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AnteayerSalida Principal

Sí, predigo el pinchazo de la burbuja financiera de la Inteligencia Artificial en 2026

9 Noviembre 2025 at 08:00
Por: Nuria

Artículo original publicado en elsaltodiario.com por Juan Laborda

En el año 2000, cuando el mundo se rendía al espejismo de internet, advertí que la exuberancia alrededor de las puntocom no podía sostenerse: las valoraciones se habían divorciado de la realidad económica. Poco después, el Nasdaq se desplomó. En 2008, ante un mercado eufórico con la deuda hipotecaria, sostuve que el riesgo sistémico era evidente. También entonces el tiempo me dio la razón.

Hoy, dos décadas después, percibo señales inquietantemente familiares. La Inteligencia Artificial (IA) se ha convertido en el nuevo fetiche financiero, el activo al que todo inversor quiere exponerse. Pero bajo el brillo tecnológico se esconde un andamiaje de deuda y expectativas insostenibles. Creo sinceramente que nos acercamos al estallido de la burbuja de la IA, un evento que podría desencadenar la mayor crisis de deuda corporativa privada en la historia reciente de Estados Unidos.

La IA ha pasado, en cuestión de meses, de ser una promesa a convertirse en el núcleo de una nueva fiebre tecnológica. Los inversores se comportan como si asistieran a la irrupción de una economía paralela. Los balances de las grandes tecnológicas baten récords, las startups captan capital a ritmos desorbitados y los fondos de inversión reestructuran carteras para incluir cualquier empresa que mencione “AI” en su nombre.

Las valoraciones de algunas compañías del sector ya superan las de 1999, y la deuda utilizada para financiar esta expansión está alcanzando niveles críticos

Pero los números no mienten: las valoraciones de algunas compañías del sector ya superan las de 1999, y la deuda utilizada para financiar esta expansión está alcanzando niveles críticos. La fiebre del oro digital se ha vuelto a encender, solo que ahora el metal precioso es el algoritmo. El problema es que el entusiasmo está sustituyendo al análisis. El capital barato y la narrativa del progreso ilimitado han generado un ecosistema donde se confunde inversión con fe.

Sin tierras raras no hay chips, sin chips no hay IA

Detrás de cada chip, cada GPU y cada servidor que alimenta la revolución de la IA, hay un componente invisible pero indispensable: las tierras raras. Se trata de un conjunto de 17 elementos químicos esenciales para fabricar dispositivos electrónicos, semiconductores, motores eléctricos, sistemas láser y equipamiento militar. Sin ellos, la inteligencia artificial —literalmente— dejaría de funcionar.

Un corte en el flujo de tierras raras no solo pondría en jaque la producción de hardware: podría paralizar el motor mismo de la inteligencia artificial global

China controla cerca del 70% de la extracción mundial y más del 90% de la capacidad de refinado. Ningún país dispone de los medios industriales necesarios para sustituir esa hegemonía. Estados Unidos, pese a su músculo financiero, depende estructuralmente del suministro chino para mantener operativa su industria tecnológica y militar. Esa dependencia constituye el auténtico talón de Aquiles del modelo tecnológico estadounidense. Un corte en el flujo de tierras raras no solo pondría en jaque la producción de hardware: podría paralizar el motor mismo de la inteligencia artificial global.

Aranceles, amenazas y una trampa estratégica

La administración Trump parece dispuesta a reavivar la guerra comercial con China. Los nuevos aranceles y restricciones buscan recuperar un sueño ya perdido, el liderazgo industrial estadounidense. Pero el cálculo estratégico es erróneo. Jugar a la presión con un país que controla los materiales más críticos del siglo XXI es una apuesta temeraria. Pekín no necesita recurrir a sanciones ni a medidas agresivas para responder: basta con ralentizar las exportaciones de tierras raras, endurecer los permisos o introducir inspecciones medioambientales adicionales. Pequeños ajustes burocráticos bastarían para bloquear el suministro global.

Pekín tiene en su mano la capacidad de provocar el pinchazo de la burbuja de la IA con un simple movimiento administrativo

En tal escenario, Estados Unidos se encontraría ante un choque de oferta devastador. La industria militar sufriría retrasos en la producción del F-35 o de misiles de precisión; el sector tecnológico vería incrementos de costes inmediatos; y la cadena global de hardware colapsaría. Si la administración Trump insiste en su política arancelaria, Pekín tiene en su mano la capacidad de provocar el pinchazo de la burbuja de la IA con un simple movimiento administrativo.

