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✇Rebelion

Programa Que el pueblo viva: DDHH en Chile y análisis internacional

Por: Franck Gaudichaud

En este nuevo Programa Que El Pueblo Viva, que es conducido por Hervi Lara y Félix Madariaga, se analiza la última Cuenta Pública del Presidente de Chile, Gabriel Boric; la Comisión Presidencial para la Paz y el Entendimiento sobre el Pueblo Mapuche; los ejercicios militares, realizados en Chile, junto al ejército de EEUU,  llamados «Estrella Austral»; y se rinde un homenaje a los 12 jóvenes, militantes del FPMR, asesinados en junio de 1987 en Chile. 

En el plano internacional, se analiza la actual situación en Colombia, El Salvador, la vuelta de las bases militares extranjeras en Ecuador, el arresto, por parte de Israel, de los activistas de la Flotilla por la Libertad de Gaza y la intervención de Reino Unido que boicotea las negociaciones de paz entre Ucrania y Rusia.

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Gaza, el tiempo del infierno sitiando la razón

Por: Miguel Arróniz

La opinión pública internacional, al fin, comienza a sacudirse el sopor de la indiferencia. Con creciente atención -y espanto- contempla el despliegue de un genocidio sostenido, sistemático, que no sólo siega vidas, sino que también arrasa territorios, culturas y memorias. Observa las prácticas de desertificación humana y material que la teocracia terrorista e imperial de Israel impone sobre Gaza, aunque no sólo sobre esta ya diezmada y estrecha lengua de tierra. También sobre toda la geografía palestina, indisimulable bajo el ropaje de la autodefensa. Pero esta infamia no irrumpe como un rayo súbito: es apenas un nuevo escalón en la larga escalera del horror, cuyos primeros peldaños fueron legitimados entre las ruinas aún humeantes de la Segunda Guerra Mundial. En su génesis misma, el Estado de Israel nació como desembocadura geopolítica de una Europa que, expiando su culpa, erigió otra catástrofe. El sometimiento actual no es más que la continuidad aberrante de aquel diseño.

Ni los escombros del alma palestina ni el hedor de la carne calcinada parecen traspasar las fronteras de la conciencia occidental. Europa, envejecida y acorazada, gira su rostro hacia otro lado, aunque sus radares diplomáticos y comerciales estén perfectamente ajustados con precisión quirúrgica. Gaza sangra en alta definición, pero los umbrales morales del viejo continente se han curtido en siglos de colonialismo y exterminio selectivo. Ya no hay horror que lo conmueva si no es blanco o no porta pasaporte comunitario o fenotipo nórdico. Se horroriza ante el puñal improvisado de un refugiado, pero subvenciona la industria del misil pretendidamente quirúrgico. Ni siquiera las lágrimas le quedan.

Allí, en la ratonera de la historia, una franja de tierra reseca y cercada se ha convertido en sinónimo de asfixia. Es un laboratorio a cielo abierto de la impunidad imperial. No es la primera masacre, ni será la última, porque el genocidio se ha naturalizado como rutina. No hay tregua posible cuando la tregua misma es usada como coartada para arrasar barrios enteros. Cada niño mutilado por la metralla, cada escuela convertida en polvo, cada hospital clausurado por una bomba de precisión, es una bofetada a la idea misma de humanidad. Europa calla. No sólo calla: persigue a quienes huyen, encarcela a quienes protestan y deja naufragar a los que escapan.

La fosa común del Mediterráneo y los escombros de Gaza están hechos del mismo barro moral. Ese que occidente ha amasado con siglos de legalidad selectiva, asilo negado, derechos cercados por fronteras. El derecho al exilio, otrora grito sagrado en las voces errantes del siglo XIX, de la primera guerra mundial o del nazismo, hoy se ahoga entre la valla de Melilla y los campos de concentración higienizados de las islas griegas o en Lampedusa. No hay memoria viva en las capitales europeas, solo el mármol frío de simposios de resoluciones no vinculantes y becas para estudiar la paz mientras se comercian armas. La doble moral no es disonancia sino doctrina: ha devenido régimen.

Europa, que alguna vez se proclamó faro civilizatorio, ha terminado por ser su parodia sombría. No ofrece refugio, sino vallas electrificadas. No brinda asilo, sino deportación. No tiende la mano, sino que calcula el naufragio. Después de haber derribado el ominoso muro de Berlín, ha erigido nuevas murallas. La vieja Europa, sepulcro de utopías ilustradas, ha transformado el Mediterráneo en una fosa común más profunda que sus aguas: es el abismo donde se hunden la fraternidad y la legalidad internacional. Bajo la retórica de la seguridad, niega asilo en nombre de la seguridad a quienes huyen de los horrores sembrados por sus propias armas y las de sus aliados.

Los pasaportes, como las armas, también matan. No con pólvora, sino con ausencia: la de derechos, la de tierra firme, la de toda empatía. Basta con una geografía natal equivocada o con una piel oscura para ser, ilegítimo, prescindible. Mientras Gaza arde bajo las bombas, Europa restringe los visados, recorta los fondos humanitarios y encarga barcos que vigilan, no que salvan. Se protege del humo que la historia levanta como si no tuviera ya el alma tiznada por siglos de colonialismo, esclavitud, pogromos y exterminios. Los muros actuales son herederos directos de las murallas que Europa nunca se atrevió a derribar.

A los que escaparon a las bombas, la intemperie. A los que huyeron de la ocupación, el encierro. La solidaridad europea viene con cláusulas de exclusión: no demasiados, no tan cerca, no tan distintos. Pero esa contabilidad del sufrimiento la acerca más a sus antiguos verdugos que a los ideales que alguna vez enarboló. Cuando se pondera cuántos refugiados puede “soportar” un país, ya no queda brújula, solo cálculo. Porque no se trata de peso demográfico, sino de carga ética. Y Europa, con Gaza ante sus ojos, se ha declarado en bancarrota de humanidad.

América Latina, que supo entonar su rebeldía contra los imperios y abrir corredores humanitarios cuando las balas caían como relámpagos sobre pueblos hermanos, hoy apenas murmura, si es que aún articula palabra. Atrás quedaron las fotos de presidentes enarbolando la causa palestina en foros globales. Hoy, los silencios oficiales y las tibias declaraciones diplomáticas pesan como lápidas sobre una historia que se pretendía solidaria y hoy yace sepultada. En Gaza, como en nuestros desaparecidos, también hay vuelos de la muerte. Los cadáveres no se arrojan sino que germinan en el territorio. Pero ahora, nuestros gobiernos, aún los progresistas como el uruguayo, guardan prudente distancia para no incomodar a Washington ni entorpecer el comercio: nos avergüenza.

El Sur global ha perdido reflejos y el pulso. Solo algunas voces solitarias y unos pocos países aún irreverentes, que se atreven a llamar genocidio al genocidio, apartheid al apartheid. El resto, arrulla con eufemismos su inacción. O peor aún, llamando guerra a una limpieza étnica. Se apela a la “complejidad del conflicto” como quien encubre un crimen bajo la niebla del caos. Se pide “moderación a ambas partes”, como si hubiera simetría entre quien arroja fósforo blanco sobre escuelas y quien se defiende con piedras, cohetitos de artesanía y comunicados. Es el lenguaje de la equidistancia, que en los hechos es el lenguaje del verdugo.

El diseño fundacional de los Estados-nación, tal como emergió de la Paz de Westfalia, postulaba territorio fijo, población constante y soberanía reconocida. El Estado-nación implicaba no solo una estructura legal-administrativa, sino una cierta homogeneidad cultural o étnica, o al menos una narrativa legitimadora forjada a posteriori. En ese esquema, el Estado debía articular los intereses individuales bajo el amparo de la ley y la racionalidad legal, en nombre del bien común.

Hegel llevó esta noción a su cima filosófica. El Estado, en su visión, no es solo una estructura jurídica: es la encarnación de la razón misma, el momento donde la libertad subjetiva deviene voluntad general. Y el espíritu absoluto se realiza históricamente. El Estado hegeliano no solo gobierna: revela y concreta el sentido profundo de la historia universal, mediante la mediación dialéctica de las contradicciones. Marx, con su crítica de la filosofía del Estado de Hegel al concebir que el estado burgués no es una culminación histórica sino un punto de partida, no deja de pensar que la modernización capitalista no solo es un orden de racionalidad superior al precedente, sino además la condición de posibilidad del tránsito hacia su superación. Tal vez alentado por el entusiasmo darwinista de entonces, indujo a una lectura evolucionista de la historia que aún permea ciertas izquierdas contemporáneas.  

La racionalidad de la modernidad se erige sobre una confianza inédita en la razón humana como principio ordenador del mundo. No el dogma ni la herencia, sino la voluntad ilustrada de construir un orden político fundado en la autonomía del individuo, la soberanía popular y la legalidad desacralizada del contrato humano. Las revoluciones francesa y norteamericana, hijas de esta nueva racionalidad, desplazaron definitivamente la matriz teológico-política del absolutismo y consagraron el derecho a la autodeterminación, la ciudadanía jurídica universal, la libertad como fundamento del sujeto moderno y la igualdad ante la ley como su horizonte normativo. Fueron más que irrupciones políticas: constituyeron el mito fundacional de la modernidad emancipadora, superador incluso del pacto de Westfalia, que aún guardaba residuos monárquicos y una concepción estática del poder. Sin embargo, ese universalismo proclamado, aunque muchas veces sincero, jamás fue neutral: se trazó desde el centro europeo, con pretensiones de expansión totalizante, y relegó las singularidades culturales y los pueblos colonizados a las márgenes de la excepción, el atraso y la barbarie. El universalismo moderno, en su matriz, arrastra así la sombra de su propio límite: pretende incluir a todos, pero desde un modelo que excluye toda diferencia que no pueda ser asimilada.

Bajo el ropaje del derecho y la promesa de universalidad, la modernidad alumbró también su abismo, su falla más atroz: la convivencia con las tragedias políticas y la posibilidad misma de que existan seres humanos sin derechos. Hannah Arendt formuló una de las advertencias más radicales del siglo XX. Advirtió que la deshumanización no comienza con el asesinato, sino mucho antes: cuando alguien es excluido de la comunidad política y pierde el “derecho a tener derechos”. No se trata sólo de un despojo legal, sino de una mutilación ontológica: el ser humano sin ciudadanía ya no es siquiera un ciudadano degradado, sino un no-sujeto, arrojado fuera del mundo común. Así, los apátridas, los expulsados, los detenidos sin papeles, encarnan la paradoja de una modernidad que proclama derechos inalienables, pero solo los vuelve exigibles bajo soberanía reconocida. Donde no hay pertenencia, no hay humanidad. Y allí donde alguien es reducido a la mera vida biológica sin historia, sin nombre, sin comunidad, comienza la barbarie no como ruptura de la modernidad, sino como su culminación perversa.

Desde esta perspectiva, el modelo israelí no se alinea con el ideal hegeliano del Estado como razón encarnada que trasciende los intereses particulares. Por el contrario, preserva la particularidad de una comunidad étnico-religiosa como piedra fundacional del Estado desde su mismo origen. La ciudadanía árabe israelí, aunque formalmente reconocida, subsiste en una condición de ciudadanía de segunda clase, subordinada tanto en lo simbólico como en lo jurídico. ¿Puede entonces este tipo de Estado ser considerado una expresión de la razón universal o más bien una forma moderna de teocracia democrático-representativa o inclusive un oxímoron: una etno-teocracia democrática? 

Israel es un caso que impugna las categorías de la modernidad. Formalmente se presenta como una democracia parlamentaria moderna, con separación de poderes y sistema legal propio. Pero su fundación en 1948 estuvo sostenida no solo en razones políticas, sino en una reivindicación nacional-religiosa y una genealogía étnica que contradice sustancialmente el modelo ilustrado de ciudadanía universal. El Estado israelí no es solo el hogar de los ciudadanos nacidos en su territorio, sino la patria de todos los judíos del mundo. Por un lado la Ley del Retorno, que garantiza ciudadanía automática a cualquier persona judía independientemente de su lugar de nacimiento. Por otro la Ley del Estado Nación del Pueblo Judío (2018), que consagra el carácter judío del Estado por encima del principio de igualdad, configuran una concepción étnico-religiosa del Estado que se aparta radicalmente del principio de igualdad (aún exclusivamente formal del ciudadano) del universalismo jurídico moderno. 

