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Libro “21 lecciones para el siglo XXI” de Y.N. Harari (resumen)

Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"Sus dos anteriores libros fueron “Sapiens” y “Homo Deus” y en ellos se exploraba la historia del hombre y su futuro, respectivamente. Aquí, Yuval Noah Harari nos presenta un compendio de 21 temas esenciales para el presente. Mientras estamos atareados en nuestros problemas cotidianos, están pasando cosas a nivel global que nos deberían importar.

“A la filosofía, a la religión y a la ciencia se les está acabando el tiempo”. La inminente crisis ecológica, la creciente amenaza de las armas de destrucción masiva y el auge de las nuevas tecnologías disruptivas no permitirá prolongar mucho más el debate sobre el significado de la vida. Porque ese significado se ha de usar para tomar decisiones importantes (en ciencia, biotecnología, inteligencia artificial…). Los mercados son impacientes y no toman siempre las mejores decisiones para todos.

1. Decepción ante la ausencia de una ideología convincente

“Relatos Ecoanimalistas” —Colección de relatos ecologistas y animalistas.
“Relatos Ecoanimalistas” —Colección de relatos cortos, ideal para regalar a personas, sean o no ecologistas o animalistas. Aumentará la conciencia ambiental del planeta. Gracias.

Tras la caída del fascismo y del comunismo, el liberalismo se ha impuesto casi por todo el mundo de una u otra forma, defendiendo cosas tan bonitas como la libertad, los derechos humanos, la libertad de movimiento (más para el dinero que para las personas, ciertamente), o el libre mercado (que con tanto acierto criticó N. Klein). Pero desde la crisis global de 2008, los decepcionados por el liberalismo crecen y hay, además, dos retos que para Harari son muy inquietantes: la infotecnología (desarrollos tecnológicos, inteligencia artificial, robots…) y la biotecnología (modificar genes, transgénicos…). “Los humanos siempre han sido mucho más duchos en inventar herramientas que en usarlas sabiamente. Es más fácil reconducir un río mediante la construcción de una presa que predecir las complejas consecuencias que ello tendrá para el sistema ecológico de la región”.

El poder de “manipular el mundo” ha llevado a que “nos enfrentamos a un colapso ecológico”, porque las revoluciones en biotecnología y en infotecnología las lideran científicos o emprendedores “que apenas son conscientes de las implicaciones políticas de sus decisiones”. Así, “Donald Trump advirtió a los votantes que mexicanos y chinos les quitarían el trabajo y (…) nunca advirtió a los votantes que los algoritmos les quitarían el trabajo” (poniendo a las máquinas a trabajar). “Quizá en el siglo XXI las revueltas populistas se organicen no contra una élite económica que explota a la gente, sino contra una élite económica que no la necesita”. Cada vez se precisan menos trabajadores y ahora debemos ya empezar a buscar soluciones (como reducir la jornada laboral o la renta básica), antes de alcanzar el “desempleo masivo”.

Los que votaron a Trump en EE.UU. o a favor del Brexit en Reino Unido, no rechazaron el liberalismo totalmente pero sí quisieron encerrarse un poco en su casa y que se adoptaran “políticas intolerantes para con los extranjeros”. Pretender aislarse, como pide el nacionalismo, es una política inviable en la era de internet y del calentamiento global. China lo hace al revés: aplica el liberalismo más fuera de sus fronteras que dentro, mientras Rusia aplica un liberalismo atroz que genera la “mayor desigualdad del mundo” (el 87% de la riqueza está en manos del 10% de los más ricos) y el islamismo solo atrae a algunos de los que crecieron en su seno. A pesar de todo, la humanidad no puede abandonar el liberalismo, “porque no tiene ninguna alternativa”, aunque tampoco ofrece respuestas “a los mayores problemas a los que nos enfrentamos: el colapso ecológico y la disrupción tecnológica”. El liberalismo todo lo resuelve con el crecimiento económico pero esa solución no sirve porque ya sabemos que esa es precisamente la causa de la crisis ecológica y que gran parte de la tecnología tiene un fuerte impacto social y ambiental. Por eso, para Harari la primera medida es la perplejidad: reconocer que no sabemos lo que está ocurriendo.

2. Trabajo: en el futuro habrá mucho menos empleo

La robotización tiene ventajas e inconvenientesEs obvio que las máquinas y los robots están efectuando cada vez más trabajos: mejoran nuestra vida y, a la vez, nos quitan el trabajo. El poder de las máquinas, junto con la IA (Inteligencia Artificial) es inmenso y tienen dos capacidades muy importantes: la conectividad y la capacidad de actualización. Por ejemplo, en conducción automática de vehículos, dos coches podrían conectarse para acordar quien pasa primero y evitar colisionar. Además, cualquier nueva norma de tráfico o mejora del software podría actualizarse en todos los vehículos automáticos de forma inmediata.

También es cierto que se están creando nuevos empleos, pero en general exigen “un gran nivel de pericia y, por tanto, no resolverán los problemas de los trabajadores no cualificados”. Podría ocurrir que padezcamos “a la vez unas tasas de desempleo elevadas y escasez de mano de obra especializada”. Además, dado la vertiginosa velocidad de cambio, podrían ser profesiones que surgen y desaparecen en cuestión de una década, por lo que es muy complicado exigir derechos laborales o crear sindicatos en tales circunstancias. El autor sostiene que “hoy ya son pocos los empleados que esperan ocupar el mismo empleo toda la vida”. Además reconoce que “el cambio es siempre estresante” y podría ser complicado reeducar a miles de empleados.

Por otra parte, evitar la pérdida de puestos de trabajo no es una buena opción, porque supone abandonar las ventajas de la mecanización, pero tampoco podemos hacerlo sin dar alternativas a los empleados. Harari alaba lo que ocurre en Escandinavia, donde los gobiernos siguen el lema «proteger a los obreros, no los empleos». Una forma de hacer esto es lo que llamamos las dos erres urgentes: Reducir la jornada laboral y la RBU (Renta Básica Universal). Por supuesto, también se está aplicando en muchos países la subvención de servicios básicos universales: educación, sanidad, transporte… Pero en estas opciones el problema está en definir qué es «universal» y qué es «básico»:

  • Por universal se suele interpretar la población nacionalizada en un país, pero hay que tener en cuenta que las principales víctimas de la automatización quizá no vivan en donde se apruebe la RBU o esos servicios básicos universales. Automatizar en exceso podría generar la ruina en países en desarrollo que actualmente están dando mano de obra barata a los países ricos.
  • Por básico se puede interpretar la comida que un sapiens requiere (entre 1500 y 2500 calorías), pero también se pueden considerar básicos aspectos como la educación, la sanidad, el acceso a internet…

El problema es complejo, porque contentar a los sapiens no es tarea sencilla. La felicidad puede depender de las expectativas y éstas dependen de las circunstancias. Por tanto, aunque se mejoren las condiciones, no se garantiza que haya satisfacción. Como ejemplo exitoso cita el caso de Israel, país que obtiene buenos resultados en la satisfacción de la población, en parte gracias a un montón de personas pobres que no trabajan y que se dedican exclusivamente a cuestiones religiosas (el 50% de los hombres judíos ultraortodoxos). El gobierno da generosas subvenciones y se constata que debatir el Talmud es más satisfactorio que el trabajo de los obreros. Así pues, “la búsqueda de plenitud y de comunidad podría eclipsar la búsqueda de un puesto de trabajo”. El objetivo debería ser combinar una red de seguridad económica universal y básica, comunidades fuertes con servicios básicos universales y educar para una búsqueda de una vida plena. Esto podría compensar la pérdida de empleos y mejorar la calidad de vida de la gente.

“Dado el inmenso poder destructor de nuestra civilización, no podemos permitirnos más modelos fallidos”, pues equivocarnos ahora podría acabar en una guerra nuclear, en desastres por manipulación genética o en un colapso completo de la biosfera.

3. Libertad: computadoras y big data contra los derechos humanos

Lee un resumen de este otro libro de Harari. En Nexus habla de la Inteligencia Artificial, de la democracia y del futuro.
Lee un resumen de este otro libro de Harari. En Nexus habla de la Inteligencia Artificial, de la democracia y del futuro.

Dice Harari que “los referéndums y las elecciones tienen siempre que ver con los sentimientos humanos, no con la racionalidad”. Aunque algunas personas están más informadas y otras son más racionales, al final cada voto cuenta lo mismo y los sentimientos son los que guían a la mayoría. El biólogo Richard Dawkins dijo a propósito de la votación del Brexit que someterlo a referéndum es como «dejar que los pasajeros de un avión votaran en qué pista debería aterrizar el piloto». Teniendo esto en cuenta, queda claro el alto interés en acceder al corazón humano, a sus entresijos y a cómo manipularlo. Si se consiguiera en grado suficiente, la política sería “un espectáculo de títeres emocional”.

Pensemos que, al final, los sentimientos están basados en el cálculo. Millones de neuronas calculan, por ejemplo, cuando tener miedo según la probabilidad de ser dañados. Los sentimientos “encarnan la racionalidad evolutiva”, pero “pronto los algoritmos informáticos podrán aconsejarnos mejor que los sentimientos humanos”. Seguramente cometerán errores, pero solo se necesita que sean, de media, mejor que nosotros, lo cual “no es muy difícil, porque la mayoría de las personas no se conocen muy bien a sí mismas, y (…) suelen cometer terribles equivocaciones en las decisiones más importantes de su vida”. Incluso en ética, las máquinas superarán a la mayoría de los humanos, porque las máquinas no tienen emociones. Se ha demostrado que las emociones humanas controlan las decisiones humanas, por encima de sus ideologías o de sus planteamientos filosóficos. La selección natural no ha seleccionado a los homínidos más éticos, sino a los que gracias a sus emociones (miedo, deseo…) han conseguido reproducirse con más éxito. Por otra parte, “los ordenadores no tienen subconsciente” y si fallaran, resultaría “mucho más fácil corregir el programa que librar a los humanos de sus prejuicios”. Esto abre mercado a los filósofos, pues hará falta la filosofía para hacer buenos programas.

