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✇Rebelion

«La crisis climática es una lucha de clases»

Por: Caty R

No es el historiador más conocido del mundo, pero Jason W. Moore (Corvallis, Oregon, 1971) es quien ha puesto en circulación y defiende con más tesón investigador el concepto ‘Capitaloceno’. Una respuesta con la que Moore discute el uso de ‘Antropoceno’, nacido, asegura, para repartir las culpas de la crisis climática entre sus verdaderos responsables y quienes padecen ese cambio del clima. Se basa en datos que son conocidos, como que el 1% más rico es responsable del doble de las emisiones que la mitad de la humanidad más pobre. Pero, a pesar de esa evidencia, como señala Moore, el concepto de antropoceno se extiende también entre la izquierda.

En ese hecho Moore justifica la que, sin duda, es la propuesta más arriesgada de su obra: una crítica rigurosa al ecologismo estadounidense y su complicidad con el capitalismo. Partiendo de la base de que —como se señala en el prólogo de su último libro— el ecologismo profesional estadounidense está alejado de la tradición de la ecología política, más vinculada con la lucha sindical y los movimientos sociales, que conocemos mejor en Europa, las advertencias de Moore sobre el “ecologismo de los ricos” y su abordaje de la crisis climática resuenan en discursos sobre el Green New Deal (nuevo pacto verde), que son moneda corriente en la literatura producida por la Comisión Europea y los partidos que, a izquierda y derecha, la sostienen. 

Por eso, el autor de La gran implosión y El capitalismo en la trama de la vida (Traficantes de Sueños, años 2020 y 2025) basa su trabajo en la relación entre el trabajo y la crisis climática, en una crítica al capitalismo y a sus maneras de dominación, así como en una explicación con distintos grados de complejidad, pero clara, de los sucios secretos de la acumulación capitalista.

La tesis de los “cuatro baratos” desarrollada por Moore incide en que el capital no habría podido desarrollarse sin una explotación del trabajo, la energía, las materias primas y los alimentos basada en su devaluación. El Capital, de este modo, y a través de mecanismos ideológicos como la separación entre Hombre y Naturaleza (las mayúsculas son importantes) ha tomado históricamente lo que necesitaba a bajos precios, arrasando con lo que precisaba arrasar para su desarrollo. La sorpresa de finales del siglo XX y de principios de este siglo es que ya no lo puede hacer más, porque ha llegado a las fronteras biofísicas del planeta. 

Hay una constatación de ello en la manía del apocalipsis que se ha extendido en los últimos años, que comparten desde el desquiciante millonario broligarca Peter Thiel hasta una parte de la izquierda hambrienta de malas noticias. Situado en una posición rara —pero anclado en la tradición marxista—, Moore cree que lo que estamos experimentando es un nuevo episodio en los que el cambio del clima y las transformaciones sociales forman una tormenta.

En uno de tus artículos al decir que los estadounidenses están obsesionados con el apocalipsis. ¿De dónde viene esta pulsión?

Desde el principio, los estadounidenses han estado enamorados del apocalipsis, un concepto que significa en su significado clásico, revelar o poner al descubierto la verdad fundamental. Esto, por supuesto, se acerca mucho a la imaginación protestante, que sigue resonando en la cultura estadounidense. Se trata de la fantasía de un día de éxtasis, de la división entre el bien y el mal. En este sentido es una forma de milenarismo, solo que con una diferencia: muchos movimientos, desde los husitas en el siglo XVI hasta el movimiento de Danza fantasma de los pueblos indígenas norteamericanos o la secta Loto Blanco de China de finales del siglo XVIII, tomaban el milenarismo como el clamor de los oprimidos. Veían venir el fin de los tiempos porque sus mundos habían sido destruidos. La versión estadounidense es diferente: es el milenarismo de los ricos, de los poderosos.

Es otro tipo de pensamiento apocalíptico

Es importante entender eso porque el ecologismo estadounidense, el pensamiento ambiental de los poderosos, ha tenido mucha influencia en el mundo. Y es una forma de milenarismo. Cuando estos ecologistas hablan del clima como una amenaza existencial expresan una idea, una visión del mundo, que ha estado germinando en los Estados Unidos desde principios del siglo XVII y que se repite en la historia estadounidense, por ejemplo, a principios de la década de 1980, cuando Ronald Reagan habló de la Unión Soviética como el imperio del mal. Hay una esencia moralizante y existencial en el imaginario estadounidense que ha infectado el pensamiento de las élites de todo el mundo. No en Oriente, no en China, sino en el Occidente imperial. Y el ecologismo es una parte fundamental de ese milenarismo de los ricos.

La izquierda política también acaricia la idea de que el fin del mundo ya está aquí. ¿Cómo podemos romper esta tendencia sin caer en la autocomplacencia y sin proponer medidas que no aborden el meollo de los problemas?

Creo que debemos empezar por analizar la historia del pensamiento ambiental incluso antes del ecologismo, incluso antes del siglo XIX. Debemos volver a Thomas Malthus y antes de Malthus debemos ir a René Descartes, Thomas Hobbes y Francis Bacon, que no eran simplemente científicos y filósofos, eran ideólogos. Ideólogos del imperio. Para ellos, los habitantes nativos de las tierras coloniales eran salvajes. Eran parte de la Naturaleza. Hay una larga historia que parte de la izquierda se ha negado a reconocer; se ha negado a entender que el pensamiento ambiental, el ecologismo, el pensamiento científico ha sido fundamental para la ideología burguesa. Uno de mis ejemplos favoritos: la palabra ecología proviene de Ernst Haeckel, un científico alemán. Él fue uno de los cofundadores a principios del siglo XX de la Liga Monista Alemana, que desarrolló su concepción del Lebensraum [espacio vital] basándose en el ecologismo de Haeckel. Los elementos de ese pensamiento reaccionario se han mantenido. El pensamiento ambiental es históricamente antidemocrático. Históricamente es la política de la élite profesional alineada con el capital. 

Parece abstracto discutir sobre si el origen del capitalismo lo situamos a principios del siglo XIX o principios del siglo XVI y XVII, pero está íntimamente ligado a nuestras prioridades políticas

¿Qué hacemos para empezar a cambiar el rumbo del debate?

Creo que esa es la pregunta de la izquierda. Debemos insistir en que la cuestión del clima, la cuestión del cambio ambiental, es historia del trabajo. La crisis climática es una lucha de clases. Para Marx es una cuestión dialéctica: es decir, el trabajo es el punto de partida que nos permite empezar a ver todos los problemas del mundo como relacionados. La lucha de clases para Marx y Engels es siempre una lucha de clases en la trama de la vida.

Con respecto a la actual crisis climática, usted fijó la fecha clave del descubrimiento de América en 1492 como punto clave en el desarrollo del capitalismo que nos ha traído hasta aquí. Otros autores prefieren situar el inicio en torno a la revolución industrial. ¿Por qué es importante tomar ese punto de partida mucho antes de que se generalice el uso de combustibles fósiles?

Esta es una cuestión importante y se plantea dentro de un debate que no ha tenido lugar, el debate con el llamado capitalismo fósil. El libro de Andreas Malm, Capital fósil, es, en muchos sentidos, un libro excelente. Sin embargo, la teoría del capital fósil que nos presenta, es una teoría malthusiana, y eso sonará incendiario, pero voy a explicar por qué. Si analizamos la tesis de Capital Fósil, vemos lo que Malm ignora: la cuestión del imperialismo. En el corazón del capitalismo está el imperialismo moderno, que tiene que ver con los mecanismos políticos que producen los “cuatro baratos”: mano de obra, alimentos, energía y materias primas. No se puede tener una fábrica mundial sin la granja mundial o sin una mina mundial, ya que esas son, de hecho, las condiciones previas de la industria a gran escala. Esta es, por supuesto, la posición de Marx de que el capitalismo comienza en el siglo XVI: es absolutamente explícito al respecto. Puede que Marx esté equivocado en otros asuntos, pero en este punto tiene toda la razón. Y la relevancia de ese argumento en comparación con el argumento sobre la llamada Revolución Industrial es que los argumentos del capital fósil ignoran el imperialismo. No se habla de los cercamientos en Irlanda, no se habla del proletariado de las plantaciones, del empleo masivo de la esclavitud en las plantaciones para producir algodón.

¿Por qué es esto importante desde el punto de vista político hoy?

Es importante porque nos ayuda a entender que el desarrollo de la clase obrera mundial es combinado y desigual. También es fundamental para un internacionalismo proletario para todo el planeta, que es esencial que opere en todas las zonas de la ecología mundial capitalista. Parece abstracto discutir sobre si el origen del capitalismo lo situamos a principios del siglo XIX o principios del siglo XVI y XVII, pero está íntimamente ligado a nuestras prioridades políticas. Si creemos que hacer estallar los oleoductos cambiará el mundo, entonces hay que hacer estallar los oleoductos. Pero hemos visto que es una política fallida. En cambio, si trascendemos las relaciones que crearon los oleoductos, que crearon las centrales de carbón, que crearon los campos petrolíferos, si anulamos y trascendemos esas relaciones, entonces podemos tener una política revolucionaria con respecto al cambio climático.

Muchos estudiosos dicen que el racismo estuvo ahí desde el principio, pero no tenemos formas institucionales e ideológicas completamente maduras de racismo hasta el siglo XVI

Hombre y Naturaleza, ¿por qué estos conceptos antiguos siguen siendo tan importantes hoy en día?

Desde el principio, este es el código binario del poder capitalista. En el inglés anticuado se dice Hombre, ahora decimos ‘humanidad’, seguimos diciendo Naturaleza, en ambos casos se trata de inventos de los siglos XVI y XVII. Junto con la civilización forman la trinidad: el hombre, la naturaleza y la civilización, a la que hoy llamamos sociedad. Esencialmente, lo que la burguesía ha construido es una visión del mundo basada en lo que yo llamo el conflicto eterno: el Hombre contra la Naturaleza. ¿Quién media en los conflictos eternos? Los civilizadores, los imperialistas, los ricos y poderosos y la ciencia que compraron, la gente ilustrada. La estructura binaria del mundo moderno en el pensamiento está relacionada con la proposición marxista clásica sobre los orígenes del capitalismo. La separación del Hombre y la Naturaleza es una expresión abstracta de la separación del campesino de la tierra. Y también es un código operativo en términos de gestión. 

¿En qué sentido?

Todos hemos tenido trabajos en los que el gerente “lo sabe todo” y el “trabajador no sabe nada”. El gerente le dice al trabajador: “No queremos que pienses, queremos que obedezcas: eres una extensión de nuestra mente”. Esa es una forma de pensar que fue cristalizada por René Descartes en el siglo XVII, en un momento de crisis climática, en un momento de revolución política. Fue una forma de pensar que surgió entonces y que se ha reproducido desde entonces. Es una mentalidad gerencial. Los socialistas que se niegan a ver esto están renunciando a la política y a la lucha contra el gerencialismo.

También ha dicho que la división de género y el racismo nacen en estos períodos. ¿Cómo ocurre? ¿Por qué era tan importante para el capitalismo que así fuera?

El racismo es un mecanismo político para tener mano de obra barata, se desarrolla en esa época. Muchos estudiosos dicen que el racismo estuvo ahí desde el principio, pero está muy claro que no tenemos formas institucionales e ideológicas completamente maduras de racismo hasta algún momento a mediados del siglo XVI. Antes había expresiones de ello, por supuesto. Lo mismo ocurre con el género. 

Esas son las dos funciones principales de la IA y esa clase de procesos en la actualidad: expulsar a los trabajadores y mejorar el estado de seguridad

¿Cómo se construyen esas ideas?

Desde el punto de vista de la burguesía, las categorías de raza y género se expresan y conceptualizan a través de la Ley Natural. Quizá sea una nota a pie de página, pero la primera revolución capitalista en torno a esa ley natural provino de Francisco de Vitoria y el intrumentalismo metafísico. El hecho es que la Raza y el Género se inventan en el momento de la gran proletarización, entre los años 1550 y 1750. Esta es, por supuesto, la acumulación primitiva de Marx y no se limita a Inglaterra. En Europa occidental, la proporción de la población que está proletarizada pasa de aproximadamente una cuarta parte a aproximadamente la mitad entre esos años. Ésta es también la era del nacimiento y la génesis del sexismo, que es una estrategia de control laboral y un esfuerzo por colocar a las mujeres en la categoría de “Naturaleza” de modo que no sea necesario pagarlas.

¿Qué implica?

Es una estrategia laboral “barata”. Con el desarrollo de la trata transatlántica de esclavos y de la esclavitud africana, que comienza a producirse masivamente después de 1600, el racismo se desarrolla progresivamente como ideología, pero también, como siempre —no solo la raza sino la etnicidad— es una consecuencia de la organización política de los mercados laborales. Como sabemos hoy, los inmigrantes se mantienen en una parte del mercado laboral, el mercado laboral más barato y explotado. A otros se les ha permitido entrar en las profesiones liberales. Así es cómo funcionan la raza y la etnia, pero en el fondo se trata de estrategias de obtención de trabajo barato, estrategias que buscan, ante todo, dividir y conquistar, el antiguo proverbio romano dīvide et īmpera. Muchos miembros de la izquierda profesional han abrazado el “divide y vencerás”. Han abrazado la política de raza y género como algo esencial, por encima de la lucha de clases, siguiendo el esfuerzo de la burguesía por dividir a la clase obrera dentro de las naciones y entre las naciones.

¿Cómo cree que el capitalismo cognitivo, el poder de Silicon Valley, encaja con la hipótesis del saqueo?

Desde sus orígenes en las décadas de 1940 y 1950, la industria de la información y la tecnología fue un producto del complejo industrial militar y del imperio mundial de los Estados Unidos. El trabajo de la informática y ahora de la inteligencia artificial ha ido esencialmente en dos direcciones: una es mejorar los poderes de vigilancia y control policial de los grandes estados imperiales. Básicamente, aumentando los poderes del Estado de seguridad nacional —o del “Estado profundo”, si se quiere— más allá de lo imaginado por parte de cualquier estado anterior. Yasha Levine tiene un libro llamado Surveillance Valley, que creo que resume la esencia de ese proceso. 

¿Cuál es la segunda función?

Es, por supuesto, hacer lo que hacen todas las tecnologías capitalistas: expulsar a la mano de obra de la producción. Estamos viendo, especialmente en el propio Silicon Valley y en Hollywood y otros sectores de los media, la expulsión masiva de los trabajadores profesionales. Esto es parte de una crisis del orden neoliberal que comenzó en la década de 1970, que se basa en reducir directamente el número o expulsar al profesionalismo y reducir así el tamaño de la clase profesional.

¿Puedes explicarlo?

El orden neoliberal se basaba en una alianza entre los profesionales y los capitalistas. Ambos estuvieron de acuerdo en que destruirían a la clase obrera en los Estados Unidos, destruirían la industria, destruirían las comunidades, encarcelarían a la clase obrera, especialmente a la clase trabajadora negra y latina, pero también a muchos trabajadores blancos. Todo era posible, pensamos en demócratas como Clinton y republicanos como Bush, porque la política neoliberal dependía de la clase profesional. Y las clases profesionales prometían buenos trabajos y buenas vidas. Cuando Trump dice: “Hagamos que Estados Unidos vuelva a ser grande”, está respondiendo a esa devastación neoliberal de Estados Unidos. Ahora, como sabemos, la inteligencia artificial, entre otros procesos, está expulsando a los trabajadores de la clase profesional. Esas son las dos funciones principales de la IA y esa clase de procesos en la actualidad: expulsar a los trabajadores y mejorar el estado de seguridad. 

China es el otro polo que marca el devenir del mundo. ¿Qué relación tiene con los “cuatro baratos” de los que has hablado en tus ensayos?

La China actual, el Partido Comunista de China (PCCh), está organizando una política, una geopolítica, para una transición poscapitalista. No es socialista, pero quizá esté más abierto al socialismo que lo que vemos en el Occidente imperial, que también se está organizando para una transición poscapitalista. Los chinos han sido muy superiores en su capacidad para organizar relaciones en todo el mundo, pero especialmente en África, con el fin de garantizar los recursos estratégicos. Sin embargo, no existe un paralelismo con los momentos anteriores de nacimiento de nuevos imperialismos, el más reciente de los Estados Unidos durante el Consenso de Washington. 

¿Por qué?

China no está organizando un nuevo régimen de naturaleza barata para el capitalismo en su conjunto. Creo que hace una orientación consciente hacia un mundo poscapitalista, un mundo basado en la acumulación política, en el que la política tendrá el mando. Seguirán existiendo bancos, habrá trabajadores asalariados, habrá comercio y producción de materias primas como la que ha habido en muchos otros lugares del mundo y en China durante milenios, o al menos en los dos milenios previos. El capitalismo es un tipo específico de entidad que debe acumular, crecer y expandir esa acumulación. 

El fascismo es una forma extrema de nacionalismo burgués. Y en sus etapas más desarrolladas, un imperialismo sangriento: eso es Israel hoy

Pero dices que vamos hacia un mundo postcapitalista

Hemos llegado hoy a un momento en el que el número de empresas dominantes en los principales sectores económicos es extremadamente limitado. Ya no compiten. De hecho, no es que no compitan es que se fusionan entre sí: cada vez son menos empresas y marcan una centralización absoluta del capital. En cierto punto, y creo que hemos llegado a ese punto, la dinámica competitiva ha terminado. Hay maneras en las que China aborda la competencia de maneras muy interesantes. Sin embargo, a escala mundial, la dinámica de competir por la tasa de ganancia ha terminado. El objetivo de los principales bloques—el bando de Beijing y el bando de Washington en la actualidad— es proteger las enormes ganancias por medios políticos. 

¿Dónde se percibe esa tendencia?

Lo vemos claramente en los Estados Unidos con el complejo industrial militar, con Silicon Valley, que está estrechamente relacionado con el complejo industrial militar, con las grandes farmacéuticas. En China se ve diferente, es más sofisticado, más dinámico, tienen más aliados, por lo que el mundo de las próximas dos o tres décadas estará determinado por una guerra económica y militar en curso entre estos dos bandos. Eso es Oriente Medio hoy en día, y eso también es Ucrania. Se trata de guerras entre la Iniciativa de la Franja y la Ruta, por así decirlo, y Washington-OTAN.

La creación de un complejo ecologista global estuvo directamente relacionada con la respuesta imperial a la revuelta del tercer mundo

También has advertido de la explosión del etnonacionalismo, generada por ciertos enfoques del cambio climático. ¿Cuáles crees que son los riesgos de esa conexión?

Históricamente, el fascismo ha tenido una relación íntima con el ecologismo. La patria siempre es un concepto ecológico, y si lo reconocemos, hay algunas implicaciones incómodas en ello. En la izquierda actual existe una forma de ecología nacionalista. El fascismo es una forma extrema de nacionalismo burgués. Y en sus etapas más desarrolladas, un imperialismo sangriento: Alemania en el siglo XX, Israel hoy. De hecho, los líderes del gobierno de Israel se describen a sí mismos como fascistas, como se ha publicado. Sin embargo, hay otra realidad incómoda que los ecologistas profesionales y los ecosocialistas se niegan a decir en voz alta. Y es que la distancia entre el ecologismo liberal y el ecofascismo no es grande. Hay una relación muy estrecha entre esas dos posiciones. 

¿Puedes explicarlo?

El ecologismo centrista de los últimos 50 años y desde sus orígenes se basó en una política antidemocrática; me refiero específicamente a la experiencia estadounidense. Era una ideología que se creó a través de la Ciencia, una política del Estado administrativo y de la Ley. No se parecían en nada, no tenían relación con la política democrática de los movimientos sindicales o del movimiento por los derechos civiles. Se trataba de una operación de clase profesional que fue financiada por fundaciones multimillonarias. Si nos fijamos en el escenario mundial a finales de los 60 y principios de los 70, la creación de un complejo ecologista global estuvo directamente relacionada con la respuesta imperial a la revuelta del tercer mundo, al nuevo orden económico internacional. La Cumbre de la Tierra de Estocolmo en 1972, una famosa conferencia de las Naciones Unidas, fue un proyecto imperial. Su intención era encontrar una manera de permitir que los capitalistas europeos y norteamericanos, tal vez algunos de Japón, organizaran un sistema planetario. Tenían un nombre para ello: la gestión planetaria. 

No todos necesitamos consumir menos. El problema no es el consumo. El problema es quién organiza la producción y con qué fin

¿Cómo ha evolucionado?

Hoy en día, los académicos liberales hablan de la “administración planetaria”. La línea del proyecto imperialista de Estocolmo y el ecologismo global era una respuesta a los procesos de descolonización. Hoy, los actores han cambiado, pero los objetivos siguen siendo los mismos: es el ecologismo de los ricos del norte global, es la iniciativa china de la Ruta y la Franja, son los BRICS… y esto es muy peligroso. Esto es lo que en el nivel político buscan conceptos como el Antropoceno. Los ecosocialistas tratan estos conceptos como ideas académicas, en lugar de proposiciones ideológicas.

Hemos visto un cambio de las políticas del New Deal Verde de Joe Biden a la sentencia de Trump “drill, baby, drill” (perfora, bebé, perfora). ¿Es posible que el medioambiente de los ricos muera el año que viene?

No lo creo. Primero, Biden y antes que él, Obama, estaban entusiasmados con la perforación, pero no lo dijeron en voz alta. Al menos no muy a menudo. Tenemos que entender que el ecologismo estadounidense se ha opuesto estratégicamente a los intereses de la clase trabajadora. El mejor ejemplo histórico de esto es que, en los primeros años 90, las principales organizaciones ecologistas de los Estados Unidos apoyaron la expansión del libre comercio en América del Norte. Y ese fue el logro de la administración Clinton. Como sabemos, el libre comercio abrió las compuertas para las emisiones de gases de efecto invernadero. He escrito sobre esto y he hablado sobre esto con frecuencia: la clase obrera estadounidense odia el ecologismo porque los ecologistas se han opuesto a sus intereses. Tenemos que entender lo que Trump está haciendo en ese contexto. 

¿Cómo?

El proyecto de Ley de Infraestructuras de Biden [Plan Build Back Better] no era un New Deal Verde. Fue un subsidio masivo a la energía verde y ha sido un fracaso total. A los Estados Unidos les habría ido mucho mejor comprar autobuses eléctricos en China a un precio de entre una cuarta y una décima parte de lo que se ha gastado con esa ley, ese es un ejemplo fáctico. Se trataba de un subsidio masivo para una parte del capital estadounidense. El hecho es que Trump, a pesar de sus muchas carencias, ha identificado un problema grave. Es un problema que había sido prioritario para la izquierda durante muchas décadas: se identificaba que el libre comercio es perjudicial, que destruye los empleos estadounidenses, que destruye la industria y que lo que se necesita es una política industrial. Hasta ahora, Trump no ha ido lo suficientemente lejos en esa dirección, pero el hecho es que la política de Trump habla de esa dimensión de la realidad.

El catastrofismo climático, la retórica de las amenazas existenciales, son herramientas alarmistas de la élite mundial para pacificarnos

En todo caso, se basa también en el puro negacionismo climático

Aunque depende de la forma en que se haga la pregunta, si analizamos el negacionismo climático en Estados Unidos, éste se sitúa por debajo del 15% de la población, no mucho más. Casi todos tienen más de 60 o 65 años. Así que ahora casi todo el mundo está de acuerdo en que el cambio climático es una amenaza actual. Hay un nuevo consenso climático. De vez en cuando, Trump se refiere al cambio climático como un timo, pero lo que quiere con eso es decirle a la clase obrera estadounidense que las políticas climáticas los ha arruinado y que lo que quieren hacer los ecologistas de la clase profesional es imponer la austeridad climática. “Quieren usar el cambio climático para joderos a vosotros, trabajadores estadounidenses”. Y hay otras versiones de esto en todo el mundo, en Alemania, Francia y el Reino Unido. La izquierda, sin duda la izquierda socialdemócrata, pero incluso la izquierda ecosocialista ha cedido este territorio a la derecha populista. No ha logrado presentar un argumento claro y agresivo de que la crisis climática no es una crisis malthusiana, no es una crisis ambiental en la forma en que nos han enseñado: es una crisis de clase, es una crisis del trabajo, es la crisis de su nivel de vida. Y tenemos que enfrentarnos agresivamente al ecologismo de los ricos, según el cual todos debemos consumir menos. No todos necesitamos consumir menos. Algunas personas necesitarán consumir mucho, mucho menos. Y, por cierto, el problema no es el consumo. El problema es quién organiza la producción y con qué fin.

¿Qué es el “despilfarroceno”?

El despilfarroceno es un concepto de mi amigo Marco Armiero, que enseña en Barcelona. No te preocupes, no hablaré de más -cenos, pero diré que lo que aprendí de eso es una idea básica: el imperialismo funciona depositando residuos tóxicos en lugares que no afecten a la rentabilidad, por eso existen fronteras de lo desechado y no tenemos que pagar por ello. Para mi argumento es importante ya que la contradicción biofísica fundamental del capitalismo bien puede tener más que ver con la sobreacumulación de residuos, de los tóxicos, incluidos los gases de efecto invernadero, que en cierto momento se convierten en tóxicos. Pero la otra parte de ese proceso es que, cuando se crea un páramo tóxico, se abre un momento para arrasar. La historia de ese proceso se remonta a la era de la acumulación primitiva en Inglaterra e Irlanda y a la conquista inglesa de Irlanda. Los residuos eran bienes comunes de los campesinos. Entonces, el capitalista inglés entraba, cercaba el terreno, encerraba esos bienes comunes y los ponía a rendir. Pero no podrías hacerlo sin arrasar a los irlandeses, que fueron definidos como salvajes y belicosos, y se dijo que debían ser civilizados y, de este modo, fueron sometidos de la misma manera en que se trataría después a los pueblos indígenas y a muchos otros pueblos de todo el mundo. 

¿Qué quiere decir cuando habla de esa contradicción biofísica?

El problema de los residuos puede ser incluso más importante que el problema de los recursos. A pesar de las carencias de ese texto, los autores de Los límites del crecimiento [Donella H. Meadows, et al.] dijeron en 1972 exactamente esto. Fue una gran revelación, y muy pocas personas han estado dispuestas a abordar el problema de la toxificación como una contradicción de clase y metabólica al mismo tiempo. Es importante porque no se trata solo de los gases de efecto invernadero, sino que si tomáramos una muestra de nuestra sangre, de la sangre de cualquiera de sus lectores, habría microplásticos, pesticidas y herbicidas, metales pesados. Son residuos que nos enferman y deprimen. Esto es por lo que el trabajo es tan importante, porque trabajo, cuerpo y clase forman un todo dialéctico. En los Manuscritos de 1844, Marx habló sobre la alienación espiritual y corporal, la enfermedad y la violencia del capitalismo. Esto, creo, lo han evitado los ecosocialistas. No han vuelto a abordar estas cuestiones. Marx no es Moisés, pero dijo algunas cosas muy importantes sobre el trabajo y el cuerpo y sobre cómo los humanos formaban parte de la naturaleza y fueron creados a través del trabajo mismo. Frederic Engels tiene un famoso ensayo sobre el papel del trabajo en la evolución biológica de los humanos modernos, y, ya sabes, tenían razón.

En ningún lugar del oeste imperial el estado disciplina al capital. No hay separación, hablando claro, entre el Estado y el capital

El de las fronteras del capitalismo es un concepto clave en tu obra. ¿Cuál es la relación entre esas fronteras y las fronteras políticas? Estamos viendo las razzias del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas estadounidense (ICE) y tenemos el mar Mediterráneo, que es una gigantesca morgue. ¿Qué relación hay entre ambos conceptos?

Ahora que han desaparecido las fronteras físicas del capitalismo, las fronteras políticas están militarizadas de una manera que no tiene precedentes, especialmente en las principales potencias imperialistas. El Transnational Institute publicó un informe hace cuatro años llamado Global Climate Wall y han escrito mucho sobre la militarización sin precedentes en las fronteras del Reino Unido, los Estados Unidos, Alemania, Australia, etc. La profunda violencia en el Mediterráneo es una estrategia de control laboral. Es una estrategia de terror. 

¿Cómo opera?

Históricamente las fronteras de la naturaleza barata han cumplido una función muy, muy específica. Prácticamente todos los historiadores de la economía lo reconocen, pero no siempre saben lo que observan: cada gran época dorada del capitalismo requirió mano de obra barata, comida barata, energía barata, materias primas baratas. El precio de estos insumos fundamentales de la producción capitalista tenía que bajar para que los capitalistas pudieran invertir y para que las ganancias fueran altas. 

