🔒
Hay nuevos artículos disponibles. Pincha para refrescar la página.
AnteayerSalida Principal

La palabrería sobre el cambio climático

24 Noviembre 2025 at 13:39

Continuamente se vierten toneladas de tinta sobre la aceleración del cambio climático y la degradación de los ecosistemas y también sobre las consecuencias catastróficas e irreversibles de esos procesos en dimensiones fundamentales para la economía y, en general, para la vida. Todos los indicadores –que, además, han empeorado en los últimos años– apuntan en esa dirección. A pesar de que se han encendido todas las alarmas y de las continuas advertencias del grueso de la comunidad científica y de los organismos especializados, no se hace nada o casi nada; y no será porque no exista suficiente información al respecto.

Se escribe y se habla mucho, cada vez más, sobre el decisivo papel en esa dinámica de los países ricos y de los ricos del planeta, los que, sin duda alguna, son los principales responsables del continuo aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero… Desterremos de una vez por todas el hipócrita mantra de ¡todos somos culpables! En el otro extremo se encuentran las economías del sur –que, ciertamente, configuran una realidad heterogénea, no es de recibo meter a todas en el mismo saco–, especialmente las que tienen estructuras productivas y sociales más débiles, las que registran mayores umbrales de pobreza y las que acreditan niveles de deuda externa más elevados. Estas economías son las que padecen las consecuencias más negativas, en forma de hambrunas, episodios climáticos extremos, migraciones forzadas y violencia.

En ese contexto –y teniendo en cuenta que entregar declaraciones rimbombantes y sermonear es gratis y que, además, contribuye a la ceremonia de confusión y propaganda reinante, que tanto beneficia a los poderosos y tanto paraliza a las clases populares– no hay cumbre del clima (también la que acaba de celebrarse en Belém, Brasil) que no declare la necesidad de ayudar a las economías empobrecidas del sur global, víctimas antes que responsables del calentamiento global.

Para corregir esa situación asimétrica, se ha hablado de habilitar un fondo financiero especial a escala global que permita ayudar a estas economías a enfrentar –paliar, al menos– las devastadoras consecuencias del desorden climático. ¡Palabras, palabras y más palabras! La realidad, lo que verdaderamente importa, es que los recursos realmente comprometidos y finalmente desembolsados son exiguos.

No sólo están muy lejos de lo necesario y exigido por los países del sur afectados por esta problemática. Además, lo realmente entregado –que había sido acordado en cumbres globales anteriores– nada tiene que ver con lo prometido, una parte fundamental de esos recursos se canalizan en forma de préstamos que, por supuesto, hay que devolver –en absoluto son transferencias– y no llegan a los países más pobres y mucho menos a las comunidades más afectadas. Esta realidad ni empaña ni detiene, más bien intensifica, el continuo bla, bla, bla que domina las cumbres globales y la retórica de los gobiernos, incluido el nuestro.

Mientras tanto, lo cierto es que quemar combustibles fósiles –carbón, petróleo, gas natural– continúa siendo un formidable negocio para las grandes corporaciones, cuyas acciones se han disparado en las bolsas de valores, y para sus ejecutivos y grandes accionistas, que se ha traducido en un enorme aumento de sus retribuciones. Pero diría más, ese «modelo de negocio» es una necesidad del statu quo financiero, productivo, comercial y urbano que impera en los países ricos y que se articula y hace caja a partir del patrón energético imperante. Y, no lo olvidemos, constituye una piedra angular del cada vez más importante complejo militar/industrial, que es, de hecho, uno de los principales responsables de la emisión de gases de efecto invernadero.

La entrada La palabrería sobre el cambio climático se publicó primero en lamarea.com.

ESPABILA!: 1×02

16 Diciembre 2018 at 02:11

Segundo programa de Espabila! donde hablamos de las diferentes músicas de diferentes países. También hablamos de «Israel Vibration» y su historia de superación ante la polio. Un programa lleno de emociones y de música para todo el mundo.

La entrada ESPABILA!: 1×02 se publicó primero en Radio Topo.

Adiós a Sebastião Salgado

30 Mayo 2025 at 06:30

Sebastião Salgado, ícono de la fotografía contemporánea, se fue el viernes 23 de mayo, luego de 81 años de vida. Él, viajero incansable, en ese día cometió el desvarío imperdonable de partir en su único viaje sin vuelta.

Deja miles de fotografías, que más que imágenes son miradas precisas y exactas sobre las maravillas y los horrores del mundo y de la vida.

Economista de formación, dejó el oficio cuando obtuvo de su compañera de toda la vida, Lelia Salgado, en los inicios de los años 1970, una cámara Pentax Spotmatic II, clásica para aficionados. Y con ella se hizo profesional. Salgado tenía, es verdad, otra cámara, de calidad inferior. Pero fue con esa Pentax que descubrió una manera de mirar la vida y extender esa mirada tan suya, tan única, a la humanidad.

Registró pueblos amenazados, tierras devastadas, florestas exuberantes que sobrevivían bajo crecientes amenazas, heleras que se desploman, minas de oro y metales preciosos que transforman hombres en hormigas; es decir, al fin y al cabo registró cómo el ser humano logra resistir frente a lo inimaginable.

Sus imágenes ganaron el mundo y despertaron debates y discusiones, todo ello relacionado con los impactos dramáticos de lo que ocurre. Sus fotos en blanco y negro trajeron, vaya contradicción, luz a los ojos de la humanidad. Una luz cargada de revelación y casi siempre de dolor.

Su trayectoria fue única. Era el más grande, no de ahora, pero sí de las últimas muchísimas décadas. Supo como nadie unir emoción, reflexión, lirismo y denuncia; todo eso, vale reiterar, en blanco y negro.

