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✇Rebelion

«Marx es un pensador de una talla descomunal, pero con las limitaciones inevitables de su tiempo»

Por: Alfredo Iglesias

Carlos Tuya (Madrid, 1941) es un político, escritor y periodista español vinculado desde su juventud a la lucha antifranquista. Participó activamente en la creación de las Comisiones Obreras de Artes Gráficas de Madrid. En 1973, fue uno de los organizadores de la OPI (Oposición de Izquierdas), corriente de opinión del Partido Comunista de España (PCE), nacida con la intención de abrir un debate sobre la necesidad de una política revolucionaria para España, que debía caracterizarse por un enfoque democrático, antioligárquico y antimonopolista, y estar basada en la unidad de la izquierda, tal como se recoge en su obra Aspectos fundamentales de la Revolución española: La vía al socialismo en un país desarrollado (1977). Posteriormente, cuando la OPI se transformó en el Partido Comunista de los Trabajadores (PCT), fue elegido secretario general, cargo que ostentó hasta su disolución en 1980. De esa época es su libro La función histórica del Estado y la democracia (Akal, 1980). A partir de entonces se dedicó principalmente al trabajo teórico. Carlos Tuya ha desarrollado una amplia producción intelectual, reflejada en numerosos artículos, recogidos en el libro Los pasos y la meta (Amazon, 2023). Tras el colapso de la Unión Soviética y el derrumbe del bloque socialista, ha centrado sus estudios en analizar las causas de ese fracaso, que supone el cuestionamiento de gran parte de la teoría marxista. Fruto de esta etapa de reflexión son sus libros La Democracia Ampliada (2015), Marx desencadenado (2017), El robot socialista (2019) y El voto y el Algoritmo (2022), todos ellos publicados en Amazon. Su último libro publicado por El Viejo Topo lleva por títuloGanancia social, beneficio privado. Explotación capitalista y transformación socioeconómica en la economía del conocimiento.


Salvador López Arnal.- Enhorabuena por su último libro. No son pocas las sugerencias, las nuevas categorías, las críticas argumentadas y las propuestas que en él podemos leer y estudiar. Empiezo por el título: ¿qué debemos entender por «ganancia social»?

Carlos Tuya.- Antes que nada, pido disculpas por la excesiva simplificación de mis respuestas. Son cuestiones tan complejas que he necesitado escribir un libro para abordarlas con un mínimo de rigor. En cuanto al concepto «ganancia social», es un término que se utiliza habitualmente en varios sentidos, pero que yo uso para referirme a la riqueza generada por el sistema productivo, que siempre tiene una dimensión social, incluso en el caso de ser fruto de una sola persona –un artesano, por ejemplo– ya que su trabajo solo es posible en un espacio relacional, y gracias a su educación y aprendizaje. Lo mismo podría decirse de cualquier actividad productiva basada en el conocimiento y la creatividad. Dicho de forma más precisa, la «ganancia social» es el remanente de riqueza, o beneficio, que el sistema capitalista convierte en privado para los propietarios de los medios de producción. ¡Salvo si los propietarios son trabajadores, cuyo medio de producción es su conocimiento! Y que en la Era Digital conforman la gran mayoría. Esa es una de las grandes contradicciones de nuestro tiempo. De ahí el título del libro: Ganancia social, beneficio privado.

Salvador López Arnal.- Sigo con el subtítulo, dos preguntas. La primera: ¿qué deberíamos entender por explotación capitalista? ¿Qué tipo de explotación es la explotación capitalista?

Carlos Tuya.- La explotación capitalista es el mecanismo por el cual la empresa privada se apropia de la ganancia social creada en su seno en virtud del derecho de propiedad. Esto incluye no solo a los dueños de la empresa, sino también a los socios, inversores y prestamistas; es decir, a toda la llamada cadena de valor. Por ejemplo, en el capitalismo financiero, la explotación es indirecta (lo que le otorga una gran flexibilidad y una escasa responsabilidad social), ya que se basa en la mayor rentabilidad del capital aportado, sea cual sea el espacio de creación de riqueza. Marx habla de plusvalía o plustrabajo, un concepto vinculado al valor de la fuerza de trabajo, que resulta insuficiente para describir la economía del conocimiento. El caso más paradigmático y extremo de economía del conocimiento son las plataformas de socialización como Facebook. ¿Dónde se origina la ganancia que Meta convertirá en beneficio? ¡En los usuarios! No se les paga nada, no se les pide nada; simplemente los algoritmos procuran que «habiten» en la plataforma el mayor tiempo posible mostrando sus gustos y preferencias de consumo, sus motivaciones culturales y políticas, sus fobias y pasiones…. Esa es la fuente de valor para las grandes tecnológicas y el poderoso instrumento de manipulación que utilizan. Aquí no tiene cabida el «tiempo socialmente necesario» del que hablaba Marx.

Salvador López Arnal.- La segunda: ¿en qué consiste la economía del conocimiento?

Carlos Tuya.- Es la nueva fase del sistema productivo capitalista en la que los «intangibles» juegan un papel preponderante, cuando no exclusivo, en la generación, distribución y uso de riqueza. Mientras que en la economía industrial los factores de producción son tierra, trabajo y capital, en la economía del conocimiento son pensamiento (saberes, ideas, creatividad, innovación), tecnología e información. Es lo que llamo Capital Intelectual del Trabajador, el activo más valioso en una empresa, cuya característica principal es que pertenece al trabajador. No se agota en el trabajo materializado en las mercancías, no lo pierde cuando es contratado, sino que lo invierte. Y como inversor, debería poder ejercer sus derechos mediante lo que llamo la cogestión ejecutiva, la plasmación del derecho a intervenir con voz y voto en la gestión de la empresa y su toma de decisiones, así como a participar en los beneficios. Sin embargo, la empresa lo acapara y acumula como capital propio. Con el concepto Capital Intelectual del Trabajador (conocimientos, habilidades, experiencias, creatividad) busco superar la visión reduccionista del trabajador como mera fuerza de trabajo intercambiable al ejecutar tareas rutinarias y repetitivas, propia del fordismo y taylorismo.

Salvador López Arnal.- Señala usted que el «objetivo de este libro es analizar cómo puede llevarse a cabo un proceso gradual de transformación del sistema socioeconómico capitalista desde perspectivas alineadas con los avances científicos, básicamente las Ciencias de la Complejidad». ¿A qué tipo de conocimientos se refiere usted con la expresión «ciencias de la complejidad»?

Carlos Tuya.- A los que aportan las Ciencias de la Complejidad (sistemas autoorganizados, teoría de redes, teoría del caos, geometría fractal, teoría de las catástrofes, bifurcaciones, estructuras disipativas, etc.), imprescindibles para analizar de manera «científica la sociedad, ya que estamos ante sistemas no lineales, complejos, abiertos, dinámicos y adaptativos, con propiedades emergentes. Solo conociendo el comportamiento de los sistemas complejos podemos plantearnos su transformación, y entender las razones por la que debe ser necesariamente gradual. Y comprender por qué uno de los factores más importante (pero no el único) para dicha transformación son las capacidades científicotécnicas de la Era Digital: las tecnologías de la información (capitalismo informacional lo llama Manuel Castells), la automatización y robotización inteligentes, la supercomputación (pronto cuántica), el procesamiento masivo de datos(Big data), los Sistemas expertos, los Agentes Inteligentes, y la Inteligencia Artificial.

Salvador López Arnal.- ¿Qué es el capital humano? ¿Es un concepto equivalente al saber intelectual del trabajador? ¿No es contradictorio hablar de capital humano?

Carlos Tuya.- Si, por eso, en la introducción del libro, lo rebato ampliamente. El capital humano es un concepto adoptado por la OCDE para contabilizar los intangibles en la economía del conocimiento, en este el conjunto de conocimientos, habilidades, competencias y atributos que poseen los trabajadores. Se le considera parte del llamado Capital Intelectual de una empresa junto con el capital estructural y el capital relacional. Pero no es un concepto «neutro», sino interesado, ya que supone considerar propiedad de la empresa la aportación intelectual del trabajador, que pasaría a formar parte de su capital junto con el capital físico (maquinaria, edificios, etc.). Como digo en el libro, el derecho de propiedad del empresario le permite apropiarse de todo lo que se crea en su empresa como si lo hicieran máquinas. Y eso incluye el conocimiento aportado por los trabajadores.

