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Una de las recetas de Mamdani: comprar en el súper municipal

Por: Marco Dalla Stella

Este reportaje se publicó originalmente en #LaMarea109. Puedes conseguir la revista aquí o suscribirte para recibirla y apoyar el periodismo independiente.

El Centro para la Ciencia en el Interés Público (organización sin ánimo de lucro con sede en Washington) lleva años defendiendo los derechos e intereses de los consumidores. En los años noventa, fue una de las principales asociaciones que empujó para la inclusión de etiquetas nutricionales en los alimentos. Más recientemente, logró obligar a las cadenas de comida rápida a indicar las calorías de los platos ofrecidos.

Cuando Zohran Mamdani, el alcalde electo de Nueva York, propuso crear supermercados municipales durante su campaña electoral, Sara John, subdirectora del centro, vio grandes posibilidades de mejora para la vida de millones de personas, aunque también es consciente del desafío. «Las tiendas públicas que rindan cuentas a los consumidores, y no a los accionistas, podrían mejorar la asequibilidad de los alimentos», afirma John. «No obstante, no será fácil ».

La iniciativa llega en un momento crítico. Los comestibles en Nueva York cuestan un 18% más que la media nacional. Huevos, carne y pescado subieron un 8,9% en el último año; y los productos lácteos, más de un 5%. A ello se suman las tensiones comerciales reavivadas por la nueva administración federal y los recortes anunciados al programa SNAP, que actualmente ayuda a más de 40 millones de estadounidenses con vales para la compra. «Y hemos visto cómo los gigantes del comercio minorista continúan cerrando tiendas y aumentando los precios de los alimentos», explica John a La Marea.

El plan de Mamdani contempla abrir cinco tiendas piloto –una en cada distrito– que funcionarían bajo un modelo público. Al no pagar alquiler ni impuestos y comprar al por mayor, el alcalde electo calcula que podrían ofrecer precios significativamente más bajos. Según su campaña, el programa costaría 60 millones de dólares, aproximadamente el 0,06% del presupuesto anual de la ciudad. La propuesta, no obstante, plantea retos. «Los supermercados ya operan con márgenes de ganancia muy reducidos –del 2% al 3%–», afirma John. «Por lo que incluso al intentar únicamente alcanzar el punto de equilibrio, sólo podrán trasladar un ahorro limitado a los consumidores», prosigue.

Además, la gestión de productos perecederos y la falta de economías de escala suponen obstáculos considerables para una operación nueva y relativamente pequeña. Por eso, la sugerencia de John es no partir de cero: «No necesitan reinventar la rueda».

La ciudad de Nueva York ya desempeña un papel relevante en el sector alimentario: compra alimentos para escuelas públicas, gestiona programas de asistencia como el mencionado SNAP y participa en el suministro a familias de militares. Desde 1991, el Gobierno federal mantiene una red de economatos que venden comestibles a precios mayoristas a personal militar, un modelo parecido a lo que Mamdani quiere extender a la población civil. Las tiendas municipales tendrían la utilidad adicional de no obtener beneficios por compras impulsivas y poco saludables. «Podrían priorizar la salud pública promoviendo alimentos sanos y asequibles, en lugar de maximizar los beneficios para los accionistas», señala John.

¿Un modelo viable?

La propuesta ha generado fuertes críticas desde sectores conservadores y liberales. Think tanks como el Instituto Cato advierten de que las tiendas municipales carecerán de las cadenas de suministro y la capacidad logística de gigantes como Walmart, lo que podría traducirse en ineficiencia y dependencia crónica de subsidios públicos.

Anne Rathbone Bradley, economista del Instituto para la Fe, el Trabajo y la Economía, sostiene que el plan está condenado al fracaso por su incapacidad de responder a las señales del mercado. «Los supermercados soviéticos fracasaron porque intentaron reemplazar principios económicos fundamentales con burócratas», escribió en The Washington Post. «Las tiendas gestionadas por el Gobierno en Nueva York enfrentarán los mismos desafíos», concluía.

