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Meditar, una de las cosas más sostenibles. Meditación por los bosques del planeta

Por: Pepe Galindo

Meditar bajo los árbolesUna de las cosas más respetuosas con la naturaleza es no hacer nada, a ser posible, ni siquiera pensar. Solo observarse a uno mismo es un ejercicio sano y sostenible. Se puede llamar meditar.

Si vas por la vida corriendo, frena. Si nunca te detienes, detente ahora. Si crees que tú no dañas a la naturaleza, escucha tu mente. Si crees que estás despierto, cierra los ojos un momento.

El escritor Yuval N. Harari descubrió la meditación por casualidad y, tras muchos intentos fracasados, quedó fascinado. En uno de sus libros explica que la meditación no tiene que asociarse a ninguna religión y que, en definitiva, la meditación es cualquier método de observación directa de nuestra propia mente. Es muy útil porque el origen del sufrimiento está en la propia mente. Cuando deseamos que ocurra algo y no ocurre, generamos sufrimiento. Es una reacción de la mente. Es la mente la que provoca el sufrimiento. “Aprender esto es el primer paso para dejar de generar más sufrimiento”. Los humanos somos máquinas de generar sufrimiento, empezando por nosotros mismos, y parar esto es más fácil de lo que pueda parecer.

El místico indio Deepak Chopra dejó escrito: “Actualmente, la felicidad de las personas depende de que otro sea infeliz (por pobreza, explotación, guerra, crimen y división de clases), o bien de que cerremos los ojos ante la fragilidad de la felicidad actual frente a un cambio en el futuro”. Y daba una salida: “Una antigua manera de ser feliz ha llevado al mundo al borde del abismo; una nueva manera de ser feliz puede salvarlo (…). La contribución más importante que puedo hacer para la sanación de nuestro planeta es ser feliz. Al propagar esa felicidad allá donde vaya, suscito una respuesta sanadora. Es fundamental comprender que nada de esto exige hacer algo especial (…). Mientras más intensa sea tu felicidad, mayor será su efecto sanador” (cfr. La receta de la felicidad).

Decía Pablo d’Ors en su Biografía del silencio, que vivimos muy dispersos y que la meditación nos ayuda a recuperar la niñez perdida. Los niños saben vivir el presente, especialmente cuando juegan. Para este sacerdote, uno de los efectos de la meditación es que “no quieres hacer daño a nada ni a nadie porque te das cuenta de que en primera instancia te dañarías a ti mismo”. Meditando aprendemos a ser más indiferentes a nuestros apegos y a nuestras aversiones, eso que nos agrada o nos desagrada. Conseguiremos aceptar mejor la realidad y dejar de manipular lo externo para intentar acomodarlo a nuestros gustos e intereses. Para él, meditar no es dejar la mente sin pensamientos, sino contemplarlos y ver cómo vienen y van mientras tú eres otra cosa. Otras frases sobre la meditación de este último libro son:

  • “Casi todos los frutos de la meditación se perciben fuera de la meditación”. Esos frutos son, por ejemplo, una mayor aceptación de la vida tal cual es, más serenidad y benevolencia, más felicidad, más madurez, “capacidad de asumir las propias responsabilidades”… y también “un superior aprecio a los animales y a la naturaleza”.
  • Cuanto menos somos, más queremos tener. La meditación enseña, en cambio, que cuando no se tiene nada, se dan más oportunidades al ser. Es en la nada donde el ser brilla en todo su esplendor. Por eso, conviene dejar de una vez por todas de desear cosas y de acumularlas; conviene comenzar a abrir los regalos que la vida nos hace para, acto seguido, simplemente disfrutarlos. La meditación apacigua la máquina del deseo y estimula a gozar de lo que se tiene”.
  • “Todo lo que haces a los demás seres y a la naturaleza te lo haces a ti”.
  • “El mejor modo de ayudar a los demás es siendo uno mismo”.
  • “Gracias a la meditación se aprende a no querer ir a ningún lugar distinto a aquel en que se está (…) [y] la verdadera dicha es algo muy simple. (…) No hay que inventar nada, sino recibir lo que la vida ha inventado para nosotros; y luego, eso sí, dárselo a otros. Los grandes maestros son, y no hay aquí excepciones, grandes receptores”.
  • “Más de un ochenta por ciento de nuestra actividad mental —y es probable que me haya quedado corto en esta proporción— es totalmente irrelevante y prescindible, más aún, contraproducente”.