El concepto de teocracia, tradicionalmente reservado para regímenes donde el clero detenta el poder directo -como en Irán o el Vaticano- ha mutado en la era contemporánea. Ya no se requiere de una casta sacerdotal en el gobierno para que una estructura estatal se rija por mandatos sagrados. Basta con que una religión condicione normativamente las leyes, la educación, los usos civiles e incluso la política exterior, para que el poder derive su legitimidad de una narrativa trascendente. Israel, aunque no esté administrado por rabinos, entrelaza su andamiaje jurídico con principios religiosos que atraviesan desde el derecho civil -como el matrimonio- hasta la política territorial, consagrada simbólicamente como la posesión de una “Tierra Prometida”. La teología opera como columna vertebral de la soberanía. Incluso desde los principios fundantes del sistema westfaliano, se impone una pregunta tan básica como inquietante: ¿tiene Israel, en rigor, fronteras?

Esta amalgama híbrida entre instituciones representativas y legitimación religiosa plantea algo más que una ambigüedad ontológica: ¿es Israel un Estado moderno en el sentido racional-hegeliano, o una teocracia imperial maquillada por instituciones liberales? ¿Se rige por la voluntad general o por la voluntad de una comunidad históricamente marcada por la memoria del exilio y el “pacto divino”? Prefiero pensarlo como un Estado étnico, teocráticamente  estructurado, que impone mediante una violencia que se inscribe en la lógica del exterminio identitario, un orden de exclusión estructural sobre los pueblos no integrados al relato nacional judío, como el pueblo palestino.

Así, la pregunta no es solo si Israel realiza la razón, sino qué forma de razón se materializa en su existencia misma: ¿una razón universal, ilustrada y ciudadana, o una razón identitaria, excluyente y legitimada por la fe? Esta tensión -entre Hegel y Josefo, entre Westfalia y el Sinaí- no está resuelta, pero define el drama contemporáneo de un Estado que invoca el progreso, dramáticamente confirmado en su desarrollo tecno-belicista, al tiempo que exhibe con orgullo un arcaísmo político y cultural.

En el año 2008 comencé la publicación de una serie de artículos en las contratapas dominicales del diario “La República”, a través de los cuales me propuse tipologizar el terrorismo (v.g.: “tres tristes terrorismos”): el terrorismo individual o partidario (tal el que practicó y afortunadamente ya desechó, el movimiento anarquista -que afortunadamente ha discontinuado- y hoy, en otra escala, Hamás empuñando el odio y la venganza como coartada moral, bajo un ropaje de resistencia que se disuelve actos ciegos), el terrorismo de Estado (como el que asoló nuestras naciones del sur) y el terrorismo imperial (como el que practican los EEUU en todo el mundo e Israel en oriente medio, bombardeando con la arrogancia de los elegidos mientras legislan sobre cadáveres). Los tres confluyen trágicamente, como ríos de fuego, sobre la misma víctima: la población civil indefensa.

En Gaza se cruzan todos los fuegos: los del cielo, los de la tierra, los del odio. Las bombas imperiales con sello israelí-estadounidense con colaboración europea, el fanatismo reaccionario de grupos milicianos que reivindican la venganza como identidad, y el ya obsceno silencio atronador de los organismos internacionales, cómplices por omisión. Entre el oprimido sitiado y el opresor blindado no hay simetría posible. No hay paridad ni en el conteo de cadáveres ni en la monstruosa asimetría del fuego. Aun así, ni el terror de unos ni el de otros puede redimirse: la sangre del niño asesinado en nombre de una bandera no vale más ni menos que la del niño asesinado por un dron sin rostro.

Nombrar a Hamás como terrorista sin nombrar a Israel como terrorista imperial es un acto de cobardía intelectual. También lo es romantizar la desesperación o convertir el cohete artesanal en símbolo de resistencia. El terror no libera. No crea conciencia, no organiza la esperanza. Al contrario, la intoxica. Gaza no necesita mártires, ni minas, ni túneles, ni drones militares en el cielo, sino agua potable, soberanía y escuelas abiertas al futuro: derechos. Y sobre todo, necesita que no se la olvide entre masacre y masacre, como si su derecho a existir dependiera únicamente de cuánto puede sufrir sin desaparecer.

No hay neutralidad posible frente al genocidio, como no la hubo frente a Treblinka ni frente a la ESMA. Quien calla, otorga. Quien duda, demora. Y en esa demora, una mujer queda sepultada en la frontera, un anciano agoniza sin agua en el corazón de Gaza, un niño más muere asfixiado bajo un edificio colapsado. No se trata de tomar partido entre facciones ni de evaluar proporcionalidades: se trata de la defensa radical de la vida humana, sin distinción de fe, pasaporte, ni geografía.

Brillantes artículos se han publicado recientemente en Uruguay como el de Gabriela Balkey, exaltando la cultura judía en diálogo con la nacionalidad oriental, pero exigiendo que nunca en su nombre, o Federico Fasano subrayando la ominosa reconversión de los judíos de víctimas recientes en victimarios actuales. No se me escapa que la opción casi hegemónica entre izquierdas y progresismos ha sido la constitución de dos estados. Por el contrario, creo que constituye una ilusión peligrosa frente al drama palestino-israelí. Porque no solo se ha vuelto impracticable en términos geopolíticos, sino que resulta profundamente regresiva en el plano civilizatorio. Lejos de garantizar la paz, consolidaría la fragmentación, el atraso y la barbarie en una región lacerada por concepciones premodernas y teocráticas que se retroalimentan mutuamente en su violencia alejándose cada vez más, hasta de la fase jacobina de la Revolución Francesa. Los acontecimientos actuales, no me inducen a modificar esta postura que sostuve en aquella sucesión de artículos de casi dos décadas atrás. La única salida justa, posible y ética radica en la fundación de un Estado único, moderno y secular, que supere el etnocentrismo del apartheid israelí y la lógica patriarcal de las dirigencias palestinas, para señalar solo un aspecto de cada uno. Un Estado donde la ciudadanía no esté definida por credos, etnias, ni linajes, sino por la pertenencia igualitaria al espacio político común. Un Estado laico, con plena libertad de culto, que reconozca todas las lenguas, culturas y memorias, y restituya la dignidad jurídica y ontológica a quienes hoy viven excluidos del derecho a tener derechos. Como en su momento lo intentó Sudáfrica tras el apartheid, o Bolivia al constitucionalizar su pluralismo ancestral, esta es la única forma de inscribir esa tierra desgarrada en la modernidad democrática y emancipadora sacándola del pantano de atraso en el que mutuamente se han encajado.

El infierno no es un lugar: es este tiempo. Y Gaza, su nombre propio. Pero hay otra posibilidad, aún latente: que la rabia se organice, que la tristeza se vuelva juicio, que la memoria no se entierre bajo los escombros. Que la resistencia no se confunda con venganza ni la denuncia con retórica. Que el Sur recuerde su vocación solidaria. Que las palabras no lleguen siempre tarde.

Gaza no es solo una herida abierta: es un espejo. Y nos estamos mirando.

Emilio Cafassi (Profesor Titular e Investigador de la Universidad de Buenos Aires).

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Una historia de amor y esperanza: nobleza mayor, la humildad

Por: Miguel Arróniz

Para ser felices se necesita eliminar dos cosas: el temor de un mal futuro y el recuerdo de un mal pasado. SÉNECA

La fuerza de voluntad es el único capital que poseen las personas libres. FRIEDRICH SCHILLER

Si tú me recuerdas, no me importará que el resto del mundo me olvide. HARUKI MURAKAMI

El tiempo es muy lento para los que esperan, muy rápido para los que tienen miedo, muy largo para los que se lamentan, muy corto para los que festejan, pero para los que aman, el tiempo es una eternidad. WILLIAM SHAKESPEARE

No se vive sin la fe. La fe es el conocimiento del significado de la vida humana. La fe es la fuerza de la vida. Si el hombre vive es porque cree en algo. LIÉV TÓLSTOI

Desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños, vía Cine-Club Al Filo del Tiempo, hoy se hablará del penúltimo filme del II Ciclo de Cine Erótico: Cuento de invierno (1992), de Éric Rohmer, baluarte sin discusión de la Nouvelle Vague, escuela que no lo fue tanto y cuya mayoría de miembros pasó de la crítica a la realización. Tal es el caso de quien nació como Maurice Schèrer y debutó con El signo del león (1959), filme que tiene no pocos puntos de contacto con Memorias del subdesarrollo (1968), de T. Titón Gutiérrez Alea. A partir del cuento homónimo de Shakespeare, sobre la reina que revive/reaparece frente al rey que la extraña, Cuento de invierno de Rohmer cuenta, a partir de Félicie, Élise, su hija, y su Madre, una historia de amor y esperanza y de esperanza en el amor, en un mundo siempre plagado de inquietudes e incertidumbre, de tristezas más que alegrías, de ensimismamiento antes que sinergia o empatía, como lo permiten ver algunos protagonistas del cuento filmado.

En efecto, C. Chabrol en sus memorias afirma que la Nouvelle Vague fue, en esencia, una etiqueta: ‘En 1958 y 1959, cuando los compañeros de los Cahiers y yo pasamos a la realización, fuimos promocionados como una marca de jabones. Éramos la Nouvelle Vague. La expresión era de Françoise Giroud, redactora jef[a] de L’Express, y una de las plumas más afiladas de la oposición al gaullismo’. (1) Jean-Luc Godard, por su lado, en Cahiers du cinéma, 1962, recuerda que la Nueva Ola surgió en lo básico desde el Cine-Club Objectif 49, la Cinémathèque y cierto sentido crítico cuya figura suprema fue André Bazin, el único que realmente fue crítico. Los otros, Sadoul, Balázs o Pasinetti, son historiadores o sociólogos, no críticos’. (2) Los Cahiers, fundados en 1951 por Jacques Doniol-Valcroze y el citado Bazin, se considera la escuela de formación de los cineastas de la Nueva Ola. El signo del león y Memorias del… son historias de dos intelectuales venidos a menos por causas distintas. 

En Sergio Corrieri (3) pueden rastrearse actitudes del músico que deviene mendigo, Pierre Wesselrin, en El signo del león. Ambos personajes son depositarios de la inacción, pequeño-burgueses que pertenecen a estratos altos de la sociedad, aunque sean presentados como inútiles o fracasados, el primero como escritor, el segundo como músico. Mientras aquél tiene acceso a las oficinas del ICAIC, donde presenta a su amiga para una audición, en la que los recibe el propio Titón, el músico, un gringo que contaba con una herencia que sólo al final llega, se halla solo, sin dinero, sin amigos, sin aptitud alguna para el trabajo y, sin embargo, tras el velo de la apariencia obtiene aquí o allá los recursos necesarios no sólo para sobrevivir sino para divertirse, comer y beber donde quiera. Uno se identifica con ellos como personajes y cada filme, desde su mirada particular, juega con esa identificación. A su modo, ambos tipos son autodestructivos, caen en la derrota, se muestran incapaces para modificar sus vidas. 

Ambos filmes, constituyen un documento sociológico: el francés, sobre la fauna de Saint-Germain du Prés y, el cubano, sobre la de La Habana, un relato de aventuras sobre la soledad del hombre actual. Ambos, por su carácter intelectual, son filmes malditos: el de Titón fue reconocido mucho tiempo después de realizarse; el de Rohmer un rotundo fracaso comercial que llevó al director, c. 1960, como le pasó a Rossellini, a realizar programas educativos para la TV. Ambos, podrían vincularse además con Buscando a Miguel (2007), de Juan Fischer, filme que permite rastrear al hombre detrás del político (4). Su mayor éxito quizá sea haber arrancado de la conciencia colectiva al político inicial y conocer al ser humano, y mendigo, detrás de él: no sin antes mostrarlo en su duro descenso a los infiernos, sin lastre alguno de religión. Para entonces, ya del político no queda nada y emerge el hombre. El hombre nuevo que su paleta humanística ha dibujado en la pantalla, al modo del cinéma-verité, Fischer dixit. 

