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Libro El mundo no se acaba, de Hannah Ritchie (resumen)

Por: Pepe Galindo

Un libro escrito por una científica y divulgadora de la Universidad de Oxford que tiene por bandera el optimismo y los datos (Anagrama, 2025). Se aleja del catastrofismo ecologista casi tanto como del negacionismo climático; y afirma que «aceptar la derrota ante el cambio climático es una postura indefendiblemente egoísta».

Hannah Ritchie aclara que su optimismo es «condicional» (i.e., condicionado a actuar adecuadamente); que es diferente a un «optimismo ciego» que confía sin promover la acción organizada. Su objetivo es conseguir que seamos la primera generación que logre alcanzar la sostenibilidad completa en los dos sentidos que recoge la definición de la ONU: satisfacer las necesidades de las generaciones actuales; y hacerlo sin comprometer las capacidades de las generaciones futuras para satisfacer las suyas. Con respecto al primer aspecto, Ritchie opina que falta mucho por hacer aunque, al menos, se ha avanzado una barbaridad en aspectos tales como: la mortalidad infantil y materna, la esperanza de vida, el hambre y la malnutrición, el acceso a recursos básicos (agua, energía…), la educación y la pobreza extrema.

Por supuesto, estos avances en la calidad de vida global también «han tenido un enorme coste medioambiental», lo cual ha empeorado de forma colosal el segundo requisito de la sostenibilidad. Para equilibrar la situación, el libro examina en detalle siete problemas medioambientales y sus interconexiones entre sí.

Antes de examinar esos siete problemas, Ritchie se distancia de dos soluciones típicas del ecologismo: despoblación y decrecimiento. La primera consiste en reducir el tamaño de la población y Ritchie afirma que realmente esa no es una alternativa, primero porque la población ya se está frenando a nivel mundial y, segundo, porque es muy complicado hacerlo de forma ética. Apunta a que más impacto que la superpoblación lo generan los estilos de vida (especialmente de los millonarios), lo cual podría estar afectado por la segunda solución que Ritchie rechaza, el decrecimiento, entendido como un retroceso o empobrecimiento. Para ella, la pobreza no implica mayor sostenibilidad, por supuesto, si consideramos los dos pilares de la sostenibilidad anteriormente indicados. En el libro, ella matiza que es cuestionable el crecimiento en los países ricos, pero que para acabar con la pobreza se necesita un crecimiento económico global. Para ella, no vale cualquier crecimiento y afirma —igual que cualquier decrecentista— que sería necesario crecer en algunos sectores y tecnologías y decrecer en otras. Tal vez, la promesa más impactante del libro es que dice demostrar que podemos reducir el impacto ambiental y, a la vez, mejorar la situación económica.

1. Contaminación atmosférica

Aunque no se suela decir, la contaminación atmosférica es «una de las principales causas de mortalidad en el mundo». Las cifras de fallecidos por esta causa son similares a las muertes por tabaquismo; seis o siete veces mayores que los muertos en accidentes de tráfico; y superan en cientos de veces la cifra de vidas perdidas por terrorismo o por guerras. Cada año, la mala calidad del aire suele ser quinientas veces más mortífera que todas las catástrofes «naturales» juntas.

La buena noticia es que se está reduciendo este tipo de contaminación, especialmente en las ciudades, lo cual baja las tasas de mortalidad. Es preciso tomar medidas locales y globales. Usemos como inspiración el Protocolo de Montreal para eliminar las sustancias químicas que degradaban la capa de ozono, un problema de cuya gravedad advirtió incluso Carl Sagan. En 1987 fue firmado por 43 países; y en 2009 se convirtió en el primer convenio internacional que logró la ratificación universal de todos los países del mundo. Un ejemplo que demuestra que hacer caso a la ciencia tiene resultados positivos.

A escala global, la mayor fuente de contaminación es quemar madera o carbón, incluyendo aquí las quemas agrícolas. Luego está la polución por actividades agropecuarias, principalmente por culpa de la ganadería y por los fertilizantes. Después viene la quema de combustibles fósiles para producir electricidad. Luego, diversas industrias (textiles, químicas, metalúrgicas…), seguidas del transporte de personas y mercancías.

Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"

Lee también un resumen de este libro de Yuval N. Harari.

♦ Las soluciones propuestas pueden parecer caras, pero son muy baratas si las comparamos con los cientos de millones en gastos por no solucionar el problema:

  1. Lo más urgente es «dejar de quemar cosas» y, cuando no sea posible, capturar las partículas de la combustión.
  2. Detener las quemas agrícolas por ser una inmensa fuente de contaminación estacional fácil de evitar haciendo compost, triturando, etc.
  3. Conseguir combustibles limpios para cocinar y calentarse. La leña puede ser muy natural, pero es la forma más contaminante de conseguir calor. Provoca múltiples enfermedades por respirar el humo.
  4. Eliminar el azufre de los combustibles fósiles. Es tan simple como poner filtros en las chimeneas.
  5. Transporte más limpio. Los vehículos eléctricos contaminan menos, pero no son parte de la solución porque siguen siendo origen de multitud de emisiones. Por supuesto, la aviación es muchísimo peor.
  6. Transporte sostenible: caminar, ir en bicicleta o en transporte público.
  7. Abandonar combustibles fósiles, en favor de las renovables y de la energía nuclear. Ritchie es contraria a debatir entre renovables y nuclear porque, para ella, lo importante es que son energías con bajas emisiones de CO2. No tiene en cuenta el problema de los residuos radiactivos, ni el riesgo de atentados terroristas, ni el hecho de que las nucleares no sean rentables sin subvenciones de dinero público.

2. Cambio Climático

«Un mundo 6 ºC más caliente que el actual sería devastador», nos advierte la autora. Tras comentar algunas de las consecuencias del calentamiento global, afirma que «si cada país cumpliera realmente sus compromisos climáticos, llegaríamos a los 2,1 ºC en 2100», lo cual sería una gran noticia, aunque podría ser mejor.

Hannah Ritchie asegura que «las tecnologías bajas en carbono resultan cada vez más competitivas» y «los líderes mundiales se han vuelto más optimistas». Ahora tenemos infraestructuras mejor preparadas, podemos predecir eventos climáticos extremos, organizar evacuaciones, existen redes internacionales de apoyo, etc. En definitiva, estamos mejor preparados que en el pasado y sabemos cómo reducir las emisiones de dióxido de carbono, porque hay solo dos fuentes principales: «la quema de combustibles fósiles y el cambio en el uso de la tierra» (deforestación).

La situación actual es que «las emisiones totales siguen aumentando, pero las emisiones per cápita han tocado techo». Ese dato es utilizado por la autora para ser optimista y esperar a que la contaminación empiece a declinar, al menos en los países ricos, porque dice que está demostrado que «los avances tecnológicos hacen que hoy consumamos mucha menos energía que en el pasado». Como ejemplo, afirma que en Suecia se vive con igual nivel que en Estados Unidos y, sin embargo, se emite solo una cuarta parte. Según sus datos, el crecimiento económico y la reducción de emisiones son compatibles. El problema es que mira datos de países ricos que ya son exageradamente insostenibles. En tales casos, ¿es correcto celebrar una pequeña reducción en su contaminación?

En su análisis, asegura que «las soluciones que pasan por reducir el consumo de energía a niveles muy bajos no son buenas», porque la energía es fundamental para mantener o aumentar la calidad de vida. Tampoco ve adecuado que se avergüencen los que viajan en avión, porque para ella volar es un gran invento y las ventajas son suficientes para olvidar sus serios inconvenientes. ¿Será una excusa para justificar su gusto por volar?

♦ Soluciones que propone:

  1. Transición hacia la energía renovable por todas sus ventajas. El inconveniente del espacio que requieren se resuelve buscando lugares adecuados: tejados, agrovoltaica, etc.
  2. Electrificar la demanda de energía donde sea posible y aumentar el almacenamiento (baterías…). Ritchie está convencida de que esta transición requerirá menos actividad minera que con combustibles fósiles.
  3. Replantear el transporte a larga distancia.
  4. Alimentación. Aunque sostiene que no es preciso ser veganos, deja claro que cualquier cambio a dietas más vegetales tiene una enorme influencia en el clima, como por ejemplo elegir hamburguesas de pollo en lugar de ternera (que es la carne con más huella de carbono). Con datos muy fiables confirma que «la carne con emisiones de carbono más bajas supera las de la proteína vegetal con emisiones más altas». Y no importa demasiado si son alimentos ecológicos, de proximidad o en extensivo. La autora afirma que adoptando las siguientes medidas se liberaría suficiente tierra como para compensar las emisiones del sistema alimentario resultante:
    • Comer menos carne.
    • Adoptar las mejores prácticas agrarias.
    • Reducir el consumo excesivo y el desperdicio alimentario.
  5. Reducir las emisiones por la construcción, básicamente eliminando el cemento, un material muy contaminante en su fabricación. Propone usar otros materiales y, aunque no lo cita, una opción es el cemento Sublime.
  6. Poner precio al carbono para que los productos de altas emisiones sean más caros y menos accesibles. Como todos sabemos, los precios no reflejan los costos de los productos, y mucho menos los costos ambientales. El peligro de esta medida —y Ritchie lo subraya— es que haga que las familias pobres sean aún más pobres. Para evitarlo se deben incluir ayudas y conseguir que sean los ricos los que más paguen, porque son, de hecho, los que más carbono emiten.
  7. Sacar a la población de la pobreza es otra medida para adaptarnos al cambio climático, porque son los pobres los más vulnerables.
  8. Mejorar la resiliencia de los cultivos ante los efectos del cambio climático.
  9. Adaptarnos ante el aumento de temperaturas.
  10. No caer en la trampa psicológica de la «autoconcesión moral». Esto ocurre cuando nos permitimos algo negativo porque creemos que lo compensamos con un sacrificio en otro aspecto. Por ejemplo, comernos un filete porque reciclamos el envoltorio de plástico; o caer en las trampas del greenwashing. Para ello, es importante tener muy presente qué cosas a nivel individual tienen más y menos impacto.

Un problema de la forma de comunicar de Ritchie es que quita importancia a aspectos que, aunque no sean principales, tienen suficiente peso como para no ser despreciados. Es como si olvidara el efecto sinérgico de juntar varias fuerzas. Sumar muchos pocos hace un mucho. A veces, este tipo de contradicción se hace patente en una misma explicación. Por ejemplo, cuando literalmente escribe: «Cambiar nuestra alimentación no va a resolver el cambio climático: para ello tenemos que dejar de quemar combustibles fósiles. Pero arreglar únicamente nuestros sistemas energéticos, ignorando la alimentación, tampoco nos llevará a esa meta».

3. Deforestación

La tierra ha perdido un tercio de todos sus bosques desde el final de la última glaciación. En el último siglo, también se ha perdido mucha superficie forestal, casi toda debida a la expansión de la agricultura. Las zonas incendiadas se regeneran si se las deja. Al perder bosques se emite carbono, pero Ritchie considera que eso es secundario en comparación con la pérdida de biodiversidad.

También resalta cómo la pérdida de hábitats se puede frenar con medidas políticas. Por ejemplo, «Brasil logró reducir la deforestación en un 80 % en solo siete años bajo la presidencia de Lula da Silva».

Con respecto al aceite de palma, no considera que su consumo sea preocupante, porque no se sabe con certeza la deforestación que causa de forma directa. Opina que no sería justo culpar a ciertos campos de palmeras de la deforestación de esas áreas si los bosques fueron talados con anterioridad. Es decir, no tiene en cuenta que esas zonas podrían volver a ser bosques. Además, sostiene que usar otros tipos de aceites podría ser incluso peor. Sin embargo, hay que tener en cuenta que evitar el aceite de palma no obliga a optar por otro aceite, sino que se puede optar por no consumir productos con aceite de palma (bollería, alimentos ultraprocesados, etc.) sin sustituirlos por nada con otros aceites. En cualquier caso, apoya el uso de aceite de palma certificado como sostenible (RSPO) y deja claro que «el biodiésel de aceite de palma produce más emisiones de carbono que la gasolina o el gasóleo».

«La tala de bosques para dejar espacio al ganado bovino es responsable de más del 40 % de la deforestación mundial». El siguiente factor de pérdida de bosques es la palma y la soja y, en tercer lugar, la silvicultura (papel/celulosa). Así, pues, la mejor forma de frenar la deforestación es reducir el consumo de carne de cordero y de vacuno. En tercer lugar, se situaría el queso y los lácteos de vaca. Ritchie apoya esta opción, incluso aunque sean productos de ganadería extensiva en tierras no aptas para la agricultura, porque en estos casos considera que la mejor opción sería dejar que esas tierras se conviertan en bosques u otros espacios naturales.

Otras opciones que propone son: que los países ricos paguen a los más pobres por conservar sus bosques; y que se compensen las emisiones mediante reforestaciones (aunque esto tiene un peligro muy evidente).

Para acabar este apartado, Ritchie sostiene que no es buena idea volver de la ciudad a zonas rurales (revitalizar pueblos), ya que la principal causa de deforestación es cómo producimos nuestros alimentos y no dónde vivimos. Y también alerta de los que piensan que la alimentación vegana contribuye a la deforestación por los cultivos de soja. Los datos son muy evidentes: el 76 % de la soja se utiliza para alimentar animales y «solo el 7 % se destina a los productos veganos» (tofu, tempeh y leche vegetal).

4. Alimentación para no comerse el planeta

«La demanda humana de alimentos representa la mayor amenaza para los animales del globo». Así de contundente se manifiesta Hannah Ritchie. Afortunadamente, no es cierto que haya una fecha límite en los suelos agrícolas del mundo. Unos se están degradando y otros están mejorando, aunque en general, el suelo agrícola está siendo maltratado (y no solo por la erosión).

Una persona necesita entre 2.000 y 2.500 calorías diarias. Si dividimos la producción mundial de alimentos a partes iguales entre todos, cada uno de nosotros podría consumir unas 5.000 calorías diarias (más del doble de lo necesario). El hambre en el mundo no es un problema de falta de alimentos, sino de mala distribución (también lo apuntaron Nebel y Wrigth). Este dato sirve a Ritchie para confirmar que, en realidad, no somos demasiados humanos. El problema es que los millones que habitamos el planeta Tierra no nos contentamos solo con comer, sino que aspiramos a un consumo cada vez mayor (casas, teléfonos, aviones, IA…).

La superproducción agraria se debe principalmente a dos inventos: el de Fritz Haber y Carl Bosch (para convertir el nitrógeno del aire en amoníaco, fertilizante); y el de Norman Borlaug (para mejorar el cultivo de trigo en México). Estos logros para aumentar la producción han evitado muchas muertes, pero también han hecho que no podamos volver atrás. Es decir, «el planeta no puede limitarse a consumir solo alimentos ecológicos» (porque hay demasiadas personas a las que alimentar). Por tanto, a nivel colectivo dependemos de los fertilizantes para sobrevivir, y fabricarlos requiere grandes cantidades de energía, lo cual explica por qué los países pobres los usan poco, aunque tengan que utilizar mayor superficie agraria.

Vivimos en un mundo con grandes desigualdades, en el que algunos sufren de obesidad y otros de desnutrición; el alimento que podría saciar el hambre de millones de personas se dedica a alimentar ganado o a producir agrocombustibles para nuestros coches. Menos de la mitad de los cereales que se producen se dedican a la alimentación humana directa. Todo un 41 % se lo come el ganado, lo cual nos hace ver que comer animales es una forma muy ineficiente de conseguir proteínas. «Los animales más pequeños son más eficientes en términos calóricos», aunque surge el «dilema moral» de que hay que matar una mayor cantidad de animales pequeños para conseguir la misma cantidad de carne.

Ritchie pone un ejemplo que sirve para visualizar bien lo que implica comer animales muertos: «¿Se imagina que comprara una barra de pan, cortara una rebanada y tirara el resto —más del 90 %— a la basura? Pues bien: en términos de calorías, eso es más o menos lo que hacemos con la carne». El ganado también es ineficiente convirtiendo proteínas. Lo bueno es que son proteínas «completas» (incorporan aminoácidos importantes), lo cual se puede conseguir con dietas vegetales comiendo legumbres y cereales. La carne también tiene otros nutrientes importantes, pero el único que no existe en los vegetales es la vitamina B12 (asunto que ya se zanjó aquí).

Para entender la magnitud del problema, afirma que tres cuartas partes de la superficie agraria tienen como fin último criar ganado, y todo eso solo sirve para producir el 18 % de las calorías y el 37 % de las proteínas que consumimos. Debemos «reducir al máximo la cantidad de tierra que destinamos a la actividad agraria», lo cual mejoraría también otros problemas: deforestación, contaminación atmosférica, de aguas, de tierras, maltrato animal, etc.

♦ Soluciones que propone:

  1. Mejorar los rendimientos agrícolas en todo el mundo, especialmente en África.
  2. Comer menos carne, sobre todo de vacuno y cordero, las carnes con mayor impacto (en emisiones, consumo y contaminación de agua, eutroficación, uso de tierra, etc.). Ritchie expone que no funciona instar a la ciudadanía a convertirse al veganismo, sino que es mejor invitar a hacer cambios paulatinos: poner un día a la semana sin carne, reducir las dosis, aumentar el consumo de legumbres, etc. Solo eliminando la carne de ternera y la de cordero se reduciría a la mitad nuestra necesidad de tierras de cultivo en todo el globo. Debemos entender que la dieta vegana es la más ecológica, pero no es necesario ser veganos estrictos: «El ahorro en comparación con una dieta con algo de pollo, o algo de pescado y huevos, no es tan significativo», aclara la autora del libro. Ella quiere derribar el mito de que si fuésemos veganos no habría tierra para cultivar porque, como ya se ha indicado, lo que ocurriría sería todo lo contrario: una dieta vegana requiere menos tierra de cultivo.
  3. Invertir en sustitutos de la carne. Para Ritchie, es importante que las carnes vegetales cumplan cuatro requisitos: ser sabrosas, baratas, fáciles de encontrar y fáciles de incorporar a las dietas habituales. Ella afirma que ha probado multitud de productos vegetales y que hay algunos realmente asombrosos que, incluso, pueden llegar a gustar tanto o más que los productos cárnicos que imitan. Optar por estos productos no solo reduce la huella de carbono, sino que contribuye a bajar el precio para el resto de la humanidad.
  4. Las hamburguesas híbridas también reducen la huella ecológica (usar carne de pollo total o parcialmente, introducir legumbres…).
  5. Sustituir los productos lácteos por alternativas vegetales. En la UE, los productos lácteos son la causa de un mínimo de una cuarta parte de la huella de carbono. Cualquier bebida vegetal tiene una huella ecológica menor que la leche animal. Ritchie recuerda aquí también la importancia de seguir una dieta variada, para evitar carencias nutricionales.
  6. Desperdiciar menos comida. Por ejemplo, resalta la importancia de cambiar los sacos de recogida de productos agrarios por cajas rígidas que protejan de golpes. También es importante saber que si un producto supera su fecha de «consumo preferente», no indica que no se pueda consumir.
  7. No depender de la agricultura de interior. Aunque minimiza el espacio ocupado (agricultura en vertical), sus necesidades energéticas son tan inmensas que no compensan las ventajas, ni empleando solo energía renovable.
  8. No centrarse en los alimentos de proximidad. Aunque el transporte es importante, supone solo el 5 % de las emisiones de GEI de la comida. El resto se debe a los procesos de producción, empaquetado y conservación. Lo más contaminante es el transporte aéreo (50 veces más que por barco), pero apenas se usa porque es caro. Por su parte, el transporte marítimo es barato, por lo que casi toda la contaminación del transporte de alimentos se produce en la carretera. En definitiva, Ritchie quiere dejar claro que está bien comer alimentos de proximidad, pero que las frutas y verduras producidas muy lejos tienen menos huella ecológica que la carne producida muy cerca.
  9. Los alimentos ecológicos tienen menos pesticidas, pero requieren más extensión. Abonar con estiércol también puede contaminar acuíferos. Respecto al clima, no hay consenso si es mejor o peor porque depende de múltiples factores. Ritchie dice que se fija más en el contenido de los envases que en las certificaciones ecológicas.
  10. Eliminar el plástico aumentaría el desperdicio alimentario. En la huella ecológica de los alimentos solo el 4 % de las emisiones procede de los envases. Nos advierte de que en ciertos alimentos es fácil de eliminar, pero en otros no. En todo caso, aquellos alimentos en los que el plástico es importante tal vez no sean esenciales en nuestra dieta y podemos prescindir totalmente del plástico y del alimento.

5. Pérdida de biodiversidad. Proteger la vida silvestre

«No cabe duda de que muchos animales están experimentando un preocupante y acelerado declive. Pero, si profundizamos un poco más, descubrimos que también hay algunos a los que les va bien». Lo que no debemos olvidar es que nuestra vida depende de la biodiversidad, aunque «no esté claro qué especies necesitemos y cuáles no». Recomendamos aquí leer el relato de La vida del doctor Biología. Lo cierto es que a veces prestamos más atención a ciertas especies, bonitas o más visibles, y olvidamos a las realmente importantes, como los gusanos y las bacterias.

El ser humano ha atacado a las demás especies desde sus orígenes, como bien explica Yuval N. Harari en su magnífico Sapiens. Ritchie declara que «antes de la aparición de la agricultura, hace unos diez mil años, la mayor amenaza para los animales era nuestra caza directa: una vez iniciada la actividad agraria, pasó a ser la destrucción de sus hábitats» y «en la última centuria, el ritmo de disminución ha sido aún más rápido». Un dato más: «Los vertebrados se han extinguido entre cien y mil veces más rápido de lo que cabría esperar».

Actualmente, los humanos y nuestro ganado constituimos la inmensa mayoría de los mamíferos del planeta. Estos son los datos del porcentaje de la biomasa actual y en 1900:

  1. Mamíferos salvajes: 2 % (17 % en 1900).
  2. Humanos: 35 % (23 %).
  3. Ganado: 63 % (60 %).

Esta desproporción también ocurre en las aves: «la biomasa de nuestros pollos duplica la de las aves silvestres». Hay multitud de datos que llevan a poder proclamar que «nos dirigimos hacia una sexta extinción masiva». La buena noticia es que podemos frenarla.

♦ Soluciones que propone:

  1. Reducir al mínimo la superficie cultivada.
  2. Utilizar fertilizantes y pesticidas de forma más prudente y eficaz.
  3. Emplear los métodos de la UE con los que ha conseguido frenar el declive de multitud de especies: reducir el uso de tierras agrícolas, recuperar hábitats naturales, prohibición total de la caza, implementación de cuotas cinegéticas, mecanismos para detener a los cazadores furtivos, proteger zonas por ley (incluyendo también el rewilding), sistemas de compensación para reproducir determinadas especies y programas de cría y reintroducción.
  4. Comer menos carne, porque esto reduciría la cantidad de tierra destinada a la agricultura, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la deforestación.
  5. Detener la deforestación, lo cual implicaría reducir la pérdida de hábitats y las emisiones de GEI.
  6. Proteger los parajes con mayor biodiversidad. El objetivo de la ONU de proteger para 2030 el 30 % de la superficie terrestre es poco ambicioso; y no son pocas las voces que piden proteger al menos el 50 % para 2050.
  7. Frenar el cambio climático.
  8. Detener los vertidos de plásticos en el mar.

6. Plásticos marinos

«El 44 % de todo el plástico del planeta se emplea en la fabricación de envases». Es ahí donde está el núcleo del problema de los plásticos. La autora critica el documental Seaspiracy por algunos de sus datos, pero está conforme con que el 80 % del plástico de las islas oceánicas procede de la industria pesquera. Solo el 20 % restante tiene su origen en tierra. Sin embargo, si miramos el plástico en zonas costeras, los datos podrían indicar justo lo contrario.

Ritchie dice que no hay aún evidencias de los auténticos peligros de los plásticos en el cuerpo humano, y que le parece más preocupante el daño que se causa a la fauna marina (enredos, atragantamientos…).

♦ Soluciones:

  1. Dejar de utilizar envases de plástico de un solo uso.
  2. Invertir más en gestión de residuos: sistemas de recogida, centros de reciclaje, vertederos adecuados (que capturen el metano de la materia orgánica), etc. Es importante reciclar todo lo que se pueda. El problema es que no siempre se puede. El reciclado mecánico permite que los plásticos se reciclen una o dos veces. El reciclado químico es mejor, pero es «tremendamente costoso» y no compensa hacerlo en ningún caso. Tal vez sería útil un SDDR para vidrio reutilizable y, en paralelo, imponer impuestos crecientes al plástico de un solo uso.
  3. Obligar a las industrias a un diseño más inteligente, que utilice solo plásticos reciclables y permita separarlos de forma cómoda.
  4. Prohibir el comercio de plástico usado para que los países ricos no usen a otros como sus vertederos. La proporción de plástico que circula por esta vía no es elevada, pero muchas veces acaba en el mar. Hablamos de 1,6 millones de toneladas en 2020.
  5. Trabajar con la industria pesquera para que no abandone su basura en el mar (redes, anzuelos, etc.). Podría castigarse a los barcos que no traigan de vuelta los aparejos con los que salieron y/o premiarse a quienes traigan basura encontrada en el mar.
  6. Poner interceptores en los ríos. Son aparatos o líneas de burbujas que sirven para capturar los plásticos evitando que lleguen al mar. Otra solución que no contempla es poner grandes bolsas de red a la salida de los desagües pluviales o residuales de las ciudades. Dado que esas aguas arrastran multitud de basura, esas redes la capturarían.
  7. Limpiar las playas es una forma mucho más barata de reducir el plástico en los océanos que recogerlo mar adentro.

7. Sobrepesca. Poner fin al expolio de los océanos

Esto está muy relacionado con la pérdida de biodiversidad. Según Ritchie, los animales marinos son discriminados con respecto a los terrestres. De alguna forma, su sufrimiento parece importar menos a los humanos, a pesar de las evidencias que existen de que los peces son capaces de sentir sufrimiento.

El incremento en potencia y tecnología aplicada al sector pesquero ha hecho que muchas pesquerías hayan entrado en declive o en grave colapso. Ante esto, hay dos formas de actuar. La primera es proponer «capturar muy pocos peces, por no decir ninguno». La segunda es «capturar tantos peces como sea posible, año tras año, pero sin mermar más sus poblaciones». Normalmente, se opta por la segunda opción, aunque sabemos que en demasiadas ocasiones no se cumple.

Una tercera vía (con un enorme crecimiento) ha sido la cría de pescados y mariscos: acuicultura o piscicultura. Actualmente, se crían más peces y mariscos de los que se pescan en estado salvaje. Para Ritchie es una buena noticia porque, según ella, esto reduce presión sobre los peces salvajes. No obstante, reconoce que parte de la comida de los peces de piscifactoría es, precisamente, peces salvajes, pero que, para algunas especies, se ha logrado una proporción de 0,3 (es decir, que hacen falta 0,3 peces salvajes para criar uno de forma artificial). El resto de comida lo forman, por ejemplo, piensos vegetales. La autora deja claro que «las normas de bienestar animal que rigen en las piscifactorías suelen ser bastante deficientes» (léase esto para más datos). Ella no habla de otros problemas presentes en las piscifactorías, como la contaminación que producen.

Con respecto a los atúnidos, Ritchie dice que su situación es mala, aunque algunas especies están mejorando sus poblaciones. Particularmente, alerta de la situación de los atunes en el océano Índico, donde se está sobrepescando sin control (España con la famosa operación Atalanta). El libro no habla de la amenaza del mercurio en los atúnidos.

Otro problema es la muerte generalizada de los corales. La autora demuestra ser una apasionada de estos animales y no le faltan motivos. La solución urgente a este problema es frenar el calentamiento global, evitando quemar combustibles fósiles. Si quieres enamorarte de los corales, te animamos a leer el relato de Lord Howe.

♦ Soluciones:

  1. Comer menos pescado, siempre que sea posible. Tal vez unos quieran no comer nada de pescado (lo cual evita el dilema del sufrimiento animal), mientras que otros opten por reducir este tipo de alimento.
  2. Elegir bien la especie a consumir. El problema de esta opción es que requiere el esfuerzo de investigar y puede variar en el tiempo y dependiendo de la región. Escogiendo bien, podemos comer pescado con poca huella de carbono (casi todos ellos son mejores que el pollo). Ella recomienda evitar los lenguados y mariscos caros, y optar por pescados pequeños y salvajes, como arenques o sardinas.
  3. Acabar con la sobrepesca aplicando cuotas de pesca estrictas. En la UE han mejorado algunas poblaciones de peces, pero otras siguen estando mal. En general, es preferible ser estrictos y que haya pesca suficiente, que ser demasiado permisivos y provocar la crisis de todo un sector.
  4. Reglamentos estrictos para capturas incidentales y descartes. El objetivo es reducir el número de peces que se pescan sin querer y que se tiran al mar (descartes), donde siempre mueren (si no lo están ya). Algunos países han prohibido los descartes y obligan a sus barcos de pesca a desembarcar todo lo que capturen, sea comercial o no.
  5. Prohibir la pesca de arrastre. Es el arte más perjudicial: normalmente se descarta entre el 30 y el 50 % de todo lo capturado (a veces es el 10 %), a lo que hay que sumar el destrozo del fondo marino que ocasionan, entre otros inconvenientes.
  6. Las áreas marinas protegidas evitan ciertas actuaciones humanas dentro de ellas. Son una buena solución, aunque a veces lo que provocan es que el impacto se traslade a otro lugar.

Propuestas finales de Hannah Ritchie

El libro de Ritchie es un canto de optimismo lleno de datos realistas. Algunas de sus opiniones pueden ser controvertidas, pero la mayoría están basadas en evidencias. Es cierto que estamos avanzando en muchos aspectos, aunque no sea tan rápido como nos gustaría. También es cierto que las opciones sostenibles se están volviendo más baratas. Y, en muchos casos, el pueblo está despertando.

Hannah se siente una traidora cuando no usa las opciones más ecológicas, aunque sí sean las opciones con menor huella de carbono, como usar el microondas o consumir alimentos que no sean de proximidad. Pero alerta que, aunque los cambios individuales sean importantes, es necesario un «cambio sistémico», es decir, una acción política que lleve a aprobar leyes que nos hagan avanzar en todas las soluciones que se han propuesto más arriba. Para ello, es necesario «votar a líderes que favorezcan medidas sostenibles» (partidos verdes y ecofeministas) y también sugiere importantes aportaciones individuales como estas:

  1. «Votar con la cartera», que quiere decir que cuando compramos estamos enviando una señal clara de nuestros intereses al mercado (a las empresas).
  2. Donar dinero a causas ecohumanistas (proyectos, organizaciones, etc.). Ritchie —conforme con lo que propuso Peter Singer— dice que dona al menos el 10 % de sus ingresos.
  3. Dedicar más tiempo a las cosas importantes (colaborar con ONG, por ejemplo) y menos a discusiones secundarias. Es decir, aunemos esfuerzos en la dirección correcta, aunque no opinemos todos exactamente lo mismo.
  4. También es muy importante elegir una trayectoria profesional que nos llene y en la que podamos empujar en la dirección que deseemos.

♦ Información relacionada:

  1. Otros libros resumidos para captar su esencia en poco tiempo:
  2. Quemar rastrojos o leña es tóxico para la salud, además de muy contaminante.
  3. La mejor solución a los incendios forestales: educar sí; quemar biomasa no.
  4. La agricultura de hoy debería ser como la de mañana.
  5. Los científicos vuelven a avisar del colapso que vendrá si seguimos sin reaccionar.
  6. Sin comer por el clima, las macrogranjas, los combustibles fósiles…
  7. Algunos libros del editor de Blogsostenible y de Historias Incontables.
  8. Una imagen del libro de Hannah Ritchie:

blogsostenible

Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"

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Libro El mundo no se acaba, de Hannah Ritchie (resumen)

Por: Pepe Galindo

Un libro escrito por una científica y divulgadora de la Universidad de Oxford que tiene por bandera el optimismo y los datos (Anagrama, 2025). Se aleja del catastrofismo ecologista casi tanto como del negacionismo climático; y afirma que «aceptar la derrota ante el cambio climático es una postura indefendiblemente egoísta».

Hannah Ritchie aclara que su optimismo es «condicional» (i.e., condicionado a actuar adecuadamente); que es diferente a un «optimismo ciego» que confía sin promover la acción organizada. Su objetivo es conseguir que seamos la primera generación que logre alcanzar la sostenibilidad completa en los dos sentidos que recoge la definición de la ONU: satisfacer las necesidades de las generaciones actuales; y hacerlo sin comprometer las capacidades de las generaciones futuras para satisfacer las suyas. Con respecto al primer aspecto, Ritchie opina que falta mucho por hacer aunque, al menos, se ha avanzado una barbaridad en aspectos tales como: la mortalidad infantil y materna, la esperanza de vida, el hambre y la malnutrición, el acceso a recursos básicos (agua, energía…), la educación y la pobreza extrema.

Por supuesto, estos avances en la calidad de vida global también «han tenido un enorme coste medioambiental», lo cual ha empeorado de forma colosal el segundo requisito de la sostenibilidad. Para equilibrar la situación, el libro examina en detalle siete problemas medioambientales y sus interconexiones entre sí.

Antes de examinar esos siete problemas, Ritchie se distancia de dos soluciones típicas del ecologismo: despoblación y decrecimiento. La primera consiste en reducir el tamaño de la población y Ritchie afirma que realmente esa no es una alternativa, primero porque la población ya se está frenando a nivel mundial y, segundo, porque es muy complicado hacerlo de forma ética. Apunta a que más impacto que la superpoblación lo generan los estilos de vida (especialmente de los millonarios), lo cual podría estar afectado por la segunda solución que Ritchie rechaza, el decrecimiento, entendido como un retroceso o empobrecimiento. Para ella, la pobreza no implica mayor sostenibilidad, por supuesto, si consideramos los dos pilares de la sostenibilidad anteriormente indicados. En el libro, ella matiza que es cuestionable el crecimiento en los países ricos, pero que para acabar con la pobreza se necesita un crecimiento económico global. Para ella, no vale cualquier crecimiento y afirma —igual que cualquier decrecentista— que sería necesario crecer en algunos sectores y tecnologías y decrecer en otras. Tal vez, la promesa más impactante del libro es que dice demostrar que podemos reducir el impacto ambiental y, a la vez, mejorar la situación económica.

1. Contaminación atmosférica

Aunque no se suela decir, la contaminación atmosférica es «una de las principales causas de mortalidad en el mundo». Las cifras de fallecidos por esta causa son similares a las muertes por tabaquismo; seis o siete veces mayores que los muertos en accidentes de tráfico; y superan en cientos de veces la cifra de vidas perdidas por terrorismo o por guerras. Cada año, la mala calidad del aire suele ser quinientas veces más mortífera que todas las catástrofes «naturales» juntas.

La buena noticia es que se está reduciendo este tipo de contaminación, especialmente en las ciudades, lo cual baja las tasas de mortalidad. Es preciso tomar medidas locales y globales. Usemos como inspiración el Protocolo de Montreal para eliminar las sustancias químicas que degradaban la capa de ozono, un problema de cuya gravedad advirtió incluso Carl Sagan. En 1987 fue firmado por 43 países; y en 2009 se convirtió en el primer convenio internacional que logró la ratificación universal de todos los países del mundo. Un ejemplo que demuestra que hacer caso a la ciencia tiene resultados positivos.

A escala global, la mayor fuente de contaminación es quemar madera o carbón, incluyendo aquí las quemas agrícolas. Luego está la polución por actividades agropecuarias, principalmente por culpa de la ganadería y por los fertilizantes. Después viene la quema de combustibles fósiles para producir electricidad. Luego, diversas industrias (textiles, químicas, metalúrgicas…), seguidas del transporte de personas y mercancías.

Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"
Lee también un resumen de este libro de Yuval N. Harari.

♦ Las soluciones propuestas pueden parecer caras, pero son muy baratas si las comparamos con los cientos de millones en gastos por no solucionar el problema:

  1. Lo más urgente es «dejar de quemar cosas» y, cuando no sea posible, capturar las partículas de la combustión.
  2. Detener las quemas agrícolas por ser una inmensa fuente de contaminación estacional fácil de evitar haciendo compost, triturando, etc.
  3. Conseguir combustibles limpios para cocinar y calentarse. La leña puede ser muy natural, pero es la forma más contaminante de conseguir calor. Provoca múltiples enfermedades por respirar el humo.
  4. Eliminar el azufre de los combustibles fósiles. Es tan simple como poner filtros en las chimeneas.
  5. Transporte más limpio. Los vehículos eléctricos contaminan menos, pero no son parte de la solución porque siguen siendo origen de multitud de emisiones. Por supuesto, la aviación es muchísimo peor.
  6. Transporte sostenible: caminar, ir en bicicleta o en transporte público.
  7. Abandonar combustibles fósiles, en favor de las renovables y de la energía nuclear. Ritchie es contraria a debatir entre renovables y nuclear porque, para ella, lo importante es que son energías con bajas emisiones de CO2. No tiene en cuenta el problema de los residuos radiactivos, ni el riesgo de atentados terroristas, ni el hecho de que las nucleares no sean rentables sin subvenciones de dinero público.

2. Cambio Climático

«Un mundo 6 ºC más caliente que el actual sería devastador», nos advierte la autora. Tras comentar algunas de las consecuencias del calentamiento global, afirma que «si cada país cumpliera realmente sus compromisos climáticos, llegaríamos a los 2,1 ºC en 2100», lo cual sería una gran noticia, aunque podría ser mejor.

Hannah Ritchie asegura que «las tecnologías bajas en carbono resultan cada vez más competitivas» y «los líderes mundiales se han vuelto más optimistas». Ahora tenemos infraestructuras mejor preparadas, podemos predecir eventos climáticos extremos, organizar evacuaciones, existen redes internacionales de apoyo, etc. En definitiva, estamos mejor preparados que en el pasado y sabemos cómo reducir las emisiones de dióxido de carbono, porque hay solo dos fuentes principales: «la quema de combustibles fósiles y el cambio en el uso de la tierra» (deforestación).

La situación actual es que «las emisiones totales siguen aumentando, pero las emisiones per cápita han tocado techo». Ese dato es utilizado por la autora para ser optimista y esperar a que la contaminación empiece a declinar, al menos en los países ricos, porque dice que está demostrado que «los avances tecnológicos hacen que hoy consumamos mucha menos energía que en el pasado». Como ejemplo, afirma que en Suecia se vive con igual nivel que en Estados Unidos y, sin embargo, se emite solo una cuarta parte. Según sus datos, el crecimiento económico y la reducción de emisiones son compatibles. El problema es que mira datos de países ricos que ya son exageradamente insostenibles. En tales casos, ¿es correcto celebrar una pequeña reducción en su contaminación?

En su análisis, asegura que «las soluciones que pasan por reducir el consumo de energía a niveles muy bajos no son buenas», porque la energía es fundamental para mantener o aumentar la calidad de vida. Tampoco ve adecuado que se avergüencen los que viajan en avión, porque para ella volar es un gran invento y las ventajas son suficientes para olvidar sus serios inconvenientes. ¿Será una excusa para justificar su gusto por volar?

♦ Soluciones que propone:

  1. Transición hacia la energía renovable por todas sus ventajas. El inconveniente del espacio que requieren se resuelve buscando lugares adecuados: tejados, agrovoltaica, etc.
  2. Electrificar la demanda de energía donde sea posible y aumentar el almacenamiento (baterías…). Ritchie está convencida de que esta transición requerirá menos actividad minera que con combustibles fósiles.
  3. Replantear el transporte a larga distancia.
  4. Alimentación. Aunque sostiene que no es preciso ser veganos, deja claro que cualquier cambio a dietas más vegetales tiene una enorme influencia en el clima, como por ejemplo elegir hamburguesas de pollo en lugar de ternera (que es la carne con más huella de carbono). Con datos muy fiables confirma que «la carne con emisiones de carbono más bajas supera las de la proteína vegetal con emisiones más altas». Y no importa demasiado si son alimentos ecológicos, de proximidad o en extensivo. La autora afirma que adoptando las siguientes medidas se liberaría suficiente tierra como para compensar las emisiones del sistema alimentario resultante:
    • Comer menos carne.
    • Adoptar las mejores prácticas agrarias.
    • Reducir el consumo excesivo y el desperdicio alimentario.
  5. Reducir las emisiones por la construcción, básicamente eliminando el cemento, un material muy contaminante en su fabricación. Propone usar otros materiales y, aunque no lo cita, una opción es el cemento Sublime.
  6. Poner precio al carbono para que los productos de altas emisiones sean más caros y menos accesibles. Como todos sabemos, los precios no reflejan los costos de los productos, y mucho menos los costos ambientales. El peligro de esta medida —y Ritchie lo subraya— es que haga que las familias pobres sean aún más pobres. Para evitarlo se deben incluir ayudas y conseguir que sean los ricos los que más paguen, porque son, de hecho, los que más carbono emiten.
  7. Sacar a la población de la pobreza es otra medida para adaptarnos al cambio climático, porque son los pobres los más vulnerables.
  8. Mejorar la resiliencia de los cultivos ante los efectos del cambio climático.
  9. Adaptarnos ante el aumento de temperaturas.
  10. No caer en la trampa psicológica de la «autoconcesión moral». Esto ocurre cuando nos permitimos algo negativo porque creemos que lo compensamos con un sacrificio en otro aspecto. Por ejemplo, comernos un filete porque reciclamos el envoltorio de plástico; o caer en las trampas del greenwashing. Para ello, es importante tener muy presente qué cosas a nivel individual tienen más y menos impacto.

Un problema de la forma de comunicar de Ritchie es que quita importancia a aspectos que, aunque no sean principales, tienen suficiente peso como para no ser despreciados. Es como si olvidara el efecto sinérgico de juntar varias fuerzas. Sumar muchos pocos hace un mucho. A veces, este tipo de contradicción se hace patente en una misma explicación. Por ejemplo, cuando literalmente escribe: «Cambiar nuestra alimentación no va a resolver el cambio climático: para ello tenemos que dejar de quemar combustibles fósiles. Pero arreglar únicamente nuestros sistemas energéticos, ignorando la alimentación, tampoco nos llevará a esa meta».

3. Deforestación

La tierra ha perdido un tercio de todos sus bosques desde el final de la última glaciación. En el último siglo, también se ha perdido mucha superficie forestal, casi toda debida a la expansión de la agricultura. Las zonas incendiadas se regeneran si se las deja. Al perder bosques se emite carbono, pero Ritchie considera que eso es secundario en comparación con la pérdida de biodiversidad.

También resalta cómo la pérdida de hábitats se puede frenar con medidas políticas. Por ejemplo, «Brasil logró reducir la deforestación en un 80 % en solo siete años bajo la presidencia de Lula da Silva».

Con respecto al aceite de palma, no considera que su consumo sea preocupante, porque no se sabe con certeza la deforestación que causa de forma directa. Opina que no sería justo culpar a ciertos campos de palmeras de la deforestación de esas áreas si los bosques fueron talados con anterioridad. Es decir, no tiene en cuenta que esas zonas podrían volver a ser bosques. Además, sostiene que usar otros tipos de aceites podría ser incluso peor. Sin embargo, hay que tener en cuenta que evitar el aceite de palma no obliga a optar por otro aceite, sino que se puede optar por no consumir productos con aceite de palma (bollería, alimentos ultraprocesados, etc.) sin sustituirlos por nada con otros aceites. En cualquier caso, apoya el uso de aceite de palma certificado como sostenible (RSPO) y deja claro que «el biodiésel de aceite de palma produce más emisiones de carbono que la gasolina o el gasóleo».

«La tala de bosques para dejar espacio al ganado bovino es responsable de más del 40 % de la deforestación mundial». El siguiente factor de pérdida de bosques es la palma y la soja y, en tercer lugar, la silvicultura (papel/celulosa). Así, pues, la mejor forma de frenar la deforestación es reducir el consumo de carne de cordero y de vacuno. En tercer lugar, se situaría el queso y los lácteos de vaca. Ritchie apoya esta opción, incluso aunque sean productos de ganadería extensiva en tierras no aptas para la agricultura, porque en estos casos considera que la mejor opción sería dejar que esas tierras se conviertan en bosques u otros espacios naturales.

Otras opciones que propone son: que los países ricos paguen a los más pobres por conservar sus bosques; y que se compensen las emisiones mediante reforestaciones (aunque esto tiene un peligro muy evidente).

Para acabar este apartado, Ritchie sostiene que no es buena idea volver de la ciudad a zonas rurales (revitalizar pueblos), ya que la principal causa de deforestación es cómo producimos nuestros alimentos y no dónde vivimos. Y también alerta de los que piensan que la alimentación vegana contribuye a la deforestación por los cultivos de soja. Los datos son muy evidentes: el 76 % de la soja se utiliza para alimentar animales y «solo el 7 % se destina a los productos veganos» (tofu, tempeh y leche vegetal).

4. Alimentación para no comerse el planeta

«La demanda humana de alimentos representa la mayor amenaza para los animales del globo». Así de contundente se manifiesta Hannah Ritchie. Afortunadamente, no es cierto que haya una fecha límite en los suelos agrícolas del mundo. Unos se están degradando y otros están mejorando, aunque en general, el suelo agrícola está siendo maltratado (y no solo por la erosión).

Una persona necesita entre 2.000 y 2.500 calorías diarias. Si dividimos la producción mundial de alimentos a partes iguales entre todos, cada uno de nosotros podría consumir unas 5.000 calorías diarias (más del doble de lo necesario). El hambre en el mundo no es un problema de falta de alimentos, sino de mala distribución (también lo apuntaron Nebel y Wrigth). Este dato sirve a Ritchie para confirmar que, en realidad, no somos demasiados humanos. El problema es que los millones que habitamos el planeta Tierra no nos contentamos solo con comer, sino que aspiramos a un consumo cada vez mayor (casas, teléfonos, aviones, IA…).

La superproducción agraria se debe principalmente a dos inventos: el de Fritz Haber y Carl Bosch (para convertir el nitrógeno del aire en amoníaco, fertilizante); y el de Norman Borlaug (para mejorar el cultivo de trigo en México). Estos logros para aumentar la producción han evitado muchas muertes, pero también han hecho que no podamos volver atrás. Es decir, «el planeta no puede limitarse a consumir solo alimentos ecológicos» (porque hay demasiadas personas a las que alimentar). Por tanto, a nivel colectivo dependemos de los fertilizantes para sobrevivir, y fabricarlos requiere grandes cantidades de energía, lo cual explica por qué los países pobres los usan poco, aunque tengan que utilizar mayor superficie agraria.

Vivimos en un mundo con grandes desigualdades, en el que algunos sufren de obesidad y otros de desnutrición; el alimento que podría saciar el hambre de millones de personas se dedica a alimentar ganado o a producir agrocombustibles para nuestros coches. Menos de la mitad de los cereales que se producen se dedican a la alimentación humana directa. Todo un 41 % se lo come el ganado, lo cual nos hace ver que comer animales es una forma muy ineficiente de conseguir proteínas. «Los animales más pequeños son más eficientes en términos calóricos», aunque surge el «dilema moral» de que hay que matar una mayor cantidad de animales pequeños para conseguir la misma cantidad de carne.

Ritchie pone un ejemplo que sirve para visualizar bien lo que implica comer animales muertos: «¿Se imagina que comprara una barra de pan, cortara una rebanada y tirara el resto —más del 90 %— a la basura? Pues bien: en términos de calorías, eso es más o menos lo que hacemos con la carne». El ganado también es ineficiente convirtiendo proteínas. Lo bueno es que son proteínas «completas» (incorporan aminoácidos importantes), lo cual se puede conseguir con dietas vegetales comiendo legumbres y cereales. La carne también tiene otros nutrientes importantes, pero el único que no existe en los vegetales es la vitamina B12 (asunto que ya se zanjó aquí).

Para entender la magnitud del problema, afirma que tres cuartas partes de la superficie agraria tienen como fin último criar ganado, y todo eso solo sirve para producir el 18 % de las calorías y el 37 % de las proteínas que consumimos. Debemos «reducir al máximo la cantidad de tierra que destinamos a la actividad agraria», lo cual mejoraría también otros problemas: deforestación, contaminación atmosférica, de aguas, de tierras, maltrato animal, etc.

♦ Soluciones que propone:

  1. Mejorar los rendimientos agrícolas en todo el mundo, especialmente en África.
  2. Comer menos carne, sobre todo de vacuno y cordero, las carnes con mayor impacto (en emisiones, consumo y contaminación de agua, eutroficación, uso de tierra, etc.). Ritchie expone que no funciona instar a la ciudadanía a convertirse al veganismo, sino que es mejor invitar a hacer cambios paulatinos: poner un día a la semana sin carne, reducir las dosis, aumentar el consumo de legumbres, etc. Solo eliminando la carne de ternera y la de cordero se reduciría a la mitad nuestra necesidad de tierras de cultivo en todo el globo. Debemos entender que la dieta vegana es la más ecológica, pero no es necesario ser veganos estrictos: «El ahorro en comparación con una dieta con algo de pollo, o algo de pescado y huevos, no es tan significativo», aclara la autora del libro. Ella quiere derribar el mito de que si fuésemos veganos no habría tierra para cultivar porque, como ya se ha indicado, lo que ocurriría sería todo lo contrario: una dieta vegana requiere menos tierra de cultivo.
  3. Invertir en sustitutos de la carne. Para Ritchie, es importante que las carnes vegetales cumplan cuatro requisitos: ser sabrosas, baratas, fáciles de encontrar y fáciles de incorporar a las dietas habituales. Ella afirma que ha probado multitud de productos vegetales y que hay algunos realmente asombrosos que, incluso, pueden llegar a gustar tanto o más que los productos cárnicos que imitan. Optar por estos productos no solo reduce la huella de carbono, sino que contribuye a bajar el precio para el resto de la humanidad.
  4. Las hamburguesas híbridas también reducen la huella ecológica (usar carne de pollo total o parcialmente, introducir legumbres…).
  5. Sustituir los productos lácteos por alternativas vegetales. En la UE, los productos lácteos son la causa de un mínimo de una cuarta parte de la huella de carbono. Cualquier bebida vegetal tiene una huella ecológica menor que la leche animal. Ritchie recuerda aquí también la importancia de seguir una dieta variada, para evitar carencias nutricionales.
  6. Desperdiciar menos comida. Por ejemplo, resalta la importancia de cambiar los sacos de recogida de productos agrarios por cajas rígidas que protejan de golpes. También es importante saber que si un producto supera su fecha de «consumo preferente», no indica que no se pueda consumir.
  7. No depender de la agricultura de interior. Aunque minimiza el espacio ocupado (agricultura en vertical), sus necesidades energéticas son tan inmensas que no compensan las ventajas, ni empleando solo energía renovable.
  8. No centrarse en los alimentos de proximidad. Aunque el transporte es importante, supone solo el 5 % de las emisiones de GEI de la comida. El resto se debe a los procesos de producción, empaquetado y conservación. Lo más contaminante es el transporte aéreo (50 veces más que por barco), pero apenas se usa porque es caro. Por su parte, el transporte marítimo es barato, por lo que casi toda la contaminación del transporte de alimentos se produce en la carretera. En definitiva, Ritchie quiere dejar claro que está bien comer alimentos de proximidad, pero que las frutas y verduras producidas muy lejos tienen menos huella ecológica que la carne producida muy cerca.
  9. Los alimentos ecológicos tienen menos pesticidas, pero requieren más extensión. Abonar con estiércol también puede contaminar acuíferos. Respecto al clima, no hay consenso si es mejor o peor porque depende de múltiples factores. Ritchie dice que se fija más en el contenido de los envases que en las certificaciones ecológicas.
  10. Eliminar el plástico aumentaría el desperdicio alimentario. En la huella ecológica de los alimentos solo el 4 % de las emisiones procede de los envases. Nos advierte de que en ciertos alimentos es fácil de eliminar, pero en otros no. En todo caso, aquellos alimentos en los que el plástico es importante tal vez no sean esenciales en nuestra dieta y podemos prescindir totalmente del plástico y del alimento.

5. Pérdida de biodiversidad. Proteger la vida silvestre

«No cabe duda de que muchos animales están experimentando un preocupante y acelerado declive. Pero, si profundizamos un poco más, descubrimos que también hay algunos a los que les va bien». Lo que no debemos olvidar es que nuestra vida depende de la biodiversidad, aunque «no esté claro qué especies necesitemos y cuáles no». Recomendamos aquí leer el relato de La vida del doctor Biología. Lo cierto es que a veces prestamos más atención a ciertas especies, bonitas o más visibles, y olvidamos a las realmente importantes, como los gusanos y las bacterias.

El ser humano ha atacado a las demás especies desde sus orígenes, como bien explica Yuval N. Harari en su magnífico Sapiens. Ritchie declara que «antes de la aparición de la agricultura, hace unos diez mil años, la mayor amenaza para los animales era nuestra caza directa: una vez iniciada la actividad agraria, pasó a ser la destrucción de sus hábitats» y «en la última centuria, el ritmo de disminución ha sido aún más rápido». Un dato más: «Los vertebrados se han extinguido entre cien y mil veces más rápido de lo que cabría esperar».

Actualmente, los humanos y nuestro ganado constituimos la inmensa mayoría de los mamíferos del planeta. Estos son los datos del porcentaje de la biomasa actual y en 1900:

  1. Mamíferos salvajes: 2 % (17 % en 1900).
  2. Humanos: 35 % (23 %).
  3. Ganado: 63 % (60 %).

Esta desproporción también ocurre en las aves: «la biomasa de nuestros pollos duplica la de las aves silvestres». Hay multitud de datos que llevan a poder proclamar que «nos dirigimos hacia una sexta extinción masiva». La buena noticia es que podemos frenarla.

♦ Soluciones que propone:

  1. Reducir al mínimo la superficie cultivada.
  2. Utilizar fertilizantes y pesticidas de forma más prudente y eficaz.
  3. Emplear los métodos de la UE con los que ha conseguido frenar el declive de multitud de especies: reducir el uso de tierras agrícolas, recuperar hábitats naturales, prohibición total de la caza, implementación de cuotas cinegéticas, mecanismos para detener a los cazadores furtivos, proteger zonas por ley (incluyendo también el rewilding), sistemas de compensación para reproducir determinadas especies y programas de cría y reintroducción.
  4. Comer menos carne, porque esto reduciría la cantidad de tierra destinada a la agricultura, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la deforestación.
  5. Detener la deforestación, lo cual implicaría reducir la pérdida de hábitats y las emisiones de GEI.
  6. Proteger los parajes con mayor biodiversidad. El objetivo de la ONU de proteger para 2030 el 30 % de la superficie terrestre es poco ambicioso; y no son pocas las voces que piden proteger al menos el 50 % para 2050.
  7. Frenar el cambio climático.
  8. Detener los vertidos de plásticos en el mar.

6. Plásticos marinos

«El 44 % de todo el plástico del planeta se emplea en la fabricación de envases». Es ahí donde está el núcleo del problema de los plásticos. La autora critica el documental Seaspiracy por algunos de sus datos, pero está conforme con que el 80 % del plástico de las islas oceánicas procede de la industria pesquera. Solo el 20 % restante tiene su origen en tierra. Sin embargo, si miramos el plástico en zonas costeras, los datos podrían indicar justo lo contrario.

Ritchie dice que no hay aún evidencias de los auténticos peligros de los plásticos en el cuerpo humano, y que le parece más preocupante el daño que se causa a la fauna marina (enredos, atragantamientos…).

♦ Soluciones:

  1. Dejar de utilizar envases de plástico de un solo uso.
  2. Invertir más en gestión de residuos: sistemas de recogida, centros de reciclaje, vertederos adecuados (que capturen el metano de la materia orgánica), etc. Es importante reciclar todo lo que se pueda. El problema es que no siempre se puede. El reciclado mecánico permite que los plásticos se reciclen una o dos veces. El reciclado químico es mejor, pero es «tremendamente costoso» y no compensa hacerlo en ningún caso. Tal vez sería útil un SDDR para vidrio reutilizable y, en paralelo, imponer impuestos crecientes al plástico de un solo uso.
  3. Obligar a las industrias a un diseño más inteligente, que utilice solo plásticos reciclables y permita separarlos de forma cómoda.
  4. Prohibir el comercio de plástico usado para que los países ricos no usen a otros como sus vertederos. La proporción de plástico que circula por esta vía no es elevada, pero muchas veces acaba en el mar. Hablamos de 1,6 millones de toneladas en 2020.
  5. Trabajar con la industria pesquera para que no abandone su basura en el mar (redes, anzuelos, etc.). Podría castigarse a los barcos que no traigan de vuelta los aparejos con los que salieron y/o premiarse a quienes traigan basura encontrada en el mar.
  6. Poner interceptores en los ríos. Son aparatos o líneas de burbujas que sirven para capturar los plásticos evitando que lleguen al mar. Otra solución que no contempla es poner grandes bolsas de red a la salida de los desagües pluviales o residuales de las ciudades. Dado que esas aguas arrastran multitud de basura, esas redes la capturarían.
  7. Limpiar las playas es una forma mucho más barata de reducir el plástico en los océanos que recogerlo mar adentro.

7. Sobrepesca. Poner fin al expolio de los océanos

Esto está muy relacionado con la pérdida de biodiversidad. Según Ritchie, los animales marinos son discriminados con respecto a los terrestres. De alguna forma, su sufrimiento parece importar menos a los humanos, a pesar de las evidencias que existen de que los peces son capaces de sentir sufrimiento.

El incremento en potencia y tecnología aplicada al sector pesquero ha hecho que muchas pesquerías hayan entrado en declive o en grave colapso. Ante esto, hay dos formas de actuar. La primera es proponer «capturar muy pocos peces, por no decir ninguno». La segunda es «capturar tantos peces como sea posible, año tras año, pero sin mermar más sus poblaciones». Normalmente, se opta por la segunda opción, aunque sabemos que en demasiadas ocasiones no se cumple.

Una tercera vía (con un enorme crecimiento) ha sido la cría de pescados y mariscos: acuicultura o piscicultura. Actualmente, se crían más peces y mariscos de los que se pescan en estado salvaje. Para Ritchie es una buena noticia porque, según ella, esto reduce presión sobre los peces salvajes. No obstante, reconoce que parte de la comida de los peces de piscifactoría es, precisamente, peces salvajes, pero que, para algunas especies, se ha logrado una proporción de 0,3 (es decir, que hacen falta 0,3 peces salvajes para criar uno de forma artificial). El resto de comida lo forman, por ejemplo, piensos vegetales. La autora deja claro que «las normas de bienestar animal que rigen en las piscifactorías suelen ser bastante deficientes» (léase esto para más datos). Ella no habla de otros problemas presentes en las piscifactorías, como la contaminación que producen.

Con respecto a los atúnidos, Ritchie dice que su situación es mala, aunque algunas especies están mejorando sus poblaciones. Particularmente, alerta de la situación de los atunes en el océano Índico, donde se está sobrepescando sin control (España con la famosa operación Atalanta). El libro no habla de la amenaza del mercurio en los atúnidos.

Otro problema es la muerte generalizada de los corales. La autora demuestra ser una apasionada de estos animales y no le faltan motivos. La solución urgente a este problema es frenar el calentamiento global, evitando quemar combustibles fósiles. Si quieres enamorarte de los corales, te animamos a leer el relato de Lord Howe.

♦ Soluciones:

  1. Comer menos pescado, siempre que sea posible. Tal vez unos quieran no comer nada de pescado (lo cual evita el dilema del sufrimiento animal), mientras que otros opten por reducir este tipo de alimento.
  2. Elegir bien la especie a consumir. El problema de esta opción es que requiere el esfuerzo de investigar y puede variar en el tiempo y dependiendo de la región. Escogiendo bien, podemos comer pescado con poca huella de carbono (casi todos ellos son mejores que el pollo). Ella recomienda evitar los lenguados y mariscos caros, y optar por pescados pequeños y salvajes, como arenques o sardinas.
  3. Acabar con la sobrepesca aplicando cuotas de pesca estrictas. En la UE han mejorado algunas poblaciones de peces, pero otras siguen estando mal. En general, es preferible ser estrictos y que haya pesca suficiente, que ser demasiado permisivos y provocar la crisis de todo un sector.
  4. Reglamentos estrictos para capturas incidentales y descartes. El objetivo es reducir el número de peces que se pescan sin querer y que se tiran al mar (descartes), donde siempre mueren (si no lo están ya). Algunos países han prohibido los descartes y obligan a sus barcos de pesca a desembarcar todo lo que capturen, sea comercial o no.
  5. Prohibir la pesca de arrastre. Es el arte más perjudicial: normalmente se descarta entre el 30 y el 50 % de todo lo capturado (a veces es el 10 %), a lo que hay que sumar el destrozo del fondo marino que ocasionan, entre otros inconvenientes.
  6. Las áreas marinas protegidas evitan ciertas actuaciones humanas dentro de ellas. Son una buena solución, aunque a veces lo que provocan es que el impacto se traslade a otro lugar.

Propuestas finales de Hannah Ritchie

El libro de Ritchie es un canto de optimismo lleno de datos realistas. Algunas de sus opiniones pueden ser controvertidas, pero la mayoría están basadas en evidencias. Es cierto que estamos avanzando en muchos aspectos, aunque no sea tan rápido como nos gustaría. También es cierto que las opciones sostenibles se están volviendo más baratas. Y, en muchos casos, el pueblo está despertando.

Hannah se siente una traidora cuando no usa las opciones más ecológicas, aunque sí sean las opciones con menor huella de carbono, como usar el microondas o consumir alimentos que no sean de proximidad. Pero alerta que, aunque los cambios individuales sean importantes, es necesario un «cambio sistémico», es decir, una acción política que lleve a aprobar leyes que nos hagan avanzar en todas las soluciones que se han propuesto más arriba. Para ello, es necesario «votar a líderes que favorezcan medidas sostenibles» (partidos verdes y ecofeministas) y también sugiere importantes aportaciones individuales como estas:

  1. «Votar con la cartera», que quiere decir que cuando compramos estamos enviando una señal clara de nuestros intereses al mercado (a las empresas).
  2. Donar dinero a causas ecohumanistas (proyectos, organizaciones, etc.). Ritchie —conforme con lo que propuso Peter Singer— dice que dona al menos el 10 % de sus ingresos.
  3. Dedicar más tiempo a las cosas importantes (colaborar con ONG, por ejemplo) y menos a discusiones secundarias. Es decir, aunemos esfuerzos en la dirección correcta, aunque no opinemos todos exactamente lo mismo.
  4. También es muy importante elegir una trayectoria profesional que nos llene y en la que podamos empujar en la dirección que deseemos.

♦ Información relacionada:

  1. Otros libros resumidos para captar su esencia en poco tiempo:
  2. Quemar rastrojos o leña es tóxico para la salud, además de muy contaminante.
  3. La mejor solución a los incendios forestales: educar sí; quemar biomasa no.
  4. La agricultura de hoy debería ser como la de mañana.
  5. Los científicos vuelven a avisar del colapso que vendrá si seguimos sin reaccionar.
  6. Sin comer por el clima, las macrogranjas, los combustibles fósiles…
  7. Algunos libros del editor de Blogsostenible y de Historias Incontables.
  8. Una imagen del libro de Hannah Ritchie:
✇BlogSOStenible··· – – – ··· – – – ··· – – – ··· – – – ··· «Otras» noticias, y «otra» forma de pensar…

Libro “Ecoanimal: Una estética plurisensorial, ecologista y animalista” de Marta Tafalla @TafallaMarta (Resumen)

Por: Pepe Galindo

Marta Tafalla, profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona, ha investigado sobre muchos aspectos tales como la estética, la ética, el medioambiente y los derechos de los animales. Ha colaborado con Blogsostenible y es una militante activa en las redes sociales defendiendo la justicia y denunciando el maltrato animal. Su cuenta de Twitter es @TafallaMarta.

La apreciación estética

La apreciación estética es sobre todo una actividad mental. “Más allá del placer biológico que nos genera la percepción, existe un placer intelectual”, que nos evoca o inspira hacia otros destinos (arte, filosofía, espiritualidad…). A pesar de las dificultades, hay consenso en que la apreciación estética ha de ser desinteresada, en el sentido de que su fin último es deleitarnos y no obtener otros resultados “prácticos”; no es un medio para conseguir un fin, sino que es un fin en sí misma. La vida moderna, acelerada y contaminada, puede dificultar la contemplación serena. ¿Cuántos observan hoy las estrellas por el placer de verlas, sin prisas y sin más objetivos?

Según Schopenhauer, el egoísmo que guía a todos los seres vivos es más peligroso en los humanos (algo que está bien demostrado). Toda su filosofía es un intento de limitar el ego, y una de las vías es la estética porque la contemplación estética actúa como una pacificación del ser. Se supone que mientras apreciamos la belleza de algo no somos empujados por el egoísmo, de forma que la estética es una vía para construir una relación más ética y pacífica con todo, incluyendo la naturaleza.

Para M. Horkheimer y T.W. Adorno el miedo a ser dominado por la naturaleza, lleva al humano a intentar dominarla, de tal forma que el humano no pretende conocer el mundo sino dominarlo. Cuando nos relacionamos con lo exterior, demasiadas veces solo se piensa en la utilidad de todo y nos dicen que todo lo inútil no merece la pena. Adorno sostiene, en cambio, que si los seres humanos no saben apreciar la naturaleza tampoco sabrán protegerla, lo cual parece evidenciarse con cada desastre ambiental.

“La belleza o la fealdad no existen realmente” en los objetos, sino que son percepciones subjetivas. “En la estética no vamos a encontrar verdades absolutas”, pero eso no implica que sea algo sin importancia. Por ejemplo, “es más probable que los ciudadanos de un país decidan proteger un entorno que les parece singular y espectacular que otro que consideran aburrido o feo”. En cambio, “preservar la biodiversidad exige proteger todas las especies, tanto las que nos parecen bellas como las que no”. Esto es importante tenerlo en cuenta dado que “nuestras apreciaciones estéticas tienden a influir en nuestras decisiones sobre la defensa de la naturaleza”.

Kant impulsó la autonomía de la estética respecto de la ética. Es decir, un objeto feo no tiene que ser moralmente malvado, ni debe ser combatido y eliminado. Por otra parte, un objeto bello no tiene que ser moralmente bueno. Un ejemplo es la tauromaquia: aunque algunos ven belleza en la tortura de un animal, esa supuesta belleza no justifica éticamente el sufrimiento que causa.

Vivimos en una sociedad que es muy superficial en algunos aspectos. La valoración estética es un buen ejemplo, pues se ponen en valor muy pocos aspectos, sin profundizar. Por ejemplo, la fruta es evaluada solo por unos cuantos aspectos concretos (color, tamaño, uniformidad, brillo…) y se olvidan aspectos que son muy importantes (uso de pesticidas, herbicidas, abonos artificiales, trabajadores mal pagados…). Si valoramos la estética con profundidad, unas manzanas irregulares o con alguna mancha, pero de productores locales y ecológicos saldrán ganando a otras manzanas, pues “lo importante es entender que la belleza de las manzanas no depende solo de su aspecto, sino también de su historia”. Otro ejemplo son las frutas y verduras envueltas en plástico o en bandejas de porexpán: se venden demasiado a pesar de que sabemos los problemas del plástico y que, aunque se reciclen, reciclar no es suficiente.

Estética superficial: animales y personas como objetos

“Estilos estéticos superficiales reducen el objeto a un mero instrumento cuya utilidad consiste en adornar”. Algunos casos muy graves son las peceras y los pájaros enjaulados, donde los animales son reducidos a “meros adornos” (prestigiosos museos incluyen obras de arte con animales vivos encerrados). No parece influir en ello que sepamos que “los animales sienten placer y dolor” y que “todos los vertebrados, e incluso algunos invertebrados como los cefalópodos, son más inteligentes y emocionales de lo que la ciencia más mecanicista nos venía repitiendo desde los tiempos de Descartes”. Por tanto, “encerrar animales en espacios reducidos y condiciones artificiales, impedirles vivir sus vidas, robarles su libertad y separarlos de sus familias simplemente porque nos parecen bonitos implica reducir a los animales a un mero valor ornamental, y eso es precisamente lo contrario de una apreciación estética profunda”. “Los animales no son objetos: son historias, son redes de relaciones (…). Por eso las jaulas no solo encierran, sino que rompen vidas“. Así lo demuestra Braitman en un su libro “La elefanta que no sabía que era una elefanta“.

Hoy, a veces, la experiencia estética es algo simple y barato, un producto low-cost, aunque los animales paguen con su vida y su libertad y aunque el medioambiente se deteriore. Para Tafalla, “las experiencias estéticas profundas están mucho más allá de lo que ninguna empresa nos podrá vender jamás”.

Mención aparte merece lo femenino. Según Tafalla, la prensa tiende a centrarse en cómo las mujeres van vestidas o peinadas, más que en lo que hacen o dicen, independientemente de su cargo político o de si son artistas, científicas o empresarias. “Se recuerda diariamente a las mujeres que deben mostrarse jóvenes, delgadas, con piel lisa y perfecta, maquilladas”… y muchas de ellas “invierten gran cantidad de tiempo, dinero y preocupación en acercarse al ideal que se les prescribe en vez de dedicarse a cosas más interesantes”. Tafalla explica el caso de las farmacias, donde “los conceptos de salud y estética se mezclan de una forma peligrosa”. “Se dice a veces de nuestra sociedad que es muy estética, pero eso no es cierto en absoluto: lo que reina en nuestra civilización es la superficialidad”. La valoración estética debe hacerse con mayor profundidad y ello requiere al menos un pequeño esfuerzo.

Tenemos más de 5 sentidos: aceptar la pluralidad facilita superar el egoísmo

Descartes calificó a los animales como máquinas carentes de conciencia, incapaces incluso de sentir dolor. El error ha sido demostrado en multitud de ocasiones, especialmente con los hallazgos de Darwin, que nos situó a los humanos dentro de los animales, como uno más con características propias. Por otra parte, los sentidos de los humanos también se han clasificado en dos grupos, los ligados a actividades intelectuales (vista y oído) y los que no fueron aceptados para la estética (olfato, gusto y tacto), por representar los placeres corporales y acercarnos a los demás animales. Esos tres sentidos han sido minusvalorados con argumentos tales como que no puede crearse arte para ellos.

En el fondo, ese debate plantea cómo nos concebimos y cómo nos relacionamos con la naturaleza. El libro explica que esa dualidad en los sentidos, plantea también una dualidad con la naturaleza, que nos sitúa fuera de ella y amenazados por ella. Por tanto, tenemos que dominarla y explotarla. Si en vez de ello nos propusiéramos comprenderla, nuestra relación con la naturaleza sería “infinitamente más sencilla y fluida y a la vez más apasionante”.

El ecofeminismo ha sido muy explícito al comparar las distintas formas de dominio: la explotación de las mujeres, de la naturaleza y de los animales tienen muchas similitudes. La idea básica subyacente es que hay una jerarquía y que lo superior puede someter a lo inferior. Por tanto, la naturaleza existe para servir a nuestra especie, y “un caballo debe renunciar a su propia vida para convertirse en el sistema de transporte de un ser humano”, o bien, que una mujer debe renunciar a sus proyectos para servir a los de un hombre. “El problema es un orden metafísico jerárquico que justifica relaciones de poder y opresión”.

