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‘Belén’: “Esta historia es el fuego de todas”

Por: Paloma Navarro

La película argentina está basada en un hecho real: una mujer fue presa por un aborto espontáneo. La actriz Dolores Fonzi la retoma y cuenta cómo un nombre anónimo se volvió bandera de una lucha que todavía incomoda al poder.

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‘Buscando a Pedro Baigorri’, cocinero y guerrillero

Por: Manuel Ligero

Hay personas que viven vidas «de película». Una de ellas es, sin duda, Pedro Baigorri, un hombre que cocinó para Franco, participó en los movimientos revolucionarios de su tiempo y acabó siendo asesinado en una emboscada en la selva colombiana. El periodista y cineasta Unai Aranzadi presenta ahora un documental sobre su azarosa vida: Buscando a Pedro Baigorri. El estreno tendrá lugar mañana, en el cine Maldà de Barcelona, dentro del marco del XXII Festival de Cine y Derechos Humanos.

«La película habla del sentido de la lucha, de la clandestinidad y de las raíces, en muchos casos, cristianas de eso de sacrificarse cual “Cristo con un fusil al hombro”, que diría Kapuscinski», explica su director. Aranzadi ha dedicado a esta historia casi 20 años de investigación que le han llevado a Cuba, Francia, Venezuela, España, México, Suecia y Colombia tras la pista de Baigorri.

Todo empezó en Navarra, en la década de 1950. Baigorri era hijo de guardia civil y se crió en diferentes casas cuartel hasta que, gracias a sus dotes de cocinero, fue contratado en el Hotel María Cristina de San Sebastián. Trabajando allí, fue llevado al buque Azor para cocinar para el mismísimo Francisco Franco. Aunque políticamente hablando no podía estar más alejado del dictador. Tanto, que en 1959 se marcharía a Francia para eludir el servicio militar obligatorio.

En la capital francesa comienza su etapa guerrillera, en las filas del Frente de Liberación Nacional argelino. Luego se traslada a la meca revolucionaria de la época: Cuba. Allí trabó amistad con los hermanos Castro y con el Che Guevara. Tras unos años de trabajo en la isla, hace un curso de guerrillas y es enviado a Colombia. En ese país todos sus proyectos revolucionarios fracasan y, finalmente, es asesinado en 1972 a manos del Ejército colombiano. En la trampa que le tendieron cayeron otros tres compañeros de armas, pero uno sobrevivió. Unai Aranzadi consiguió entrevistarlo antes de su muerte.

Por su documental desfilan varias personas que conocieron y trabajaron junto a Baigorri, como su paisano Lucio Urtubia (célebre anarquista exiliado como él en París), el escritor y guerrillero Alfredo Molano o el fotógrafo mexicano Rodrigo Moya (cuya hermana fue pareja de Baigorri).

Recomponer la historia del chef y revolucionario navarro ha sido una tarea muy ardua. Tras su martirio en Colombia se perdió toda pista de él, hasta el punto de que no se sabía muy bien si se trataba de una leyenda o era un personaje real. Pero era muy real. El primero que empezó a tirar del hilo fue Fermin Munarriz, periodista de Gara que en 2005 se propuso rastrear sus huellas a la manera tradicional: agarró la guía telefónica y empezó a llamar a todos los Baigorris navarros hasta que dio con su hermano Pablo, compositor de textos en la rotativa del Diario de Navarra durante más de 40 años. Gracias a él, la historia de Baigorri empezó a tomar forma.

Pedro Baigorri
Pablo Baigorri muestra una foto de su hermano mayor en sus últimos años de vida. UNAI ARANZADI

El documental será presentado mañana al público por el propio director, que se refiere a su obra como algo concienzudo y artesanal, «hecho con pocos medios, pero con mucho fondo». Aranzadi, reportero de guerra y colaborador habitual de La Marea, ha recibido premios en festivales de cine de Houston, México, Italia, Barcelona o Bahía entre otros. En la presentación de su nueva película le acompañarán los hermanos y sobrinos de Baigorri.


‘Buscando a Pedro Baigorri’ se estrena mañana, 6 de diciembre, en el Cinema Maldà de Barcelona, a las 18.00 horas.

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Cine y música: "Honkytonk Man"

Por: Discos Ruidosos

 

Honkytonk Man

Jueves 4 de diciembre, 20:30 h 

Filmoteca Albacete

Entradas: general 3€ / reducida 2,50€ 

 


Proyección de Honkytonk Man (El aventurero de medianoche), película dirigida y protagonizada por Clint Eastwood.

Red Stovall (Clint Eastwood) es un cantante de country alcohólico que se gana la vida cantando en bares cutres y miserables. Su gran sueño es llegar a tocar en el legendario programa Grand Ole Opry. Así emprende un emotivo viaje con su sobrino (Kyle Eastwood) que lo lleva desde Oklahoma a Nashville, donde le han concedido una audición.

 

 

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Albinaren gomendioak: ‘A Wong Foo, ¡Gracias por todo! Julie Newmar’

Por: Albina Stardust

Ikusi duzue ‘A Wong Foo, ¡Gracias por todo! Julie Newmar’ pelikula?

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Un ‘Frankenstein’ sin sombras

Por: Manuel Ligero

Hay algo terriblemente incómodo en la reciente versión de Frankenstein dirigida por Guillermo del Toro, y no es precisamente el hecho que tanto ha dado que hablar: que el monstruo sea guapo y tenga las facciones de Jacob Elordi. Eso, podría decirse, es una legítima apuesta artística que, bien mirada, tiene incluso algo de sugestivo. No, no es eso. Lo que molesta en la versión de Del Toro es el hecho de haber renunciado a las sombras. Pero vamos a explicarnos.

En el cine actual todo se ve estupendamente. Cada detalle del decorado (o del fondo generado por ordenador) está perfectamente iluminado y contrastado. Todo brilla, a veces con una intensidad cegadora, lo que propicia que todas las películas acaben pareciéndose a un videojuego. Ya no se filma en aquel viejo y delicado celuloide que había que manejar con manos expertas para no quemarlo ni dejarlo en penumbras. Iluminar bien, en su justa medida, contribuyendo al espíritu de la historia que se quería contar, era un arte delicadísimo que fue desarrollado durante siglos por los maestros de la pintura y que heredaron los pioneros de la fotografía y del cine.

