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✇BlogSOStenible··· – – – ··· – – – ··· – – – ··· – – – ··· «Otras» noticias, y «otra» forma de pensar…

¿Tú también eres drogadicto?

Por: Pepe Galindo

El mundo tecnológico es extraño para los humanos. Estamos medio drogados. Y eso no es lo peor. Lo más grave es que no lo sabemos; o no lo queremos reconocer; síntoma clásico de toda adicción.

En paralelo, crece el consumo de medicamentos que nos adormecen, al igual que nuestra obsesión colectiva por creer que son necesarias o imprescindibles las tonterías más delirantes, desde las toallitas húmedas al agua plastificada. Vivimos en una sociedad enganchada, sumisa a los picos de dopamina. Aunque esto tiene una explicación científica basada en la evolución, hay un lado triste y autodestructivo; deshumanizador y depravado.

¿A qué estamos enganchados? Al menos, a todo esto…

  1. Esclavos de la comodidad. Esto es dañino cuando se busca a toda costa y sin evaluar costos ni riesgos para nosotros ni para terceros.
  2. Dependemos del plástico y de los envases de usar y tirar. Hemos convertido en un peligro para nuestra salud un material que —bien empleado— podría tener más ventajas que inconvenientes. Ni un SDDR para los envases de plástico sería suficiente, porque reciclar no basta.
    • Evitar envases de usar y tirar, incluso de vidrio, no es tan fácil como debiera, aunque tampoco es imposible.
  3. Dependemos del petróleo. Pocas dependencias son tan graves como la petroadicción. Gran parte de nuestras sociedades se mueven con combustibles fósiles, desde este blog que estás leyendo, hasta la comida que llega a tu boca. Sin petróleo, sufriríamos apagones, tanto eléctricos como médicos, psicológicos, de suministros y hasta de paz.
    • Caminar e ir en bici son bombas silenciosas que despiertan a la humanidad.
  4. Nos ciega la moda barata. Queremos vestir arreglados para que no nos miren mal; o para sentirnos superiores, si bien los mayores ladrones y asesinos siempre se presentan con corbata y relojes caros. Tampoco parece importar que la moda sea causa directa de enormes problemas ecoanimalistas.
    • Vestir ropa visiblemente usada, no solo introduce menos tóxicos en nuestro cuerpo, sino que golpea en el estómago de la segunda industria más contaminante del planeta, solo por detrás del sector energético.
  5. Adoramos la carne, los lácteos, los huevos y la comida ultraprocesada. Nos da igual lo que diga la ciencia, incluso aunque nuestra salud se resienta. El consumo de alimentos de origen animal y ultracondimentados es tan sabroso y barato (subvencionado en muchos casos), que nos engancha en cada mordisco. Los dirigentes venden nuestra salud a macrocorporaciones ultraazucaradas.
    • Solo un demente o alguien sin alternativas querría trabajar de matarife. En este oficio, la crueldad diaria insensibiliza al ser humano hasta niveles inhumanos. A partir de ahí, todos los negocios que se basan en ello —igual que la caza o la pesca— tienen podridos los cimientos.
  6. Huimos lejos para mirar fuera cuando no queremos ver dentro. ¿Quién nos ha vendido que si no viajas en vacaciones eres un ser inferior? Los sabios saben que se aprende más sin salir de casa (Capítulo 47 del Tao Te Ching).
    • Viajar despacio y por tierra (sin volar) no es sinónimo de viajar cerca, ni de aprender poco. Tener el valor de mirar hacia dentro es más barato, más productivo y más valiente que subir al Himalaya, pero la foto tendrá menos likes.
  7. Buscamos el ruido. Fabricamos máquinas que producen ruido y rellenamos con música cuando hay demasiado silencio. Nuestra sociedad se comporta como si el silencio fuera un terrorífico enemigo.
  8. Anhelamos la riqueza. Queremos dinero para que nos admiren. Los ricos no son superiores; solo los tratamos como si lo fueran, sin importar si el origen de su riqueza es ético o no; o incluso cuando, directamente, se sabe que procede de corrupción propia o de sus antepasados.
    • Muchas personas se consideran clase media porque observan que hay otros más ricos y otros más pobres. La medida de Peter Singer para ver si somos ricos tal vez te sorprenda y te haga reaccionar ante este mundo asombrosamente injusto.
  9. Nos atamos a las telecomunicaciones, a internet, a la tecnología, a la IA, a las series en streaming. La cosa va más allá del síndrome FOMO (Fear of Missing Out; miedo a perderse algo), caracterizado por ansiedad o preocupación constante por no estar al tanto de eventos y personajes; a veces tan alejados que ni conocemos en persona. Estar constantemente en conversación con unos y otros no solo es estresante, sino que nos quita tiempo para cosas importantes: leer, estudiar, pensar, descansar, pasear…
    • Algunas apps, como WhatsApp, tienen serios inconvenientes si se usan mal. Por eso, cada vez más personas se pasan a Telegram que, además de tener menos usuarios (eso quita ruido), no traspasa tus datos a cualquiera de las redes de Meta.
  10. Corremos sin motivo, siervos de la inmediatez y la novedad. Lo que queremos, lo queremos rápido. Si viajamos, ansiamos llegar pronto; para así, irnos rápido a otro lugar. Ver la película es más rápido que leer el libro. Lo nuevo, rápido pasa a ser viejo.
    • ¿Y si cada día nos proponemos hacer algo más despacio, con más calma, con más pasión?

