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AnteayerSalida Principal

Una de las recetas de Mamdani: comprar en el súper municipal

1 Diciembre 2025 at 00:16

Este reportaje se publicó originalmente en #LaMarea109. Puedes conseguir la revista aquí o suscribirte para recibirla y apoyar el periodismo independiente.

El Centro para la Ciencia en el Interés Público (organización sin ánimo de lucro con sede en Washington) lleva años defendiendo los derechos e intereses de los consumidores. En los años noventa, fue una de las principales asociaciones que empujó para la inclusión de etiquetas nutricionales en los alimentos. Más recientemente, logró obligar a las cadenas de comida rápida a indicar las calorías de los platos ofrecidos.

Cuando Zohran Mamdani, el alcalde electo de Nueva York, propuso crear supermercados municipales durante su campaña electoral, Sara John, subdirectora del centro, vio grandes posibilidades de mejora para la vida de millones de personas, aunque también es consciente del desafío. «Las tiendas públicas que rindan cuentas a los consumidores, y no a los accionistas, podrían mejorar la asequibilidad de los alimentos», afirma John. «No obstante, no será fácil ».

La iniciativa llega en un momento crítico. Los comestibles en Nueva York cuestan un 18% más que la media nacional. Huevos, carne y pescado subieron un 8,9% en el último año; y los productos lácteos, más de un 5%. A ello se suman las tensiones comerciales reavivadas por la nueva administración federal y los recortes anunciados al programa SNAP, que actualmente ayuda a más de 40 millones de estadounidenses con vales para la compra. «Y hemos visto cómo los gigantes del comercio minorista continúan cerrando tiendas y aumentando los precios de los alimentos», explica John a La Marea.

El plan de Mamdani contempla abrir cinco tiendas piloto –una en cada distrito– que funcionarían bajo un modelo público. Al no pagar alquiler ni impuestos y comprar al por mayor, el alcalde electo calcula que podrían ofrecer precios significativamente más bajos. Según su campaña, el programa costaría 60 millones de dólares, aproximadamente el 0,06% del presupuesto anual de la ciudad. La propuesta, no obstante, plantea retos. «Los supermercados ya operan con márgenes de ganancia muy reducidos –del 2% al 3%–», afirma John. «Por lo que incluso al intentar únicamente alcanzar el punto de equilibrio, sólo podrán trasladar un ahorro limitado a los consumidores», prosigue.

Además, la gestión de productos perecederos y la falta de economías de escala suponen obstáculos considerables para una operación nueva y relativamente pequeña. Por eso, la sugerencia de John es no partir de cero: «No necesitan reinventar la rueda».

La ciudad de Nueva York ya desempeña un papel relevante en el sector alimentario: compra alimentos para escuelas públicas, gestiona programas de asistencia como el mencionado SNAP y participa en el suministro a familias de militares. Desde 1991, el Gobierno federal mantiene una red de economatos que venden comestibles a precios mayoristas a personal militar, un modelo parecido a lo que Mamdani quiere extender a la población civil. Las tiendas municipales tendrían la utilidad adicional de no obtener beneficios por compras impulsivas y poco saludables. «Podrían priorizar la salud pública promoviendo alimentos sanos y asequibles, en lugar de maximizar los beneficios para los accionistas», señala John.

¿Un modelo viable?

La propuesta ha generado fuertes críticas desde sectores conservadores y liberales. Think tanks como el Instituto Cato advierten de que las tiendas municipales carecerán de las cadenas de suministro y la capacidad logística de gigantes como Walmart, lo que podría traducirse en ineficiencia y dependencia crónica de subsidios públicos.

Anne Rathbone Bradley, economista del Instituto para la Fe, el Trabajo y la Economía, sostiene que el plan está condenado al fracaso por su incapacidad de responder a las señales del mercado. «Los supermercados soviéticos fracasaron porque intentaron reemplazar principios económicos fundamentales con burócratas», escribió en The Washington Post. «Las tiendas gestionadas por el Gobierno en Nueva York enfrentarán los mismos desafíos», concluía.

Sin embargo, los defensores del proyecto argumentan que la comparación es inexacta. A diferencia de los supermercados de la Unión Soviética, que operaban en economías de planificación centralizada sin competencia, el modelo de Mamdani funcionaría en un mercado mixto, complementando –no reemplazando– la oferta privada existente. Otra crítica se ha centrado en el riesgo de competencia desleal. La Unión de Bodegas de América –gremio de las pequeñas tiendas de comestibles familiares, omnipresentes en Nueva York– expresó inicialmente esta preocupación. No obstante, en un giro significativo, terminó apoyando a Mamdani a finales de octubre. Su presidente, Radhames Rodríguez, señaló que el proyecto de tiendas municipales podría «complementar» la oferta en zonas desatendidas, donde las familias carecen de acceso a alimentos frescos y saludables.