¡Qué razón tiene al decir que el principal de los ídolos del ser humano es el bienestar! Nos obsesionamos por vivir bien, por nuestra comodidad, por huir del sufrimiento… y nos perdemos vivir. “La tristeza y la desgracia están ahí para nuestro crecimiento”, para aprender a no resistirnos a la realidad y ser, así, felices con las cosas como son.

En definitiva, hay muchos motivos para meditar, pero lo mejor es no esperar nada, y dejarse sorprender por el silencio. Si esperas algo concreto, seguramente quedarás defraudado.

Para terminar, recomendamos el libro El puente donde habitan las mariposas en el que Nazareth Castellanos nos empuja a buscar nuestra mejor versión; y también proponemos esta extraña meditación por los bosques. Es extraña porque no se debe meditar “por” nada, ni “para” nada, pero aún así, la transformación sucede:

♥ Nota: Lee otras citas de los grandes personajes aludidos en este artículo (y de otros).

♥ Transcripción de la meditación por los bosques:

Siéntate o túmbate relajadamente… Adopta una postura cómoda, con la espalda recta. Cierra tus ojos suavemente. Visualiza cómo tu cuerpo se relaja empezando por los dedos de los pies… La relajación va subiendo por los tobillos, espinillas, rodillas, muslos, caderas, abdomen, tórax, brazos, manos, cuello, mandíbula inferior… hasta la cabeza completa.

Ahora vamos a iniciar un camino transformador… Imagina que estás en un bosque. Hay una brisa apacible… vas caminando por un sendero y los árboles te transmiten su fuerza, su energía, su paz, su calma… Aumenta ahora tu capacidad de observación. Fija tu atención en un árbol concreto. Examínalo en detalle: su tronco, sus raíces que asoman parcialmente entre la tierra, sus ramas, sus hojas… tal vez sus flores o frutos… ¿No notas algo extraño? Sí, estas sintiendo también su tristeza… y te preguntas por qué.

Te acercas y sientes que está llorando… son lágrimas de resina. No es solo una herida física… es pena por todo lo que sufren los árboles y los bosques.

El lugar sigue siendo tranquilo… Con plena paz, decides contactar con un árbol majestuoso para que te cuente el motivo de su tristeza. Lo miras y sientes una especial conexión con él. No necesitas abrazarlo, pues solo estar junto a él te transmite su calma, pero también su tristeza. Y tú le preguntas… ¿por qué lloras?

Y él contesta muy tranquila y pausadamente:

—Lloro por todo lo que sufren mis hermanos los bosques y mis hermanos los animales. Por todo el mundo el ser humano está arrasando los bosques, talándolos o quemándolos, para hacer campos de cultivo, carreteras, edificios… El ser humano no necesita plantar tanto. Casi toda esa comida la usa para alimentar ganado que, como esclavos, viven encerrados hasta que engordan lo suficiente para morir. También se pierden bosques porque los humanos comen muchos productos procesados con aceite de palma. Se eliminan bosques para plantar palmeras, y desaparece así el hogar de animales tan escasos como el orangután. No es solo eso —sigue diciendo el árbol—, en las ciudades también se maltratan a los árboles: algunos se talan sin pensar en todo lo que aportan a la ciudad, otros se podan en exceso sin pensar en el daño que se le hace al árbol. Las ciudades serían más acogedoras con muchos árboles. Se respiraría mejor, habría menos ruido, más salud…

Un silencio largo suspende la explicación…

El árbol te mira y siente también tu tristeza, pero también intuye que quieres saber más, por lo que continúa hablando:

—Se pierden bosques también para plantar eucaliptos, un cultivo para la industria papelera. En los cultivos se pierde biodiversidad, se pierden muchas especies… Personas que vienen a disfrutar de los bosques, dejan su basura, sus latas, sus plásticos… contaminando así el suelo, los ríos y los mares. También contaminan los cazadores con sus balas y su ruido. Matar a un animal salvaje no es respetar la vida. Es un atentado contra la Naturaleza, salvo que no tengas otra cosa que comer. Los animales no son trofeos para adornar o para presumir. Amigo… también se pierden bosques extrayendo del subsuelo materiales que los humanos quieren: oro, petróleo, minerales…

Te sientes en comunión con ese árbol, y con todo el bosque… Y todo el bosque siente tu compromiso para ayudarles:

  • Decides no comprar más carne, porque ahora sientes el impacto directo en los bosques del mundo.
  • Decides comprar menos cosas, porque para fabricar casi todo se emplea petróleo y minerales. Evitaremos también las cosas con plástico de usar y tirar.
  • Decides no cazar y no comer nada que provenga de la caza.
  • Decides no comprar alimentos con aceite de palma o sus derivados.
  • Decides gastar menos productos de papel, incluyendo cosas como papel higiénico.
  • Decides defender los árboles en las ciudades y pedir que se planten más.
  • Decides entender que casi todo lo que hacemos influye en los bosques y en los árboles, cercanos o lejanos.

El bosque ha entendido tu compromiso y deja de llorar… Empieza a sonreír. Lo sientes y tú también dibujas una suave sonrisa mientras te despides.

Abre los ojos lentamente, cuando te parezca bien… Siente en tu corazón una transformación especial que no tienes que explicar ni definir. Algo ha cambiado. Tú has cambiado y te sientes bien con el cambio. Te sientes más fuerte, con más energía y con más motivación para llevar una vida feliz y respetuosa con los bosques y con los animales.

♣ Más sobre bosques y árboles:

  1. Bosques, siempre sorprendentes.
  2. Libro Los árboles te enseñarán a ver el bosque, de Joaquín Araújo (resumen).
  3. Costa Rica, un ejemplo a seguir: renovables, bosques, autobuses eléctricos…
  4. ¿Sabías que los BOSQUES curan? — 4 reportajes cortos que no puedes perderte.
  5. Giono y los Árboles (inspiradora historia).
  6. Breve guía para plantar árboles.
  7. Los árboles nos miran y no nos entienden.
  8. Podar los árboles acorta su vida.
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Los incendios forestales se apagan en las aulas y en los parlamentos

Por: Pepe Galindo

Evitar los incendios forestales es un problema complejo. En España, sabemos que al menos el 80 % de los incendios son provocados por el ser humano (algunas fuentes apuntan a un porcentaje aún mayor, llegando al 95 %). Estos siniestros son desencadenados voluntariamente (por incendiarios) o son fruto de una negligencia. Lo positivo es que todas estas causas se pueden reducir con una buena educación en las aulas. Las carencias en educación ambiental en la juventud de hoy, las sufrirá la humanidad de mañana. Más aún, los políticos que hoy toman malas decisiones ambientales tampoco recibieron una educación basada en el respeto hacia la naturaleza.

El interés en provocar incendios tiene diversas motivaciones. Por ejemplo, para conseguir pastos para la ganadería extensiva, lo cual demuestra que este tipo de explotación animal no es respetuoso con la naturaleza. Otra causa es facilitar terrenos para la caza, una motivación que provoca un menor número de incendios, pero de gran extensión. También hay pirómanos (enfermos mentales) y bomberos (que provocan el fuego para garantizar su trabajo), pero estas últimas causas no son las más relevantes. Entre las causas accidentales encontramos negligencias en los trabajos agropecuarios, tanto con maquinaria como por quemas agrícolas. E incluso, ciertos siniestros han sido provocados por excursionistas que desconocen que está prohibido hacer fuego o barbacoas en determinados lugares o épocas del año.