Por supuesto, no hemos pretendido ser exhaustivos en esta lista, sino invitar a una reflexión siempre agradecida y agradable. Cambiar no es fácil, pero tampoco imposible ni difícil, si lo deseamos.

Como sociedad, es bueno saber que hay estudios que reflejan que no hace falta mucha población concienciada para provocar un cambio sustancial. Entre un 10 y un 20 % de personas activas son suficientes para arrastrar a más individuos, colectivos y también a los líderes, que tendrían que tomar medidas. Hay muchos ejemplos: el voto femenino se consiguió cuando ni siquiera muchas mujeres lo deseaban.

La sociedad actual nos ha envenenado. Ya no somos consumidores. Somos nosotros los consumidos, drogadictos del sistema; adictos al placer inmediato y a la comodidad de un sistema de vida insostenible, cuya factura pagará quién sabe quién.

Asumamos nuestras dependencias. Reconozcamos que tenemos un problema grave. Ese es el primer paso para desintoxicarnos antes de morir por sobredosis.

♥ Drogas que nos matan y soluciones que nos salvan:

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¿Tú también eres drogadicto?

Por: Pepe Galindo

El mundo tecnológico es extraño para los humanos. Estamos medio drogados. Y eso no es lo peor. Lo más grave es que no lo sabemos; o no lo queremos reconocer; síntoma clásico de toda adicción.

En paralelo, crece el consumo de medicamentos que nos adormecen, al igual que nuestra obsesión colectiva por creer que son necesarias o imprescindibles las tonterías más delirantes, desde las toallitas húmedas al agua plastificada. Vivimos en una sociedad enganchada, sumisa a los picos de dopamina. Aunque esto tiene una explicación científica basada en la evolución, hay un lado triste y autodestructivo; deshumanizador y depravado.