Decía Harari que “los monoteístas han tendido a ser mucho más fanáticos y misioneros que los politeístas”, porque los monoteístas ven una dualidad (o crees en su dios o no), mientras que los politeístas están más abiertos a creer en nuevos dioses. Para Tafalla, aceptar la pluralidad sensorial puede facilitar entender mejor la diversidad, en general, y respetar todo aquello que no es como nosotros: “no es el cuerpo lo que necesitamos superar, sino nuestro egoísmo”.

“Los científicos discuten cuántos sentidos tenemos y analizan cómo cada uno de ellos influye en los demás”. En pocos años, la relación de sentidos podría cambiar, pero lo que es seguro es que no hay solo cinco sentidos. Para empezar, el olfato puede dividirse en dos: olfato ortonasal (para oler los objetos fuera del cuerpo) y olfato retronasal (para oler la comida y bebida de la boca). El gusto se complementa con el sistema trigeminal con sensores repartidos por la cara (boca, nariz, ojos…) y que perciben sensaciones como lo picante o el frescor de la menta.

Otros sentidos sin duda importantes son el equilibrio (se encuentra en el oído y es útil para desplazarse), la propiocepción (que percibe la posición de nuestro cuerpo), la kinestesia (percibe el movimiento del cuerpo y podría ser el mismo sentido que la propiocepción), la interocepción (percibe el estado interno del cuerpo: digestión, hambre, sed, y otras necesidades fisiológicas), termocepción (sentir la temperatura), la nocicepción (sentir el dolor) y la cronocepción (sentir el paso del tiempo). Por supuesto, unos sentidos se complementan con otros para tener una comprensión más completa de la realidad. Pero a veces, unos sentidos confunden a otros. Por ejemplo, se ha demostrado que la música influye en el sabor en general y del vino en particular. También se ha demostrado que el color de una taza influye en el sabor de una bebida caliente, por ejemplo. ¿Es el sentido de la orientación otro sentido? ¿Y la empatía?

Los sentidos que están enfocados hacia nuestro propio cuerpo nos ayudan a disfrutar más de ciertas experiencias: sentir cómo nos mueven las olas, disfrutar de una caminata o de un tobogán… La interocepción nos permite sentir si un lugar nos estresa o nos tranquiliza. Por otra parte, se ha demostrado que el olfato tiene la capacidad de evocar recuerdos con gran viveza.

El olfato ha sido un sentido altamente despreciado. La autora es anósmica de nacimiento (sin sentido del olfato totalmente) y refleja su sorpresa al ver que los humanos que huelen no consideran importante el olfato, hasta que lo pierden. Entre el 15 y el 20% de la población tiene alguna pérdida olfativa (hiposmia) y entre el 2.5 y el 5% padece anosmia. Tafalla afirma: “Creo que la anosmia es el único problema de salud ante el cual la gente se permite hacer chistes desagradables sin ningún pudor”. Ella se sorprende de “la ambigüedad de las personas que disfrutan con los olores y al mismo tiempo te aseguran que no son necesarios”. “Todas las personas que he conocido que habían perdido el olfato de adultas estaban profundamente afectadas; su calidad de vida había disminuido y en algunos casos también su vitalidad y alegría”, llegando incluso a la depresión. “Al desaparecer el olfato, desaparecen a la vez un estímulo para comer, una buena guía para cocinar y el principal responsable del sabor de la comida”. No tener olfato es un gran problema para algunas profesiones, como las de la alimentación (cocinar, enología…), la perfumería, bomberos, trabajar con sustancias peligrosas…

Según Tafalla, “la anosmia empobrece la apreciación de la belleza y la fealdad”, además de ser un problema de salud. No poder oler un bosque, el mar, o algo en descomposición resta información y genera distinta valoración. El olfato influye en la cronocepción y sin olfato los entornos parecen más estables, porque el olfato percibe algunos cambios que otros sentidos no pueden. Pero cuando un sentido nos falla, haremos bien en centrarnos en todos los demás.

Apreciar la naturaleza

“Los elementos naturales no han sido creados por nosotros ni para nosotros”, dice Tafalla. A veces se usan palabras que esconden preocupantes realidades. Por ejemplo, el concepto de Antropoceno puede alimentar el narcisismo humano de especie superior, ocultando que el impacto sobre el planeta es muy perjudicial. También se usa la expresión sexta extinción, que recalca que hubo antes otras, pero la actual es la primera causada por el hombre y podría bien llamarse exterminio global o ecocidio, igual que el cambio climático debería llamarse catástrofe climática.

Se están descubriendo grandes cosas sobre las capacidades cognitivas de los animales, pero para Tafalla lo más sorprendente es que hayamos tardado tanto en hacer ese tipo de estudios. Lo cual resalta el antropocentrismo del ser humano. Nos cuesta retirarnos a los márgenes y asumir una actitud humilde permitiendo que la vida se desarrolle y que la diversidad se abra paso. Tenemos que “dejar de concebir la naturaleza como una fuente de recursos y redescubrirla como una red de vida” y “entender que ningún ecosistema ni ninguna especie existen para servirnos a nosotros, sino para sí mismos”. Esa actitud no implica la inactividad sino tener una actitud activa para compensar los daños que recibe la naturaleza: instalar pasos de fauna en carreteras, cajas nido, hoteles para bichos, limpiar montes, recuperar ríos, atender a animales salvajes heridos, favorecer la biodiversidad urbana, renunciar a insecticidas y herbicidas…

Resulta sorprendente que la estética de la naturaleza tenga una historia tan breve. Nació en el siglo XVIII, pero no fue hasta el siglo XX cuando Adorno y Hepburn le dieron el estatus de disciplina académica. Esto es importante porque ayuda a dar valor a la naturaleza. Si no educamos en conocer la naturaleza en su entorno, difícilmente se comprenderá la catástrofe ecológica ni se luchará para evitarla. Para apreciar un entorno no basta el aspecto visual (eso está en una simple foto), sino que hay que aprender a valorar otras cualidades sensoriales, a sentirse dentro del entorno, a olerlo y recorrerlo, entendiendo que la naturaleza no está ahí para nosotros, sino que es un lugar donde viven muchos organismos y que nosotros solo somos uno más. Si nos desconectamos de la naturaleza “nos convertimos en animales de granja”. El concepto de estética ecoanimal resalta la necesidad de prestar atención a los animales de esos entornos. Por ejemplo, los cetáceos no usan mucho la vista porque bajo el mar la luz no profundiza mucho y el oído para ellos es esencial. Se ha constatado que los focos de ruido (sónar de barcos, prospecciones…) les afectan, llegando incluso a provocar que queden varados en las playas. “Si seres inteligentes de otro planeta observaran el nuestro con el sentido del oído, no quedarían maravillados por nuestra poesía y nuestra música, sino ensordecidos por nuestra contaminación acústica“. Tantos tipos de contaminación es lo que lleva a Tafalla a concluir que “estamos arrasando el paraíso”.

“La publicidad emplea sistemáticamente paisajes naturales como decorados y animales como ornamentos para vender cualquier tipo de producto”. Por ejemplo, “tal estética superficial es uno de los factores responsables del tremendo daño que causa el turismo masivo” que, tantas veces acaba “dañando la misma naturaleza cuya imagen idílica se ofrecía como reclamo”. Tallafa se pregunta ¿qué turista mirará detrás del decorado para ver si el viaje o la estancia daña la biosfera?

Por supuesto, el lenguaje humano es más rico que el de los animales pero nuestras conversaciones son demasiadas veces absurdas: la vulgaridad y la banalidad son frecuentes y para ello basta ver la televisión, YouTube o las redes sociales. Ciertamente, muchas de nuestras conversaciones son para expresar afecto o compañía, y lo de menos es el tema del que se hable. Ante esos casos, Tafalla se pregunta ¿qué cambiaría si sustituyéramos esas charlas por sonidos como los animales?

A grandes rasgos, la gente suele estar orgullosa de lo que la humanidad ha hecho gracias a la “inteligencia”. Se dice que somos violentos, generamos guerras y cometemos genocidios, pero que nos salvamos por gente como Shakespeare, Cervantes, Miguel Ángel, Mozart o Beethoven. “No importa cuánto daño causemos, seguimos enamorados de nosotros mismos”. Para Tafalla hay tres razones por las que podemos cuestionar la capacidad artística o estética del ser humano en general:

  1. Primero, la naturaleza es arrasada, y eso demuestra que solo apreciamos lo que nosotros creamos, o bien, que no valoramos la naturaleza.
  2. En segundo lugar, el ser humano también destruye su propio arte cuando no encaja con sus gustos o cuando el arte critica a los poderosos.
  3. Por último, buena parte del arte, al igual que la filosofía o la ciencia, “ha servido para legitimar una civilización radicalmente injusta”. En todas las épocas ha habido gente que ha luchado contra las injusticias de todo tipo (esclavitud, racismo, machismo, homofobia, especismo…), pero sus obras no tuvieron la misma repercusión que las obras de los más sumisos. “Un caso paradigmático es la manera como el mundo del arte ha vetado tradicionalmente la creación artística realizada por mujeres” o por artistas de culturas no occidentales. Para Tafalla, es necesario y urgente “dejar de mirarnos tanto el ombligo de nuestras creaciones” y “practicar la humildad”. “Apreciar la belleza natural exige precisamente renunciar a dominar y poseer”. Por eso, la caza es un acto principalmente destructivo, acaba con el placer de observar el animal, se roba una vida y se reduce “la riqueza estética de ese animal” y, de hecho, de todo el planeta.

Cuando se denuncian los desastres ambientales, la gente percibe que las soluciones empeorarían su calidad de vida (dejar de viajar en avión, comer menos carne u otras soluciones que proponen científicos y ecologistas). “No se trata de ser más infelices, sino de redefinir la felicidad”. La filósofa Carmen Velayos cree que sería más motivador hacer discursos más positivos que propongan estilos de vida y de felicidad alternativas a los dominantes.

Apreciar a los demás animales

No cabe duda de que los animales han fascinado a la humanidad desde siempre. Sin embargo, Tafalla opina que “dada la superficialidad que impregna la civilización en la que vivimos, su apreciación suele ser bastante banal”. Y ella justifica su afirmación porque “no se los aprecia como aquello que son, sino como aquello que nuestra civilización desearía que fueran”, y normalmente desearían que fueran menos complejos. O sea, se simplifica a los animales y se ignoran sus capacidades cognitivas, emocionales, comunicativas, así cómo la de sentir dolor y placer, y tener memoria y deseos. En síntesis, la humanidad hace sufrir a los animales para “ser obligados a entregarnos su cuerpo, su tiempo y sus energías para servir a nuestros fines”.

Los animales son “reducidos a un valor instrumental”, como comida, como diversión, como medio de transporte, como cosas para hacer experimentos… y como “instrumentalización estética”. Por ejemplo, se encarcela a los animales porque son bonitos. Es el caso de peces en los acuarios, de pájaros enjaulados o de animales en los zoológicos. Todo eso genera también comercio ilegal de especies y se les mata para convertir a los animales, o parte de ellos, en meros adornos (cabezas de ciervo disecadas para colgarlas en la pared, manos de gorilas como ceniceros…). Aquí también entran las colecciones de mariposas u otros insectos, los abrigos de piel y los zapatos de cuero. También se abusa de la imagen simplificada de los animales, “representaciones insustanciales, que no hacen más que justificar la opresión”. Otro ejemplo: “Los toreros llevan siglos matando toros, pero son incapaces de ver al toro como lo que realmente es”.

El caballo aparece en multitud de representaciones artísticas usado exclusivamente como pedestal de un humano, como seres doblegados a hacer lo que quiera el amo. Sin duda, “ese tipo de arte contribuye a normalizar su uso, como si cargar con humanos y sus mercancías fuera la razón de ser de esta especie”. Los caballos están en sus establos encerrados, hasta que el humano los necesita para su propio beneficio. ¿No deberíamos eliminar ya la equitación como deporte, olímpico o no?

A los humanos les gustan tanto los animales que les hacen daño. Como también decía Laurel Braitman, zoos, acuarios, circos, laboratorios y granjas son cárceles que enloquecen a los animales. Según Tafalla, “mutilan la identidad de los animales para convertirlos en objetos de exhibición”. Los zoos dicen que su tarea es la conservación pero es falso, porque “la única manera de conservar realmente a las especies es conservarlas en sus ecosistemas; y por ello los zoos no pueden cumplir una función real en la conservación”. En los zoos los animales no muestran su conducta natural, y una jaula o una zona enrejada no puede educar en el valor de la libertad. Tafalla se asombra de que la gente esté dispuesta a pagar su entrada del zoo, pero luego se quejan cuando hay fauna salvaje cerca de su casa, aunque no suponga ningún peligro.

“La misma especie humana que inunda los mares de plástico” y contaminación, se queja a menudo de que las deposiciones de los pájaros sobre el asfalto ensucian. La naturaleza no ensucia cuando el hombre no la agrede. “El problema es asfaltar. Eso no significa que debamos renunciar al asfalto (…). Pero sí significa que debemos tener en cuenta los pros y contras de emplearlo”. Otro ejemplo: tenemos que diseñar nuestras carreteras sabiendo los flujos de fauna y poniendo puentes para fauna para que las carreteras no corten el paso de los animales y se eviten así accidentes. Tafalla añade que “ni siquiera nos detenemos a averiguar el daño que provocamos” (véanse aquí unos datos muy preocupantes). Se culpa a los animales de esos accidentes cuando ellos son las víctimas que más sufren.

Otro caso son los ríos, que se encauzan con hormigón, cortando su acceso a otros animales y eliminando hábitats de gran biodiversidad. Aún hay mucha gente que piensa erróneamente que el agua de los ríos se tira al mar. Los ríos, como los animales, no nos pertenecen a nosotros, sino que “son la fuente de vida de la que dependen todos los habitantes de cada ecosistema”.

A veces, se acusa a la fauna salvaje de ser demasiado numerosa (demasiadas palomas, demasiados jabalíes que se meten en las ciudades…), pero la auténtica realidad es que hay “demasiados humanos” que hemos cazado en exceso a los depredadores naturales. Una de las cosas más sensatas que podemos hacer por el bien del planeta es reducir el número de humanos (lo dice la ciencia). “El arma fundamental para lograr reducir nuestra superpoblación sería, sencillamente, que todas las niñas y mujeres del planeta tuvieran acceso a una educación pública y gratuita de calidad”. Esa es la base del “ecofeminismo“.

Tafalla nos revela las contradicciones de nuestra sociedad. Nos gustan los delfines pero los encerramos en acuarios sin interesarnos en que “la existencia de un delfín en cautividad es absolutamente miserable”. También “resulta paradójico que tanta gente salga al campo a ver fauna y que al mismo tiempo se niegue a mirar a esos millones de animales maltratados que buscan desesperadamente nuestra respuesta”.

La sociedad favorece la explotación animal

Existen multitud de estudios científicos sobre los animales de granja: cómo engordarlos, qué hacer para disminuir costes en su penosa vida, etc. En cambio, hay muy pocos estudios sobre su inteligencia, sus emociones, su memoria o sus relaciones sociales. Conocer estos últimos aspectos de los animales “va contra los intereses de la industria”. “Lo que persiguen la mayoría de los estudios no es conocer a los cerdos por sí mismos, sino saber cómo explotarlos de la manera más eficaz”. Tafalla sugiere que en los estudios universitarios se incluya formación en ética filosófica.

Los seres humanos emplean la selección artificial para convertir a los animales en máquinas que satisfagan sus deseos (pollos que crezcan más rápido aunque se les partan las patas o vacas que produzcan más leche aunque sufran dolores). Lo mismo se aplica a las razas de perros, seleccionados durante miles de años para ser dóciles y dependientes, lo cual los hace muy vulnerables y, a veces, enfermizos (ciertas razas padecen enfermedades concretas por culpa de haber propiciado ciertos caracteres propios de esa raza). Los perros son animales sin libertad: tienen que adaptarse a nuestra comida, horarios y costumbres, teniendo que controlar hasta la orina y la caca para adaptarse a los deseos del “dueño”.

Tafalla se revela contra la creencia popular de que nuestra sociedad ama a los perros. Es cierto que no los maltrata sistemáticamente como a cerdos, pollos, toros o vacas, pero si nuestra sociedad amara a los perros no habría tantas perreras y refugios llenos de perros maltratados y abandonados. La diferencia con los demás animales domésticos, es que los perros tienen el rol de acompañarnos, de darnos afecto y de ayudarnos. Y para ello tienen que renunciar a sus propias familias biológicas, a pesar de ser animales sociales. Los criadores de perros tienen hembras dedicadas a parir una camada tras otra y les impiden cuidar y mimar a sus cachorros. “La mayoría de perros no pueden crecer con sus padres y hermanos”.

Tafalla se muestra partidaria de la esterilización de perros, ante el problema del abandono masivo de animales, pero “si tenemos que esterilizar a los perros es porque la forma de vida que les hemos impuesto es irracional”. Es evidente que la relación con los perros es asimétrica: “los perros nos dan mucho más de lo que les damos a ellos”, pues son animales subyugados y sin libertad. Si a nuestra sociedad le gustan los perros es porque “nos convierten en el centro de sus vidas. Son fieles incluso si los tratamos mal”. Algo similar puede decirse de otras especies, como los caballos: admirados por su belleza, pero relegados a ser tratados como esclavos. “La mayoría de caballos no pueden formar sus propias familias, criar a sus hijos a su modo, verlos crecer y hacerse adultos”.

La autora examina también la aberración de la caza por cuanto acaba con una vida e impide que se pueda seguir admirando en libertad: “Cazar es la renuncia al diálogo para imponer el monólogo”.

Por otra parte, nuestra sociedad es muy reacia a reconocer las capacidades estéticas de los animales, aunque las ballenas jorobadas o yubartas cantan bellas melodías con gran complejidad y variabilidad. También encontramos pájaros cantores, tejedores, bailarines o alfareros que crean arte o artesanía que otros miembros de su especie son capaces de apreciar.

Los humanos que representan animales en su arte suelen hacerlo de forma simplificada, ignorando su complejidad intrínseca. Marta Tafalla resalta el trabajo de algunos artistas por su labor de denuncia contra el maltrato animal: El Roto, Paco Catalán, Ruth Montiel Arias, Verónica Perales… En particular, esta última y otros artistas han denunciado el abuso de la imagen de los animales como marcas de empresas u otras instituciones, mientras los animales reales se extinguen. La denuncia resalta que no hay interés real en los animales, sino en la simplificación que nos gustaría que fueran.

Por otra parte, en el cine se usan animales salvajes que son amaestrados y obligados a actuar, lo cual es una forma de maltrato. El colmo es cuando se hace para una película que pretende denunciar el maltrato animal. El libro estudia varios casos negativos y positivos. Entre estos últimos destacan El faro de las orcas, que usa grabaciones de orcas salvajes, o bien, orcas virtuales, y White God, una película en la que se usan muchos perros procedentes de centros de acogida a los que se les buscó adopción tras el rodaje.

La conclusión es muy evidente: “esta civilización se sostiene sobre el sufrimiento sistemático de millones de animales” y “la ganadería es una de las principales causas del exterminio global de vida salvaje, además de ser altamente contaminante y una de las causas fundamentales de la catástrofe climática”. No basta con tratar mejor a los animales, sino que lo urgente es dejar de dominarlos, “reducir nuestra población, decrecer, dejar de ocupar tanto espacio y de malgastar tantos recursos“.

Land art respetando la naturaleza

Land art es un tipo de arte con obras que se crean en medio de un entorno natural con el objetivo de llevar el arte a la naturaleza. Son obras que no pueden ser mercantilizadas. Se crean en bosques o desiertos y luego se abandonan para que la naturaleza las haga suyas. Eso no significa que los artistas sean respetuosos con la naturaleza, pues hay artistas que siguen viendo a la naturaleza como algo que está a su disposición para su arte. En cambio, hay algunas obras humildes y austeras en las que está, para Tafalla, “el germen de una actitud que no concibe a la naturaleza como un instrumento estético, sino que invita a contemplarla por sí misma”.

Sun Tunnels de Nancy Holt, Land Art en el desierto de UtahLa autora enumera y explica unas cuantas obras artísticas que invitan a apreciar la naturaleza de manera profunda y que actúan como miradores multisensoriales. Algunas de estas obras son Sun Tunnels de Nancy Holt, o la serie Silueta de Ana Mendieta.

Richard Long. A line made by walking England 1967Mención especial merece el arte efímero de Richard Long. Sus obras de arte consisten simplemente en caminar y en las huellas que deja por los lugares que recorre. Son obras que se integran tan bien en el entorno que puede costar distinguirlas. No causan daño a la naturaleza sino que invitan a observarla. No le gusta revelar el lugar exacto para no convertirlas en atracciones turísticas. “Long nos invita a situarnos en los límites del cuerpo y hallar nuestra velocidad en la rapidez de nuestros pasos”.

La obra artística de bajo impacto ambiental de Hamish FultonPor su parte, Hamish Fulton es un artista aún más radical, más ecologista y con una actitud más reverencial hacia la naturaleza. Fulton no crea ninguna obra en los entornos que recorre. Su obras son fotografías del camino o pinturas murales simples que evocan sus viajes. A veces, se acompañan de textos breves que imaginamos que tienen más poder evocador sobre el artista que sobre el observador. Invitamos al lector a pasearse por la cuenta de Instagram de Blogsostenible, donde muchas fotos siguen el estilo de Fulton. Este artista también ha fotografiado perros atropellados como medio de denuncia de la ingente cantidad de animales que mueren sin sentido por culpa del ser humano. La contradicción de Fulton estriba en que para realizar sus caminatas en lugares remotos se desplaza en avión y él mismo ha reconocido lo contaminante que es este medio.

Jardines humanos y divinos

Un jardín es un trozo de naturaleza que consideramos más seguro. Nos convertimos en cuidadores de las plantas, a cambio de belleza, comida, plantas medicinales… Un jardín no es un cultivo industrial ni es para poner la naturaleza a nuestro servicio exclusivamente. Por eso un exceso de rigidez no es recomendable. La espontaneidad de la naturaleza también debe ser aceptada porque, además, eso es fuente de profundas experiencias estéticas. Por ejemplo, no deberíamos aislar los jardines del resto del entorno, pues la fragmentación es uno de los grandes problemas que causamos a la naturaleza. Por eso, Tafalla recomienda dejar huecos en los muros de los jardines, para que los animales puedan atravesarlos y visitarnos. Los jardines deben ser lugares accesibles para todas las personas y también para la fauna libre. Hay ideas básicas para hacer nuestros parques y jardines más ecológicos. Por otra parte, Tafalla ensalza los jardines y huertos comunitarios por su contribución al diálogo entre vecinos y a crear lazos de ayuda mutua, como se está demostrando cada vez en más ciudades.

En la Biblia se habla del Jardín del Edén, el cual puede tener múltiples interpretaciones, pero Tafalla comenta dos de ellas muy curiosas. Por una parte, ese jardín puede ser una evocación de la naturaleza salvaje como nuestro verdadero hogar. Lo que nos expulsó de esa naturaleza fue haber comenzado a dominarla con la agricultura y la ganadería. Algo similar opina Harari cuando dice que la agricultura supuso el mayor fraude de la Historia. Por otra parte, el Jardín del Edén podría ser un intento de explicar los orígenes de la violencia natural. Cuando Dios crea a Adán y Eva, les ofrece como alimentos hierbas y frutos, pero no animales. El Génesis dice que todos los animales tendrán por comida los vegetales que la tierra produce (Gen. 1, 28-31). Este mito parece indicar que todas las criaturas convivían pacíficamente hasta que el humano pecó. El profeta Isaías describe un futuro idílico donde la justicia y la paz gobernarán para los humanos y para toda la naturaleza (Isaías 11, 1-9). Todo esto nos recuerda las dos interpretaciones de otro jardín, El Jardín de las Delicias de El Bosco.

En todo caso, la Biblia no muestra respeto por la naturaleza, ni en el antiguo ni en el nuevo testamento (por ejemplo, se ensalza el sacrificio de animales para adorar a Dios, en el diluvio universal Dios mató a millones de animales inocentes por culpa del pecado del hombre, Jesús secó una higuera y ahogó a unos cerdos al introducir el demonio en ellos…). Finalmente, Tafalla resalta que en el cielo cristiano habrá poca biodiversidad pues solo estarán Dios, los ángeles y algunos humanos. Por eso, el relato bíblico puede servir perfectamente de justificación para la extinción de especies, ya que ellas no estarán en el cielo (aunque la visión de El Bosco podría ser diferente). Tafalla sentencia que “la promesa del cielo cristiano es una de las ideas que más daño han hecho en la historia de la humanidad”. Ese cielo sería como un monocultivo de la moderna agricultura intensiva: eficaz pero muy destructivo. Tafalla añade que, por fortuna, “hay cristianismos marginales y contestatarios que buscan reencuentros con el mundo natural”. La encíclica Laudato Si del Papa Francisco es un paso en esa dirección.

Tafalla también reflexiona sobre las mal llamadas “malas hierbas” (plantas ruderales). Se llaman así porque estorban para algunos humanos y se las elimina con herbicidas, pero esas plantas seguramente habitaban ese terreno antes que los humanos, están bien adaptadas y mantienen complejas relaciones con otros seres vivos. Por eso y por mucho más, Tafalla concluye que “ninguna planta merece ser llamada «mala hierba» (…). Si la dejamos crecer, descubriremos que la mayoría de esas plantas son tan interesantes como preciosas”, además de aportar ventajas a la fauna local. Ante tantas agresiones ambientales, Tafalla opina que una buena compensación sería favorecer los jardines de plantas autóctonas y empezar a ver las plantas con otros ojos. Por ejemplo, no viendo las hojas como basura. Quitar las hojas del suelo “priva a los árboles de su alimento, interrumpe los ciclos naturales y supone un gasto absurdo de energía”.

El libro aprovecha para criticar el negocio de los árboles de Navidad, que reduce seres vivos a meros adornos temporales, para luego tirarlos, lo cual “no es más que desprecio por la vida y la belleza”. Tafalla se pregunta: “¿No sería más razonable adornar como árbol de Navidad una planta que podamos cuidar?”.

Para el cuidado de los jardines se propone no usar pesticidas porque “lo que llamamos «plagas» son el resultado de los desequilibrios que nosotros mismos provocamos”. También propone renunciar al uso de aparatos a motor (por el ruido y por el gasto energético). Este libro es también una protesta del maltrato a los árboles en las ciudades (podas excesivas, mala elección de especies…). Para Marta Tafalla la belleza de los árboles está en todos sus matices, hasta cuando sus raíces rompen el asfalto, pero concluye que “protestar es más fácil que observar, aprender y apreciar”.

La ética y la estética de la comida

Al final del libro, la autora detalla cómo la percepción del sabor está influida por multitud de factores (colores de la comida y de los recipientes, olores, música, entorno… y también el gusto) y sugiere que hubiera sido imposible la creación de tantas tradiciones culinarias si no tuviéramos el sentido del olfato.

Pero para apreciar la comida de forma profunda hay que valorar aspectos que nuestra sociedad suele pasar por alto, desde el empaquetado hasta la publicidad o el origen y los procesos de los ingredientes. Con respecto al empaquetado, debemos resaltar el problema de los plásticos de usar y tirar o del tetrabrik (envase que no se recicla realmente), además de cómo los colores y los mensajes ocultan lo que hay en su interior. “¿Para qué van a invertir las empresas en producir alimentos de mayor calidad si basta con mejorar el aspecto del paquete?”.

La publicidad siempre muestra fiesta, juventud, salud… pero los alimentos y bebidas a veces suponen todo lo contrario y eso, la publicidad lo esconde. “De la misma manera en que el final de una novela no se entiende sin haber leído la novela completa, tampoco se entiende esa sopa sin conocer su historia. Una experiencia estética profunda exige conocimiento y necesitamos saber cómo se ha elaborado ese alimento que nos estamos llevando a la boca”. Como hemos resaltado en este blog, es muy importante conocer el origen y destino de todo lo que usamos (tanto de los productos como de sus envases).

“La mayoría de los alimentos precocinados llevan colorantes y aromas artificiales”, por no hablar de los excesivos transportes, que contaminan el planeta “para que podamos consumir frutas fuera de temporada”.

Vivimos en una sociedad en la que las empresas engañan a los consumidores y en la que estos últimos se dejan engañar con facilidad. Un ejemplo es el salmón de piscifactoría que debido a su alimentación artificial no posee el color salmón característico. En cambio, cada piscifactoría decide el tono exacto que desea añadiendo colorantes a la alimentación de los animales. Los clientes valoran el producto por el color, pero jamás preguntan por las condiciones en las que han vivido los peces o si hay antibióticos en los músculos. ¿Deja la gente de comprar salmón cuando se enteran que están comiendo antibióticos y colorantes en animales maltratados?

“Comer animales puede generar experiencias estéticas positivas tan solo si nos mantenemos a un nivel superficial”, porque “si las personas ven cómo son criados los animales, si observan su día a día, si averiguan cómo son maltratados (…) se les despertarán dudas que les pueden conducir finalmente a asumir una dieta vegana“. Las empresas cárnicas temen eso tanto que esconden todo lo posible las condiciones reales en las que viven los animales, para tranquilizar la conciencia del ingenuo comprador que, además, suele estar deseando ser engañado en este aspecto. “El cinismo de esos empresarios encaja a la perfección con la superficialidad de un público deseoso de que le eviten plantearse problemas”.

Tras investigar el problema con profundidad, Tafalla llega a una conclusión muy clara: “No es posible comer animales sin que haya dolor”. Esta investigadora se extraña de que haya gente que convive con su perro, que lo reconoce como un sujeto individual, pero en cambio, se comen otros mamíferos “que sufren igual que sufriría su perro”. Además, “aves y peces no son tan distintos” y hasta se sabe que los pulpos o las langostas sufren. De hecho, hay países que han prohibido hacer sufrir a las langostas. La producción de lácteos y de huevos también conlleva sufrimiento (incluso aunque sean productos ecológicos). Con respecto a los lácteos, el libro comenta el caso de una pareja que intentó crear una granja de vacas de producción ecológica, hasta que descubrió que “es imposible producir leche sin dolor”.

“Reducir un animal a sabor es un caso clarísimo de estética superficial y trivial”. Pero no es solo el sufrimiento lo único preocupante de comer carne: “Una dieta basada en productos animales es ecológicamente mucho más costosa, porque requiere más tierra, más agua y más energía, que una dieta vegana”. Por tanto, comer menos carne beneficia a los animales, al planeta y a todos los seres humanos, pero el camino hacia una alimentación vegetariana o vegana es un viaje personal y, ante cualquier problema es posible que haya algo que no estemos haciendo bien y lo recomendable es consultar con un nutricionista.

“Tenemos el deber moral de intentar reducir al mínimo el daño que causamos”, por lo que aunque se decida no ser vegetariano, “lo que resulta fundamental es alejarse por completo de la producción industrial, que es extremadamente cruel con los animales y devastadora para la naturaleza”. También ayuda el cultivar algunos de nuestros alimentos, lo cual es muy sencillo y forma parte de las cinco cosas muy sencillas que están mejorando mucho el mundo.

Concluyendo

Libro Filosofía ante la crisis ecológica, de Marta Tafalla (reseña)“La apreciación estética de la naturaleza se basa en admirar aquello que nosotros no somos ni tampoco podemos crear”. Esta estética ecoanimal “es un antídoto eficaz contra el antropocentrismo, contra nuestra creencia de que somos superiores y nuestros peligrosos proyectos de dominio”.

Tafalla se pregunta si podríamos reunir en un programa de estudios lo necesario para “comprender la naturaleza y los animales y aprender a convivir con ellos”. Harían falta unir ciencias y “humanidades” pero, a estas últimas sugiere cambiarles el nombre para que no sean tan antropocéntricas. Los problemas ambientales a los que nos enfrentamos requieren un cambio de rumbo urgente. “La estética ecoanimal puede ayudarnos en ese proceso, porque, al enseñarnos a apreciar la naturaleza y los animales, nos revelará la gravedad del ecocidio.

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Egipto: de la represión política a la depresión económica

Por: Miguel Fernández Ibáñez

Este reportaje sobre Egipto se publicó originalmente en #LaMarea106. Puedes conseguir la revista aquí o suscribirte para recibirla y apoyar el periodismo independiente.

Egipto camina de la represión social a la depresión económica. La plaza de Tahrir, núcleo de la revolución democrática de 2011, está atestada de policías, la mayoría de ellos antidisturbios apostados cerca de autobuses en las calles que empiezan o terminan en la explanada. Todos ellos parecen aburridos, sin protestas que apagar, y matan el tiempo en un lugar al que la represión le ha arrebatado la vida.

Silenciada cualquier voz opositora, Abdel Fattah al-Sisi es el hombre fuerte de Egipto y nada hace presagiar que próximamente dejará de serlo. Una década después de hacerse con el poder, el régimen castrense está consolidado, atento principalmente a la débil coyuntura económica que atraviesa el país.

En 2011, en el marco de las «primaveras árabes», la sociedad egipcia salió esperanzada a la calle y protagonizó la revolución de Tahrir. El Ejército aceptó entregar la cabeza caducada de Hosni Mubarak, quien llevaba 30 años en el poder, y controló entre bambalinas la transición. Por eso, aunque el pueblo egipcio eligió en las elecciones democráticas al islamista Mohamed Morsi, entonces líder de los Hermanos Musulmanes, en el verano de 2013 los militares reaparecieron y devolvieron el poder a sus antiguos garantes. Tras el golpe de Estado, el elegido para comandar esta nueva era fue Al-Sisi, jefe de la Inteligencia militar durante las revueltas de Tahrir.

Cuando obtuvo la presidencia en 2014, Al-Sisi comenzó una purga de opositores sin precedentes en Egipto. En tres oleadas, atacó primero al islam político de los Hermanos Musulmanes; luego a los activistas de los derechos humanos y políticos opositores; y finalmente, a personas corrientes, personas descontentas con la delicada situación económica o la pérdida de derechos laborales. La magnitud represiva de esta década es tal que se estima que en Egipto hay actualmente 60.000 presos políticos: entre ellos destacan el activista Alaa Abd el-Fattah, quien, de forma intermitente, lleva casi una década en prisión, y el político Ahmad al-Tantawy, encarcelado por intentar postularse a las elecciones presidenciales de 2023.

Egipto: de la represión política a la depresión económica
Mohamed Lotfy, director de la Comisión Egipcia para los Derechos y las Libertades. MIGUEL FERNÁNDEZ IBÁÑEZ

«Con los levantamientos de 2011, los militares aprendieron la lección: si haces como Mubarak y aceptas ciertas libertades, las personas pedirán cambios radicales, por lo que no puedes permitir fisuras y hay que clausurar los espacios cívicos de resistencia. Al-Sisi vive con la paranoia de 2011», explica Mohamed Lotfy, cofundador y director ejecutivo de la Comisión Egipcia para los Derechos y las Libertades. «Ahora el miedo está en la inestabilidad económica, que genera enfado y crea un espacio en el que la gente puede organizarse contra el presidente, que entonces utilizaría sus tácticas del terror», añade.

Tribunales ‘ad hoc’

Para legalizar este modus operandi represivo, Al-Sisi ha creado tribunales y redactado leyes para combatir el «terrorismo». «Por ejemplo, Mubarak utilizó las cortes militares para detener a los activistas políticos, mientras que Al-Sisi ha creado leyes y pequeñas cortes para combatir el terrorismo, pero en realidad las está utilizando contra las organizaciones civiles y los usuarios de las redes sociales. Ahora, todos somos terroristas», explica Nasser Amin, director del Centro Árabe para la Independencia en la Judicatura y las Profesiones Jurídicas. «En 2019, Al-Sisi reformó la Constitución y obtuvo más poder frente a los jueces. Ahora puede elegir al Fiscal de la Nación y a los presidentes de las cortes superiores, la de Casación, la Administrativa y la Constitucional», añade.