Dominaba la luz natural como si la hubiera creado. Y tuvo suerte en su oficio.

Un ejemplo: en 1981, él estaba en Washington registrando los 100 primeros días del gobierno de Ronald Reagan, cuando se acercó para fotografiarlo en el justo momento en que un trastornado manifestante disparó contra el mandatario. Sus fotos fueron vendidas por todo el mundo, y así Salgado pudo financiar un viaje a África para su primer gran proyecto individual. Cinco años después lanzó el libro Otras Américas, que registra imágenes geográficas y humanas de Brasil, Bolivia, Chile, Perú, Ecuador, Guatemala y México.

Intento de asesinato de Ronald Reagan el 30 marzo de 1981. Créditos: Sebastião Salgado

El libro que definitivamente lo consagró, no como el mejor, pero sí como el más grande fotógrafo de las últimas muchísimas décadas, fue Trabajadores, de 1997. Y gracias a una indicación de Alan Riding, el legendario corresponsal de guerra de The New York Times en Centroamérica y mi fraterno amigo, fui el señalado para hacer los textos de ese libro.

Fue así como me acerqué, y mucho, a Salgado. Recuerdo que pasamos unos 10 días en la estancia de un tío suyo en el estado brasileño de Espírito Santo trabajando en los textos. Era un sistema peculiar de trabajo: yo escribía por la noche, dándole vueltas a la luna, y terminaba a eso de las cinco y media de la mañana, cuando Salgado se despertaba. Los dos íbamos a la piscina y entonces él leía mientras yo me iba a dormir.

A media tarde, luego del almuerzo, nos reuníamos para leer línea por línea lo que yo había escrito. Sus observaciones eran pocas, pero todas y cada una de ellas de precisión absoluta.

El mundo perdió la mirada única e insuperable de Sebastião Salgado. Y yo perdí un fraterno amigo. El mundo queda con sus imágenes, yo con mi memoria.

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2025/05/25/opinion/012a2pol

Campaña Cero Desalojos se reorganiza en São Paulo

29 Mayo 2025 at 00:07
Bloquea avenidas, líneas ferroviarias y convoca a manifestación el 11 de junio contra la nueva ola de desalojos y la violencia policial

---

Sebastião Salgado inmortalizó momentos históricos en la lucha por la reforma agraria

27 Mayo 2025 at 00:13
Desde paisajes remotos hasta el trabajo de la tierra, su obra es un archivo de temas socioambientales

---

Sobre León XIV, la Rerum Novarum y la inteligencia artificial

26 Mayo 2025 at 10:25
Por: JDF

El pasado jueves 8 de mayo, a las 18:07 horas, las miradas del mundo católico se dirigieron al cielo del Vaticano: la fumata blanca había emergido de la chimenea de la Capilla Sixtina confirmando la elección del sucesor del papa Francisco. Pronto se conoció que el elegido era el cardenal Robert Francis Prevost. El cónclave, uno de los más concurridos de la historia con 133 cardenales electores, alcanzó el consenso después de cuatro rondas de votación iniciadas el día anterior. Tras ser elegido, Prevost, de 69 años, nacido en Chicago, Illinois, y naturalizado peruano, comunicó a los purpurados el nombre con el que deseaba ser conocido, y siguiendo el protocolo se retiró a la llamada “Sala de las Lágrimas” para vestirse con la sotana blanca y orar en silencio antes de su aparición pública.

Su nombre como pontífice número 267 de la Iglesia católica: León XIV, fue anunciado casi una hora después por el cardenal Dominique Mamberti, quien desde el balcón de la Basílica de San Pedro pronuncio la famosa fórmula latina Habemus Papam (Tenemos un Papa). Momentos después, Prevost, miembro de la Orden de San Agustín y con perfil misionero −en marcado contraste con dos de sus más inmediatos predecesores: Juan Pablo II y Benedicto XVI, quienes por más de 30 años gobernaron con puño de hierro a la Iglesia, como si fuera un feudo−, apareció ante la multitud congregada en la plaza para dirigir su primer saludo y bendecir “a la ciudad y al mundo” (bendición urbi et orbi). En ella, la palabra que más veces pronunció, fue, “paz”.

En su breve alocución en italiano abogó por una “paz desarmada y desarmante”, esbozando, así, en términos geopolíticos, su papel de mediador en un mundo sumido en guerras imperiales, económicas y fratricidas. Además, rompió el protocolo al optar por hablar en un español fluido (y no en inglés, su idioma natal), para saludar a su “querida diócesis de Chiclayo”, una comunidad ubicada a 750 kilómetros al norte de Lima, la capital peruana, de donde emergió como arzobispo emérito en 2023, cuando el papa Francisco lo nombró cardenal y lo llamó a Roma para dirigir el Dicasterio para los Obispos. (Prevost, quien trabajó extensamente en Perú como misionero en poblaciones marginadas y formación de aspirantes agustinos, decidió naturalizarse y obtener la nacionalidad peruana en 2015, para poder ejercer como prelado y cumplir con uno de los concordatos entre la Santa Sede y el país andino).

Un día después, en su primera misa en el interior de la Capilla Sixtina junto a los 132 cardenales que lo eligieron papa, Prevost, hijo de inmigrantes (de padre franco-italiano y madre española), lanzó un claro mensaje contra la imagen de Jesucristo como “una especie de líder carismático o superhombre”, que fue interpretado por los vaticanólogos como una crítica velada a los cristianos evangélicos, avisando que quienes reduzcan la imagen de Jesús a esa mirada, pueden terminar viviendo “en un estado de ateísmo de hecho”.