A su modo, Juan Fischer ha ofrecido, sin pretensión alguna de copiarlo o de imitarlo, un nuevo signo del león… Del que lucha por recuperar su memoria, por saber cómo se llama en realidad, por cambiar su turbio y remoto pasado, no el reciente. En fin, por encontrarse consigo mismo, después de haber sido perdido (no de haberse…) en un viaje mezcla de escopolamina y paseo millonario, sin importar que en el intento se haya extraviado tanto tiempo. Lo que, en últimas, no lo afecta. Él sabe que el tiempo es la orilla, que todos pasamos y que aquel, simplemente, da la ilusión de correr. Miguel Villalobos es, a la postre, un nuevo Jean Vigo luego de L’Atalante: ya poco le importa si muere joven. Como el poeta, puede confesar que, ahora sí, ha vivido. Que ya no es un político. Que, por fin, ha ejercido el oficio de hombre, como Rossellini siempre soñó. Que es un hombre. Y que el político ha quedado atrás, está muerto, como deberían estarlo todos los demás: los que sanguijuelean a su pueblo.

El cuento de Shakespeare que inspiró a Rohmer, ya desde sus dos primeras escenas permite inferir o extrapolar sus razones, las que verterá luego en Cuento de invierno: la separación (de los reyes de Sicilia y de Bohemia), el intercambio de regalos, la apariencia de estar juntos, la conservación del afecto, en fin, las tentaciones de la carne. Conte d’Hiver o Cuento de invierno, es el segundo de la serie Cuentos de las cuatro estaciones, junto a Cuento de primavera (1990), Cuento de verano (1996) y Cuento de otoño (1998) que Rohmer rodó luego de su serie de Comedias y proverbios a la que dio cierre con La amiga de mi amigo (1987) y luego de una pausa de tres años por efecto de una intensa actividad. El leitmotiv que lo llevó del Cisne de Avon a su Cuento de invierno fue la escena de TV en la que la reina Hermione, en modo estatua cobra vida ante su esposo Leontes, rey de Sicilia, o sea, la historia de un ser amado ausente que sin advertirlo vuelve a la vida cotidiana del marido que la añora.

Aunque, bueno, en el filme es al revés: la que añora el regreso de Charles es Félicie o quien hubiera podido ser su esposa si éste, cinco años atrás, hubiera recibido la dirección correcta que ella, por un lapsus, desvió. Error que, curioso, proviene de una mujer, un ser humano, que descubre su alma con un sentido de transparencia tal como el que algunos logran en sus filmes, pero que ya quisiera tener la mayoría de los miembros de la Nueva Ola, ese movimiento que no fue y al que se le puso una etiqueta, y en el que Rohmer figura antes que Doniol-Valcroze, Astruc, Rivette, Godard, Chabrol, Vadim, Kast, Malle, Demy, Resnais, etc. Durante ese verano en la costa francesa, Charles y Félicie se encuentran y más tarde, por lo dicho, se desencuentran cuando él viaja en otoño a los EE.UU. Ella intenta reconectarse, pero ya es tarde, así que cinco años después cría a su hija en París, junto a su Madre, en vacaciones de invierno, no pierde la esperanza en Charles y actúa de peluquera en el salón de Maxence…

Félicie, como buena persona práctica y bien gozona, que igual lo es cualquier hombre, tiene un affaire con aquél mientras mantiene otro con el bibliotecario Loïc, de edad similar a la de Charles. Al filo del tiempo, descubre que aunque se hace necesario, casi imperioso, un pacto con uno de ellos, ninguno la atrae, como en cambio sí siente el inexorable lazo que la une a Charles, de manera parecida, sin que lo piense, claro, a como se siente atada la pareja de Dolls (2002), de Takeshi Kitano, la que forman Matsumoto y Sawako y a la que, curioso, se apoda los mendigos atados. A la hora de decidir, Félicie sigue a Maxence en su traslado a Nevers, ciudad contigua a París. Más pronto que tarde, surgen los roces, va con su hija a jugar pelota, no es creyente, más bien laica, entra a la iglesia y allí tiene una epifanía sobre Charles. Regresa al salón, discute con Maxence, quien la reconviene por llegar tarde y ella, con sabroso humor, le recuerda que si le dijo dueña puede hacer lo que quiera con su tiempo.

Maxence aparece con aspecto seco antes que sobrio y a corto plazo se evidencia que su trato con Félicie es más de tipo laboral que idílico. A la par que su madre se desvive por el trabajo, Élise se aburre de descansar, mientras Maxence resulta habitado por la tensión, el mal genio y al margen de toda sinergia con ellas. Entre la sobriedad del hospedaje y la ausencia de empatía emocional, Félicie opta por declarar su disgusto, habla con Maxence, alegan y cuando éste la sacude, lo para en seco, sube donde su hija y regresa a París. Salta a la vista que la importancia de llamarse Félicie, para él, radica en que sea su empleada antes que su cómplice amoroso. Tan pronto vuelve a París, va adonde Loïc a soltarle lo poco que la atrae, no sólo porque no se identifique en su rol de intelectual, sino porque lo ve más como hermano que consorte, aunque, eso sí, le seduzca más que el gordo, por a ratos muy pesado, Maxence. Luego de tertuliar, van al teatro a ver el drama que tanto paralelo tiene con su propia vida…

El Cuento de invierno, de Shakespeare, la toca hasta el llanto ante todo por lo que concierne a la citada reina Hermione, mientras advierte que ni Loïc ni mucho menos Maxence la habrán de colmar desde la llama doble del amor y el erotismo. Llega el Año Nuevo y ella desde su más certera voluntad renuncia a quedarse con Loïc y marcha con su hija a casa, en una escena que, no obstante, para nada pretende proyectar una mirada de desprecio por aquél: más bien, una reiteración callada de sus más profundos sentimientos de afecto y amistad hacia él, con todo lo que implica, claro, el rechazo tácito, e incluso manifiesto, de su presencia erótica. El epílogo contiene una de las más altas cotas de expresión, nobleza, emoción que filme alguno haya hecho en tan breve como abrumadora secuencia. Al volver a casa, en el bus, madre e hija se sientan frente a una pareja. La primera persona que parece reconocer a Félicie es Dora, y de modo inmediato Charles; no tarda Élise en descubrir a Papá basada en fotos de recuerdo.

Algo que quizás se desprenda de lo anterior, es la certeza de que para ser felices, si no, mejor, para estar en armonía, es dejar de temerle a un futuro que aún no llega o a la remembranza de un pasado que, como tal, ya no está. También, queda claro, que el único capital de los seres humanos libres es la voluntad de poder, entretanto se verifica que el servilismo produce amigos y la verdad produce enemigos, Terencio dixit, así en este sentido no opere la historia sobre los personajes de Cuento de invierno. Seres humanos, más bien, siempre dispuestos al encuentro, a la armonía, a la comunión, de ahí que tanto se reitere desde la crítica el broche de oro con que acaba el filme: uno que lleva la impronta de Félicie, quien parece decirle al mundo y, más allá, en rara concreción, a todo el mundo, que mientras él la recuerde, así en el ínterin muera, no le importará que el resto del planeta la olvide. Aunque, eso sí, ojalá quede junto a su hija y ambos puedan recordarla hasta que suene el cuarteto para el fin del tiempo. 

En conclusión, muy grato ver un filme en el que el amor y la esperanza y la esperanza en el amor sean los móviles de una historia hecha con base en la fuerza y la voluntad de una mujer llamada, no de balde, Félicie, quien carga sobre sus hombros un relato que conmueve de principio a fin por su capacidad de convocar sentimientos profundos con una sencillez que no cesa de sorprender merced a su carisma, a la gracia de su hija Élise, a la ecuanimidad, discreción y autocontrol de su Madre. El valor esencial de Félicie, persona que no es religiosa pero que cree en su voluntad y lo que siente, no radica en lo individual sino en su relación filial, con su Madre, su extrañado Charles, la bella hija de ambos. Su propia vida no importa tanto hacia el futuro pues incluso si ella muriese, lo único que le importa, y así se lo hace saber a su hermana, es que Élise se encuentre con su papá. En tal sentido, no hay egoísmo ni vanidad en ella, sino desprendimiento y generosidad, capacidad tao de renunciar a los apegos.

Cabe citar aquí a Rohmer sobre su pertenencia o no a la Nueva Ola, a la triple influencia de Hitchcock, Hawks y Wyler (5), y del cine clásico gringo, a su cierta aunque oculta apoliticidad o a cineastas sin ideología concreta o malos enfoques, en fin, a su condición de posmodernos: “estábamos, nosotros, un grupo que Bazin [llamaba] los hitchcocko-hawksianos, y los otros. No creo que estos tuviesen conciencia de pertenecer a una tendencia concreta; se trataba de gente que se apreciaba pero que estaba menos unida, por lo menos al principio, de lo que nosotros lo estábamos en el seno de la Nouvelle Vague, término que por entonces no existía y que nosotros jamás reivindicamos. Podría decirse que nosotros éramos un poco más rebeldes, pero no convertíamos esa rebelión en una filosofía. Los otros nos acusaban de ser de derechas porque nos gustaba el cine [estadounidense]. La rebelión estaba ahí. En aquella época se nos hubiera podido calificar con una palabra que […] no existía: postmodernos”. (6) 

No olvidar que los textos de los años 50 firmados por Rohmer, Rivette, Godard, Chabrol, estaban plenos de citas literarias, musicales o pictóricas, junto a las fílmicas más previsibles. Cézanne, Beethoven, Goethe, Balzac, Flaubert, Kafka o Faulkner comparecen en los textos de Rohmer para apuntalar su idea de modernidad, además de invitar a […] Stevenson como clave extracinematográfica para mejor entender lo específico del arte de Hawks. Godard convocará a Beethoven, Balzac, Rafael o Shakespeare para hablar de Bergman y Rivette no vacilará en situar la obra de Renoir [junto a] las de Poussin, Picasso, Mozart o Stravinski, apostando, para ilustrar la cegadora novedad de Viaggio in Italia, por comparar la mirada de Rossellini con el dibujo de un Matisse en una [cercanía] tan imprevista como iluminadora, bien sustentada sobre la transmutación de la mixtura de trazos netos y amplias superficies blancas del segundo en el realismo depurado de cualquier escoria sicologista del primero. (7)       

Será Rivette el que al preguntarse sobre qué nos afecta en la obra de Mizoguchi (1898-1956) que se dirige a los demás en una lengua ajena para contar historias extrañas en principio a las costumbres y hábitos de otros pueblos, nos brinde vía noción de ‘puesta en escena’ una razón loable de tal hecho. Si el cine del autor de Cuentos de la luna pálida (1947), El intendente Sancho, Los amores crucificados (1954), interpela al espectador occidental de igual modo que a sus coterráneos es porque expresa con franqueza: ‘Si la música es un idioma universal, la puesta en escena también: éste y no el japonés es el lenguaje que hay que aprender para comprender el Mizoguchi’. (8) Asimismo, es a través de su puesta en escena, basada en la realidad y sin trucos ni efectos especiales, como debe entenderse el Cuento de invierno que Rohmer ha contado a partir de las sensaciones que recibió vía TV del cuento de Shakespeare: la misma que le sirvió a André Bazin para descubrir cómo se gestaba la tensión en cada plano.