Una idea con antecedentes

La idea de los supermercados municipales no es inédita, aunque a menudo se ha aplicado a contextos rurales o pequeños. Es el caso, por ejemplo, del pueblo de St. Paul en Kansas –que cuenta con 600 residentes–, donde en 2013 la municipalidad compró el supermercado local. Pero recientemente se han dado casos en áreas urbanas pobladas. En Atlanta, el Azalea Fresh Market –un supermercado de propiedad municipal inaugurado en agosto de 2025– atiende a una media de 600 clientes cada día y sus ventas de productos frescos superan el promedio nacional. El supermercado mantiene eficiencia y precios contenidos gracias a una alianza con una cadena privada que opera en las instalaciones.

No todas las experiencias, sin embargo, han prosperado. El Sun Fresh Market, un supermercado público de Kansas City, cerró sus puertas en agosto pese a haber recibido más de 18 millones de dólares en inversión a lo largo de 10 años. La gestión enfrentó problemas recurrentes de desabastecimiento, mientras que la inseguridad en el área disuadió progresivamente a los compradores.

Una clave del éxito de la propuesta de Mamdani dependerá del tipo de alianza entre lo público y lo privado que apoyará su plan. Alianzas que, incluso con respecto al sector alimentario, tienen una larga historia en Nueva York: durante la Gran Depresión, el alcalde Fiorello LaGuardia creó seis mercados en que la ciudad alquilaba los espacios a vendedores a precios reducidos. El Essex Market, en el Lower East Side, es un ejemplo destacado que sigue vendiendo productos a precios competitivos en una de las zonas más caras de la ciudad.

El desafío por delante

Ahora que Mamdani ha ganado con la promesa de una ciudad más asequible para todos, sobre él pesan expectativas extraordinarias y promesas por cumplir. El alcalde más joven en más de 100 años llega al cargo con una agenda ambiciosa que ha generado tanto entusiasmo entre sus votantes como resistencia feroz entre quienes apuestan por su fracaso.

La ubicación, la eficiencia logística y la capacidad de mantener los precios bajos determinarán el futuro de esta iniciativa. Si el experimento tiene éxito, Nueva York podría convertirse en referente para otras ciudades estadounidenses e internacionales, y las propuestas de Mamdani ganarían credibilidad dentro de un Partido Demócrata en búsqueda de una nueva identidad. Si fracasa, sus críticos tendrán la prueba que esperaban para atacar a los sectores más progresistas del partido.

«Los supermercados administrados por la ciudad tienen el potencial de reducir los precios de los comestibles al eliminar la avaricia corporativa de la ecuación de precios de los minoristas», concluye John.

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Desmontando mentiras sobre los servicios públicos

29 Noviembre 2025 at 07:51

Lo público se encuentra parasitado por lo privado.

Por Liliana Pineda, representante de ATTAC España en la Red de Agua Pública & Salvador Martínez, coordinador de ATTAC Mallorca. Publicado originalmente para Público.

  • Los mercados de los servicios públicos no son libres, ni competitivos, ni transparentes, ni perfectos.
  • Es falso que los intereses privados dominantes quieran mercados libres, transparentes y perfectos.
  • Lo público se encuentra parasitado por lo privado.
  • Es falso que los intereses privados coincidan con los intereses del COMÚN, ni, por supuesto, con los intereses de las personas libres, pues están determinados por el lucro.

Para hablar de Servicios Públicos (SSPP), primero tenemos que reconocer que, históricamente, los SSPP han conservado rasgos de soberanía que establecen una distancia y una superioridad del gestor sobre el usuario, confundiendo el ejercicio del poder público (potestas publica) con el servicio aportado a la población. Si a eso se añade que, desde hace más de un siglo, venimos soportando el discurso que enfrenta lo público a lo privado y administración pública a gestión privada, comprenderemos por qué hay que desmontar mentiras y clarificar conceptos.