Ya entonces el inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, se había vanagloriado de “tener” un papa estadunidense, aunque no sin humor, el Washington Post lo había definido como un pontífice “yankee latino”. Sin embargo, personajes cercanos al mandatario republicano no auguran una buena relación entre Trump y Prevost. De hecho, según The New York Times, Laura Loomer, una activista que tiene una influencia significativa con Trump, escribió el 8 de mayo en las redes sociales que el estilo de León XIV sería similar al de su predecesor, el papa Francisco, a quien describió como “anti-Trump, anti-MAGA (Make America Great Again), pro fronteras abiertas y un marxista total”. “Los católicos no tienen nada bueno que esperar”, agregó Loomer, “solo otra marioneta marxista en el Vaticano”.

Un día después, el NYT recordó que invitados al popular podcast War Room, de Steve Bannon, presentaron a León XIV como una figura progresista, continuación de su antecesor; una voz en favor de los migrantes, que a menudo estaba en desacuerdo con Trump. Bannon, uno de los principales aliados del jefe de la Oficina Oval, dijo a la BBC que la selección era “sorprendente” y añadió que “definitivamente iba a haber fricción” entre el nuevo papa y el magnate Trump. Pocos predijeron que el cardenal Prevost sería elegido, pero Bannon estaba tal vez menos sorprendido de lo que dejó entrever.

De la adversión al marxismo a una Iglesia preconciliar

El 10 de mayo, el papa Robert Francis Prevost explicó ante el Colegio Cardenalicio en el Vaticano, por qué decidió cambiar su nombre de bautismo por el de León XIV, siguiendo una tradición que data de hace unos mil 500 años: porque en su encíclica Rerum Novarum, el papa León XIII abordó la cuestión social de la Iglesia en el contexto de la primera gran revolución industrial, y en nuestros días, en el marco de otra revolución tecnológica, los avances en el campo de la inteligencia artificial (IA) plantean nuevos desafíos para la defensa de la dignidad humana, la justicia y el trabajo.

León XIII (1878/1903) promulgó la Rerum novarum (De las cosas nuevas) en 1891, pero cuyos orígenes hay que ubicarlos a principios del siglo XIX, el Siglo de las Luces, la Ilustración. La Revolución Francesa de 1789 cimbró el poder de la Iglesia como no había sucedido desde la Reforma protestante del siglo XVI, y junto a la revolución industrial, entre otros efectos llevaron a una progresiva laicización de los gobiernos y las instituciones; la secularización, la descristianización de las sociedades europeas y el surgimiento de colectividades democráticas modernas laicas; el desarrollo técnico, el industrialismo; la irrupción del imperialismo como fase superior del capitalismo debido a las concentraciones financieras, industriales y urbanas; la aparición del proletariado y la pauperización y miseria de las masas trabajadoras explotadas; la consolidación de un movimiento obrero influenciado por las ideas anarquistas y socialistas; la conquista del sufragio universal.

La Rerum novarum fue considerada la primera encíclica social de la Iglesia católica desde su surgimiento casi dos milenios antes, y se caracterizó por el rechazo del liberalismo capitalista extremo y el socialismo ateo; el respeto de la persona humana y una sensibilidad destacada por el problema obrero. En ella, el papa dejaba patente su apoyo al derecho de los trabajadores a “formar uniones o sindicatos”, pero también reafirmaba su apoyo al derecho a la propiedad privada.

Con esa encíclica la Iglesia pretendió, entre otras cosas, paralizar la “descristianización” de las masas trabajadoras, en un período en el cual la credibilidad de la institución eclesial se veía disminuida debido a que los sectores populares de la cristiandad −e incluso del clero−, se inclinaban por las ideas revolucionarias o pensaban que las soluciones vendrían de las acciones conjuntas de la Iglesia, el Estado, el patrón y los trabajadores. Frente al liberalismo capitalista y el socialismo marxista (materialista, antirreligioso y cuyo motor era la lucha de clases), la nueva doctrina social cristiana promovía un camino intermedio entre la pequeña y opulenta casta de poder y las masas desposeídas y sin derechos, es decir, la colaboración entre las clases sociales, y el reconocimiento pleno de la propiedad privada porque era un… “derecho natural”, fuere lo que eso quisiera significar.

Hacia el segundo decenio del Siglo XX, el sindicalismo católico adoptó cierta característica de corte corporativista −afín al fascismo italiano y al falangismo español−, así como la pretensión de organizar sindicatos obreros y patronales para enlazarlos por medio de un consejo de conciliación y arbitraje, como planteó Pío XI –el pontífice admirador del duce Benito Mussolini− en la siguiente encíclica social Quadragesimo anno (1931), después de condenar una vez más al socialismo, el comunismo y la lucha de clases. Luego, Pío XII afirmaría que el corporativismo garantizaba la paz social y evitaba la presencia de grupos socialistas en las organizaciones obreras. Influenciados todavía por Pío IX –el conde Giovanni María Mastai-Ferretti, quien ejerció el cargo durante 32 años, periodo en el que organizó una “santa cruzada” contra el comunismo de Marx y Engels−, los jerarcas católicos consideraban a la democracia como una falacia, dado que según la doctrina de la Iglesia la soberanía proviene de Dios y no del pueblo.

En 1958 llegaría al pontificado el cardenal y patriarca de Venecia, Angelo Giuseppe Roncalli, un hombre rechoncho y de buen humor que adoptó el nombre de Juan XXIII. Elegido como un papa de transición, imprimió a la Santa Sede un aire renovador para adaptarla a las condiciones de la sociedad moderna. Su decisión de convocar a un Concilio Ecuménico en el Vaticano, tenía la pretensión de abrir puertas y ventanas para que vientos democráticos sanearan el ambiente de la Iglesia.