Sin embargo, los defensores del proyecto argumentan que la comparación es inexacta. A diferencia de los supermercados de la Unión Soviética, que operaban en economías de planificación centralizada sin competencia, el modelo de Mamdani funcionaría en un mercado mixto, complementando –no reemplazando– la oferta privada existente. Otra crítica se ha centrado en el riesgo de competencia desleal. La Unión de Bodegas de América –gremio de las pequeñas tiendas de comestibles familiares, omnipresentes en Nueva York– expresó inicialmente esta preocupación. No obstante, en un giro significativo, terminó apoyando a Mamdani a finales de octubre. Su presidente, Radhames Rodríguez, señaló que el proyecto de tiendas municipales podría «complementar» la oferta en zonas desatendidas, donde las familias carecen de acceso a alimentos frescos y saludables.

Una idea con antecedentes

La idea de los supermercados municipales no es inédita, aunque a menudo se ha aplicado a contextos rurales o pequeños. Es el caso, por ejemplo, del pueblo de St. Paul en Kansas –que cuenta con 600 residentes–, donde en 2013 la municipalidad compró el supermercado local. Pero recientemente se han dado casos en áreas urbanas pobladas. En Atlanta, el Azalea Fresh Market –un supermercado de propiedad municipal inaugurado en agosto de 2025– atiende a una media de 600 clientes cada día y sus ventas de productos frescos superan el promedio nacional. El supermercado mantiene eficiencia y precios contenidos gracias a una alianza con una cadena privada que opera en las instalaciones.

No todas las experiencias, sin embargo, han prosperado. El Sun Fresh Market, un supermercado público de Kansas City, cerró sus puertas en agosto pese a haber recibido más de 18 millones de dólares en inversión a lo largo de 10 años. La gestión enfrentó problemas recurrentes de desabastecimiento, mientras que la inseguridad en el área disuadió progresivamente a los compradores.

Una clave del éxito de la propuesta de Mamdani dependerá del tipo de alianza entre lo público y lo privado que apoyará su plan. Alianzas que, incluso con respecto al sector alimentario, tienen una larga historia en Nueva York: durante la Gran Depresión, el alcalde Fiorello LaGuardia creó seis mercados en que la ciudad alquilaba los espacios a vendedores a precios reducidos. El Essex Market, en el Lower East Side, es un ejemplo destacado que sigue vendiendo productos a precios competitivos en una de las zonas más caras de la ciudad.

El desafío por delante

Ahora que Mamdani ha ganado con la promesa de una ciudad más asequible para todos, sobre él pesan expectativas extraordinarias y promesas por cumplir. El alcalde más joven en más de 100 años llega al cargo con una agenda ambiciosa que ha generado tanto entusiasmo entre sus votantes como resistencia feroz entre quienes apuestan por su fracaso.

La ubicación, la eficiencia logística y la capacidad de mantener los precios bajos determinarán el futuro de esta iniciativa. Si el experimento tiene éxito, Nueva York podría convertirse en referente para otras ciudades estadounidenses e internacionales, y las propuestas de Mamdani ganarían credibilidad dentro de un Partido Demócrata en búsqueda de una nueva identidad. Si fracasa, sus críticos tendrán la prueba que esperaban para atacar a los sectores más progresistas del partido.

«Los supermercados administrados por la ciudad tienen el potencial de reducir los precios de los comestibles al eliminar la avaricia corporativa de la ecuación de precios de los minoristas», concluye John.

