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3 proyectos comunitarios que necesitan tu ayuda en Goteo

Por: La Marea

Tres iniciativas comunitarias, culturales y educativas buscan financiación urgente para continuar su labor social. Todas ellas están activas en la plataforma Goteo y afrontan las últimas semanas de campaña en un contexto excepcional: la reapertura temporal del sistema antes del lanzamiento de la nueva plataforma a comienzos de 2026. Estas son sus historias y por qué necesitan apoyo ahora.

La fuerza de La Marea: blindar la independencia periodística

Como ya te hemos contado, desde La Marea hemos puesto en marcha una campaña de financiación para proteger nuestra independencia editorial frente a una demanda, la primera recibida por una de nuestras investigaciones en más de trece años de trayectoria. El objetivo mínimo es de 85.100 euros.

Los fondos permitirán mantener investigaciones en curso, ampliar el equipo, seguir investigando sobre gestación subrogada y muchos otros temas… En definitiva, nos permitirán reforzar nuestra comunidad de personas críticas y blindar la independencia del medio.

Objetivo mínimo: 85.100 euros
Obtenido: 82%
Tiempo: Quedan 4 días


Un aula para pensar, crear y sentir: Educación Creadora

La asociación Freetime impulsa un espacio educativo en Saldaña de Burgos basado en los principios de la educación creadora: una práctica donde niñas y niños se expresan sin juicios, sin evaluación y sin exigencias técnicas.

El proyecto necesita un mínimo de 18.830 euros para acondicionar el aula, adquirir materiales y garantizar personal especializado. Hasta ahora ha recaudado alrededor de 1.600 euros, con menos de un mes para completar la financiación. El objetivo es crear un lugar seguro y respetuoso donde la creatividad infantil sea motor de autoestima, juego y bienestar emocional. La iniciativa defiende un modelo alternativo a las prácticas tradicionales del aula de arte.

Objetivo mínimo: 18.830 euros
Obtenido: 42%
Tiempo: Quedan 13 días


Paremos la macrocentral de biogás más grande del sur de Europa (La Sentiu)

La Plataforma Pobles Vius busca apoyo para financiar la defensa legal y las acciones comunitarias contra la instalación de una macroplanta de biogás en La Sentiu de Sió (Lleida). El proyecto, que ha generado preocupación entre agricultores, vecinos y colectivos ecologistas, necesita reunir un mínimo de 27.220 euros, de los que ya se han conseguido más de 15.000.

Los fondos permitirán costear recursos administrativos, informes técnicos y la organización comunitaria frente a un proyecto industrial que sectores del territorio consideran de alto impacto ambiental y con carencias en sus planes de gestión.

Objetivo mínimo: 27.220 euros
Obtenido: 96%
Tiempo: Quedan 8 días


Goteo reabre su plataforma para campañas urgentes

Las tres iniciativas forman parte de la selección de Goteo tras meses de pausa. La plataforma, tras la que se encuentra la Fundación Platoniq, había paralizado temporalmente la web de microfinanciación para dedicarse a la renovación de su diseño.

No obstante, Goteo ha reabierto temporalmente su plataforma para permitir la publicación y apoyo de campañas urgentes. La organización informa de que se podrá colaborar y lanzar proyectos hasta el 29 de diciembre de 2025. Todas las campañas deben finalizar antes de esa fecha, lo que obliga a ajustar la duración de las rondas de financiación. La reapertura es excepcional y responde, según el equipo de Goteo, a la convicción de que ningún proyecto transformador debe quedarse atrás durante el periodo de transición tecnológica. La nueva plataforma verá la luz el 1 de enero de 2026.

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10 años después, ¿qué queda del Acuerdo de París?

Por: La Marea

Hoy se cumplen 10 años del Acuerdo de París, el pacto con el que la comunidad internacional se comprometió a reducir la emisión de gases de efecto invernadero a escala global para frenar el cambio climático. Una década después ¿puede decirse que aquel acuerdo, basado en las evidencias y el consenso científico, fue un fracaso? Con los datos en la mano, sí. Cada año que pasa se emite más CO2 a la atmósfera y se superan los registros de temperatura. Cada año es más cálido que el anterior. ¿Quiere decir esto que el objetivo marcado en 2015 era poco realista? O más aún, ¿inútil? Ni mucho menos.

El planeta se comprometió entonces a reducir sus emisiones para mantener el aumento de la temperatura media muy por debajo de los 2 ºC. Llegar a ese límite significaría una catástrofe para la vida en el planeta. Lo ideal, se estableció en aquella cita, sería no superar los 1,5 ºC. Estas temperaturas se refieren a promedios de la temperatura global medidos a lo largo de muchos años. Ese grado y medio de calentamiento ya se alcanzó en 2024 y la tendencia para los próximos años no invita al optimismo. Lo que no significa que todo lo realizado en estos 10 años haya sido en balde o que la humanidad deba resignarse y tirar la toalla.

El límite de 1,5 ºC estaba en consonancia con los datos científicos disponibles en ese momento, sin contar con que los países responsables de la mayor parte de las emisiones iban a desentenderse del problema. Y no sólo eso: sin tener en cuenta que el mayor contaminador del planeta, Estados Unidos, iba a trabajar en sentido contrario, favoreciendo los intereses de la industria fósil, los bancos y los fondos de inversión por encima de la preservación de la vida y de los ecosistemas que la sostienen. La victoria de Donald Trump en 2016 y el auge mundial de la ultraderecha –principal bastión del negacionismo científico en todos los órdenes y singularmente en el climático– han sido decisivos en la parálisis política de la lucha contra el calentamiento global.

En cualquier caso, como dicen los expertos consultados por Climática, la divisoria marcada hace 10 años en aquel grado y medio sigue vigente. «Alcanzar o no los 1,5 °C no importa para la política o la acción», afirma Julia Steinberg, profesora de Economía Ecológica en la Universidad de Lausana y una de las autoras del IPCC, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. Este grupo se encarga de redactar los informes de evaluación que son la base científica de las negociaciones climáticas, con lo que llegamos a otro de los puntos de fricción más polémicos o desalentadores de estos 10 últimos años: ¿sirven para algo las Cumbres del Clima? ¿Sirven para algo las COP?

La ausencia de grandes acuerdos podría inducir a pensar que sí, que las cumbres organizadas por la ONU para frenar el cambio climático no sirven para nada. Pero no es así. «Un mensaje destructivo contra las COP es contraproducente», explica Andreu Escrivà, doctor en Biodiversidad. «Las COP han tenido un papel importante y actualmente representan un nodo de multilateralidad que, en un mundo tan separado, tan reaccionario y tan individualista, es necesario preservar a toda costa», añade.

«Sí, el multilateralismo está en crisis», admite Irene Rubiera, abogada y comunicadora especializada en clima y derechos humanos. «Sí, las cumbres avanzan más despacio de lo que deberían. Y no, no podemos abandonar ese espacio. Es importante recordar esto: la razón de ser de las cumbres nunca fue la buena fe de los gobiernos, sino ser el escenario donde la presión social se vuelve imborrable y políticamente ineludible. Sin las decenas de miles de personas en las calles y la voz de los pueblos indígenas, el proceso multilateral habría sucumbido hace años al bloqueo sistemático de los intereses fósiles».

Puedes leer más sobre el tema en ‘Climática’, el medio especializado en clima y biodiversidad.

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Salomé Saqué: “Querer vivir en una democracia ya es ser antifascista”

Por: Miquel Ramos

Francia ha sido siempre un laboratorio de ideas y una avanzadilla de la extrema derecha para todo el mundo. Su producción intelectual, su política y sus éxitos son evidentes, imprescindibles casi para entender el avance de estas ideas. Salomé Saqué (Lagny-sur-Marne, 1995) estuvo a finales de octubre en Barcelona para presentar su libro Resistir (Plataforma Editorial), donde explica cómo la extrema derecha ha logrado alcanzar cotas de influencia inimaginables hace unos años, minando así consensos democráticos sobre derechos y libertades. Una obra bien condensada, clara y concisa, que desgrana las estrategias del nuevo fascismo y las complicidades de las que ha gozado para llegar a las puertas del poder. Por eso, ante la preocupación de una gran parte de la sociedad, el libro ha sido un éxito en ventas, con más de 350.000 ejemplares vendidos de su edición francesa en pocos meses. Antes de que sea demasiado tarde, dice Salomé, quiere explicar cómo ha sido posible todo esto. «Todavía estáis a tiempo», afirma refiriéndose a España.

En Francia, la extrema derecha controla gran parte del panorama mediático, domina el debate, impone sus marcos y está lista desde hace tiempo para gobernar. El libro explica quiénes son figuras como el magnate Vincent Bolloré, quien se hizo con el grupo Canal+ en 2015 y es propietario de una gran red de medios de comunicación dedicados a la promoción de la extrema derecha. Saqué llama «los ingenieros del caos» a quienes diseñan las estrategias de desinformación y la batalla cultural. Lo hacen a través de sus contactos con las élites y de think tanks como Atlas Network (también presente en España). La autora señala a estos actores y analiza su papel en las redes sociales y la disputa semántica por el significado de las palabras. Estos grupos radicales y la violencia que propagan han conseguido instalarse en el debate y en la sociedad gracias a la normalización de sus ideas.

¿Cómo ha logrado la extrema derecha esta normalidad? ¿Qué papel han jugado los medios de comunicación?

Ha habido un largo proceso de blanqueamiento en los medios, en la política, en la Asamblea Nacional, en los libros, en muchos espacios de la cultura durante muchos años… Ahora es muy difícil cambiar el ecosistema mediático porque todo el mundo está acostumbrado a ver a la extrema derecha. Si hoy empezáramos a dejar de invitarla a los platós de televisión lo presentarían como censura. Hay muchos periodistas en Francia que ni siquiera consideran a Reagrupamiento Nacional [nuevo nombre del Frente Nacional, el partido de Marine Le Pen] como un partido de extrema derecha. Ya no utilizan estas palabras. Lo hacen porque piensan que esto es ser neutral. Yo combato esta idea de neutralidad periodística, porque pienso que no es posible conseguirla y porque, en momentos como estos, es un peligro. Ahora, el canal de información más visto en el país es CNEWS, una cadena de extrema derecha. Este tipo de medios están dedicados casi en exclusiva a la propaganda y la desinformación, creando falsas polémicas. Ellos mismos crean la polémica y entrevistan a un político sobre la polémica. ¿Y qué hace el resto de los medios? Simplemente miran las redes sociales y dicen: «Oh, esto ya es demasiado grande. Tenemos que hablar de ello». Y hablan. Y le dan la palabra a la extrema derecha. Y no buscan la contradicción, ni siquiera cuando dicen mentiras. Al final, lo que ocurre en Francia es que todos vamos a comentar una polémica que no tiene ningún sentido y que a veces es pura mentira. Y cuando hablamos de todo esto, la extrema derecha gana.

Dedicas un capítulo en tu libro al peligro de la violencia y el terrorismo de extrema derecha, tanto en Francia como en el resto de Occidente. En tus charlas siempre debes ir acompañada de seguridad privada. Has sido amenazada en numerosas ocasiones. Y no eres la única. Los periodistas, y sobre todo las mujeres, se han convertido en un objetivo prioritario en las campañas de la extrema derecha, también aquí en España.

Los partidos no llaman nunca a la violencia física, pero son muy tímidos cuando hay que condenarla. Saben que estas personas les apoyan, que forman parte de un todo. Los medios de extrema derecha, los partidos, los grupos radicales… de alguna manera, todos tienen vínculos entre sí. Eso es lo que quería demostrar en el libro, que están muy bien conectados y articulados, y por eso es peligroso. Mi nombre estuvo incluido en una lista de periodistas a los que matar publicada en una web nazi. De algunos periodistas hasta ponían su dirección. Lo denunciamos a la policía y bloquearon la web en Francia. Pero si tienes un VPN todavía puedes acceder. De esto hace más de dos años. No pasó nada. No han detenido a nadie. Yo personalmente fui a la policía para denunciar amenazas de muerte, de violación, acoso, insultos…

¿Y qué han hecho las autoridades al respecto?

Hay una falta de reacción de las autoridades y de los responsables políticos. Y no sé lo que estamos esperando. Quizás necesitamos, no sé, un drama o algo particularmente terrible contra los periodistas para reaccionar, pero cuando eso pase no podremos decir que no lo sabíamos desde hace años.

Una de las banderas de la extrema derecha global es la islamofobia. En Francia, la instrumentalización del concepto de laicidad como un valor intrínseco de la República, funciona también para extender estos prejuicios más allá de la extrema derecha.

Salomé Saqué: «Querer vivir en una democracia ya es ser antifascista»
Portada del ensayo Resistir. PLATAFORMA EDITORIAL

El debate ha sido desplazado: ya no se discute realmente sobre la laicidad como concepto republicano, sino que se utiliza de forma abusiva como pretexto para justificar discursos racistas. La técnica de la extrema derecha es, con la laicidad y con todos los conceptos, la misma: neutralizar nuestra capacidad de utilizar las buenas palabras, los buenos conceptos, porque así, al final, los conceptos no tienen ningún sentido. Todo el mundo conoce el concepto de laicidad, lo aprendemos en la escuela, sabemos que es importante, es algo central en la construcción de nuestra república. Entonces, lo que hace la extrema derecha es instrumentalizarlo, por supuesto, de forma totalmente falsa. Sí, falsa, porque no van en contra de lo católico. Eric Zemmour, sin ir más lejos, acaba de publicar un libro sobre los valores cristianos. Esto lo hacen con la laicidad, pero también con la lucha contra el antisemitismo, que se ha convertido en una parte fundamental de su discurso. Es decir, extender la idea de que la izquierda es antisemita y ellos no. Cuando los estudios, los hechos, muestran aun hoy que el índice más alto de antisemitismo está siempre en la extrema derecha. Sin embargo, su relato va en contra de los hechos. Y no estoy diciendo que no haya antisemitismo en la izquierda, porque lo hay, como ocurre con todas las discriminaciones estructurales.

Esto se ha visto muy claro también con el cambio de la extrema derecha del antisemitismo clásico a la islamofobia, y de, por ejemplo, todo el alineamiento de la extrema derecha mundial con Israel.

Por eso es tan difícil luchar contra la extrema derecha. Usan los conceptos de laicidad, que muchos en Francia compartimos, o de antisemitismo, que combatimos, con bastante inteligencia. Su estrategia es crear confusión. Es lo que me gustaría que las personas que nos leen, quizás, retengan, entiendan: desorientación, confusión, vaciar los conceptos de sentido. Esa es la condición para que la extrema derecha pueda llegar al poder. No digo que sea la causa, es mucho más complicado, pero es la condición. Eso es exactamente lo que pasó con el trumpismo: al final ya nadie sabía a quién leer o qué era verdad. Estamos perdiendo colectivamente este sentido, esta realidad común. En Francia ya no sabemos lo que es la laicidad. Aunque hay una ley que podemos leer y podríamos debatir mucho sobre la laicidad, no lo hacemos ya sobre el concepto real, debatimos sobre una palabra que ya no tiene ningún sentido. Ocurre lo mismo con antisemitismo, con fascismo… Ahora hablan incluso de «fascismo de izquierdas». O de islamoizquierdismo. La estrategia es vaciar todo de sentido.

La islamofobia, así como todo el argumentario de la extrema derecha, se escuda muy a menudo en la supuesta incorrección política y hasta en el humor. Me llama mucho la atención las caricaturas y los mensajes explícitamente racistas o machistas que usa la revista ‘Charlie Hebdo’, que no es de extrema derecha, pero refuerza sus mensajes y estereotipos.

El tema es muy complejo. Es muy difícil criticarlos porque han sido víctimas de atentados horribles. Si los criticas te pueden acusar de estar en contra de la libertad de expresión y al lado de los terroristas… Pero también debemos poder señalar los sesgos y límites de cualquier medio de comunicación, eso forma parte del debate público democrático. Además, hay límites legales: en Francia, por ejemplo, Valeurs Actuelles ha sido condenada por incitación al odio racial debido a caricaturas. No todo está permitido.

¿Cuál es la posición y la relación de Reagrupamiento Nacional respecto a Vladímir Putin y el papel de Rusia en la internacional reaccionaria?

Su relación con Rusia ha sido históricamente ambivalente. El partido contrajo en 2014 un préstamo de 9,4 millones de euros con un banco ruso [First Czech-Russian Bank], en un momento en el que los bancos franceses se negaban a darle créditos. Este préstamo, que fue objeto de polémica durante años, fue finalmente reembolsado en 2023. En el plano político, Marine Le Pen mostró durante mucho tiempo una cierta simpatía hacia Putin, al que presentaba como defensor de la soberanía nacional y de los valores tradicionales. Desde la invasión de Ucrania, el RN ha condenado oficialmente la guerra, aunque mantiene una posición prudente: critica algunas sanciones consideradas «contraproducentes» y sigue presentándose como una fuerza «soberanista», ni prorrusa ni alineada con Washington. Marine se reunió con Putin en el Kremlin en 2017, en una imagen altamente simbólica.