El manejo de la luz, tan sutil entonces, tan difícil en el cine por tratarse éste, esencialmente, de un proceso químico, es bastante grosero hoy en día. Grosero por su abundancia y, sobre todo, por su uniformidad: todas las iluminaciones pasan por los mismos procesos informáticos para ser corregidas e igualadas. Todas las luces son idénticas, sobre todo en las grandes producciones. Son iguales en cantidad (siempre demasiada) y en calidad (ya no hay matices). Todo tiene que ser perfecto, entendiendo por perfección esa nitidez extrema que los malos fotógrafos buscan siempre en sus fotos, confiando en el mejor objetivo y en el mejor sensor electrónico de la mejor cámara del mercado. ¿Resultado? Una ordinariez. Superdefinida, pero ordinariez al fin y al cabo. Ya lo dijo Henri Cartier-Bresson: «La nitidez es un concepto burgués».

No le pedimos al Frankenstein de Guillermo del Toro una iluminación como la de Barry Lyndon –porque eso sería como pedirle a cualquiera que agarrara un boli que escribiera Guerra y paz–, pero sí un poco más de naturalidad y un poco menos de esa perfección mal entendida, y también un poco menos de convencionalismo. En la actualidad hay un etalonaje, convencional hasta la náusea, que consiste en iluminar con tonos naranjas los interiores y con tonos azules los exteriores para contraponer la calidez del hogar a la frialdad de la intemperie. Y todo con ese brilli-brilli digital que, por repetitivo y anodino, se ha vuelto absolutamente insoportable. Esta ramplonería recorre el Frankenstein de Del Toro de principio a fin. Y aun así, no es lo peor de la película. Lo peor, repetimos, es que ha renunciado a las sombras.

¿Se imaginan a alguien diciéndole a Caravaggio: «Miguel Ángel, coño, mete un foco ahí detrás, que no se ve»? Pues eso, que era el gran defecto de la televisión en sus primeros años, y que no era voluntario sino que estaba motivado por limitaciones técnicas, es lo que ahora se ve habitualmente en las producciones de Hollywood. Ese hecho de querer iluminarlo todo tiene en este Frankenstein una vocación jactanciosa. Es como poner un neón parpadeante que diga: «No te pierdas ni un detalle de este gótico y fastuoso diseño de producción». Un subrayado (vulgar, como todos los subrayados en el cine) que afecta directamente al corazón narrativo de esta historia: la falta de sombras elimina cualquier posibilidad de terror, incluso de misterio.

Frankenstein
Oscar Isaac interpreta al doctor Victor Frankenstein en la versión de Guillermo del Toro. KEN WORONER / NETFLIX

Como ya se explicaba en Cautivos del mal (1952), si el monstruo no se ve da más miedo. Todo el mundo conoce la anécdota de Tiburón (1975): un fallo mecánico hizo imposible que hubiera planos demasiado explícitos del escualo, lo que contribuyó a que fuera más aterrador. Si apartas la cámara en el momento álgido de una escena especialmente violenta –como hace Tarantino en el célebre rebanamiento de oreja de Reservoir dogs (1992)–, el impacto sobre la audiencia se multiplica, porque lo que pueda poner ahí la imaginación del espectador será siempre muchísimo peor que lo que pueda ser percibido por el ojo. Una vez visto, el terror queda acotado y empieza a ser manejable. Ejemplos hay muchos, pero, en este caso, ninguno más oportuno que el que nos brinda la propia Mary Shelley en la novela original: allí apenas hay descripciones del monstruo. «Es tan verdaderamente espantoso, es tan horrible —como explicaba el catedrático Antonio Ballesteros González— que no tiene descripción posible». Por eso «los contemporáneos de Shelley leyeron esta obra con profundo terror, y así lo demuestran las reseñas que se hicieron en aquel tiempo». Como dice el Tao Te Ching, «lo visible construye la forma, pero lo invisible le otorga el valor».

Pero hablamos de una película, claro, y la criatura de Frankenstein tiene que verse en algún momento. Con los rasgos rectilíneos y expresionistas de Boris Karloff o con los más viscosos y repulsivos de Christopher Lee, el monstruo, forzosamente, tiene que verse. Y aquí es donde Del Toro toma por primera vez una decisión artística audaz: convertir a ese engendro remendado en un Adonis con cicatrices. Y no sólo eso, además lo dota de superpoderes. Físicamente es Superman; psicológicamente, por el maltrato al que lo somete su creador, es El hombre elefante (1980). En cuanto a estética, es como si a uno de los estudios anatómicos de Leonardo da Vinci le colocara la cabeza de un busto frenológico. Recuerda poderosamente al imponente doctor Manhattan de Watchmen (2009), más incluso que al cómic de Bernie Wrightson en el que Del Toro confiesa que se ha inspirado. ¿Traiciona el original de Shelley? Absolutamente, pero al menos se aparta del trilladísimo camino formal que transita durante todo el filme.

Frankenstein
La apolínea criatura concebida por Del Toro para su Frankenstein. KEN WORONER / NETFLIX

De hecho, podría decirse que la traición más penosa no la comete ahí sino cuando simplifica el relato original, como si el público no fuera lo suficientemente inteligente para entender su complejidad. Los personajes de la novela son buenos y malos a la vez. Son inocentes y culpables al mismo tiempo. Una vez más, las luces y las sombras. «He asesinado a seres encantadores e indefensos; he estrangulado a inocentes criaturas mientras dormían, y he apretado la garganta de quien no me había hecho daño a mí ni a ser humano alguno», confiesa el monstruo de Shelley. El de Del Toro, en cambio, es un ser de luz, más bueno que el pan (en fondo y forma). Y Victor Frankenstein, el atormentado científico de la novela, el hombre que juega a ser Dios y que acarrea el peso insoportable de la culpa, en esta película no es más que un cretino, sin cambios ni arco narrativo. No hay matices. Hay buenos y hay malos, y ambos están perfectamente delimitados. La alta definición, ay, llega hasta ahí. Todo está clarísimo. Todo se ve. Pues vale. ¿Y?