Las fuentes de vitalidad del capitalismo han desaparecido, pero el cuerpo sigue vivo. Está muerto, pero es mortífero

Se produce entonces la crisis del capital de la que hablabas.
Una ganancia alta significa una inversión alta, una ganancia baja significa una inversión baja. Prácticamente todos los economistas críticos del Occidente imperial de los últimos 50 años dicen lo mismo: la inversión se ha derrumbado, ¿por qué? Porque la rentabilidad se ha derrumbado. ¿Por qué? Porque las naturalezas baratas que serían necesarias para elevar la tasa de ganancia, que serían necesarias para atraer inversiones, no existen. El contraejemplo que es muy importante, y se remonta a tu pregunta anterior, es China. ¿Por qué China ha tenido éxito en la innovación y el desarrollo? Porque ha adoptado, gracias a su pasado comunista, un modelo de acumulación política en el que el estado disciplina al capital. En ningún lugar del oeste imperial el estado disciplina al capital. No hay separación, hablando claro, entre el Estado y el capital. 

Puedes poner un ejemplo

Mira al nuevo canciller de Alemania, que fue un antiguo ejecutivo de BlackRock, mira a los Estados Unidos. La única diferencia hoy es que vemos que en los Estados Unidos ahora hay un conflicto entre la base militante de Trump y los globalistas como Elon Musk; Musk ha sido esencialmente expulsado de la administración Trump. El problema de fondo es que en todo el Occidente imperial no hay separación entre Estado y capital. No hay ningún Estado que pueda disciplinar al capital y no hay ninguna oportunidad dentro del capitalismo de adoptar un programa keynesiano. Un programa keynesiano supondría la independencia del Estado a un nivel suficiente como para que los gobernantes ilustrados y los capitalistas ilustrados pudieran disciplinar al resto de la clase capitalista. Las condiciones para eso dependían en última instancia de la naturaleza barata. La naturaleza barata siempre viene de las fronteras. Las fronteras están completamente agotadas. No habrá otra edad de oro en el futuro. Así que la consecuencia es lo que llamo capitalismo zombi en mi nuevo libro. Las fuentes de vitalidad del capitalismo han desaparecido, pero el cuerpo sigue vivo. Está muerto, pero es mortífero. Existe para alimentarse del cerebro de los vivos mientras gesta una nueva civilización.

Sostienes que la crisis climática es un momento de posibilidades revolucionarias. ¿Cómo puedes presentar este argumento para un público que tiene que lidiar con la tristeza ante el estado actual de cosas?

Bueno, lo primero que debemos darnos cuenta es que el catastrofismo climático es una estafa ideológica. Es una operación fraudulenta. El catastrofismo climático, la retórica de las amenazas existenciales, son herramientas alarmistas de la élite mundial para pacificarnos. Y quieren pacificarnos porque la clase capitalista imperial transnacional, el que gira en torno a Davos y el Foro Económico Mundial, el Grupo Bilderberg, el Club de Roma, la Trilateral, el Consejo de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos, muchas otras entidades de todo el mundo que involucran a universidades y ONG, las grandes fundaciones… tienen un proyecto deliberado para infundirnos miedo, porque el miedo y la solución que proponen están íntimamente relacionados. Eso es algo de lo que hay que darse cuenta. 

¿Y lo segundo?

La otra cosa que hay que entender es que, históricamente, desde hace 3.000 años, los cambios en el clima son malos para las clases dominantes. No implica necesariamente que haya una revolución. Pero hay que volver a leer lo que sucedió en la Edad del Bronce y, luego, en el siglo XII a. C., volver a la crisis del Occidente romano y a la crisis climática del Período Frío de la Edad Media, otro momento de crisis civilizatoria, ir a la crisis de un feudalismo, ir a la crisis del siglo XVII, una gran era de crisis política, depresión económica y guerra. También hay que aprender de las revoluciones francesa y haitiana y de la revuelta popular de finales del siglo XVIII. Todos estos fueron momentos de muy mal clima. No es que el clima determine nada, pero desde una perspectiva marxista, una perspectiva socialista, la crisis climática es un multiplicador de contradicciones. Aumenta la intensidad de todas las contradicciones del sistema agrícola, de los conflictos entre las élites políticas gobernantes, de la contradicción entre el trabajo y la cultura. Así que si nos fijamos, por ejemplo, en la crisis del feudalismo en el siglo XIV, llega la Pequeña Edad de Hielo y todo entra en crisis: la iglesia, los aristócratas luchan entre sí, los campesinos se rebelan. Todo esto está ocurriendo en este momento de cambio climático, porque el clima es un multiplicador de contradicciones. Es una fuerza de la naturaleza sobrealimentada dialécticamente que luego se ramifica a través de la sociedad de clases. Sin conocer esa historia estamos indefensos y por eso siempre vuelvo a Marx y Engels, quienes dijeron que nuestras diferencias teóricas, nuestras diferencias políticas, las cuestiones de la praxis deben resolverse, en sus palabras, sobre el terreno de la realidad.

TG: @p_elorduy. BSK: @pelorduy.bsky.social

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/pensamiento/jason-w-moore-entrevista-capitaloceno

✇Rebelion

Mensajes para Trump (sin Trump): «Los océanos no están en venta. Ni Groenlandia, ni la Antártida»

Por: Caty R

El gran ausente en la tercera Cumbre de la ONU sobre los Océanos de Niza, el presidente estadounidense, Donald Trump, ha sido el blanco de críticas por parte de ciertos líderes mundiales debido a sus planes expansionistas y su intención de explotar la minería en el fondo del mar.

En la jornada inaugural de la cita, el anfitrión, el presidente francés, Emmanuel Macron, y, en menor medida, el secretario general de la ONU, António Guterres, hicieron estos reproches de forma velada, al tiempo que urgieron a mantener el multilateralismo y a defender la ciencia.

También se unió a las críticas, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, cuyo país acogerá en noviembre la COP 30 en la ciudad amazónica de Belém.

«Lo digo aquí alto y claro. Los abismos oceánicos no están a la venta, como tampoco Groenlandia es conquistable. La Antártida o las aguas internacionales tampoco están a la venta«, declaró Macron, en un incisivo tono, aludiendo a los proyectos de Trump.

Sin citarlo en ningún momento, el presidente francés recalcó el papel que tienen los océanos en el cambio climático y señaló que no se trata de «una cuestión de opinión, sino de hechos científicos».

Habló, además, de la necesidad de preservar «una ciencia, libre y abierta» -en otra alusión a la administración estadounidense- e ironizó sobre los planes de la principal potencia mundial de enviar una misión tripulada a Marte. «Antes de precipitarnos a Marte, es mejor conocer a nuestro mejor amigo, que es el océano», lanzó. Macron consideró que en Niza, donde se han reunido 63 jefes de Estado y de Gobierno, es el momento de «volver a dar fuerza al multilateralismo».

En un discurso más institucional, Guterres advirtió de que las aguas internacionales «no pueden convertirse en el Salvaje Oeste» y, para regularlo, urgió a los países a ratificar el Acuerdo sobre la Diversidad Biológica Marina en Zonas Fuera de la Jurisdicción Nacional (BBNJ, por sus siglas en inglés).

«Las naciones también están explorando nuevos horizontes en la minería de los fondos marinos: hay que hacerlo equilibrando las preocupaciones justificadas sobre el impacto ambiental con el interés legítimo en los recursos. Todo ello para apoyar una economía oceánica sostenible y la transición a la energía verde», abogó.

Rechazo a la depredación del fondo marino

El presidente brasileño, Lula da Silva, adelantó que su país ratificará hasta finales de año el BBNJ y, aludiendo a los planes de la Administración Trump, pidió que se impida «la carrera depredadora de los minerales» en los océanos.

«No podemos permitir que le pase al océano lo que ha pasado a las reglas del comercio internacional, que han sido tan erosionadas que la Organización Internacional del Comercio (OMC) se ha vuelto prácticamente inoperativa», criticó Lula, en una nueva crítica velada a su homólogo estadounidense. Para el jefe de Estado de Brasil, los océanos no se pueden convertir «en el escenario de disputas geopolíticas».

Reflejo del desinterés de Estados Unidos en la cita de Niza, Trump envió a Edward Russo, que dirige en la Casa Blanca las cuestiones de medio ambiente, pero no a un miembro de su Gobierno.

Durante el plenario, llamó la atención una queja del representante ruso en la Cumbre, quien acusó a Francia de no haber dado visado a un responsable ruso que supuestamente había participado en la organización de la cumbre y en la preparación de la declaración.

Entre otros intervinientes en esta jornada inaugural, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, hizo un llamamiento a ratificar el BBNJ, adoptado en 2023 y que solo España ha ratificado de la UE.

«Europa aportará 40 millones de euros al programa Océano Global. Así que hoy les pido a todos: por favor aceleren la ratificación. El océano necesita que desempeñemos nuestro papel», apeló Von der Leyen.

Entre los 63 jefes de Estado y de Gobierno presentes en Niza, figuran la presidenta de Perú, Dina Boluarte; el del Gobierno de España, Pedro Sánchez, y jefes de Estado de la República Dominicana, Luis Abinader; de Argentina, Javier Milei; de Paraguay, Santiago Peña; y de Costa Rica, Rodrigo Chaves.

Este último, copresidente de la Cumbre junto a Macron, aseguró que, a pesar de los millones de toneladas de plástico que acaban en el mar cada año y de que el 90 % de las especies están en el borde de sobrepesca, el océano puede «convertirse en solución si tenemos el coraje y la inteligencia para cambiar nuestras formas de actuar»

Fuente: https://climatica.coop/mensajes-para-trump-oceanos/

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Todos los caminos conducen a… los derechos de la naturaleza

Por: Caty R

El Milliarium Aureum, monumento construido en el año 20 a.C. por el emperador Augusto en el Foro de la Antigua Roma, marcaba el punto de partida de todas las calzadas romanas y destacaba la posición central de la capital. Desde Roma salían y hacia allá conducían las principales carreteras del Imperio romano. En la actualidad, parafraseando aquello que “todos los caminos conducen a Roma / tutte le strade portano a Roma”, sin necesidad de tener un monumento como referencia o un centro geográfico determinado, podemos decir que todos los caminos conducen a los derechos de la naturaleza, en tanto punto de llegada y a la vez de partida. Y eso se logra de diversas maneras y desde cada vez más lugares en el planeta, por la presión de los hechos.

Reconociendo que el derecho es un campo de permanente dispu­ta, no podemos ignorar lo complejo que ha sido conseguir avances en derechos ambientales, propios de las necesidades de los humanos para alcanzar una vida digna. En este largo trajinar, la relación de la jurisprudencia con la naturaleza ha sido siempre compleja.

Lo que debemos constatar –para poder introducir cambios radicales– es que el marco jurídico vigente, antropocéntrico en esencia, tiene límites, pues, sobre todo, ha girado alrededor de los derechos para subordinar a la naturaleza. En el enfrentamiento de los derechos de propiedad con tendencias privatizadoras a ultranza o bien morigerados por el Estado o aun por diversas comunidades humanas, la Madre Tierra ha sido un territorio de apropiación. Un objeto. Esta es una historia larga y terrible.

Sin embargo, la discusión sobre si algún ser no humano puede tener derechos sucede en el marco de esa historia. En la Edad Media y hasta el Renacimiento –es decir, entre los siglos XIII y XVII– fueron frecuentes los juicios a animales, especialmente a cerdos que habían matado o comido a niños, lo que se justificaba pretendiendo que los animales tenían un poco de alma…

En tiempos recientes se registran diversos procesos que van mucho más allá. Se propone un reencuentro con la naturaleza, asumiéndola, inclusive, como el punto de partida de todos los derechos. Se trata de un complejo caminar desde los derechos ambientales -provenientes de los derechos humanos- hacia los Derechos de la naturaleza; derechos que no se contradicen, pues son derechos que se complementan y se potencian, cabe decir. Un empeño en el que, normalmente, la batuta la lleva la participación ciudadana a través de la acción de diversos grupos sociales.

El tránsito de la «naturaleza objeto» a la «naturaleza sujeto»

Consagrar a la naturaleza como sujeto de derechos postula nuevas formas de relación del ser humano con ella y sus componentes. Reclama, por ende, el paso de un paradigma antropocéntrico a otro de carácter socio-biocéntrico. En los lineamientos de este nuevo paradigma civilizatorio se destaca el abandono de la caracterización de la naturaleza como canasta de recursos y como depósito de de­sechos.

Reconocer los derechos de la naturaleza no supone una naturaleza intocada, sino el respeto integral por su existencia y el mantenimiento y la regeneración de sus ciclos vitales, su estructura, sus funciones y procesos evolutivos; es decir, la defensa de los sistemas de vida. La naturaleza ya no se considera como un objeto de dominación y un mero recurso económico.

Se trata de construir una sociedad sustentada en la armonía de las relaciones de los seres humanos con los seres no humanos, de los humanos consigo mismos y, por supuesto, entre todos los humanos. Esta noción, que pervive en la percepción de los pueblos originarios desde hace mucho tiempo, no implica una visión milenarista de un paraíso armónico, ni una ingenua idealización que postula una suerte de regresión a la época de las cavernas. Además, no se puede olvidar, que varias civilizaciones antiguas se hundieron por haber destruido su hábitat; aceptar esta realidad puede servir para conocer las causas de esas tragedias y evitar repeticiones nefastas.

No debería sonar extraño, entonces, que los humanos busquemos garantizar nuestra existencia en el universo a partir de una legislación y una jurisprudencia que favorezcan a quien nos proporciona el sustento: nuestra Madre Tierra o Pacha Mama. Y es en extremo revelador cómo el discurso jurídico comienza a cambiar con la incorporación de los derechos de la naturaleza; basta ver la introducción de conceptos propios del mundo de la biología, como ciclos vitales o ciclos naturales, en diversas legislaciones e incluso acuerdos internacionales.

Diversas entradas a los derechos de la naturaleza

Este debate circula por el mundo. Con una fuerza cada vez mayor. Lo que si destacamos es que los derechos de la naturaleza ingresaron en la agenda política internacional, en especial, gracias al vigoroso impulso de la Constitución de Ecuador, aprobada en las urnas por su pueblo en 2008. Un logro que se explica por la activa participación de la sociedad. Sus raíces están profundamente insertas en el mundo de sus pueblos originarios, aunque parezcan invisibles para ciertas lecturas prejuiciosas o superficiales. Ellos comprenden perfectamente que la Pacha Mama es su Madre, no una mera metáfora. Es más, en ese pequeño país andino se dio una suerte de mestizaje jurídico en el debate constituyente, a partir de un respetuoso y activo diálogo de saberes, que permitió sumar las luchas de diversas comunidades indígenas y no indígenas empeñadas en defender sus territorios.

La cosmovisión de los pueblos originarios, heterogénea y diversa, y otras comunidades, dialoga con un conjunto de lecturas de juristas que ya postulaban la ampliación de derechos hacia la naturaleza. Los antecedentes son múltiples. Pero lo que aquí nos interesa es reconocer cómo, desde diversos ámbitos, se camina hacia ese objetivo: los derechos de la naturaleza. Son múltiples las luchas que enfrentan la destrucción de la naturaleza y también proponen alternativas de vida digna, respetando los ciclos ecológicos.

Así, casi a diario crece la lista de casos en los que afloran estos innovadores derechos, que asumen a la naturaleza como sujeto, en unos cuarenta países en todos los continentes. Veamos un par de ejemplos.

Más allá de Ecuador, en donde ya hay decenas de sentencias favorables estos derechos, en Colombia, en el año 2017, la Corte Constitucional reconoció al río Atrato como sujeto de derechos, con miras a garantizar su conservación y protección, como resultado de una acción de muchas comunidades rivereñas. Así las cosas, desde lo que se conoce como “derechos bioculturales”, es responsabilidad del Estado como de las comunidades proteger el medio ambiente procurando su conservación, protección y restauración. Anotemos también que en Colombia una veintena de ríos ya ha adquirido derechos propios.

Otro fallo histórico, también de la Corte Suprema de Colombia, data de 2018 y reconoce a la Amazonía como sujeto de derechos. Este fallo permitirá exigir la protección de este ecosistema por sí mismo y no solo en función de que se afecte la vida humana. La Corte falló a favor de una tutela que presentaron 25 infantes y jóvenes, acompañados por la organización Dejusticia, en defensa de sus derechos, vulnerados por la persistente degradación del bioma amazónico, lo que agrava la problemática de cambio climático y a su vez pone en peligro la provisión de agua y la regulación del clima en el país. Lo destacable del fallo es que reconoce la responsabilidad intergeneracional en la protección del medio ambiente, puesto que son las nuevas generaciones las que vivirán los efectos más severos del cambio climático, y la adaptación a los nuevos escenarios descansa en buena medida en las estrategias de conservación que se implementen hoy.

En América del Sur hay otros avances notables. En Panamá, se expidió, en el año 2022, una ley por medio de la cual se reconocen los derechos de la naturaleza y las obligaciones del Estado relacionados a estos derechos, entre otras importantes disposiciones. También en Argentina se abre el camino a los derechos de la naturaleza gracias a la lucha de diversas organizaciones ciudadanas, auspiciadas por organizaciones de juristas, como la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas.

Aunque no llegó a buen puerto en 2022, la iniciativa de cambio de Constitución en Chile se propuso abordar el problema global más importante con el que se suicida la Modernidad, el actual colapso ecológico, que encuentra en la crisis ambiental una de sus manifestaciones.  No solo se amplió el derecho ambiental, con indispensables restricciones a la propiedad privada y el reconocimiento del derecho humano al medio ambiente sano, sino que se comprometió a favor de los derechos de la naturaleza. Ese texto constitucional debería ser de lectura obligatoria si queremos seguir construyendo y aprendiendo incluso de procesos que -por lo pronto- quedaron truncos.

En Europa se registra, por igual, otro ejemplo de la acción ciudadana. En 2022, a través de una ley, se convirtió a la laguna del Mar Menor en el primer ecosistema de Europa con personalidad jurídica propia, al igual que las personas humanas y las empresas. Desde su entrada en vigor, el Mar Menor pasó a ser sujeto de derechos y no solo objeto de protección del ordenamiento jurídico. La nueva legislación constituye una auténtica victoria de la sociedad civil sin precedentes, tanto por reconocer derechos propios a esta laguna murciana, como por la forma en que se produjo. Se reunieron más de 600 mil firmas, muy por encima del medio millón exigido para poder presentar este tipo de iniciativas.

Esta ley es pionera en Europa, donde existen iniciativas ciudadanas que buscan un reconocimiento similar para diversos ecosistemas, para mencionar un par de casos, en el Mar del Norte en Países Bajos, el río Loira en Francia, el río Loisach en la alta Baviera en Alemania, iniciativas que todavía no se han cristalizado, pero que marcan el rumbo. En Alemania, en el Estado de Baviera, avanza una iniciativa ciudadana para introducir los derechos de la naturaleza en el artículo 101 de la Constitución a través de una consulta popular. Igualmente, en ese mismo país, una coalición de juristas y diversas organizaciones ciudadanas impulsa una propuesta de reforma de la Constitución alemana –Grundgesetzt-, considerando que los derechos de la naturaleza son absolutamente necesarios para resolver la crisis ecológica. Inclusive se pueden mencionar dos sentencias en Erfurt, del año 2024, que consagran los derechos de la naturaleza; una de ellas caminando desde un caso aparentemente menor, como fue el escándalo del diesel en dicho país.

En Nueva Zelanda, el año 2012, por la acción del grupo indígena kiwi, se reconoció el carácter de persona jurídica al río Whanganui. Se trata de un acuerdo basado en dos principios: primero, concibe al río como un ente viviente e indivisible compuesto por elementos físicos y metafísicos que se extiende desde la montaña hacia el mar y cuya salud y bienestar se deben promover; segundo, reconoce una relación especial entre el río y pueblo el kiwi y que la salud y el bienestar del río está intrínsecamente vinculada con la salud y el bienestar de la gente.

Otro reconocimiento de personalidad jurídica “humana” relevante es el de los ríos Ganges y Yamuna en la India. Esto resultó de la acción interpuesta por vecinos de la ciudad sagrada de Haridwar, en el año 2017, a la Corte Suprema de Uttarakhand: uno de los 29 Estados de ese enorme país. Allí se resolvió que esos ríos, así como sus afluentes, arroyos y todas las aguas naturales que fluyen con circulación intermitente o continua de estos ríos, son personas jurídicas con el estatus legal de persona.

Los Estados Unidos no están lejos de estos avances. En el año 2019, se decidió en las urnas que el lago Erie, el undécimo más grande del mundo y que proporciona agua potable a 12 millones de estadounidenses y canadienses, tiene derechos; y, si bien el proceso no está totalmente definido, es un caso que ayuda a comprender cómo se expanden por el mundo estos derechos revolucionarios. A su vez, un grupo de ciudadanos estadounidenses presentó una demanda para que las Montañas Rocosas y el de­sierto de Nevada puedan demandar legalmente a individuos, corporaciones o gobiernos en los Estados Unidos. Y ya, desde años atrás, hay iniciativas ciudadanas para reconocer estos derechos de la Madre Tierra en algunos municipios de ese país.

En este punto, cabe resaltar el papel de varios juristas, en diferentes momentos, casi siempre impulsados por procesos ciudadanos de defensa de diversos ecosistemas, quienes caminaron y siguen caminando en dirección de los derechos de la naturaleza. A más de aproximaciones de inspiración biocéntrica desde la jurisprudencia, registradas desde hace muchas décadas, hay otras procedentes de las ciencias exactas, de reflexiones filosóficas y literarias, incluso de lecturas teológicas, como la Encíclica Laudato Si del Papa Francisco, inspirada en el pensamiento y acción de Francisco de Asís. Y lo interesante, adicionalmente, es que en muchos casos hay la acción de una suerte de internacional por los derechos de la naturaleza y sus defensoras y defensores, que trabaja de manera cada vez más coordinada.

Con los derechos de la naturaleza hacia un giro copernicano

Con los derechos de la naturaleza estamos ante una situación similar a la que propuso Immanuel Kant en relación a la filosofía, incluso de mucho mayor transcendencia, pues tenemos que aceptar que los humanos no estamos al margen de la naturaleza, que somos naturaleza y que en ella no hay ninguna especie superior. Y la naturaleza –esto es fundamental– es la que nos da el derecho a nuestra existencia.

Dicho esto, nos reencontramos con la ética de la vida misma. No solo que podemos ver el mundo con otros ojos, sino que estamos conminados a cambiar de raíz las sociedades antropocéntricas en todos sus ámbitos.

Requerimos un mundo re-encantado alrededor de la vida. Algo que lo lograremos con diálogos y reencuentros entre los seres humanos, en tanto individuos y comunidades, y de todos con la naturaleza, entendiendo que somos un todo. Hasta que se haga realidad este giro civilizatorio, los tiempos venideros serán cada vez más difíciles.

Incorporar a la naturaleza como sujeto de derechos en una constitución o en una ley –un acto formalmente antropocéntrico– implica la obligación de transitar hacia visiones y prácticas biocéntricas, que deben desarrollarse en la realidad concreta. En lo concreto esto significa que, apenas entran en vigencia los derechos de la naturaleza, ya no debería existir ningún derecho para explotar inmisericordemente a la Madre Tierra y menos aún para destruirla. El único derecho que existe es un uso ecológicamente sostenible. Las leyes humanas y las acciones de los humanos, entonces, deben estar en concordancia con las leyes de la naturaleza. Su vigencia responde a las condiciones materiales que permiten su cristalización y no a un mero reconocimiento formal en el campo jurídico. Y su proyección, por tanto, debe superar las visiones que entienden los derechos como compartimentos estancos, pues su incidencia debe ser múltiple, diversa, transdisciplinar.

El entendimiento de este punto nos conduce al giro copernicano en todas las facetas de la vida, sea en el ámbito jurídico, económico, social y político, pero sobre todo en el cultural. La concepción de la naturaleza como sujeto de derechos conlleva varias consecuencias, que empiezan reconocer que todas las formas de vida revisten valores en sí mismas y que por tanto poseen derechos a de­sarrollar sus propios procesos vitales. Obviamente hay aquí una mediación humana, en tanto son personas las que reconocen esos valores. Pero esa valoración está más allá de nuestra interpretación y reside en los propios seres vivos. Por esa razón se denomina a estos valores como intrínsecos, ya que la esencia del valor es inherente a los seres vivos.

Así como el discurso normativo actual prohíbe tratar como mercancía al ser humano, la naturaleza debería recibir el mismo trato. Estos nuevos paradigmas nos llevan a un progresivo e imprescindible proceso de salida de la naturaleza de la lógica mercantil y planificadora estatal, pues toca promover paralelamente una relación armónica con ella –en tanto somos parte de ella– y ajustar las actividades de los humanos a sus ritmos. Así, se tiene por objeto preservar la integridad de los procesos naturales, garantizando los flujos de energía y de materiales en la biosfera, sin dejar de preservar la biodiversidad del planeta. En los derechos de la naturaleza el centro está puesto en la naturaleza. En suma, esta vale por sí misma, independientemente de la utilidad o los usos que pueda o pretenda darle el ser humano.

Establecer la naturaleza como sujeto de derecho exige una relación de igualdad y respeto entre los seres humanos y la misma. En términos de igualdad y respeto nos invita a entender que los humanos, en tanto seres terrestres, no podemos organizar procesos al margen de los límites biofísicos de la tierra y menos aún en contra de ellos. Y en este empeño precisamos crear las condiciones que garanticen el respeto a las personas y comunidades que protegen sus territorios, lo que en realidad es una forma de autodefensa de la Tierra misma. Y en ningún caso se puede marginar la justicia social, que debe caminar de la mano de la justicia ecológica, y viceversa.

Sin derechos de la naturaleza la libertad es una ilusión

Definitivamente es el momento de entender que la naturaleza es la condición básica de nuestra existencia y, por tanto, que es también la base de los derechos colectivos e individuales, inclusive de los derechos de libertad. Así como la libertad individual solo puede ejercerse dentro del marco de los derechos de los otros humanos, la libertad individual y colectiva solo puede ejercerse dentro del marco de los derechos de la naturaleza. Si pensamos en nuestros nietos y en nuestras nietas, es decir en las futuras generaciones, bien podemos concluir que su existencia y su libertad dependen del respeto a la naturaleza. Bien anota el jurista alemán Klaus Bosselmann, que “sin derechos de la naturaleza la libertad es una ilusión”.

Urge, por igual, desmontar las estructuras patriarcales y coloniales que provocan y reproducen violencias múltiples. Habrá que cristalizar el cobro de las deudas coloniales y ecológicas, en las que las naciones enriquecidas por la explotación de otros pueblos y otros territorios son las deudoras. Por igual habrá que cambiar el sistema económico mundial, con todas sus herramientas de dominación, como lo es la deuda externa, que configuran maquinarias depredadoras de la vida.

En este trajinar habrá avances y retrocesos, como se ve a diario con la aplicación de los derechos humanos, sean derechos de las mujeres, de los pueblos originarios, de las minorías sexuales, laborales… Sin embargo, en ningún momento podemos perder la esperanza, que no la asumimos simplemente como la creencia de que algo indefectiblemente saldrá bien, pues preferimos asumirla como la certeza de que lo que hacemos tiene significado, independientemente del resultado.

Además, este reencuentro armonioso y amoroso con la Madre Tierra contaremos con su enorme capacidad de resiliencia y recuperación, pues se trata de una verdadera Madre, que está de nuestro lado. Entendemos, por igual, que, si los humanos no restablecemos la Paz con la Tierra, no habrá posibilidad de Paz para nosotros en la Tierra, que explicablemente se rebela frente a tanta destrucción que estamos provocando.

Cerremos estas líneas, reafirmando lo que manifestó el año 2015, en París, en una de las sesiones del Tribunal Internacional de los derechos de la naturaleza, aquel ejemplar ser humano, el argentino Fernando Pino Solanas: “Quizás no exista una causa mayor, desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que luchar por los derechos de la naturaleza.” Y esa causa es la que nos mueve a seguir caminando en esa dirección desde los cuatro puntos cardinales.-

Alberto Acosta. Economista ecuatoriano. Presidente de la Asamblea Constituyente (2007-2008). Candidato a la Presidencia de la República del Ecuador por la Unidad Plurinacional de las Izquierdas (2012-2013). Compañero de luchas de los movimientos sociales. Profesor universitario. Autor de libros.

Enrique Viale. Abogado argentino. Fundador y Presidente de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas. Es autor de diversos libros y artículos especializados. Es consultor ambiental y comunicador en radio, streaming y medios gráficos.

Ambos son coautores del libro «La naturaleza sí tiene derechos aunque algunos no lo crean», Editorial Siglo XXI, Argentina (2024). Jueces del Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza. Miembros del Pacto Ecosocial, Intercultural del Sur.