Cuando las decisiones importantes las tomen los algoritmos, basados en el cómputo de millones de datos (macrodatos o big data), ¿dónde queda nuestra libertad? ¿Confiaremos en los algoritmos para que nos escojan pareja, qué estudiar o dónde trabajar? ¿Escogerán también a quien votar? ¿Qué sentido tienen entonces las elecciones y los mercados libres?

Ya hoy día la gente confía en Google para hallar respuestas mientras “la capacidad para buscar información por nosotros mismos disminuye”. Esto hace que la gente considere «verdad» lo que aparece en los primeros resultados de la respuesta de Google. Más aún, la capacidad para orientarse es como un músculo que o lo usas o lo pierdes, y mucha gente depende tanto de Google Maps que si falla se encuentra completamente perdida.

El que controle esos algoritmos de macrodatos, controlará buena parte del mundo. Un ejemplo está en Israel, país que controla el cielo, las ondas de radio, el ciberespacio y el mar y, gracias a ello, un puñado de soldados pueden controlar a 2.5 millones de palestinos en Cisjordania. Y lo hacen usando IA: en 2017 un palestino publicó una foto poniendo en árabe “¡Buenos días!”. Un algoritmo israelí confundió las letras árabes y lo tradujo como “¡Mátalos!” y el obrero fue detenido. Quedó en libertad cuando se aclaró el error, pero el incidente demuestra la importancia de la IA para controlar a la población. Llevado al extremo, en manos de gobiernos autoritarios las herramientas de IA podrían controlar a la población “más incluso que en la Alemania nazi”.

Usando las reglas de la selección natural, hemos criado vacas dóciles que producen más leche, pero que son inferiores en otros aspectos. Igualmente, “estamos creando humanos mansos” pero que “en absoluto maximizan el potencial humano”. De hecho, “sabemos poquísimo de la mente humana”, mientras la investigación se centra en mejorar los ordenadores y los algoritmos. “Si no somos prudentes, terminaremos con humanos degradados que usarán mal ordenadores mejorados”. Para Harari esto podría provocar el caos, “acabar con la libertad” y “crear las sociedades más desiguales que jamás hayan existido”. La inmensa mayoría de la gente podría sufrir algo peor que la explotación: la irrelevancia.

4.  Igualdad: El que tenga los datos dominará el mundo

Los primeros grupos de sapiens eran más igualitarios que cualquier sociedad posterior. La revolución agrícola multiplicó la propiedad (tierra, herramientas…) y con ella la desigualdad. En el siglo XX se ha reducido la desigualdad en muchos países, pero “hay indicios de una desigualdad creciente”: “El 1% más rico posee la mitad de las riquezas del mundo” (y es responsable de la mitad de la contaminación mundial) y las 100 personas más ricas tienen más que los 4.000 millones más pobres. En el futuro, la biotecnología podría dar ventajas a ciertos sapiens (mayor longevidad, mejores capacidades físicas…) y podrían generarse “castas biológicas”, lo cual ahondará en la desigualdad. También insiste en el poder de la infotecnología para eliminar la utilidad de los humanos para las élites.

Antiguamente la tierra era el bien más importante. Luego pasaron a ser las máquinas y la industria. Hoy, cada vez tienen más importancia los datos. Empresas como Google, Facebook, Baidu y Tencent lo saben bien. Por ejemplo, Google nos proporciona servicios gratuitos, pero gracias a eso consigue millones de datos de sus usuarios. Esos datos valen mucho. No solo para ponernos la publicidad en la que caeremos con mayor probabilidad. Creemos que Google nos ayuda mucho, pero nosotros ayudamos a Google mucho más, porque mientras Google solo nos hace la vida un poco más fácil, nosotros somos los que permitimos que Google pueda existir haciendo negocio con nuestros datos. Así, en el futuro habrá que responder a una pregunta clave en nuestra era: ¿quién es el propietario de los datos? (datos sobre nuestros hábitos, nuestro ADN, nuestros gustos…). Tenemos experiencia regulando la propiedad de la tierra y la propiedad de la industria, pero “no tenemos mucha experiencia en regular la propiedad de los datos”, los cuales tienen características especiales (fáciles de copiar y de transportar, están en muchos sitios y en muchos formatos…).

¿Qué prefieres? ¿Libertad o igualdad?

5. Comunidad: “La gente lleva vidas cada vez más solitarias en un planeta cada vez más conectado”

Las redes sociales están rompiendo aún más las comunidades íntimas, las cuales ya están bastante sustituidas por gobiernos y empresas. Facebook se propuso conectar a los humanos, pero el escándalo de Cambridge Analytica reveló que se recogían datos “para manipular las elecciones en todo el mundo”. En teoría, las redes sociales pueden contribuir a fortalecer el tejido social y a hacer que el mundo esté más unido (ingeniería social), pero es complicado porque eso choca con intereses empresariales. Mientras la gente esté más interesada en el ciberespacio que en lo que pasa en su calle hay mayores posibilidades de manipularlo y de sacarle el dinero online. No olvidemos que los gigantes tecnológicos han sido acusados repetidas veces de evasión fiscal. ¿Es creíble que empresas que no pagan sus impuestos nos vayan a ayudar realmente a crear comunidades fuera del mundo virtual?

6. Civilización: Solo existe ya una civilización

Harari desmonta la teoría de que hay un choque de civilizaciones, pues en realidad la globalización tiende a unir cada vez más a la gente y no es posible, ni deseable, dar marcha atrás. “Hace diez mil años la humanidad estaba dividida en incontables tribus aisladas. Con cada milenio que pasaba, estas tribus se fusionaron en grupos cada vez mayores”. El proceso de unificación de la humanidad se ve claro si uno piensa los vínculos que hay entre los distintos grupos y las prácticas comunes entre ellos. Con sus diferencias, todos los países aceptan una serie de protocolos diplomáticos, leyes internacionales… y participan en los Juegos Olímpicos bajo las mismas reglas, lo cual es “un asombroso acuerdo global” y debemos “sentir orgullo porque la humanidad sea capaz de organizar un acontecimiento de este tipo”. Más aún, todos comparten similares reglas económicas, confianza en el dinero, los médicos comparten conocimientos y tienen similares protocolos… “La gente tiene todavía diferentes religiones e identidades nacionales. Pero cuando se trata de asuntos prácticos (…) casi todos pertenecemos a la misma civilización“. Nuestras diversas opiniones traerán debates y conflictos, pero eso nos hará aún más conectados, más interdependientes.

7. Nacionalismo: La historia tiende a unirnos, no a separarnos

El Brexit o el nacionalismo en Cataluña… ¿a qué se deben? ¿pueden dar respuestas a los problemas más importantes? Las formas moderadas de patriotismo pueden ser benignas. “El problema empieza cuando el patriotismo benigno se metamorfosea en ultranacionalismo patriotero”, lo cual es “terreno fértil para los conflictos violentos”. En el pasado era razonable buscar seguridad y sentido en el regazo de la nación, pero hoy, sin negar eso, tenemos al menos tres retos que nos obligan a trabajar más conjuntamente. La guerra nuclear es el primero y ciertamente en este campo lo estamos haciendo bien: a pesar de las guerras, hoy mueren menos personas por violencia humana que por obesidad, accidentes de tráfico o suicidio. El miedo a la guerra nuclear hace que los estados poderosos piensen bien antes de meterse en una guerra que sería desastrosa para el planeta.Resumen del libro "Sapiens", muy recomendable. Haz click para leerlo.

El segundo reto es el cambio climático y el desastre ambiental  (contaminación de la agricultura, pérdida de biodiversidad…). “Un agricultor que cultive maíz en Iowa podría, sin saberlo, estar matando peces en el golfo de México”. Homo sapiens ha pasado de ser un asesino ecológico en serie (como explica Harari en su libro Sapiens) a ser un asesino ecológico en masa. “Los científicos están de acuerdo en que las actividades humanas (…) hacen que el clima de la Tierra cambie a un ritmo alarmante. (…) Es fundamental que realmente hagamos algo al respecto ahora”. Harari tiene claro que el nacionalismo no puede sino empeorar la respuesta a este problema, porque las actuaciones “para ser efectivas, tienen que emprenderse a un nivel global”. Harari subraya que la industria de la carne, además del enorme sufrimiento que infringe, “es una de las principales causas del calentamiento global, una de las principales consumidoras de antibióticos y venenos, y una de las mayores contaminadoras de aire, tierra y agua” (producir 1 kilo de carne puede consumir 15.000 litros de agua).

El tercer reto es la disrupción tecnológica (biotecnología e infotecnología). A muchos nacionalistas les gustaría volver a tiempos pasados, pero eso es algo imposible. Estos tres retos pueden servir para “forjar una identidad común” que permita afrontar los riesgos. Por supuesto, queda espacio para “ese patriotismo que celebra la singularidad de mi nación y destaca mis obligaciones especiales hacia ella”. Harari ve claro que debemos “globalizar nuestra política”, lo cual no implica necesariamente un gobierno global, sino que todos los gobiernos (nacionales o de ciudades) “den mucha más relevancia a los problemas y los intereses globales”. Por ejemplo, recientemente muchas ciudades se han propuesto muchos retos en el llamado Pacto de Milán, como por ejemplo reducir el consumo de carne.

8. Religión: ¿Una ayuda para la unión del mundo o un inconveniente?

¿Pueden las religiones ayudar a resolver los problemas? Para Harari hay tres tipos de problemas —técnicos, políticos y de identidad— y las religiones solo pueden ayudar en el último tipo. Precisamente porque no ofrecen soluciones interesantes a los dos primeros tipos de problemas, “la autoridad religiosa ha estado reduciéndose”. Por ejemplo, cada vez menos gente acude a la religión ante problemas de salud, y si acude, lo hace después de acudir a la ciencia. A nivel político tampoco la religión ofrece alternativas globales a los retos actuales. De hecho, en muchos casos se desoye la religión cuando están en juego intereses políticos. Harari dice que “aunque algunas de las cosas que dijo Jesús suenan a comunismo total, (…) buenos capitalistas norteamericanos seguían leyendo el Sermón de la Montaña sin apenas darse cuenta”. Otras veces es la religión la que intenta meterse en política, con escaso éxito. Tal es el caso de la encíclica “ecológica” del Papa Francisco, “Laudato Si” (véase aquí un resumen sobre ella).

