🔒
Hay nuevos artículos disponibles. Pincha para refrescar la página.
✇Radios Libres

Todo lo que la IA puede hacer por vos y tu radio

Por: Santiago Garcia Gago

Cómo un insignificante cambio que llega para “solucionarnos la vida” puede implicar que nadie visite tu página web o lea artículos como este. (Sumamos el audio de la entrevista que nos hicieron en “Una Radio Muchas Voces” sobre esta nota).

0:00 0:00

Procesar y resumir enormes cantidades de datos y ponerlos a disposición de empresas, universidades o Estados. Analizar millones de informes médicos para realizar diagnósticos más precisos. O usos más cotidianos como traducir textos a otros idiomas, programar scripts informáticos o producir podcasts. Estas son algunas de las muchas funciones para las que actualmente se emplea Inteligencia Artifical (IA). Sin duda alguna, es uno de los avances tecnocientíficos más importantes de esta época.

Sin embargo, es conveniente recordar que la IA no es más que una programación informática que, al seguirse alimentando de cada vez más datos, aumenta su capacidad de ejecutar acciones. Eso no significa que aprenda en un sentido humano, a pesar de que este mito esté muy extendido.

De hecho, todos los desarrollos tecnocientificos relacionados con las TIC llegaron siempre acompañados de un optimismo exagerado y un misticismo mágico. Cuando apareció Internet nos prometieron que el desarrollo alcanzaría a todas las áreas desfavorecidas de la tierra o que sería un ágora democrática. Luego, que las Redes Sociales servirían para democratizar la libertad de expresión y pensamos que las podríamos resignificar para hacer la revolución. Veinte años después de su aparición estamos clamando por legislaciones que eviten que la juventud se exponga a estos espacios convertidos en burbujas de odio que promueven el consumismo y el individualismo exacerbado.

Y no, no ha sido porque las usemos mal. Como hemos repetido en otras ocasiones, las tecnologías no son neutras. Si desarrollamos ciencia y tecnología en un contexto monopólico de empresas que solo buscan ganancias desorbitantes, inevitablemente, estos son los resultados. Ese puñado de compañías se convirtieron en las más ricas del planeta, mientras continuan ignorando las investigaciones de sus propios empleados que alertan de los riesgos psicológicos y de adicción que pueden sufrir quienes usan sus plataformas.

Tampoco la IA es neutra. De hecho, se alimenta de los sesgos que tiene los datos con que se entrena y, esos sesgos, se transmiten a la decisiones que toma. (Por cierto, también se alimenta de ingentes cantidades de agua como ya hablamos en este otro texto).

Por ejemplo, si empleamos un modelo genérico de IA para procesar y resumir entrevistas de audio o un grupo de documentos académicos, ¿en base a qué hará ese recorte? Al no tener acceso para matizar ese algoritmo, por mucho que definamos la instrucción (lo que se conoce como promt) siempre existirá un recorte subjetivo. Ciertamente, también sería subjetivo el resumen que haríamos cada uno de nosotros y nosotras, pero tendríamos el poder de ponderar ciertos aspectos que a la IA se les escapan: como que estén más presentes las voces de mujeres o minorías porque siempre son relegadas; entender que la voz de los pueblos originarios no suele estar en los textos de historia porque tienen una tradición oral y siempre fueron los occidentales quienes escribieron sobre ellos; o que la academia suele priorizar teorías del norte global que son las más repetidas, en contraposición con los postulados de quienes investigan desde el sur global.

Pero hay otros peligrosos recortes que ya podemos cuantificar, que están simplificando –aún más– la forma en que aprendemos o procesamos el conocimiento, debido principalmente al modelo oligopólico privado de desarrollo tecnocientífico que venimos denunciando.

El buscador de Google se emplea en 9 de cada 10 búsquedas que se hacen en Internet. La posición dominante de esta herramienta de la compañía Alphabet –que se suma a la que tiene en otros segmentos con servicios como Youtube, GMaps, GDrive o GMail, entre un larguísimo ectcetera– le permite tomar decisiones que afectan radicalmente la lógica en que consumimos los contenidos en Internet.