NOTA: texto publicado inicialmente en italiano en la revista DECRESCITA: https://arturo.it/ultimo-nnimmo/

Español: https://lalineadefuego.info/todos-los-caminos-conducen-a-los-derechos-de-la-naturaleza-alberto-acosta-y-enrique-viale/  

Deutsch: https://gibdernaturrecht.muc-mib.de/alle-wege-fuehren-zu-den-rechten-der-natur

English: https://gibdernaturrecht.muc-mib.de/all-roads-lead-to-the-rights-of-nature

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La Corte bonaerense y un freno a los agrotóxicos: mil metros de protección ante las fumigaciones

Por: Caty R

La Suprema Corte bonaerense emitió una resolución contundente que confirma la restricción de fumigaciones con agrotóxicos a mil metros de las poblaciones en el Municipio de General Pueyrredón y reconoce “los reiterados incumplimientos verificados” por parte del gobierno local en una cautelar abierta hace once años por la Asamblea Paren de Fumigarnos Mar del Plata. La resolución ratifica el principio “preventivo y precautorio” contenido en la Ley de Ambiente y reconoce que el objeto de fondo es “la preservación de la salud y la calidad de vida humana”. 

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El movimiento ecologista alemán, Palestina y el camino hacia el militarismo europeo

Por: Caty R

Introducción

¿Por qué el movimiento ecologista no protesta contra los costes medioambientales y sociales del rearme europeo? ¿Y por qué este que pretende ser solidario con los pueblos del Sur Global no parece preocuparse por la vida de los palestinos en Gaza?

La propaganda de la OTAN ha manipulado eficazmente la opinión pública, convenciéndola de que la paz no sólo es inalcanzable, sino también indeseable. Se nos dice que la guerra es un coste necesario para la seguridad, mientras que el rearme se vende como progreso. Los dirigentes europeos pretenden construir una sociedad de guerra [ii]. Además, el movimiento ecologista alemán no ha puesta la demanda por la paz en el centro de sus reivindicaciones, como aceptando un estado perpetuo de guerra como la nueva condición normal de la realidad europea [iii].  De esta manera los movimientos ecologistas parecen aceptar tácitamente el camino de Europa de creciente militarización. La falta de conciencia acerca de este camino hacia una «paz militarizada» en Europa revela un problema más profundo dentro del movimiento ecologista alemán.

La ecología como crítica estructural

Como punto de partida, es esencial diferenciar entre las ecologías de la abundancia en el Norte y la ecología de la escasez en el Sur. A pesar de sus evidentes defectos, esta distinción sigue siendo crucial, incluso aunque las fuerzas del neoliberalismo y el militarismo desenfrenados impongan ahora nuevas lógicas de austeridad y pobreza estructural en la propia Europa. Joan Martínez-Alier acuñó el término «ecología de los pobres» para subrayar las diferencias entre estas ecologías, lo que ahora se refleja en el apoyo a diferentes luchas, no sólo «medioambientales» [iv]. Históricamente, ha habido una conexión directa entre las críticas a los sistemas de producción que externalizan la contaminación y emisiones al Sur Global, mientras se cosechan los beneficios del consumo en el Norte. Durante los años sesenta y setenta, los análisis de las enormes desigualdades entre el Norte y el Sur se centraban sobre todo en criterios económicos [v]. Sin embargo, las preocupaciones ecológicas se han ido integrando cada vez más, dando lugar al campo multidisciplinar de la ecología política [vi]. Economistas, antropólogos y geógrafos intentan explicar la persistencia de relaciones desiguales entre el Norte y el Sur, entre el «mundo desarrollado» y el «mundo en desarrollo», en cuyas interpretaciones actuales las estructuras de poder neocoloniales se han vuelto más evidentes[vii]. Conceptos como la «sociedad de la externalización revelan estas estructuras ocultas de la explotación global, en lo que respecta a la interconexión de las realidades ecológicas[viii]. Los sujetos subalternos -pobres, campesinos e indígenas- han sufrido los embates de un régimen extractivo capitalista que destruye el tejido ecológico, marcado por años de experiencia de vivir en un régimen global extractivista, que coloca los riesgos de las catástrofes a su población más desfavorecida. Estas realidades -marcadas por desastres medioambientales y catástrofes socio-naturales- han elevado la conciencia ecológica a una cuestión fundamental de justicia que no puede desvincularse de realidades eco-políticas y sociológicas más amplias. Esto se traduce en una perspectiva ecológica interseccional, que no puede separarse de demandas más amplias de justicia histórica, social y política. Esta característica distingue al movimiento ecologista «del Sur» de sus homólogos «del Norte» en cuanto a la profundidad de sus luchas.

La nueva agenda militarista europea

El derroche masivo de recursos energéticos y minerales gastados en el plan de militarización agravará inevitablemente la crisis climática. Sin embargo, el silencio de la población europea ante el rearme y el genocidio se explica por una campaña sostenida de miedo, censura y propaganda[ix]. Lo que va quedando de la “agenda verde”debe encajar en la lógica necropolitica del capitalismo, a la vez de estar atrapados en una visión ecocida de ilimitado crecimiento económico. 

Las élites políticas y financieras parecen haber dejado ya de lado las promesas de una «economía verde» en favor de empresas más lucrativas, reorientándose hacia la industria armamentística y de seguridad. El Plan «Rearm Europe/Readiness 2030» propone apalancar más de 800.000 millones de euros en gastos de defensa mediante flexibilidad fiscal nacional»[x]. Europa quiere construir su propio complejo militar-industrial, abandonando los frenos de deuda autoimpuesta que alguna vez le ayudó a gestionar eficazmente su deuda pública. Al liberarse de este freno institucional, Europa es ahora libre para comprar más armas, presentando como una «inversión» en su seguridad a largo plazo[xi]. Esto llevará al endeudamiento de la ciudadanía europea -más austeridad y pobreza-, drenando fondos públicos hacia los fondos privados.

Gracias a este giro militarista en Europa, el complejo militar-industrial estadounidense seguirá prosperando gracias a la guerra ruso-ucraniana, crecientemente financiado por los contribuyentes europeos. Una situación en la que todas las elites salen ganando: las élites militares, económicas y políticas se beneficiarán, mientras que la opinión pública se pacificará con miedo y distracción. En Europa, los líderes políticos desvían la responsabilidad culpando a Rusia o utilizando a los inmigrantes como chivos expiatorios. La seguridad fronteriza y la deportación masiva serán la norma para hacer frente a las nuevas «amenazas» internas declaradas de Europa, ahora que los opositores al genocidio de Gaza incluso enfrentan la posible deportación[xii]. Es el nuevo recetario autoritario tipo trumpista que Europa repite al pie de la letra. 

La burbuja alemana

El movimiento ecologista alemán experimentó un resurgimiento en 2018 con el auge de Fridays for Future(FFF), seguido de la aparición de otros grupos ecologistas en Alemania como Extinction Rebellion y Letzte Generation[xiii]. A pesar de gozar con amplias simpatías en la población, sobre todo en sus inicios, sus tácticas de desobediencia civil empleadas durante los últimos años han provocado reacciones más críticas. Los principales medios de comunicación han vilipendiado sus acciones y la opinión pública alguna vez favorable, se ha ido enfriando[xiv], mientras que los activistas han sido criminalizados por la prensa y algunos gobiernos federales[xv].

En la página web de Letzte Generation, en una carta al Presidente alemán F. W. Steinmeier, el colectivo expresa su preocupación por el ascenso de la derecha en Alemania, así como por la destructiva aceleración industrial[xvi]. Se exige una mayor «honestidad» a la hora de hablar a los ciudadanos alemanes sobre lo que les depara el futuro. Otra publicación aborda el elefante en la habitación, pidiendo el fin de los combustibles fósiles (gas, carbón y petróleo) y el desarrollo más amplio de fuentes de energía alternativas limpias[xvii]. Sin embargo, nada se dice sobre fin de la guerra ni del fin de las matanzas en Gaza, como si ambos acontecimientos no tuvieran nada que ver con el Gobierno alemán. 

Por otro lado, el grupo Extinction Rebellion pareciera ser más radical[xviii], abogando por la justicia climática, la necesidad de hacer frente a la crisis climática, preservar la biodiversidad planetaria, resistir a las estructuras de poder, replantear la democracia, e incluso se refiere al postcrecimiento como una necesidad ineludible para la supervivencia planetaria[xix]. Sin embargo, su página web tampoco pide explícitamente el fin de la guerra en Ucrania ni en Gaza.

Si conciencia ecológica significa ser consciente de estas profundas conexiones, como señaló Jason Hickel: «esto es lo que pasa con la ecología, todo está interconectado»[xx], entonces, ¿cómo podemos entender esta mentalidad que pasa por alto las injusticias que ocurren con la ayuda directa del gobierno alemán?

La estrechez de miras de esta mentalidad es aún más notable teniendo en cuenta las luchas medioambientales en el Sur Global, como dijo Luisa Neubauer, portavoz de Friday For Future (FFF), en una entrevista.

«Es diferente para los activistas del Sur Global o en posiciones de partida fundamentalmente menos privilegiadas, donde las luchas son completamente diferentes y están más estrechamente interrelacionadas. Por eso hay cierta desconfianza entre algunas personas cuando en Alemania decimos que estamos comprometidos con la justicia climática. Porque temen que no seamos serios».

Neubauer demuestra cierto grado de conciencia de que la justicia climática no puede separarse de las luchas contra la opresión política y la desigualdad estructural. En la entrevista[xxi], Neubauer se distanció del movimiento internacional FFF debido a la supuesta «falta de compromiso con la vida judía» tras los atentados de Hamás en octubre de 2023. En noviembre de 2023, Neubauer criticó duramente la falta de solidaridad de Greta Thunberg con los judíos israelíes, sin tener en cuenta los miles de mujeres y niños palestinos ya asesinados por la maquinaria de guerra israelí[xxii]. Su defensa selectiva expone una inquietante indiferencia hacia las poblaciones más afectadas por el sistema destructivo al que dicen oponerse.

Neubauer menciona la tensión en torno al conflicto Israel-Palestina dentro del movimiento ecologista. En su opinión, antes de que se produjeran los atentados, el movimiento había conseguido trabajar unido a pesar de haber tensiones internas en torno al tema «Israel-Palestina». Sin embargo, tras los atentados, el movimiento FFF Alemán se alineó más estrechamente con la postura proisraelí del gobierno y los medios de comunicación alemanes, distanciándose del movimiento internacional.

La entrevista antes citada también se refería a la consideración de los palestinos como pueblo indígena:

ZEIT: «Así que, traducido: Los israelíes son los blancos, los opresores, los privilegiados. Los palestinos son los morenos, los oprimidos, por los que hay que luchar. ¿Lo hemos entendido bien?»

Neubauer: «No es mi opinión personal, sino una consecuencia de un discurso que veo a nivel internacional. Además, los palestinos son leídos como indígenas en gran parte del discurso internacional. Y cuando hablamos de justicia climática, los indígenas están en el centro de muchas luchas. Sufren enormes injusticias, aunque también son quienes protegen gran parte de los ecosistemas y la biodiversidad. Creo que estamos viendo que incluso la interseccionalidad puede llegar a sus límites. Y ahí es donde, en la búsqueda del mayor sufrimiento, se abren jerarquías de sufrimiento y apenas se permiten contradicciones».

El tono irreverente del entrevistador refleja la hostilidad hacia los marcos poscoloniales que presentan a los palestinos como indígenas y a los israelíes como colonos. En Alemania y otros lugares, la teoría poscolonial y decolonial ha sido cada vez más atacada, tachada de «antisemita» debido a su compromiso con perspectivas antisionistas y anticoloniales[xxiii]. Muchos alemanes son de hecho incapaces de reconocer el carácter colonial de Israel.

A pesar de que Neubauer se distancia de estas interpretaciones, reconoce su importancia en el discurso internacional. Sin embargo, este reconocimiento sigue siendo abstracto, incapaz de desafiar la narrativa dominante dentro de Alemania, donde las críticas a Israel se reprimen agresivamente, situación que ya rayana en un estado policial[xxiv]. Los hechos y datos históricos y la solidaridad mundial no penetran fácilmente en la endurecida burbuja ideológica sostenida por los medios de comunicación liberales y la alineación política con las políticas israelíes en Alemania[xxv].

Dada la intensidad con la que se reprimen y criminalizan las protestas propalestinas[xxvi], la postura de Neubauer es, hasta cierto punto, comprensible, aunque no defendible. El panorama mediático ha creado un clima en el que reconocer abiertamente este genocidio puede poner fin a cualquier carrera profesional. La postura de Neubauer no sólo refleja la disonancia cognitiva en la que viven muchos alemanes, sino que también contribuye al giro autoritario más amplio que ha criminalizado la disidencia[xxvii] con medidas cada vez más abiertamente represivas y autoritarias[xxviii].Esto subraya la profunda contradicción entre el compromiso autoproclamado de Alemania con los derechos humanos y su apoyo inquebrantable a Israel ante un genocidio en ciernes[xxix].

Ahora en Europa estamos empezando a escuchar críticas más fuertes contra las políticas de exterminio del Estado israelí[xxx], también en la prensa alemana, lo que demuestra que tras 19 meses de genocidio será más difícil para los medios negar este genocidio[xxxi]. Sin embargo, la última muestra de solidaridad del nuevo Gobierno alemán con el comportamiento genocida de Israel pone de manifiesto cierta fractura interna en el discurso pro sionista[xxxii].Pero que no nos engañen esta farsa, porque quizás cambian los tonos para que en los hechos nada cambie. A fin de cuentas, el autodenominado “mundo libre” sigue comprometido con el genocidio a los palestinos, mientras que Israel se va aislando cada vez más a nivel mundial como un Estado paria.

En este contexto, la crítica atenuada del movimiento ecologista alemán, y su silencio sobre Gaza (el hecho que Luisa Neubauer recientemente pidió al gobierno alemán un cambio de rumbo en la “política hacia Israel”[xxxiii] no cambia nada) y también su silencio acerca del peligroso rearme de Europa apuntan a tranquilizar la mala conciencia de las subjetividades del Norte Global, cuyos elevados niveles de vida y patrones de consumo no solo se construyen sobre la base de la extracción y la explotación en otras partes del mundo[xxxiv] sino que se basa en un estatus quo que implica un genocidio. En este sentido, el ecologismo del Norte se convierte en una versión atenuada de conciencia ecológica que interpreta los procesos de lucha decolonial como una mera metáfora de lucha en términos abstractos[xxxv]. Se trata de una postura profundamente provinciana y despolitizada que, a pesar de sus reivindicaciones y de su supuesta radicalidad, prefiere ignorar las estructuras coloniales e imperialistas que lideran y sostienen las élites políticas de Europa y Estados Unidos.

Adormecidos vamos hacia la destrucción.

El famoso concepto de destrucción creativa de Joseph Schumpeter reflexiona sobre la naturaleza destructiva del capitalismo a través del crecimiento económico y la constante innovación técnica. Marx y Polanyi describieron el capitalismo como un sistema nacido de la desposesión y el cercamiento de los bienes comunes[xxxvi]. El sistema operativo básico del capitalismo es la búsqueda de nuevos mercados y territorios que conquistar. Sin embargo, se produce una crisis cuando el imperativo del crecimiento eterno choca con la realidad de que ya no quedan nuevos mercados por conquistar. Una vez que el sistema se ha expandido por todo el planeta, la destrucción se convierte en la nueva frontera[xxxvii], creando nuevas oportunidades para una acumulación renovada, especialmente cuando el capital puede pivotar hacia la financiación de la reconstrucción de posguerra.

De este modo, la crisis de superpoblación y la crisis de los límites del capital podrían «resolverse» simultáneamente mediante nuevos modelos de destrucción creativa. Marx advirtió que en sus fases terminales, el capitalismo se volvería destructivamente contra las mismas instituciones y mercados que una vez creó. Las guerras comerciales autodestructivas de Trump ejemplifican esta espiral acelerada de decadencia. En un planeta con recursos limitados, el crecimiento económico constante es un camino suicida que acabará canibalizando sus cimientos[xxxviii].

Con el rearme europeo en marcha, el emergente complejo militar-industrial europeo ofrece una nueva vía para la acumulación global de capital. Incluso si estalla una gran guerra, su devastación ofrecerá la oportunidad de renovar la circulación de capital, y esta sombría realidad hace dolorosamente cierta la famosa observación de Fredric Jameson: «Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo.» [xxxix] Tristemente este escenario no es descartable, sobre todo en vista al clima político apocalíptico fomentado por los aliados fascistas, mesiánicos, cristiano-evangélicos y sionistas de Trump, que parecen estar preparando el terreno para un escenario de fin de los tiempos [xl]. Mientras la opinión pública alemana permanece de brazos cruzados, las condiciones para una gran guerra están cada vez más maduras. Con un hombre tan abiertamente fascista como Donald Trump a la cabeza de un imperio militarista en declive, una gran guerra parece sólo cuestión de tiempo.

Contra el telón de fondo de la violencia genocida, la desposesión y el imperialismo desenfrenado, el ecologismo alemán no parece reconocer este desafío existencial, arriesgándose a permanecer atrapado en su propia burbuja de confort despolitizado, inconsciente y comprometido con las fuerzas que continúan destruyendo el tejido ecológico del planeta, sin estar dispuesto a enfrentar esta realidad.

A ver si por fin despiertan de su profundo letargo, si no cuando peligre su bienestar, al menos cuando sus propias vidas se vean amenazadas por la impresionante crueldad de la kakistocracia europea [xli]. Los movimientos ecologistas del Norte deben unirse como una fuerza pacifista y movilizarse en contra de este camino ya emprendido hacia la ruina global. De lo contrario, no quedará planeta, pueblo ni medio ambiente que defender. La lucha por la liberación de Palestina, lejos de ser periférica, debería importar a cualquiera que conserve un mínimo sentido de la humanidad, ya que todo un pueblo es aplastado ante los ojos del mundo. Si esta máquina pretende devorarnos a todos, que haya al menos algo de resistencia. Seamos esas piedras que detienen las ruedas de esta horrenda máquina de guerra devoradora de vidas.

Este texto fue previamente publicado en inglés en The Left Berlin

Notas:

[i]Me gustaría dar las gracias a mis colegas de DECOCO-Berlín y especialmente a Olivia Langhorn por sus incisivos comentarios y la revisión del texto. También me gustaría expresar mi profundo respeto y solidaridad a todos los valientes de todo el mundo, especialmente de Alemania y Estados Unidos, que protestan en las calles contra el genocidio de Gaza, sufriendo todo tipo de violencia, doxing, difamación, brutalidad policial, represión y deportación.

[ii] https://www.freiheit.org/de/krieg-europa-das-ende-des-pazifismus; https://www.zeit.de/politik/ausland/2022-04/friedenspolitik-deutschland-gruene-afd-ukraine-waffenlieferung/seite-2

[iii] https://www.freitag.de/autoren/ingar-solty/erst-maoisten-jetzt-anti-china-falken-huetet-euch-vor-der-gruenen-aussenpolitik

[iv] Martinez-Alier, Juan & Guha, Ramachandra. (2000). Varieties of environmentalism. Essays North and South. Earthscan Publication

[v] Smith, Neil. (2008). Uneven Development. Nature, Capital and the Production of Space. University of Georgia Press; Wallerstein, Immanuel. (2005). Análisis de Sistemas-mundo. Una introducción. Siglo XXI

[vi]Robbins, Paul. (2012). Political Ecology A Critical Introduction (2da.). Blackwell Publishing; Alimonda, H. (2002). Ecología política: Naturaleza, sociedad y utopía. CLACSO-Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.; Leff, Enrique. (2003). La ecología política en América Latina. Un campo en construcción. Revista Sociedad e Estado, 18, 17–40. Leff, Enrique. (2004). Racionalidad Ambiental. La reapropiación social de la Naturaleza. Siglo XXI.

[vii] Quijano, Anibal. (2014). Colonialidad del poder y clasificación social. In Epistemologías del Sur (perspectivas). Boaventura de Sousa Santos y Maria Paula Meneses (Eds.)(pp. 67–107). Akal.

[viii]Lessenich, S. (2016). Neben uns die Sintflut: Die Externalisierungsgesellschaft und ihr Preis (1st ed.). Hanser Berlin.

[ix]https://multipolar-magazin.de/artikel/cognitive-warfare-nato

[x]ReArmEurope Plan/Readiness 2030, (P.1)

[xi]https://www.welt.de/politik/ausland/article255751580/Bruessel-EU-plant-massive-Aufruestung-bis-2030-800-Milliarden-Euro-stehen-im-Raum.html

[xii]https://theintercept.com/2025/03/31/germany-gaza-protesters-deport/

[xiii] Para una reconstrucción útil de esta historia véase el libro de A. Malm. https://archive.org/details/how-to-blow-up-a-pipeline-andreas-malm

[xiv]https://www.berliner-zeitung.de/politik-gesellschaft/letzte-generation-sorgt-fuer-halbierung-der-unterstuetzung-fuer-klimabewegung-in-deutschland-li.372873

[xv]https://www.greenlegal.eu/publikationen/gutachten-stellungnahmen/

[xvi]https://letztegeneration.org/erklaerung/

[xvii]https://letztegeneration.org/der-elefant-im-raum/

[xviii]https://extinctionrebellion.de/wer-wir-sind/unsere-forderungen/

[xix]https://extinctionrebellion.de/wer-wir-sind/postwachstum/

[xx]Hickel, Jason. (2021). LESS IS MORE. Pinguin Random House.

[xxi]https://www.zeit.de/zeit-magazin/leben/2023-10/luisa-neubauer-greta-thunberg-israel-gazastreifen

[xxii]https://www.welt.de/politik/deutschland/article248281142/Luisa-Neubauer-Dass-Greta-Thunberg-nichts-zu-den-juedischen-Opfern-gesagt-hat-enttaeuscht-mich.html

[xxiii]Elbe, I. (2024). Antisemitismus und postkoloniale Theorie: Der »progressive« Angriff auf Israel, Judentum und Holocausterinnerung (1st ed.). edition TIAMAT.

[xxiv]https://www.gedenkstaettenforum.de/aktuelles/publikationen-rezensionen/details/antisemitismus-erkennen-symbole-codes-und-parolen

[xxv]https://jacobin.com/2024/05/germany-afd-liberalism-militarism-authoritarianism

[xxvi] Véase Gary, Roser. https://vientosur.info/alemania-un-ano-siendo-complice-de-genocidio/

[xxvii] Véase el reportaje de AlJazeera sobre la situación en Alemania. https://www.youtube.com/watch?v=CGHfIP7XcnM

[xxviii] Véase la entrevista ”El declive de Europa ya no tiene vuelta atrás” con la Dra. Ulrike Guérot. https://www.youtube.com/watch?v=cT6eNVVJXys&t=1204s

[xxix]https://jacobin.com/2024/04/germany-anti-palestinian-anti-communism

[xxx]Empörung über Gaza-Offensive: London, Paris und Ottawa drohen Israel mit Sanktionen

[xxxi] Tras 19 meses de encubrimiento y justificación del genocidio por parte de los medios de comunicación alemanes, ahora, ante la nueva ofensiva terrestre de Israel en Gaza, el complejo mediático alemán está utilizando un tono más duro: Véase por ej. TAZ: Krieg in Gaza: Ein bodenloser Plan | taz.de; Der Spiegel: Israel-Gaza-Krieg: Palästinenser berichten von zahlreichen Toten nach Offensive – DER SPIEGEL; WDR: Großangriff auf Gaza: Was das für die Menschen bedeutet – Nachrichten – WDR

[xxxii]https://www.zeit.de/gesellschaft/deutschland/2025-05/jubilaeum-deutschland-israel-frank-walter-steinmeier-beginn-reise

[xxxiii]Luisa Neubauer & Co. fordern Kurswechsel in deutscher Israelpolitik

[xxxiv]Liboiron, Max. (2021). Pollution Is Colonialism. Duke Univesisy Press.

[xxxv]Tuck, E., & Yang, K. W. (2012). Decolonizationis not a metaphor. Decolonization: Indigeneity, Education&Society, 1(1). https://jps.library.utoronto.ca/index.php/des/article/view/18630

[xxxvi]Polanyi, Karl. (2012). La Gran transformación.  Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo. F.C.E.

[xxxvii] Valencia, S. (2010). Capitalismo gore. Melusina.

[xxxviii]Fraser, N. (2022). Cannibal Capitalism: How our System is Devouring Democracy, Care, and the Planet – and What We Can Do About It (1st ed.). Verso Books

[xxxix]Jameson, Frederick. (2003). Future City. New Left Review, 21, 65-79.

[xl]Klein, N., & Taylor, A. (2025, April 13). The rise of end times fascism. The Guardian. https://www.theguardian.com/us-news/ng-interactive/2025/apr/13/end-times-fascism-far-right-trump-musk

[xli] Cornejo P., S. M. (2025). Caquistocracia Europea, el gobierno de los incapaces. From https://eldesconcierto.cl/2025/05/06/caquistocracia-europea-el-gobierno-de-los-incapaces

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Rebecca Solnit: «Silicon Valley y la IA son enemigos de la democracia y del clima»

Por: Caty R

A los 64 años, Rebecca Solnit, escritora, historiadora y autora de una veintena de libros sobre un amplísimo abanico de temas (el feminismo, la historia de la cultura occidental y los indígenas de Estados Unidos, el poder popular, los cambios sociales y los movimientos de insurrección, la esperanza y los desastres climáticos, entre otros), se define como una activista medioambiental. Pero su militancia es novedosa, poco común en la lucha climática. Está empecinada en construir relatos sobre un “futuro posible”, en resaltar los “éxitos sin victorias” –un litigio perdido contra una petrolera que genera una mayor sensibilidad social; la inauguración de un parque eólico que no elimina los combustibles fósiles pero que suma un escalón en la descarbonización– que, sin el eco de los medios de comunicación y de las redes sociales, abundan a lo largo y ancho del planeta.

En su primera visita a Madrid y con su nuevo libro recién publicado, El camino inesperado (Lumen), Solnit participó este martes en el Centro de Cultura Contemporánea Condeduque –auditorio con entradas agotadas– de una charla abierta con la periodista, escritora e investigadora Marta Peirano, especializada en las relaciones entre tecnologías informáticas y el poder.

La autora estadounidense, convertida en un faro para el feminismo tras popularizar el término mansplaining en su libro Los Hombres me explican cosas, entregó muchas reflexiones, hilvanadas todas desde una irrenunciable filosofía: el mundo necesita luchar por el pan (alimentos, techos, energía, trabajos, educación), pero también “muchas rosas”,  placer, cultura, naturaleza, belleza y alegría. “El placer es clave en cualquier resistencia. El anticapitalismo y la resistencia climática pueden ser radicales, pero también alegres”, señaló.

Solnit advirtió que “la amnesia es una debilidad para la democracia” y lamentó que estemos caminando a un mundo “sin memoria”, donde toda la información que se consume en el plano digital fomenta un “presente sin pasado”. Esta desmemoria colectiva, agregó, es amiga del “derrotismo” y el “catastrofismo”

Puso el ejemplo de la “revolución de las energías limpias”, que “poco a poco” están permitiendo lo impensado tiempo atrás: la merma de los combustibles fósiles. “La acción climática es invisible para mucha gente porque los avances son lentos. Pero el crecimiento de estas energías en los últimos 25 años es impresionante”, afirmó.

También se refirió a la desazón global que generó la pérdida del derecho al aborto en Estados Unidos. “Se ha perdido la protección federal, pero muchos estados la conservan. Al ampliar la lente, uno ve que en Argentina, España y México, por mencionar algunos países, se ha ganado este derecho. Es decir, la panorámica más amplia es de ampliación de derechos, no de retroceso. Yo nací y me crié en un mundo sin este derecho. No hay tantas derrotas como parecen”, insistió.

Un problema para Solnit es estar rodeada “de gente que se rinde fácilmente”. “Mi trabajo es convencer a esta gente que no nos podemos dar el lujo de rendirnos, de la necesidad de una contrahistoria. La historia está llena de sorpresas. El pesimismo es fácil. Pero lo cierto es que el mundo cambia, no siempre es predecible y no siempre va a peor”, profundizó sobre la bandera de la esperanza

Escasez artificial

Gran parte de su disertación giró en torno al triunfo de “la ideología aislacionista”, perpetuada desde Silicon Valley, con tecnologías que están generando una “pandemia de soledad global” –niños que odian los teléfonos porque interfieren en la relación con sus padres, por ejemplo– y con un ChatGPT que es “un simulador de inteligencia muy poco fiable”. Contó que en Estados Unidos muchas empresas de salud usan la inteligencia artificial para decidir las coberturas que se aprueban y las que se rechazan. “Corremos el riesgo de que la inteligencia artificial nos lleve a la estupidez global”, analizó.