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Zohran Mamdani y la esperanza socialista de la juventud estadounidense

Por: Arantxa Tirado

Un joven, nacido en Uganda, hijo de padres indios, islámico y socialista, ha ganado las elecciones a la alcaldía de Nueva York. Su nombre es Zohran Mamdani y su campaña electoral, así como su victoria, centran los debates de asesores en comunicación política y de una izquierda ávida de referentes. En todas partes del mundo se preguntan por el éxito de Zohran Mamdani en el mismo país que aupó a Donald Trump a la presidencia, por segunda vez, en noviembre de 2024. Un año después, Mamdani emerge como un liderazgo simbólico, en las antípodas de Trump y el trumpismo, desde la misma ciudad en la que Trump dio sus primeros pasos como empresario. 

Muchas fuerzas de izquierda se aferran hoy al fenómeno Mamdani, como una luz de esperanza que demuestra que la historia no ha llegado a su fin. En un contexto de auge de la ultraderecha a escala global, su irrupción rompe relatos fatalistas y esquemas preestablecidos. Demuestra que todavía hay partido y que se debe disputar. La gran pregunta es cómo, con qué armas y con qué discurso ideológico. ¿Cuál ha sido el secreto de su éxito? ¿Cómo ha logrado ganar haciendo y diciendo lo que otros creen que hacen y dicen en otras partes del mundo, sin igual resultado? 

Se debate sobre si Mamdani ha arrasado por una estrategia inteligente en el uso de las redes sociales; por su imagen fresca, su carisma y su simpatía; por sus propuestas concretas para solucionar temas que angustian a la mayoría de neoyorquinos como el precio de la vivienda o el costo de la vida; por sus guiños a las diferentes comunidades de trabajadores migrantes que integran la capital financiera de EE. UU.; por su capacidad para movilizar al electorado; por la labor de los 90.000 voluntarios en los barrios; por su defensa de Gaza; por su ideología socialista; por lo decrépito del establishment que tenía enfrente o por todo lo anterior. 

«Ha tenido la capacidad de convencer de la posibilidad de implementar estas soluciones dando esperanza frente a unos portavoces mediáticos que no se han cansado de destacar la inviabilidad de sus propuestas por ser ‘socialistas‘».

Por supuesto, Mamdani, miembro del Democratic Socialists of America (DSA), ha podido ganar la alcaldía de Nueva York por el Partido Demócrata gracias al respaldo de unos ciudadanos cansados de vivir en una ciudad que los expulsa. Estas condiciones materiales son las que han permitido que su discurso de congelar alquileres, guarderías y transporte público gratuito haya podido calar entre un electorado de por sí progresista. Pero ha tenido la capacidad de convencer de la posibilidad de implementar estas soluciones dando esperanza frente a unos portavoces mediáticos que no se han cansado de destacar la inviabilidad de sus propuestas por ser “socialistas”. Y en este detalle radica lo más destacable de la victoria de Zohran Mamdani.

Mamdani: demasiado socialista o poco socialista, según se mire

Mientras algunas fuerzas políticas de la izquierda mundial se preguntan qué pueden hacer para replicar la fórmula Mamdani en sus contextos políticos, otras voces se aprestan a puntualizar que Mamdani no es el Che Guevara sino un candidato financiado por grandes fortunas –como no puede ser de otra manera en el sistema electoral estadounidense, por otra parte–, un producto más del sistema que acabará traicionando, más pronto que tarde, las esperanzas de cambio social y decepcionando a los sectores más radicales, como sucedió con la figura de Alexandria Ocasio-Cortez

Enfrente de una izquierda plural que nunca se pone de acuerdo en nada, tenemos a una derecha que sabe detectar perfectamente a sus enemigos. Donald Trump, el New York Post o la Liga Antidifamación del lobby sionista, que incluso ha abierto una línea para denunciar las “acciones antisemitas” en Nueva York y supervisar la respuesta del próximo alcalde, se encuentran entre quienes ven un peligro en que Mamdani y sus ideas gobiernen Nueva York. Por dimensionar qué implica que un autoproclamado socialista que no está dispuesto a pedir perdón por ello sea alcalde de una de las principales ciudades de EEUU, recordemos que el presidente Donald Trump ha designado a todo pensamiento que entre dentro de la categoría “antifa” como miembro de una organización terrorista y parte de los enemigos internos a combatir.