Salvador López Arnal.- Déjeme insistir: ¿qué son las intangibles?

Carlos Tuya.- De forma muy general, los intangibles son activos no físicos que generan valor, como conocimientos, habilidades, experiencia y creatividad, y sus derivadas: imagen de marca, fiabilidad, know-how desarrollado por organizaciones, software, datos, plataformas digitales, etc. Hay un apartado en el primer capítulo de mi libro titulado «El intangible valor de los intangibles», que lo dice todo sobre la naturaleza de estos activos característicos de la economía del conocimiento. Una de sus peculiaridades de mayor trascendencia teórica es la inaplicabilidad de la teoría valor-trabajo que, no lo olvidemos, nace como una herramienta de análisis del capitalismo industrial, donde la mercancía se caracteriza por su divisibilidad y exclusividad. En la economía del conocimiento, los intangibles son indivisibles, intercambiables, reproducibles, transmisibles, difusibles, compartibles, incluso pirateables. Todo ello afecta de facto al principio jurídico de la propiedad empresarial, a la vez que otorga una nueva dimensión a la explotación capitalista.

Salvador López Arnal.- ¿Por qué da usted tanta importancia a la inteligencia artificial? En su opinión: ¿instrumento para mejorar la vida humana o, más bien, un medio de generar graves disrupciones socioeconómicas, sin olvidar su uso en genocidios como el ejercido por Israel sobre Palestina?

Carlos Tuya.- Ya he señalado que la Inteligencia Artificial juega un papel fundamental en el proceso gradual de transformación del capitalismo, posibilitando, por ejemplo, la implementación de formas democráticas de planificación de la actividad económica, el incremento de la racionalidad del mercado, o facilitando las nuevas formas de democracia participativa, deliberativa y directa, etc. Su impacto en la actividad socioeconómica y cultural es impresionante. Ya forma parte de nuestras vidas la mayoría de las veces sin que seamos conscientes de ello. No exagero si digo que la Inteligencia Artificial es la creación humana con mayor capacidad de transformación. Hoy no solo hace cosas por ti mediante la automatización y robotización inteligente, sino que puede pensar y crear por ti gracias a las potencialidades de la Inteligencia Artificial generativa, como GPT-4. Y, lo más inquietante, puede decidir por ti. Por ejemplo, invertir en bolsa, pero también matar y destruir mediante drones, como parece que ocurre en Gaza, tal como sugieres. Su potencial es tan enorme que ha originado un intenso debate sobre la necesidad de regular y controlar su uso. Digamos que esa es su faceta positiva. Pero, al mismo tiempo puede ser un instrumento poderoso de dominación, especialmente si se encuentra en manos de las grandes corporaciones tecnológicas, cuyo objetivo es conseguir los mayores beneficios y, como se ha visto con la nueva presidencia de Trump, el acceso directo al poder político. Por eso, la Inteligencia Artificial se ha convertido en una cuestión política estratégica.

Salvador López Arnal.- No son pocas las críticas que realiza a la teoría marxista del valor-trabajo (o teoría laboral del valor). ¿Nos puede señalar las más importantes? ¿El valor de un bien o servicio no está relacionado con la cantidad de trabajo socialmente necesario para su producción?

Carlos Tuya.- Es un tema complejo, multifacético, con dimensiones filosóficas y no solo de economía política. Ocupa casi la mitad del libro así que tratar de dar una respuesta breve y concisa es prácticamente imposible.

Salvador López Arnal.- De acuerdo, tiene razón. Le ruego un intento.

Carlos Tuya.- Quizás sirva comparar una mercancía de la economía industrial con otra de la economía del conocimiento. El valor de una sartén, por ejemplo, sería la suma de los gastos necesarios para fabricarla, fácilmente cuantificables, lo que incluye el coste del tiempo invertido por el trabajador. Pensemos ahora en un software. Es evidente que el capítulo del gasto referido al trabajador informático no es referible a las horas que ha dedicado a crearlo, algo que depende de sus conocimientos, creatividad, experiencia, etc. El valor del software es un intangible lleno de incertidumbre e imposible de cuantificar con la teoría clásica del valor-trabajo. En realidad, todo intangible, fruto del conocimiento del trabajador, es una inversión.

Salvador López Arnal.- ¿Sigue siendo Marx un pensador para el siglo XXI? Usted, por ejemplo, sostiene que el filósofo alemán defendió un concepto mecanicista de la maquinaria.

Carlos Tuya.- Marx es un pensador de una talla descomunal, pero con las limitaciones inevitables de su tiempo, el desarrollo de la Revolución Industrial. Pero tuvo geniales intuiciones, desgraciadamente no desarrolladas, como la que denomina en los Grundisse «general intellect» para referirse a la inteligencia socialmente creada y objetivada en los medios de producción como consecuencia del desarrollo del maquinismo. Algo que se contradice con la visión mecanicista, lógica en su tiempo, de que, y cito textualmente, «la maquinaria, al igual que cualquier otra parte componente del capital constante, no crea ningún valor». El valor solo lo crea el trabajo humano, según Marx. Hoy existen robots que fabrican íntegramente mercancías sin intervención humana, que, por lo tanto, deberían carecer de valor. Estoy convencido de que Marx, al final de sus días, era consciente de las debilidades conceptuales y prácticas de la teoría valor-trabajo.

Salvador López Arnal.- El catastrofismo profético, el colapso inmediato del capitalismo, que usted critica con razones de peso y muy atendibles, ¿está implícito en el materialismo histórico en su opinión?

Carlos Tuya.- En cierta forma, pero no totalmente. Es más su interpretación vulgar y dogmática, finalmente voluntarista. El problema estriba en el determinismo lineal implícito en la concepción del cambio social como un proceso de tesis, antítesis y síntesis. La realidad se describe mejor mediante los sistemas complejos no lineales, abiertos, dinámicos y adaptativos, donde los desajustes y conflictos inherentes a un sistema por naturaleza inestable generan campos de posibilidades probabilísticas, tanto para las reformas adaptativas como para la transformación gradual del sistema.

Salvador López Arnal.- El colapso de la URSS, la desaparición del bloque socialista, el fracaso del socialismo en otros países, ¿anula o problematiza el ideal de sociedad igualitaria, comunista?

Carlos Tuya.- La aspiración a una sociedad igualitaria tiene un fuerte componente moral, pero también puede considerarse una exigencia sistémica en la medida en que la desigualdad extrema genera inestabilidad social y pone en riesgo la propia supervivencia del sistema. Los procesos evolutivos son la respuesta a presiones adaptativas, tanto internas como externas, que buscan mantener o incrementar la eficiencia y la eficacia del sistema. Es el resultado de estos procesos el que determina si se alcanza o no una sociedad más justa e igualitaria que, a su vez, incremente su eficiencia y eficacia. Si no lo consigue está en riesgo su supervivencia. El colapso del campo socialista es un ejemplo claro. Pero también la evolución de China.

Salvador López Arnal.- ¿Refuta ese colapso histórico ideas centrales de la teoría marxista de la historia?

Carlos Tuya.- ¿Refuta la relatividad general de Einstein la mecánica de Newton? La respuesta es no, pero la complementa y la expande. Es evidente que la teoría marxista de la historia, si es que tal cosa existe –habría que hablar de teorías con un nexo común– explica o posibilita el comprender, al menos parcialmente, ciertas fases o periodos de la historia de las sociedades humanas. Por ejemplo, el mecanismo propuesto por Marx de la relación dialéctica entre fuerzas productivas y relaciones de producción permite visualizar aspectos básicos de la evolución de las sociedades. El problema es cuando se quiere explicar todo, y en todo momento, desde presupuestos marxistas, algo nítidamente antimarxista.

Salvador López Arnal.- ¿Por qué afirma que la relación dialéctica entre las fuerzas productivo-destructivas de una sociedad y las relaciones de producción imperantes es una contribución marxiana, que usted acepta, pero que Marx no llegó a desarrollar plenamente?

Carlos Tuya.- En mi opinión, Marx pasó de la euforia a la indiferencia por razones que se me escapan. Tras la aparición de El origen de las especies de Darwin, Marx exclama alborozado que su tesis sobre la relación entre fuerzas productivas y relaciones de producción suponían en el campo social lo que la selección de las especies. Eran el motor del cambio histórico. Pero supongo que era consciente de que su formulación resultaba claramente economicista, como si esa relación llevara inexorablemente a que la humanidad cumpliera su telos histórico, y las sociedades se desenvolvieran progresivamente, pasando por el comunismo primitivo, el esclavismo, el feudalismo, capitalismo y, finalmente, el comunismo.