Google nunca abrió su algoritmo por lo que solo podemos intuir por qué prioriza unas páginas web por encima de otras: una buena gestión de etiquetas en el sitio web con palabras claves, algo en lo que se afanan quienes hacen SEO (optimización de motores de búsqueda); que una página web sea enlazada por otras; y otras estrategias que quienes trabajan como community manager intentan adivinar.

Hasta hace unos meses, el buscador de la compañía funcionaba de forma sencilla. Alguien introducía una pregunta, por ejemplo, “cómo instalar una radio en línea” y en la página aparecían los resultados que Google filtraba en función del idioma de la búsqueda, del país o región donde te encuentres o, incluso, relacionándolo con tus búsqueda anteriores. Un necesario intermediario entre quienes creamos contenidos y nuestras audiencias, en un mar infinito de páginas web y plataformas de contenido.

Como gran parte de los ingresos de Google son por publicidad, entre los primeros resultados muestra algunos patrocinados, pero el buscador lo indica claramente. De este modo, sabes que aparecen destacados porque pagan y no porque tenga un buen posicionamiento dentro del buscador. Luego, promociona varios videos de su servicio Youtube. Y después, las páginas con los resultados que podías visitar para encontrar la respuesta a la búsqueda realizada. (Clic aquí o en la imagen para ver en grande).

Ahora bien, desde que Google incorporó por defecto a su buscador la “Visión general IA” (AI Overviews), al realizar esa misma pregunta, lo que aparece destacado en primer lugar es un resumen realizado por esa Inteligencia Artificial [1].

Aunque Google añade el enlace a los contenidos originales con los que confecciona dicho resumen, la mayoría de las personas se quedan con la respuesta que les ofrece el extracto y no visitan esos sitios. Incluso, a pesar de que el mismo buscador alerta expresamente de queLa visión general creada por IA puede cometer errores y, de hecho, los tendrá. De ser un mediador necesario, Google paso a acaparar todo el tráfico que ya no se traduce en visitas a las páginas que proveen el contenido.

“Google se transforma en el ensamblador de contenido ajeno y de paso es el único que obtiene el tráfico que produce con las respuestas que ofrece. Gracias a eso, se queda con la audiencia”.

Juan Carlos Camús, Huellas Digitales.

Esta nueva dinámica en las búsquedas se ha traducido en un descenso drástico de las visitas a las páginas web generadoras del contenido. Varios blogs venían alertando de esta situación pero, la pasada semana, la revista JotDown, lo cuantificó con los siguientes datos:

“Durante los primeros cinco meses de 2025, la versión digital de Jot Down ha perdido un 35,8 % de sus lectores. Las sesiones han bajado un 40,5 %, las páginas vistas un 15,9 %. Google nos ha traído un 31,8 % menos de visitas que el año pasado”.

Ángel Fernández Recuero, Jot Down

Este descenso se suma al que ya venían experimentando por las visitas que llegaban desde las redes sociales “Twitter, un 56 % menos. Facebook, un 35 %”.

En un crudo editorial titulado “Qué hacer cuando nadie nos busca”, Jot Down pronostica que “la web, tal como la conocíamos, está dejando de existir” y llaman a conformar una “comunidad contralgorítmica”. Comunidad que, por cierto, lleva tiempo existiendo y sosteniendo alternativas como medios comunitarios, infraestructura autónoma o el fediverso.

Otros grandes medios internacionales, como New York Times o Wall Street Journal’s, han reportado caídas similares de su tráfico orgánico.

“En el caso de Business Insider, el descenso fue del 55% entre abril de 2022 y abril de 2025. Esta situación obligó al medio a despedir al 21% de su personal”.

Carolina Martínez Elebi, Observacom.

Ciertamente, la IA seguirá avanzando. Las empresas siguen apostando a su desarrollo porque obtienen ganancias descomunales. Pero esos avances, que a veces parecen insignificantes y como usuarias valoramos porque nos “hacen la vida más sencilla”, van moldeando nuestros hábitos, nuestras formas de aprender y elaborar el conocimiento, de disfrutar del arte y la cultura, o de relacionarnos entre nosotres.