¿A qué estamos enganchados? Al menos, a todo esto…

  1. Esclavos de la comodidad. Esto es dañino cuando se busca a toda costa y sin evaluar costos ni riesgos para nosotros ni para terceros.
  2. Dependemos del plástico y de los envases de usar y tirar. Hemos convertido en un peligro para nuestra salud un material que —bien empleado— podría tener más ventajas que inconvenientes. Ni un SDDR para los envases de plástico sería suficiente, porque reciclar no basta.
    • Evitar envases de usar y tirar, incluso de vidrio, no es tan fácil como debiera, aunque tampoco es imposible.
  3. Dependemos del petróleo. Pocas dependencias son tan graves como la petroadicción. Gran parte de nuestras sociedades se mueven con combustibles fósiles, desde este blog que estás leyendo, hasta la comida que llega a tu boca. Sin petróleo, sufriríamos apagones, tanto eléctricos como médicos, psicológicos, de suministros y hasta de paz.
    • Caminar e ir en bici son bombas silenciosas que despiertan a la humanidad.
  4. Nos ciega la moda barata. Queremos vestir arreglados para que no nos miren mal; o para sentirnos superiores, si bien los mayores ladrones y asesinos siempre se presentan con corbata y relojes caros. Tampoco parece importar que la moda sea causa directa de enormes problemas ecoanimalistas.
    • Vestir ropa visiblemente usada, no solo introduce menos tóxicos en nuestro cuerpo, sino que golpea en el estómago de la segunda industria más contaminante del planeta, solo por detrás del sector energético.
  5. Adoramos la carne, los lácteos, los huevos y la comida ultraprocesada. Nos da igual lo que diga la ciencia, incluso aunque nuestra salud se resienta. El consumo de alimentos de origen animal y ultracondimentados es tan sabroso y barato (subvencionado en muchos casos), que nos engancha en cada mordisco. Los dirigentes venden nuestra salud a macrocorporaciones ultraazucaradas.
    • Solo un demente o alguien sin alternativas querría trabajar de matarife. En este oficio, la crueldad diaria insensibiliza al ser humano hasta niveles inhumanos. A partir de ahí, todos los negocios que se basan en ello —igual que la caza o la pesca— tienen podridos los cimientos.
  6. Huimos lejos para mirar fuera cuando no queremos ver dentro. ¿Quién nos ha vendido que si no viajas en vacaciones eres un ser inferior? Los sabios saben que se aprende más sin salir de casa (Capítulo 47 del Tao Te Ching).
    • Viajar despacio y por tierra (sin volar) no es sinónimo de viajar cerca, ni de aprender poco. Tener el valor de mirar hacia dentro es más barato, más productivo y más valiente que subir al Himalaya, pero la foto tendrá menos likes.
  7. Buscamos el ruido. Fabricamos máquinas que producen ruido y rellenamos con música cuando hay demasiado silencio. Nuestra sociedad se comporta como si el silencio fuera un terrorífico enemigo.
  8. Anhelamos la riqueza. Queremos dinero para que nos admiren. Los ricos no son superiores; solo los tratamos como si lo fueran, sin importar si el origen de su riqueza es ético o no; o incluso cuando, directamente, se sabe que procede de corrupción propia o de sus antepasados.
    • Muchas personas se consideran clase media porque observan que hay otros más ricos y otros más pobres. La medida de Peter Singer para ver si somos ricos tal vez te sorprenda y te haga reaccionar ante este mundo asombrosamente injusto.
  9. Nos atamos a las telecomunicaciones, a internet, a la tecnología, a la IA, a las series en streaming. La cosa va más allá del síndrome FOMO (Fear of Missing Out; miedo a perderse algo), caracterizado por ansiedad o preocupación constante por no estar al tanto de eventos y personajes; a veces tan alejados que ni conocemos en persona. Estar constantemente en conversación con unos y otros no solo es estresante, sino que nos quita tiempo para cosas importantes: leer, estudiar, pensar, descansar, pasear…
    • Algunas apps, como WhatsApp, tienen serios inconvenientes si se usan mal. Por eso, cada vez más personas se pasan a Telegram que, además de tener menos usuarios (eso quita ruido), no traspasa tus datos a cualquiera de las redes de Meta.
  10. Corremos sin motivo, siervos de la inmediatez y la novedad. Lo que queremos, lo queremos rápido. Si viajamos, ansiamos llegar pronto; para así, irnos rápido a otro lugar. Ver la película es más rápido que leer el libro. Lo nuevo, rápido pasa a ser viejo.
    • ¿Y si cada día nos proponemos hacer algo más despacio, con más calma, con más pasión?

Por supuesto, no hemos pretendido ser exhaustivos en esta lista, sino invitar a una reflexión siempre agradecida y agradable. Cambiar no es fácil, pero tampoco imposible ni difícil, si lo deseamos.