Salvador López Arnal.- Sus críticas a Marx, ¿se extienden a otros autores de la tradición marxista? ¿Alguno en su opinión que tenga interés relevante?

Carlos Tuya.- La mayoría de los grandes pensadores marxistas que cito en el libro han realizado valiosas contribuciones al pensamiento original de Marx, adaptándolo a las nuevas realidades históricas y sociales, y corrigiendo posibles limitaciones o sesgos idealistas en unos casos, ampliando el foco sobre los factores evolutivos en otros, o incorporando los avances científicos. Lo que no tiene sentido es insistir en una ortodoxia marxista, como hacía la Academia de Ciencias de Moscú con su Manual, que habría horrorizado a Marx.

Salvador López Arnal.- Habla usted de la paradoja de los valores de uso y de cambio. ¿Cuál es el punto nodal de esa paradoja?

Carlos Tuya.- Es parecida a las paradojas de la física cuántica. Por ejemplo, la paradoja del agua y los diamantes descrita por Adam Smith para explicar el valor. O las diferencias entre valor y precio, cuya máxima expresión es que una mercancía puede tener un valor de uso inmenso pero su valor de cambio ser igual a cero. Paradoja que desaparece si pensamos que son manifestaciones de «momentos» espacio-temporales diferentes de la mercancía. La raíz de la paradoja estriba, en mi opinión, en la persistencia del idealista dualismo ontológico.

Salvador López Arnal.- El segundo capítulo del libro lleva por título «El perturbador papel del conocimiento». ¿Qué tipo de perturbación genera el conocimiento? ¿No es el conocimiento, el saber contrastado no dogmatizado, un bien para la Humanidad y, especialmente, para las clases más desfavorecidas?

Carlos Tuya.- En el segundo capítulo abordo cómo la economía del conocimiento supone, entre otras cosas, una «perturbación» de las categorías clásicas de la economía política, como valor-trabajo, y todo lo que ello conlleva. Pongo el ejemplo de una experta desarrolladora de software. En su trabajo aporta conocimiento, Y no solo no lo pierde, sino que lo incrementa. Lo utiliza, pero no se destruye. Es inconsumible. Es su «capital» que crece con su inversión como trabajo. Eso supone un cambio trascendental de paradigma. Y, claro, una conquista social de gran importancia estratégica.

Salvador López Arnal.- En su opinión, ¿podemos seguir hablando de plusvalía, en la acepción marxista del concepto?

Carlos Tuya.- Por supuesto. De hecho, es un término que está plenamente incorporado al lenguaje. Expresa un hecho admitido por todos, aunque no todos saquen las mismas conclusiones. Supone reconocer un hecho empírico: la producción de mercancías genera un sobrante, un beneficio, que deja de ser social en el sistema capitalista para convertirse en beneficio empresarial privado. Es el «derecho» del capital, y su razón de ser. Otra cosa es aceptar ese «derecho» sin más, simplemente porque nace de la contraprestación salarial.

Salvador López Arnal.- Lo ha tocado de pasado, pero me permito insistir. Habla usted de la cogestión ejecutiva, del derecho obrero a intervenir con voz y voto en la gestión de la empresa y su toma de decisiones. ¿Por qué es tan importante? De hecho, si no estoy mal informado, en algunas empresas nórdicas y alemanas los trabajadores han conquistado (aunque sea parcialmente) ese derecho y no parece que el mundo del capital se haya transformado sustantivamente.

Carlos Tuya.- Lo que llamo cogestión ejecutiva es la plasmación del derecho de los trabajadores a participar plena y efectivamente en la dirección, organización, toma de decisiones y beneficios de la empresa, algo que cobra una nueva dimensión en la economía del conocimiento, como he señalado. No se trata de una concesión del empresario a la busca de mayor compromiso y productividad de los trabajadores, sino de un derecho que, a su vez, democratiza la empresa. El reconocimiento efectivo de ese derecho no supone ya la transformación del sistema capitalista, con bien señalas, sino un cambio estratégico en las relaciones distribuidas de poder que suponen no solo la democratización del espacio empresarial, sino la «socialización» de la actividad productiva en el camino de la autogestión. Es un pilar del proceso gradual de transformación del capitalismo, ya que el motor deja de ser exclusivamente la maximación del beneficio del capital.

Salvador López Arnal.- Se refiere usted en diversas ocasiones al proceso gradual de transformación del sistema capitalista. ¿En qué consiste ese proceso gradual? Salvo error por mi parte, algunas de sus formulaciones parecen afines o no muy alejadas del discurso eurocomunista de los años setenta y ochenta, o incluso de la socialdemocracia de izquierdas (no, desde luego, del neoliberalismo realmente existente).

Carlos Tuya.- El gradualismo transformador no es una táctica adaptativa reformista, sino una exigencia evolutiva de carácter universal, propia de todo proceso que termina alumbrando una nueva «especie». Supone ir eliminando los aspectos no necesarios, desarrollando los más útiles y posibilitando la «emergencia» de otros nuevos, de forma que se mantenga y desarrolle la eficiencia del sistema. En otras palabras, el gradualismo permite la «poda» —apoptosis en lenguaje biológico— de las partes que ya no son útiles o que están impidiendo el desarrollo de nuevas funciones; y una «deriva» evolutiva, como ocurre con el lenguaje. Todos los intentos destructivos que pretenden partir de cero han terminado en fracaso.

Salvador López Arnal.- Señala también que el proceso gradual de transformación no es necesariamente un proceso lento. ¿No hay aquí una inconsistencia? ¿Proceso gradual no implica lentitud o, cuanto menos, transformación extendida a lo largo del tiempo?

Carlos Tuya.- En absoluto, lo gradual tiene una dimensión temporal y otra sustantiva. La dimensión temporal está sometida a numerosos condicionantes, como la correlación de fuerzas interna del sistema, las coyunturas político-económicas, la interrelación con el «exterior», etc. Pueden darse periodos de estasis y otros de aceleración. En la evolución biológica se conoce como equilibrio puntuado. En los sistemas sociales estos fenómenos son más abiertos, inciertos, y probabilísticos, ya que todos los agentes son conscientes y tienen distintos proyectos de «futuro».

Salvador López Arnal.- ¿Qué son las relaciones distributivas de poder? ¿Por qué son tan importantes? ¿Cómo se conquistan?

Carlos Tuya.- Es un concepto novedoso que describe las «fuerzas» que actúan en el sistema y lo garantizan. Hay que partir de que los sistemas socioeconómicos están conformados por redes complejas de nodos interconectados de cuyas relaciones surgen los fenómenos emergentes, condicionados, a su vez, por las interacciones sociales. Esas fuerzas permean todo el sistema y sus redes, creando jerarquías, posibilitando el dominio y la subyugación, garantizando el estatus quo. La resistencia del PP a la renovación del Consejo General del Poder Judicial es un buen ejemplo de su importancia. La lucha política es, en cierto modo, una lucha por mantener o alterar las relaciones distribuidas de poder, condición necesaria para todo proceso de reforma adaptativa y transformación socioeconómica. En ese sentido, es un acierto la propuesta de reforma del acceso a las carreras judicial y fiscal del gobierno de coalición, con la que se pretende cambiar el perverso mecanismo socioeconómico que sustenta la actual mayoría conservadora en uno de los principales espacios de poder institucional.

Salvador López Arnal.- Cuando habla usted de procesos de transformación, ¿en qué países está pensando? ¿España, por ejemplo, está en condiciones de realizar un proceso de estas características?

Carlos Tuya.- Los procesos graduales de transformación exigen mayorías sociales participativas, por lo que tienen un recorrido común con las fuerzas reformistas socialdemócratas. En España se ha logrado, con dificultades, dar el paso necesario de un gobierno de coalición progresista, pero no es suficiente. Es cierto que se han conseguido notables mejoras sociales, laborales y económicas, pero todavía no se ha logrado cambiar las relaciones distribuidas de poder en los ámbitos económico e institucional, salvo en el caso del Tribunal Constitucional. La situación de la izquierda alternativa no invita a la excesiva esperanza.