Desde ese discurso, interesadamente se concluye que la gestión privada es mejor y más eficiente que la gestión pública y se identifica la gestión privada con Mercado Libre, competitivo, transparente y con información perfecta, en el que se realizan operaciones conforme a reglas de juego prefijadas. Pero es obvio que el mercado libre no existe, y que por fuerza se apoya sobre un marco institucional y unos derechos muy definidos que condicionan su funcionamiento, como se ve, por ejemplo, en la gestión del agua y de la sanidad. Además, la gestión de los SSPP ya es en buena medida privada e, incluso, las propias competencias públicas de su gestión (la planificación o la atribución de concesiones) están intervenidas por intereses privados, por los forcejeos del poder y por el ánimo de lucro. Los intereses privados se imponen como si fueran públicos y establecen el marco jurídico que les es más propicio. Las compraventas de servicios a las que se llama MERCADO no se ajustan al modelo idealizado. Su único objetivo es la ganancia y están absolutamente determinados por el ánimo de LUCRO.

La gestión de los servicios públicos ya es en buena medida privada e, incluso, las propias competencias públicas de su gestión están intervenidas por intereses privados

Por otra parte, según se trate de SERVICIOS PÚBLICOS (como los abastecimientos de agua, los hospitales y centros de salud, las escuelas, las universidades, los servicios sociales, de cuidados, funerarios, de salvamento, la justicia gratuita, los transportes, la vivienda social…), o de SERVICIOS PRIVADOS (financieros, de seguros, de comunicación y un largo etcétera), lo cierto es que la realidad social y el régimen jurídico que los regula son muy distintos.

Mientras que en los privados el poder de negociación está marcado por el lucro y es claramente desequilibrado, en los públicos es falto de transparencia y su regulación legal es, o muy deficiente, o muy restrictiva, lo cual propicia que las transacciones transcurran en la clandestinidad o con excesiva discrecionalidad (es decir, “hago lo que quiero”) en la propia Administración, cuyos gestores huyen continuamente del derecho público, alejándose de los controles y garantías del procedimiento administrativo. Lo cual facilita la corrupción e implica una evasión de las normativas reguladoras creando oportunidades delictivas propias en la administración pública.

Además, existe un pacto de silencio, una especie de dispensa o privilegio que abarca los modelos de financiación, monopolio, o reparto de las decisiones políticas sobre los SSPP. Dispensa que, asimismo, obra de manera evidente en la promulgación de leyes y normativas en todas las escalas competenciales, que, en la práctica, son cada vez más permisivas con los procesos privatizadores, incluso con las conductas corruptoras. Ese pacto se ha extendido a la creación de redes ocultas de intercambios perdurables de beneficios y favores, con amplia experiencia en ingeniería tributaria a través de asociaciones, sociedades y organizaciones pantalla o vehículo.

Y es que los SSPP, desde un punto de vista inversor no constituyen un terreno propicio para la libre competencia, ya que suponen, todos ellos, inversiones tan fuertes que una vez constituidos o construidos con dinero público no resulta razonable ni lucrativo que empresas competidoras dupliquen o tripliquen costosas infraestructuras, por lo que solo caben las opciones privatizadoras:

  1. Subcontratar a las empresas privadas todas o algunas fases de su gestión
  2. Vender a la empresa privada la red e infraestructuras del servicio público a precio de saldo o muy inferior a su coste real, para que al privado le resulte lucrativa y rentable la compra situándolo así en una posición monopolista, sólo condicionada por la ley vigente, que puede ser variable y ondeante, a discreción del poder…

En los dos casos se suele establecer una regulación para que la gestión cumpla algunas exigencias ecológicas, sanitarias, sociales, de igualdad, pero que generalmente reducen el lucro entrando en franca confrontación con los intereses privados dominantes.

En España las fórmulas privatizadoras de la gestión de los SSPP que han conducido a la situación actual se llevan experimentando durante más de 140 años

En estas condiciones los intereses privados presionan por adquirir la concesión y el monopolio de determinados SSPP —todo lo contrario a la libre competencia—, lógicamente sin asegurar la gestión transparente, publicitada, asequible, participativa, con rendición de cuentas, y sin garantizar que sea universal, igualitaria e integradora de los ecosistemas vinculados a esos SSPP.

En España, tal y como le hemos escuchado exponer repetidamente a José Manuel Naredo (cuyos escritos son fuente principal de este texto) [1], las fórmulas privatizadoras de la gestión de los SSPP que han conducido a la situación actual se llevan experimentando durante más de 140 años. Es decir, antes de que se acuñara el concepto, privatización.