Las organizaciones de derechos humanos denuncian los ataques que sufren periodistas, sindicalistas o activistas, y subrayan la delicada situación del Estado de derecho en Egipto, reflejada en los largos períodos que pasan las personas detenidas a la espera de juicio –hasta dos años en los casos de «terrorismo»– y en prácticas de dudosa legalidad, como denegar a los abogados el acceso a los expedientes de los casos.

Egipto: de la represión política a la depresión económica
Nasser Amin, director del Centro Árabe para la Independencia en la Judicatura. MIGUEL FERNÁNDEZ IBÁÑEZ

Nasser Amin y Mohamed Lotfy son dos ejemplos de una larga lista de defensores perseguidos por el Estado en la última década. Amin no puede abandonar Egipto desde 2015, razón por la que ha perdido su puesto en el grupo de abogados de la Corte Penal Internacional que defiende a las víctimas de los crímenes de guerra en Darfur, en Sudán; además, estar en la lista negra del Gobierno ha mermado la cartera de clientes de este letrado que defendió a presos políticos como Sami Anan, antiguo número dos del Ejército y encarcelado casi dos años por tratar de presentarse a las elecciones de 2018. Sobre Lotfy pesaba la misma prohibición, y tampoco podía abandonar Egipto, pero recientemente le levantaron ese veto. En su caso, algunos compañeros han sido detenidos o han tenido que exiliarse. Su pareja, además, fue arrestada durante ocho meses por sus comentarios en defensa de las mujeres acosadas en las redes sociales.

«Muchos compañeros han sido acusados de pertenecer a un grupo terrorista o de difundir información falsa. Nuestro director fue arrestado y un compañero tuvo que refugiarse en Francia en 2019. El Gobierno quiere destruirnos y nos ataca, pero hemos aguantado y ha entendido que las detenciones no destruirán a las ONG: en los dos últimos años no hemos sufrido arrestos», reconoce Lotfy.

Desde el golpe de Estado de 2013, Al-Sisi ha arrasado en las tres farsas electorales celebradas, y en 2019 consiguió aprobar vía referendo una reforma constitucional para, entre otras medidas, poder eternizarse en el poder. Sin embargo, carece del apoyo popular o el carisma de sus predecesores castrenses: el socialista Gamal Abdel Nasser, el islamoliberal Anuar al-Sadat y el continuista Hosni Mubarak. A diferencia de ellos, Al-Sisi llegó al poder tras aplastar una revolución popular. Diez años después, Lotfy apunta que entre 2022 y 2024 entraron en prisión tres personas por cada una liberada. Amin añade que se han construido más de 50 cárceles en el país. «Y había 48», apunta. Sin popularidad, Al-Sisi se impone a través de la represión y el miedo.

Egipto: de la represión política a la depresión económica
Concurrida calle del barrio conocido como El Cairo islámico. MIGUEL FERNÁNDEZ IBÁÑEZ

«Las autoridades excarcelaron a 834 personas recluidas por motivos políticos, pero arrestaron a casi el triple durante 2023. Miles de personas que criticaban al gobierno –o que se consideraba que lo hacían– continuaron detenidas de manera arbitraria o fueron procesadas injustamente. Las desapariciones forzadas, la tortura y otros malos tratos continuaban siendo endémicos», resume en su último informe anual Amnistía Internacional. «Después de 10 años, ningún alto cargo había rendido cuentas por el homicidio ilegítimo de al menos 900 personas durante la violenta dispersión de las acampadas celebradas por simpatizantes del depuesto presidente Mohamed Morsi el 14 de agosto de 2013», subraya esta entidad.

Pese a la delicada situación de los derechos humanos, el llamado bloque occidental respalda sin fisuras a Al-Sisi. Egipto es un aliado esencial en la región, y además, la puerta trasera de Israel, con quien mantiene buenas relaciones institucionales desde la era de Anuar al-Sadat. Amin lo resume así: «Hay causas más importantes que los derechos humanos, y la UE, Estados Unidos y la ONU miran por los intereses de sus gobiernos. En las organizaciones pequeñas trabajamos sin apoyos. Y no esperamos ayuda de la comunidad internacional».

Egipto: de la represión política a la depresión económica
Entrada de la mezquita al-Hakim, en El Cairo, Egipto. MIGUEL FERNÁNDEZ IBÁÑEZ

A cambio de esta estabilidad geopolítica, la UE, el FMI, las potencias del Golfo y Estados Unidos ayudan a la subsistencia del régimen egipcio a través de créditos, programas de ayuda o inversiones directas que palíen los problemas económicos. La UE encabeza la inversión directa extranjera y las transacciones comerciales con Egipto. Recientemente selló un acuerdo de cooperación de 7.400 millones de euros en ayuda financiera que incluye una partida de 200 millones para el control de los y las migrantes. Por su parte, en la mayor inversión directa extranjera en el sector urbanístico de la historia egipcia, Emiratos Árabes Unidos adquirió el derecho a desarrollar y explotar comercialmente la región de Ras al-Hekma por 35.000 millones de dólares y el 35% de los beneficios anuales del proyecto.

Egipto: de la represión política a la depresión económica
Comerciante copto del centro de El Cairo. MIGUEL FERNÁNDEZ IBÁÑEZ

Estas inyecciones de liquidez son parches y no solucionan los problemas estructurales de la economía egipcia. Segundo mayor deudor del FMI, Egipto presenta una balanza comercial negativa y una alta deuda pública con respecto al PIB, y son preocupantes la devaluación de la libra egipcia, la inflación y los conflictos regionales que merman los ingresos procedentes del turismo y el tráfico de barcos en el canal de Suez. Ante esta situación, el Gobierno egipcio vive en una espiral de deuda en la que pide nuevos créditos para acometer reformas o pagos pendientes y recorta en partidas presupuestarias destinadas a la sociedad. De esta forma, denuncia en su último informe Amnistía Internacional, «el gobierno asignó aproximadamente la mitad del presupuesto de 2023-2024 al pago de la deuda e incumplió el mandato constitucional de dedicar al menos el 3% del PIB a sanidad y, el 6%, a la educación básica y superior».

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¡Las naciones de Occidente deben cooperar con el Nuevo Orden Económico Mundial!

Por: Nuria

nuevo orden mundialnuevo orden mundial

Artículo del Instituto Schiller

La siguiente declaración la emitió el Instituto Schiller para su difusión inmediata a nivel internacional. Fue redactada como un llamado a la acción durante este período de cambios y agitación, e invitamos a todos a que la suscriban y la circulen.

6 de septiembre de 2025 — En la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en Tianjin, con la representación de alrededor del 42% de la población del mundo, surgió un nuevo orden mundial, independiente de Occidente, fundamentado en los principios de soberanía, no interferencia, una cooperación económica mutuamente beneficiosa y de colaboración pacífica. En un acontecimiento de trascendencia histórica mundial, China e India, los dos países más poblados, que ya representan el 35% de la población mundial, han comenzado a cooperar estrechamente entre sí y con Rusia. Los países que se congregaron en la cumbre de la OCS, junto con las varias organizaciones interconectadas como el BRICS, la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR), la Unión Económica Eurasiática (UEEA), la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), y la Unión Africana (UA), representan colectivamente el 85% de la humanidad.

El surgimiento de este nuevo orden es una respuesta a los intentos del Occidente colectivo, al terminar la Guerra Fría, de establecer un orden mundial unipolar bajo el dominio angloestadounidense, caracterizado por interminables guerras intervencionistas, sanciones e intentos de cambio de régimen, lo cual en última instancia le ha salido el tiro por la culata. Las naciones de la Mayoría Global están superando ahora una era de 500 años de colonialismo y están haciendo valer su derecho al desarrollo económico independiente. Esto es posible sobre todo gracias al ascenso sin precedentes de China, que ofrece a los países del Sur Global un modelo y la cooperación que Occidente les negó durante siglos.

Por consiguiente, el mundo ha llegado a un absoluto punto de inflexión. Podemos continuar con la confrontación geopolítica contra Rusia y China, corriendo el riesgo de una tercera guerra mundial, y esta vez definitiva; o bien, podemos optar por cooperar con este nuevo sistema económico emergente. El Presidente Xi Jinping ha propuesto la visión de una “Comunidad con un futuro compartido para la Humanidad”, lo cual puso de relieve en su discurso del 3 de septiembre en la conmemoración del 80º aniversario de la derrota de Japón: “¡La humanidad se hundirá junta, o se elevará junta!”¡

Es del interés fundamental de las naciones del Occidente colectivo, que ya no están verdaderamente unidas, que cooperen con los Estados de la Mayoría Global y que aborden de manera conjunta los grandes retos a los que se enfrenta la humanidad: superar la pobreza y el subdesarrollo; garantizar una paz mundial duradera; y garantizar el derecho de todas las personas de este planeta a desarrollar plenamente su potencial.

¡Por la realización de una comunidad compartida para el futuro de la humanidad!

Añade tu firma y comparte esta declaración mediante el enlace: https://tinyurl.com/Decla-06092025

Para más información, escríbenos a preguntas@schillerinstitute.org

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Simplificando la Vida, para ser como niños: Tantra, Yoga, y Ecologismo

Por: Pepe Galindo

¿Tienes la sensación de que tu vida es muy complicada? No te preocupes. Es lo normal. Tal vez tu único problema es que eres mayor. Por eso, algunos no quieren ser mayores:

Pero se puede ser mayor sin idolatrar el dinero, ignorando los vanos reclamos de los anuncios de publicidad y viviendo simplemente, para que otros puedan simplemente vivir. Y todo sin perder la inocencia, como se quejaba Bunbury en su tema “De mayor” … diciendo… ♪♫ “de mayor ♪ quiero aprender ♫ a ser pequeño” ♪♫…

Puedes trabajar duro, si te apetece, pero también puedes entender la vida como el oso Baloo de la película “El libro de la selva” (basada en la obra de Rudyard Kipling), que nos enseña que “lo más vital” nos lo regala “Mamá Naturaleza“, y que “nunca del trabajo hay que abusar“: Reducir la jornada laboral es además una insustituible solución a las crisis económica y ambiental. Aunque en el libro original el oso es algo diferente, la canción de la película es estupenda:

No hay mayor pensamiento antisistema que pretender consumir cada vez menos, para que el decrecimiento económico permita decrecer también las agresiones a la justicia y a la Naturaleza (y en eso, todos podemos colaborar).

Algunas filosofías orientales, de India en particular, tienden a promover o tender hacia la renuncia y desapego de las cosas materiales (como también lo proclama el cristianismo). Entendiendo que ésto es muy difícil, plantean varias fases, y varios caminos.

El camino del Tantra es un culto centrado en el dios Shiva, y todo placer es aceptado y disfrutado, pero sin perder de vista el objetivo del desapego, de la austeridad, de la consciencia y control del camino del Yoga.

El tántrico busca (y halla) el placer en lo cotidiano, disfrutando el presente sin dejarse atrapar por el placer pasado, sin pretender repetirlo. Lo cotidiano lo hace sagrado. Si busca placer, lo busca sin obsesión, y lo busca con amor, también en el sexo (maithuna). El trantra es un camino también arriesgado, pues en vez de trascender lo material, puedes quedar atrapado. El tántrico ni reprime ni alimenta obsesiones o placeres. Simplemente deja que ocurran, disfruta al máximo… y aprende la volatilidad. El auténtico tántrico es capaz de disfrutar de todo, hasta de la desgracia (poderosa maestra) o de la pérdida, pues sabe que al final todo lo material lo vamos a perder. El tantra invita a entender que en el desapego está la mayor felicidad, y a ese objetivo se dedica en cada acto, sin prisas. El tántrico puede tener cualquier profesión y cualquier salario, pero entiende que su final puede estar en ser un sadhu… tal vez como Baloo.

¿Acaso no hay bastantes similitudes entre el tantra y el SER ecológico?

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  1. Resúmenes de libros variados: Incluye varios sobre filosofías orientales y occidentales, y sobre el cristianismo, además de temas ambientales, economía, globalización…
  2. Cinco cosas muy sencillas que están mejorando mucho el mundo: ¿Te unes?
  3. Ascetas Ancestrales entre los Famosos Filósofos Griegos y Romanos.
  4. ¿Por qué Debemos CONSUMIR MENOS? (el mejor documental ecologista y humanitario).
  5. Pero tal vez… CONSUMIR MENOS NO SIRVE DE NADA.
  6. Ecología y Religión.
  7. Resumen de algunas Filosofías y Religiones Orientales:
    • HINDUISMO: Upanihad, Bhagavad Gîtâ, Yoga y Tantra, meditación, iluminación y mucho más. El Bhagavad Gîtâ (Canto del Venerable, es una obra cumbre de la espiritualidad idia, donde se enseña karma yoga, el yoga de la acción desinteresada, el desapego/renuncia).
    • SUFISMO.
    • BUDISMO y ZEN.
    • TAOÍSMO y su Tao Te Ching.
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Ideas ecológicas para estar a gusto en casa

Por: Pepe Galindo
Asomarse por la ventana y observar no es una pérdida de tiempo.
Asomarse por la ventana y observar no es una pérdida de tiempo.

Nos han vendido que la felicidad está ahí fuera, pero no hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que eso es un mito para que compremos más y gastemos el dinero contaminando el planeta.

Muchas veces, la forma más ecológica de hacer algo es no hacerlo. Entendiendo eso, hay cosas que bien podrían ser oxímoron: turismo sostenible, carne ecológica, joyas éticas, crecimiento verde, plástico de usar y tirar ecológico (o biodegradable)…

Parece claro que es importante estar a gusto con uno mismo en el lugar en el que esté. La crisis del coronavirus ha implicado el confinamiento doméstico de buena parte de la población mundial. Eso supone para muchos un reto importante. Si se gestiona mal se pueden generar conflictos personales, rupturas sentimentales, problemas psicológicos… o simplemente aburrimiento.

No pretendemos hacer una lista exhaustiva de las cosas que se pueden hacer sin salir de casa, sino más bien, dar algunas ideas para aprovechar el tiempo de manera agradable, especialmente pensando en mejorar como seres respetuosos con el medioambiente:

  1. Aprovechar el aceite usado para hacer jabón casero: Solo necesitas un poco de aceite usado, sosa y agua. Si eres una persona sana, seguro que no cocinas nada frito, por lo que es posible que no tengas aceite usado. En ese caso, tal vez puedas pedirlo llevando tus recipientes (a tus vecinos, a restaurantes…).
  2. Acometer una reducción en el consumo de carne y pescado, aprendiendo recetas veganas: Muchas veces no organizamos bien lo que comemos por falta de tiempo. Si pasamos más tiempo en casa, será más fácil organizar y cocinar una dieta más sana y sostenible. El flexitarianismo está ganando muchos adeptos, por muchas razones.
  3. Aprender: Leer es un clásico del entretenimiento, pero hay muchas formas de leer. Lo clásico es leer libros, pero también se pueden buscar blogs interesantes o libros resumidos (para aprender mucho leyendo solo las ideas más importantes). También se puede aprender viendo documentales, visitando los museos del mundo por Internet, escuchando audiolibros, algún podcast del tema que te guste o una radio del mundo, y viajando con Google Maps. Recomendamos dar un paseo por la Biblioteca Digital Mundial (mapas, textos, vídeos…).
  4. Activar el cuerpo físico: Hacer ejercicio es fundamental para el cuerpo físico y para la mente. Hay multitud de ejercicios que se pueden hacer en casa, en poco espacio y sin aparatos. Puedes usar pesas simples como una botella de agua o un montón de libros. Evidentemente, hay que tener cuidado y moderación para no lesionarse. Dicen que en 5 días de reposo perdemos el 9% de nuestra fuerza y el 3,5% de nuestra masa muscular.
  5. Apaciguar la mente: Intentar serenar la mente de tantas ideas que fluyen, que vienen y van, es también algo extraordinariamente útil. La meditación y el yoga llevan miles de años haciendo felices a millones de personas. Por algo será. El escritor Y.N. Harari cuenta su experiencia con la meditación y la recomienda para conocernos mejor. Simplemente estar en silencio unos minutos observando lo que pasa por nuestra mente, siendo nosotros nuestro propio objeto de estudio. Recomendamos también la experiencia de Saúl Martínez sobre cómo esas experiencias nos hacen darnos cuenta de lo poco que necesitamos y de lo fácil que es llenar el vacío que nos hace desear lo que no tenemos.
  6. Agricultura doméstica con un huerto en una ventana o en un balcón: No necesitas mucho espacio para hacer un pequeño huerto. Necesitas un poco de agua, de sol y de tierra. Si no tienes tierra, la puedes fabricar (lentamente) haciendo compost casero, lo cual es esencial en una economía circular y sostenible. Las semillas puedes sacarlas de, por ejemplo, cualquier tomate.
  7. Analizar las cosas que tenemos en casa: Cada cosa que tenemos nos aporta beneficios y perjuicios. Si algo no lo usamos o podemos fácilmente prescindir de ello, es el momento de deshacerse de ello: regalarlo o donarlo, nunca tirarlo. Dar una nueva vida a libros, ropa, zapatos, aparatos… reduce el consumo de energía y materiales del planeta. Recomendamos leer un cuento breve sobre esto de Paulo Coelho.
    • Esto también incluye la comida. No se debe almacenar comida como si fuera eterna. Las latas, además de contaminar mucho, también caducan.
    • Ordenar es también algo interesante, pero deshacerse de cosas simplifica más.
  8. Anímate con actividades artísticas o manualidades: Pintura, dibujo, costura, hacer punto o croché… son fantásticas ideas para pasar el tiempo de forma creativa y productiva. Aprender ese tipo de cosas es fácil teniendo Internet. También se puede reciclar la ropa. Por ejemplo, aquí puedes aprender a hacer bolsas con ropa usada. Otra buena forma de mantener el cerebro activo es escribir sobre el tema que te guste (poesía, relatos, ensayos…). ¿Has probado a escribir tu propio blog o a colaborar en blog ya existentes? También puedes componer música, hacer papiroflexia o hacer vídeos (musicales, teatro, cine, educativos, documental…).
  9. Atender, escuchar y entender: Tenemos la sensación de que a la gente le gusta más hablar que escuchar. Cuando escuchamos algo, ¿tenemos prisa por dar soluciones o nuestra opinión? ¿Y si probamos a escuchar activamente mordiéndonos la lengua para no opinar? Simplemente escuchar e intentar entender. Especialmente, las personas mayores atesoran un montón de conocimiento, anécdotas y experiencias que podrían perderse para siempre. Sus conocimientos pueden ser poco útiles en un mundo muy tecnológico, pero ante un más que posible colapso, esos conocimientos ancestrales podrían ser los que ayuden a subsistir.
  10. Atisbar la vida: Observar lo que ocurre fuera o dentro de nuestra casa intentando no interferir. Algunos hacen concursos para ver cuántas especies de aves ven desde su ventana. Puedes hacer nidos para pájaros o ponerles comida. También es fácil observar la fauna (y flora) dentro de casa o no muy lejos: hormigas, lepismas, arácnidos, salamanquesas…

Solo tener una casa donde cobijarnos ya es tener mucha suerte en la vida. No seamos de ese tipo de gente que se queja continuamente tanto de estar muy estresada como de aburrirse cuando no tiene nada que hacer.

A pesar de que algunas de las opciones planteadas requieren el uso de Internet, recomendamos no banalizar el uso de esta red. Mantener los ordenadores encendidos y funcionando requiere grandes cantidades de energía y materiales, por lo que reducir su uso es respetuoso con el planeta.

¿Te has fijado que todas nuestras sugerencias comienzan por la letra “A”?

Concluyendo: menos es más

“Sin salir más allá de tu puerta, puedes conocer los asuntos del mundo. (…)
Cuanto más lejos vas, menos conoces.
Así pues, el sabio conoce sin viajar, ve sin mirar, y logra sin actuar”.

Son palabras de Lao Tse en la obra esencial del taoísmo. También se afirma que la preocupación por pasarlo bien (tener dinero, honores…) impide ser feliz. Alcanzar la felicidad es dejar de buscarla: “La alegría perfecta es estar sin alegría. La alabanza perfecta es no ser alabado”. ¿Alguien lo entiende?

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Libro Siempre en pie, o cómo el estoicismo te hará feliz, de Pepe García @ElEstoicoEsp

Por: Pepe Galindo

Ser felices incluye saber afrontar nuestros proyectos, gestionar la incertidumbre, aceptar los fracasos… y, en definitiva, «vivir una vida que merezca la pena ser vivida». Este libro (Plataforma Editorial, 2022) es una gran ayuda para este propósito. Su lectura, agradable y fluida, nos convence y nos anima a ser mejores personas y aumentar la felicidad. Pepe García dice ser un «entrenador de estoicismo». ¿Quieres entrenarte? Como dijo Crisipo (otro estoico): la filosofía es una cura para el alma.

Por supuesto, hay otras filosofías útiles. Entre las antiguas, podemos encontrar el epicureísmo que busca el placer y elude el dolor, pero no a cualquier precio. De hecho, dado que no siempre esa es una buena estrategia, se recomienda «entrenarse en cómo superar el dolor». Más modernamente, hay terapias psicológicas basadas en el estoicismo, como la cognitivo-conductual o la racional emotivo-conductual.

Resumiendo, el estoicismo nos ayuda a ser mejores personas, a vivir mejor y a encajar los golpes de la vida, los cuales son inevitables. Los contratiempos, que no están bajo nuestro control, es mejor afrontarlos con serenidad, en vez de con enfado. Epicteto decía: «no son las cosas lo que nos perturba, sino los juicios que hacemos sobre esas cosas». Por supuesto, hay ocasiones en las que podemos decidir cómo actuar. En este caso, el estoicismo nos pide que nuestra intención sea virtuosa. Así, aunque el resultado no sea bueno, podemos estar tranquilos y satisfechos. Por eso, este filósofo mantenía que solo las cosas que dependen de nosotros pueden ser buenas o malas. El resto lo califica como indiferente (incluyendo la salud, la reputación, la fama, el dinero…). Puedes preferir una cosa a otra (la riqueza a la pobreza), pero no ligar tu felicidad a conseguirlo. El sabio estoico —sea rico o pobre— sabe vivir con austeridad y tiene presente que lo importante es no apegarse a lo material.

Como también proclamaba la filosofía india del karma yoga, debemos obrar para hacer del mundo un lugar mejor, pero sin esperar algo a cambio por comportarnos bien. Actuar con virtud es un fin en sí mismo. Marco Aurelio escribió: «Cuando hayas hecho un favor y otro lo haya recibido, ¿qué tercera cosa andas todavía buscando, como los necios?».

El autor explica muy bien la diferencia entre ataraxia y apatheia. Lo primero es algo parecido al nirvana o samâdhî del budismo y del hinduismo, un estado de serenidad, calma e imperturbabilidad, pase lo que pase a nuestro alrededor. Por su parte, apatheia significa estar libres de emociones negativas.

Al final de este artículo enumeramos 20 ideas clave
del estoicismo que aquí se explican.

El libro nos resume las vidas de tres estoicos famosos: Séneca, el cordobés millonario que predicó el desapego por encima del tener o no riquezas;  Epicteto, el esclavo liberado en su vejez que montó una academia de filosofía; y Marco Aurelio, «uno de los mejores líderes de toda la historia», famoso por sus Meditaciones. Puedes leer reflexiones de estos y de otros sabios en Mis citas preferidas.

Las cuatro virtudes estoicas

Pepe García nos explica de forma sencilla las virtudes estoicas que aquí resumimos:

  1. Sabiduría práctica. Consiste en distinguir lo que debemos hacer de lo que no y, sobre todo, en realizar lo primero. Esta es la virtud más importante y propone analizar nuestras situaciones personales, escribiendo lo que serían buenas y malas decisiones en cada una de ellas y cómo mejorar. Con ese ejercicio tomaremos conciencia de si avanzamos o no.
  2. Justicia. Se trata de pensar cómo cada acción afecta a los demás. Hoy, podríamos extenderlo a todo lo demás, incluyendo los animales y el medioambiente.
  3. Templanza. Es moderación en nuestros impulsos y placeres, así como disciplina para hacer lo que sabemos que debemos hacer. El mecanismo es «prestar atención» a lo que estamos viviendo en cada momento, ser conscientes de nuestros sentimientos e impulsos y, controlarlos. Epicteto nos propone el ejercicio de pensar cómo nos sentiremos después de tomar una buena decisión: pensar en el orgullo con uno mismo cuando hemos sido capaces de vencer una tentación, de haber sido capaz de rechazar algo negativo. ¿Cuándo nos hemos arrepentido de comer sano o de hacer algo que debíamos hacer?
  4. Coraje, valor, resistencia a lo incómodo. Esto nos permite superar las adversidades (resiliencia) y hacer lo correcto aunque los demás hagan otra cosa. Un ejercicio es empezar por cosas pequeñas. Ser valiente no consiste en no tener miedo, sino en controlarlo y vencerlo con acciones.

Una técnica estoica consiste en elaborar un manual (enquiridión) de máximas, frases breves, que nos permitan afrontar las adversidades recordando cómo actuar. Repitiendo y memorizando frases podemos cambiar nuestra forma de pensar y proceder. Esto ayuda a superar las creencias o enseñanzas erróneas. Te sugerimos que eches un vistazo a nuestra colección de citas donde, sin duda, encontrarás algo interesante.

Para los estoicos, «todo lo que ocurre es neutral» (ni bueno ni malo) y es nuestra interpretación —lo que nos decimos a nosotros mismos— lo que marca la diferencia. Para aprender a tomarnos bien la vida, Pepe García recomienda planificar momentos deliberados de quietud, para escuchar nuestra mente. En silencio y soledad, escucharemos todo el ruido que generamos nosotros mismos. Aunque es algo parecido, no se trata de una meditación al estilo oriental. Posteriormente, en cada situación que valoremos negativa debemos recordar las máximas, cambiar nuestra forma de pensar y afrontar los hechos como una oportunidad para entrenar nuestra paciencia y para aprender a ser mejores.

Autoevaluación y dicotomía del control

Los estoicos dedican tiempo cada día «a reflexionar sobre sus acciones». El famoso médico Galeno recomendaba, con Marco Aurelio, prepararnos mentalmente cada mañana sobre cómo serán nuestras acciones. Imaginar cómo queremos que sea nuestro día y anticiparnos a las adversidades que podamos prever es muy inteligente. Séneca recomendaba también reflexionar al final del día para evaluar nuestros aciertos y errores. Por otra parte, podemos copiar al emperador, el cual tenía un diario personal en el que apuntaba para sí mismo sus reflexiones.

García aclara: «El propósito de este ejercicio no es machacarnos ante cada error ni tampoco presumir demasiado por lo que hemos hecho bien. La finalidad, en cambio, es mejorar, estar cada día un paso más cerca del tipo de persona que queremos ser». Un ejercicio matutino que puede usarse para planificar el día es elaborar una lista con las cosas que queremos conseguir ese día, siendo realistas y sin excedernos, al menos al principio.

«Nuestra energía es limitada, y la mejor forma de administrarla no es poniendo atención en las cosas que no dependen de nosotros». Por eso, Epicteto recomendaba examinar las preocupaciones y centrarnos en lo que depende de nosotros. Pepe García nos advierte: si ponemos nuestra energía y nuestro foco en las cosas que no dependen de nosotros, estaremos garantizando nuestra falta de tranquilidad. Se llama dicotomía del control a centrarnos en diferenciar esto.

Memento mori (recuerda que morirás)

Séneca animaba a no tener miedo de la muerte. El estoicismo cree que tener presente la muerte puede ser la mejor forma de vivir una vida feliz (eudaimónica). El libro plantea varios ejercicios interesantes, como imaginar que hacemos algo por última vez.

No se trata de pensar en la muerte para angustiarnos, sino para valorar el estar vivos, para animarnos a cumplir nuestros sueños y para pensar en cómo queremos vivir y ser recordados. Otro interesante ejercicio es usar la muerte como consejera.

Atención, imaginación negativa y premeditatio malorum

«La vida ocurre en la mente. De hecho, cualquier pensamiento, idea, emoción y acción, ocurre en la mente». Por eso, si controlamos nuestra atención —nuestra mente— aumentaremos la calidad de vida. Esto es algo que sabían los estoicos (lo llamaban prosochê), pero también los místicos orientales (meditación) y los psicólogos actuales (que recomiendan hacer mindfulness). Cuesta entrenar la atención, porque los resultados no se ven de forma inmediata. Pepe García responde que meditar «sirve para entrenarnos en darnos cuenta de nuestros pensamientos y emociones». Además de meditar, cuando tengamos que hacer alguna tarea concreta, recomienda eliminar distracciones (p. ej. el teléfono) o contar las veces que nos distraemos. Epicteto tenía claro que prestando atención nada puede salir peor que estando distraídos.

No saber apreciar lo que tenemos es un problema generalizado. Además, también solemos caer en tener demasiados deseos que, cuando se satisfacen, dejamos de valorar y pasamos a desear otras cosas, una y otra vez (proceso llamado adaptación hedónica o avaricia, según en lo que nos centremos). Por último, también es frecuente tener miedo ante la incertidumbre del futuro.

El objetivo del budismo es detener los deseos. En cambio, el estoicismo pretende evitar que los deseos condicionen nuestra felicidad o integridad. Conseguir algo no depende exclusivamente de nosotros, pero actuar con virtud sí. Por eso, el estoicismo propone obrar bien, sin pretender algo a cambio (como el Karma yoga). «Si damos más importancia a lo que tenemos que a lo que deseamos, seremos más felices».

Una técnica es la imaginación negativa, que consiste en imaginar que perdemos algo que sintamos que es valioso. Esto nos hará sentir pensamientos incómodos de forma controlada, que nos harán valorar más lo que tenemos o nuestra situación actual. Por ejemplo, intenta vivir un tiempo como si fueras ciego, y verás el agradecimiento sincero al abrir los ojos.

El premeditatio malorum es un ejercicio similar. Recomendado por Séneca, consiste en imaginar que nos ocurre algo malo. El objetivo no es ser pesimistas y quejarnos, sino prepararnos mentalmente para futuras adversidades y superar nuestros miedos. Lo que nos parece un gravísimo problema, rara vez lo es realmente. Bien hecho, este ejercicio suele mostrarnos que tenemos bajo nuestro control mucho más de lo que pensamos y que, además, existen alternativas razonables ante ciertos problemas. Podemos pensar, sin duda, que ese mismo problema lo han tenido otras personas en el pasado y lo han superado sin dramatizar. Aparcar nuestro ego por un tiempo es sanador. Puede ayudar recordar algún problema del pasado y tomar conciencia de que lo superamos (una ruptura, un despido, una lesión o enfermedad, una pérdida importante, etc.).

El objetivo de estos últimos ejercicios no es ridiculizar nuestros problemas, sino evitar que nos paralicen y pasar de preocuparnos por ellos a ocuparnos de ellos. Además, tengamos en cuenta que las desgracias que más tememos rara vez ocurren. El filósofo y matemático René Descartes, ya mayor, escribió una carta en la que decía: «Mi vida estuvo llena de desgracias, muchas de las cuales jamás sucedieron».

Incomodidades voluntarias y ver los problemas como oportunidades

Este ejercicio es fundamental en el estoicismo. Se trata de privarnos voluntariamente de comodidades o lujos de los que disfrutamos o podríamos disfrutar. Ejemplos: quitarnos una comida, transportarnos andando o en bici, ducharnos con agua fría, no usar los ascensores, no usar el teléfono en varios días, dejar de comprar algo, etc. Esto «nos ayuda a comprender mejor que podemos prescindir de muchos privilegios a los que estamos acostumbrados». Otras ideas que propone el libro son: no gastar nada en varios días, hacer más ejercicio, caminar descalzo por la calle o vestir ropas ridículas, como hacía el político romano Catón el Joven para entrenarse en que le dieran igual las opiniones ajenas. Catón propiciaba burlas contra él para curtirse en ignorarlas. También fue muy desconcertante en su época, la defensa de Catón del bienestar de los pueblos conquistados. Una vez, se estaba celebrando la masacre que César había perpetrado contra una tribu gala, incluyendo mujeres y niños. Catón se levantó en el Senado para exigir que el general fuese juzgado como criminal de guerra. El estoicismo fue posiblemente la primera escuela en enseñar el respeto a todos los pueblos, una idea que después fue transmitida al cristianismo y su esencia.

En muchas ocasiones, en estos ejercicios lo que más cuesta es empezar. Superado ese trámite, hacer algo bien puede ser más fácil de lo que pensamos.

En la misma línea, los estoicos afrontaban sus problemas como una oportunidad para mejorarse: para cultivar su paciencia, para trabajar su resistencia… en definitiva, para ver las cosas de otra manera. Así, la gravedad de los problemas se diluye y nos preparamos para aguantar desgracias mayores.

Serenidad estoica

Repitamos: Epicteto decía que «no son las cosas lo que nos perturba, sino los juicios que hacemos sobre esas cosas». Por tanto, el estoico debe aprender a controlar los juicios que hacemos, a distinguir los hechos de las opiniones, a describir la realidad sin emitir juicios de valor. Las cosas no son buenas o malas, sino que depende de un montón de factores, muchos de ellos incontrolables por nosotros. Emitir valoraciones basándose en prejuicios, hacer suposiciones de cosas que no estamos seguros, solo contribuye a errores y a malgastar nuestra energía en cosas banales. Esto se parece al primero de los acuerdos que Miguel Ángel Ruiz Macías explicaba en su libro Los cuatro acuerdos (véase foto adjunta).

Ante sentimientos negativos, lo primero es detectarlos junto con los pensamientos inútiles que los acompañan y que no nos llevan a nada bueno. Notar los síntomas y ser conscientes es el primer paso para controlarlos. En segundo lugar, analizaremos por qué pensamos eso y si realmente exageramos o dramatizamos la gravedad de la situación. Retrasar la respuesta instintiva nos hace razonar y reaccionar mejor. Por último, debemos cambiar esos pensamientos por otros más objetivos y reales. En todo caso, es un proceso en el que podemos entrenarnos para mejorar día a día. Y si nos cuesta trabajo, el libro incluye ejercicios interesantes que podemos practicar.

Portada de La vida te enseña
Un libro con 101 relatos de la vida real aplicando la humildad y el estoicismo

En momentos de estrés o sentimientos negativos, Séneca nos recomienda respirar profundamente y pensar qué le diríamos a un amigo que estuviera en nuestra situación. También funciona hacer todo lentamente (movimientos lentos), hasta que la mente se calme.

Como dice Pepe García, «nuestro cerebro es presa de multitud de sesgos cognitivos y creencias». Por ejemplo, es muy típico suponer que alguien rico o elocuente es mejor persona. En cambio, es una suposición falsa. De ahí la importancia de «distanciar nuestras opiniones de los acontecimientos a los que se refieren», una técnica que la psicología moderna denomina «distanciamiento cognitivo».

En definitiva, el estoicismo invita a actuar correctamente, aunque nuestros intereses personales se vean perjudicados. No se trata de hacer lo correcto para quedar bien, sino porque es lo correcto. Para conseguirlo —sin caer en el perfeccionismo— Pepe nos propone el ejercicio de imaginar que un sabio nos está mirando cuando lo necesitemos. Este sabio puede ser alguien real o imaginado, y se puede usar para buscar consejo: «¿Qué haría él o ella si estuviera en esta situación?». También se puede pensar en genérico para ayudarnos a reflexionar: «¿Qué haría una persona calmada en esta situación?».

Por último, el libro nos da un consejo de parte de Marco Aurelio: cuando nos sintamos culpables por no haber hecho lo mejor, seamos benevolentes con nuestros errores puntuales y valoremos nuestra trayectoria general y nuestro compromiso por mejorar.