El escenario no es hipotético. En 2010, China ya suspendió temporalmente las exportaciones de tierras raras a Japón, disparando los precios globales. En 2019 insinuó lo mismo frente a Estados Unidos. Hoy, con el control total del procesamiento, el impacto sería aún mayor. Un retraso de pocas semanas en los suministros podría obligar a empresas como Nvidia o AMD a frenar la producción de chips. Los costes de hardware se dispararían y las previsiones de crecimiento del sector se revisarían drásticamente a la baja. En ese momento, el mercado perdería la fe. Las acciones tecnológicas caerían en bloque, los fondos de inversión rotarían hacia activos refugio y el flujo de capital hacia proyectos de IA se detendría. Lo que comenzó como un problema de logística se convertiría en una corrección bursátil masiva en un contexto de clara sobrevaloración de la bolsa estadounidense. El equilibrio actual es tan frágil que un movimiento táctico de China bastaría para desencadenar el proceso.

Del optimismo al miedo: la reacción de los mercados

El estallido de una burbuja tecnológica suele seguir el mismo guion: primero llega la desilusión, luego el pánico y finalmente la búsqueda de culpables. En este caso, el detonante podría venir revestido de geopolítica. Pero el origen es otro, la generación de una clásica burbuja financiera basada en el tradicional cuento de la lechera. Ante una restricción de tierras raras, los inversores anticiparían una desaceleración inmediata de la productividad en el sector tecnológico. Las grandes corporaciones, sobreendeudadas tras años de expansión, tendrían dificultades para refinanciar su pasivo. Los índices tecnológicos —el Nasdaq en particular— sufrirían correcciones históricas. El efecto psicológico sería devastador. Aumentaría la aversión global al riesgo, los capitales huirían de los activos de crecimiento y se refugiarían en deuda soberana, oro y liquidez. Los países emergentes —especialmente aquellos con deuda denominada en dólares— sufrirían salidas de capital masivas. En pocos meses, el sueño de la revolución tecnológica se transformaría en un recordatorio de la fragilidad estructural del capitalismo digital.

Las amenazas comerciales de Trump solo fortalecen la posición china. Mientras Estados Unidos habla de sanciones, China actúa con paciencia

Washington parece no comprender que el poder de Pekín no reside solo en su tamaño económico, sino en su capacidad para condicionar el funcionamiento del sistema global. Las tierras raras son la herramienta perfecta: un recurso estratégico, irremplazable y políticamente controlable. Las amenazas comerciales de Trump solo fortalecen la posición china. Mientras Estados Unidos habla de sanciones, China actúa con paciencia. Cada licencia denegada, cada control de exportación adicional, equivale a una presión indirecta sobre Wall Street. Si la Casa Blanca mantiene el pulso, el desenlace será inevitable: el sector de la IA estadounidense enfrentará cuellos de botella, los márgenes se reducirán y los inversores perderán confianza, y la burbuja de la IA estallará.

Epílogo: el preludio de una crisis mayor

El verdadero peligro no está solo en la caída bursátil, sino en lo que vendrá después. Cuando la burbuja se desinfle, el apalancamiento que la alimentó se convertirá en una trampa mortal. Miles de empresas tecnológicas, financiadas con deuda barata, deberán refinanciarse en un entorno de tipos altos y ventas decrecientes. Los bonos corporativos perderán valor, los fondos de crédito sufrirán reembolsos y la cadena de confianza se romperá. El sistema financiero estadounidense, ya tensionado por la proliferación de deuda BBB y préstamos privados de alto riesgo, podría enfrentar una crisis de deuda corporativa sin precedentes.

El pinchazo de la burbuja de la IA será el detonante de una nueva crisis financiera global. El foco se desplazará a otro frente igual de peligroso: el de la deuda privada corporativa estadounidense

El auge de la Inteligencia Artificial ha generado innovación, sí, pero también una peligrosa ilusión colectiva. El mercado ha confundido el progreso tecnológico con la rentabilidad garantizada. Y la política comercial estadounidense, en lugar de fortalecer su posición, podría acelerar su caída. China no necesita disparar misiles ni imponer sanciones: controla la llave de los materiales que hacen funcionar el siglo XXI. Si decide utilizarla, el castillo de naipes de la inteligencia artificial podría derrumbarse más rápido de lo que nadie imagina.