Usar una u otra tecnología es una decisión personal pero politizar su desarrollo es una cuestión que deberíamos asumir como sociedad. Al menos quienes tenemos la convicción de que la comunicación es un derecho humano y apostamos por las tecnologías libres y los medios comunitarios. ¿De qué sirve usar IA para llenar una radio o una página web de contenidos si nadie los lee, y si con ello no provocamos diálogos participativos o transformamos las condiciones de vida de nuestras comunidades?


Cuando este año estrenamos el nuevo logo, varias personas nos preguntaron si el símbolo que sustituye a la “O” era un ovni o un ojo divino que todo lo ve. Ninguna de las dos. Es un banquito de tres patas. Porque aunque nuestro proyecto se construye desde y para Internet, seguimos reivindicando esas antiguas tecnologías de comunicación que nos permiten sentarnos junto a otres, con un mate o un café, a dialogar.


Más recursos para debatir sobre una IA ética:

Notas:

[1] Google indica que si quieres ver los resultados sin el resumen, puedes hacer clic en los filtros superiores, concretamente en “Web” (está junto al de Imágenes, Videos o Herramientas. Pero eso solo puedes hacerlo una vez que ya te mostró los resultados, con el resumen Overview incluido. Nuestro querido Dani Cotillas (de Nodo Común, Comunicación Abierta o Club Manhattan) nos compartió un sencillo truco para que muestra los resultados sin IA y es sumar alguna mala palabra en la búsqueda como “joder”, lo probamos y anda :D.

✇Radios Libres

La riqueza de las redes

Por: Radios Libres

Yochai Benkler. Licencia Creative Commons BY-NC-SA 2.5

Aunque este libro ha sido calificado como una «versión neoliberal» de la reivindicación del procomún y no siempre sale airoso de las limitaciones individualistas de su enfoque, Benkler reconoce explícitamente estar adoptando herramientas analíticas mainstream para desacreditar los presupuestos teórica y empíricamente infundados del papel del copyright y las patentes para fomentar la innovación.

De lo más lúcido del texto, por eso lo compartimos, es la metáfora de las capas (tomada de la arquitectura de redes) para ubicar los proyectos y conflictos ligados al procomún en un marco conceptual que permite comprenderlos de un modo integral.

Texto basado en la introducción a cargo de los editores: Florencio Cabello y Andoni Alonso. Publicado por Icaria.

✇Radios Libres

Y ahora, ¿quién podrá defendernos? ¡La Inteligencia Artificial!

Por: Santiago Garcia Gago

Un reflexión acerca del desarrollo tecnológico y lo que podemos esperar de la Inteligencia Artificial. Este artículo se publico originalmente en el número 12 de la revista Internet Ciudadana, donde puedes leer más artículos sobre este tema.

Internet Ciudadana es una iniciativa en construcción que apuesta a generar un espacio latinoamericano y caribeño, donde las organizaciones que trabajan por la justicia social, la democracia, la democratización de la comunicación, el software libre y abierto, la neutralidad de la red o la amplia gama de los derechos humanos, así como para el empoderamiento de la ciudadanía, puedan confluir para construir agendas comunes hacia la Internet de los pueblos.


A lo largo de la historia, un buen número de inventores avezados y empresas pioneras desplegaron diferentes tecnologías y, en la mayoría de ocasiones, acompañaron su distribución con desproporcionadas promesas de progreso y modernidad.

En lo que se refiere a las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC), tanto el telégrafo como las radiocomunicaciones en el siglo XIX y, en época más reciente, Internet, se erigieron por sus promotores como soluciones, cuasi mágicas, para el desarrollo y la democratización de la sociedad. Para dotar de convicción este discurso, revistieron a las tecnologías con una infalible cualidad: su “neutralidad”. Un paradigma reforzado por los medios de comunicación que se ocuparon de destacar sus incalculables beneficios. Cualquier cuestionamiento acerca del modelo de desarrollo tecnológico hegemónico sería tildado de apocalíptico o ludita. TIC a TIC, los profetas tecnologicistas comerciales nos persuadieron de que ése, y no cualquier otro, era un camino i-ne-vi-ta-ble del cual era irracional dudar ya que, la presupuesta neutralidad, terminaría imponiendo socialmente los “usos buenos” de esas tecnologías.