Salvador López Arnal.- Dada la actual correlación de fuerzas, en España, en la UE y en muchos otros países del mundo, ¿no es algo utópico pensar en transformaciones con orientación socialista?

Carlos Tuya.- Lo que resulta utópico es pensar que las graves turbulencias y desafíos a los que nos enfrentamos pueden resolverse solo con reformas adaptativas. El capitalismo, especialmente en su actual fase plutocrática tecnofinanciera, puede y debe mejorarse, sin duda, pero es incapaz de superar las tensiones críticas generadas por la exigencia fundacional de maximizar el beneficio privado. Ello provoca efectos socioeconómicos y medioambientales disruptivos, como la precarización de amplios sectores, el aumento de la desigualdad, la mercantilización de la actividad social, reducida a una mera oportunidad de negocio, y la incapacidad de frenar el cambio climático, problemas que no pueden resolverse dentro de sus propios límites. Un fenómeno similar al que establece el famoso teorema de incompletitud de Gödel: ningún sistema formal suficientemente complejo puede ser completo y consistente al mismo tiempo. Es decir, siempre habrá problemas intrínsecos que el sistema no podrá solucionar por sí mismo.

Salvador López Arnal.- Habla de cuatro pilares del proceso transformador: ampliación de la democracia, democracia económica, fortalecimiento del Estado social y democrático de Derecho, proyecto federalista. ¿Qué deberíamos entender por democracia económica?

Carlos Tuya.- Es un concepto que ha evolucionado a lo largo del tiempo. Básicamente, propone y promueve la participación ciudadana en la toma de decisiones económicas, ya sea a través de mecanismos de participación directa o indirecta; busca el control democrático de la economía mediante formas como la cogestión y la ampliación de los derechos de los trabajadores; promueve la coexistencia entre diferentes formas de propiedad y organización económica como cooperativas, empresas públicas y empresas privadas con fuerte componente social. En definitiva, busca mayor legitimidad, eficiencia, equidad, y sostenibilidad.

Salvador López Arnal.- ¿Cómo podemos ampliar la democracia de manera efectiva? Los intentos llevados a cabo en algunos países (pienso en Brasil por ejemplo, en el ámbito municipal), ¿han sido exitosos?

Carlos Tuya.- El déficit constitutivo de la democracia liberal representativa estriba en la delegación de soberanía por los ciudadanos, un sistema que tiene grandes ventajas deliberativas y condicionantes operativos. De hecho, la historia de la democracia liberal es la de la lucha por su «ensanchamiento» hasta lograr la universalidad del voto. Lograda esta, el siguiente desafío es su ampliación con formas de democracia participativa, deliberativa y directa en el sistema institucional del Estado. Algo que posibilitan y facilitan enormemente las herramientas de las nuevas tecnologías de la información y comunicación. Ya existen experiencias notables como los presupuestos participativos de Porto Alegre (Brasil), las asambleas ciudadanas deliberativas y aleatorias en Irlanda, el proceso constituyente participativo en Islandia tras la crisis financiera de 2008, etc. Entre nosotros hay iniciativas destacables como las desarrolladas en Barcelona por la alcaldesa Ada Colau. Son pasos incipientes y esperanzadores aunque todavía no resuelven los límites y las limitaciones de la democracia liberal.

Salvador López Arnal.- ¿Cómo se fortalece el Estado social y democrático de derecho en un país como España donde la vivienda empieza a ser un lujo fuera del alcance de muchos colectivos de familias trabajadoras?

Carlos Tuya.- El fortalecimiento del Estado social y democrático de Derecho es un proceso complejo, ya que afecta a numerosas áreas de su actividad. Pero, básicamente, potenciando y blindando su dimensión social centrada en el Estado del bienestar, lo que incluye el gravísimo problema de la vivienda que señalas. Y eso, al tiempo que se desarrollan políticas encaminadas a racionalizar la actividad productiva, regular los mercados y planificar la economía. Dicho en pocas palabras, el proceso trasformador del sistema capitalista exige un Estado Social y democrático de Derecho que proteja, impulse, regule, coordine y socialice.

Salvador López Arnal.- ¿Es realista un proyecto federalista en la España actual teniendo en cuenta el poder e influencia de los movimientos y formaciones nacionalistas, aparte de la existencia, avalada constitucionalmente, del concierto vasco y el régimen foral navarro?

Carlos Tuya.- En el mundo hiperglobalizado, la forma óptima de organizar la pluralidad de un Estado plurinacional como es España, es la federal, entendida como un sistema territorial eficiente, equitativo, solidario y respetuoso con las identidades y aspiraciones de las nacionalidades históricas y la diferentes regiones. El Estado de las Autonomías es una buena base de partida.

Salvador López Arnal.- Habla de ello en las últimas páginas de su libro, le pregunto sobre ello. ¿El cambio climático representa un desafío existencial sin precedentes? ¿Estamos en condiciones de variar el rumbo hacia el desastre en el Siglo de la Gran Prueba (Jorge Riechmann)?

Carlos Tuya.- Sin duda. Es uno de los aspectos que dotan de «singularidad» a la etapa histórica actual. Ya hemos sobrepasado el objetivo de limitar el calentamiento a 1,5 grados, y las emisiones de COhan logrado un penoso récord en 2023. La alarmante realidad es que el ritmo y la escala de las medidas adoptadas hasta el momento, así como de los planes actuales, son insuficientes para hacer frente al cambio climático. Las estrategias de mitigación y adaptación no pueden estar subordinadas a la exigencia económica del beneficio privado, ni regidas por las leyes del mercado capitalista. La salida del Acuerdo de Paris y las políticas negacionistas de Trump evidencian el peligro que supone la dominación plutocrática tecnofinaciera del capitalismo para la supervivencia de la especie humana.

Salvador López Arnal.- ¿Quiere añadir algo más?

Carlos Tuya.- Me gustaría insistir en la necesidad de que la izquierda alternativa se dote de un «marco teórico» que le permita jugar el papel transformador que le da sentido. Particularmente cuando en nuestro país la socialdemocracia está jugando el suyo desde posiciones más consecuentes. Un «marco teórico» que debe sustentarse en la experiencia histórica, la evolución del capitalismo, la comprensión de la complejidad de los sistemas socioeconómicos, los efectos de digitalización prácticamente en todos los espacios de la vida, y el desafío existencial de la emergencia climática. Porque vivimos en una encrucijada histórica, técnicamente lo que se conoce en ciencias de la complejidad como una bifurcación, donde se dirimen dos grandes tendencias: o dominación de la plutocracia tecnofinanciera, o proceso gradual de transformación del sistema socioeconómico capitalista. Lo que está en juego es gravísimo, no solo social, política y económicamente, sino desde el punto de vista de la lucha contra el cambio climático, un desafío existencial donde, por cierto, la Inteligencia Artificial puede jugar un papel decisivo. Con mi libro trato de perfilar los aspectos fundamentales de la alternativa transformadora. Espero que, al menos, sirva para impulsar un debate cada vez más urgente y necesario.

Salvador López Arnal.- Sirve por supuesto. Gracias por su libro, sus respuestas y su amabilidad.

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¿Quo vadis, Europa?

Por: Alfredo Iglesias

A partir de Maastricht se produce una inflexión en la Unión Europea. Pero, ¿cómo entender la Unión Europea después de Maastricht? Como el modo específico de consensuar el nuevo orden internacional unipolar dirigido por los Estados Unidos. Se trató de concretar el nuevo orden internacional que emergía con la derrota de la Unión Soviética bajo el modelo y la hegemonía norteamericana, que es lo que hemos llamado neoliberalismo y que luego se fue concretando en eso que se llamó globalización neoliberal o globalización capitalista neoliberal.

¿Cuál es el centro de esta construcción? El centro, a mi juicio, es básicamente una reacción contra el modelo social y político que se implantó en Europa después de la Segunda Guerra Mundial.

Es decir, la idea fundamental de este nuevo orden es poner fin a eso que se llamó los 30 años gloriosos, poner fin a una experiencia política y social, a una forma específica de relacionar política estado, sociedad y conflicto social, donde el protagonismo era de las clases trabajadoras y su peso estructural en la economía y en la política. El objetivo real era derrotar ese modelo, y hacerlo en un proceso político.

La clave fue desmontar el Estado nación y su específica concreción después de la Segunda Guerra Mundial, lo que se ha llamado el constitucionalismo social, que fue un intento de embridar al capitalismo en base a procesos sociales con un control social y estatal independiente por la dominación de los grandes poderes económicos.