Y agregó: “Necesitamos un psicólogo o novio de la inteligencia artificial como si hubiese escasez de seres humanos. El capitalismo crea todo el tiempo escasez artificial, de eso se alimenta el capitalismo. Necesitamos construir el mundo de la escasez en un mundo de la abundancia. Esto es un proyecto contracapitalista. La escasez no es real. Hay un problema enorme de distribución”.

Calificó a los ultrarricos de “miserables”, de “hombres insaciables” que fomentan el aislamiento social y la desmemoria. “Elon Musk dice que no podemos permitirnos alimentar a niños hambrientos y cierra un departamento de ayuda internacional. Silicon Valley y la IA ya son un enemigo de la democracia y del clima”. Lo que los gigantes tecnológicos no saben, dijo Solnit intentando rebatir la supuesta perfección de la IA, es que “una buena carta de amor nunca la podrá escribir ChatGPT”.

“El neoliberalismo nos cuenta una historia reducida de nosotros mismos”

Sobre la necesidad de romper el circulo contagioso de la desesperanza, la escritora se aferró a la “enorme resistencia” de las personas más afectadas por el cambio climático, de quienes, cada vez con más frecuencia, pierden todo en catástrofes ambientales. Nombró el caso del huracán Katrina –que vale también para la DANA en Valencia–, donde la gente altruista y solidaria socorrió a sus vecinos antes de la llegada de los equipos de rescates y de las cámaras de televisión.  

“La gente no se siente poderosa porque está acostumbrada a esas películas de superhéroes en las que salvan al mundo. No vemos la historia más común, cómo las personas invisibles cambian el planeta”, razonó. “He aprendido que los medios no cuentan estas historias. Gente que en esos momentos de angustia ha encontrado sensación de comunidad, de conexión, de propósito, de vida pública. El neoliberalismo, al final y al cabo, nos cuenta una historia reducida de nosotros, pero somos capaces de construir historias más allá de la de simples consumidores privatizados”, resumió.

Fuente: https://climatica.coop/rebecca-solnit-charla-madrid/

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La empresa Uralita pagará la retirada de amianto de Cortijo del Cuarto: la Diputación vence la batalla judicial

Por: Caty R

Quien ha sido responsable de la contaminación de un suelo debe asumir también las labores para recuperar el terreno y garantizar la seguridad. La batalla judicial entre la Diputación de Sevilla y la antigua empresa Uralita por los efectos del amianto sobre la parcela en la que se ubicaba la fábrica de Cortijo del Cuarto se ha resuelto casi una década después a favor de la institución provincial. El Tribunal Supremo ha resuelto que la compañía debe pagar los gastos de todo el proceso de descontaminación que se llevó a cabo en 2015 y que ascienden a 379.000 euros más los intereses de demora.

La fábrica de Uralita S.A. (actualmente Corporación Empresarial de Materiales de Construcción) estuvo en funcionamiento en los suelos del Cortijo del Cuarto, en el barrio de Bellavista, durante varias décadas hasta su cierre definitivo en 1998. La actividad de esta empresa dejó los suelos contaminados por amianto en una zona además próxima a viviendas y a centros educativos como el CEIP José Sebastián Bandarán.Fue la Diputación Provincial, como propietaria de los terrenos, quien en 2015 inició un programa de actuaciones de descontaminación que se tuvo que realizar en varias fases para garantizar la máxima seguridad en la zona y que se dio por finalizado ese mismo año. Su coste fue de aproximadamente 379.000 euros que se asumieron a través de la agencia Sevilla Activa.

A continuación la Diputación Provincial inició un proceso judicial para recuperar este dinero y que lo asumiera de forma íntegra la empresa responsable de la contaminación. En primera instancia, en 2018, un juzgado de Madrid le dio la razón a la institución provincial, pero meses después, en 2019, la Audiencia Provincial de Madrid revocó el fallo al considerar que la reclamación de la institución sevillana estaba ya prescrita y que por tanto no cabía reclamación del coste.

Este fallo fue recurrido por la Diputación Provincial al Tribunal Supremo que en su sentencia ha dado por cerrado el caso, dando la razón a la Diputación y obligando a la empresa privada a asumir todo el coste y a abonar los intereses que se hayan podido generar resolviendo que quien había contaminado debía pagar el gasto para la retirada del amianto.

La clave está en la prescripción

El pulso judicial se ha centrado durante los últimos años en el plazo que se considera judicialmente para la prescripción. El Tribunal Supremo al igual que el primer juzgado que tramitó el caso consideran que se debe tomar como punto de referencia el año 2017, momento en el que la Junta de Andalucía certificó que los suelos se habían recuperado y que se había cumplido el objetivo de la descontaminación.Pero este no fue el criterio aplicado por la Audiencia Provincial de Madrid que consideró que la fecha que se debía tomar como referencia era 1996 cuando la empresa Uralita se disponía a dejar su actividad y ya se había constatado que había una contaminación por amianto en los suelos. De esta forma, cuando en 2013 se remitió la primera reclamación a la empresa el proceso ya habría prescrito.

«Sevilla Activa no pudo ser conocedora del coste de tales actuaciones de recuperación del suelo contaminado hasta que la administración competente, la Junta de Andalucía, certificó en junio de 2017 que los suelos cumplían el objetivo de descontaminación del amianto y quedó definitivamente fijado el coste de la reparación. Como consecuencia de ello, el día inicial del plazo de prescripción de la acción por la que la responsable subsidiaria repetía el coste de las obras de descontaminación contra la causante de la contaminación no pudo ser anterior al de esa certificación de la Junta de Andalucía. Por lo que cuando se interpuso la demanda la acción no estaba prescrita, como de hecho acredita que la concreción definitiva del coste económico se hiciera ya en la audiencia previa», recoge la sentencia del Tribunal Supremo.

Una acción pionera de seguridad para el entorno

La contaminación por amianto de los suelos de Cortijo del Cuarto, en Bellavista, generó una gran tensión y preocupación entre los vecinos de la zona durante años hasta que en 2015 se realizó la intervención por parte de la Diputación Provincial siguiendo las directrices de la Delegación Territorial de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía. En los informes realizados en la época se apuntaba que cinco puntos de la parcela, ofrecían un valor de intervención por encima de los 100 miligramos por kilo baremados.

El proceso de recuperación garantizó a los vecinos de la zona todas las medidas de seguridad en cada una. Esta actuación «fue pionera» en Andalucía como recuerdan fuentes de la Diputación, y consistió en la retirada de la tierra contaminada, posterior análisis y comprobación, por parte de un laboratorio especializado, de que no había riesgo para la salud en los suelos ya descontaminados. Con los resultados favorables de este análisis, se rellenó con tierra de préstamo, es decir, sin contaminación de ningún tipo.

Tras esta actuación la empresa encargada del análisis, Inerco Inspección y Control SAU, l emitió un informe positivo en el que comunicaba que el rastro de amianto es ya indetectable en laboratorio. Además, la Diputación pidió a la Delegación de Medio Ambiente que se pronunciase expresamente en relación a la certificación favorable de Inerco de la recuperación voluntaria de los suelos. La Junta constató así que «los suelos cumplen con el objetivo de recuperación de amianto».

Fuente: https://www.elcorreoweb.es/sevilla/2025/06/02/empresa-uralita-amianto-sentencia-pago-diputacion-118037816.html

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Pueblos contra el extractivismo

Por: Caty R

La apropiación y mercantilización corporativa de los territorios y la naturaleza se está expandiendo en términos sectoriales, geográficos y políticos. Los megaproyectos extractivos vinculados a la explotación de minerales fundamentales, el desarrollo de grandes polígonos de energías renovables, macrogranjas agroindustriales, agronegocios y gigantescas infraestructuras de todo tipo adquieren un gran protagonismo como espacios preferentes para la acumulación de capital. Asimismo, las iniciativas clásicas de extracción minera e hidrocarburífera mantienen su carácter estratégico para el sostenimiento de la dinámica capitalista.

“No estamos planteando soluciones superficiales ante el implacable modelo capitalista, estamos planteando que mientras no se transformen las relaciones de explotación entre seres humanos y de los seres humanos con el mundo, no podremos vivir en igualdad de condiciones”

La apropiación y mercantilización corporativa de los territorios y la naturaleza se está expandiendo en términos sectoriales, geográficos y políticos. Los megaproyectos extractivos vinculados a la explotación de minerales fundamentales, el desarrollo de grandes polígonos de energías renovables, macrogranjas agroindustriales, agronegocios y gigantescas infraestructuras de todo tipo adquieren un gran protagonismo como espacios preferentes para la acumulación de capital. Asimismo, las iniciativas clásicas de extracción minera e hidrocarburífera mantienen su carácter estratégico para el sostenimiento de la dinámica capitalista.

El capitalismo define una relación mercantilista y de explotación de la naturaleza, al mismo tiempo que es incapaz de resolver las crisis energética, sanitaria, ecológica y socioeconómica que afecta principalmente a las clases populares de todo el mundo. Se trata de una etapa neocolonial y rentista del capitalismo donde la expoliación de la naturaleza a través del extractivismo, el poder corporativo y la militarización lideran una auténtica ofensiva sobre los distintos territorios, sobre todo en los países periféricos y semiperiféricos. A la base, existe una creciente disputa por los suministros de energía y materiales, que, en suma, continúan alimentando un consumo insostenible principalmente del norte, cuya base es la explotación de los recursos naturales que destruye los hábitats y beneficia exclusivamente a unas reducidas élites económico-políticas a escala global, nacional y local.

Los hidrocarburos y las materias primas clave para el desarrollo de los rubros de este renovado capitalismo verde militar y digital se concentran en localizaciones específicas, generalmente fuera de las fronteras de los Estados centrales con lo que, en la práctica, solo se trata de incentivar el extractivsmo y en concreto, a las grandes empresas mineras del mundo a explotar todo cuanto sea necesario para cambiar la fuente principal de recursos energéticos. Mientras, el discurso hegemónico disfraza esta fiebre extractivista bajo conceptos como neutralidad climática, transición verde y digital o en pactos políticos al estilo del Pacto Verde Europeo que solamente pinta de verde la voracidad del capitalismo.

Esta transición verde y digital solo ahonda en las desigualdades sociales a escala planetaria, al mismo tiempo que apuntala una matriz energética extractivista y acelera la superación de los límites biofísicos del planeta. Además, en términos geopolíticos, incrementa aún más el poder de las empresas transnacionales, azuza el régimen de guerra y profundiza en esta ofensiva neocolonial. De ahí que las grandes potencias se estén disputando el acceso y el dominio de las cadenas de suministros necesarios para sus economías, poniendo al servicio de esta estrategia un conjunto de dispositivos económicos, diplomáticos y militares. Sus intereses se despliegan a través de la firma de tratados de libre comercio e inversión, que vienen a constatar el modus operandi habitual de la globalización capitalista: mientras se promete todo tipo de beneficios sociales, laborales y salvaguardas ambientales para los países firmantes, estos no solo no revierten positivamente en las mayorías sociales, sino que, sus efectos les son devueltos en forma de graves impactos socioecológicos. Al mismo tiempo, proliferan los acuerdos sobre energía y materias primas a escala bilateral y regional, que solo nutren las cuentas de resultados de élites y grandes corporaciones, mientras esquilman a la clase trabajadora y a los pueblos. La militarización y consolidación del estado de guerra en muchos territorios estratégicos es ya una realidad palmaria dentro de esta ofensiva neocolonial.

La minería a pequeña o gran escala tiene consecuencias irreparables en términos de daños a la superficie de la tierra, la contaminación del aire, contaminación de las aguas superficiales y subterráneas, impactos sobre la flora y fauna y el desplazamiento de comunidades de sus territorios de origen mediante una violencia que solo replica la lógica colonizadora. Generalmente las actividades extractivas se hallan en zonas de alta sensibilidad ecológica como páramos, pampas, llanuras, mares, bosques, cuencas altas, nacimientos de fuentes de agua, además de lugares que son la base de una economía agro-productiva de largo plazo y donde los daños provocados terminan afectando la producción de alimentos de la población rural y urbana. El desarrollo de la mega minería, la industria petrolera o el agronegocio, significa continuar con la historia de saqueo de territorios y la imposición de no producir nuestros alimentos en el marco de la soberanía alimentaria sino al contrario favoreciendo a las grandes cadenas de producción alimenticio.

Si la transición ecosocial es necesaria e inevitable, esta debe sostenerse sobre una perspectiva de clase, popular y democrática, que decida el qué, el quién y el cómo avanzar en la misma. El extractivismo, como brazo fundamental del modo de producción capitalista, basado en la explotación intensiva y devastadora de la clase trabajadora, campesina y la madre tierra, genera graves impactos sociales, económicos, culturales y ambientales en las comunidades y territorios en todo el mundo. En este contexto, la autoorganización social y popular se convierte en una herramienta fundamental para la defensa de los derechos territoriales, la justicia ambiental y la construcción de una propuesta ecosocial alternativa que confronte al embate extractivista y su engranaje jurídico, político y empresarial. Es hora de pensar en otros futuros posibles más allá de este modelo de vaciamiento y despojo.

Frente al avance del enfoque privatizador y extractivista, desde las clases populares, campesinas e indígenas, existen otras formas de generar riqueza en nuestros territorios donde preexiste una enorme riqueza étnica y cultural, con potencialidades propias y respetuosas con la naturaleza. Abrir paso a otras formas de organizar la economía y la vida en común no pasa por delegar en los Estados aliados con el poder corporativo, ni por confiar en la buena voluntad de los propietarios de las grandes fortunas. Los límites mostrados por la acción de los gobiernos progresistas y los acuerdos interclasistas son más que evidentes, por lo que es necesario ir más allá: rearticular espacios globales, nacionales y locales protagonizados por organizaciones populares que fortalezcan una dinámica de conflicto y confronten explícitamente la hegemonía de las élites político-empresariales.

Sigue siendo clave una solidaridad internacionalista que articule a las comunidades en lucha y los pueblos en resistencia para enfrentar el orden capitalista, heteropatriarcal, colonial y ecocida. La única salida justa de la crisis será con los pueblos y la lucha popular en defensa de los territorios frente al poder corporativo, fortaleciendo propuestas alternativas y redes contrahegemónicas transnacionales que exijan y hagan efectivos los derechos de las mayorías sociales. En ese sentido, la idea de poder articular las luchas de los pueblos nace como luz para generar organización popular internacionalista y continuar las luchas territoriales uniendo esfuerzos y así cualificar y amplificar la lucha contra el extractivismo en todas sus formas, como uno los sectores de la lucha social más activos y que pone énfasis en las contradicciones del capitalismo.

La propuesta fundamental es la creación de una red o coalición internacional de los Pueblos contra el extractivismo, de carácter anticapitalista, antipatriarcal, anticolonial y por una justicia climática plantea. Las finalidades son:

1) Plantear estrategias comunes de lucha frente a las empresas extractivistas transnacionales. Éstas son el enemigo común frente al cual podremos responder con mayor impacto y fuerza desde este espacio internacionalista.

2) Conformar la unión de organizaciones populares que luchamos en contra de la minería y el extractivismo en todas sus formas, comprendiendo que estas son consecuencia directa de las dinámicas capitalistas a escala mundial. Partimos de la idea que no es posible luchar contra los efectos sin luchar contra las causas que están a la raíz del modelo económico que permite e incentiva todo tipo de relaciones de opresión, neocolonización y expoliación.

3) Establecer alianzas para contribuir a profundizar el análisis estructural e histórico de las causas del extractivismo, vinculadas al desarrollo de la modernidad capitalista, y que permita profundizar las respuestas políticas y de clase.

4) Impulsar la defensa del planeta, la vida presente en la flora y fauna, desde una óptica radicalmente de clase, de los pueblos oprimidos y en especial, aquellos que enfrentan las peores consecuencias ambientales y sociales de este sistema depredador.

Concretamente hacemos un llamado a todos los pueblos hermanos que nos encontramos luchando por un mundo nuevo, a unir nuestra voz de esperanza y articularnos a través de esta gran red o coalición internacional. Para lo cual, de forma determinada los primeros pasos sean:

Identificar en cada uno de nuestros países las luchas afines y articularnos con firmeza en la creación o fortalecimiento de alianzas amplias con organizaciones sociales, políticas y sindicales como un objetivo clave de la Red.

La apuesta por un internacionalismo ecoterritorial, pegado a redes comunitarias

– El rechazo activo a las lógicas bélicas y neocoloniales de expoliación e invasión.

Una composición diversa, enraizada en las luchas populares y que mire más allá de las fronteras estatales como único marco posible de acción política.

Para seguir profundizando en todo esto, convocamos a las organizaciones de base, pueblos en lucha y distintas resistencias anti extractivas a un encuentro internacional en el que se presentará esta articulación global, coincidiendo con la Cumbre de los Pueblos que tendrá lugar en noviembre de 2025 en Belém (Brasil).

Colectivo

Fuente: https://www.cadtm.org/Pueblos-contra-el-extractivismo

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Movimiento de justicia climática hace frente a contaminadores petroleros en Nigeria

Por: Caty R

ABUJA – A principios de mayo se congregaron en Abuja  más de 40 grupos de la sociedad civil de Nigeria para lanzar el Movimiento por la Justicia Climática, el primero  nacional de este tipo. El objetivo es aunar esfuerzos contra los efectos del cambio climático en este país y otros del continente, comenzando por los que provocan los contaminadores petroleros.

El Movimiento por la Justicia Climática en Nigeria forma parte de una iniciativa más amplia de Greenpeace África para crear nuevas alianzas y reforzar la acción colectiva en todo el continente.

Iniciativas similares se han puesto en marcha en la República Democrática del Congo, Camerún y Ghana y el movimiento promueve la colaboración entre grupos de base que abotan por soluciones sostenibles y la justicia medioambiental en África.

Al final del encuentro de dos días, los grupos firmaron el Pacto de los Contaminadores, en el que se pide a las empresas petroleras y gasísticas que asuman la responsabilidad por el daño medioambiental que han causado y causan con su explotación de hidrocarburos.

La explotación y exportación de petróleo es la principal fuente de ingresos y de divisas en Nigeria, el país más poblado de África, pero esa riqueza que ha determinado su economía desde los años 60, no se ha trasladado a sus más de 223 millones de habitantes y al menos 63 % vive en pobreza.

Al final del encuentro, también se emitió una declaración conjunta en la que se reafirmaba el compromiso de exigir responsabilidades a los contaminadores y garantizar que la voz de África se escuche en las negociaciones mundiales sobre el clima.

«La contribución de África a la crisis climática, en términos de contaminación, es tan mínima que es casi insignificante. Sin embargo, nuestras comunidades se encuentran entre las más afectadas», dijo Murtala Touray, director de programas de Greenpeace África.

Añadió que «mientras los países desarrollados se industrializaban, contaminaban el medioambiente y nos dejaban atrás. Ahora, incluso se resisten a apoyar a otras comunidades que trabajan para adaptarse y reducir el impacto del cambio climático en aras de nuestro bienestar y nuestros medios de vida».

Hablando sobre la importancia del movimiento en Nigeria, dijo que «la destrucción que estamos presenciando hoy exige actuar. Debemos levantarnos para proteger nuestro planeta, salvaguardar los medios de vida y la dignidad de nuestras comunidades y dejar un mundo mejor para las generaciones futuras».

Touray aseguró que «el lanzamiento del Movimiento por la Justicia Climática en Nigeria no es solo un evento puntual, sino que marca el comienzo de un largo viaje».

La maldición del petróleo en Nigeria

Friday Nbani, residente en el delta del Níger, una zona rica en petróleo, ha sido testigo de numerosos vertidos de petróleo. Para él, el petróleo, que en su día se consideraba una bendición, se ha convertido en una fuente de dolor y destrucción.

El delta del Níger está considerado una de las regiones más contaminadas del mundo. Décadas de extracción petrolera sin control han provocado vertidos de petróleo, quema de gas y la liberación de sustancias químicas tóxicas.

Todo ello ha envenenado la tierra y el agua, destruyendo los medios de vida y el medio ambiente. A pesar de la enorme riqueza generada por el petróleo, la región sigue siendo pobre, con ríos contaminados y la pérdida de importantes bosques de manglares.

Recientemente, el 5 de mayo de esre año, se produjo un nuevo derrame de petróleo en la comunidad de Ikata, en el estado de Rivers, en el delta del Níger.

Ocurrió a lo largo de un oleoducto de 14 pulgadas operado por Renaissance Africa Energy Company Ltd. (Raec). Esta empresa había comprado recientemente los activos de Shell en Nigeria en una operación de 2400 millones de dólares.

Ahora, Raec se enfrenta a una demanda. La comunidad de Bodo, en el área de gobierno local de Gokana, ha llevado a la empresa a los tribunales. Recuerdan que la limpieza de dos importantes derrames de petróleo ocurridos en 2008, causados por oleoductos operados por Shell, aún no se ha realizado adecuadamente.

Según diferentes informes, esos derrames vertieron más de 600 000 barriles de petróleo en sus aguas y dañaron grandes extensiones de bosques de manglares.

Los expertos afirman que fue uno de los peores derrames de petróleo del mundo, con unos 40 millones de litros de petróleo vertidos cada año en todo el delta del Níger.

Shell, una empresa petrolera antes neerlandesa y ahora británica que comenzó su extracción petrolera en el delta del Níger en 1956, está considerada una de las empresas más contaminantes de Nigeria.

Se le acusa de haber dañado el delta del Níger durante muchos años. Ahora, sus detractores afirman que está tratando de eludir su responsabilidad vendiendo sus activos.

Sherelee Odayar, activista de Greenpeace África contra el petróleo y el gas, se ha pronunciado en contra de esta medida.

«Durante décadas, gigantes petroleros como Shell han obtenido miles de millones en beneficios del suelo nigeriano, dejando atrás ecosistemas devastados y comunidades destrozadas», dijo.

Añadió que «las recientes investigaciones de los medios de comunicación que han sacado a la luz la negligencia de Shell en el delta del Níger son un ejemplo de la toxicidad y el egoísmo de las comunidades que han soportado durante generaciones».

Con la declaración del Movimiento de Justicia Climática, «enviamos un mensaje claro: la era de la contaminación descontrolada y la impunidad de las empresas ha terminado. Es hora de que los contaminadores paguen».

Shell atribuyó la mayor parte de los derrames a la interferencia ilegal de terceros, como el sabotaje y el robo de oleoductos. Dos comunidades han llevado a la empresa a los tribunales por los daños medioambientales.

Un portavoz de Shell afirmó que el litigio «no contribuye en nada a resolver el verdadero problema del delta del Níger: los derrames de petróleo debidos al robo, el refinado ilegal y el sabotaje, que son los que causan los mayores daños medioambientales».

Nbani, que dirige la Lekeh Development Foundation, una organización de base que defiende los derechos de la población, y apoya el Pacto Polluters Pay, cree que el Movimiento por la Justicia Climática puede ayudar a las comunidades a obtener justicia.

«Los derrames han afectado a nuestra salud, a la agricultura y a la pesca. Ni siquiera nuestras casas son seguras», dijo a IPS.

Añadió que «la gente está alzando la voz porque está sufriendo. Solo los que vivimos aquí lo entendemos de verdad. Pero el gobierno sigue hablando de producir más petróleo. Nos sentimos olvidados. ¿Cuánto tiempo más podemos vivir así?».

Un movimiento impulsado por la población

«Creo que la solución es el poder del pueblo. La gente tiene que darse cuenta del poder que tiene. Movimientos como el Movimiento por la Justicia Climática son importantes porque ayudan a la gente a entender su derecho a controlar sus recursos. Si algo es tuyo, debes tener control sobre ello», consideró Nbani.

Le entusiasma que el movimiento esté liderado por comunidades de base, activistas y grupos de la sociedad civil directamente afectados por la crisis climática. Añadió que esto permite a los más afectados organizarse, impulsar la justicia medioambiental y exigir responsabilidades a los contaminadores.

Cynthia Moyo, responsable de la campaña sobre clima y energía de Greenpeace África, afirmó que es esencial poner en marcha un movimiento popular por la justicia climática en Nigeria, dado el importante papel que desempeña el país en la crisis climática.

«El futuro climático y energético de Nigeria depende en gran medida de la voluntad política, la cooperación regional y una inversión significativa en energías limpias!, dijo a IPS.

A su juicio, «las decisiones que tomemos en esta década determinarán si nos convertimos en un continente resistente al clima con una economía estable o si seguimos atrapados en los riesgos y la inestabilidad de la dependencia de los combustibles fósiles».

«Es esencial que iniciemos una transición justa de los combustibles fósiles a las energías renovables», subrayó.

Si bien el Movimiento por la Justicia Climática está impulsado por la población, Tolulope Gbenro, consultora de impacto social, destacó la importancia de la participación de los jóvenes.

«El cambio climático nos afecta a todos, y el movimiento por la justicia lucha tanto por el presente como por el futuro. Los jóvenes no son solo los líderes del mañana, sino también del hoy. Si no participan en las decisiones que afectan al clima, su futuro y el del planeta estarán en peligro», afirmó.

Esperanza en la oscuridad

Harry Dandyson, defensor de los derechos humanos y residente en el delta del Níger, quiere que el gobierno imponga impuestos a los contaminadores petroleros para que rindan cuentas por los daños que han causado.

Aboga por dejar el petróleo en el suelo y centrarse en soluciones sostenibles, como las energías renovables.

Para este activista, el Movimiento por la Justicia Climática representa una esperanza en la oscuridad, ya que tiene como objetivo empoderar a las comunidades para detener la producción de petróleo y promover alternativas energéticas respetuosas con el medio ambiente.

«Presionar a los contaminadores del petróleo para que asuman la responsabilidad financiera por el daño medioambiental será eficaz».

Subrayó que «una de las principales preocupaciones que tenemos aquí en Nigeria es la actitud indiferente del gobierno hacia la aplicación de las políticas y los tratados que firma. Cuando los gobiernos no toman medidas, seguimos enfrentándonos a estos problemas».

Sin embargo, consideró, «con el Movimiento por la Justicia Climática, a medida que empezamos a presionar y avergonzar a los contaminadores, especialmente a las empresas petroleras internacionales, los ministerios gubernamentales y las entidades paraestatales cómplices de estas prácticas, creo que las cosas cambiarán».

«Nombrar y avergonzar a estas entidades ayudará a llamar la atención necesaria sobre estos delitos medioambientales», señaló Dandyson.

Al final del encuentro en Abuja, los participantes presentaron su próxima línea de acción, que emprenderán de inmediato en sus comunidades.

Entre ellas figuran una intensa campaña para la limpieza del delta del Níger, la celebración de reuniones municipales para ayudar a los miembros de la comunidad a comprender sus derechos y una campaña de rendición de cuentas sobre la utilización de los fondos destinados a combatir la desertificación, la erosión de los barrancos y las mareas oceánicas.

T: MF / ED: EG

Fuente: https://ipsnoticias.net/2025/06/movimiento-de-justicia-climatica-hace-frente-a-contaminadores-petroleros-en-nigeria/

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La salud, el medio ambiente y el SARScoV2

Por: Caty R

Muchas cosas han hecho los grandes empresarios y sus representantes, los políticos, para que la opinión pública no relacione la salud con el medio ambiente, para que no establezca las ligas entre muchas enfermedades y el aire, el agua y los suelos contaminados, para que no vea ligas entre los alimentos industrializados que comemos, los transportes que utilizamos y las muchas muertes por cáncer, diabetes, males cardiacos y otros padecimientos que tenemos en el país.

El gran negocio es curar grandes padecimientos y enfermedades y fabricar productos a costa del medio ambiente y el equilibrio ecológico y la salud de la población, por lo que no les conviene una política para la reducción las causas que producen estas desgracias.

Se ha fomentado el deporte, sobre todo el deporte competitivo y espectacular; el ejercicio, sobre todo el que requiere equipos, aparatos y tecnología; el consumo de suplementos alimenticios y vitaminas y desde luego las visitas frecuentes a médicos, expertos y gurús que recomiendan dietas, terapias y otros productos que promueven las grandes empresas farmacéuticas.

Se ha impuesto la idea de que la salud es solamente un asunto individual y de servicios médicos que no tiene mucho que ver con el agua, el aire y el suelo limpios o con la calidad de los alimentos que nos vende la industria transnacional.

El enorme poder de las empresas globalizadas ha podido mantener separadas, por muchas décadas, las políticas de salud, de las políticas del medio ambiente, por medio de su virtual aniquilamiento, por medio de la imposición de criterios económicos, especialmente financieros.