‘Frankenstein’, de Guillermo del Toro, se estrenó en salas el pasado 20 de octubre y también está disponible en la plataforma de Netflix.

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Costa-Gavras: “Para mí la política es el comportamiento que tenemos todos los días con los demás”

Por: Manuel Ligero

Esta entrevista con Costa-Gavras se publicó originalmente en #LaMarea106. Puedes conseguir la revista aquí o suscribirte para recibirla y seguir apoyando el periodismo independiente.

En 2018, una fake new consiguió colarse en las redes sociales de grandes medios de comunicación como el New York Times o el Washington Post: Costa-Gavras había muerto. El bulo resultaba plausible por la avanzada edad del cineasta, que se tomó aquello con humor: «Lo prometo: cuando me muera, avisaré a todo el mundo». Hoy, en Madrid, en una deliciosa mañana de primavera, el director greco-francés, de 92 años, nos recibe haciendo gala del mismo humor afable y sencillo para presentar su película más reciente (nadie se atreve a decir todavía «su última película»): El último suspiro. Trata, precisamente, de la muerte, pero de la muerte como celebración de la vida. De la muerte digna, apacible, indolora que pueden proporcionar los cuidados paliativos. Es un tema que, por razones obvias, le apela directamente, aunque viéndolo nadie lo diría.

Costa-Gavras se esfuerza en hablar español por dos razones: la primera, porque quiere mantener su mente ágil, y la segunda, por la propia dulzura de su carácter. Se esfuerza por resultar cercano a sus interlocutores. Siempre fue así, desde que empezó a chapurrear el idioma hace 65 años, cuando aún era ayudante de dirección y vino a rodar a Torrevieja. «Yo pensaba que con mi escaso español y un poco de francés me haría entender, pero la script girl me dijo: “Para ya. Los técnicos quieren partirte la cara. No entienden nada”», recuerda riendo. «Fue un electricista el que me tomó bajo su protección y me dijo: “Yo te ayudo. Yo te voy a enseñar español”. Virgilio se llamaba. Nunca lo olvidaré. Aquella película [Hola, Robinson, de 1960] no pasará a la historia del cine, pero hicimos una amistad extraordinaria. Así es como España empezó a formar parte de mi vida. Luego conocí a Jorge Semprún… y todo lo demás».

Con ese escueto «todo lo demás» se refiere a Z (1969), La confesión (1970) y Sección especial (1974), las tres obras maestras que escribieron juntos. Con ellas vinieron los premios, el reconocimiento internacional, la consagración de sus carreras. Aunque a Costa-Gavras no le gusta la palabra «carrera». «Los que hacen carrera son los militares y los políticos», dice tirando de ironía. «Nosotros contamos historias. Escribimos para la gente, como ustedes, los periodistas. Es más una pasión que una carrera. Yo cuento historias que me tocan profundamente. Y las cuento con todas las consecuencias: pueden interesar al público o no. Puedo quedar como un idiota o resultar interesante, pero es lo que me gusta hacer. Y creo que esto se lo debo a mi padre, que participó en dos guerras y tuvo una vida muy difícil, llena de aventuras, y le encantaba contar historias. Ese placer de contar historias me ha perseguido desde siempre».

Aquella no fue la única herencia paterna: como hijo de opositor al régimen (su padre era radicalmente antimonárquico), no se le permitió matricularse en la universidad en Grecia, por lo que hizo las maletas con 19 años y se marchó a París a estudiar. De entrada, literatura en la Sorbona; más tarde, cine en el Instituto de Altos Estudios de Cinematografía. Trabajó como ayudante de dirección de Henri Verneuil, Jacques Demy y René Clément. En los años sesenta ya estaba listo para contar sus propias historias, lo que consiguió hacer gracias al apoyo de dos amigos (y camaradas) muy queridos: Yves Montand y Simone Signoret.

Las historias de Costa-Gavras han versado sobre el poder, la tiranía, el colaboracionismo, la resistencia, la justicia, el trabajo, las finanzas… Pero hay un tema muy concreto que le interesa especialmente desde que se puso detrás de una cámara por primera vez: «La relación de mi generación con el comunismo», admite.

La izquierda contra Stalin

«La lucha de Stalin contra Hitler fue fundamental», nos cuenta el cineasta. «En la batalla de Stalingrado, Hitler perdió 500.000 soldados y aquello a nosotros nos pareció algo extraordinario. Luego, poco a poco, nos fuimos dando cuenta de la verdad, cesó aquel entusiasmo por Stalin y yo me propuse contar lo contrario». Lo hizo explícitamente en La confesión, en la que adaptaba el libro del checoslovaco Artur London, exbrigadista durante la guerra civil española, superviviente de los campos de concentración nazis y viceministro de Asuntos Exteriores que fue víctima de la purga estalinista organizada alrededor del llamado «proceso Slansky». Aquella película, que mostraba los crueles interrogatorios a los que fueron sometidos los acusados, fue severamente criticada por los comunistas ortodoxos. A pesar de todo, Yves Montand, que se dejó la piel interpretando a London (perdió 12 kilos durante el rodaje para darle verosimilitud a su torturado personaje), también recibió telegramas de felicitación por parte de muchos militantes. La película se cerraba con la imagen de una pintada real en mitad de la trágica Primavera de Praga de 1968: «Lenin, despierta. Se han vuelto locos».

«La confesión se estrenó en España cuando aún vivía Franco y cambiaron algunos diálogos en el doblaje –explica Costa-Gavras–. London dice en la película: “Yo sigo siendo comunista”. Y explica por qué, pero eso en España no se oyó. La película no iba en contra de la ideología del comunismo sino contra Stalin y lo que hizo con esta ideología. ¿Qué es el comunismo? Yo no lo sé, porque nunca ha habido una auténtica aplicación».

