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Libro El mundo no se acaba, de Hannah Ritchie (resumen)

Por: Pepe Galindo

Un libro escrito por una científica y divulgadora de la Universidad de Oxford que tiene por bandera el optimismo y los datos (Anagrama, 2025). Se aleja del catastrofismo ecologista casi tanto como del negacionismo climático; y afirma que «aceptar la derrota ante el cambio climático es una postura indefendiblemente egoísta».

Hannah Ritchie aclara que su optimismo es «condicional» (i.e., condicionado a actuar adecuadamente); que es diferente a un «optimismo ciego» que confía sin promover la acción organizada. Su objetivo es conseguir que seamos la primera generación que logre alcanzar la sostenibilidad completa en los dos sentidos que recoge la definición de la ONU: satisfacer las necesidades de las generaciones actuales; y hacerlo sin comprometer las capacidades de las generaciones futuras para satisfacer las suyas. Con respecto al primer aspecto, Ritchie opina que falta mucho por hacer aunque, al menos, se ha avanzado una barbaridad en aspectos tales como: la mortalidad infantil y materna, la esperanza de vida, el hambre y la malnutrición, el acceso a recursos básicos (agua, energía…), la educación y la pobreza extrema.

Por supuesto, estos avances en la calidad de vida global también «han tenido un enorme coste medioambiental», lo cual ha empeorado de forma colosal el segundo requisito de la sostenibilidad. Para equilibrar la situación, el libro examina en detalle siete problemas medioambientales y sus interconexiones entre sí.

Antes de examinar esos siete problemas, Ritchie se distancia de dos soluciones típicas del ecologismo: despoblación y decrecimiento. La primera consiste en reducir el tamaño de la población y Ritchie afirma que realmente esa no es una alternativa, primero porque la población ya se está frenando a nivel mundial y, segundo, porque es muy complicado hacerlo de forma ética. Apunta a que más impacto que la superpoblación lo generan los estilos de vida (especialmente de los millonarios), lo cual podría estar afectado por la segunda solución que Ritchie rechaza, el decrecimiento, entendido como un retroceso o empobrecimiento. Para ella, la pobreza no implica mayor sostenibilidad, por supuesto, si consideramos los dos pilares de la sostenibilidad anteriormente indicados. En el libro, ella matiza que es cuestionable el crecimiento en los países ricos, pero que para acabar con la pobreza se necesita un crecimiento económico global. Para ella, no vale cualquier crecimiento y afirma —igual que cualquier decrecentista— que sería necesario crecer en algunos sectores y tecnologías y decrecer en otras. Tal vez, la promesa más impactante del libro es que dice demostrar que podemos reducir el impacto ambiental y, a la vez, mejorar la situación económica.

1. Contaminación atmosférica

Aunque no se suela decir, la contaminación atmosférica es «una de las principales causas de mortalidad en el mundo». Las cifras de fallecidos por esta causa son similares a las muertes por tabaquismo; seis o siete veces mayores que los muertos en accidentes de tráfico; y superan en cientos de veces la cifra de vidas perdidas por terrorismo o por guerras. Cada año, la mala calidad del aire suele ser quinientas veces más mortífera que todas las catástrofes «naturales» juntas.

La buena noticia es que se está reduciendo este tipo de contaminación, especialmente en las ciudades, lo cual baja las tasas de mortalidad. Es preciso tomar medidas locales y globales. Usemos como inspiración el Protocolo de Montreal para eliminar las sustancias químicas que degradaban la capa de ozono, un problema de cuya gravedad advirtió incluso Carl Sagan. En 1987 fue firmado por 43 países; y en 2009 se convirtió en el primer convenio internacional que logró la ratificación universal de todos los países del mundo. Un ejemplo que demuestra que hacer caso a la ciencia tiene resultados positivos.

A escala global, la mayor fuente de contaminación es quemar madera o carbón, incluyendo aquí las quemas agrícolas. Luego está la polución por actividades agropecuarias, principalmente por culpa de la ganadería y por los fertilizantes. Después viene la quema de combustibles fósiles para producir electricidad. Luego, diversas industrias (textiles, químicas, metalúrgicas…), seguidas del transporte de personas y mercancías.

Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"

Lee también un resumen de este libro de Yuval N. Harari.

♦ Las soluciones propuestas pueden parecer caras, pero son muy baratas si las comparamos con los cientos de millones en gastos por no solucionar el problema:

  1. Lo más urgente es «dejar de quemar cosas» y, cuando no sea posible, capturar las partículas de la combustión.
  2. Detener las quemas agrícolas por ser una inmensa fuente de contaminación estacional fácil de evitar haciendo compost, triturando, etc.
  3. Conseguir combustibles limpios para cocinar y calentarse. La leña puede ser muy natural, pero es la forma más contaminante de conseguir calor. Provoca múltiples enfermedades por respirar el humo.
  4. Eliminar el azufre de los combustibles fósiles. Es tan simple como poner filtros en las chimeneas.
  5. Transporte más limpio. Los vehículos eléctricos contaminan menos, pero no son parte de la solución porque siguen siendo origen de multitud de emisiones. Por supuesto, la aviación es muchísimo peor.
  6. Transporte sostenible: caminar, ir en bicicleta o en transporte público.
  7. Abandonar combustibles fósiles, en favor de las renovables y de la energía nuclear. Ritchie es contraria a debatir entre renovables y nuclear porque, para ella, lo importante es que son energías con bajas emisiones de CO2. No tiene en cuenta el problema de los residuos radiactivos, ni el riesgo de atentados terroristas, ni el hecho de que las nucleares no sean rentables sin subvenciones de dinero público.

2. Cambio Climático

«Un mundo 6 ºC más caliente que el actual sería devastador», nos advierte la autora. Tras comentar algunas de las consecuencias del calentamiento global, afirma que «si cada país cumpliera realmente sus compromisos climáticos, llegaríamos a los 2,1 ºC en 2100», lo cual sería una gran noticia, aunque podría ser mejor.

Hannah Ritchie asegura que «las tecnologías bajas en carbono resultan cada vez más competitivas» y «los líderes mundiales se han vuelto más optimistas». Ahora tenemos infraestructuras mejor preparadas, podemos predecir eventos climáticos extremos, organizar evacuaciones, existen redes internacionales de apoyo, etc. En definitiva, estamos mejor preparados que en el pasado y sabemos cómo reducir las emisiones de dióxido de carbono, porque hay solo dos fuentes principales: «la quema de combustibles fósiles y el cambio en el uso de la tierra» (deforestación).

La situación actual es que «las emisiones totales siguen aumentando, pero las emisiones per cápita han tocado techo». Ese dato es utilizado por la autora para ser optimista y esperar a que la contaminación empiece a declinar, al menos en los países ricos, porque dice que está demostrado que «los avances tecnológicos hacen que hoy consumamos mucha menos energía que en el pasado». Como ejemplo, afirma que en Suecia se vive con igual nivel que en Estados Unidos y, sin embargo, se emite solo una cuarta parte. Según sus datos, el crecimiento económico y la reducción de emisiones son compatibles. El problema es que mira datos de países ricos que ya son exageradamente insostenibles. En tales casos, ¿es correcto celebrar una pequeña reducción en su contaminación?

En su análisis, asegura que «las soluciones que pasan por reducir el consumo de energía a niveles muy bajos no son buenas», porque la energía es fundamental para mantener o aumentar la calidad de vida. Tampoco ve adecuado que se avergüencen los que viajan en avión, porque para ella volar es un gran invento y las ventajas son suficientes para olvidar sus serios inconvenientes. ¿Será una excusa para justificar su gusto por volar?

♦ Soluciones que propone:

  1. Transición hacia la energía renovable por todas sus ventajas. El inconveniente del espacio que requieren se resuelve buscando lugares adecuados: tejados, agrovoltaica, etc.
  2. Electrificar la demanda de energía donde sea posible y aumentar el almacenamiento (baterías…). Ritchie está convencida de que esta transición requerirá menos actividad minera que con combustibles fósiles.
  3. Replantear el transporte a larga distancia.
  4. Alimentación. Aunque sostiene que no es preciso ser veganos, deja claro que cualquier cambio a dietas más vegetales tiene una enorme influencia en el clima, como por ejemplo elegir hamburguesas de pollo en lugar de ternera (que es la carne con más huella de carbono). Con datos muy fiables confirma que «la carne con emisiones de carbono más bajas supera las de la proteína vegetal con emisiones más altas». Y no importa demasiado si son alimentos ecológicos, de proximidad o en extensivo. La autora afirma que adoptando las siguientes medidas se liberaría suficiente tierra como para compensar las emisiones del sistema alimentario resultante:
    • Comer menos carne.
    • Adoptar las mejores prácticas agrarias.
    • Reducir el consumo excesivo y el desperdicio alimentario.
  5. Reducir las emisiones por la construcción, básicamente eliminando el cemento, un material muy contaminante en su fabricación. Propone usar otros materiales y, aunque no lo cita, una opción es el cemento Sublime.
  6. Poner precio al carbono para que los productos de altas emisiones sean más caros y menos accesibles. Como todos sabemos, los precios no reflejan los costos de los productos, y mucho menos los costos ambientales. El peligro de esta medida —y Ritchie lo subraya— es que haga que las familias pobres sean aún más pobres. Para evitarlo se deben incluir ayudas y conseguir que sean los ricos los que más paguen, porque son, de hecho, los que más carbono emiten.
  7. Sacar a la población de la pobreza es otra medida para adaptarnos al cambio climático, porque son los pobres los más vulnerables.
  8. Mejorar la resiliencia de los cultivos ante los efectos del cambio climático.
  9. Adaptarnos ante el aumento de temperaturas.
  10. No caer en la trampa psicológica de la «autoconcesión moral». Esto ocurre cuando nos permitimos algo negativo porque creemos que lo compensamos con un sacrificio en otro aspecto. Por ejemplo, comernos un filete porque reciclamos el envoltorio de plástico; o caer en las trampas del greenwashing. Para ello, es importante tener muy presente qué cosas a nivel individual tienen más y menos impacto.

Un problema de la forma de comunicar de Ritchie es que quita importancia a aspectos que, aunque no sean principales, tienen suficiente peso como para no ser despreciados. Es como si olvidara el efecto sinérgico de juntar varias fuerzas. Sumar muchos pocos hace un mucho. A veces, este tipo de contradicción se hace patente en una misma explicación. Por ejemplo, cuando literalmente escribe: «Cambiar nuestra alimentación no va a resolver el cambio climático: para ello tenemos que dejar de quemar combustibles fósiles. Pero arreglar únicamente nuestros sistemas energéticos, ignorando la alimentación, tampoco nos llevará a esa meta».

3. Deforestación

La tierra ha perdido un tercio de todos sus bosques desde el final de la última glaciación. En el último siglo, también se ha perdido mucha superficie forestal, casi toda debida a la expansión de la agricultura. Las zonas incendiadas se regeneran si se las deja. Al perder bosques se emite carbono, pero Ritchie considera que eso es secundario en comparación con la pérdida de biodiversidad.

También resalta cómo la pérdida de hábitats se puede frenar con medidas políticas. Por ejemplo, «Brasil logró reducir la deforestación en un 80 % en solo siete años bajo la presidencia de Lula da Silva».

Con respecto al aceite de palma, no considera que su consumo sea preocupante, porque no se sabe con certeza la deforestación que causa de forma directa. Opina que no sería justo culpar a ciertos campos de palmeras de la deforestación de esas áreas si los bosques fueron talados con anterioridad. Es decir, no tiene en cuenta que esas zonas podrían volver a ser bosques. Además, sostiene que usar otros tipos de aceites podría ser incluso peor. Sin embargo, hay que tener en cuenta que evitar el aceite de palma no obliga a optar por otro aceite, sino que se puede optar por no consumir productos con aceite de palma (bollería, alimentos ultraprocesados, etc.) sin sustituirlos por nada con otros aceites. En cualquier caso, apoya el uso de aceite de palma certificado como sostenible (RSPO) y deja claro que «el biodiésel de aceite de palma produce más emisiones de carbono que la gasolina o el gasóleo».

«La tala de bosques para dejar espacio al ganado bovino es responsable de más del 40 % de la deforestación mundial». El siguiente factor de pérdida de bosques es la palma y la soja y, en tercer lugar, la silvicultura (papel/celulosa). Así, pues, la mejor forma de frenar la deforestación es reducir el consumo de carne de cordero y de vacuno. En tercer lugar, se situaría el queso y los lácteos de vaca. Ritchie apoya esta opción, incluso aunque sean productos de ganadería extensiva en tierras no aptas para la agricultura, porque en estos casos considera que la mejor opción sería dejar que esas tierras se conviertan en bosques u otros espacios naturales.

Otras opciones que propone son: que los países ricos paguen a los más pobres por conservar sus bosques; y que se compensen las emisiones mediante reforestaciones (aunque esto tiene un peligro muy evidente).

Para acabar este apartado, Ritchie sostiene que no es buena idea volver de la ciudad a zonas rurales (revitalizar pueblos), ya que la principal causa de deforestación es cómo producimos nuestros alimentos y no dónde vivimos. Y también alerta de los que piensan que la alimentación vegana contribuye a la deforestación por los cultivos de soja. Los datos son muy evidentes: el 76 % de la soja se utiliza para alimentar animales y «solo el 7 % se destina a los productos veganos» (tofu, tempeh y leche vegetal).

4. Alimentación para no comerse el planeta

«La demanda humana de alimentos representa la mayor amenaza para los animales del globo». Así de contundente se manifiesta Hannah Ritchie. Afortunadamente, no es cierto que haya una fecha límite en los suelos agrícolas del mundo. Unos se están degradando y otros están mejorando, aunque en general, el suelo agrícola está siendo maltratado (y no solo por la erosión).

Una persona necesita entre 2.000 y 2.500 calorías diarias. Si dividimos la producción mundial de alimentos a partes iguales entre todos, cada uno de nosotros podría consumir unas 5.000 calorías diarias (más del doble de lo necesario). El hambre en el mundo no es un problema de falta de alimentos, sino de mala distribución (también lo apuntaron Nebel y Wrigth). Este dato sirve a Ritchie para confirmar que, en realidad, no somos demasiados humanos. El problema es que los millones que habitamos el planeta Tierra no nos contentamos solo con comer, sino que aspiramos a un consumo cada vez mayor (casas, teléfonos, aviones, IA…).

La superproducción agraria se debe principalmente a dos inventos: el de Fritz Haber y Carl Bosch (para convertir el nitrógeno del aire en amoníaco, fertilizante); y el de Norman Borlaug (para mejorar el cultivo de trigo en México). Estos logros para aumentar la producción han evitado muchas muertes, pero también han hecho que no podamos volver atrás. Es decir, «el planeta no puede limitarse a consumir solo alimentos ecológicos» (porque hay demasiadas personas a las que alimentar). Por tanto, a nivel colectivo dependemos de los fertilizantes para sobrevivir, y fabricarlos requiere grandes cantidades de energía, lo cual explica por qué los países pobres los usan poco, aunque tengan que utilizar mayor superficie agraria.

Vivimos en un mundo con grandes desigualdades, en el que algunos sufren de obesidad y otros de desnutrición; el alimento que podría saciar el hambre de millones de personas se dedica a alimentar ganado o a producir agrocombustibles para nuestros coches. Menos de la mitad de los cereales que se producen se dedican a la alimentación humana directa. Todo un 41 % se lo come el ganado, lo cual nos hace ver que comer animales es una forma muy ineficiente de conseguir proteínas. «Los animales más pequeños son más eficientes en términos calóricos», aunque surge el «dilema moral» de que hay que matar una mayor cantidad de animales pequeños para conseguir la misma cantidad de carne.

Ritchie pone un ejemplo que sirve para visualizar bien lo que implica comer animales muertos: «¿Se imagina que comprara una barra de pan, cortara una rebanada y tirara el resto —más del 90 %— a la basura? Pues bien: en términos de calorías, eso es más o menos lo que hacemos con la carne». El ganado también es ineficiente convirtiendo proteínas. Lo bueno es que son proteínas «completas» (incorporan aminoácidos importantes), lo cual se puede conseguir con dietas vegetales comiendo legumbres y cereales. La carne también tiene otros nutrientes importantes, pero el único que no existe en los vegetales es la vitamina B12 (asunto que ya se zanjó aquí).

Para entender la magnitud del problema, afirma que tres cuartas partes de la superficie agraria tienen como fin último criar ganado, y todo eso solo sirve para producir el 18 % de las calorías y el 37 % de las proteínas que consumimos. Debemos «reducir al máximo la cantidad de tierra que destinamos a la actividad agraria», lo cual mejoraría también otros problemas: deforestación, contaminación atmosférica, de aguas, de tierras, maltrato animal, etc.

♦ Soluciones que propone:

  1. Mejorar los rendimientos agrícolas en todo el mundo, especialmente en África.
  2. Comer menos carne, sobre todo de vacuno y cordero, las carnes con mayor impacto (en emisiones, consumo y contaminación de agua, eutroficación, uso de tierra, etc.). Ritchie expone que no funciona instar a la ciudadanía a convertirse al veganismo, sino que es mejor invitar a hacer cambios paulatinos: poner un día a la semana sin carne, reducir las dosis, aumentar el consumo de legumbres, etc. Solo eliminando la carne de ternera y la de cordero se reduciría a la mitad nuestra necesidad de tierras de cultivo en todo el globo. Debemos entender que la dieta vegana es la más ecológica, pero no es necesario ser veganos estrictos: «El ahorro en comparación con una dieta con algo de pollo, o algo de pescado y huevos, no es tan significativo», aclara la autora del libro. Ella quiere derribar el mito de que si fuésemos veganos no habría tierra para cultivar porque, como ya se ha indicado, lo que ocurriría sería todo lo contrario: una dieta vegana requiere menos tierra de cultivo.
  3. Invertir en sustitutos de la carne. Para Ritchie, es importante que las carnes vegetales cumplan cuatro requisitos: ser sabrosas, baratas, fáciles de encontrar y fáciles de incorporar a las dietas habituales. Ella afirma que ha probado multitud de productos vegetales y que hay algunos realmente asombrosos que, incluso, pueden llegar a gustar tanto o más que los productos cárnicos que imitan. Optar por estos productos no solo reduce la huella de carbono, sino que contribuye a bajar el precio para el resto de la humanidad.
  4. Las hamburguesas híbridas también reducen la huella ecológica (usar carne de pollo total o parcialmente, introducir legumbres…).
  5. Sustituir los productos lácteos por alternativas vegetales. En la UE, los productos lácteos son la causa de un mínimo de una cuarta parte de la huella de carbono. Cualquier bebida vegetal tiene una huella ecológica menor que la leche animal. Ritchie recuerda aquí también la importancia de seguir una dieta variada, para evitar carencias nutricionales.
  6. Desperdiciar menos comida. Por ejemplo, resalta la importancia de cambiar los sacos de recogida de productos agrarios por cajas rígidas que protejan de golpes. También es importante saber que si un producto supera su fecha de «consumo preferente», no indica que no se pueda consumir.
  7. No depender de la agricultura de interior. Aunque minimiza el espacio ocupado (agricultura en vertical), sus necesidades energéticas son tan inmensas que no compensan las ventajas, ni empleando solo energía renovable.
  8. No centrarse en los alimentos de proximidad. Aunque el transporte es importante, supone solo el 5 % de las emisiones de GEI de la comida. El resto se debe a los procesos de producción, empaquetado y conservación. Lo más contaminante es el transporte aéreo (50 veces más que por barco), pero apenas se usa porque es caro. Por su parte, el transporte marítimo es barato, por lo que casi toda la contaminación del transporte de alimentos se produce en la carretera. En definitiva, Ritchie quiere dejar claro que está bien comer alimentos de proximidad, pero que las frutas y verduras producidas muy lejos tienen menos huella ecológica que la carne producida muy cerca.
  9. Los alimentos ecológicos tienen menos pesticidas, pero requieren más extensión. Abonar con estiércol también puede contaminar acuíferos. Respecto al clima, no hay consenso si es mejor o peor porque depende de múltiples factores. Ritchie dice que se fija más en el contenido de los envases que en las certificaciones ecológicas.
  10. Eliminar el plástico aumentaría el desperdicio alimentario. En la huella ecológica de los alimentos solo el 4 % de las emisiones procede de los envases. Nos advierte de que en ciertos alimentos es fácil de eliminar, pero en otros no. En todo caso, aquellos alimentos en los que el plástico es importante tal vez no sean esenciales en nuestra dieta y podemos prescindir totalmente del plástico y del alimento.

5. Pérdida de biodiversidad. Proteger la vida silvestre

«No cabe duda de que muchos animales están experimentando un preocupante y acelerado declive. Pero, si profundizamos un poco más, descubrimos que también hay algunos a los que les va bien». Lo que no debemos olvidar es que nuestra vida depende de la biodiversidad, aunque «no esté claro qué especies necesitemos y cuáles no». Recomendamos aquí leer el relato de La vida del doctor Biología. Lo cierto es que a veces prestamos más atención a ciertas especies, bonitas o más visibles, y olvidamos a las realmente importantes, como los gusanos y las bacterias.

El ser humano ha atacado a las demás especies desde sus orígenes, como bien explica Yuval N. Harari en su magnífico Sapiens. Ritchie declara que «antes de la aparición de la agricultura, hace unos diez mil años, la mayor amenaza para los animales era nuestra caza directa: una vez iniciada la actividad agraria, pasó a ser la destrucción de sus hábitats» y «en la última centuria, el ritmo de disminución ha sido aún más rápido». Un dato más: «Los vertebrados se han extinguido entre cien y mil veces más rápido de lo que cabría esperar».

Actualmente, los humanos y nuestro ganado constituimos la inmensa mayoría de los mamíferos del planeta. Estos son los datos del porcentaje de la biomasa actual y en 1900:

  1. Mamíferos salvajes: 2 % (17 % en 1900).
  2. Humanos: 35 % (23 %).
  3. Ganado: 63 % (60 %).

Esta desproporción también ocurre en las aves: «la biomasa de nuestros pollos duplica la de las aves silvestres». Hay multitud de datos que llevan a poder proclamar que «nos dirigimos hacia una sexta extinción masiva». La buena noticia es que podemos frenarla.

♦ Soluciones que propone:

  1. Reducir al mínimo la superficie cultivada.
  2. Utilizar fertilizantes y pesticidas de forma más prudente y eficaz.
  3. Emplear los métodos de la UE con los que ha conseguido frenar el declive de multitud de especies: reducir el uso de tierras agrícolas, recuperar hábitats naturales, prohibición total de la caza, implementación de cuotas cinegéticas, mecanismos para detener a los cazadores furtivos, proteger zonas por ley (incluyendo también el rewilding), sistemas de compensación para reproducir determinadas especies y programas de cría y reintroducción.
  4. Comer menos carne, porque esto reduciría la cantidad de tierra destinada a la agricultura, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la deforestación.
  5. Detener la deforestación, lo cual implicaría reducir la pérdida de hábitats y las emisiones de GEI.
  6. Proteger los parajes con mayor biodiversidad. El objetivo de la ONU de proteger para 2030 el 30 % de la superficie terrestre es poco ambicioso; y no son pocas las voces que piden proteger al menos el 50 % para 2050.
  7. Frenar el cambio climático.
  8. Detener los vertidos de plásticos en el mar.

6. Plásticos marinos

«El 44 % de todo el plástico del planeta se emplea en la fabricación de envases». Es ahí donde está el núcleo del problema de los plásticos. La autora critica el documental Seaspiracy por algunos de sus datos, pero está conforme con que el 80 % del plástico de las islas oceánicas procede de la industria pesquera. Solo el 20 % restante tiene su origen en tierra. Sin embargo, si miramos el plástico en zonas costeras, los datos podrían indicar justo lo contrario.

Ritchie dice que no hay aún evidencias de los auténticos peligros de los plásticos en el cuerpo humano, y que le parece más preocupante el daño que se causa a la fauna marina (enredos, atragantamientos…).

♦ Soluciones:

  1. Dejar de utilizar envases de plástico de un solo uso.
  2. Invertir más en gestión de residuos: sistemas de recogida, centros de reciclaje, vertederos adecuados (que capturen el metano de la materia orgánica), etc. Es importante reciclar todo lo que se pueda. El problema es que no siempre se puede. El reciclado mecánico permite que los plásticos se reciclen una o dos veces. El reciclado químico es mejor, pero es «tremendamente costoso» y no compensa hacerlo en ningún caso. Tal vez sería útil un SDDR para vidrio reutilizable y, en paralelo, imponer impuestos crecientes al plástico de un solo uso.
  3. Obligar a las industrias a un diseño más inteligente, que utilice solo plásticos reciclables y permita separarlos de forma cómoda.
  4. Prohibir el comercio de plástico usado para que los países ricos no usen a otros como sus vertederos. La proporción de plástico que circula por esta vía no es elevada, pero muchas veces acaba en el mar. Hablamos de 1,6 millones de toneladas en 2020.
  5. Trabajar con la industria pesquera para que no abandone su basura en el mar (redes, anzuelos, etc.). Podría castigarse a los barcos que no traigan de vuelta los aparejos con los que salieron y/o premiarse a quienes traigan basura encontrada en el mar.
  6. Poner interceptores en los ríos. Son aparatos o líneas de burbujas que sirven para capturar los plásticos evitando que lleguen al mar. Otra solución que no contempla es poner grandes bolsas de red a la salida de los desagües pluviales o residuales de las ciudades. Dado que esas aguas arrastran multitud de basura, esas redes la capturarían.
  7. Limpiar las playas es una forma mucho más barata de reducir el plástico en los océanos que recogerlo mar adentro.

