistas pues, aunque todos compartimos que la agricultura intensiva es peor que la extensiva, organizaciones como Greenpeace son partidarias de fomentar esta segunda como si fuera sostenible cuando en realidad plantea evidentes dudas. Es posible que pretendan evitar males mayores, o incluso, usar la ganadería extensiva como un modelo de transición, pero los estudios científicos apuntan a conclusiones muy claras: por una parte, el pastoreo de ganado no previene los incendios forestales y su eficacia es totalmente insuficiente; por otra, la ciencia nos indica la importancia de reducir todo tipo de alimentos y productos que procedan de los animales.
Los detalles son importantes. Por ejemplo, no es lo mismo mantener rebaños pequeños que puedan pastar en los bosques (cabras u ovejas), que ganado vacuno para el que los ganaderos prefieren montes sin árboles (con más pasto). Sin embargo, en general, en los modelos actuales, ninguno de los dos es realmente sostenible (ni ético con los animales). Tal vez, el pastoreo sería útil si la mayoría de los incendios fueran por causas naturales (rayos, volcanes, meteoritos…), pero resaltemos que esas causas no son las más preocupantes. Como dice Francisco Sánchez, pastorear o limpiar el monte para prevenir un presunto riesgo «es tan disparatado como amputarse una pierna para evitar un esguince».
Medidas que no se están aplicando
Además de la necesaria educación ambiental, hay otras medidas que ayudarían a que el fuego aparezca con menor frecuencia y a que, cuando lo haga, sea menos destructivo. Las siguientes peticiones son urgentes y van dirigidas a los poderes legislativos (parlamentos) y ejecutivos (gobiernos centrales, locales, autonómicos, etc.).
- Dedicar más recursos por parte de todas las administraciones para lo siguiente:
- Reducir los tiempos en detectar el fuego, para comenzar la extinción lo antes posible. Por ejemplo, usando drones y otras técnicas.
- Mejorar las condiciones laborales de quienes nos protegen frente a estos desastres: bomberos, agentes forestales, guardas forestales, peones forestales, pilotos, etc.
- Mejorar la investigación para condenar a los culpables. Endurecer las penas apenas tendrá repercusión. Primero, porque el delincuente confía en no ser atrapado. Y segundo, porque solo en el 2 % de los incendios provocados se logra detener al culpable.
- Establecer controles que eviten los chanchullos para amañar concursos públicos cuando se contratan empresas privadas, una forma de corrupción que, por desgracia, está asentada.
- Impulsar la implicación de la sociedad civil, tanto en la prevención como en la respuesta a emergencias, canalizando la solidaridad espontánea que surge en estos casos.
- Lo anterior, unido a campañas de concienciación, sin duda harán bajar la cifra de fuegos iniciados.
- Establecer protocolos de coordinación entre los distintos cuerpos y que no se dependa del «voluntariado» de bomberos que actúen sacrificando su tiempo libre. En la actualidad, cada comunidad autónoma en España tiene sus normas y no se coordina con eficacia, lo cual hace que perdamos también dinero y territorio verde.
- Tampoco hay protocolos ni mecanismos para coordinar el voluntariado y contratar profesionales. Hay muchas personas bien formadas que quedan paralizadas mientras el monte se quema y mientras se contrata personal sin experiencia ni formación adecuada.
- Establecer protocolos para gestionar bien la logística de los incendios forestales: comida del personal, material EPI suficiente, tareas de lavandería, etc. Téngase en cuenta que los trajes de los bomberos se impregnan de sustancias tóxicas que no deberían esparcirse por los hoteles donde se alojen ni en sus propios domicilios.
- Aprobar una ley de dotaciones mínimas, para que en cada época del año se sepa cuántos efectivos deben estar operativos de forma obligatoria.
- Evitar que alguien saque provecho del monte quemado. No se debe extraer la madera quemada y el territorio debe quedar vetado a todo tipo de aprovechamiento humano: nada de pastar ganado, ni cazar, ni cambios en el uso de los terrenos, ni recalificaciones de ningún tipo (urbanísticas, mineras o de otro tipo). Debemos estar atentos porque algunos ingenieros forestales son expertos en monetizar el bosque y no les interesa el funcionamiento real de la naturaleza.
- Prohibir la caza en condiciones de alto riesgo, tales como ante alertas meteorológicas de sequía o calor extremo. Estos son motivos suficientes para prohibir la media veda (caza en verano) además de los otros problemas de la caza.
- Establecer protocolos para salvar también a los animales: domésticos, de granja y también salvajes, cuando sea posible.
- Prohibir las quemas agrícolas, no solo por el riesgo de incendio, sino por la contaminación y el daño que causan frente a alternativas como el compostaje.
- Conseguir que la Política Agraria Común de la Unión Europea (la PAC) deje de favorecer los intereses de las multinacionales de la agroindustria, y pase a fomentar buenas prácticas sostenibles de agroecología.
- Educar en las ventajas de la renaturalización (rewilding), una alternativa eficiente, barata y ecológica para aumentar los bosques y las zonas naturales. Deberíamos proteger un mínimo del 50% del planeta para evitar el colapso ambiental.
Algunas de las peticiones anteriores parecen tan elementales que se puede llegar a pensar que ya se están aplicando. Pero no es así. De hecho, son denuncias de los propios bomberos y personas que conocen el problema de primera mano. Si no avanzamos en esto, España arderá cada verano y sufriremos cada vez más los efectos de nuevos desastres climáticos. De hecho, todavía no hemos aprendido las lecciones de la DANA que asoló la Comunidad Valenciana.
Es necesario resaltar que el abandono de campos o incluso de pueblos enteros no es algo inherentemente negativo. Más aún, esto puede tener efectos positivos para el medioambiente. Por supuesto, habrá que prestar atención para minimizar las consecuencias negativas en la población, si se diera el caso.
Para terminar, no debemos olvidar que la crisis climática va a aumentar los llamados fuegos «de sexta generación»: incendios tan grandes que son incontrolables; tan complicados de extinguir que los bomberos solo pueden esperar a que el fuego pierda intensidad para atacarlo. ¿Estamos preparados?
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