Trump ha declarado la guerra a los movimientos sociales, usando un fantasma llamado «Antifa» como si fuese una organización terrorista. Sus seguidores han iniciado una cacería contra todos los sospechosos de formar parte de esa organización inexistente, y han conseguido incluso que un profesor universitario de Nueva Jersey, Mark Bray, haya tenido que salir del país tras ser amenazado porque hace 10 años publicó un libro titulado Antifa.

Esto es un regalo para la lucidez: deberíamos recordar que cuando movimientos políticos empiezan a designar como terroristas a intelectuales, periodistas, activistas, ese es un camino que conduce hacia la dictadura. Es la estrategia que utiliza Putin, son exactamente las mismas palabras que ha utilizado contra todos sus oponentes para justificar su política de represión, los asesinatos de opositores, y aun para justificar la guerra. Es una señal de alerta bastante clara, y no necesitamos tener una cultura política inmensa para ver lo que está pasando. Cuando empiezan a decir, sobre la base de nada, sin ninguna prueba, que los intelectuales son terroristas, entonces surge la pregunta: ¿qué hacemos con los terroristas? Pues los encarcelamos por el bien de la seguridad nacional. Esto debería ser un escándalo total.

¿Qué es para ti el antifascismo?

Mi proyecto como periodista es hablar a un público lo más amplio posible. Incluyo, por supuesto, a personas despolitizadas, a personas de derecha, conservadoras. Podemos tener ideas muy opuestas, pero en Europa, después de la Segunda Guerra Mundial, nos dimos un consenso colectivo: el de que la oposición a la democracia es el fascismo. Para mí, querer vivir en una democracia ya es ser antifascista. No podemos permitir que digan que los antifascistas son terroristas. El antifascismo, más allá de ciertos movimientos políticos, del activismo, merece una definición amplia que incluya a todas estas personas que no quieren vivir en una dictadura. Por eso hablo tanto de información verificada, de lucidez, de capacidad colectiva para reconocer las cosas, de utilizar bien las palabras, de definir con precisión, porque tenemos que entender quién presenta el riesgo más alto de fascismo. Hay que generar interés por todo esto, porque luego será demasiado tarde, luego será mucho más complicado resistir. De eso trata mi libro. Las democracias están enfrentando muchos problemas por sus derivas autoritarias, pero todavía estamos en democracia. El fascismo todavía no es percibido como un peligro por la mayor parte de la gente, pero hay minorías que ya lo están sufriendo y entienden perfectamente lo que significa. Por eso hay que armar una resistencia, pacífica pero con herramientas sólidas, contra las ideas fascistas. Mi objetivo no es edulcorar la definición del antifascismo, sino mostrar que defender la democracia es algo que concierne al mayor número posible de personas. Mañana cualquiera podría ser calificado de «terrorista» simplemente por oponerse a una deriva autoritaria. No sé qué pasará en 2027 en Francia o en España, si tendremos a la extrema derecha en el poder, trabajando para instalar su opresión. Porque sabemos cuando llega al poder, pero nunca sabemos cuando lo deja. Y pienso que no queremos enfrentarnos a este peligro democrático.

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Las inundaciones embarran aún más la destrucción de Gaza

Por: La Marea

No, no ha terminado. Dos meses después del alto el fuego acordado con Hamás y la liberación de los rehenes israelíes, la realidad diaria de la población palestina en Gaza sigue siendo de muerte, hambre y desplazamiento. A ello se han sumado esta semana las fuertes lluvias, que han inundado las tiendas de campaña y embarrado sus alrededores en los campamentos de la ciudad. La tormenta, denominada Byron, ha causado el fallecimiento de una bebé de ocho meses por hipotermia en la tienda de campaña donde vivía con su familia, en Jan Younis.

“Esos niños están sufriendo mucho no solo por la lluvia, sino también por el frío. En la Franja hay 6°C o 7°C”, afirma desde Unicef Jonathan Crick. La organización ha llevado 250.000 prendas de invierno para niños, zapatos, unas 8.000 tiendas de campaña y 600.000 mantas, pero todo esto “está lejos de ser suficiente” porque hay más de 1,5 millones de personas que necesitan urgentemente ayuda humanitaria.

Además, el portavoz de Unicef dijo también que están “extremadamente preocupados” por la posibilidad de que el agua traiga más enfermedades. “En las últimas cuatro semanas, hemos observado un aumento de diarrea acuosa aguda entre niños menores de cinco años. Y tememos que esto vaya a expandirse. También tememos que puedan aparecer y propagarse otras enfermedades transmitidas por el agua”, añadió.

Continúan los ataques pese al alto el fuego

La destrucción del enclave por parte de Israel ha dejado también sin vehículos de rescate a la población, y los servicios de auxilio apenas disponen de medios. «Es otra capa de miseria«, ha resumido el máximo responsable de la UNRWA, Philippe Lazzarini.

Esta misma semana, el grupo de personalidades internacionales defensores de la paz y de los derechos humanos conocido como los Elders ha condenado los continuos ataques militares de Israel y la obstrucción a la entrada de ayuda en la franja. Según una información recogida por la ONU, más de 350 palestinos, incluidos numerosos niños, han sido asesinados por las fuerzas israelíes en Gaza desde que entró en vigor el alto el fuego el 10 de octubre pasado. Además, los 320.000 gazatíes menores de cinco años siguen en riesgo de desnutrición aguda.

“Si el presidente [Donald] Trump y otros líderes permiten que esto continúe sin control, pondrá en peligro las perspectivas de una paz justa y destruirá cualquier esperanza de superar el genocidio y la hambruna en Gaza”, alertaron. Los Elders señalaron que Estados Unidos, y las potencias árabes y europeas con influencia, se enfrentan a una prueba crucial, y subrayaron que cualquier presencia internacional en Gaza debe apoyar la revitalización de las estructuras de gobernanza palestinas que allanen el camino hacia la creación de un Estado, no reemplazarlas. “La propuesta de ‘Junta de Paz’ en su forma actual no presenta una vía creíble ni legítima”, argumentaron.

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Robe y Extremo, la única poesía que se nos concedía

Por: Ignacio Pato

Me sé el Deltoya creo que entero como la tabla de multiplicar y algunas partes de Dónde están mis amigos y Agila. Es un hecho. Como que hace mil años que no los escuchaba. No sabía ni que seguían en activo. Con esto intento decir que podría distanciarme de Extremoduro y mirarlo con ojos cínicos y de casi 2020. Sería trampa.

Extremo –porque siempre se les llamó así– se separan el día que Billy Eilish cumple 18 años. Es normal sentirse viejo hablando de ellos. También es porque más o menos relativamente lo somos, claro. Robe Iniesta estaría más cerca de ser el abuelo de Eilish que su padre. La cosa es que fueron banda sonora colectiva de un tiempo en el que no había internet. Lo digo sin nostalgia. Los noventa fueron lo que fueron. En el patio del colegio imperaba la ley del más fuerte a balonazos, nadie se ponía el cinturón en el coche y todas las series de televisión hacían apología del clasemedianismo, la policía o las dos a la vez. Miles de chavales y chavalas se sabían las letras de un grupo solo por el trapi de casetes, hablamos incluso de antes de la llegada del cedéSabías si alguien era un buen amigo si se curraba con dibujos o una letra guapa el papel de la cinta donde te grababa, por ejemplo, el Deltoya. Que grabarle o pedirle una cinta a una compañera que te gustase era un paso, eso lo sabe cualquiera que viviera la época y no fuera un niño de anuncio.

Digo que fueron muy populares. Pero mucho. Para hacerme entender: solo a través de esas TDK o BASF y su escucha machacada –a veces sí que circulaba la fotocopia en blanco y negro del libreto del disco, pero esto era ya más fantasía–, éramos hordas, todas sumadas, coreando temas prácticamente enteros en bares, andenes y parques. En los patios era el único grupo de música (quizá junto a Héroes del Silencio, en una época que retrata genial Verónica de Paco Plaza) del que se hablaba tanto como de futbolistas o la tele. Si hablamos de leyendas urbanas, la más difundida sería seguramente la de Ricky Martin en Sorpresa, sorpresa, pero le seguía la del rumor de dos muertes inventadas, la de Steve Urkel y la del-cantante-de-Extremoduro. Faltaba muchísimo para llamarlo fake news.

Creo que fueron un poco la prepolítica para muchos. Todo en sus letras se enfoca bajo una óptica individualista. Extremo era estar harto de todo y no saber articularlo muy bien. No saber hacerlo uno mismo, no digamos ya en colectivo. El profe que crees que va a por ti, tus padres sospechando que estás empezando a beber muy pronto, ella que te parece que no se entera de todas las señales que le mandas. El mood Me acuerdo de ti, me cago en tus muertosMe incomoda volver a escuchar muchas de las letras. No sé si calificarlas como tóxicas, pero no se me ocurre otra palabra. En Extremo se exige, se pasa olímpicamente, se echa en cara. Creo que darnos cuenta, lo digo sin autocomplacencia, evidencia que nos hemos hecho un poquito mejores.

Transversales lo fueron muchísimo. Ídolos de barrio y de urba. En Moratalaz y en la Estrella, en Vallecas y en el Centro. Conocí también fans que luego tenían que coger el bus en Moncloa para subir a su chalet de El Plantío. No sé si sus letras eran poesía, como siempre se ha dicho, y si era buena o mala, no tengo los conocimientos literarios para juzgarlo. Lo que sí sobrevolaba el ambiente era una idea: Extremo eran otra cosa, eran algo un poco más sofisticado, dentro de lo aparentemente asilvestrao de la propuesta, usaban bastante vocabulario para expresar lo hasta los huevos que estaban de casi todo. Eran la única poesía que se nos concedía que nos gustase.

Este artículo fue publicado originalmente en Apuntes de clase.

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Ya lo predijo Casandra

Por: José Ovejero

9 de diciembre

Se va acabando el año y este jueves Edurne y yo tendremos nuestra última intervención pública, en Logroño, donde hablaremos de imaginación y memoria. Llego cansado al final del año, con la sensación de haberme metido en más asuntos de los que puedo abarcar. Lo malo es que una y otra vez constato que no sé frenar. Quiero creer que no es por un exceso de ambición o por un deseo desmedido de figurar, sino más bien porque hay tantos temas que me interesan y trabajar en ellos es una forma de aprender y quizá también de crear algo interesante. Según escribo estas líneas tengo una sensación de déjà vu; seguro que ya he escrito alguna vez frases muy similares y que desde la última tampoco he aprendido a corregir mi tendencia al exceso de trabajo. Y luego hablan de la sabiduría que da la edad.


Hemos pasado unos días en Italia. Presentaciones, entrevistas, lo habitual, pero en un contexto que de lo que te da ganas es de no hacer nada útil. Paseamos por Nápoles, paseamos por Roma y preferiríamos no tener obligaciones.

Nuestra editora y amiga está atravesando una época difícil desde que murió su compañero, hace ahora más de un año. Edurne y yo la escuchamos, sentimos con ella el dolor de la pérdida; luego, a solas, nos decimos que no debemos desperdiciar el tiempo que estamos juntos, que tenemos que aprender a disfrutarlo más; no, no a disfrutarlo, que eso ya lo hacemos, sino a darle más espacio en nuestra vida. Con lo que vuelvo al tema de trabajar menos.


Entretanto leemos que Trump cultiva «en secreto» una política hostil hacia Europa prestando apoyo a la extrema derecha. ¿En secreto? ¿No nos habíamos dado cuenta aún? Rusia y Estados Unidos buscan lo mismo: minar nuestras democracias. Lo que no es distinto de lo que llevan décadas haciendo en Asia, África y Latinoamérica: apoyar a todo régimen autoritario a condición de que se pliegue a los deseos y a los negocios de las superpotencias. Y en Alemania Merz corre a besar el culo de Trump sin el menor embarazo. ¿Es un cambio de actitud que implica ir abandonando el barco europeo para buscar por su cuenta una alianza con Estados Unidos? ¿Estamos ante el principio de la disgregación de la UE? El Reino Unido nunca fue un auténtico defensor del europeísmo, con lo que su salida tampoco lo socavó. Pero si un país como Alemania decide jugar por su cuenta, podremos decir que la política agresiva de Trump y Putin habrán surtido efecto. Es lógico que las ratas abandonen el barco que se hunde, pero es preocupante que sea el capitán quien corre dando codazos para hacerse con un salvavidas.


10 de diciembre

Hay días en los que ni siquiera el diario me sale con fluidez. Como si no fuera capaz de fijarme más que en lo obvio y escribir lo obvio. En días así es mejor no empecinarse. Estudio un rato euskera, pero me canso enseguida. Pongo silicona en unas juntas. Quito una lámpara vieja feísima que estaba en la casa cuando nos mudamos. Traslado trastos. Entremedias sigo el avance del crowdfunding de La Marea y pienso en los millones de euros de dinero público que se gastan para comprar la sumisión de medios informativos que ni siquiera merecen ese nombre. Imagino una pendiente en la que se distribuyen los medios: cuanto más a la izquierda, más arriba de la pendiente; más abajo cuanto más a la derecha. Y el dinero rueda con enorme facilidad pendiente abajo. La cúspide ni la toca, pero la extrema derecha, más bien, corruptos con disfraces fascistoides, reciben millones… Bah, lo dejo aquí para no meterme en una espiral de desánimo. El crowdfunding saldrá adelante, me digo, aunque no convencido del todo.


Entre otras muchas cosas, Trump es un idiota. Anda por ahí proclamando que su ejército ha birlado un petrolero venezolano «muy grande, el más grande que se haya visto nunca»: todo lo que hace es lo más grande, lo más bonito, lo más inteligente. Y ha logrado la paz en por lo menos ocho conflictos bélicos. Es un idiota que habla para idiotas. O para listos a los que viene bien ese discurso.

Y ahora parece que la Administración Trump planea exigir acceso a los contenidos de los últimos cinco años en las redes sociales de los turistas. Me parece bien, por fin una buena idea de los lacayos de Trump. Esta va a ser su mayor contribución a la lucha contra la contaminación atmosférica y el calentamiento global. No tenía la menor intención de viajar a Estados Unidos, pero confío en que la medida disuada a muchos que sí la tenían.


11 de diciembre

Termino de releer Casandra, de Christa Wolf, reeditado hace poco por Malas Tierras; creo que ya se ha publicado la novela en un par de ocasiones en español con muy poca fortuna. Qué extraño esto, la fortuna de los libros. También Claus y Lucas apenas llamó la atención cuando se publicó en España la primera vez –no sé cómo habrá sido en América Latina– y cuando se reeditó se convirtió en un clásico casi instantáneo. Para mí Casandra es una de las novelas más importantes escritas en alemán en el siglo XX. Novela densa, poética, intensa que usa el pasado para hablar del presente sin que la escritura se vuelva mera herramienta para alcanzar un fin. La leí creo que poco después de irme a vivir a Alemania y recuerdo que lloré al cerrar el libro. Sin embargo, no recuerdo por qué lloré: ¿por el destino individual de Casandra, por la muerte de una mujer que había defendido la verdad hasta las últimas consecuencias cuando nadie en Troya quería verla? ¿O por la estupidez brutal de los humanos que son capaces de destruir cualquier signo de vida y de inteligencia con tal de no renunciar a la imagen que tienen de sí mismos?

Es, por cierto, una de las novelas que retratan de forma más descarnada la violencia contra las mujeres. Aquí los héroes guerreros son violadores; los cobardes también. Y Aquiles, el de los pies ligeros, es «Aquiles, el animal» o «Aquiles, la bestia», no sé cómo lo habrán traducido al español.

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Irene Galí: “Si los trabajadores y trabajadoras no pueden acceder a la vivienda con sus salarios, la sociedad se rompe”

Por: Siscu Baiges

Esta entrevista ha sido publicada originalmente en Catalunya Plural. Puedes leerla en catalán aquí.

La Fundación Cipriano García y CCOO de Catalunya han presentado el informe El acceso a la vivienda en Cataluña. Un problema de clase. Desde diversas miradas y enfoques del problema de la vivienda, las autoras –Irene Galí y Mariña Couceiro– defienden que «más allá de las características y dinámicas propias de cada territorio, así como del crecimiento o estallido de una burbuja inmobiliaria u otra, el problema del acceso a la vivienda es, esencialmente, un problema de clase social». Analizamos el informe en conversación con Irene Galí.

¿Cómo razonan que el acceso a la vivienda sea un problema de clase?