7. Sobrepesca. Poner fin al expolio de los océanos

Esto está muy relacionado con la pérdida de biodiversidad. Según Ritchie, los animales marinos son discriminados con respecto a los terrestres. De alguna forma, su sufrimiento parece importar menos a los humanos, a pesar de las evidencias que existen de que los peces son capaces de sentir sufrimiento.

El incremento en potencia y tecnología aplicada al sector pesquero ha hecho que muchas pesquerías hayan entrado en declive o en grave colapso. Ante esto, hay dos formas de actuar. La primera es proponer «capturar muy pocos peces, por no decir ninguno». La segunda es «capturar tantos peces como sea posible, año tras año, pero sin mermar más sus poblaciones». Normalmente, se opta por la segunda opción, aunque sabemos que en demasiadas ocasiones no se cumple.

Una tercera vía (con un enorme crecimiento) ha sido la cría de pescados y mariscos: acuicultura o piscicultura. Actualmente, se crían más peces y mariscos de los que se pescan en estado salvaje. Para Ritchie es una buena noticia porque, según ella, esto reduce presión sobre los peces salvajes. No obstante, reconoce que parte de la comida de los peces de piscifactoría es, precisamente, peces salvajes, pero que, para algunas especies, se ha logrado una proporción de 0,3 (es decir, que hacen falta 0,3 peces salvajes para criar uno de forma artificial). El resto de comida lo forman, por ejemplo, piensos vegetales. La autora deja claro que «las normas de bienestar animal que rigen en las piscifactorías suelen ser bastante deficientes» (léase esto para más datos). Ella no habla de otros problemas presentes en las piscifactorías, como la contaminación que producen.

Con respecto a los atúnidos, Ritchie dice que su situación es mala, aunque algunas especies están mejorando sus poblaciones. Particularmente, alerta de la situación de los atunes en el océano Índico, donde se está sobrepescando sin control (España con la famosa operación Atalanta). El libro no habla de la amenaza del mercurio en los atúnidos.

Otro problema es la muerte generalizada de los corales. La autora demuestra ser una apasionada de estos animales y no le faltan motivos. La solución urgente a este problema es frenar el calentamiento global, evitando quemar combustibles fósiles. Si quieres enamorarte de los corales, te animamos a leer el relato de Lord Howe.

♦ Soluciones:

  1. Comer menos pescado, siempre que sea posible. Tal vez unos quieran no comer nada de pescado (lo cual evita el dilema del sufrimiento animal), mientras que otros opten por reducir este tipo de alimento.
  2. Elegir bien la especie a consumir. El problema de esta opción es que requiere el esfuerzo de investigar y puede variar en el tiempo y dependiendo de la región. Escogiendo bien, podemos comer pescado con poca huella de carbono (casi todos ellos son mejores que el pollo). Ella recomienda evitar los lenguados y mariscos caros, y optar por pescados pequeños y salvajes, como arenques o sardinas.
  3. Acabar con la sobrepesca aplicando cuotas de pesca estrictas. En la UE han mejorado algunas poblaciones de peces, pero otras siguen estando mal. En general, es preferible ser estrictos y que haya pesca suficiente, que ser demasiado permisivos y provocar la crisis de todo un sector.
  4. Reglamentos estrictos para capturas incidentales y descartes. El objetivo es reducir el número de peces que se pescan sin querer y que se tiran al mar (descartes), donde siempre mueren (si no lo están ya). Algunos países han prohibido los descartes y obligan a sus barcos de pesca a desembarcar todo lo que capturen, sea comercial o no.
  5. Prohibir la pesca de arrastre. Es el arte más perjudicial: normalmente se descarta entre el 30 y el 50 % de todo lo capturado (a veces es el 10 %), a lo que hay que sumar el destrozo del fondo marino que ocasionan, entre otros inconvenientes.
  6. Las áreas marinas protegidas evitan ciertas actuaciones humanas dentro de ellas. Son una buena solución, aunque a veces lo que provocan es que el impacto se traslade a otro lugar.

Propuestas finales de Hannah Ritchie

El libro de Ritchie es un canto de optimismo lleno de datos realistas. Algunas de sus opiniones pueden ser controvertidas, pero la mayoría están basadas en evidencias. Es cierto que estamos avanzando en muchos aspectos, aunque no sea tan rápido como nos gustaría. También es cierto que las opciones sostenibles se están volviendo más baratas. Y, en muchos casos, el pueblo está despertando.

Hannah se siente una traidora cuando no usa las opciones más ecológicas, aunque sí sean las opciones con menor huella de carbono, como usar el microondas o consumir alimentos que no sean de proximidad. Pero alerta que, aunque los cambios individuales sean importantes, es necesario un «cambio sistémico», es decir, una acción política que lleve a aprobar leyes que nos hagan avanzar en todas las soluciones que se han propuesto más arriba. Para ello, es necesario «votar a líderes que favorezcan medidas sostenibles» (partidos verdes y ecofeministas) y también sugiere importantes aportaciones individuales como estas:

  1. «Votar con la cartera», que quiere decir que cuando compramos estamos enviando una señal clara de nuestros intereses al mercado (a las empresas).
  2. Donar dinero a causas ecohumanistas (proyectos, organizaciones, etc.). Ritchie —conforme con lo que propuso Peter Singer— dice que dona al menos el 10 % de sus ingresos.
  3. Dedicar más tiempo a las cosas importantes (colaborar con ONG, por ejemplo) y menos a discusiones secundarias. Es decir, aunemos esfuerzos en la dirección correcta, aunque no opinemos todos exactamente lo mismo.
  4. También es muy importante elegir una trayectoria profesional que nos llene y en la que podamos empujar en la dirección que deseemos.

♦ Información relacionada:

  1. Otros libros resumidos para captar su esencia en poco tiempo:
  2. Quemar rastrojos o leña es tóxico para la salud, además de muy contaminante.
  3. La mejor solución a los incendios forestales: educar sí; quemar biomasa no.
  4. La agricultura de hoy debería ser como la de mañana.
  5. Los científicos vuelven a avisar del colapso que vendrá si seguimos sin reaccionar.
  6. Sin comer por el clima, las macrogranjas, los combustibles fósiles…
  7. Algunos libros del editor de Blogsostenible y de Historias Incontables.
  8. Una imagen del libro de Hannah Ritchie:

blogsostenible

Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"

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Libro El mundo no se acaba, de Hannah Ritchie (resumen)

Por: Pepe Galindo

Un libro escrito por una científica y divulgadora de la Universidad de Oxford que tiene por bandera el optimismo y los datos (Anagrama, 2025). Se aleja del catastrofismo ecologista casi tanto como del negacionismo climático; y afirma que «aceptar la derrota ante el cambio climático es una postura indefendiblemente egoísta».

Hannah Ritchie aclara que su optimismo es «condicional» (i.e., condicionado a actuar adecuadamente); que es diferente a un «optimismo ciego» que confía sin promover la acción organizada. Su objetivo es conseguir que seamos la primera generación que logre alcanzar la sostenibilidad completa en los dos sentidos que recoge la definición de la ONU: satisfacer las necesidades de las generaciones actuales; y hacerlo sin comprometer las capacidades de las generaciones futuras para satisfacer las suyas. Con respecto al primer aspecto, Ritchie opina que falta mucho por hacer aunque, al menos, se ha avanzado una barbaridad en aspectos tales como: la mortalidad infantil y materna, la esperanza de vida, el hambre y la malnutrición, el acceso a recursos básicos (agua, energía…), la educación y la pobreza extrema.

Por supuesto, estos avances en la calidad de vida global también «han tenido un enorme coste medioambiental», lo cual ha empeorado de forma colosal el segundo requisito de la sostenibilidad. Para equilibrar la situación, el libro examina en detalle siete problemas medioambientales y sus interconexiones entre sí.

Antes de examinar esos siete problemas, Ritchie se distancia de dos soluciones típicas del ecologismo: despoblación y decrecimiento. La primera consiste en reducir el tamaño de la población y Ritchie afirma que realmente esa no es una alternativa, primero porque la población ya se está frenando a nivel mundial y, segundo, porque es muy complicado hacerlo de forma ética. Apunta a que más impacto que la superpoblación lo generan los estilos de vida (especialmente de los millonarios), lo cual podría estar afectado por la segunda solución que Ritchie rechaza, el decrecimiento, entendido como un retroceso o empobrecimiento. Para ella, la pobreza no implica mayor sostenibilidad, por supuesto, si consideramos los dos pilares de la sostenibilidad anteriormente indicados. En el libro, ella matiza que es cuestionable el crecimiento en los países ricos, pero que para acabar con la pobreza se necesita un crecimiento económico global. Para ella, no vale cualquier crecimiento y afirma —igual que cualquier decrecentista— que sería necesario crecer en algunos sectores y tecnologías y decrecer en otras. Tal vez, la promesa más impactante del libro es que dice demostrar que podemos reducir el impacto ambiental y, a la vez, mejorar la situación económica.

1. Contaminación atmosférica

Aunque no se suela decir, la contaminación atmosférica es «una de las principales causas de mortalidad en el mundo». Las cifras de fallecidos por esta causa son similares a las muertes por tabaquismo; seis o siete veces mayores que los muertos en accidentes de tráfico; y superan en cientos de veces la cifra de vidas perdidas por terrorismo o por guerras. Cada año, la mala calidad del aire suele ser quinientas veces más mortífera que todas las catástrofes «naturales» juntas.

La buena noticia es que se está reduciendo este tipo de contaminación, especialmente en las ciudades, lo cual baja las tasas de mortalidad. Es preciso tomar medidas locales y globales. Usemos como inspiración el Protocolo de Montreal para eliminar las sustancias químicas que degradaban la capa de ozono, un problema de cuya gravedad advirtió incluso Carl Sagan. En 1987 fue firmado por 43 países; y en 2009 se convirtió en el primer convenio internacional que logró la ratificación universal de todos los países del mundo. Un ejemplo que demuestra que hacer caso a la ciencia tiene resultados positivos.

A escala global, la mayor fuente de contaminación es quemar madera o carbón, incluyendo aquí las quemas agrícolas. Luego está la polución por actividades agropecuarias, principalmente por culpa de la ganadería y por los fertilizantes. Después viene la quema de combustibles fósiles para producir electricidad. Luego, diversas industrias (textiles, químicas, metalúrgicas…), seguidas del transporte de personas y mercancías.

Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"
Lee también un resumen de este libro de Yuval N. Harari.

♦ Las soluciones propuestas pueden parecer caras, pero son muy baratas si las comparamos con los cientos de millones en gastos por no solucionar el problema:

  1. Lo más urgente es «dejar de quemar cosas» y, cuando no sea posible, capturar las partículas de la combustión.
  2. Detener las quemas agrícolas por ser una inmensa fuente de contaminación estacional fácil de evitar haciendo compost, triturando, etc.
  3. Conseguir combustibles limpios para cocinar y calentarse. La leña puede ser muy natural, pero es la forma más contaminante de conseguir calor. Provoca múltiples enfermedades por respirar el humo.
  4. Eliminar el azufre de los combustibles fósiles. Es tan simple como poner filtros en las chimeneas.
  5. Transporte más limpio. Los vehículos eléctricos contaminan menos, pero no son parte de la solución porque siguen siendo origen de multitud de emisiones. Por supuesto, la aviación es muchísimo peor.
  6. Transporte sostenible: caminar, ir en bicicleta o en transporte público.
  7. Abandonar combustibles fósiles, en favor de las renovables y de la energía nuclear. Ritchie es contraria a debatir entre renovables y nuclear porque, para ella, lo importante es que son energías con bajas emisiones de CO2. No tiene en cuenta el problema de los residuos radiactivos, ni el riesgo de atentados terroristas, ni el hecho de que las nucleares no sean rentables sin subvenciones de dinero público.

2. Cambio Climático

«Un mundo 6 ºC más caliente que el actual sería devastador», nos advierte la autora. Tras comentar algunas de las consecuencias del calentamiento global, afirma que «si cada país cumpliera realmente sus compromisos climáticos, llegaríamos a los 2,1 ºC en 2100», lo cual sería una gran noticia, aunque podría ser mejor.

Hannah Ritchie asegura que «las tecnologías bajas en carbono resultan cada vez más competitivas» y «los líderes mundiales se han vuelto más optimistas». Ahora tenemos infraestructuras mejor preparadas, podemos predecir eventos climáticos extremos, organizar evacuaciones, existen redes internacionales de apoyo, etc. En definitiva, estamos mejor preparados que en el pasado y sabemos cómo reducir las emisiones de dióxido de carbono, porque hay solo dos fuentes principales: «la quema de combustibles fósiles y el cambio en el uso de la tierra» (deforestación).

La situación actual es que «las emisiones totales siguen aumentando, pero las emisiones per cápita han tocado techo». Ese dato es utilizado por la autora para ser optimista y esperar a que la contaminación empiece a declinar, al menos en los países ricos, porque dice que está demostrado que «los avances tecnológicos hacen que hoy consumamos mucha menos energía que en el pasado». Como ejemplo, afirma que en Suecia se vive con igual nivel que en Estados Unidos y, sin embargo, se emite solo una cuarta parte. Según sus datos, el crecimiento económico y la reducción de emisiones son compatibles. El problema es que mira datos de países ricos que ya son exageradamente insostenibles. En tales casos, ¿es correcto celebrar una pequeña reducción en su contaminación?

En su análisis, asegura que «las soluciones que pasan por reducir el consumo de energía a niveles muy bajos no son buenas», porque la energía es fundamental para mantener o aumentar la calidad de vida. Tampoco ve adecuado que se avergüencen los que viajan en avión, porque para ella volar es un gran invento y las ventajas son suficientes para olvidar sus serios inconvenientes. ¿Será una excusa para justificar su gusto por volar?

♦ Soluciones que propone:

  1. Transición hacia la energía renovable por todas sus ventajas. El inconveniente del espacio que requieren se resuelve buscando lugares adecuados: tejados, agrovoltaica, etc.
  2. Electrificar la demanda de energía donde sea posible y aumentar el almacenamiento (baterías…). Ritchie está convencida de que esta transición requerirá menos actividad minera que con combustibles fósiles.
  3. Replantear el transporte a larga distancia.
  4. Alimentación. Aunque sostiene que no es preciso ser veganos, deja claro que cualquier cambio a dietas más vegetales tiene una enorme influencia en el clima, como por ejemplo elegir hamburguesas de pollo en lugar de ternera (que es la carne con más huella de carbono). Con datos muy fiables confirma que «la carne con emisiones de carbono más bajas supera las de la proteína vegetal con emisiones más altas». Y no importa demasiado si son alimentos ecológicos, de proximidad o en extensivo. La autora afirma que adoptando las siguientes medidas se liberaría suficiente tierra como para compensar las emisiones del sistema alimentario resultante:
    • Comer menos carne.
    • Adoptar las mejores prácticas agrarias.
    • Reducir el consumo excesivo y el desperdicio alimentario.
  5. Reducir las emisiones por la construcción, básicamente eliminando el cemento, un material muy contaminante en su fabricación. Propone usar otros materiales y, aunque no lo cita, una opción es el cemento Sublime.
  6. Poner precio al carbono para que los productos de altas emisiones sean más caros y menos accesibles. Como todos sabemos, los precios no reflejan los costos de los productos, y mucho menos los costos ambientales. El peligro de esta medida —y Ritchie lo subraya— es que haga que las familias pobres sean aún más pobres. Para evitarlo se deben incluir ayudas y conseguir que sean los ricos los que más paguen, porque son, de hecho, los que más carbono emiten.
  7. Sacar a la población de la pobreza es otra medida para adaptarnos al cambio climático, porque son los pobres los más vulnerables.
  8. Mejorar la resiliencia de los cultivos ante los efectos del cambio climático.
  9. Adaptarnos ante el aumento de temperaturas.
  10. No caer en la trampa psicológica de la «autoconcesión moral». Esto ocurre cuando nos permitimos algo negativo porque creemos que lo compensamos con un sacrificio en otro aspecto. Por ejemplo, comernos un filete porque reciclamos el envoltorio de plástico; o caer en las trampas del greenwashing. Para ello, es importante tener muy presente qué cosas a nivel individual tienen más y menos impacto.

Un problema de la forma de comunicar de Ritchie es que quita importancia a aspectos que, aunque no sean principales, tienen suficiente peso como para no ser despreciados. Es como si olvidara el efecto sinérgico de juntar varias fuerzas. Sumar muchos pocos hace un mucho. A veces, este tipo de contradicción se hace patente en una misma explicación. Por ejemplo, cuando literalmente escribe: «Cambiar nuestra alimentación no va a resolver el cambio climático: para ello tenemos que dejar de quemar combustibles fósiles. Pero arreglar únicamente nuestros sistemas energéticos, ignorando la alimentación, tampoco nos llevará a esa meta».

3. Deforestación

La tierra ha perdido un tercio de todos sus bosques desde el final de la última glaciación. En el último siglo, también se ha perdido mucha superficie forestal, casi toda debida a la expansión de la agricultura. Las zonas incendiadas se regeneran si se las deja. Al perder bosques se emite carbono, pero Ritchie considera que eso es secundario en comparación con la pérdida de biodiversidad.

También resalta cómo la pérdida de hábitats se puede frenar con medidas políticas. Por ejemplo, «Brasil logró reducir la deforestación en un 80 % en solo siete años bajo la presidencia de Lula da Silva».

Con respecto al aceite de palma, no considera que su consumo sea preocupante, porque no se sabe con certeza la deforestación que causa de forma directa. Opina que no sería justo culpar a ciertos campos de palmeras de la deforestación de esas áreas si los bosques fueron talados con anterioridad. Es decir, no tiene en cuenta que esas zonas podrían volver a ser bosques. Además, sostiene que usar otros tipos de aceites podría ser incluso peor. Sin embargo, hay que tener en cuenta que evitar el aceite de palma no obliga a optar por otro aceite, sino que se puede optar por no consumir productos con aceite de palma (bollería, alimentos ultraprocesados, etc.) sin sustituirlos por nada con otros aceites. En cualquier caso, apoya el uso de aceite de palma certificado como sostenible (RSPO) y deja claro que «el biodiésel de aceite de palma produce más emisiones de carbono que la gasolina o el gasóleo».

«La tala de bosques para dejar espacio al ganado bovino es responsable de más del 40 % de la deforestación mundial». El siguiente factor de pérdida de bosques es la palma y la soja y, en tercer lugar, la silvicultura (papel/celulosa). Así, pues, la mejor forma de frenar la deforestación es reducir el consumo de carne de cordero y de vacuno. En tercer lugar, se situaría el queso y los lácteos de vaca. Ritchie apoya esta opción, incluso aunque sean productos de ganadería extensiva en tierras no aptas para la agricultura, porque en estos casos considera que la mejor opción sería dejar que esas tierras se conviertan en bosques u otros espacios naturales.

Otras opciones que propone son: que los países ricos paguen a los más pobres por conservar sus bosques; y que se compensen las emisiones mediante reforestaciones (aunque esto tiene un peligro muy evidente).

Para acabar este apartado, Ritchie sostiene que no es buena idea volver de la ciudad a zonas rurales (revitalizar pueblos), ya que la principal causa de deforestación es cómo producimos nuestros alimentos y no dónde vivimos. Y también alerta de los que piensan que la alimentación vegana contribuye a la deforestación por los cultivos de soja. Los datos son muy evidentes: el 76 % de la soja se utiliza para alimentar animales y «solo el 7 % se destina a los productos veganos» (tofu, tempeh y leche vegetal).

4. Alimentación para no comerse el planeta

«La demanda humana de alimentos representa la mayor amenaza para los animales del globo». Así de contundente se manifiesta Hannah Ritchie. Afortunadamente, no es cierto que haya una fecha límite en los suelos agrícolas del mundo. Unos se están degradando y otros están mejorando, aunque en general, el suelo agrícola está siendo maltratado (y no solo por la erosión).

Una persona necesita entre 2.000 y 2.500 calorías diarias. Si dividimos la producción mundial de alimentos a partes iguales entre todos, cada uno de nosotros podría consumir unas 5.000 calorías diarias (más del doble de lo necesario). El hambre en el mundo no es un problema de falta de alimentos, sino de mala distribución (también lo apuntaron Nebel y Wrigth). Este dato sirve a Ritchie para confirmar que, en realidad, no somos demasiados humanos. El problema es que los millones que habitamos el planeta Tierra no nos contentamos solo con comer, sino que aspiramos a un consumo cada vez mayor (casas, teléfonos, aviones, IA…).

La superproducción agraria se debe principalmente a dos inventos: el de Fritz Haber y Carl Bosch (para convertir el nitrógeno del aire en amoníaco, fertilizante); y el de Norman Borlaug (para mejorar el cultivo de trigo en México). Estos logros para aumentar la producción han evitado muchas muertes, pero también han hecho que no podamos volver atrás. Es decir, «el planeta no puede limitarse a consumir solo alimentos ecológicos» (porque hay demasiadas personas a las que alimentar). Por tanto, a nivel colectivo dependemos de los fertilizantes para sobrevivir, y fabricarlos requiere grandes cantidades de energía, lo cual explica por qué los países pobres los usan poco, aunque tengan que utilizar mayor superficie agraria.

Vivimos en un mundo con grandes desigualdades, en el que algunos sufren de obesidad y otros de desnutrición; el alimento que podría saciar el hambre de millones de personas se dedica a alimentar ganado o a producir agrocombustibles para nuestros coches. Menos de la mitad de los cereales que se producen se dedican a la alimentación humana directa. Todo un 41 % se lo come el ganado, lo cual nos hace ver que comer animales es una forma muy ineficiente de conseguir proteínas. «Los animales más pequeños son más eficientes en términos calóricos», aunque surge el «dilema moral» de que hay que matar una mayor cantidad de animales pequeños para conseguir la misma cantidad de carne.

Ritchie pone un ejemplo que sirve para visualizar bien lo que implica comer animales muertos: «¿Se imagina que comprara una barra de pan, cortara una rebanada y tirara el resto —más del 90 %— a la basura? Pues bien: en términos de calorías, eso es más o menos lo que hacemos con la carne». El ganado también es ineficiente convirtiendo proteínas. Lo bueno es que son proteínas «completas» (incorporan aminoácidos importantes), lo cual se puede conseguir con dietas vegetales comiendo legumbres y cereales. La carne también tiene otros nutrientes importantes, pero el único que no existe en los vegetales es la vitamina B12 (asunto que ya se zanjó aquí).

Para entender la magnitud del problema, afirma que tres cuartas partes de la superficie agraria tienen como fin último criar ganado, y todo eso solo sirve para producir el 18 % de las calorías y el 37 % de las proteínas que consumimos. Debemos «reducir al máximo la cantidad de tierra que destinamos a la actividad agraria», lo cual mejoraría también otros problemas: deforestación, contaminación atmosférica, de aguas, de tierras, maltrato animal, etc.