Se aprovechó el momento para desmontar los fundamentos de ese conflicto de clase surgidos después de la Segunda Guerra Mundial. ¿Cuáles fueron sus concreciones fundamentales? Tres, básicamente.

La primera concreción fue, de facto, la constitucionalización del modelo neoliberal. O sea, a partir de Maastricht solamente había un pensamiento único, una clase política única y modelo económico único, obligatorio para cada Estado y límite a cualquier proceso de soberanía popular. Ese era, a mi juicio, el primer rasgo.

El segundo rasgo fundamental era lo que podíamos llamar la desterritorialización del poder democrático. Y la democracia empezó a dejar de ser un modelo político enraizado en la sociedad y se convirtió en un modelo más o menos ambiguo, una especie de norteamericanización de la vida pública que al final lo que consiguió fue debilitar, fragmentar la soberanía popular. Es una vieja historia. Es un proceso muy conocido. Ya lo defendió Von Hayek en el año 38 del siglo XX, aquello que se llamó el federalismo económico.

Todo el centro del modelo neoliberal es muy simple, es quitarle a la soberanía popular la dirección de la vida económica, de la vida pública y por lo tanto despolitizar la economía imponiendo un modelo económico único donde la soberanía popular no pueda controlar la vida económica limitando los grandes poderes económicos. Este es el dato fundamental del modelo de construcción.

Y hay un tercer elemento, pero nunca se comenta porque parece tan evidente que lo damos por supuesto y es la subordinación estructural de la Europa que nace con Maastricht al orden internacional que impuso Estados Unidos. Es decir, Maastricht lo que hace fundamentalmente es desmontar el modelo político social de los Estados nacionales construidos después de dos guerras mundiales.

En conclusión, se subordina estructuralmente la Unión Europea a los intereses estratégicos de Estados Unidos y a partir de ahí, hay un doble proceso que nunca se debe de olvidar. La integración europea está ligada a la ampliación y el desarrollo de la OTAN. Y no son dos cosas distintas, es un mismo proyecto político, un modo de organizar el mundo según los intereses estratégicos de Estados Unidos.

Explicar esto es importante porque estamos ante la crisis de la hegemonía norteamericana porque vivimos una transición a un mundo multipolar y eso significa una gigantesca redistribución del poder político a nivel mundial. Por lo tanto, estamos viviendo una transición que va a ser dramática, con elementos de conflicto, de guerras, de revoluciones y de contrarrevoluciones. Vamos a “vivir peligrosamente”.

En este proceso de transición aparecerá aquello que los teóricos llaman La trampa de Tucídides. Es decir, ¿cómo se va a resolver la crisis hegemónica?,¿con una guerra o sin ella? o ¿con qué tipo de guerra? Con conflictos es seguro, ya lo estamos viendo.

Todas las costuras del orden internacional norteamericano están saltando por los aires y estamos en un mundo radicalmente nuevo con muchos elementos dramáticos.

La segunda cuestión que nunca hay que olvidar es que la clave de lo que estamos viviendo es la crisis de la Unión Europea y específicamente de la democracia de cada uno de los Estados singularmente considerados.

Es una crisis profunda de la democracia que se debe a un elemento fundamental, al peso cada vez más determinante de los grandes poderes económicos, financieros y corporativos. Si algo caracteriza la situación económico y social europea en el marco de la Unión, es el predominio prácticamente sin contrapoderes de los grandes monopolios financieros y empresariales, que son los que dirigen la vida pública.

Y luego hay un tercer elemento decisivo. El papel asignado por la OTAN a la Unión Europea. En esta crisis hegemónica la clave es derrotar a China y según la doctrina-OTAN, el elemento clave para derrotar a China es derrotar previamente a Rusia. Como la Federación Rusa en este caso es la retaguardia estratégica de China su derrota obligaría China a negociar de una manera subalterna con la potencia supuestamente vencedora que sería Occidente dirigido por Estados Unidos.

Esa era la estrategia que aplicó Biden. ¿Por qué aceptó ese papel la Unión Europea? Primero, porque estaba de acuerdo; o sea, las élites europeas siempre han estado de acuerdo que el problema era Rusia y que había que seguir trabajando para arrinconarla, con el objetivo de poner fin al equipo dirigente de Putin y provocar una crisis político-estatal.

Para eso son las sanciones y un hipotético triunfo de la guerra en Ucrania. Ambos factores serían el detonante de una crisis de régimen que permitiría el reparto de los grandes recursos que tiene Rusia. Esto es lo que había detrás del proyecto OTAN. Esto es lo que, de una u otra manera, teníamos por delante.

Lo que ha ocurrido es que no ha funcionado. ¿Y por qué? Como siempre, se ha subestimado a Rusia y se han subestimado los profundos cambios que ya hay en la economía internacional. Se ha subestimado que la multipolaridad está avanzando y, sobre todo, el potencial político militar de Rusia. Creo que es ahí donde estamos en este momento.

Y algo fundamental. Partimos de la idea que la Unión Europea y la democracia singularmente individualizada de cada uno de los Estados vive en un momento de crisis; en este escenario la existencia de un enemigo externo es decisivo para superar la crisis. Es decir, en un momento determinado la presencia de un enemigo que tiene una vieja resonancia histórica, un enemigo supuestamente agresivo que estaría dispuesto a atacarte. Ese miedo a un enemigo externo propicia naturalmente la unión de los “amenazados”, propicia que en las mayorías sociales gane la inseguridad, el miedo y eso siempre ha beneficiado a los países que lo promueven.

La Unión Europea ha hecho del miedo a Rusia un instrumento para superar su propia crisis y para propiciar una nueva centralización del poder en torno a Bruselas, en torno a la creciente autonomización de la Comisión Europea. Y eso se consigue en gran parte con la política del rearme. Sin embargo, creo que esto no va a funcionar porque con esta política no se va a superar el estancamiento económico de la Unión Europea; quieren superarlo por una salida militar, por una especie de economía de guerra que ni es economía de guerra y ni siquiera llega a un Keynesianismo militar.

Una cuestión en la que debemos pensar. Si hay paz en Ucrania, si se toman en cuenta los intereses de Rusia, eso pondrá en peligro la Unión Europea, podrá en peligro su propia existencia, por eso se manifiestan opuestos a cualquier política de paz, por eso sabotean cualquier intento de paz.

Pero, ¿por qué? Porque de acuerdo a la estructura que han creado no puede prosperar un acuerdo de paz que, tarde o temprano, significaría una nueva arquitectura de seguridad en Europa y eso pondría en cuestión la Unión Europea que conocemos y la existencia de la OTAN.

Por otra parte, creo que estamos delante de lo que yo llamaría una sublevación de los pueblos europeos a medio plazo. Sé que esto hoy parece seguramente descabellado, pero creo que hay condiciones cada vez más evidentes de una insurrección de los pueblos europeos, un levantamiento frente a unas élites que nos llevan a la guerra, que nos llevan al rearme y a nuevas políticas de austeridad.

Estamos ante una coyuntura muy complicada que se va a ir agudizando conforme las conversaciones de paz avancen. No soy muy optimista con respecto a estas conversaciones de paz y no lo soy porque las élites europeas están muy comprometidas con el modelo OTAN, con el modelo norteamericano, con la estrategia Biden y están haciendo un trabajo sistemático de boicot, sabotaje a cualquier intento de paz entre Ucrania y Rusia. Les va en gran parte su vida política en ello y también sus proyectos personales y económicos. Estamos en un momento dramático.

¿Cuál es la contradicción básica? Saben que solos no pueden ganarle a Rusia, que necesitan a Estados Unidos, que necesitan a Donald Trump, pero tienen que crear un escenario donde Donald Trump desista de llegar a acuerdos con Putin. Y para eso tienen consenso con la élite dominante en el gobierno ucraniano y obviamente con Zelensky. Él sabe que se juega la vida, y cuando digo esto, lo digo en serio, la vida de Zelensky depende en gran medida que la guerra continúe.

¿Dónde estamos? ¿A dónde vamos? Creo que vamos hacia una nueva situación donde las poblaciones empiezan a separarse de las élites nacionales y de la Unión Europea. Los europeos van a reclamar nuevas opciones, nuevos argumentos, nuevos instrumentos, nuevas demandas.