♥ Otras lecturas de interés:

  • A veces son las consecuencias las que generan las causas.
  • Marco Aurelio: pensamientos estoicos para el mundo de hoy.
  • Usar a los demás para mejorar[te/nos/los/lo].
  • Empatía hacia lo(s) demás.
  • Libros resumidos:
    1. Historia de la filosofía y de la ciencia, de Ludovico Geymonat.
    2. La vida te enseña, relatos para aprender de la vida.
    3. Filosofía ante la crisis ecológica, de Marta Tafalla.
    4. Filosofar entre rejas, de José Barrientos (ed.).
    5. Otros libros resumidos sobre ecologismo, animalismo, globalización, economía, psicología…
  • Enumeremos 20 ideas básicas del estoicismo:
    1. Epicteto decía: «no son las cosas lo que nos perturba, sino los juicios que hacemos sobre esas cosas».
    2. No hay nada bueno ni malo. Es nuestra interpretación lo que hace esa clasificación.
    3. No condicionar la felicidad a conseguir metas que no dependen de nosotros.
    4. El sabio estoico sabe vivir con austeridad y sin apegarse a lo material.
    5. Las cuatro virtudes estoicas: sabiduría práctica (distinguir lo que debemos hacer de lo que no), justicia (cada acción afecta a lo demás), templanza (moderación en nuestros impulsos y placeres) y coraje (resistencia a lo incómodo, superar las adversidades).
    6. Coleccionar frases útiles (enquiridión), como nuestras citas preferidas.
    7. Planificar momentos deliberados de quietud, en silencio y soledad. También es útil meditar.
    8. Afrontar los hechos negativos como una oportunidad para entrenar nuestra paciencia y para aprender a ser mejores.
    9. Reflexionar al principio y final de cada día. Por la mañana, prepararnos mentalmente e imaginar cómo queremos que sea nuestro día. Anticiparnos a las adversidades posibles, pensando cómo actuaremos si ocurren. Reflexionar al final del día para evaluar aciertos y errores.
    10. Dicotomía del control: pensar qué cosas dependen de nosotros y centrarnos en ellas.
    11. Memento mori.
    12. Controlar nuestra atención, nuestra mente (prosochê, meditación, mindfulness).
    13. Evitar la adaptación hedónica o avaricia.
    14. Que tus deseos no condicionen tu felicidad. Actuar para hacer del mundo un lugar mejor, sin esperar nada a cambio.
    15. Imaginación negativa, (suponer que perdemos algo valioso) y premeditatio malorum (imaginar que nos ocurre algo malo).
    16. No preocuparnos por los problemas, sino ocuparnos de ellos.
    17. Realizar incomodidades voluntarias.
    18. Ante sentimientos negativos: diferenciar hechos de opiniones, respirar y moverse despacio, pensar en qué le aconsejaríamos a un amigo.
    19. Ante una duda: imaginar lo que diría un sabio.
    20. Ante un error: seamos benevolentes con nuestros errores puntuales y valoremos nuestra trayectoria.
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cuando el petróleo se acaba

Por: Radio Topo

En el programa de este domingo nos tomamos en serio lo que bien podría tomarse como una broma. La semana pasada conocíamos que el barril de petróleo Téxas cotizó a menos 40 dólares. Sí, como lo oyen, las empresas petroleras pagaron a los clientes con contratos para mayo 40 dólares por barril que retiraran de […]

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De Argentina y su futuro, y el segundo aniversario del 1 de Octubre

Por: Radio Topo

Hoy contactamos con Argentina, desde donde una compañera nos comentará cómo está la situación por allá con las inminentes elecciones el 27 de Octubre y un aumento de la pobreza y de las movilizaciones en la calle bastante considerable. Después hablaremos con nuestro corresponsal en Barcelona, que nos contará qué se coció para el segundo […]

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El Acratador 16/02/2012

Por: Radio Topo

La crisis has traído la reforma laboral, la precarización, el empobrecimiento de los que ya éramos pobres, pero parece que algunos han tardado en enterarse. En este programa desgranamos algunos de los aspectos más siniestros de la nueva reforma laboral, pero no nos resignamos a simplemente padecerla y recordamos al poeta: A la calle, que […]

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Buenas noticias ambientales y animalistas en 2021 (semestre 2)

Por: Pepe Galindo
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Estas buenas noticias no son tantas, ni tan buenas, como nos gustaría. Son mejor que nada, por supuesto. Sin embargo, ante una gran hemorragia, poner una tirita no sirve para salvar la vida del paciente. ¿Queremos salvarle?

  1. El ministro Alberto Garzón enfurece al sector ganadero al incitar a comer menos carne, por salud y para proteger al planeta: Ha sido muy criticado, incluso por miembros de su gobierno, pero es un tema ineludible. Curiosamente, el propio gobierno había aprobado en su Estrategia España 2050 que España debe —literalmente— reducir “su ingesta de alimentos de origen animal” (o sea, no solo carne, sino también pescado, lácteos y huevos). La ciencia ha hablado, la OMS también y cada vez más políticos están dejando de esconder un tema conflictivo. Además, la ganadería extensiva o la carne ecológica no son la solución al problema. Alabamos la valentía de un político que no teme las críticas.La pirotecnia contamina y molesta a personas, a mascotas y a fauna salvaje. Haz clic para informarte mejor.
  1. El lobo ya es una especie protegida en España: Esta es una noticia muy esperada. Matar lobos ya no será subastado por dinero. Cazar lobos pasa a ser un delito tipificado en el art. 334 del Código Penal, con pena de prisión de seis meses a dos años y, en todo caso, inhabilitación especial para el ejercicio del derecho de cazar o pescar. Se debe propiciar la coexistencia con la ganadería y multar a los ganaderos que no cuiden bien de su ganado. Lo que algunos decían que era imposible, se consigue cuando hay presión ciudadana y voluntad política. Es de agradecer el interés de la ministra Teresa Ribera y de todos los colectivos que se han movilizado para conseguirlo. Para los que aún no sepan las ventajas de tener depredadores como el lobo, que lean esto. Algunos inconscientes han intentado derribar esta ley, pero la propia Audiencia Nacional ha dicho que la caza produce daños irreparables.
  1. El Congreso aprueba que los animales dejen de ser considerados cosas: El bienestar de ellos se antepone a los intereses humanos. Como ya ocurre con los hijos, los animales no podrán formar parte de herencias, embargos o divorcios. Sin embargo, algunos seguirán esclavizados, como los caballos, o las vacas lecheras. Y los perros seguirán atados a sus correas. Y las perras de raza seguirán siendo obligadas a parir una y otra vez. En pocos casos —tal vez en ninguno— las mascotas están justificadas.
  1. Una mujer está comprando tierras de cultivo británicas para devolverlas a la naturaleza: Este proceso se llama rewilding (resilvestrar) y se está haciendo en otras regiones. También se benefician los humedales de la zona, que dejan de recibir fertilizantes de la agricultura (evitando así la eutroficación, que es lo que pasó en el Mar Menor). Así se demuestra también, que no es un problema que los pueblos se vacíen. El problema es que se llenen sin control de macrogranjas o de centrales de energía renovable.
  1. Buenas noticias para los animales (y para todos): El trato que damos a los animales refleja nuestro amor a la naturaleza. En materia de animalismo avanzamos más que en ecologismo.
  1. El gobierno de España descarta totalmente la mina y la planta de fabricación de concentrado de uranio: El municipio salmantino de Retortillo se libra de ese foco de contaminación y destrucción de su paisaje. El Consejo de Seguridad Nuclear ya vetó el proyecto y su opinión era vinculante. Solo votó a favor el miembro propuesto por el PP (¿casualidad?). La mina también tenía el visto bueno del gobierno local (también del PP). Hay indicios para sospechar que el interés en la mina es meramente especulativo. Es decir, el objetivo principal sería estafar a inversores. Esta buena noticia llega tarde para aquellos árboles centenarios que fueron ya talados.
  1. En la temporada 2021 se ha prohibido la caza de tórtolas en España: Cientos de miles de tórtolas se han salvado en España. Tras cuatro años de avisos y tras el ultimátum de la Comisión Europea, la mayoría de comunidades pararon la caza de estas aves. Veamos la magnitud escandalosa de la masacre: desde 2015 se abaten unos 800.000 ejemplares cada año. El ser humano destroza el planeta con su ganadería y con su caza. Somos muchos humanos y nos jugamos nuestro futuro. La solución sensata es prohibir la caza deportiva, en todos los territorios y para todas las especies.
  1. La Audiencia Nacional tumba la prórroga que Rajoy le dio a Ence para seguir contaminando la Ría de Pontevedra hasta 2073: Recurrieron la decisión Greenpeace y el Ayuntamiento de Pontevedra. Por este motivo, Rajoy fue declarado persona non grata en su Pontevedra natal. Es un caso más de cómo el PP se pone siempre del lado de los que maltratan el medioambiente.
  1. Hay millones (144) para la restauración ambiental de las minas de carbón cerradas: Llevábamos años pidiendo el cierre de las minas de Asturias y León. Ahora toca reducir urgentemente los demás combustibles fósiles.
  1. Se acabó la gasolina con plomo: Es un combustible muy tóxico, prohibido en los países ricos, pero que seguía usándose en los pobres, especialmente en África. Esta es una noticia muy positiva cuyo alcance es difícil de evaluar.
  1. El Gobierno suspende la ampliación del aeropuerto de El Prat: Los 364 millones previstos se dedicarán a otra cosa, porque el Gobierno autonómico se ha quejado por los daños ambientales. Es una pena que la ministra de Transportes no haya tomado por sí misma esa decisión. Por ella, la obra se hubiera hecho a pesar del fortísimo daño ecológico que hubiera causado la ampliación, además de los daños inherentes a todos los aeropuertos. El aeropuerto de Madrid se ampliará, si nadie lo evita.
  1. China anuncia que no va a financiar más plantas de carbón en otros países: El país más contaminante del planeta no dice nada de sus propias centrales de carbón. Es una buena noticia, pero necesitamos algo más contundente para evitar lo peor del colapso.
  1. La venta de frutas y verduras en envases de plástico estará prohibida en España en 2023 (solo en algunos casos): Todos los grupos ecologistas sostienen que el Ejecutivo no va lo suficientemente deprisa en esta materia y proponen un SDDR. Curiosamente, los ecologistas no hablan de un SDDR para reutilizar, sino para reciclar, lo cual es un error importante que se alinea con el gobierno, cuyo
    objetivo es el reciclaje, más que la reutilización. Esta es una buena noticia a medias, porque es también una oportunidad perdida para hacer las cosas bien del todo.
  1. Ley para eliminar la deforestación de las cadenas de suministro de la UE: Es un buen paso de la Comisión Europea, pero tiene lagunas importantes: solo afectaría a un número limitado de materias primas y productos, y tampoco garantiza los derechos de pueblos indígenas y comunidades locales afectadas.
  1. Cádiz, primer municipio contra el Tratado de la Carta de la Energía: Instan al gobierno a abandonar ese tratado. Es un acuerdo que beneficia a las multinacionales perjudicando la soberanía de los países firmantes. Por ejemplo, Países Bajos fue demandado por activar su descarbonización. España debe abandonar ese tratado de forma urgente, para que las multinacionales no tengan más derechos que los Estados.
  1. La Comisión Europea denuncia a España por su incapacidad de proteger el agua frente a la contaminación por nitratos de la agricultura y la ganadería: El Tribunal de Justicia de la UE tendrá que dictar sentencia. La contaminación media del agua por nitratos ha aumentado un 51,5% en los últimos cuatro años. El Gobierno español ha permitido que la ganadería industrial crezca exageradamente y que los agricultores abusen sin control. Lo del Mar Menor es solo un caso grave. Nos tememos que España tendrá que pagar una buena multa, lo cual será una buena noticia solo si se aprende la lección.
  1. España tendrá opción de menú 100% vegetal en comedores escolares e instituciones públicas: Los partidos verdes están forzando políticas verdes. Esta es una noticia buena para los animales y mejor para el planeta. Y la salud también mejorará.
  1. Los países del Mediterráneo acuerdan proteger el 30% del Mediterráneo en esta década. También se ha decidido controlar el azufre pero no el nitrógeno de la contaminación de los buques. Se evitarían 4.100 muertes prematuras anuales si se redujeran ambos gases. En todo caso proteger un 30% es insignificante en la situación actual. Necesitamos proteger urgentemente un mínimo del 50% de todo el globo y un mínimo del 50% del territorio de cada país.
  1. Bruselas pide a los países una ofensiva de impuestos verdes en luz, gas, diésel, vuelos, automóviles y navieras. La Comisión Europea quiere reforzar al máximo el principio de “el que contamina paga”. Debemos acabar con las exenciones y las subvenciones. Será una negociación complicada, porque las multinacionales mandan más que los votantes.
  1. Desactivada definitivamente la central de carbón de Carboneras: Era una de las centrales térmicas más contaminantes del país que vomitaba más 6 millones de toneladas de CO2 al año. Buenas noticias, sin duda, pero más que potenciar la transición a las renovables hay que pensar cómo reducir nuestro apetito energético.
  1. Argentina prohíbe los petardos: La prohibición fue motivada por una recogida de firmas en Change por una persona particular debido a las molestias que ocasionan a los autistas. Sin embargo, las molestias no son solo a las personas con este trastorno, sino que los problemas de la pirotecnia van mucho más lejos. Molestan a un amplio rango de personas, perturba a las mascotas (especialmente a los perros) y a la fauna silvestre (especialmente a las aves). Algunos animales llegan a morir por infarto. También hay que tener en cuenta la contaminación química de esos artefactos.

No está mal esta lista, aunque podría ser mejor… Gracias por difundir nuestros artículos.

♦ Te gustará también:

  1. Buenas noticias ambientales: semestre 1 de 2021, 2020 (semestres 1 y 2), 2019 (1 y 2), 2018 (1 y 2) y la colección completa.
  2. El lanzamiento editorial del año: Libro Relatos Ecoanimalistas, de J. Galindo (reseña).
  3. Blog de relatos del mismo autor: Historias Incontables.
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Buenas noticias ambientales y animalistas en 2021 (semestre 1)

Por: Pepe Galindo
Si quieres ver buenas noticias ecoanimalistas recientes, haz click en la imagen.
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Por supuesto. En el 2021 también va creciendo la conciencia ambiental. Vamos muy lento, pero no queremos estar todo el día quejándonos. Queremos celebrar la gran cantidad de buenas noticias para el medio ambiente, porque esto demuestra que las cosas se pueden hacer bien y, además, estas noticias dan ideas de todo lo que podemos hacer… todos. Si otros lo han hecho… se puede.

  1. Adiós a los proyectos de minería de tierras raras en Ciudad Real: El TSJ-CLM sienta jurisprudencia sobre los impactos de la minería en espacios protegidos. El proyecto había sido dividido en varias fases para que el impacto ambiental pareciera menos grave, pero la empresa minera ha quedado en evidencia y se ha quedado con las ganas de destrozar el monte.
  1. El Tribunal de Justicia de la UE determina que España ha incumplido sus obligaciones para proteger Doñana: Puede ser un pequeño alivio para el Parque Nacional. Las extracciones ilegales de agua son intolerables y España lo ha permitido durante años (igual que en Murcia). ¿Seguiremos produciendo fresas ilegalmente? ¿Cuándo se hará justicia con los ladrones de agua?
  1. El Tribunal Constitucional declara toda la Red Natura 2000 no urbanizable: Esto es nacional y las comunidades autónomas no pueden cambiarlo, lo cual supone un golpe para la Junta de Andalucía (entre otros gobiernos autonómicos aficionados a construir donde les resulta rentable).
  1. Se publica el libro Relatos Ecoanimalistas, un libro en el que hemos puesto mucho esfuerzo y mucha ilusión. Esperemos que podamos recuperar la inversión y, sobre todo, que la ilusión por la naturaleza se propague con alegría. ¿Nos ayudas a que llegue lejos? GRACIAS.
  1. Buenas noticias para los animales (y para todos): El trato que damos a los animales refleja nuestro amor a la naturaleza. En materia de animalismo avanzamos más que en ecologismo.
  1. Austria, Irlanda y Malta… prohíben las armas nucleares en su territorio: Se unen al acuerdo internacional para la abolición de estas armas (ICAN, Nobel de la Paz 2017). El resto de países de la UE deberían unirse inmediatamente. España aún no lo ha hecho.
  1. Shell, condenada por contaminar el delta del Níger tras 13 años de litigio y también condenada a reducir su contaminación mundial al 45%: La petrolera deberá indemnizar a los afectados por los derrames de petróleo en el delta del Níger (Nigeria), aunque no podrá devolver a la vida a los que fueron condenados por protestar, como Ken Saro-Wiwa. También deberá instalar sistemas de detección de fugas en sus oleoductos. Las empresas europeas deben saber que no pueden hacer lo que quieran ni dentro ni fuera de la UE.
  1. Lisboa instala compostadores comunitarios en sus calles: Colaborar con el medioambiente es opcional, pero muy fácil. La basura orgánica ya no es basura, sino que se convierte en abono. El éxito está haciendo que crezca el número de compostadores.
  1. WWF presenta un documento con ejemplos exitosos de restauración de espacios naturales en la UE: la demolición de la presa de Robledo de Chavela (Madrid), la recuperación del delta del Danubio (Rumanía), o la restauración de las turberas de Estonia, son solo algunos ejemplos. WWF pide que la UE restaure, al menos, el 15% de la superficie marina y terrestre para 2030.
  1. Ley de cambio climático en España: Era una ley urgente y necesaria, aunque todos los grupos ecologistas coinciden en que le falta ambición. Exponemos algunas de las cosas positivas y negativas.
    • Se prohíben nuevos proyectos de exploración y explotación de hidrocarburos y minería de uranio en todo el territorio nacional, incluido el mar.
    • Las ciudades deberán tener zonas de bajas emisiones: A partir de 2023 será obligatorio para ciudades de más de 50.000 habitantes, lo que implica que el 52% de los españoles respirará mejor y ahorraremos gastos sanitarios. Si nos interesa la salud y/o el medioambiente lo único coherente es restringir la libertad del coche privado.
    • Se pretenden fomentar las renovables evitando los impactos negativos en la biodiversidad.
    • La contratación pública puede exigir medidas de reducción de emisiones y de huella de carbono.
    • Cosas negativas:
        • Decepciona poner un objetivo tan bajo como reducir solo en un 23% los GEI en 2030 cuando la ciencia reclama al menos un 55%.
        • El lobby del gas ha extendido su tiempo de vida, cuando es un combustible fósil muy contaminante y que retrasará la electrificación.
        • No tiene en cuenta la inherente insostenibilidad de la electrificación del transporte privado, en coche privado.
        • Se habla de alimentación sana pero no se concreta en algo realmente efectivo (como estas ideas, por ejemplo).
        • Se obliga al sector financiero a hacer informes para la descarbonización de su cartera, pero ¿cómo se va a controlar?
        • Se habla de fiscalidad verde pero no se concreta nada para hacer verdad el lema de “quién contamina paga”.
        • No se reducen las subvenciones a sectores contaminantes: combustibles fósiles, aviación, agricultura industrial… Quedan fuera de la ley la prohibición de vuelos si hay alternativas en tren de menos de dos horas y media, cosa que sí figura en otras leyes de Europa.
  1. El Gobierno ampliará las reservas naturales fluviales: Son una figura de protección que tiene como objetivo garantizar la conservación de aquellos tramos de ríos inalterados que todavía subsisten en nuestro país.
  1. Francia prohibirá los vuelos nacionales cuando haya trenes disponibles: Se prohibirán los vuelos nacionales en rutas que se puedan hacer en tren en menos de dos horas y media, como parte serie medidas climáticas y ambientales. También Francia quiere cambiar coches por bicis, mientras España apuesta más por la absurda ideal del coche eléctrico.
  1. Alemania prohibirá el glifosato en 2023, por los insectos: Defender la biodiversidad no puede postergarse.
  1. La justicia europea desestima el recurso de Bayer contra los límites en el uso de dos plaguicidas perjudiciales para las abejas: ¿Bayer quiere ser famosa por matar abejas?
  1. España rechaza la caza y la pesca en los Parques Nacionales: La propuesta de Vox ha sido rechazada por ser absurda. La incompatibilidad entre la caza deportiva y los espacios protegidos se estableció en 1918, cuando se proclamó el primer parque nacional en España. La caza ha extinguido muchas especies y no tiene como objetivo la conservación. Por tanto, lo mejor para conservar las especies es proteger espacios y prohibir la caza deportiva (de todas las especies, en todos los territorios).
  1. El Ayuntamiento de Zaragoza promueve huertos escolares y aulas al aire libre: Se consigue así mejorar la educación ambiental acorde a un escenario de crisis climática y sanitaria por la COVID-19.
  1. La OTAN discute por primera vez sobre crisis climática: Las fuerzas armadas tienen una huella ecológica colosal y es un valor que debe reducirse con urgencia. En Europa equivale a la huella de 14 millones de automóviles, o a las emisiones de los vehículos de Portugal, Grecia y Noruega.
  1. México prohibe cultivar maíz transgénico y limita el uso de glifosato, hasta su eliminación total: Habríamos ganado mucho tiempo si se hubiera escuchado a organizaciones ecologistas como Greenpeace, pero aún se siguen fomentando transgénicos y usando glifosato, hasta en parques urbanos.
  1. El Gobierno de Japón propone la semana laboral de cuatro días: Intentará convencer a las empresas, para promover los cuidados, evitar suicidios y, dice, reactivar el consumo. Es una buena noticia por distintos motivos, pero obviamente “reactivar el consumo” sin más, es algo malo para el medioambiente (todo depende de en qué se consuma). Trabajar menos puede suponer menos salario, pero no debería ser proporcional, de forma que no se pierda significativamente poder adquisitivo.
  1. Un panel de expertos publica una definición internacional de ecocidio: El objetivo es incluir el ecocidio como quinto crimen del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, junto a los crímenes de genocidio, lesa humanidad, guerra y agresión. Algunas empresas están muy preocupadas por esto: empresas energéticas, mineras, de ganadería intensiva, de alimentación plastificada…

No está mal esta lista, aunque podría ser mejor… Gracias por difundir nuestros artículos.

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Libro La recivilización, de Fernando Valladares (resumen)

Por: Pepe Galindo

Los conflictos bélicos de las últimas décadas han acabado con la vida de unas 400.000 personas cada año. En cambio, solo la contaminación atmosférica mata —actualmente y cada año— unos 9 millones de personas (22.5 veces más). Por su parte, el cambio climático se estima que mata a decenas de millones de personas anualmente. A pesar de esos datos, los humanos gastan en armamento más de cinco veces más que en abordar la crisis ambiental. Con esos impactantes datos comienza el libro de Fernando Valladares La recivilización (Planeta, 2023), un prestigioso científico español del CSIC. También habla de otro tipo de guerras absurdas y evitables (las comerciales y las de clase), de la desigualdad creciente y de los conflictos de la superpoblación y cómo se resolverían con educación y ecofeminismo.

El objetivo del libro es desmontar nuestro modelo socioeconómico. Este científico afirma que «sabemos cómo hacerlo y que, si lo conseguimos, viviremos más y mejor». Además, «contamos con la alianza de la ciencia» (esa que desoímos en demasiadas ocasiones).

Fernando Valladares nos cuenta que en nuestros parientes próximos tenemos dos ejemplos interesantes: mientras los chimpancés suelen recurrir a la violencia para resolver sus conflictos, los bonobos son mucho más pacíficos (y recurren al sexo para resolver tensiones).

Salud y producción de comida

«Érase una vez un planeta en el que vivía una especie que, produciendo el doble de la comida que necesitaba, dejaba a la décima parte de sus miembros con hambre. Una especie que tiraba un tercio de la comida en lugar de repartirla bien, mientras que muchos de sus miembros que accedían a la que sobraba enfermaban gravemente por comer en exceso. Una especie que, al producir tanta comida, ponía en riesgo el funcionamiento de todo aquel planeta. El planeta es la Tierra y la especie se llama a sí misma hombre sabio».

Sinteticemos diez datos sobre este tema:

  1. «La producción de alimentos es la actividad con la que los humanos provocan el mayor impacto sobre el medio ambiente».
  2. «Se calcula que la contaminación de las aguas por los fertilizantes excedentes es responsable de 1,36 millones de muertes evitables o prematuras cada año en el mundo».
  3. La PAC emplea dinero público que acaba generando daños a los humanos y a la biodiversidad en un modelo en el que «sobra comida». De ahí que califique a la PAC como «la forma más destructiva de usar el dinero público»; y como «un sistema completamente corrupto (…) que impide la renaturalización y la convivencia de los sistemas agrarios y ganaderos con la biodiversidad más elemental». Y así, «los subsidios van para personas y entidades ricas de Europa y de fuera de Europa»: grandes fortunas compran tierras en la UE y reciben enormes subvenciones por ellas.
  4. «Si admitimos de una vez que no hay que producir más comida, entonces la prioridad no puede estar más clara: proteger los ecosistemas afinando mucho el sistema de producción de alimentos para que no se vean afectados por él».
  5. «Una cuarta parte de lo que desechamos serviría para neutralizar la malnutrición en el mundo».
  6. Hay sectores a los que «no se sanciona por contaminar y a los que no les preocupa la mala distribución y organización del sistema alimentario global».
  7. «Solo en Europa mueren cada año más de 300 mil personas por consumir demasiada carne roja».
  8. «La agricultura y la ganadería determinan la contaminación atmosférica global causando indirectamente millones de muertes por esa vía».
  9. «Lo que comemos afecta a nuestra capacidad de concentración», y aboga por dietas vegetarianas, veganas o flexitarianas.
  10. «Conocemos muy bien los factores que aumentan los riesgos de que aparezcan enfermedades infecciosas y, como con el cambio climático, no hacemos mucho al respecto», lamenta Valladares. De seguir así, la probabilidad de pandemias aumentará cada año. Degradar ecosistemas y producir carne de forma intensiva es, en sus propias palabras, «una bomba de relojería». El COVID-19 podría ser un poco importante al lado de una pandemia realmente grave.

George Monbiot también alertó del problema del sistema alimentario, una industria en la que unos pocos inversores están ganando muchos millones mientras, en palabras de Valladares, «nos dejan sin agua, sin suelo, sin biodiversidad y sin futuro».

El medioambiente influye en nuestra salud y en nuestra esperanza de vida y, según recientes estudios, ambas se están viendo afectadas negativamente. Por primera vez, la esperanza de vida se está reduciendo a nivel global.

El problema de la energía

Para este asunto, aporta soluciones concretas, como poner placas solares en suelos ya construidos e industriales, y nunca en zonas naturales. Sin embargo, el autor critica que, con el pretexto de una transición energética, las cortes españolas hayan aprobado leyes que reducen las exigencias ambientales de centrales eólicas y solares. Y para colmo de males, la UE ha calificado como «energías verdes» el gas y la nuclear, de forma que puedan beneficiarse de todas las ventajas económicas y fiscales, como si realmente fueran renovables y sostenibles. También advierte Valladares de las falsas soluciones —como apostar por la energía de fusión nuclear o por el hidrógeno—, y nos recuerda que «el hidrógeno no es una fuente de energía primaria, sino que es un vector energético» (una forma de almacenar energía). Y aclara que «puede tener un papel interesante allí donde no es posible la electrificación», por ejemplo en el transporte, pero siempre acompañada de medidas que eviten el despilfarro. Como ejemplos, de ese consumo desmedido y fácilmente evitable, pone los alumbrados navideños. Otra tecnología que califica como innecesaria es la captura de carbono.

Para este científico, la disminución en el consumo debiera ser estratégica y consolidada, y no meramente coyuntural. La ciencia nos advierte de que ya se han disparado o están a punto de hacerlo nueve de los quince puntos de inflexión identificados (tipping points), valores del sistema ecológico que, una vez alcanzados, se vuelven incontrolables e irreversibles. Como científico, conoce las múltiples consecuencias de la crisis climática y sabe que no todas son percibidas por la población general. De hecho, es frecuente que se tomen medidas contraproducentes. Como ejemplo, subraya la retirada de la madera muerta de los bosques con el absurdo pretexto de limpiarlos. Téngase en cuenta que la madera muerta es esencial en la fertilidad del suelo, para la biodiversidad y también como almacén de carbono (léanse aquí otras medidas para evitar los incendios forestales).

Otro consejo que nos regala en nombre de la ciencia es dejar los combustibles fósiles en el subsuelo, porque son más útiles como almacenes de carbono que como combustibles. Cada décima de grado que consigamos que deje de subir la temperatura global, supone ahorrar mucho sufrimiento y cuantiosas pérdidas económicas.

Política y economía

El libro sostiene que la política se ha subordinado a la economía. Es grave porque «la solución a la crisis no es científica ni tecnológica, sino social y política». Los pocos tratados internacionales (como el Acuerdo de París o de otras COP) nunca se cumplen, porque se anteponen los beneficios económicos a la vida de las personas y las decisiones políticas no se ajustan a los límites físicos del planeta ni a las leyes de la ecología. Y no olvidemos que: «sin ecología no hay economía» (véase este interesante gráfico) y que el PIB no mide el valor de la riqueza natural. Más aún, contaminar y dañar el medioambiente es barato o incluso está subvencionado.

Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"

Lee también un resumen de este libro de Yuval N. Harari.

Cuando pone el foco en los problemas del neoliberalismo (magistralmente explicados también por Naomi Klein), indica que el sistema no favorece la distribución de la riqueza, sino la acumulación y el aumento de la desigualdad. Todo esto ya está provocando millones de refugiados ambientales que generan tensiones difíciles de solucionar. Y advierte: «el capitalismo se está quebrando», porque el ser humano ha estado demasiados años viviendo a costa de una tecnología que se basa principalmente en el uso de energía barata no renovable (es lo que llama, Homo tecnologicus, primo del Homo oeconomicus).

El capitalismo ha reventado varios límites planetarios y «la fiesta de la riqueza y el derroche (…) no nos deja dormir, descansar, reflexionar ni tener mucho tiempo para nosotros mismos». A poco que pensemos, llegamos una y otra vez a la misma conclusión que ya alcanzaron filósofos presocráticos: ni el sobreconsumo ni el trabajar en exceso nos hace más felices.

La agnotología es el estudio de la producción y diseminación de la ignorancia, el engaño y la duda, a menudo de forma deliberada, para servir a intereses específicos, como la industria o la política. El autor resalta cómo, usando el poder de las redes sociales o de personas influyentes, se niegan conclusiones científicas o la realidad más evidente. Cuando se investiga un poco, es fácil concluir que los interesados en generar dudas e ignorancia suelen tener intereses en ello. A veces, son personas que solo buscan ser aceptadas en su grupo social y que, para ello, renuncian a su espíritu crítico o a expresar su opinión sincera. Evitar esto es complejo, entre otros motivos, por el principio de la asimetría de la estupidez que reza que se necesita más energía y más palabras para refutar una estupidez que para producirla.

Por supuesto, hay espacio en estas páginas para criticar un sistema educativo, incluyendo universidades. Estamos más interesados en formar a trabajadores sumisos que a personas críticas. En la misma línea de economistas como Georgescu-Roegen, Valladares lamenta la mala educación científica y ecológica que se imparte en las facultades de economía. Pone como ejemplo la curva de Kuznets, que se usa para hacer creer que, a mayor renta, la población es más respetuosa con el medioambiente. O sea, se intenta hacer creer que con más tecnología, se disminuye el impacto ambiental. La realidad es que ocurre justo lo contrario, y está demostrado desde los años 80 del pasado siglo.

Por fortuna, tenemos ejemplos en los que la humanidad ha sido capaz de ponerse de acuerdo para avanzar, como son la Declaración Universal de Derechos Humanos, el Protocolo de Montreal o la Agenda 2030. Para Fernando Valladares, la Agenda 2030 es magnífica, pero no se está cumpliendo.

El caso de Andalucía

Para explicar lo que está pasando a nivel mundial, pone el ejemplo de Andalucía, una tierra rica y fértil, pero llena de focos de pobreza (extrema en no pocos casos). Andalucía produce multitud de materias primas que se llevan a las ciudades: a Madrid y a toda Europa. Esto supone exportar ingentes cantidades de agua desde una región seca a otras regiones con más abundancia de dinero y de agua. En resumen, la producción sucia de energía y alimentos de las regiones ricas, se realiza en regiones empobrecidas, generando problemas ambientales y sociales.

Andalucía produce alimentos con abusos e injusticia, desde Huelva a Almería. En Huelva se producen fresas y frutos rojos que dejan sin agua zonas tan valiosas como el Parque Nacional de Doñana. Esta aberración se explica por dos detalles muy sencillos: a) No se paga un precio justo por el agua ni por el desastre ecológico de su abuso. b) No se pagan salarios dignos. Las fresas de Huelva no serían rentables si los salarios fueran tan dignos como los de las personas que compran esas fresas en las metrópolis del mundo. Con este ejemplo de Andalucía, se muestra por qué y cómo los ricos siguen acumulando riqueza a costa de no pagar con justicia (ni salarios, ni daños ambientales, etc.).

Opciones posibles: decrecimiento con prosperidad

«Los científicos podemos ayudar», afirma Valladares, pero resalta que «la decisión está en manos de la gente», que el optimismo no está justificado y que hay que tomar decisiones. «Podemos apurar los recursos que aún quedan y reventar el clima planetario, o dejar el 60% del gas y el petróleo y el 90% del carbón en el subsuelo y no entrar en escenarios climáticos apocalípticos». Una vía necesaria es la que se ha llamado decrecimiento, pero aclara que debe hablarse más de prosperidad; y que esta vía es distinta a la recesión. Resumiendo, este decrecimiento debe basarse en crecer en sectores que produzcan bienestar real y general, y se basa en cinco claves (Hickel et al., Nature 2022):

  1. Reducir la producción menos necesaria: carne, lácteos, moda rápida, publicidad, automóviles, aviación
  2. Mejorar los servicios públicos.
  3. Apoyar los empleos verdes: renovables, regeneración de ecosistemas, servicios sociales…
  4. Reducir la jornada laboral y rebajar la edad de jubilación.
  5. Sociedad sostenible: cancelar deudas injustas en países pobres, frenar la desigualdad

Ante el colapso que parece inevitable, el libro aclara que hay varios tipos de colapsos (financiero, económico, político, social, ecológico, cultural) y explica las cinco fases de un gran colapso según Duane Elgin en el proyecto Choosing Earth. Podemos afirmar que, dependiendo de qué región evaluemos, la Tierra ya está en la primera o en la segunda fase. La última es la extinción de la humanidad, pero la tercera y la cuarta no son nada agradables para casi nadie. Para afrontar esto, tenemos básicamente tres opciones:

  1. No hacer nada, lo cual nos llevará a un colapso nada agradable.
  2. Aceptar gobiernos autoritarios, que podrían ser incluso peor que el colapso o parte del mismo. Algunos hablan del ecofascismo como un ecologismo muy radical que podría incluso controlar la reproducción humana para evitar la superpoblación.
  3. Transformar nuestra sociedad. Aquí tendrían cabida «comunidades modestas que buscan independencia energética, autoabastecimiento y cooperación».

Basura y propaganda

Fernando Valladares referencia al gran Félix Rodríguez de la Fuente cuando advertía —en 1972— sobre el problema de la basura: coches, bolsas, envases, venenos en la sangre… Y acababa diciendo: «No cabe duda de que la nuestra puede llamarse la civilización de la basura» (no se pierdan el vídeo).