♦ Soluciones que propone:

  1. Mejorar los rendimientos agrícolas en todo el mundo, especialmente en África.
  2. Comer menos carne, sobre todo de vacuno y cordero, las carnes con mayor impacto (en emisiones, consumo y contaminación de agua, eutroficación, uso de tierra, etc.). Ritchie expone que no funciona instar a la ciudadanía a convertirse al veganismo, sino que es mejor invitar a hacer cambios paulatinos: poner un día a la semana sin carne, reducir las dosis, aumentar el consumo de legumbres, etc. Solo eliminando la carne de ternera y la de cordero se reduciría a la mitad nuestra necesidad de tierras de cultivo en todo el globo. Debemos entender que la dieta vegana es la más ecológica, pero no es necesario ser veganos estrictos: «El ahorro en comparación con una dieta con algo de pollo, o algo de pescado y huevos, no es tan significativo», aclara la autora del libro. Ella quiere derribar el mito de que si fuésemos veganos no habría tierra para cultivar porque, como ya se ha indicado, lo que ocurriría sería todo lo contrario: una dieta vegana requiere menos tierra de cultivo.
  3. Invertir en sustitutos de la carne. Para Ritchie, es importante que las carnes vegetales cumplan cuatro requisitos: ser sabrosas, baratas, fáciles de encontrar y fáciles de incorporar a las dietas habituales. Ella afirma que ha probado multitud de productos vegetales y que hay algunos realmente asombrosos que, incluso, pueden llegar a gustar tanto o más que los productos cárnicos que imitan. Optar por estos productos no solo reduce la huella de carbono, sino que contribuye a bajar el precio para el resto de la humanidad.
  4. Las hamburguesas híbridas también reducen la huella ecológica (usar carne de pollo total o parcialmente, introducir legumbres…).
  5. Sustituir los productos lácteos por alternativas vegetales. En la UE, los productos lácteos son la causa de un mínimo de una cuarta parte de la huella de carbono. Cualquier bebida vegetal tiene una huella ecológica menor que la leche animal. Ritchie recuerda aquí también la importancia de seguir una dieta variada, para evitar carencias nutricionales.
  6. Desperdiciar menos comida. Por ejemplo, resalta la importancia de cambiar los sacos de recogida de productos agrarios por cajas rígidas que protejan de golpes. También es importante saber que si un producto supera su fecha de «consumo preferente», no indica que no se pueda consumir.
  7. No depender de la agricultura de interior. Aunque minimiza el espacio ocupado (agricultura en vertical), sus necesidades energéticas son tan inmensas que no compensan las ventajas, ni empleando solo energía renovable.
  8. No centrarse en los alimentos de proximidad. Aunque el transporte es importante, supone solo el 5 % de las emisiones de GEI de la comida. El resto se debe a los procesos de producción, empaquetado y conservación. Lo más contaminante es el transporte aéreo (50 veces más que por barco), pero apenas se usa porque es caro. Por su parte, el transporte marítimo es barato, por lo que casi toda la contaminación del transporte de alimentos se produce en la carretera. En definitiva, Ritchie quiere dejar claro que está bien comer alimentos de proximidad, pero que las frutas y verduras producidas muy lejos tienen menos huella ecológica que la carne producida muy cerca.
  9. Los alimentos ecológicos tienen menos pesticidas, pero requieren más extensión. Abonar con estiércol también puede contaminar acuíferos. Respecto al clima, no hay consenso si es mejor o peor porque depende de múltiples factores. Ritchie dice que se fija más en el contenido de los envases que en las certificaciones ecológicas.
  10. Eliminar el plástico aumentaría el desperdicio alimentario. En la huella ecológica de los alimentos solo el 4 % de las emisiones procede de los envases. Nos advierte de que en ciertos alimentos es fácil de eliminar, pero en otros no. En todo caso, aquellos alimentos en los que el plástico es importante tal vez no sean esenciales en nuestra dieta y podemos prescindir totalmente del plástico y del alimento.

5. Pérdida de biodiversidad. Proteger la vida silvestre

«No cabe duda de que muchos animales están experimentando un preocupante y acelerado declive. Pero, si profundizamos un poco más, descubrimos que también hay algunos a los que les va bien». Lo que no debemos olvidar es que nuestra vida depende de la biodiversidad, aunque «no esté claro qué especies necesitemos y cuáles no». Recomendamos aquí leer el relato de La vida del doctor Biología. Lo cierto es que a veces prestamos más atención a ciertas especies, bonitas o más visibles, y olvidamos a las realmente importantes, como los gusanos y las bacterias.

El ser humano ha atacado a las demás especies desde sus orígenes, como bien explica Yuval N. Harari en su magnífico Sapiens. Ritchie declara que «antes de la aparición de la agricultura, hace unos diez mil años, la mayor amenaza para los animales era nuestra caza directa: una vez iniciada la actividad agraria, pasó a ser la destrucción de sus hábitats» y «en la última centuria, el ritmo de disminución ha sido aún más rápido». Un dato más: «Los vertebrados se han extinguido entre cien y mil veces más rápido de lo que cabría esperar».

Actualmente, los humanos y nuestro ganado constituimos la inmensa mayoría de los mamíferos del planeta. Estos son los datos del porcentaje de la biomasa actual y en 1900:

  1. Mamíferos salvajes: 2 % (17 % en 1900).
  2. Humanos: 35 % (23 %).
  3. Ganado: 63 % (60 %).

Esta desproporción también ocurre en las aves: «la biomasa de nuestros pollos duplica la de las aves silvestres». Hay multitud de datos que llevan a poder proclamar que «nos dirigimos hacia una sexta extinción masiva». La buena noticia es que podemos frenarla.

♦ Soluciones que propone:

  1. Reducir al mínimo la superficie cultivada.
  2. Utilizar fertilizantes y pesticidas de forma más prudente y eficaz.
  3. Emplear los métodos de la UE con los que ha conseguido frenar el declive de multitud de especies: reducir el uso de tierras agrícolas, recuperar hábitats naturales, prohibición total de la caza, implementación de cuotas cinegéticas, mecanismos para detener a los cazadores furtivos, proteger zonas por ley (incluyendo también el rewilding), sistemas de compensación para reproducir determinadas especies y programas de cría y reintroducción.
  4. Comer menos carne, porque esto reduciría la cantidad de tierra destinada a la agricultura, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la deforestación.
  5. Detener la deforestación, lo cual implicaría reducir la pérdida de hábitats y las emisiones de GEI.
  6. Proteger los parajes con mayor biodiversidad. El objetivo de la ONU de proteger para 2030 el 30 % de la superficie terrestre es poco ambicioso; y no son pocas las voces que piden proteger al menos el 50 % para 2050.
  7. Frenar el cambio climático.
  8. Detener los vertidos de plásticos en el mar.

6. Plásticos marinos

«El 44 % de todo el plástico del planeta se emplea en la fabricación de envases». Es ahí donde está el núcleo del problema de los plásticos. La autora critica el documental Seaspiracy por algunos de sus datos, pero está conforme con que el 80 % del plástico de las islas oceánicas procede de la industria pesquera. Solo el 20 % restante tiene su origen en tierra. Sin embargo, si miramos el plástico en zonas costeras, los datos podrían indicar justo lo contrario.

Ritchie dice que no hay aún evidencias de los auténticos peligros de los plásticos en el cuerpo humano, y que le parece más preocupante el daño que se causa a la fauna marina (enredos, atragantamientos…).

♦ Soluciones:

  1. Dejar de utilizar envases de plástico de un solo uso.
  2. Invertir más en gestión de residuos: sistemas de recogida, centros de reciclaje, vertederos adecuados (que capturen el metano de la materia orgánica), etc. Es importante reciclar todo lo que se pueda. El problema es que no siempre se puede. El reciclado mecánico permite que los plásticos se reciclen una o dos veces. El reciclado químico es mejor, pero es «tremendamente costoso» y no compensa hacerlo en ningún caso. Tal vez sería útil un SDDR para vidrio reutilizable y, en paralelo, imponer impuestos crecientes al plástico de un solo uso.
  3. Obligar a las industrias a un diseño más inteligente, que utilice solo plásticos reciclables y permita separarlos de forma cómoda.
  4. Prohibir el comercio de plástico usado para que los países ricos no usen a otros como sus vertederos. La proporción de plástico que circula por esta vía no es elevada, pero muchas veces acaba en el mar. Hablamos de 1,6 millones de toneladas en 2020.
  5. Trabajar con la industria pesquera para que no abandone su basura en el mar (redes, anzuelos, etc.). Podría castigarse a los barcos que no traigan de vuelta los aparejos con los que salieron y/o premiarse a quienes traigan basura encontrada en el mar.
  6. Poner interceptores en los ríos. Son aparatos o líneas de burbujas que sirven para capturar los plásticos evitando que lleguen al mar. Otra solución que no contempla es poner grandes bolsas de red a la salida de los desagües pluviales o residuales de las ciudades. Dado que esas aguas arrastran multitud de basura, esas redes la capturarían.
  7. Limpiar las playas es una forma mucho más barata de reducir el plástico en los océanos que recogerlo mar adentro.

7. Sobrepesca. Poner fin al expolio de los océanos

Esto está muy relacionado con la pérdida de biodiversidad. Según Ritchie, los animales marinos son discriminados con respecto a los terrestres. De alguna forma, su sufrimiento parece importar menos a los humanos, a pesar de las evidencias que existen de que los peces son capaces de sentir sufrimiento.

El incremento en potencia y tecnología aplicada al sector pesquero ha hecho que muchas pesquerías hayan entrado en declive o en grave colapso. Ante esto, hay dos formas de actuar. La primera es proponer «capturar muy pocos peces, por no decir ninguno». La segunda es «capturar tantos peces como sea posible, año tras año, pero sin mermar más sus poblaciones». Normalmente, se opta por la segunda opción, aunque sabemos que en demasiadas ocasiones no se cumple.

Una tercera vía (con un enorme crecimiento) ha sido la cría de pescados y mariscos: acuicultura o piscicultura. Actualmente, se crían más peces y mariscos de los que se pescan en estado salvaje. Para Ritchie es una buena noticia porque, según ella, esto reduce presión sobre los peces salvajes. No obstante, reconoce que parte de la comida de los peces de piscifactoría es, precisamente, peces salvajes, pero que, para algunas especies, se ha logrado una proporción de 0,3 (es decir, que hacen falta 0,3 peces salvajes para criar uno de forma artificial). El resto de comida lo forman, por ejemplo, piensos vegetales. La autora deja claro que «las normas de bienestar animal que rigen en las piscifactorías suelen ser bastante deficientes» (léase esto para más datos). Ella no habla de otros problemas presentes en las piscifactorías, como la contaminación que producen.

Con respecto a los atúnidos, Ritchie dice que su situación es mala, aunque algunas especies están mejorando sus poblaciones. Particularmente, alerta de la situación de los atunes en el océano Índico, donde se está sobrepescando sin control (España con la famosa operación Atalanta). El libro no habla de la amenaza del mercurio en los atúnidos.

Otro problema es la muerte generalizada de los corales. La autora demuestra ser una apasionada de estos animales y no le faltan motivos. La solución urgente a este problema es frenar el calentamiento global, evitando quemar combustibles fósiles. Si quieres enamorarte de los corales, te animamos a leer el relato de Lord Howe.

♦ Soluciones:

  1. Comer menos pescado, siempre que sea posible. Tal vez unos quieran no comer nada de pescado (lo cual evita el dilema del sufrimiento animal), mientras que otros opten por reducir este tipo de alimento.
  2. Elegir bien la especie a consumir. El problema de esta opción es que requiere el esfuerzo de investigar y puede variar en el tiempo y dependiendo de la región. Escogiendo bien, podemos comer pescado con poca huella de carbono (casi todos ellos son mejores que el pollo). Ella recomienda evitar los lenguados y mariscos caros, y optar por pescados pequeños y salvajes, como arenques o sardinas.
  3. Acabar con la sobrepesca aplicando cuotas de pesca estrictas. En la UE han mejorado algunas poblaciones de peces, pero otras siguen estando mal. En general, es preferible ser estrictos y que haya pesca suficiente, que ser demasiado permisivos y provocar la crisis de todo un sector.
  4. Reglamentos estrictos para capturas incidentales y descartes. El objetivo es reducir el número de peces que se pescan sin querer y que se tiran al mar (descartes), donde siempre mueren (si no lo están ya). Algunos países han prohibido los descartes y obligan a sus barcos de pesca a desembarcar todo lo que capturen, sea comercial o no.
  5. Prohibir la pesca de arrastre. Es el arte más perjudicial: normalmente se descarta entre el 30 y el 50 % de todo lo capturado (a veces es el 10 %), a lo que hay que sumar el destrozo del fondo marino que ocasionan, entre otros inconvenientes.
  6. Las áreas marinas protegidas evitan ciertas actuaciones humanas dentro de ellas. Son una buena solución, aunque a veces lo que provocan es que el impacto se traslade a otro lugar.

Propuestas finales de Hannah Ritchie

El libro de Ritchie es un canto de optimismo lleno de datos realistas. Algunas de sus opiniones pueden ser controvertidas, pero la mayoría están basadas en evidencias. Es cierto que estamos avanzando en muchos aspectos, aunque no sea tan rápido como nos gustaría. También es cierto que las opciones sostenibles se están volviendo más baratas. Y, en muchos casos, el pueblo está despertando.

Hannah se siente una traidora cuando no usa las opciones más ecológicas, aunque sí sean las opciones con menor huella de carbono, como usar el microondas o consumir alimentos que no sean de proximidad. Pero alerta que, aunque los cambios individuales sean importantes, es necesario un «cambio sistémico», es decir, una acción política que lleve a aprobar leyes que nos hagan avanzar en todas las soluciones que se han propuesto más arriba. Para ello, es necesario «votar a líderes que favorezcan medidas sostenibles» (partidos verdes y ecofeministas) y también sugiere importantes aportaciones individuales como estas:

  1. «Votar con la cartera», que quiere decir que cuando compramos estamos enviando una señal clara de nuestros intereses al mercado (a las empresas).
  2. Donar dinero a causas ecohumanistas (proyectos, organizaciones, etc.). Ritchie —conforme con lo que propuso Peter Singer— dice que dona al menos el 10 % de sus ingresos.
  3. Dedicar más tiempo a las cosas importantes (colaborar con ONG, por ejemplo) y menos a discusiones secundarias. Es decir, aunemos esfuerzos en la dirección correcta, aunque no opinemos todos exactamente lo mismo.
  4. También es muy importante elegir una trayectoria profesional que nos llene y en la que podamos empujar en la dirección que deseemos.

♦ Información relacionada:

  1. Otros libros resumidos para captar su esencia en poco tiempo:
  2. Quemar rastrojos o leña es tóxico para la salud, además de muy contaminante.
  3. La mejor solución a los incendios forestales: educar sí; quemar biomasa no.
  4. La agricultura de hoy debería ser como la de mañana.
  5. Los científicos vuelven a avisar del colapso que vendrá si seguimos sin reaccionar.
  6. Sin comer por el clima, las macrogranjas, los combustibles fósiles…
  7. Algunos libros del editor de Blogsostenible y de Historias Incontables.
  8. Una imagen del libro de Hannah Ritchie:
✇BlogSOStenible··· – – – ··· – – – ··· – – – ··· – – – ··· «Otras» noticias, y «otra» forma de pensar…

Explotar animales en tiempos de panzootia por gripe aviar

Por: invitadoespecial

Las cosas no suceden sin causa. Nada es independiente ni aparece espontáneamente. Ni siquiera algo tan minúsculo como un virus.

Así favorecemos la aparición de pandemias

El virus H5N1 se detectó por primera vez en una granja de gansos china en 1996. Todas las gripes aviares altamente patógenas, que causan enfermedades graves y pueden provocar la muerte, tienen su origen en granjas avícolas. La cepa de 2021 se convirtió en el virus de la gripe aviar dominante a nivel mundial. Actualmente, se contagia al entrar en contacto con excrementos, secreciones o fluidos del individuo infectado.

A pesar de llevar años investigándolo, no hemos acabado con su propagación. El año pasado empezó a afectar también a mamíferos. Pasaron meses desde los primeros síntomas de la enfermedad en algunas vacas en EEUU, hasta que las personas que estudiaban los casos ataron cabos y vieron que se trataba de gripe aviar. Fue insólito descubrir que un virus de gripe aviar había dado el salto a mamíferos.

Ahora no solo consigue contagiar a otras especies que no son aves, sino que ya puede pasar de vaca a vaca. Un estudio publicado en la revista Nature, llevado a cabo por un equipo de científicos/as del Departamento de Patobiología y Diagnóstico Médico del Colegio de Veterinarios de Kansas (EEUU) concluyó recientemente que la principal vía de transmisión al ganado vacuno en EEUU es la leche y las técnicas de ordeño. Al parecer, la transmisión respiratoria no es fundamental en el contagio de este brote.

El H5N1 está fuera de control

Portada del libro ecologista GRIS QUE TE QUIERO VERDE

«Gris que te quiero verde», un mapa para mitigar la crisis ecológica y el colapso.

A nivel global, la Organización Mundial de Sanidad Animal, ha notificado 1.672 focos en aves silvestres en 49 países (desde octubre de 2024 con datos hasta el 30 de julio de 2025).

El virus de la gripe aviar H5N1 está causando la epidemia más grave de la historia de la gripe aviar dado el impacto que está teniendo en animales salvajes de multitud de especies (no solo aves). Es difícil calcular el número de muertes. Los informes disponibles sugieren que varios millones de animales silvestres podrían haber muerto. Entre los eventos de mortalidad masiva más importantes sucedidos se encuentra la muerte de más de 200.000 aves silvestres en las zonas costeras de Perú; 24.000 leones marinos en Sudamérica; 20.500 aves silvestres en Escocia; 6.500 cormoranes del Cabo en Namibia y 17.400 elefantes marinos, incluyendo más del 95% de las crías en Argentina. Sin embargo, estas cifras subestiman considerablemente la mortalidad real, debido a la falta generalizada de vigilancia, pruebas y notificación de casos, especialmente en áreas remotas y en países en desarrollo.

En 2024, el 16% de las especies de aves silvestres y el 27% de las especies de mamíferos con infecciones conocidas de H5N1 ya estaban en peligro de conservación. En concreto, están catalogadas por la International Union for Conservation of Nature (IUCN) como amenazadas, vulnerables, en peligro o en peligro crítico de extinción. Por ejemplo, se cree que más del 20% de la población chilena de pingüinos de Humboldt (catalogados como vulnerables) murió de H5N1 en 2023.

Esta drástica reducción en las poblaciones de animales de tantas especies tiene un impacto directo en los ecosistemas. Solo la aparición de tantos cadáveres podría atraer a mayor cantidad de carroñeros que podrían infectarse y morir. Una reducción de individuos de especies carroñeras entrañaría el riesgo de derrame de patógenos y podría favorecer la sobrepoblación de otros animales, desequilibrando los recursos para unas y otras especies. No sabemos los efectos de estos cambios todavía.

Tampoco tenemos la capacidad para detener el contagio o cuidar de las víctimas afectadas que viven en libertad. La evolución del virus es totalmente incierta e impredecible. Podría volverse menos letal o seguir matando a miles de animales en masa, causando la extinción de muchas especies, algunas endémicas. Podemos teorizar, pero hasta pasados unos años no sabremos las consecuencias reales de tantas vidas de especies diferentes perdidas.

Estamos ante una panzootia

El alcance del virus de gripe aviar actual es tan extenso y mortal que la comunidad científica califica la situación de panzootia. Se llama “pandemia” cuando las víctimas son seres humanos y “panzootia” cuando hay una enfermedad infecciosa que está matando a individuos de diferentes especies no humanas en masa y que se propaga fácilmente. Es el brote de H5N1 que está afectando a más especies en un contexto de pérdida de biodiversidad y a un ritmo de extinción de especies ya histórico por otras causas.

Se han notificado casos en 485 tipos de aves como patos, palomas, avestruces y loros y en más de 48 especies de mamíferos. Entre ellos ratas, ratones, gatos, perros, cabras, delfines, pumas, visones, zorros, osos y vacas.

Masacres en granjas de distintas aves

Solo en lo que va de 2025 y solo en España, se han matado más de 865.000 aves en granjas por casos confirmados o ante posible contagio por gripe aviar. En Reino Unido aniquilaron 1.800.000 aves solo en tres meses a finales de 2024 y al inicio de 2025. Si miramos atrás en el tiempo, en Francia se mataron 16 millones de aves en seis meses durante 2022, cuando hubo un récord histórico de casos. Y entre 2023 y 2024, solo en EEUU se mataron cerca de 60 millones de aves.

Para entender la magnitud de esta masacre, hay que considerar estos números de muertes teniendo en cuenta que la mayoría de individuos masacrados no estaban contagiados, pero la normativa dicta que deben “ser sacrificados” como medida de seguridad, a modo de matanza preventiva o vaciado sanitario.

Otra medida preventiva para evitar la propagación del virus es aislar las granjas del exterior al máximo, lo cual implica mantener totalmente encerrados a los animales explotados durante un tiempo ilimitado. En Francia, se prohibió el acceso al exterior de todas las aves explotadas en todas las granjas de más de 50 individuos, ya que saliendo al exterior pueden exponerse a entrar en contacto con excrementos o animales silvestres portadores del virus.

Podemos vivir sin explotar animales

Libro Filosofía ante la crisis ecológica, de Marta Tafalla (reseña)Les negamos su libertad, anulamos su voluntad, limitamos sus movimientos de por vida, les obligamos a criar y a vivir en condiciones incómodas y en la mayoría de casos deplorables a nivel físico y psicológico. Nos apropiamos de sus cuerpos y les hacemos permanecer en un estado de sufrimiento constante hasta sus últimos suspiros en un matadero.

Por si fuera poco, su homogeneidad genética, el hacinamiento y la falta de higiene a los que los sometemos favorecen la proliferación de bacterias y patógenos que pueden causarles infecciones y propagar enfermedades letales como la gripe aviar. El virus actual causa lesiones respiratorias y neurológicas, condenando a quienes lo padecen a una muerte agónica.

Somos responsables de la propagación de la gripe aviar en animales silvestres. Ha sucedido por nuestro abuso y descuido en actividades crueles e innecesarias que llevamos a cabo para nuestro beneficio. No podemos pretender controlar y vencer un virus a la vez que favorecemos su propagación.

Necesitamos replantearnos nuestra relación con el resto de animales y una manera de hacerlo es cuestionar nuestro sistema alimentario, un sistema cruel que pone la vida de todos los habitantes de este planeta en un peligro continuo. Podemos alimentarnos de otras maneras y acelerar la transición proteica hacia una dieta 100 % vegetal. Esta transición ya está en marcha gracias a iniciativas como el Plant Based Treaty, el proyecto TransFARMation y Co&xister. ¿Por qué no seguir su camino? Si podemos vivir sin explotar animales, ¿por qué hacerlo?

Laura Muñoz, @unbichoinquieto (X e Instagram),
redactora y colaboradora habitual de Infoanimal.

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Portada del libro ecologista GRIS QUE TE QUIERO VERDE

Libro Filosofía ante la crisis ecológica, de Marta Tafalla (reseña)

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Explotar animales en tiempos de panzootia por gripe aviar

Por: invitadoespecial

Las cosas no suceden sin causa. Nada es independiente ni aparece espontáneamente. Ni siquiera algo tan minúsculo como un virus.

Así favorecemos la aparición de pandemias

El virus H5N1 se detectó por primera vez en una granja de gansos china en 1996. Todas las gripes aviares altamente patógenas, que causan enfermedades graves y pueden provocar la muerte, tienen su origen en granjas avícolas. La cepa de 2021 se convirtió en el virus de la gripe aviar dominante a nivel mundial. Actualmente, se contagia al entrar en contacto con excrementos, secreciones o fluidos del individuo infectado.

A pesar de llevar años investigándolo, no hemos acabado con su propagación. El año pasado empezó a afectar también a mamíferos. Pasaron meses desde los primeros síntomas de la enfermedad en algunas vacas en EEUU, hasta que las personas que estudiaban los casos ataron cabos y vieron que se trataba de gripe aviar. Fue insólito descubrir que un virus de gripe aviar había dado el salto a mamíferos.

Ahora no solo consigue contagiar a otras especies que no son aves, sino que ya puede pasar de vaca a vaca. Un estudio publicado en la revista Nature, llevado a cabo por un equipo de científicos/as del Departamento de Patobiología y Diagnóstico Médico del Colegio de Veterinarios de Kansas (EEUU) concluyó recientemente que la principal vía de transmisión al ganado vacuno en EEUU es la leche y las técnicas de ordeño. Al parecer, la transmisión respiratoria no es fundamental en el contagio de este brote.

El H5N1 está fuera de control

Portada del libro ecologista GRIS QUE TE QUIERO VERDE
«Gris que te quiero verde», un mapa para mitigar la crisis ecológica y el colapso.

A nivel global, la Organización Mundial de Sanidad Animal, ha notificado 1.672 focos en aves silvestres en 49 países (desde octubre de 2024 con datos hasta el 30 de julio de 2025).

El virus de la gripe aviar H5N1 está causando la epidemia más grave de la historia de la gripe aviar dado el impacto que está teniendo en animales salvajes de multitud de especies (no solo aves). Es difícil calcular el número de muertes. Los informes disponibles sugieren que varios millones de animales silvestres podrían haber muerto. Entre los eventos de mortalidad masiva más importantes sucedidos se encuentra la muerte de más de 200.000 aves silvestres en las zonas costeras de Perú; 24.000 leones marinos en Sudamérica; 20.500 aves silvestres en Escocia; 6.500 cormoranes del Cabo en Namibia y 17.400 elefantes marinos, incluyendo más del 95% de las crías en Argentina. Sin embargo, estas cifras subestiman considerablemente la mortalidad real, debido a la falta generalizada de vigilancia, pruebas y notificación de casos, especialmente en áreas remotas y en países en desarrollo.

En 2024, el 16% de las especies de aves silvestres y el 27% de las especies de mamíferos con infecciones conocidas de H5N1 ya estaban en peligro de conservación. En concreto, están catalogadas por la International Union for Conservation of Nature (IUCN) como amenazadas, vulnerables, en peligro o en peligro crítico de extinción. Por ejemplo, se cree que más del 20% de la población chilena de pingüinos de Humboldt (catalogados como vulnerables) murió de H5N1 en 2023.

Esta drástica reducción en las poblaciones de animales de tantas especies tiene un impacto directo en los ecosistemas. Solo la aparición de tantos cadáveres podría atraer a mayor cantidad de carroñeros que podrían infectarse y morir. Una reducción de individuos de especies carroñeras entrañaría el riesgo de derrame de patógenos y podría favorecer la sobrepoblación de otros animales, desequilibrando los recursos para unas y otras especies. No sabemos los efectos de estos cambios todavía.