Entonces, como ahora, el mundo estaba cambiando. John F. Kennedy en la Casa Blanca y Nikita Kruschov desde el Kremlin, hablaban con nuevas palabras. El 1 de enero de 1959 los barbudos de la Sierra Maestra habían entrado en La Habana, con Fidel Castro y el Che Guevara a la cabeza, después de dos años de una dura guerra de guerrillas contra la dictadura de Fulgencio Batista, testaferro de los monopolios estadunidenses en la isla. La Revolución Cubana a 90 millas del imperio vendría a inaugurar un nuevo periodo en las siempre conflictivas relaciones entre Estados Unidos y América Latina: de la mano de militares adoctrinados y adiestrados por instructores en la ideología y las técnicas de la Doctrina de la Seguridad Nacional made in USA −que definía al “enemigo interno”, por definición marxista, apátrida y ateo en la jerga castrense de la época de la guerra fría−, los golpes de Estado convertirían a la región en un gran campo de concentración. Se iniciaba la larga noche de los generales, los escuadrones de la muerte, la detención-desaparición forzada de personas, la tortura científica y el terrorismo de Estado. Al conjuro del desarrollismo impulsado por la Alianza para el Progreso (Alpro), Kennedy y la propaganda encubierta de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) generaron una psicosis anticastrista que permeó, también, el ámbito eclesial: a la consigna de la izquierda latinoamericana “¡Cuba Sí, Yanquis No!”, la derecha católica opuso lemas como “Dios, Patria y Familia” y “¡Cristianismo sí, comunismo no!”

El eje Wojtyla/Ratzinger y el juicio a Boff

En ese contexto, el Concilio Vaticano II (1962-1965) y la Conferencia de Medellín (que reunió a representantes de los obispos latinoamericanos en esa ciudad colombiana en 1968), abrirían al clero ligado a las bases cristianas el concepto Iglesia como comunidad y surgirían nuevas categorías de análisis de la realidad: dominación, opresión, violencia institucionalizada como pecado, dependencia, imperialismo del dinero, fuga de capitales, marginación social, económica y política, neocolonialismo, cambios estructurales. Y, sobre todo, liberación, como sinónimo de desarrollo genuino. En México, el obispo Sergio Méndez Arceo –“el señor de las tempestades”, como le llamaron sectores ultramontanos en Puebla− expresaría de manera pública su opción por un “socialismo democrático”.

La opción preferencial por los pobres –principio central de la Teología de la Liberación (TdL) enunciado en Medellín–, sería recogida explícitamente en los documentos del episcopado latinoamericano en Puebla (1979) y Santo Domingo (1992). Pero no sería llevada a la práctica por las jerarquías católicas mayoritariamente conservadoras. Y pronto, desde el Vaticano, el eje Wojtyla/Ratzinger se encargaría de “normalizar” a la Iglesia, dando pie, en palabras de Leonardo Boff, a “la dictadura del clero sobre toda la comunidad cristiana”. Emergería una Iglesia de neocristiandad, que en su obsesión por la ortodoxia, “quería tener la verdad amurallada, incontaminada”, según la definió entonces el jesuita español José Ignacio González Faus.

En aquellos días, Hans Küng calificó la reevangelización emprendida por Juan Pablo II, como “reconquista en el sentido medieval, de la contrarreforma y de antimodernismo”. Por eso, el papa Wojtyla y su prefecto de la Fe, Ratzinger, iniciarían una verdadera caza de brujas contra los teólogos liberacionistas latinoamericanos, como el cura Gustavo Gutiérrez, Jon Sobrino, Antonio Moser, Segundo Galilea y un nutrido etcétera, incluido el propio Boff, a quien sentarían en el banquillo de la exInquisición.

Según el guardián de la ortodoxia vaticana, la Teología de la Liberación era “la gran herejía de nuestro tiempo” (1984) porque mezclaba La Biblia con Marx. Según Ratzinger, el mundo quedaba interpretado a la luz del esquema de la lucha de clases y la única elección posible era entre capitalismo y marxismo. Dijo que sus teólogos hacían una lectura y una interpretación selectiva de La Biblia y, por tanto, “reduccionista”. Ergo, era “peligrosa” para la fe cristiana. Sin embargo, en el “Informe Ratzinger” sobre las desviaciones de la Teología de la Liberación, la cuestión fundamental: “el pobre enseña la liberación”, que está en la génesis de esa teología, en su matriz, no aparece. Como dijo Boff en su defensa, el pobre no puede pasar como un simple “factor” o “concepto”. “No percibir eso es violentar todo el discurso de la TdL”. La pobreza no es solamente una situación económica ni es apenas un desafío moral: “es una experiencia ética, mística y teológica”.

Ese 7 de septiembre de 1984, Boff había llegado a la Congregación para la Doctrina y la Fe (el exSanto Oficio), acompañado por los cardenales Aloisio Lorscheider y Evaristo Arns, ambos brasileños y franciscanos como él. Y delante de Ratzinger, de manera premonitoria, dijo: “El destino de la Iglesia ya no está en Roma. La Iglesia católica europea mira a la tercermundista desde la ventana de un palacio. Los problemas planteados por la TdL no se resuelven en el Tercer Mundo sino en el Primer Mundo, donde residen las principales causas de la explotación y la opresión”. Y agregó: “El gran miedo que la TdL provoca no proviene del uso de los métodos de análisis marxista, sino de que pide que la Iglesia rompa sus vínculos con los opresores”.

Leonardo Boff no rindió sus armas ante la Congregación. Salió fortalecido. Exhibió que el “Instructivo” de Ratzinger era anacrónico, acrítico, esquemático, paternalista y eurocentrista. Elitista, porque no tomaba en cuenta “el proceso concreto de liberación de los pobres y oprimidos”. Para la Iglesia romana, dijo, “sólo existe la violencia de los pobres contra las instituciones”, aunque sea “natural” justificar la violencia contrarrevolucionaria en El Salvador.