Si el anti-sionismo de Mamdani y de su partido ha estado en el punto de mira para la derecha durante la campaña, su posicionamiento respecto a dos experiencias de transformación social que se usan como arma arrojadiza en contra de cualquier proyecto alternativo, Cuba y Venezuela, ha sido visto con recelo por cierta izquierda. A nadie debería sorprender a estas alturas que un candidato de izquierdas, del país que sea, se pronuncie en contra de Cuba y Venezuela cuando se postula para ganar unas elecciones Abjurar de ambos procesos revolucionarios ante las preguntas de los periodistas es el peaje que debe pagar la izquierda, cualquiera sea su familia ideológica, para no ser molestado por el establishment

«Abjurar de ambos procesos revolucionarios ante las preguntas de los periodistas es el peaje que debe pagar la izquierda, cualquiera sea su familia ideológica, para no ser molestado por el establishment«.

La candidatura de Mamdani pareció apostar por el cálculo electoral, optando por no asustar a un electorado que ha sido bombardeado durante años con una versión negativa y unilateral de la realidad cubana y venezolana, en lugar de impugnar el marco de análisis. Desconocemos si Mamdani, igual que antes Ocasio-Cortez, lo hizo por convicción o si aplicó la estrategia de los líderes de Podemos en sus inicios o del mismo Hugo Chávez cuando, en una entrevista como candidato presidencial en 1998, respondió afirmativamente a la pregunta de si Cuba era una dictadura, una respuesta que cualquiera que hubiera seguido la trayectoria de Chávez al salir de la cárcel, y su visita a La Habana en 1994, podía entender como instrumental. 

En todo caso, sin pretender establecer paralelismos ideológicos entre proyectos y figuras tan disímiles, lo cierto es que las declaraciones de Mamdani no representan la postura oficial de su partido que, a través de su Comité Internacional, se ha posicionado a lo largo de los años contra los ataques de EEUU a Venezuela o Cuba. De hecho, como Mamdani se ha encargado de puntualizar en más de una entrevista, su candidatura defendía lo que aparecía en la web de su plataforma política, estableciendo una división entre el partido al que pertenece y la candidatura demócrata que representaba. 

El socialismo se abre paso entre la juventud estadounidense

Sobrevivir a las tensiones dentro del Partido Demócrata no será el único desafío de un candidato outsider dentro de una estructura que ha hecho todo lo posible por expulsar, cuando no domesticar, a liderazgos de izquierdas como el de Bernie Sanders. Ello a pesar de que Sanders representó en las primarias de 2016 a una corriente creciente entre los votantes demócratas que ya no ve el capitalismo de manera positiva y que este año, por primera vez, ha superado a quienes lo consideran como un sistema favorable. Mamdani y Sanders pueden canalizar el respaldo del 66% de los demócratas que, según las encuestas de Gallup, ven al socialismo de manera positiva. Un dato que se confirma en otras encuestas que muestran cómo la juventud estadounidense tiene una visión positiva del socialismo en un 62% e, incluso, del comunismo en un 34%, cifras superiores al 43% y 14% de la población en general. No es de extrañar que Mamdani, que ha ganado con el 50,4% de los votos, haya recibido el 62% de apoyo entre los menores de 30 años

Obtener estos datos en un país cuya población ha sido la principal víctima de las campañas anticomunistas durante décadas, como estandarte del mundo libre en la Guerra Fría, con persecución macartista a toda disidencia política y donde la palabra socialismo se asocia a su acepción más radical y original, alejada del secuestro socialdemócrata del término que existe en Europa, es meritorio. Puede que los estadounidenses tengan distintas ideas de lo que es el socialismo, como los mismos miembros de esta ideología política, dividida en infinidad de corrientes y pasto de escisiones, en distintas latitudes. 

