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Gaza, Sáhara Occidental y el Lejano Oeste

Por: José Ovejero

27 de octubre

Se ha vuelto frecuente hacer comparaciones entre la República de Weimar y el auge actual de los autoritarismos. Por mucho que nazismo y fascismo sean fenómenos históricos irrepetibles como tales, las coincidencias entre los movimientos totalitarios del siglo pasado y los de este sean más que preocupantes.

Quizá una que hilvana esos movimientos de masas entre sí y con otros fenómenos sociales concomitantes sea el triunfo de lo irracional.


28 de octubre

Tuve que interrumpir el diario y desde entonces he leído la noticia sobre el «plan de paz» de Trump para el Sáhara Occidental. Al igual que en el caso de Gaza, el plan parece consistir en ponerse del lado de la potencia invasora, no exigirle responsabilidades por sus crímenes e imponer un trágala a la población autóctona. Si en Gaza los sueños húmedos de Trump, y de Netanyahu, culminaban en la expulsión de toda la población para sustituirla por turistas en resorts de lujo –cuyos beneficios irían a parar a manos de los invasores–, este proceso hace tiempo que lo inició Marruecos por su cuenta, creando zonas turísticas en los territorios ocupados, en las que no pueden entrar los saharauis; para ver esos paraísos de vacaciones hay que ser extranjero, marroquí o conducir un taxi. Todo eso se cuenta en el último número de La Marea.

Ahora que lo pienso, este modus operandi se encuentra muy en la tradición del Lejano Oeste, es decir de la historia de la creación de Estados Unidos: llegas a un territorio, lo invades, expulsas a sus habitantes después de exterminar a una parte considerable de la población y a los que quedan los encierras en reservas; firmas tratados de paz que no tienes ninguna intención de respetar; te quedas con sus tierras merced a leyes que redactas con ese objetivo; las explotas en tu beneficio y lo vendes como una forma de progreso y de avance civilizador. Y a los nativos que se resisten a ser despojados y exterminados los llamas salvajes.

Y luego vienen los guionistas y poetas a blanquear con épica cada masacre.


También es verdad que no es solo Estados Unidos quien ha actuado así: todas las potencias coloniales han hecho lo mismo, incluida la española. Estoy viendo estos días a ratos perdidos el documental Banda sonora para un golpe de Estado. No es que desconociese el carácter criminal del gobierno belga de la época –con ayuda de la CIA y de los servicios secretos británicos–; no es que desconociese tampoco los acontecimientos que rodearon el asesinato de Lumumba y la ascensión al poder con ayuda de los mencionados países de un psicópata como Mobutu. Pero me sigue impresionando ver las caras de los europeos y americanos responsables, oírles justificar sus actos o mentir descaradamente sobre ellos; ver sus gestos mientras escuchan a Lumumba decir lo que un negro no debe decir –un negro que no da las gracias, que no elogia a los colonizadores, que les pone ante el espejo de sus crímenes–; y es difícil soportar la hipocresía de quienes asienten complacidos a los deseos de independencia de los congoleños mientras traman asesinatos y golpes de Estado encubiertos, a quienes, en fin, promueven una guerra civil para que las empresas occidentales no pierdan dinero.

No es que no sepamos todas estas cosas y, en particular, que nunca Occidente ha defendido la democracia y la libertad de ningún pueblo salvo cuando le sirve a sus intereses políticos y económicos. Claro que lo sabemos. Pero no está de más que nos lo repitan una y otra vez, no vaya a ser que nos creamos esa cantilena de los valores democráticos y el respeto de los derechos humanos.


Ahí está el PSOE, proclamándose adalid de muchos de esos derechos, mientras apoya a un Marruecos –lo hizo González, lo hizo Zapatero, lo hace Sánchez– que despliega una brutalidad contra los saharauis propia de las dictaduras.


