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Muere Susan Brownmiller, la precursora de los centros de atención a víctimas de violación

Por: Ernesto

Susan Brownmiller, la activista feminista estadounidense que habló de la violación como el instrumento sistemático de control y poder masculino sobre las mujeres, ha muerto a los 90 años en un hospital de Nueva York. Sus reflexiones a este respecto la convirtieron en la década de los 70 en la precursora de un nuevo lenguaje para hablar de la violencia sexual que ha llegado nuestros días.

Aquellas tesis disruptivas y atípicas para sectores conservadores de la sociedad de la época fueron la base de su libro ‘Against Our Will: Men, Women, and Rape’ (Contra nuestra voluntad: hombres, mujeres y violación), publicado en 1975.

En él, Brownmiller plasmó una definición de la violación como una cuestión política y social, y no solo legal o individual, y colocó la violencia sexual en el centro del discurso feminista de la segunda ola. Con ello, contribuyó a importantes reformas legislativas en EE.UU., incluyendo la penalización de la violación dentro del matrimonio.

La neoyorquina está reconocida como una de las intelectuales feministas más influyentes de su tiempo y su obra está incluida en la Biblioteca Pública de Nueva York entre los 100 libros más importantes del siglo XX.

Un legado que cambió el feminismo

La influencia de Brownmiller, apellido que adoptó como seudónimo en los años 60, es incontestable y perdura tanto en el activismo feminista como en el desarrollo de los estudios de género, además de en la legislación sobre violencia sexual actual.

Como cofundadora del colectivo Women Against Pornography en los años setenta, defendió una crítica feminista a la representación degradante de las mujeres en los medios. No obstante, nunca apoyó la censura. Una visión que está cobrando fuerza en la cuarta ola del feminismo vigente en la última década.

Susan Brownmiller no se casó ni tuvo hijos. En varias entrevistas señaló que fue una decisión consciente en el contexto contracultural y feminista de su época. Fue nombrada ‘Mujer del Año’ por la revista Time en 1975, y su legado es ampliamente reconocido en el feminismo contemporáneo. Gracias a él se establecieron centros de ayuda y atención para las víctimas de violación.

Susan Brownmiller nació el 15 de febrero de 1935 en el barrio neoyorkino de Brooklyn. Su andadura periodística le llevó a medios como el ABC NewsNewsweek y The Village Voice. Además, se involucró activamente en el movimiento por los derechos civiles y en las protestas contra la guerra de Vietnam durante los años sesenta.

Además, es autora de varios ensayos como Femininity (1984); Waverly Place(1989), una novela basada en un caso real de asesinato infantil; In Our Time: Memoir of a Revolution (1999), una autobiografía sobre el movimiento feminista, o My City High Rise Garden (2017), sobre su experiencia cultivando un jardín en un rascacielos de Nueva York.


Fuente: https://noticiasparamunicipios.com/ellas/muere-susan-brownmiller-la-precursora-de-los-centros-de-atencion-a-victimas-de-violacion/

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Diez años de Ni Una Menos, hora de “recomponer las redes”

Por: Ernesto

Chiara Páez tenía 14 años cuando el 10 de mayo de 2015 su novio la mató a golpes y la enterró en el patio de la casa de su abuelo, en Rufino, provincia de Santa Fe, Argentina. El asesinato de Chiara, embarazada de dos meses, empujó a las 20.000 personas del pueblo a manifestarse y pedir justicia. La asociación civil La Casa del Encuentro llevaba registrados 140 femicidios solo en los primeros meses de aquel año. Sus estadísticas también mostraban que entre 2008 y 2015 habían sido asesinadas 1808 mujeres en todo el país.

“¿No vamos a levantar la voz? Nos están matando”, tuiteó entonces la periodista Marcela Ojeda. Fue el germen de una marcha que comenzó a gestarse entre un grupo de comunicadoras, que convocó a manifestarse contra la violencia machista bajo la consigna “Ni Una Menos”.