«Lo que parece evidente es que quienes hoy en EE. UU. demuestran simpatías por el socialismo no tienen prejuicios con el término, sino todo lo contrario, a pesar de la abrumadora propaganda capitalista. Y que estos prejuicios no calan entre los más jóvenes».

Lo que parece evidente es que quienes hoy en EE. UU. demuestran simpatías por el socialismo no tienen prejuicios con el término, sino todo lo contrario, a pesar de la abrumadora propaganda capitalista. Y que estos prejuicios no calan entre los más jóvenes. Un EE. UU. socialista puede parecer utópico pero el respaldo a las ideas socialistas, en paralelo al creciente apoyo a que sea el Estado quien se encargue de resolver los problemas sociales en un contexto mundial donde se quiere presentar como hegemónico el individualismo liberal o reaccionario entre la juventud, es una preocupación para los think tanks liberales y la derecha estadounidense.

La victoria de Mamdani como preludio de transformaciones más profundas 

Como siempre, el reto para cualquier izquierda radical es gobernar en el marco de acción que el capitalismo le permite. Lidiar con el poder real desde posiciones de gestión institucional es un desafío para la izquierda transformadora, que se encuentra con pocos márgenes de maniobra para desmontar arraigadas dinámicas de funcionamiento, redes invisibles de presión política por parte del capital y estructuras de negocio solidificadas que someten a los políticos de turno a las imposiciones de quienes siempre han mandado sin pasar por las urnas.

Hay que ser conscientes de estas constricciones para dimensionar todo aquello que se va logrando en esta desigual batalla entre las fuerzas del capital y las del trabajo. No para creer que llegar a las instituciones es la solución o la aspiración final de una izquierda transformadora, todo lo contrario, sino como el inicio de la construcción de otro horizonte de posibilidad para acometer cambios más profundos que superen la institucionalidad existente.  

Por tanto, sería un error analizar lo que ha pasado en Nueva York sólo mirando a la figura de Mamdani o evaluar su éxito observando su futuro papel como representante político. Más allá de lo que Mamdani podrá hacer como alcalde en la capital del capitalismo, conviene no olvidar qué ha permitido que un miembro del DSA llegue hasta allí. Mamdani no es sólo Mamdani, es la expresión de un paulatino giro de las bases demócratas hacia posturas más a la izquierda, bases que llevan años haciendo un pulso al establishment del partido. Es asimismo la encarnación de toda una serie de esperanzas de la juventud estadounidense en que la política institucional pueda guiarse por otros principios, apostando por propuestas de solución de los problemas concretos sin miedo a ir a contracorriente del discurso capitalista imperante, ni a la demonización de las ideas socialistas. 

«Mamdani no es sólo Mamdani, es la expresión de un paulatino giro de las bases demócratas hacia posturas más a la izquierda, bases que llevan años haciendo un pulso al establishment del partido».

Que finalmente se logre traspasar los límites de lo que el poder real considera posible no dependerá sólo de él. Pero el primer paso se ha dado: romper la barrera mental que impide a mucha gente reconocer la validez, utilidad y legitimidad de las ideas socialistas. Unas ideas que no se conforman con gestionar el sistema existente, sino que apuestan por transformarlo. Es evidente que, si el sistema internacional no puede transformarse en lógica revolucionaria, ni siquiera desde el gobierno en un solo país, tampoco se podrá transformar el capitalismo desde la alcaldía de una ciudad, por muy Nueva York que sea. No obstante, lo que pasa en EEUU tiene un impacto global, como demuestra la presidencia de Donald Trump. Por eso, hay que celebrar la victoria de Mamdani como un pequeño gran paso que puede ser preludio de un nuevo mundo que, inevitablemente, deberá superar el capitalismo para garantizar la vida humana. Para llegar a ese escenario, la transformación profunda de la sociedad y la política en EE. UU. es imprescindible.