Lo público se encuentra parasitado por lo privado. La gestión de lo público es SUSTANCIALMENTE privada. Se presupone que lo público es independiente de lo privado y que se gestiona pensando en el bien común o atendiendo a intereses generales. Sin embargo, la manipulación del concepto de «lo público» va unida a una serie de mitos que justifican dicha manipulación. Por ejemplo, el hacer grandes obras públicas con la excusa de resolver carencias (como sucedió en Madrid, durante la pandemia, con la construcción de un hospital a toda prisa). Este tipo de obras contribuyen a expandir la escasez, originando una espiral de insatisfacción y deterioro, y su mala gestión contribuye, además, a ampliar el negocio de las grandes obras y nuevas concesiones, promoviendo “el despilfarro” y configurando el conglomerado de intereses empresariales y corporativos en torno al “negocio” de los servicios, que abarca tanto lo público como lo privado, debido al trasvase mismo de técnicos/gestores entre la administración pública, la universidad y las empresas privadas.

La propia legitimación social, que las políticas públicas acumularon en décadas con sus iniciales efectos liberadores y modernizadores, ha permitido que el complejo de intereses económicos, técnicos y administrativos pueda operar, en torno a su gestión, prácticamente sin límites ni control público. Así las condiciones para el abuso, la corrupción están garantizadas.

Es falso que los intereses privados dominantes quieran mercados libres, transparentes y perfectos

En resumidas cuentas, la penosa situación actual de la gestión de los SSPP no es fruto de la ineficiencia de la Administración Pública, o de la planificación y del intervencionismo estatal, que ingenuamente presumimos orientados al servicio del interés público. Pero desactivar el conglomerado de instituciones, intereses, presiones y justificaciones, para sustituirlo por otro, orientado a promover la buena gestión no puede acometerse sin un acuerdo social firme que lo apoye, y sin cambios importantes en las normativas.

Es falso que los intereses privados dominantes quieran mercados libres, transparentes y perfectos. Curiosamente, los intereses privados hegemónicos no quieren que se cree el marco institucional propicio para que se generen centros de intercambio regulados, en los que se produzcan transacciones libres y transparentes entre concesionarios y usuarios.

El equívoco se produce al presuponer que los mismos intereses privados alcanzan a todos los individuos en general o que los intereses privados son siempre partidarios del “dejar hacer, dejar pasar” mercantil y de la igualdad de derechos y oportunidades. Lo que evidentemente no ocurre en nuestras sociedades desiguales y polarizadas. Y es que ninguna gestión es posible sin conocer la realidad a gestionar.

Los procesos de gestión deberían ser participativos, igualitarios y transparentes, pero da vergüenza ajena oír hablar a representantes de la Administración y la política, de su afán de promover la participación, a la vez que se silencia a las asociaciones de personas usuarias, afectadas, y a los observatorios sociales, que deberían ocupar un lugar prioritario en todo proceso participativo.

La gestión de los SSPP transparente, con rendición de cuentas, asequible, participativa, universal, igualitaria e integradora de ecosistemas vinculados a ellos debe ir unida a la actualización y reajuste del marco legislativo que lo posibilite.

En resumen, es evidente que la información clara de los SSPP no favorece los intereses hegemónicos vinculados a inversores y empresarios. Tampoco le interesa a los gestores con poder y discrecionalidad suficiente para suscribir contratos, otorgar autorizaciones u obtener la permisividad implícita. Y sólo favorece a los intereses lucrativos, a la espiral de obras y al despilfarro que redunda en perjuicio de la población más vulnerable. Solo hace falta observar el grado de irracionalidad al que han conducido los regímenes concesionales (que no tienen que ver nada con la libre concurrencia a la contratación pública, la cual es prácticamente inexistente).

Las concesiones ahora mismo favorecen acuerdos y cambios sin discutir su contenido concreto

Las concesiones ahora mismo favorecen acuerdos y cambios sin discutir su contenido concreto y es la manera de satisfacer a concesionarios con suficiente poder como para arrancar de la Administración la permisividad necesaria para sus intereses.

Lo cual explica que desde la Administración se arbitren acuerdos discrecionales de cesión, y que operen otros más opacos que se producen de forma desregulada, que generan una especie de mercado sumergido de los SSPP, el cual, desde luego, se sitúa en las antípodas del mercado transparente y de libre competencia que se propugna.