Tampoco tenemos la capacidad para detener el contagio o cuidar de las víctimas afectadas que viven en libertad. La evolución del virus es totalmente incierta e impredecible. Podría volverse menos letal o seguir matando a miles de animales en masa, causando la extinción de muchas especies, algunas endémicas. Podemos teorizar, pero hasta pasados unos años no sabremos las consecuencias reales de tantas vidas de especies diferentes perdidas.

Estamos ante una panzootia

El alcance del virus de gripe aviar actual es tan extenso y mortal que la comunidad científica califica la situación de panzootia. Se llama “pandemia” cuando las víctimas son seres humanos y “panzootia” cuando hay una enfermedad infecciosa que está matando a individuos de diferentes especies no humanas en masa y que se propaga fácilmente. Es el brote de H5N1 que está afectando a más especies en un contexto de pérdida de biodiversidad y a un ritmo de extinción de especies ya histórico por otras causas.

Se han notificado casos en 485 tipos de aves como patos, palomas, avestruces y loros y en más de 48 especies de mamíferos. Entre ellos ratas, ratones, gatos, perros, cabras, delfines, pumas, visones, zorros, osos y vacas.

Masacres en granjas de distintas aves

Solo en lo que va de 2025 y solo en España, se han matado más de 865.000 aves en granjas por casos confirmados o ante posible contagio por gripe aviar. En Reino Unido aniquilaron 1.800.000 aves solo en tres meses a finales de 2024 y al inicio de 2025. Si miramos atrás en el tiempo, en Francia se mataron 16 millones de aves en seis meses durante 2022, cuando hubo un récord histórico de casos. Y entre 2023 y 2024, solo en EEUU se mataron cerca de 60 millones de aves.

Para entender la magnitud de esta masacre, hay que considerar estos números de muertes teniendo en cuenta que la mayoría de individuos masacrados no estaban contagiados, pero la normativa dicta que deben “ser sacrificados” como medida de seguridad, a modo de matanza preventiva o vaciado sanitario.

Otra medida preventiva para evitar la propagación del virus es aislar las granjas del exterior al máximo, lo cual implica mantener totalmente encerrados a los animales explotados durante un tiempo ilimitado. En Francia, se prohibió el acceso al exterior de todas las aves explotadas en todas las granjas de más de 50 individuos, ya que saliendo al exterior pueden exponerse a entrar en contacto con excrementos o animales silvestres portadores del virus.

Podemos vivir sin explotar animales

Libro Filosofía ante la crisis ecológica, de Marta Tafalla (reseña)Les negamos su libertad, anulamos su voluntad, limitamos sus movimientos de por vida, les obligamos a criar y a vivir en condiciones incómodas y en la mayoría de casos deplorables a nivel físico y psicológico. Nos apropiamos de sus cuerpos y les hacemos permanecer en un estado de sufrimiento constante hasta sus últimos suspiros en un matadero.

Por si fuera poco, su homogeneidad genética, el hacinamiento y la falta de higiene a los que los sometemos favorecen la proliferación de bacterias y patógenos que pueden causarles infecciones y propagar enfermedades letales como la gripe aviar. El virus actual causa lesiones respiratorias y neurológicas, condenando a quienes lo padecen a una muerte agónica.

Somos responsables de la propagación de la gripe aviar en animales silvestres. Ha sucedido por nuestro abuso y descuido en actividades crueles e innecesarias que llevamos a cabo para nuestro beneficio. No podemos pretender controlar y vencer un virus a la vez que favorecemos su propagación.

Necesitamos replantearnos nuestra relación con el resto de animales y una manera de hacerlo es cuestionar nuestro sistema alimentario, un sistema cruel que pone la vida de todos los habitantes de este planeta en un peligro continuo. Podemos alimentarnos de otras maneras y acelerar la transición proteica hacia una dieta 100 % vegetal. Esta transición ya está en marcha gracias a iniciativas como el Plant Based Treaty, el proyecto TransFARMation y Co&xister. ¿Por qué no seguir su camino? Si podemos vivir sin explotar animales, ¿por qué hacerlo?

Laura Muñoz, @unbichoinquieto (X e Instagram),
redactora y colaboradora habitual de Infoanimal.

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Ideas ecológicas para estar a gusto en casa

Por: Pepe Galindo
Asomarse por la ventana y observar no es una pérdida de tiempo.
Asomarse por la ventana y observar no es una pérdida de tiempo.

Nos han vendido que la felicidad está ahí fuera, pero no hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que eso es un mito para que compremos más y gastemos el dinero contaminando el planeta.

Muchas veces, la forma más ecológica de hacer algo es no hacerlo. Entendiendo eso, hay cosas que bien podrían ser oxímoron: turismo sostenible, carne ecológica, joyas éticas, crecimiento verde, plástico de usar y tirar ecológico (o biodegradable)…

Parece claro que es importante estar a gusto con uno mismo en el lugar en el que esté. La crisis del coronavirus ha implicado el confinamiento doméstico de buena parte de la población mundial. Eso supone para muchos un reto importante. Si se gestiona mal se pueden generar conflictos personales, rupturas sentimentales, problemas psicológicos… o simplemente aburrimiento.

No pretendemos hacer una lista exhaustiva de las cosas que se pueden hacer sin salir de casa, sino más bien, dar algunas ideas para aprovechar el tiempo de manera agradable, especialmente pensando en mejorar como seres respetuosos con el medioambiente:

  1. Aprovechar el aceite usado para hacer jabón casero: Solo necesitas un poco de aceite usado, sosa y agua. Si eres una persona sana, seguro que no cocinas nada frito, por lo que es posible que no tengas aceite usado. En ese caso, tal vez puedas pedirlo llevando tus recipientes (a tus vecinos, a restaurantes…).
  2. Acometer una reducción en el consumo de carne y pescado, aprendiendo recetas veganas: Muchas veces no organizamos bien lo que comemos por falta de tiempo. Si pasamos más tiempo en casa, será más fácil organizar y cocinar una dieta más sana y sostenible. El flexitarianismo está ganando muchos adeptos, por muchas razones.
  3. Aprender: Leer es un clásico del entretenimiento, pero hay muchas formas de leer. Lo clásico es leer libros, pero también se pueden buscar blogs interesantes o libros resumidos (para aprender mucho leyendo solo las ideas más importantes). También se puede aprender viendo documentales, visitando los museos del mundo por Internet, escuchando audiolibros, algún podcast del tema que te guste o una radio del mundo, y viajando con Google Maps. Recomendamos dar un paseo por la Biblioteca Digital Mundial (mapas, textos, vídeos…).
  4. Activar el cuerpo físico: Hacer ejercicio es fundamental para el cuerpo físico y para la mente. Hay multitud de ejercicios que se pueden hacer en casa, en poco espacio y sin aparatos. Puedes usar pesas simples como una botella de agua o un montón de libros. Evidentemente, hay que tener cuidado y moderación para no lesionarse. Dicen que en 5 días de reposo perdemos el 9% de nuestra fuerza y el 3,5% de nuestra masa muscular.
  5. Apaciguar la mente: Intentar serenar la mente de tantas ideas que fluyen, que vienen y van, es también algo extraordinariamente útil. La meditación y el yoga llevan miles de años haciendo felices a millones de personas. Por algo será. El escritor Y.N. Harari cuenta su experiencia con la meditación y la recomienda para conocernos mejor. Simplemente estar en silencio unos minutos observando lo que pasa por nuestra mente, siendo nosotros nuestro propio objeto de estudio. Recomendamos también la experiencia de Saúl Martínez sobre cómo esas experiencias nos hacen darnos cuenta de lo poco que necesitamos y de lo fácil que es llenar el vacío que nos hace desear lo que no tenemos.
  6. Agricultura doméstica con un huerto en una ventana o en un balcón: No necesitas mucho espacio para hacer un pequeño huerto. Necesitas un poco de agua, de sol y de tierra. Si no tienes tierra, la puedes fabricar (lentamente) haciendo compost casero, lo cual es esencial en una economía circular y sostenible. Las semillas puedes sacarlas de, por ejemplo, cualquier tomate.
  7. Analizar las cosas que tenemos en casa: Cada cosa que tenemos nos aporta beneficios y perjuicios. Si algo no lo usamos o podemos fácilmente prescindir de ello, es el momento de deshacerse de ello: regalarlo o donarlo, nunca tirarlo. Dar una nueva vida a libros, ropa, zapatos, aparatos… reduce el consumo de energía y materiales del planeta. Recomendamos leer un cuento breve sobre esto de Paulo Coelho.
    • Esto también incluye la comida. No se debe almacenar comida como si fuera eterna. Las latas, además de contaminar mucho, también caducan.
    • Ordenar es también algo interesante, pero deshacerse de cosas simplifica más.
  8. Anímate con actividades artísticas o manualidades: Pintura, dibujo, costura, hacer punto o croché… son fantásticas ideas para pasar el tiempo de forma creativa y productiva. Aprender ese tipo de cosas es fácil teniendo Internet. También se puede reciclar la ropa. Por ejemplo, aquí puedes aprender a hacer bolsas con ropa usada. Otra buena forma de mantener el cerebro activo es escribir sobre el tema que te guste (poesía, relatos, ensayos…). ¿Has probado a escribir tu propio blog o a colaborar en blog ya existentes? También puedes componer música, hacer papiroflexia o hacer vídeos (musicales, teatro, cine, educativos, documental…).
  9. Atender, escuchar y entender: Tenemos la sensación de que a la gente le gusta más hablar que escuchar. Cuando escuchamos algo, ¿tenemos prisa por dar soluciones o nuestra opinión? ¿Y si probamos a escuchar activamente mordiéndonos la lengua para no opinar? Simplemente escuchar e intentar entender. Especialmente, las personas mayores atesoran un montón de conocimiento, anécdotas y experiencias que podrían perderse para siempre. Sus conocimientos pueden ser poco útiles en un mundo muy tecnológico, pero ante un más que posible colapso, esos conocimientos ancestrales podrían ser los que ayuden a subsistir.
  10. Atisbar la vida: Observar lo que ocurre fuera o dentro de nuestra casa intentando no interferir. Algunos hacen concursos para ver cuántas especies de aves ven desde su ventana. Puedes hacer nidos para pájaros o ponerles comida. También es fácil observar la fauna (y flora) dentro de casa o no muy lejos: hormigas, lepismas, arácnidos, salamanquesas…

Solo tener una casa donde cobijarnos ya es tener mucha suerte en la vida. No seamos de ese tipo de gente que se queja continuamente tanto de estar muy estresada como de aburrirse cuando no tiene nada que hacer.

A pesar de que algunas de las opciones planteadas requieren el uso de Internet, recomendamos no banalizar el uso de esta red. Mantener los ordenadores encendidos y funcionando requiere grandes cantidades de energía y materiales, por lo que reducir su uso es respetuoso con el planeta.

¿Te has fijado que todas nuestras sugerencias comienzan por la letra “A”?

Concluyendo: menos es más

“Sin salir más allá de tu puerta, puedes conocer los asuntos del mundo. (…)
Cuanto más lejos vas, menos conoces.
Así pues, el sabio conoce sin viajar, ve sin mirar, y logra sin actuar”.

Son palabras de Lao Tse en la obra esencial del taoísmo. También se afirma que la preocupación por pasarlo bien (tener dinero, honores…) impide ser feliz. Alcanzar la felicidad es dejar de buscarla: “La alegría perfecta es estar sin alegría. La alabanza perfecta es no ser alabado”. ¿Alguien lo entiende?

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Llevar la cooperación en el carro de la compra

Por: Fermín Grodira

Hacer la compra es un acto político cotidiano. Bajo esta premisa nacieron hace décadas los supermercados cooperativos, tiendas formadas por las y los propios consumidores y sin ánimo de lucro. En España se agrupan 11 cooperativas de consumidores en 12 municipios en la Red de Supermercados Cooperativos, superando los seis mil consumidores, según su web. Por su parte, la Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados (Asedas) representa tres cuartos de la distribución alimentaria con 19.200 establecimientos minorista.

Entre los grandes del sector que conforman Asedas, también se cuelan cooperativas como la andaluza Coviran y la valenciana Consum. Se diferencia principalmente de los súpers cooperativos por su ánimo de lucro. «Pertenecer a un supermercado cooperativo es mucho más que tener el carnet de socio de una cadena de supermercados. Es convivir y crear una comunidad de personas, con vínculos y fines comunes: contar con una alimentación saludable, sostenible, de proximidad, que cuida del planeta y a unos precios adecuados», explican desde la Unión de Cooperativas de Consumidores y Usuarios de Madrid (Uncuma).

Cada supermercado cooperativo se organiza de manera distinta y con criterios propios, como permitir o no la venta a no socios, un sistema de reparto de horas de colaboración y diferentes niveles de implicación, explican desde Uncuma. Entre los socios de esta última hay dos supermercados cooperativos. «La legislación no facilita la creación de cooperativas de consumo. Es una figura desconocida, por lo que muchos grupos de consumidores, por desconocimiento, optan por crear asociaciones u otro tipo de entidad», indican desde la organización.

La primera cooperativa de consumo andaluza

En 1993 nació en Sevilla La Ortiga, una cooperativa de consumo ecológico que cuenta ya con dos tiendas. Aunque cualquiera pueda comprar en La Ortiga, las personas socias tienen un 10% de descuento tras pagar una cuota anual y una aportación inicial al capital social. También apuestan con un circuito corto, proveyéndose en lo posible de productos locales.

En 32 años en Sevilla, La Ortiga se ha encontrado con la dificultad de transmitir el proyecto tanto a la sociedad como a sus propios socios y el reto de la gestión de las tiendas. «Se requiere mucha formación y experiencia que hemos ido adquiriendo con los años», indican a La Marea. Lo han suplido gracias a ocho personas que trabajan en las dos tiendas, algunas de ellas socias. Destacan el «fuerte apoyo» en su «base social», incluyendo el de agricultores locales, y su profesionalización, «imprescindible» para mantener la fidelización de las personas que consumen en sus tiendas como elementos clave de la organización.

La venta de solo productos ecológicos, percibidos como caros por el gran público, es otro lastre para el súper cooperativo sevillano. Lo intentan suplir con ofertas como una cesta semanal de fruta y verdura fresca. Además, frente a la imposibilidad de invertir en publicidad, abogan por actividades como visitas a fincas de productores, charlas y catas de sus productos para darse a conocer.

Un caso gallego de éxito

Desde el 2001 lleva en marcha en Galicia Árbore. Desde Vigo, esta cooperativa apuesta por el «consumo consciente» de alimentos ecológicos y de comercio justo y por «promover un consumo responsable». Frente a las oscilaciones e inflación en los precios, «motivadas en muchos casos por la especulación o estrategias de control geopolíticas», Árbore optó por alejarse de los circuitos del mercado convencional, acortando al máximo los canales de distribución y optando «siempre que sea posible por el contacto directo con las productoras». Cuando no lo es, la Red de Supermercados Cooperativos les permite intercambiar productos entre sí y obtener elementos no disponibles en la zona, señalan desde la cooperativa de consumo.

Foto: Arbore

La participación, el control democrático de las personas socias en la toma de decisiones y la autonomía frente a cualquier injerencia son los valores principales de esta cooperativa, según declaran a La Marea. Además, colaboran con cooperativas de distribución energética como A nosa enerxía y entidades de finanzas éticas como Coop57 y Fiare.

Una experiencia cooperativa en el sur de Madrid

En Getafe (Madrid), junto al estadio de fútbol y lindando con el sur de la ciudad de Madrid, se encuentra Biolíbere en un local que alquilan a la empresa municipal. Nació en 2014 como asociación inspirada en las cooperativas obreras de consumo del siglo XIX. Tras mudarse en dos ocasiones por su expansión, en 2021 pasaron a ser cooperativa de consumo sin ánimo de lucro. «Levantar y sostener un proyecto así requiere mucho trabajo, organización y comunicación. Nuestro mayor error fue creer que la fuerza de la idea por sí sola bastaba«, destacan a La Marea.

Foto: Biolibere

La cooperativa de consumo madrileña explica que juegan con desventaja frente a las grandes cadenas por no tener ni el músculo económico ni la capacidad de influencia «de esos gigantes». Gracias a la «presión sobre los precios en origen, márgenes abusivos y un enorme impacto ambiental«, las grandes superficies cuentan con ventaja, señalan. Desde Uncoma añaden que apostar por la producción y consumo agroecológico «está penalizado» por «sostener costes que no se tienen en la alimentación industrial como certificados y trámites burocráticos». Pese a las trabas y al «entender que no se trata solo de vender productos, sino de construir relaciones», Biolíbere ha podido celebrar su décimo aniversario.

A través de convertir los restos orgánicos de la tienda en compostaje para sus productores, estrechan los lazos entre las granjas y el súper y reducen su impacto ambiental. Su apoyo a la proximidad se expresa también con la colaboración con otras asociaciones locales y el Ayuntamiento de Getafe en iniciativas de economía circular y sostenibilidad.

Los socios de Biolíbere no solo buscan comer mejor, más ecológico a un precio no abusivo sino «una transición hacia una sociedad sostenible, articulando la agroecología urbana y la economía rural para que más personas puedan acceder a alimentos sanos y sostenible». Además, indican que tratan que los proyectos rurales tengan un mercado estable que les permita consolidarse y fijar población.

Cooperativas en una economía de mercado

Entre las limitaciones comunes de todos estos proyectos cooperativos están el operar en una economía de mercado competitiva. Este reto les lleva a «una lógica productivista difícil de esquivar», indican desde Árbore. Con la crisis inflacionaria se vieron obligadas a ofrecer precios más competitivos y buscar una mayor productividad frente al riesgo de perder cuota de mercado y ver peligrar el futuro del proyecto. La Ortiga subraya que se traduce en una capacidad de inversión limitada a sus propios recursos y un menor acceso a recursos formativos.

Biolíbere destaca que implica ir más despacio y depender del trabajo voluntario de las socias, sin tener la gran variedad de los supermercados convencionales. Pero lo que parece una debilidad, para este súper madrileño en realidad es su «ventaja competitiva»: generar comunidad y transformar la manera de entender la alimentación.

Por su parte, Uncoma aconseja a quienes quieran lanzar su propio supermercado cooperativo tener un plan de negocio robusto, una amplia masa social que lo sustente y saber que van a tener que dedicarle muchas horas no remuneradas.

Más allá de estos tres casos, hay supermercados cooperativos en Madrid (La Osa), Barcelona (Foodccop), Valencia (Som Alimentació), Zaragoza (A Vecinal), Córdoba (Almocafre), Manresa (Super Coop Manresa), Alicante, San Vicent de Raspeig, Castalla y Yecla (bioTrèmol). Fuera de la fórmula legal de cooperativa de consumidores y usuarios, también están BioAlai en Vitoria/Gasteiz y Landare en Pamplona y Villava (Navarra) como asociaciones de consumo ecológico, y Mercatrèmol en Alicante en forma de asociación de consumidores.


Este reportaje pertenece a ‘Altacoop, el altavoz de las cooperativas’, un proyecto que cuenta con el apoyo del PERTE de la Economía Social y de los Cuidados del Gobierno de España.

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Buenas noticias ambientales y animalistas en 2021 (semestre 2)

Por: Pepe Galindo
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Estas buenas noticias no son tantas, ni tan buenas, como nos gustaría. Son mejor que nada, por supuesto. Sin embargo, ante una gran hemorragia, poner una tirita no sirve para salvar la vida del paciente. ¿Queremos salvarle?

  1. El ministro Alberto Garzón enfurece al sector ganadero al incitar a comer menos carne, por salud y para proteger al planeta: Ha sido muy criticado, incluso por miembros de su gobierno, pero es un tema ineludible. Curiosamente, el propio gobierno había aprobado en su Estrategia España 2050 que España debe —literalmente— reducir “su ingesta de alimentos de origen animal” (o sea, no solo carne, sino también pescado, lácteos y huevos). La ciencia ha hablado, la OMS también y cada vez más políticos están dejando de esconder un tema conflictivo. Además, la ganadería extensiva o la carne ecológica no son la solución al problema. Alabamos la valentía de un político que no teme las críticas.La pirotecnia contamina y molesta a personas, a mascotas y a fauna salvaje. Haz clic para informarte mejor.
  1. El lobo ya es una especie protegida en España: Esta es una noticia muy esperada. Matar lobos ya no será subastado por dinero. Cazar lobos pasa a ser un delito tipificado en el art. 334 del Código Penal, con pena de prisión de seis meses a dos años y, en todo caso, inhabilitación especial para el ejercicio del derecho de cazar o pescar. Se debe propiciar la coexistencia con la ganadería y multar a los ganaderos que no cuiden bien de su ganado. Lo que algunos decían que era imposible, se consigue cuando hay presión ciudadana y voluntad política. Es de agradecer el interés de la ministra Teresa Ribera y de todos los colectivos que se han movilizado para conseguirlo. Para los que aún no sepan las ventajas de tener depredadores como el lobo, que lean esto. Algunos inconscientes han intentado derribar esta ley, pero la propia Audiencia Nacional ha dicho que la caza produce daños irreparables.
  1. El Congreso aprueba que los animales dejen de ser considerados cosas: El bienestar de ellos se antepone a los intereses humanos. Como ya ocurre con los hijos, los animales no podrán formar parte de herencias, embargos o divorcios. Sin embargo, algunos seguirán esclavizados, como los caballos, o las vacas lecheras. Y los perros seguirán atados a sus correas. Y las perras de raza seguirán siendo obligadas a parir una y otra vez. En pocos casos —tal vez en ninguno— las mascotas están justificadas.
  1. Una mujer está comprando tierras de cultivo británicas para devolverlas a la naturaleza: Este proceso se llama rewilding (resilvestrar) y se está haciendo en otras regiones. También se benefician los humedales de la zona, que dejan de recibir fertilizantes de la agricultura (evitando así la eutroficación, que es lo que pasó en el Mar Menor). Así se demuestra también, que no es un problema que los pueblos se vacíen. El problema es que se llenen sin control de macrogranjas o de centrales de energía renovable.
  1. Buenas noticias para los animales (y para todos): El trato que damos a los animales refleja nuestro amor a la naturaleza. En materia de animalismo avanzamos más que en ecologismo.
  1. El gobierno de España descarta totalmente la mina y la planta de fabricación de concentrado de uranio: El municipio salmantino de Retortillo se libra de ese foco de contaminación y destrucción de su paisaje. El Consejo de Seguridad Nuclear ya vetó el proyecto y su opinión era vinculante. Solo votó a favor el miembro propuesto por el PP (¿casualidad?). La mina también tenía el visto bueno del gobierno local (también del PP). Hay indicios para sospechar que el interés en la mina es meramente especulativo. Es decir, el objetivo principal sería estafar a inversores. Esta buena noticia llega tarde para aquellos árboles centenarios que fueron ya talados.
  1. En la temporada 2021 se ha prohibido la caza de tórtolas en España: Cientos de miles de tórtolas se han salvado en España. Tras cuatro años de avisos y tras el ultimátum de la Comisión Europea, la mayoría de comunidades pararon la caza de estas aves. Veamos la magnitud escandalosa de la masacre: desde 2015 se abaten unos 800.000 ejemplares cada año. El ser humano destroza el planeta con su ganadería y con su caza. Somos muchos humanos y nos jugamos nuestro futuro. La solución sensata es prohibir la caza deportiva, en todos los territorios y para todas las especies.
  1. La Audiencia Nacional tumba la prórroga que Rajoy le dio a Ence para seguir contaminando la Ría de Pontevedra hasta 2073: Recurrieron la decisión Greenpeace y el Ayuntamiento de Pontevedra. Por este motivo, Rajoy fue declarado persona non grata en su Pontevedra natal. Es un caso más de cómo el PP se pone siempre del lado de los que maltratan el medioambiente.
  1. Hay millones (144) para la restauración ambiental de las minas de carbón cerradas: Llevábamos años pidiendo el cierre de las minas de Asturias y León. Ahora toca reducir urgentemente los demás combustibles fósiles.
  1. Se acabó la gasolina con plomo: Es un combustible muy tóxico, prohibido en los países ricos, pero que seguía usándose en los pobres, especialmente en África. Esta es una noticia muy positiva cuyo alcance es difícil de evaluar.
  1. El Gobierno suspende la ampliación del aeropuerto de El Prat: Los 364 millones previstos se dedicarán a otra cosa, porque el Gobierno autonómico se ha quejado por los daños ambientales. Es una pena que la ministra de Transportes no haya tomado por sí misma esa decisión. Por ella, la obra se hubiera hecho a pesar del fortísimo daño ecológico que hubiera causado la ampliación, además de los daños inherentes a todos los aeropuertos. El aeropuerto de Madrid se ampliará, si nadie lo evita.
  1. China anuncia que no va a financiar más plantas de carbón en otros países: El país más contaminante del planeta no dice nada de sus propias centrales de carbón. Es una buena noticia, pero necesitamos algo más contundente para evitar lo peor del colapso.
  1. La venta de frutas y verduras en envases de plástico estará prohibida en España en 2023 (solo en algunos casos): Todos los grupos ecologistas sostienen que el Ejecutivo no va lo suficientemente deprisa en esta materia y proponen un SDDR. Curiosamente, los ecologistas no hablan de un SDDR para reutilizar, sino para reciclar, lo cual es un error importante que se alinea con el gobierno, cuyo
    objetivo es el reciclaje, más que la reutilización. Esta es una buena noticia a medias, porque es también una oportunidad perdida para hacer las cosas bien del todo.
  1. Ley para eliminar la deforestación de las cadenas de suministro de la UE: Es un buen paso de la Comisión Europea, pero tiene lagunas importantes: solo afectaría a un número limitado de materias primas y productos, y tampoco garantiza los derechos de pueblos indígenas y comunidades locales afectadas.
  1. Cádiz, primer municipio contra el Tratado de la Carta de la Energía: Instan al gobierno a abandonar ese tratado. Es un acuerdo que beneficia a las multinacionales perjudicando la soberanía de los países firmantes. Por ejemplo, Países Bajos fue demandado por activar su descarbonización. España debe abandonar ese tratado de forma urgente, para que las multinacionales no tengan más derechos que los Estados.
  1. La Comisión Europea denuncia a España por su incapacidad de proteger el agua frente a la contaminación por nitratos de la agricultura y la ganadería: El Tribunal de Justicia de la UE tendrá que dictar sentencia. La contaminación media del agua por nitratos ha aumentado un 51,5% en los últimos cuatro años. El Gobierno español ha permitido que la ganadería industrial crezca exageradamente y que los agricultores abusen sin control. Lo del Mar Menor es solo un caso grave. Nos tememos que España tendrá que pagar una buena multa, lo cual será una buena noticia solo si se aprende la lección.
  1. España tendrá opción de menú 100% vegetal en comedores escolares e instituciones públicas: Los partidos verdes están forzando políticas verdes. Esta es una noticia buena para los animales y mejor para el planeta. Y la salud también mejorará.
  1. Los países del Mediterráneo acuerdan proteger el 30% del Mediterráneo en esta década. También se ha decidido controlar el azufre pero no el nitrógeno de la contaminación de los buques. Se evitarían 4.100 muertes prematuras anuales si se redujeran ambos gases. En todo caso proteger un 30% es insignificante en la situación actual. Necesitamos proteger urgentemente un mínimo del 50% de todo el globo y un mínimo del 50% del territorio de cada país.
  1. Bruselas pide a los países una ofensiva de impuestos verdes en luz, gas, diésel, vuelos, automóviles y navieras. La Comisión Europea quiere reforzar al máximo el principio de “el que contamina paga”. Debemos acabar con las exenciones y las subvenciones. Será una negociación complicada, porque las multinacionales mandan más que los votantes.
  1. Desactivada definitivamente la central de carbón de Carboneras: Era una de las centrales térmicas más contaminantes del país que vomitaba más 6 millones de toneladas de CO2 al año. Buenas noticias, sin duda, pero más que potenciar la transición a las renovables hay que pensar cómo reducir nuestro apetito energético.
  1. Argentina prohíbe los petardos: La prohibición fue motivada por una recogida de firmas en Change por una persona particular debido a las molestias que ocasionan a los autistas. Sin embargo, las molestias no son solo a las personas con este trastorno, sino que los problemas de la pirotecnia van mucho más lejos. Molestan a un amplio rango de personas, perturba a las mascotas (especialmente a los perros) y a la fauna silvestre (especialmente a las aves). Algunos animales llegan a morir por infarto. También hay que tener en cuenta la contaminación química de esos artefactos.