En los últimos 50 años, la salud se ha convertido en uno de los mayores negocios del mundo por triple partida: por el creciente número de enfermos que producen la enorme contaminación del aire, el agua y los suelos; por el costo enorme para hacer frente a las nuevas enfermedades y padecimientos generados por las contaminaciones que produce la industria y los servicios; por el abandono de las actividades para la prevención de enfermedades y la limpieza del medio ambiente.

Se sabe desde hace más de un siglo que la prevención de enfermedades puede reducir a la quinta parte el costo de curarlas, también que la prevención de los desastres y las catástrofes puede reducir en la misma proporción el costo en vidas, sufrimiento y destrucción de viviendas y edificios, sin embargo, la prevención de cualquier tipo estorba a los negocios de los grandes inversionistas, razón por la cual hace más de medio siglo tomaron el control de la profesión médica y desde hace varias décadas han tomado el control de una buena parte de la política de salud de una gran cantidad de países y de la política de medio ambiente y la de prevención de desastres. Los lobos al cuidado de las ovejas.

Estamos en las garras de un sistema que crea a la vez la muerte y la enfermedad para la gran mayoría, con el fin de dar salud y larga vida a muy pocos, con el gran apoyo de la investigación científica y tecnológica al servicio del poder y el dinero.  

Hace muchas décadas los gobiernos, por presiones de los banqueros internacionales, abandonaron las políticas de prevención de enfermedades y las de la protección del medio ambiente y la preservación de la diversidad biológica. En cambio se realizaron crecientes inversiones en la curación de enfermedades y padecimientos muy difíciles y la introducción de tecnologías muy costosas para la protección del ambiente y la biodiversidad. 

La productividad, la competitividad y el crecimiento económico se instalaron como dogmas mayores, la economía se convirtió en una religión y la ciencia y la tecnología se transformaron en un culto que puede resolver todos nuestros males.

Desde los gobiernos se protegió la utilización intensiva de productos químicos en la industria agropecuaria; se dieron generosos subsidios para lograr el crecimiento exponencial del uso del auto, el avión y los trenes de alta velocidad; se defendieron los alimentos chatarra que producen las empresas globalizadas, incluyendo el enorme costo en empaques, embalajes y transportes y se ampararon los grandes despilfarros en el consumo de electricidad, gas, carbón y petróleo. Se entregó el control de la salud y del medio ambiente a técnicos y científicos al servicio de las empresas globalizadas. 

La pandemia del coronavirus o SarscoV2 ha dejado en claro que la salud, el medio ambiente y el equilibrio ecológico están muy íntimamente relacionados, por lo que no se puede defenderlos sin tomar en cuenta sus complejas relaciones. También ha dejado en claro que la productividad, la competitividad y el crecimiento económico no deben ser utilizados como criterios principales para hacer decisiones importantes sobre la salud, el medio ambiente y el equilibrio ecológico, especialmente para la prevención de la salud tanto de los seres humanos como de las demás especies sobre la tierra.

La economía debe ser relegada tan pronto como sea posible a un papel muy inferior al que ha tenido en las últimas décadas, al igual que su principal aliada, la ciencia y la tecnología de los países poderosos que persiguen principalmente la búsqueda del poder y el dinero. 

La salud, la ecología y el medio ambiente de la gran mayoría de los países del mundo están en ruinas debido a la sacralización que se les ha dado a las actividades económicas, científicas y tecnológicas en las últimas cuatro décadas.

Los desastres, las catástrofes, como la que vivimos por la pandemia del Sarscov2, se hacen cada vez más frecuentes por la devastación creada por la industria y los servicios.

El colapso del clima hace muy previsible la multiplicación de las crisis sanitarias, económicas y políticas.

Crece entonces el consenso mundial sobre la urgencia de colocar a la protección y defensa del clima, la ecología y el medio ambiente, por encima de cualquier otra consideración y de reducir radicalmente la importancia de las consideraciones económicas, por medio de profundos cambios políticos tanto en la autonomía o las libertades de la que ahora gozan las actividades económicas y tecnológicas como en la excesiva centralidad que ahora tienen los organismos monetarios, económicos y políticos mundiales, controlados por una pequeña minoría de inversionistas.

No puede haber buena salud sin aire limpio, sin agua limpia y sin suelos limpios. No bastan el ejercicio, el deporte, el consumo de suplementos y la atención médica para tener buena salud, es indispensable tener una diversidad biológica en crecimiento, un medio ambiente limpio y un clima estabilizado.

Nuestro país tiene demasiadas atmósferas contaminadas, en el campo por los pesticidas y la industria, en la ciudad, por el uso excesivo del auto y el transporte en general.

No podemos tolerar que siga este estado de cosas. Ya basta de contaminaciones y destrucción de los regalos de la naturaleza.

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«Me da miedo que mis hijos vivan en un mundo en el que no se respete la ciencia»

Por: Caty R

Isabel Moreno (Madrid, 1992) es una de las figuras más destacadas dentro del mundo de la comunicación medioambiental. Graduada en Física y especializada en Meteorología y Geofísica, es una de las estrellas del programa Aquí la tierra, de TVE, que presenta junto a Quico Taronjí los domingos y en el que acerca la información meteorológica con un tono ameno y cierto desparpajo.

Pero su actividad divulgativa no acaba ahí: entre otras cosas, Moreno trata de aportar su granito de arena en aquellas redes donde reinan las fake-news, como Instagram o TikTok. Ella, sin embargo, es uno de los tantos perfiles de referentes científicos que se han ‘bajado del carro’ de X, una de las plataformas en las que más acoso ha recibido por parte de cuentas de negacionistas del cambio climático, a las que la red no pone límites. Pero no es un caso aislado: según un estudio de Science Media Centre, en los últimos años al menos la mitad de los científicos —y, en especial, las científicas— de España han recibido ataques tras hablar de cuestiones como el clima.

Incesante en su labor, la meteoróloga publica ahora, de la mano de Plan B, sello de Penguin Random House, Atmósfera de bulos, libro en el que desmonta uno por uno los argumentos negacionistas más frecuentes en torno a la emergencia climática.

¿Cree que la ‘nube negacionista’ ha acabado haciendo mella en la sociedad española?

Este sector hace mucho ruido y mucho daño, pero es muy residual, muy pequeño. Sin embargo, a mí me ha llegado a ocurrir que un vecino me suelte en el ascensor un comentario negacionista que yo creía que era fácil de identificar como bulo. Es entonces cuando una se da cuenta de que la gente no necesariamente está sabiendo identificar estos bulos.

Por otro lado, somos muchas las personas que estamos dando un paso a un lado y hemos dejado de comunicar ciencia en redes sociales ante los mensajes cada vez más agresivos que hay por parte de este sector, y eso es muy peligroso. Yo no imaginaba la posibilidad de recibir amenazas de muerte por hablar de cambio climático. Da la sensación de que muchos divulgadores estamos empezando a hacer contenido para rebatir los bulos que se sueltan en vez de estar marcando nosotros los temas de los que se van a hablar. Eso también muestra la mella que ha hecho este sector. 

En aras de desenmarañar todas esas confusiones que se han podido crear en la población después de tanto ‘machaque’ negacionista: ¿Qué cosas sobre la crisis climática se pueden afirmar con rotundidad y en qué cosas sí que hay debate o dudas dentro del propio mundo científico?

Se puede afirmar con rotundidad que el cambio climático existe, que está causado por el ser humano, que es grave, y que no lo podemos detener con facilidad. De hecho, hay cosas que no podemos detener hagamos lo que hagamos, como la subida del nivel del mar. ¿Dónde hay debates? Pues a un nivel más específico. Por ejemplo: si perdemos todo el hielo que tenemos en el Ártico, ¿qué va a pasar con la dinámica atmosférica? ¿Vamos a tener más nevadas en el norte de Europa? ¿No? Y ojo, se trata de un debate científico, por lo que tiene una base científica y está basado en estudios y en datos. U otros no científicos, como ¿cuál es el modelo que queremos para mitigar los peores escenarios del cambio climático y adaptarnos a esta nueva realidad? 

¿Cuáles diría que son los tres argumentos negacionistas que más se repiten?

El de que ‘el clima ha cambiado siempre’, el de que ‘en la Edad Media hizo más calor que ahora’ y el que señala que ‘el CO₂ es solo el 0,04 % de la atmósfera’ o aquel que sostiene que ‘el CO₂ es bueno para las plantas’.

Los argumentos negacionistas que más se repiten son aquellos que son verdades a medias. Es decir, es verdad que el clima en la Tierra siempre ha cambiado, pero ahí hay que añadir un pero muy largo

¿Por qué diría que son los más populares? ¿Qué tienen para ‘triunfar’?

Que son verdades a medias. No son falsos del todo. Es decir, es verdad que ha habido cambios climáticos en el pasado y que el clima en la Tierra siempre ha cambiado, pero ahí hay que añadir un pero muy largo. El CO₂ solo representa el 0,04% de la atmósfera, y es verdad, pero hay que explicar por qué ese 0,04% es una cantidad impresionante dentro del mix de gases que tenemos en la atmósfera. En la Edad Media hizo más calor que ahora. ¿Dónde? ¿En qué parte concreta del planeta? Respecto a que el CO₂ es bueno para las plantas es lo mismo: tiene efecto fertilizador en las plantas, pero necesitan otras cosas. Como son medias verdades, circulan con más facilidad.

Otro que es especialmente peligroso es el de ‘se excluye a los científicos que opinan diferente’ o ‘no hay un verdadero consenso’ porque desde ahí se puede negar cualquier cosa. ¿Se excluye a los que piensan distinto?

Es que hay muy pocos que ‘piensan’ distinto, y no se trata de ‘pensar distinto’. Es decir, cuando hablamos de consenso científico, hay personas que deben de creer que esto consiste en acercarse a una mesa donde hay un montón de científicos sentados, y que se les pregunta, uno a uno: ‘a ver, ¿tú qué opinas?’, ‘¿y tú?’, ‘¿y tú?’. 

Cuando hablamos de consenso en el ámbito del cambio climático tenemos la suerte de contar con un organismo como es el IPCC [Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático] que se encarga de analizar los estudios que hay. Se analizan miles y miles de estudios, y el porcentaje de ellos que llegan a una conclusión distinta a lo que se está observando es irrisorio. No se excluye a los que ‘opinan’ distinto, pero lo que tampoco se puede hacer es crear un falso balance. Si hay un 99,9% de estudios que dicen que algo está ocurriendo, y un 0,1% que dicen que no, con altísima probabilidad, está ocurriendo. Otra cosa importante es que estamos considerando estudios fiables, no estudios que hace cualquier persona en su casa con un termómetro. Eso no es un estudio fiable. 

Con esto se me viene a la cabeza la frase de: ‘Si tú estás frente a un puente colgante y te dicen que con un 99,9% de probabilidad se caerá si lo cruzas, y con 0,1% de probabilidad eso no ocurrirá, ¿lo cruzas o no lo cruzas?’

No lo cruzas, claro. Y hay otros asuntos científicos donde hay muchísimo menos consenso. La gente que está llegando a estos resultados está especializada en el tema. Son estudios rigurosos, que han seguido un procedimiento, y que no son imbatibles. De hecho, la ciencia se construye así: tú haces experimentos que se pueden replicar y que puedes demostrar que están mal hechos en el caso de que estén mal hechos.

Además, lo bueno que tenemos con el IPCC es que cuando tú abres los informes, tienes siempre al lado de todo lo que dicen el margen de error que hay, el nivel de consenso que hay. Por eso puedes saber que el cambio climático está ocurriendo, que el planeta se ha calentado, y que no hay duda de que eso ha sido así, como tampoco hay duda de sus causas, pero no sabemos exactamente cuándo puede colapsar la corriente atlántica. En este aspecto, por ejemplo, no tenemos un gran consenso a día de hoy.

No creo que las personas que difunden este tipo de mensajes sean unas ‘gandulas’ o que sean tontas. Y creo que tratarlas de esa manera es un error y es peligroso 

Hace un par de semanas, Andreu Buenafuente dijo en televisión que el motivo por el que él pensaba que triunfaban las ideas negacionistas era que ‘son argumentos para gandules’: que el mundo es extremadamente complicado y que lo fácil es creerse alguna de estas teorías. ¿Qué opina de esta declaración?

No coincido del todo. En las cosas en las que sí coincido es en que el mundo es demasiado complejo y que es verdad que los argumentos negacionistas sirven como una respuesta muy fácil para explicar esas cosas complejas. También por eso tienen tanto éxito. Sin embargo, yo no creo que las personas que difunden este tipo de mensajes sean unas ‘gandulas’, o que sean tontas. Y creo que tratarlas de esa manera es un error y es peligroso. Ahora mismo estamos viendo cómo esa gente se ha agrupado, sobre todo, a partir de la pandemia, pero hay que plantearse también por qué se unieron. Entonces lo que menos podemos hacer es excluirles y tratarles de tontos. Este tema es también lo suficientemente complejo como para reducirlo a que estas personas son unas gandulas. 

Psicólogos especializados apuntan a que, en muchos casos, el negacionismo es un fenómeno que tiene que ver con una cuestión identitaria, entre otras cosas.

Sí, y además es algo que está relacionado con una forma de ver el mundo en la que no hay grises. Es decir: todo es o blanco o negro. Además, llegar a asumir uno mismo que no se puede saber de todo, y que por tanto debería fiarse de la gente que sabe del tema, puede ser algo muy complicado. Pero aquí hay una vuelta de tuerca más, y es que tienes a personas que han perdido la confianza en quienes saben del tema y en organismos oficiales. Trabajar con esto es superdifícil, porque necesitamos tener confianza en, al menos, los organismos oficiales relacionados con la ciencia, pese a que siempre podemos sacarles alguna pega. Tenemos que poder confiar.

Usted, junto a otras compañeras, vivió un acoso severo por parte de este sector el año pasado.

Con la publicación del libro se me vuelve a remover un poco. Fueron momentos de mucha ansiedad y miedo, porque como trabajo en la televisión, la gente me reconoce, sabe quién soy. Y cuando se me quedaba alguien mirando ya me entraba la duda de si se trataba de una de esas personas que me estaba amenazando en Internet. Desde entonces hasta ahora no es solo que no estemos mejor, sino que estamos peor, porque las redes sociales han tomado una deriva en la que consideran que todas las opiniones son válidas, incluso en cosas que no son opinables. 

Si tú llegas a creer que es que ‘hace el mismo calor que siempre’, tú no tomas medidas para protegerte ante el calor. Y cuando tú eres la persona encargada de tomar esas medidas para proteger a la población y compras estos discursos, la salud de la gente está en tus manos

¿Cómo de grave le parece esta deriva teniendo en cuenta la urgencia que se requiere ante la emergencia climática?

Cada minuto que no actuamos es una oportunidad perdida, y la crisis climática es algo muy grave porque sus efectos van más allá de que pases un poquito más de calor en verano. La gente se muere de calor. Entonces si tú llegas a creer que es que ‘hace el mismo calor que siempre’, no tomas medidas para protegerte. Y cuando tú eres la persona encargada de tomar esas medidas para proteger a la población y compras estos discursos, la salud de la gente está en tus manos. 

El hecho de que ahora mismo en las redes no se proteja el mensaje de la ciencia y que se ponga al mismo nivel quienes ‘opinan’ a lo que dice la ciencia, está haciendo que la gente que habla de ciencia se aparte. El mensaje que queda, entonces, es el del sinsentido, la sinrazón, y los bulos. Y encima no tienes con quién contrastarlo, porque la gente que sabe del tema se está yendo. Por ejemplo, una de las cosas que ha hecho Trump al llegar al gobierno ha sido meter un enorme recorte a la NOAA y a la NASA.

En el libro explica que, pese a lo que se presuponía en los inicios, en general, no es recomendable dejar campar a sus anchas estas ideas negacionistas. ¿Atmósfera de Bulos puede servir de herramienta para que la ciudadanía pueda reaccionar ante la desinformación?

Definitivamente. Eso es lo que busca este libro. Es necesario que la gente esté preparada para lo que viene y que sepa de nuestra voz qué es lo que se puede encontrar. Es la llamada ‘vacunación preventiva’: cuando hay un bulo que es esperable que aparezca, lo mejor es que tú te anticipes a su llegada. De esa manera, cuando lleguen, ya la gente va a saber dónde está la trampa.

Está pensado para la población general y para los que puedan tener algunas dudas, pero no es un libro para el sector negacionista, ya que este sector tiene sus propias particularidades. Para ellos hay que hacer otro tipo de trabajo. Yo últimamente cuando me encuentro a alguien de este sector lo que hago es preguntarles el porqué. ‘La Agenda 2030…’ ¿Por qué? ‘Es que la ONU…’ ¿Por qué crees que la ONU…?’.

Este libro se lo dedica a sus hijos. Dice que le mueve mucho pensar en su futuro a la hora de divulgar sobre estos temas. 

Sí, y lo llevo mal porque hay cosas que para mí no tienen sentido que para ellos sí, como que haya árboles que estén floreciendo a finales de enero en Madrid. Es algo que para mí no es normal, pero para ellos sí, porque ya han vivido así toda la vida. Los fenómenos meteorológicos extremos me preocupan también, o el tipo de adaptación que van a tener. Y, sobre todo, me da miedo que vivan en un mundo en el que no se respete la ciencia.

Fuente: https://www.eldiario.es/sociedad/isabel-moreno-fisica-meteorologa-da-miedo-hijos-vivan-mundo-no-respete-ciencia_128_12336286.html

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14 minutos de silencio por Fukushima

Por: Caty R

Han pasado 14 años desde la tragedia que azotó a Japón y al mundo, la triple catástrofe de Fukushima (terremoto, tsunami, explosión nuclear) que como un efecto dominó provocó que miles de personas fueran desplazadas de sus hogares y más de 2.000 perdieran la vida, y cuyos ultimas piezas no han caído, debido a que en años más recientes aguas contaminadas con tritio, desecho radiactivo que produce la limpieza de la planta nuclear, han sido liberadas en el mar, causando que cientos de pescadores pierdan su manera de ganarse el sustento.

Además del agua contaminada del reactor nuclear que ha sido causa de fuertes críticas dirigidas a Japón y el embargo comercial que China impuso a sus productos marítimos y  que aun perdura después de 2 años, debido a su decisión de liberarla en el mar,  también existen al menos 14 millones de metros cúbicos de tierra contaminada por la radiación. La Agencia Internacional de Energía Nuclear ordenó al Gobierno de Japón hacer algo con ella antes del año 2045.

El día 24 de mayo del año presente, de acuerdo a un artículo publicado por el periódico Japan Today,  en un acto parecido al que hizo su predecesor Fumio Kishido cuando consumía el pescado de la zona de Fukushima, el nuevo primer ministro Ishiba Shigeru anunció sus planes de usar esa tierra en las jardineras de edificios del Gobierno para demostrar que es segura. Si se llegase a probar que si es segura, tal como afirma el primer ministro, la tierra pasaría a ser usada en otros proyectos de infraestructura tales como vías de tren, caminos, muros costeros, rompeolas y tierras de cultivo. Este nuevo plan surge después de fuertes oposiciones que recibió el plan de usar la tierra contaminada para expandir parques públicos.

Mientras las acciones del Gobierno continúan perjudicando a la prefectura de Fukushima y al pueblo japonés en general, sus discursos continúan siendo contrarios a estas, tal fue el caso del día 11 de Marzo del año presente, el nuevo primer ministro de japón, Ishiba Shigeru, dirigió un minuto de silencio por Fukushima, fue la primera vez que dirige la ceremonia, de acuerdo con el artículo que NHK japón publicó el día de la ceremonia, durante esta hablo sobre tristeza que le provoca pensar en las vidas que se perdieron durante la tragedia y juró que pasará el recuerdo a futuras generaciones. También dijo que el proceso de decomiso continuará, que hará que la vida vuelva a ser posible en Fukushima y que los residentes puedan regresar a casa.

Claramente el optimismo de las palabras de Ishiba no reflejan la realidad que viven los trabajadores de la planta nuclear, si bien los niveles de radiación han descendido en estos 14 años al punto de que es posible caminar por varias áreas de la zona de cuarentena usando únicamente una mascarilla y ropa normal.  Es una historia diferente  para quienes tienen que adentrarse en los edificios del reactor para recoger escombro, ellos requieren protección máxima, la cual consiste de una máscara facial completa con filtros, guantes y calcetas con múltiples capas, protectores para los zapatos, un  traje de hazmat que lo cubre todo con capucha, una chaqueta a prueba de agua y un casco.

Los trabajadores que se adentran al reactor para poco a poco recoger al menos 880 toneladas de escombro y combustible derretido, de acuerdo a un artículo que publicó associated press, los trabajadores, nerviosos y apurados debido a que no es seguro permanecer mucho tiempo dentro de los edificios,  se enfrentan a niveles dañinos de estrés psicológico por no mencionar los peligrosamente altos niveles de radiación.

En noviembre del año pasado un robot a control remoto sufrió muchas fallas mientras emprendía el mismo viaje que hacen los trabajadores y únicamente logró regresar con un pedazo minúsculo de combustible derretido, lo cual el jefe en general de la de-comisión, Akira Ono califica como una victoria, ya que provee invaluables datos que servirán para entender la naturaleza de este tipo de escombro, lo que algún día facilitara la recolección de este cuando mayores esfuerzos sean iniciados, sin embargo más muestras son requeridas para poder empezar, en el año 2030.

Todo parece indicar que el primer ministro Ishiba también sobreestimó la disposición de los antiguos residentes de la zona de Fukushima a algún día regresar, en el pueblo de Futaba, ubicado al noroeste del reactor número 1 de la planta nuclear de Fukushima daiichi, solo habitan 180 personas, 3% de la población que tenía antes del 2011. De acuerdo al artículo publicado por el medio japonés Asahi Shimbun, todos los habitantes de la ciudad conservan su ciudadanía gracias a un permiso que se les dio en el 2012, haciendo que la cifra oficial de habitantes sea 5.300, de los cuales 97% residen en otro lado, aun si no lo hicieran únicamente es habitable el 15% de una ciudad de 51,4 kilómetros cuadrados. No muestran interés en regresar ya que iniciaron sus vidas en otro lado o son demasiado viejos para trasladarse.

La gente que habita en Futaba, ya sea por que regresaron ahí, o por que respondieron la invitación del gobierno municipal a mudarse al pueblo con la promesa de un subsidio de 2 millones de yenes, se enfrentan a grandes desafíos a diario, tales como la falta de escuelas, sus hijos tienen que viajar al pueblo vecino para asistir a las escuelas primarias y secundarias, además no existen lugares para que estos jueguen. Lo mismo ocurre a la hora de comprar víveres ya que el pueblo no cuenta con supermercados, solo hay una clínica médica que tiene capacidades limitadas y opera pocos días de la semana. De acuerdo con encuestas emitidas por Asahi Shimbun, son pocas las familias que tienen planes de quedarse más de 5 años.

14 años desde la triple tragedia y las acciones del Gobierno del partido liberal demócrata y la TEPCO continúa estando lejos de ser para los mejores intereses del pueblo japonés, no importa que tantos primer ministros dirijan que tantos minutos de silencio cada 11 de Marzo. 

Fuentes:

.https://www.asahi.com/ajw/articles/15722037

.https://japantoday.com/category/national/japan-mulls-reusing-fukushima-cleanup-soil-at-pm-office-grounds

.https://gizmodo.com/japan-puts-slightly-radioactive-soil-in-prime-ministers-flower-beds-to-show-its-safe-2000608302

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La hipernormalización ante el colapso

Por: Caty R

Vivir dentro de una ficción

En su estudio sobre los últimos tiempos de la Unión Soviética, Todo era para siempre hasta que dejó de existir, publicado originalmente en 2005, el antropólogo ruso Alexei Yurchak (2024) acuñó un concepto fundamental para entender las formas de vida atrapadas en sistemas moribundos: la hipernormalización. En ese contexto, el aparato estatal, los ciudadanos y las estructuras sociales sabían —en diversos grados— que el sistema soviético ya no funcionaba. La retórica oficial se había vaciado de sentido. Se había convertido en una ficción absurda. Sin embargo, todos continuaban actuando como si el orden vigente aún tuviera vigencia. No porque creyeran en él, sino porque no se podía imaginar otra cosa que aquel régimen que hacía aguas por todas partes, aunque todos disimularan y simularan que no era así. La falsedad era hipernormal. El absurdo se volvió rutina. El colapso del sistema, aunque visible en múltiples señales, fue vivido como algo impensable, inconcebible, inimaginable.Como ha subrayado Iván de la Nuez (2024), el estudio de Yurchak rastrea aquellos ecos de la vida cotidiana que acompañaron la hecatombe del socialismo tardío, marcados por un curioso fenómeno: en lo grande y en lo pequeño la gente se acercó al precipicio convencida de que su mundo era inmortal. Que ese mundo estaba apuntalado «para siempre», como las grandes estatuas del realismo, los discursos grandilocuentes, los desfiles infinitos, los planes monumentales, las conquistas en la estratosfera, la inmersión en la carrera nuclear, los éxitos deportivos. Pura apariencia. De modo que cuando el sistema soviético empezó a agonizar, pese a los síntomas cada vez más elocuentes, su desaparición no cupo en la cabeza de la sociedad ni en la de sus élites: «Más bien al contrario, ese desplome sucedió a la sombra de un pacto implícito entre la Nomenklatura y la gente común para desviar la mirada y seguir con la inercia». Para De la Nuez, semejante indolencia, compartida ante el desastre, es descrita con un término inequívoco: hipernormalización. El lema de aquella hipernormalidad, de aquella aparente inmutabilidad bajo la que todo se estaba transformando, parecía ser este: «que nada cambie para que todo cambie». Sin embargo, y he ahí otra paradoja destacada por Yurchak (2024:20), «si bien la caída del sistema era inimaginable antes de que comenzara, no sorprendió a nadie cuando sucedió».

Como prosigue De la Nuez, en el mundo capitalista el crack financiero de 2008 encendió todas las alarmas y planteó la duda sobre la extendida superstición de que el capitalismo sería, también, «para siempre». Fue entonces, que el cineasta y escritor británico Adam Curtis adaptó en 2016 el concepto de hiperrealismo en un documental, sobre la crisis del capitalismo tardío, titulado HiperNormalisation. En el documental, Curtis explica y argumenta cómo, desde los años setenta del siglo pasado, gobiernos financieros y tecnoutópicos han construido un auténtico «mundo mentira», dirigido por corporaciones y mantenido estable por los políticos. Pero, a diferencia de Yurchak, que busca en el subsuelo de lo visible, Curtis se mueve por lo evidente y epidérmico, por imágenes que los medios bombardean sobre nosotros. Como sucedió en la Unión Soviética, el sistema no sabe o no quiere saber de su desplome, que es bien real y se manifiesta en múltiples evidencias. De ahí tanto negacionismo promovido por el poder. El sistema en crisis terminal no se quiere conocer a sí mismo, pues se ha basado en la fe en su eternidad, en estar hecho para siempre: «Por eso, la hipernormalización —un concepto fértil donde los haya— nos sirve para entender las crisis respectivas del comunismo, del capitalismo y de lo que hoy se ha dado en llamar mundo postdemocrático.» (De la Nuez, 2024). El porvenir del capitalismo era radiante y también se nos anunció que era para siempre, pero cada día que pasa se atisba más su hundimiento, su finitud, es decir, su colapso.

Como sintetiza Miguel Cane (2025), el concepto de hipernormalización posee una relevancia en la sociedad contemporánea tan acusada que parece haber sido inventado ayer. Para este autor «el concepto describe un fenómeno en el que la realidad se vuelve tan compleja, caótica y absurda que las personas, incapaces de comprenderla o cambiarla, optan por aceptar una versión ficticia y simplificada de la misma. Es una especie de pacto colectivo: todos sabemos que el sistema está podrido, pero fingimos que no es así para poder seguir adelante. Yurchak lo llamó “hipernormalización” porque, en lugar de normalizar, llevamos la ficción a un nivel hiperbólico, donde la mentira se convierte en la norma (…) La hipernormalización no es solo un concepto académico; es una realidad cotidiana, un mecanismo de supervivencia en un mundo que parece decidido a implosionar.»Por eso sostenemos que ese mismo mecanismo psicosocial de hipernormalización se ha redefinido a escala global en el presente. Hoy, en medio de un colapso civilizatorio multidimensional —climático, energético, económico, institucional, cultural—, el mundo contemporáneo vive en una hipernormalización a escala planetaria. A diario se multiplican los signos del fin de una era, pero se sigue operando bajo las coordenadas del crecimiento infinito, el progreso, la innovación salvadora y la restauración imposible de una normalidad que ya operaba mediante una lógica de crisis recurrentes antes del derrumbe final. Vivimos en un mundo donde todo parece continuar, aunque todo esté desmoronándose.