No olvidemos tampoco que la regulación de la gestión de los SSPP está obligadamente asociada a la política propiamente dicha, y que para conseguir una buena gestión de los SSPP, más que proponer soluciones ideales imaginarias, hay que profundizar en el conocimiento riguroso de cada territorio, población y sector.

Las mejoras realizables deben practicarse tomando medidas previas respecto a la modificación o caducidad de las concesiones y a las posibles subvenciones encubiertas unidas a las operaciones de cesión para evitar abusos y consecuencias negativas sobre bienes de dominio público. Para ello, hay que potenciar los foros de discusión adecuados en los que se informen, seleccionen y apoyen los cambios a emprender. A la vez hay que apoyar a las asociaciones de usuarios, incentivando sus funciones como partícipes en la gestión y rompiendo con la inercia de un comportamiento viciado por el paternalismo estatal[2].

Por eso no podemos conformarnos con recuperar el discurso idealizado del Estado sobre él mismo. Más que limitarnos a seguir la línea tradicional de defensa de los SSPP, se trata de transformarlos mediante la creación de órganos democráticos que den a los gestores, pero también a las personas destinatarias de dichos SSPP, un derecho de intervención, de deliberación y de decisión, dentro del respeto a las leyes generales y el sentido propio de los servicios.

Hay que transformar los SSPP en instituciones destinadas a los derechos de uso común y gestionadas democráticamente

La cuestión entonces es transformar los SSPP en instituciones destinadas a los derechos de uso común y gestionadas democráticamente. Para responder a las necesidades de todas las personas conviene que estas necesidades sean expresadas, debatidas, y elaboradas por vías democráticas. Así, tiene que producirse una transformación de la concepción del Estado que se construyó principalmente como imperium, al Estado como obsequium [3], es decir, el que está obligado, el que tiene una responsabilidad.

El Servicio Público no debe ser, por tanto, la manifestación de la soberanía, sino la traducción de una necesidad que debe ser satisfecha; el efecto de una regla objetivamente establecida que engendra derechos individuales. Y la relación entre las personas y lo común no tiene que ser la de la apropiación, sino la de sujetos que actúan para satisfacer necesidades esenciales y hacer efectivos cierto número de derechos no a las cosas sino a su uso.

Todo esto, supone iniciar una potente campaña racionalizadora contando con grupos de usuarios objetivamente interesados en el cambio. Si esto no ocurre, y las fuerzas políticas que por turno gobiernen mantienen o agravan la presión favorable al statu quo, seguirá sin clarificarse el panorama de abuso en la gestión de los SSPP y los ecosistemas asociados. Es decir, frente a la huida del derecho público debemos promover el regreso a la regulación pública efectiva, así como un marco de información exhaustiva, sin el cual el “problema de los SSPP” continuará en conflicto y con crispación social en cada uno de los sectores concernidos. No olvidemos que la desinformación provoca la parcialidad de los análisis, permitiendo que se sigan promoviendo impunemente desde la Administración proyectos socialmente insuficientes, deficitariamente financiados y ecológicamente insostenibles.

Los servicios públicos deberían ser instituciones de la sociedad y no sólo instrumentos del poder público

Los SSPP deberían ser instituciones de la sociedad y no sólo instrumentos del poder público. Esto no significa que haya que esperar del Estado que proteja y extienda lo estatal, ampliando o extendiendo el dominio o imperium de la Administración burocrática sobre la sociedad y la economía, porque al igual que la protección social, la forma estatal no agota la significación histórica de los SSPP, de modo que hay que considerarlos no únicamente como instrumentos de dominación política, sino como servicios comunes de la sociedad, que sólo han podido encontrar históricamente los medios para su crecimiento en el poder encargado del orden público y de la Administración de la población.

Debemos aceptar que la intervención del Estado no es absolutamente indispensable en todos los servicios, pero el Estado sí debe desempeñar un papel jurídico y simbólico como garante de la aplicación de los principios generales de la ley. No se trata ya de concebir el Estado como una gigantesca Administración centralizada, sino más bien como un garante de los derechos de las personas respecto a la satisfacción de las necesidades consideradas esenciales democráticamente.

Los municipios podrían asegurar lo esencial de su financiación, y su gestión podría ser confiada a consejos locales, pero esta gestión local debe entrar en el marco de una ley general, y su aplicación debe estar controlada por cuerpos de inspección, aportando garantías universales en lo que se refiere a la suficiencia financiera, igualitaria y con rendición de cuentas.