El papa Prevost: ¿la cuadratura del círculo?

Después, tras el deceso de Juan Pablo II y luego de Benedicto XVI, en un escenario global marcado por la xenofobia, el racismo, la misoginia, las guerras y el cambio climático −y a últimas fechas signado por declive de la hegemonía de EU y la irrupción del multipolarismo, con China y Rusia como actores emergentes−, el papa Francisco impulsaría pequeñas y tibias reformas. Pero esa es una historia más conocida.

Ahora, la elección de Prevost −de quien se dice que ha seguido el espíritu renovador y dialogante del Concilio Vaticano II y ha estado cercano al pensamiento de Francisco y a su estilo pastoral−, ha sido vista como un ejercicio de realismo por parte de una Iglesia, que, de este modo, reconoce la centralidad de América Latina dentro de la comunidad católica: de los cinco países con más católicos del mundo, tres (Brasil, México y Estados Unidos) se encuentran en el hemisferio occidental. Estas tres naciones concentran a uno de cada cuatro fieles y suman más católicos que toda Europa junta.

Con más de 30 años de trabajo en Perú como misionero y obispo, las crónicas señalan que Prevost compartía con Francisco una mirada profunda sobre las problemáticas de la región. Además, en 2023, Bergoglio lo hizo presidente de la Pontificia Comisión para América Latina y prefecto del Dicasterio para los Obispos, por lo que conoce tanto al clero latinoamericano como a los cardenales y a la maquinaria vaticana. Él era el poderoso encargado de evaluar a los candidatos a prelados, así que todos los purpurados tuvieron que pasar por su escritorio para cabildear; y se ganó fama de tener buena mano izquierda, de no abusar de ese enorme poder.

Francisco lo colocó en la ruta del papado, que llevó finalmente a la decisión de los cardenales en el cónclave. Se habla de una solución de compromiso, a la espera de que León XIV, como el papa San León I hace mil 500 años, restablezca la estabilidad en el Vaticano. Como se ha repetido en estos días, es el primer papa estadunidense, primer agustino, primer misionero y primero con pasaporte peruano. En ese sentido, parece tener razón Gorka Larrabeiti: los cardenales parecen haber dado con la cuadratura del círculo.

Frente a los innumerables desafíos internos y externos que hereda: el trumpismo o neomonroísmo recargado; China como principal potencia económica emergente; la guerra proxy (o por delegación) en Ucrania; el genocidio de Israel en Gaza; el Islam; el ascenso de las ultraderechas y los populismos de todos los pelajes, incluido el humanista/progresista; las deficitarias y eternamente non sanctas finanzas vaticanas; el equipo de gobierno en una Curia romana dividida entre francisquistas, ultraconservadores, moderados y burócratas palaciegos, más todas las cuestiones sexuales (diaconato femenino, celibato obligatorio, pederastia, LGTBI), que le exigirán coraje pastoral, capacidad de diálogo y habilidad diplomática de cara al atribulado mundo actual, León XIV, considerado un moderado, ha dejado claro ante el colegio cardenalicio que continuará las reformas modernizadoras de su predecesor.

En 2024, el cardenal Prevost dijo que “el obispo no debe ser un principito sentado en su reino”. Apunta, pues, hacia una Iglesia de salida, al encuentro con la gente de a pie. Y todo indica que es un firme partidario de uno de los principales legados del papa Francisco: la sinodalidad, lo que en buen romance significa una Iglesia más democrática, inclusiva y participativa; más comunitaria que jerarquizada. Es decir, más horizontal o asamblearia y cercana a sus fieles. Duro desafío para un Estado anacrónicamente teocrático, que sigue ostentando como uno de sus ejes principales la infalibilidad del papa. También ha dado pistas que impulsará un pontificado solidario con los más necesitados; más cercano a la gente de las periferias, a los pobres.

A su vez, a 134 años de la encíclica Rerum novarum, monumento al pensamiento reaccionario y estamentalista, el portavoz vaticano Matteo Bruni confirmó que León XIV escogió su nombre “como un guiño a los trabajadores en la era de la inteligencia artificial”. Según el Foro Económico Mundial de Davos (el poliburó de una de las fracciones plutocráticas del sistema capitalista), estaríamos transitando por la cuarta revolución industrial, caracterizada por la convergencia de la inteligencia artificial, la robótica, la biotecnología, el internet de las cosas y de los cuerpos, el transhumanismo, la turbodigitalización forzada (digital-only) y otras tecnologías disruptivas.

Desde el pontificado de Francisco, el Vaticano viene advirtiendo que esta nueva era plantea cambios sociológicos y antropológicos tan profundos como los de la revolución industrial original. Lo que implica ciertos desafíos éticos a la Iglesia ante la automatización, la biotecnología, la vigilancia digital, las llamadas redes sociales (predominantemente instrumentos de guerra psicológica y manipulación con líneas directa a los servicios de inteligencia) y las plataformas digitales (del oligopolio de Silicon Valley de contratistas del aparato militar de EU), y las perspectivas futuras de este papado en la construcción, según han dicho fuentes afines a la Curia romana, de un “humanismo algorítmico” y una “algor- ética” globales al “servicio de la dignidad humana” (ergo, una suerte de compadrazgo con Bill Gates, Microsoft, Cisco, IBM y Silicon Valley).