Dado que los incendios tienen mayoritariamente origen humano, no tiene sentido culpar a que los montes estén sucios (un bulo que se repite sin razonar, como aquel de que el agua de los ríos se tira al mar). Esto es absurdo, por dos motivos básicos:

  1. Un monte natural, con hierbas, arbustos y madera muerta, es un monte sano. La tierra necesita materia orgánica para que haya abono para los árboles vivos. Es un error grave retirar esa materia vegetal para convertirla en basura o en un negocio: combustible (biomasa, pellets, leña). Otra cosa es pastorear en los bosques, lo cual tiene menor impacto.
  2. Los bosques mejor conservados son aquellos en los que los humanos intervienen lo menos posible o aquellos en los que viven tribus ancestrales. Si la ganadería extensiva cuidara bien de los bosques, Galicia y Asturias no serían líderes mundiales en incendios forestales. Para dejarlo claro: en España, las zonas con más incendios forestales coinciden con las zonas con más granjas de ganadería extensiva (véanse estos mapas).

Respecto al primer punto, no vamos a ocultar que tampoco hay acuerdo unánime entre los ecologistas pues, aunque todos compartimos que la agricultura intensiva es peor que la extensiva, organizaciones como Greenpeace son partidarias de fomentar esta segunda como si fuera sostenible cuando en realidad plantea evidentes dudas. Es posible que pretendan evitar males mayores, o incluso, usar la ganadería extensiva como un modelo de transición, pero los estudios científicos apuntan a conclusiones muy claras: por una parte, el pastoreo de ganado no previene los incendios forestales y su eficacia es totalmente insuficiente; por otra, la ciencia nos indica la importancia de reducir todo tipo de alimentos y productos que procedan de los animales.

Los detalles son importantes. Por ejemplo, no es lo mismo mantener rebaños pequeños que puedan pastar en los bosques (cabras u ovejas), que ganado vacuno para el que los ganaderos prefieren montes sin árboles (con más pasto). Sin embargo, en general, en los modelos actuales, ninguno de los dos es realmente sostenible (ni ético con los animales). Tal vez, el pastoreo sería útil si la mayoría de los incendios fueran por causas naturales (rayos, volcanes, meteoritos…), pero resaltemos que esas causas no son las más preocupantes. Como dice Francisco Sánchez, pastorear o limpiar el monte para prevenir un presunto riesgo «es tan disparatado como amputarse una pierna para evitar un esguince».

Medidas que no se están aplicando

Además de la necesaria educación ambiental, hay otras medidas que ayudarían a que el fuego aparezca con menor frecuencia y a que, cuando lo haga, sea menos destructivo. Las siguientes peticiones son urgentes y van dirigidas a los poderes legislativos (parlamentos) y ejecutivos (gobiernos centrales, locales, autonómicos, etc.).