Como sociedad, es bueno saber que hay estudios que reflejan que no hace falta mucha población concienciada para provocar un cambio sustancial. Entre un 10 y un 20 % de personas activas son suficientes para arrastrar a más individuos, colectivos y también a los líderes, que tendrían que tomar medidas. Hay muchos ejemplos: el voto femenino se consiguió cuando ni siquiera muchas mujeres lo deseaban.

La sociedad actual nos ha envenenado. Ya no somos consumidores. Somos nosotros los consumidos, drogadictos del sistema; adictos al placer inmediato y a la comodidad de un sistema de vida insostenible, cuya factura pagará quién sabe quién.

Asumamos nuestras dependencias. Reconozcamos que tenemos un problema grave. Ese es el primer paso para desintoxicarnos antes de morir por sobredosis.

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✇Radio Topo

cuando el petróleo se acaba

Por: Radio Topo

En el programa de este domingo nos tomamos en serio lo que bien podría tomarse como una broma. La semana pasada conocíamos que el barril de petróleo Téxas cotizó a menos 40 dólares. Sí, como lo oyen, las empresas petroleras pagaron a los clientes con contratos para mayo 40 dólares por barril que retiraran de […]

La entrada cuando el petróleo se acaba se publicó primero en Radio Topo.

✇Todo Por Hacer

Crónicas de la caída: Septiembre de 2025

Por: Todo Por Hacer

Por Antonio Turiel. Extraído de Crash Oil

Mientras escribo estas líneas, hay todavía manifestantes en diversos puntos de Madrid, sobre todo en las inmediaciones de la Plaza de Cibeles. Estas manifestaciones en la capital de España son el colofón de tres semanas en las que las protestas contra la Vuelta Ciclista a España por la participación de un equipo israelí se han ido progresivamente recrudeciendo, desde el puñado de personas que protestó cerca de la ciudad que me ha acogido, Figueres, hasta los centenares que se congregaron en el País Vasco, Asturias y Galicia, para finalmente llegar a los probablemente decenas de miles que hoy han colapsado las calles de Madrid y han impedido la finalización de la etapa y la entrega de premios. A otras personas les corresponderá  analizar el hartazgo de la población española (y también europea) con la horrible masacre que de forma indiscriminada está aplicando el ejército de Israel a la población de Palestina (muy visiblemente en Gaza y de manera más discreta en Cisjordania), y cómo esta explosión de rabia y protesta es en buena medida un rechazo contra nuestras propias élites (que se afanan en disimular la gravedad del genocidio, e incluso cuando lo reconocen lo hacen con la boca pequeña y sin acabar de tomar medidas decisivas, en lugar de como mínimo no plegarse a la voluntad de los genocidas, por más poder económico que controlen directa o indirectamente). Pero yo aquí querría destacar otra cuestión, a saber: que la circulación de la información es cada vez más lenta y azarosa, siendo el caso de las protestas en la Vuelta una de los pocos casos en los que la población ha podido identificarse y movilizarse, en forma creciente, al darse cuenta de que los sentimientos de rechazo eran compartidos y para nada minoritarios. No es una casualidad que a medida que iban pasando los días se hayan ido sumando más y más personas a las protestas, hasta culminar con la demostración de hoy en Madrid.

Estos mismos días ha habido protestas generalizadas y masivas, en ocasiones con cierta violencia, en nuestro país vecino, Francia. El lunes cayó el primer ministro, François Bayrou, después de someterse a una moción de confianza que encontró necesaria para poder acometer medidas de ajuste económico bastante drásticas. Emmanuel Macron, no osando convocar unas nuevas elecciones legislativas de desenlace incierto, nombró en seguida un nuevo primer ministro, Sébastien Lecornu, hombre de su confianza. El miércoles, respondiendo a una convocatoria para bloquear todo el país, se dieron todo tipo de incidentes, protestas y altercados. Se prevén nuevas jornadas de protesta a finales de mes, y el ambiente está cada vez más caldeado. Pero de esto apenas se habla, muy poco, en España e imagino que en otros países vecinos de Francia.