Aun así, el más elaborado de los análisis que buscan extraer efectos prácticos sobre el concepto puesta en escena quizá sea el que Godard labró sobre The Wrong Man (1956), de Hitchcock y que trasciende las citas retóricas sobre el cine como arte de la puesta en escena, en boga entonces, y proyecta en la práctica un cabal sentido de lo que primero Bazin y luego Truffaut definieron así. Bazin: ‘La materia misma del filme, una organización de los seres y las cosas que tiene sentido en sí misma, […] tanto moral como estético’. Truffaut, al discutir cómo al inicio del sonoro la crítica celosa de la especificidad del cine devaluaba la visión enriquecida de un Pagnol o un Guitry, dice: ‘Sólo los iniciados sabían que el término puesta en escena designa más bien el conjunto de decisiones tomadas por el realizador: la posición de la cámara, el ángulo elegido, la duración de un plano, el gesto de un actor, y aquellos sabían que puesta en escena era a la vez la historia que se cuenta y la manera de contarla’. (9)   

Para Rohmer, el cine iba siempre unido a las demás artes. Así, si el valor nodal de la literatura radica en describir la realidad y el de la pintura en representarla, sin duda el del cine estaría en reproducirla tal cual es, en mostrarla sin trampas ni artilugios. De ahí su obra derivó en la exploración del estilo de la transparencia o el afán por capturar con la máxima verosimilitud todo lo que se ponga frente a la cámara. En tal sentido, sus personajes más que actuar, hablan, no sólo como pretexto para comunicarse sino para esconderse, a la vez que mientras buscan desentrañar sus prejuicios, dudas o contradicciones, se valen de la oralidad para engañar, distraer o mentir. Ello puede inferirse de Cuento de invierno en los diálogos entre Félicie y Maxence o Edwige o Rosette, que resultan en buena parte opuestos a la nitidez que se percibe de la charla entre Félicie y su Madre o su hija, en la que desaparece el afán por timar al otro. A Félicie, en su relación cuadrangular, se le ve caer en el abismo sin fondo de lo insoportable.

Al que ella se enfrenta, sin dar el próximo paso (al contrario de Turbay que frente a la realidad del país lo dio) y sale avante gracias a su recio aunque tierno carácter, a su solidaridad con los Otros (ya se sabe, la solidaridad es la ternura de los pueblos), a su capacidad de dar amor aun en medio de sus dudas por no ser gran lectora o intelectual a todo dar, como sí lo es su admirado Loïc, a quien por otro lado le hace falta buena parte de lo que ella tiene y gasta o invierte en los demás gracias a su sentido de cooperación, no de competencia o de éxito individual/egoísta: un ser humano que no lleva la marca del capitalismo en su piel ni en su mente. Que de modo natural, y quizás sin saberlo, se resiste a hacer suyo lo que ya dijera el autor de La otra historia de EE.UU: ‘El capitalismo es un sistema de explotación, y la historia está llena de ejemplos en los que las élites económicas manipulan la democracia para mantener su poder’. Y nadie más lejos del Poder o de joder a alguien que un ser como Félicie.    

Sin duda, el manejo de cámara en la obra de Éric Rohmer se instala en la modernidad o, como los de la Nueva Ola decían, en una postmodernidad que resiste a o se aleja de presencias que invaden, analepsis o elipsis, falta de diálogo o argumentación, para capturar la atención del espectador con base en los encuadres cuidados, en las historias precisas, aunque a la vez sean extensas, y presentadas de forma directa con base en la desdramatización de personajes. Seres que deambulan entre la alegría y la tristeza, las penas y la melancolía, que bailan y charlan, ríen y (poco) lloran, se muestran con timidez o con arrojo y cargan sus triunfos o arrastran sus derrotas; personas de variados tipos y tallas, de todo origen y condición de clase, jóvenes, adultos y viejos, niños y mujeres. Estas, de diversos estratos, aunque casi siempre pequeño-burguesas, de amplia formación en literatura, música o filosofía y no pocas veces muy bellas. Lo que la crítica llama el universo Rohmer, uno que sigue cautivando la atención por doquier.

Cuento de invierno, es una magna definición de esta búsqueda estética que nunca cedió a las tentaciones del mercado, sino que siempre estuvo a la vanguardia del hecho artístico aun a riesgo de perder cierto tipo de espectadores o de inversores en la factura y distribución de su obra. Rohmer fue uno de esos auténticos artistas que jamás se traicionó a sí mismo, es decir, que no fracasó preciso por su fidelidad a su arte, a sus historias, a sus sueños, a sus realidades. Uno de los óptimos resultados al respecto es justo la historia de Félicie, de su hija, de su madre, trío vector de un asunto conmovedor como pocos en tanto gira en torno a que algunos amores pueden resucitar, otros nunca revivirán: las hojas muertas, dice una versión (pirata) del poema/canción de Jacques Prévert y Joseph Kosma. (10) La emoción recorre/atraviesa su filme de principio a fin y eso lo agradecen los espectadores de toda edad y latitud a lo largo y ancho del planeta: el mismo que, a propósito, se mueve entre la desesperanza y la inquietud.

Contra este sentimiento negativo no obstante hay que decir algo de cada Cuento de invierno: primero, va el de Shakespeare; luego, el de Rohmer. El del poeta inglés parte, a su vez (para su novela romántica o, si se quiere, tragicomedia), de la novela pastoril Pandosto (1588), de Robert Greene, y de las novelas bizantinas. En ella retoma las ideas de muerte y resurrección, la crisis existencial que atraviesa Leontes, rey de Sicilia, quien, por mal genio y celos, siente que destruyó la vida que amaba; así arma una historia de pérdida y reencuentro, desaparición y reaparición, tánatos e impulso vital. En paralelo, la amistad de Leontes y el rey de Bohemia, Polixenes, ruptura, arreglo y final feliz. Pero, no sin que antes, al perder a Hermione, el rey de Sicilia tenga que expiar la muerte de su hijo Mamillius, el abandono de su hija Perdita, la muerte de su citada esposa. Modelo de historia bizantina en la que a menudo de manera milagrosa y contra toda [hipótesis], un final feliz [termina] un largo relato de sufrimientos…  

Igual al cuento de Rohmer que narra en imágenes un amor que surge en verano, lo atraviesa un viento helado de cinco años, y renace en invierno. Félicie se ocupa de su hija; el cocinero Charles ignora que es el padre y viaja a EE.UU; c/u, a su modo, guarda sus miedos, deseos, delirios en la casa de la esperanza, donde a su vez habita la incertidumbre. Mientras, Félicie medita, conversa con sus seres queridos, se aferra a la fe y a la esperanza, sin olvidar de donde salen Shakespeare y Rohmer: de La comedia, de Dante, y varían el esquema tripartito, que encarna el orden de la vida, pues ambos autores salen del Paraíso y vuelven a él al final; y de la II Escena del Acto IV con base en la frase del canto de Antíloco: Todo se rejuvenece y colorea en los pálidos dominios del invierno. Al final, el retorno del amado simboliza la victoria del amor, del Élan vital (Bergson), (11) y del resurgir de la alegría frente a las cuitas, la tristeza y la muerte, para darle relevancia más a lo cósmico que al milagro del reencuentro.

Porque, en efecto, lo que en principio no es otra cosa que un asunto de azar, no en tanto fatalidad, desgracia o accidente, sino albur, suerte o fortuna, mezcla de circunstancias o causas no planeadas y sin objetivos y que no responde al nexo causa/efecto ni a la intervención humana o divina (para los que aún crean en ella), acaba siendo el triunfo de esa fe, de esa esperanza jamás perdida, de la vehemencia del amor que acaba por agradar al amor propio de cualquiera: ese amor es el de Félicie por su Madre por su hija por su amado Charles, quien pareciera sentir de inmediato el deseo de causar en alguien esos mismos efectos que acaba de ver proyectados en el amor de Félicie, en la mirada de su hija Élise, en la empatía de su suegra. Pascal: ‘El amor, cuanto más inocente parece a las almas inocentes, más susceptibles las vuelve de ser alcanzadas por él’. (12) Y, ¿quién podría dudar de tales almas inocentes lideradas por el amor de esa mujer cuyo atractivo es más eficaz que el de un poema?

Para Pascal mismo: ‘Se sabe mejor en qué consiste el atractivo de una mujer que en qué consiste el atractivo de un poema’. (13) Y el atractivo de Félicie, en cada aparición, en su pensar y sentir, decir y hacer, se refleja esencialmente en su mirada, como cuando juega con Charles en la playa o hacen el amor en la litera o la dirige a Élise o a su Madre. O cuando para en seco la furia de Maxence o discute con Loïc sobre cómo lo percibe con respecto a aquél. O cuando ya en el bus mira a Dora con la empatía de quienes aman al mismo hombre, como dos hombres se miran por la misma mujer a la que amaron por separado y se percibe que el tiempo es una eternidad para los que aman y Élise el puente entre ella y Charles. Félicie revive la suprema idea de que vivir es creer en alguien y todo por vía del ser, el que no busca imponer a nadie, sino que impone gracias a su mirada crítica, reflexiones, filosofía: las de una mujer que no se cree superior a nadie, sólo que sabe que la nobleza mayor es la humildad.  

A Santiago y Valentina, seres tan libres como quienes saben que no hay que joder a nadie.

A Marthica y a María del Rosario, quienes comparten un magisterio similar al de Félicie, excepto por el diferente tipo de docencia que aquéllas sí ejercieron con lujo de detalles.

A los Cinéfilos, quienes aún no saben el placer que me reportan nuestros encuentros.     

Notas, enlaces y bibliografía:

(1) Claude Chabrol en: HEREDERO, Carlos F., MONTERDE, José E. En torno a la Nouvelle Vague, PDF, 67 pp.: 3.

(2) Cahiers du cinéma, #138, dic.1962, en: Íbidem Nota 1, PDF, 67 pp.: 3.

(3) MUÑOZ SARMIENTO, Luis Carlos. La Fábrica de Sueños – Ensayos sobre Cine. Calaméo, 2025, PDF, 482 pp. https://www.youtube.com/watch?v=mxJ6N-pa204  

(4) https://co.video.search.yahoo.com/yhs/search?fr=yhs-sz-002&ei=UTF-8&hsimp=yhs-002&hspart=sz&param1=1770266181&p=memorias+del+subdesarrollo+pel%C3%ADcula&type=type80260-2133086105#id=3&vid=1d2cd73c68d687d7d2ea915e081f20fb&action=click 

(5) William Wyler es el director de The Children’s Hour (1961) o La calumnia, según la novela de Lillian Hellman, que seguro Thomas Vinterberg debió ver para hacer su filme Jagten (2012) o La cacería, la historia del profesor Lucas (Mads Mikkelsen), quien trata de rehacer su vida y se le atraviesa la niña Klara para acusarlo de haberle mostrado su órgano viril: en suma, de abuso sexual infantil. 

https://www.facebook.com/groups/1481992289359363/permalink/1737743630450893/?rdid=IaIoLDRGAiuMR5ms#

(6) Íbidem, Notas 1 y 2, PDF, 67 pp.: 12.

(7) Íbidem, PDF, 67 pp.: 18.

(8) RIVETTE, Jacques: Mizoguchi vu d’ici, Cahiers du cinéma, #81, marzo 1958, en: ZUNZUNEGUI, Santos, El gusto y la elección – La ‘política de los autores’ y la noción de ‘puesta en escena’ en los Cahiers du cinéma entre 1952 y 1965, PDF, 67 pp., 13 a 27: 20.

(9) Íbidem, ZUNZUNEGUI, PDF, 67 pp.: El gusto y la elección: 22.

(10) Como dice de viva voz, sin mala leche alguna, mi amigo Leopoldo Pinzón, director de Pisingaña, y hermano mi otro amigo Germán Pinzón, guionista del mismo filme, que vimos juntos en el FICCI 1985. Adjunto el video del primero y la letra original del poema de Prévert, para desmentir toda especulación. 

https://www.patreon.com/posts/las-hojas-130368394?utm_campaign=patron_engagement&utm_source=post_link&post_id=130368394&utm_id=31b8607e-7030-4c6e-9ffa-92d76f456e98&utm_medium=email
https://es.wikipedia.org/wiki/Las_hojas_muertas

(11) Concepto que Bergson acuñó c. 1907 en su obra La evolución creadora: el Élan vital, fuerza hipotética que causa la evolución y desarrollo de los organismos y que aquél vinculó de modo estrecho con la conciencia, se considera transcripción literal de lo que R. W. Emerson llamó Vital Force o Fuerza vital

(12) PASCAL, Blas. Pensamientos – Elogio de la contradicción. Edición de Isabel Prieto. Eds. Temas de Hoy, Madrid, 1995, 121 pp.: 103.

(13) Íbidem, 195, 121 pp.: 102.