También se destapan expresiones que esconden la realidad y que hemos denunciado múltiples veces desde Blogsostenible, tales como economía circular, desarrollo sostenible, crecimiento verde y el greenwashing

La maximización de beneficios en el ámbito empresarial tiene «graves déficits éticos» que, a pesar de ser también evidentes, no parecen importar a los culpables. La razón parece estar en que vemos como «objetos impersonales y sin derechos» a las plantas, los animales o los ecosistemas. De hecho, los comportamientos egoístas también se dan contra otros humanos. Algunos estudios arrojan que es «suficiente con no concretar mucho la identidad de los afectados». Es decir, cuando no se conoce a los que sufren es más fácil mentir y dañarlos, sin sentimiento de culpa. Y para facilitar este egoísmo, tenemos lo que Valladares califica como «la deshonestidad a escala industrial», la propaganda, una herramienta que consigue con eficacia justificar lo injustificable de cara a la opinión pública.

Desafíos

Ante la magnitud del problema, se declaran ocho familias de desafíos «que requieren hablar claro» y que resumimos a continuación:

1. Desafíos naturales: la letra pequeña del contrato con la naturaleza

En este punto se resalta la importancia de la prevención. Por ejemplo, «prevenir pandemias es mil veces más rentable que hacer frente a una sola». Sin embargo, la obsesión por las ganancias rápidas impide maximizar beneficios a largo plazo para la humanidad. Para evitar pandemias, propone tres medidas clave: 1) detener la deforestación en zonas tropicales, 2) limitar el comercio de especies, y 3) establecer una red de alerta y control temprana de pandemias. Y advierte: «Tendemos a pensar que conservar la naturaleza es un lujo costoso, un gasto superfluo propio de sociedades ricas. Deberíamos ir actualizando esta noción porque la realidad es muy diferente. De hecho, el presupuesto dedicado a conservar la naturaleza no debe ser considerado un coste, sino una inversión. Y de las más rentables: nos devuelve mil euros por cada euro que invertimos».

En el último medio siglo, la población se ha duplicado, pero la economía global se ha cuadriplicado y, como bien dijo De Jouvenel, todo crecimiento económico procede de explotar la naturaleza. Por eso, es preciso aplicar mecanismos de bioeconomía y de Soluciones Basadas en la Naturaleza (SBN), pero sin pecar de un exceso de optimismo, porque no podemos seguir despilfarrando como se ha hecho hasta ahora. El objetivo sería fabricar bienes renovables, reutilizables y reciclables para conservar los ecosistemas. Pensemos en que «las economías más grandes invierten más en biodiversidad, en magnitud bruta, pero que, si se corrigen los datos teniendo en cuenta el PIB, ¡los países más ricos invierten proporcionalmente menos que los menos ricos!». Y no olvidemos que el PIB mide el destrozo ambiental mejor que el bienestar de un país.

2. Desafíos sanitarios: sanidad pública, prevención y transparencia

En la facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid hay una asignatura titulada: O cambiamos de conducta o cambiamos de planeta. Su objetivo es la educación ambiental para que los futuros médicos entiendan la relación entre medioambiente y salud. Valladares hace hincapié en la importancia de este tipo de educación y en tres aspectos clave de las políticas sanitarias de un país, aportando escandalosos datos para el caso de España:

  1. Invertir en prevención es rentable. Algunos estudios sugieren que se ahorran 7 euros por cada euro que se invierte en prevenir. España invierte muy poco en prevención.
  2. La sanidad pública de calidad es esencial. La sanidad privada intenta maximizar sus beneficios y deja, inevitablemente, a muchos enfermos sin tratar. Los países en los que predomina la sanidad privada tienen peor salud media, porque la salud de unos influye en la de los demás, lección que debimos aprender en la pandemia de COVID-19.
  3. No hay transparencia en las políticas de salud ni en el gasto farmacéutico. Las empresas farmacéuticas controlan gran parte de las políticas y consiguen engañar a pacientes y a médicos para maximizar sus beneficios.

 3. Desafíos energéticos: reducir y reconducir

Aquí se pregunta: ¿Cuánta energía necesitamos para estar sanos y felices? La respuesta es terrible porque, por ejemplo, España podría ahorrar la mitad de la energía que consume. Por su parte, Estados Unidos solo necesitaría la quinta parte. Y eso, sin empeorar ninguna métrica relevante ni de salud ni de felicidad.

En este apartado, también propone retomar el debate sobre el pico del petróleo, y avisa que el sobreconsumo de energía nos lleva a graves amenazas medioambientales y a una escasez sin precedentes. Por tanto, es urgente unir la reducción energética a la transición energética.

4. Desafíos económicos: el caso de Ibiza

Valladares se lamenta de la falta de democracia que afecta a la economía: «Las decisiones económicas las toma el 1% de la humanidad» (pero nos afectan a todos). También recuerda aquí al gran Georgescu-Roegen, y sus palabras: «el verdadero producto del proceso económico es (o debería ser) un flujo inmaterial: el placer de vivir». En cambio, sabemos que la avalancha de materialismo no hace feliz a nadie y que nos lleva a sobrepasar los límites planetarios.

Tras eso, critica la llamada economía de escala, un proceso por el que las industrias pretenden bajar los costes aumentando la producción. Cuando se logra, los precios bajan y aumenta el consumo. A cambio, el impacto ambiental se dispara. «Empresas y consumidores están demasiado ocupados con producir y consumir». Por tanto, el control debe ser por parte de la clase política. Otro ejemplo de esta economía de escala lo pone en las macrogranjas: «En España y en muchos otros países crece el número de vacas y cerdos, pero disminuye el número de granjas». La producción industrial de carne conlleva graves problemas ambientales y un enorme sufrimiento animal.

El libro trata temas como la agroecología, la economía de los cuidados, y la agricultura regenerativa; y explica cómo las industrias alimentarias presionan a los agricultores que, en muchos casos, llegan a vender «a pérdidas», es decir, por debajo del valor de producción.

Con el ejemplo de la isla de Ibiza, explica los daños a nivel planetario de vivir con enormes lujos (jets privados, campos de golf, etc.): «el lujo (…) se apoya en una idea que en el fondo es muy simple: que las externalidades (esos impactos negativos en los bienes y servicios públicos, en los recursos naturales y en el medio ambiente) las paguemos entre todos». Y añade: «Si los costes ambientales de un crucero se repercutieran en el precio, muy poca gente podría subirse a uno de estos barcos».

Este científico alaba los trabajos de dos economistas muy especiales. La primera es Kate Raworth y su economía de rosquilla, la cual analizamos junto con las propuestas del documental HOPE! de Javier Peña (muy recomendable). Ella afirma que la economía actual no funciona y que es incapaz de predecir ni de impedir las crisis financieras, ni la pobreza extrema, ni la acumulación de riqueza, ni la degradación del medioambiente. En síntesis, sugiere abandonar el crecimiento y centrarse en una economía sostenible.

La segunda economista es Mariana Mazzucato que, con propuestas simples y sensatas, podría revolucionar el planeta. Mazzucato plantea acabar con esas inversiones del Estado que enriquecen a una minoría y dejan los riesgos y los costos para una mayoría. Por ejemplo, este es el caso de la energía nuclear. El objetivo sería exigir que, para que el Estado invierta en algo, los beneficios deben repercutir en las arcas públicas. Esto es contrario a las teorías de Milton Friedman, un economista neoliberal defensor del libre mercado que ha perjudicado enormemente a diversas sociedades, particularmente en Latinoamérica.

El autor también propone aumentar el compromiso y la ambición, inspirándose en el viaje a la Luna: si fuimos capaces de ese enorme logro, deberíamos ser capaces de transformar el capitalismo ahora.

5. Desafíos políticos y jurídicos: sobre corrupción, fraudes…

«La democracia representativa no funciona», sostiene Valladares: «Los representantes no representan, y los problemas importantes quedan postergados por cuestiones urgentes y cortoplacistas». Los políticos «solo escuchan a la ciencia cuando conviene a sus intereses electorales», lo cual se suma a la corrupción que siempre se mueve por el sistema. «No podemos esperar a que la política solucione los problemas ambientales sin el apoyo decidido y amplio de la sociedad». También denuncia lo que llama obsolescencia científica, según la cual los científicos y sus conclusiones son ignorados a pesar de la buena valoración social de su trabajo.

En no pocos casos, políticos y jueces se unen para provocar fraudes de ley: legalizar pozos ilegales, falsear datos, fraccionar proyectos para que su impacto ambiental parezca menor, etc. En España eso ha pasado en demasiados casos: Marina de Valdecañas, Algarrobico, Doñana, mar Menor

Los políticos, en general, está mal formados y desinformados y, además, «para desolación de analistas, los políticos (…) son tan incompetentes que toman decisiones que ni maximizan el bien común ni tampoco su propio bien».

6. Desafíos a la democracia: ideología y religiosidad

Entre las distintas ideologías y religiones hay enormes diferencias, pero ante los problemas que nos amenazan, esta obra concluye que «resulta más práctico a estas alturas repasar lo que nos une». A veces, se rechazan propuestas solo porque proceden de otro bando, o incluso porque no interesan o son incómodas. Un ejemplo que cita el libro es la encíclica Laudato Si del papa Francisco, un auténtico manual social y ecoanimalista que los católicos han ignorado con absoluta contundencia.

Daniel Innerarity afirma que la izquierda juega en desventaja, ya que se enfrenta a una derecha que reivindica una vida más despreocupada y espontánea. Ser negacionista es más fácil que actuar con responsabilidad. Valladares sugiere que el activismo ecologista utilice «una de las emociones más mundanas y mejor valoradas»: el placer. Puede no ser fácil, especialmente en las clases más adineradas que han hecho del despilfarro su seña de identidad.

Para Johann Hari, a menor capacidad de concentración más fácil es sentirse atraídos por soluciones autoritarias y simplistas (como las de la extrema derecha). Y algunas causas para este antecedente están en el abuso de las redes sociales y de las nuevas tecnologías (smartphones, videojuegos…). Y con eso, también perdemos salud y democracia.

7. y 8. Desafíos sociales y el fracaso del sistema educativo

Valladares coincide en lo que hemos repetido (quizás aún no demasiado): queremos una educación para formar personas, no meros trabajadores; una educación que sepa sacar partido del tipo de inteligencia que tenga cada uno, tipos como los que establece Howard Gardner: visual-espacial, lógico-matemático, naturalista, creativo, colaborativo, etc. El libro echa en falta una buena educación ambiental en todo el sistema educativo, particularmente en las escuelas de Empresariales y de Económicas (algo compartido con Georgescu-Roegen y De Jouvenel como se ha apuntado más arriba).

Escrito antes del apagón de España en 2025, el libro ya advierte de esa posibilidad y lo pone como ejemplo de los casos en los que los políticos prefieren no ahondar para no alarmar. Pero como ocurre siempre, mirar hacia otro lado no disminuye ningún riesgo y, más bien, suele aumentarlos. También se muestra partidario de la protesta pacífica y la desobediencia civil por parte de toda la sociedad, pero en particular de los científicos como él, los cuales son conscientes tanto del problema ambiental como de que los otros métodos no están alertando al nivel necesario. De hecho, el autor ha participado en protestas y ha sido arrestado por ello. Así, ensalza los casos en los que los fiscales han dicho ser conscientes del desastre ambiental y, por tanto, se han negado a procesar a los activistas climáticos.

Conocemos la solución. ¿Por qué no la aplicamos?

La primera de las zancadillas que describe el libro es el negacionismo, ese cerrar los ojos a la realidad científica por ser una verdad incómoda y que, de aceptarla, requeriría cambios importantes. Los negacionistas no suelen ser muy numerosos, pero su activismo les conduce a ser más influyentes de lo que cabría esperar. Recordemos que lanzar un bulo es más fácil que desmentirlo. En Estados Unidos, los negacionistas antivacunas hicieron que ese país tuviera grandes proporciones de contagios y de muertes, en comparación a otros similares. Algunos negacionistas tienen intereses (económicos) en que la verdad no se sepa. En ese caso, Valladares recomienda denunciar para que la ley actúe.

Un tipo de negacionistas son los colapsistas (que piensan que el colapso global es inevitable). También están los tecnoptimistas (que opinan que la tecnología nos salvará). Incluso hay científicos llamados mercaderes de la duda que se encargan sencillamente de plantear dudas, incluso donde el consenso científico es enorme. Valladares advierte que muchas universidades mantienen cátedras de pseudoinvestigación financiadas por petroleras, cementeras o industrias cárnicas.

En otro lugar están los que creen en los milagros o dicen creer en ellos. Abundan entre los políticos, por ejemplo cuando prometen agua para todos o cosas contradictorias (como bajar impuestos y aumentar las prestaciones sociales, o reducir las emisiones y bajar los precios de los combustibles). En demasiadas ocasiones, la sobreexplotación de recursos produce unos daños que pasan a los habitantes y a futuras generaciones. Las empresas no tienen problemas en mudarse a otro lugar cuando ya han sacado sus beneficios. En muchos casos, los delitos prescriben cuando se intentan perseguir.

Valladares advierte de la paradoja de que «es la propia producción industrial de comida la que ha provocado y provoca malnutrición y hambre global». Por tanto, habría que reducir la producción alimentaria y distribuir mejor, para evitar tanto la sobrealimentación como el tirar un tercio de la comida que se produce.

Otra zancadilla es el egoísmo. Por ejemplo, lo vemos en el turismo, a veces camuflado como ecoturismo. Valladares comenta los casos en los que los turistas contagian enfermedades mortales a la fauna que desean ver en libertad. También influye el egoísmo en la industria de la carne, la de pesticidas, la del plástico y la petrolera, que están aplicando las mismas prácticas que en su día utilizó la industria del tabaco: mentir, ocultar informes, desinformar, presionar, pagar a políticos y a científicos, etc. Por este motivo, se están poniendo denuncias a diversas empresas.

Otro problema está en el tecnoptimismo ya comentado y en el ecomodernismo (creer que es posible el desarrollo tecnológico indefinido y reducir el impacto ambiental basándose en mejoras en eficiencia y olvidando la paradoja de Jevons o efecto rebote). Ambas tendencias no son conscientes de que es la tecnología la que ha generado el problema y que es peligroso confiar las soluciones a inventos que aún no existen.

Valladares continúa criticando la hipocresía generalizada que usan desde gobiernos (véase el Pacto de París) o desde empresas, por ejemplo con las mentiras del greenwashing, tan naturalizadas que apenas escandalizan ni cuando usan lemas descarados. Entre los pecados de esta estrategia están la omisión de información, la falta de pruebas, las etiquetas falsas, la vaguedad, la mentira, crear falsas esperanzas, planes de compensación de emisiones dudosos y, sobre todo, poner el beneficio económico por encima de personas y medioambiente. Ante la alarma general de este tipo de abusos, la Comisión Europea está trabajando para acabar con ellas, lo cual demuestra que la presión social influye en los políticos.

El investigador ahonda en varios casos de hipocresía terribles para la Historia, de los que comentaremos aquí solo tres:

  1. En la Guerra de Vietnam y durante diez años, Estados Unidos roció de Agente Naranja grandes zonas de bosques y cultivos de Vietnam, Laos y Camboya. Resultaron afectados millones de ciudadanos por varias enfermedades y malformaciones al nacer (físicas e intelectuales). El gobierno de Estados Unidos ha indemnizado a sus soldados veteranos afectados, pero las víctimas en Asia siguen sin tener, ni siquiera, el reconocimiento por parte del culpable americano.
  2. El segundo caso de hipocresía brutal está en la Unión Europea que aprovechó la crisis energética por la invasión de Ucrania por parte del ejército ruso de Putin, para decir que a partir de entonces la energía nuclear y el gas serían consideradas energías limpias y poder, así, ser subvencionadas con dinero público (lo cual demuestra que no son energías muy rentables por sí mismas; y eso sin valorar los daños y costos completos de su contaminación).
  3. El tercer ejemplo de hipocresía es el caso de la empresa española Ecoembes, supuestamente dedicada al reciclaje de envases pero que, en la práctica, su tarea es blanquear las empresas que más contaminan con plásticos el planeta completo.

En el apartado de errores, Valladares incluye el hacer lo que siempre se ha hecho o la huida hacia adelante. Aquí, critica las quemas del monte que hacen los ganaderos (en Asturias en particular) o las ampliaciones de las estaciones de esquí en el contexto de crisis climática actual. En vez de prohibir el esquí alpino y otros deportes terriblemente nocivos, nuestra sociedad los fomenta. Otros ejemplos de esta huida son: regar cultivos de secano, ampliar los regadíos, construir embalses que destruyen nuestros ríos o que prestigiosos bancos, incluyendo el BCE, financien industrias tan sucias como los agronegocios que destruyen el Amazonas, por no hablar de la financiación del genocidio de Israel.

¿Qué podemos hacer?

«Debemos vivir con menos sin sentir que eso sea un retraso. Si lo sentimos como un retraso, no habremos entendido nada y, sobre todo, no avanzaremos más que a la fuerza». Fernando Valladares está conforme en esto con Linz, Riechmann y Sempere, autores del también recomendable libro Vivir (bien) con menos. Para avanzar en el cambio que se requiere, además de las ideas comentadas anteriormente y algunas que se incluyen en la Cadena Verde, nos alienta diciendo que: «es suficiente con que entre un 10 y un 20 % de la población muestre el conocimiento y la valentía necesarios para que los cambios se produzcan». Es decir, no hace falta concienciar y movilizar a una mayoría, sino que basta con una minoría bien activada. Es decir, si apenas un cuarto de la población tiene claro que hay que hacer algo, ese algo se hará. Ha sucedido con muchas cosas, tales como el matrimonio igualitario o la lucha contra el tabaco.

Ser activista, mantenerse activo, es importante porque reduce el riesgo de la ecoansiedad y de la solastalgia. También aboga por «recuperar el peso de las humanidades», dejar de instrumentalizar la naturaleza (lo cual deshumaniza a la humanidad), y por trabajar en los Objetivos de Desarrollo Interior (ODI), que son una recopilación de «cualidades basadas en la ciencia para vivir vidas con propósito, sostenibles y productivas», además de ser la base para conseguir los famosos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. Resumiendo mucho, los ODI se apoyan en cinco dimensiones:

  1. SER (relación con uno mismo). Cultivar lo que uno es: autoconciencia, presencia, responsabilidad, integridad, autenticidad, etc.
  2. PENSAR (habilidades cognitivas). Incluye aspectos como el pensamiento crítico, perspectiva, visión a largo plazo, etc.
  3. RELACIONARSE (cuidar de lo demás). Entender la conexión con todo, incluyendo lo que aún no ha nacido: gratitud, alegría, humildad, empatía, amabilidad, compasión…
  4. COLABORAR (habilidades sociales). Es importante la capacidad de escuchar, de defender las opiniones propias, de gestionar conflictos de forma constructiva, de fomentar la colaboración, etc.
  5. ACTUAR (mover al cambio). Para transformar la realidad son útiles cuestiones como el optimismo, evaluar las decisiones, la creatividad, la esperanza, la perseverancia, el compromiso, la paciencia, etc.

Valladares no es ajeno a la dificultad de ser ecologista responsable, pues para ello pareciera que se necesita tener multitud de conocimientos. Sin embargo, él aboga por intentarlo, preferentemente en grupo, y sugiere unir dos movimientos que ahora están demasiado separados, ecologismo y sindicalismo, porque ninguno de los dos triunfará por separado. Las asambleas ciudadanas son también un mecanismo de acción que impulsa el cambio y mejora la propia democracia. Como curiosidad, indica que los premios Global Good Awards recompensan el ingenio para mejorar el medioambiente; y añade: «Si necesitamos inspiración aquí podemos encontrar bastante. Si ya tenemos inspiración, aquí podemos canalizarla».

Otra cualidad a tener en cuenta es la amabilidad, con uno mismo y con los demás, lo cual conlleva grandes beneficios según la ciencia: menos estrés, más felicidad y autoestima, mejor salud… La gente amable suele cuidar bien de sí misma y hacer tareas de voluntariado. Además, esta herramienta es tan contagiosa como un virus. Relacionado con esto, el libro comenta los conceptos del ikigai japonés, del ubuntu sudafricano, el trastorno por déficit de naturaleza y la revolución jurídica que supone otorgar derechos a la naturaleza (ya hecho en casos como el del mar Menor en España). También, resalta la necesidad de empatía, paciencia y humor.

El libro nos explica, con ejemplos, el enorme poder de recuperación de la naturaleza, cuando se la deja. De ahí que, una de las herramientas más poderosas para revertir la degradación ambiental sea la renaturalización, el dejar espacios para que la naturaleza se autogestione y tener la humildad de reconocer que ella lo hace mejor que cualquier ingeniero por muy forestal que pretenda ser. Uno de los casos que cita está en los efectos positivos del confinamiento por el COVID-19: avances en fauna y flora; y mejoras en la calidad del agua y del aire.

Por su profesión, Valladares defiende la ciencia y sus conclusiones (particularmente las ambientales) y, aunque la ciencia pueda equivocarse, tiene mecanismos de corrección. A la vez, lamenta la difusión de información falsa o fuera de contexto que, según la agnotología, provoca una polarización que no ayuda ni para aplicar soluciones efectivas ni para fomentar la necesaria conversación.

Del pasado al futuro: ideas para la transición

Este autor habla del llamado fraude del Neolítico que magistralmente explicó Harari en su obra Sapiens. La idea básica es que nos han engañado cuando nos inculcan que los avances del Neolítico —básicamente, la agricultura, la ganadería y algunas mejoras tecnológicas— fueron un avance para la humanidad. Según algunos intelectuales, en realidad fue un retroceso, al menos por estos factores:

  1. La sedentarización solo tuvo consecuencias negativas para la salud humana, pues nuestros cuerpos han evolucionado durante cientos de miles de años para estar en movimiento. Tampoco ayudó a la salud el recibir una dieta menos variada.
  2. La domesticación de los animales (ganadería) provocó infecciones (zoonosis).
  3. La agrupación en ciudades facilitó el crecimiento de parásitos (chinches, garrapatas, pulgas, mosquitos…).
  4. Se abrieron demasiadas puertas hacia graves impactos en los ecosistemas.
  5. Los problemas psicológicos (como la depresión) son mayores hoy en día. Se sabe cómo evitarlos: aumentar el contacto con la naturaleza, mejorar los vínculos sociales, tener una dieta saludable y una infancia menos competitiva.

En cualquier caso, aunque las sociedades antiguas tuvieran ciertas ventajas, hay que aceptar que también tenían inconvenientes y, sobre todo, que los cambios son irreversibles, por lo que lo más inteligente es aprender de la historia y de la ciencia.

El colapso y la extinción de nuestra propia especie son opciones posibles, pero la obsesión no ayuda; y el perderse lo bueno que tiene el presente tampoco. Valladares nos advierte que hay distintas formas de afrontar ese colapso y que, para hacerlo bien, es importante reducir el nivel de desigualdad, algo que considera tóxico y que «mina la confianza, resta credibilidad a la democracia, erosiona el bien común y nos aleja de un relato esperanzador». Como punto positivo, añade que el análisis de las catástrofes que llevó a cabo Rutger Bregman arroja que el ser humano tiende más a cooperar que a competir, especialmente en momentos difíciles.

En cualquier caso, la insostenibilidad ecológica genera inestabilidad geopolítica y, posiblemente, violencia (guerra). Esa es solo una de las consecuencias de la crisis climática. Por tanto, los esfuerzos para mitigar el cambio climático deben también verse como una inversión en seguridad internacional. Según esto, la austeridad ecológica sería, para toda la población, un sacrificio aceptable y deseado.

En línea con el magnífico libro En la espiral de la energía, otros científicos también proclaman la necesidad de simplificar nuestras sociedades (Ted Trainer, Murray Bookchin, Jason Hickel…). Hay que entender que, por ejemplo, «las energías renovables no pueden mantener una sociedad consumista» (por muchas ventajas que en verdad tengan) y que necesitamos una economía orientada a las necesidades (y no a los caprichos) para construir una sociedad en la que la gente encuentre recompensas por el hecho de vivir de manera sencilla. El objetivo sería pasar del «hacer más con menos» (que nos lleva al colapso) al «vivir mejor con menos» (que nos lleva a una felicidad asequible en la era del decrecimiento o poscrecimiento). Así, necesitamos fomentar valores como la cooperación, la empatía, escuchar a los demás, etc. Y con ello estaremos más abiertos a reducir la desigualdad (aquí dejamos siete medidas para ello) y a vivir dentro de los límites planetarios, entendiendo que el ser humano no puede vivir de espaldas a la naturaleza como si fuera algo externo y ajeno.

Para Valladares es importante recalcar que «el colapso ecológico y la desigualdad económica se encuentran entre nuestros mayores retos globales contemporáneos, y ambas cuestiones están completamente entrelazadas». Por eso, como se ha propuesto tantas veces, es importante establecer una «tasa a los megarricos» que él sugiere que sea de entre el 1,5 y el 3% solo para las 65 mil personas más ricas (con más de 100 millones de dólares). Por supuesto, también hay que tomar medidas contundentes, como prohibir los jets privados, y educar para ir «aboliendo el consumismo y la adoración de lo superfluo».

El libro termina diciendo algo obvio: dado que somos nosotros, los humanos, los que hemos generado el problema, también nosotros tenemos el poder de modificar nuestros actos para alcanzar un futuro mejor.

♦ Información relacionada:

  1. Otros libros ECO resumidos para captar su esencia en poco tiempo. Por ejemplo:
  2. Dos grandes errores de la humanidad (el segundo aún podemos remediarlo).
  3. La agricultura de hoy debería ser como la de mañana.
  4. Los científicos vuelven a avisar del colapso que vendrá si seguimos sin reaccionar.
  5. Sin comer por el clima, las macrogranjas, los combustibles fósiles…
  6. La lista más completa de problemas y soluciones del campo español.
  7. Algunos libros del editor de Blogsostenible y de Historias Incontables.

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Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"

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Libro La recivilización, de Fernando Valladares (resumen)

Por: Pepe Galindo

Los conflictos bélicos de las últimas décadas han acabado con la vida de unas 400.000 personas cada año. En cambio, solo la contaminación atmosférica mata —actualmente y cada año— unos 9 millones de personas (22.5 veces más). Por su parte, el cambio climático se estima que mata a decenas de millones de personas anualmente. A pesar de esos datos, los humanos gastan en armamento más de cinco veces más que en abordar la crisis ambiental. Con esos impactantes datos comienza el libro de Fernando Valladares La recivilización (Planeta, 2023), un prestigioso científico español del CSIC. También habla de otro tipo de guerras absurdas y evitables (las comerciales y las de clase), de la desigualdad creciente y de los conflictos de la superpoblación y cómo se resolverían con educación y ecofeminismo.

El objetivo del libro es desmontar nuestro modelo socioeconómico. Este científico afirma que «sabemos cómo hacerlo y que, si lo conseguimos, viviremos más y mejor». Además, «contamos con la alianza de la ciencia» (esa que desoímos en demasiadas ocasiones).

Fernando Valladares nos cuenta que en nuestros parientes próximos tenemos dos ejemplos interesantes: mientras los chimpancés suelen recurrir a la violencia para resolver sus conflictos, los bonobos son mucho más pacíficos (y recurren al sexo para resolver tensiones).

Salud y producción de comida

«Érase una vez un planeta en el que vivía una especie que, produciendo el doble de la comida que necesitaba, dejaba a la décima parte de sus miembros con hambre. Una especie que tiraba un tercio de la comida en lugar de repartirla bien, mientras que muchos de sus miembros que accedían a la que sobraba enfermaban gravemente por comer en exceso. Una especie que, al producir tanta comida, ponía en riesgo el funcionamiento de todo aquel planeta. El planeta es la Tierra y la especie se llama a sí misma hombre sabio».

Sinteticemos diez datos sobre este tema:

  1. «La producción de alimentos es la actividad con la que los humanos provocan el mayor impacto sobre el medio ambiente».
  2. «Se calcula que la contaminación de las aguas por los fertilizantes excedentes es responsable de 1,36 millones de muertes evitables o prematuras cada año en el mundo».
  3. La PAC emplea dinero público que acaba generando daños a los humanos y a la biodiversidad en un modelo en el que «sobra comida». De ahí que califique a la PAC como «la forma más destructiva de usar el dinero público»; y como «un sistema completamente corrupto (…) que impide la renaturalización y la convivencia de los sistemas agrarios y ganaderos con la biodiversidad más elemental». Y así, «los subsidios van para personas y entidades ricas de Europa y de fuera de Europa»: grandes fortunas compran tierras en la UE y reciben enormes subvenciones por ellas.
  4. «Si admitimos de una vez que no hay que producir más comida, entonces la prioridad no puede estar más clara: proteger los ecosistemas afinando mucho el sistema de producción de alimentos para que no se vean afectados por él».
  5. «Una cuarta parte de lo que desechamos serviría para neutralizar la malnutrición en el mundo».
  6. Hay sectores a los que «no se sanciona por contaminar y a los que no les preocupa la mala distribución y organización del sistema alimentario global».
  7. «Solo en Europa mueren cada año más de 300 mil personas por consumir demasiada carne roja».
  8. «La agricultura y la ganadería determinan la contaminación atmosférica global causando indirectamente millones de muertes por esa vía».
  9. «Lo que comemos afecta a nuestra capacidad de concentración», y aboga por dietas vegetarianas, veganas o flexitarianas.
  10. «Conocemos muy bien los factores que aumentan los riesgos de que aparezcan enfermedades infecciosas y, como con el cambio climático, no hacemos mucho al respecto», lamenta Valladares. De seguir así, la probabilidad de pandemias aumentará cada año. Degradar ecosistemas y producir carne de forma intensiva es, en sus propias palabras, «una bomba de relojería». El COVID-19 podría ser un poco importante al lado de una pandemia realmente grave.

George Monbiot también alertó del problema del sistema alimentario, una industria en la que unos pocos inversores están ganando muchos millones mientras, en palabras de Valladares, «nos dejan sin agua, sin suelo, sin biodiversidad y sin futuro».

El medioambiente influye en nuestra salud y en nuestra esperanza de vida y, según recientes estudios, ambas se están viendo afectadas negativamente. Por primera vez, la esperanza de vida se está reduciendo a nivel global.

El problema de la energía

Para este asunto, aporta soluciones concretas, como poner placas solares en suelos ya construidos e industriales, y nunca en zonas naturales. Sin embargo, el autor critica que, con el pretexto de una transición energética, las cortes españolas hayan aprobado leyes que reducen las exigencias ambientales de centrales eólicas y solares. Y para colmo de males, la UE ha calificado como «energías verdes» el gas y la nuclear, de forma que puedan beneficiarse de todas las ventajas económicas y fiscales, como si realmente fueran renovables y sostenibles. También advierte Valladares de las falsas soluciones —como apostar por la energía de fusión nuclear o por el hidrógeno—, y nos recuerda que «el hidrógeno no es una fuente de energía primaria, sino que es un vector energético» (una forma de almacenar energía). Y aclara que «puede tener un papel interesante allí donde no es posible la electrificación», por ejemplo en el transporte, pero siempre acompañada de medidas que eviten el despilfarro. Como ejemplos, de ese consumo desmedido y fácilmente evitable, pone los alumbrados navideños. Otra tecnología que califica como innecesaria es la captura de carbono.

Para este científico, la disminución en el consumo debiera ser estratégica y consolidada, y no meramente coyuntural. La ciencia nos advierte de que ya se han disparado o están a punto de hacerlo nueve de los quince puntos de inflexión identificados (tipping points), valores del sistema ecológico que, una vez alcanzados, se vuelven incontrolables e irreversibles. Como científico, conoce las múltiples consecuencias de la crisis climática y sabe que no todas son percibidas por la población general. De hecho, es frecuente que se tomen medidas contraproducentes. Como ejemplo, subraya la retirada de la madera muerta de los bosques con el absurdo pretexto de limpiarlos. Téngase en cuenta que la madera muerta es esencial en la fertilidad del suelo, para la biodiversidad y también como almacén de carbono (léanse aquí otras medidas para evitar los incendios forestales).

Otro consejo que nos regala en nombre de la ciencia es dejar los combustibles fósiles en el subsuelo, porque son más útiles como almacenes de carbono que como combustibles. Cada décima de grado que consigamos que deje de subir la temperatura global, supone ahorrar mucho sufrimiento y cuantiosas pérdidas económicas.

Política y economía

El libro sostiene que la política se ha subordinado a la economía. Es grave porque «la solución a la crisis no es científica ni tecnológica, sino social y política». Los pocos tratados internacionales (como el Acuerdo de París o de otras COP) nunca se cumplen, porque se anteponen los beneficios económicos a la vida de las personas y las decisiones políticas no se ajustan a los límites físicos del planeta ni a las leyes de la ecología. Y no olvidemos que: «sin ecología no hay economía» (véase este interesante gráfico) y que el PIB no mide el valor de la riqueza natural. Más aún, contaminar y dañar el medioambiente es barato o incluso está subvencionado.

Resumen del libro "21 lecciones para el siglo XXI" de Harari. En nuestro blog también encontrarás el resumen de su libro "Sapiens"
Lee también un resumen de este libro de Yuval N. Harari.

Cuando pone el foco en los problemas del neoliberalismo (magistralmente explicados también por Naomi Klein), indica que el sistema no favorece la distribución de la riqueza, sino la acumulación y el aumento de la desigualdad. Todo esto ya está provocando millones de refugiados ambientales que generan tensiones difíciles de solucionar. Y advierte: «el capitalismo se está quebrando», porque el ser humano ha estado demasiados años viviendo a costa de una tecnología que se basa principalmente en el uso de energía barata no renovable (es lo que llama, Homo tecnologicus, primo del Homo oeconomicus).

El capitalismo ha reventado varios límites planetarios y «la fiesta de la riqueza y el derroche (…) no nos deja dormir, descansar, reflexionar ni tener mucho tiempo para nosotros mismos». A poco que pensemos, llegamos una y otra vez a la misma conclusión que ya alcanzaron filósofos presocráticos: ni el sobreconsumo ni el trabajar en exceso nos hace más felices.

La agnotología es el estudio de la producción y diseminación de la ignorancia, el engaño y la duda, a menudo de forma deliberada, para servir a intereses específicos, como la industria o la política. El autor resalta cómo, usando el poder de las redes sociales o de personas influyentes, se niegan conclusiones científicas o la realidad más evidente. Cuando se investiga un poco, es fácil concluir que los interesados en generar dudas e ignorancia suelen tener intereses en ello. A veces, son personas que solo buscan ser aceptadas en su grupo social y que, para ello, renuncian a su espíritu crítico o a expresar su opinión sincera. Evitar esto es complejo, entre otros motivos, por el principio de la asimetría de la estupidez que reza que se necesita más energía y más palabras para refutar una estupidez que para producirla.

Por supuesto, hay espacio en estas páginas para criticar un sistema educativo, incluyendo universidades. Estamos más interesados en formar a trabajadores sumisos que a personas críticas. En la misma línea de economistas como Georgescu-Roegen, Valladares lamenta la mala educación científica y ecológica que se imparte en las facultades de economía. Pone como ejemplo la curva de Kuznets, que se usa para hacer creer que, a mayor renta, la población es más respetuosa con el medioambiente. O sea, se intenta hacer creer que con más tecnología, se disminuye el impacto ambiental. La realidad es que ocurre justo lo contrario, y está demostrado desde los años 80 del pasado siglo.

Por fortuna, tenemos ejemplos en los que la humanidad ha sido capaz de ponerse de acuerdo para avanzar, como son la Declaración Universal de Derechos Humanos, el Protocolo de Montreal o la Agenda 2030. Para Fernando Valladares, la Agenda 2030 es magnífica, pero no se está cumpliendo.