El acceso a la vivienda ha sido siempre un problema de clase. No es que antes la clase trabajadora pudiera acceder de forma fácil y rápida a la vivienda, siempre ha costado esfuerzo, pero ahora los salarios de la clase trabajadora han dejado de proporcionar a la gente trabajadora la capacidad de acceso a la vivienda. O sea, con un salario normal ya no puedes acceder a la vivienda. Y en este contexto es cuando las herencias y la situación socioeconómica de la familia de origen adquieren un protagonismo que hasta ahora no era tan grande. Tener trabajo o incluso uno bien remunerado ya no es garantía de que puedas acceder a la vivienda. Tu proyecto de vida se ve muy condicionado por la capacidad de tu familia de pasarte en herencia una vivienda o capital suficiente para comprarla.

Explican que entre 2014 y 2024 los precios de los pisos y del alquiler se han disparado. Un 40% el precio de los pisos y un 56,5% el alquiler. ¿Cómo es que han crecido tanto?

El precio de la vivienda y el precio de alquiler son dos dinámicas que se retroalimentan. A partir del año 2008, momento en que se derrumba dramáticamente el sector de la construcción, se frena, se para de construir en seco. La disminución en el volumen de construcción casi de un año para otro es de más del 95%. Paralelamente a la disminución de la oferta de nueva vivienda, las entidades bancarias han estado durante muchos años, todos los de la recesión económica y también después ya con la recuperación, con unas barreras al acceso al crédito hipotecario que han hecho que muchas familias trabajadoras que antes sí hubieran podido optar a conseguir financiación para una vivienda en propiedad, ahora no han podido hacerlo. Por tanto, han pasado al mercado de alquiler, en un momento, además, de gran crecimiento poblacional. Esto ha hecho crecer muchísimo la demanda en el mercado de alquiler y ha presionado los precios al alza.

No podemos obviar tampoco el papel que han tenido los inversores inmobiliarios y los fondos buitre que aprovecharon esta recesión económica y una legislación fiscal hecha a medida para aterrizar en nuestro país y aprovechar este momento de gran crisis económica para hacerse con un volumen de vivienda muy grande con el que después han estado especulando y calentando el precio de la vivienda. Lo que nos dicen los datos es que actualmente el precio de la vivienda de compraventa no lo están calentando los hogares. No son las familias las que están calentando este mercado, sino que son inversores inmobiliarios que adquieren estas viviendas en muchas ocasiones al contado.

“Construir sí, pero no de cualquier modo, de forma ordenada, de manera regulada, y complementarlo con medidas sociales”, explica Galí.

En 2005, el porcentaje de hogares en propiedad era del 81%. El año pasado había caído al 67%. Comprar un piso para la gente sencilla es muy difícil.

Queda lejos de las opciones o posibilidades de la clase trabajadora, pero no queda lejos de sus aspiraciones. Es decir, lo que nos dicen las encuestas es que a día de hoy todavía un 82% de la gente que vive en hogares de alquiler desearía adquirir una vivienda en propiedad. Por tanto, menos de un 20% de la gente que vive de alquiler cree que es la opción que más se adapta a su proyecto de vida o la que más le conviene. Es gente que quisiera salir de aquí.

Se está produciendo un cambio de paradigma que, en cierto modo, nos está acercando a los porcentajes de población que viven de alquiler en muchos países de Europa, pero no es un cambio de paradigma que se esté produciendo por voluntad propia de los hogares, sino que se está produciendo un poco a regañadientes. Son hogares que no pueden acceder al mercado de compraventa y esto también hace que los precios de la vivienda de alquiler sigan aumentando.

Señalan que la solución no es construir más viviendas.

Aquí quisiera hacer un matiz. Nosotros no decimos que no deban construirse viviendas. No negamos que sea necesario pero sí es cierto que hay un parque de vivienda muy grande en Catalunya. En el informe decimos que alcanzamos 0,5 viviendas por persona. Viviendas las habría. Lo que ocurre es que están distribuidas en todo el territorio de manera desigual y que además una parte se dedican a usos no residenciales como el alquiler turístico. Por tanto, sí que seguramente tiene que construirse pero con lo que no estamos de acuerdo es con que se plantee como una dicotomía entre construir y regular el mercado.

Nosotros decimos que deben hacerse ambas cosas, y más en un momento con una crisis tan grande como la que tenemos encima. No estamos en condiciones de rechazar ninguna medida que vaya a afrontar este problema y a intentar solucionarlo de la mejor manera posible. Construir sí, pero no de cualquier modo, de forma ordenada, de forma regulada, y sobre todo complementar esta construcción con otros tipos de medidas que ayuden a que esta situación no se vuelva a repetir.

La Fundación Cipriano García y CCOO de Catalunya han presentado el informe ‘El acceso a la vivienda en Cataluña. Un problema de clase’.

Ha hablado de especulación. ¿Quién y cómo especula con la vivienda y cómo evitar esta especulación?

Toda la especulación que se ha producido, y se ha producido mucha durante los años de la recesión económica y también ya en el período de recuperación económica a partir de 2014-2015, ha sido en gran parte porque debido al gran hundimiento del sector económico de la construcción que arrastró a la economía entera, se creó una legislación a la medida de los fondos buitre, de los grandes inversores inmobiliarios. ¿Qué decía esta legislación? Que podían realizar operaciones inmobiliarias casi con impuestos cero, a través de las llamadas socimis. Esto se hizo para atraer capital, tanto nacional como extranjero, para revitalizar un sector que se consideraba que era la piedra angular de la economía en España.

Estos inversores se hicieron con una gran cantidad de viviendas que estaban a veces desocupadas, a veces ocupadas, o eran promociones que no se habían llegado a vender con el estallido de la crisis. Pensemos que Blackstone llegó a ser, junto a La Caixa, quien tenía más pisos en alquiler en España. Hablamos mucho de fondos e inversores inmobiliarios y fondos buitre, pero la especulación no se reduce a unas altas esferas despersonalizadas, que no sabemos exactamente quiénes son y que son como ‘el mal’. Eso existe, pero también es verdad que tenemos una sociedad donde, a base de ponernos la zanahoria delante, hay mucha gente normal que también tiene la aspiración de poder especular aunque sea un poquito y llevarse una pequeña porción de la tarta, por ejemplo comprando un piso o dos y poniéndolos en alquiler o revendiéndolos un tiempo después. Todos, de algún modo u otro, participamos un poco de esta rueda, de esas dinámicas del mercado que hacen que, finalmente, el precio se desboque.

Hablaba de pisos desempleados. Hay 420.000 en Catalunya, según su informe. ¿Se pueden incorporar estos pisos al alquiler social?

Esta cifra ha despertado algo de polémica. Hay personas en la Administración o que toca temas de vivienda que niega absolutamente que exista ese número de pisos vacíos en Catalunya. Lo que ocurre es que no tenemos una definición perfectamente clara y compartida por todos los actores involucrados de lo que es un piso vacío. ¿Qué es? ¿Un piso vacío es un piso que está abandonado, que está en mal estado, puede ser también una segunda o tercera residencia a la que nunca va nadie y, por tanto, de facto, está vacío? No tenemos una definición compartida y tampoco tenemos un registro que pueda medir de forma fidedigna este fenómeno. Sólo existen registros parciales, como el de pisos vacíos u ocupados pero donde sólo es obligatorio inscribir los pisos que provienen de ejecuciones hipotecarias, o el registro de pisos vacíos de grandes tenedores.

Aquí se están escapando muchos pisos y lo que hemos hecho nosotros es utilizar la fuente que nos permitía realizar una aproximación con desagregación territorial, que es la estadística que ha realizado el Instituto Nacional de Estadística a partir de los censo de viviendas y datos de consumo eléctrico. Un piso en el que no hay consumo eléctrico durante un año o este consumo eléctrico ha sido muy bajo se considera piso vacío. ¿Entre estos pisos puede haber una segunda residencia y precisamente ese año no ha ido nadie? Puede. Todo son aproximaciones. En el caso de los pisos vacíos, lo primero que debemos conseguir es tener un registro de verdad en el que figuren todos los que hay en Catalunya. Necesitamos tener un recuento de verdad oficial y a partir de ahí empezar a trabajar para aflorar cuanta más parte posible de estos pisos al mercado de alquiler.

Si afloraran muchas, ¿compensaría la falta de viviendas accesibles actual, o sería una proporción pequeña de las que se necesitan?

No sería una pequeña proporción. Pensamos que en la situación en la que estamos, cualquier suma, cualquier pequeña porción de viviendas que pueda sumar el parque de vivienda será más que bienvenida. Hablando de proporciones, el presidente Illa anunció 50.000 viviendas protegidas. En Catalunya, tenemos más de 100.000 viviendas turísticas, y eso sólo contabiliza las legales. Y éstas ya están construidas, que es la gran diferencia. Si pensamos que con 50.000 pisos podemos marcar la diferencia o ayudar un poco a solucionar el problema, pues con 100.000 aún más.

¿Qué piensa de las políticas públicas que se han emprendido en este ámbito?

A la luz de las cifras y los datos que tenemos ahora mismo en la mano, sólo podemos juzgarlos como claramente insuficientes, porque hace muchos años que el precio de la vivienda empezó a despegar por encima de unos límites que no eran razonables en relación con los salarios de los trabajadores. Entendemos que ‘las cosas de palacio van despacio’, que la administración es un monstruo que se mueve a veces de forma muy lenta, pero pedimos un poco más de celeridad. También es verdad que se han tomado algunas medidas que sí han sido más valientes, y aquí querría hablar de la Ley de Vivienda Estatal de 2023, la Ley por el derecho a la vivienda. Hizo algo muy atrevido, que fue introducir la posibilidad del control de precios del alquiler en las zonas que se declaraban como tensionadas, pero siempre hay un punto que hace que las cosas sean algo descafeinadas. Por ejemplo, que dejó a decisión de las comunidades autónomas si esa posibilidad podía aplicarse o no.

Creas una ley que es en cierta medida ambiciosa e innovadora en cuanto a propuestas para solucionar el problema de la vivienda, pero después dejas en manos de las comunidades autónomas que esta ley se pueda aplicar o no. Otro ejemplo de agujero de esta ley son los alquileres de temporada. Se realizó una regulación de los precios de la vivienda de alquiler y se dejó fuera, accidentalmente o no, las viviendas de alquiler de temporada. ¿Qué está pasando? Que se está produciendo una fuga masiva, y lo estamos viendo en Catalunya y sobre todo en la ciudad de Barcelona, ??y contratos que antes eran alquiler habitual pasan a alquiler de temporada, precisamente para eludir ese control de precios.

¿Las autonomías no aplican la Ley por el derecho a la vivienda en las zonas tensionadas?

No todas. Por lo general, las autonomías que están gobernadas por el PP se niegan a aplicar a sus municipios estas zonas tensionadas. Por tanto, sus ciudadanos no tienen acceso a una ley que en principio es de ámbito estatal.

En el decimotercer congreso de Comisiones Obreras se acordaron soluciones políticas basadas en la intervención pública del mercado inmobiliario. ¿Qué medidas deberían aplicarse?

Construir debe construirse, sí, seguramente, pero tiene que ir acompañado de una batería de medidas que complementen y que nos ayuden a que la situación actual no se vuelva a repetir. Es necesario realizar una reforma fiscal. Hay muchos temas que deberían tocarse; por ejemplo, los privilegios de las socimis, que en estos momentos están tributando el 0% por sus inversiones inmobiliarias. Esto es una ley que se hizo para atraer al capital extranjero, pero que a día de hoy no tiene sentido; ya no lo tenía entonces, pero ahora tiene menos, porque lo que hace es calentar más los precios.

En cuanto a los pisos vacíos deben idearse incentivos para que las personas que los tengan puedan sacarlos al mercado de alquiler. ¿Cómo se hace esto? Programas de rehabilitación, si es que este piso necesita rehabilitación, sistemas para acompañar a las personas legalmente, asesorías a las que se decidan a sacar pisos al mercado de alquiler… ¿Que se detecta que hay pisos vacíos que no hay razón para que lo estén?, pues aquí sí entraría un sistema de penalizaciones fiscales a las personas físicas o jurídicas que los mantienen vacíos. Los pisos turísticos, por su parte, deberían estar absolutamente limitados en las zonas tensionadas.

El Ayuntamiento de Barcelona ha fijado el año 2028 para eliminar completamente los pisos turísticos de la ciudad y, además, ésta es una medida que ha sido apoyada por el Tribunal Constitucional. Y los pisos turísticos que existen deben pagar el IVA. Esto es una actividad económica. Por mucho que no tengas trabajadores contratados, es una actividad económica. Ahora mismo no están pagando  IVA. También debe reformarse la ley del IRPF. Cuando sacas un piso en alquiler, tienes una reducción sobre el valor bruto económico que obtienes.

¿Qué ocurre? Que la base de esa reducción es un 50%. Como mínimo, te estás deduciendo un 50% de todo lo que ganas con los alquileres. Si obtienes 10.000 euros brutos, sólo tendrás que tributar por 5.000 euros. Si estás alquilando a una familia monoparental, si estás alquilando a una persona joven, todavía puedes desgravarte más. Lo que decimos es que esto tiene que ser mucho más progresivo. Una persona que tiene una vivienda en el mercado de alquiler a un precio exorbitante no tiene por qué tener ninguna reducción de esta ganancia al hacer la declaración de la renta.

¿Los desahucios qué importancia tienen en esta problemática? Hablamos mucho de ellos en los medios, pero ¿tiene mucho peso en el conjunto de las necesidades globales de vivienda social?

Lo que ocurre con los desahucios es que estamos funcionando con dos moratorias, tanto en el caso de alquiler como en el caso de compraventa, de dos leyes que se hicieron para evitar los desahucios. En el caso de vivienda en propiedad, creo que fue en 2013, y en el caso de la vivienda del alquiler fue en 2020, a raíz de la pandemia de la Covid. Son dos leyes para evitar los desahucios en los casos de extrema vulnerabilidad.

¿Qué está pasando? Primero, la prohibición de desahuciar a una familia, a un hogar que no puede hacer frente al pago del alquiler, no debe limitarse sólo a los pobres de solemnidad, a las personas que se encuentran en una situación de vulnerabilidad grave. Segundo, no podemos funcionar con moratorias de leyes creadas para dar respuesta a una situación de excepcionalidad. La realidad es tozuda y lo que nos muestra el paso del tiempo es que estas situaciones siguen produciéndose más allá del momento de máxima emergencia que se identificó cuando se hizo la ley. Lo que hace falta son leyes estables con unos criterios definidos que no permitan que se desalojen los hogares que no pueden hacer frente al pago del alquiler o de la vivienda sin proporcionar una alternativa real para que puedan vivir el tiempo que sea necesario.

En los años de la crisis económica nos acostumbramos, desgraciadamente, a ver cada día en los medios de comunicación y en televisión imágenes de hogares desahuciados, familias que perdían su hogar y, además, conservaban la deuda porque no existía la dación en pago y quedaban endeudadas de por vida. No es que ahora no se esté produciendo esto; lo que ocurre es que los desahucios de hogares que viven de alquiler son ahora mucho más invisibles, porque muchas veces no llega a producirse ninguna escenificación. Muchas veces es gente que quizá lleva muchos años viviendo en un piso y que no puede hacer frente a las subidas del alquiler y debe acabar marchando. O que no le renuevan el contrato. ¿Le ha desahuciado alguien? No. Pero son desahucios invisibles. Si yo te subo el alquiler hasta un punto que no puedes pagarlo, te estoy echando de la casa.

Piden que se garantice que el precio de la vivienda sea accesible a los trabajadores y trabajadoras con sus salarios. Hoy por hoy suena casi a utópico.

Quizá sea utópico, pero en todo caso es una utopía necesaria o irrenunciable. Si los trabajadores y trabajadoras no pueden acceder a la vivienda con sus salarios, con el fruto de sus trabajos, la sociedad se rompe. No hay salida. Pedimos que el sistema que se ha creado para establecer este tope de los precios en las zonas tensionadas, que es una horquilla de precios que se basa en función de los precios de mercado de la zona de los años anteriores, debe tener en cuenta, sí o sí, los salarios de la gente trabajadora, sea cual sea el sistema para fijar esta horquilla de precios. Porque si no, lo que está pasando es que hemos fijado los precios en base al precio de mercado en un momento en que estaba completamente por las nubes. La vivienda sigue sin ser accesible para la gente que cuenta única y exclusivamente con su salario para mantenerse.

¿Cómo se logra esta utopía posible? ¿Cómo alcanzarla?

Las soluciones a corto plazo son la regulación, el control de los precios del alquiler, debe modificarse este sistema de establecimiento de precios y debe incluirse, de alguna manera, el salario medio de la población en aquel lugar. Además, para definir las zonas tensionadas es injusto atender sólo a la media de ingresos de los hogares. Los hogares que se ven muy perjudicados son o los unipersonales o los hogares con hijos pero que son monoparentales y se ven en desigualdad de condiciones respecto a lo que es el promedio, que es el hogar de doble ingreso. Se está calculando un precio de mercado en base al que pueden pagar los hogares de doble ingreso, no aquellos en los que sólo entra un salario.