Es decir: Democracia participativa y presupuestos participativos. El ejercicio de la democracia participativa no se debe reducir a simples consultas sobre los objetivos de una gestión despolitizada, a niveles locales o micro locales. El ejemplo de lo que algún día fueron consejos de barrio (democracia de proximidad) demuestra que el proceso de deliberación y de decisión puede y debe permanecer bajo el control de los ediles y de las Administraciones locales. En esta práctica, se pudo ver el esbozo, todavía imperfecto, de otra forma de democracia, dirigida a transformar las políticas de SSPP y a instituir servicios comunes a escala local, servicios que a su vez podrían formar una red, implicando a la población en la construcción de sus políticas. Por otra parte, esta democracia participativa podría trascender el nivel «local», y adquirir una dimensión regional o supranacional (como las confederaciones hidrográficas). No se trata entonces sólo de sustraer al mercado cierto número de dominios, sino de impedir que perdure un sistema político basado en la corrupción, la prevaricación y la depredación. Porque el desastre de los SSPP no proviene sólo de la privatización de la gestión entregándosela a las multinacionales, sino también del uso que se ha hecho de la propiedad pública por el sistema de partidos políticos y corporaciones.

El desastre de los SSPP no proviene sólo de la privatización de la gestión, sino también del uso que se ha hecho de la propiedad pública por el sistema de partidos políticos y corporaciones

En últimas, se trata de socavar las bases de una representación política que se nutre de la propiedad pública mediante el clientelismo, el nepotismo, la distribución de cargos, y la desviación de fondos. El rechazo social que provocan estas prácticas, no se logra trasladar con contundencia al ámbito de lo político, pues si las fuerzas políticas se hacen eco de la evidente insostenibilidad económica y ecológica de esta mala gestión, mientras están en la oposición, paradójicamente, cuando llegan al gobierno, se ven atrapadas en la maraña de intereses, leyes e instituciones establecidos y omiten afrontarlos, o directamente terminan reproduciendo las mismas prácticas, pues en el corto horizonte de la política habitual, es más fácil pactar con los grupos de presión que tratar de trascenderlos y modificarlos.

Así que para trascender y modificar el statu quo se necesita, fundamentalmente, un movimiento social bien informado dispuesto a defender, conservar y transformar las instituciones que sostienen el servicio público como algo esencial para la conservación de la vida.

Liliana Pineda, representante de ATTAC España en la Red de Agua Pública.
Salvador Martínez, coordinador de ATTAC Mallorca


[1] El Rincón de Naredo

[2] La gestión del agua de riego (López –Gálvez y Naredo, 1997).

[3] El Código de Justiniano emplea la fórmula obsequium civilíum munerum para designar a qué está obligado el que tiene una responsabilidad pública.

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¡Las naciones de Occidente deben cooperar con el Nuevo Orden Económico Mundial!

18 Octubre 2025 at 09:00
Por: Nuria

nuevo orden mundialnuevo orden mundial

Artículo del Instituto Schiller

La siguiente declaración la emitió el Instituto Schiller para su difusión inmediata a nivel internacional. Fue redactada como un llamado a la acción durante este período de cambios y agitación, e invitamos a todos a que la suscriban y la circulen.

6 de septiembre de 2025 — En la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en Tianjin, con la representación de alrededor del 42% de la población del mundo, surgió un nuevo orden mundial, independiente de Occidente, fundamentado en los principios de soberanía, no interferencia, una cooperación económica mutuamente beneficiosa y de colaboración pacífica. En un acontecimiento de trascendencia histórica mundial, China e India, los dos países más poblados, que ya representan el 35% de la población mundial, han comenzado a cooperar estrechamente entre sí y con Rusia. Los países que se congregaron en la cumbre de la OCS, junto con las varias organizaciones interconectadas como el BRICS, la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR), la Unión Económica Eurasiática (UEEA), la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), y la Unión Africana (UA), representan colectivamente el 85% de la humanidad.

El surgimiento de este nuevo orden es una respuesta a los intentos del Occidente colectivo, al terminar la Guerra Fría, de establecer un orden mundial unipolar bajo el dominio angloestadounidense, caracterizado por interminables guerras intervencionistas, sanciones e intentos de cambio de régimen, lo cual en última instancia le ha salido el tiro por la culata. Las naciones de la Mayoría Global están superando ahora una era de 500 años de colonialismo y están haciendo valer su derecho al desarrollo económico independiente. Esto es posible sobre todo gracias al ascenso sin precedentes de China, que ofrece a los países del Sur Global un modelo y la cooperación que Occidente les negó durante siglos.