Los comunistas fieles a Moscú le acusaron de venderse a los americanos, pero les cerró la boca con su siguiente título: Estado de sitio (1973). Simone Signoret contaba en sus memorias lo que significó esta película: «Desmonta y pone a la luz el funcionamiento de la CIA en América Latina. Con la ayuda de Allende rodó esta película en Chile antes de que Chile cayera. Nunca nadie ha mostrado un film-documento tan terrorífico y tan riguroso sobre la CIA». Era lógico, claro, que Costa-Gavras se ocupara de saldar cuentas con la dictadura chilena en Desaparecido (1982), con la que ganó la Palma de Oro en Cannes y el Oscar al mejor guion. Después se atrevió también con el conflicto palestino-israelí en Hannah K. (1983), una película que volvió a encender la polémica: narraba la historia de un palestino que quiere recuperar su casa familiar y de la abogada judía que lo defiende. La cinta, tras las protestas israelíes, fue retirada abruptamente de la cartelera estadounidense.

«En un cierto momento, Arafat hizo amistad con Isaac Rabin. Ambos llegaron a un acuerdo para parar el conflicto, pero mataron a Rabin y la situación desde entonces es peor y peor, hasta llegar al terrible estado actual», expone el director. «Rodamos Hannah K. con actores y técnicos israelíes y palestinos. Todos juntos. Pasé mucho tiempo allí y el tema me afectó mucho. Llegué a entrevistarme con 12 alcaldes palestinos y todos decían lo mismo: queremos paz, una relación directa con Israel, nada de violencia… Todo eso se acabó. Murió. Es una tragedia».

Costa-Gavras
Ángela Molina abraza a Costa-Gavras durante el rodaje de El último suspiro, calificada por la crítica como «su mejor película en 20 años». WANDA FILMS

En 2021 Costa-Gavras publicó un libro junto a Edwy Plenel, entonces director de Mediapart, titulado Todas las películas son políticas. Es algo que cree realmente y lo aplica incluso a un título tan íntimo y reflexivo como El último suspiro. «La política no es votar por la izquierda, por el centro o por la derecha cada cuatro años –explica–. Para mí la política es el comportamiento que tenemos todos los días con los demás, cómo nos tratamos, cómo nos cuidamos unos a otros. Esta relación continua es la política. Vivir todos juntos en una ciudad es una manera de hacer política. Y hacer cine o teatro implica también una relación. Lo que usted va a escribir, este triángulo que ahora tenemos usted, yo y sus lectores es completamente político. No podemos escapar de eso».


‘El ultimo suspiro’, de Costa-Gavras, se estrenó en cines el pasado mes de abril y se encuentra ya disponible en la plataforma de Movistar+.

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María Luisa Elío, una autora “sorprendentemente contemporánea” exiliada en el franquismo

Por: Millanes Rivas

La artista visual Celia Viada rescata en su documental 'Volver a casa tan tarde' la historia de una escritora y actriz olvidada, a pesar de que realizó su propia película autobiográfica, estrenada en 1961, y que fue una de las personas que inspiró 'Cien años de soledad'.

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Ópera en cines de Albacete: La Bohème

Por: Discos Ruidosos

 

La Bohème – Met Live 25-26

Sábado 8 de noviembre, 19:00 h

Yelmo Imaginalia

Entradas: adulto 18,40€ / joven 14€

 


Ópera en cines: La Bohème.

Sinopsis:

Con su entorno encantador y su partitura fascinante, la ópera más popular del mundo es tan atemporal como desgarradora. La producción de Franco Zeffirelli trae el París del siglo XIX al escenario del Metropolitan Opera House (Met), mientras los jóvenes amigos y amantes de Puccini navegan por la alegría y la lucha de la vida bohemia. La soprano Juliana Grigoryan es la frágil costurera Mimì, junto al tenor Freddie De Tommaso como el ardiente poeta Rodolfo. Keri-Lynn Wilson dirige la presentación del 8 de noviembre, que será transmitida en vivo desde el escenario del Met a los cines de todo el mundo. 

 

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FiSahara: dos décadas de resistencia a través del cine

Por: Miguel Ángel Fernández

«Nunca he sentido el Sáhara sólo como un espacio geográfico, sino como un estado de ánimo; y estas tierras usurpadas, ocupadas, tienen un pedacito sustancial en lo más profundo de mi corazón».Estas palabras de Pilar Bardem, una de las impulsoras imprescindibles del Festival Internacional de Cine del Sáhara (FiSahara), reflejan la resolución que anima un proyecto que cada año se acerca a los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf. Proyecciones, mesas redondas, talleres de cine y otros eventos culturales pueblan varios días en los que cineastas, artistas, defensores de derechos humanos y periodistas de todo el mundo visitan la zona y tienen ocasión de conocer e intercambiar experiencias con la población refugiada.

En esta ocasión, cuando se cumplen 50 años de la Marcha Verde, se celebra por cuarta vez en Madrid, donde en aquel lejano 14 de noviembre de 1975 se firmaron los Acuerdos Tripartitos que traicionaron al pueblo saharaui. Su lema, recuperado de su XVIII edición en los campamentos, es «Resistir es vencer». En palabras de su directora ejecutiva, María Carrión, el FiSahara quiere ser «una celebración de una lucha de décadas que hoy sigue igual de viva».

Lo que hoy es un evento consolidado internacionalmente, que forma parte de una red que agrupa a más de 60 festivales de cine y derechos humanos en todo el mundo, empezó de manera un tanto accidental, tal y como recuerda el realizador Javier Corcuera, quien fuera codirector del certamen durante 10 años. «Yo había dirigido hacía poco La espalda del mundo, que había sido premiada en el festival de Donosti, y me encontraba en los campamentos para ver la posibilidad de hacer algo similar con la situación del exilio saharaui en la hamada. Y allí, entre té y té, surgió la idea de liarnos la manta a la cabeza y, en vez de una película, organizar todo un festival internacional», relata. Esa idea, que en un principio parecía una locura, poco a poco fue germinando hasta ver la luz en 2003.