Finalmente, habrá que ver, en lo social –en relación con los pobres, los inmigrantes, los refugiados y los oprimidos víctimas de la violencia consustancial al actual sistema de dominación–, si la experiencia de Prevost en las periferias pobres del Perú, lo alejan del esquematismo y el paternalismo eurocentrista que predomina en la burocracia vaticana, como advertían hace ya cuatro décadas Leonardo Boff y el propio padre de la TdL, el estigmatizado cura peruano Gustavo Gutiérrez, quien por aquellos días escribió Beber en su propio pozo, un libro que contiene casi 400 referencias bíblicas de personajes tales como San Juan de la Cruz, Teresa de Ávila, Francisco de Asís, Ignacio de Loyola y el papa Juan Pablo II, y donde desarrollaba el tema del lugar que ocupó la espiritualidad en su primigenia obra Teología de Liberación. Como una ironía ocasional, su obra no tenía una sola frase de Marx y estaba dedicado a dos obispos.

En sectores vinculados con el clero liberacionista y las comunidades eclesiales de base, tranquiliza, en parte, saber que Steve Bannon, el gurú del movimiento MAGA, lo considerara uno de los peores candidatos al papado. Cobra relieve, asimismo, la síntesis en clave geopolítica de Enric Juliana al conocerse el nombramiento de Prevost: “Roma responde al Imperio”: un papa estadunidense pero no wasp, sino migrante, de origen criollo, con pasaporte peruano, que, encima, pudiendo hablar al mundo en inglés, elige el español. Y para más inri, como apuntó Larrabeiti, ya ha discutido en redes con el ultrarreaccionario vicepresidente J.D. Vance, y no se presenta precisamente con pedigree trumpiano sino más bien todo lo contrario: mientras Trump insiste en construir muros antimigrantes, León XIV habla de tender puentes. En todo caso, por su edad, hablar de un papa antiTrump entraña un error: su pontificado cubriría, si Dios quiere, dos, tres, cuatro, tal vez cinco presidencias de Estados Unidos. Es decir, apunta a un papado de largo recorrido, llamado a consolidar la herencia de Francisco con sello propio.

Como colofón, cabe consignar que el 18 de mayo, mientras seguía en vivo y en directo urbi et orbi el genocidio de Israel contra palestinos en Gaza, tras recibir los símbolos de la autoridad papal: el anillo del Pescador y el palio (una cinta de lana con cruces bordadas), León XIV tomó oficialmente posesión de su cargo en la Basílica de San Pedro. Ese antiguo ritual marcó el inicio oficial del pontificado 267 de la Iglesia católica.

Signo de los tiempos, durante la ceremonia de su entronización, el papa Prevost estuvo acompañado por los representantes de EU, el vicepresidente James David Vance y el secretario de Estado, Marco Rubio. Además de los dos estadunidenses, en la primera fila de invitados también estuvo la presidenta de Perú, la golpista Dina Boluarte, debido a la doble nacionalidad del sumo pontífice. Además, asistieron al acto la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen; la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, y el líder del régimen de Kiev, Vladímir Zelenski. Lo que sin duda confirma que los caminos del Señor son… inescrutables.

El adiós a Sebastião Salgado

26 Mayo 2025 at 00:10
Fotografió pueblos amenazados, tierras devastadas, florestas exuberantes que sobrevivían bajo crecientes amenazas

---

Brasil: Muere el fotógrafo Sebastião Salgado, amigo del MST y de los pueblos explotados del mundo

25 Mayo 2025 at 07:22
Con su cámara consagrada, el profesional se posicionó al lado de la lucha por la dignidad de los trabajadores y de los pisoteados por Occidente

---

Brasil: Orígener políticos de la actual pandemia-genocidio

Alex Buselli, periódico Umanità Nova (Italia)
 
Luís Inácio Lula da Silva, desde su primer intento de convertirse en presidente de Brasil en las elecciones de 1989, se ha enfrentado a una fuerte oposición de la élite conservadora y burguesa brasileña. Hasta entonces, el Partido de los Trabajadores (PT) aún mantenía algunos puntos programáticos progresistas, con algunas corrientes internas impulsando la construcción de una sociedad socialista. El país estaba saliendo de la dictadura militar (1964-1985) y había luchas apoyadas por movimientos sociales y sindicatos. No permitir la elección del representante de los sectores obreros era el objetivo fundamental de la burguesía brasileña. Fue en esta coyuntura que el mayor conglomerado televisivo del país, Rede Globo, había manipulado el último debate presidencial, acusando no demasiado encubiertamente al PT de haber participado en el secuestro de Abilio Diniz, uno de los más grandes empresarios brasileños.

Con los años, el PT había perdido su apariencia socialista, mostrándose cada vez más abierto al mercado capitalista. Cuando finalmente Lula fue elegido, anunció un gran proyecto de reconciliación de clases en su "Carta al pueblo brasileño", eligiendo al empresario José Alencar como su vicepresidente.

Los grandes problemas del proyecto de conciliación de clases del PT dependían del crecimiento económico ininterrumpido y de la mitigación de todas las formas de conflicto social. El crecimiento económico se basó en la dependencia de las exportaciones de materias primas con más tecnología y el apoyo estatal a la agroindustria, manteniendo el rol del país en la división internacional de la producción. Este mecanismo de dependencia de las exportaciones existía desde la época colonial portuguesa, que se mantuvo incluso después de la independencia de la nación (1822).

La incidencia de las exportaciones de productos básicos en la economía casi se había duplicado con los gobiernos del PT. Esto había sido posible gracias a la demanda de China que estimuló la economía brasileña y el país asiático a su vez dependía de la capacidad de los países occidentales para absorber productos manufacturados.