No está mal esta lista, aunque podría ser mejor… Gracias por difundir nuestros artículos.

♦ Te gustará también:

  1. Buenas noticias ambientales: semestre 1 de 2021, 2020 (semestres 1 y 2), 2019 (1 y 2), 2018 (1 y 2) y la colección completa.
  2. El lanzamiento editorial del año: Libro Relatos Ecoanimalistas, de J. Galindo (reseña).
  3. Blog de relatos del mismo autor: Historias Incontables.
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Libro La recivilización, de Fernando Valladares (resumen)

Por: Pepe Galindo

Los conflictos bélicos de las últimas décadas han acabado con la vida de unas 400.000 personas cada año. En cambio, solo la contaminación atmosférica mata —actualmente y cada año— unos 9 millones de personas (22.5 veces más). Por su parte, el cambio climático se estima que mata a decenas de millones de personas anualmente. A pesar de esos datos, los humanos gastan en armamento más de cinco veces más que en abordar la crisis ambiental. Con esos impactantes datos comienza el libro de Fernando Valladares La recivilización (Planeta, 2023), un prestigioso científico español del CSIC. También habla de otro tipo de guerras absurdas y evitables (las comerciales y las de clase), de la desigualdad creciente y de los conflictos de la superpoblación y cómo se resolverían con educación y ecofeminismo.

El objetivo del libro es desmontar nuestro modelo socioeconómico. Este científico afirma que «sabemos cómo hacerlo y que, si lo conseguimos, viviremos más y mejor». Además, «contamos con la alianza de la ciencia» (esa que desoímos en demasiadas ocasiones).

Fernando Valladares nos cuenta que en nuestros parientes próximos tenemos dos ejemplos interesantes: mientras los chimpancés suelen recurrir a la violencia para resolver sus conflictos, los bonobos son mucho más pacíficos (y recurren al sexo para resolver tensiones).

Salud y producción de comida

«Érase una vez un planeta en el que vivía una especie que, produciendo el doble de la comida que necesitaba, dejaba a la décima parte de sus miembros con hambre. Una especie que tiraba un tercio de la comida en lugar de repartirla bien, mientras que muchos de sus miembros que accedían a la que sobraba enfermaban gravemente por comer en exceso. Una especie que, al producir tanta comida, ponía en riesgo el funcionamiento de todo aquel planeta. El planeta es la Tierra y la especie se llama a sí misma hombre sabio».

Sinteticemos diez datos sobre este tema:

  1. «La producción de alimentos es la actividad con la que los humanos provocan el mayor impacto sobre el medio ambiente».
  2. «Se calcula que la contaminación de las aguas por los fertilizantes excedentes es responsable de 1,36 millones de muertes evitables o prematuras cada año en el mundo».
  3. La PAC emplea dinero público que acaba generando daños a los humanos y a la biodiversidad en un modelo en el que «sobra comida». De ahí que califique a la PAC como «la forma más destructiva de usar el dinero público»; y como «un sistema completamente corrupto (…) que impide la renaturalización y la convivencia de los sistemas agrarios y ganaderos con la biodiversidad más elemental». Y así, «los subsidios van para personas y entidades ricas de Europa y de fuera de Europa»: grandes fortunas compran tierras en la UE y reciben enormes subvenciones por ellas.
  4. «Si admitimos de una vez que no hay que producir más comida, entonces la prioridad no puede estar más clara: proteger los ecosistemas afinando mucho el sistema de producción de alimentos para que no se vean afectados por él».
  5. «Una cuarta parte de lo que desechamos serviría para neutralizar la malnutrición en el mundo».
  6. Hay sectores a los que «no se sanciona por contaminar y a los que no les preocupa la mala distribución y organización del sistema alimentario global».
  7. «Solo en Europa mueren cada año más de 300 mil personas por consumir demasiada carne roja».
  8. «La agricultura y la ganadería determinan la contaminación atmosférica global causando indirectamente millones de muertes por esa vía».
  9. «Lo que comemos afecta a nuestra capacidad de concentración», y aboga por dietas vegetarianas, veganas o flexitarianas.
  10. «Conocemos muy bien los factores que aumentan los riesgos de que aparezcan enfermedades infecciosas y, como con el cambio climático, no hacemos mucho al respecto», lamenta Valladares. De seguir así, la probabilidad de pandemias aumentará cada año. Degradar ecosistemas y producir carne de forma intensiva es, en sus propias palabras, «una bomba de relojería». El COVID-19 podría ser un poco importante al lado de una pandemia realmente grave.

George Monbiot también alertó del problema del sistema alimentario, una industria en la que unos pocos inversores están ganando muchos millones mientras, en palabras de Valladares, «nos dejan sin agua, sin suelo, sin biodiversidad y sin futuro».

El medioambiente influye en nuestra salud y en nuestra esperanza de vida y, según recientes estudios, ambas se están viendo afectadas negativamente. Por primera vez, la esperanza de vida se está reduciendo a nivel global.

El problema de la energía

Para este asunto, aporta soluciones concretas, como poner placas solares en suelos ya construidos e industriales, y nunca en zonas naturales. Sin embargo, el autor critica que, con el pretexto de una transición energética, las cortes españolas hayan aprobado leyes que reducen las exigencias ambientales de centrales eólicas y solares. Y para colmo de males, la UE ha calificado como «energías verdes» el gas y la nuclear, de forma que puedan beneficiarse de todas las ventajas económicas y fiscales, como si realmente fueran renovables y sostenibles. También advierte Valladares de las falsas soluciones —como apostar por la energía de fusión nuclear o por el hidrógeno—, y nos recuerda que «el hidrógeno no es una fuente de energía primaria, sino que es un vector energético» (una forma de almacenar energía). Y aclara que «puede tener un papel interesante allí donde no es posible la electrificación», por ejemplo en el transporte, pero siempre acompañada de medidas que eviten el despilfarro. Como ejemplos, de ese consumo desmedido y fácilmente evitable, pone los alumbrados navideños. Otra tecnología que califica como innecesaria es la captura de carbono.

Para este científico, la disminución en el consumo debiera ser estratégica y consolidada, y no meramente coyuntural. La ciencia nos advierte de que ya se han disparado o están a punto de hacerlo nueve de los quince puntos de inflexión identificados (tipping points), valores del sistema ecológico que, una vez alcanzados, se vuelven incontrolables e irreversibles. Como científico, conoce las múltiples consecuencias de la crisis climática y sabe que no todas son percibidas por la población general. De hecho, es frecuente que se tomen medidas contraproducentes. Como ejemplo, subraya la retirada de la madera muerta de los bosques con el absurdo pretexto de limpiarlos. Téngase en cuenta que la madera muerta es esencial en la fertilidad del suelo, para la biodiversidad y también como almacén de carbono (léanse aquí otras medidas para evitar los incendios forestales).

Otro consejo que nos regala en nombre de la ciencia es dejar los combustibles fósiles en el subsuelo, porque son más útiles como almacenes de carbono que como combustibles. Cada décima de grado que consigamos que deje de subir la temperatura global, supone ahorrar mucho sufrimiento y cuantiosas pérdidas económicas.

Política y economía

El libro sostiene que la política se ha subordinado a la economía. Es grave porque «la solución a la crisis no es científica ni tecnológica, sino social y política». Los pocos tratados internacionales (como el Acuerdo de París o de otras COP) nunca se cumplen, porque se anteponen los beneficios económicos a la vida de las personas y las decisiones políticas no se ajustan a los límites físicos del planeta ni a las leyes de la ecología. Y no olvidemos que: «sin ecología no hay economía» (véase este interesante gráfico) y que el PIB no mide el valor de la riqueza natural. Más aún, contaminar y dañar el medioambiente es barato o incluso está subvencionado.

Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"

Lee también un resumen de este libro de Yuval N. Harari.

Cuando pone el foco en los problemas del neoliberalismo (magistralmente explicados también por Naomi Klein), indica que el sistema no favorece la distribución de la riqueza, sino la acumulación y el aumento de la desigualdad. Todo esto ya está provocando millones de refugiados ambientales que generan tensiones difíciles de solucionar. Y advierte: «el capitalismo se está quebrando», porque el ser humano ha estado demasiados años viviendo a costa de una tecnología que se basa principalmente en el uso de energía barata no renovable (es lo que llama, Homo tecnologicus, primo del Homo oeconomicus).

El capitalismo ha reventado varios límites planetarios y «la fiesta de la riqueza y el derroche (…) no nos deja dormir, descansar, reflexionar ni tener mucho tiempo para nosotros mismos». A poco que pensemos, llegamos una y otra vez a la misma conclusión que ya alcanzaron filósofos presocráticos: ni el sobreconsumo ni el trabajar en exceso nos hace más felices.

La agnotología es el estudio de la producción y diseminación de la ignorancia, el engaño y la duda, a menudo de forma deliberada, para servir a intereses específicos, como la industria o la política. El autor resalta cómo, usando el poder de las redes sociales o de personas influyentes, se niegan conclusiones científicas o la realidad más evidente. Cuando se investiga un poco, es fácil concluir que los interesados en generar dudas e ignorancia suelen tener intereses en ello. A veces, son personas que solo buscan ser aceptadas en su grupo social y que, para ello, renuncian a su espíritu crítico o a expresar su opinión sincera. Evitar esto es complejo, entre otros motivos, por el principio de la asimetría de la estupidez que reza que se necesita más energía y más palabras para refutar una estupidez que para producirla.

Por supuesto, hay espacio en estas páginas para criticar un sistema educativo, incluyendo universidades. Estamos más interesados en formar a trabajadores sumisos que a personas críticas. En la misma línea de economistas como Georgescu-Roegen, Valladares lamenta la mala educación científica y ecológica que se imparte en las facultades de economía. Pone como ejemplo la curva de Kuznets, que se usa para hacer creer que, a mayor renta, la población es más respetuosa con el medioambiente. O sea, se intenta hacer creer que con más tecnología, se disminuye el impacto ambiental. La realidad es que ocurre justo lo contrario, y está demostrado desde los años 80 del pasado siglo.

Por fortuna, tenemos ejemplos en los que la humanidad ha sido capaz de ponerse de acuerdo para avanzar, como son la Declaración Universal de Derechos Humanos, el Protocolo de Montreal o la Agenda 2030. Para Fernando Valladares, la Agenda 2030 es magnífica, pero no se está cumpliendo.

El caso de Andalucía

Para explicar lo que está pasando a nivel mundial, pone el ejemplo de Andalucía, una tierra rica y fértil, pero llena de focos de pobreza (extrema en no pocos casos). Andalucía produce multitud de materias primas que se llevan a las ciudades: a Madrid y a toda Europa. Esto supone exportar ingentes cantidades de agua desde una región seca a otras regiones con más abundancia de dinero y de agua. En resumen, la producción sucia de energía y alimentos de las regiones ricas, se realiza en regiones empobrecidas, generando problemas ambientales y sociales.

Andalucía produce alimentos con abusos e injusticia, desde Huelva a Almería. En Huelva se producen fresas y frutos rojos que dejan sin agua zonas tan valiosas como el Parque Nacional de Doñana. Esta aberración se explica por dos detalles muy sencillos: a) No se paga un precio justo por el agua ni por el desastre ecológico de su abuso. b) No se pagan salarios dignos. Las fresas de Huelva no serían rentables si los salarios fueran tan dignos como los de las personas que compran esas fresas en las metrópolis del mundo. Con este ejemplo de Andalucía, se muestra por qué y cómo los ricos siguen acumulando riqueza a costa de no pagar con justicia (ni salarios, ni daños ambientales, etc.).

Opciones posibles: decrecimiento con prosperidad

«Los científicos podemos ayudar», afirma Valladares, pero resalta que «la decisión está en manos de la gente», que el optimismo no está justificado y que hay que tomar decisiones. «Podemos apurar los recursos que aún quedan y reventar el clima planetario, o dejar el 60% del gas y el petróleo y el 90% del carbón en el subsuelo y no entrar en escenarios climáticos apocalípticos». Una vía necesaria es la que se ha llamado decrecimiento, pero aclara que debe hablarse más de prosperidad; y que esta vía es distinta a la recesión. Resumiendo, este decrecimiento debe basarse en crecer en sectores que produzcan bienestar real y general, y se basa en cinco claves (Hickel et al., Nature 2022):

  1. Reducir la producción menos necesaria: carne, lácteos, moda rápida, publicidad, automóviles, aviación
  2. Mejorar los servicios públicos.
  3. Apoyar los empleos verdes: renovables, regeneración de ecosistemas, servicios sociales…
  4. Reducir la jornada laboral y rebajar la edad de jubilación.
  5. Sociedad sostenible: cancelar deudas injustas en países pobres, frenar la desigualdad

Ante el colapso que parece inevitable, el libro aclara que hay varios tipos de colapsos (financiero, económico, político, social, ecológico, cultural) y explica las cinco fases de un gran colapso según Duane Elgin en el proyecto Choosing Earth. Podemos afirmar que, dependiendo de qué región evaluemos, la Tierra ya está en la primera o en la segunda fase. La última es la extinción de la humanidad, pero la tercera y la cuarta no son nada agradables para casi nadie. Para afrontar esto, tenemos básicamente tres opciones:

  1. No hacer nada, lo cual nos llevará a un colapso nada agradable.
  2. Aceptar gobiernos autoritarios, que podrían ser incluso peor que el colapso o parte del mismo. Algunos hablan del ecofascismo como un ecologismo muy radical que podría incluso controlar la reproducción humana para evitar la superpoblación.
  3. Transformar nuestra sociedad. Aquí tendrían cabida «comunidades modestas que buscan independencia energética, autoabastecimiento y cooperación».

Basura y propaganda

Fernando Valladares referencia al gran Félix Rodríguez de la Fuente cuando advertía —en 1972— sobre el problema de la basura: coches, bolsas, envases, venenos en la sangre… Y acababa diciendo: «No cabe duda de que la nuestra puede llamarse la civilización de la basura» (no se pierdan el vídeo).

También se destapan expresiones que esconden la realidad y que hemos denunciado múltiples veces desde Blogsostenible, tales como economía circular, desarrollo sostenible, crecimiento verde y el greenwashing

La maximización de beneficios en el ámbito empresarial tiene «graves déficits éticos» que, a pesar de ser también evidentes, no parecen importar a los culpables. La razón parece estar en que vemos como «objetos impersonales y sin derechos» a las plantas, los animales o los ecosistemas. De hecho, los comportamientos egoístas también se dan contra otros humanos. Algunos estudios arrojan que es «suficiente con no concretar mucho la identidad de los afectados». Es decir, cuando no se conoce a los que sufren es más fácil mentir y dañarlos, sin sentimiento de culpa. Y para facilitar este egoísmo, tenemos lo que Valladares califica como «la deshonestidad a escala industrial», la propaganda, una herramienta que consigue con eficacia justificar lo injustificable de cara a la opinión pública.

Desafíos

Ante la magnitud del problema, se declaran ocho familias de desafíos «que requieren hablar claro» y que resumimos a continuación:

1. Desafíos naturales: la letra pequeña del contrato con la naturaleza

En este punto se resalta la importancia de la prevención. Por ejemplo, «prevenir pandemias es mil veces más rentable que hacer frente a una sola». Sin embargo, la obsesión por las ganancias rápidas impide maximizar beneficios a largo plazo para la humanidad. Para evitar pandemias, propone tres medidas clave: 1) detener la deforestación en zonas tropicales, 2) limitar el comercio de especies, y 3) establecer una red de alerta y control temprana de pandemias. Y advierte: «Tendemos a pensar que conservar la naturaleza es un lujo costoso, un gasto superfluo propio de sociedades ricas. Deberíamos ir actualizando esta noción porque la realidad es muy diferente. De hecho, el presupuesto dedicado a conservar la naturaleza no debe ser considerado un coste, sino una inversión. Y de las más rentables: nos devuelve mil euros por cada euro que invertimos».

En el último medio siglo, la población se ha duplicado, pero la economía global se ha cuadriplicado y, como bien dijo De Jouvenel, todo crecimiento económico procede de explotar la naturaleza. Por eso, es preciso aplicar mecanismos de bioeconomía y de Soluciones Basadas en la Naturaleza (SBN), pero sin pecar de un exceso de optimismo, porque no podemos seguir despilfarrando como se ha hecho hasta ahora. El objetivo sería fabricar bienes renovables, reutilizables y reciclables para conservar los ecosistemas. Pensemos en que «las economías más grandes invierten más en biodiversidad, en magnitud bruta, pero que, si se corrigen los datos teniendo en cuenta el PIB, ¡los países más ricos invierten proporcionalmente menos que los menos ricos!». Y no olvidemos que el PIB mide el destrozo ambiental mejor que el bienestar de un país.

2. Desafíos sanitarios: sanidad pública, prevención y transparencia

En la facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid hay una asignatura titulada: O cambiamos de conducta o cambiamos de planeta. Su objetivo es la educación ambiental para que los futuros médicos entiendan la relación entre medioambiente y salud. Valladares hace hincapié en la importancia de este tipo de educación y en tres aspectos clave de las políticas sanitarias de un país, aportando escandalosos datos para el caso de España:

  1. Invertir en prevención es rentable. Algunos estudios sugieren que se ahorran 7 euros por cada euro que se invierte en prevenir. España invierte muy poco en prevención.
  2. La sanidad pública de calidad es esencial. La sanidad privada intenta maximizar sus beneficios y deja, inevitablemente, a muchos enfermos sin tratar. Los países en los que predomina la sanidad privada tienen peor salud media, porque la salud de unos influye en la de los demás, lección que debimos aprender en la pandemia de COVID-19.
  3. No hay transparencia en las políticas de salud ni en el gasto farmacéutico. Las empresas farmacéuticas controlan gran parte de las políticas y consiguen engañar a pacientes y a médicos para maximizar sus beneficios.

 3. Desafíos energéticos: reducir y reconducir

Aquí se pregunta: ¿Cuánta energía necesitamos para estar sanos y felices? La respuesta es terrible porque, por ejemplo, España podría ahorrar la mitad de la energía que consume. Por su parte, Estados Unidos solo necesitaría la quinta parte. Y eso, sin empeorar ninguna métrica relevante ni de salud ni de felicidad.

En este apartado, también propone retomar el debate sobre el pico del petróleo, y avisa que el sobreconsumo de energía nos lleva a graves amenazas medioambientales y a una escasez sin precedentes. Por tanto, es urgente unir la reducción energética a la transición energética.

4. Desafíos económicos: el caso de Ibiza

Valladares se lamenta de la falta de democracia que afecta a la economía: «Las decisiones económicas las toma el 1% de la humanidad» (pero nos afectan a todos). También recuerda aquí al gran Georgescu-Roegen, y sus palabras: «el verdadero producto del proceso económico es (o debería ser) un flujo inmaterial: el placer de vivir». En cambio, sabemos que la avalancha de materialismo no hace feliz a nadie y que nos lleva a sobrepasar los límites planetarios.

Tras eso, critica la llamada economía de escala, un proceso por el que las industrias pretenden bajar los costes aumentando la producción. Cuando se logra, los precios bajan y aumenta el consumo. A cambio, el impacto ambiental se dispara. «Empresas y consumidores están demasiado ocupados con producir y consumir». Por tanto, el control debe ser por parte de la clase política. Otro ejemplo de esta economía de escala lo pone en las macrogranjas: «En España y en muchos otros países crece el número de vacas y cerdos, pero disminuye el número de granjas». La producción industrial de carne conlleva graves problemas ambientales y un enorme sufrimiento animal.

El libro trata temas como la agroecología, la economía de los cuidados, y la agricultura regenerativa; y explica cómo las industrias alimentarias presionan a los agricultores que, en muchos casos, llegan a vender «a pérdidas», es decir, por debajo del valor de producción.

Con el ejemplo de la isla de Ibiza, explica los daños a nivel planetario de vivir con enormes lujos (jets privados, campos de golf, etc.): «el lujo (…) se apoya en una idea que en el fondo es muy simple: que las externalidades (esos impactos negativos en los bienes y servicios públicos, en los recursos naturales y en el medio ambiente) las paguemos entre todos». Y añade: «Si los costes ambientales de un crucero se repercutieran en el precio, muy poca gente podría subirse a uno de estos barcos».

Este científico alaba los trabajos de dos economistas muy especiales. La primera es Kate Raworth y su economía de rosquilla, la cual analizamos junto con las propuestas del documental HOPE! de Javier Peña (muy recomendable). Ella afirma que la economía actual no funciona y que es incapaz de predecir ni de impedir las crisis financieras, ni la pobreza extrema, ni la acumulación de riqueza, ni la degradación del medioambiente. En síntesis, sugiere abandonar el crecimiento y centrarse en una economía sostenible.

La segunda economista es Mariana Mazzucato que, con propuestas simples y sensatas, podría revolucionar el planeta. Mazzucato plantea acabar con esas inversiones del Estado que enriquecen a una minoría y dejan los riesgos y los costos para una mayoría. Por ejemplo, este es el caso de la energía nuclear. El objetivo sería exigir que, para que el Estado invierta en algo, los beneficios deben repercutir en las arcas públicas. Esto es contrario a las teorías de Milton Friedman, un economista neoliberal defensor del libre mercado que ha perjudicado enormemente a diversas sociedades, particularmente en Latinoamérica.

El autor también propone aumentar el compromiso y la ambición, inspirándose en el viaje a la Luna: si fuimos capaces de ese enorme logro, deberíamos ser capaces de transformar el capitalismo ahora.

5. Desafíos políticos y jurídicos: sobre corrupción, fraudes…

«La democracia representativa no funciona», sostiene Valladares: «Los representantes no representan, y los problemas importantes quedan postergados por cuestiones urgentes y cortoplacistas». Los políticos «solo escuchan a la ciencia cuando conviene a sus intereses electorales», lo cual se suma a la corrupción que siempre se mueve por el sistema. «No podemos esperar a que la política solucione los problemas ambientales sin el apoyo decidido y amplio de la sociedad». También denuncia lo que llama obsolescencia científica, según la cual los científicos y sus conclusiones son ignorados a pesar de la buena valoración social de su trabajo.