Festival «a puro pulso»

Aquellas primeras ediciones salían adelante «a puro pulso», con más ilusión que medios: «El avión rebosaba de latas de películas en 35 mm que teníamos que acarrear, teníamos que ir cada tarde a comprar carburante para los grupos electrógenos, muchas veces nos movíamos entre campamentos haciendo autostop para conseguir material… Todo era una aventura», rememora Ahmed Mohamed Fadel, El Rubio, la contraparte saharaui de este proyecto. Pero para Corcuera todo merecía la pena: «Ver luego las proyecciones en pantalla gigante en mitad del desierto, el sonido de los proyectores, la población refugiada entregada al evento… era todo mágico». Y, además, con el tiempo, «se consiguió un objetivo que estaba siempre presente en nuestras mentes: sentar las bases de una escuela que permitiera a los saharauis hacer sus propias películas».

FiSahara: dos décadas de resistencia a través del cine
Los actores Thimbo Samb y Carolina Yuste en una fiesta del FiSahara 2024. SERGIO R. MORENO

Una escuela de cine en los campamentos

La Escuela de Formación Audiovisual Abidin Kaid Saleh, popularmente conocida como ‘Escuela de cine saharaui’, se inauguró en 2011 con el objetivo de capacitar a los jóvenes de los campamentos de personas refugiadas en la producción de cine y vídeo para que pudieran retratar sus propias vidas, abordar problemas críticos y empoderar a la comunidad. Y, pese a los permanentes problemas de financiación, es sin duda un objetivo conseguido con creces, tal y como afirma Brahim Chagaf, perteneciente a su primera promoción: «Sí, esa experiencia le dio sentido a mi vida: a través del cine me siento útil a mi pueblo y a mi causa. Hemos conseguido visibilizar nuestra realidad en el exterior, y a la vez convencer a la sociedad saharaui de las posibilidades que tiene este medio como herramienta de lucha y concienciación».

Chagaf, que actualmente vive en España, llegaría a convertirse en profesor adjunto de la escuela y más tarde en jefe de estudios, hasta 2023. Por el camino nos ha ido regalando un ramillete de películas con las que explora y profundiza en la identidad de su pueblo: Leyuad, Toufa, Patria dividida… y muy especialmente Khruju Fel-luju, una divertida sitcom que narra las vicisitudes de la juventud exiliada en los campamentos y que ha supuesto todo un acontecimiento tras su emisión en la televisión saharaui.

Pese a los obstáculos que ha ido encontrando en su camino –el último, el recorte en la financiación por parte de donantes estadounidenses– el festival ha seguido apuntalando aquel objetivo con el que se creó hace ya 22 años: empoderar, entretener y dar formación audiovisual a la población refugiada del Sáhara Occidental empleando el cine como instrumento para la transformación social.

FiSahara: dos décadas de resistencia a través del cine
Proyección de Insumisas. Mujeres en lucha en el Sáhara Occidental, en la Pantalla del Desierto. Este documental, que cuenta con el testimonio de activistas como El Ghalia Djimi o Mina Baali, ganó el año pasado el segundo premio del festival. SERGIO R. MORENO

Así, este noviembre estamos llamados a una nueva cita con el FiSahara para, tal y como remacha María Carrión, «ayudarnos a conocer el cine saharaui y, a la vez, mantener no solo viva la llama de este pueblo, sino a potenciarlo mediante su proyección internacional».

La edición de 2025

Este año, la IV edición madrileña del FiSahara se está celebrando del 6 al 8 de noviembre. El acto de apertura tuvo lugar ayer en la sala Mirador y en él se rindió homenaje a Mariem Hassan, «la voz indómita» del Sáhara, quien falleció hace 10 años pero ha dejado una huella imborrable en la memoria musical de su pueblo. Esta inauguración, a la que asistió su hija Aghaila, contó con la proyección de Mariem, cortometraje documental de Javier Corcuera, presentado recientemente en el Festival de Málaga, y estuvo acompañada de una actuación musical de la asociación de artistas saharauis en la diáspora.

Los siguientes días, el festival se traslada al Círculo de Bellas Artes con dos sesiones por jornada: hoy viernes 7 dará comienzo con la sesión «Resistir cantando», sobre la vida y el legado de Mariem Hassan, seguida de «Resistir desde el exilio», ambas acompañadas de proyecciones y mesas redondas con la participación de saharauis como el abogado Sidi Talebuya o las activistas Fati Haddad y Salka Mahfud.

El sábado 8 se presentarán los dos últimos números de la revista La Marea, en los que dedicamos parte del contenido al Sáhara Occidental, para dar paso más tarde a una nueva sesión titulada «Resistir siendo: las trincheras del cine y la cultura», que resalta la importancia del cine como vanguardia en la lucha por la identidad de los pueblos.

El festival se cerrará con la sesión «Resistencias no violentas: de la huelga de hambre de Aminetu Haidar a la Global Sumud Flotilla», en la que se estrenará el documental Aminetu. Le seguirá una mesa redonda sobre la huelga de hambre protagonizada por Haidar en 2009 y sobre la reciente acción de la Global Sumud Flotilla, uniendo así la realidad paralela de dos pueblos sojuzgados, el saharaui y el palestino.

Más información en festivalsahara.org

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El FiSahara se celebra esta semana en Madrid

Por: La Marea

El Festival Internacional de Cine del Sáhara Occidental (FiSahara) no se ha podido celebrar este año en su sede habitual: los campamentos de población saharaui refugiada en Argelia. Lo hará en Madrid, del 6 al 8 de noviembre, coincidiendo con el 50º aniversario de la Marcha Verde –llamada Marcha Negra por los saharauis– con la que Marruecos inició su ocupación ilegal del territorio. A pesar del cambio de emplazamiento, el festival contará, como de costumbre, con proyecciones, mesas redondas y actividades paralelas centradas en una traición, una invasión y un expolio que cumplen ahora medio siglo.