La hipernormalización es una paradoja: al imponer la ficción de que el sistema es estable, los poderes dominantes que viven de él no lo salvan, sino que agravan su colapso. Ignorar las señales de crisis —económicas, ecológicas, psíquicas, sociales— no detiene el deterioro: lo acelera de forma corrosiva y descontrolada. Así, al tratar de preservar la normalidad, lo que realmente se consigue es intensificar el colapso civilizatorio. A mayor hipernormalización más se reproducen las disrupciones en las estructuras del sistema. Dicho de otro modo, la hipernormalización intensifica el colapso y aumenta las probabilidades de que sea caótico y catastrófico. Esta es la paradoja que urge explorar si queremos recuperar alguna forma de lucidez colectiva.

Un colapso evidente, pero inaceptable

A estas alturas, se acumulan los datos demoledores. El sistema climático ha superado puntos de no retorno. Los recursos fósiles de alta calidad se agotan o se tornan inaccesibles. La biodiversidad colapsa a un ritmo sin precedentes. La economía mundial, sostenida por la deuda y la ilusión monetaria, se tambalea bajo el peso de sus propias contradicciones. La desigualdad social y la disolución del tejido comunitario avanzan en paralelo. Las guerras resurgen como forma sistémica de reorganización del mundo. El clima entra en una fase caótica y de retroalimentaciones no lineales. Y las instituciones democráticas pierden legitimidad debido a su incapacidad para responder a la emergencia estructural. A ello se suma una multitud de signos —particularmente evidentes en el Sur Global y en las periferias del Norte Global— que desmienten la narrativa dominante de que todo va bien, y que revelan la farsa de la normalidad junto a múltiples anomalías y disrupciones que parecen desafiar el orden imperante.Sin embargo, frente a todo ello, la reacción dominante no es el reconocimiento, ni la transformación, ni siquiera el planteamiento de un debate radical. La respuesta consiste en una negación organizada, en el simulacro de gestión, en la pantomima de continuidad, en una huida hacia adelante. Exactamente eso es lo que el proyecto político del neoliberalismo —hoy transfigurado en necroliberalismo— procuró garantizar de forma expeditiva desde que, en 1973, aparecieron las primeras dos señales inquietantes del colapso civilizatorio: la crisis energética y las conclusiones del estudio Los límites del crecimiento. Muchos años después, pese a las evidencias del fracaso y destrucción causados por la gestión neoliberal de un capitalismo acorralado por sus contradicciones, los gobiernos presentan planes de recuperación y transición, las corporaciones redoblan sus promesas verdes, los medios de comunicación convierten las catástrofes en eventos rutinarios u oportunidades de inversión, y las poblaciones, exhaustas y precarizadas, se aferran a la ficción de que todo sigue siendo más o menos normal.

En esta lógica, el colapso no se presenta como una quiebra, sino como un flujo interminable de crisis sucesivas. La sequía es una anomalía climática. El aumento de precios, una distorsión coyuntural. El fascismo, un brote aislado. La crisis energética, un problema técnico. Todo se fragmenta para que nada se entienda en su totalidad. Pero no es así: la anormalidad se extiende.

Hipernormalización: el arte de fingir que todo sigue igual

La hipernormalización es una forma de consenso forzado, una suerte de teatro de lo cotidiano donde nadie cree verdaderamente en lo que dice, pero todos se comportan como si creyeran. No porque haya una conspiración, sino porque las estructuras sociales, mentales y afectivas están diseñadas para no permitir otra cosa, por pura inercia. Se trata de un autoengaño sistémico que surge cuando la ruptura del orden es tan profunda que ninguna institución puede nombrarla sin desintegrarse. Se impone el tabú.En esta dinámica hipernormalizada, los distintos actores sociales desempeñan roles perfectamente sincronizados dentro de la ficción colectiva. Las élites son perfectamente conscientes de lo que viene y ya optan abiertamente por la secesión ecocida y genocida. Los políticos, atrapados en una lógica cortoplacista de legitimación basada en la apariencia de control, siguen haciendo promesas vacías, no porque ignoren la gravedad de la situación, sino porque su supervivencia institucional depende de sostener la ilusión de que todo puede arreglarse sin cambiar lo fundamental. Los tecnócratas, por su parte, elaboran planes imposibles, cargados de jerga técnica y objetivos estratégicos que, en el fondo, nadie cree realizables. Sin embargo, estos planes funcionan como tranquilizantes sociales y como mecanismos para evitar que se cuestionen los modelos estructurales que los sustentan, permitiendo así que las grandes corporaciones sigan aumentando sus beneficios. Los medios de comunicación cumplen su papel como guardianes del simulacro, seleccionando cuidadosamente lo real mediante recursos narrativos que evitan el pánico, la politización radical o el despertar colectivo; lo urgente desplaza a lo importante, y el espectáculo sustituye al análisis. Mientras tanto, la gente común reprime su intuición profunda de que algo no va bien, porque carece de espacios seguros y compartidos para pensar en voz alta el derrumbe, para nombrar sin miedo aquello que ya se intuye pero cuya enunciación abriría un abismo emocional y práctico para el cual nadie ha preparado herramientas de contención.

Así, la hipernormalización no es solo un fenómeno de las élites. Es también una forma de supervivencia emocional para millones de personas. Reconocer el colapso, mirarlo de frente, no es simplemente un acto intelectual: es un salto existencial. Implica reconocer que no hay marcha atrás, que el mundo que conocíamos ya no existe, y que todo está por reconfigurarse en condiciones inciertas.

Una mancha extraña en el cielo, un filtro gris en el mundo

Según Albert Lloreta (2025): «Todo es absurdo, sí, pero nuestra vida aún es aparentemente normal, así que nos refugiamos en ella. Vamos tirando en este ambiente extraño. Es más como si, no sabemos exactamente desde cuándo, hubiera una mancha extraña en el cielo, que no debería estar ahí, y la mirásemos de reojo mientras vamos hacia el trabajo (…) La hipernormalidad de hoy se parece a la de los últimos días soviéticos. Parece que el sistema de valores y certezas en el que hemos crecido se está resquebrajando, pero seguimos adelante por inercia. Nos aferramos a la ficción de normalidad de nuestra vida y hacemos como si no viésemos cómo crece, día a día, la extraña mancha en el cielo.»

Como complemento a la metáfora de esa extraña mancha en el cielo, que Lloreta identifica con el inmenso poder alienador de las tecnologías de Silicon Valley, quizá la hipernormalización que vivimos pueda entenderse también como la negación de una especie de filtro gris, que se interpone entre nosotros y la realidad del mundo, y que va más allá del enorme poder de las corporaciones tecnológicas contemporáneas. Se trata de una metáfora que alude a una capa difusa, casi invisible, una especie de niebla, velo o película atmosférica que evidencia el implacable deterioro sistémico del mundo conocido. Este filtro no es constante ni uniforme: a veces se vuelve más espeso, más opaco, más físico, especialmente cuando ocurren episodios cada vez más catastróficos que hacen emerger con brutalidad las señales del colapso; en otras ocasiones, parece disiparse ligeramente, permitiendo que la ficción de la normalidad se imponga de nuevo como regla aparente. Pero la imaginación, la sensibilidad y lo onírico lo captan como un silencio sobrecogedor, también como una reverberación de fondo, a veces incluso accesible a los sentidos. Y las emociones, los sueños y el arte lo expresan, aunque sea de modo inconsciente.Este filtro gris se insinúa con mayor fuerza más cuanto más buscamos mantener la ilusión de continuidad, hacer ver que todo sigue igual, que no pasa nada, que no existe tal filtro. Se trata de algo más sutil que un meteorito, lo que favorece la insensibilidad o la indiferencia general. Al fin y al cabo, como sostiene Lloreta (2025), «la hipernormalidad está llena de gente acostumbrada». Pero es precisamente ese esfuerzo por negar la evidencia lo que contribuye a reforzar su presencia. Porque cuanto más se insiste en disimular, más se acumulan los signos de descomposición, más se revelan las fisuras del sistema, más se delata el gris crepuscular, cada vez más palpable, la insostenibilidad de la situación. Puede ser el gris ceniza tras un incendio forestal de nueva generación, el cielo plomizo después de una dana destructiva, el humo terrible que queda cuando cesa un bombardeo genocida, el aire viciado por la contaminación, una nube tóxica por un escape químico o el gris brillante de la calima durante un día inusualmente tórrido de primavera. Como muestran magistralmente las estremecedoras imágenes del documental Homo Sapiens (2016) del austriaco Nikolaus Geyrhalter, cuando llega el colapso —hundimiento del socialismo real, Fukushima, crisis de 2008— queda un arrasado paisaje de ruinas contemporáneas donde un gris decadente prevalece, visualmente incluso, mientras Gaia recupera con un verde desbordante el territorio que le fue arrebatado.

Lo más perverso de la hipernormalización contemporánea es que ha capturado incluso nuestra capacidad de imaginar alternativas. O, en este caso, el fin del simulacro de normalidad. La hipernormalización se refuerza a sí misma. Esta captura opera a través de múltiples dispositivos: la cultura del entretenimiento permanente, el consumo como refugio afectivo, la tecnofilia como promesa de salvación, el relato del emprendimiento como vía de superación individual, las ofertas banales del supermercado espiritual, la rebelión convertida en marca comercial. Todo conspira para bloquear la pregunta radical: ¿cómo vivir de otro modo, fuera de este sistema?

Incluso los discursos aparentemente críticos pueden ser pervertidos y absorbidos por el agujero negro del simulacro capitalista: la sostenibilidad se transforma en un nuevo nicho de mercado, la resiliencia en la capacidad de soportar lo insoportable, y la transición en un aséptico proceso sin ruptura. Se nos ofrece un horizonte de cambios cosméticos para impedir cualquier transformación profunda. El colapso se convierte en la expresión más acabada del capitalismo catabólico: una nueva oportunidad de negocio. Y la esperanza genérica, en un antídoto descafeinado —ero rentable— contra el miedo.

Salir del hechizo: verdad, duelo y comunidad

Frente al hechizo de esta hipernormalización global, no basta con denunciar. Es necesario interrumpir la lógica del simulacro, abrir nuevos espacios alternativos. Esto significa no instalarse en la desesperación, sino recuperar el sentido del límite y la posibilidad de reconfigurar la vida desde abajo, en comunidad, en lo pequeño, en lo concreto.Salir de la hipernormalización no es simplemente un acto de crítica intelectual, sino un proceso vital que exige atravesar varias capas de verdad, dolor y reconstrucción. En primer lugar, implica nombrar el colapso, no como un cataclismo distante o una posibilidad remota, sino como un proceso ya en marcha, tangible en nuestras vidas cotidianas, en los cuerpos agotados, en los territorios depredados, en las instituciones que apenas se sostienen. Pero nombrarlo no es suficiente: es necesario también reconocer el duelo, aceptar sin cinismo ni dramatismo que estamos viviendo el fin de una era, y que esto conlleva pérdidas reales —de certezas, de paisajes, de seguridades, de modos de vida— que deben ser lloradas antes de poder ser transformadas. Solo entonces puede cultivarse una lucidez profunda, una mirada clara que evite tanto el catastrofismo paralizante como el optimismo ingenuo, y que sepa habitar la complejidad sin necesidad de consuelos prefabricados. En ese contexto, se vuelve urgente reconstruir vínculos comunitarios, no como romanticismo del pasado ni como consigna ideológica, sino como necesidad concreta: porque solo en el tejido relacional, en la cooperación cotidiana, en la reconstrucción de formas de apoyo mutuo, pueden germinar formas de vida viables y deseables en un mundo que ya ha comenzado a tomar forma, aunque aún no sepamos nombrarlo del todo.

El colapso no es un apocalipsis hollywoodiense. Es una larga transformación que ya está en marcha, si bien aumentan las señales de que puede acelerarse con acontecimientos catastróficos y eventos disruptivos. Pero mientras sigamos fingiendo normalidad, mientras sigamos atrapados en la hipernormalización, no estaremos ni siquiera en condiciones de comenzar a vivirlo con dignidad.

Vivir en la grieta

La historia no se detiene, aunque muchos finjan que sí. Puede ralentizarse, torcerse, encubrirse bajo capas de burocracia, espectáculo o miedo, pero su impulso no cesa. Las estructuras que parecían eternas terminan por desplomarse, a veces con estrépito, otras con un silencio apenas perceptible. Las ficciones colectivas que sostenían el mundo —el progreso indefinido, la supremacía de la razón técnica, el dominio sobre la naturaleza— muestran sus costuras, sus límites, sus quiebras irreparables. Los más diversos regímenes colapsan, no solo cuando caen sus ejércitos, sino cuando ya no consiguen que su relato sea creído ni siquiera por quienes lo repiten. Sin embargo, y esto es esencial, en cada grieta o intersticio de ese orden en ruinas, en cada fisura del simulacro, germinan también otras formas de estar en el mundo: prácticas modestas, comunidades rebeldes, lenguajes nuevos, sensibilidades que se desmarcan del ruido dominante.

Es posible que ya no nos corresponda la tarea heroica —y profundamente arrogante— de salvar la civilización tal como la hemos conocido. Quizá eso no solo sea imposible, sino también indeseable. Tal vez nuestra responsabilidad sea otra: acompañar su final con sabiduría, justicia y compasión. No como quienes esperan una catástrofe mundial, sino como quienes se preparan para un parto difícil; no como salvadores, sino como cuidadores del tránsito, guardianes de la dignidad en el umbral de un mundo que se agota y otro que apenas comienza a nacer.

Como escribió Yurchak a propósito del derrumbe soviético: «todo era para siempre, hasta que dejó de existir». Hoy, esa frase resuena con más fuerza que nunca. Nos recuerda que incluso los sistemas más sólidos pueden desvanecerse de repente, cuando ya no queda nadie que los sostenga en su delirante ficción. La cuestión, entonces, no es cuándo llegará ese momento, ni cómo será. La pregunta es mucho más íntima y urgente: ¿cuánto tiempo más seguiremos fingiendo que esto sigue siendo normal? ¿Cuánto más invertiremos en preservar la máscara de la continuidad? Quizás lo verdaderamente revolucionario, para romper con la hipernormalización que sostiene lo insostenible, sea aprender a percibir —en toda su crudeza— ese filtro gris que ya lo impregna todo y que nos empeñamos en no reconocer.Casdeiro, a partir de una imagen de Frank Wagner en Pixabay.

Bibliografía

– Cane, Miguel (2025): «Hipernormalización: El arte de mirar hacia otro lado mientras el mundo arde«, Purgante. Revista de Cultura y Artes.

– De la Nuez, Iván (2024): «Hipernormalización«, Palabra Pública,

– Lloreta, Albert (2025): «Una taca extranya al cel«

– Yurchak, Alexei (2024): Todo era para siempre hasta que dejó de existir, Madrid, Siglo XXI.

Gil-Manuel Hernández Martí. Profesor titular del Departamento de Sociología y Antropología Social de la Universitat de València. Autor de La condición global. Hacía una sociología de la globalización (2005), Sociología de la globalització. Anàlisi social d’un món en crisi (2013) o Ante el derrumbe. La crisis y nosotros (2015).

Fuente: https://www.15-15-15.org/webzine/2025/06/01/la-hipernormalizacion-ante-el-colapso/

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Día Mundial del Medio Ambiente

Por: Caty R

Nos dio los elementos que forman nuestro propio cuerpo. Nos dio la vida misma. Nos da cada día el aire que respiramos, el agua que alivia nuestra sed y los alimentos que consumimos. Nos rodea además con una inconmensurable belleza, llena de misterios para el disfrute y desarrollo de nuestra inteligencia. El descubrimiento de esos misterios puede ser el motivo mismo de nuestra existencia, así como una ruta hacia la felicidad.

La naturaleza ha florecido en millones de formas de vida. Ha creado además una matriz vital planetaria en la que todas las especies pueden convivir y desarrollarse, en equilibrio y armonía.

Solo una la ha traicionado.

La ingratitud y la avaricia de los humanos han producido profundas heridas a nuestra madre naturaleza, heridas que han degenerado en las enfermedades que padecen hoy la tierra, el agua y el aire. Amenazan además a los demás seres vivos con los que compartimos el planeta. Nuestra madre naturaleza ahora sufre, por la estupidez de creernos sus propietarios y dominadores, autorizados a violarla y expoliarla.

La traición de los humanos a su propia Pacha Mama ha provocado una gigantesca crisis ecológica mundial. En 1971, el Papa Pablo VI señaló: “la crisis ecológica es consecuencia dramática de la explotación inconsiderada de la naturaleza. El ser humano corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta destrucción”. Enfatizó la “urgencia de un cambio radical en el comportamiento de la humanidad

Juan Pablo II, en su primera encíclica, advirtió que el ser humano parece “no percibir otros significados de su ambiente natural sino solamente aquellos que sirven a su uso inmediato y consumo

El Papa Francisco, en su encíclica Laudato Si, señala: Debemos reconocer el origen común de todas las cosas, que todas las criaturas, por despreciables que parezcan, son nuestras hermanas. Que la naturaleza es un espléndido libro donde el Universo refleja su grandiosidad y su hermosura

Todos estos señalamientos concuerdan con los de la comunidad científica internacional en cuanto a la urgencia de un cambio radical en el comportamiento de la humanidad ante la naturaleza.

La naturaleza es un organismo vivo. Los seres humanos han optado por actuar dentro de ese organismo como un virus, contaminándolo, debilitándolo y consumiéndolo progresivamente. Como consecuencia, los sistemas naturales del planeta están alcanzando el límite de lo biológica y físicamente tolerable. Sin embargo, los humanos parecen dispuestos a consumir al organismo que les da la vida, hasta provocar su propia destrucción.

En sólo décadas, los humanos se las han ingeniado para destruir la mitad de los bosques que embellecían la porción del planeta sobre el nivel de las aguas. Con los bosques destruyeron cerca de una tercera parte de las especies de seres vivos que habitaban la Tierra hace apenas 200 años. Hoy, una cuarta parte de los vertebrados que aún sobreviven se encuentran al borde de la extinción. Muy pronto, majestuosos animales sólo languidecerán como prisioneros en zoológicos, como trofeos en museos o como imágenes virtuales: elefantes, rinocerontes, tigres, gorilas, osos polares, jaguares, lobos, abejas, cóndores, ballenas. El acoso humano contra estas y tantas otras maravillas evolutivas es implacable.

Los humanos se las han ingeniado para destruir también el 40% de los arrecifes de coral en los últimos 50 años. Los arrecifes son maravillas naturales que sirven como incubadoras de la vida animal marina. Aunque ocupan menos del 1% de la superficie del mar, albergan al 25% de todas las especies marinas: peces, moluscos, crustáceos, esponjas y equinodermos, entre otras, especialmente en la época de reproducción.

Tanto la temperatura como la acidez de las aguas marinas se encuentran en aumento, amenazando no sólo a los arrecifes que aún sobreviven, sino a la vida marina en su maravillosa variedad. Hemos además convertido al océano en un gigantesco basurero de plásticos, aguas servidas, desechos tóxicos industriales, herbicidas y plaguicidas venenosos, hasta residuos radioactivos de plantas nucleares.

En apenas 120 años, los humanos se las han ingeniado para inyectarle a la atmósfera 2.400.000 millones de toneladas de gas carbónico (CO2), junto a otros gases desestabilizadores de la atmósfera, como el metano y los óxidos nitrosos. Cada año le inyectamos 50.000 millones de toneladas adicionales de gases de efecto invernadero.

Entre las consecuencias de esta gigantesca inyección de gases a la atmósfera se destacan el alarmante derretimiento de las masas de hielo en el Ártico, en la Antártida y en los glaciares de montañas alrededor del mundo. Venezuela ya perdió todos sus glaciares. Esta tendencia se extiende a los glaciares de los demás países Andinos, amenazando el suministro de agua a millones de personas.

El aumento en la concentración de CO2 y otros gases en la atmósfera conduce al  aumento en la temperatura promedio del planeta, al aumento en el nivel del mar, al aumento en la frecuencia e intensidad de huracanes y tormentas, al aumento en la intensidad de sequías e inundaciones, al desplazamiento de enfermedades contagiosas, al agotamiento de fuentes de agua y al debilitamiento de los sistemas de producción de alimentos.

El 2024 fue el año más caliente de los últimos 120.000 años. Las tendencias actuales conducen hacia un aumento de temperatura entre 3°C y 4°C para finales de siglo sobre el promedio de la época pre-industrial. Un aumento de temperatura de 4°C no se ha registrado desde finales del Mioceno, hace 6 millones de años, cuando los humanos no existían y el nivel del mar se encontraba entre 20 y 24 metros sobre el que conocemos.

Una consecuencia adicional, especialmente peligrosa, de la inyección de cantidades letales de gases a la atmósfera, es el desequilibrio energético planetario. El desbalance energético actual (2024) es de 1,1 vatios por metro cuadrado de superficie terrestre (560 TeraJoules/segundo). La cantidad de energía que se acumula en la Tierra cada año por este concepto es equivalente a la energía liberada por 770.000 bombas atómicas como la que devastó a la ciudad de Hiroshima en 1945, detonadas cada día, 365 días al año. La bomba de Hiroshima liberó 63 Terajoules de energía (16 kiloton TNT).

Como el desbalance energético planetario acumulado desde inicios del siglo 20 es de 4 W/m2, para restablecer el equilibrio la temperatura superficial promedio del planeta tendrá que aumentar al menos 3°C, aun en el supuesto de que se detengan de inmediato las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera.

La acumulación de tales cantidades de energía en la atmósfera terrestre es el instrumento final para el suicidio colectivo de la mayor parte de la humanidad. La mayor parte de la franja tropical del planeta, donde en la actualidad sobrevive el 40% más pobre de la población mundial, será inhabitable con un aumento global promedio de 3°C, especialmente los territorios más cercanos al ecuador y más cercanos al nivel del mar.

Conviene acatar a tiempo el llamado de la comunidad científica internacional sobre la urgencia de un cambio radical en el comportamiento de la humanidad ante la naturaleza.

JC-Centeno@Outlook.com

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Una nueva vuelta de tuerca al negacionismo climático: ocultar que cuesta dinero

Por: Caty R

Ojos que no ven, bolsillo que no se resiente, debe pensar la administración estadounidense de Donald Trump. Tanto es así que el presidente estadounidense le ha dado una vuelta de tuerca al negacionismo climático y ha prohibido que las agencias que redactan normas o conceden autorizaciones analicen el impacto económico de las emisiones de CO2. Solo podrán hacerlo cuando esté “claramente requerido” por mandato legal.

El memorando remitido el 5 de mayo es una “guía” para aplicar la orden ejecutiva Desatando la energía estadounidense, y cuenta con el visto bueno de la Agencia de Protección del Medio Ambiente. Las directrices resumen: “Ya no es una política federal mantener una estimación uniforme de los impactos económicos monetizados de las emisiones de gases invernadero”. No se traducirá a dinero el daño que las emisiones hacen a la actividad económica o lo que cuesta atender a los afectados por las olas de calor, inundaciones o polución exacerbadas por la inyección masiva de gases a la atmósfera.

Solo en 2024, el país más perjudicado económicamente por los episodios meteorológicos extremos, como los huracanes Milton y Helena, fue, precisamente EEUU, con unos 60.000 millones de dólares, según el cálculo anual de la organización Christian Aid.

“Las ocasiones en las que las agencias [reguladoras] tendrán que analizar el coste económico de las emisiones de gases de efecto invernadero serán pocas o ninguna”, vaticina el documento. El objetivo declarado es “eliminar cualquier barrera (…) que restringa la capacidad de los EEUU de maximizar los beneficios de nuestros abundantes recursos materiales”. Es decir, del petróleo, el gas o el carbón, los tres combustibles fósiles que inyectan CO2 a la atmósfera al quemarse para obtener energía. EEUU es el mayor emisor histórico de CO2 –y segundo en la actualidad– .

Si esas agencias no pueden escaparse de una obligación legal ya establecida, “deberán limitar sus análisis al mínimo exigible para cumplir ese requerimiento legal”.

¿Marcará tendencia?

Tras esta reciente decisión, queda comprobar si la nueva vuelta de tuerca desde EEUU marca una tendencia –el desprecio de Donald Trump por la lucha climática ya ha arrastrado a diversas multinacionales, bancos y fondos para alinearse con sus postulados–.

Las consecuencias económicas de las emisiones de CO2 –que en última instancia derivan en el cambio climático–, “son la mayor amenaza a largo plazo para el crecimiento y la prosperidad además de tener un impacto directo en el bienestar económico de todos los países”. La frase encabeza el análisis sobre la crisis del clima de una institución como el Fondo Monetario Internacional.

Su última revisión de 2024 afirma que “es necesario un urgente recorte en las emisiones de gases de efecto invernadero”. El título del trabajo da pistas y se llama: ¿Caminando sonámbulos hacia el borde del precipicio?

¿En qué se basa la administración Trump? Echa mano de lo que llama “incertidumbres demasiado grandes” a la hora de “cuantificar los impactos monetizados [calculados en cantidades de dinero]”. Incluso pone en duda “si ,y hasta qué punto, cualquier supuesto cambio en el clima está ocurriendo realmente como consecuencia de las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por los humanos”.

Evidencia acumulada de décadas

El daño económico que generan las emisiones de gases y el cambio climático tiene más dos décadas de acumulación de evidencia. El economista Nicholas Stern publicó ya en 2006 su Revisiónacerca de la economía del cambio climático: la inacción podría llevar a una recesión global. Con todo, el memorando firmado en 2025 por la Casa Blanca despliega todo el arsenal negacionista o, al menos, retardista o tecnoptimista a su alcance que sirve de argumentario.

En este sentido, la guía hace referencia a la “incertidumbre para evaluar la relación entre cambios en el clima provocados por los humanos e impactos económicos”; dudas sobre “cómo proyectar el crecimiento económico de los países en el mundo”, sobre “cómo predecir el crecimiento de la población mundial”, y sobre “cómo tener en cuenta los avances tecnológicos que puedan mitigar las emisiones o facilitar la adaptación de los humanos”.

Las instituciones que vienen poniendo cifras y estudios encima de la mesa sobre la relación entre impactos climáticos y daños económicos son múltiples. El Banco Mundial considera que la crisis del clima empujará a 100 millones de personas a la pobreza en 2030. También ha advertido de que la alteración climática –que supone impactos en la meteorología– “reduce la producción agropecuaria”. Y de igual manera, “perturba las cadenas de distribución y suministro” de las que depende el comercio.

Otra organización como la Cámara de Comercio Internacional publicó en noviembre pasado que los eventos meteorológicos extremos relacionados con el cambio climático entre 2014 y 2023 habían costado 2 billones de dólares.

Estos impactos económicos “abarcan pérdidas financieras, disrupciones en las infraestructuras esenciales y consecuencias humanas a largo plazo. La interconexión hace que los daños iniciales a activos físicos e infraestructuras deriven en daños a la productividad, desplazamientos de poblaciones y presión sobre los recursos públicos”. Este proceso “subraya la carga significativa sobre las economías”.

España en el epicentro

España está en el epicentro europeo de las pérdidas económicas por fenómenos climáticos como sequías, lluvias torrenciales u olas de calor (en muchos casos empeorados por el efecto invernadero que generan los gases emitidos a la atmósfera). El Banco de España ha analizado que “la actividad económica de España sufriría caídas sustanciales” si los riesgos climáticos se materializan. El análisis, firmado por Pablo Hernández de Cos cuando estaba al frente de la institución, dice que “en un año de sequía o una ola de calor severa se produciría una ralentización notable del crecimiento económico y un aumento de la inflación”.

Solo en los dos últimos años, la sequía de 2023 y la DANA de octubre de 2024 han aparecido en la lista de los diez fenómenos atmosféricos extremos más costosos en el mundo.

El trabajo del Banco de España concluye que “el análisis económico disponible muestra los elevados costes económicos que supondría no ajustar a nivel global la senda actual de emisiones de gases” y que “el retraso en la acción aumenta tanto los costes físicos como de transición del proceso”.

Fuente: https://www.eldiario.es/sociedad/nueva-vuelta-tuerca-negacionismo-climatico-ocultar-cuesta-dinero_1_12299443.html

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Un tribunal alemán abre la puerta a que los grandes emisores pueden ser considerados responsables de los daños climáticos

Por: Caty R

Una década después de iniciar un pleito legal contra el gigante energético alemán RWE por el deshielo de los glaciares como consecuencia de las elevadas emisiones de CO₂ de sus centrales eléctricas, el guía de montaña y campesino peruano Saúl Luciano Lliuy ha logrado un importante hito para el devenir de los litigios climáticos. Aunque el Tribunal de Apelación de Hamm ha desestimado la demanda específica, la justicia ha argumentado por primera vez que los grandes emisores pueden ser considerados responsables por los daños que han causado. Este fallo sienta un precedente histórico que podría tener implicaciones para los más de 40 casos en curso, así como para futuros litigios por daños climáticos en todo el mundo, señalan desde la parte defensora.