El pinchazo de la burbuja de la IA será el detonante de una nueva crisis financiera global. El foco se desplazará a otro frente igual de peligroso: el de la deuda privada corporativa estadounidense. Ese será el tema del próximo análisis: cómo el estallido de la burbuja de la IA desencadenará una crisis de crédito que sacuda los cimientos de la economía norteamericana.

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Declaración de la sociedad civil global sobre las amenazas comerciales de Trump

8 Septiembre 2025 at 09:11
Por: Arturo

Fotografía: Torre Trump en Nueva York

Attac apoya el comunicado de la sociedad civil

Trump está usando aranceles y amenazas comerciales para intimidar a otros países con el fin de mantener el poder global de Estados Unidos. Aunque las reglas comerciales existentes fueron moldeadas por las corporaciones estadounidenses, recientemente esto no ha sido suficiente para garantizar el dominio de Estados Unidos, por lo que Trump está recurriendo a la fuerza bruta. Para hacerlo, ha explotado las frustraciones reales de la gente trabajadora con el sistema comercial actual para rehacer por la fuerza la economía internacional en beneficio de las grandes empresas estadounidenses.

Hacemos un llamado a los gobiernos para que dejen de apaciguar a Trump. Hacemos un llamado a los grupos de la sociedad civil para que se unan a nosotros en impulsar la resistencia y crear un mundo mejor.

El movimiento por la justicia comercial ha pasado muchas décadas luchando contra las reglas comerciales existentes, los acuerdos de libre comercio y las instituciones como la Organización Mundial del Comercio que priorizan «el mercado» por encima de todos los demás objetivos. Teníamos razón. Las reglas comerciales actuales han destruido empleos decentes, dañado el planeta, alimentado la crisis climática y socavado los servicios públicos vitales. La promesa de que el crecimiento económico sería bueno para todos ha sido una mentira: los beneficios se han entregado a los ricos y las corporaciones más grandes, mientras que la desigualdad ha crecido y las empresas locales han perdido.

Las reglas comerciales globales dañan sistemáticamente a los países del Sur Global. Estas reglas pasan por alto día tras día las necesidades de desarrollo de estas naciones, negándoles las mismas estrategias que impulsaron a los países ricos de hoy—un caso muy familiar de ‘patear la escalera’. Mientras tanto, las grandes potencias, y en particular Estados Unidos, duplican las medidas que perjudican a las economías en desarrollo. Las naciones más pobres quedan, como resultado, encerradas en la exportación de bienes extractivos y de bajo valor, incapaces de diversificar o construir economías resilientes y dinámicas.

Actualmente estamos presenciando un movimiento hacia el fascismo y entre los factores impulsores de esto están las reglas comerciales actuales. Con demasiada frecuencia, a las personas cuyos trabajos y comunidades han sido destruidos en nombre del ‘libre comercio’ se les ha dicho que no hay alternativa al sistema comercial actual y no se les ha dado reconocimiento de sus problemas. Sin embargo, lo que Trump propone no es una solución sino un salto de la sartén al fuego.

Las demandas de Trump son un vale todo de ‘la razón del más fuerte’, que favorecen los intereses de los más ricos del mundo a expensas de la abrumadora mayoría de la humanidad y nuestro medio ambiente. Su clamor para que otros países cambien las leyes y políticas nacionales para adaptarse a los intereses corporativos estadounidenses vacía la democracia y hace de la soberanía, una farsa. Debajo del caos hay una consistencia en sus demandas:

  • Quemar más combustibles fósiles, torpedear la política climática
  • Gastar dinero público en el ejército y armas estadounidenses, en lugar de servicios públicos
  • Abandonar cualquier intento de limitar el poder de las Big Tech
  • Bajar los estándares en alimentación y agricultura, amenazando la salud de las personas
  • Otorgar acceso privilegiado para que las empresas estadounidenses despojen a las comunidades de recursos minerales
  • Dar tratos comerciales ventajosos a Trump y sus compinches multimillonarios

Los gobiernos no deberían apaciguar el acoso de Trump: ceder solo lo ha vuelto más recalcitrante. En particular, cuando los países económicamente más poderosos capitulan, esto deja a otros en la línea de fuego. En su lugar, los países deberían desarrollar una estrategia de cooperación para resistir. Hacer acuerdos individuales ya ha costado demasiado, alentando al matón a regresar y exigir más, golpeando a los países con aranceles más altos y coerción económica de todos modos, independientemente de los sacrificios hechos.