Las religiones determinan quiénes somos y quiénes son los demás. Es aquí donde la religión puede jugar un papel importante. Las religiones continuarán siendo importantes y pueden contribuir a la unión del mundo pero, como el nacionalismo, en demasiados casos lo que hacen es dividir y generar hostilidades.

9. Inmigración: La discriminación por la cultura genera injusticias

“Aunque la globalización ha reducido muchísimo las diferencias culturales en todo el planeta, a la vez ha hecho que sea más fácil toparse con extranjeros y que nos sintamos molestos por sus rarezas”. Pero las migraciones son naturales en el hombre a lo largo de toda su historia, y hoy el problema más grave está en Europa. La Unión Europea ha conseguido convivir con las diferencias entre los distintos países pero tiene problemas para convivir con todos los inmigrantes y refugiados que llegan.

Para Harari, “mientras no sepamos si la integración es un deber o un favor, qué nivel de integración se exige a los inmigrantes y con qué rapidez los países anfitriones deben tratarlos como ciudadanos de pleno derecho, no podremos juzgar si las dos partes cumplen sus obligaciones”. Pero si esa evaluación se hace de forma colectiva pueden generarse injusticias. Por otra parte, cada cultura tiene distinto nivel de aceptación a otros. Harari resalta que “Alemania ha acogido a más refugiados sirios de los que han sido aceptados en Arabia Saudí”.

Harari dice que la gente “lucha contra el racismo tradicional sin darse cuenta de que el frente de batalla ha cambiado”, porque ahora hay discriminación por la cultura (que este autor llama «culturismo»). Así, muchas veces se culpa a los inmigrantes de tener una cultura y valores no adecuados, pero por otra parte, “en muchos casos, hay pocas razones para adoptar la cultura dominante y en muchos otros se trata de una misión casi imposible”, pues podría, por ejemplo, requerir un nivel económico o educativo imposible de alcanzar por las clases inferiores (sean o no inmigrantes). Los dos grandes problemas de la discriminación por la cultura son:

  1. Usan afirmaciones generales, poco objetivas, que evalúan una cultura como superior a otra, sin hacer una valoración completa y objetiva.
  2. Discriminan a individuos concretos en base a esas afirmaciones generales.

“Si 500 millones de europeos ricos no son capaces de acoger a unos pocos millones de refugiados pobres, ¿qué probabilidades tiene la humanidad de superar los conflictos de mucha más enjundia que acosan a nuestra civilización global?”. “La humanidad puede dar la talla si mantenemos nuestros temores bajo control y somos un poco más humildes respecto a nuestras opiniones”.

10. Terrorismo: los terroristas son débiles y su arma es el miedo

Los terroristas “matan a muy pocas personas, pero aún así consiguen aterrorizar a miles de millones”. Desde el 11-S los terroristas han matado anualmente a unas 50 personas en la UE, 10 en EE.UU…. y hasta 25.000 en el mundo (principalmente en Irak, Afganistán, Pakistán, Nigeria y Siria). “En comparación, los accidentes de tráfico matan anualmente a unos 80.000 europeos, 40.000 norteamericanos (…) y 1,25 millones de personas en todo el mundo”. Por su parte, la contaminación atmosférica mata a unos 7 millones y nuevas formas de contaminación nos invaden con efectos desconocidos.

“Existe una desproporción asombrosa entre la fuerza real de los terroristas y el miedo que consiguen inspirar”, pero ellos son débiles. Si tomamos conciencia de su debilidad, ellos serán aún más débiles, porque su mayor poder radica en el miedo que generan. Por supuesto, los gobiernos y los medios de comunicación deben luchar contra el terrorismo e informar, pero evitando la histeria. “El dinero, el tiempo y el capital político invertido en luchar contra el terrorismo no se han invertido en luchar contra el calentamiento global, el sida y la pobreza; en aportar paz y prosperidad al África subsahariana, o en forjar mejores vínculos” entre las naciones del mundo.

11. Guerra: hoy se pierde más con las guerras de lo que se gana

El militar japonés Tojo fue el culpable de que Japón se metiera en la Segunda Guerra Mundial. Sus malas decisiones generaron millones de muertos. Fue juzgado por un tribunal internacional y condenado a muerte en la horca.“Las últimas décadas han sido las más pacíficas de la historia de la humanidad” (ver datos). Antiguamente, ganar una guerra era un símbolo de prosperidad pero las cosas han cambiado. Hoy las guerras no traen prosperidad, sino miseria, porque “los principales activos económicos consisten en el conocimiento técnico e institucional más que en los trigales, las minas de oro o incluso los campos petrolíferos, y el conocimiento no se conquista mediante la guerra“. De hecho, tras la Segunda Guerra Mundial, las potencias derrotadas prosperaron como nunca antes (Alemania, Japón…). La guerra fue producto de un “error de cálculo”. Pensaron que sin nuevas conquistas estaban condenados al estancamiento económico, pero se equivocaron. Por todo esto, las nuevas guerras merecen menos la pena, pero Harari nos advierte de que no podemos confiarnos, pues “los humanos son propensos a dedicarse a actividades autodestructivas”. Y dado que un detonante de la guerra es el sentimiento de superioridad, Harari recomienda “una dosis de humildad”.

12. Humildad: ¿Y si aprendemos más de las demás culturas?

“La mayoría de la gente suele creer que es el centro del mundo y su cultura, el eje de la historia”. Pero no es así. La historia de la humanidad empezó mucho antes que las culturas actuales y continuará, tal vez, tras ellas. Harari dice que su pueblo, los judíos, “piensan también que son lo más importante del mundo”, para luego pasar a desmontar punto por punto esa “desfachatez”, desde el origen de la ética hasta las importantes contribuciones científicas de los judíos. Con respecto a lo primero, “todos los animales sociales, como lobos, delfines y monos, poseen códigos éticos, adaptados por la evolución”, así como sentimientos que muchos atribuyen solo a humanos. Además, Buda, Mahavira o Confucio crearon sistemas morales anteriores al judaísmo. Por tanto, “humanos de todas las creencias harían bien en tomarse más en serio la humildad”.

13. Dios: ¿Quién dice lo que es correcto?

Dios puede verse como un enigma del que “no sabemos absolutamente nada”, o bien, como un “legislador severo y mundano, acerca del cual sabemos demasiado”, pues se han escrito bibliotecas enteras, y se ha usado el nombre de Dios para justificar intereses de todo tipo. Aunque las religiones pueden generar amor y paz, también han generado odio y violencia y por eso, para Harari no son estrictamente necesarias, pues la moral se puede justificar sin acudir a Dios. “Hacer daño a los demás siempre me hace daño también a mí”, porque antes de hacer algo mal hay un sentimiento interno que hace daño: “antes de que matemos a alguien, nuestra ira ya ha matado nuestra paz de espíritu”.

14. Laicismo: Ser responsables sin que lo mande Dios

El laicismo no es rechazar todo lo espiritual, sino no confundir verdad con fe, no santificar ningún libro, persona o grupo como poseedores de la verdad absoluta. Y también es el compromiso con la compasión y la comprensión del sufrimiento. Por ejemplo, “la gente secular se abstiene del homicidio no porque algún libro antiguo lo prohíba, sino porque matar inflige un sufrimiento inmenso a seres conscientes”. Es mejor encontrar la motivación en la compasión que en la obediencia divina. Pero el laicismo también se encuentra con dilemas complejos y, en tal caso, “sopesan con cuidado los sentimientos de todas las partes”. El laicismo también valora la responsabilidad: “En lugar de rezar para que ocurran milagros, necesitamos preguntar qué podemos hacer nosotros para ayudar”.

15. Ignorancia: A la gente no le gustan los hechos reales

Sócrates, el defensor de la necesidad de reconocer nuestra ignoranciaLos humanos nos movemos en la ignorancia y en la irracionalidad. “La mayoría de las decisiones humanas se basan en reacciones emocionales y atajos heurísticos más que en análisis racionales. (…) No solo la racionalidad es un mito: también lo es la individualidad. Los humanos rara vez piensan por sí mismos. Más bien piensan en grupos. (…) Es probable que bombardear a la gente con hechos y mostrar su ignorancia individual resulte contraproducente. A la mayoría de las personas no les gustan demasiado los hechos y tampoco parecer estúpidas”. Más aún, los poderosos en vez de aprovechar su poder para obtener una mejor visión de la realidad, suelen emplearlo en distorsionar la verdad. Así, los que buscan la verdad deben alejarse del poder y permitirse “la pérdida de mucho tiempo vagando por aquí y por allá en la periferia” y como hizo Sócrates, “reconocer nuestra propia ignorancia individual”.

16. Justicia: ¿Somos responsables de las injusticias de las empresas?

“Nuestro sentido de la justicia podría estar anticuado”. Dependemos de una red alucinante de lazos económicos y políticos, hasta el punto de costarnos responder preguntas sencillas como de dónde viene mi almuerzo. ¿Podemos ser inocentes de las injusticias que generan las multinacionales? Harari afirma que es erróneo tener en cuenta solo las intenciones sin hacer un esfuerzo sincero por saber lo que se esconde. Pero también sostiene que “el planeta se ha vuelto demasiado complicado para nuestro cerebro de cazadores-recolectores“. “Padecemos problemas globales, sin tener una comunidad global” y por tanto, entender bien tales problemas es misión imposible. Por eso, mientras unos simplifican la realidad para hacerla abarcable, otros se centran en alguna historia conmovedora olvidando los demás datos, otros inventan teorías conspiratorias, y otros depositan su confianza en algún líder o teoría, porque “la complejidad de la realidad se vuelve tan irritante que nos vemos impelidos a imaginar una doctrina que no pueda cuestionarse” y que nos dé tranquilidad, aunque difícilmente proporcione justicia.

17. Posverdad: Los poderosos siempre mienten

Estamos rodeados de mentiras y ficciones, pero la desinformación no es nada nuevo. El autor comenta varios casos de mentiras históricas, como los relatos falsos de asesinatos rituales por parte de judíos en la Edad Media, lo cual costó la vida a muchos judíos inocentes.