Por otra parte, para conseguir esta utopía necesitamos aumentar el parque de vivienda pública. Tenemos muchas experiencias en las que fijarnos. Cuando el parque de vivienda pública aumenta, no sólo beneficia a las personas que pueden optar o que optan finalmente a ocupar uno de estos pisos, sino que se refleja en una bajada del precio de la vivienda libre. ¿Por qué? Porque cuando la posibilidad de acceder a este piso es real, los propietarios que tienen uno libre tampoco pueden subir mucho el precio. La disponibilidad de vivienda pública de alquiler a precio asequible arrastra a la baja el precio de la vivienda libre y también es una manera de echar o de asustar a los inversores inmobiliarios y los fondos buitre que lo que quieren es sacar un provecho económico desorbitado. Si tú ya sabes que no podrás subir demasiado la renta del alquiler, ya no te resulta rentable realizar esta inversión.

Hay otra medida que desarrolló Comisiones Obreras a nivel confederal, y la hemos adoptado y adaptado algo al caso catalán, que es la creación de un fondo de inversión de vivienda asequible. Se trataría de crear una entidad que recogiera inversiones tanto públicas como privadas, no especulativas, incluyendo pequeños ahorradores, que pudieran poner aquí sus ahorros y que se dedicara a la construcción de un parque de vivienda pública y asequible.

¿Existen experiencias de otros países que nos puedan servir de modelo?

Existe el caso de Singapur, donde desde hace muchos años están invirtiendo muchísimo en vivienda protegida y, aunque la vida allí es muy cara, todos los ciudadanos de Singapur tienen capacidad de acceso a un piso, que además es de muy buena calidad. Existe el caso de Viena, que lleva más de cien años invirtiendo en un parque público de vivienda de alquiler. Dicen que es la ciudad europea de la vivienda pública. Lo que tienen en común aquellos que han logrado buenos resultados en el tema de la vivienda, sean países, territorios más pequeños o ciudades, es que tienen políticas consistentes, claras, concretas, a lo largo de los años, que acaban dando resultados.

Lo que no puede ser es lo que ha pasado aquí, que sólo nos hemos preocupado del problema de la vivienda cuando la gente se nos ha quedado en la calle. En ningún momento nos hemos preguntado cómo proteger el derecho a la vivienda hasta que no hemos tenido realmente una crisis grave. Sólo articulamos soluciones desde la emergencia y así resulta muy difícil acabar con problemas que tienen raíces muy profundas y vinculadas a intereses económicos muy potentes. Hay otro ejemplo, que es el de Ámsterdam. Ámsterdam ha limitado la compra especulativa de vivienda. Si compras una vivienda tienes que demostrar que vivirás personalmente allí durante los siguientes cuatro años. Por tanto, se puede hacer. Es una de las cosas que nosotros proponemos que se haga aquí. Me consta que existen informes de juristas muy solventes que avalan este tipo de medidas y consideran que estaría dentro del marco constitucional. Y es una de las propuestas que planteamos.

Cualquier propuesta de solución lleva tiempo. Los jóvenes quieren pisos ahora. ¿Qué hacemos con estos jóvenes? ¿Les pedimos paciencia?

No creo que haya que pedir paciencia. A estos jóvenes les diría que se organicen, que luchen y defiendan sus derechos y que piensen que estamos en un país con un envejecimiento muy acelerado. Los jóvenes son cada vez una menor porción de la población. Y esto, desgraciadamente, hace que sus necesidades quizás no sean las que más se tienen en cuenta. La forma de contrarrestar esto es organizarse. Algunos ya lo hacen, pero cuantos más lo hagan, mejor.

Dicen que muchos jóvenes se van hacia la extrema derecha por el tema de la vivienda. ¿Es así o es una simplificación exagerada?

El viraje de los jóvenes, de algunos jóvenes, no de todos, hacia la extrema derecha es un fenómeno muy complejo. No puede explicarse a partir de una única causa. Es un fenómeno internacional. No está ocurriendo sólo aquí. Por tanto, decir que es por culpa de la vivienda no sería del todo acertado. Pero sí que no poder acceder a la vivienda, como algo que empeora no sólo las condiciones de vida actuales sino también la posibilidad de proyectarte hacia el futuro, es un problema de peso, a nivel personal y también como sociedad. A estos jóvenes que quizás estarían en riesgo de caer en ese viraje hacia la extrema derecha, les diría que desconfíen automáticamente de cualquiera que les venda soluciones fáciles para problemas que, en realidad, son muy difíciles de solucionar. Y les diría también que, además de pensar en qué piso quieren vivir, piensen también en qué sociedad quieren vivir y en qué país quieren vivir y retomando el tema que hablábamos antes, que se organicen y luchen por sus derechos.

En Viena y Ámsterdam también hay jóvenes que votan a la extrema derecha, aunque la cuestión de la vivienda está mejor resuelta allí.

Por eso no es algo que se pueda vincular perfecta y exactamente con el tema de la vivienda, que sí es verdad que todo suma. En nuestro caso, el problema de acceso a la vivienda –que no es algo sólo de los jóvenes, que es mucho más amplio– es verdad que no ayuda en absoluto, porque es un factor de incertidumbre sobre su vida que genera mucho sufrimiento y es muy difícil de asimilar.

Para sacar adelante las propuestas que proponen hacen falta más recursos y, por tanto, una reforma fiscal.

Estamos muy acostumbrados a pensar que la política de vivienda es construir vivienda, pero esa política también se realiza desde otras muchas esferas. Y aquí podemos hablar de urbanismo, hablar de economía, hablar de fiscalidad. Con la política fiscal también se realiza política de vivienda. Se deben eliminar, como decíamos, las ventajas fiscales de las socimis, debe reformularse la ley del IRPF para condicionar en mayor medida la desgravación de las ganancias generadas a que se establezcan alquileres asequibles, los pisos turísticos deben pagar IVA y se deben gravar las viviendas que permanecen vacías sin justificación.

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La auditoría de REAS concluye que las entidades cumplen con buena nota los principios de la economía social y solidaria

Por: La Marea

La presencia de mujeres en la economía social y solidaria es mayoritaria entre las personas trabajadoras (68%), voluntarias (64%) y las que realizan labores de representación (57%). Además, el 73% de las organizaciones mejoran los permisos establecidos por la ley de conciliación familiar y laboral. Y la brecha salarial con respecto a los hombres es mínima: del 0,79%. Son algunos de los resultados obtenidos en la última Auditoría Social de REAS RdR, la Red de Redes de Economía Alternativa y Solidaria. El informe incluye un análisis específico de género y otro del mercado social, y han participado 731 entidades.

Todas ellas, con un número medio de 26 personas trabajadoras y unos ingresos medios de cerca de 1,19 millones de euros, daban empleo en el año 2024 a más de 19.000 personas. En sus 30 años de andadura, desde su constitución en 1995, REAS RdR ha buscado el fortalecimiento del
movimiento de la economía social y solidaria en todo el Estado español, profundizando en su
capacidad como sujeto de transformación social a partir de los valores y prácticas recogidas
en su Carta de Principios.

Y, comenzando por la equidad, según los principales datos recogidos, las organizaciones auditadas cumplen con buena nota. Con respecto a la distribución justa de la riqueza, los datos también son positivos: el 59% dedica el reparto de beneficios a reservas, compensación de pérdidas o inversiones propias. El 19% lo destina a causas sociales y solidarias. Y el 7% a inversiones en entidades financieras de la economía social y solidaria.

Sus principales fuentes de ingresos provienen de la facturación y el 33% de subvenciones. En este capítulo, la forma jurídica con más dependencia de las subvenciones son las asociaciones (51%), mientras que las cooperativas de servicio y de trabajo asociado dependen de ellas un 12,32% y un 26%, respectivamente.

Entre las cuestiones relacionadas con el trabajo digno, el salario medio en estas entidades asciende a 25.795 euros. Por otro lado, un 68% cuenta con un reglamento interno que incluye medidas de mejora de las condiciones laborales establecidas en el convenio de aplicación. En los sectores más representativos de la muestra, la formación ocupa más del 60% de las entidades y en más del 80% la formación se contempla para personas trabajadoras.

Sobre la sostenibilidad ecológica, numerosas entidades afirman que hacen esfuerzos para mejorar sus prácticas de consumo. Un 95% de ellas señalan que tienen en cuenta que sean de proximidad y ecológicos a la hora de adquirir productos. En lo que se refiere a energía renovable, el 54% contrata el servicio eléctrico con una proveedora de energía de fuentes 100% renovables; un 19% lo hace de manera parcial y un 26,5% no contrata con servicio eléctrico renovable.

Sobre la movilidad, el 60% incorpora, ofrece o facilita alguna alternativa o ayuda relacionada con el transporte hacia el centro de trabajo, incluidos el teletrabajo, compartir coche, aparcamiento para bicis, etc. Por otro lado, el 46% facilita un transporte ambientalmente sostenible a las personas que necesitan desplazarse por necesidades de los proyectos de la propia organización.

Los datos también reflejan el alto compromiso con la cooperación. Así, el 95% de las entidades se articulan en intercooperación sectorial. Mayoritariamente comparten conocimiento y proyectos, pero menos de la mitad comparte local o gestión. Solo un 4% de las entidades no cooperan.

Además, un 75% de las entidades prevén acciones para fomentar la diversidad dentro de la organización, cifra que asciende al 81% en el caso de acciones positivas hacia fuera de la organización. “Los datos permiten comprobar la relevancia económica que alcanzan en España las entidades de la economía social y solidaria”, concluye REAS.

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Cómo ser judío y “no ignorar los gritos”

Por: Manuel Ligero

La gente cambia, eso es un hecho. Cambia para bien o para mal. El caso de Peter Beinart es paradigmático de eso que Kant llamó «giro copernicano». Este profesor de periodismo, exdirector de la revista liberal The New Republic, fue un decidido defensor de la política intervencionista de Estados Unidos. Por ejemplo, apoyó de forma entusiasta las invasiones de Irak, Afganistán y Libia, un hecho que luego calificaría como su peor error intelectual y moral. «Yo mismo me consideré un ‘halcón liberal’ hasta que aquellas guerras me forzaron a cambiar mi visión del mundo», escribió en The Guardian. Judío practicante, asiste todos los sábados a la sinagoga y sigue las leyes dietéticas kosher. También fue un enérgico sionista en su juventud, pero su opinión sobre el Estado de Israel ha cambiado radicalmente. Lo explica en Ser judío tras la destrucción de Gaza (publicado en español por Capitán Swing), un libro concebido para convencer a otros judíos del error del proyecto nacional israelí y de las trampas argumentales, los mitos y el victimismo en que se fundamenta. «Este libro va del cuento que los judíos nos contamos a nosotros mismos a fin de ignorar los gritos», escribe en el prólogo. Los gritos palestinos.

«Beinart cuenta que él llegó a esa postura tras conocer a palestinos reales», explica su traductor, Pablo Batalla Cueto, durante la presentación del libro en Madrid. «Esos seres humanos, en el discurso de su familia, eran el Otro, el enemigo que te determina». Beinart compara esta visión excluyente de los palestinos con la Sudáfrica en la que nacieron sus padres y en la que él vivió parte de su infancia. «Recuerda cómo era aquello y por eso nos dice: ‘Israel es un apartheid y la gente justifica el apartheid israelí exactamente igual que mi familia justificaba el apartheid sudafricano, con los mismos argumentos, con las mismas mentiras, con los mismos cuentos’». Incluso recurriendo al principio del «supremacismo», un término que Beinart menciona literalmente respecto a la política del Estado de Israel.

Cómo ser judío y «no ignorar los gritos»
Portada de Ser judío tras la destrucción de Gaza, de Peter Beinart. CAPITÁN SWING

Esta comprensión de la realidad palestina le ha llevado a una postura que muchos calificarían de extremista. Por supuesto, abomina de Hamás, un movimiento violento y reaccionario, pero comprende sus razones. «La mayoría de los líderes de Hamás y de la Yihad Islámica son hijos o familiares de víctimas de Israel. Han visto morir a sus padres, a sus hermanos, a sus primos. Y la violencia sólo engendra violencia. ¿Qué podría esperar Israel tras el genocidio de Gaza sino más violencia?», dice Batalla recogiendo el testimonio de Beinart para ilustrar la salvaje y contraproducente posición de Tel Aviv. «A la mayoría de la gente no le gusta matar. Lo hacen cuando no ven otra vía». Así es como Beinart analiza la resistencia palestina.

«Este es un libro diferente, novedoso, extrañamente esperanzador», indica su traductor. «Conocemos otros libros escritos por judíos antisionistas y críticos con Israel, como los de Ilan Pappé, Noam Chomsky o Norman Finkelstein, y son muy valiosos, pero a menudo tienen un punto de exaltación y de rabia. Beinart se muestra como una persona increíblemente cabal, sensata, tranquila». Aboga por un Estado laico, para todos los que vivan allí, judíos y árabes, compartiendo los mismos derechos y que ni siquiera se llame Israel. En este sentido, fue muy sonado el artículo que publicó en The New York Times en 2020 bajo el título «Ya no creo en un Estado judío». En él explicaba la diferencia entre un Estado y «un hogar judío en la tierra de Israel», que es a su juicio la verdadera (y tergiversada) esencia del sionismo. «Israel-Palestina –escribía– puede ser un hogar judío y, en igualdad de condiciones, un hogar palestino. Construir ese hogar puede traer la liberación no solo para los palestinos, sino también para nosotros».

Suena ingenuo. Utópico quizás. Pero cosas más raras se han visto. Sudáfrica vuelve a servirle de ejemplo: cuando acabó el apartheid, muchos blancos pensaban que llegaba la hora de la venganza de las personas negras y que se produciría un baño de sangre. No fue así. Y lo mismo ocurrió en Irlanda del Norte. «Allí estuvieron 50 años pegándose tiros y poniendo coches bomba –ilustra Pablo Batalla–, pero de repente llegaron los Acuerdos de Viernes Santo e incluso se formó un gobierno de coalición entre el DUP y el Sinn Fein. Es como si aquí gobernaran juntos Vox y Bildu». Beinart insiste en que el pueblo judío no es diferente, no es ni mejor ni peor que cualquier otro pueblo. Si ellos pudieron hacerlo, Israel también.

Pero una de las primeras cosas que debe hacer, a juicio de Beinart, es abandonar de una vez por todas el victimismo. Lo abrazó tras la Guerra de los Seis Días, «cuando pasó de ser un Estado débil, precario, que contaba con las simpatías de la izquierda internacional, a ser un matón. A partir de entonces empieza lo que Finkelstein llama ‘la industria del Holocausto’, que sirve para contrarrestar cualquier crítica», explica Batalla. «Señalar cualquier disfunción del Estado de Israel se responde con acusaciones de antisemita y de complicidad con el Holocausto».

Estas consideraciones han llevado a Beinart a ser repudiado por buena parte de su comunidad. Lo insultan en la sinagoga, se niegan a darle la paz e increpan a sus hijos en la universidad. Pero no va a dejar de defender la versión más humanista de su religión. Como explica Pablo Batalla, los primeros internacionalistas fueron los judíos. No les quedó otro remedio: «Han solido ser los mejores humanistas precisamente porque han sido perseguidos en todas partes. Los encerraban en guetos o los expulsaban o les negaban la nacionalidad en los países en los que se encontraban, por eso se vieron obligados a volverse internacionalistas y a pensar en la humanidad. En la izquierda, gran parte de nuestros héroes intelectuales, como Rosa Luxemburgo o Walter Benjamin, forman parte de una bella tradición judía que pensó en el ser humano de forma universal. No eran nacionalistas porque no podían serlo, porque no les dejaban tener patria. Y según explica Beinart, la condición de pueblo elegido no se basa en que Yavé les diera privilegios especiales sino deberes especiales para con toda la humanidad. Ese mensaje contempla la dignidad intrínseca de todo ser humano y es fundamentalmente universalista».

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La precariedad laboral y los precios de la vivienda disparan el número de personas sin hogar en dos años

Por: La Marea

La cifra de personas sin hogar que acudieron a recursos públicos en busca de ayuda ha registrado un incremento nunca antes visto: un aumento del 57%. Son los datos disponibles desde 2022 a 2024 en el Instituto Nacional de Estadística (INE), recogidos en el Informe Pobreza Sur 2025: sin hogar e invisibles a la vista de todos. «Es tan solo la punta del iceberg de un problema mucho más grave”, ha afirmado Diego Boza, coordinador general de APDHA, en la presentación del informe.

Boza ha puesto el foco sobre “la invisibilidad que sufre este colectivo en situación de vulnerabilidad” y ha denunciado “no solo la falta de recursos públicos para brindarles una atención digna, sino también las medidas arquitectónicas agresivas, las actuaciones policiales y las sanciones que sufren por parte de las administraciones públicas”.