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Lo irracional y los nuevos totalitarismos

Por: José Ovejero

3 de noviembre

Aquí estoy, un lunes por la mañana en un bus de camino a Madrid mientras asisto al espectáculo penoso de Mazón mintiendo sin parar. Si un político puede mentir no ya sobre asuntos dudosos o que no se conocen lo suficiente sino sobre datos que son dominio público, y echando la culpa a inocentes, es porque una parte considerable de la prensa reproducirá su discurso sin cuestionarlo. El partidismo y la desvergüenza de muchos directores de medios es una de las razones principales de la baja calidad de la democracia. Pero estoy diciendo una obviedad, así que para qué seguir.


Pero sigo: en un mundo ideal, ni siquiera debería importar que un juez o un periodista tenga una ideología determinada si al mismo tiempo tuviera la honestidad profesional de desear esclarecer los hechos, y no de influir en la vida política, obteniendo con ello recompensas y poder.


4 de noviembre

Ahora en otro bus de camino al pueblo de mi madre. Nunca he querido ir en coche a todas partes, no solo por razones medioambientales, sino porque me parece que ya vivo en un burbuja demasiado sólida; está bien montar en metro y en autobús, me saca de mi vida de escritor que no tiene que ir a trabajar a las nueve cada día. Aunque a juzgar por el tráfico que entraba en Madrid esta mañana buena parte de esos trabajadores tampoco se encuentra en los autobuses y el metro. En este autobús interurbano viajan sobre todo gente mayor e inmigrantes.

Hace años me hicieron una pregunta absurda en una entrevista: «¿Qué haces cuando vas en metro?». «Eso –respondí–, ir en metro». «Ya, pero al mismo tiempo, ¿vas mirando el móvil?». No, la verdad es que procuro no mirar mucho el móvil, salvo por alguna razón concreta, como dar una respuesta rápida a un correo, porque si lo hago me olvido de la gente que va a mi alrededor, que es en principio más interesante que hacer scroll en una red social. Aunque a mi alrededor la inmensa mayoría no hace nada interesante. Mira el móvil.


Pensando en lo que escribía la semana pasada sobre el ascenso del irracionalismo y la similitud con las primeras décadas del siglo pasado. En Alemania hubo en los años veinte y treinta un auge de todo tipo de doctrinas esotéricas que contagiaron a no pocos dirigentes nazis. También de teorías médicas con poco o ningún fundamento científico (helioterapia, curas hipnóticas, homeopatía…). Si una sociedad basada en el racionalismo capitalista había llevado a la Gran Guerra y a la descomposición social –que se manifestaría en las revoluciones marxistas y la crisis del 29–, quizá había que buscar la verdad fuera de la ciencia tradicional y el sentido común burgués. Lo irracional siempre ha sido el refugio de quienes se sienten perdidos en su mundo, a menudo con razones para ello.

Ahora también asistimos a un incremento de adeptos a teorías irracionalistas; terraplanistas a los que se da voz en programas televisivos –porque sus guionistas suponen que hay un público para ellos–; también programas que chapotean en la poco apetitosa sopa cocinada con ideas de extrema derecha, noticias falsas, extraterrestres y fenómenos paranormales; movimientos antivacunas que llegan a instalarse en los más altos niveles de la política estadounidense; conspiranoias de todo tipo… y no es que las incluya aquí porque no crea en conspiraciones de gran alcance, pero que poco tienen que ver con chemtrails y con la inyección de microchips y mucho con alianzas internacionales para defender intereses antidemocráticos. No me parece casual que todo esto vaya de la mano de la fe ciega y, por definición, irracional de millones de votantes en líderes que se presentan como salvadores y se acompañan del gesto y la parafernalia de dictadores en ciernes, mientras afirman las cosas más descabelladas. Da igual además que cumplan o no sus promesas, que sus políticas sean o no nocivas para la mayoría; la fe en ese ser especial –llámalo Trump, llámalo Milei– es independiente de lo que hagan. La recompensa no es el milagro, sino el consuelo de creer con entusiasmo en algo compartido.