FICHA TÉCNICA: Título original: Conte d’Hiver. En castellano: Cuento de invierno. País: Francia. Año: 1992. Gén.: Drama / Comedia. For.: 35 mm; color; 114 min. Dir. y guion: Éric Rohmer. Prod.: Margaret Ménégoz. Fot.: Luc Pagès. Mon.: María Esteban. Mús.: Sébastien Erms. Int.: Félicie (Charlotte Véry); Charles (Frédéric van den Driessche); Maxence (Michel Voletti); Loïc (Hervé Furic); Élise (Ava Loraschi); Madre de Félicie (Christiane Desbois); Hermana (Rosette); Cuñado (Jean-Luc Revol); Edwige (Haydée Caillot); Quentin (Jean-Claude Biette); Dora (Marie Rivière); Clienta (Claudine Paringaux); Leontes (Roger Dumas); Paulina (Danièle Lebrun); Hermione (Diane Lepvrier). Prod.: Les Films du Losange / Compañía Éric Rohmer. Dist.: Les Films du Losange. Fecha de estreno: 29.ene.1992 (Francia).

Enlace del filme: https://ok.ru/video/3770028591805            

Luis Carlos Muñoz Sarmiento (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y jazz, catedrático, corrector de estilo, traductor y, sobre todo, lector. Fundador y director del Cine-Club Andrés Caicedo, desde 1984. Colaborador de El Magazín EE, 2012; columnista, 2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, se lanzó en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por MLK: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, coautoría con Luís E. Soares, publicado por la UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre MZO y su novela Changó, el gran putas, lo lanzó UFES, 20.feb.21. Invitado por Pijao Eds. al Encuentro Nal. de Narrativa vista desde las Regiones (Ibagué, 1º a 4 nov.23) Invitado por la UFES al Congreso Literatura, Soberanía Nacional y Multipolaridad (Vitória, 25.nov.23). El 10.abr.2025 fue publicado en Brasil La Fábrica de Sueños – Ensayos sobre Cine, primero de ocho libros por salir en este año. Autor en ARC, Rebelión, Magazín de EE, Las2Orillas y traductor/coautor, con Luis E. Soares, en dichos medios. Director del Cine-Club Al Filo del Tiempo, que se emite desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños. E-mail: lucasmusar@yahoo.com

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Madleen y los camiones de ayuda a Gaza se suman a la dignidad Palestina

Por: Miguel Arróniz

El barco de la Flotilla Madleen ha hecho lo que la UE, encabezada por la nazi Ursula y con su corte de monigotes bailarines, habría querido que no hiciese, preferiría que el barco hubiese sido masticado por una ballena gigante, pero ahí estaba en mar abierto, en aguas internacionales diciendo al mundo que tenía algunas medicinas y alimentos para el pueblo de Gaza. Y los protegidos de la UE y su amo EEUU tenían al monstruo suelto, como les gustaba que anduviese para que persiguiendo el objetivo cometiese el genocidio con su silencio y bendiciones de “tiene derecho a defenderse”. Hasta Lieberman, exministro de exteriores del ente terrorista sionazi ya había acusado a Netanyahu de armar a unos bandidos, que se pudieron de nombre irónico “Fuerza antiterrorista”, para que haciéndose pasar por palestinos atacasen y robasen los camiones de la ayuda humanitaria que entraban con cuentagotas en Gaza. Y ya tenemos otros dos frentes, uno la Flotilla por la Libertad de Gaza, que el “Occidente global” quería ignorar y no pudo impedir su presencia y valor político y solidario, y dos, buscar minimizar las bajas del ejército colonial para que en el ente no se abundase en la inutilidad del genocidio, pero no solo eso, intentar hacer creer que el enfrentamiento de los bandidos contratados para el caso diesen la impresión de provenir de una división entre los palestinos. Los mercenarios, colaboracionistas bandidos han aparecido vinculados al DAES, así ha sido declarado por el mismísimo criminal Netanyahu al acusar a Lieberman de haberlo filtrado.

Cuanto más contrario a Palestina, más se regodean todos en las recepciones con los dirigentes del genocidio. Aunque parece que su exposición colaboracionista, denunciada por los pueblos en las calles ha hecho subir el listón de Derechos, Resistencia y Antiimperialismo, y les ha puesto nerviosos, cuando hace tan solo unos días celebraban en su Eurovisión al ente terrorista sionazi.

Los bandidos pagados por “Israel”, más allá de las diferencias entre representantes, tienen la misión de desestabilizar, dividir, y hacer el “trabajo” que ha venido desgastando mundialmente al ejército colonial. Ahora ha quedado claro que tanto el DAES creado por EEUU y sus amigos, como el que Netanyahu confiesa que es pagado por su aparato colonial, es una marioneta. Aplausos de Zelenski, de Milei, y un poco arrugados hasta que pase la tormenta los quejosos de la UE, esos gobiernos guerreros que sacan el dinero de sus ciudadanos para fabricar armas y disparar contra Rusia mientras han ocultado lo que hacían sus socios colonialistas en Palestina, tanto es así que a asesinar niños, mujeres, hombres, de cualquier edad, le llamaban “derecho a defenderse”. “Derecho a defenderse” es colonizar Palestina, exterminar su población con bombas, con hambre, con sed, con enfermedades. La hipocresía les ha brotado tanto por la boca, los ojos, las manos, que todos abrazados a la causa genocida pensaron que la tarea estaba a punto de conseguirla, y la Resistencia Palestina llamó a los pueblos del mundo el 7 de octubre de 2023. Seguirían con la fiesta entre ellos, pero la solidaridad y la voz de Gaza les ha ido descubriendo como el monstruo en la sombra. La Resistencia y la solidaridad han iluminado lo que son y la ideología que les sustenta.

Les gustaría que continuase el genocidio, lo han alimentado, su diferencia con los ejecutores es de ritmo y forma, no quieren aparecer, tienen necesidad de buscar un poco de distancia, que no se les vea tanto, hasta los firmantes de los “Acuerdos de Abraham”, monarcas árabes medievales capitalistas, siempre dispuestos a vender a Palestina, han tomado sus precauciones, pero que nadie espere que den una sola bala a la Resistencia, dan solo palabras mientras el ente terrorista sionazi acelera su paso envuelto en la locura de bañarse en sangre del Pueblo de Gaza, pero sin olvidar a Cisjordania y Jerusalén.

Cuando una delegación de Arabia Saudí, Qatar y Emiratos Árabes ha pretendido viajar a Palestina para tratar con los genocidas la posibilidad del reconocimiento de un Estado Palestino, la respuesta no ha podido dejarlos más en ridículo, le han prohibido la entrada los que “tienen derecho a defenderse”. El príncipe de Arabia Saudí se ha ofendido y ha declarado que los prohibidores de su paso son unos “extremistas”. ¿Continúa estando sordo y ciego? La CPI, los responsables de la ONU, los organismos internacionales humanitarios en general, todos los pueblos han acusado al ente terrorista de cometer genocidio. Tanto dinero como tienen, tanta imagen de dignidad que quieren dar, y todo lo que los conduce es acordar algo con los sionazis para que los pueblos árabes se pongan tras ellos y no les creen problemas, y una segunda cosa, apagando el fuego con promesas, poderse dedicar, según lo acordado con terror Trump el servidor de las bombas, al negocio inmobiliario en Gaza, ladrillo con ladrillo sobre las vidas de la dignidad y la defensa más humana, y pisando esas vidas hacerse pasar por dialogantes y próximos Premios Nobel de la Paz. Bendiciones papales mientras el pueblo de Gaza Palestina quede devastado. Pero los netanyahus quieren garantías de salir indemnes de que sus crímenes son archivados.

Es hora de sostener y aumentar la movilización por Palestina Gaza, sus derechos son los de todos los pueblos anticolonialistas.

En unos días tendremos otro episodio de defensa a ultranza del Pueblo de Gaza, una caravana de camiones con alimentos y medicinas ha salido desde Túnez, cruzará Libia y Egipto para ponerse en la entrada a Gaza, es una Flotilla por la Libertad que va por tierra, Madleen sigue ahora por carretera, y las voces populares deben acompañarla y romper el bloqueo del terrorismo sionazi.

Ramón Pedregal Casanova es autor de los libros: Gaza 51 días; Palestina. Crónicas de vida y Resistencia; Dietario de Crisis; Belver Yin en la perspectiva de género y Jesús Ferrero y Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios. Colaborador del canal Antiimperialistas.com, de la Red en Defensa de la Humanidad.

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Cinismo de clase en Estados Unidos

Por: Martina Neyra

En Estados Unidos está en marcha una guerra contra los migrantes pobres, a los que se cataloga de personas indeseables, una calificación que hace referencia a los humildes del mundo no importa del país de donde vengan, ni las condiciones de violencia, miseria, hambre, destrucción ambiental que los obliguen a dejar su suelo natal, condiciones que son propiciadas en gran medida por Estados Unidos. Todos los días se conocen nuevas disposiciones jurídicas, restricciones legales y económicas, anuncios amenazantes, con mucha dosis de crueldad, clasismo y racismo.

Quedaría la impresión de que en Estados Unidos ‒un país de inmigrantes‒ se rechaza a todos los extranjeros, con independencia de sus extracción de clase. Esto no es cierto, porque en los Estados Unidos se acoge a ciertos migrantes, que hagan parte del club de los ricos del planeta, predominantemente blancos.  Esto lo evidencian dos hechos de índole clasista: la venta de visas doradas y el asilo de afrikáneres que proceden de Sudáfrica. 

VENTA DE VISAS DORADAS [GOLDEN CARD]

En Estados Unidos existe la Green Card [Carta Verde], una visa especial que se concede a ciertas personas que quieran vivir y trabajar en ese país y quienes la obtengan gozan de los mismos derechos de cualquier ciudadano estadounidense. Los que quieran esa visa deben hacer una solicitud, realizar unos trámites y esperar aprobación oficial del gobierno de Estados Unidos. Donald Trump ha propuesto una nueva visa, la Golden Card [Tarjeta Dorada], la que puede comprarse sin realizar ningún trámite, simplemente desembolsando la “modesta cifra” de cinco millones de dólares [equivalentes a unos veintidós mil millones de pesos colombianos].

Trump es un típico capitalista que ve a Estados Unidos como una gigantesca empresa en la que pueden obtenerse jugosos réditos, a costa de la explotación y miseria de la gran mayoría de la población de ese país y del resto del mundo. Trump demuestra una sólida conciencia y solidaridad de clase, con los de su clase, los capitalistas, multimillonarios y poderosos no importa donde hayan nacido, siempre que tengan como identidad el capital del que dispongan. Con esa perspectiva, Trump ha dicho que esa Tarjeta Dorada va a atraer a inversionistas con dinero líquido, los cuales van a crear empleos y a pagar impuestos, para beneficio de esa economía, a diferencia de los migrantes pobres que son, para esos ricos, un incómodo estorbo, que hay que quitar del camino. A los millonarios que compren su Tarjeta Dorada se les garantiza la ciudadanía de Estados Unidos, pero eso si deben ser de “clase mundial”, gentes de muy “alto nivel”, agregó Trump, del nivel delincuencial que a él lo caracteriza y que forma parte de la identidad de la lumpenburguesía de cualquier lugar del planeta.

ASILO Y REFUGIO A “BLANCOS PUROS” [AFRIKANERES] DE SUDAFRICA

El otro hecho que expresa el claro carácter de clase del gobierno de Donald Trump es el de la acogida jubilosa de 59 “refugiados” de la etnia blanca afrikáners de Sudáfrica. Son “blancos puros” que pertenecen al minoritario sector que mantuvo el Apartheid en ese país durante décadas y sometió con brutalidad a la población negra, la mayoría absoluta, de ese territorio. Descienden directamente de los holandeses que llegaron al sur del continente africano desde 1652. Aunque solo constituyen el 7% de la población de Sudáfrica, acaparan el 50% de la tierra, lo que indica su poder económico.

Para obtener refugio en Estados Unidos han alegado que están siendo sometidos a un genocidio, ejercido contra ellos por ser blancos, por parte de la mayoría negra del país. Y Trump ha usado este argumento como excusa para darles asilo, indicando que “es un genocidio lo que está ocurriendo y “están matando a los granjeros. Da la casualidad de que son blancos”. A lo que había que agregar que no solo son blancos, sino que pertenecen a una fracción de la clase dominante de Sudáfrica.