Macarena Olid y Diego Boza han presentado el informe de la APDHA.
Macarena Olid y Diego Boza han presentado el informe de la APDHA en Sevilla.

El informe denuncia que solo tres de los ocho ayuntamientos de las capitales andaluzas –Almería, Huelva y Jaén– han respondido a la solicitud de información elevada por APDHA bajo el amparo de la Ley de Transparencia. «Parece que los ayuntamientos andaluces están más preocupados en ocultarlos de la vista pública, alejándolos de las zonas más turísticas de nuestras ciudades, que por brindarles la atención que merecen”, prosiguió Boza, que insistió en que la entidad ejercerá sus derechos para que los consistorios andaluces cumplan con sus obligaciones legales y faciliten la información.

Según ha expresado también la vicecoordinadora de la entidad y delegada por Sevilla, Macarena Olid, el perfil de las personas sin hogar ha evolucionado significativamente desde antes de la crisis económica de 2007 hasta el momento actual: «Antes de 2007 asociábamos a las personas sin hogar un perfil vinculado a problemas de salud mental, adicciones y situaciones de exclusión social prolongadas en la trayectoria vital de quienes padecían situaciones de sinhogarismo. Pero a partir de 2007, con una crisis económica que dejó sin empleo a miles de personas y provocó miles y miles de desahucios, pudimos observar cómo numerosas personas que antes jamás lo hubieran imaginado acababan viviendo en situación de calle”.

Concentración de la plataforma 'La calle mata' en protesta por la muerte de Samuel, una persona sin hogar que murió en las calles de Granada. APDHA
Concentración de la plataforma ‘La calle mata’ en protesta por la muerte de Samuel, una persona sin hogar que murió en las calles de Granada. APDHA

No obstante, la viccoordinadora de la APDHA ha alertado de que “la actual crisis de la vivienda, los recortes y la precarización de la vida» está llevando a la población a una situación aún peor. A las 8.000 personas que en Andalucía oficialmente viven en situación de sinhogarismo –explica Olid–, hay que añadir a otras muchas personas que no acuden a los recursos públicos y que se ven obligadas a vivir en la calle, en asentamientos o en infraviviendas. «A pesar de que la mayoría de personas en esta situación son hombres, las cifras oficiales apuntan a un significativo aumento de mujeres e incluso de familias con hijos e hijas muy pequeños a su cargo”, ha añadido.

Otro colectivo que se ve obligado a vivir en estas condiciones, destaca Olid, es el de “los jóvenes extutelados por la Junta de Andalucía, los cuales, en cuanto cumplen los 18 años, son expulsados de los centros de acogida en que residían sin tener muchas alternativas”. El informe también incide en que, según los datos oficiales, cada vez son más los migrantes en situación administrativa irregular que, sin poder acceder a recursos públicos, acaban sobreviviendo en situación de calle.

Ante este escenario, la vicecoordinadora de APDHA ha reclamado a las administraciones públicas “un compromiso sincero y honesto con las personas sin hogar” y ha denunciado que “de los 174 centros ubicados en Andalucía para atender a este colectivo tan solo 25 son de carácter público, mientras que hasta 129 son privados”, lo que, según Olid, “demuestra el escaso interés institucional por dar respuesta a estas personas”. Olid también ha precisado que “hasta el 57,1% del personal que trabaja en los centros que prestan atención a este colectivo lo hacen de forma voluntaria”.

Infografía del informe de APDHA.

Por otra parte, sobre los datos recopilados por la APDHA respecto a la situación socioeconómica en Andalucía, Diego Boza ha destacado que “Andalucía sigue siendo la comunidad autónoma con mayores índices de pobreza, exclusión social y de baja intensidad del empleo en el hogar, tan solo por detrás de Ceuta y Melilla”, aunque, tal y como ha apuntado el propio Boza, “en privación material y social severa, Andalucía se encuentra incluso por detrás de Melilla”.

«Los datos relativos a pobreza y exclusión social, unidos al aumento de la precariedad laboral y de los precios de la vivienda, están colocando a la sociedad andaluza al borde del abismo”, ha concluido también la vicecoordinadora de la entidad andaluza, que ha precisado que “hasta un 46,2% de las familias con hijos menores a su cargo están riesgo de pobreza, como también lo está el 45,8% de quienes viven de alquiler o el 64,8% de las personas en situación de desempleo”.

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Muere Robe Iniesta, maestro de maestros

Por: La Marea

La última canción del primer disco de Robe Iniesta (Plasencia, 1962) en solitario era una declaración de intenciones: «Al camino recto, por el más torcido, vengo derecho». Así iniciaba el periodista Dani Domínguez, extremeño como Robe, un artículo en el que resumía bien quién era el cantante y compositor que, en la últimas décadas, llenó la música española de transgresión y alma, de filosofía y acción, con Extremoduro. Robe Iniesta ha muerto con 63 años tras ser diagnosticado de un “tromboembolismo pulmonar” hace un año, cuando suspendió sus últimos conciertos de manera indefinida.

«Hoy despedimos al último gran filósofo, al último gran humanista y literato contemporáneo de lengua hispana, y al cantante cuyas melodías han conseguido estremecer a generaciones y generaciones», escribe en un comunicado Dromedario Records.
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La frase de esa última canción de sus primer disco –nos contaba Dani– es una manera de resumir su trayectoria: «Cuando veía que la crítica y, sobre todo, el público, le asfaltaban el paso, decidía dejar el camino para evitar que en el alquitrán se le quedaran pegadas las pezuñas».

Su particularidad lo llevó, entre sus desvaríos creativos, a un disco (Pedrá, 1992) compuesto por una única canción de casi media hora de duración y otros dos (La ley innata, 2008, y Mayéutica, 2021) que, aunque divididos en diferentes temas, en realidad componen una obra única. «Es increíble que en la gira de Mayéutica lo que más celebrase el público fuera escuchar una única canción de 45 minutos. No hay nadie con una carrera como la suya, con canciones que son auténticos éxitos, y que consiga que su último disco sea el más celebrado», explicaba el periodista cultural Javier M. Alcaraz en el citado artículo, sobre la carrera de Robe Iniesta.

«Pero por encima de todo esto –añade Dromedario Records–, hoy despedimos al maestro de maestros. Y es que, es unánime, todo el que ha tenido la suerte de trabajar con Robe, después de hacerlo, reconoce ser mucho mejor profesional, y mucho mejor persona».

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Crisis de las mamografías: ¿susto o muerte para Moreno?

Por: Antonio Avendaño

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Una pesadilla recurrente de la izquierda andaluza podría ser esta: el presidente Juan Manuel Moreno Bonilla fumándose, sin ser fumador, plácidamente un puro en el palacio de San Telmo mientras contempla ensimismado cómo las volutas del cigarro ascienden muy, muy despacio hasta diluirse silenciosamente en las oquedades del bello artesonado que ennoblece el techo de su despacho presidencial. Y lo peor de todo: el tipo llevaría como unos siete años fumándose el maldito puro.

Desde que en 2022 logró su mayoría absoluta, no menos inesperada que la milagrosa carambola que cuatro años antes lo llevó a la presidencia, los intentos de la oposición de erosionar su figura se asemejan a esas inocuas espirales de humo que nuestro hombre observa abstraído, sin inquietud, consciente de que las pobres volutas, como la izquierda andaluza, no pueden dejar de ser lo que son: humo, niebla, sombra, nada.

En su primer mandato Moreno tuvo que lidiar con las exigencias ocasionalmente montaraces de aquel Vox, que, en alianza con Ciudadanos, lo había hecho presidente y garantizaba la estabilidad de su gobierno; los apuros en que, de cuando en cuando, los ultras ponían al presidente se vieron, sin embargo, felizmente neutralizados por un entreguismo del partido naranja que hizo la legislatura conservadora mucho más plácida de lo que auguraba la aritmética parlamentaria.

Lo nunca visto en 30 años

Ya con la mayoría absoluta lograda merced al abstencionismo de la izquierda y el desistimiento de C’s, que Moreno premiaría recompensando a su líder Juan Marín con un cargo tan poco expuesto y trabajoso como bien remunerado, su actual segundo mandato había venido siendo una balsa de aceite en la que el presidente flotaba serenamente sin temor a perturbación alguna hasta que –en política no hay bien que ocho años dure– en octubre pasado saltaba el escándalo del cribado de cáncer de mama: al menos 2.317 mujeres, según el moderado cómputo de la Junta, no fueron advertidas de que debían hacerse una nueva prueba porque el resultado de la primera era dudoso. Nunca durante las tres décadas largas que lleva implementado el programa había sucedido nada comparable. Nunca. Para la Junta se trata de un error; para la oposición, de un escándalo; para las mujeres, de un espanto.

La ola de indignación social cogió al presidente a contrapié, como si no diera crédito a lo que estaba pasando, y desde hacía muchos meses además, en el sistema sanitario andaluz. ¿Un error? ¿Una disfunción? ¿Una chapuza? Cuando cualquiera de estas tres particularidades se prolonga durante años sin que nadie les ponga fin, error, disfunción o chapuza mudan de estado político: lo que era anécdota adquiere el estatus de categoría, lo que parecía accidental alcanza el rango de estructural, lo que era amenaza ocasional pasa a ser peligro permanente.

Un mes después de estallar la crisis, que en pocos días había obligado al presidente a prescindir de su consejera de Salud, la Junta todavía no había dado una explicación creíble, convincente y detallada de las causas de ese gigantesco error/disfunción/chapuza que tiene en vilo a miles de mujeres. Además de fuertemente politizado (como no podía ser menos), el caso de las mamografías ha pasado a estar judicializado. La Fiscalía está decidida a averiguar por qué pasó lo que pasó: para sonrojo del periodismo y bochorno de la política, la justicia parece hoy por hoy la única garantía de que se acabe sabiendo la verdad, pues ni el periodismo, que no pasa por su mejor momento, ni la oposición, que está en el peor, han logrado taladrar el muro de opacidad, escapismo y silencio levantado por el Gobierno andaluz para protegerse a sí mismo, no a las mujeres, de los efectos virtualmente letales derivados de su imprevisión, su ineptitud o su negligencia.

¿Pecador yo? ¡Pecador tú!

Mientras, la tardanza de San Telmo en dar la explicación que mujeres y opositores le reclaman alimenta la sospecha de que las causas de lo sucedido no se deberían meramente a una mala praxis profesional, sino que pondrían en cuestión el propio modelo sanitario del Partido Popular, cuyo deterioro habría favorecido el fortísimo incremento del número de andaluces que en la última década han contratado un seguro privado: en 2014 eran 1,2 millones; en 2025 ya son 1,8 millones, el 22% de la población de la comunidad.

Si el escándalo andaluz del cáncer de mama hubiera tenido lugar con un gobierno socialista, las derechas estarían comportándose, como mínimo, como lo están haciendo las izquierdas, ansiosas por hallar la pistola humeante del delito, la soñada conexión causa efecto entre: 1) los recortes en la sanidad pública en forma de traspaso de fondos a la privada y de facilidades laborales a los médicos para compatibilizar su empleo público y su consulta privada; y 2) las 2.317 mujeres con un diagnóstico dudoso de cáncer de mama a las que no se avisó para hacerse una nueva prueba.

El PP se opone en Andalucía a la comisión parlamentaria para investigar los fallos del cribado de cáncer de mama. Obviamente, si estuviera en la oposición apoyaría esa comisión, como la apoya la misma izquierda que, de estar en el gobierno, la rechazaría sin contemplaciones aunque tal vez con un leve cargo de conciencia. En un espacio público tan altamente polarizado como el español opera con regularidad la ley de hierro según la cual importa mucho más la filiación del pecador que el pecado mismo.

Aun así, también esta ley tiene sus excepciones: no está operativa en casos de una incompetencia tan extrema que hace inviable toda absolución, como ha ocurrido con el expresidente valenciano Carlos Mazón; y no está en vigor tampoco en los casos de negligencia con resultado de muerte, amputaciones o mucho dolor, como puede haber ocurrido en Andalucía. En tales casos, la gravedad del pecado se impone sobre la adscripción de quien lo comete, de modo que en las siguientes elecciones autonómicas un buen número de votantes del partido pecador bien pudiera optar por quedarse en casa o incluso por marcharse con su voto a la competencia.

Salud y propaganda

Sea o no la punta del iceberg de otros males de fondo que aún no han aflorado a la superficie, el principal impacto de la crisis del cribado de cáncer quizá radique finalmente en haber dado una intensa visibilidad local y una inédita proyección nacional al deterioro galopante de la sanidad pública andaluza: hace años tu médico de cabecera te daba cita al día siguiente de pedirla; hoy tarda diez, doce, quince, veinte días. Y del especialista ni hablamos. No hay propaganda gubernamental, por muy sofisticada que sea, ni publirreportajes de la prensa amiga, por muy engrasados que estén, capaces de convencer a usuario alguno de que la sanidad pública funciona hoy mejor que hace siete años.

¿El declive asistencial del sistema sanitario público puede poner en apuros electorales a Moreno, considerando que en su primer mandato pudo culpar verosímilmente a sus predecesores socialistas, pero en el tramo final del segundo y disfrutando de mayoría absoluta y más presupuesto, rotundamente no? Ese podría ser el pálpito más extendido en una izquierda que parece confiar demasiado en que la sanidad gane las elecciones por ella. Políticamente, el escándalo del cribado ha sido el primer gran susto de Moreno Bonilla desde que es presidente. Sueña la izquierda con que el susto acabe en muerte, pero parece poco probable: las dos derechas siguen sumando muchos más votos y escaños que las dos, tres o incluso cuatro izquierdas que combaten a aquellas con no menos ardor que a sí mismas.

Crisis de las mamografías: ¿susto o muerte para Moreno?
El presidente andaluz, Juanma Moreno Bonilla, durante la presentación de su libro Manual de convivencia. La vía andaluza, en Sevilla, el pasado 3 de noviembre. JOSÉ MANUEL VIDAL / EFE

No es aventurado conjeturar que los días del Moreno moderado estarían contados si la cita electoral andaluza de la primavera o el verano de 2026 confirma el incremento de votos que las encuestas le auguran a Vox: si los de Abascal se aproximan al 20%, los de Moreno no podrán conservar la mayoría absoluta. Pero es pronto para tales elucubraciones: la marca Moreno está fuerte en Andalucía; su perfil templado contrasta con el nacional-populismo de Isabel Díaz Ayuso, el otro gran referente autonómico del PP y una lideresa que parece haber fagocitado a Vox pero pagando el elevado peaje de lograrlo pareciéndose a él. La estrategia de Moreno se diría justo la contraria: cerrar el paso a los de Abascal pareciéndose lo menos posible a ellos, posando de humano, de modesto, de humilde, de plural. De guay.

En todo caso, el calendario le da un cierto margen, pues antes de las andaluzas habrá elecciones en Extremadura el 21 de diciembre y en Castilla y León en marzo, citas cuyo desenlace habrá de serle útil a Moreno para afinar su estrategia no tanto mirando a su izquierda como a su derecha, que es donde hoy suma nuevos enteros el partido decidido a llenar de pirañas la balsa de aceite donde sestea Moreno y a arrebatarle el puro imperial cuyas volutas, según la pesadilla roja, contempla extasiado mientras sueña con una segunda mayoría absoluta.

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Divorcio a la vista, convivencia asegurada: la política sentimental entre Sánchez y Junts

Por: Guillem Pujol

Este artículo ha sido publicado originalmente en Catalunya Plural. Puedes leerlo en catalán aquí.

Hay días en que la política española parece escrita por un guionista obsesionado con las metáforas matrimoniales. Junts per Catalunya anuncia un “divorcio” con Pedro Sánchez y, sin embargo, ambos continúan compartiendo techo, mirándose de reojo, calculando si todavía necesitan al otro para pagar la hipoteca de la legislatura. Es una historia de seducciones, gestos estudiados y una tensión permanente que ya no sorprende a nadie. Pero es también –y sobre todo– un ejercicio de hipocresía mutua: cada uno interpreta el papel que más le conviene mientras la política real avanza por otros cauces.

Por un lado, Pedro Sánchez ha perfeccionado el arte del cinismo amable. Sabe que necesita a Junts per Catalunya para no hundirse y despliega, cuando conviene, una coreografía de contrición y seducción: reconocer “retrasos”, insinuar rectificaciones, prometer que “esta vez sí” se cumplirán los acuerdos. Son gestos calculados, que siempre llegan cuando el Gobierno tiene el agua al cuello y necesita reconstruir, como sea, una mayoría que nunca termina de serlo. Estos movimientos ni comprometen de verdad ni obligan a demasiado; solo quieren insuflar la sensación de que el diálogo está vivo, de que hay opciones, de que el naufragio aún puede aplazarse.