  1. Dedicar más recursos por parte de todas las administraciones para lo siguiente:
    • Reducir los tiempos en detectar el fuego, para comenzar la extinción lo antes posible. Por ejemplo, usando drones y otras técnicas.
    • Mejorar las condiciones laborales de quienes nos protegen frente a estos desastres: bomberos, agentes forestales, guardas forestales, peones forestales, pilotos, etc.
    • Mejorar la investigación para condenar a los culpables. Endurecer las penas apenas tendrá repercusión. Primero, porque el delincuente confía en no ser atrapado. Y segundo, porque solo en el 2 % de los incendios provocados se logra detener al culpable.
    • Establecer controles que eviten los chanchullos para amañar concursos públicos cuando se contratan empresas privadas, una forma de corrupción que, por desgracia, está asentada.
    • Impulsar la implicación de la sociedad civil, tanto en la prevención como en la respuesta a emergencias, canalizando la solidaridad espontánea que surge en estos casos.
    • Lo anterior, unido a campañas de concienciación, sin duda harán bajar la cifra de fuegos iniciados.
  2. Establecer protocolos de coordinación entre los distintos cuerpos y que no se dependa del «voluntariado» de bomberos que actúen sacrificando su tiempo libre. En la actualidad, cada comunidad autónoma en España tiene sus normas y no se coordina con eficacia, lo cual hace que perdamos también dinero y territorio verde.
  3. Tampoco hay protocolos ni mecanismos para coordinar el voluntariado y contratar profesionales. Hay muchas personas bien formadas que quedan paralizadas mientras el monte se quema y mientras se contrata personal sin experiencia ni formación adecuada.
  4. Establecer protocolos para gestionar bien la logística de los incendios forestales: comida del personal, material EPI suficiente, tareas de lavandería, etc. Téngase en cuenta que los trajes de los bomberos se impregnan de sustancias tóxicas que no deberían esparcirse por los hoteles donde se alojen ni en sus propios domicilios.
  5. Aprobar una ley de dotaciones mínimas, para que en cada época del año se sepa cuántos efectivos deben estar operativos de forma obligatoria.
  6. Evitar que alguien saque provecho del monte quemado. No se debe extraer la madera quemada y el territorio debe quedar vetado a todo tipo de aprovechamiento humano: nada de pastar ganado, ni cazar, ni cambios en el uso de los terrenos, ni recalificaciones de ningún tipo (urbanísticas, mineras o de otro tipo). Debemos estar atentos porque algunos ingenieros forestales son expertos en monetizar el bosque y no les interesa el funcionamiento real de la naturaleza.
  7. Prohibir la caza en condiciones de alto riesgo, tales como ante alertas meteorológicas de sequía o calor extremo. Estos son motivos suficientes para prohibir la media veda (caza en verano) además de los otros problemas de la caza.
  8. Establecer protocolos para salvar también a los animales: domésticos, de granja y también salvajes, cuando sea posible.
  9. Prohibir las quemas agrícolas, no solo por el riesgo de incendio, sino por la contaminación y el daño que causan frente a alternativas como el compostaje.
  10. Conseguir que la Política Agraria Común de la Unión Europea (la PAC) deje de favorecer los intereses de las multinacionales de la agroindustria, y pase a fomentar buenas prácticas sostenibles de agroecología.
  11. Educar en las ventajas de la renaturalización (rewilding), una alternativa eficiente, barata y ecológica para aumentar los bosques y las zonas naturales. Deberíamos proteger un mínimo del 50% del planeta para evitar el colapso ambiental.

Algunas de las peticiones anteriores parecen tan elementales que se puede llegar a pensar que ya se están aplicando. Pero no es así. De hecho, son denuncias de los propios bomberos y personas que conocen el problema de primera mano. Si no avanzamos en esto, España arderá cada verano y sufriremos cada vez más los efectos de nuevos desastres climáticos. De hecho, todavía no hemos aprendido las lecciones de la DANA que asoló la Comunidad Valenciana.

Es necesario resaltar que el abandono de campos o incluso de pueblos enteros no es algo inherentemente negativo. Más aún, esto puede tener efectos positivos para el medioambiente. Por supuesto, habrá que prestar atención para minimizar las consecuencias negativas en la población, si se diera el caso.

Para terminar, no debemos olvidar que la crisis climática va a aumentar los llamados fuegos «de sexta generación»: incendios tan grandes que son incontrolables; tan complicados de extinguir que los bomberos solo pueden esperar a que el fuego pierda intensidad para atacarlo. ¿Estamos preparados?

♦ Asuntos relacionados:

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Los incendios forestales se apagan en las aulas y en los parlamentos

Por: Pepe Galindo

Evitar los incendios forestales es un problema complejo. En España, sabemos que al menos el 80 % de los incendios son provocados por el ser humano (algunas fuentes apuntan a un porcentaje aún mayor, llegando al 95 %). Estos siniestros son desencadenados voluntariamente (por incendiarios) o son fruto de una negligencia. Lo positivo es que todas estas causas se pueden reducir con una buena educación en las aulas. Las carencias en educación ambiental en la juventud de hoy, las sufrirá la humanidad de mañana. Más aún, los políticos que hoy toman malas decisiones ambientales tampoco recibieron una educación basada en el respeto hacia la naturaleza.