Este planteamiento parte de un supuesto errado al ignorar que cualquier desarrollo tecnocientífico contiene sesgos heredados de las personas, de la sociedad, del momento histórico y del sistema político-económico donde se inventó o promovió. Por lo tanto, no pueden ser “neutras” ya que están fuertemente condicionadas por todos esos factores. Por ejemplo, la carrera por llenar el espacio de satélites artificiales tuvo su etapa álgida en plena Guerra Fría entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, años de aguda tensión bélica que dividieron el mundo en dos bloques. En paralelo, el uso civil de los satélites se extendió y actualmente dependemos de ellos para comunicarnos o geolocalizar algún lugar. Pero como las potencias globales los siguen valorando más por sus usos militares que por cualquier otro, restringen el uso de determinados componente que, aunque no sean estrictamente considerados como armamento, podrían ser utilizados por terceros países con ese fin. Es decir, que los elementos técnicos más avanzados que existen se reservan exclusivamente para la defensa y la seguridad nacional. Lentes de ultraprecisión, sistema de radiocomunicación punteros o componentes que aguantan radiación, no son accesibles para las empresas civiles-comerciales o para otros países. [1] Los mejores satélites, por tanto, siempre serán los que sirven para hacer la guerra, no los empleados para “hacer el bien”, previniendo la deforestación, observando la meteorología o actuando ante catástrofes climáticas.

Viejos argumentos para nuevas tecnologías

Desde hace una década, las principales empresas tecnológicas se han lanzado en una carrera desenfrenada por dominar el sector de la última tecnología digital en alza: la Inteligencia Artificial. Inversiones multimillonarias han inflado esta nueva burbuja especulativa mientras los medios de comunicación nos convencen de sus ilimitadas bondades. La posibilidad de aplicación en múltiples áreas como la medicina, la comunicación, la programación informática o en el análisis de datos, incrementa hasta el infinito las promesas de evolución y prosperidad: desde detectar y erradicar enfermedades hasta optimizar el trabajo en cualquier sector como asistente personal, a crear música, videos o imágenes, traducir textos o redactar tareas escolares. Y aunque existen voces de alarma sobre la necesidad de algún tipo de regulación, los lobbies ya están diseñando políticas a la medida de las Big Tech que no afecten sus intereses. De hecho, estas compañías tecnológicas han aumentando considerablemente su inversión anual en cabildeo. Entre Alphabet, Meta, Microsoft y Amazon ya gastan 64.2 millones de dólares.[2] Del otro lado, como sociedad, no salimos del asombro. Es imposible no deslumbrarse con lo que estos algoritmos y programas informáticos pueden lograr.

Sin embargo, para quienes asistimos al despliegue de Internet en los años 90, ésta es una historia repetida. El argumentario con el que se promociona la IA se asemeja enormemente al que escuchamos entonces. Es como revivir el discurso de Al Gore, vicepresidente de los Estados Unidos, prometiendo en 1994 que con las “autopistas de la información” llegaría una “nueva era ateniense de democracia”.[3] Internet también se vendió como la panacea para erradicar enfermedades incurables o para la modernización y desarrollo de los países más pobres. Y del mismo modo que con la IA, también nos deslumbraron sus posibilidades. ¡Cómo olvidar la primera vez que hicimos una videollamada!

Más de tres décadas después de que se popularizara Internet, la evidencia desmiente aquellos augurios tan optimistas. La brecha entre pobres y ricos se amplió aún más, también la digital. El mundo es más desigual que entonces y quienes ocupan ahora la punta de la pirámide son, paradójicamente, las empresas del sector de las TIC. ¿Es culpa de la sociedad que no supo usar correctamente esta nueva tecnología? ¿O más bien es fruto de una tecnología que se engendró en el seno de una sociedad capitalista que antepone el lucro y la extracción de ganancias a cualquier otro beneficio o valor?