De ahí que se les acoja como refugiados, se envíe un avión chárter de Estados Unidos para llevarlos hacia ese país y se invente un genocidio. Este término, en boca de genocidas de larga data como son los asociados al poder en Estados Unidos, es falaz, cuando ese país es responsable directo del genocidio de Palestina. Mientras que Israel asesina cada segundo a hombres, niños y mujeres, a los que bombardea en escuelas y hospitales, los acorrala y los mata de hambre, los palestinos [claro pobres y de color oscuro] ni siquiera gozan del derecho a que se reconozca que ellos están viviendo a flor de piel un genocidio sin precedentes en la historia reciente del mundo.

La medida del gobierno de Trump tiene un sesgo genocida de clase y de raza, porque al tiempo que se inventa un genocidio, niega el real, el de Palestina, e incluso acusa a Sudáfrica por haber interpuesto una demanda contra el estado sionista y asesino de Israel. 

Como para que no queden dudas de su clasismo, Trump dispuso que los afrikáneres recién llegados sean alojados en hogares que cuenten con mobiliario y artículos domésticos esenciales. Algo que se les niega a los millones de migrantes que hace años malviven en Estados Unidos y a los que se les encarcela en jaulas o se les expulsa a las cárceles de Bukele en el Salvador.

No solo a los palestinos se les niega cualquier ayuda ‒salvo la humanitaria de bombardearlos a diario‒-sino que se niega el asilo a personas procedentes de Afganistán, Sudán o El Congo, asolados por guerras, guerras que llevan la marca Made in Usa.

La importancia de la clase social

En síntesis, para los multimillonarios todos los privilegios porque se les considera como humanos de primera clase, que merecen las atenciones del gobierno de Estados Unidos y de sus clases dominantes, mientras que a los migrantes pobres, que se les concibe como una plaga indeseable, sucia y apestosa,  se  les persigue con una crueldad de clase, propia del capitalismo realmente existente y no de los manuales de economía neoliberales, que aplauden la “libertad de elegir” que supuestamente proporciona el capitalismo.

Esto indica que la C-L-A-S-E [en inglés C-L-A-S-S], esa impronunciable palabra de cinco letras al decir de Noam Chomsky, es una realidad material que sigue existiendo y su consideración es fundamental para entender lo que sucede hoy en la primera potencia del mundo. En consecuencia, aunque sean importantes otros aspectos, entre ellos el racial y el de género, en última instancia Donald Trump y compañía, con su cinismo y desprecio de clase (CLASISMO) ‒ expresión de la lucha de clases que libran desde arriba los poderosos del mundo contra los trabajadores, los desvalidos, los migrantes pobres‒ evidencian la importancia de la conciencia y solidaridad de clase por parte de los capitalistas de allá y acullá, algo que deberían aprender los miembros de las desorganizadas clases subalternas, tanto en el corazón del imperio como en nuestro heterogéneo mundo periférico y dejar a un lado tanta ideología woke, que despolitiza e inmoviliza en la lucha contra el capitalismo realmente existente.

Publicado en papel en El Colectivo (Medellín), No. 108, junio de 2025.

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Apocalipsis versus responsabilidad

Por: Miguel Arróniz

El desconocimiento de la realidad, cada vez más acusado, viene estimulado entre otras cosas, por la creciente expansión de los discursos apocalípticos que se expanden como una mancha de aceite, creando confusión, temor y simplismo analítico. Unos discursos que se caracterizan por un reduccionismo moral y político, donde solo existen los “buenos (los míos)” y los “malos (los otros)” en estado puro, los matices sobran. Esto deja a la ciudadanía la única opción de adherirse incondicionalmente a uno de esos dos falsos e inexistentes bandos tal cual son presentados. Con ese simplismo analítico se persigue anular la capacidad crítica de la ciudadanía, fomentando sin embargo de forma crujiente, la adhesión tribal sin complejos ni dudas a “certezas” preconcebidas interesadamente.

Este escenario “binario” tiene una vertiente en la actualidad, en todo lo que concierne a la tecnología digital ya su producto estrella, la Inteligencia Artificial (IA). El gran reto que concierne a todos no es elegir, como así nos inducen interesadamente, entre aceptar acríticamente y sin dudas las estrategias de las grandes tecnológicas, visión «moderna» o negar absolutamente la utilidad social de la IA, visión «ludita». Eso lo único que pretende es meter a la ciudadanía en una determinada trinchera ideológica, que recuerda el viejo debate que parecía resuelto pero que vuelve a surgir con fuerza, entre los denominados tecnófilos contra los denominados tecnófobos, algo que ya mostró en su momento ser un debate poco fructífero y yo diría falso.

La realidad exige, cada vez con más urgencia y rigor, establecer un diálogo dinámico y en igualdad de condiciones donde no solo hablen los lobbys sino la sociedad en su conjunto, en una visión multidisciplinar, donde se valoren distintos puntos de vista que puedan arrojar entendimiento y sobre todo sensatez en un asunto donde pocos, incluidos los expertos, tienen claro el discurrir futuro de esta tecnología, que como todos los futuros, además, habrá que construir.

Un diálogo que tiene que surgir de la mano de una «ética de la responsabilidad» que concierne a todos, comenzando por los científicos y expertos en tecnología que deben entender, que más allá de su dependencia profesional y salarial de instituciones, sean estas privadas o públicas, se deben sobre todo a la sociedad y es a ella y no de forma subalterna, ante la que deben rendir cuentas deontológicas de su actividad, al tiempo que divulgan su saber de forma sencilla para que la ciudadanía encare estos nuevos retos con un mayor conocimiento. Los científicos, además, tienen que entender que su trabajo no culmina con los resultados y experimentos del laboratorio tal como son revelados en un tubo de ensayo o en una maqueta, son, además, elementos que modifican las relaciones económicas, culturales y laborales de una sociedad, creando nuevos contextos y experiencias que deben ser evaluados en una especie de “feedback” de tal forma que “experimento técnico” y “experiencia social” formen parte del mismo proceso. En definitiva, la tecnología no debe ser reducida a una especie de “razón instrumental” de artefactos que funcionan oa meras infraestructuras, sino que debe ser entendida como un elemento que configura lo social.

También y de forma primordial, concierne al ciudadano medio, el cual a lo largo de su vida toma decisiones con su forma de consumir que tienen una gran influencia en el desarrollo económico, social y tecnológico en cada momento. No es casualidad los ingentes recursos que las empresas dedican a moldear el gusto y el consumo de esa ciudadanía, con el único afán de que se convertirán en «animales consumistas y acríticos» anteponiendo a su perfil político ciudadano el de meros clientes, o de unos usuarios sumisos con el poder del marketing que generan las grandes multinacionales tecnológicas. De ahí la importancia de contextualizar en un plano social, asociativo y responsable su libertad a la hora de consumir.

Finalmente, los poderes públicos democráticos, como representantes de la ciudadanía, deben ser especialmente cuidadosos en sus decisiones mirando por el bien común, no solo por el de los grandes consorcios digitales que es lo que se percibe en demasiadas ocasiones, por muchas presiones que reciben de las grandes tecnológicas, que en el caso de las de Estados Unidos, son muy potentes, están considerados el segundo grupo de presión más importante de Bruselas después de la banca, según datos de las asociaciones Corporate Europe Observatory y Lobby Control.

Aunque no en la misma proporción, como es lógico, todos somos importantes individual y colectivamente y todos debemos implicarnos. Parafraseando al admirado poeta español Blas de Otero “…aquí no se salva ni Dios…” a la hora de implicarse.

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Libertad: ¿libre mercado o sociedad libre?

Por: Martina Neyra

En América Latina se ha producido una exitosa apropiación del concepto “libertad” por parte de las derechas políticas y económicas. Con distintas variaciones como “libre mercado”, “libre empresa”, “economía libre” e incluso, muy recientemente, tras la ideología “libertaria” y al mismo tiempo “anarcocapitalista”, lo que se pretende sostener es que una economía basada en el mercado y la empresa privada es la expresión genuina de la libertad humana, en general. Con ese redondeo, sus seguidores e ideólogos juzgan al progresismo latinoamericano, al marxismo y a cualquier postulado de izquierda o socialista, como teorías contrarias a la “libertad”.

Pero la apropiación conceptual no es más que un recurso ideológico, ya que en nada se ajusta a las realidades históricas de la región. Aunque el término libertad es anterior al capitalismo, adquirió la connotación contemporánea asociada al mercado y la empresa, bajo las condiciones creadas por la primera revolución industrial. Tuvo su mayor expresión en los pensadores ilustrados del siglo XVIII y se consolidó con las revoluciones burguesas entre las que sobresalió la de Francia, en 1789.

El mismo pensamiento ilustrado se difundió en América Latina y permitió formulaciones propias, como la asociación entre libertad e independenciaanticolonial, que movilizó los procesos independentistas latinoamericanos a inicios del siglo XIX. Sin embargo, durante la época republicana y de edificación de los Estados nacionales, la “libertad” y sus connotaciones (libre mercado, etc.) tuvieron desarrollos contradictorios y hasta conflictivos. Liberales y radicales del siglo XIX asumieron representarlos auténticamente; pero expresaron, inevitablemente, a sectores modernizantes y a burguesías emergentes, que confrontaban contra el dominio terrateniente y las oligarquías agrarias y regionales. Se referían más al campo político y legal, a fin de consagrar los derechos individuales y las instituciones civiles, que finalmente se incorporaron en las Constituciones liberales desde mediados del siglo XIX. En lo económico, hablar de mercado libre o libre empresa no tuvo la fuerza que hoy tiene, aunque se asociaban a la teórica visión de los derechos individuales y de propiedad, además de orientarse, ante todo, a las relaciones de comercio internacionales.

No por ello la situación social cambió, pues si bien fue abolida la esclavitud, el sometimiento campesino, indígena y de los trabajadores a formas serviles y otras relaciones precapitalistas propias de los regímenes oligárquicos de la época, se mantuvo largo tiempo y en buena parte de los países hasta por lo menos mediados del siglo XX. La “libertad” no llegó. Por eso los desarrollismos de las décadas de 1960 y 1970 son los que realmente modernizaron a las sociedades latinoamericanas en su conjunto y afirmaron definitivamente las relaciones capitalistas, lo cual tampoco significa que la “libertad” se haya afianzado en la región que, de todos modos, pasó a ser la más inequitativa del mundo.

A partir de la Revolución Mexicana (1910) y particularmente de su Constitución de 1917, la libertad adquirió un carácter social de liberación: contra la pobreza, la explotación, el subdesarrollo. Con ese impulso, el desarrollo de las izquierdas latinoamericanas durante el siglo XX afirmó la lucha por la libertad como superación del capitalismo como sistema opresor del ser humano. Al mismo tiempo fue esclareciéndose que la libertad tiene dos concepciones distintas y en disputa para el tiempo presente. De un lado, la libertad y sus variantes económicas, tal como provienen de la ideología neoliberal y de la libertaria, se refieren al dominio empresarial privado, cuestionan al Estado y alientan la flexibilidad laboral, que implica recortar los derechos laborales históricamente alcanzados. Incluso, desde la perspectiva libertaria anarcocapitalista, el Estado, como órgano opresor y “ladrón” de recursos privados a través de impuestos, debe desaparecer. Desde estas filas parece olvidarse que en la historia latinoamericana no ha existido mercado “libre” y que, además, la empresa “libre” no ha generado bienestar social y ha acudido al Estado tantas veces cuantas ha sido necesario para obtener subsidios, descuentos, reordenamiento o alivio de deudas, supresión de impuestos, etc. El “corralito” en Argentina (2001) y el “feriado bancario” en Ecuador (1999) salvaron a banqueros corruptos, a costa de la sociedad y de los recursos estatales.

De otro lado, la “libertad” planteada desde las izquierdas no se agota en la liberación social, porque se comprende que, librada la sociedad de la dominación capitalista, el individuo puede ejercer, como no ocurrió antes, su plena libertad. Está claro, desde estas filas, que la libertad individual no debe ser confundida con la libertad de mercado o de empresa. Estas “libertades” económicas son las que tienen que sujetarse a las regulaciones del Estado y, ante todo, de la sociedad, para garantizar la efectiva libertad individual y no solo de las élites minoritarias del poder, que acumulan riqueza aprovechando del trabajo socialmente generado.