Por cierto: ¿por qué prestamos en España tanta atención a Palestina y tan poca al Sáhara? ¿Por qué no expresamos -hablo en general, pero también me podría acusar a mí mismo de ello- el mismo escándalo ante los desmanes de Israel que ante los marroquís? El cínico que me habita –aunque me esfuerzo en combatirlo– diría que porque hacerlo así no nos cuesta nada más que realizar acciones simbólicas, como manifestarnos, pero no nos exige ningún sacrificio: enfrentarse a Marruecos significa perder posibilidades pesqueras, prescindir de un policía que limita la inmigración de subsaharianos, tener ante nuestras puertas a un enemigo que siempre ha sabido cómo hacer daño. Digo «Marruecos» pero en realidad estoy diciendo el régimen marroquí. Los países nunca son enemigos; las enemistades las construyen y aprovechan sus dirigentes.


A ver si los próximos días continúo con la idea del auge del irracionalismo y sus similitudes con los años treinta del siglo pasado. O a lo mejor es una de esas ideas que te parecen buenas en cierto momento y luego se desinflan. Veremos.

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Peter Thiel: el gurú de Silicon Valley que sueña con abolir la democracia

Por: Guillem Pujol

Este artículo fue publicado originalmente en Catalunya Plural. Puedes leerlo en catalán aquí.

Peter Thiel no es solo un millonario excéntrico. Cofundador de PayPal, Palantir y uno de los primeros inversores de Facebook, es también una de las figuras más controvertidas –es decir, más peligrosas– del capitalismo tecnológico que cada vez domina más ámbitos de la vida democrática de Estados Unidos. Su influencia va mucho más allá de las finanzas: alcanza la ideología, la política y las tecnologías de vigilancia masiva.

En un ensayo de 2009 titulado The Education of a Libertarian, Thiel escribió que “la libertad y la democracia ya no son compatibles”. La frase resume gran parte de su pensamiento: cree que el progreso exige decisiones impopulares, liderazgos fuertes y, sobre todo, que las mayorías no interfieran en los planes de las élites innovadoras.

Thiel combina libertarianismo económico, darwinismo social y una visión casi religiosa del futuro. Defiende la idea de que los individuos más brillantes deben liderar sin trabas burocráticas ni regulaciones. Según esta lógica, el Estado solo sirve si protege la innovación y castiga la disidencia.

Ha sido promotor de ideas radicales como las seasteads –ciudades flotantes sin leyes nacionales– y ha invertido millones en investigación sobre la inmortalidad, la inteligencia artificial y la criogenia. Todo ello desde una visión tecnocrática que idealiza un futuro gobernado por ingenieros, algoritmos y capital privado.

Palantir, vigilancia y control: la distopía hecha software

Uno de los proyectos más polémicos de Thiel es Palantir Technologies, una empresa especializada en el análisis masivo de datos y la vigilancia predictiva. El nombre proviene de El Señor de los Anillos: las piedras mágicas que permiten ver a distancia. Pero, como en la novela de Tolkien, su uso tiende a corromper.

Palantir ha trabajado con el Pentágono, la CIA y especialmente con ICE (la agencia de inmigración de Estados Unidos), proporcionando herramientas para rastrear, perfilar y detener a personas migrantes. En 2021, sus contratos públicos superaron los 1.500 millones de dólares. No es una startup cualquiera: es una pieza clave del nuevo complejo militar-digital.

A diferencia de otros magnates tecnológicos, Thiel no oculta su posicionamiento ideológico. Fue uno de los pocos multimillonarios de Silicon Valley que apoyó públicamente a Donald Trump en 2016. También financió las campañas de candidatos ultraconservadores como J.D. Vance y Blake Masters, defensores de restringir el voto, controlar internet y restaurar un “orden natural” jerárquico.

Su proximidad con pensadores neorreaccionarios como Curtis Yarvin refuerza esta preocupación. Yarvin propone un modelo posdemocrático en el que Estados Unidos sería gobernado como una empresa, por un CEO vitalicio. Thiel no ha suscrito abiertamente esta idea, pero sí ha financiado espacios donde se promueve.

Peter Thiel defiende la innovación radical, incluso si implica destruir lo que existe. Su visión es la de un mundo reconstruido desde cero, donde los valores ilustrados –igualdad, libertad, derechos humanos– son obstáculos a superar. Para él, la democracia es un lastre y la historia, un campo de batalla donde solo sobreviven los mejores.