Por consiguiente, el mundo ha llegado a un absoluto punto de inflexión. Podemos continuar con la confrontación geopolítica contra Rusia y China, corriendo el riesgo de una tercera guerra mundial, y esta vez definitiva; o bien, podemos optar por cooperar con este nuevo sistema económico emergente. El Presidente Xi Jinping ha propuesto la visión de una “Comunidad con un futuro compartido para la Humanidad”, lo cual puso de relieve en su discurso del 3 de septiembre en la conmemoración del 80º aniversario de la derrota de Japón: “¡La humanidad se hundirá junta, o se elevará junta!”¡

Es del interés fundamental de las naciones del Occidente colectivo, que ya no están verdaderamente unidas, que cooperen con los Estados de la Mayoría Global y que aborden de manera conjunta los grandes retos a los que se enfrenta la humanidad: superar la pobreza y el subdesarrollo; garantizar una paz mundial duradera; y garantizar el derecho de todas las personas de este planeta a desarrollar plenamente su potencial.

¡Por la realización de una comunidad compartida para el futuro de la humanidad!

Añade tu firma y comparte esta declaración mediante el enlace: https://tinyurl.com/Decla-06092025

Para más información, escríbenos a preguntas@schillerinstitute.org

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La casa encantada 02122019

3 Diciembre 2019 at 19:18

Hablamos con Loren sobre las repercusiones de la futura construcción del nuevo gran supermercado en Torrero, y de como minimizar la pérdida de calidad de vida del barrio ante su mayor apertura al tráfico.

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Declaración de la sociedad civil global sobre las amenazas comerciales de Trump

8 Septiembre 2025 at 09:11
Por: Arturo

Fotografía: Torre Trump en Nueva York

Attac apoya el comunicado de la sociedad civil

Trump está usando aranceles y amenazas comerciales para intimidar a otros países con el fin de mantener el poder global de Estados Unidos. Aunque las reglas comerciales existentes fueron moldeadas por las corporaciones estadounidenses, recientemente esto no ha sido suficiente para garantizar el dominio de Estados Unidos, por lo que Trump está recurriendo a la fuerza bruta. Para hacerlo, ha explotado las frustraciones reales de la gente trabajadora con el sistema comercial actual para rehacer por la fuerza la economía internacional en beneficio de las grandes empresas estadounidenses.

Hacemos un llamado a los gobiernos para que dejen de apaciguar a Trump. Hacemos un llamado a los grupos de la sociedad civil para que se unan a nosotros en impulsar la resistencia y crear un mundo mejor.

El movimiento por la justicia comercial ha pasado muchas décadas luchando contra las reglas comerciales existentes, los acuerdos de libre comercio y las instituciones como la Organización Mundial del Comercio que priorizan «el mercado» por encima de todos los demás objetivos. Teníamos razón. Las reglas comerciales actuales han destruido empleos decentes, dañado el planeta, alimentado la crisis climática y socavado los servicios públicos vitales. La promesa de que el crecimiento económico sería bueno para todos ha sido una mentira: los beneficios se han entregado a los ricos y las corporaciones más grandes, mientras que la desigualdad ha crecido y las empresas locales han perdido.

Las reglas comerciales globales dañan sistemáticamente a los países del Sur Global. Estas reglas pasan por alto día tras día las necesidades de desarrollo de estas naciones, negándoles las mismas estrategias que impulsaron a los países ricos de hoy—un caso muy familiar de ‘patear la escalera’. Mientras tanto, las grandes potencias, y en particular Estados Unidos, duplican las medidas que perjudican a las economías en desarrollo. Las naciones más pobres quedan, como resultado, encerradas en la exportación de bienes extractivos y de bajo valor, incapaces de diversificar o construir economías resilientes y dinámicas.

Actualmente estamos presenciando un movimiento hacia el fascismo y entre los factores impulsores de esto están las reglas comerciales actuales. Con demasiada frecuencia, a las personas cuyos trabajos y comunidades han sido destruidos en nombre del ‘libre comercio’ se les ha dicho que no hay alternativa al sistema comercial actual y no se les ha dado reconocimiento de sus problemas. Sin embargo, lo que Trump propone no es una solución sino un salto de la sartén al fuego.