Se eligió que fuera el 3 de junio, un miércoles, frente al Congreso de la Nación. “Si no marchamos juntas nos matan por separado”, decían los carteles. Aquella tarde hubo 150.000 personas en la plaza más céntrica de Buenos Aires, y miles más en otras cien plazas de todo el país. El reclamo principal: que se cumpliera la ley número 26.485 de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, sancionada en 2009.

Rodeada de una multitud estaba Verónica, la mamá de Chiara, y su tía, y su tío. Romina, la hermana mayor, había quedado en Rufino, donde las calles desbordaron de gente como nunca antes en la historia del pueblo.

“Hace diez años yo estaba muy encerrada en el dolor, en el enojo, pero el grito de Ni Una Menos fue algo muy importante en medio de los pensamientos. Fue muy emotivo escuchar el nombre de Chiara, y que además de acompañarnos a nosotros era un grito que nos unía a todos los que queríamos decir ¡basta! -recuerda Romina-. Me sentí muy atravesada, fueron tiempos muy difíciles. Pero también pudimos empatizar con el dolor de otros familiares que se nos acercaron y que habían atravesado situaciones similares, nos ayudó a reconvertir todo este dolor en lucha, y pensar que todo lo que había pasado con Chiara nos llevaba a una lucha en común. El primer Ni Una Menos fue una mezcla de sentimientos de dolor y esperanza”.

Luci Cavallero es socióloga e investigadora en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Tiene una maestría en Estudios Interdisciplinarios de la Subjetividad es docente en la Maestría de Géneros en la Universidad Nacional Tres de Febrero, coautora del libro Una lectura feminista de la deuda y forma parte del colectivo Ni Una Menos.

“Ni Una Menos nació como un grito colectivo para hacer visible un problema que no tenía visibilidad pública ni estaba tomado con la seriedad necesaria por las políticas públicas: los femicidios como expresión máxima de violencia por razones de género. Fue una manifestación que surgió en redes sociales y que después se transformó en un movimiento estructurado en asambleas y marchas y manifestaciones que fueron complejizando los diagnósticos de las violencias por razones de género”, explica.

Y sigue: “Ni Una Menos es un proceso de sensibilización de la sociedad quecambia los umbrales de tolerancia con respecto a las violencias, que produce desplazamientos subjetivos de las mujeres en todos los ámbitos, pero también transforma a los varones. Y más allá del proceso de destrucción que estamos atravesando en este momento, este proceso sigue presente y latente”.

La destrucción

Tras el MeToo mundial que generó una oleada de denuncias por acoso y abuso, en 2018 comenzó en Argentina el debate por el aborto legal, una discusión que puso al feminismo en primer plano. Y se sumaron las pibas. La marea verde fue la consecuencia de un trabajo de décadas, una marea en la que se encontraron abuelas, hijas y nietas que se unieron para exigir, y se hicieron escuchar. En 2019 se creó el Ministerio de Mujeres Géneros y Diversidad y en 2020, en medio de una epidemia mundial, se aprobó la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo.

Por entonces Javier Milei era un economista excéntrico que se paseaba por canales de televisión repartiendo frases rimbombantes y protagonizando shows bizarros, como golpear con un palo una maqueta del Ministerio de las Mujeres y prometer que cuando fuera presidente lo tiraría abajo. Fue lo primero que hizo al asumir, en diciembre de 2023.

El Gobierno autodenominado libertario pasó “el tema género” al Ministerio de Justicia. El funcionario al frente de la cartera, Mariano Cúneo Libarona, aseguró que “el género era un tema primordial”. Enseguida le tiraron de las orejas. Desde el propio área de comunicación del Ministerio salieron a decir que el Gobierno no iba a tener políticas de género: “La violencia no tiene género”, fue el mensaje.

Ante el anuncio del vaciamiento, la Comisión de Mujeres y Diversidad de la Cámara de Diputados citó al ministro Cúneo Libarona. El funcionario hizo una polémica presentación contra de la diversidad, negó la violencia contra las mujeres e insistió con las “denuncias falsas que hacen para vengarse”. Aseguró que “el género se acabó”, y que el eje sería “la familia tradicional y cristiana”. También dijo que rechazaban la diversidad de identidades sexuales que “no se alinean con la biología”. Sus dichos generaron masivos repudios, que incluyeron el pedido de juicio político y hasta su renuncia. El Gobierno lo respaldó.