La organización recupera este año un lema ya utilizado en la XVIII edición del festival celebrado en los campamentos: «Resistir es vencer». La frase tiene una nueva resonancia después de que el Consejo de Seguridad de la ONU adoptara, a instancias de Donald Trump, el plan de autonomía para el Sáhara redactado por Marruecos. Miles de saharauis se manifestaron la semana pasada contra esa decisión y sus voces se harán oír, sin duda, también en Madrid.

El FiSahara arrancará el próximo jueves en la sala Mirador, con un homenaje a Mariem Hassan, la más importante cantante de música popular saharaui. Enferma de cáncer, se retiró a los territorios liberados del Sáhara y antes de morir (en 2015) dejó filmado su último testimonio en forma de cortometraje documental: Mariem. La proyección de la cinta contará con la presentación de su director, Javier Corcuera (fundador del festival, allá por 2003), y de Aghaila Labiad Hassan, hija de Mariem Hassan.

Este homenaje tendrá una continuación un día después en el Círculo de Bellas Artes, donde se proyectará Haiyu (2024), un largometraje documental sobre «la voz indómita» del Sáhara dirigido por Anna Klara Ahren, Brahim B. Ali, Mohamedsalem Werad y Alex Veitch.

El mismo viernes, en una segunda sesión, podrán verse las películas Running Home (Michelle-Andrea Girouard, 2019) y El susurro del viento (Ekain Albite, 2020). Ambas sesiones contarán con mesas redondas posteriores en las que participarán Aghaila Labiad Hassan, Fudiha Chein, Sidi Talebbuia Hassan, Mamine Hachimi, Fati Jadad, Hafed Jatri, Salka Mahfud y Nayua Aduh.

La Marea también tendrá una pequeña participación en el FiSahara 2025. La librería Balqís acogerá el próximo sábado 8 de noviembre la presentación de nuestro último número, cuyo dossier principal está dedicado al Sáhara Occidental. Y hablaremos asimismo de la siguiente revista, cuyo suplemento cultural, El Periscopio, se consagra íntegramente a la cultura saharaui.

El festival se cierra la tarde del sábado con la proyección, en el Círculo de Bellas Artes de las películas Salam (Agustina Willat García, 2024) y Aminetu (Lucía Muñoz Lucena, 2024). La primera contará con una charla posterior a cargo de los cineastas saharauis Ghalia Salek y Brahim Chagaf y de la periodista Ebbaba Hameida. La segunda es un documental dedicado a la figura de la activista Aminetu Haidar, quien en 2009 comenzó una huelga de hambre en Lanzarote para que le dejaran volver a su tierra, de donde fue expulsada. La propia Haidar formará parte de la mesa redonda posterior a la proyección junto al actor Guillermo Toledo, la activista Nadua Abou Ghazalah y el sociólogo José Luis Ybot.

Más información en festivalsahara.org.

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Cine y música: “Ruido”

Por: Discos Ruidosos

 

Ruido

Jueves 30 de octubre, 17:30 h

Sala 11, Yelmo Imaginalia (Albacete)

Entrada: 4€

 

 

Proyección de la película "Ruido" dentro de la programación de Abycine.

Dirigida por Ingride Santos.

Dr. Dre y Queen Latifah perdieron varios hermanos, Nas y Lil’ Kim a algunos de sus mejores amigos, 50 Cent o Nicki Minaj a sus padres. Estos son sólo unos pocos de los muchos ejemplos de MCs que, tras esas muertes, encontraron un refugio en el rap. Y esto es precisamente lo que le sucede a la protagonista de Ruido, Latifa Drame, “Lati”, una chica de origen africano que vive con su madre en Barcelona y que aspira, por qué no, a formar parte del Olimpo de rappers antes mencionados.

Mientras tanto, al igual que ellos y ellas, y para asimilar la muerte de su padre, también encuentra su refugio en el rap y en las batallas de gallos que hay a lo largo y ancho de la Ciudad Condal. Lati tendrá que enfrentarse a sus miedos, a su madre y a Judy, una promesa del freestyle. Lati emprenderá un viaje en el que descubrirá que la verdadera batalla no se libra sólo en el escenario sino en su interior.


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Cine y música: “Springsteen: Deliver Me From Nowhere”

Por: Discos Ruidosos

 

Springsteen: Deliver Me From Nowhere

Estreno en cines 24 de octubre. Pases viernes 24 de octubre: 17:00 – 19:30 – 22:00 h

Yelmo Imaginalia, Albacete 

Entradas: general 9,40€ / reducido 7,90€

 

 

Película dirigida por Scott Cooper y protagonizada por Jeremy Allen White.

Adaptación cinematográfica del relato de Warren Zanes sobre la grabación del álbum "Nebraska", de Bruce Springsteen, de 1982. La película sigue a Springsteen cuando era un joven músico en los albores de la fama mundial, tratando de reconciliar las presiones del éxito con los fantasmas de su pasado. Grabado en un viejo casete de cuatro pistas en su habitación en Nueva Jersey, Nebraska refleja un periodo trascendental de su vida y está lleno de personajes perdidos en busca de una razón para creer.

 

 

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"Carreteras perdidas" en la Gala de inauguración de Abycine 2025

Por: Discos Ruidosos

 

Gala de inauguración Abycine 2025

Jueves 23 de octubre, 20:30 h

Teatro Circo de Albacete

Entradas: Zona A: 25€ / Zona B: 22€

 

 

Inauguran Abycine con una gala presentada por la cómica Valeria Ros.Durante la gala se hará entrega de los Premios Trayectoria Joven Abycine, que este año reconocen la carrera de las actrices Inma Cuesta y Marta Nieto, así como la labor de la productora Moriarti, recogido por Aitor Arregi, uno de los nombres clave del cine español contemporáneo.