El interés en provocar incendios tiene diversas motivaciones. Por ejemplo, para conseguir pastos para la ganadería extensiva, lo cual demuestra que este tipo de explotación animal no es respetuoso con la naturaleza. Otra causa es facilitar terrenos para la caza, una motivación que provoca un menor número de incendios, pero de gran extensión. También hay pirómanos (enfermos mentales) y bomberos (que provocan el fuego para garantizar su trabajo), pero estas últimas causas no son las más relevantes. Entre las causas accidentales encontramos negligencias en los trabajos agropecuarios, tanto con maquinaria como por quemas agrícolas. E incluso, ciertos siniestros han sido provocados por excursionistas que desconocen que está prohibido hacer fuego o barbacoas en determinados lugares o épocas del año.

Dado que los incendios tienen mayoritariamente origen humano, no tiene sentido culpar a que los montes estén sucios (un bulo que se repite sin razonar, como aquel de que el agua de los ríos se tira al mar). Esto es absurdo, por dos motivos básicos:

  1. Un monte natural, con hierbas, arbustos y madera muerta, es un monte sano. La tierra necesita materia orgánica para que haya abono para los árboles vivos. Es un error grave retirar esa materia vegetal para convertirla en basura o en un negocio: combustible (biomasa, pellets, leña). Otra cosa es pastorear en los bosques, lo cual tiene menor impacto.
  2. Los bosques mejor conservados son aquellos en los que los humanos intervienen lo menos posible o aquellos en los que viven tribus ancestrales. Si la ganadería extensiva cuidara bien de los bosques, Galicia y Asturias no serían líderes mundiales en incendios forestales. Para dejarlo claro: en España, las zonas con más incendios forestales coinciden con las zonas con más granjas de ganadería extensiva (véanse estos mapas).

Respecto al primer punto, no vamos a ocultar que tampoco hay acuerdo unánime entre los ecologistas pues, aunque todos compartimos que la agricultura intensiva es peor que la extensiva, organizaciones como Greenpeace son partidarias de fomentar esta segunda como si fuera sostenible cuando en realidad plantea evidentes dudas. Es posible que pretendan evitar males mayores, o incluso, usar la ganadería extensiva como un modelo de transición, pero los estudios científicos apuntan a conclusiones muy claras: por una parte, el pastoreo de ganado no previene los incendios forestales y su eficacia es totalmente insuficiente; por otra, la ciencia nos indica la importancia de reducir todo tipo de alimentos y productos que procedan de los animales.

Los detalles son importantes. Por ejemplo, no es lo mismo mantener rebaños pequeños que puedan pastar en los bosques (cabras u ovejas), que ganado vacuno para el que los ganaderos prefieren montes sin árboles (con más pasto). Sin embargo, en general, en los modelos actuales, ninguno de los dos es realmente sostenible (ni ético con los animales). Tal vez, el pastoreo sería útil si la mayoría de los incendios fueran por causas naturales (rayos, volcanes, meteoritos…), pero resaltemos que esas causas no son las más preocupantes. Como dice Francisco Sánchez, pastorear o limpiar el monte para prevenir un presunto riesgo «es tan disparatado como amputarse una pierna para evitar un esguince».

Medidas que no se están aplicando

Además de la necesaria educación ambiental, hay otras medidas que ayudarían a que el fuego aparezca con menor frecuencia y a que, cuando lo haga, sea menos destructivo. Las siguientes peticiones son urgentes y van dirigidas a los poderes legislativos (parlamentos) y ejecutivos (gobiernos centrales, locales, autonómicos, etc.).