El caso de Andalucía

Para explicar lo que está pasando a nivel mundial, pone el ejemplo de Andalucía, una tierra rica y fértil, pero llena de focos de pobreza (extrema en no pocos casos). Andalucía produce multitud de materias primas que se llevan a las ciudades: a Madrid y a toda Europa. Esto supone exportar ingentes cantidades de agua desde una región seca a otras regiones con más abundancia de dinero y de agua. En resumen, la producción sucia de energía y alimentos de las regiones ricas, se realiza en regiones empobrecidas, generando problemas ambientales y sociales.

Andalucía produce alimentos con abusos e injusticia, desde Huelva a Almería. En Huelva se producen fresas y frutos rojos que dejan sin agua zonas tan valiosas como el Parque Nacional de Doñana. Esta aberración se explica por dos detalles muy sencillos: a) No se paga un precio justo por el agua ni por el desastre ecológico de su abuso. b) No se pagan salarios dignos. Las fresas de Huelva no serían rentables si los salarios fueran tan dignos como los de las personas que compran esas fresas en las metrópolis del mundo. Con este ejemplo de Andalucía, se muestra por qué y cómo los ricos siguen acumulando riqueza a costa de no pagar con justicia (ni salarios, ni daños ambientales, etc.).

Opciones posibles: decrecimiento con prosperidad

«Los científicos podemos ayudar», afirma Valladares, pero resalta que «la decisión está en manos de la gente», que el optimismo no está justificado y que hay que tomar decisiones. «Podemos apurar los recursos que aún quedan y reventar el clima planetario, o dejar el 60% del gas y el petróleo y el 90% del carbón en el subsuelo y no entrar en escenarios climáticos apocalípticos». Una vía necesaria es la que se ha llamado decrecimiento, pero aclara que debe hablarse más de prosperidad; y que esta vía es distinta a la recesión. Resumiendo, este decrecimiento debe basarse en crecer en sectores que produzcan bienestar real y general, y se basa en cinco claves (Hickel et al., Nature 2022):

  1. Reducir la producción menos necesaria: carne, lácteos, moda rápida, publicidad, automóviles, aviación
  2. Mejorar los servicios públicos.
  3. Apoyar los empleos verdes: renovables, regeneración de ecosistemas, servicios sociales…
  4. Reducir la jornada laboral y rebajar la edad de jubilación.
  5. Sociedad sostenible: cancelar deudas injustas en países pobres, frenar la desigualdad

Ante el colapso que parece inevitable, el libro aclara que hay varios tipos de colapsos (financiero, económico, político, social, ecológico, cultural) y explica las cinco fases de un gran colapso según Duane Elgin en el proyecto Choosing Earth. Podemos afirmar que, dependiendo de qué región evaluemos, la Tierra ya está en la primera o en la segunda fase. La última es la extinción de la humanidad, pero la tercera y la cuarta no son nada agradables para casi nadie. Para afrontar esto, tenemos básicamente tres opciones:

  1. No hacer nada, lo cual nos llevará a un colapso nada agradable.
  2. Aceptar gobiernos autoritarios, que podrían ser incluso peor que el colapso o parte del mismo. Algunos hablan del ecofascismo como un ecologismo muy radical que podría incluso controlar la reproducción humana para evitar la superpoblación.
  3. Transformar nuestra sociedad. Aquí tendrían cabida «comunidades modestas que buscan independencia energética, autoabastecimiento y cooperación».

Basura y propaganda

Fernando Valladares referencia al gran Félix Rodríguez de la Fuente cuando advertía —en 1972— sobre el problema de la basura: coches, bolsas, envases, venenos en la sangre… Y acababa diciendo: «No cabe duda de que la nuestra puede llamarse la civilización de la basura» (no se pierdan el vídeo).

También se destapan expresiones que esconden la realidad y que hemos denunciado múltiples veces desde Blogsostenible, tales como economía circular, desarrollo sostenible, crecimiento verde y el greenwashing

La maximización de beneficios en el ámbito empresarial tiene «graves déficits éticos» que, a pesar de ser también evidentes, no parecen importar a los culpables. La razón parece estar en que vemos como «objetos impersonales y sin derechos» a las plantas, los animales o los ecosistemas. De hecho, los comportamientos egoístas también se dan contra otros humanos. Algunos estudios arrojan que es «suficiente con no concretar mucho la identidad de los afectados». Es decir, cuando no se conoce a los que sufren es más fácil mentir y dañarlos, sin sentimiento de culpa. Y para facilitar este egoísmo, tenemos lo que Valladares califica como «la deshonestidad a escala industrial», la propaganda, una herramienta que consigue con eficacia justificar lo injustificable de cara a la opinión pública.

Desafíos

Ante la magnitud del problema, se declaran ocho familias de desafíos «que requieren hablar claro» y que resumimos a continuación:

1. Desafíos naturales: la letra pequeña del contrato con la naturaleza

En este punto se resalta la importancia de la prevención. Por ejemplo, «prevenir pandemias es mil veces más rentable que hacer frente a una sola». Sin embargo, la obsesión por las ganancias rápidas impide maximizar beneficios a largo plazo para la humanidad. Para evitar pandemias, propone tres medidas clave: 1) detener la deforestación en zonas tropicales, 2) limitar el comercio de especies, y 3) establecer una red de alerta y control temprana de pandemias. Y advierte: «Tendemos a pensar que conservar la naturaleza es un lujo costoso, un gasto superfluo propio de sociedades ricas. Deberíamos ir actualizando esta noción porque la realidad es muy diferente. De hecho, el presupuesto dedicado a conservar la naturaleza no debe ser considerado un coste, sino una inversión. Y de las más rentables: nos devuelve mil euros por cada euro que invertimos».

En el último medio siglo, la población se ha duplicado, pero la economía global se ha cuadriplicado y, como bien dijo De Jouvenel, todo crecimiento económico procede de explotar la naturaleza. Por eso, es preciso aplicar mecanismos de bioeconomía y de Soluciones Basadas en la Naturaleza (SBN), pero sin pecar de un exceso de optimismo, porque no podemos seguir despilfarrando como se ha hecho hasta ahora. El objetivo sería fabricar bienes renovables, reutilizables y reciclables para conservar los ecosistemas. Pensemos en que «las economías más grandes invierten más en biodiversidad, en magnitud bruta, pero que, si se corrigen los datos teniendo en cuenta el PIB, ¡los países más ricos invierten proporcionalmente menos que los menos ricos!». Y no olvidemos que el PIB mide el destrozo ambiental mejor que el bienestar de un país.

2. Desafíos sanitarios: sanidad pública, prevención y transparencia

En la facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid hay una asignatura titulada: O cambiamos de conducta o cambiamos de planeta. Su objetivo es la educación ambiental para que los futuros médicos entiendan la relación entre medioambiente y salud. Valladares hace hincapié en la importancia de este tipo de educación y en tres aspectos clave de las políticas sanitarias de un país, aportando escandalosos datos para el caso de España:

  1. Invertir en prevención es rentable. Algunos estudios sugieren que se ahorran 7 euros por cada euro que se invierte en prevenir. España invierte muy poco en prevención.
  2. La sanidad pública de calidad es esencial. La sanidad privada intenta maximizar sus beneficios y deja, inevitablemente, a muchos enfermos sin tratar. Los países en los que predomina la sanidad privada tienen peor salud media, porque la salud de unos influye en la de los demás, lección que debimos aprender en la pandemia de COVID-19.
  3. No hay transparencia en las políticas de salud ni en el gasto farmacéutico. Las empresas farmacéuticas controlan gran parte de las políticas y consiguen engañar a pacientes y a médicos para maximizar sus beneficios.

 3. Desafíos energéticos: reducir y reconducir

Aquí se pregunta: ¿Cuánta energía necesitamos para estar sanos y felices? La respuesta es terrible porque, por ejemplo, España podría ahorrar la mitad de la energía que consume. Por su parte, Estados Unidos solo necesitaría la quinta parte. Y eso, sin empeorar ninguna métrica relevante ni de salud ni de felicidad.

En este apartado, también propone retomar el debate sobre el pico del petróleo, y avisa que el sobreconsumo de energía nos lleva a graves amenazas medioambientales y a una escasez sin precedentes. Por tanto, es urgente unir la reducción energética a la transición energética.

4. Desafíos económicos: el caso de Ibiza

Valladares se lamenta de la falta de democracia que afecta a la economía: «Las decisiones económicas las toma el 1% de la humanidad» (pero nos afectan a todos). También recuerda aquí al gran Georgescu-Roegen, y sus palabras: «el verdadero producto del proceso económico es (o debería ser) un flujo inmaterial: el placer de vivir». En cambio, sabemos que la avalancha de materialismo no hace feliz a nadie y que nos lleva a sobrepasar los límites planetarios.

Tras eso, critica la llamada economía de escala, un proceso por el que las industrias pretenden bajar los costes aumentando la producción. Cuando se logra, los precios bajan y aumenta el consumo. A cambio, el impacto ambiental se dispara. «Empresas y consumidores están demasiado ocupados con producir y consumir». Por tanto, el control debe ser por parte de la clase política. Otro ejemplo de esta economía de escala lo pone en las macrogranjas: «En España y en muchos otros países crece el número de vacas y cerdos, pero disminuye el número de granjas». La producción industrial de carne conlleva graves problemas ambientales y un enorme sufrimiento animal.

El libro trata temas como la agroecología, la economía de los cuidados, y la agricultura regenerativa; y explica cómo las industrias alimentarias presionan a los agricultores que, en muchos casos, llegan a vender «a pérdidas», es decir, por debajo del valor de producción.

Con el ejemplo de la isla de Ibiza, explica los daños a nivel planetario de vivir con enormes lujos (jets privados, campos de golf, etc.): «el lujo (…) se apoya en una idea que en el fondo es muy simple: que las externalidades (esos impactos negativos en los bienes y servicios públicos, en los recursos naturales y en el medio ambiente) las paguemos entre todos». Y añade: «Si los costes ambientales de un crucero se repercutieran en el precio, muy poca gente podría subirse a uno de estos barcos».

Este científico alaba los trabajos de dos economistas muy especiales. La primera es Kate Raworth y su economía de rosquilla, la cual analizamos junto con las propuestas del documental HOPE! de Javier Peña (muy recomendable). Ella afirma que la economía actual no funciona y que es incapaz de predecir ni de impedir las crisis financieras, ni la pobreza extrema, ni la acumulación de riqueza, ni la degradación del medioambiente. En síntesis, sugiere abandonar el crecimiento y centrarse en una economía sostenible.

La segunda economista es Mariana Mazzucato que, con propuestas simples y sensatas, podría revolucionar el planeta. Mazzucato plantea acabar con esas inversiones del Estado que enriquecen a una minoría y dejan los riesgos y los costos para una mayoría. Por ejemplo, este es el caso de la energía nuclear. El objetivo sería exigir que, para que el Estado invierta en algo, los beneficios deben repercutir en las arcas públicas. Esto es contrario a las teorías de Milton Friedman, un economista neoliberal defensor del libre mercado que ha perjudicado enormemente a diversas sociedades, particularmente en Latinoamérica.

El autor también propone aumentar el compromiso y la ambición, inspirándose en el viaje a la Luna: si fuimos capaces de ese enorme logro, deberíamos ser capaces de transformar el capitalismo ahora.

5. Desafíos políticos y jurídicos: sobre corrupción, fraudes…

«La democracia representativa no funciona», sostiene Valladares: «Los representantes no representan, y los problemas importantes quedan postergados por cuestiones urgentes y cortoplacistas». Los políticos «solo escuchan a la ciencia cuando conviene a sus intereses electorales», lo cual se suma a la corrupción que siempre se mueve por el sistema. «No podemos esperar a que la política solucione los problemas ambientales sin el apoyo decidido y amplio de la sociedad». También denuncia lo que llama obsolescencia científica, según la cual los científicos y sus conclusiones son ignorados a pesar de la buena valoración social de su trabajo.

En no pocos casos, políticos y jueces se unen para provocar fraudes de ley: legalizar pozos ilegales, falsear datos, fraccionar proyectos para que su impacto ambiental parezca menor, etc. En España eso ha pasado en demasiados casos: Marina de Valdecañas, Algarrobico, Doñana, mar Menor

Los políticos, en general, está mal formados y desinformados y, además, «para desolación de analistas, los políticos (…) son tan incompetentes que toman decisiones que ni maximizan el bien común ni tampoco su propio bien».

6. Desafíos a la democracia: ideología y religiosidad

Entre las distintas ideologías y religiones hay enormes diferencias, pero ante los problemas que nos amenazan, esta obra concluye que «resulta más práctico a estas alturas repasar lo que nos une». A veces, se rechazan propuestas solo porque proceden de otro bando, o incluso porque no interesan o son incómodas. Un ejemplo que cita el libro es la encíclica Laudato Si del papa Francisco, un auténtico manual social y ecoanimalista que los católicos han ignorado con absoluta contundencia.

Daniel Innerarity afirma que la izquierda juega en desventaja, ya que se enfrenta a una derecha que reivindica una vida más despreocupada y espontánea. Ser negacionista es más fácil que actuar con responsabilidad. Valladares sugiere que el activismo ecologista utilice «una de las emociones más mundanas y mejor valoradas»: el placer. Puede no ser fácil, especialmente en las clases más adineradas que han hecho del despilfarro su seña de identidad.

Para Johann Hari, a menor capacidad de concentración más fácil es sentirse atraídos por soluciones autoritarias y simplistas (como las de la extrema derecha). Y algunas causas para este antecedente están en el abuso de las redes sociales y de las nuevas tecnologías (smartphones, videojuegos…). Y con eso, también perdemos salud y democracia.

7. y 8. Desafíos sociales y el fracaso del sistema educativo

Valladares coincide en lo que hemos repetido (quizás aún no demasiado): queremos una educación para formar personas, no meros trabajadores; una educación que sepa sacar partido del tipo de inteligencia que tenga cada uno, tipos como los que establece Howard Gardner: visual-espacial, lógico-matemático, naturalista, creativo, colaborativo, etc. El libro echa en falta una buena educación ambiental en todo el sistema educativo, particularmente en las escuelas de Empresariales y de Económicas (algo compartido con Georgescu-Roegen y De Jouvenel como se ha apuntado más arriba).

Escrito antes del apagón de España en 2025, el libro ya advierte de esa posibilidad y lo pone como ejemplo de los casos en los que los políticos prefieren no ahondar para no alarmar. Pero como ocurre siempre, mirar hacia otro lado no disminuye ningún riesgo y, más bien, suele aumentarlos. También se muestra partidario de la protesta pacífica y la desobediencia civil por parte de toda la sociedad, pero en particular de los científicos como él, los cuales son conscientes tanto del problema ambiental como de que los otros métodos no están alertando al nivel necesario. De hecho, el autor ha participado en protestas y ha sido arrestado por ello. Así, ensalza los casos en los que los fiscales han dicho ser conscientes del desastre ambiental y, por tanto, se han negado a procesar a los activistas climáticos.

Conocemos la solución. ¿Por qué no la aplicamos?

La primera de las zancadillas que describe el libro es el negacionismo, ese cerrar los ojos a la realidad científica por ser una verdad incómoda y que, de aceptarla, requeriría cambios importantes. Los negacionistas no suelen ser muy numerosos, pero su activismo les conduce a ser más influyentes de lo que cabría esperar. Recordemos que lanzar un bulo es más fácil que desmentirlo. En Estados Unidos, los negacionistas antivacunas hicieron que ese país tuviera grandes proporciones de contagios y de muertes, en comparación a otros similares. Algunos negacionistas tienen intereses (económicos) en que la verdad no se sepa. En ese caso, Valladares recomienda denunciar para que la ley actúe.

Un tipo de negacionistas son los colapsistas (que piensan que el colapso global es inevitable). También están los tecnoptimistas (que opinan que la tecnología nos salvará). Incluso hay científicos llamados mercaderes de la duda que se encargan sencillamente de plantear dudas, incluso donde el consenso científico es enorme. Valladares advierte que muchas universidades mantienen cátedras de pseudoinvestigación financiadas por petroleras, cementeras o industrias cárnicas.

En otro lugar están los que creen en los milagros o dicen creer en ellos. Abundan entre los políticos, por ejemplo cuando prometen agua para todos o cosas contradictorias (como bajar impuestos y aumentar las prestaciones sociales, o reducir las emisiones y bajar los precios de los combustibles). En demasiadas ocasiones, la sobreexplotación de recursos produce unos daños que pasan a los habitantes y a futuras generaciones. Las empresas no tienen problemas en mudarse a otro lugar cuando ya han sacado sus beneficios. En muchos casos, los delitos prescriben cuando se intentan perseguir.

Valladares advierte de la paradoja de que «es la propia producción industrial de comida la que ha provocado y provoca malnutrición y hambre global». Por tanto, habría que reducir la producción alimentaria y distribuir mejor, para evitar tanto la sobrealimentación como el tirar un tercio de la comida que se produce.

Otra zancadilla es el egoísmo. Por ejemplo, lo vemos en el turismo, a veces camuflado como ecoturismo. Valladares comenta los casos en los que los turistas contagian enfermedades mortales a la fauna que desean ver en libertad. También influye el egoísmo en la industria de la carne, la de pesticidas, la del plástico y la petrolera, que están aplicando las mismas prácticas que en su día utilizó la industria del tabaco: mentir, ocultar informes, desinformar, presionar, pagar a políticos y a científicos, etc. Por este motivo, se están poniendo denuncias a diversas empresas.

Otro problema está en el tecnoptimismo ya comentado y en el ecomodernismo (creer que es posible el desarrollo tecnológico indefinido y reducir el impacto ambiental basándose en mejoras en eficiencia y olvidando la paradoja de Jevons o efecto rebote). Ambas tendencias no son conscientes de que es la tecnología la que ha generado el problema y que es peligroso confiar las soluciones a inventos que aún no existen.

Valladares continúa criticando la hipocresía generalizada que usan desde gobiernos (véase el Pacto de París) o desde empresas, por ejemplo con las mentiras del greenwashing, tan naturalizadas que apenas escandalizan ni cuando usan lemas descarados. Entre los pecados de esta estrategia están la omisión de información, la falta de pruebas, las etiquetas falsas, la vaguedad, la mentira, crear falsas esperanzas, planes de compensación de emisiones dudosos y, sobre todo, poner el beneficio económico por encima de personas y medioambiente. Ante la alarma general de este tipo de abusos, la Comisión Europea está trabajando para acabar con ellas, lo cual demuestra que la presión social influye en los políticos.

El investigador ahonda en varios casos de hipocresía terribles para la Historia, de los que comentaremos aquí solo tres:

  1. En la Guerra de Vietnam y durante diez años, Estados Unidos roció de Agente Naranja grandes zonas de bosques y cultivos de Vietnam, Laos y Camboya. Resultaron afectados millones de ciudadanos por varias enfermedades y malformaciones al nacer (físicas e intelectuales). El gobierno de Estados Unidos ha indemnizado a sus soldados veteranos afectados, pero las víctimas en Asia siguen sin tener, ni siquiera, el reconocimiento por parte del culpable americano.
  2. El segundo caso de hipocresía brutal está en la Unión Europea que aprovechó la crisis energética por la invasión de Ucrania por parte del ejército ruso de Putin, para decir que a partir de entonces la energía nuclear y el gas serían consideradas energías limpias y poder, así, ser subvencionadas con dinero público (lo cual demuestra que no son energías muy rentables por sí mismas; y eso sin valorar los daños y costos completos de su contaminación).
  3. El tercer ejemplo de hipocresía es el caso de la empresa española Ecoembes, supuestamente dedicada al reciclaje de envases pero que, en la práctica, su tarea es blanquear las empresas que más contaminan con plásticos el planeta completo.

En el apartado de errores, Valladares incluye el hacer lo que siempre se ha hecho o la huida hacia adelante. Aquí, critica las quemas del monte que hacen los ganaderos (en Asturias en particular) o las ampliaciones de las estaciones de esquí en el contexto de crisis climática actual. En vez de prohibir el esquí alpino y otros deportes terriblemente nocivos, nuestra sociedad los fomenta. Otros ejemplos de esta huida son: regar cultivos de secano, ampliar los regadíos, construir embalses que destruyen nuestros ríos o que prestigiosos bancos, incluyendo el BCE, financien industrias tan sucias como los agronegocios que destruyen el Amazonas, por no hablar de la financiación del genocidio de Israel.

¿Qué podemos hacer?

«Debemos vivir con menos sin sentir que eso sea un retraso. Si lo sentimos como un retraso, no habremos entendido nada y, sobre todo, no avanzaremos más que a la fuerza». Fernando Valladares está conforme en esto con Linz, Riechmann y Sempere, autores del también recomendable libro Vivir (bien) con menos. Para avanzar en el cambio que se requiere, además de las ideas comentadas anteriormente y algunas que se incluyen en la Cadena Verde, nos alienta diciendo que: «es suficiente con que entre un 10 y un 20 % de la población muestre el conocimiento y la valentía necesarios para que los cambios se produzcan». Es decir, no hace falta concienciar y movilizar a una mayoría, sino que basta con una minoría bien activada. Es decir, si apenas un cuarto de la población tiene claro que hay que hacer algo, ese algo se hará. Ha sucedido con muchas cosas, tales como el matrimonio igualitario o la lucha contra el tabaco.

Ser activista, mantenerse activo, es importante porque reduce el riesgo de la ecoansiedad y de la solastalgia. También aboga por «recuperar el peso de las humanidades», dejar de instrumentalizar la naturaleza (lo cual deshumaniza a la humanidad), y por trabajar en los Objetivos de Desarrollo Interior (ODI), que son una recopilación de «cualidades basadas en la ciencia para vivir vidas con propósito, sostenibles y productivas», además de ser la base para conseguir los famosos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. Resumiendo mucho, los ODI se apoyan en cinco dimensiones:

  1. SER (relación con uno mismo). Cultivar lo que uno es: autoconciencia, presencia, responsabilidad, integridad, autenticidad, etc.
  2. PENSAR (habilidades cognitivas). Incluye aspectos como el pensamiento crítico, perspectiva, visión a largo plazo, etc.
  3. RELACIONARSE (cuidar de lo demás). Entender la conexión con todo, incluyendo lo que aún no ha nacido: gratitud, alegría, humildad, empatía, amabilidad, compasión…
  4. COLABORAR (habilidades sociales). Es importante la capacidad de escuchar, de defender las opiniones propias, de gestionar conflictos de forma constructiva, de fomentar la colaboración, etc.
  5. ACTUAR (mover al cambio). Para transformar la realidad son útiles cuestiones como el optimismo, evaluar las decisiones, la creatividad, la esperanza, la perseverancia, el compromiso, la paciencia, etc.

Valladares no es ajeno a la dificultad de ser ecologista responsable, pues para ello pareciera que se necesita tener multitud de conocimientos. Sin embargo, él aboga por intentarlo, preferentemente en grupo, y sugiere unir dos movimientos que ahora están demasiado separados, ecologismo y sindicalismo, porque ninguno de los dos triunfará por separado. Las asambleas ciudadanas son también un mecanismo de acción que impulsa el cambio y mejora la propia democracia. Como curiosidad, indica que los premios Global Good Awards recompensan el ingenio para mejorar el medioambiente; y añade: «Si necesitamos inspiración aquí podemos encontrar bastante. Si ya tenemos inspiración, aquí podemos canalizarla».

Otra cualidad a tener en cuenta es la amabilidad, con uno mismo y con los demás, lo cual conlleva grandes beneficios según la ciencia: menos estrés, más felicidad y autoestima, mejor salud… La gente amable suele cuidar bien de sí misma y hacer tareas de voluntariado. Además, esta herramienta es tan contagiosa como un virus. Relacionado con esto, el libro comenta los conceptos del ikigai japonés, del ubuntu sudafricano, el trastorno por déficit de naturaleza y la revolución jurídica que supone otorgar derechos a la naturaleza (ya hecho en casos como el del mar Menor en España). También, resalta la necesidad de empatía, paciencia y humor.

El libro nos explica, con ejemplos, el enorme poder de recuperación de la naturaleza, cuando se la deja. De ahí que, una de las herramientas más poderosas para revertir la degradación ambiental sea la renaturalización, el dejar espacios para que la naturaleza se autogestione y tener la humildad de reconocer que ella lo hace mejor que cualquier ingeniero por muy forestal que pretenda ser. Uno de los casos que cita está en los efectos positivos del confinamiento por el COVID-19: avances en fauna y flora; y mejoras en la calidad del agua y del aire.

Por su profesión, Valladares defiende la ciencia y sus conclusiones (particularmente las ambientales) y, aunque la ciencia pueda equivocarse, tiene mecanismos de corrección. A la vez, lamenta la difusión de información falsa o fuera de contexto que, según la agnotología, provoca una polarización que no ayuda ni para aplicar soluciones efectivas ni para fomentar la necesaria conversación.

Del pasado al futuro: ideas para la transición

Este autor habla del llamado fraude del Neolítico que magistralmente explicó Harari en su obra Sapiens. La idea básica es que nos han engañado cuando nos inculcan que los avances del Neolítico —básicamente, la agricultura, la ganadería y algunas mejoras tecnológicas— fueron un avance para la humanidad. Según algunos intelectuales, en realidad fue un retroceso, al menos por estos factores:

  1. La sedentarización solo tuvo consecuencias negativas para la salud humana, pues nuestros cuerpos han evolucionado durante cientos de miles de años para estar en movimiento. Tampoco ayudó a la salud el recibir una dieta menos variada.
  2. La domesticación de los animales (ganadería) provocó infecciones (zoonosis).
  3. La agrupación en ciudades facilitó el crecimiento de parásitos (chinches, garrapatas, pulgas, mosquitos…).
  4. Se abrieron demasiadas puertas hacia graves impactos en los ecosistemas.
  5. Los problemas psicológicos (como la depresión) son mayores hoy en día. Se sabe cómo evitarlos: aumentar el contacto con la naturaleza, mejorar los vínculos sociales, tener una dieta saludable y una infancia menos competitiva.

En cualquier caso, aunque las sociedades antiguas tuvieran ciertas ventajas, hay que aceptar que también tenían inconvenientes y, sobre todo, que los cambios son irreversibles, por lo que lo más inteligente es aprender de la historia y de la ciencia.

El colapso y la extinción de nuestra propia especie son opciones posibles, pero la obsesión no ayuda; y el perderse lo bueno que tiene el presente tampoco. Valladares nos advierte que hay distintas formas de afrontar ese colapso y que, para hacerlo bien, es importante reducir el nivel de desigualdad, algo que considera tóxico y que «mina la confianza, resta credibilidad a la democracia, erosiona el bien común y nos aleja de un relato esperanzador». Como punto positivo, añade que el análisis de las catástrofes que llevó a cabo Rutger Bregman arroja que el ser humano tiende más a cooperar que a competir, especialmente en momentos difíciles.

En cualquier caso, la insostenibilidad ecológica genera inestabilidad geopolítica y, posiblemente, violencia (guerra). Esa es solo una de las consecuencias de la crisis climática. Por tanto, los esfuerzos para mitigar el cambio climático deben también verse como una inversión en seguridad internacional. Según esto, la austeridad ecológica sería, para toda la población, un sacrificio aceptable y deseado.

En línea con el magnífico libro En la espiral de la energía, otros científicos también proclaman la necesidad de simplificar nuestras sociedades (Ted Trainer, Murray Bookchin, Jason Hickel…). Hay que entender que, por ejemplo, «las energías renovables no pueden mantener una sociedad consumista» (por muchas ventajas que en verdad tengan) y que necesitamos una economía orientada a las necesidades (y no a los caprichos) para construir una sociedad en la que la gente encuentre recompensas por el hecho de vivir de manera sencilla. El objetivo sería pasar del «hacer más con menos» (que nos lleva al colapso) al «vivir mejor con menos» (que nos lleva a una felicidad asequible en la era del decrecimiento o poscrecimiento). Así, necesitamos fomentar valores como la cooperación, la empatía, escuchar a los demás, etc. Y con ello estaremos más abiertos a reducir la desigualdad (aquí dejamos siete medidas para ello) y a vivir dentro de los límites planetarios, entendiendo que el ser humano no puede vivir de espaldas a la naturaleza como si fuera algo externo y ajeno.

Para Valladares es importante recalcar que «el colapso ecológico y la desigualdad económica se encuentran entre nuestros mayores retos globales contemporáneos, y ambas cuestiones están completamente entrelazadas». Por eso, como se ha propuesto tantas veces, es importante establecer una «tasa a los megarricos» que él sugiere que sea de entre el 1,5 y el 3% solo para las 65 mil personas más ricas (con más de 100 millones de dólares). Por supuesto, también hay que tomar medidas contundentes, como prohibir los jets privados, y educar para ir «aboliendo el consumismo y la adoración de lo superfluo».

El libro termina diciendo algo obvio: dado que somos nosotros, los humanos, los que hemos generado el problema, también nosotros tenemos el poder de modificar nuestros actos para alcanzar un futuro mejor.

♦ Información relacionada:

  1. Otros libros ECO resumidos para captar su esencia en poco tiempo. Por ejemplo:
  2. Dos grandes errores de la humanidad (el segundo aún podemos remediarlo).
  3. La agricultura de hoy debería ser como la de mañana.
  4. Los científicos vuelven a avisar del colapso que vendrá si seguimos sin reaccionar.
  5. Sin comer por el clima, las macrogranjas, los combustibles fósiles…
  6. La lista más completa de problemas y soluciones del campo español.
  7. Algunos libros del editor de Blogsostenible y de Historias Incontables.
✇ATTAC España

¡¡Basta ya de vasallajes!!

Por: Arturo

Fotografía: Ursula von der Leyen, y el presidente de EEUU, Donald Trump en Irlanda.REUTERS/Evelyn Hockstein

Publicado el en Espacio Público

Paco Cantero. Coordinador de Attac Madrid

La imagen de Ursula von der Leyen en el campo de golf de Trump en Escocia el pasado mes de julio, sonriendo mientras sellaba un acuerdo que estrangula la soberanía europea, quedará como símbolo imperecedero de la capitulación continental.

Hace apenas unos días, el mundo fue testigo de un nuevo y grotesco espectáculo de sumisión en el Despacho Oval: Trump, sentado imponente detrás de su escritorio, recibió como súbditos a la propia Von der Leyen y a otros líderes europeos, a quienes hizo esperar de pie, inmóviles y en silencio, mientras él realizaba una llamada directa a Vladimir Putin en Moscú. Este acto, diseñado para demostrar quién manda, es la perfecta ilustración del vasallaje que Europa acepta.

A juicio de ATTAC España, este acuerdo es la certificación de que la Unión Europea, bajo un liderazgo ilegítimo y opaco, ha aceptado convertirse en vasallo energético, industrial y militar de una administración estadounidense abiertamente hostil. La humillación no es solo económica; es democrática, estratégica y existencial.

¿Quién eligió a Ursula von der Leyen para capitular?

La primera y más grave humillación es institucional, ya que ningún órgano democrático europeo otorgó a Von der Leyen mandato para negociar un acuerdo que compromete el futuro de 450 millones de personas. Su elección en 2024 fue un pacto entre élites en salones cerrados, lejos del Parlamento Europeo y la ciudadanía. Analistas como Alberto Alemanno señalan su estilo presidencialista y la creciente demanda de responsabilidad democrática que ignora. ¿Cómo puede una líder debilitada, que ni siquiera conserva el apoyo unánime de su propio partido (PPE), vender el futuro industrial y energético de Europa, así como renunciar a principios básicos de seguridad de la Unión Europea?

640.000 millones de euros para sustituir una dependencia por otra

El núcleo del acuerdo es un acto de sumisión: Europa comprará 640.000 millones de euros en energía estadounidense (petróleo y gas) en tres años. Este compromiso no solo es económicamente irracional (la energía rusa era significativamente más barata) sino técnicamente inviable y estratégicamente suicida:

  • Estados Unidos carece de infraestructura (barcos, plantas de licuefacción) para exportar tal volumen, y llevaría años aumentar la capacidad.
  • Triplicar las importaciones actuales haría que el 60% de la energía europea procediera de EEUU, anulando la diversificación buscada tras la guerra en Ucrania.
  • La UE, mientras predica la transición verde, firma un pacto que la ata a los hidrocarburos hasta 2028.

600.000 millones de euros para vaciar Europa

El segundo pilar del acuerdo es igualmente lesivo: La UE incentivará a sus empresas a invertir 600.000 millones de euros en EEUU, bajo la amenaza de aplicar un 35% a las exportaciones europeas a EEUU si no se cumple. La Comisión admite cínicamente que no puede obligar a las empresas, pero las presionará. Esto equivale a financiar la competencia y acelerar la deslocalización industrial en sectores estratégicos (tecnología, automoción, farmacia), justo cuando Europa necesita reforzar su autonomía. ¿Qué ha sido de ese informe Draghi que proponía un ambicioso Plan de Inversión Conjunto de 800.000 millones anuales para reforzar la base industrial y tecnológica europea? Europa pagará su propia decadencia industrial.

La imposición de un arancel del 15%: un golpe económico estratégico

Además de las cláusulas de inversión forzada, Estados Unidos ha impuesto un arancel general del 15% a la mayoría de los productos europeos que importa. Esta medida, lejos de ser una mera herramienta comercial, es un instrumento de dominación económica que:

  • Asfixia la competitividad de sectores clave europeos al encarecer artificialmente sus precios en el mercado estadounidense.
  • Debilita aún más la industria europea, ya de por sí afectada por la deslocalización y la dependencia energética, al reducir sus exportaciones y marginar su presencia en una de las economías más grandes del mundo.
  • Fomenta la sumisión comercial, pues la Unión Europea se ve forzada a aceptar estas condiciones asimétricas so pena de sufrir represalias aún mayores en caso de incumplir los compromisos de inversión en Estados Unidos.

Eliminación del principio de precaución: la vida y el ambiente al servicio del mercado

Este acuerdo supone una claudicación regulatoria de profundas consecuencias, ya que la Unión Europea ha aceptado de facto la sustitución del principio de precaución (pilar fundamental de la legislación comunitaria en materia de salud pública, alimentación y medio ambiente) por el principio de mercado. Esto significa que, para no crear barreras comerciales injustificadas, se priorizan los intereses económicos y la libre circulación de mercancías sobre la protección de los ciudadanos y el planeta. Es la victoria de la lógica corporativa sobre el interés general.

Cesión de soberanía financiera: el marco de los criptoactivos

La sumisión se extiende también al ámbito financiero. En 2024, la Unión Europea aprobó un Marco Regulatorio para los criptoactivos (MiCA) que, en su propuesta inicial, pretendía limitar la circulación de stablecoins (criptomonedas estables) basadas en divisas extranjeras, como el dólar, para proteger la soberanía monetaria y financiera de la Unión Europea. Sin embargo, ante las presiones de los lobbies financieros y la administración estadounidense, esta limitación fue eliminada. El resultado es que el euro se ve ahora más amenazado por la posible dominación de stablecoins emitidas por grandes corporaciones tecnológicas estadounidenses, que operarán con mínimas restricciones en el mercado único. Es otra cesión de soberanía que allana el camino para que el dólar fortalezca su hegemonía incluso en el espacio digital europeo.

Von der Leyen y el Silencio ante el genocidio palestino

La humillación europea ante Trump no es el único frente de sumisión. Existe una capitulación más grave y moralmente obscena: la complicidad estructural de la Unión Europea en el genocidio del pueblo palestino.

Europa no es solo víctima de la humillación trumpista; es verdugo activo por omisión en Gaza. Al priorizar sus intereses comerciales y geopolíticos con Israel y EEUU, ha traicionado sus propios valores fundacionales. Mientras Von der Leyen aguantaba estoicamente su papel secundario en el Despacho Oval, su Comisión bloqueaba medidas que podrían salvar miles de vidas palestinas. Como advierte Agnés Callamard de Amnistía Internacional: La supervivencia de 2,2 millones de personas palestinas en Gaza depende de que la UE actúe. Hoy esa opción brilla por su ausencia. Europa no solo se desindustrializa, además se deshumaniza.