En no pocos casos, políticos y jueces se unen para provocar fraudes de ley: legalizar pozos ilegales, falsear datos, fraccionar proyectos para que su impacto ambiental parezca menor, etc. En España eso ha pasado en demasiados casos: Marina de Valdecañas, Algarrobico, Doñana, mar Menor

Los políticos, en general, está mal formados y desinformados y, además, «para desolación de analistas, los políticos (…) son tan incompetentes que toman decisiones que ni maximizan el bien común ni tampoco su propio bien».

6. Desafíos a la democracia: ideología y religiosidad

Entre las distintas ideologías y religiones hay enormes diferencias, pero ante los problemas que nos amenazan, esta obra concluye que «resulta más práctico a estas alturas repasar lo que nos une». A veces, se rechazan propuestas solo porque proceden de otro bando, o incluso porque no interesan o son incómodas. Un ejemplo que cita el libro es la encíclica Laudato Si del papa Francisco, un auténtico manual social y ecoanimalista que los católicos han ignorado con absoluta contundencia.

Daniel Innerarity afirma que la izquierda juega en desventaja, ya que se enfrenta a una derecha que reivindica una vida más despreocupada y espontánea. Ser negacionista es más fácil que actuar con responsabilidad. Valladares sugiere que el activismo ecologista utilice «una de las emociones más mundanas y mejor valoradas»: el placer. Puede no ser fácil, especialmente en las clases más adineradas que han hecho del despilfarro su seña de identidad.

Para Johann Hari, a menor capacidad de concentración más fácil es sentirse atraídos por soluciones autoritarias y simplistas (como las de la extrema derecha). Y algunas causas para este antecedente están en el abuso de las redes sociales y de las nuevas tecnologías (smartphones, videojuegos…). Y con eso, también perdemos salud y democracia.

7. y 8. Desafíos sociales y el fracaso del sistema educativo

Valladares coincide en lo que hemos repetido (quizás aún no demasiado): queremos una educación para formar personas, no meros trabajadores; una educación que sepa sacar partido del tipo de inteligencia que tenga cada uno, tipos como los que establece Howard Gardner: visual-espacial, lógico-matemático, naturalista, creativo, colaborativo, etc. El libro echa en falta una buena educación ambiental en todo el sistema educativo, particularmente en las escuelas de Empresariales y de Económicas (algo compartido con Georgescu-Roegen y De Jouvenel como se ha apuntado más arriba).

Escrito antes del apagón de España en 2025, el libro ya advierte de esa posibilidad y lo pone como ejemplo de los casos en los que los políticos prefieren no ahondar para no alarmar. Pero como ocurre siempre, mirar hacia otro lado no disminuye ningún riesgo y, más bien, suele aumentarlos. También se muestra partidario de la protesta pacífica y la desobediencia civil por parte de toda la sociedad, pero en particular de los científicos como él, los cuales son conscientes tanto del problema ambiental como de que los otros métodos no están alertando al nivel necesario. De hecho, el autor ha participado en protestas y ha sido arrestado por ello. Así, ensalza los casos en los que los fiscales han dicho ser conscientes del desastre ambiental y, por tanto, se han negado a procesar a los activistas climáticos.

Conocemos la solución. ¿Por qué no la aplicamos?

La primera de las zancadillas que describe el libro es el negacionismo, ese cerrar los ojos a la realidad científica por ser una verdad incómoda y que, de aceptarla, requeriría cambios importantes. Los negacionistas no suelen ser muy numerosos, pero su activismo les conduce a ser más influyentes de lo que cabría esperar. Recordemos que lanzar un bulo es más fácil que desmentirlo. En Estados Unidos, los negacionistas antivacunas hicieron que ese país tuviera grandes proporciones de contagios y de muertes, en comparación a otros similares. Algunos negacionistas tienen intereses (económicos) en que la verdad no se sepa. En ese caso, Valladares recomienda denunciar para que la ley actúe.

Un tipo de negacionistas son los colapsistas (que piensan que el colapso global es inevitable). También están los tecnoptimistas (que opinan que la tecnología nos salvará). Incluso hay científicos llamados mercaderes de la duda que se encargan sencillamente de plantear dudas, incluso donde el consenso científico es enorme. Valladares advierte que muchas universidades mantienen cátedras de pseudoinvestigación financiadas por petroleras, cementeras o industrias cárnicas.

En otro lugar están los que creen en los milagros o dicen creer en ellos. Abundan entre los políticos, por ejemplo cuando prometen agua para todos o cosas contradictorias (como bajar impuestos y aumentar las prestaciones sociales, o reducir las emisiones y bajar los precios de los combustibles). En demasiadas ocasiones, la sobreexplotación de recursos produce unos daños que pasan a los habitantes y a futuras generaciones. Las empresas no tienen problemas en mudarse a otro lugar cuando ya han sacado sus beneficios. En muchos casos, los delitos prescriben cuando se intentan perseguir.

Valladares advierte de la paradoja de que «es la propia producción industrial de comida la que ha provocado y provoca malnutrición y hambre global». Por tanto, habría que reducir la producción alimentaria y distribuir mejor, para evitar tanto la sobrealimentación como el tirar un tercio de la comida que se produce.

Otra zancadilla es el egoísmo. Por ejemplo, lo vemos en el turismo, a veces camuflado como ecoturismo. Valladares comenta los casos en los que los turistas contagian enfermedades mortales a la fauna que desean ver en libertad. También influye el egoísmo en la industria de la carne, la de pesticidas, la del plástico y la petrolera, que están aplicando las mismas prácticas que en su día utilizó la industria del tabaco: mentir, ocultar informes, desinformar, presionar, pagar a políticos y a científicos, etc. Por este motivo, se están poniendo denuncias a diversas empresas.

Otro problema está en el tecnoptimismo ya comentado y en el ecomodernismo (creer que es posible el desarrollo tecnológico indefinido y reducir el impacto ambiental basándose en mejoras en eficiencia y olvidando la paradoja de Jevons o efecto rebote). Ambas tendencias no son conscientes de que es la tecnología la que ha generado el problema y que es peligroso confiar las soluciones a inventos que aún no existen.

Valladares continúa criticando la hipocresía generalizada que usan desde gobiernos (véase el Pacto de París) o desde empresas, por ejemplo con las mentiras del greenwashing, tan naturalizadas que apenas escandalizan ni cuando usan lemas descarados. Entre los pecados de esta estrategia están la omisión de información, la falta de pruebas, las etiquetas falsas, la vaguedad, la mentira, crear falsas esperanzas, planes de compensación de emisiones dudosos y, sobre todo, poner el beneficio económico por encima de personas y medioambiente. Ante la alarma general de este tipo de abusos, la Comisión Europea está trabajando para acabar con ellas, lo cual demuestra que la presión social influye en los políticos.

El investigador ahonda en varios casos de hipocresía terribles para la Historia, de los que comentaremos aquí solo tres:

  1. En la Guerra de Vietnam y durante diez años, Estados Unidos roció de Agente Naranja grandes zonas de bosques y cultivos de Vietnam, Laos y Camboya. Resultaron afectados millones de ciudadanos por varias enfermedades y malformaciones al nacer (físicas e intelectuales). El gobierno de Estados Unidos ha indemnizado a sus soldados veteranos afectados, pero las víctimas en Asia siguen sin tener, ni siquiera, el reconocimiento por parte del culpable americano.
  2. El segundo caso de hipocresía brutal está en la Unión Europea que aprovechó la crisis energética por la invasión de Ucrania por parte del ejército ruso de Putin, para decir que a partir de entonces la energía nuclear y el gas serían consideradas energías limpias y poder, así, ser subvencionadas con dinero público (lo cual demuestra que no son energías muy rentables por sí mismas; y eso sin valorar los daños y costos completos de su contaminación).
  3. El tercer ejemplo de hipocresía es el caso de la empresa española Ecoembes, supuestamente dedicada al reciclaje de envases pero que, en la práctica, su tarea es blanquear las empresas que más contaminan con plásticos el planeta completo.

En el apartado de errores, Valladares incluye el hacer lo que siempre se ha hecho o la huida hacia adelante. Aquí, critica las quemas del monte que hacen los ganaderos (en Asturias en particular) o las ampliaciones de las estaciones de esquí en el contexto de crisis climática actual. En vez de prohibir el esquí alpino y otros deportes terriblemente nocivos, nuestra sociedad los fomenta. Otros ejemplos de esta huida son: regar cultivos de secano, ampliar los regadíos, construir embalses que destruyen nuestros ríos o que prestigiosos bancos, incluyendo el BCE, financien industrias tan sucias como los agronegocios que destruyen el Amazonas, por no hablar de la financiación del genocidio de Israel.

¿Qué podemos hacer?

«Debemos vivir con menos sin sentir que eso sea un retraso. Si lo sentimos como un retraso, no habremos entendido nada y, sobre todo, no avanzaremos más que a la fuerza». Fernando Valladares está conforme en esto con Linz, Riechmann y Sempere, autores del también recomendable libro Vivir (bien) con menos. Para avanzar en el cambio que se requiere, además de las ideas comentadas anteriormente y algunas que se incluyen en la Cadena Verde, nos alienta diciendo que: «es suficiente con que entre un 10 y un 20 % de la población muestre el conocimiento y la valentía necesarios para que los cambios se produzcan». Es decir, no hace falta concienciar y movilizar a una mayoría, sino que basta con una minoría bien activada. Es decir, si apenas un cuarto de la población tiene claro que hay que hacer algo, ese algo se hará. Ha sucedido con muchas cosas, tales como el matrimonio igualitario o la lucha contra el tabaco.

Ser activista, mantenerse activo, es importante porque reduce el riesgo de la ecoansiedad y de la solastalgia. También aboga por «recuperar el peso de las humanidades», dejar de instrumentalizar la naturaleza (lo cual deshumaniza a la humanidad), y por trabajar en los Objetivos de Desarrollo Interior (ODI), que son una recopilación de «cualidades basadas en la ciencia para vivir vidas con propósito, sostenibles y productivas», además de ser la base para conseguir los famosos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. Resumiendo mucho, los ODI se apoyan en cinco dimensiones:

  1. SER (relación con uno mismo). Cultivar lo que uno es: autoconciencia, presencia, responsabilidad, integridad, autenticidad, etc.
  2. PENSAR (habilidades cognitivas). Incluye aspectos como el pensamiento crítico, perspectiva, visión a largo plazo, etc.
  3. RELACIONARSE (cuidar de lo demás). Entender la conexión con todo, incluyendo lo que aún no ha nacido: gratitud, alegría, humildad, empatía, amabilidad, compasión…
  4. COLABORAR (habilidades sociales). Es importante la capacidad de escuchar, de defender las opiniones propias, de gestionar conflictos de forma constructiva, de fomentar la colaboración, etc.
  5. ACTUAR (mover al cambio). Para transformar la realidad son útiles cuestiones como el optimismo, evaluar las decisiones, la creatividad, la esperanza, la perseverancia, el compromiso, la paciencia, etc.

Valladares no es ajeno a la dificultad de ser ecologista responsable, pues para ello pareciera que se necesita tener multitud de conocimientos. Sin embargo, él aboga por intentarlo, preferentemente en grupo, y sugiere unir dos movimientos que ahora están demasiado separados, ecologismo y sindicalismo, porque ninguno de los dos triunfará por separado. Las asambleas ciudadanas son también un mecanismo de acción que impulsa el cambio y mejora la propia democracia. Como curiosidad, indica que los premios Global Good Awards recompensan el ingenio para mejorar el medioambiente; y añade: «Si necesitamos inspiración aquí podemos encontrar bastante. Si ya tenemos inspiración, aquí podemos canalizarla».

Otra cualidad a tener en cuenta es la amabilidad, con uno mismo y con los demás, lo cual conlleva grandes beneficios según la ciencia: menos estrés, más felicidad y autoestima, mejor salud… La gente amable suele cuidar bien de sí misma y hacer tareas de voluntariado. Además, esta herramienta es tan contagiosa como un virus. Relacionado con esto, el libro comenta los conceptos del ikigai japonés, del ubuntu sudafricano, el trastorno por déficit de naturaleza y la revolución jurídica que supone otorgar derechos a la naturaleza (ya hecho en casos como el del mar Menor en España). También, resalta la necesidad de empatía, paciencia y humor.

El libro nos explica, con ejemplos, el enorme poder de recuperación de la naturaleza, cuando se la deja. De ahí que, una de las herramientas más poderosas para revertir la degradación ambiental sea la renaturalización, el dejar espacios para que la naturaleza se autogestione y tener la humildad de reconocer que ella lo hace mejor que cualquier ingeniero por muy forestal que pretenda ser. Uno de los casos que cita está en los efectos positivos del confinamiento por el COVID-19: avances en fauna y flora; y mejoras en la calidad del agua y del aire.

Por su profesión, Valladares defiende la ciencia y sus conclusiones (particularmente las ambientales) y, aunque la ciencia pueda equivocarse, tiene mecanismos de corrección. A la vez, lamenta la difusión de información falsa o fuera de contexto que, según la agnotología, provoca una polarización que no ayuda ni para aplicar soluciones efectivas ni para fomentar la necesaria conversación.

Del pasado al futuro: ideas para la transición

Este autor habla del llamado fraude del Neolítico que magistralmente explicó Harari en su obra Sapiens. La idea básica es que nos han engañado cuando nos inculcan que los avances del Neolítico —básicamente, la agricultura, la ganadería y algunas mejoras tecnológicas— fueron un avance para la humanidad. Según algunos intelectuales, en realidad fue un retroceso, al menos por estos factores:

  1. La sedentarización solo tuvo consecuencias negativas para la salud humana, pues nuestros cuerpos han evolucionado durante cientos de miles de años para estar en movimiento. Tampoco ayudó a la salud el recibir una dieta menos variada.
  2. La domesticación de los animales (ganadería) provocó infecciones (zoonosis).
  3. La agrupación en ciudades facilitó el crecimiento de parásitos (chinches, garrapatas, pulgas, mosquitos…).
  4. Se abrieron demasiadas puertas hacia graves impactos en los ecosistemas.
  5. Los problemas psicológicos (como la depresión) son mayores hoy en día. Se sabe cómo evitarlos: aumentar el contacto con la naturaleza, mejorar los vínculos sociales, tener una dieta saludable y una infancia menos competitiva.

En cualquier caso, aunque las sociedades antiguas tuvieran ciertas ventajas, hay que aceptar que también tenían inconvenientes y, sobre todo, que los cambios son irreversibles, por lo que lo más inteligente es aprender de la historia y de la ciencia.

El colapso y la extinción de nuestra propia especie son opciones posibles, pero la obsesión no ayuda; y el perderse lo bueno que tiene el presente tampoco. Valladares nos advierte que hay distintas formas de afrontar ese colapso y que, para hacerlo bien, es importante reducir el nivel de desigualdad, algo que considera tóxico y que «mina la confianza, resta credibilidad a la democracia, erosiona el bien común y nos aleja de un relato esperanzador». Como punto positivo, añade que el análisis de las catástrofes que llevó a cabo Rutger Bregman arroja que el ser humano tiende más a cooperar que a competir, especialmente en momentos difíciles.

En cualquier caso, la insostenibilidad ecológica genera inestabilidad geopolítica y, posiblemente, violencia (guerra). Esa es solo una de las consecuencias de la crisis climática. Por tanto, los esfuerzos para mitigar el cambio climático deben también verse como una inversión en seguridad internacional. Según esto, la austeridad ecológica sería, para toda la población, un sacrificio aceptable y deseado.

En línea con el magnífico libro En la espiral de la energía, otros científicos también proclaman la necesidad de simplificar nuestras sociedades (Ted Trainer, Murray Bookchin, Jason Hickel…). Hay que entender que, por ejemplo, «las energías renovables no pueden mantener una sociedad consumista» (por muchas ventajas que en verdad tengan) y que necesitamos una economía orientada a las necesidades (y no a los caprichos) para construir una sociedad en la que la gente encuentre recompensas por el hecho de vivir de manera sencilla. El objetivo sería pasar del «hacer más con menos» (que nos lleva al colapso) al «vivir mejor con menos» (que nos lleva a una felicidad asequible en la era del decrecimiento o poscrecimiento). Así, necesitamos fomentar valores como la cooperación, la empatía, escuchar a los demás, etc. Y con ello estaremos más abiertos a reducir la desigualdad (aquí dejamos siete medidas para ello) y a vivir dentro de los límites planetarios, entendiendo que el ser humano no puede vivir de espaldas a la naturaleza como si fuera algo externo y ajeno.

Para Valladares es importante recalcar que «el colapso ecológico y la desigualdad económica se encuentran entre nuestros mayores retos globales contemporáneos, y ambas cuestiones están completamente entrelazadas». Por eso, como se ha propuesto tantas veces, es importante establecer una «tasa a los megarricos» que él sugiere que sea de entre el 1,5 y el 3% solo para las 65 mil personas más ricas (con más de 100 millones de dólares). Por supuesto, también hay que tomar medidas contundentes, como prohibir los jets privados, y educar para ir «aboliendo el consumismo y la adoración de lo superfluo».

El libro termina diciendo algo obvio: dado que somos nosotros, los humanos, los que hemos generado el problema, también nosotros tenemos el poder de modificar nuestros actos para alcanzar un futuro mejor.

♦ Información relacionada:

  1. Otros libros ECO resumidos para captar su esencia en poco tiempo. Por ejemplo:
  2. Dos grandes errores de la humanidad (el segundo aún podemos remediarlo).
  3. La agricultura de hoy debería ser como la de mañana.
  4. Los científicos vuelven a avisar del colapso que vendrá si seguimos sin reaccionar.
  5. Sin comer por el clima, las macrogranjas, los combustibles fósiles…
  6. La lista más completa de problemas y soluciones del campo español.
  7. Algunos libros del editor de Blogsostenible y de Historias Incontables.

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Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"

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Libro La recivilización, de Fernando Valladares (resumen)

Por: Pepe Galindo

Los conflictos bélicos de las últimas décadas han acabado con la vida de unas 400.000 personas cada año. En cambio, solo la contaminación atmosférica mata —actualmente y cada año— unos 9 millones de personas (22.5 veces más). Por su parte, el cambio climático se estima que mata a decenas de millones de personas anualmente. A pesar de esos datos, los humanos gastan en armamento más de cinco veces más que en abordar la crisis ambiental. Con esos impactantes datos comienza el libro de Fernando Valladares La recivilización (Planeta, 2023), un prestigioso científico español del CSIC. También habla de otro tipo de guerras absurdas y evitables (las comerciales y las de clase), de la desigualdad creciente y de los conflictos de la superpoblación y cómo se resolverían con educación y ecofeminismo.

El objetivo del libro es desmontar nuestro modelo socioeconómico. Este científico afirma que «sabemos cómo hacerlo y que, si lo conseguimos, viviremos más y mejor». Además, «contamos con la alianza de la ciencia» (esa que desoímos en demasiadas ocasiones).

Fernando Valladares nos cuenta que en nuestros parientes próximos tenemos dos ejemplos interesantes: mientras los chimpancés suelen recurrir a la violencia para resolver sus conflictos, los bonobos son mucho más pacíficos (y recurren al sexo para resolver tensiones).

Salud y producción de comida

«Érase una vez un planeta en el que vivía una especie que, produciendo el doble de la comida que necesitaba, dejaba a la décima parte de sus miembros con hambre. Una especie que tiraba un tercio de la comida en lugar de repartirla bien, mientras que muchos de sus miembros que accedían a la que sobraba enfermaban gravemente por comer en exceso. Una especie que, al producir tanta comida, ponía en riesgo el funcionamiento de todo aquel planeta. El planeta es la Tierra y la especie se llama a sí misma hombre sabio».

Sinteticemos diez datos sobre este tema:

  1. «La producción de alimentos es la actividad con la que los humanos provocan el mayor impacto sobre el medio ambiente».
  2. «Se calcula que la contaminación de las aguas por los fertilizantes excedentes es responsable de 1,36 millones de muertes evitables o prematuras cada año en el mundo».
  3. La PAC emplea dinero público que acaba generando daños a los humanos y a la biodiversidad en un modelo en el que «sobra comida». De ahí que califique a la PAC como «la forma más destructiva de usar el dinero público»; y como «un sistema completamente corrupto (…) que impide la renaturalización y la convivencia de los sistemas agrarios y ganaderos con la biodiversidad más elemental». Y así, «los subsidios van para personas y entidades ricas de Europa y de fuera de Europa»: grandes fortunas compran tierras en la UE y reciben enormes subvenciones por ellas.
  4. «Si admitimos de una vez que no hay que producir más comida, entonces la prioridad no puede estar más clara: proteger los ecosistemas afinando mucho el sistema de producción de alimentos para que no se vean afectados por él».
  5. «Una cuarta parte de lo que desechamos serviría para neutralizar la malnutrición en el mundo».
  6. Hay sectores a los que «no se sanciona por contaminar y a los que no les preocupa la mala distribución y organización del sistema alimentario global».
  7. «Solo en Europa mueren cada año más de 300 mil personas por consumir demasiada carne roja».
  8. «La agricultura y la ganadería determinan la contaminación atmosférica global causando indirectamente millones de muertes por esa vía».
  9. «Lo que comemos afecta a nuestra capacidad de concentración», y aboga por dietas vegetarianas, veganas o flexitarianas.
  10. «Conocemos muy bien los factores que aumentan los riesgos de que aparezcan enfermedades infecciosas y, como con el cambio climático, no hacemos mucho al respecto», lamenta Valladares. De seguir así, la probabilidad de pandemias aumentará cada año. Degradar ecosistemas y producir carne de forma intensiva es, en sus propias palabras, «una bomba de relojería». El COVID-19 podría ser un poco importante al lado de una pandemia realmente grave.

George Monbiot también alertó del problema del sistema alimentario, una industria en la que unos pocos inversores están ganando muchos millones mientras, en palabras de Valladares, «nos dejan sin agua, sin suelo, sin biodiversidad y sin futuro».

El medioambiente influye en nuestra salud y en nuestra esperanza de vida y, según recientes estudios, ambas se están viendo afectadas negativamente. Por primera vez, la esperanza de vida se está reduciendo a nivel global.

El problema de la energía

Para este asunto, aporta soluciones concretas, como poner placas solares en suelos ya construidos e industriales, y nunca en zonas naturales. Sin embargo, el autor critica que, con el pretexto de una transición energética, las cortes españolas hayan aprobado leyes que reducen las exigencias ambientales de centrales eólicas y solares. Y para colmo de males, la UE ha calificado como «energías verdes» el gas y la nuclear, de forma que puedan beneficiarse de todas las ventajas económicas y fiscales, como si realmente fueran renovables y sostenibles. También advierte Valladares de las falsas soluciones —como apostar por la energía de fusión nuclear o por el hidrógeno—, y nos recuerda que «el hidrógeno no es una fuente de energía primaria, sino que es un vector energético» (una forma de almacenar energía). Y aclara que «puede tener un papel interesante allí donde no es posible la electrificación», por ejemplo en el transporte, pero siempre acompañada de medidas que eviten el despilfarro. Como ejemplos, de ese consumo desmedido y fácilmente evitable, pone los alumbrados navideños. Otra tecnología que califica como innecesaria es la captura de carbono.

Para este científico, la disminución en el consumo debiera ser estratégica y consolidada, y no meramente coyuntural. La ciencia nos advierte de que ya se han disparado o están a punto de hacerlo nueve de los quince puntos de inflexión identificados (tipping points), valores del sistema ecológico que, una vez alcanzados, se vuelven incontrolables e irreversibles. Como científico, conoce las múltiples consecuencias de la crisis climática y sabe que no todas son percibidas por la población general. De hecho, es frecuente que se tomen medidas contraproducentes. Como ejemplo, subraya la retirada de la madera muerta de los bosques con el absurdo pretexto de limpiarlos. Téngase en cuenta que la madera muerta es esencial en la fertilidad del suelo, para la biodiversidad y también como almacén de carbono (léanse aquí otras medidas para evitar los incendios forestales).

Otro consejo que nos regala en nombre de la ciencia es dejar los combustibles fósiles en el subsuelo, porque son más útiles como almacenes de carbono que como combustibles. Cada décima de grado que consigamos que deje de subir la temperatura global, supone ahorrar mucho sufrimiento y cuantiosas pérdidas económicas.

Política y economía

El libro sostiene que la política se ha subordinado a la economía. Es grave porque «la solución a la crisis no es científica ni tecnológica, sino social y política». Los pocos tratados internacionales (como el Acuerdo de París o de otras COP) nunca se cumplen, porque se anteponen los beneficios económicos a la vida de las personas y las decisiones políticas no se ajustan a los límites físicos del planeta ni a las leyes de la ecología. Y no olvidemos que: «sin ecología no hay economía» (véase este interesante gráfico) y que el PIB no mide el valor de la riqueza natural. Más aún, contaminar y dañar el medioambiente es barato o incluso está subvencionado.

Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"
Lee también un resumen de este libro de Yuval N. Harari.

Cuando pone el foco en los problemas del neoliberalismo (magistralmente explicados también por Naomi Klein), indica que el sistema no favorece la distribución de la riqueza, sino la acumulación y el aumento de la desigualdad. Todo esto ya está provocando millones de refugiados ambientales que generan tensiones difíciles de solucionar. Y advierte: «el capitalismo se está quebrando», porque el ser humano ha estado demasiados años viviendo a costa de una tecnología que se basa principalmente en el uso de energía barata no renovable (es lo que llama, Homo tecnologicus, primo del Homo oeconomicus).

El capitalismo ha reventado varios límites planetarios y «la fiesta de la riqueza y el derroche (…) no nos deja dormir, descansar, reflexionar ni tener mucho tiempo para nosotros mismos». A poco que pensemos, llegamos una y otra vez a la misma conclusión que ya alcanzaron filósofos presocráticos: ni el sobreconsumo ni el trabajar en exceso nos hace más felices.

La agnotología es el estudio de la producción y diseminación de la ignorancia, el engaño y la duda, a menudo de forma deliberada, para servir a intereses específicos, como la industria o la política. El autor resalta cómo, usando el poder de las redes sociales o de personas influyentes, se niegan conclusiones científicas o la realidad más evidente. Cuando se investiga un poco, es fácil concluir que los interesados en generar dudas e ignorancia suelen tener intereses en ello. A veces, son personas que solo buscan ser aceptadas en su grupo social y que, para ello, renuncian a su espíritu crítico o a expresar su opinión sincera. Evitar esto es complejo, entre otros motivos, por el principio de la asimetría de la estupidez que reza que se necesita más energía y más palabras para refutar una estupidez que para producirla.

Por supuesto, hay espacio en estas páginas para criticar un sistema educativo, incluyendo universidades. Estamos más interesados en formar a trabajadores sumisos que a personas críticas. En la misma línea de economistas como Georgescu-Roegen, Valladares lamenta la mala educación científica y ecológica que se imparte en las facultades de economía. Pone como ejemplo la curva de Kuznets, que se usa para hacer creer que, a mayor renta, la población es más respetuosa con el medioambiente. O sea, se intenta hacer creer que con más tecnología, se disminuye el impacto ambiental. La realidad es que ocurre justo lo contrario, y está demostrado desde los años 80 del pasado siglo.

Por fortuna, tenemos ejemplos en los que la humanidad ha sido capaz de ponerse de acuerdo para avanzar, como son la Declaración Universal de Derechos Humanos, el Protocolo de Montreal o la Agenda 2030. Para Fernando Valladares, la Agenda 2030 es magnífica, pero no se está cumpliendo.

El caso de Andalucía

Para explicar lo que está pasando a nivel mundial, pone el ejemplo de Andalucía, una tierra rica y fértil, pero llena de focos de pobreza (extrema en no pocos casos). Andalucía produce multitud de materias primas que se llevan a las ciudades: a Madrid y a toda Europa. Esto supone exportar ingentes cantidades de agua desde una región seca a otras regiones con más abundancia de dinero y de agua. En resumen, la producción sucia de energía y alimentos de las regiones ricas, se realiza en regiones empobrecidas, generando problemas ambientales y sociales.

Andalucía produce alimentos con abusos e injusticia, desde Huelva a Almería. En Huelva se producen fresas y frutos rojos que dejan sin agua zonas tan valiosas como el Parque Nacional de Doñana. Esta aberración se explica por dos detalles muy sencillos: a) No se paga un precio justo por el agua ni por el desastre ecológico de su abuso. b) No se pagan salarios dignos. Las fresas de Huelva no serían rentables si los salarios fueran tan dignos como los de las personas que compran esas fresas en las metrópolis del mundo. Con este ejemplo de Andalucía, se muestra por qué y cómo los ricos siguen acumulando riqueza a costa de no pagar con justicia (ni salarios, ni daños ambientales, etc.).

Opciones posibles: decrecimiento con prosperidad

«Los científicos podemos ayudar», afirma Valladares, pero resalta que «la decisión está en manos de la gente», que el optimismo no está justificado y que hay que tomar decisiones. «Podemos apurar los recursos que aún quedan y reventar el clima planetario, o dejar el 60% del gas y el petróleo y el 90% del carbón en el subsuelo y no entrar en escenarios climáticos apocalípticos». Una vía necesaria es la que se ha llamado decrecimiento, pero aclara que debe hablarse más de prosperidad; y que esta vía es distinta a la recesión. Resumiendo, este decrecimiento debe basarse en crecer en sectores que produzcan bienestar real y general, y se basa en cinco claves (Hickel et al., Nature 2022):

  1. Reducir la producción menos necesaria: carne, lácteos, moda rápida, publicidad, automóviles, aviación
  2. Mejorar los servicios públicos.
  3. Apoyar los empleos verdes: renovables, regeneración de ecosistemas, servicios sociales…
  4. Reducir la jornada laboral y rebajar la edad de jubilación.
  5. Sociedad sostenible: cancelar deudas injustas en países pobres, frenar la desigualdad

Ante el colapso que parece inevitable, el libro aclara que hay varios tipos de colapsos (financiero, económico, político, social, ecológico, cultural) y explica las cinco fases de un gran colapso según Duane Elgin en el proyecto Choosing Earth. Podemos afirmar que, dependiendo de qué región evaluemos, la Tierra ya está en la primera o en la segunda fase. La última es la extinción de la humanidad, pero la tercera y la cuarta no son nada agradables para casi nadie. Para afrontar esto, tenemos básicamente tres opciones:

  1. No hacer nada, lo cual nos llevará a un colapso nada agradable.
  2. Aceptar gobiernos autoritarios, que podrían ser incluso peor que el colapso o parte del mismo. Algunos hablan del ecofascismo como un ecologismo muy radical que podría incluso controlar la reproducción humana para evitar la superpoblación.
  3. Transformar nuestra sociedad. Aquí tendrían cabida «comunidades modestas que buscan independencia energética, autoabastecimiento y cooperación».

Basura y propaganda

Fernando Valladares referencia al gran Félix Rodríguez de la Fuente cuando advertía —en 1972— sobre el problema de la basura: coches, bolsas, envases, venenos en la sangre… Y acababa diciendo: «No cabe duda de que la nuestra puede llamarse la civilización de la basura» (no se pierdan el vídeo).

También se destapan expresiones que esconden la realidad y que hemos denunciado múltiples veces desde Blogsostenible, tales como economía circular, desarrollo sostenible, crecimiento verde y el greenwashing

La maximización de beneficios en el ámbito empresarial tiene «graves déficits éticos» que, a pesar de ser también evidentes, no parecen importar a los culpables. La razón parece estar en que vemos como «objetos impersonales y sin derechos» a las plantas, los animales o los ecosistemas. De hecho, los comportamientos egoístas también se dan contra otros humanos. Algunos estudios arrojan que es «suficiente con no concretar mucho la identidad de los afectados». Es decir, cuando no se conoce a los que sufren es más fácil mentir y dañarlos, sin sentimiento de culpa. Y para facilitar este egoísmo, tenemos lo que Valladares califica como «la deshonestidad a escala industrial», la propaganda, una herramienta que consigue con eficacia justificar lo injustificable de cara a la opinión pública.

Desafíos

Ante la magnitud del problema, se declaran ocho familias de desafíos «que requieren hablar claro» y que resumimos a continuación:

1. Desafíos naturales: la letra pequeña del contrato con la naturaleza

En este punto se resalta la importancia de la prevención. Por ejemplo, «prevenir pandemias es mil veces más rentable que hacer frente a una sola». Sin embargo, la obsesión por las ganancias rápidas impide maximizar beneficios a largo plazo para la humanidad. Para evitar pandemias, propone tres medidas clave: 1) detener la deforestación en zonas tropicales, 2) limitar el comercio de especies, y 3) establecer una red de alerta y control temprana de pandemias. Y advierte: «Tendemos a pensar que conservar la naturaleza es un lujo costoso, un gasto superfluo propio de sociedades ricas. Deberíamos ir actualizando esta noción porque la realidad es muy diferente. De hecho, el presupuesto dedicado a conservar la naturaleza no debe ser considerado un coste, sino una inversión. Y de las más rentables: nos devuelve mil euros por cada euro que invertimos».

En el último medio siglo, la población se ha duplicado, pero la economía global se ha cuadriplicado y, como bien dijo De Jouvenel, todo crecimiento económico procede de explotar la naturaleza. Por eso, es preciso aplicar mecanismos de bioeconomía y de Soluciones Basadas en la Naturaleza (SBN), pero sin pecar de un exceso de optimismo, porque no podemos seguir despilfarrando como se ha hecho hasta ahora. El objetivo sería fabricar bienes renovables, reutilizables y reciclables para conservar los ecosistemas. Pensemos en que «las economías más grandes invierten más en biodiversidad, en magnitud bruta, pero que, si se corrigen los datos teniendo en cuenta el PIB, ¡los países más ricos invierten proporcionalmente menos que los menos ricos!». Y no olvidemos que el PIB mide el destrozo ambiental mejor que el bienestar de un país.

2. Desafíos sanitarios: sanidad pública, prevención y transparencia

En la facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid hay una asignatura titulada: O cambiamos de conducta o cambiamos de planeta. Su objetivo es la educación ambiental para que los futuros médicos entiendan la relación entre medioambiente y salud. Valladares hace hincapié en la importancia de este tipo de educación y en tres aspectos clave de las políticas sanitarias de un país, aportando escandalosos datos para el caso de España:

  1. Invertir en prevención es rentable. Algunos estudios sugieren que se ahorran 7 euros por cada euro que se invierte en prevenir. España invierte muy poco en prevención.
  2. La sanidad pública de calidad es esencial. La sanidad privada intenta maximizar sus beneficios y deja, inevitablemente, a muchos enfermos sin tratar. Los países en los que predomina la sanidad privada tienen peor salud media, porque la salud de unos influye en la de los demás, lección que debimos aprender en la pandemia de COVID-19.
  3. No hay transparencia en las políticas de salud ni en el gasto farmacéutico. Las empresas farmacéuticas controlan gran parte de las políticas y consiguen engañar a pacientes y a médicos para maximizar sus beneficios.

 3. Desafíos energéticos: reducir y reconducir

Aquí se pregunta: ¿Cuánta energía necesitamos para estar sanos y felices? La respuesta es terrible porque, por ejemplo, España podría ahorrar la mitad de la energía que consume. Por su parte, Estados Unidos solo necesitaría la quinta parte. Y eso, sin empeorar ninguna métrica relevante ni de salud ni de felicidad.

En este apartado, también propone retomar el debate sobre el pico del petróleo, y avisa que el sobreconsumo de energía nos lleva a graves amenazas medioambientales y a una escasez sin precedentes. Por tanto, es urgente unir la reducción energética a la transición energética.

4. Desafíos económicos: el caso de Ibiza

Valladares se lamenta de la falta de democracia que afecta a la economía: «Las decisiones económicas las toma el 1% de la humanidad» (pero nos afectan a todos). También recuerda aquí al gran Georgescu-Roegen, y sus palabras: «el verdadero producto del proceso económico es (o debería ser) un flujo inmaterial: el placer de vivir». En cambio, sabemos que la avalancha de materialismo no hace feliz a nadie y que nos lleva a sobrepasar los límites planetarios.

Tras eso, critica la llamada economía de escala, un proceso por el que las industrias pretenden bajar los costes aumentando la producción. Cuando se logra, los precios bajan y aumenta el consumo. A cambio, el impacto ambiental se dispara. «Empresas y consumidores están demasiado ocupados con producir y consumir». Por tanto, el control debe ser por parte de la clase política. Otro ejemplo de esta economía de escala lo pone en las macrogranjas: «En España y en muchos otros países crece el número de vacas y cerdos, pero disminuye el número de granjas». La producción industrial de carne conlleva graves problemas ambientales y un enorme sufrimiento animal.

El libro trata temas como la agroecología, la economía de los cuidados, y la agricultura regenerativa; y explica cómo las industrias alimentarias presionan a los agricultores que, en muchos casos, llegan a vender «a pérdidas», es decir, por debajo del valor de producción.

Con el ejemplo de la isla de Ibiza, explica los daños a nivel planetario de vivir con enormes lujos (jets privados, campos de golf, etc.): «el lujo (…) se apoya en una idea que en el fondo es muy simple: que las externalidades (esos impactos negativos en los bienes y servicios públicos, en los recursos naturales y en el medio ambiente) las paguemos entre todos». Y añade: «Si los costes ambientales de un crucero se repercutieran en el precio, muy poca gente podría subirse a uno de estos barcos».

Este científico alaba los trabajos de dos economistas muy especiales. La primera es Kate Raworth y su economía de rosquilla, la cual analizamos junto con las propuestas del documental HOPE! de Javier Peña (muy recomendable). Ella afirma que la economía actual no funciona y que es incapaz de predecir ni de impedir las crisis financieras, ni la pobreza extrema, ni la acumulación de riqueza, ni la degradación del medioambiente. En síntesis, sugiere abandonar el crecimiento y centrarse en una economía sostenible.

La segunda economista es Mariana Mazzucato que, con propuestas simples y sensatas, podría revolucionar el planeta. Mazzucato plantea acabar con esas inversiones del Estado que enriquecen a una minoría y dejan los riesgos y los costos para una mayoría. Por ejemplo, este es el caso de la energía nuclear. El objetivo sería exigir que, para que el Estado invierta en algo, los beneficios deben repercutir en las arcas públicas. Esto es contrario a las teorías de Milton Friedman, un economista neoliberal defensor del libre mercado que ha perjudicado enormemente a diversas sociedades, particularmente en Latinoamérica.

El autor también propone aumentar el compromiso y la ambición, inspirándose en el viaje a la Luna: si fuimos capaces de ese enorme logro, deberíamos ser capaces de transformar el capitalismo ahora.

5. Desafíos políticos y jurídicos: sobre corrupción, fraudes…

«La democracia representativa no funciona», sostiene Valladares: «Los representantes no representan, y los problemas importantes quedan postergados por cuestiones urgentes y cortoplacistas». Los políticos «solo escuchan a la ciencia cuando conviene a sus intereses electorales», lo cual se suma a la corrupción que siempre se mueve por el sistema. «No podemos esperar a que la política solucione los problemas ambientales sin el apoyo decidido y amplio de la sociedad». También denuncia lo que llama obsolescencia científica, según la cual los científicos y sus conclusiones son ignorados a pesar de la buena valoración social de su trabajo.

En no pocos casos, políticos y jueces se unen para provocar fraudes de ley: legalizar pozos ilegales, falsear datos, fraccionar proyectos para que su impacto ambiental parezca menor, etc. En España eso ha pasado en demasiados casos: Marina de Valdecañas, Algarrobico, Doñana, mar Menor

Los políticos, en general, está mal formados y desinformados y, además, «para desolación de analistas, los políticos (…) son tan incompetentes que toman decisiones que ni maximizan el bien común ni tampoco su propio bien».

6. Desafíos a la democracia: ideología y religiosidad

Entre las distintas ideologías y religiones hay enormes diferencias, pero ante los problemas que nos amenazan, esta obra concluye que «resulta más práctico a estas alturas repasar lo que nos une». A veces, se rechazan propuestas solo porque proceden de otro bando, o incluso porque no interesan o son incómodas. Un ejemplo que cita el libro es la encíclica Laudato Si del papa Francisco, un auténtico manual social y ecoanimalista que los católicos han ignorado con absoluta contundencia.

Daniel Innerarity afirma que la izquierda juega en desventaja, ya que se enfrenta a una derecha que reivindica una vida más despreocupada y espontánea. Ser negacionista es más fácil que actuar con responsabilidad. Valladares sugiere que el activismo ecologista utilice «una de las emociones más mundanas y mejor valoradas»: el placer. Puede no ser fácil, especialmente en las clases más adineradas que han hecho del despilfarro su seña de identidad.

Para Johann Hari, a menor capacidad de concentración más fácil es sentirse atraídos por soluciones autoritarias y simplistas (como las de la extrema derecha). Y algunas causas para este antecedente están en el abuso de las redes sociales y de las nuevas tecnologías (smartphones, videojuegos…). Y con eso, también perdemos salud y democracia.

7. y 8. Desafíos sociales y el fracaso del sistema educativo

Valladares coincide en lo que hemos repetido (quizás aún no demasiado): queremos una educación para formar personas, no meros trabajadores; una educación que sepa sacar partido del tipo de inteligencia que tenga cada uno, tipos como los que establece Howard Gardner: visual-espacial, lógico-matemático, naturalista, creativo, colaborativo, etc. El libro echa en falta una buena educación ambiental en todo el sistema educativo, particularmente en las escuelas de Empresariales y de Económicas (algo compartido con Georgescu-Roegen y De Jouvenel como se ha apuntado más arriba).

Escrito antes del apagón de España en 2025, el libro ya advierte de esa posibilidad y lo pone como ejemplo de los casos en los que los políticos prefieren no ahondar para no alarmar. Pero como ocurre siempre, mirar hacia otro lado no disminuye ningún riesgo y, más bien, suele aumentarlos. También se muestra partidario de la protesta pacífica y la desobediencia civil por parte de toda la sociedad, pero en particular de los científicos como él, los cuales son conscientes tanto del problema ambiental como de que los otros métodos no están alertando al nivel necesario. De hecho, el autor ha participado en protestas y ha sido arrestado por ello. Así, ensalza los casos en los que los fiscales han dicho ser conscientes del desastre ambiental y, por tanto, se han negado a procesar a los activistas climáticos.

Conocemos la solución. ¿Por qué no la aplicamos?

La primera de las zancadillas que describe el libro es el negacionismo, ese cerrar los ojos a la realidad científica por ser una verdad incómoda y que, de aceptarla, requeriría cambios importantes. Los negacionistas no suelen ser muy numerosos, pero su activismo les conduce a ser más influyentes de lo que cabría esperar. Recordemos que lanzar un bulo es más fácil que desmentirlo. En Estados Unidos, los negacionistas antivacunas hicieron que ese país tuviera grandes proporciones de contagios y de muertes, en comparación a otros similares. Algunos negacionistas tienen intereses (económicos) en que la verdad no se sepa. En ese caso, Valladares recomienda denunciar para que la ley actúe.

Un tipo de negacionistas son los colapsistas (que piensan que el colapso global es inevitable). También están los tecnoptimistas (que opinan que la tecnología nos salvará). Incluso hay científicos llamados mercaderes de la duda que se encargan sencillamente de plantear dudas, incluso donde el consenso científico es enorme. Valladares advierte que muchas universidades mantienen cátedras de pseudoinvestigación financiadas por petroleras, cementeras o industrias cárnicas.

En otro lugar están los que creen en los milagros o dicen creer en ellos. Abundan entre los políticos, por ejemplo cuando prometen agua para todos o cosas contradictorias (como bajar impuestos y aumentar las prestaciones sociales, o reducir las emisiones y bajar los precios de los combustibles). En demasiadas ocasiones, la sobreexplotación de recursos produce unos daños que pasan a los habitantes y a futuras generaciones. Las empresas no tienen problemas en mudarse a otro lugar cuando ya han sacado sus beneficios. En muchos casos, los delitos prescriben cuando se intentan perseguir.

Valladares advierte de la paradoja de que «es la propia producción industrial de comida la que ha provocado y provoca malnutrición y hambre global». Por tanto, habría que reducir la producción alimentaria y distribuir mejor, para evitar tanto la sobrealimentación como el tirar un tercio de la comida que se produce.

Otra zancadilla es el egoísmo. Por ejemplo, lo vemos en el turismo, a veces camuflado como ecoturismo. Valladares comenta los casos en los que los turistas contagian enfermedades mortales a la fauna que desean ver en libertad. También influye el egoísmo en la industria de la carne, la de pesticidas, la del plástico y la petrolera, que están aplicando las mismas prácticas que en su día utilizó la industria del tabaco: mentir, ocultar informes, desinformar, presionar, pagar a políticos y a científicos, etc. Por este motivo, se están poniendo denuncias a diversas empresas.

Otro problema está en el tecnoptimismo ya comentado y en el ecomodernismo (creer que es posible el desarrollo tecnológico indefinido y reducir el impacto ambiental basándose en mejoras en eficiencia y olvidando la paradoja de Jevons o efecto rebote). Ambas tendencias no son conscientes de que es la tecnología la que ha generado el problema y que es peligroso confiar las soluciones a inventos que aún no existen.

Valladares continúa criticando la hipocresía generalizada que usan desde gobiernos (véase el Pacto de París) o desde empresas, por ejemplo con las mentiras del greenwashing, tan naturalizadas que apenas escandalizan ni cuando usan lemas descarados. Entre los pecados de esta estrategia están la omisión de información, la falta de pruebas, las etiquetas falsas, la vaguedad, la mentira, crear falsas esperanzas, planes de compensación de emisiones dudosos y, sobre todo, poner el beneficio económico por encima de personas y medioambiente. Ante la alarma general de este tipo de abusos, la Comisión Europea está trabajando para acabar con ellas, lo cual demuestra que la presión social influye en los políticos.

El investigador ahonda en varios casos de hipocresía terribles para la Historia, de los que comentaremos aquí solo tres:

  1. En la Guerra de Vietnam y durante diez años, Estados Unidos roció de Agente Naranja grandes zonas de bosques y cultivos de Vietnam, Laos y Camboya. Resultaron afectados millones de ciudadanos por varias enfermedades y malformaciones al nacer (físicas e intelectuales). El gobierno de Estados Unidos ha indemnizado a sus soldados veteranos afectados, pero las víctimas en Asia siguen sin tener, ni siquiera, el reconocimiento por parte del culpable americano.
  2. El segundo caso de hipocresía brutal está en la Unión Europea que aprovechó la crisis energética por la invasión de Ucrania por parte del ejército ruso de Putin, para decir que a partir de entonces la energía nuclear y el gas serían consideradas energías limpias y poder, así, ser subvencionadas con dinero público (lo cual demuestra que no son energías muy rentables por sí mismas; y eso sin valorar los daños y costos completos de su contaminación).
  3. El tercer ejemplo de hipocresía es el caso de la empresa española Ecoembes, supuestamente dedicada al reciclaje de envases pero que, en la práctica, su tarea es blanquear las empresas que más contaminan con plásticos el planeta completo.

En el apartado de errores, Valladares incluye el hacer lo que siempre se ha hecho o la huida hacia adelante. Aquí, critica las quemas del monte que hacen los ganaderos (en Asturias en particular) o las ampliaciones de las estaciones de esquí en el contexto de crisis climática actual. En vez de prohibir el esquí alpino y otros deportes terriblemente nocivos, nuestra sociedad los fomenta. Otros ejemplos de esta huida son: regar cultivos de secano, ampliar los regadíos, construir embalses que destruyen nuestros ríos o que prestigiosos bancos, incluyendo el BCE, financien industrias tan sucias como los agronegocios que destruyen el Amazonas, por no hablar de la financiación del genocidio de Israel.

¿Qué podemos hacer?

«Debemos vivir con menos sin sentir que eso sea un retraso. Si lo sentimos como un retraso, no habremos entendido nada y, sobre todo, no avanzaremos más que a la fuerza». Fernando Valladares está conforme en esto con Linz, Riechmann y Sempere, autores del también recomendable libro Vivir (bien) con menos. Para avanzar en el cambio que se requiere, además de las ideas comentadas anteriormente y algunas que se incluyen en la Cadena Verde, nos alienta diciendo que: «es suficiente con que entre un 10 y un 20 % de la población muestre el conocimiento y la valentía necesarios para que los cambios se produzcan». Es decir, no hace falta concienciar y movilizar a una mayoría, sino que basta con una minoría bien activada. Es decir, si apenas un cuarto de la población tiene claro que hay que hacer algo, ese algo se hará. Ha sucedido con muchas cosas, tales como el matrimonio igualitario o la lucha contra el tabaco.

Ser activista, mantenerse activo, es importante porque reduce el riesgo de la ecoansiedad y de la solastalgia. También aboga por «recuperar el peso de las humanidades», dejar de instrumentalizar la naturaleza (lo cual deshumaniza a la humanidad), y por trabajar en los Objetivos de Desarrollo Interior (ODI), que son una recopilación de «cualidades basadas en la ciencia para vivir vidas con propósito, sostenibles y productivas», además de ser la base para conseguir los famosos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. Resumiendo mucho, los ODI se apoyan en cinco dimensiones:

  1. SER (relación con uno mismo). Cultivar lo que uno es: autoconciencia, presencia, responsabilidad, integridad, autenticidad, etc.
  2. PENSAR (habilidades cognitivas). Incluye aspectos como el pensamiento crítico, perspectiva, visión a largo plazo, etc.
  3. RELACIONARSE (cuidar de lo demás). Entender la conexión con todo, incluyendo lo que aún no ha nacido: gratitud, alegría, humildad, empatía, amabilidad, compasión…
  4. COLABORAR (habilidades sociales). Es importante la capacidad de escuchar, de defender las opiniones propias, de gestionar conflictos de forma constructiva, de fomentar la colaboración, etc.
  5. ACTUAR (mover al cambio). Para transformar la realidad son útiles cuestiones como el optimismo, evaluar las decisiones, la creatividad, la esperanza, la perseverancia, el compromiso, la paciencia, etc.