Su lectura de pensadores como Carl Schmitt –jurista del Tercer Reich– o Leo Strauss le permite justificar “la excepción” como forma legítima de gobierno. En su mundo ideal, el soberano no es el pueblo, sino el empresario. No se trata de política, sino de eficiencia.

¿Un nuevo tipo de mesías tecnológico?

Thiel ha dicho públicamente que “la muerte es un problema técnico pendiente de resolver”. Y ha invertido millones en empresas biotecnológicas que buscan prolongar la vida indefinidamente. Su ambición no es solo dominar el mercado: es conquistar el tiempo, el cuerpo y la conciencia.

En este sentido, no estamos ante un simple inversor: es un ideólogo, un estratega y un actor con capacidad para modelar el futuro político y tecnológico. Su figura recuerda a los industriales del siglo XX que financiaron el ascenso del autoritarismo en Europa. Solo que, esta vez, el poder no se viste de uniforme, sino de algoritmo.

Peter Thiel es al mismo tiempo síntoma y motor de un ecosistema donde el capital, la tecnología y la ideología convergen. Un ecosistema que, lejos de reforzar la democracia, la pone en cuestión. En nombre de la eficiencia, del futuro o de la libertad, se diseñan hoy sistemas que concentran poder, desmantelan derechos y reducen lo común a datos.

¿Puede la democracia sobrevivir al asalto del tecnoautoritarismo? ¿Y qué ocurre cuando los amos del código quieren reescribir el contrato social? Thiel, con su fortuna, su influencia y sus ideas radicales, encarna esa pregunta. Y, por ahora, va ganando.

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✇El Libertario: Anarquismo y movimientos sociales autónomos

Cuba: la economía cambia, el Estado autoritario sigue...

Por: periodicoellibertario

Octavio Alberola
 
Aunque la historia oficial fija el inicio de la Revolución Cubana con la entrada triunfal de los Barbudos en La Habana el 1 de enero de 1959, no es hasta el 16 de abril de 1961 que Fidel Castro declara el carácter socialista de esa Revolución. Pero la realidad de la vida cotidiana de los trabajadores cubanos ha desmentido desde entonces el pretendido objetivo emancipador de esa revolución. No solo por ser el socialismo castrista una simple expresión caribeña del socialismo soviético -en realidad capitalismo de Estado- sino también por ser una excusa dialéctica de Fidel Castro y la burocracia castrista para apoderarse y mantenerse en el Poder.

Más allá de los discursos y proclamas, la realidad es que esa Revolución no ha intentado cumplir en ningún momento la promesa de erradicar la explotación capitalista ni suprimir las diferencias de clase. Por eso en Cuba los turistas y los cubanos con dólares han podido disfrutar de todo, mientras la mayoría ha vivido en la escasez y algunos hasta en la miseria desde los primeros tiempos de la Revolución hasta ahora, como lo han podido comprobar todos los que han viajado a Cuba (1) a lo largo de estos 62 años de Revolución.

Una realidad agravada durante el "Periodo Especial" -provocado por el derrumbe de la Unión Soviética- en el que los cubanos no podían entrar, y aún menos comprar, en las Diplotiendas. Esa práctica de apartheid, que llegó a abarcar mercados, hoteles, hospitales y centros de recreación, además del apartheid político. Una práctica autoritaria constante de la Revolución que ha impedido todos los cambios propiciados -desde el interior como del exterior de ella- para democratizarla y hacer posible un socialismo verdaderamente emancipador. De ahí que los únicos cambios producidos hayan sido solo los necesarios para que todo siga siendo lo mismo y sin alterar la tradicional relación entre la élite y la sociedad.

Límites y dirección de los cambios

No es pues de sorprender que los cambios -que comienzan a producirse en la década de los noventa por la caída del campo socialista y más desde que Fidel deja en 2006 la dirección del Estado a su hermano Raúl- se hayan concentrado en la esfera económica para abrir mayores espacios al mercado en la asignación de recursos. Pero solo para eliminar las excesivas prohibiciones que saturan la vida cotidiana y la administración en la Cuba "socialista", obligando a la mayor parte de la población a refugiarse en un sinnúmero de practicas sociales de supervivencia y simulación. Sobre todo durante los años del Periodo Especial; aunque el triunfo de Chávez en Venezuela incita a las autoridades cubanas a volver a privilegiar el modelo centralizado y estatizado.