Este no es el momento de volver al statu quo, sino de trazar un nuevo camino hacia adelante. En lugar de luchar por acuerdos individuales o reaccionar de forma aislada a los dictados de Trump, los países deberían unirse para construir un sistema comercial global más justo y enfocado en el desarrollo—uno que resista la espiral descendente de división, intimidación y explotación. Las propias acciones de Trump han mostrado cuán vacíos son los acuerdos de libre comercio y las reglas de la OMC, y esta es una oportunidad para salir de su camisa de fuerza. Mientras figuras autoritarias como Trump desconocen cada vez más el derecho internacional, los líderes no deberían apresurarse a defender reglas comerciales que no están a la altura, especialmente para el Sur Global. En última instancia, sólo podemos derrotar a Trump y al fascismo creando una economía internacional capaz de satisfacer las necesidades de la humanidad y asegurar un planeta habitable. Esto incluye:

  • Uso de aranceles y otras herramientas comerciales para apoyar el desarrollo y la política industrial estratégica y dirigida, particularmente en países en desarrollo. Nunca como medio para extorsionar cambios en la política doméstica de un país soberano
  • Respetar el principio de trato especial y diferenciado a favor de los países en desarrollo y menos desarrollados como piedra angular en las reglas comerciales internacionales
  • Priorizar los objetivos climáticos y de biodiversidad dentro y por encima de los objetivos comerciales
  • Priorizar los derechos humanos y los derechos de los Pueblos Indígenas, especialmente el derecho al consentimiento libre, previo e informado, dentro y por encima de los objetivos comerciales
  • Promover la soberanía alimentaria y las prácticas agroecológicas, incluyendo altos estándares de bienestar animal e ingresos dignos para los agricultores
  • Promover los derechos de los trabajadores, salarios dignos, trabajo decente y políticas para buscar el pleno empleo
  • Promover la inversión en servicios públicos
  • Asegurar la justicia de recursos para los países en desarrollo, especialmente alrededor de minerales ‘críticos’
  • Regulación efectiva de las corporaciones, incluyendo la economía digital, IA, monopolización y mercados financieros
  • Asegurar que la política comercial apoye la cancelación de deuda, la justicia fiscal y mejore la asistencia gubernamental
  • Deshacerse de los tribunales corporativos secretos (formalmente conocidos como ISDS o ICS)
  • Deshacerse de las provisiones comerciales que limitan el acceso a medicinas
  • Desarrollar la política comercial de manera abierta, transparente y democrática

En este momento el comercio está sobre la mesa para un debate real—y no podemos dejar que esta oportunidad se escape. Mientras los demagogos tratan de volver nuestra ira unos contra otros, necesitamos que cada movimiento resista. Las viejas políticas neoliberales están fallando y este es nuestro momento para conectar los puntos y combinar nuestras luchas. Activistas climáticos, organizadores de derechos de migrantes, agricultores y comunidades rurales que luchan contra el acaparamiento corporativo de tierras, movimientos feministas, antifascistas y antigenocidio, sindicatos, jóvenes que exigen un futuro—todos estamos luchando contra la misma bestia. Es hora de unir nuestros movimientos y construir el poder que necesitamos para ganar un mundo que funcione para todos nosotros, no solo para los pocos ricos.

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Indignidad europea ante el engaño trumpista

14 Agosto 2025 at 09:00

Por Juan Torres López, del Consejo Científico de Attac. Escrito para Nueva Tribuna.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el de Estados Unidos, Donald Trump, acaban de escenificar una auténtica y desvergonzada obra de teatro.

Como ha hecho con otros países, Donald Trump no ha buscado ahora con la Unión Europea un buen acuerdo comercial para los intereses de la economía estadounidense, como él se empeña en decir. Y en lo que ha cedido Von der Leyen no es en materia arancelaria para evitar los males mayores de una escalada de guerra comercial, como afirman los dirigentes europeos. El asunto va por otros derroteros.