Valladares no es ajeno a la dificultad de ser ecologista responsable, pues para ello pareciera que se necesita tener multitud de conocimientos. Sin embargo, él aboga por intentarlo, preferentemente en grupo, y sugiere unir dos movimientos que ahora están demasiado separados, ecologismo y sindicalismo, porque ninguno de los dos triunfará por separado. Las asambleas ciudadanas son también un mecanismo de acción que impulsa el cambio y mejora la propia democracia. Como curiosidad, indica que los premios Global Good Awards recompensan el ingenio para mejorar el medioambiente; y añade: «Si necesitamos inspiración aquí podemos encontrar bastante. Si ya tenemos inspiración, aquí podemos canalizarla».

Otra cualidad a tener en cuenta es la amabilidad, con uno mismo y con los demás, lo cual conlleva grandes beneficios según la ciencia: menos estrés, más felicidad y autoestima, mejor salud… La gente amable suele cuidar bien de sí misma y hacer tareas de voluntariado. Además, esta herramienta es tan contagiosa como un virus. Relacionado con esto, el libro comenta los conceptos del ikigai japonés, del ubuntu sudafricano, el trastorno por déficit de naturaleza y la revolución jurídica que supone otorgar derechos a la naturaleza (ya hecho en casos como el del mar Menor en España). También, resalta la necesidad de empatía, paciencia y humor.

El libro nos explica, con ejemplos, el enorme poder de recuperación de la naturaleza, cuando se la deja. De ahí que, una de las herramientas más poderosas para revertir la degradación ambiental sea la renaturalización, el dejar espacios para que la naturaleza se autogestione y tener la humildad de reconocer que ella lo hace mejor que cualquier ingeniero por muy forestal que pretenda ser. Uno de los casos que cita está en los efectos positivos del confinamiento por el COVID-19: avances en fauna y flora; y mejoras en la calidad del agua y del aire.

Por su profesión, Valladares defiende la ciencia y sus conclusiones (particularmente las ambientales) y, aunque la ciencia pueda equivocarse, tiene mecanismos de corrección. A la vez, lamenta la difusión de información falsa o fuera de contexto que, según la agnotología, provoca una polarización que no ayuda ni para aplicar soluciones efectivas ni para fomentar la necesaria conversación.

Del pasado al futuro: ideas para la transición

Este autor habla del llamado fraude del Neolítico que magistralmente explicó Harari en su obra Sapiens. La idea básica es que nos han engañado cuando nos inculcan que los avances del Neolítico —básicamente, la agricultura, la ganadería y algunas mejoras tecnológicas— fueron un avance para la humanidad. Según algunos intelectuales, en realidad fue un retroceso, al menos por estos factores:

  1. La sedentarización solo tuvo consecuencias negativas para la salud humana, pues nuestros cuerpos han evolucionado durante cientos de miles de años para estar en movimiento. Tampoco ayudó a la salud el recibir una dieta menos variada.
  2. La domesticación de los animales (ganadería) provocó infecciones (zoonosis).
  3. La agrupación en ciudades facilitó el crecimiento de parásitos (chinches, garrapatas, pulgas, mosquitos…).
  4. Se abrieron demasiadas puertas hacia graves impactos en los ecosistemas.
  5. Los problemas psicológicos (como la depresión) son mayores hoy en día. Se sabe cómo evitarlos: aumentar el contacto con la naturaleza, mejorar los vínculos sociales, tener una dieta saludable y una infancia menos competitiva.

En cualquier caso, aunque las sociedades antiguas tuvieran ciertas ventajas, hay que aceptar que también tenían inconvenientes y, sobre todo, que los cambios son irreversibles, por lo que lo más inteligente es aprender de la historia y de la ciencia.

El colapso y la extinción de nuestra propia especie son opciones posibles, pero la obsesión no ayuda; y el perderse lo bueno que tiene el presente tampoco. Valladares nos advierte que hay distintas formas de afrontar ese colapso y que, para hacerlo bien, es importante reducir el nivel de desigualdad, algo que considera tóxico y que «mina la confianza, resta credibilidad a la democracia, erosiona el bien común y nos aleja de un relato esperanzador». Como punto positivo, añade que el análisis de las catástrofes que llevó a cabo Rutger Bregman arroja que el ser humano tiende más a cooperar que a competir, especialmente en momentos difíciles.

En cualquier caso, la insostenibilidad ecológica genera inestabilidad geopolítica y, posiblemente, violencia (guerra). Esa es solo una de las consecuencias de la crisis climática. Por tanto, los esfuerzos para mitigar el cambio climático deben también verse como una inversión en seguridad internacional. Según esto, la austeridad ecológica sería, para toda la población, un sacrificio aceptable y deseado.

En línea con el magnífico libro En la espiral de la energía, otros científicos también proclaman la necesidad de simplificar nuestras sociedades (Ted Trainer, Murray Bookchin, Jason Hickel…). Hay que entender que, por ejemplo, «las energías renovables no pueden mantener una sociedad consumista» (por muchas ventajas que en verdad tengan) y que necesitamos una economía orientada a las necesidades (y no a los caprichos) para construir una sociedad en la que la gente encuentre recompensas por el hecho de vivir de manera sencilla. El objetivo sería pasar del «hacer más con menos» (que nos lleva al colapso) al «vivir mejor con menos» (que nos lleva a una felicidad asequible en la era del decrecimiento o poscrecimiento). Así, necesitamos fomentar valores como la cooperación, la empatía, escuchar a los demás, etc. Y con ello estaremos más abiertos a reducir la desigualdad (aquí dejamos siete medidas para ello) y a vivir dentro de los límites planetarios, entendiendo que el ser humano no puede vivir de espaldas a la naturaleza como si fuera algo externo y ajeno.

Para Valladares es importante recalcar que «el colapso ecológico y la desigualdad económica se encuentran entre nuestros mayores retos globales contemporáneos, y ambas cuestiones están completamente entrelazadas». Por eso, como se ha propuesto tantas veces, es importante establecer una «tasa a los megarricos» que él sugiere que sea de entre el 1,5 y el 3% solo para las 65 mil personas más ricas (con más de 100 millones de dólares). Por supuesto, también hay que tomar medidas contundentes, como prohibir los jets privados, y educar para ir «aboliendo el consumismo y la adoración de lo superfluo».

El libro termina diciendo algo obvio: dado que somos nosotros, los humanos, los que hemos generado el problema, también nosotros tenemos el poder de modificar nuestros actos para alcanzar un futuro mejor.

♦ Información relacionada:

  1. Otros libros ECO resumidos para captar su esencia en poco tiempo. Por ejemplo:
  2. Dos grandes errores de la humanidad (el segundo aún podemos remediarlo).
  3. La agricultura de hoy debería ser como la de mañana.
  4. Los científicos vuelven a avisar del colapso que vendrá si seguimos sin reaccionar.
  5. Sin comer por el clima, las macrogranjas, los combustibles fósiles…
  6. La lista más completa de problemas y soluciones del campo español.
  7. Algunos libros del editor de Blogsostenible y de Historias Incontables.
✇BlogSOStenible··· – – – ··· – – – ··· – – – ··· – – – ··· «Otras» noticias, y «otra» forma de pensar…

Buenas noticias ambientales y animalistas en 2025 (semestre 1)

Por: Pepe Galindo

¡Vivan las buenas noticias! Aunque sean pequeños pasitos. Servirán para tomar carrerilla y saltar.

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♦ Noticias que alegran a los animales

1. Nos acercamos a una ley para los grandes simios, aunque aún no llegamos. El gobierno español se comprometió a hacer una ley para bonobos, orangutanes, chimpancés y gorilas, en el marco de su Ley de Bienestar Animal. Aún no lo ha hecho y es urgente dejar de violar sus derechos como homínidos. De ellos, algunos están en peligro de extinción. Por eso, se está recogiendo firmas y movilizando a la sociedad.

2. Malas noticias para peleteras y delfinarios, cárceles muy crueles:

3. Malas noticias para la caza deportiva. Este «deporte» no solo perjudica a los animales, los cuales son asustados, amedrentados, acosados, heridos, torturados y, por supuesto, matados; sino que también, en general, es una actividad descaradamente negativa para los ecosistemas: contamina por doquier, extingue especies, provoca desequilibrios, propicia «accidentes», fomenta la violencia, etc. Por eso, abogamos por una prohibición total de la caza deportiva: en todos los territorios y de todas las especies. Mientras eso llega, hemos propuesto unas medidas importantes para la convivencia y, por supuesto, nos alegran las malas noticias para esta actividad:

4. Malas noticias para la tauromaquia. Nos alegramos de que a la tauromaquia le vaya mal. Y no es solo por el maltrato a los animales. Diversos estudios han señalado que eventos como la tauromaquia normalizan la violencia en la sociedad y afectan a la percepción ética, lo cual influye en tener una sociedad menos respetuosa con los demás. Además, el impacto ambiental de la cría de toros de lidia es grande, como lo es cualquier actividad ganadera (uso intensivo de recursos, degradación del ecosistema, enfermedades, etc.).

5. Málaga dice adiós a los coches de caballos. El ayuntamiento decidió en primera instancia permitir esta atracción turística diez años más, pero ante la lluvia de críticas, ha decidido acabar este año con el maltrato en la vía pública: jornadas agotadoras bajo el intenso calor, condiciones de alojamiento precarias, circulación en entornos urbanos no adecuados, etc. Cada vez quedan menos ciudades que maltraten equinos, pero aun en España tenemos a estas: Palma de Mallorca, Sevilla, Córdoba, Jerez y también Mijas con sus pobrecitos burros-taxi.

6. Denuncian ante el Ministerio de Consumo a la patronal del foie gras por publicidad engañosa. La buena noticia está en que antes no había denuncias así. Para que un producto pueda llamarse foie gras y no paté, es imperativo usar la tortura de la alimentación forzada. En Europa, esta práctica cruel solo está permitida en España, Francia, Bulgaria, Bélgica y Hungría. Sorprende que el PSOE apoye este maltrato animal.

7. La industria cunícola española se desploma ante las posibles mejoras en bienestar animal. La cría de conejos para carne o por su piel se ha desplomado pese a las subvenciones que recibe desde hace años. Hay datos muy alarmantes que reflejan lo mal que se trata a los conejos: 1 de cada 5 conejos muere antes del sacrificio y el 94% vive enjaulado de por vida.

8. Europa da el primer paso para evitar la matanza de 330 millones de pollitos machos triturados por no ser rentables. La industria del huevo es una máquina de matar pollitos justo después de nacer. Las hembras serán explotadas mientras sean rentables. Y no pierdas la oportunidad de echar un vistazo general al impacto del consumo de huevos.

9. El Supremo paraliza la ampliación de una granja de cerdos en Granada, en uno de los pueblos más contaminados de España. Dado el enorme impacto ambiental de las macrogranjas (motivo que usa el tribunal), ésta también es una noticia ecologista, lo cual vuelve a demostrar lo cerca que están las luchas ecologistas y animalistas.

10. Suiza incluye la crueldad animal en el etiquetado de alimentos y en la información en los restaurantes. ¿Tú comprarías algo en cuya etiqueta ponga que para su producción se han castrado cerdos, descornado vacas o las gallinas han vivido hacinadas toda su vida?

11. El Parlamento Europeo defiende a perros y gatos. Solo 17 diputados votaron no luchar contra el comercio ilegal de perros y gatos. Así pues, queda prohibida la venta de estos animales en tiendas (porque no son cosas). También se regula la cría de animales a pequeña escala, porque criar animales no es un hobby normal, dado que afecta directamente a seres sintientes y, sin duda, se suele provocar sufrimiento innecesario, especialmente a hembras y cachorros.

♦ Noticias que alegran al ecologismo

1. Sobre la UE:

2. El manifiesto «Por un futuro más allá del crecimiento económico» es el grito fundacional de una alianza más allá del crecimiento. Lo han firmado multitud de organizaciones en búsqueda de un nuevo modelo ecosocial.

3. España, primer país europeo que ratifica el Tratado Global de los Océanos. Hace falta que, al menos, firmen 60 países para que entre en vigor el texto acordado en 2023 (van 16). El objetivo es proteger la biodiversidad en las aguas más allá de las jurisdicciones nacionales, zonas que ahora están sin ley en manos de piratas del mar. Menos del 2% están protegidas.

4. El lince ibérico conquista dos nuevos territorios en Palencia y Cuenca. Es un paso decisivo para su conservación, que se suma a las poblaciones que ya hay en Granada y Murcia (donde han nacido linces este mismo año); y que hacen que podamos ser un poco optimistas respecto al futuro de esta especie. Sin embargo, la mortandad del lince sigue siendo alta, especialmente a causa de los atropellos y la caza furtiva. Prohibir la caza deportiva es la mejor forma de acabar con el furtivismo.

5. Todos los partidos, salvo Vox, instan al Gobierno a proteger la enorme ‘guardería’ de cachalotes al norte de Menorca. Las Cortes votan a favor de una proposición no de ley para declarar un área marina protegida clave para esta especie que está en peligro en el Mediterráneo.

6. Sudáfrica prohíbe la pesca durante 10 años para proteger a los pingüinos. Se refiere a la pesca comercial en colonias que son claves para la cría. Problemas graves requieren soluciones drásticas. Y la pesca es un problema grave.

7. La nueva Estrategia Nacional de Lucha contra la Desertificación desarrollará 45 medidas hasta 2030. La directora general de Biodiversidad, Bosques y Desertificación sostiene que «la restauración de tierras crea empleo, apoya la transición climática y la resiliencia económica y contribuye a la seguridad alimentaria».

8. Renaturalizar es maravilloso en tierra y en mar:

9. Las emisiones de los vuelos de negocios de 239 empresas globales han caído un 34% desde 2019. De las 18 empresas españolas analizadas, todas han reducido las emisiones de sus vuelos corporativos, salvo Acciona, Iberdrola y CaixaBank, que los han incrementado. Los vuelos en avión deben ser drásticamente reducidos por su enorme impacto ambiental. Y a veces, es muy sencillo.

10. Las renovables y un menor consumo de gas redujeron la contaminación atmosférica en España. En 2024, hubo una reducción significativa de los niveles de partículas en suspensión (PM10 y PM2,5), dióxido de nitrógeno (NO2) y ozono troposférico. Aun así, la contaminación en las ciudades sigue siendo, excesiva. Para aprender más sobre el sistema eléctrico español, te recomendamos esta miniserie.

11. Barcelona prohíbe las estufas de combustión de gas en terrazas. Es otra ciudad que se une a resaltar la estupidez que supone calentar la calle sin evaluar el terrible impacto ambiental. Seguirán autorizadas las estufas eléctricas con un límite de potencia de 150 W/m2. Desgraciadamente, no se pide que la electricidad contratada del negocio sea de fuentes 100% renovables.

12. Defender la salud humana es también defender la del planeta y viceversa:

13. Noticias sobre el avance del reconocimiento del ecocidio como crimen.

  • Crece la lista de personas y empresas que firman el manifiesto de Stop Ecocidio. Puedes firmar como particular o empresa en la web de Stop Ecocidio.
  • La Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (APCE), órgano deliberante de la principal organización europea de derechos humanos, ha adoptado una resolución que respalda el Proyecto de Convenio sobre la Protección del Medio Ambiente por medio del Derecho Penal. Si los Estados miembros la aprueban y ratifican, se convertirá en el primer tratado internacional jurídicamente vinculante que tipifique como delito la destrucción grave y a gran escala del medio ambiente (ecocidio).
  • En Nigeria, Voke Ighorodje, del Centro REED, defendió enérgicamente la legislación sobre ecocidio, calificándola de «paso vital hacia la justicia y un futuro en el que Nigeria ayude a perfilar los límites legales y morales».
  • En Argentina, la Diputada Margarita Stolbizerr presentó un Proyecto de Ley dedicado a los delitos ambientales, que incluye un Capítulo sobre el delito de ecocidio. Algo similar ocurrió en Turquía y Perú.
  • En Alemania, el partido Verde incluye la Ley del Ecocidio en su programa electoral.
  • El Consejo de Europa ha adoptado el Convenio sobre la Protección del Medioambiente mediante el Derecho Penal, que define y tipifica una amplia gama de delitos ambientales y establece un marco jurídico para que los Estados persigan las conductas intencionadas que provoquen desastres ambientales “equiparables al ecocidio”. Jojo Mehta, Cofundadora y Directora Ejecutiva de Stop Ecocidio Internacional, considera esto un momento histórico.

14. En España, el Mar de las Calmas será Parque Nacional. 24.000 hectáreas marinas al sur de El Hierro. Será el primer parque nacional íntegramente marino de España y el decimoséptimo del país.

15. Cada dos días nace en España una comunidad energética. La transición energética avanza hacia un modelo más participativo y descentralizado que contribuirá a la soberanía energética de España. Estas comunidades no solo se benefician de los mejores precios, sino que empoderan a la ciudadanía frente a las grandes compañías contaminantes.

16. Luchas populares exitosas:

17. Miranda de Ebro (Burgos) aprueba los ‘Alcorques vivos’ como un refugio de la biodiversidad. La idea es simple: en el hueco de cada árbol se respetará lo que la naturaleza quiera plantar. Las plantas ruderales son baratas, bonitas y atraen a fauna urbana muy beneficiosa.

18. El banco ético Triodos Bank abandona NZBA. La NZBA (Net Zero Banking Alliance) es una iniciativa de la ONU para descarbonizar las entidades financieras para 2050. Sin embargo, recientemente han reducido su ambición climática para poner requisitos menos estrictos a sus inversiones. Ante esto, la buena noticia es que el banco Triodos ha abandonado la NZBA para protestar por esa medida y para seguir la senda inicial.

19. Plantarán casi medio millón de árboles para «enfriar» Formentera entre 1 y 3 grados. Han hecho cálculos y han visto que, además de ecológico e inteligente, es rentable. Esperemos que usen solo especies autóctonas. Esto debería hacerse con gran urgencia en todo el arco mediterráneo, pero en algunas ciudades (véase en Málaga con su futuro BUM) van en dirección contraria. Luego, los ciudadanos se quejarán del calor sin saber que es, en gran parte, culpa suya por votar mal.

20. El Congreso rechaza la moción del PP para prorrogar la vida útil de las centrales nuclearesEl PP pensaba que podría conseguir votos gracias a sus bulos sobre el apagón nacional que hubo en España el pasado 28 de abril.

21. Menos emisiones de azufre de los buques en el Mediterráneo. Desde el 1 de mayo está vigente esta decisión de la Organización Marítima Internacional (OMI) y exige a los buques que operen con combustible con un contenido de azufre no superior al 0,10%. Según estudios de la ONU, esta medida evitará unas 1.100 muertes prematuras y 2.300 casos de asma infantil al año. El mar Mediterráneo se ha convertido en la quinta Zona de Control de Emisiones (ECA) del mundo para óxidos de azufre. Las otras son la zona del Mar Báltico; la zona del Mar del Norte; la de América del Norte (costas frente a Estados Unidos y Canadá); y la ZCE del Mar Caribe de Estados Unidos.

22. Tres jóvenes españoles ganan un premio europeo por su etiqueta inteligente que evita el desperdicio alimentario. La etiqueta cambia de color en base a la actividad de las bacterias descomponedoras. Deberíamos también comprar menos y ser más responsables.

23. La deforestación en Brasil se desploma. Cae un 30% en un año y por primera vez en todos los biomas. La expulsión del gobierno del ultraderechista Bolsonaro ha sido un factor crucial para esta buena noticia.

24. Mejora la red europea de trenes nocturnos. En la era del flygskam (palabra sueca para referirse al sentimiento de culpa por viajar en avión), la creciente oferta de rutas nocturnas del continente pretende competir con los vuelos cortos, en costo, comodidad e impacto climático. Ahora bien, en algunas cosas parece que España no es Europa.

25. En España, la futura Ley de Consumo Sostenible esperamos que sea algo más que greenwashing. Por ejemplo, prevé que los fabricantes paguen parte de las reparaciones de productos tras vencer la garantía. ¿Hay mejor forma de evitar la obsolescencia programada en lavadoras, secadoras, lavavajillas, frigoríficos, aspiradoras, tablets, teléfonos móviles, bicicletas eléctricas, etc.? Si los lobbys no presionan y la ciudadanía se defiende, el borrador facilita las reparaciones, amplía el tiempo de la garantía, creará un listado de talleres fiables y, además, se limita la publicidad de combustibles fósiles y el ecopostureo.

26. Más de cien organizaciones presentan la ‘Declaración de Belém’ para impulsar las dietas vegetales en la COP30 (noviembre 2025). «Las dietas basadas en plantas no solo desempeñan un papel enorme en la mitigación de la crisis climática, sino que también son saludables para las personas, apoyan la seguridad alimentaria y pueden generar oportunidades de empleo a gran escala». A eso, hay que sumar la violación sistemática de los derechos de otros animales, víctimas directas de la explotación de las industrias alimentarias (especismo). Los alimentos de origen vegetal provocan la mitad de emisiones de gases de efecto invernadero, requieren menos tierra, menos agua, y no contribuyen al uso de antibióticos ni al riesgo de pandemias.

27. Litigios climáticos. Se han presentado más de 2.600 denuncias contra empresas y gobiernos por inacción climática. La mayoría siguen pendientes de resolución definitiva. Aunque los fallos no serán, presumiblemente, tan favorables como deberían, dar la batalla en los tribunales es de justicia climática. Ganar en estos casos es importante porque sientan bases legales para que entidades y activistas exijan políticas de recorte de emisiones y el cese de proyectos de extracción de combustibles fósiles. Miremos estos dos casos:

  • El tribunal penal de Le Havre (Francia) ha absuelto a 16 activistas que bloquearon una esclusa de un puerto para protestar contra una terminal de gas. El juez entiende que lo hicieron para salvaguardar un interés superior: la protección del planeta. Otras sentencias anteriores también han utilizado la misma figura jurídica.
  • La Justicia alemana tumbó la demanda de un agricultor peruano contra la energética RWE por el deshielo en los Andes, pero un tribunal superior europeo dictaminó que los grandes emisores pueden ser considerados responsables de los efectos climáticos. En tal caso, cada empresa culpable debería asumir los costos en el porcentaje adecuado. La empresa germana no tiene que pagar nada por el efecto climático en los Andes al considerarse el riesgo de inundación “demasiado bajo”. Pero, ¿y si el riesgo hubiera sido mayor (como el terrible caso del pueblo suizo de Batten)? De ahí que la abogada especialista en derecho ambiental, Roda Verheyen, estuviera satisfecha con la sentencia, porque “demuestra que los grandes emisores pueden ser considerados responsables”. En su opinión, esta sentencia servirá para “abrir la puerta” a otras demandas climáticas y para impulsar las más de 50 que ya están en marcha contra empresas de combustibles fósiles.

28. Es evidente que algunas redes sociales están ocultando cierto tipo de información que, al parecer, molesta a ciertas «élites». En Facebook, X (Twitter) e Instagram, el ecologismo tiene cada vez menos relevancia. Los algoritmos no nos quieren porque no pagamos y porque somos molestos a gente poderosa. Para luchar contra esto, tenemos buenas noticias:

  1. Estamos ya en el fediverso de la red Mastodon y ahí crecemos a buen ritmo: ¡Síguenos!
  2. Nuestro canal de Telegram va subiendo de forma regular. Ya somos más de 800.
  3. También en Telegram, hemos abierto un espacio de debate libre sobre ecoanimalismo. En el grupo llamado Eco-debate Blogsostenible podrás plantear tus dudas y tus opiniones. Únete para ser más fuertes.
  4. Nos estamos planteando no solo reducir su uso, sino dejar totalmente las redes sociales controladas por empresas. Muchas cuentas se han ido a Bluesky. El problema de esta red social es que es otra empresa y podría ser comprada y manipulada igual que las demás. Por eso, Blogsostenible está en Mastodon.

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  1. Buenas noticias ambientales con la colección completa de los años recientes.
  2. Dos curiosidades editoriales: Deja que te susurre algo verdeGris que te quiero verde.
  3. La mejor solución a los incendios forestales: educar sí; quemar biomasa no.
  4. Blog de relatos del mismo autor: Historias Incontables.
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🥩Este es un escándalo patrocinado por los chuletones "al punto": se ruega que deje Vd. de leer
🥩La industria de la carne paga a científicos y universidades para bloquear políticas climáticas
🥩Corruptos y científicos siguen mintiendo en libertad
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— BlogSOStenible ツ (@blogsostenible) March 5, 2024

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02×04 Salud hormonal y nutrición

Por: Radio Topo

Este es un capitulo muy especial porque contamos con la visita de Izaskun y su proyecto: «Serendipia Salud». Contestamos a las preguntas de nuestras seguidoras sobre nutrición y ciclo menstrual. Entender nuestras hormonas es comprender nuestro cuerpo mucho mejor. ¡Adéntrate en este capitulo y aprende tanto como lo hemos hecho nosotras con esta gran profesional! […]

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