Se suele hablar mucho de jóvenes cuando se habla de vivienda. Y es, en efecto, uno de los mayores problemas a los que se enfrenta este sector de la población. Pero también existe un colectivo de edad avanzada, bastante invisibilizado, con serios problemas habitacionales. Según un estudio publicado este martes por Provivienda, el 22,7% de los hogares encabezados por personas mayores de 65 años se encuentra en exclusión residencial, es decir, en una situación en la que no tienen cubiertas sus necesidades básicas de vivienda.
«Envejecer bien no debería ser un privilegio heredado, sino un derecho garantizado. Los datos del informe muestran que la vivienda es un pilar estructural del bienestar: cuando no reúne condiciones adecuadas, se convierte en un factor de exclusión», señala la codirectora general de Provivienda, Gema Gallardo. Según el documento, esta problemática afecta de manera especialmente intensa a quienes viven de alquiler. En este grupo, la exclusión residencial alcanza el 53,5%, y el 44,7% de los hogares no dispone de recursos suficientes tras afrontar el pago de la vivienda, con lo que quedan expuestos a la inestabilidad del mercado.
Si bien el estudio muestra que la vivienda en propiedad es mayoritaria entre la población mayor –llega al 87,8% de los hogares encabezados por personas de 65 años–, estos hogares también sufren problemas relacionados con la calidad de la vivienda o su entorno. «Si bien supone un factor de protección, la propiedad no garantiza una situación libre de dificultades. El 19,6% de los hogares encabezados por personas mayores que residen en vivienda en propiedad también se encuentra en exclusión residencial, con problemas relacionados con la pobreza energética o los gastos asociados al mantenimiento del hogar«, afirma la responsable de investigación y evaluación de Provivienda, Elena Martínez.
A ello se suman importantes barreras físicas, que afectan a uno de cada tres hogares donde viven personas mayores. El porcentaje de hogares que declara mala accesibilidad del edificio asciende al 36,3% entre quienes declaran tener una limitación grave, que pueden experimentar dificultades para salir de su edificio de forma autónoma.
Titulado Una llave para nuestro futuro: vivienda y envejecimiento en comunidad, el informe, que indica que la gran mayoría de las personas mayores envejece en su hogar –el 96,6% vive en su vivienda, frente al 3,4% que reside en centros colectivos–, también advierte sobre el aumento de los hogares unipersonales. El porcentaje de personas mayores de 65 años que viven solas ha pasado del 16,6% en 1991 al 23,4% en 2021, y actualmente el 47,2% de los hogares encabezados por personas de 65 o más años son unipersonales. Esta tendencia incrementa el riesgo de soledad no deseada dado que, según sostiene Martínez, «en el caso de las personas mayores, a diferencia de las jóvenes, la soledad no deseada está fuertemente asociada al modo de convivencia y a la composición de los hogares».
Impacto en el futuro
El informe señala tendencias que tendrán un impacto directo en el envejecimiento futuro. «Las generaciones más jóvenes acceden cada vez menos a la vivienda en propiedad: la tenencia entre menores de 35 años desciende del 66% al 31,8% entre 2002 y 2022. Al mismo tiempo, el alquiler se encarece y los contratos son cada vez más inestables, lo que incrementa el riesgo de exclusión residencial en la vejez», afirma Martínez.
El informe concluye que el contexto residencial favorece que las desigualdades aumenten, las brechas entre personas propietarias e inquilinas se amplían y la soledad se intensifica en un contexto de hogares unipersonales y carencia de infraestructuras sociales.
Entre la batería de propuestas que aporta el informe, destaca mejorar las condiciones de habitabilidad y accesibilidad del parque residencial, clave para prevenir situaciones de dependencia o el impulso de los apoyos comunitarios y servicios de proximidad que permitan a las personas mayores permanecer en su hogar y evitar ingresos institucionales no deseados. «Garantizar viviendas accesibles, asequibles y adecuadas, junto con apoyos comunitarios y servicios de proximidad, se presenta como un eje clave para un envejecimiento digno y en comunidad», subraya Gallardo.
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