Von der Leyen y Trump han hecho teatro haciendo creer que negociaban cláusulas comerciales, pero en realidad se han quitado la ropa de la demagogia y los discursos retóricos para mostrar a todo el mundo sus vergüenzas

Los aranceles del 15 por ciento acordados para gravar casi todas las exportaciones europeas los pagarán los estadounidenses y, en algunos casos, con costes indirectos aún más elevados.

Eso pasará, entre otros productos, con los farmacéuticos que se ven afectados. Puesto que en Estados Unidos no hay producción nacional alternativa y siendo generalmente de compra obligada (los economistas decimos de muy baja elasticidad de la demanda respecto al precio) los consumidores terminarán pagando precios más elevados. Suponiendo que fuese posible o interesara la relocalización de las empresas para irse a producir a Estados Unidos (lo que, desde luego no está nada claro), sería a medio plazo (lo expliqué en un artículo anterior).

Los aranceles a los automóviles europeos serán del 15 por ciento, pero los fabricantes estadounidenses deben pagar otros del 50 por ciento por el acero y el cobre, y del 25 por ciento por los componentes que adquieren de Canadá y México. Sería posible, por tanto, que los coches importados de la Unión Europea sean más baratos que los fabricados en Estados Unidos y que a los fabricantes de este país les resulte mejor producirlos en Europa y llevárselos de vuelta. Además, la mayoría de los automóviles de marcas europeas que se venden en Estados Unidos se fabrican allí, de modo que no les afectarán los aranceles, mientras que en Europa apenas se venden coches estadounidenses, no por razones comerciales sino más bien culturales o de gustos. Otros productos en los que Europa tiene ventajas, como los relativos a la industria aeroespacial y algunos químicos, agrícolas, recursos naturales y materias primas no se verán afectados.

En realidad, en términos de exportación e importación de bienes generales, el «acuerdo» no es favorable a Estados Unidos. Como explicó hace unos días Paul Krugman en un artículo titulado El arte del acuerdo realmente estúpido, el que suscribió con Japón (y se puede decir exactamente lo mismo ahora del europeo y de todos los demás) «deja a muchos fabricantes estadounidenses en peor situación que antes de que Trump iniciara su guerra comercial».

El déficit exterior de la economía estadounidense no es una desgracia, sino el resultado deliberadamente provocado para construir sobre él un negocio financiero y especulativo de colosal magnitud

No obstante, todo esto tampoco quiere decir que Europa haya salido beneficiada. Las guerras comerciales no suele ganarlas nadie, y muchas empresas y sectores europeos (los del aceite y el vino español, por ejemplo) se verán afectados negativamente. Pero no perderán porque Trump vaya buscando disminuir el déficit de su comercial exterior, sino como un efecto colateral de otra estrategia aún más peligrosa.

La realidad es que a Estados Unidos no le conviene disminuirlo porque este déficit, por definición, genera superávit y ahorro en otros países que vuelve como inversión financiera a Estados Unidos para alimentar el negocio de la gran banca, de los fondos de inversión y de las grandes multinacionales que no lo dedican a invertir y a localizarse allí, sino a comprar sus propias acciones. El déficit exterior de la economía estadounidense no es una desgracia, sino el resultado deliberadamente provocado para construir sobre él un negocio financiero y especulativo de colosal magnitud.

Lo que verdaderamente busca Estados Unidos con los «acuerdos» comerciales no es eliminar los desequilibrios mediante aranceles (eso es algo que no se ha conseguido prácticamente nunca en ninguna economía). El objetivo real de Estados Unidos es hacer chantaje para extraer rentas de los demás países, obligándoles a realizar compras a los oligopolios y monopolios que dominan sus sectores energético y militar y, por añadidura, humillarlos y someterlos de cara a que acepten más adelante los cambios en el sistema de pagos internacionales que está preparando ante el declive del dólar como moneda de referencia global.

El objetivo real de Estados Unidos es hacer chantaje para extraer rentas de los demás países, obligándoles a realizar compras a los oligopolios y monopolios que dominan sus sectores energético y militar

En el «acuerdo» con la Unión Europea (como en los demás), lo relevante ni siquiera son las cantidades que se han hecho públicas. Los aranceles son una excusa, un señuelo, el arma para cometer el chantaje. Lo que de verdad importa a Trump no es el huevo que se ha repartido, sino el fuero que acaba de establecer. Es decir, la coacción, el sometimiento y el monopolio de voluntad que se establecen, ya formalmente, como nueva norma de gobernanza y dominio de la economía global y que Estados Unidos necesita imponer, ahora por la vía de la fuerza financiera y militar debido a su declive como potencia industrial, comercial y tecnológica.