Si el ser humano es capaz de matar por una causa, ¿cómo no va a ser capaz de mentir? De hecho, como explica Harari en su libro anterior, el ser humano conquistó el planeta gracias a su capacidad de crear ficciones. Cuando un grupo cree en las mismas ficciones, son capaces de cooperar de manera eficaz. “Cuando mil personas creen durante un mes algún cuento inventado, esto es una noticia falsa. Cuando mil millones de personas lo creen durante mil años, es una religión, y se nos advierte que no lo llamemos «noticia falsa» para no herir los sentimientos de los fieles”. Pero Harari aclara que no niega “la efectividad ni la benevolencia potencial de la religión”. Las religiones inspiran buenas y malas acciones.

Una de las mentiras más aceptadas en la actualidad procede de los anuncios de las marcas comerciales. Nos cuentan repetidamente un relato hasta que la gente se convence de que es la verdad. Por ejemplo: ¿con qué se asocia la Coca-Cola? ¿Con jóvenes divirtiéndose o con pacientes con diabetes y sobrepeso en un hospital? Beber Coca-Cola aumenta la probabilidad de padecer obesidad y diabetes, y no nos va a hacer jóvenes . ¿Ha funcionado el relato falso que nos cuenta Coca-Cola en su publicidad?

Harari asegura que “si queremos poder, en algún momento tendremos que difundir ficciones”, pues la verdad no siempre gusta a todos. “Como especie, los humanos prefieren el poder a la verdad. Invertimos mucho más tiempo y esfuerzo en intentar controlar el mundo que en intentar entenderlo”. Por eso, “es responsabilidad de todos dedicar tiempo y esfuerzo a descubrir nuestros prejuicios y a verificar nuestras fuentes de información”. Harari ofrece dos reglas para evitar el lavado de cerebro: a) “Si el lector consigue las noticias gratis, podría muy bien ser él el producto”. b) “Haga el esfuerzo para leer la literatura científica relevante”, pues la ciencia suele ser objetiva. Y por eso hace un llamamiento a los científicos a hacer oír su voz cuando el debate caiga dentro de su campo.

18. Ciencia ficción: No te puedes librar de la manipulación, pero tú puedes hacerte feliz a ti mismo

La ciencia ficción es un género artístico que ha de tomar importancia, porque modela lo que la gente piensa sobre cuestiones tecnológicas, sociales y económicas de nuestra época, dado que poca gente lee los artículos científicos. Muchas películas de este género, como Matrix, reflejan el miedo a estar atrapado y manipulado y el deseo de liberarse. Sin embargo, “la mente nunca está libre de manipulación”. Por ejemplo, las películas de Hollywood socavan el subconsciente creando paradigmas de lo bueno y lo correcto. Pero cuanto experimentamos en la vida se halla dentro de nuestra mente y nosotros mismos podemos manipularlo también. O sea, no podemos librarnos de la manipulación, pero tampoco necesitamos ir a Fiyi para sentir la alegría.

En la novela Un mundo feliz, Aldous Huxley describe una sociedad idílica, sin sufrimiento ni tristeza. Todo el mundo es virtuoso gracias a soma, una droga que consigue volver a la gente paciente y sin problemas. La gente sabe lo que tiene que hacer y lo hace sin esfuerzo. Es una sociedad libre de mosquitos. Pero hay un personaje, El Salvaje, que se queja alegando que la sociedad se libra de todo lo desagradable en vez de aprender a soportarlo. El Salvaje, reclama su derecho a ser libre con todas las consecuencias y el líder le dice que lo que está reclamando es el derecho a ser desgraciado, a enfermar, a vivir con incertidumbre, a sufrir hambre, miedo… El Salvaje asiente y entonces le permiten salirse de la sociedad para vivir como un ermitaño, un bicho raro en una sociedad que no le entiende y que le lleva a un triste final.

19. Educación: Conócete a ti mismo mejor que los algoritmos

Lo único que podemos asegurar del futuro es que habrá grandes cambios en poco tiempo. ¿Qué debemos enseñar a los jóvenes? Gracias a Internet y a los medios de comunicación, estamos inundados de información, contradictoria casi siempre. En educación, proporcionar más información no es lo más necesario, sino que debemos enseñar a dar sentido a la información y a discriminar lo que es o no importante. Expertos pedagogos recalcan que se deben enseñar «las cuatros CES»: pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad.

Esta necesidad de aprender constantemente y de reinventarnos choca con el hecho de que con cincuenta años “no queremos cambios”. Pero además, enseñar resiliencia, enseñar a aceptar los cambios con equilibrio mental es mucho más difícil que enseñar una fórmula de física. Para Harari, el mejor consejo que dar a los jóvenes es que no confíen demasiado en los adultos, pues aunque tengan buenas intenciones no acaban de entender el mundo.

La invención de la agricultura sirvió para enriquecer a una élite minúscula, al tiempo que esclavizaba a la mayoría de la población. Algo similar podría ocurrir con la tecnología. “Si sabes lo que quieres hacer en la vida, tal vez te ayude a obtenerlo. Pero si no lo sabes, a la tecnología le será facilísimo moldear tus objetivos por ti y tomar el control de tu vida“. Por eso, hoy es más importante que nunca algo que han repetido filósofos desde antiguo: Conócete a ti mismo, “saber qué eres y qué quieres en la vida”. Y hoy eso es más importante que nunca porque ahora hay una competencia seria: multinacionales sin conciencia ética (y partidos políticos) están trabajando duro para usar los algoritmos y el big data para conocerte mejor que tú mismo (cada vez que usas tu teléfono o tu tarjeta estás regalando valiosos datos sobre ti mismo). “Vivimos en la época de hackear a humanos” y “si los algoritmos entienden de verdad lo que ocurre dentro de ti mejor que tú mismo, la autoridad pasará a ellos”. Pero si quieres conservar cierto control de tu existencia, tendrás que conocerte bien y saber cómo liberarte porque… “¿Has visto esos zombis que vagan por las calles con la cara pegada a sus teléfonos inteligentes? ¿Crees que controlan la tecnología, o que esta los controla a ellos?”

20. Significado: ¿Para qué dar sentido a nuestras vidas?

¿Cuál es el sentido de la vida? Eterna pregunta para la que “cada generación necesita una respuesta nueva”. El libro sagrado hindú Bhagavad Gita sostiene que cada ser debe seguir su camino concreto (dharma) y si no se sigue, no se hallará paz ni alegría. Ideologías de todo tipo (religiones, política, nacionalismos…) cuentan un relato para hacer que los suyos se sientan importantes, un relato que da trascendencia a sus vidas pero que siempre tiene contradicciones que evitan aclarar. Los nacionalistas, por ejemplo, suelen centrarse solo en el valor de su nación pero no suelen aclarar el porqué de esa superioridad. Para Harari, los relatos que cuentan esas corrientes de pensamiento son invenciones humanas y siempre tienen errores. Sin embargo, esas invenciones humanas nos han permitido colaborar entre nosotros y montar sociedades complejas que podrían desmoronarse si todos nos damos cuenta de que esos relatos son falsos: “La mayoría de los relatos se mantienen cohesionados por el peso de su techo más que por la solidez de sus cimientos” (y el peso del techo representa el peligro que hay al mostrar que los cimientos son débiles).

“Si queremos conocer la verdad última de la vida, ritos y rituales son un obstáculo enorme”. Los ritos solo sirven para ayudar a mantener relatos falsos, pero también cierta armonía y estabilidad social. “Una vez que sufrimos por un relato, eso suele bastar para convencernos de que el relato es real”, porque el sufrimiento es de las cosas más reales que existen. Dado que a la gente no le gusta admitir que es tonta, cuanto más se sacrifica por una causa, más se fortalece su fe en ella. También se usa el sufrimiento hacia los demás, y dado que a la gente no le gusta admitir que es cruel, también fortalece la fe en una causa el hacer sufrir a los demás por ella. Ese “sufrimiento” (o esfuerzo) puede ser de muchos tipos: corporal, dedicación de dinero o tiempo… Harari pregunta: “¿Por qué cree el lector que las mujeres piden a sus amantes que les regalen anillos de diamantes?”. Creen que cuanto mayor es el sacrificio mayor es el compromiso. Por todo esto, los embaucadores adoran las palabras sacrificio, eternidad, pureza, redención…

Para dar sentido trascendente a la vida, algunos se centran en dejar tras la muerte algo tangible (un poema, genes…), pero puede ser complicado y, al fin y al cabo, ni siquiera el planeta es eterno (dentro de 7.700 millones de años el Sol absorberá la Tierra y el fin del universo llegará, aunque tarde al menos 13.000 millones de años). Con ese panorama, Harari se pregunta: “¿No será suficiente con que hagamos que el mundo sea un poco mejor? Podemos ayudar a alguien, y ese alguien ayudará a continuación a alguna otra persona, y así contribuiremos a la mejora general del mundo y seremos un pequeño eslabón en la gran cadena de la bondad“. En el fondo, el amor es más seguro que los demás relatos.

La gente corriente suele creer en varios relatos a la vez, sentir distintas identidades, y muchas veces hay contradicciones importantes, porque en el fondo no están convencidos de su propias creencias. La historia está llena de estas “disonancias cognitivas”. Un ejemplo son los que han ido a la guerra para defender el cristianismo, religión del amor. Pero aún hoy día hay muchos cristianos que se oponen a las políticas de bienestar social, que se oponen a ayudar a los inmigrantes o que apoyan las armas, por ejemplo. También es fácil encontrar gente que se lamenta de la injusta distribución de la riqueza pero tienen inversiones en bolsa, cuando es bien sabido que invertir en bolsa genera injusticias y desigualdad (y si tu banco no es ético también estás colaborando con sucios negocios).