Una vuelta al centralismo y a la letanía del socialismo estatista que entra de nuevo en crisis en julio de 2006 con la virtual desaparición de escena de Fidel -por graves problemas de salud- y su reemplazo provisional por su hermano Raúl, consciente de la critica situación económica y de apatía social reinantes en Cuba pese a los alegres subsidios venezolanos. Una situación, difícil de mantener, que le obliga a apelar al cambio y convocar en 2007 un "debate popular" de para fijar los Lineamientos de la Política Económica y Social de Cuba. Un debate intrascendente, pero necesario, para justificar el alcance y ritmo de los nuevos cambios que Raúl anuncia en su discurso de investidura: "En diciembre hablé del exceso de prohibiciones y regulaciones, y en las próximas semanas comenzaremos a eliminar las más sencillas".

Efectivamente, en marzo se eliminan las prohibiciones más "sencillas" y absurdas para que los cubanos puedan alojarse en cualquier hotel de su país, alquilar un vehículo o una moto de turismo y pasar sus vacaciones en un establecimiento turístico de la isla, incluido Varadero (en función de sus recursos), así como vender una propiedad sin autorización previa. Pero no es hasta 2011 que las autoridades deciden dar un nuevo impulso a la actividad por cuenta propia aprobando 181 actividades, y dos años después 201 oficios más, además de autorizar a los cubanos a salir legalmente del país por dos años sin perder el derecho de residencia. Un reformismo gradual que alcanza un nuevo hito con las nuevas medidas migratorias, de 2016 y 2018, facilitando las visitas temporales de los cubanos que salieron ilegalmente del país antes de 2013.

Hitos reformistas y aperturistas a los que hay que agregar el nuevo plan de medidas económicas anunciado por el actual Presidente de la República, Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, avalado por Raúl en tanto que presidente del PCC desde que le cedió la Presidencia del Estado el 10 de octubre de 2019.

Un Plan que, además de la "unificación monetaria y cambiaria", y de eliminar la lista de actividades permitidas en el sector privado, dejándolas vedadas a solo 124 ocupaciones, se aplicará "sobre la base de garantizar a todos los cubanos mayor igualdad de oportunidades, derechos y justicia social, la cual no será posible mediante el igualitarismo, sino promoviendo el interés y la motivación por el trabajo".

La deriva de la Revolución hacia el capitalismo privado

Ante un tal balance, de los límites y la dirección en que han ido los cambios en Cuba, ¿cómo no concluir que la Revolución socialista cubana es cada vez menos socialista (capitalismo de Estado) y de más en más capitalismo privado?

Una deriva decidida por esa dirigencia frente a las propuestas y tentativas -del interior como del exterior del movimiento revolucionario- para democratizar y orientar el proclamado socialismo de esa Revolución hacia objetivos realmente emancipadores. Propuestas y tentativas rechazadas y reprimidas con igual o mayor celo que el puesto en rechazar y reprimir las de la derecha exiliada en Miami para volver a instalar en Cuba la democracia burguesa.

Una deriva que el nuevo Plan de Diaz-Canel pretende justificar con la invocación de la "eficiencia económica" y la "eliminación de subsidios excesivos y gratuidades indebidas" para poder justificar cínicamente la "transformación de los ingresos" y celebrar en "familia" el nuevo año y el 62 aniversario de la Revolución en función de las potencialidades de cada bolsillo: unos en palacetes y otros en chozas, como en cualquier país capitalista.

Las perspectivas

A pesar de los frecuentes retrocesos en la historia y de que nada permite asegurar si ella tiene un sentido, el devenir de ella parece ir hacia horizontes cada vez más democráticos y emancipadores; pero, en Cuba, nada indica que las perspectivas inmediatas sean ésas.