El programa más importante del Ministerio de Mujeres fue Acompañar, que había asistido a 352.000 mujeres en situación de violencia de género. Se les dio, durante seis meses, un salario mínimo para lograr cierta autonomía económica que les permitiera salir de relaciones abusivas. Solo en la ciudad de Buenos Aires se realizan 10.000 denuncias anuales por violencia de género. Según la Corte Suprema de Justicia, hay un promedio de 250 femicidios por año en el país, que suman 2.500 en la última década, y que han dejado más de 3.000 niñas y niños huérfanos.

La provocación

El 8 de marzo de 2024, en el primer Día de la Mujer como gobierno, el Ejecutivo de Milei cambió el nombre al Salón de las Mujeres de la Casa Rosada y lo rebautizaron Salón de los Próceres. Sacaron las fotos de heroínas como Alicia Moreau de Justo, Alfonsina Storni, Juana Azurduy, Victoria Ocampo y Mercedes Sosa para reemplazarlas por cuadros de varones comoCarlos Menem y Julio Argentino Roca. El 8 de marzo de este año el Gobierno volvió a provocar a las mujeres: difundió un video en el que aseguraban que “solo en 2023 se gastaron en género cuatro billones de pesos, que superó al gasto en Defensa o Seguridad en ese año y fue diez veces superior al presupuesto del Poder Judicial”.

“El presupuesto del ex Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad fue mucho menor. En 2023 gastó $172.000 millones [de pesos]. Representó 0,21 por ciento del gasto total del Estado, muy por debajo de áreas como Defensa (3,38 por ciento) y Seguridad (2,2 por ciento)”, respondió el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA).

“El dinero se destinó a burocracia, oficinas de lujo y políticas simbólicas que no ayudaron a reducir la violencia”, decía también el video libertario. “Los fondos se usaron para programas muy concretos”, aseguraron desde ELA citando la Línea 144 de atención para víctimas, el programa Acompañar y los centros de protección de todo el país que daban refugio, asistencia legal y psicológica.

“Hemos conseguido bajar los homicidios aplicando una sola política: el que las hace, las paga. Fuimos en contra de todos los delincuentes, y las mujeres fueron las más beneficiadas”, asegura otro pasaje del video. La Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema asegura que solo en enero de 2025 la denuncias aumentaron un ocho por ciento con respecto al año anterior. En los primeros cuatro meses de 2025 hubo 96 víctimas de violencia de género.

A pocos días de un nuevo 3 de junio, el Gobierno ha salido con otra provocación: “Eliminamos 13 programas ideológicos creados por el kirchnerismo, que eran financiados por todos los argentinos. Entre ellos se encuentra el insólito ‘MenstruAR’”, escribió en sus redes el ministro Cúneo Libarona.

Y detalló: “Los 13 programas que eliminamos son: 1. Menstruar. 2. Promotoras y promotores territoriales de género y diversidad. 3. Fortalecimiento de las organizaciones sociales de género y diversidad. 4. Escuelas populares de formación en género y diversidad ‘Macachas y Remedios’. 5. Perspectiva de género e igualdad en la diversidad en el desarrollo rural ‘Sembrar Igualdad’. 6. Acceso a derechos para personas travestis, transexuales y transgénero. 7. Dispositivos territoriales de protección integral de personas en contexto de violencia por motivos de género. 8. Participación social y ciudadana en materia de género y diversidad. 9. Igualdad de géneros en el trabajo, el empleo y la producción ‘Igualar’. 10. Apoyo urgente y la asistencia integral inmediata ante casos de violencias extremas por motivos de género. 11. Capacitación en perspectiva de género y diversidad para el sector privado ‘Formar Igualdad’. 12. Producir. 13. Generar”.