El jurado desestimó el recurso del demandante argumentando que la recogida de pruebas determinó que no existe un peligro concreto para la propiedad de Saúl. «La probabilidad de que el agua de la laguna glaciar llegue a la casa del demandante en los próximos 30 años es de apenas un uno por ciento, un valor considerado demasiado bajo. Además, en caso de producirse tal evento, las consecuencias para la vivienda del demandante serían mínimas, ya que la onda de crecida que llegaría tendría solo unos pocos centímetros de altura y una velocidad de flujo que no pondría en peligro la estructura del edificio», resume el tribunal en una nota de prensa.

Saúl Luciano Lliuya vive con su familia a los pies de la Cordillera Blanca, en la ciudad de Huaraz, capital de la provincia peruana del mismo nombre. En su chacra en Llupa, un pueblo en dirección a las montañas, planta patatas, maíz, trigo y hierbas aromáticas. Pero los años buenos han ido cada vez siendo menos buenos porque, por el impacto de la crisis climática, las tierras han ido perdiendo su principal fuente de agua, la que durante siglos ha descendido desde los glaciares.

Tras conocer a varios activistas de la ONG alemana Germanwatch, Saúl, que también es guía de montaña, demandó hace una década a la alemana RWE por su contribución al cambio climático.

La sentencia conocida hoy, a pesar de la derrota, puede marcar un antes y un después en la justicia climática en general, al entender que los grandes contaminadores pueden ser considerados responsables del daño climático y, por tanto, deben pagar a las comunidades afectadas. «El juez presidente abre ahora la lectura destacando el carácter inédito del caso, resaltando la importancia global de las cuestiones jurídicas que se plantean y el exhaustivo proceso seguido por el Tribunal durante los últimos años», narraba en directo a través de su perfil de Bluesky Sebastien Duyck, del Center for International Environmental Law.

Saúl Luciano Lliuya afirmó: “Hoy las montañas han ganado. Aunque mi caso no llegue más lejos, ha alcanzado un hito importante, y eso me enorgullece. Este fallo demuestra que los grandes contaminadores que impulsan el cambio climático finalmente pueden ser considerados legalmente responsables del daño que han causado».

Su abogada, Roda Verheyen, también expresó la satisfacción por la importancia del caso: «El derecho civil alemán es aplicable en el contexto de la crisis climática. Es cierto que el propio tribunal no consideró que el riesgo de inundación para mi cliente fuera lo suficientemente alto. Pero una cosa está clara: la sentencia de hoy marca un hito y dará impulso a las demandas climáticas contra las empresas de combustibles fósiles y, por lo tanto, al abandono de los combustibles fósiles en todo el mundo. El demandante agradece a los tribunales alemanes la seriedad con la que se trató su caso».

La desaparición paulatina de los glaciares en Perú

El cambio climático está dejando Perú y el resto de países andinos sin sus «nevados», montañas permanentemente congeladas, vestigios de la última gran glaciación. Y con ellos desaparece también el agua. En concreto, Perú alberga más del 70% de los glaciares tropicales del mundo. En los últimos años, su derretimiento ha creado más de 3.000 nuevas lagunas y 500 de ellas presentan riesgo de desborde, según los últimos datos del Ministerio del Ambiente (Minam).

Este riesgo también existe para las lagunas glaciares antiguas, como la Palcacocha, a unos 27 kilómetros en línea recta desde Huaraz. Desde 1975, esta ha multiplicado su volumen por 34 debido al retroceso de los glaciares que la alimentan. Ya en 1941, el desprendimiento de un gran bloque de hielo causó un aluvión que destruyó parte de la ciudad. Desde entonces, se vive con miedo a que el desastre se repita.

De hecho, la laguna está monitorizada en todo momento y existe un sistema de diques y tuberías de desagüe que intentan mantener su nivel controlado. Aun así, el riesgo de desborde y aluvión sigue siendo elevado: en la última década los gobiernos regional y central han declarado el estado de emergencia en la zona en varias ocasiones. “Si no hacemos nada, el problema no va a desaparecer”, decía Lliuya en un reportaje en Climática. “Esa era la motivación principal que tenía cuando Germanwatch me dio la oportunidad de demandar a RWE”.

Fuente: https://climatica.coop/saul-el-campesino-peruano-gigante-energetico-rwe/

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Que cada cual haga lo que pueda

Por: Caty R

Querida comunidad de CTXT:

Una cultura narcisista, borracha de tecnología, armada hasta los dientes y radicalmente delirante produce incendios y ruinas. Como Nerón, algunos esnifan los vapores que salen de los incendios del capitalismo. Alucinan con el clímax posthumano en Marte, con islas artificiales de abundancia amuralladas, se autoimaginan resumidos, sin cuerpo, en neuronas inmortales que viajan eternamente entre ceros y unos o deteniendo la flecha del tiempo a base de chutes de sangre adolescente. Todos ellos dan por perdida a la mayor parte de la humanidad y buscan las formas de extraer hasta el último gramo de riqueza de los territorios. Hacen de la guerra una estrategia, medio y fin.

Vivimos un tiempo de naufragios inimaginables. Los sacerdotes del fin de los tiempos prometen orden autoritario, futuros de salvación tecnológica y castigo a los culpables. En la oposición eluden el hundimiento esforzándose en apuntalar imposibles normalidades más verdes, más circulares, más justas, con los ladrillos de un mundo que ya no existe.

A los que, por lo que sea, les están vedadas cualquiera de esas cosas, les queda sobrevivir entre las ruinas, huyendo del fuego, mirando el futuro a través de un retrovisor que refleja un pasado perdido que nunca existió y que algunos de los que planean huir venden como refugio y promesa. O asistir desde el sillón de su casa a los circos romanos transmitidos en alta resolución en los que se puede jalear y berrear mientras deportan, humillan, encarcelan o masacran a otras personas que aún importan menos.

O no. Quizás no haya que elegir entre matar o morir. Ni soñar con una fuga extraterrestre. 

Doikayt se refería al derecho a construir una vida digna, segura y libre en los lugares donde vivían

En el artículo El auge del fascismo del fin de los tiempos, Naomi Klein y Astra Taylor rememoran cómo en la Europa del Este, el sindicato socialista judío Labor Bund se organizó en torno al concepto yiddish de doikayt, que significa “aquí”. Doikayt se refería al derecho a construir una vida digna, segura y libre en los lugares donde vivían, desafiando a quienes querían verlos muertos o expulsados. 

Fue el aquí de las comunidades judías asediadas por el antisemitismo. Es el aquí del pueblo palestino masacrado por el sionismo. Es el aquí de los barrios de la periferia que lucharon para conseguir el centro de salud y las alcantarillas. Es el aquí de las familias que se encierran en su propia casa para evitar un desahucio. Es el aquí de gente joven que se quiere quedar en su pueblo. Es el aquí de quienes defienden los servicios públicos, que no son regalos del Estado, sino institucionalización de las luchas de los movimientos sociales. Es el aquí de quienes queremos habitar a gusto este planeta asediado.

Revolución. Viene del latín revolutio. Significa acción y efecto de revolver o revolverse, cambio radical, vuelta, giro o rotación. Se utilizó inicialmente para hablar del movimiento de los cuerpos celestes alrededor del sol, o de la luna alrededor de la tierra. Nuestra revolución también es un cambio gravitacional: de rotar alrededor del dinero a girar alrededor de la vida. 

Humildad no es resignación, ni renuncia, ni indiferencia. La humildad no pone la otra mejilla

La palabra humildad, se remonta al latín humilitas, que a su vez deriva de humus que significa tierra. Humildad y humano comparten raíz. La humildad es la virtud que asienta en el conocimiento de las limitaciones y que permite obrar integralmente de acuerdo con ese conocimiento. Humildad no es resignación, ni renuncia, ni indiferencia. La humildad no pone la otra mejilla. La humildad levanta el puño, tensa los músculos, se mantiene despierta, escupe, construye, abraza… Lo hace desde la consciencia del contexto de policrisis profunda y compleja que atravesamos, el reconocimiento honesto de la impotencia en la que están sumidas las izquierdas políticas nacidas en los ciclos recientes y, a la vez de la fragilidad de los movimientos sociales. 

La nuestra es una revolución radical y humilde que explora y pone en práctica –aun a riesgo de errar– formas de construir poder desde abajo, poder popular, que destituya e instituya, que proyecte, boicotee, edifique, entierre, desempolve e imagine, llore las vidas perdidas y celebre con alegría salvaje el encuentro y el disfrute de destaponar visiones distópicas sobre el futuro y el propio presente. 

Un poder que pueda aliarse con quien quede dentro de las instituciones que no se haya rendido a la creencia de que la creatividad, la voluntad, el apoyo mutuo y la capacidad de resistencia han colapsado; al cenicismo de quien cree que lo necesario para aspirar a vivir con dignidad dentro de la tierra ya no es posible políticamente y que, por tanto, la política realista obliga a convertirse en colaboracionistas del mal menor y, si no queremos colaborar, es porque somos comeflores, ingenuas, insignificantes en el plano intelectual o participantes en iniciativas que, por lo que sea, nunca sirven, al menos hasta que alcancen un cierto tamaño y entonces ya sí se hagan merecedoras de mención y tutela para construir hegemonías que encajen en la ingeniería social de quienes han estudiado y saben que eso sí que será ganador e ilusionante.

Es la nuestra una revolución antropológica humilde que trabaja para amarrar deseos y necesidades, que quiere revolucionar las normas, las escalas, las jerarquías, las prioridades, las dependencias, los pretextos, la esperanza y los sueños. Nace de la convicción de que el sufrimiento, la pobreza, la violencia, la rabia y el miedo han de tener consecuencias políticas. Disputa las ideas y prácticas hegemónicas sobre la vida individual y común que imponen el capitalismo y una cultura extraviada que liga progreso y utilidad, y el cuidado de la vida con el dominio y la violencia.

Todos son ladrillos para edificar sin planos lo que se anhela pero se resiste a ser imaginado

Ideas, proyectos, pueblos, resistencias, niñas, miradas, aulas, procesos, ira, vergüenza, calma, fiestas, memoria, barrios, aire, rocas, poemas, duelos, cacerolas, hambre, abuelos, árboles, escombros como material de construcción… Todos son ladrillos para edificar sin planos lo que se anhela pero se resiste a ser imaginado. 

Todo importa. No hay charco que pueda quedar sin pisar, ni odio contra un cuerpo humano, animal, vegetal o mineral que no tenga que ser combatido. En todas partes. Por eso necesitamos ser muchas. No valen vanguardias iluminadas a las que sigamos. Hacen falta vanguardias, claro, que abran paso, pero con retrovisor, vigilantes de no perder a la gente por el camino, por muy puro y bueno que sea. Y luchas de retaguardia, a lo coche escoba, que vigilen que nadie quede atrás, sin perder de vista a los que van delante. Lo ideal, rotar, unas veces hacer de coche de cabecera y otras estar atrás. Se trata de generar un movimiento que haga frente al malestar generalizado con claves de comunidad y apoyo mutuo, comprometido con las necesidades de todas.

Puede que tengamos muchos más mimbres de los que creemos para hacer una revolución humilde, radical y tenaz

Puede que tengamos muchos más mimbres de los que creemos para hacer una revolución humilde, radical y tenaz; que ya existan prácticas que balizan el camino. 

Revoltes de la Terra, por ejemplo, nace de la consciencia de la caída de mucha gente en el desánimo y la angustia, de la percepción de vivir en un mundo amenazado en el que hay quien no duda en sacrificar personas, seres vivos y territorios que consideran recurso o residuo del crecimiento. 

Se han unido, inspirados en Soulèvements de la Terre y en el trabajo de plataformas locales, gremiales y territoriales a lo largo de los Països Catalans. Las procedencias territoriales de las personas que llegan también son variadas. Desde el Pirineo hasta la llanura de Lleida, del Camp de Tarragona a las comarcas de Castelló, desde Mallorca a las costas de Girona, hasta Barcelona, el Vallès y toda el área metropolitana. Hay jóvenes militantes de movimientos climáticos recientes, ecologistas de viejas generaciones, vecinas insertas en plataformas locales que se defienden de un plan urbanístico, de una fábrica química, o de una incineradora; activistas de los movimientos sociales de todos los frentes de lucha, y también algunos jóvenes agricultores. Es una revuelta que se asienta en la Tierra y en la lengua, que también es un territorio a defender. Cualquiera puede acercarse.

La propuesta parte de tres ejes: confrontar el sistema tecnoindustrial con bloqueos, aprender a cubrir las necesidades para sostener la vida, crear comunidad, soberanía y autonomía y cambiar el sentido común. Se trata de construir una nueva mirada, una cosmovisión que supere el individualismo, la destrucción de la naturaleza y que respete al resto de especies. Se apuesta por el diálogo entre diferentes y por encuentros en donde se piensa, se confronta, se construye y se celebra. Que la consciencia del momento y el disfrute de mojarse con otros y otras, la construcción de refugios.

Todas y cada una de estas luchas son la misma. Se articulan desde la consciencia de ser diferentes pero sentir complicidad y compromiso mutuo

Abordan el conflicto jugando con todas las estrategias de lucha: los recursos jurídicos, la investigación, la denuncia, la acción directa, las infraestructuras populares, una gran retaguardia de cuidados y todas las habilidades y conocimientos de agricultores, artistas, profesionales de la investigación, personas con oficios, vecinas organizadas, activistas… En su manifiesto defienden que cada acción local en defensa de una ribera, de una vivienda, de un trozo de bosque, de una fuente milenaria, de una playa, de una plaza habitable, de una zona de cultivo o contra una carretera, necesita y merece el apoyo de todo el movimiento, aquí y por todas partes. Porque todas y cada una de estas luchas son la misma. Se articulan desde la consciencia de ser diferentes pero sentir complicidad y compromiso mutuo ante el propósito de la lucha por la vida digna.

En Madrid ciudad, también, se vienen desarrollando encuentros, diálogos y acciones que unen a sindicatos laborales como CGT, CNT, Ecologistas en Acción, el Sindicato de Manteros o el Sindicato de Inquilinas con la intención de consolidar un proceso de confederación de luchas que pueda ir integrando a más organizaciones. Todas tienen claro que incluso aunque se articulase un conflicto masivo en torno a los temas específicos que trabaja cada cual, si no se articula en confluencia con el resto de luchas, terminará en una derrota más o convertido en un eslogan.

En Madrid también se están desarrollando encuentros que unen a CGT, CNT, Ecologistas en Acción, el Sindicato de Manteros o el Sindicato de Inquilinas

Hay que asumir que los imaginarios sociales, especialmente en los países enriquecidos, se inscriben en los paradigmas de la cultura extraviada y que, sin un significativo apoyo social, no se podrán experimentar y desplegar los cambios necesarios. Necesitamos crear climas que toleren el error de la experimentación social. Hoy, ni las culturas del odio de la ultraderecha ni el despellejamiento mutuo en el que se encuentran las opciones de izquierdas dejan mucho espacio para la audacia y el atrevimiento. Eso quiere decir que hay que crear, como hacen los ecosistemas en sus inicios, un suelo que permita sembrar. En plena ofensiva de las respuestas distópicas y con una buena parte de las izquierdas desorientadas, es obvio que la tarea política es ingente.

Mirar el futuro con esperanza y confianza exige redefinir socialmente qué entendemos por una vida buena en tiempos de la policrisis ecosocial e imaginar otras formas de vivir que nos inspiren para iniciar el camino y fortalecernos para recorrerlo y transformar las aspiraciones y deseos de una parte significativa de la sociedad. Inevitablemente, una de las responsabilidades de los agentes políticos y sociales comprometidos es esforzarse por abrir una gran conversación, capaz de desplegarse en todos los lugares a los que seamos capaces de llegar. Se trata de crear horizontes que puedan ser deseables para mayorías y que estén vinculados a proyectos de transición que establezcan contrapoder, un movimiento de oposición, conflicto y lucha, al mismo tiempo que constituye un doble poder, una institucionalidad e infraestructura propias que hagan de punto de apoyo y foco de retroalimentación de esa lucha.

Estas condiciones de posibilidad no nacen de la nada. Surgen de la potencia política ya constituida en organizaciones que ya están luchando desde el feminismo, el sindicalismo laboral, el ecologismo, los movimientos en defensa del territorio, el antirracismo o el sindicalismo de vivienda. La confederación de estas luchas constituye el punto de partida del contrapoder del nuevo ciclo. La contrahegemonía no se puede pensar fuera de la cultura que pretende transformar, y la política transformadora debe fusionarse con los núcleos de buen sentido ya existentes.

He asistido a los procesos de participación organizados por el Foro de Transiciones en los que personas con intereses diferentes en cuatro sesiones online, son capaces de llegar a algunos acuerdos mínimos, o no tan mínimos para hacer camino común.

Este año he sido profesora por primera vez en un grado universitario, en el primer curso. El primer día de la asignatura cuatrimestral me encontré con cien personas de dieciocho años. Más de la mitad llevaban adornos que me hicieron pensar que iba a pasar unos meses difíciles… Cuatro meses después he aprendido a quererles y he comprobado que son buena gente, perdida como mucha adulta, enfadada porque tiene motivos. Aspiran a ser buena gente, a vivir con cierta tranquilidad… Reaccionan de forma positiva ante la información que se proporciona con calma y respeto, con mucho sustantivo y verbo y menos adjetivos. Han hecho unos trabajos excelentes y comprometidos sobre temas sobre los que unos meses antes no habían oído hablar. Yo me siento afortunada de haberles conocido y haber podido aprender también de ellos.

He asistido también a lo que consiguen un maestro y una maestra en un colegio de pueblo, con una forma de hacer respetuosa y firme, que puede irradiar a todo un valle, de forma que ni las alcaldías pueden dar la espalda a lo que allí sucede.

La recurrente afirmación de que la información o los diagnósticos no importan no se ajusta a la realidad

Vivo cerca de un pueblo, en el que viven apenas 3.000 personas y en el que unas decenas mantenemos concentraciones semanales, llueva o no, sean vacaciones o no, en solidaridad con el pueblo palestino desde noviembre de 2023.

Y cada vez que voy a algún lugar –y voy a todos los que puedo– me encuentro con gente que se rompe la cabeza para ver cómo confrontar y reconstruir, cómo lanzar un “se acabó” y a la vez un “lo queremos así”. En todos esos lugares la gente se educa entre sí. Sigo comprobando cómo la recurrente afirmación de que la información o los diagnósticos no importan no se ajusta a la realidad. Importan mucho, otra cosa es cuáles sean las mediaciones que se establecen entre los datos y la gente que los recibe. 

He visto a gente conmoverse con los artículos repletos de datos de Olga Rodríguez sobre el genocidio en Gaza, porque la información llega cargada de sensibilidad, dolor y potencia. Los datos no mueven por sí solos, pero son imprescindibles. Por ello el periodismo honesto, veraz y comprometido es crucial.

La educación es una parte ineludible de la política, y renunciar a ella a cambio de una especie de batuta “emocional” con la que algunos creen saber dirigir a las masas es un ejercicio peligroso que solo beneficia al que conecta con los imaginarios hegemónicos que precisamente es preciso erosionar con veracidad, rigor y pasión. 

Mi compañero se ha enganchado a la astrofotografía. Coloca en la puerta de casa una cámara especial que enfoca al cielo. Con ella fotografía el cielo profundo que el ojo humano no puede ver. Galaxias, nebulosas, planetas, conglomerados… 

Cuál será el artefacto social que podrá permitir ver lo que el ojo de nuestra cultura no ve. Quizás sea un artefacto resultado de la mezcla, aunque sea desordenada, entre la memoria, la información, la imaginación y el deseo de vida decente.

Este tiene que ser el momento de las humanidades que no quieren ser drácula, ni terraformar otros planetas, para las humanidades que quieren un mundo en los que quepan muchos mundos humanos, animales, vegetales o minerales. Puede ser el tiempo de los pueblos que no quieren ser descubiertos, de parir criaturas que tengan futuro, de viajar a lo hondo, de morir acompañado, de compartir comida y fiesta, de juntarse para construir lo que necesitamos, de decir no, de acoger, de dormir a pierna suelta, del fin de la intemperie, del cuidado sin agobios, de la conversación, de la hospitalidad, del final del miedo al “fin de mes”, del freno al despojo, de la abolición de la usura y codicia, del hacerse cargo, del “todo me importa”, del ”ni hablar”, del “no te creo”.

Sí. Es un sueño, pero no más delirante que el de los que quieren migrar a otro planeta, ni más desajustado que el de los que plantan molinos creyendo que son gigantes. Y puestas a soñar, preferimos hacernos fuertes imaginando e intentando construir el mundo que deseamos y no convertir en supuesta utopía los únicos horizontes tristes que se vislumbra desde el catalejo del extravío.

Marina Garcés suele decir que el futuro no existe. Que el futuro son las proyecciones de los presentes que habitamos. En nuestros presentes se hacen omnipresentes y visibles bultos que se inflan como un tumor y ocluyen el futuro. Pero muchas cosas existen y el ojo moldeado por la cultura hegemónica no ve, mucha gente humilde y revolucionaria comprometida con los tiempos presentes. Grumos de necesidades, fragilidades y vínculos desde los que disipar los futuros distópicos que se vislumbran por acción o por omisión.

Que cada cual, nunca en solitario, haga lo que pueda y donde pueda

Nunca creí que pudiera estar de acuerdo con Aznar en algo. Que cada cual, nunca en solitario, haga lo que pueda y donde pueda. La extrema derecha crece en comunidades mutantes en las que los vínculos y las decencias son meticulosamente destruidas. Muchos medios de comunicación se lo trabajan a fondo. Dejarle el activismo a aquellos a quienes las vidas les importan un carajo es… Ninguno de los calificativos que se me ocurren me parecen suficientes. Que cada cual ponga el que quiera.

En CTXT queremos ser mediadores entre lo que hay y el cielo profundo, ayudar a descubrir y ver lo que el ojo no ve, lo que necesita más exploración y tiempo de exposición. Hacemos pie en la lucha contra la cultura del odio. 

Es nuestro grumo de resistencia, que aspira a fundirse en el líquido denso de esta revolución humana y humilde. Estamos aquí y no queremos irnos.

Yayo Herrero es activista y ecofeminista. Antropóloga, ingeniera técnica agrícola y diplomada en Educación Social.

Fuente: https://ctxt.es/es/20250501/Firmas/49313/yayo-herrero-carta-comunidad-cada-cual-haga-lo-que-pueda-gaza-policrisis.htm

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«Un reservorio de rebeldía eran los movimientos sociales, pero fueron domesticados»

Por: Caty R

Educación popular, autonomía, movimientos sociales, rebeldías, capitalismo, pueblo, pensamiento crítico. Son algunas de las palabras que salen de la boca de Roberto «Tato» Iglesias, 82 años, padre de nueve hijos e hijas, entrerriano de nacimiento y desde hace medio siglo en San Luis. De pasado peronista, temperamental e integrante de la Universidad Trashumante, una experiencia tan histórica como novedosa, tan cuestionadora como silenciada. Es una red con presencia en siete provincias, con eje en la educación popular, la formación política y, en algunas regiones, la producción de alimentos y la economía social. Tuvo épocas masivas y, paradójicamente o no, durante el kirchnerismo fue un momento de pérdida de muchos militantes. «El Tato», como todos lo llaman, es del grupo fundador y, aunque no le guste el término, un referente.

Invitado a pensar la época, no eludió el convite y no se guardó nada: crítico de las organizaciones sociales, cuestionó el manejo clientelar de los planes, apuntó tanto a progresistas como a derechas, define como «trampa» la disputa por el Estado y llama a construir desde abajo, alejados de los escenarios del poder. «Muchos se olvidaron de que el problema es el capitalismo», recuerda.

«Queremos cambiar el mundo y lo queremos hacer de manera autónoma»

Al leerlo y escucharlo hay una reivindicación a las organizaciones sociales y también una crítica dura. ¿Por qué?

—Los movimientos sociales nacen en América Latina alrededor de la década del 60 y nacen críticos al capitalismo, no nacen a favor del capitalismo ni para arreglar lo que producen los gobiernos capitalistas y ver cómo colaborar con los gobiernos. Todo el pensamiento crítico de Paulo Freire va por ese lado. Claro que pasaron muchas cosas en el medio, pero saltando en el tiempo, un momento de gran fuerza de los movimientos sociales en Argentina es la década de los 90. (Carlos) Menem logró unir en su contra a todas las protestas, desde desocupados hasta movimientos campesinos, desde ambientalistas hasta de derechos humanos. Y claro que los piqueteros fueron de los grandes impulsores de aquella época, con referencias claras en Cutral Co (1996). La crítica es porque muchos movimientos dejaron de cuestionar al capitalismo y a los gobiernos.

Década del 90, muchas organizaciones movilizadas contra un Gobierno. Década del 2000, muchas organizaciones dentro de un Gobierno. ¿Qué pasó?

—Cedieron a la tentación de la plata. Porque el poder y la plata tientan. Muchos dirigentes pasaron a ser funcionarios, con sus buenos sueldos, sus lindos autos y se olvidaron del trabajo popular, de ser críticos, no trabajan más para que la gente tome conciencia crítica, muchos se olvidaron de que el problema es el capitalismo. Hay casos donde un dirigente de un movimiento social se pasa a ser concejal, y luego quiere ser intendente, y luego quiere ser gobernador y en el medio dejan valores, dejan la lucha, dejan todo lo valioso que tenía. Una frase extraordinaria de un compañero de Hersilia (Santa Fe) es: «Menos secretarías y más utopías». Es el eje de la discusión: uno trabaja por ideales, por los valores, por la coherencia, el valor de la ética, el plantear un mundo distinto.

Si no es junto a los gobiernos, ni con los partidos políticos… ¿cómo entienden que se construye desde un movimiento social?

-—En nuestra mirada el movimiento social utiliza la educación popular para definir desde dónde miramos el mundo, es la ideología, si desde arriba o desde abajo. Y cómo hacemos la intervención política, si es partidaria o es autónoma. Y define la metodología. Nosotros somos enamorados de hacer la metodología horizontal, donde se construye un poder colectivo, donde el propio pueblo vaya asumiendo sus responsabilidades, su presente y futuro. Y, en ese sentido, nuestra propuesta es consolidar una red de organizaciones autónomas.

¿Cuál es el objetivo?

—Construir un espacio político que no sea partidario y que hable del anticapitalismo y luche contra él, un espacio con mirada crítica, para construir otro mundo, desde abajo. Sabemos que eso lleva tiempo, pero no nos importa porque ahí somos felices. Los movimientos sociales autónomos coincidimos en varias cuestiones: queremos cambiar la realidad, queremos cambiar el mundo y lo queremos hacer de manera autónoma. La mirada crítica y la ética son objetivos centrales. Después cada grupo tiene que mantener su identidad, están los que trabajan en ecología, en educación popular, en la formación política, en agroecología.

«Sin profunda autocrítica no habrá posibilidades de salida colectiva»

Ustedes hacen una reivindicación permanente a la autonomía. Hace veinte años se hablaba mucho en los sectores militantes. Ahora no tanto.

—La COPA (Coordinadora de Organizaciones Populares Autónomas) fue un acontecimiento muy importante allá en los fines de los 90. Había una enorme diversidad de organizaciones, desde las Madres de Plaza de Mayo al Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase). El primer encuentro fue en La Plata y era muy numeroso. De la Universidad Trashumante fuimos unas 30 personas. Tenía una potencia transformadora impresionante, cuestionadora del poder, de los gobiernos, del capitalismo.

¿Y qué pasó?

—A poco de andar aparecieron dirigentes más políticos que sociales, que estaban tirando más para el lado de los partidos políticos y dejando de lado a los movimientos sociales. En ese contexto también estaban, impulsados por el Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de Solano, encuentros llamados «Enero autónomo», donde confluían experiencias de distintas provincias y también de otros países, como Brasil y México. Y mucho de eso comenzó a quebrarse con la llegada del kircherismo, donde muchos movimientos comenzaron a ser parte del gobierno. Un proceso que pasó en otros países de América Latina, los movimientos sociales cooptados por gobiernos.

Fueron años, los 2000, en el que muchas organizaciones sociales crecieron y otras se achicaron.