Nuestros deseos nos llevan a actuar y Harari sostiene que somos libres para elegir nuestras acciones, pero no nuestros deseos. Muy poca gente es la que controla sus pensamientos. Para la mayoría, los pensamientos vienen y van de forma caótica y descontrolada. Algunas religiones enseñan a controlar la mente. Buda enseño que hay tres realidades básicas del universo: que todo cambia sin cesar, que no hay nada eterno y que nada es completamente satisfactorio. Aceptando esto, el sufrimiento cesa: “según Buda la vida no tiene sentido, y la gente no necesita crear ningún sentido”. El consejo de Buda es: «No hagas nada. Absolutamente nada». “Todo problema radica en que no paramos de hacer cosas” (física o mentalmente). No hacer nada es conseguir que la mente tampoco haga nada.

21. Meditación, para conocernos mejor

Haz click para aprender la bases teóricas e históricas del hinduísmo, la meditación, el tantra, el yoga...En el último capítulo, el autor nos cuenta su experiencia personal aclarando que no tiene porqué funcionar bien a todo el mundo. Casi por casualidad, descubrió la meditación Vipassana (introspección) que, simplificando, consiste en centrar la atención en algo concreto, como el aire que entra y sale por la nariz. La gente corriente es incapaz de mantener esta atención de forma prolongada y Harari confiesa que al instante perdía la concentración. El objetivo de esta meditación es observar las sensaciones personales. Cuando uno se enfada se centra en pensar en el objeto que supuestamente provoca el enfado y no la realidad sensorial. Harari dice que aprendió más cosas sobre sí mismo y los humanos observando sus sensaciones en diez días que durante el resto de su vida hasta ese momento y, además, sin tener que aceptar cuentos o mitologías. Basta solo con observar la realidad como es.

El origen del sufrimiento está en la propia mente. Cuando deseamos que ocurra algo y no ocurre, generamos sufrimiento. Es una reacción de la mente. Es la mente la que provoca el sufrimiento. “Aprender esto es el primer paso para dejar de generar más sufrimiento”. La meditación es cualquier método de observación directa de nuestra propia mente y, aunque la han usado muchas religiones, la meditación no es necesariamente religiosa. La meditación Vipassana advierte que no se debe practicar solo como búsqueda de experiencias especiales, sino para comprender la realidad de nuestra propia mente, aprovechando todo tipo de sensaciones por simples que sean (calor, picor…).

Meditar te ahorrará tus sufrimientosHarari dice que medita dos horas diarias y que le ayuda al resto de tareas del día. Además, recomienda meditar para conocernos a nosotros mismos, antes de que los algoritmos decidan por nosotros quiénes somos realmente.

♥ Información relacionada:

  1. Lee otros libros resumidos, para captar su esencia en poco tiempo.
  2. De Yuval Noah Harari:
  3. Dos Erres URGENTES: Renta básica y Reducción de la jornada laboral.
  4. Máquinas y robots nos quitan el empleo pero mejoran nuestra vida.
  5. Crisis ecológica, conocimiento y finitud: Fracaso del ser humano como ser racional.
  6. HINDUISMO: Upanishad, Bhagavad Gîtâ, yoga y tantra, meditación, iluminación y mucho más.

Meditar, una de las cosas más sostenibles. Meditación por los bosques del planeta

Meditar bajo los árbolesUna de las cosas más respetuosas con la naturaleza es no hacer nada, a ser posible, ni siquiera pensar. Solo observarse a uno mismo es un ejercicio sano y sostenible. Se puede llamar meditar.

Si vas por la vida corriendo, frena. Si nunca te detienes, detente ahora. Si crees que tú no dañas a la naturaleza, escucha tu mente. Si crees que estás despierto, cierra los ojos un momento.

El escritor Yuval N. Harari descubrió la meditación por casualidad y, tras muchos intentos fracasados, quedó fascinado. En uno de sus libros explica que la meditación no tiene que asociarse a ninguna religión y que, en definitiva, la meditación es cualquier método de observación directa de nuestra propia mente. Es muy útil porque el origen del sufrimiento está en la propia mente. Cuando deseamos que ocurra algo y no ocurre, generamos sufrimiento. Es una reacción de la mente. Es la mente la que provoca el sufrimiento. “Aprender esto es el primer paso para dejar de generar más sufrimiento”. Los humanos somos máquinas de generar sufrimiento, empezando por nosotros mismos, y parar esto es más fácil de lo que pueda parecer.

El místico indio Deepak Chopra dejó escrito: “Actualmente, la felicidad de las personas depende de que otro sea infeliz (por pobreza, explotación, guerra, crimen y división de clases), o bien de que cerremos los ojos ante la fragilidad de la felicidad actual frente a un cambio en el futuro”. Y daba una salida: “Una antigua manera de ser feliz ha llevado al mundo al borde del abismo; una nueva manera de ser feliz puede salvarlo (…). La contribución más importante que puedo hacer para la sanación de nuestro planeta es ser feliz. Al propagar esa felicidad allá donde vaya, suscito una respuesta sanadora. Es fundamental comprender que nada de esto exige hacer algo especial (…). Mientras más intensa sea tu felicidad, mayor será su efecto sanador” (cfr. La receta de la felicidad).

Decía Pablo d’Ors en su Biografía del silencio, que vivimos muy dispersos y que la meditación nos ayuda a recuperar la niñez perdida. Los niños saben vivir el presente, especialmente cuando juegan. Para este sacerdote, uno de los efectos de la meditación es que “no quieres hacer daño a nada ni a nadie porque te das cuenta de que en primera instancia te dañarías a ti mismo”. Meditando aprendemos a ser más indiferentes a nuestros apegos y a nuestras aversiones, eso que nos agrada o nos desagrada. Conseguiremos aceptar mejor la realidad y dejar de manipular lo externo para intentar acomodarlo a nuestros gustos e intereses. Para él, meditar no es dejar la mente sin pensamientos, sino contemplarlos y ver cómo vienen y van mientras tú eres otra cosa. Otras frases sobre la meditación de este último libro son:

  • “Casi todos los frutos de la meditación se perciben fuera de la meditación”. Esos frutos son, por ejemplo, una mayor aceptación de la vida tal cual es, más serenidad y benevolencia, más felicidad, más madurez, “capacidad de asumir las propias responsabilidades”… y también “un superior aprecio a los animales y a la naturaleza”.
  • Cuanto menos somos, más queremos tener. La meditación enseña, en cambio, que cuando no se tiene nada, se dan más oportunidades al ser. Es en la nada donde el ser brilla en todo su esplendor. Por eso, conviene dejar de una vez por todas de desear cosas y de acumularlas; conviene comenzar a abrir los regalos que la vida nos hace para, acto seguido, simplemente disfrutarlos. La meditación apacigua la máquina del deseo y estimula a gozar de lo que se tiene”.
  • “Todo lo que haces a los demás seres y a la naturaleza te lo haces a ti”.
  • “El mejor modo de ayudar a los demás es siendo uno mismo”.
  • “Gracias a la meditación se aprende a no querer ir a ningún lugar distinto a aquel en que se está (…) [y] la verdadera dicha es algo muy simple. (…) No hay que inventar nada, sino recibir lo que la vida ha inventado para nosotros; y luego, eso sí, dárselo a otros. Los grandes maestros son, y no hay aquí excepciones, grandes receptores”.
  • “Más de un ochenta por ciento de nuestra actividad mental —y es probable que me haya quedado corto en esta proporción— es totalmente irrelevante y prescindible, más aún, contraproducente”.

¡Qué razón tiene al decir que el principal de los ídolos del ser humano es el bienestar! Nos obsesionamos por vivir bien, por nuestra comodidad, por huir del sufrimiento… y nos perdemos vivir. “La tristeza y la desgracia están ahí para nuestro crecimiento”, para aprender a no resistirnos a la realidad y ser, así, felices con las cosas como son.

En definitiva, hay muchos motivos para meditar, pero lo mejor es no esperar nada, y dejarse sorprender por el silencio. Si esperas algo concreto, seguramente quedarás defraudado.

Para terminar, recomendamos el libro El puente donde habitan las mariposas en el que Nazareth Castellanos nos empuja a buscar nuestra mejor versión; y también proponemos esta extraña meditación por los bosques. Es extraña porque no se debe meditar “por” nada, ni “para” nada, pero aún así, la transformación sucede:

♥ Nota: Lee otras citas de los grandes personajes aludidos en este artículo (y de otros).

♥ Transcripción de la meditación por los bosques:

Siéntate o túmbate relajadamente… Adopta una postura cómoda, con la espalda recta. Cierra tus ojos suavemente. Visualiza cómo tu cuerpo se relaja empezando por los dedos de los pies… La relajación va subiendo por los tobillos, espinillas, rodillas, muslos, caderas, abdomen, tórax, brazos, manos, cuello, mandíbula inferior… hasta la cabeza completa.

Ahora vamos a iniciar un camino transformador… Imagina que estás en un bosque. Hay una brisa apacible… vas caminando por un sendero y los árboles te transmiten su fuerza, su energía, su paz, su calma… Aumenta ahora tu capacidad de observación. Fija tu atención en un árbol concreto. Examínalo en detalle: su tronco, sus raíces que asoman parcialmente entre la tierra, sus ramas, sus hojas… tal vez sus flores o frutos… ¿No notas algo extraño? Sí, estas sintiendo también su tristeza… y te preguntas por qué.

Te acercas y sientes que está llorando… son lágrimas de resina. No es solo una herida física… es pena por todo lo que sufren los árboles y los bosques.

El lugar sigue siendo tranquilo… Con plena paz, decides contactar con un árbol majestuoso para que te cuente el motivo de su tristeza. Lo miras y sientes una especial conexión con él. No necesitas abrazarlo, pues solo estar junto a él te transmite su calma, pero también su tristeza. Y tú le preguntas… ¿por qué lloras?