Laboratorio de creación: Carreteras perdidas

Homenaje a David Lynch por Joaquín Pascual y su banda. El pasado enero nos dejó el cineasta David Lynch. En 2007, el primer Laboratorio de Creación de Abycine estuvo protagonizado por su filmografía. El espectáculo se tituló como una de sus películas, Carretera perdida, y marcó un hito dentro de la historia del festival. Se trata de un concierto audiovisual creado y producido por el festival y en el que, algunas de sus imágenes más icónicas, se proyectan en pantalla grande mientras son acompañadas por una banda creada por Joaquín Pascual, músico de bandas tan emblemáticas como Mercromina y Surfin’Bichos. Y con la idea de recordar y homenajear a este irrepetible creador, en el año de su muerte, Pascual y sus músicos vuelven a inaugurar Abycine. 

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Cervantes marica, homofobia desenmascarada

Por: Millanes Rivas

Alejandro Amenábar ha tenido que justificarse en cada entrevista alegando la fiabilidad de sus fuentes. Una pena cuando ha escrito una película, 'El cautivo', que habla del poder transformador de la invención.

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Concierto de Johnny B. Zero en Albacete

Por: Discos Ruidosos

 

Johnny B. Zero

Miércoles 22 de octubre, 22:30 h

Casino Primitivo

Entrada: libre 

  


Abycine Off. Concierto de Johnny B. Zero. 

Después del estreno de la película que ha marcado su nuevo trabajo: “Pequeños Calvarios” del director Javi Polo.

La banda valenciana no solo está de estreno con su nuevo disco, sino que ha participado activamente en el proyecto cinematográfico. El grupo ha aportado varias canciones de su repertorio al largometraje. Además, Juanma Pastor, el cantante de la banda, ha sido el encargado de componer la Banda Sonora Original instrumental de la película.

 

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‘Un simple accidente’: la transición y sus dilemas

Por: Manuel Ligero

Responder a la violencia con violencia es algo elemental, algo que podríamos calificar de profundamente humano… si no nos dejara a los humanos en tan mal lugar. Un porcentaje altísimo de películas gringas tratan precisamente sobre la venganza, cuanto más sangrienta mejor. La manera en la que Jafar Panahi ha respondido a la espeluznante violencia del régimen de los ayatolás nunca fue esa. Antepuso la razón, la creatividad, la dulzura y el humanismo a la hora de criticar (con la misma energía que un disparo, si no con más) el sistema que ha intentado amordazarlo durante décadas con prohibiciones, penas de cárcel, arresto domiciliario y vigilancia continua. En todo este tiempo nunca dejó de hacer cine, aunque para ello tuviera que rodar en su casa y con un teléfono móvil. En su última película, Un simple accidente, lleva su pulso contra la República Islámica de Irán un poco más allá, haciendo que sus protagonistas planeen una venganza tradicional, salida de las tripas: matar a su torturador… si es que se trata realmente de él.

En la cinta, Vahid (interpretado por Vahid Mobasseri, genial como todo el elenco) secuestra a quien cree que lo torturó en el pasado por sus actividades políticas. Nunca le vio la cara, pero lo reconoce por el particular chasquido que hace su pierna ortopédica al andar. Está decidido a matarlo, pero en el fondo no está seguro de que se trate del mismo hombre. Por eso pide a otros represaliados que le ayuden a identificarlo sin ningún género de dudas. Y también, quizás inconscientemente, para que compartan con él el cargo de conciencia que supone arrebatar una vida, incluso si ésta pertenece al más deleznable de los seres humanos.

La premisa recuerda, obviamente, a La muerte y la doncella (1994), pero dentro de su intensidad dramática hay espacio para el humor y para un pensamiento más trascendente que el de la simple y deseada venganza. La idea podría resumirse en la pregunta que todas las sociedades se hacen cuando cae la dictadura que las oprime: ¿y ahora qué? La respuesta no es nada fácil, como sabe cualquier español.

Un simple accidente
Vahid Mobasseri en una escena de Un simple accidente. LES FILMS PELLEAS

El director levanta un tribunal popular en la furgoneta en la que Vahid tiene inmovilizado al presunto torturador. Cada uno de sus ocupantes tiene una opinión diferente sobre qué hacer con él, lo que da una idea de la magnitud del dilema.

El ardid de situar el corazón de la historia dentro de una furgoneta, además de contribuir a la dramaturgia, es un alarde técnico: Panahi tiene prohibido rodar en Irán. Por eso las secuencias en las que se ve el casco urbano de Teherán están rodadas desde dentro del vehículo, a cubierto. Por eso, cuando los protagonistas salen de la furgoneta están en el desierto o en un aparcamiento o en calles poco transitadas. Por eso, también, predomina el plano-secuencia, lo que agiliza el montaje final, una forma muy recomendable de trabajar en un país como Irán, donde las autoridades pueden asaltar tu domicilio en cualquier momento y llevarse todo el material rodado.

Contar una historia con imágenes es un arte mucho más complicado de lo que la gente cree. Y trasladar con ellas un mensaje comprensible superando una larga lista de obstáculos técnicos y políticos lo es todavía más. Si a pesar de todo eso, eres capaz de rodar unas secuencias iniciales como las de Un simple accidente, donde el director presenta la trama y los personajes sin subrayados y sin apenas palabras, entonces es que eres un maestro. Y eso es efectivamente Panahi, un maestro.

Entre la crítica se ha discutido mucho si Un simple accidente es merecedora de un premio tan prestigioso como la Palma de Oro del Festival de Cannes. Hay quien sostiene que se trata de un reconocimiento más político que cinematográfico, y que el jurado trató así de compensar la «injusticia» cometida un año antes con Mohammad Rasoulof y La semilla de la higuera sagrada, otra portentosa película iraní rodada en la clandestinidad que entonces quedó relegada por Anora. Y hay también quien habla de un premio «a toda una carrera», lo cual es bastante condescendiente con la película de Panahi.

¿Por qué dicen todas estas cosas? Pues quizás porque Un simple accidente es su película más sencilla, más accesible para el gran público. En ella no rompe la cuarta pared, ni mezcla realidad con ficción, ni la historia se fragmenta tomando rumbos inesperados. Lo que no significa que no sea un ejercicio magistral de dirección que, además, no renuncia al espíritu humanista que siempre ha iluminado su obra.