Leo en un periódico que muchos migrantes que votaron a Trump están decepcionados con él… pero lo volverían a votar. Igual que otros votan a un político que habla con su perro muerto.


5 de noviembre

Sin embargo, los demócratas han vencido en Virginia y Nueva Jersey y Mamdani va a ser alcalde de Nueva York. Cualquier derrota de la deriva autoritaria y sin corazón de Trump es como para celebrar. Esperemos, por el bien del mundo, que haya más. Y lo que más me alegra es que los jóvenes hayan sido un factor fundamental en la victoria de Mamdani. Ante el mantra de que los jóvenes son cada vez más de (extrema) derecha resulta refrescante ver que no todo es como nos lo cuentan.

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Zohran Mamdani: el heredero de Bernie Sanders que quiere gobernar Nueva York

Por: Guillem Pujol

Este artículo ha sido publicado originalmente en Catalunya Plural. Puedes leerlo en catalán aquí.

Una nueva generación política asoma la cabeza en Estados Unidos. Más joven, más diversa y más comprometida con causas sociales y climáticas. En Nueva York, su rostro tiene nombre y apellido: Zohran Mamdani. Con 33 años, hijo de inmigrantes y diputado de Queens, es el gran favorito para convertirse en alcalde de la ciudad más grande del país. Mamdani representa a una generación que ha crecido en medio de la precariedad, el estallido de las rentas urbanas y el cambio climático.

Raíces diversas, mirada global

Zohran Mamdani nació en Kampala, Uganda, hijo de dos intelectuales de origen indio: el reconocido académico poscolonial Mahmood Mamdani y la cineasta Mira Nair. Su infancia, marcada por los traslados constantes, pasó primero por Sudáfrica y después, definitivamente, por Nueva York. Esa trayectoria vital le ha dejado un sello de hibridación cultural que hoy proyecta sin complejos: se define como socialista, musulmán y neoyorquino, y lo hace con la misma naturalidad con la que habla de vivienda asequible o transporte público gratuito.

Antes de la política, Mamdani trabajó como asesor de familias a punto de perder su casa. En aquellas oficinas de Queens, sentado frente a personas que se enfrentaban al desahucio, vio de cerca la violencia cotidiana de un mercado inmobiliario salvaje. Esa experiencia es la semilla de buena parte de su discurso político: hacer de la vivienda un derecho y no una mercancía.

El salto a la política

En 2020 se presentó a las primarias demócratas para representar el distrito 36 de la Asamblea Estatal de Nueva York, que incluye Astoria y Long Island City. Su rival era una diputada consolidada, con años de implantación y apoyo del establishment. Contra todo pronóstico, Mamdani ganó. Su victoria sorprendió porque no solo derrotaba a una figura veterana, sino que lo hacía desde una campaña de raíz comunitaria, con voluntarios, puerta a puerta y un mensaje directo: poner la vida por encima de los intereses inmobiliarios y financieros.

Desde entonces, ha sido reelegido con facilidad y se ha hecho un nombre en la escena progresista. Su activismo no se ha limitado al Parlamento: lo vimos en primera fila durante la huelga de hambre de los taxistas neoyorquinos, exigiendo condonación de la deuda, o defendiendo el piloto de autobuses gratuitos en Queens. Siempre con un estilo distinto: menos institucional y más cercano a los movimientos sociales.

Una agenda de ciudad

El paso siguiente ha sido inevitable: presentarse a la alcaldía de Nueva York. Lo anunció a finales de 2024 y el pasado junio sorprendió derrotando a Andrew Cuomo, el exgobernador, en las primarias demócratas. El contraste no podía ser más claro: un exlíder caído en desgracia, símbolo del poder tradicional, contra un diputado joven, sin miedo de identificarse como socialista y con un discurso de raíz popular. Mamdani no solo ganó; abrió la puerta a una reconfiguración profunda del Partido Demócrata neoyorquino.