Y él contesta muy tranquila y pausadamente:

—Lloro por todo lo que sufren mis hermanos los bosques y mis hermanos los animales. Por todo el mundo el ser humano está arrasando los bosques, talándolos o quemándolos, para hacer campos de cultivo, carreteras, edificios… El ser humano no necesita plantar tanto. Casi toda esa comida la usa para alimentar ganado que, como esclavos, viven encerrados hasta que engordan lo suficiente para morir. También se pierden bosques porque los humanos comen muchos productos procesados con aceite de palma. Se eliminan bosques para plantar palmeras, y desaparece así el hogar de animales tan escasos como el orangután. No es solo eso —sigue diciendo el árbol—, en las ciudades también se maltratan a los árboles: algunos se talan sin pensar en todo lo que aportan a la ciudad, otros se podan en exceso sin pensar en el daño que se le hace al árbol. Las ciudades serían más acogedoras con muchos árboles. Se respiraría mejor, habría menos ruido, más salud…

Un silencio largo suspende la explicación…

El árbol te mira y siente también tu tristeza, pero también intuye que quieres saber más, por lo que continúa hablando:

—Se pierden bosques también para plantar eucaliptos, un cultivo para la industria papelera. En los cultivos se pierde biodiversidad, se pierden muchas especies… Personas que vienen a disfrutar de los bosques, dejan su basura, sus latas, sus plásticos… contaminando así el suelo, los ríos y los mares. También contaminan los cazadores con sus balas y su ruido. Matar a un animal salvaje no es respetar la vida. Es un atentado contra la Naturaleza, salvo que no tengas otra cosa que comer. Los animales no son trofeos para adornar o para presumir. Amigo… también se pierden bosques extrayendo del subsuelo materiales que los humanos quieren: oro, petróleo, minerales…

Te sientes en comunión con ese árbol, y con todo el bosque… Y todo el bosque siente tu compromiso para ayudarles:

  • Decides no comprar más carne, porque ahora sientes el impacto directo en los bosques del mundo.
  • Decides comprar menos cosas, porque para fabricar casi todo se emplea petróleo y minerales. Evitaremos también las cosas con plástico de usar y tirar.
  • Decides no cazar y no comer nada que provenga de la caza.
  • Decides no comprar alimentos con aceite de palma o sus derivados.
  • Decides gastar menos productos de papel, incluyendo cosas como papel higiénico.
  • Decides defender los árboles en las ciudades y pedir que se planten más.
  • Decides entender que casi todo lo que hacemos influye en los bosques y en los árboles, cercanos o lejanos.

El bosque ha entendido tu compromiso y deja de llorar… Empieza a sonreír. Lo sientes y tú también dibujas una suave sonrisa mientras te despides.

Abre los ojos lentamente, cuando te parezca bien… Siente en tu corazón una transformación especial que no tienes que explicar ni definir. Algo ha cambiado. Tú has cambiado y te sientes bien con el cambio. Te sientes más fuerte, con más energía y con más motivación para llevar una vida feliz y respetuosa con los bosques y con los animales.

♣ Más sobre bosques y árboles:

  1. Bosques, siempre sorprendentes.
  2. Libro Los árboles te enseñarán a ver el bosque, de Joaquín Araújo (resumen).
  3. Costa Rica, un ejemplo a seguir: renovables, bosques, autobuses eléctricos…
  4. ¿Sabías que los BOSQUES curan? — 4 reportajes cortos que no puedes perderte.
  5. Giono y los Árboles (inspiradora historia).
  6. Breve guía para plantar árboles.
  7. Los árboles nos miran y no nos entienden.
  8. Podar los árboles acorta su vida.

Libro Nexus, de Yuval Noah Harari (resumen)

Afamado escritor y autor de varias obras ya analizadas en Blogsostenible, como son Sapiens y 21 lecciones para el siglo XXI, Yuval Noah Harari tiene el don de enlazar conceptos dispares de forma brillante y contarlo de manera simple.

Nexus (Penguin Random House, 2024) es la historia de las redes de información que el humano ha tejido, desde la Edad de Piedra hasta la Inteligencia Artificial (IA). Para Harari, la información puede ser vista de dos formas, ambas erróneas:

  1. Idea ingenua de la información. Supone que tener información nos permite alcanzar la verdad y, con ello, la sabiduría y el poder. Según esto, la mayoría de los problemas se resolverían recabando más datos. Por supuesto, puede haber errores (fallos científicos o desinformación intencionada, por ejemplo), pero esta idea supone que esos errores se resuelven con más datos. Harari denuncia que a pesar de la ingente cantidad de información científica que tenemos, «seguimos arrojando a la atmósfera gases de efecto invernadero, contaminamos ríos y mares, talamos bosques, destruimos hábitats enteros, condenamos a innumerables especies a la extinción y ponemos en peligro los cimientos ecológicos de nuestra especie». Es decir, tener suficiente información no ha resuelto el problema. No tiene que haber relación entre información y verdad. Por ejemplo, la música o el ADN no representan la realidad. Por eso, es ingenua la idea de que tener más información es siempre mejor.
  2. Idea populista de la información. Esta visión considera que la información es un arma (para conseguir poder, por ejemplo). Hay populistas de izquierda y de derecha; y ambos desprecian la ciencia, porque intentan encontrar una verdad razonable y universal. La ciencia no es una búsqueda personal, sino un trabajo colaborativo que requiere consenso y validación. Además, a veces se ensalza una religión como si ella tuviera una verdad absoluta. De esta forma, los líderes se presentan como mensajeros de Dios, aunque su vida, sus palabras y sus obras se contradigan sistemáticamente (Donald Trump es uno de los mejores ejemplos).
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La herramienta más revolucionaria creada por el ser humano, la IA, «puede destruir nuestra civilización». La IA «es la primera tecnología de la historia que puede tomar decisiones y generar nuevas ideas por sí misma»; puede sustituir a los humanos y dirigir el futuro hacia escenarios que no querríamos elegir. Por eso, Harari se pregunta si podemos confiar en los algoritmos informáticos para tomar decisiones sensatas y construir un mundo mejor. La IA es un complejo algoritmo ejecutado en un buen ordenador con millones de datos. En definitiva, «la información no es la materia prima de la verdad, pero tampoco es una simple arma».

Relatos ficticios que crean una realidad

Resumen del libro

Lee también un resumen de este otro libro de Harari.

Lo importante de la información es su capacidad de conectar. No importa si la información es cierta o falsa. La Alemania nazi, la URSS o la Biblia tienen clamorosos errores científicos y, sin embargo, movilizaron a millones de humanos. Y tampoco importa la realidad. Por ejemplo, para muchos cristianos es blasfemia que se cuestionen algunos de los relatos que se han contado sobre Jesús, aunque haya argumentos muy interesantes para hacerlo. Harari llama a eso creer en un «relato», lo cual consigue que los humanos colaboren entre ellos sin conocerse (cosa que no hacían los neardentales). Esto tiene aplicaciones prácticas. Las grandes empresas han entendido bien la forma de funcionar de los humanos. Así, crean «marcas» que cuentan relatos sin importar la relación con lo que venden. Harari pone el ejemplo de Coca-Cola. Sus anuncios no venden una bebida azucarada que provoca múltiples enfermedades (diabetes, obesidad, problemas dentales…), además de ingentes daños ambientales (plásticos, transportes…). Venden diversión, felicidad y juventud, aunque sea falso. Ocultar la verdad les funciona.

Otro ejemplo: como israelita, Harari conoce bien la tradición judía. Cuenta que en la Pascua judía (la Hagadá) se obliga a que millones de judíos finjan recordar que salieron de Egipto y que vivieron cosas que no vivieron ellos o que «con toda probabilidad nunca ocurrieron». Este rito les permite creer que al ser judíos «pertenecen a la misma familia». Tal vez, por eso, muchos judíos no se atreven a criticar al gobierno de Israel, aunque esté cometiendo un genocidio contra sus vecinos palestinos.

La realidad puede ser objetiva (lo físico, por ejemplo) o subjetiva (los sentimientos: dolor, placer…). Pero además, están las cosas intersubjetivas, las cuales «existen en el intercambio de información» (leyes, dioses, dinero, naciones…). Si no se habla de esas cosas, si no construimos relatos y creemos en ellos, esas cosas dejan de existir o de tener valor. Una nación, afirma, existe solo en la imaginación colectiva, pero eso es incómodo. Es más sencillo creer que un pueblo es el «elegido por Dios». Harari dice que ningún político en Israel cuenta el «sufrimiento infligido a los civiles palestinos por la ocupación israelí». En cambio, apelar al pasado glorioso del pueblo judío hace que sea más fácil conseguir el poder. Es decir, si la verdad es incómoda, los relatos intentan taparla y, en ocasiones, la gente lo aplaude. Algo similar ha ocurrido con la teoría de la evolución de Darwin. Molestos con ella, gobiernos e iglesias han preferido censurarla por miedo a que, de ser verdad, estarían en peligro su poder o el orden.

El poder de los relatos es tan inmenso que ensombrece el que pueda tener la tecnología; y Harari tiene claro que ese poder «no tiene que hacer del mundo un lugar mejor». «La memoria humana a largo plazo está particularmente adaptada a la retención de relatos», además de que se comunican con facilidad. Esta es la ventaja de usar esta técnica (y no otro tipo de datos).

El problema de los relatos es que pueden estar equivocados. ¿Cómo podemos buscar relatos sin errores? Las religiones creen haber encontrado la respuesta: aseguran que sus libros sagrados tienen un origen sobrehumano —divino— y por tanto, están libres de errores. En consecuencia, los humanos no deberían ni modificarlos ni cuestionarlos. Esas teorías pueden parecer bonitas hasta que se intentan demostrar. Por ejemplo, hay bastantes datos históricos que demuestran que los libros sagrados del judaísmo y del cristianismo han sido escritos por humanos y seleccionados por humanos para llegar a la categoría de sagrados, por delante de otros textos con más o similares méritos. Además, las religiones chocan constantemente con la interpretación de los textos sagrados, llegando incluso a mantener contradicciones evidentes. El papa Benedicto XII era abiertamente partidario de quemar a los herejes, aunque nunca negó que Jesús hubiera dicho que amáramos a nuestros enemigos.

Para Harari, la caza de brujas es un «ejemplo extraordinario de un problema creado por la información que empeoró debido a que se acumuló más información». Por supuesto, se trató de información errónea, inventada, manipulada, pero que nadie pudo frenar a tiempo y que los libros ayudaron a divulgar.