Ciertamente, Internet nos ha permitido conectarnos, articularnos o enterarnos de cómo muchos ambientalistas e indígenas del Cauca murieron defendiendo sus territorios. Pero ninguno de ellos se han convertido en “influencer” global. Las plataformas más usadas de Internet encumbraron a personas individualistas y consumistas que reflejan el modelo de sociedad capitalista en el que convivimos con dichas tecnologías. Espacios que, en vez de ágoras democráticas terminaron convirtiéndose en el vehículo idóneo para amplificar bulos y discursos de odio y segmentaron la discusión pública hasta reducirla a pequeñas burbujas donde entramos para ratificar nuestras propias convicciones.[4]

A pesar de que Internet es casi inabarcable en cuanto a tipos de aplicaciones y servicios, el 68% del tráfico en América Latina lo acaparan 8 plataformas: Alphabet (Google), Meta (Instagram/Whatsapp/Facebook), TikTok, Netflix, Microsoft, Apple, Amazon y Disney. Y lo más llamativo es que entre un 15% y un 30% del tráfico que se genera dentro de esos espacios es spam o publicidad no solicitada por sus usuarios.[5] Otra promesa incumplida, la de democratizar las voces y las industrias culturales que hoy están más concentradas que nunca: “existe mayor capacidad de los individuos para expresarse por sí mismos y alcanzar una audiencia distante, creando una sensación de mayor pluralismo, a la vez que se verifican mayores niveles de concentración tanto en los medios tradicionales como en los online”.[6]

¿Qué podemos esperar, entonces, de la IA?

Desechando el precepto de la neutralidad, es evidente que cuánto más poderoso y consolidado sea el sistema político-económico que nos gobierna y dentro del que se desarrollan sus avances tecnocientíficos, más limitados serán los márgenes de reapropiación de esas tecnologías. Teniendo en cuenta que, actualmente, la riqueza económica se extrae del sector especulativo tecnológico, hay pocas esperanzas de que la IA se desvincule de esos intereses o se regule para propiciar un despliegue más democrático.

Sin duda alguna, muchos de sus usos estarán enfocados en mejorar los tratamientos médicos o evitar tareas rutinarias que se podrán realizar de forma más eficiente. Pero primarán los usos militares o comerciales y las empresas con poder de decisión descartarán las iniciativas que, a pesar de sus posibles beneficios, no generen rentabilidad. Al igual que el ejemplo expuesto anteriormente con la tecnología satelital, Estados Unidos ya impuso sanciones en 2022 para restringir el acceso de tarjetas de video –esenciales para el entrenamiento de la inteligencia artificial– a Rusia y China.[7] Con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, personajes como Elon Musk que lo apoyaron abiertamente durante su campaña, tendrán un mayor protagonismo en esta batalla por la supremacía estadounidense en el avance de la IA.

Se evadirán también los cuestionamientos incómodos que evalúan sus impactos, por ejemplo, los medioambiantales. Un reciente estudio publicado en la revista científica Nature Computational Science, estimó que solo la inteligencia artificial generativa (IAG), triplicará los desechos electrónicos de 1,2 a 5,0 millones de toneladas en la década de 2020 a 2030.[8]

¿Nos rendimos entonces? Todo lo contrario. Sugerimos abandonar los debates desde el abordaje instrumental de la neutralidad que nos conduce a dicotomías inútiles como tecnologías buenas o malas o ciberutópicos versus apocalípticos, para llevarla al terreno de la economía política: ¿quiénes son los dueños de las tecnologías y qué intereses tienen? ¿qué tan concentrada está su propiedad? ¿quiénes intervienen en su desarrollo? ¿por qué se priorizan unas y no otras? ¿hay posibilidades de otro desarrollo al margen del hegemónico capitalista especulativo? Y, por qué no, también del campo de la sociología: ¿nos ubicamos como simples consumidoras o usuarios o nos preguntamos si es ésta la tecnología que necesitamos para el mundo que queremos construir?[9]

Notas

[1] Estados Unidos, por ejemplo, cuenta con el Reglamento sobre el Tráfico Internacional de Armas (ITAR), un conjunto de leyes que controlan la exportación de tecnologías militares y de defensa con el fin de salvaguardar la seguridad nacional.  Más información en: https://www.thenewatlantis.com/publications/the-future-of-satellites

[2] En Estados Unidos, donde las empresas y organizaciones deben registrar y publicar las actividades de cabildeo que realizan sus grupos de presión con los diferentes actores políticos, se comprueba cómo ha crecido el interés en el tema. Solo en 2023 se triplicaron el número de grupos de lobby que incorporaron Inteligencia Artificial en sus temas de incidencia política, pasando de 158 en 2022 a 458.