  1. Dedicar más recursos por parte de todas las administraciones para lo siguiente:
    • Reducir los tiempos en detectar el fuego, para comenzar la extinción lo antes posible. Por ejemplo, usando drones y otras técnicas.
    • Mejorar las condiciones laborales de quienes nos protegen frente a estos desastres: bomberos, agentes forestales, guardas forestales, peones forestales, pilotos, etc.
    • Mejorar la investigación para condenar a los culpables. Endurecer las penas apenas tendrá repercusión. Primero, porque el delincuente confía en no ser atrapado. Y segundo, porque solo en el 2 % de los incendios provocados se logra detener al culpable.
    • Establecer controles que eviten los chanchullos para amañar concursos públicos cuando se contratan empresas privadas, una forma de corrupción que, por desgracia, está asentada.
    • Impulsar la implicación de la sociedad civil, tanto en la prevención como en la respuesta a emergencias, canalizando la solidaridad espontánea que surge en estos casos.
    • Lo anterior, unido a campañas de concienciación, sin duda harán bajar la cifra de fuegos iniciados.
  2. Establecer protocolos de coordinación entre los distintos cuerpos y que no se dependa del “voluntariado” de bomberos que actúen sacrificando su tiempo libre. En la actualidad, cada comunidad autónoma en España tiene sus normas y no se coordina con eficacia, lo cual hace que perdamos también dinero y territorio verde.
  3. Tampoco hay protocolos ni mecanismos para coordinar el voluntariado y contratar profesionales. Hay muchas personas bien formadas que quedan paralizadas mientras el monte se quema y mientras se contrata personal sin experiencia ni formación adecuada.
  4. Establecer protocolos para gestionar bien la logística de los incendios forestales: comida del personal, material EPI suficiente, tareas de lavandería, etc. Téngase en cuenta que los trajes de los bomberos se impregnan de sustancias tóxicas que no deberían esparcirse por los hoteles donde se alojen ni en sus propios domicilios.
  5. Aprobar una ley de dotaciones mínimas, para que en cada época del año se sepa cuántos efectivos deben estar operativos de forma obligatoria.
  6. Evitar que alguien saque provecho del monte quemado. No se debe extraer la madera quemada y el territorio debe quedar vetado a todo tipo de aprovechamiento humano: nada de pastar ganado, ni cazar, ni cambios en el uso de los terrenos, ni recalificaciones de ningún tipo (urbanísticas, mineras o de otro tipo). Debemos estar atentos porque algunos ingenieros forestales son expertos en monetizar el bosque y no les interesa el funcionamiento real de la naturaleza.
  7. Prohibir la caza en condiciones de alto riesgo, tales como ante alertas meteorológicas de sequía o calor extremo. Estos son motivos suficientes para prohibir la media veda (caza en verano) además de los otros problemas de la caza.
  8. Establecer protocolos para salvar también a los animales: domésticos, de granja y también salvajes, cuando sea posible.
  9. Prohibir las quemas agrícolas, no solo por el riesgo de incendio, sino por la contaminación y el daño que causan frente a alternativas como el compostaje.
  10. Conseguir que la Política Agraria Común de la Unión Europea (la PAC) deje de favorecer los intereses de las multinacionales de la agroindustria, y pase a fomentar buenas prácticas sostenibles de agroecología.
  11. Educar en las ventajas de la renaturalización (rewilding), una alternativa eficiente, barata y ecológica para aumentar los bosques y las zonas naturales. Deberíamos proteger un mínimo del 50% del planeta para evitar el colapso ambiental.

Algunas de las peticiones anteriores parecen tan elementales que se puede llegar a pensar que ya se están aplicando. Pero no es así. De hecho, son denuncias de los propios bomberos y personas que conocen el problema de primera mano. Si no avanzamos en esto, España arderá cada verano y sufriremos cada vez más los efectos de nuevos desastres climáticos. De hecho, todavía no hemos aprendido las lecciones de la DANA que asoló la Comunidad Valenciana.

Es necesario resaltar que el abandono de campos o incluso de pueblos enteros no es algo inherentemente negativo. Más aún, esto puede tener efectos positivos para el medioambiente. Por supuesto, habrá que prestar atención para minimizar las consecuencias negativas en la población, si se diera el caso.

Para terminar, no debemos olvidar que la crisis climática va a aumentar los llamados fuegos «de sexta generación»: incendios tan grandes que son incontrolables; tan complicados de extinguir que los bomberos solo pueden esperar a que el fuego pierda intensidad para atacarlo. ¿Estamos preparados?

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1594. El secreto

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Tira cómica sobre los misterios de otoño.

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