Por fortuna, el ser humano también puede crear instituciones que busquen la verdad con honestidad. Un buen ejemplo son las asociaciones científicas que, para Harari, son las auténticas creadoras de la revolución científica, y no gracias a la invención de la imprenta, sino por contar con mecanismos de autocorrección. En ciencia, se pueden cometer errores, pero siempre se está abierto a corregir y a cambiar lo que haga falta. De ahí que suele tener más prestigio quien propone cambios más radicales o encuentra fallos más graves. En cambio, en las religiones suele acaparar más poder el que muestra mayor resistencia a nuevas ideas. Por eso, ideas como el feminismo están abriéndose paso muy lentamente en algunas religiones. Por su parte, el ecologismo ha sido abiertamente abrazado por el papa Francisco (véase su encíclica Laudato Si), pero el sentimiento ecologista no ha calado ni en la jerarquía ni en los fieles, los cuales siguen viajando en avión, abusando del consumo de carne o despilfarrando plásticos de usar y tirar, por citar tres ejemplos innegables.

¿Orden o verdad? ¿Dictadura o democracia?

¿Por qué a veces se prefiere la mentira o no reconocer la ignorancia? Para Harari, ello está relacionado con el mantenimiento del orden. Y advierte: «Si sacrificar la verdad en pro del orden tiene un coste, también lo tiene sacrificar el orden en pro de la verdad».

«Una dictadura es una red de información centralizada que carece de mecanismos de autocorrección sólidos. Una democracia, en cambio, es una red de información distribuida que cuenta con mecanismos de autocorrección sólidos» (aunque no sean perfectos). Estos mecanismos son tales como las elecciones convocadas regularmente, la libertad de prensa, o la separación de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial). Para Harari, «la única opción que no debería ofrecerse en unas elecciones es la de esconder o distorsionar la verdad» (i.e. lanzar bulos). Pone el ejemplo de que no se debe negar el cambio climático ni atacar a quienes sostienen que es real. Ahora bien, si la mayoría lo prefiere, se pueden tomar medidas para consumir combustibles fósiles sin tener en consideración todas las consecuencias (ambientales, para las futuras generaciones, etc.).

La democracia es algo más que celebrar elecciones. De hecho, hay países que celebran comicios y no son democracias (Rusia, Irán, Corea del Norte, Marruecos…). Las preguntas importantes para evaluar la calidad democrática son otras, como qué mecanismos impiden que las elecciones se amañen, si hay libertad para criticar al gobierno, si hay separación de poderes real, etc. Por otra parte, para conseguir democracias (o totalitarismos) a gran escala, hacen falta las tecnologías modernas (radio, televisión, prensa, Internet…). Téngase presente que la comunicación eficiente permite la concentración de información y de poder.

Ordenadores que toman decisiones autónomas

La gran diferencia entre los ordenadores y los inventos anteriores (la radio, la imprenta…) es que los algoritmos pueden tomar sus propias decisiones. Y cada decisión conlleva unas consecuencias. Hoy día, nos dice este autor, «no es extraño que los ordenadores tomen un porcentaje cada vez mayor de las decisiones económicas del mundo».

Otro ejemplo: los algoritmos de Facebook promocionaron en Myanmar mensajes de odio contra los rohinyás, por delante de publicaciones de paz. Eso influyó decisivamente en una oleada de violencia y limpieza étnica (2016). Esos algoritmos estaban pensados para conseguir que las personas usaran Facebook el mayor tiempo posible, para así aumentar las ganancias de la compañía. «La gente no elegía qué ver. Los algoritmos elegían por ellos». Al igual que las publicaciones de paz no fueron consideradas importantes en Myanmar, tampoco lo son normalmente las publicaciones sobre temas medioambientales a nivel global. Y por eso, la información ambiental está siendo arrinconada por las redes sociales corporativas (FB, IG, X, etc.). De ahí que Blogsostenible esté publicando menos en esas redes y ganando presencia en Mastodon.

Ante estos problemas, las compañías tecnológicas se lavan las manos y transfieren la responsabilidad a sus usuarios, a los votantes o a los políticos (lo mismo que hacen, por ejemplo, las compañías del plástico cuando se las culpa de la contaminación). Para Harari, eso son argumentos «ingenuos o hipócritas», porque las compañías son capaces de moldear los deseos de sus usuarios; y de manipular a votantes y políticos (a través de lobbys o publicidad, por ejemplo).

Pero además, la IA que emplean estas empresas puede analizar millones de datos y comprender cómo manipular a las personas. Harari nos indica que «podrían surgir religiones atractivas y poderosas cuyas escrituras las haya compuesto una IA». Ya hay ordenadores que se ganan la confianza de algunos humanos y les crea una sensación de «falsa intimidad». Los algoritmos podrían crear noticias falsas perfectas y divulgarlas de forma óptima para manipular a millones de humanos. Según Harari, «el dominio del lenguaje proporcionará a los ordenadores una influencia inmensa en nuestras opiniones y en nuestra cosmovisión».

En esta nueva era de una «economía basada en datos», la información es tan importante como el dinero y, por eso, Harari propone que «los gigantes tecnológicos deben tributar en los países de los que extraen datos», porque «un sistema tributario que solo sabe gravar dinero pronto quedará obsoleto». Las compañías consiguen datos y ganan dinero con ello. Es justo que tributen por los recursos que obtienen de cada país.

Entre ordenadores, redes sociales, teléfonos inteligentes, cámaras, algoritmos de IA y otros inventos, hay mecanismos para vigilar a los humanos de forma que la privacidad puede ser «completamente aniquilada por primera vez en la historia». Y además, la realidad puede ser muy distorsionada, porque «la información no es la verdad».

Es muy curioso constatar que los algoritmos de YouTube descubrieron lo mismo que los de Facebook: «las salvajadas hacen que la implicación aumente, mientras que la moderación no suele hacerlo». De ahí, por ejemplo, que Jair Bolsonaro llegara al poder en Brasil aupado por varios youtubers divulgadores de bulos. Una circular interna de Facebook demostró que sabían que «los discursos de odio, los discursos políticos divisorios y la desinformación publicada en Facebook y en su familia de aplicaciones afectan a sociedades de todo el mundo» y que «tienen una responsabilidad» en los hechos. Lo sabían, lo saben, y no actúan porque reduciría sus beneficios o porque confían ingenuamente en que al final se impondrá la verdad.

Los magnates de las redes sociales suelen escudarse en defender la libertad de expresión. La realidad es que, en general, es muy fácil distinguir entre lo que es una opinión de lo que son mentiras y odio. Harari sostiene que las redes deben hacer que contar la verdad sea un incentivo. Y para ello, deben «invertir más en la moderación del contenido» (supervisada por humanos). Sin embargo, en el caso de Myanmar, Facebook pagaba por los clics y reproducciones sin que la veracidad puntuara positivamente. «En la década de 2010, los equipos de gestión de YouTube y Facebook recibieron una avalancha de advertencias de sus empleados humanos, así como de observadores externos, acerca del daño que estaban causando los algoritmos, pero los propios algoritmos nunca dieron la voz de alarma».

La importancia de establecer bien el objetivo

«Un desajuste en los objetivos de un ordenador superinteligente podría derivar en una catástrofe de una magnitud sin precedentes» (entiéndase superinteligente más bien como superpotente). Es decir, definir bien el objetivo es tan importante como definir bien los algoritmos. Sin embargo, «por definición no hay manera racional de definir este objetivo final» (de forma clara, no ambigua, ética y con garantías de que no habrá efectos secundarios indeseables). La llamada Regla de Oro (no hacer a los demás lo que no quieras que te hagan a ti; cfr. Mateo 7:12), podría no ser útil en máquinas. Kant (en su Crítica de la Razón Práctica) definió algo similar intentando encontrar reglas intrínsecamente buenas.

«Mientras que los deontólogos se esfuerzan por encontrar reglas universales intrínsecamente buenas, los utilitaristas juzgan las acciones por el sufrimiento y la felicidad que causan». El problema es que no hay forma de medir el sufrimiento (ni la felicidad). Además, algunos utilitaristas podrían permitir un sufrimiento ahora, esperando un bien mayor en el futuro.

La importancia de los datos de entrenamiento

Hoy día, los ordenadores también pueden establecer y controlar entidades intersubjetivas (desde bichos en videojuegos hasta criptomonedas). Ello puede tener ventajas e inconvenientes importantes. Igual que en el caso de las brujas en Europa o de los kulaks en Rusia, los ordenadores pueden crear formas de clasificar a los humanos que otorguen o eliminen privilegios. Ya ha pasado. Por ejemplo, cuando se han usado algoritmos para decidir a qué persona contratar, los ordenadores se han mostrado tan sesgados como los humanos, porque los datos con los que han aprendido lo que es bueno o malo no son datos objetivos. Si hay racismo, machismo o especismo en los datos de entrada de un sistema informático, es seguro que la salida seguirá ese mismo patrón.

«Desembarazarse de los sesgos de los algoritmos puede ser tan difícil como librarnos de nuestros prejuicios humanos». Los ordenadores podrían creer que han descubierto una verdad sobre los humanos, cuando ello podría ser falso o propiciado precisamente por los algoritmos. ¿Le gustan a los humanos las atrocidades y los bulos? ¿O son los algoritmos de las redes sociales los que propician su difusión? Incluso en el caso de que les gusten, ¿es bueno facilitar el acceso a todo lo que nos gusta o es mejor mantener ciertas cosas (como las drogas) al margen?

Para Harari, una solución sería «adiestrar a los ordenadores para que sean conscientes de su propia falibilidad (…) a dudar de sí mismos, a señalar lo que les genera incertidumbre y a obedecer el principio de precaución. Esto no es imposible». Este autor sugiere, además, que «debemos crear instituciones capaces de controlar no solo las debilidades humanas ya conocidas, como son la codicia o el odio, sino también errores completamente ajenos» y advierte: «La tecnología no ofrece una solución a este problema».

Democracias amenazadas

Harari asegura que hay motivos para temer las nuevas tecnologías. No solo por su poder, sino porque los humanos tardan un tiempo en aprender a usar las cosas con sensatez o no lo aprenden. Pensemos que «la Revolución Industrial socavó el equilibrio ecológico global, lo que causó una oleada de extinciones (…). Puesto que parece que todavía somos incapaces de construir una sociedad industrial ecológicamente sostenible, la cacareada prosperidad de la generación humana actual supone costes terribles para otros seres sintientes y para las futuras generaciones humanas».