En esta brillante mezcla de thriller y comedia (combinación siempre arriesgada), Panahi introduce además la cuestión ética y proyecta a sus personajes más allá de la república teocrática en la que viven para preguntarse: ¿cuál es la mejor manera de acometer una transición política? Y cómo ocurre con la buena filosofía, la pregunta es más importante que la respuesta. Porque respuestas hay muchas, y cada una de ellas tiene pros y contras. En el caso de Un simple accidente, su fábula moral está abierta a un fecundo e interesante debate.

Lo que no admite discusión es el absoluto dominio de Panahi en el ejercicio de su arte. Condensar la azarosa historia de todo un país en el chasquido de una pierna ortopédica y que ese lenguaje simbólico sea perfectamente traducido por la audiencia, eso, ya lo hemos dicho, sólo está al alcance de los grandes maestros del cine.


Un simple accidente’, de Jafar Panahi, se estrena en cine el viernes 17 de octubre.

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“Proteger al débil, al inocente y al indefenso”

Por: Jorge Dioni López

Paul Kersey es un arquitecto que lleva una vida tranquila hasta que unos delincuentes agreden a su mujer y a su hija. La primera muere. La segunda queda en coma. En el hospital, la policía le dice que no hay mucho que hacer. No tienen medios. Kersey se siente estafado por el sistema de valores en el que ha confiado y, aunque fue objetor de conciencia en la guerra de Corea, sabe disparar. Decide salir por la noche a defender a personas indefensas, como su mujer y su hija. El «justiciero de la ciudad» pronto aparece en los periódicos y su popularidad incluso hace que el fiscal frene su detención.

Kersey tuvo el rostro de Charles Bronson en cinco películas. Chuck Norris o Clint Eastwood también interpretaron a estos personajes que se tomaban la justicia por su mano porque la administración era incapaz de dar una respuesta. Los delincuentes hacían lo que querían. Entraban por una puerta y salían por otra. Es un cine ambientado en ciudades para gente que ya no vivía en ellas. Al salir del centro comercial, la película te dejaba claro que habías hecho bien al cambiar Baltimore o Pittsburgh por un chalet unifamiliar, y que era necesario un hombre fuerte que supiera lo que hay que hacer. Vietnam, crisis económica, disturbios, asesinos en serie, dimisión del presidente. Los años setenta.

Más que un nuevo cowboy, la tradición estadounidense del justiciero es el Ku Klux Klan, cuya misión era «proteger al débil, al inocente y al indefenso de las indignidades y ofensas de parte de los violentos y brutales proscritos de la ley; rescatar al oprimido y al lastimado; socorrer al que sufre y al desafortunado». Sólo el pueblo salva al pueblo. Como explicaba la serie Watchmen, la tradición del héroe enmascarado que juzga y ejecuta son los caballeros de El nacimiento de una nación que acuden a vengar a Flora Cameron de su violador negro, una escena que los espectadores de la época unían con la muerte de Mary Phagan. La ultraderecha busca hoy esa chispa para que todo arda.

No puedes confiar en nada era también el mensaje del cine de catástrofes. Aeropuerto y sus tres secuelas, Meteoro, Terremoto, Avalancha, El coloso en llamas, La aventura del Poseidón, Montaña rusa o El día del fin del mundo. No salgas de casa porque te puede pasar cualquier cosa. Todo eso de lo que estábamos orgullosos, los rascacielos, los transatlánticos, los centros comerciales o los parques de atracciones, puede ser una trampa mortal y, cuando suceda, sólo un grupo de hombres decididos y valientes resolverá la situación. No confíes en nada ni en nadie y protege lo que más quieres.

El cine de catástrofes volvió a mediados de los noventa, tras la caída del Muro, el triunfo del neoliberalismo y el fin de la historia. Las situaciones concretas (incendios, terremotos, tornados, inundaciones, volcanes) evolucionaron en el siglo XXI hacia el apocalipsis mundial en el que sólo quedan en pie los militares. El cine de zombis abandonó las tramas de terror puro, como el espacio asediado, y desarrolló algo ya planteado por George A. Romero: cómo se organiza ese mundo. En las distopías, se lanza el mensaje de todos contra todos y se renueva la solución del hombre fuerte que sabe lo que hay que hacer. Militarización, virilización, uniformes y jerarquía. La derecha siempre quiere que todo lo solucione el Ejército.

Las palabras están vacías. Sólo el pueblo salva al pueblo. ¿Qué pueblo?, ¿quiénes son el pueblo?, ¿salvar?, ¿de qué?, ¿de lo extraño?, ¿del enemigo exterior?, ¿quién lo decide? El verbo salvar tiene un componente místico que evita todas esas preguntas. Es algo tan malo que va a acabar con nosotros. El nacimiento de una nación se abría con una cita del presidente Wilson que podría firmar Trump: «Los hombres blancos fueron provocados por un mero instinto de supervivencia». Es imposible no ver al Klan en las patrullas que buscan migrantes.

Cuando la derecha usa ese lema no sólo te está diciendo que te busques la vida porque cualquier organización será ineficaz, sino que también está lanzando una advertencia. Los caballeros enmascarados van a patrullar la noche para proteger al débil y hacer justicia. Si no has hecho nada, no tienes que temer. ¿Seguro que no has hecho nada?

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Todas las mañanas… Neorrancio y rural

Por: Radio Topo

Partiendo de un libro reciente, Feria, de Ana Iris Simón, emprendemos un paseo por libros que hablan de la España rural. Feria vino con cierta polémica por su tono de añoranza de una realidad rural en extinción, por la que se le tachó de neorrancia. Este va a ser el primer episodio de una mirada […]

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Quinqui Kids Are Innocent

Por: Radio Topo

Este episodio de Colmenas Tapizadas es un programa dedicado a lo quinqui, sin embargo, hemos querido empezarlo con los Sham 69, porque esta canción, The Cockney Kids Are Innocent, resume en cierta manera la tesis de partida de este episodio: los chicos y las chicas quinquis son inocentes. Hacemos un viaje sociológico a la época […]

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