Gastar el 5% del PIB para enriquecer al Complejo Armamentístico Militar Estadounidense

Trump ha convertido la OTAN en un instrumento de chantaje: exige a los aliados dedicar el 5% de su PIB a defensa, so pena de «dejar de protegerles». Von der Leyen y la mayoría de los gobiernos europeos claudican, aun sabiendo que:

  • Europa no se enfrenta a amenazas existenciales de la magnitud que se pregona. La exigencia carece de una justificación estratégica realista para el nivel de gasto propuesto.
  • El gasto se desvía a comprar armas estadounidenses: Los enormes presupuestos destinados significan que Europa financia principalmente la industria bélica de EEUU en lugar de construir su propia defensa integrada y soberana.
  • Se sacrifican políticas sociales: En varios países, se anuncian recortes en pensiones, sanidad y empleo público, mientras se protege el gasto militar y los intereses de la deuda pública, priorizando los intereses de la industria armamentística y financiera.

La ironía es trágica. Europa gasta más que nunca en defensa, pero es más vulnerable al depender de un aliado que la desprecia y la humilla públicamente, obligándola a financiar su propio sometimiento.

Hacia una Europa Soberana: Democracia, Autonomía Estratégica y Defensa Común

La rendición ante Trump no es inevitable. Para ATTAC España, Europa necesita con urgencia:

  • Reforma democrática radical: La Comisión debe elegirse por sufragio directo y el Parlamento Europeo necesita iniciativa legislativa para que las decisiones vitales dejen de tomarse en salones cerrados.
  • Autonomía energética real: Acelerar un proceso integral de transición energética para minimizar las dependencias de combustibles fósiles basado en políticas intensivas de ahorro energético, generación distribuida, autoconsumo y sometiendo a una estricta planificación eléctrica, ambiental y territorial, el despliegue de grandes instalaciones de energías renovables y de almacenamiento.
  • Inversión industrial pública y protección: Un «New Deal» verde y digital europeo, con mecanismos que prohíban las deslocalizaciones estratégicas y fortalezcan la base industrial comunitaria.
  • Soberanía Tecnológica: Es imperativo destinar recursos masivos (públicos y coordinados a nivel europeo) al desarrollo de tecnologías críticas como los semiconductores, la inteligencia artificial, las telecomunicaciones seguras y la ciberseguridad. Depender de terceros países en estos ámbitos no solo nos debilita económicamente, sino que nos expone a chantajes estratégicos y limita nuestra capacidad de tomar decisiones autónomas en un mundo cada vez más digitalizado.
  • Defensa Común Autónoma: Avanzar de manera decidida en la construcción de una defensa europea integrada y soberana, con estructuras de mando y capacidades propias, que permita tomar decisiones independientes y deje de depender de un protector que exige tributo a cambio de desprecio.

Europa necesita rebelarse

Francia ya sufre recortes, Alemania ve desmantelada su industria automotriz, y así irán cayendo todos los países de la UE bajo una crisis de consecuencias imprevisibles. Si Europa no despierta y pone fin a esta serie interminable de humillaciones, será, no una potencia, sino un espacio colonizado por EEUU. Solo nos queda dos alternativas:

  1. Aceptar esta humillación y quedarnos callados asumiendo todas las consecuencias y convirtiéndonos en un espacio irrelevante.
  2. Exigir un cambio de rumbo radical que priorice de manera urgente:
    • La democratización profunda de las instituciones de la UE.
    • El rechazo a acuerdos comerciales lesivos y a tratos vejatorios que sacrifiquen la soberanía y la dignidad europea.
    • La construcción de una autonomía estratégica real en energía, industria, defensa y tecnología.

La dignidad no se negocia. Es el momento de defenderla.

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Los incendios forestales se apagan en las aulas y en los parlamentos

Por: Pepe Galindo

Evitar los incendios forestales es un problema complejo. En España, sabemos que al menos el 80 % de los incendios son provocados por el ser humano (algunas fuentes apuntan a un porcentaje aún mayor, llegando al 95 %). Estos siniestros son desencadenados voluntariamente (por incendiarios) o son fruto de una negligencia. Lo positivo es que todas estas causas se pueden reducir con una buena educación en las aulas. Las carencias en educación ambiental en la juventud de hoy, las sufrirá la humanidad de mañana. Más aún, los políticos que hoy toman malas decisiones ambientales tampoco recibieron una educación basada en el respeto hacia la naturaleza.

El interés en provocar incendios tiene diversas motivaciones. Por ejemplo, para conseguir pastos para la ganadería extensiva, lo cual demuestra que este tipo de explotación animal no es respetuoso con la naturaleza. Otra causa es facilitar terrenos para la caza, una motivación que provoca un menor número de incendios, pero de gran extensión. También hay pirómanos (enfermos mentales) y bomberos (que provocan el fuego para garantizar su trabajo), pero estas últimas causas no son las más relevantes. Entre las causas accidentales encontramos negligencias en los trabajos agropecuarios, tanto con maquinaria como por quemas agrícolas. E incluso, ciertos siniestros han sido provocados por excursionistas que desconocen que está prohibido hacer fuego o barbacoas en determinados lugares o épocas del año.

Dado que los incendios tienen mayoritariamente origen humano, no tiene sentido culpar a que los montes estén sucios (un bulo que se repite sin razonar, como aquel de que el agua de los ríos se tira al mar). Esto es absurdo, por dos motivos básicos:

  1. Un monte natural, con hierbas, arbustos y madera muerta, es un monte sano. La tierra necesita materia orgánica para que haya abono para los árboles vivos. Es un error grave retirar esa materia vegetal para convertirla en basura o en un negocio: combustible (biomasa, pellets, leña). Otra cosa es pastorear en los bosques, lo cual tiene menor impacto.
  2. Los bosques mejor conservados son aquellos en los que los humanos intervienen lo menos posible o aquellos en los que viven tribus ancestrales. Si la ganadería extensiva cuidara bien de los bosques, Galicia y Asturias no serían líderes mundiales en incendios forestales. Para dejarlo claro: en España, las zonas con más incendios forestales coinciden con las zonas con más granjas de ganadería extensiva (véanse estos mapas).

Respecto al primer punto, no vamos a ocultar que tampoco hay acuerdo unánime entre los ecologistas pues, aunque todos compartimos que la agricultura intensiva es peor que la extensiva, organizaciones como Greenpeace son partidarias de fomentar esta segunda como si fuera sostenible cuando en realidad plantea evidentes dudas. Es posible que pretendan evitar males mayores, o incluso, usar la ganadería extensiva como un modelo de transición, pero los estudios científicos apuntan a conclusiones muy claras: por una parte, el pastoreo de ganado no previene los incendios forestales y su eficacia es totalmente insuficiente; por otra, la ciencia nos indica la importancia de reducir todo tipo de alimentos y productos que procedan de los animales.

Los detalles son importantes. Por ejemplo, no es lo mismo mantener rebaños pequeños que puedan pastar en los bosques (cabras u ovejas), que ganado vacuno para el que los ganaderos prefieren montes sin árboles (con más pasto). Sin embargo, en general, en los modelos actuales, ninguno de los dos es realmente sostenible (ni ético con los animales). Tal vez, el pastoreo sería útil si la mayoría de los incendios fueran por causas naturales (rayos, volcanes, meteoritos…), pero resaltemos que esas causas no son las más preocupantes. Como dice Francisco Sánchez, pastorear o limpiar el monte para prevenir un presunto riesgo «es tan disparatado como amputarse una pierna para evitar un esguince».

Medidas que no se están aplicando

Además de la necesaria educación ambiental, hay otras medidas que ayudarían a que el fuego aparezca con menor frecuencia y a que, cuando lo haga, sea menos destructivo. Las siguientes peticiones son urgentes y van dirigidas a los poderes legislativos (parlamentos) y ejecutivos (gobiernos centrales, locales, autonómicos, etc.).

  1. Dedicar más recursos por parte de todas las administraciones para lo siguiente:
    • Reducir los tiempos en detectar el fuego, para comenzar la extinción lo antes posible. Por ejemplo, usando drones y otras técnicas.
    • Mejorar las condiciones laborales de quienes nos protegen frente a estos desastres: bomberos, agentes forestales, guardas forestales, peones forestales, pilotos, etc.
    • Mejorar la investigación para condenar a los culpables. Endurecer las penas apenas tendrá repercusión. Primero, porque el delincuente confía en no ser atrapado. Y segundo, porque solo en el 2 % de los incendios provocados se logra detener al culpable.
    • Establecer controles que eviten los chanchullos para amañar concursos públicos cuando se contratan empresas privadas, una forma de corrupción que, por desgracia, está asentada.
    • Impulsar la implicación de la sociedad civil, tanto en la prevención como en la respuesta a emergencias, canalizando la solidaridad espontánea que surge en estos casos.
    • Lo anterior, unido a campañas de concienciación, sin duda harán bajar la cifra de fuegos iniciados.
  2. Establecer protocolos de coordinación entre los distintos cuerpos y que no se dependa del «voluntariado» de bomberos que actúen sacrificando su tiempo libre. En la actualidad, cada comunidad autónoma en España tiene sus normas y no se coordina con eficacia, lo cual hace que perdamos también dinero y territorio verde.
  3. Tampoco hay protocolos ni mecanismos para coordinar el voluntariado y contratar profesionales. Hay muchas personas bien formadas que quedan paralizadas mientras el monte se quema y mientras se contrata personal sin experiencia ni formación adecuada.
  4. Establecer protocolos para gestionar bien la logística de los incendios forestales: comida del personal, material EPI suficiente, tareas de lavandería, etc. Téngase en cuenta que los trajes de los bomberos se impregnan de sustancias tóxicas que no deberían esparcirse por los hoteles donde se alojen ni en sus propios domicilios.
  5. Aprobar una ley de dotaciones mínimas, para que en cada época del año se sepa cuántos efectivos deben estar operativos de forma obligatoria.
  6. Evitar que alguien saque provecho del monte quemado. No se debe extraer la madera quemada y el territorio debe quedar vetado a todo tipo de aprovechamiento humano: nada de pastar ganado, ni cazar, ni cambios en el uso de los terrenos, ni recalificaciones de ningún tipo (urbanísticas, mineras o de otro tipo). Debemos estar atentos porque algunos ingenieros forestales son expertos en monetizar el bosque y no les interesa el funcionamiento real de la naturaleza.
  7. Prohibir la caza en condiciones de alto riesgo, tales como ante alertas meteorológicas de sequía o calor extremo. Estos son motivos suficientes para prohibir la media veda (caza en verano) además de los otros problemas de la caza.
  8. Establecer protocolos para salvar también a los animales: domésticos, de granja y también salvajes, cuando sea posible.
  9. Prohibir las quemas agrícolas, no solo por el riesgo de incendio, sino por la contaminación y el daño que causan frente a alternativas como el compostaje.
  10. Conseguir que la Política Agraria Común de la Unión Europea (la PAC) deje de favorecer los intereses de las multinacionales de la agroindustria, y pase a fomentar buenas prácticas sostenibles de agroecología.
  11. Educar en las ventajas de la renaturalización (rewilding), una alternativa eficiente, barata y ecológica para aumentar los bosques y las zonas naturales. Deberíamos proteger un mínimo del 50% del planeta para evitar el colapso ambiental.

Algunas de las peticiones anteriores parecen tan elementales que se puede llegar a pensar que ya se están aplicando. Pero no es así. De hecho, son denuncias de los propios bomberos y personas que conocen el problema de primera mano. Si no avanzamos en esto, España arderá cada verano y sufriremos cada vez más los efectos de nuevos desastres climáticos. De hecho, todavía no hemos aprendido las lecciones de la DANA que asoló la Comunidad Valenciana.

Es necesario resaltar que el abandono de campos o incluso de pueblos enteros no es algo inherentemente negativo. Más aún, esto puede tener efectos positivos para el medioambiente. Por supuesto, habrá que prestar atención para minimizar las consecuencias negativas en la población, si se diera el caso.

Para terminar, no debemos olvidar que la crisis climática va a aumentar los llamados fuegos «de sexta generación»: incendios tan grandes que son incontrolables; tan complicados de extinguir que los bomberos solo pueden esperar a que el fuego pierda intensidad para atacarlo. ¿Estamos preparados?

♦ Asuntos relacionados:

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Los incendios forestales se apagan en las aulas y en los parlamentos

Por: Pepe Galindo

Evitar los incendios forestales es un problema complejo. En España, sabemos que al menos el 80 % de los incendios son provocados por el ser humano (algunas fuentes apuntan a un porcentaje aún mayor, llegando al 95 %). Estos siniestros son desencadenados voluntariamente (por incendiarios) o son fruto de una negligencia. Lo positivo es que todas estas causas se pueden reducir con una buena educación en las aulas. Las carencias en educación ambiental en la juventud de hoy, las sufrirá la humanidad de mañana. Más aún, los políticos que hoy toman malas decisiones ambientales tampoco recibieron una educación basada en el respeto hacia la naturaleza.

El interés en provocar incendios tiene diversas motivaciones. Por ejemplo, para conseguir pastos para la ganadería extensiva, lo cual demuestra que este tipo de explotación animal no es respetuoso con la naturaleza. Otra causa es facilitar terrenos para la caza, una motivación que provoca un menor número de incendios, pero de gran extensión. También hay pirómanos (enfermos mentales) y bomberos (que provocan el fuego para garantizar su trabajo), pero estas últimas causas no son las más relevantes. Entre las causas accidentales encontramos negligencias en los trabajos agropecuarios, tanto con maquinaria como por quemas agrícolas. E incluso, ciertos siniestros han sido provocados por excursionistas que desconocen que está prohibido hacer fuego o barbacoas en determinados lugares o épocas del año.

Dado que los incendios tienen mayoritariamente origen humano, no tiene sentido culpar a que los montes estén sucios (un bulo que se repite sin razonar, como aquel de que el agua de los ríos se tira al mar). Esto es absurdo, por dos motivos básicos:

  1. Un monte natural, con hierbas, arbustos y madera muerta, es un monte sano. La tierra necesita materia orgánica para que haya abono para los árboles vivos. Es un error grave retirar esa materia vegetal para convertirla en basura o en un negocio: combustible (biomasa, pellets, leña). Otra cosa es pastorear en los bosques, lo cual tiene menor impacto.
  2. Los bosques mejor conservados son aquellos en los que los humanos intervienen lo menos posible o aquellos en los que viven tribus ancestrales. Si la ganadería extensiva cuidara bien de los bosques, Galicia y Asturias no serían líderes mundiales en incendios forestales. Para dejarlo claro: en España, las zonas con más incendios forestales coinciden con las zonas con más granjas de ganadería extensiva (véanse estos mapas).

Respecto al primer punto, no vamos a ocultar que tampoco hay acuerdo unánime entre los ecologistas pues, aunque todos compartimos que la agricultura intensiva es peor que la extensiva, organizaciones como Greenpeace son partidarias de fomentar esta segunda como si fuera sostenible cuando en realidad plantea evidentes dudas. Es posible que pretendan evitar males mayores, o incluso, usar la ganadería extensiva como un modelo de transición, pero los estudios científicos apuntan a conclusiones muy claras: por una parte, el pastoreo de ganado no previene los incendios forestales y su eficacia es totalmente insuficiente; por otra, la ciencia nos indica la importancia de reducir todo tipo de alimentos y productos que procedan de los animales.

Los detalles son importantes. Por ejemplo, no es lo mismo mantener rebaños pequeños que puedan pastar en los bosques (cabras u ovejas), que ganado vacuno para el que los ganaderos prefieren montes sin árboles (con más pasto). Sin embargo, en general, en los modelos actuales, ninguno de los dos es realmente sostenible (ni ético con los animales). Tal vez, el pastoreo sería útil si la mayoría de los incendios fueran por causas naturales (rayos, volcanes, meteoritos…), pero resaltemos que esas causas no son las más preocupantes. Como dice Francisco Sánchez, pastorear o limpiar el monte para prevenir un presunto riesgo «es tan disparatado como amputarse una pierna para evitar un esguince».

Medidas que no se están aplicando

Además de la necesaria educación ambiental, hay otras medidas que ayudarían a que el fuego aparezca con menor frecuencia y a que, cuando lo haga, sea menos destructivo. Las siguientes peticiones son urgentes y van dirigidas a los poderes legislativos (parlamentos) y ejecutivos (gobiernos centrales, locales, autonómicos, etc.).

  1. Dedicar más recursos por parte de todas las administraciones para lo siguiente:
    • Reducir los tiempos en detectar el fuego, para comenzar la extinción lo antes posible. Por ejemplo, usando drones y otras técnicas.
    • Mejorar las condiciones laborales de quienes nos protegen frente a estos desastres: bomberos, agentes forestales, guardas forestales, peones forestales, pilotos, etc.
    • Mejorar la investigación para condenar a los culpables. Endurecer las penas apenas tendrá repercusión. Primero, porque el delincuente confía en no ser atrapado. Y segundo, porque solo en el 2 % de los incendios provocados se logra detener al culpable.
    • Establecer controles que eviten los chanchullos para amañar concursos públicos cuando se contratan empresas privadas, una forma de corrupción que, por desgracia, está asentada.
    • Impulsar la implicación de la sociedad civil, tanto en la prevención como en la respuesta a emergencias, canalizando la solidaridad espontánea que surge en estos casos.
    • Lo anterior, unido a campañas de concienciación, sin duda harán bajar la cifra de fuegos iniciados.
  2. Establecer protocolos de coordinación entre los distintos cuerpos y que no se dependa del “voluntariado” de bomberos que actúen sacrificando su tiempo libre. En la actualidad, cada comunidad autónoma en España tiene sus normas y no se coordina con eficacia, lo cual hace que perdamos también dinero y territorio verde.
  3. Tampoco hay protocolos ni mecanismos para coordinar el voluntariado y contratar profesionales. Hay muchas personas bien formadas que quedan paralizadas mientras el monte se quema y mientras se contrata personal sin experiencia ni formación adecuada.
  4. Establecer protocolos para gestionar bien la logística de los incendios forestales: comida del personal, material EPI suficiente, tareas de lavandería, etc. Téngase en cuenta que los trajes de los bomberos se impregnan de sustancias tóxicas que no deberían esparcirse por los hoteles donde se alojen ni en sus propios domicilios.
  5. Aprobar una ley de dotaciones mínimas, para que en cada época del año se sepa cuántos efectivos deben estar operativos de forma obligatoria.
  6. Evitar que alguien saque provecho del monte quemado. No se debe extraer la madera quemada y el territorio debe quedar vetado a todo tipo de aprovechamiento humano: nada de pastar ganado, ni cazar, ni cambios en el uso de los terrenos, ni recalificaciones de ningún tipo (urbanísticas, mineras o de otro tipo). Debemos estar atentos porque algunos ingenieros forestales son expertos en monetizar el bosque y no les interesa el funcionamiento real de la naturaleza.
  7. Prohibir la caza en condiciones de alto riesgo, tales como ante alertas meteorológicas de sequía o calor extremo. Estos son motivos suficientes para prohibir la media veda (caza en verano) además de los otros problemas de la caza.
  8. Establecer protocolos para salvar también a los animales: domésticos, de granja y también salvajes, cuando sea posible.
  9. Prohibir las quemas agrícolas, no solo por el riesgo de incendio, sino por la contaminación y el daño que causan frente a alternativas como el compostaje.
  10. Conseguir que la Política Agraria Común de la Unión Europea (la PAC) deje de favorecer los intereses de las multinacionales de la agroindustria, y pase a fomentar buenas prácticas sostenibles de agroecología.
  11. Educar en las ventajas de la renaturalización (rewilding), una alternativa eficiente, barata y ecológica para aumentar los bosques y las zonas naturales. Deberíamos proteger un mínimo del 50% del planeta para evitar el colapso ambiental.

Algunas de las peticiones anteriores parecen tan elementales que se puede llegar a pensar que ya se están aplicando. Pero no es así. De hecho, son denuncias de los propios bomberos y personas que conocen el problema de primera mano. Si no avanzamos en esto, España arderá cada verano y sufriremos cada vez más los efectos de nuevos desastres climáticos. De hecho, todavía no hemos aprendido las lecciones de la DANA que asoló la Comunidad Valenciana.

Es necesario resaltar que el abandono de campos o incluso de pueblos enteros no es algo inherentemente negativo. Más aún, esto puede tener efectos positivos para el medioambiente. Por supuesto, habrá que prestar atención para minimizar las consecuencias negativas en la población, si se diera el caso.

Para terminar, no debemos olvidar que la crisis climática va a aumentar los llamados fuegos «de sexta generación»: incendios tan grandes que son incontrolables; tan complicados de extinguir que los bomberos solo pueden esperar a que el fuego pierda intensidad para atacarlo. ¿Estamos preparados?

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Cómo crear colectivos resilientes y justos en tiempos de emergencias constantes.

Por: Alberto Jimenez

Luis González Reyes & Miriam García-Torres, publicado originalmente para El Salto.

Apagones, danas, genocidios, pandemias, grandes incendios… los sucesos excepcionales se atropellan uno detrás de otro sin saber cuál será el siguiente. En un contexto de colapso ecosocial, nuestros colectivos deben ser resilientes ante fuertes perturbaciones de nuestro entorno, porque justo eso es lo que se espera del desmoronamiento de nuestro orden social y ecológico. Pero esta cualidad no es suficiente: deben ser también justos, pues en caso contrario estaríamos construyendo sociedades al servicio de personas privilegiadas. Esta justicia debe tener una dimensión hacia dentro del colectivo y otra, al menos igual de fundamental, hacia fuera, al conjunto de la sociedad y de la vida.

Con este doble objetivo, evaluar la resiliencia y la justicia de nuestras alternativas, un equipo multidisciplinar dentro del marco de Solidaridad Internacional de Andalucía hemos elaborado una herramienta web compuesta por un cuestionario con respuestas en forma de rúbrica. El cuestionario tiene varios niveles de profundidad y ofrece la evaluación de la situación de la organización de forma automática.

En este texto, recogemos los indicadores que contribuyen más a la justicia y/o a la resiliencia. Tras exponerlos en forma de pregunta, como aparecen en la herramienta web, los explicamos brevemente y ofrecemos un ejemplo de una organización o proyecto que cumpliría ese criterio.

¿La capacidad de influir en las decisiones estratégicas está repartida equitativamente?

La intención es medir el nivel de participación en la toma de decisiones para definir la misión y los objetivos, así como las acciones, los pasos, la metodología, los recursos, los tiempos, etc. a seguir para alcanzarlos.

Entrepatios es una cooperativa de vivienda en derecho de uso que tiene actualmente dos promociones construidas. Los fines y la identidad colectiva se han decidido de manera asamblearia entre las personas integrantes de la cooperativa. En ambas promociones, quién entró en ellas —hay bastantes más personas socias que las que cabían— fue fruto de un sistema decidido por el conjunto de personas que querían entrar —desde la elección de los criterios, hasta su evaluación, pasando por la ponderación—. El diseño de los edificios fue un proceso codecidido entre el equipo de arquitectura y el conjunto de las personas que iban a vivir en ellos. Finalmente, la convivencia se articula alrededor de asambleas generales, grupos de trabajo y responsabilidades individuales asignadas colectivamente.

¿Repartimos equitativamente las tareas?

La intención es medir en qué grado el reparto de las tareas, tanto productivas como reproductivas, reproduce o no privilegios y relaciones de dominación —de género, edad, clase, origen cultural, creencia religiosa, ideología, diversidad funcional, etc.—. “Trabajo productivo” es el que genera ingresos y “trabajo reproductivo” el que garantiza el cuidado, bienestar y supervivencia de las personas o los grupos. Con frecuencia, los trabajos reproductivos quedan invisibilizados y tienden a no ser contabilizados.

El desafío es construir cada vez más organizaciones que cumplan el mayor número posible de criterios de justicia y resiliencia ante los escenarios que ya son una realidad

Cal Cases es una cooperativa de vivienda de cesión de uso en el ámbito rural. Se basa en una economía colectiva donde todas las personas aportan el mismo tiempo, 80 horas al mes, pero de maneras distintas. La aportación puede ser en dinero —para lo que se ha hecho una ponderación de salarios—, con moneda social y/o con horas de trabajo. Los cuidados y las tareas productivas se valoran por igual, y hay tareas que son comunes y tienen que asumir todas las personas —como cocinar y limpiar—, mientras que otras se realizan en función de la motivación y la posibilidad de cada integrante —trabajar en el huerto, cortar leña, gestionar las compras, etc.—. Durante las cerca de dos décadas que lleva el proyecto, las personas integrantes han tomado conciencia de que las necesidades cambian en las distintas etapas de la vida, y la visión más productivista de los inicios ha dado paso a una mayor relevancia y visibilización de los cuidados.

¿Las personas de la organización tienen acceso equitativo a los bienes y servicios generados colectivamente?

Lo que se quiere medir es el grado de equidad en el acceso a los bienes y servicios generados por la organización. Un acceso equitativo es aquel que es equilibrado entre las personas integrantes y en el que cada cual pueda acceder en función de sus necesidades. Un acceso es equitativo cuando se han considerado las condiciones singulares de cada persona y/o colectivo y no reproduce privilegios y relaciones de dominación —por ejemplo, de género, edad, clase, racializacion, origen cultural, creencia religiosa, ideología, diversidad funcional, etc.—.

Garúa es una cooperativa especializada en transiciones ecosociales —formación, asesoramiento, puesta en marcha de proyectos propios e investigación—. Dentro de la cooperativa, no existen escalas salariales, de manera que todo el mundo cobra lo mismo por hora trabajada, independientemente de las tareas a la que se haya dedicado. Por otro lado, durante las épocas en las que no existe un colchón económico cooperativo las personas que tienen ahorros propios dejan de cobrar temporalmente —luego recuperan sus salarios de manera retroactiva cuando vuelve la liquidez— para que quienes necesitan ingresar todos los meses puedan hacerlo sin tener que recurrir a un crédito. Además, la cooperativa ha funcionado como banco interno sin interés para las personas socias que han necesitado un préstamo.

Cuando es oportuno, ¿tomamos decisiones considerando otras organizaciones o comunidades para que favorezcan al conjunto sin perjudicar a terceras entidades?

La intención es medir si las necesidades propias se equiparan a las de otras organizaciones o comunidades cuando existe algún conflicto de intereses o por los recursos.

FUHEM es una fundación sin ánimo de lucro que gestiona cuatro centros escolares. En esos colegios ofrece un servicio de comedor ecológico y saludable gestionado por una empresa externa. Durante el curso 2020-2021, en el cual las clases estuvieron suspendidas durante meses fruto la COVID-19, el comedor cerró. La empresa externa se acogió a un ERTE, por el cual el Estado pagó el 80% del salario al personal del comedor. FUHEM completó el 20% del salario de esas personas para que pudiese llegar al 100%, a pesar de no ser personal propio.

¿Gestionamos con éxito los conflictos internos?

La intención es medir si para la regulación de los conflictos se consigue el compromiso y la colaboración de las partes para integrar los cambios o poner los límites que demandan. Los conflictos se regulan con éxito cuando a partir de su afrontamiento se generan cambios y/o aprendizajes.

Alimentar el cambio se dedica a acompañar comedores escolares en su transición desde comedores convencionales hacia comedores ecológicos y saludables. Esto consiste en apostar por materias primas de producción ecológica, de temporada y de cercanía, por reducir los productos de origen animal —carne, pescado y huevos, fundamentalmente—, y por minimizar la producción de residuos y el desperdicio alimentario. Esta transformación genera múltiples conflictos. Con cocina, porque es un reto cocinar solo con productos de temporada, segundos platos sin productos animales o con materia prima que no llega preparada para echar a la cazuela directamente.

En un contexto de colapso ecosocial, nuestros colectivos deben ser resilientes ante fuertes perturbaciones de nuestro entorno, porque justo eso es lo que se espera del desmoronamiento de nuestro orden social y ecológico

Con el alumnado, porque aumentar el contenido de verduras, que además saben más por ser ecológicas, y que son de temporada —los meses fríos, que son la mayoría en un centro escolar, son el dominio de las coles— no es una buena noticia. Si además se reduce la carne, sobre todo en el segundo plato, los conflictos crecen. Y esto implica también malestares con las familias y con el personal de sala. El éxito de Alimentar el cambio consiste en convertir los conflictos en una oportunidad educativa y trabajar con el conjunto de la comunidad escolar para darle sentido a las transformaciones.

¿Dependemos mayoritariamente de fuentes energéticas realmente renovables?

La intención es medir el grado de autonomía respecto a las fuentes de energía no renovable —petróleo, carbón, gas natural, uranio—, sus derivados y/u otras fuentes lejanas del territorio en el que se inserta el sistema. La energía realmente renovable es la que se obtiene de fuentes naturales virtualmente inagotables —eólica, geotérmica, hidroeléctrica, solar, etc.—, mayoritariamente cerca del lugar de consumo, y con máquinas construidas con materiales y energías también renovables y cercanas.

Lakabe es un pueblo que quedó deshabitado en la década de los 70 y fue okupado en 1980. Desde entonces ha ido avanzando progresivamente en la autonomía energética. En la actualidad es prácticamente autosuficiente gracias a la implementación de un sistema solar fotovoltaico, un aerogenerador y una turbina hidráulica. La combinación de las tres fuentes de energía renovable —solar, eólica e hidráulica— a escala local y autogestionada se adapta a las condiciones ecosistémicas, de tal manera que el uso de la energía solar es más intenso durante los meses de más sol, mientras que en otoño la hidráulica gana peso cuando el arroyo transporta más caudal de agua. Las necesidades energéticas de las casas para la calefacción y la cocina se resuelven con leña del territorio. Para alcanzar la soberanía energética, también se han impulsado acciones para hacer un uso de la energía lo más eficiente posible, como la rehabilitación de las viviendas con criterios bioclimáticos.

¿Está nuestro nivel de consumo material ajustado a la capacidad de reposición del ecosistema en el que nos asentamos?

La intención es medir si el consumo material supera la capacidad de reponerse del ecosistema.

Las siete llaves es un pequeño proyecto extremeño que persigue incrementar la autosuficiencia alimentaria usando solo los recursos que proporciona el entorno en el que se desarrolla, algo cada vez más complicado fruto de la emergencia climática. Además de un intenso trabajo de generación de suelo, de fomento de la biodiversidad y de retención de agua, el camino hacia la autosuficiencia sería imposible sin una apuesta decidida de sus integrantes por la austeridad.

¿Dependemos de técnicas y procedimientos que podemos controlar?

Lo que se quiere medir es el grado de autonomía frente a técnicas y prácticas ajenas, que suelen estar asociadas a tecnologías complejas.

La Lleldiría es un proyecto de producción artesana ligada al sector primario que se guía bajo los principios agroecológicos, de organización cooperativa e identidad local. El proyecto, situado en una cabaña de montaña restaurada de forma comunitaria y sin apenas maquinaria, elabora productos saludables y de alta calidad. Cuenta con una quesería artesanal, cuyo recurso principal es la leche de pasto producida en pequeñas explotaciones ganaderas familiares locales con prácticas tradicionales de gestión y custodia del territorio. También elabora productos fermentados, encurtidos y embutidos, basados en la producción artesana de km0, que promueve el tejido social de apoyo mutuo entre vecinas, así como la recuperación de oficios y saberes tradicionales. Esta recuperación de eco-técnicas del pasado campesino se combina con el uso de nuevas técnicas basadas en energías renovables en la quesería.

¿Resolvemos de forma eficaz y ágil los problemas que nos surgen?

La intención es medir la capacidad de la organización de resolver los problemas sobrevenidos que tiene que ir afrontando.

El Arenero es un proyecto de crianza comunitario articulado alrededor del juego libre, la autogestión y el cuidado. Durante su más de una década de existencia ha tenido que hacer frente a múltiples problemas de largo aliento —como la legalización de un modelo prácticamente inexistente, la consecución y adecuación de varios espacios o el cambio de las personas educadoras de referencia—, pero sobre todo a problemas cotidianos —enfermedad de una familia acompañante, comida que se estropea, conflicto entre peques, familias que no pueden aportar la cuota, no realización de tareas comprometidas, etc.—. Sin una fuerte capacidad, basada en lo colectivo, de hacer frente a estos múltiples problemas, el proyecto habría cerrado hace tiempo.

¿Contamos con mecanismos diversos de protección frente a agresiones externas?

La intención es medir si el colectivo tiene capacidad para protegerse de las agresiones que sufre. Esto requiere al menos de: a) tener la capacidad interna para analizar el contexto y valorar el nivel de riesgo, identificando las principales agresiones y agresores posibles, b) tejer alianzas y redes de apoyo social e institucional a nivel local, regional e internacional; c) dotarse de estrategias de cuidado para hacer frente a los impactos emocionales y psicosociales de potencias agresiones y situaciones de estrés; y d) crear medidas y protocolos de seguridad preventivos y reactivos.

Defender a quien Defiende es una plataforma formada por personas defensoras de derechos humanos, colectivos y organizaciones sociales, institutos universitarios, periodistas y expertas legales, organizada para generar mecanismos de protección frente al contexto de criminalización y represión de la protesta social en el Estado español. La plataforma ha creado un sistema de alerta y respuesta temprana ante casos de violaciones de derechos humanos, y ha desarrollado una diversidad de acciones dirigidas a la protección como el monitoreo y la observación durante manifestaciones, la investigación, visibilización y denuncia, la construcción de alianzas, así como acciones dirigidas a incidir política, social y jurídicamente en la protección efectiva de los derechos civiles y políticos.

¿Son eficaces nuestros mecanismos de protección?

Es difícil evaluar nuestra capacidad de respuesta frente a agresiones futuras, pero podemos intuirla a partir de nuestra capacidad pasada y los mecanismos que hemos ideado.

El movimiento feminista ha mostrado su capacidad para poner en marcha una gran variedad de estrategias y mecanismos de protección frente a las violencias machistas y sexuales, adaptadas a los contextos de cada época. En los años 80 se formaron las Comisiones Antiagresiones, que brindaban acompañamiento a mujeres que habían sufrido violencia. Durante esta época se crearon centros de atención contra la violencia gestionados por el propio movimiento. A finales de los 80 e inicios de los 90 se conformaron los primeros espacios de formación de autodefensa, que fueron la antesala de lo que hoy conocemos como autodefensa feminista. Desde comienzos del siglo XXI, el movimiento empezó a elaborar protocolos antiagresiones frente a la violencia sexual en los espacios de ocio y en las fiestas, que supusieron el inicio de la aparición de los puntos morados en las fiestas populares. Numerosas movilizaciones y campañas a lo largo de estas décadas, como las llevadas a cabo bajo los lemas “Yo sí te creo” o “Se Acabó” han situado la violencia machista en el foco del debate social y político, abriendo camino a cambios legislativos y culturales. La variedad de respuesta frente a las agresiones muestra que el movimiento feminista tiene una alta capacidad de resiliencia ante posibles escenarios futuros.

¿Nuestro proyecto mejora las condiciones para la vida?

La intención es medir en qué grado contribuye a mejorar funciones ecosistémicas como: la polinización, la estabilidad climática, la depuración de aguas, la fertilidad del suelo, la calidad del aire o la capacidad de regeneración de la trama de la vida.Mas Les Vinyes produce alimentos sanos, comparte conocimiento y todo ello mediante prácticas regenerativas del suelo como eje central de todo el proyecto. Este enriquecimiento del suelo permite una regeneración ecosistémica más basta, pues el suelo es una base fundamental de la trama de la vida.

Los ejemplos aquí señalados son solo una pequeña muestra de la gran variedad de proyectos y colectivos existentes en nuestro entorno cercano. El desafío es construir cada vez más organizaciones que cumplan el mayor número posible de criterios de justicia y resiliencia ante los escenarios que ya son una realidad.

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