Creo que está llegando el momento de plantearse en serio un nuevo tipo de Europa, lo que podíamos llamar convertir a Europa como un sujeto político internacional no alineado, independiente, sobre todo de los Estados Unidos. Y esto será poniendo fin a la existencia de la OTAN.

La OTAN no es solo una alianza militar, es algo más, es la estructuración de la fuerza armada según los intereses determinados por los Estados Unidos. No es una simple alianza entre Estados, es parte de un ejército dirigido por los Estados Unidos. Es decir, ha sido una manera de pérdida de soberanía en un elemento central como son las fuerzas armadas.

Por lo tanto, la primera idea es que hace falta una Europa que sea un sujeto político independiente y que pueda actuar con autonomía estratégica.

¿Qué significa eso en la práctica? A mi juicio, tres cosas fundamentales.

La primera, debemos ir hacia una Europa confederal. El federalismo que se ha creado en Europa, el federalismo neoliberal, ha construido una democracia oligárquica que limita los derechos de los trabajadores, que limita los derechos sociales y que, sobre todo, pone en crisis a la propia democracia en cualquiera de las excepciones que puede tener ese término. Por lo tanto, hace falta darle un giro serio a esta Europa, hacia una Europa confederal, donde los Estados y los pueblos sean instrumentos reales de construcción de una nueva Europa y que, por tanto, hay que comprometer a las poblaciones con un nuevo proyecto económico, político y social avanzado.

Segunda cuestión, no es posible la seguridad europea sin un tratado de paz y cooperación con Rusia. La condición previa de cualquier autonomía estratégica europea pasa por un tratado de cooperación reforzada entre Rusia y Europa. Es lo que siempre las potencias anglosajonas han intentado evitar.

Hace falta un acuerdo entre Alemania y Rusia, y el acuerdo entre Europa y Rusia eso debe ser concretado en un tratado de paz y cooperación que estoy convencido beneficiará no sólo a Rusia, sobre todo beneficiará a la autonomía estratégica de Europa.

Y la tercera cuestión fundamental es comprometer a esta nueva Europa democrática y socialmente avanzada, comprometerla con el nuevo orden internacional que está emergiendo. Un orden multipolar. democrático y justo, que es donde está la gran tarea del momento. Es decir, Europa no puede seguir siendo un instrumento más, un actor subalterno en manos de Estados Unidos que se opone a un mundo que está cambiando.

Dicho de otra manera, Europa tiene que escoger de qué mundo quiere ser parte. ¿Quiere ser, con Estados Unidos, un freno político militar a la multipolaridad?, ¿quiere ser un dispositivo que impida la multipolaridad? o ¿quiere ser un instrumento en positivo, de paz, participando en el nuevo orden económico internacional, en un mundo que emerge, que es un mundo multipolar donde los pueblos del sur global luchan por tener voz, protagonismo y reconocimiento?

Creo tarde o temprano este es el programa que van a exigir los pueblos y la cuestión de la paz entre Ucrania y Rusia va a dilucidar el futuro de la Unión Europea y de la OTAN.

Nota.- Este texto es un resumen de la intervención de Manolo Monereo en La Mesa de El Viejo Topo TV.

Fuente: https://observatoriocrisis.com/2025/05/27/quo-vadis-europa/

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Pequeño gran libro

Por: Alfredo Iglesias

De la contraportada del libro: “Cada cierto tiempo, reaparece la teoría de que el fascismo se extingue en 1945. Sin embargo, algunos movimientos que se han venido sucediendo desde entonces y las noticias que escuchamos a diario deberían ser más que suficientes para convencernos de la vacuidad de esta suposición. Al fin y al cabo, las principales fuerzas políticas del siglo XX, ya sea a la izquierda o a la derecha, bajo las mismas o nuevas siglas, siguen vivas. La partida, pues, sigue abierta”. Más allá de los matices no menores que cabe introducir en la anterior observación, la partida, efectivamente, sigue abierta… aunque la izquierda actual no esté en las mejores condiciones para el inacabado combate.

Un apunte (absolutamente innecesario) sobre el autor: Luciano Canfora (n. 1942) es profesor emérito de la Universidad de Bari y uno de los historiadores más reconocidos en Italia e internacionalmente (también en nuestro país). Dirige la revista Quaderni di storia y es colaborador del Corriere della Sera y otros medios. Autor prolífico, ha publicado hasta el momento más de una treintena de libros. Entre sus traducciones más recientes a nuestro idioma: La historia falsa (2014), 1914 (2014), Libro y libertad (2017) y La máscara democrática de la oligarquía (2020).

Lo esencial de esta reseña: Brecht nos enseñó a conocer la bondad de los seres humanos: los buenos hombres (también las mujeres, por supuesto) se conocen en que resultan mejor cuando los conocemos. ¿Qué pasa con los libros?, ¿cuándo un libro es un buen libro? Los buenos libros, aunque sean breves como es el caso que comentamos, se conocen en que resultan más apasionantes de lo que habíamos imaginado cuando los leemos, meditamos y estudiamos. El fascismo nunca ha estado muerto es un buen ejemplo de estos libros que valen la pena leer (y releer). Muchas excelentes lecciones de historia nos regala el autor en su cuidada y asequible argumentación.

Componen este libro de Canfora, uno de los grandes intelectuales italianos y europeos del XX y el XXI, una presentación (“Para entrar en el tema”; abre así: “A los nazis no nos gusta esta mierda”, así se expresaba sobre los judíos el ministro de Economía del gobierno finlandés neoatlántico Wille Rydman (Corriere della Sera, 31 de julio de 2023, p.13)”), nueve capítulos y un apéndice (el programa fundacional, firmado por Mussolini -…»líder político al que el Movimiento Social de Italia le debe en cierto modo su propia existencia»- de los Fasci di Combattimento en las tiradas del 30 de marzo y el 6 de junio de 1919). Los nueve capítulos: 1. El núcleo. 2. Las tres caras del fascismo. 3. Consultar el atlas. 4. El caso alemán. 5. La parábola de Mussolini. 6. Cassius. 7. Preguntas fundamentales. 8. Neofascistas, fascistas y fascistas “atlantistas”. 9. Conclusiones.

Canfora, se señala en la solapa interior del libro, “traza la la historia contemporánea del fascismo obteniendo una definición operativa del mismo que le permite, a su vez exponer las concomitancias del fenómeno fascista prebélico y el posfascismo actual, el latente y el manifiesto”. Solemos pensar, se añade, “en el fascismo como una suerte de reacción antimoderna, contraria a los valores de la Ilustración, al modo que lo expuso Umberto Eco bajo el concepto de ur-fascismo, si bien Canfora, fiel a la lección de Gramsci, lo presenta como el mal endémico de la sociedad de masas, el virus arraigado en la historia moderna de Occidente. Su origen determina su esencia: el supremacismo racial subyacente al colonialismo. Hoy prospera en las sociedades debilitadas por la globalización y aspira incluso a la hegemonía cultural” [el subrayado es mío].

Algunas de las consideraciones del autor, para abrir su apetito lector que, seguramente, ya está muy en disposición:

1. “Por lo tanto, es legítimo alarmarse cuando se repiten los siguientes comportamientos: intimidar a partidos contrarios con acusaciones inverosímiles o a opositores individuales con aluviones de querellas, deslegitimar los órganos de control, demonizar a gobiernos anteriores anunciando “comisiones de investigación” de manera constante, monopolizar la información (generando disposición a la autocensura), proyectando la posibilidad de derribar el orden constitucional. Se trata de un sistema de autoridad que podría definirse como “reacccionarismo capilar de masas”, que gira en torno a clases medias empobrecidas, antipolíticas y vagamente xenófobas” (p. 24).

2. “La excelente relación entre el fascismo -Musolini personalmente- con los líderes estadounidenses está ampliamente documentada en el libro de Ennio Caretto, Quando l’America si innamorò di Mussolini. Mucho más significativa que el entusiasmo del joven John Kennedy por el fascismo como régimen apropiado para Italia es la excelente relación entre Roosevelt y Mussolini desde que, en septiembre de 1932, Mussolini intuyó que Roosevelt ganaría las elecciones y llegaría a ser presidente. Mussolini recibió a continuación a Elmer Langworthy, oficial naval y emisario personal de Roosevelt, entonces candidato, y “le recomendó la tercera vía italiana (es decir, la economía corporativa) entre capitalismo y comunismo”. Las valoraciones positiva del New Deal fueron frecuentes en el periódico del Duce, Il Popolo d’Italia” (p. 49).