En última instancia, lo que desde esta otra óptica se plantea para un futuro diferente es no solo cuestionar el poder del Estado como órgano opresor, sino el poder del capital. Si se sigue a los libertarios anarcocapitalistas, al desaparecer el Estado solo queda la actividad privada que, en definitiva, se materializa en los “emprendimientos”, cuyo exponente central son las empresas que emplean trabajadores bajo una supuesta relación “libre” y voluntaria entre partes iguales. Si se sigue a las izquierdas latinoamericanas, es, finalmente, la abolición del poder opresor del capital el que asegurará la verdadera libertad del ser humano.

En esta contraposición de ideales, lo que en la vida efectiva sucede en la América Latina del presente es la contraposición entre dos “modelos” de economía: uno afincado en la libertad del mercado y la acción exclusiva de la empresa privada y otro que se construye con dificultades, entre avances y retrocesos, para lograr una economía de tipo social, en la cual el Estado cuente con fuertes ingresos, redistribuya la riqueza, imponga regulaciones y normas al sector privado, proteja los derechos laborales, sociales y ambientales, y multiplique la atención prioritaria en bienes y, sobre todo servicios (educación, salud, medicina, vivienda), para el bienestar de la población y su libertad social e individual frente al poder del capital.

Este contraste de caminos tiene experiencias históricas demostrables bien sea con los gobernantes neoliberales y empresariales o bien con los gobiernos progresistas. En la actualidad, México está a la vanguardia en la edificación de una sociedad con economía social; mientras en Argentina se afectan seriamente las condiciones de vida y trabajo de la población y en Ecuador la sucesión de tres gobiernos empresariales desde 2017 ha institucionalizado la segunda época plutocrática en la historia del país, en la cual reviven viejas condiciones del subdesarrollo y dominio oligárquico, en medio de una inseguridad ciudadana inédita. América Latina sigue en disputa por la libertad: del individuo y la sociedad, en un extremo, o del mercado y las empresas, en el otro.

Blog del autor: Historia y Presente
www.historiaypresente.com

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¿Y nuestros derechos?

Por: Martina Neyra

El problema no es que el presidente no respete nuestros derechos; es que nosotros no nos hacemos respetar. La Constitución del Ecuador tiene 74 artículos sobre nuestros derechos y es el segundo capítulo de la Constitución, sin hablar de nuestras “garantías constitucionales”, que son el tercer capítulo con 10 artículos más. ¿Qué más queremos? Todo está escrito para que se nos respete. Pero, ¿quiénes de entre nosotros se dedica a leer la Constitución que es la base de nuestra dignidad personal y del convivir nacional? Tenemos a la mano las herramientas necesarias para defendernos y conducirnos, y las despreciamos. Esperamos que otros resuelvan nuestros problemas. Por eso los que nos gobiernan no tienen ninguna vergüenza ni moral para hacer lo que les da la gana con nuestros derechos y garantías constitucionales. Si nos atropellan es porque nos dejamos atropellar. ¡Qué poca dignidad tenemos!

            Claro, en general la escuela y los centros de educación, los grandes medios de comunicación, las iglesias, la misma familia hacen todo para que seamos sumisos y obedientes a un sistema neoliberal que nos hace pedazos, olvidándose de los que debería ser su misión: ayudarnos a crecer como personas, familias, grupos y sociedad, facilitarnos el conocimiento de nuestros derechos y garantías, hacernos conocer la Constitución, darnos los medios para desarrollar nuestra dignidad personal y nuestra convivencia ciudadana. ¿Cuántos nos dedicamos a estas tareas? ¿Cuántos nos dedicamos siquiera a conocer lo que es nuestra dignidad, nuestros derechos y nuestras garantías? Entonces dejemos de quejarnos que no nos respetan, que nos atropellan y hacen lo que les da la gano, si nosotros se lo permitimos y los elegimos para que así lo hagan.

Seamos un poco más serios, dignos, conocedores de nuestros derechos, capaces y decididos a vivir conscientes y prestos a organizarnos para hacernos respetar. Los derechos, la dignidad y la convivencia se defienden personal y colectivamente, sino… estamos como estamos por culpa nuestra y no por culpa de los demás y de los gobiernos. Culpar a los demás es cobardía y comodidad individual. Nos acomodamos con una vida de tercera categoría… desacomodando a los demás, a costa de ellos colaborando a su destrucción… que nos destruye también a nosotros. ¿Cuándo decidiremos a salir de este vicioso e infernal? Por eso somos un montón de inconscientes, una masa de indiferentes, una cantidad enorme de inútiles: Eso ha posible porque hemos elegido los últimos tres presidentes que hemos tenido: un traidor que hemos aceptado sin reclamar, un corrupto que lo hemos dejado robarnos y un dictador que hemos reelegido…  los 3 “a imagen y semejanza” nuestra.

            La dignidad es nuestra esencia de seres humano, nuestra identidad fundamental: flor de las más bellas y frágiles que no cultivamos ni cuidamos, por eso que se marchitó hace tiempo. La dignidad nos viene de la vida. Es la vida que tiene derechos, porque la vida es el mejor regalo. Toda vida tiene derechos. Cuando no respetamos la vida, no trabajamos por ella, no la cuidamos ni la fortalecemos… esto nos lleva a la indiferencia y la maldad. El derecho de toda vida es ser amada y cuidada. Todo está en el amor y la ternura. Venimos del amor que anida en el universo. Vida y amor son la misma unidad. Si vivimos amando, somos ya plenamente felices. Eso es nuestra espiritualidad como seres humanos. Trabajemos por los derechos de todo lo que vive y por nuestros derechos que son a la vez deberes.

Leonardo Boff escribe: “Esta dimensión espiritual de nuestra naturaleza ha sido sofocada por nuestra cultura que venera más el dinero que la naturaleza, más el consumo individual que el compartir, que es más competitiva que cooperativa, que prefiere el uso de la violencia al diálogo para resolver conflictos y recurre a la amenaza y al eventual uso de armas de destrucción masiva.”

Les comparto también partes del mensaje que acabo de recibir de un amigo sacerdote del Perú:

“Seamos sembradores de esperanza,

Con fe que la humanidad rota se puede restaurar,

Y que sí puede existir paz y bienestar para todos,

Pero con otro modelo y orden social’; un mundo más justo, más humano.

Sí, es posible una verdadera fraternidad globalizada,

Con el espíritu de ‘Jesús y sus Bienaventuranzas’.

¡Ánimo! La historia evoluciona, según Teilhard de Chardin,

Hacia la plenitud del ser humano humilde dentro de la creación

Con un Cristo universal cósmico. Bendiciones.”

            Derechos, dignidad, vida, amor, espiritualidad son las aguas vivas del pozo donde tenemos que beber para vencer nuestra cobardía y todo mal.

Pedro Pierre: Sacerdote diocesano francés, acompaña las Comunidades Eclesiales de Base (CEB ) urbanas y campesinas de Ecuador, país adonde llegó en 1976.

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La vivienda como lugar de combate (I)

Por: Caty R

En memoria de José Ángel Gallegos Gómez, incansable luchador contra la violencia inmobiliaria, entregado en cuerpo y alma a la defensa de los pisoteados derechos de sus víctimas y fustigador implacable del sometimiento de los poderes “soberanos” a los dictados de la mafia financiero-inmobiliaria.

«El mercado inmobiliario de ninguna manera es un mecanismo infalible, o siquiera inteligente, que conduzca bajo la dirección de alguna mano invisible a ciudades perfectas y equilibradas. Más bien, es un lugar de combate en el que se enfrentan sujetos de muy distinta naturaleza y en el que se impone el más fuerte. El resultado se aleja por tanto de esa Arcadia ideal y se aproxima más al terrenal -por no decir infernal- campo de batalla que constituyen las ciudades capitalistas” (Samuel Jaramillo)

Historias de horror

«Una metonimia del mundo moderno». De esta guisa caracteriza el geógrafo y urbanista Brett Christophers la turbulenta historia de la urbanización Summer House. Se trata de un complejo de apartamentos de alquiler «bastante anodino» de la isla de Alameda, ubicada en la paradisíaca bahía de San Francisco, cuyas vicisitudes recientes Christophers califica como una historia “de pesadilla”.

El viacrucis de los infortunados inquilinos comenzó a mediados de los años 90, cuando el complejo fue adquirido por Fifteen Group, un fondo de gestión de activos reales -más conocidos como fondos “oportunistas” o “buitres”- de tamaño medio de Florida. Tras diez años de abandono y de quejas continuas -descritas por un periódico local como «historias de terror: problemas de fontanería y bajantes, averías eléctricas, techos con goteras, etc.»-, en 2004 los inquilinos recibieron el temido burofax, en el que se les comunicaba taxativamente la no renovación de todos los contratos. La coartada utilizada por el fondo forma parte del modus operandi al uso en tales procesos: la presunta necesidad de proceder a la renovación urgente e integral de las propiedades, cuyo deterioro se había provocado intencionadamente.

Sin embargo, los nuevos residentes tampoco hallaron la paz y el sosiego en sus flamantes residencias. Tras dos nuevos cambios de propiedad en los convulsos años posteriores a la crisis financiera de 2008, en 2017, otro fondo oportunista llamado Kennedy Wilson decide deshacerse definitivamente del complejo, no sin antes recibir un “modesto” rendimiento del 700%. En el ínterin, los alquileres llegaron incluso a triplicarse y continuaron asimismo las amargas quejas de los residentes por la falta de mantenimiento y la dejadez de funciones por parte del administrador de las fincas.

Un halo de misterio rodeó, como explica Christophers, la lucrativa transacción:

“En el artículo que informaba del acuerdo de 2017 en el San Francisco Business Times había una linea sorprendente: ‘Kennedy Wilson se negó a revelar la identidad del comprador’”.

Con el tiempo se supo quienes eran los nuevos propietarios: el Blackstone Group, con sede en Nueva York, el mayor fondo buitre del mundo. Pero no fue porque Blackstone revelase la información: Blackstone nunca ha dicho públicamente que sea el propietario; Summer House está gestionada por otra empresa.

Sea como sea, en los años transcurridos desde que Blackstone asumió la propiedad, las quejas y el descontento de los sufridos inquilinos por el abandono de las fincas y el absentismo de la propiedad no han aminorado y los alquileres han seguido aumentando.

¿Cuáles son los rasgos específicos de esta historia aparentemente local, que justifican la designación de este caso concreto como un símbolo global de la “violencia inmobiliaria”? La rotunda respuesta de Christophers no deja lugar a dudas: “es necesario que nos fijemos especialmente en un tipo particular de propiedad, la quintaesencia de la modernidad tardía, la propiedad del capitalismo financiero”.

A más de 9.000 kilómetros de distancia de Summer House, en el barrio de San Cristóbal de los Ángeles, situado en la periferia sur de Madrid -una de las zonas más duramente golpeadas por la debacle inmobiliaria de 2008- vive María Eugenia Ortega. Su infausta historia representa sin duda también otra «metonimia del mundo moderno”.

Ortega, trabajadora de la Comunidad de Madrid en ayuda a domicilio de personas mayores, creyó ver por fin la conclusión de su calvario inmobiliario en el año 2013. Su alborozo se debía a la ansiada firma de la dación en pago -entrega de la vivienda al banco a cambio de la extinción de la deuda- y de un alquiler social de su vivienda con el Banco de Sabadell. Terminaban así cinco años de pesadilla judicial y personal, tras el impago de su hipoteca debido a la subida inasumible de los tipos de interés previa al crack de 2008. Sin embargo, la aparente solución resultó ser un efímero espejismo y su ilusión de estabilidad acabó saltando de nuevo por los aires. Poco antes de finalizar el contrato de alquiler social en 2019, Ortega sufrió un nuevo sobresalto:

“En 2019 me llamó mi trabajadora social y me comunicó que ya no podía ayudarme más porque acababan de vender el piso del banco a un fondo, por lo que con mucha probabilidad me obligarían a abandonarlo”.