Al mismo tiempo, el gobierno buscó el apoyo de una parte de la industria brasileña en sectores como la construcción civil (impulsada por inversiones estatales, generando un boom inmobiliario) y de la manufactura, financiando obras de infraestructura para lograr consensos políticos y restaurar un mínimo del consumo interno de los hogares. El crecimiento económico, sin embargo, dependía de variables externas incontrolables. El sueño de Lula era fortalecer los BRICS (grupo de países con Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y su propio banco para tener una política exterior menos dependiente de Estados Unidos.

En esencia, el proyecto del PT y el antiguo proyecto del PC brasileño fueron el desarrollo de una economía capitalista autónoma. Países como Brasil, Rusia y China, sin embargo, tienen una inserción particular en el capitalismo mundial: la de exportar productos elaborados por industrias de baja tecnología o materias primas.

Cuando estalló la crisis, las exportaciones y el crédito cayeron, poniendo fin al sueño de consumo de millones de brasileños que se creían parte de la "clase media". Era claro que la política de "redistribución del ingreso" no era más que el aumento del consumo a través del crédito, una tendencia contracíclica muy utilizada en la crisis de 2008. El consenso social había terminado y el descontento aumentaba cada vez más: los más pobres querían seguir consumiendo y hacer realidad sus sueños de ascenso social, mientras los más ricos ya no aceptaban ninguna política, aunque sea mínima, de redistribución de la renta.

El Impeachment de Dilma Roussef

Con la llegada de la crisis económica y el descontento tanto de los pobres como de los ricos del país, el PT aún tuvo tiempo de dar un último suspiro y probar su última carta para mantenerse en el poder. En la campaña presidencial de 2014, el PT utilizó los últimos recursos a su alcance para persuadir al electorado. En particular, el partido de Lula y Roussef declaró que si ganaba la oposición se perderían todos los logros sociales de los últimos 12 años, especialmente el "Programa Bolsa Família". Los logros no fueron muchos, pero en un país tan desigual como Brasil ese progreso era vital. Estas palabras del PT habían llegado a buena parte del electorado, haciéndolo ganar las elecciones presidenciales de 2014.

Al asumir el poder en 2015, el gobierno de Rousseff dejó en claro que el objetivo era recuperar la base de apoyo de la burguesía. Esto se vio cuando el banquero Joaquim Levy fue colocado en el Ministerio de Hacienda, iniciando de facto una serie de pequeñas reformas que atentaban contra los derechos de los trabajadores y trabajadoras.

Para los mercados internos y externos estas reformas no fueron suficientes: para ellos era necesario poner personas capaces de llevar a cabo medidas incisivas y no blandas en el poder del gobierno. Medidas deseadas por el capital financiero e imperialista.

Con el golpe judicial de 2016 (conocido como Operación Lava Jato, dirigido por Estados Unidos) Dilma Roussef había sido destituida del poder, y algunos de los políticos y empresas cercanas al proyecto del PT fueron diezmados o adaptados a la nueva realidad. El vicepresidente Michel Temer se había convertido en presidente. A partir de ese momento, las reformas atentaron contra los derechos de los trabajadores y trabajadoras: aumento de la jornada laboral diaria y semanal, contratos de trabajo de duración determinada, despidos sin previo aviso, permiso para hacer trabajar a mujeres embarazadas. La aprobación de estas medidas no encontró mucha oposición, incluida la de los sectores de movimientos sociales y sindicales vinculados al PT, desmovilizados durante los años del proyecto PT de reconciliación de clases.

Lula y la mayoría de los líderes del PT han sido investigados. El poder judicial procesó sistemática y selectivamente a los miembros del PT. La élite que había tolerado a Lula cuando había crecimiento económico se vengó. El ex trabajador en el poder era algo que la élite no quería y desde el primer mandato de Lula ha habido intentos político-legales de sacarlo del poder, siempre infructuosos porque el crecimiento económico ha apoyado al gobierno. Antes de las elecciones de 2018, Lula fue arrestado. El camino para profundizar el ataque a los derechos de los trabajadores y trabajadoras seguía abierto. Había pasado el tiempo de la conciliación.

Elecciones 2018: el idiota útil y el regreso de los militares

En las elecciones de 2018 Lula estuvo preso pero aún podía ser candidato, Bolsonaro fue el candidato que se erigió como la voz de la derecha más radical (siempre con su 15% de los votos) y Geraldo Alckmin, exgobernador del estado de São. Paulo, era candidato del establishment capitalista y burocrático. Lula era el favorito. El apoyo electoral de Alckmin no aumentó y Bolsonaro se mantuvo con su público fiel. El Poder Judicial, en la figura del juez Sérgio Moro (encargado del operativo Lava Jato), armó un procedimiento para inhabilitar a Lula. Cuando se implementó este proceso, el PT eligió al profesor Fernando Haddad, ex alcalde de São Paulo, como candidato presidencial del partido. Sin Lula, el PT había perdido apoyo; Bolsonaro, como representante de la política antisistema, comenzaba a ganar apoyos, mientras que el candidato del gran capital, Geraldo Alckmin, era incluso superado por candidatos de menor expresión.

Con este escenario, Jair Bolsonaro el idiota se había convertido en el único candidato verdaderamente viable para vencer al PT. A partir de ese momento, lo que vimos fue el verdadero circo de los horrores de la política brasileña: el apoyo de la gran burguesía internacional a Bolsonaro, la presencia de los militares, verdaderos líderes pensantes de la política "bolsonaria" y sedientos de poder, la violencia de las milicias y sectores religiosos evangélicos. Sin embargo, era necesario resolver un problema final que podría impedir la elección de Bolsonaro el idiota: él mismo. La "puñalada" que recibió durante la campaña electoral fue la excusa perfecta para mantenerlo fuera de la campaña, los debates públicos y la televisión, además de darle al candidato una especie de aura heroica y martirizada contra la izquierda "comunista" y los "corruptos"del Partido de los Trabajadores”. Juego jugado, juego ganado.