Para no poner en peligro una democracia, Harari expone cuatro principios básicos:

  1. Benevolencia. La recopilación de información debe usarse para ayudar a los humanos, no para manipularlos. Esto atañe tanto a bases de datos oficiales (datos médicos, de impuestos, etc.) como privadas. Empresas como Google y TikTok ganan millones explotando nuestra información. Muchos usuarios creen que sus servicios son gratuitos, pero en realidad están pagando con sus datos y su privacidad.
  2. Descentralización. Si toda la información se centraliza, aumenta el riesgo de usos peligrosos. Por eso, no se deben cruzar las bases de datos de la policía, con las de hospitales o las de compañías de seguros.
  3. Mutualidad. Si las empresas y los gobiernos democráticos aumentan la vigilancia de los ciudadanos, también se debe tener mayor transparencia sobre los gobiernos y las empresas.
  4. Posibilitar el cambio. Se deben evitar tanto las clasificaciones rígidas (del tipo de las castas en la India) como las manipulaciones extremas (del estilo de los lavados de cerebro de Stalin).

Hitler llegó al poder gracias al descontento general por una crisis que subió las tasas de paro durante tres años. Y sabemos que el mercado laboral del futuro sufrirá grandes cambios: robots, desempleo masivo por sectores, etc. Por esto, es fundamental educar adecuadamente a los jóvenes, no solo en capacidades técnicas, sino también en humanidades, en agroecología, en educación ambiental y, en definitiva, en ser personas, no meros trabajadores.

Profesiones que hoy vemos imposibles de robotizarse podrían serlo dentro de unos años (como el sacerdocio, por ejemplo). Los humanos sabemos que los ordenadores no pueden sentir dolor ni amor, pero las personas pueden llegar a tratarlos como si fueran seres sintientes. Se sabe que cuando establecemos una relación personal tendemos a asumir que el otro ente es consciente. «Así, mientras que científicos, legisladores y la industria cárnica suelen solicitar cargas de prueba imposibles con el fin de reconocer que vacas y cerdos son conscientes, por lo general los dueños de mascotas dan por sentado que su perro o su gato es capaz de amar o sentir dolor. La diferencia radica en que suelen tener una relación emocional con su mascota, mientras que los accionistas de las empresas agrícolas no la tienen con las vacas». En este sentido, recomendamos Hay alguien en mi plato.

«Una democracia tiene que cumplir dos condiciones: debe permitir un debate público y libre sobre cuestiones clave y debe mantener un mínimo de orden social y de confianza en las instituciones». Las redes sociales facilitan el debate, pero también permiten su manipulación. Las redes que pertenecen a empresas (como la red X de Elon Musk) permiten manipular que ciertos mensajes sean silenciados y que otros sean viralizados. Por eso, cada vez son más los ciudadanos que rechazan las redes corporativas y se pasan en masa a redes del fediverso (libres, sin control empresarial, sin publicidad, etc.).

Además, se sabe que en las redes «los bots constituyen una minoría nada desdeñable». Es decir, multitud de programas informáticos están lanzando y apoyando opiniones como si fueran humanos; lo cual contribuye a la manipulación y a la polarización de la sociedad. Los partidos políticos seguramente ya tienen su «ejército de bots capaces de trabar amistad con millones de ciudadanos y de servirse de esta intimidad para modificar su visión del mundo».

Los bots podrían crear lemas pegadizos, manifiestos políticos convincentes, líderes carismáticos y vídeos falsos de personas reales concretas. Harari propone prohibir esos vídeos, así como los bots, porque «la IA puede hacerse pasar por un humano, amenazar con destruir la confianza entre humanos y desgarrar el tejido de la sociedad». El filósofo Daniel Dennett sugiere que los gobiernos tendrían que ilegalizar a los humanos falsos, por las mismas razones que son delitos falsificar dinero y suplantar la identidad de otro humano. Un robot puede ayudar a un médico, pero no debería permitirse que se haga pasar por él.

Para Harari, en varios países del mundo los partidos conservadores están atrayendo líderes radicales que, de hecho, no son conservadores. El ejemplo más claro lo pone en Donald Trump el cual, según cuenta, ha «secuestrado» al partido republicano, rechazando cuestiones que nunca se han puesto en duda: los científicos, el sistema electoral, los servidores públicos, etc. Una posible explicación está en la polarización creada por poderosas corporaciones, que se amparan en la falta de transparencia de sus algoritmos para apoyar ciertas ideologías. Harari advierte: «cuando los ciudadanos pierden la capacidad de entablar una conversación y se ven unos a otros como enemigos, en lugar de como meros rivales políticos, la democracia se vuelve insostenible».

Derecho a una explicación

Hoy día, se pueden usar algoritmos informáticos para multitud de procesos importantes: conceder préstamos, diagnósticos médicos, sentencias judiciales, estrategias financieras… Además, «en la IA, las redes neuronales que avanzan hacia la autonomía son inexplicables». Por ello, se pide «consagrar un nuevo derecho humano, el derecho a una explicación». Cuando un algoritmo (o humano) tome una decisión que afecte a otro, este segundo tendrá derecho a exigir una explicación de la decisión y a ponerla en duda frente a una autoridad humana. Tenemos derecho a saber todo lo que se ha tenido en cuenta y qué peso se ha concedido a cada cosa.

Es probable que las decisiones de la IA sean más justas y tengan en cuenta más factores que las decisiones humanas, pero también pueden estar impregnadas de los prejuicios humanos o de tomar en consideración datos irrelevantes. Y además, también pueden generar monopolios. «En 2023, Google controlaba el 91,5% del mercado global de búsquedas». Y como tiene a su disposición más datos que nadie, puede (supuestamente) adiestrar y mejorar sus algoritmos mejor que nadie.

Los dictadores también podrían caer en el error de confiar demasiado en una IA. Dado que el software puede cometer los mismos errores que los humanos, no sería raro encontrar que sugieren, por ejemplo, acabar con los opositores (que podría incluir al propio dictador).

Otros riesgos de la IA: división, desigualdad…

Las grandes amenazas de la humanidad no son solo las armas físicas y biológicas. Tenemos un grave problema ambiental y multitud de peligros con las llamadas nuevas entidades. Y sin embargo, hay intereses en fomentar la división y la polarización. Como se ha dicho, la IA podría emplearse para generar noticias falsas virales con el objetivo de socavar la confianza general.

Todo esto demuestra que, como el cambio climático, «la IA también es un problema global» que podría hacer que la humanidad volviera a una era imperial y de colonización. Podrían crearse «imperios digitales en disputa», divididos «por un nuevo Telón de Silicio». Esta rivalidad haría aún más difícil regular «el poder explosivo de la IA».

El nuevo modelo de colonización podría no ser en exclusiva mediante fuerza militar, sino mediante datos. Una potencia podría conseguir información de multitud de otros países y, con ella, construir una IA valiosa. Los países pobres podrían ser solo fuentes de datos, pero no recibirían ningún beneficio, lo cual podría aumentar la desigualdad. Preocupados por esta nueva colonización digital, «muchos países han bloqueado lo que consideran aplicaciones nocivas», como algunas redes sociales. Por ejemplo, TikTok está prohibido en la India y también en todos los dispositivos relacionados con el gobierno estadounidense (funcionarios, contratistas…). Hay miedo a que potencias extranjeras consigan nuestros datos y a lo que puedan hacer con ellos.

Otro ejemplo: «el activo más importante de la industria textil es la información». Ya no son tan importantes las materias primas. Con buenos datos, puede predecirse lo que va a estar a la moda y adelantarse a la competencia. Y conforme los robots vayan siendo parte de la mano de obra barata, millones de obreros perderán sus puestos de trabajo, principalmente en países ya empobrecidos. De ahí la importancia de que, cuanto antes, empiecen los robots y los ordenadores a pagar impuestos mensuales como hace cualquier obrero.

La cooperación es la solución

Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"

Lee también un resumen de este otro libro del mismo Harari.

«Mientras seamos capaces de conversar, podremos encontrar un relato compartido que nos acerque». En la naturaleza, la cooperación es tan importante o más que la competencia. Y a lo largo de la historia, lo que mejor ha hecho avanzar al ser humano es la cooperación entre distintos pueblos.

Ciertos líderes populistas exaltan el patriotismo y rechazan la globalización (el autor pone de ejemplo a Trump y a Marine Le Pen). Aquí, Harari resalta que eso es un error indicando por una parte que el patriotismo no debe ir de xenofobia y, por otra, que ser patriotas no excluye cooperar con los extranjeros por el bien común. La pandemia de COVID-19 nos dejó importantes lecciones. Una de ellas es la enorme fuerza de la cooperación internacional.

Lo que decidamos hoy respecto a la incipiente tecnología de la IA tendrá repercusiones en el futuro. Pensemos que los padres de la Iglesia, como Atanasio, decidieron incluir en la Biblia el texto misógino de I Timoteo y no el de Tecla, más tolerante, lo cual ha tenido sin duda gran influencia en los siglos posteriores.

«Debemos cuidarnos de adquirir una visión exageradamente ingenua y optimista (…). Irónicamente, a veces más información puede derivar en más cazas de brujas». Harari también nos advierte del error de irse al extremo opuesto y nos insta a «construir instituciones con mecanismos de autocorrección sólidos», dado que el error es algo siempre posible. Y concluye: «Si nos esforzamos, podremos crear un mundo mejor».

♦ Información relacionada:

  1. Lee otros libros resumidos para captar su esencia en poco tiempo. De este mismo autor te recomendamos estos:
  2. Máquinas y robots nos quitan el empleo pero mejoran nuestra vida.
  3. Crisis ecológica, conocimiento y finitud: Fracaso del ser humano como ser racional.
  4. Dos grandes errores de la humanidad (el segundo aún podemos remediarlo).
  5. Algunos libros del editor de Blogsostenible y de Historias Incontables.

blogsostenible

Pincha en la imagen para acceder a algunos de los libros del editor de Blogsostenible y de Historias Incontables.

Resumen del libro

Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"

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