Su programa es ambicioso. Propone congelar los alquileres en viviendas reguladas y construir 200.000 nuevos pisos asequibles. Defiende la gratuidad de los autobuses y la creación de supermercados municipales para combatir la especulación con los precios de los alimentos. Quiere ampliar la educación preescolar universal y establecer un sistema público de cuidado infantil que alivie la carga de las familias trabajadoras. También plantea un impuesto más alto para las grandes fortunas y para las corporaciones que concentran beneficios astronómicos mientras la ciudad sufre déficits crónicos en servicios básicos.

El momento clave del debate

Una de las imágenes que más han circulado durante la campaña es el debate televisivo entre candidatos. La moderadora preguntó cuál sería el primer viaje oficial que harían como alcaldes. Uno tras otro, todos respondieron: Israel. Cuando le llegó el turno, Mamdani rompió el guion. Dijo que su primer viaje sería a visitar a inquilinos amenazados de desahucio en la propia ciudad, porque “los problemas más urgentes de Nueva York no están a miles de kilómetros de distancia, sino aquí mismo, en casa”. La escena generó un silencio incómodo en la sala, pero también consolidó su imagen como el candidato capaz de desafiar consensos establecidos y priorizar a la gente por delante de la diplomacia simbólica.

El legado de Bernie Sanders

Para entender a Mamdani hay que entender a Bernie Sanders. Él mismo reconoce que entró en política después de la campaña presidencial de Sanders en 2016. Aquel movimiento demostró que había millones de personas dispuestas a apoyar una agenda socialista democrática en Estados Unidos. Mamdani recoge esa antorcha y la lleva al terreno municipal.

Lo que Sanders hizo con la sanidad pública o la educación universitaria, Mamdani lo intenta con la vivienda y el transporte. Es el mismo impulso, pero aplicado a la escala urbana. Y cuenta con el apoyo de figuras clave del ala izquierda demócrata, como Alexandria Ocasio-Cortez e Ilhan Omar, que ven en él un proyecto capaz de hacer tangible lo que a menudo queda en grandes discursos nacionales.

La diferencia, sin embargo, es que Mamdani puede ponerlo en práctica en una ciudad de ocho millones de habitantes. Si logra gobernar Nueva York, demostrará que el socialismo democrático no es solo un lema electoral, sino una política viable en la capital financiera del mundo.

Elecciones y encuestas

Las elecciones a la alcaldía de Nueva York se celebrarán el 4 de noviembre de 2025. A estas alturas, todas las encuestas publicadas lo sitúan en cabeza, con una ventaja clara sobre el candidato republicano. Los sondeos le dan entre un 55 y un 60% de intención de voto, una distancia suficiente para consolidarlo como el favorito indiscutible. La pregunta que flota no es si ganará, sino con qué margen y hasta qué punto podrá mantener intacta su agenda al llegar a la alcaldía.

Por supuesto, su agenda choca con enormes resistencias. Los lobbies inmobiliarios, el sector financiero y buena parte de la prensa conservadora ya lo etiquetan como “extremista”. También tendrá que negociar con un estado —el de Nueva York— que a menudo limita el margen de acción de la alcaldía en materia fiscal y legislativa. Y no será fácil mantener la confianza de su base electoral si los cambios no llegan con rapidez. Su apuesta por reformar la policía y reducir el papel represivo de las instituciones penitenciarias puede chocar con sectores que exigen mano dura ante el aumento de ciertos delitos, en un clima marcado por el creciente autoritarismo de Donald Trump. Sea como sea, Mamdani, por ahora, no solo no se ha echado atrás, sino que ha desafiado al presidente a un debate público. Veremos si con el tiempo se convierte en una alternativa real no solamente para Nueva York, sino para todo el país.

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