3. “Mientras tanto, la izquierda, después de haberse dotado de un fantasma ideológico-geográfico (“el europeísmo”), se ha revelado incapaz frente a los problemas más acuciantes del momento actual: las crecientes desigualdades (que estallan en peculiaridades estrictamente nacionales de cada país), así como la gran migración que, desde muchos afligidos, se dirige hacia las zonas ricas del planeta.

Ha predicado mucho, pero cayó víctima de la inanidad de ese fantasma y de los egoísmos internos del beato continente. Un ejemplo destacado: el Tratado de Dublín, que enfrenta a los países europeos entre sí. La Unión (?) Europea discute ahora sobre las “cuotas” -palabra insultante- de desgraciados que deben ser arrojados de un país a otro. Está dividido entre “endeudados” y “frugales”, entre xenófobos y predicadores, entre aislamófobos y “cosmopolitas alejados de la contienda” (pocos y cómodamente influyentes), y la lista continua.

Toda la salud para las fuerzas políticas que hacen fortuna con el lema de impacto seguro: “¡Los italianos primero!” (¡y los inmigrantes a Tirana!)” (p. 79).

Por si hubiera alguna duda de la UE realmente existente y de los estrechos límites de la “democracia” realmente existente, con estas palabras cierra Canfora este libro que merece lectura, estudio y recomendación:

“En su primer discurso parlamentario (21 de junio de 1921), el mismo líder [Mussolini] formuló una consideración crítica hacia la abstracción internacionalista de los socialistas: “Negamos su internacionalismo porque es un bien de lujo que solo puede ser practicado por las clases altas, mientras que el pueblo queda desesperadamente atado a su tierra.” La forma en que se aplica este internacionalismo de las clases altas fue descrita recientemente de modo elocuente por el expresidente de la conferencia L’Italia s’è destra (4 de agosto de 2023): “Si un gobierno no obedece a la UE, cae al cabo de dos semanas”. ¿Tomamos nota?

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Adiós a Sebastião Salgado

Por: Alfredo Iglesias

Sebastião Salgado, ícono de la fotografía contemporánea, se fue el viernes 23 de mayo, luego de 81 años de vida. Él, viajero incansable, en ese día cometió el desvarío imperdonable de partir en su único viaje sin vuelta.

Deja miles de fotografías, que más que imágenes son miradas precisas y exactas sobre las maravillas y los horrores del mundo y de la vida.

Economista de formación, dejó el oficio cuando obtuvo de su compañera de toda la vida, Lelia Salgado, en los inicios de los años 1970, una cámara Pentax Spotmatic II, clásica para aficionados. Y con ella se hizo profesional. Salgado tenía, es verdad, otra cámara, de calidad inferior. Pero fue con esa Pentax que descubrió una manera de mirar la vida y extender esa mirada tan suya, tan única, a la humanidad.

Registró pueblos amenazados, tierras devastadas, florestas exuberantes que sobrevivían bajo crecientes amenazas, heleras que se desploman, minas de oro y metales preciosos que transforman hombres en hormigas; es decir, al fin y al cabo registró cómo el ser humano logra resistir frente a lo inimaginable.

Sus imágenes ganaron el mundo y despertaron debates y discusiones, todo ello relacionado con los impactos dramáticos de lo que ocurre. Sus fotos en blanco y negro trajeron, vaya contradicción, luz a los ojos de la humanidad. Una luz cargada de revelación y casi siempre de dolor.

Su trayectoria fue única. Era el más grande, no de ahora, pero sí de las últimas muchísimas décadas. Supo como nadie unir emoción, reflexión, lirismo y denuncia; todo eso, vale reiterar, en blanco y negro.

Dominaba la luz natural como si la hubiera creado. Y tuvo suerte en su oficio.

Un ejemplo: en 1981, él estaba en Washington registrando los 100 primeros días del gobierno de Ronald Reagan, cuando se acercó para fotografiarlo en el justo momento en que un trastornado manifestante disparó contra el mandatario. Sus fotos fueron vendidas por todo el mundo, y así Salgado pudo financiar un viaje a África para su primer gran proyecto individual. Cinco años después lanzó el libro Otras Américas, que registra imágenes geográficas y humanas de Brasil, Bolivia, Chile, Perú, Ecuador, Guatemala y México.

Intento de asesinato de Ronald Reagan el 30 marzo de 1981. Créditos: Sebastião Salgado

El libro que definitivamente lo consagró, no como el mejor, pero sí como el más grande fotógrafo de las últimas muchísimas décadas, fue Trabajadores, de 1997. Y gracias a una indicación de Alan Riding, el legendario corresponsal de guerra de The New York Times en Centroamérica y mi fraterno amigo, fui el señalado para hacer los textos de ese libro.

Fue así como me acerqué, y mucho, a Salgado. Recuerdo que pasamos unos 10 días en la estancia de un tío suyo en el estado brasileño de Espírito Santo trabajando en los textos. Era un sistema peculiar de trabajo: yo escribía por la noche, dándole vueltas a la luna, y terminaba a eso de las cinco y media de la mañana, cuando Salgado se despertaba. Los dos íbamos a la piscina y entonces él leía mientras yo me iba a dormir.

A media tarde, luego del almuerzo, nos reuníamos para leer línea por línea lo que yo había escrito. Sus observaciones eran pocas, pero todas y cada una de ellas de precisión absoluta.

El mundo perdió la mirada única e insuperable de Sebastião Salgado. Y yo perdí un fraterno amigo. El mundo queda con sus imágenes, yo con mi memoria.

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2025/05/25/opinion/012a2pol

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Repensar el fascismo

Por: Alfredo Iglesias

Bertolt Brecht afirmó: “Aquellos que están contra el fascismo sin estar contra el capitalismo, que se lamentan de la barbarie que origina la barbarie, se parecen a los que quieren comer su tajada de ternera, pero no quieren que se mate la ternera”. De esta forma el escritor alemán dejó claro que la genuina lucha antifascista implicaba el derrocamiento del capitalismo que es la matriz del fascismo. 

A 80 años de la derrota del fascismo y la victoria de la Unión Soviética, y como homenaje a los combatientes antifascistas, es necesario repensar y revaluar el concepto, pues muchos lo emplean erróneamente como medio para criticar o desacreditar políticas consideradas “reaccionarias”. Este uso olvida que, en la era del imperialismo o capitalismo parasitario, todo gobierno capitalista es esencialmente reaccionario al oponerse al cambio revolucionario de la sociedad. 

Hay quienes desde hace décadas anunciaron el regreso del fascismo, lo cual es erróneo, banalizan el concepto de fascismo y proceden de forma irresponsable, contribuyen a la confusión política, y subestiman la barbarie que padecieron los pueblos de la Unión Soviética y Europa con esta forma de dominación de la burguesía. ¿Es correcto llamar fascistas a los gobiernos burgueses que no cumplen con la agenda de política “progresista”? ¿Son fascistas los gobiernos burgueses que no siguen una política de “humanización del capitalismo”? 

Acusar de fascista a un gobierno o determinadas figuras políticas favorece al bloque de políticos burgueses que se presentan con las etiquetas de “progresismo” o “keynesianismo”, pero que igualmente representan los intereses de los monopolios. Este enfoque sugiere que, si bien el fascismo es inaceptable, un gobierno capitalista con tintes “progresistas” sería tolerable. Así, la citada reflexión de Brecht resulta nuevamente pertinente: ¿es posible combatir el fascismo promoviendo otra forma de gobierno capitalista, o el camino correcto es el derrocamiento del capitalismo en su totalidad? 

En tiempos recientes, la palabra fascismo también se ha usado para describir acciones represivas de ciertos gobiernos, como si el Estado burgués no fuera por naturaleza un aparato de represión. Asimismo, se emplea para denominar políticas de expansión territorial y explotación de pueblos, acciones inherentes a la dinámica imperialista y no exclusivas del fascismo. Este término también se utiliza de manera laxa al asociarlo con políticas racistas, olvidando que el racismo fue una herramienta de expansión colonial de los países capitalistas desde el siglo XIX. 