“Eliminar este despilfarro le ahorrará 6.000 millones de pesos por año a los argentinos”, concluyó el funcionario. Varias organizaciones, entre ellas ELA y Amnistía Internacional, ha salido a cuestionarlo.

“La discusión sobre el margen para asistir a las víctimas de violencia no puede quedar desvinculada de las decisiones que un Estado puede adoptar para distribuir los recursos disponibles. Por ejemplo, si tomamos en cuenta los miles de millones de pesos que el Estado dejó de recaudar del impuesto a las ganancias a magistrados/as y funcionarios/as de los Poderes Judiciales nacional y provinciales (en 2023 esta exención fue de 285.728 millones de pesos en valores nominales), vemos que equivale a 4,2 veces lo que costó el programa Acompañar (67.755 millones de pesos, también en valores nominales)”, aseguraron desde la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ).

“La eliminación sin reemplazo vulnera obligaciones claras del Estado argentino en materia de derechos humanos, establecidas en tratados internacionales con jerarquía constitucional. También ignora las advertencias de organismos internacionales, que alertan que negar la violencia de género o desfinanciar las políticas que la abordan debilita seriamente la legitimidad institucional y la respuesta pública frente a una problemática de altísima importancia”, agregaron.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) publicó el Informe Anual 2024 sobre la situación de los derechos humanos en la región. Su análisis sobre Argentina es malo: “En cuanto a los derechos humanos de las mujeres, la reestructuración de la Administración Pública iniciada en diciembre 2023 ha afectado seriamente la institucionalidad y políticas de protección a sus derechos. En particular, tras la eliminación de la Subsecretaría de Protección Contra la Violencia de Género que concretó el cierre del Ministerio de Mujeres Géneros y Diversidad. Por primera vez en 40 años, el país no cuenta con un organismo rector encargado del diseño y ejecución de políticas dirigidas a prevenir y erradicar la violencia de género”.

La resistencia

“El Gobierno libertario está desarrollando actualmente un ataque sistemático sobre los derechos de las mujeres en nuestro país, no solamente con el desmantelamiento de casi todas las medidas públicas con perspectivas de género que había en el Estado, sino también con discursos de odio. Se usan los cargos máximos del Estado Nacional para promover el odio, para desinhibir una violencia social sobre determinadas poblaciones, entre ellas las mujeres, la población LGBTIQ+. Por otro lado, tiene una política de ajuste muy fuerte que provoca una precarización acelerada en la vida de las mujeres, que tienen muchísimas menos oportunidades para salir de las violencias, con salarios congelados, subsidios y programas sociales eliminados”, asegura Cavallero.

Y concluye: “Nuestro trabajo ahora es recomponer las redes, apostar a las tramas colectivas, la recomposición del tejido social, la prevención de la violencia entre pares y seguir sosteniendo los procesos de organización y movilización”.

A Romina aún se le quiebra la voz al hablar de su hermana: “Hoy en día, a diez años, recuerdo a Chiara con el mismo amor y más, y a veces me agarra el mismo dolor y la misma rabia. Hemos avanzado en varias cosas y tenemos más leyes, aunque ahora vivimos tiempos muy complejos, especialmente las mujeres. Todavía sigue habiendo muertes, pibas desaparecidas, madres que buscan justicia, pero hay que enfocarse en la fuerza de organizarnos, de luchar, que no se ha detenido y que no haya vuelta atrás, que no haya retroceso de los derechos. Lo que falta conseguir lo vamos a conseguir entre todas más allá de las diferencias. Y hoy más que nunca mi hermana Chiara va a estar presente en cada lucha, en cada movilización y en cada una de nosotras”.


Fuente: https://www.pikaramagazine.com/2025/06/diez-anos-de-ni-una-menos-hora-de-recomponer-las-redes/

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No es el Pelicot catalán, se llama Teófilo Lapeña

Por: Ernesto

Es un electricista español que vive en Cataluña. Se llama Teófilo Lapeña.