Sea por el efecto de los cambios producidos durante los 62 años de la Revolución o por la represión (en algunos casos extrema) de la disidencia y el éxodo masivo provocado por la imperiosa necesidad para la mayor parte del pueblo cubano de buscar cómo sobrevivir en un país en donde todo depende del Estado, en Cuba no se ha podido articular una oposición capaz de ser una alternativa real al régimen. Y aún más en estos momentos con un espectro político tan fragmentado y polarizado.

Por ello, aunque en un tal contexto se produzcan explosiones sociales y haya mucha frustración y descontento, el cada uno a lo suyo impide a las oposiciones que se manifiestan ser perspectivas realmente emancipadoras para la sociedad cubana. Tal es el caso del Movimiento de San Isidro y las movilizaciones para exigir diálogo a las autoridades, como también el de la última protagonizada por 300 cubanos -de diferentes estratos profesionales e ideológicos residentes en Cuba o en el extranjero- enviando una "Carta abierta al Presidente Joseph R. Bilden, Jr." para pedirle poner fin al bloqueo de Cuba. Una Carta, publicada por La Joven Cuba, en la que, a pesar de reconocer que "EE UU no es el único responsable de los problemas que enfrenta el país" y que aún se está lejos de "una Cuba totalmente democrática", no se dice claramente (aunque algunos de los firmantes lo reconozcan en lo privado) que es el bloqueo interno el que impide solucionar esos problemas y conseguir ese objetivo. Además de que ninguna de estas iniciativas cuestiona la deriva del capitalismo de Estado imperante en Cuba hacia el capitalismo privado. Deriva que, además de ser promovida por el sector empresarial de la Revolución, es el principal reclamo de la Oposición derechista de Miami.

De ahí que, por mucho ruido mediático que se haga en torno de tales iniciativas, no sea a partir de ellas que se abrirán perspectivas emancipadoras o siquiera democratizadoras para el pueblo cubano. No solo por no serlo la deriva hacia el capitalismo privado sino también por ser esta deriva compatible con el mantenimiento de la dictadura. Pues, aunque se dice frecuentemente que capitalismo rima con democracia, la verdad es que hay muchos ejemplos de que rima muy bien con dictaduras de todo tipo.

Ante tal evidencia, la única perspectiva es la del statu quo revolucionario autoritario, del gobierno de Partido único, con extensión de la economía empresarial a todos los sectores de la actividad económica (salvo los 124 prohibidos), en un proceso gradual controlado por la élite que no ha cesado de controlar el gobierno y el partido durante los 62 años de la pretendida "Revolución cubana".

Claro que ser consciente de ello no impide seguir deseando una "sociedad donde todos los asuntos públicos sean resueltos mediante la auto-organización de quienes convivimos, trabajamos, creamos y amamos, en Cuba y el planeta", como lo desean los libertarios cubanos (2). Una sociedad "donde no exista el trabajo asalariado, la imposición de la autoridad, el culto de la personalidad, las diversas violencias directas, estructurales ni simbólicas, la hiper-competitividad, el burocratismo, las decisiones en manos de una élite, la concentración de la riqueza y la apropiación desigual del conocimiento", como la que deseamos y por la que luchamos todos los libertarios del planeta. Pues, a pesar de que "el actual deterioro organizativo de la clase trabajadora y los segmentos más precarizados de la sociedad cubana" y del mundo vuelven irrealista un tal deseo en un futuro inmediato, la historia de los pueblos no ha cesado de demostrar que nada está escrito definitivamente para siempre y que, por consiguiente, no es utópico desearlo. Además de ser cada vez más necesario avanzar hacia ella -por razones de justicia social y de supervivencia de la humanidad frente a las actuales amenazas sanitarias y medioambientales- en todos los países del planeta ante el catastrófico fiasco del capitalismo privado y de Estado.

Notas:
 
(1)https://www.fifthestate.org/archive/383-summer-2010/cuba-state-private-capitalism/

(2) https://www.portaloaca.com/opinion/15348-sobre-el-comunicado-del-taller-libertario-alfredo-lopez-de-la-habana.html

[Tomado de http://rojoynegro.info/articulo/ideas/cuba-la-econom%C3%ADa-cambia-el-estado-autoritario-sigue.]


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