Las demandas de Trump son un vale todo de ‘la razón del más fuerte’, que favorecen los intereses de los más ricos del mundo a expensas de la abrumadora mayoría de la humanidad y nuestro medio ambiente. Su clamor para que otros países cambien las leyes y políticas nacionales para adaptarse a los intereses corporativos estadounidenses vacía la democracia y hace de la soberanía, una farsa. Debajo del caos hay una consistencia en sus demandas:

  • Quemar más combustibles fósiles, torpedear la política climática
  • Gastar dinero público en el ejército y armas estadounidenses, en lugar de servicios públicos
  • Abandonar cualquier intento de limitar el poder de las Big Tech
  • Bajar los estándares en alimentación y agricultura, amenazando la salud de las personas
  • Otorgar acceso privilegiado para que las empresas estadounidenses despojen a las comunidades de recursos minerales
  • Dar tratos comerciales ventajosos a Trump y sus compinches multimillonarios

Los gobiernos no deberían apaciguar el acoso de Trump: ceder solo lo ha vuelto más recalcitrante. En particular, cuando los países económicamente más poderosos capitulan, esto deja a otros en la línea de fuego. En su lugar, los países deberían desarrollar una estrategia de cooperación para resistir. Hacer acuerdos individuales ya ha costado demasiado, alentando al matón a regresar y exigir más, golpeando a los países con aranceles más altos y coerción económica de todos modos, independientemente de los sacrificios hechos.

Este no es el momento de volver al statu quo, sino de trazar un nuevo camino hacia adelante. En lugar de luchar por acuerdos individuales o reaccionar de forma aislada a los dictados de Trump, los países deberían unirse para construir un sistema comercial global más justo y enfocado en el desarrollo—uno que resista la espiral descendente de división, intimidación y explotación. Las propias acciones de Trump han mostrado cuán vacíos son los acuerdos de libre comercio y las reglas de la OMC, y esta es una oportunidad para salir de su camisa de fuerza. Mientras figuras autoritarias como Trump desconocen cada vez más el derecho internacional, los líderes no deberían apresurarse a defender reglas comerciales que no están a la altura, especialmente para el Sur Global. En última instancia, sólo podemos derrotar a Trump y al fascismo creando una economía internacional capaz de satisfacer las necesidades de la humanidad y asegurar un planeta habitable. Esto incluye:

  • Uso de aranceles y otras herramientas comerciales para apoyar el desarrollo y la política industrial estratégica y dirigida, particularmente en países en desarrollo. Nunca como medio para extorsionar cambios en la política doméstica de un país soberano
  • Respetar el principio de trato especial y diferenciado a favor de los países en desarrollo y menos desarrollados como piedra angular en las reglas comerciales internacionales
  • Priorizar los objetivos climáticos y de biodiversidad dentro y por encima de los objetivos comerciales
  • Priorizar los derechos humanos y los derechos de los Pueblos Indígenas, especialmente el derecho al consentimiento libre, previo e informado, dentro y por encima de los objetivos comerciales
  • Promover la soberanía alimentaria y las prácticas agroecológicas, incluyendo altos estándares de bienestar animal e ingresos dignos para los agricultores
  • Promover los derechos de los trabajadores, salarios dignos, trabajo decente y políticas para buscar el pleno empleo
  • Promover la inversión en servicios públicos
  • Asegurar la justicia de recursos para los países en desarrollo, especialmente alrededor de minerales ‘críticos’
  • Regulación efectiva de las corporaciones, incluyendo la economía digital, IA, monopolización y mercados financieros
  • Asegurar que la política comercial apoye la cancelación de deuda, la justicia fiscal y mejore la asistencia gubernamental
  • Deshacerse de los tribunales corporativos secretos (formalmente conocidos como ISDS o ICS)
  • Deshacerse de las provisiones comerciales que limitan el acceso a medicinas
  • Desarrollar la política comercial de manera abierta, transparente y democrática

En este momento el comercio está sobre la mesa para un debate real—y no podemos dejar que esta oportunidad se escape. Mientras los demagogos tratan de volver nuestra ira unos contra otros, necesitamos que cada movimiento resista. Las viejas políticas neoliberales están fallando y este es nuestro momento para conectar los puntos y combinar nuestras luchas. Activistas climáticos, organizadores de derechos de migrantes, agricultores y comunidades rurales que luchan contra el acaparamiento corporativo de tierras, movimientos feministas, antifascistas y antigenocidio, sindicatos, jóvenes que exigen un futuro—todos estamos luchando contra la misma bestia. Es hora de unir nuestros movimientos y construir el poder que necesitamos para ganar un mundo que funcione para todos nosotros, no solo para los pocos ricos.

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