Mientras tanto, Alemania no levanta cabeza. El último trimestre volvió a registrar un descenso del PIB que pone en peligro la incipiente recuperación económica a la que apuntaban los dos primeros trimestres de 2025. Las encuestas muestran el irresistible ascenso del ultraderechista Alternativa por Alemania, que es la respuesta que le está dando el electorado alemán a sus inoperantes élites, que no son capaces de sacarlos de una recesión instalada desde que dejó de tener acceso a la energía barata que venía de Rusia. Una buena parte de la energía todavía llega de Rusia, en realidad, pero pasando por intermediarios para camuflar su origen y por eso ya no es tan barata. Otra parte viene de los EE.UU., particularmente el gas del fracking, que nunca fue ni será barato. Y sin los insumos a bajo precio, un país como Alemania, donde los sueldos no son bajos, no puede competir en el mercado global.

La transición energética se hunde lentamente en Europa. Nadie lo va a reconocer, pero poco a poco las metas de la transición están pasando a un segundo plano. Particularmente preocupa la pérdida de competitividad francesa y alemana y la destrucción de empleo, y aún más el hundimiento constante de la industria de la automoción, una de las industrias más importantes de Europa. No pasa semana sin noticias negativas en este sector, sin que se vea una salida razonable, mientras las ventas en Europa continúan su curva descendente y las exteriores se volatilizan. Pero todas estas cuestiones se sustituyen por el rearmamento, por alimentar la amenaza fantasma de la guerra con Rusia. Y como quiera que últimamente la población está perdiendo el entusiasmo por la causa bélica, las últimas semanas han estado jalonadas por noticias, éstas sí bien iluminadas y puestas en el foco mediático, dirigidas a alimentar la psicosis: la pérdida del GPS del avión de Úrsula von der Leyen, la intrusión de drones rusos en el espacio aéreo de Polonia y Rumanía… De nuevo, los flujos de información son azarosos. Aunque no arbitrarios. 

De vuelta a España, esta semana ha sido «noticia» algo que en realidad era una nota de prensa auspiciada por las grandes compañías eléctricas, de acuerdo con la cual el 83% de los nodos de la red eléctrica española están saturados y no pueden dar cabida a toda la nueva generación renovable que supuestamente tiene que entrar. Se ha llegado a decir que esta saturación ha llevado a perder 60.000 millones de euros en «inversiones potenciales», en referencia a un informe de Spain DC que citaba esa cifra, y como ejemplo se mencionan todas las industrias que no están «pudiendo despegar» por estas deficiencias de la red, desde los centros de datos hasta «otras industrias electrointensivas» curiosamente no especificadas. Pero como respuesta a estos «apremiantes» hechos, el Ministerio de Transición Ecológica español ha anunciado esta misma semana un incremento de la partida presupuestaria a destinar para el refuerzo de la red eléctrica, que llegaría así a los 13.590 millones de euros que se van a invertir desde ahora hasta 2030. Nadie va a explicar que todo esto es mentira. Nadie va a explicar que la demanda eléctrica en España está cayendo desde 2008, 17 años ya, y que este año seguramente cerrará con una nueva caída. No hay demanda para esa generación eléctrica que se pretende incorporar: en la actualidad, se están produciendo curtailments o pérdida de energía que se podría producir pero no se aprovecha, de más del 20% en algunos momentos. Los grandes fondos de inversión se retiran desde hace meses en lo que saben que es un negocio no rentable, cuando no ruinoso. Y eso sin contar con los problemas de intentar incorporar tanta electricidad renovable sin estabilización. Da exactamente igual: el plan es seguir adelante con el REI aunque sea un fracaso, y no hay plan alternativo. Se da por sentado que se necesita nueva generación eléctrica y que ésta debe ser renovable, cuando ambas afirmaciones son mentira.