Las tergiversaciones del concepto del fascismo también se apoyan en la corriente ideológica, en la que participa Hannah Arendt, que ha promovido el concepto de “totalitarismo” para equiparar a los gobiernos fascistas con la democracia socialista de la URSS. Esta banalización, sustentada en campañas de propaganda antisoviética, ha sido aprovechada por la burguesía de países como Polonia, Ucrania, Lituania, Georgia, Letonia y Eslovaquia, para decretar la ilegalización de la labor de los comunistas. Cabe aclarar que esto no implica un ascenso del fascismo en dichos países, pues la política anticomunista es también inherente a los gobiernos burgueses. 

Otra posición política afirma que la supresión del parlamento y la democracia (burguesa) son muestras del ascenso del fascismo. Esto también es falso, pues la dictadura burguesa sin ser fascista puede suprimir el funcionamiento de la democracia, digámoslo con claridad, “democracia burguesa”. Cabe recordar que para el marxismo ortodoxo la democracia no existe en abstracto, sino que siempre tiene un carácter de clase, burgués o proletario. 

Entonces, ¿cuál es la esencia de fascismo? Es la expresión y forma política más apta para hacer frente a las fuerzas revolucionarias en ascenso, es decir, como medio para la represión del enemigo de clase interno. Al mismo tiempo, el fascismo fue utilizado por los países capitalistas para afrontar a otros estados capitalistas oponentes, acción para la cual requerían de la alineación masiva de las fuerzas populares con los intereses burgueses. 

Hoy no estamos frente a un ascenso de las fuerzas revolucionarias que deseen derrocar los estados burgueses para construir el socialismo. Por tanto, la burguesía por ahora no tiene necesidad de utilizar el fascismo como forma de gobierno. 

Otra cuestión que repensar sobre el fascismo es la forma en que se le debe enfrentar. La experiencia histórica del movimiento comunista internacional ha legado la fórmula de la aplicación de la táctica del frente popular como medio para combatir al fascismo, la cual consiste en la colaboración entre comunistas y fuerzas burguesas “progresistas”. 

Pero el resultado de esta colaboración no acercó a los comunistas a instaurar gobiernos socialistas, por el contrario, esta táctica llevó a que las organizaciones comunistas diluyeran sus aspiraciones de transformación radical de la sociedad, y desplazaran el horizonte estratégico de la democracia socialista en favor de la conservación de la democracia burguesa como mal menor frente al fascismo. 

Quienes desde hace décadas han anunciado erróneamente el ascenso del fascismo, sin atreverse a cuestionar lo acertado o equivocado de la táctica del frente popular antifascista, desean repetir la historia ahora como farsa y llaman a que las organizaciones revolucionarias que buscan el derrocamiento del capitalismo, colaboren con los sectores “menos reaccionarios de la burguesía” y, por tanto, a que la aspiración de una sociedad socialista se aplace para defender a la democracia burguesa. Y así las fuerzas anticapitalistas que son la verdadera izquierda, se entrampen sometiéndose a gobiernos capitalistas. 

Hoy no hay un ascenso del movimiento comunista que la burguesía busque reprimir usando el fascismo. ¿Hay seriedad en llamar fascistas a los gobiernos de Trump, Bolsonaro, Milei u similares? Y más aún, ¿es correcto para quienes desean derrocar al capitalismo, apoyar a un gobierno burgués progresista frente a Bolsonaro, o ponerse de lado de Biden para hacer frente a Trump? 

De acuerdo con Brecht, someter o aplazar el programa de transformación revolucionaria de la sociedad en pro del mantenimiento de un tipo de gobierno, y pensar en que los revolucionarios tienen por principales aliados de la lucha antifascista a las fuerzas burguesas, es un error y algo absurdo, pues es lo mismo que decir que se luche contra el fascismo sin luchar contra el capitalismo. 

Ángel Chávez Mancilla es historiador de la ENAH.

Fuente: https://www.jornada.com.mx/noticia/2025/05/23/opinion/repensar-el-fascismo

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Sobre el decisivo papel de la militancia comunista

Por: Alfredo Iglesias

Es justo decirlo ya en el primer compás esta nota: si tienen interés, como seguramente será el caso, en la lucha democrático-comunista contra el franquismo, estudien, lean y recomienden esta magnífica y documentada -y excelentemente escrita- aportación a la lucha antifranquista en la universidad, centrada principalmente (es descripción, no crítica) en la Universidad de Barcelona (La Central, en aquellos años) y en el movimiento estudiantil barcelonés, sin que el autor olvide, desde luego que no, la lucha de los PNN, de los profesores no numerarios, y la huelga general por ellos convocada durante el curso 1974-1975.

El antifranquismo en la universidad. El protagonismo militante (1956-1977), con nuevas aportaciones para los interesados, mi caso por ejemplo, en la obra y praxis política de Manuel Sacristán y Francisco Fernández Buey, toma pie en la tesis doctoral que Jordi Sancho Galán presentó en la Facultad de Historia de la UAB en 2021, bajo la dirección de la historiadora Carme Molinero, quien en el prólogo del libro comenta: “El lector tiene entre las manos una aportación relevante a la reconstrucción exhaustiva del papel de la militancia comunista en la constitución del movimiento estudiantil centrada en los protagonistas que permitieron desplegar la oposición política a través de la movilización social y la recuperación de la sociedad civil”. En las décadas de los años 60 y 70 del siglo pasado, “los comunistas arraigaron a través del activismo de sus miembros, formando parte de las redes más dinámicas de la sociedad”. Esos estudiantes comunistas se convirtieron, excelente metáfora de Molinero, en “rostros de la multitud”.

Un apunte sobre el autor: Jordi Sancho Galán es un joven doctor en Historia Comparada, Política y Social por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) e investigador del Centro de Estudios sobre Dictaduras y Democracias (CEDID, UAB). Sancho Galán ha centrado hasta el momento sus investigaciones en las interacciones entre culturas políticas, juventud y movilización social en la segunda mitad del siglo XX. Actualmente es investigador postdoctoral Margarita Salas en la Universidad París 8 (Vincennes-Saint Denis) y en la UAB.

Tras el prólogo de Molinero, forman El antifranquismo en la universidad. El protagonismo militante (1956-1977), la introducción, cinco extensos (pero nunca cansinos) y documentados capítulos (no se salten las notas al pie de página), las conclusiones (el autor cierra tomando pie en una cita de Francisco Fernández Buey), un apartado de siglas y abreviaturas y la bibliografía. Falta, en mi opinión, un índice onomástico con los protagonistas principales de la lucha. Los capítulos: 1. Tomar partido; 2. La formación del movimiento estudiantil; 3. El PSUC en, ante y tras el sindicato democrático de estudiantes; 4. Efervescencia, represión y radicalización; 5. Por una universidad nueva en una sociedad democrática.

Sugerencia de lectura: prólogo, introducción y capítulo de conclusiones. Tras ello, vuelta a empezar.

El paradigma historiográfico del autor: “Nos aproximamos a esta historia del antifranquismo en la universidad desde un marco historiográfico desarrollado por historiadores como Carme Molinero, Pere Ysàs, Sebastian Balfour, Pamela Radeliff, Ismael Saz, Xavier Domènech y Óscar J. Martín García, entre otros”, una historia social de lo que suele llamarse tardofranquismo y del final de la dictadura, “en la que los movimientos y la conflictividad sociales constituyen vectores fundamentales del cambio político”. Es desde la perspectiva de una historia social, cultural y desde abajo, “en la que el sujeto, la experiencia, la cultura, la hegemonía, la movilización y conflictividad social son elementos centrales” desde las que el autor ha pretendido (y conseguido) acercarse a su objetivo de estudio.

Para futuras reediciones convendría rectificar algunas erratas en nombres y apellidos (Scheing por Schweins, Fabrián por Fabián, Robert por Rubert, Musterín por Mosterín, etc), añadir algún breve apunte sobre la FUDE (del PCE(m-l)), evitar el uso de capuchinada o caputxinada (por el convento de los capuchinos de Sarrià, el lugar de la reunión) para hacer referencia a la Asamblea Constituyente del SDEUB y dar cuenta de las singulares posiciones de Sacristán sobre la invasión de Praga por las tropas del Pacto de Varsovia, tema muy debatido entre el estudiantado de vanguardia.

PS: También durante 1976, señala Sancho Galán, las tres universidades catalanas aprobaron la cooficialidad del catalán, reconocimiento que, en ningún caso, era muestra de hispanofobia ni de marginación o menosprecio del castellano.

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