—Nunca nos interesó tratar a la gente como corderos y que nos sigan. Queremos que cada uno piense por sí mismo, que cuestione, no queremos un pensamiento único en las organizaciones. Y es cierto que por momentos nos quedamos muy solitos, pero luego nos fuimos encontrando con quienes luchan contra la megaminería en La Rioja, contra la autovía en Córdoba, por la agroecología en Santa Fe. Y así construimos.

Pasando en limpio. Desde los 90 hasta acá cambia la situación de los movimientos sociales a partir de la vinculación con los partidarios y de los gobiernos.

—Fue una estrategia que adoptaron casi todos. Quedamos muy pocos autónomos. La autonomía es un camino a recorrer, de libertad, de trabaja por fuera del Estado porque el Estado es capitalista… Ningún político argentino dijo que era anticapitalista. Cristina (Fernández de Kirchner) habló de «capitalismo humano» y eso no existe. El capitalismo no va a conceder absolutamente nada a las grandes mayorías gratuitamente, se lo hay que arrancar con lucha, con pelea en la calle, pero no con la intención de ser candidato. Hoy hay una enorme cantidad de pibes y pibas que se fueron de los movimientos sociales y se metieron en la política, por ejemplo en Córdoba, y tienen contradicciones serias porque el gobernador Llaryora reprime a los movimientos que protestan contra el Plan Iirsa (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana –también llamado Cosiplan–, que busca favorecer el traslado más barato y rápido de mercancías y bienes), contra las autovías en las sierras. Y estos pibes trabajan con ese gobernador que reprime. ¿Cómo se entiende eso?

De la autonomía y del 2001, con el estallido, a muchas organizaciones y la ultraderecha. ¿Qué pasó?

—El capitalismo nos pasó por arriba. El cooptar gente nos debilitó. A nosotros se nos fue bastante gente. Y la mayoría se fue a trabajar con el Estado. Y hoy son candidatos políticos. Empezaron una disputa por poder y por plata que nos llevó a la perdición. Las construcciones tienen que ser cualitativas más que cuantitativas.

Pero de ahí a la ultraderecha hay todo un trecho…

—La ultraderecha estuvo escondida y agazapada como siempre a la espera de mejores condiciones para gobernar, porque aunque no lo hicieran imponían sus ideas y estrategias generalmente a través de nuestros propios gobiernos. Hoy con Milei tenemos un gobierno de esta naturaleza, creo que de los peores y más destructivos que nos han tocado en democracia. Me parece necesario que la parte de nuestra sociedad que dice estar del lado crítico de la vida se defina también en sus prácticas y entre todos nos animemos a entablar un diálogo a fin de pensar qué fue lo que hicimos mal y lo que no hicimos bien o dejamos de hacer, para que gran parte de la sociedad haya votado a Milei. Sin profunda autocrítica no habrá posibilidades de salida colectiva. Tenemos que tomar conciencia de que estamos en un momento muy peligroso y bisagra para el país. Los que piensan que hay posibilidades y es necesario volver al pasado, no sólo están equivocados sino a punto de cambiar de bando. No hay salidas individuales. Esto es muy importante. Solo la construcción desde lo colectivo puede reafirmar las esperanzas de cambiar el mundo.

Algunas voces hoy miran críticamente el rol que jugaron, en las organizaciones sociales y la desmovilización, los planes sociales. Hay pocas voces de críticas por izquierda a lo que fueron los planes.

—Uno de los primeros planes sociales fue la Caja PAN (Programa Alimentario Nacional) del gobierno de Alfonsín. Ya era una idea de asistir, caritativamente a los pobres. No era una cuestión de toma de conciencia ni nada por el estilo. Después se agudizó con el gobierno de Menem. Y ya se masificó con Duhalde, Kirchner y Macri. La idea del plan social es una idea de emergencia, de ayuda económica, que vaya preparando para tener un trabajo, donde los gobiernos deben generar las condiciones para esos trabajos dignos. Lo más importante de entender, en relación a los planes sociales, es su concepción ideológica.

El mismo sistema capitalista que produce cada vez más pobreza, hambre y miseria, inventa luego los planes sociales como forma de evitar el conflicto que el mismo sistema provoca en la base social. Es decir, no conflicto, no quilombo, quiere tranquilidad. Cuando no alcanza para calmar los ánimos, aparece el aparato represivo.

Lo que sí es imperdonable, éticamente, es que los dirigentes de los movimientos oficiales, conocedores de todos estos mecanismos, igual aceptaron cumplir con ese rol. Conozco del tema pues en el interior del país lo discutimos con varios de ellos y les advertimos. Obviamente esto implica, entre tantas discusiones que tenemos pendientes, hablar el tema del poder. Para qué lo queremos y para quiénes, si tiene que ser una construcción individual o colectiva.

¿Ve una vinculación directa entre gobiernos, planes, cooptación?

Tenemos que ser claros. Los planes sociales fueron una gran herramienta de cooptación de organizaciones sociales y, a su vez, éstas pasaron a tener control sobre la gente de los barrios. La gente de La Escuelita (la Escuelita Trashumante es una de las prácticas pedagógicas más trascendentes de la Universidad Trashumante y consiste en formar educadores populares de los barrios) está re pobre, algunos tenían planes sociales y los obligaban a hacer cosas, ir a las marchas, lo veíamos todos los días… Eso no es construir poder popular. Es en todo caso el poder que construye el dirigente. Los planes sociales y la cooptación son parte de lo mismo. Y son programas bajados desde organismos internacionales como el Banco Mundial, que saben bien cómo van a impactar esos planes. Luego lo aplican gobiernos progresistas o de derecha. El caso de Macri, que aumentó los planes sociales, siguió trabajando con los movimientos piqueteros y los planes, y logró gobernar y domesticar. Y bueno, antesala de este Presidente que tenemos hoy, mucho más peligroso, entregado abiertamente a gobiernos de Estados Unidos, Israel, las corporaciones. Nos tiene que llamar a la reflexión.

¿Y el poder popular de verdad?

—El poder popular se construye con conciencia y acción, no con planes y obligando a otros a hacer cosas. Por las dudas, te quiero aclarar que claro que hay gente muy valiosa en esos movimientos, que hace un trabajo todos los días en los barrios populares. Mi crítica es hacia los dirigentes. Y ahí entra también el tema de los planes sociales que prostituye a la militancia. Nosotros no cobramos por militar ni le bajamos plata a la gente. Nuestro eje es la educación popular y la toma de conciencia.

«El ‘pragmatismo’ es contrario al pensamiento crítico»

¿Por qué cuestiona tanto que una organización social se sume a una función de gobierno?

—Porque el poder te cambia, dejás de ser vos. El poder, el gobierno, te hace hablar como quiere que hables. Ha pasado lo mismo con artistas. Y además te saca un elemento central que es el conflicto con el gobierno y el conflicto incluso en las bases, que es necesario para cuestionar y crear lo nuevo. Todo parece pasar por tener funcionarios y acumular en tal partido o tal gobierno. Le pasó a casi todos los movimientos sociales, que yo les llamo movimientos oficiales, que tuvieron dirigentes dentro de cargos relativamente importantes dentro de los gobiernos. También es necesario aclarar que una cosa es lo que implica la palabra dirigente, muy distinta a la palabra referente.

Dirigente implica que está arriba y dirige a los que estamos abajo. Referente es aquella persona que se sienta en la ronda, escucha, habla desde su experiencia, pero no toma decisiones sólo, no manda ni da órdenes. Pasó mucho en movimientos sociales que te hablan de asambleas, de las bases, y luego deciden los dirigentes que están arriba. No estamos de acuerdo con eso.

Cuando piensa en movimientos, dirigentes y gobiernos, ¿piensa en algunos puntuales?

—Conocemos a muchos. Y es necesaria una autocrítica para no repetir eso. Vos conocés bien a movimientos campesinos que fueron cooptados y empezaron a tener cargos dentro del gobierno. Pasaron a tener otra lógica de trabajo. A muchos grupos de derechos humanos les pasó eso. Fueron cooptados y dejaron de lado justamente el conflicto principal fundacional, que sigue siendo el luchar por los derechos humanos de toda la población y no los derechos humanos que necesitaba defender el Gobierno. De allí la enorme importancia que tuvo la figura de Norita Cortiñas, entre otras, tuvo la enorme virtud de estar en todos los territorios. Aunque obvio que hacía política, pero desde un pensamiento autónomo. Y, por otro lado, muchos también perdieron la exquisitez y el placer de seguir luchando contra el capitalismo y pasaron a formar parte del sistema. Es doloroso, pasaron a estar en los escenarios de los actos oficiales. Tengo muchísimos amigos y amigas que les pasó eso.

Pueden responderle, desde un movimiento social, «tengo que asumir ahí porque consigo chapas para la gente, alimentos para el comedor».

—Y nada más. Se quedan en eso y a la gente una chapa no va a cambiarle la vida. Es algo muy momentáneo lo que les dan. El capitalismo avanza para que haya cada vez más pobres. Ahora que se quedaron sin plata, sin planes, qué hacen, qué cuestionan, dónde están esos dirigentes. Se manejan por el «pragmatismo», que es contrario al pensamiento crítico. ¿Dónde están ahora? ¿Por qué no cuestionaron? ¿Por qué no salieron a la calle cuando la inflación eran del 200 por ciento? El hambre no comenzó ahora.

Palabra muy usada el «pragmatismo» al momento de hacer cierto tipo de política.

—El pragmatismo, en su concepción más amplia, está ligado a conceptos tales como: ser funcional al sistema, tener concepciones ligadas a lo material, a ser positivista, a lo práctico. A mi entender está ligado a desvalores, a acomodarse a las circunstancias, a no cuestionar, adaptarse a lo que va ocurriendo. Lo contrario sería intentar sostener un pensamiento crítico, que esta criticidad sea radical, que enseñe a transgredir. No estamos dispuesto a dejar de luchar críticamente. Y que la gente tome conciencia de lo que es esto. Nosotros no somos «pragmáticos», vamos cambiando el mundo en la medida que todos los días vamos construyendo el mundo con el cual soñamos. Muchas instituciones públicas, inclusive las universidades y gran parte de las escuelas públicas, se manejan hoy con concepciones liberales y pragmáticas. Se discute sólo lo que se necesita utilitariamente y que pueda verse. No se observan discusiones políticas de fondo, ni que proyecto de universidad necesitamos para otro país. La mirada crítica ha quedado muy reducida a decir solo lo que se puede y es conveniente. Por eso, la única forma de ser crítico, es pensar y hacer, pero desde una postura verdaderamente radical. La palabra «no» como bandera de lucha. No al poder, a la plata, a los cargos, a las injusticias y a todo aquello que vaya contra la dignidad y la libertad de los seres humanos.

«Pensar y construir nuevas ideas con la gente»

¿Cómo se posicionan ante las elecciones?

—Es una gran trampa. Cada vez que hay elecciones vuelven a aparecer con quién se está o quién se presenta de las organizaciones sociales. Es un error seguir eso. En 2004 en San Luis veníamos de cuatro años peleando contra Rodríguez Saá, se había conformado una multisectorial con mucha fuerza y se dividió todo porque llegaron las elecciones. Se perdió la fuerza, se perdió la lucha, ganaron los de siempre.

¿Ni gobiernos ni elecciones?

Cerca de la gente y lejos de poder. No tenemos ningún interés en ese tipo de poder porque lo único que han hecho los políticos es degradarnos. No se puede negar la crisis terrible en la que está Argentina, hay una degradación cultural y económica innegable. Y cada gobierno que pasa es peor. Quizás sea necesario aclarar que estamos totalmente de acuerdo con el sistema democrático de gobierno. Diferimos absolutamente con el sistema representativo. La mayoría no conocemos quiénes son. Diputados y senadores obedecen o a sus gobernadores o a sus jefes políticos. No al pueblo que los votó.

Es desesperante ver que la mayoría de nuestros representantes mienten, son corruptos, no trabajan a favor de la gente. Cada vez es más grande la cantidad de gente que no va a votar, pero no alcanza. Hay que salir a pensar y a construir nuevas ideas con la gente. Y esto es urgente. Así no podemos seguir. Hace años que venimos votando a un político para sacar al que estaba. La última elección fue Milei o Massa. ¿Y la próxima qué haremos? ¿Agotado lo de Milei inventaremos un nuevo personaje? Tomemos conciencia por favor.

Y ante eso. ¿Cómo cambiarlo?

—La discusión es si las cosas se cambian desde adentro o desde afuera. No veo que desde adentro se pueda hacer cambios, te comen. Hace un tiempo escribí un artículo llamado «de escenarios e intemperies» que causó problemas con amigos, sobre todo de sectores campesinos, que quieren estar en los escenarios del poder, quieren cargos en ministerios… Buenos, yo no quiero eso. Prefiero la intemperie porque sé que ni los partidos políticos ni las iglesias ni las burocracias sindicales nos van a proteger, pero tampoco nos van a cooptar.

¿Es la propuesta Trashumante?

—No sería correcto que yo hable en nombre de la Trashumante. Pero sin duda todas estas cuestiones las venimos discutiendo desde hace tiempo. Partimos de que no hay toma de conciencia sin lucha. Eso implica salir de la conciencia mágica, de la ingenua, ir a la crítica y pelear por derechos. Es lento porque no hay mucha gente que quiera trabajar de esa manera. Ahí también juega mucho la sobrevivencia claro, si no hay para comer o dónde vivir, todo es más difícil. Ahí entra el tema de ver cómo sobrevivir en lo colectivo, el que tiene trabajo y el que no, el que tiene techo y el que no. Es un desafío grande esa construcción pero hay que meterse en eso.

De progresismos y derechas

¿Por qué un Milei en Argentina?

—No hay Milei sin gobierno progresista de por medio. El voto a la derecha se explica en buena medida por la bronca contra gobiernos progresistas. Por un lado, por algunas cuestiones que se hicieron bien, la apertura a políticas de género y diversidades, pero también la bronca de sectores que no fueron incluidos nunca, a pesar de las promesas y que la pasaron mal, con precarización, pobreza, inflación, mala atención de salud, educación deficiente, barrios empobrecidosAhí también hubo y hay bronca con el progresismo y que llevó a votar a Milei. Por un lado hay sectores que se han corrido a la derecha. Los medios de comunicación hacen lo suyo. Y también la gente de abajo es cada vez más pobre. Es el sistema capitalista, que no es de izquierda ni progresista así que la derecha se fortalece.

Una pregunta que circula entre sectores militantes es ¿por qué no estalla? ¿Por qué la pésima situación social no expresa con contundencia en las calles?

—Nos guste o no nos guste, hay un proceso de domesticación. Y los gobiernos pasados tuvieron mucho que ver. Hicieron creer que las soluciones vienen de arriba, ya sea de un gobierno, una autoridad de universidad, de sindicato o de la escuela. Y todos los demás obedecemos, somos sujetos pasivos.

Un reservorio de rebeldía eran los movimientos sociales, pero también fueron domesticados. Antes de marchar por reclamos parecía que había que pedir permiso a un funcionario. Una contradicción enorme. También entra el analfabetismo político. Si en lugar de formar para mirar críticamente vos formás para obedecer… hoy te obedecen a vos, pero mañana obedecen a otro. Y terminamos en un Milei.

La democracia, el sistema y los sueños

Van 40 años de democracia. ¿Evaluación?

—En un campamento que hicimos en Córdoba pusimos algunas ideas para pensar. Por ejemplo, de dónde venimos, de dónde vienen las luchas nuestras contra el capitalismo y contra el colonialismo en América Latina. Y otro punto fue dónde estamos, el análisis de coyuntura. Pasaron varias cosas. Había mucha gente joven de los barrios que no conocía a Tupac Amaru ni al Che Guevara ni al Chacho Peñaloza. Ahí reforzamos la idea de recuperar las luchas populares, la historia que nos quieren borrar. Y sobre el dónde estamos, surgió claro el rechazo a los partidos políticos, a los diputados, senadores y también al Poder Judicial. El sistema no da para más, elegimos cada vez peor y tiene que haber otra forma de democracia.

¿Cuál es la otra forma?

—Te acodás de aquel recitado del disco de Raly Barrionuevo, era del 2000, tiene vigencia. Hay que buscar otros paradigmas, que no puede ser solo enunciado. Porque vos podés hablar mucho de la lucha de clases, teorizar, pero hay que hacer. Hay que mostrar qué construimos y cómo lo hacemos. Sin jefes, sin iluminados que nos dicen qué hacer, sin mandar ni obedecer.

En el medio, llaman a votar.

—Y sí. Creen que eso es participar. Y te llaman a celebrar los 40 años de democracia, pero no te llaman ni aceptan discutir si esta democracia es la que queremos. Entonces, tenemos claro que no vamos a negar esta sociedad porque es en la que vivimos, es capitalista, pero creemos que podemos construir otra cosa, otra realidad, construida desde otro tipo de relaciones, construir desde abajo, que lleva más tiempo, es más lento, pero tiene bases más sólidas, caminamos, avanzamos. En eso creemos nosotros. Y nos hace felices.

Desde la Trashumante se habla mucho de los sueños de las utopías, ¿cómo sueña el futuro?

—Soñamos y militamos para recuperar nuestras historias de luchas y crear un futuro digno para todos y todas. Con mucha gente pensando y haciendo. Una América Latina distinta, donde todos tengan lo necesario para una vida digna. Una vida sin violencias de ningún tipo, donde todos estemos en las calles exigiendo lo que queremos. Ese es mi sueño, pero no es algo personal, es un sueño colectivo.

Artículo publicado el 23 de mayo de 2025 en Agencia Tierra Viva.

✇Rebelion

El riesgo de vivir a los pies de un glaciar que desaparece

Por: Caty R

 “Los turistas celebran el desprendimiento de hielo del Perito Moreno como si fuera una fiesta, pero en realidad es el funeral del glaciar, que se derrite cada vez más rápido. Me llama mucho la atención que no lo vean así: con más información, quizá habría más concienciación”. Sergio Goitía es guarda forestal en el Parque Nacional Los Glaciares –declarado patrimonio mundial por la Unesco en 1981–; observa las cosas con claridad y las expresa sin vueltas: el cambio climático amenaza como nunca antes este ecosistema glaciar de la Patagonia argentina, situado dentro de la tercera mayor masa de hielo continental del planeta.

Goitía nació en la provincia más cálida del país, Formosa, en el límite con Paraguay. Desde los verdes furiosos del norte caliente llegó en 2018 hasta El Chaltén, una pequeña localidad incrustada en los bordes más australes de la cordillera de los Andes, muy cerca de la frontera con Chile y a 2.600 kilómetros al sur de Buenos Aires. Aquí los paisajes están dominados por los azules de los ríos Fitz Roy y Las Vueltas, lagos de aguas gélidas y los hielos eternos de esa zona protegida. “Pensaba quedarme en el norte del país, pero me asignaron acá, todo un desafío para mí y para mi compañera, que es enfermera en el puesto sanitario. Con el tiempo empezó a gustarme la montaña”.

La montaña que Sergio Goitía cuida alberga un imponente sistema de glaciares hoy en riesgo por el calentamiento global, como alertan estudios científicos conocidos por las autoridades locales, algunas organizaciones socioambientales, como Boana, y muchos residentes de El Chaltén. No está tan claro, sin embargo, que los miles de turistas que llegan cada día hasta la autodenominada “capital nacional del trekking” conozcan esta realidad ni el riesgo de inundación si se desborda el lago glaciar.

El derretimiento acelerado de los glaciares no es algo ajeno a la vida en El Chaltén. O al menos, no debería. En 2018, una investigación publicada por un equipo de científicos argentinos liderado por el doctor en Ciencias Geológicas y profesor de universidad de Buenos Aires (UBA) Diego Winecur, mostró que el retroceso glaciar generalizado en la Patagonia tiene una incidencia directa en las laderas de estas enormes masas de hielo.

Un retroceso multiplicado por cuatro

Según los cálculos realizados por Daniela Schmidt, coautora del trabajo, el glaciar Torre –situado a unos 10 kilómetros del pueblo– cuadruplicó su tasa de retroceso entre 2022 y 2024 en comparación con el periodo 2019-2022, lo que significa que desde 1968 hasta inicios de 2025 ha retrocedido unos 400 metros. “A medida que el retroceso ocurre, ese hielo glacial se convierte en agua y pasa a incrementar el volumen del lago Torre ubicado en el frente del glaciar. Esto genera que las laderas de los laterales del valle se vayan desmoronando, convirtiéndose en los denominados procesos de remoción en masa, donde las rocas, sedimentos y parte del bosque se van hundiendo en el lago”, explica Winecur.

Esta situación, que comenzó a principios de los años 2000, se va incrementando a medida que el glaciar retrocede. “Si bien el movimiento es lento y paulatino, algún evento extremo como lluvias intensas sumado a altas temperaturas o algún movimiento sísmico podría acelerarlo y precipitar la caída de ese material hacia el lago”. Esto, a su vez, podría generar una ola que aumentaría rápidamente el caudal del río Fitz Roy. Winecur asevera que las autoridades locales y de los parques nacionales y quienes viven allí de manera permanente conocen este riesgo: “Han recibido nuestros estudios”; pero no puede confirmar que los turistas lo sepan. “Quizá falte un poco de difusión al respecto”, agrega el científico.

Un pueblo muy joven

Antes de los turistas, de las disputas fronterizas con Chile, antes siquiera de que existiera Argentina como país, esta región de la Patagonia estuvo habitada por pueblos originarios americanos. Los aonikenk, la “gente del sur”, fue el último grupo importante en transitar la zona y de su lengua nativa proviene el término Chaltén, que significa “montaña humeante”. Se refiere al cerro de 3.400 metros de altura que caracteriza a ese paraje y que en 1877 fue renombrado por Perito Moreno –un científico y explorador pionero en la conservación de la naturaleza– como Fitz Roy, su otro nombre. El extremo sur andino patagónico argentino es, ante todo, un paisaje de montaña y hielo, en el cual los glaciares monopolizan la escena.

De acuerdo al Inventario Nacional de Glaciares (ING) en Argentina existen 16.968 cuerpos de hielo que ocupan una superficie total de 8.484 kilómetros cuadrados. Es el segundo país de América latina con más glaciares y está entre los 15 países con mayor superficie de hielo en el mundo.

El Chaltén es un pueblo muy nuevo y tiene un origen particular, ya que fue creado en 1985 por el gobierno de la provincia de Santa Cruz para marcar territorio y hacerse presente en una región que mantenía un largo conflicto de fronteras con Chile, que se resolvió de manera definitiva en 1994, después del fallo de un jurado internacional a favor de Argentina.

Los 1.821 habitantes permanentes conviven con la llegada masiva de miles de turistas que desbordan cada día las estrechas calles y los senderos de montaña. El turismo a gran escala está tensionando el equilibrio natural del lugar y la rudimentaria infraestructura urbana no da para absorber las necesidades de tantos visitantes, algo que se hace visible en la deficiente gestión de residuos y en la imposibilidad de tratar de manera correcta las aguas fecales de una población que, en pico de temporada turística, puede llegar a multiplicarse por cinco cada día.

«Hoy a los empresarios les gusta más meter turismo que conservar los glaciares. No perciben que eso es pan para hoy y hambre para mañana. (Sergio Goitía — Guarda forestal en el Parque Nacional Los Glaciares)

A esto se suma el cambio climático que golpea de manera peculiar al ecosistema de glaciares, el sello distintivo de esta región. “Hoy a los empresarios les gusta más meter turismo que conservar los glaciares. No perciben que eso es pan para hoy y hambre para mañana”, agrega el guarda Sergio Goitía.

Más turistas, menos debate socioambiental

No solo existen tensiones ambientales en El Chaltén. La dependencia del turismo como única fuente de ingresos y la fragmentación social que existe entre quienes viven de manera permanente, quienes van allí a trabajar en temporada alta y los turistas, dificulta el debate sobre el futuro de este lugar. ¿Se informa sobre el riesgo potencial de una inundación por el desborde del río Fitz Roy? ¿Hay estrategias preventivas para esta eventualidad? Marie Anieres Martínez se hace esta y muchas otras preguntas, cada día.

Nació en Francia, donde estudió Cooperación internacional y Desarrollo, y ya en Argentina se especializó en políticas de conservación de la naturaleza. En 2020 cambió su lugar de nacimiento por este pueblo rodeado de una naturaleza inconmensurable: “Yo no elegí vivir en El Chaltén. Puedo decir que fue El Chaltén el que me atrapó, de manera casi literal. Vine como turista poco antes de la pandemia, me tuve que quedar y después ya no me quise ir. Es un lugar mágico”.

En 2021 creó, junto a Eva Bezit, la asociación Boana, dedicada a concienciar sobre la conservación de la naturaleza en la Patagonia a través de proyectos ciudadanos colaborativos, con la gestión del agua y la adaptación al cambio climático como ejes prioritarios. Para Marie, persisten “muchas incertidumbres” sobre el alcance potencial de una inundación en las cercanías de El Chaltén. “Existen varios mapas de inundación elaborados por diferentes instituciones científicas del país. Según la metodología empleada cada mapa arroja resultados diferentes, con zonas inundadas que a menudo se repiten, pero otras veces no”. Desde su visión, faltan elementos clave para mejorar la capacidad de respuesta ante fenómenos extremos: más datos y más inversiones en proyectos científicos que tengan aplicaciones concretas para la toma de decisión y el manejo de inundaciones.

Este es el Año Internacional para la Conservación de los Glaciares declarado por la ONU y su derretimiento es uno de los mayores problemas ambientales del planeta: según un estudio publicado en febrero de 2025 en la revista Nature, la velocidad de derretimiento aumentó un 36% entre 2012 y 2023, en comparación con la década anterior (2000/2011). Entre 2000 y 2023, los glaciares perdieron de media 273.000 millones de toneladas de hielo al año. En un escenario global dominado por la crisis climática, la ciencia y la política aparecen como herramientas indispensables para lograr una mejor adaptación y afinar sistemas de alertas tempranas.

Justo lo contrario a lo que está ocurriendo en Argentina hoy, un país con reducidas capacidades estatales para generar conocimiento científico perdurable y menos voluntad política para financiar, acompañar y fortalecer esas capacidades. Desde la visión de Marie sería necesario trabajar en un plan de gestión de riesgos para hacer frente a las inundaciones provocadas por el derretimiento de los glaciares que incluya instalar un sistema de alerta previa y poner en marcha protocolos de evacuación y comunicación. Pero eso no es lo que está pasando en el territorio: “Por ahora lo único que se ha hecho ha sido instalar dos carteles en la senda que va hasta la laguna Torre, una de las más turísticas del parque, avisando sobre este riesgo, explicando qué es el fenómeno y recomendando a los visitantes subir al punto más alto que encuentren si llegara a pasar”.

Milei y los recortes

Diego Winecur alerta sobre algo más grave aún: la retirada de financiación de las investigaciones científicas en Argentina bajo el actual Gobierno de Javier Milei, quien repite una y otra vez que el cambio climático “es un invento marxista”. El científico cuenta que el monitoreo que hace es “básico, remoto y sin conexión simultánea con esos datos”, y reconoce que no pueden trabajar con información a tiempo real: “No conocemos la situación día a día de la actividad de la ladera, solo capturamos esa información y la analizamos posteriormente. No podemos predecir un evento porque lamentablemente no contamos con los recursos económicos necesarios para hacer esto como se debería, teniendo en cuenta que el lugar lo visitan unas 10.000 personas al día”.

A eso se suma algo todavía más grave: aun con proyectos de investigación ya aprobados por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (PICT) desde 2022, los investigadores todavía no han recibido el dinero, lo que hace imposible que puedan seguir adelante con los estudios. “Esto genera una situación de incertidumbre en el conocimiento que impide mejorar el monitoreo y establecer medidas de mitigación y alerta temprana a la población, a turistas y a escaladores de algún evento que pudiera suceder”.

En este asfixiante escenario político, donde la retirada de fondos a la ciencia y el negacionismo climático se han convertido en una constante del actual Gobierno argentino, el trabajo sobre el terreno de organizaciones ambientales como Boana son oxígeno en estado puro. Una de las principales líneas de acción de esta asociación es la adaptación al cambio climático, explica Marie, que detalla que en 2024 organizó un taller con el apoyo de la Asociación Internacional de Ciencias Criosféricas para introducir y trabajar el concepto de adaptación con metodologías europeas como la llamada Life Natur Adapt. “Son metodologías que permiten dar un primer pantallazo bastante completo y requieren un gran esfuerzo de síntesis bibliográfica, lo que vendría muy bien para el territorio ya que no disponemos de ningún documento de divulgación que nos permita entender los impactos en el futuro cercano”.

Fuente: https://www.eldiario.es/ballenablanca/crisis_climatica/riesgo-vivir-pies-glaciar-desaparece_1_12324511.html

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