Por otro lado está Junts per Catalunya, atrapada en una posición tan incómoda como imprescindible. Llevan semanas exhibiendo un discurso de máxima firmeza, proclamando que el acuerdo con el PSOE está en fase terminal, que la legislatura agoniza. Pero, a la hora de la verdad, no cierran la puerta: bloquean, sí, pero no rompen. Se indignan, pero no ejecutan. Simulan desvincularse, pero no son capaces –ni quieren– empujar el sistema hacia unas elecciones que dejarían la amnistía a medio camino. Es su propia versión de la farsa: gritar mucho, actuar poco y resistir lo suficiente para no perder la pieza central del tablero.

La realidad –cruda, prosaica– es que Junts per Catalunya no tiene alternativa. No puede matar la legislatura hasta que la amnistía sea irreversible. Ese es el núcleo del “baile de las apariencias”: su supervivencia política es ahora inseparable de la ejecución final de la ley que debe proteger a sus dirigentes. Esto explica que hayan optado por una estrategia de resistencia silenciosa: hacer todo el ruido posible para que su base perciba músculo y dignidad, pero mantener suficiente margen para volver a negociar cuando cambien las condiciones.

También explica la incomodidad de ver cómo el aparato de Junts per Catalunya denuncia, con gravedad republicana, el incumplimiento del Estado… mientras en paralelo sostiene, en la práctica, la misma legislatura que critica. Las palabras van en una dirección; los hechos, en otra. Y demasiada gente ya lo ha entendido. El PSOE lo sabe y juega con ventaja. Sabe que Junts per Catalunya necesita tiempo y sabe que, por mucho que gruñan, el bloque independentista no se puede permitir provocar un terremoto que haga descarrilar la amnistía. Por eso Sánchez puede practicar ese estilo tan suyo de gobernanza al límite: ofrecer medio compromiso, anunciar medio paquete de medidas, avanzar medio metro, retroceder un cuarto. Es un ejercicio de cinismo sostenido que solo funciona porque la correlación de fuerzas lo permite y porque nadie quiere asumir el coste de una ruptura real.

Esta “cohabitación hostil” mantiene en suspenso toda la actividad legislativa, pero mantiene igualmente vivo el relato de unas relaciones que aún pueden reconducirse. Es un teatro que sirve a ambos: al PSOE para comprar estabilidad y presentarse como la fuerza dialogante; a Junts per Catalunya para exhibir firmeza mientras prolonga, indefinidamente, la ficción de que son ellos quienes tienen el pulso de la gobernabilidad.

Pero en algún momento la danza dejará de funcionar. Porque este juego de seducciones y reproches permanentes no construye nada y solo aplaza decisiones. Y porque, cuando la amnistía esté finalmente cerrada, Junts per Catalunya tendrá que demostrar si su estrategia era resistir para avanzar o si, sencillamente, no tenía ningún otro lugar al que ir. Igualmente, el PSOE tendrá que dejar de actuar como si el Estado fuera un campo de pruebas y empezar a asumir que cumplir acuerdos no es una concesión, sino una obligación.

Hasta entonces seguiremos asistiendo al baile. Un baile cansado, hecho de gestos que ya no engañan y de palabras que suenan gastadas. Un baile en el que todos saben lo que busca el otro, pero todos prefieren fingir que se trata de una gran partida de ajedrez. Cuando en realidad es, simplemente, una coreografía de supervivencia.

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Barcelona fuera de juego: el espacio público secuestrado por el turismo

Por: Jose Mansilla y Óscar Martínez

Pasar por delante de algunos referentes turísticos de Barcelona, como la Casa Batlló, en el Passeig de Gràcia, puede resultar un acto inolvidable. Primero, evidentemente, porque se trata de una de las obras de Gaudí más reconocidas, perteneciente a su etapa naturalista y verdadero ejemplo de su genio como arquitecto de y para la burguesía catalana del momento; y, en segundo lugar, por la gran cantidad de personas que se agolpan en la puerta –futuros visitantes unos, curiosos y fotógrafos más o menos profesionales otros–que dificultan enormemente el paso de los peatones y de las bicicletas que recorren la acera y el correspondiente carril bici. Pero si el simple tránsito por esta parte de la ciudad es complicado para cualquier peatón, todavía lo es mucho más para aquellas personas que tienen algún tipo de diversidad funcional: en estos casos, la tarea pasa de ser inolvidable a ser imposible.

Hace mucho tiempo que las normativas obligan a dejar las fachadas de los edificios como espacios libres y seguros para que las personas ciegas puedan utilizarlas como guía para desplazarse por la ciudad, pero el reciente Código de Accesibilidad –Decret 209/2023, de 28 de novembre ligado a la Llei 13/2014 d’Accesibilitat aprobada por el Parlament de Catalunya, es aún mucho más claro al respecto. Además de esta obligación lógica y razonada, todas las calles han de disponer de diferentes elementos podotáctiles en el suelo con el objetivo de ofrecer orientación para transitar con seguridad por calles y plazas. No obstante, todos estos elementos son dificultados e impedidos por la Casa Batlló.

En la capital catalana, la Carta de Ciutadania. Carta de derets i deures de Barcelona reconoce, en su capítulo 1, el derecho a encontrar en la ciudad las condiciones de accesibilidad universal para vivir dignamente. Esta cuestión debería reflejarse en el espacio público y es función del Ayuntamiento proteger de manera activa y de oficio este derecho. Así, si este se viera en algún momento afectado, tiene el deber y la obligación de notificar el incumplimiento a las partes afectadas y, si el hecho persistiera, sancionar e intervenir para eliminar cualquier elemento que incumpliese las normativas de accesibilidad vigentes.

El Ayuntamiento de la ciudad, por otro lado, cuenta con un buzón donde realizar denuncias, preguntas o consultas sobre diferentes tipos de situaciones que puedan afectar o interesar a la ciudadanía. Así, es posible requerir información, por ejemplo, sobre el sueldo de los diferentes concejales que conforman el consistorio o, como es el caso, si la Casa Batlló dispone de algún tipo de permiso que le permita ocupar y alterar la circulación de los peatones a su paso por las inmediaciones del inmueble y que contravenga las normativas de accesibilidad que prohíben ocupar los espacios de fachada para proteger los itinerarios de personas ciegas.

La misma Carta de ciutadanía antes citada indica que “todas las personas tienen derecho a relacionarse con la administración municipal de una manera imparcial y objetiva y (…) con transparencia y confianza legítima”, algo que no siempre sucede cuando se plantea una reclamación sobre un hecho como el que nos ocupa, pues el Ayuntamiento parece cerrar sistemáticamente incidencias que no se han resuelto, actuando sin la transparencia necesaria para que los vecinos y vecinas dispongan de la información concreta sobre las actuaciones relacionadas con sus quejas. Estos hechos provocan un gasto innecesario para la administración, ya que los vecinos y vecinas se ven obligados a trasladar la denuncia a la Sindicatura de Greuges de Barcelona, una acción superflua si el Ayuntamiento realmente estableciera una relación de transparencia y confianza con las personas que viven en la ciudad.


Barcelona
Extracto de la Resolución de la Sindicatura de Greuges sobre el derecho al espacio público y a la accesibilidad.

Este es el caso de la Casa Batlló y sus reiterados incumplimientos en relación con el derecho a la accesibilidad para personas con diversidad funcional por el espacio público que se encuentra ante sus puertas. Tras plantear, por parte de los autores de este artículo, el caso ante la Sindicatura de Greuges de la ciudad, esta ha constatado que no solo incumple las normas de accesibilidad teniendo conocimiento de ello, sino que, además, la ocupación del espacio público que realiza para su negocio la lleva a cabo sin ningún tipo de permiso municipal. Nos encontramos, por tanto, ante una apropiación indebida del espacio público en beneficio de una actividad privada de carácter turístico, con decenas de millones de euros de beneficios anuales según algunos medios de comunicación, además de ante el incumplimiento del más elemental de los derechos de la ciudadanía: la libre circulación por las calles y plazas de una ciudad y la garantía de la misma para la totalidad de las personas, independientemente de sus características físicas o sociales. El tan manido derecho a la ciudad, incluso desde una perspectiva de derecho positiva, es automática y sistemáticamente vulnerado.

La Gran Via como espacio de desposesión

Evidentemente, este no es el único ejemplo representativo de esta casuística, sino que, desgraciadamente, nos encontramos ante un mecanismo más común de lo que podríamos pensar. Con el objeto de poner de manifiesto cómo este proceso de usurpación del espacio público es altamente frecuente en la ciudad de Barcelona, se ha seleccionado un amplio espacio de la misma basado en dos características principales: su proximidad al centro turístico, comercial, simbólico y político de la ciudad y la presencia en sus inmediaciones de una alta concentración de equipamientos turísticos, principalmente hoteles. Entre las muchas localizaciones que cumplían estos dos aspectos se encuentra la Gran Via de les Corts Catalanes, específicamente el tramo entre la Plaza de Tetuán y el Passeig de Gràcia, precisamente cercano a dos de las obras de Gaudí más conocidas: la ya citada Casa Batlló y la Casa Milà o Pedrera.

En esta área existen un total de ocho hoteles: Casa Bonay, GrupHotel Gran Via 678, Gran Hotel Havana, Hotel Palace, Hotel Indigo, Hotel Granvia, Hotel Almanac y Cotton House Hotel, todos calificados entre cuatro y cinco estrellas, excepto el Granvia que solo tiene tres. Cabe recordar que la existencia de esta alta concentración de hoteles en esta parte de la ciudad responde a la deriva turística que tomó Barcelona a partir de la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992, algo que ya se estaba gestando anteriormente, durante los años 70, cuando la ciudad buscó modificar su economía urbana, pasando de una centrada en la producción industrial a otra más orientada hacia el sector terciario, con la celebración de ferias y congresos como elemento principal.

La especialización turística de la ciudad es más que evidente cuando se realiza una mirada a la estadística del sector. Mientras que en 1990 Barcelona solo contaba con un total de 118 hoteles, en 2024, tres décadas después, estos habían alcanzado la cifra de 442, un 375% más. Si hablamos de plazas hoteleras, estas han pasado de 18.569 existentes en 1990 a 77.068 disponibles en 2024, un incremento del 415%. Si nos referimos a visitantes, estos pasaron de 1,7 millones en 1990 a 7,9 millones en 2024. Los incrementos llegan al 464%, sin contar pisos turísticos irregulares o excursiones sin pernoctación. Un aumento tan significativo de visitantes altera inevitablemente las condiciones de vida de la ciudad anfitriona.

La falta de gobernanza en el turismo suele estar detrás del inicio de las dinámicas de turistificación, un proceso que podríamos entender como aquel mediante el cual todas las relaciones sociales en un espacio determinado pasan a estar mediadas por el turismo. Entre sus efectos se encuentra lo que David Harvey denominó “acumulación por desposesión”: la apropiación por parte del capital de recursos que antes estaban fuera del mercado. Esta forma de acumulación es evidente, a veces, en el sector turístico: la actividad vive de recursos ajenos, propiedad colectiva de la ciudadanía gestionadas por la administración bajo figuras públicas –playas, naturaleza, cultura, calles, aceras–. Este es el caso de la apropiación realizada por referentes turísticos como la Casa Batlló y por los hoteles de la Gran Via. Durante la investigación para este artículo, al menos cinco hoteles –Havana, Palace, Indigo, Almanac y Cotton House– ocupan irregularmente el espacio público frente a sus accesos siguiendo el camino trazado por la Casa Batlló.

Barcelona
Entrada del Hotel Índigo, en Gran Vía de les Corts Catalanes, en Barcelona.

La apropiación se materializa mediante la disposición de grandes maceteros, alfombras estetizantes o por la ocupación de la acera por vehículos de clientes en espera. Esta ocupación decorativa no funcional, destinada a añadir distinción, es una forma de acumulación por desposesión, pues los hoteles se apropian de un recurso común con el fin de ampliar sus beneficios. Y lo llevan a cabo, además, mediante el incumplimiento de normativas de accesibilidad, perjudicando la seguridad de las personas con discapacidad. Resulta evidente que, ante la inacción municipal, responsable de velar por el derecho a la accesibilidad urbana, algunas empresas relacionadas con el turismo más elitista parecen ocupar la ciudad palmo a palmo para beneficio privado.

Este quehacer de parte del sector turístico vendiendo lo que no es suyo no se limita a la apropiación de las aceras, sino que es mucho más extensivo. El caso de las terrazas de bares y restaurantes, sería otro ejemplo palmario que mostraría una de las vertientes más notorias, aunque menos señaladas y comentadas. Su habitual presencia nos ha hecho acomodarnos a la idea de que una ciudad es también un parque de mesas y sillas que ocupan el espacio de nuestra cotidianeidad. Ya ni las vemos. Sin embargo, como actividad social y económica, se encuentra basada en unos recursos, una materialidad, que no es suya, sino que es de todos.

Para finalizar…

La importancia del sector turístico en Barcelona es innegable: 14% del PIB y 16% del empleo. Cualquier planteamiento de gobernanza urbana debe garantizar su sostenibilidad económica, social y ambiental, evitando que la ocupación de esferas que no le pertenecen o lleguen al extremo de perjudicar la vida cotidiana de sus vecinos y vecinas. Sin embargo, esto no parece estar ocurriendo y, como ejemplo, el trabajo de campo breve realizado en el tramo estudiado de la Gran Via barcelonesa. Tal y como se ha intentado mostrar, los hoteles en él situados actúan como si la calle fuese un recurso propio, pese a ser bien público, y haciéndolo infringen una clara normativa autonómica y municipal que busca la inclusión de todas las personas y su acceso al derecho a la ciudad; un derecho que no debe y puede ser incompatible con actividades económicas.

La apropiación indebida del espacio urbano pone en riesgo un derecho internacional: la accesibilidad. Personas ciegas o con discapacidad deben poder disfrutar la ciudad sin arriesgarse. Sorprende, por tanto, la pasividad del Ayuntamiento ante prácticas visibles especialmente en zonas turistificadas.

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‘Buscando a Pedro Baigorri’, cocinero y guerrillero

Por: Manuel Ligero

Hay personas que viven vidas «de película». Una de ellas es, sin duda, Pedro Baigorri, un hombre que cocinó para Franco, participó en los movimientos revolucionarios de su tiempo y acabó siendo asesinado en una emboscada en la selva colombiana. El periodista y cineasta Unai Aranzadi presenta ahora un documental sobre su azarosa vida: Buscando a Pedro Baigorri. El estreno tendrá lugar mañana, en el cine Maldà de Barcelona, dentro del marco del XXII Festival de Cine y Derechos Humanos.

«La película habla del sentido de la lucha, de la clandestinidad y de las raíces, en muchos casos, cristianas de eso de sacrificarse cual “Cristo con un fusil al hombro”, que diría Kapuscinski», explica su director. Aranzadi ha dedicado a esta historia casi 20 años de investigación que le han llevado a Cuba, Francia, Venezuela, España, México, Suecia y Colombia tras la pista de Baigorri.

Todo empezó en Navarra, en la década de 1950. Baigorri era hijo de guardia civil y se crió en diferentes casas cuartel hasta que, gracias a sus dotes de cocinero, fue contratado en el Hotel María Cristina de San Sebastián. Trabajando allí, fue llevado al buque Azor para cocinar para el mismísimo Francisco Franco. Aunque políticamente hablando no podía estar más alejado del dictador. Tanto, que en 1959 se marcharía a Francia para eludir el servicio militar obligatorio.

En la capital francesa comienza su etapa guerrillera, en las filas del Frente de Liberación Nacional argelino. Luego se traslada a la meca revolucionaria de la época: Cuba. Allí trabó amistad con los hermanos Castro y con el Che Guevara. Tras unos años de trabajo en la isla, hace un curso de guerrillas y es enviado a Colombia. En ese país todos sus proyectos revolucionarios fracasan y, finalmente, es asesinado en 1972 a manos del Ejército colombiano. En la trampa que le tendieron cayeron otros tres compañeros de armas, pero uno sobrevivió. Unai Aranzadi consiguió entrevistarlo antes de su muerte.

Por su documental desfilan varias personas que conocieron y trabajaron junto a Baigorri, como su paisano Lucio Urtubia (célebre anarquista exiliado como él en París), el escritor y guerrillero Alfredo Molano o el fotógrafo mexicano Rodrigo Moya (cuya hermana fue pareja de Baigorri).

Recomponer la historia del chef y revolucionario navarro ha sido una tarea muy ardua. Tras su martirio en Colombia se perdió toda pista de él, hasta el punto de que no se sabía muy bien si se trataba de una leyenda o era un personaje real. Pero era muy real. El primero que empezó a tirar del hilo fue Fermin Munarriz, periodista de Gara que en 2005 se propuso rastrear sus huellas a la manera tradicional: agarró la guía telefónica y empezó a llamar a todos los Baigorris navarros hasta que dio con su hermano Pablo, compositor de textos en la rotativa del Diario de Navarra durante más de 40 años. Gracias a él, la historia de Baigorri empezó a tomar forma.