Foto de Teófilo Lapeña Fte: @jgalbalat

Es el último caso de agresión y violación sobre las mujeres que ha saltado a la prensa. En este caso la víctima era además una niña, pero siempre late la misma socialización violenta, agresiva, machista y criminal detrás. No es otro caso Pelicot, no es excepcional, no es algo aberrante, es una normalidad lacerante. Pasa entre extraños, pero sobre todo pasa en las familias, con los padres, hermanos, tíos, amigos. Abramos los ojos y no miremos esa realidad como casos aislados, raros y monstruosos. 

La lectura del auto de la Fiscalía en el que Teófilo Lapeña usaba a una niña de 12 años como cebo para atraer a otros hombres para que la violaran es peor que cualquier novela de terror. Entre los más de 20 encausados por haber participado de estas violaciones a la niña había hombres de 19 a 50 años, entre ellos había italianos, españoles, pakistaníes o latinoamericanos. Lo que les unía era la necesidad de agredir, de violar, de humillar, de someter a una niña de 12 años. Eran hombres con una pulsión primitiva, violenta y aprendida en la que se sienten realizados haciendo de la mujer un objeto que solo vive para su sometimiento absoluto. 

Los hombres tenemos que hablar de esto, hablar entre nosotros, hablar de estos casos, pero no como una cosa monstruosa que se produce en el averno, en la marginalidad, en mentes enfermas, sino hablar de ello como el fruto decadente y degradado de una manera de socializar aprendida, que nace en nuestra manera de relacionarnos entre nosotros y con las mujeres. Una representación abusiva de unos procesos aprendidos desde que somos pequeños en los que mostrarse sensible era sinónimo de debilidad, en los que la única manera de presentarnos como fuertes y poderosos era a través del sometimiento, de la cacería, de la mujer como trofeo. El miedo a quedar excluidos nos enseñó una manera de ganar rédito entre similares que implicaba tratar a las mujeres como un objeto, como una pieza de exposición, como un ser inerte que solo estaba entre nosotros para ganar respetabilidad entre los hombres. 

La masculinidad aprendida ha sido también un espacio de esclavitud para nosotros del que escapar. Un cepo que nos hacía infelices por estar constantemente sometidos a unos roles con los que no nos encontrábamos cómodos y que nos han provocado dolor emocional y psicológico. Nos enseñaron a no hablar de emociones, a no mostrar vulnerabilidad, a pensar que las lágrimas y la empatía eran patrimonio de las mujeres y que nuestro valor estaba en la fuerza, el hieratismo y la capacidad por mantener nuestras emociones reprimidas por temor a que se vieran como síntoma de debilidad ante nuestros semejantes. Ese cepo ha sido una condena para las mujeres que nos rodeaban, porque al no ser capaces de liberarnos han generado dolor en ellas al impedirnos tratarlas como a iguales y comprender que la emocionalidad es tan solo un síntoma de humanidad. 

Son innumerables las mujeres que han alzado la voz para intentar sanar como un grito de liberación sus casos de abusos, agresiones y los miedos que han vivido a lo largo de su vida desde que eran niñas. No lo han hecho para que nosotros nos demos cuenta, sino para narrar sus heridas, pero están ahí, para que nosotros los leamos, lo escuchemos y aprendamos que sin haber cometido jamás una aberración como las de Teófilo Lapeña o Pelicot hemos sido enseñados de una manera que les dolía y que en última instancia ha provocado esas vidas tristes de tantas mujeres. Está en sus libros, lo han contado Neige Sinno, Laura C.Vela, Aurora Freijo, Maggie O´ Farrel, Delphine de Vigan, Elena Garro o Elena Ferrante, entre muchas otras. Pero no hace falta leer, pregunten a las mujeres que tienen en su familia, a sus amigas. Siempre habrá una historia de abusos y es preciso que hablemos entre nosotros para ponerle fin. Porque es de los nuestros el que viola, un simple hombre, el agresor puede que esté cerca.


Fuente: https://www.eldiario.es/opinion/zona-critica/no-pelicot-catalan-llama-teofilo-lapena_129_12307790.html

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