Mientras tanto, bajando al terreno de lo real, de la gente que está sufriendo el inevitable descenso energético en el que estamos embarcados, vemos que los problemas crecen en Bolivia, en México y Nigeria, convertidos en tres de los puntos calientes de la caída de la disponibilidad de combustibles derivados del petróleo tras el pico de producción de petróleo crudo y condensado que se produjo en noviembre de 2018. El precio del barril de petróleo se mantiene moderado desde hace meses, y eso hace pensar a muchos en los países occidentales que la crisis energética es algo del pasado. En realidad, lo que sucede es que la crisis no se está distribuyendo de manera equitativa, y simplemente algunos países están empezando a quedar marginados del reparto. Justamente como estrategia para que aquí no haya escasez. Esto, por supuesto, no puede mantenerse indefinidamente, pero nadie va a hacer un análisis en profundidad sobre el tema. Nadie hablará del desastre en ciernes hasta que ya lo tengamos encima y sea inevitable.

Porque, además, en este momento en el que se necesitaría tener una información precisa sobre la situación energética global, nos encontramos con que vamos a tener mucha menos. De entrada, este año la Energy Information Administration de los EE.UU. no sacará su informe anual, debido a los recortes de Trump. Y en cuanto al informe anual de la Agencia Internacional de la Energía, al cual dedicamos un post cada año en este blog, aún no tiene fecha de publicación. Otros años ha salido en octubre y a estas alturas tendríamos más que clara la fecha de publicación, pero este año parece que se va a retrasar. ¿La razón? Seguramente porque, como comenta Javier Blas, en el borrador al que ha tenido acceso se ve que se recupera un escenario que desapareció hace unos años, el de Políticas Actuales, probablemente por la presión de la actual administración estadounidense. Un escenario en el que ya no se prevé una caída del consumo de carbón, petróleo y gas, simplemente porque ya no hay voluntad en los EE.UU. (y, aunque no se quiera reconocer, tampoco en Europa) de seguir luchando para abatir el Cambio Climático. Pero, claro, hacer ese encaje de bolillos va a ser complicado. Hasta ahora se había usado la narrativa del pico de demanda, es decir, que se iba a consumir menos petróleo porque queríamos consumir menos, no porque no hubiera. Sin embargo, tanto en EE.UU. como en Europa hay ahora urgencia por un volantazo a la situación económica, y para eso necesitan combustibles fósiles, toda vez que la transición energética ha fracasado. Así que ya no queremos consumir menos petróleo. Pero, después de años de insistir en que lo que estábamos viendo era un pico de demanda, ¿quién sale ahora en la AIE a explicar que, en realidad, estamos ya en un pico de oferta, y que no va a producirse más petróleo, sino cada vez menos? Por eso la necesidad de tiempo extra, para hacer cuadrar lo incuadrable. El análisis del WEO de este año promete ser una experiencia muy emocionante…

Crisis social, crisis energética… y, recordémoslo, estamos a las puertas de un nuevo desastre climático. Este otoño es un momento de máximo riesgo. Pero tampoco se habla de ello. No sucede. Hasta que suceda. 

Por tanto, si algo caracteriza este momento es el bloqueo de la información. Algo siempre presente, pero que ahora es creciente. Azaroso, pero no arbitrario.

Así que, para despedir este post, quiero mencionar una noticia de las que se habla tan poco como se puede: la Global Sumud Flotilla, un conjunto de embarcaciones que están en este momento navegando hacia Gaza con alimentos y medicamentos. Un grupo de personas que, desarmadas, pretenden hacer llegar una ayuda de primera necesidad a quienes están siendo exterminados, y a los que el gobierno de Israel ya ha amenazado diciendo que tratará como terroristas. Entre las noticias que no habrán leído estos días está la de que, mientras estaban atracados en el puerto de Túnez, sufrieron dos ataques con drones provenientes de mar abierto y que transportaban pequeños dispositivos incendiarios, un ataque de baja intensidad pero que es una advertencia. Simplemente otra noticia sobre la que no leerán hoy pero que quizá merezca la pena que sepan.

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