Siendo Donald Trump un gran negociador, si quisiera lograr auténticas ventajas comerciales para su economía no habría firmado lo que ha «acordado» con Europa (y con los demás países), ni hubiera dejado en el aire y sin concretar sus aspectos más cuantiosos. La cantidad de compras de material militar estadounidense no se ha señalado: «No sabemos cuál es esa cifra», dijo al escenificar el acuerdo con von der Leyen. El compromiso de compra de 750.000 millones de dólares en productos energéticos de Estados Unidos en tres años sólo podría obligar a Europa a desviar una parte de sus compras y tampoco parece que se haya concretado lo suficiente. Y la obligación de inversiones europeas por valor de 600.000 millones de dólares en Estados Unidos es una quimera porque la Unión Europea no dispone de instrumentos (como el fondo soberano de Japón) que le permitan dirigir inversiones a voluntad y de un lado a otro. Además, establecer esta última obligación sería otro disparate si lo que de verdad deseara Trump fuese disminuir su déficit comercial con Europa: si aumenta allí la inversión europea, disminuirán las compras de Europa a Estados Unidos, y lo que se produciría será un mayor déficit y no menor. 

Lo que han hecho von der Leyen y Trump (por cierto, en Escocia y ni siquiera en territorio europeo) ha sido desnudarse en público. Han hecho teatro haciendo creer que negociaban cláusulas comerciales, pero en realidad se han quitado la ropa de la demagogia y los discursos retóricos para mostrar a todo el mundo sus vergüenzas manifestadas en cinco grandes realidades:

  1. El final del gobierno de la economía global y el comercio internacional mediante reglas y acuerdos y el comienzo de un nuevo régimen en el que Estados Unidos decidirá ya sin disimulos, a base de chantaje, imposiciones y fuerza militar.
  2. A Estados Unidos no le va a importar provocar graves daños y producir inestabilidad y una crisis segura en la economía internacional para poner en marcha ese nuevo régimen. Quizá, incluso lo vaya buscando, lo mismo que buscará conflictos que justifiquen sus intervenciones militares.
  3. La Unión Europea se ha sometido, se arrodilla ante el poder estadounidense y renuncia a forjar cualquier tipo de proyecto autónomo. Como he dicho, a Trump no le ha importado el huevo, sino mostrar que Europa ya no toma por sí misma decisiones estratégicas en tres grandes pilares de la economía y la geopolítica: defensa, energía e inversiones (en tecnología, hace tiempo que perdió el rumbo y la posibilidad de ser algo en el concierto mundial). Von der Leyen, con el beneplácito de una Comisión Europea de la que no sólo forman parte las diferentes derechas sino también los socialdemócratas (lo que hay que tener en cuenta para comprender el alcance del «acuerdo» y lo difícil que será salir de él), ha aceptado que la Unión Europea sea, de facto, una colonia de Estados Unidos.
  4. Ambas partes han mostrado al mundo que los viejos discursos sobre los mercados, la competencia, la libertad comercial, la democracia, la soberanía o la paz eran lo que ahora vemos que son: humo que se ha llevado el viento, un fraude, una gran mentira.
  5. Por último, han mostrado también que el capitalismo se ha convertido en una especie de gran juego del Monopoly regido por grandes corporaciones industriales y financieras que han capturado a los estados para convertirse en extractoras de privilegios, en una especie de gigantescos propietarios que exprimen a sus inquilinos aumentándoles sin cesar la renta mientras les impiden por la fuerza que se vayan y  les hablan de libertad. 

La Unión Europea se ha condenado a sí misma. Ha dicho adiós a la posibilidad de ser un polo y referente mundial de la democracia, la paz y el multilateralismo. Ahora hace falta que la gente se entere de todo esto y lo rechace, lo que no será fácil que suceda, pues a esos monopolios se añade el mediático y porque, como he dicho, esta inmolación de Europa la ha llevado a cabo no sólo la derecha, sino también los socialistas europeos que, una vez más, traicionan sus ideales y se unen a quien engaña sin vergüenza alguna a la ciudadanía que los vota.

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