Pedro Baigorri
Pablo Baigorri muestra una foto de su hermano mayor en sus últimos años de vida. UNAI ARANZADI

El documental será presentado mañana al público por el propio director, que se refiere a su obra como algo concienzudo y artesanal, «hecho con pocos medios, pero con mucho fondo». Aranzadi, reportero de guerra y colaborador habitual de La Marea, ha recibido premios en festivales de cine de Houston, México, Italia, Barcelona o Bahía entre otros. En la presentación de su nueva película le acompañarán los hermanos y sobrinos de Baigorri.


‘Buscando a Pedro Baigorri’ se estrena mañana, 6 de diciembre, en el Cinema Maldà de Barcelona, a las 18.00 horas.

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Patricia Simón: “El concepto ‘paz’ ya no está en el imaginario colectivo, ni siquiera como aspiración”

Por: Manuel Ligero

En el periodismo no todo vale. A menudo, en situaciones comprometidas, prevalece el sentido ético de los profesionales y estos apartan la cámara o apagan la grabadora. Renuncian al impacto, a los clics, incluso a dinero. Cualquier cosa antes de hacer más daño a quien ya está muy dañado. Hay que tener estas cosas muy claras para reportear desde zonas de conflicto, como lleva haciendo Patricia Simón desde hace 20 años. En el ensayo Narrar el abismo (publicado por Debate) cuenta sus experiencias y propugna un tipo de periodismo respetuoso con la dignidad del otro. «Cuando estas personas se acercan y cuentan sus experiencias, confían en la valía humana de quien las escucha», relata. «No hay mejor periodista que el que sabe, sobre todo, ser oyente». Trasladar sus historias, dice, tiene una función social. Documentar delitos de guerra, además, es un deber. Y hay que hacerlo buscando la palabra exacta, escribiendo con una perspectiva que defienda los derechos humanos y que desafíe esa «ideología colonial dominante» que tiende a adherirse como una lapa a nuestras crónicas. Narrar el abismo es una reivindicación del periodismo como un oficio humanista comprometido con la construcción de un mundo mejor.

Su libro se puede leer como un manual de periodismo en zonas de conflicto. ¿Cómo ha sido su aprendizaje? ¿A base de ensayo-error? O dicho de otro modo: ¿se ha equivocado muchas veces?

Seguro que sí. Pero he tenido la suerte de formarme prioritariamente con defensores y defensoras de derechos humanos, así que siempre he sabido que lo importante era el cuidado de la persona que ha sufrido alguna vulneración. Esa prevención, que mi foco estuviera puesto no tanto en el resultado periodístico como en esa relación personal, probablemente me haya protegido del peor error que se puede cometer: aumentar el daño que han sufrido estas personas. Pero todo esto vino a través de la formación. Recuerdo que una vez, siendo muy jovencita, me invitaron a moderar una mesa redonda con defensores y defensoras de los derechos humanos en Colombia. Eran personas que habían sufrido tantos tipos de violencia que necesariamente necesitaban tiempo para explayarse, pero yo no les dejaba. Los organizadores me dijeron: «Si ves que se van por las ramas, les cortas y que vayan al grano». Desgraciadamente, les hice caso. Fui una buena mandada. Y me convertí en una maltratadora. Fue el público el que me hizo notar que lo estaba haciendo mal. Hoy lo recuerdo con mucha vergüenza, pero aprendí qué es lo que no se debe hacer. Y, sobre todo, aprendí que no hay que delegar nunca la responsabilidad en otras personas.

Pero, a veces, inevitablemente, se hace daño sin querer. ¿Cómo reacciona si, a pesar de poner todo el cuidado, se da cuenta en mitad de una entrevista de que está tocando una tecla sensible que no debería tocar?

Parando en seco. Si de repente intuyes que se pueden estar removiendo cosas o que estás reabriendo una herida especialmente dolorosa, lo primero es parar en seco y revaluar qué sentido tiene esa entrevista. Para mí, la clave está en volver a situar la conversación, volver a la base, a la razón principal por la que esa persona ha accedido a hablar: qué persigue con esa entrevista, qué necesita contar, de forma que su testimonio, de alguna manera, le genere un cierto alivio. Tengo presente que es mejor que me quede corta, que se me queden preguntas en el tintero, si no estoy segura de que la persona está preparada, es consciente y quiere hablar de esos asuntos.

Los periodistas que cubren conflictos también se exponen a salir tocados. Decía Susan Sontag en uno de sus libros: «Toda persona que tenga la temeridad de pasar una temporada en el infierno se arriesga a no salir con vida o a volver psíquicamente dañada». ¿Cómo ha lidiado usted con ese peligro?

Primero, sintiéndome muy afortunada de poder desarrollar mi profesión en esos contextos. Como dice Noelia Ramírez en su libro, «nadie nos esperaba aquí». Mi origen, en ningún caso, hacía prever que pudiera dedicarme al periodismo, y mucho menos a ese tipo de periodismo. Así que soy consciente de que esto es algo excepcional, porque la mayoría de mis compañeras, de amigos y amigas mucho más talentosos y muy buenos periodistas, lo tuvieron que dejar por la precariedad. Y luego, además, me protege la idea de que «estoy haciendo mi parte». O por lo menos lo estoy intentando. Tengo una convicción muy fuerte, seguramente por mi apego a la defensa de los derechos humanos, de que este trabajo es importante. Y de que es una suerte poder hacerlo.

Cuando el circuito, llamémosle así, está bien engrasado, a mí me hace bien. Ese circuito empieza con la recogida de testimonios que te atraviesan, que te interpelan, y finaliza cuando los transformas en información periodística. Con «bien engrasado» me refiero a no pasar muchísimo tiempo reporteando sobre el terreno, sino a volver a casa para digerirlo y trabajar con calma… Cuando se dan todas esas circunstancias, el trabajo es emocionalmente bueno. De hecho, cuando empezó el genocidio de Gaza y las autoridades israelíes nos prohibieron la entrada a la Franja, sentí muchísima impotencia. Empecé a consumir imágenes de las redes sociales en bucle. Me hizo cuestionarme qué sentido tenía el periodismo, qué capacidad teníamos los periodistas. Fue muy duro.

Y por último, para protegerte emocionalmente del impacto que tiene tu trabajo, están los cuidados, claro. Aunque suene banal, hay que alimentarse bien, dormir bien, hacer deporte y, por encima de todo, trabajar los afectos, cuidar las redes de amigos y amigas, dedicarles tiempo.

En su libro, sobre todo en el capítulo dedicado a Ucrania, habla de reportear tanto desde el frente de guerra como desde la retaguardia. Tengo la impresión de que usted prefiere la retaguardia. ¿Por qué?

En el frente ves gente que es carne de cañón y es más difícil extraer aprendizajes humanos. Prevalece la parte bélica, pero hay una excepción: cuando puedes estar a solas con los combatientes. Ahí aflora realmente el desastre de la guerra. En la retaguardia, en cambio, se preserva la vida, se construye vida cuando alrededor sólo hay destrucción. Eso es complejísimo. Es posible por conocimientos atávicos que no sabíamos que teníamos y que aparecen en esos contextos. Y quienes lo hacen posible, fundamentalmente, somos las mujeres. Las mujeres seguimos siendo vistas como actrices secundarias en las guerras. La invasión rusa evidenció que las narrativas en torno a la guerra siguen siendo muy machistas y muy reaccionarias. Por ejemplo, ¿cómo se contó el éxodo? Pues se entendió que el destino natural de las mujeres era huir para cuidar, y el de los hombres quedarse para combatir. En la retaguardia todo eso se subvierte y se ve el verdadero valor de la supervivencia y quién la hace posible.

Cuenta la historia de una anciana de Kramatorsk que les invitó a Maria Volkova y a usted a tomar un té en su casa. Allí les habló de sus dificultades, conocieron a su hija esquizofrénica, entendieron por qué decidió no huir. Desde el punto de vista humano, esa historia revela más sobre la guerra que una crónica desde las trincheras.

Sí, aquella historia se me quedó atravesada. Y pensé que, en realidad, esa historia está en todos los contextos dominados por la violencia que llevo cubriendo 20 años, desde Ucrania hasta Colombia. Son las guerras que las mujeres libran diariamente en todas partes. Las han sufrido nuestras abuelas, las sufren nuestras madres y siguen marcando nuestras vidas.

¿Cómo definiría el concepto «periodismo de paz» y en qué se diferencia de lo que entendemos normalmente por periodismo?

La diferencia está en la intencionalidad. Como periodista, se trata de no olvidar nunca que la guerra debe evitarse por todos los medios y, si ya ha empezado, que debe pararse cuanto antes. El periodismo no puede legitimar que la violencia sea una forma de resolver los conflictos. Eso debería aparecer en todas las crónicas. Debemos recordar continuamente que la mayoría de las guerras no terminan con el aplastamiento del enemigo sino por medio de negociaciones. Cuanto antes empiecen, más vidas se salvarán. Si no lo contamos así, corremos el riesgo de presentar la guerra como algo natural o inevitable o como un conflicto irresoluble. Y si nos resignamos a eso, nuestro periodismo se convierte en una arma propagandística dentro de esa guerra.

Cuando estábamos en la facultad, todos expresábamos nuestra admiración por los «corresponsales de guerra». A nadie se le ocurrió nunca llamarlos «corresponsales de paz».

Es que ese concepto es mucho más complicado de normalizar, pero el concepto «paz» sí que debería estar más presente en nuestras vidas. Nosotros crecimos celebrando la paz en el cole. La lucha contra el hambre y la defensa de la paz eran pilares de nuestra educación. Eso se ha diluido totalmente en estos últimos años. Ya no está en el imaginario colectivo, ni siquiera como una aspiración o un ideal. Pero debemos reivindicarlo desde el periodismo, entendiendo que la paz no es solamente la ausencia de bombardeos, es una cosa mucho más compleja. Respecto a la expresión «corresponsales de paz», tengo que decir que es un lema que está utilizando la Fundación Vicente Ferrer, que nos ha invitado a varios periodistas que cubrimos conflictos a visitar lugares donde se está intentando construir la paz frente a otros tipos de violencia.

Su libro contiene frases realmente desafiantes, como que «el periodismo es lo contrario a la neutralidad». Esto choca con la idea que mucha gente tiene de la imparcialidad periodística. ¿Qué quiere decir exactamente con eso?

Creo que el periodismo tiene que aspirar a construir sociedades más justas para todos y todas, y eso es exactamente lo contrario de la neutralidad. Tendemos a contar las cosas desde lo establecido, desde lo hegemónico, y eso perpetúa el statu quo. Así nada cambia. Pero si aplicas una mirada crítica y desentrañas las dinámicas y los intereses que operan sobre la realidad, si identificas cuáles son las razones para que eso ocurra y quiénes son los responsables, entonces la cosa cambia. Cuando el periodismo evidencia cuáles son los engranajes, rompe con lo que se ha entendido como neutralidad. Y eso debería hacerse enfocándonos en los afectados de ese marco de interpretación, en los afectados por «la norma» o por lo que entendemos como «normal». En mi adolescencia fue muy importante la lectura de Eduardo Galeano. Él nos enseñó por qué el mundo se interpretaba al revés y lo puso «patas arriba». Así se llama uno de sus libros, en el que señala esas cosas que damos por sentadas, que entendemos por lógicas, como si esa fuera la única mirada posible. Yo impugno esa neutralidad. Me parece que es injusta, que está al servicio de una minoría privilegiada y que produce muchísimo dolor. Por eso creo que hay que posicionarse.

En Narrar el abismo también impugna los eufemismos. Hace hincapié en usar las palabras justas, exactas. Pero las palabras justas y exactas son polémicas. A veces ni siquiera nos dejan publicarlas. ¿Qué hacemos ante eso?

El periodismo siempre fue un oficio rebelde y debería seguir siéndolo. A veces se nos desacredita cuando, por ejemplo, hablamos de paz, tachándonos de ilusos o de ingenuos. Otras veces se nos acusa de ser radicales. Otras, de ser activistas en lugar de periodistas. Esto me pasa mucho. Tenemos que tener muy claras nuestras convicciones para defender por qué utilizamos una palabra y no otra. Quienes usábamos la palabra «genocidio» para hablar de lo que estaba ocurriendo en Gaza, al principio se nos acusó de falta de rigor, de antisemitismo, de fomentar un relato propalestino y, por lo tanto, antiperiodístico. Pero cuando lo hicimos ya había evidencias suficientes para hablar de genocidio, y de hecho, poco después, el informe de la relatora especial de la ONU nos dio la razón.

Pero mientras hay que aguantar el chaparrón…

Yo sé que hago un periodismo pequeñito, minoritario. Sé que su capacidad de incidencia es muy limitada, pero haciéndolo aspiro a sentirme… Iba a decir orgullosa, pero esa no es la palabra. Tranquila, esa es la palabra. Tranquila con el resultado. Que pueda defenderlo ante quien lo cuestione. En el reportaje «El mundo según Trump» usé conscientemente un vocabulario muy directo. Para describir su forma de concebir las relaciones internacionales digo que se maneja igual que los cárteles: plata o plomo. Y es que es así. Y no temo las críticas porque sé que quienes las hacen están defendiendo un orden injusto, al servicio de unos pocos y que se ha demostrado fallido, corrupto y éticamente degenerado.

Assaig Abubakar, un abogado sudanés que vive como refugiado en Chad, le dijo: «Nunca más volveré a creer en el sistema internacional de derechos humanos». Y cuando entrevistó a Youssef Mahmoud también fue muy crítico con la ONU. Después de todo lo que ha visto, ¿usted sigue creyendo en estos organismos internacionales?

En lo relativo al marco legislativo, sí. Por eso sigo defendiendo el derecho internacional y los derechos humanos, pero ya no creo en las grandes organizaciones. La puntilla ha sido la validación por parte del Consejo de Seguridad del mal llamado «plan de paz» de Donald Trump para Gaza. Me parece que supone el hundimiento absoluto del Consejo de Seguridad, y creo que también ha arrastrado a las Naciones Unidas. A pesar de todo, la ofensiva actual contra el multilateralismo, contra la ONU, contra la Corte Penal Internacional es tan dura, que creo que debemos salir en su defensa. Siendo muy consciente, eso sí, de que muchas veces estas organizaciones se muestran fallidas e incluso son cómplices de la perpetuación de los conflictos. Pero soy más partidaria de su reforma o de su refundación que de darlas por perdidas. Creo que siguen siendo el único espacio en el que muchos Estados tienen al menos un asiento, una voz, y desde donde se puede reconstruir otro orden internacional.

Siempre se ha dicho que la foto de la niña del napalm contribuyó a la retirada estadounidense de Vietnam. Los periodistas palestinos también han hecho un trabajo extraordinario documentando el genocidio de Gaza, un trabajo que ha tenido un enorme impacto en la opinión pública. No hay más que ver las manifestaciones que se han producido en todo el mundo. Pero el genocidio continúa. ¿Lo que ha cambiado en este tiempo, básicamente, es la capacidad del periodismo para influir en los gobiernos?

El puente que existía entre la información, la gente y los gobiernos se ha roto. Es el producto de muchas décadas de desoír a la ciudadanía. Se ha roto hasta el punto de que muchas personas renuncian a informarse porque la información sólo les provoca dolor, no pueden hacer nada con ella, dan por hecho que no servirá para cambiar nada. Pero la reacción global ante el genocidio de Gaza nos da esperanzas de que esta situación se pueda revertir. Ha sido muy curioso ver cómo el movimiento contra el genocidio ha tomado más fuerza a partir del pasado verano, cuando empezaron a publicarse imágenes de la hambruna. Los medios occidentales consideraron que esas imágenes de los niños famélicos eran más publicables o digeribles que las de los dos años anteriores, las de los niños en las morgues o bajo los escombros. Los medios tenemos que preguntarnos por qué. Por qué las fotos de los niños mutilados no se publicaron, cuando fueron sus propios padres los que tomaron esas fotos o llamaron a los periodistas para documentar el delito. Por qué se usó la excusa de la «fatiga de la empatía» de los lectores. Por qué se habló de que herían la sensibilidad e incluso la dignidad de las víctimas. Si hemos visto esas imágenes ha sido gracias a las redes sociales. Cuando salieron las fotos de la hambruna, realmente hubo un despertar de la respuesta ciudadana. Eso demuestra dos cosas: primero, que la capacidad de incidencia del periodismo sigue siendo altísima; y segundo, que fueron los propios medios los que apaciguaron durante dos años esa respuesta ciudadana amparándose en razones insostenibles que tienen más que ver con sus propias sensibilidades y con sus propios sentidos estéticos de cómo representar el dolor.

Usted dice que la información se ha convertido en «una retahíla de hechos caóticos, catastróficos, incomprensibles».