El inicio del gobierno de Bolsonaro y la guerra de la comunicación híbrida

Con la llegada del Coronavirus a Brasil en marzo del año pasado, Bolsonaro ha decidido hacer una apuesta alta pero consciente. Mantuvo la guerra híbrida pero se posicionó contra el aislamiento social y las medidas de prevención del contagio. Sabía que Brasil estaba y está en crisis económica, y la crisis de salud solo agrava el escenario. El coronavirus le dio la oportunidad que necesitaba para no asumir la responsabilidad de la conducción de la economía del país, trasladando la responsabilidad a gobernadores y alcaldes que pueden implementar de manera autónoma medidas de aislamiento social.

Dado que Brasil es un país con muchos problemas estructurales (falta de saneamiento básico, expansión urbana indiscriminada, falta de recursos económicos, etc.), cualquier medida de aislamiento social sería limitada y los efectos de la pandemia serían enormes. Sabiendo esto, Bolsonaro pronunció un discurso en el que dijo que si la economía cerraba, muchas más personas morirían de hambre que con COVID-19.

Los muertos se amontonaban, los hospitales estaban llenos, las medidas de contención y aislamiento social de los gobernadores no funcionaban y la economía se había derrumbado. Los parlamentarios brasileños, sin el apoyo del gobierno de Bolsonaro, aprobaron una ayuda de emergencia de 600 reales que llegó a más de 50 millones de personas, casi el 40% de la población activa. Incluso en este escenario caótico, la popularidad del presidente ha aumentado. Su apuesta de poner los muertos de la pandemia sobre los hombros de los gobernadores y la crisis económica generada por las medidas de aislamiento social estaba funcionando.

A pesar de las investigaciones contra él y su familia que generaron más de 60 solicitudes de juicio político (todas ignoradas celosamente por los legisladores y el poder judicial), el gobierno continuó promulgando leyes en beneficio del capital.

Sin embargo, con la existencia de la vacuna, la situación ha cambiado. La población está cansada, hambrienta y asustada; Ve en la vacuna la posibilidad de salir del infierno en que se ha convertido el país. No hay brasileño que no conozca a alguien que murió con el Coronavirus. El pacto entre el ejército, la Corte Suprema y el parlamento, que le permitió a Bolsonaro decir lo que quería mientras el gobierno era ejercido por otros, se fracturó. La negación de Bolsonaro comenzaba a generar descontento con las grandes empresas debido al agravamiento de la crisis. La falta de perspectivas de recuperación económica no se compensó con la aprobación de reformas legislativas.

Tanto la población como el Capital pueden resistir desastres, siempre que exista la perspectiva de una recuperación futura. El grave fallo en la producción, compra y logística de vacunas, concreta las previsiones del colapso. Esto socava la recuperación de la normalidad económica y crea peligrosos riesgos de inestabilidad política y social. La anulación del juicio contra Lula puso una pieza extra en el tablero. Lula actúa como el salvador del país, llamando a los jefes de Estado a comprar vacunas para los gobernadores que las compran sin esperar la aprobación del gobierno nacional.

Es en ese contexto que el gobierno de Bolsonaro: a) deja espacio para el "centrão", un grupo de operadores políticos que apoyan a todos los gobiernos brasileños siempre que reciban dinero; b) defiende el distanciamiento social, el uso de máscaras y la vacunación después de un año de dura oposición; c) simula una ruptura con sectores de las fuerzas armadas que abandonaron el gobierno en bloque a fines de marzo de este año. Una ruptura que deja abiertas dos posibilidades: la primera es alimentar, con el visto bueno del gran capital, la posibilidad de un autogolpe para sus seguidores más fanáticos (sectores de las Fuerzas Armadas, Policía Militar y milicias) mientras que la segunda es dejar la puerta abierta al juicio político si la situación política no cambia y la gran burguesía ya no confía en Bolsonaro (abriendo así el camino al general Mourão, vicepresidente de Bolsonaro, que asume el poder y recompone el apoyo político del gobierno).

Llegados a este punto, las piezas en juego nos muestran que hay dos posibilidades: 1) la gestión de la pandemia cambia radicalmente; 2) el gobierno de Bolsonaro terminará, a través de un juicio político (una solución que satisfaría a parte de la élite y burguesía brasileña) o mediante una elección, como lo desea la izquierda institucional (en particular el PT). Dejar actuar al gobierno un año y medio antes de las próximas elecciones (con todo lo que aún pueden morir cientos de miles de personas) parece ser el deseo de parte de esa sedicente izquierda del PT.

Al poner la situación actual del gobierno de Bolsonaro en una perspectiva histórica, hemos logrado separar lo esencial de lo que es un drama en el escenario. Al final, Bolsonaro sigue siendo el idiota útil y el genocidio no lo provoca solo él, sino una élite con mentalidad esclavista aliada con el capital monopolista internacional, un parlamento que juega el juego de la burguesía y un poder judicial corrupto y funcional a los intereses de los que están en el poder. Mientras tanto, la población es masacrada, la izquierda real diezmada y el país destruido.

NOTA

[1] La exclusividad social, económica, de género y racial de estos grupos se puede ver en las relaciones que mantienen con el personal doméstico que emplean. Las trabajadoras domésticas, además de ser sobreexplotadas a nivel económico, viven una condición de real sometimiento social y cultural hacia sus jefes (como "dormir en la habitación de la criada"), dejando anonadados a los extranjeros que vienen a Brasil.

[TPublicado originalmente en italiano en https://umanitanova.org/?p=13939. Traducido por la Redacción de El Libertario.]


  • No hay más artículos
❌