[3] Al Gore realizó este anunció en la primera Conferencia Mundial de Desarrollo de las Telecomunicaciones celebrada en Buenos Aires en 1994 y las recogió Armand Mattelart en su libro Geopolítica de la cultura (2002).

[4] Este mercado de “creadores de contenido” seguirá creciendo y amenaza los medios tradicionales de creación y difusión de noticias. La cifra que recaudan por publicidad y patrocinio “podría duplicarse en tamaño durante los próximos cinco años hasta llegar a los 480.000 millones de dólares en 2027, frente a los 250.000 millones de dólares actuales”, calcula la consultora Goldman Sachs.

[5] The Global Internet Phenomena Report, en el Informe sobre el uso de Redes Móviles en América Latina de GSMA (2024).

[6] Frase de Eli Noam, recogida por Martín Becerra y Gillermo Mastrini en su libro La concentración infocomunicacional en América Latina (2000-2015): Nuevos medios y tecnologías, menos actores. Universidad Nacional de Quilmes (2017).

[7] https://www.escudodigital.com/

[8] E-waste challenges of generative artificial intelligence (2024). Peng Wang, Ling-Yu Zhang y Wei-Qiang Chen Wang. Nature Computational Science.

[9] Para profundizar sobre un abordaje desde la economía política recomendamos autores como los mencionados Becerra y Mastrini, o Fernando Quirós, Francisco Sierra, César Bolaño o Bernadette Califano. Y de la sociología crítica de la tecnología la obra de Langdon Winner y Andrew Feenberg.

✇Radios Libres

Chau X…¡Hola Fediverso!

Por: Radios Libres

La arremetida neocoservadora, colonial, misógina, homofóbica y racista se extiende y contagia por todo el planeta. Los más ricos del mundo han dejado de creer en la democracia y como son, al mismo tiempo, dueños de las principales plataformas tecnológicas de información y comunicación, están empleando estas herramientas para instaurar sus ideas.

Elon Musk apoya abiertamente al partido nazi alemán; Mark Zukerberg suavizará considerablemente las moderaciones y verificaciones en las aplicaciones de Meta al tiempo que aboga por más “energía masculina” y menos políticas de diversidad que “castran” la agresividad de la cultura corporativa; y Jeff Bezos ha sido el último en sumarse a esta oleada reaccionaria anunciando que suprimirá sus políticas corporativas de protección hacía las personas negras y LGBTQ.

Hace dos años, cuando Musk compró Twitter, ya reflexionamos sobre las implicaciones que tendría para los medios comunitarios la adquisición de esta red social privativa por parte del magnate. Creemos que nos quedamos cortas en el análisis. Queda claro que no hay resquicios ni grietas en las BigTech comerciales y privativas para resignificarlas o reapropiarlas. A través de ellas, este patriarcado revitalizado esta ganando su “batalla cultural” promoviendo la erradicación de cualquier política pública que proteja los derechos de quienes no encajen en el protohombre que estos personajes representan. Usarlas es fortalecer el poder, la influencia y la riqueza de quienes están en contra del medioambiente, de las diversidades, en definitiva, de los derechos humanos. ¿Qué hacer? Abandonarlas definitivamente y usar otras que sintonicen con los principios que defendemos.

Desde 2018 que abrimos la cuenta de Radios Libres en Mastodon habíamos dejado de usar X, en aquel momento aún Twitter, aunque republicábamos lo que anunciábamos en el Fediverso. Pero este lunes 20 de enero de 2025, fecha en que Trump y Musk asumen el gobierno de los Estados Unidos, nos sumamos a la campaña global para irnos de esa red (anti)social…¡vámonos juntas!

Son muchas organizaciones las que han adherido esta iniciativa, entre ellas Internet Ciudadana, con quienes facilitaremos un taller el próximo viernes 24 de enero para aprender a sacar el máximo provecho a las redes sociales libres, federadas y descentralizadas del Fediverso. ¿Te anotas? Dile adiós a X/Twitter

¡Enviaremos los detalles en el boletín de la próxima semana!

Mastodon: mejor tootear que tuitear

  • No hay más artículos
❌