Por eso hay casi un 40% de españoles que ha renunciado a informarse. Y el resto lo hace a través del móvil, donde estamos perdiendo muchísima capacidad de concentración, de comprensión y de profundidad. Eso es una ruptura, no sólo en el acto ciudadano de informarse sino en las propias democracias. Creo que ahora toca generar discursos acerca de la importancia de recuperar la soberanía sobre el acto de informarse, sobre cómo nos informamos, a través de qué dispositivos y en qué contextos. Nos estamos estupidizando y me parece peligrosísimo cómo estamos aceptando que cuatro señores tecnomultimillonarios, cuyo su sueño húmedo es irse a Marte, sean los que, con sus algoritmos, dominen el acto de informarse de la mayoría de la población. Esa avalancha de hechos caóticos, sin contexto, nos está enfermando. Emocionalmente nos tiene paralizados, y políticamente absolutamente desconcertados. Da alas a esa sensación de incertidumbre que tanto se ha señalado como una de las causas del auge reaccionario. Lo que hace el periodismo es justo lo contrario: explica las causas y el contexto, arraiga a las personas con la realidad que le rodea y así disipa la incertidumbre.

Usted también suele decir que nunca se ha hecho mejor periodismo que hoy. ¿Por qué cree que nunca ha estado peor considerado y peor pagado que hoy?

Pues porque mucho de lo que se presenta como periodismo en realidad no lo es. Ojalá fuese info-entretenimiento, pero ni eso. Esa etapa ya pasó. Lo que tenemos ahora es propaganda política disfrazada de entretenimiento, propaganda de valores muy reaccionarios al servicio de los grupos políticos de ultraderecha. Ese aluvión de desinformación, de odio y de propaganda ha generado desconfianza y desconsideración hacia la profesión. A eso se suma que los medios tradicionales, además de buen periodismo, publican también muchísima basura para tener visitas. Eso contribuye al descrédito. Y también porque nos hemos regalado como periodistas. En sociedades tan precarizadas como la nuestra cuesta mucho que la gente pague por el periodismo. Y al tenerlo gratis pues no se le da valor. Pero tampoco podemos exigir que se suscriban a cinco medios cuando tienen salarios paupérrimos y muy poco tiempo para informarse. Gran parte de nuestra comunidad lectora, de hecho, se suscribe por militancia, no porque luego vaya a tener tiempo de leer la revista.

En cualquier caso, yo sostengo, efectivamente, que nunca se ha hecho tanto buen periodismo, pero tampoco se ha hecho nunca tanta desinformación. Y esto último, en cantidad, es inmensamente superior. Esa es la tragedia. Pero, sí, nunca ha habido tantos periodistas tan bien formados, con un compromiso ético tan sólido, hasta el punto de anteponer su profesión al hecho de tener vidas mínimamente saludables. Tenemos que defender públicamente la importancia del periodismo y intentar volver a sellar pactos éticos con la ciudadanía. De hecho, el libro yo no lo concibo como un manual de buenas prácticas sino básicamente como un manifiesto sobre la importancia de seguir informándonos.

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Lo del CEO y los pacientes no rentables ya lo contó Netflix

Por: Olivia Carballar

La primera temporada de Respira, una serie de Netflix con un hospital público de València como epicentro de la trama, cierra con un capítulo en el que unas fuertes lluvias hacen estragos.

Cuando lo estás viendo estos días y no sabes en qué momento se ha rodado este producto de ficción, es bastante improbable pensar en otra cosa que no sea la dana del 29 de octubre de 2024, y que están, cómo no, recreando los efectos de las inundaciones que dejaron más de 200 víctimas mortales. Pero no. No es la dana por la que la justicia está investigando la gestión del gobierno de Mazón la que Netflix nos ofrece en pantalla, porque el capítulo, titulado Gota fría, se grabó antes de que aquella dana destrozara la vida de miles de familias.

“Primero te vuelves un poquito loco y dices: ¿esto es casualidad o qué? Pregunté de dónde salió la cifra que se mencionaba en la serie y, por lo que me dijeron, fue algo fortuito, una elección del director, David Pinillos, que pensó que reflejaba bien que había llovido mucho. Pero luego se produjo esa coincidencia y es muy loco”, dice Borja Luna, el actor que interpreta a un combativo sindicalista jefe de oncología, en una entrevista en El Periódico. Esa casualidad fue rodar algo que pasa pero que aún no había pasado.

Y en el fondo, lo que ocurre es que, pese a que nos sorprenda la coincidencia, no es una casualidad que las lluvias sean cada vez más torrenciales, como tampoco es una casualidad lo que cuenta la serie en su segunda temporada: las vidas que cuesta la privatización de un hospital

Estrenada a finales del pasado octubre, si la ves hoy, también se podría pensar que las órdenes que da el CEO de la empresa que gestiona este hospital público en la ficción son las mismas que ha podido dar el CEO del grupo Ribera, en la vida real, en el hospital público de Torrejón de Ardoz, según las grabaciones de una reunión a las que ha tenido acceso El País y cuya publicación ha supuesto lo que es: un escándalo.

Aitana Sánchez-Gijón, cirujana en la serie, junto Gustavo Salmerón, que interpreta al gestor privado del hospital. NETFLIX
Aitana Sánchez-Gijón, cirujana en la serie, junto Gustavo Salmerón, que interpreta al gestor privado del hospital. NETFLIX

Sin hacer espóiler, la serie, de manera muy resumida, viene a contarnos todo este negocio en el que se ha convertido el sistema sanitario desde hace tiempo: las políticas de una presidenta de derechas, representada por una genial Najwa Nimri, que desprecia la sanidad pública y que termina tratándose de un cáncer de mama en el hospital público que quiere privatizar. Para ello, pone al frente a un CEO que, para que le cuadren las cuentas de resultados –es decir, para que el beneficio sea cada vez mayor–, desbarata el servicio público y se vende a una gran farmacéutica. La letra pequeña, como siempre, acaba afectando a los débiles, a los pacientes, que son derivados a otros centros cuando sus informes clínicos dicen, como si fueran clientes, que no son rentables.

El empresario se pasea en chaqueta, con chaleco y corbata, por los pasillos de un hospital de profesionales quemados que han llegado a montar una huelga sin servicios mínimos; quita y pone a directores según le bailen el agua –enorme Aitana Sánchez-Gijón en su papel de cirujana implacable–; y mientras recorta en la limpieza de quirófanos con otra empresa –y hay que cerrarlos porque se infectan– y cierra las puertas de urgencias –porque “es un coladero” de gente enferma que no da dinero–, el CEO ficticio potencia otros servicios como la atención al parto, al que dota de las mejores instalaciones pensando, a la vez, en la rentabilidad de los tratamientos de fertilidad. Hace fotos al equipo, lo anuncia en una valla publicitaria. Quiere que las mujeres –con un parto sin complicaciones se gana bastante pasta, dice, las demás que se vayan a otro– elijan el Joaquín Sorolla, que así se llama el hospital ficticio. Y fíjense –qué coincidencia otra vez–, en el Hospital de Torrejón, la de maternidad y parto respetado es la primera unidad de referencia destacada en su página web.

No es que los guionistas sean adivinos. La ficción suele partir de la realidad, del contexto. Y por eso la serie, con sus buenas dosis de culebrón, parece adelantar cosas que aún no han pasado o cosas que pasan de las que no nos hemos enterado o querido enterar. Por cierto, en el capítulo final de la segunda temporada se celebran elecciones. Y sale el resultado.

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Los apoyos de los compañeros y compañeras periodistas que nos animan a seguir a contracorriente

Por: La Marea

Desde que hicimos pública la demanda a la que nos enfrentamos por la investigación sobre la industria de los vientres de alquiler, por la que una agencia nos pide 60.000 euros, en La Marea no hemos parado de recibir apoyos. Y esas muestras, en momentos tan duros como este, con un equipo agotado, nos ayudan muchísimo a seguir adelante. A seguir a contracorriente, como decimos en nuestros mensajes para animar a donar en el crowdfunding que hemos lanzado en Goteo. 

Todos cuentan de la misma manera, pero saber que tus compañeros y compañeras están contigo, nos motiva especialmente. Queríamos agradecer, específicamente, el respaldo recibido desde la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), que nos ha ayudado a difundir, a través de sus redes sociales, nuestra campaña de recaudación de fondos para blindar el periodismo de investigación.

Porque, como explicaron desde Reporteros sin Fronteras, en otro mensaje de apoyo, investigar no es un delito, es un servicio público imprescindible para la democracia: “Como organización defensora de la libertad de prensa, subrayamos que las investigaciones sobre asuntos de interés público son esenciales para la transparencia y el acceso a información veraz. RSF España defiende su derecho –y el de todos los medios– a informar con libertad, sin censura ni intimidación”. Muchas gracias, compañeras y compañeros.

Nada más conocer la demanda, El Salto dedicó un espacio para contar a sus lectores y lectoras la situación a la que estamos haciendo frente. “Tras trece años publicando, es la primera vez que La Marea recibe una demanda por una de sus publicaciones”, destacaban.

Queríamos dar también las gracias a la Agrupación de Periodistas de la FSC de CCOO por sus palabras: “Mostramos nuestro apoyo y solidaridad hacia un medio que ha demostrado siempre su independencia y su máximo respeto por el rigor periodístico, centrado, además, en el servicio público y la defensa de los derechos humanos. Estamos atravesando tiempos complicados, donde los grandes poderes intentan silenciar la información con nuevas estrategias”. 

Algunas de ellas las ha explicado nuestra directora, Magda Bandera, a Marina Lobo, que nos ha abierto también, con esta entrevista, las puertas de Spanish Revolution: «Un proceso judicial de este tipo puede ahogar a un medio pequeño como La Marea«, ha afirmado Bandera.

Ahora no nos queda casi tiempo. Necesitamos tu fuerza, necesitamos cerrar con éxito nuestra campaña de Goteo, que termina ya. Es, por supuesto, una cuestión económica, pero va mucho más allá: es garantizar que seguimos siendo un espacio donde se pueden investigar temas incómodos sin presiones ni censuras. 

En el vídeo que te enviamos, el periodista de investigación José Bautista lo explica muy bien: hay profesionales que solo pueden escribir sobre determinados temas en La Marea, porque aquí sí se permite llegar hasta el fondo. 

Lo saben perfectamente nuestros lectores y lectoras, como Gustavo Rodríguez, que nos escribe desde la página de Goteo este mensaje de apoyo tan especial:

«Querida redacción de La Marea. Hoy más que nunca quiero expresar mi apoyo y admiración por vuestro trabajo valiente y necesario. Vuestra investigación sobre la industria de los vientres de alquiler no solo ha arrojado luz sobre una realidad que muchos preferirían dejar en la sombra, sino que ha puesto en primer plano la importancia de un periodismo independiente y comprometido con la verdad.

Sé que ahora atravesáis momentos difíciles: una demanda y amenazas que buscan acallar vuestra voz y, con ella, el derecho de toda la sociedad a estar informada. Precisamente en estos desafíos se demuestra la fuerza de la prensa libre, aquella que no se deja intimidar y que sigue adelante, incluso cuando el riesgo y la presión aumentan.

Quiero que sepáis que no estáis solos. Vuestro trabajo es imprescindible y merece todo el apoyo posible. Por eso, me sumo a vuestra campaña de fondo y animo a todas las personas que creen en la libertad de prensa y en la defensa de la verdad a respaldaros: cada contribución, cada muestra de solidaridad, cada mensaje compartido es un paso más en la protección de este periodismo valiente que nos representa a todos.

Gracias por seguir adelante. Gracias por no rendiros. Defenderos es, también, defendernos como sociedad. Todo mi ánimo y apoyo en este camino. No dejéis de publicar lo que otros intentan silenciar. Con mucha fuerza y solidaridad».

¿Qué podemos decir? MUCHAS, MUCHAS, MUCHAS GRACIAS.

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¿Y si volásemos la Cruz de los Caídos?

Por: José Ovejero

30 de noviembre

Durante los últimos meses no paro de leer libros y de ver documentales sobre el siglo XX. Hacerlo y, de manera alterna, asomarse a la actualidad política nacional e internacional es la mejor receta para hundir el estado de ánimo de cualquiera. Así me va últimamente.


Nunca he pensado que la historia se repite, ni siquiera como farsa. Pero sí hay unas constantes que resurgen una y otra vez en las fases más oscuras de nuestras sociedades: la deshumanización del contrario, la búsqueda de chivos expiatorios para los males que nos aquejan –a menudo con la intención de que no se pidan responsabilidades a los verdaderos causantes–, la mezcla de miedo y odio que se impone a las relaciones sociales, la aparición de líderes que ofrecen soluciones simplistas, drásticas, despiadadas e imposibles de aplicar. Y habría que añadir la connivencia de la prensa y las fuerzas armadas con esos líderes populistas y los movimientos que los sostienen.

Luego, de ese cóctel indigesto salen combinaciones distintas cada vez, pero con consecuencias parecidas.


Lo que me sorprende es que la gente siga manteniendo la fe en recetas que han provocado la destrucción de naciones enteras. La mano de hierro, el hombre fuerte, han llevado siempre a la catástrofe. Entiendo la tentación en épocas de crisis y de corrupción, lo que no entiendo es que se caiga en ella, sabiendo que solo puede traer una crisis aún más profunda y una corrupción sin freno jurídico alguno.


1 de diciembre

¿Y si volásemos por los aires la Cruz de los Caídos? A mí me parece una idea muy razonable.

Lo pensaba días atrás cuando se estaban discutiendo los planes de resignificación de la construcción franquista del Valle. Mi fantasía no tiene que ver con ninguna forma de odio al cristianismo, ni a los cristianos, ni siquiera a sus símbolos, que suelen ocupar poco mis lucubraciones. Pensaba más bien que la Iglesia católica ha colonizado los espacios públicos de forma inaceptable para una institución privada. Estatuas de santos, vírgenes y cristos, así como cruces a veces de tamaño descomunal y sin el menor interés artístico contaminan visualmente el medio ambiente desde lo alto de numerosos montes, se yerguen por encima de ciudades aprovechando elevaciones del terreno, jalonan caminos. Si se han prohibido los paneles publicitarios para proteger el paisaje de la degradación, bien se podrían prohibir muchas de las cruces que no son más que propaganda de una determinada religión, no compartida por la mayoría de los ciudadanos. Imponernos la visión de símbolos religiosos, su omnipresencia en el espacio público, no es más que una manifestación de poder simbólico con el que se marca como propio un territorio.


Mantener en pie ese tipo de monumentos es como conservar la «tradición» de que las iglesias de los pueblos den las horas con sus campanas durante toda la madrugada; no se hace por tradición, sino porque marca la presencia de la iglesia para que nadie olvide quién tiene el poder sobre el espacio público. Si de verdad les importase la tradición pagarían a un campanero para que las tañese y no pondrían las grabaciones con las que lo sustituyen.


2 de diciembre

Hace poco, durante una cena, conversaba con dos escritores, con la responsable de coordinación de exposiciones temporales del Museo del Prado y con una experta en arte renacentista –entre otras muchas cosas– también del Prado. Discutíamos si la belleza, o la fealdad, de una obra acaban siempre siendo reconocidas, que es otra manera de discutir si hay una belleza objetiva. Tiendo a pensar que no; el tiempo, la clase social, la experiencia individual, el juego de valores de cada grupo humano influyen en nuestra percepción; lo que sucede es que algunos de esos valores y de esas maneras de mirar pueden atravesar las épocas y contribuir a un consenso en la clasificación de lo que es y no es bello.


Al día siguiente me doy la razón a mí mismo. Visito la gran exposición dedicada a Mengs que se puede ver ahora en el Prado. Un cuadro llama mi atención por su fealdad; luego descubriré que se trata de Júpiter y Ganimedes pero de entrada no me interesa tanto el tema como la factura: los colores planos, la falta de proporción del cuerpo del joven, las expresiones hieráticas, la forma de extender el color. En la cartela leo que Mengs pintó esa obra, un fresco, para hacerla pasar por una antigüedad romana, logrando engañar a Winckelmann, teórico y experto del arte antiguo y hasta ese momento amigo o por lo menos aliado de Mengs en la defensa de la estética neoclásica. Entonces me doy cuenta de que la obra me parece fea porque la estaba mirando con criterios adecuados al siglo XVIII; si me hubiese acercado a ella pensando, como Winckelmann, que era romana, estoy seguro de que me habría gustado.


Continúo pensando en el asunto tras salir del museo y llego a la conclusión de que la belleza no es solo una cuestión estética, también es ideológica. Muchas de las novelas contemporáneas que hoy se consideran grandes obras deben esa apreciación a que su discurso es utilizable para generar consensos políticos o sociales –y los consensos sociales son siempre políticos–. Dicen lo que una parte significativa de la población quiere que sea dicho.

Tanto pensar para llegar a esta obviedad. Pero así es nuestro flujo de conciencia: nos conduce una y otra vez a lo que ya sabíamos o creíamos saber antes de dejarlo libre.

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