En la operación mencionada, el Banco de Sabadell vendió al fondo de capital-riesgo -otro eufemismo para camuflar su catadura real- Cerberus 61.000 activos inmobiliarios «tóxicos» por unos 3.900 millones de euros: una auténtica ganga. Uno de esos activos -conocidos como “pisos con bicho”, en el expresivo argot del sector- era la vivienda en la que residía Ortega, por lo que solo era cuestión de tiempo que recibiera el “maldito” burofax, comunicándole la no renovación de su contrato. Las consecuencias de verse abruptamente abocada a la “exclusión residencial” fueron devastadoras: “Llevo mucho tiempo sufriendo ansiedad, tengo el azúcar muy alterado, padezco insomnio y estoy en un constante estado depresivo porque me veo sola con una hija a la que mantener y la incertidumbre de no saber cuándo me van a desahuciar”. Ante la imposibilidad de acceder a un alquiler asequible, dado el nivel prohibitivo del mercado, Ortega considera que la única salida que le queda es la okupación, camino que han tomado también muchos vecinos del barrio en su misma situación.

Las acerbas situaciones descritas, espigadas entre una miríada de casos semejantes, ejemplifican la creciente violencia ejercida por los mecanismos depredadores de los poderes capitalistas contra las condiciones básicas de subsistencia de las clases trabajadoras, entre las que el acceso a una vivienda digna ocupa un lugar preeminente.

“Están dispuestos a destruir las vidas de la gente”. La contundente sentencia, recogida asimismo por Christophers, está extraída de la declaración de la experta en planificación urbana Elora Lee Raymond ante un comité del Congreso de Estados Unidos que investigaba las prácticas desarrolladas por los arrendadores corporativos, controlados por gestores de activos como Cerberus o Blackstone. A la luz de los ejemplos mencionados, únicamente dos botones de muestra del modus operandi de tan “honorables” instituciones, no parece en absoluto una afirmación exagerada.

El escenario de pesadilla en el que se ha convertido la obtención de un bien esencial para el adecuado funcionamiento de los mecanismos básicos de la reproducción social -cobijo, crianza, educación, salud, arraigo, etc.- refleja asimismo de forma cruda la creciente fractura abierta en nuestras sociedades presuntamente “desarrolladas”: mientras que para los más la vivienda constituye una pesada carga y una obsesión continua, para los que gozan de “estabilidad residencial” supone el fundamento de su seguridad vital y de su bienestar socioeconómico. El economista marxista y experto en urbanismo Samuel Jaramillo describe el sector inmobiliario moderno como «un campo de batalla», propicio a todo tipo de abusos, dada la enorme asimetría de poder existente en las relaciones que se establecen entre los grupos sociales en pugna.

El urbanista Peter Marcuse y el sociólogo David Madden, autores del texto “En defensa de la vivienda”, recurren al concepto psiquiátrico de “seguridad ontológica” para describir el sufrimiento que la violencia inmobiliaria provoca en sus víctimas:

“Hoy en día, muchas personas sienten ansiedad por su vivienda. Pero para los más pobres, la precariedad residencial resulta profundamente desestabilizadora. Una de las maneras en que los investigadores de la vivienda comprenden la traumática experiencia es a través del concepto de ‘inseguridad ontológica’. La seguridad ontológica es la sensación de que la estabilidad de nuestro pequeño mundo puede darse por sentada”.

El dato clave que agudiza, en palabras de la socióloga Melinda Cooper, la crisis de “asequibilidad residencial” en el Occidente privilegiado, “es la creciente divergencia entre los salarios y el valor de los activos, en particular de los precios de la propiedad inmobiliaria”. La brecha abierta entre los magros ingresos salariales y el coste de la vivienda -muy destacadamente, tras la debacle de 2008, el ascenso vertiginoso del precio del alquiler- propulsa la desigualdad social y agranda el abismo entre los situados en las dos trincheras del “campo de batalla” inmobiliario, generando lo que Cooper denomina una “nueva división de clase”.

Y la fractura no deja de agrandarse: los precios de adquisición y de arrendamiento se sitúan actualmente en máximos históricos -incluso superiores a los valores ya estratosféricos alcanzados en la burbuja inmobiliaria que explotó en 2008- y el esfuerzo requerido para pagar el alquiler representa nada menos que la mitad del sueldo medio en España. Por no mencionar la odisea que supone la obtención de un techo para las generaciones más jóvenes, cuya edad media de emancipación supera holgadamente los treinta años.

Empero, en este punto es menester hacer una advertencia importante, en aras de situar correctamente la auténtica profundidad de la penetración en el tejido social de la brecha inmobiliaria: el hecho de que los desalmados fondos buitres, como Blackstone y Cerberus, representen la “quintaesencia del capitalismo financiero” y que sus despiadadas prácticas conlleven una auténtica pesadilla para sus víctimas no significa que el “casero de los viejos tiempos” -la abrumadora mayoría de los arrendadores- no aplique la misma lógica de maximización de la extracción de rentas. Como explica irónicamente Christophers, si bien existen obvias e importantes diferencias entre ambos tipos de propiedad, el objetivo de la “búsqueda del valor de cambio” es plenamente compartido:

“De hecho, y pese a toda la mitología amable y difusa encarnada por el bonachón y canoso casero de los viejos tiempos, no existe ninguna razón convincente a priori para suponer que dicho propietario esté menos centrado en la maximización de las ganancias que un gestor de activos como Blackstone. Si ser un propietario financiarizado realmente implica observar la lógica financiera y la búsqueda del valor de cambio, ¿qué propietario que no tenga carácter filantrópico, sea una obra de caridad o una entidad estatal, no está financiarizado?”

El propio Jaramillo describe al “canoso casero” como un “protoespeculador”, diferenciándolo del capitalista arrendador profesional, pero resaltando también el objetivo común:

“Actualmente se extiende el alcance de esta protoespeculación, porque si bien hoy en día la práctica de comprar terrenos de forma fragmentada por parte de pequeños adquirientes es algo que declina, en cambio, la compra de inmuebles destinados al alquiler, con esta lógica de agente mercantil, es algo que se expande”.

El activista y experto en el sector inmobiliario Salva Torres proporciona un dato abrumador acerca del progresivo ensanchamiento de esa sima social abierta entre el crecimiento desorbitado de las rentas de alquiler recibidas por los “canosos rentistas” -la edad media del arrendador en España es de 59 años- y los magros aumentos salariales:

“Los ingresos de unos tres millones de caseros, empresas aparte, que declaran por alquilar inmuebles, han aumentado un 95% desde 2008, mientras que los salarios lo han hecho un 39%. Además perciben desgravaciones fiscales escandalosas sobre viviendas que muchas habían sido de protección oficial, financiadas con el dinero de todos”.

Como apunta el también activista y experto en el sector Pablo Carmona, autor del texto «La democracia de propietarios», el viacrucis en el que se ha convertido el acceso a la vivienda para las clases populares estaría apuntando, de tapadillo, a una emergente contradicción social:

“Por la puerta de atrás, se está apuntando a una contradicción central del sistema social, que enfrenta a propietarios que alquilan a precios de mercado para mantener cierto estatus social, y a unos inquilinos que recurrentemente —por problemas de paro, temporalidad y precariedad en el empleo— pueden caer en el impago”.

El sombrío panorama someramente esbozado suscita acuciantes interrogantes, de cuya tentativa de respuesta dependerá la formulación de estrategias encaminadas a potenciar las luchas sociales en el “lugar de combate” en el que se ha convertido la selva inmobiliaria.

¿Cómo se relacionan los procesos descritos de “desposesión” de las mayorías sociales con la evolución degenerativa de la organización social regida por las “heladas aguas del interés egoísta” en las últimas décadas? ¿Cuáles son las conexiones con otros ámbitos de nuestra acerba realidad, como los servicios básicos que sostienen la reproducción social, las precarizadas condiciones laborales o el ecocidio rampante, que también reciben el embate redoblado de la voracidad capitalista? El punto de partida para tratar de arrojar algo de luz sobre tan neurálgicos asuntos debería tomar pie en el análisis del trasfondo estructural del decurso declinante del reino del dinero y la mercancía, que es el principal causante de su redoblada agresividad: ¿existe algún mecanismo interno en el engranaje de la acumulación de capital que provoque la acelerada e inexorable degradación de la organización social sometida a su férula?

La célula tumoral

“El crédito, que es un ingreso consumido antes de haberse generado, puede posponer el momento en el que el capitalismo alcance sus límites sistémicos, pero no puede abolirlo. Incluso el mejor de los encarnizamientos terapéuticos debe concluir algún día”

Anselm Jappe

Las arduas cuestiones planteadas suscitan, entre las fuerzas políticosociales con vocación transformadora, principalmente dos interpretaciones. En el primer caso, el acento se situaría en las infaustas consecuencias del vuelco social y político provocado por la irrupción del neoliberalismo hace medio siglo y en los efectos deletéreos que la hegemonía del capital financiero, rentista y especulativo tiene sobre la demediada economía productiva, el nivel de vida de las poblaciones y los derechos básicos de las mayorías sociales.

La aplicación del “encarnizamiento terapéutico” de las políticas neoliberales, tras el golpe de mano perpetrado por la Dama de Hierro y su homólogo estadounidense, un mediocre exactor de Hollywood, a principios de los años ochenta, ha conllevado el despojo de los mecanismos redistributivos que caracterizaron al Estado del Bienestar fordista y la progresiva liquidación de las precarias conquistas arrancadas por la clase obrera en las décadas previas. Las privatizaciones masivas de servicios públicos y la desregulación acelerada de los mercados de capitales a cargo de los mamporreros del capital transnacional -FMI, BM y OMC- han desembocado en unos niveles galopantes de desigualdad social, propulsados por el desmantelamiento acelerado de los soportes que amortiguaban los quebrantos causados por el inhóspito dominio de las fuerzas del libre mercado. Según este relato, la liberalización del mercado inmobiliario y del sector financiero, causante de la desaforada inflación de los precios de la vivienda y del inflado de gigantescas burbujas, sería consecuencia de decisiones políticas favorecedoras del dominio de las élites plutocráticas, capitaneadas por el capital transnacional radicado en Wall Street -el 1 frente al 99%-. El colapso estrepitoso de la izquierda socialdemócrata y de la excomunista, rendidas con armas y bagajes a los poderes fácticos del gran capital; la práctica desaparición de las organizaciones políticas y sindicales del movimiento obrero tradicional; y el ascenso vertiginoso de la extrema derecha y de la hidra del fascismo social constituyen, en definitiva, el cúmulo de circunstancias desencadenantes de la hegemonía del capitalismo salvaje, encarnado en el talón de hierro de los recortes sociales y de las draconianas políticas de austeridad.

Sin embargo, cabría preguntarse si esta descripción, predominante en las fuerzas políticosociales sedicentemente progresistas, da cuenta cabalmente de la acerba realidad vigente: ¿son tales planteamientos adecuados para comprender las profundas transformaciones de la organización social imperante en las últimas décadas y el ascenso del complejo financiero-inmobiliario como sector clave del sostenimiento de la matriz de rentabilidad capitalista?

O, por el contrario, es necesario escarbar más profundamente en las “entrañas de la bestia” para hallar el engranaje fundamental del sujeto automático que impele la huida hacia adelante de la totalidad social regida por la voracidad del capital hacia la acelerada degradación de los soportes primarios de la reproducción social y del metabolismo socionatural.

Y, en ese caso, ¿cuál es la conexión entre esa trayectoria degenerativa del Moloch y la desenfrenada violencia inmobiliaria que presenciamos en pleno desarrollo?

El economista Alejandro Nadal nos brinda una de las claves del trasfondo estructural de esa deriva, camuflada bajo la agresividad de la huida hacia adelante encarnada en el sufrimiento “necesario” provocado por las despiadadas políticas neoliberales:

“El surgimiento del neoliberalismo no es el resultado del triunfo del capitalismo, como siempre se le ha presentado, sobre todo a partir del colapso de la Unión Soviética. En realidad, la historia es muy diferente. El neoliberalismo es la respuesta a un gran fracaso de dimensiones históricas, a saber, la incapacidad del capital para mantener tasas de ganancia adecuadas”.

La idea central, que explicaría tal fracaso, es la clave de bóveda de la formulación marxiana acerca de la principal contradicción interna del modo de producción capitalista: a medida que avanza la acumulación, debido a la necesidad impuesta por la dura lucha de la competencia, crece la proporción de capital constante, mediante las continuas innovaciones tecnológicas ahorradoras de trabajo, en relación a la fuerza de trabajo empleada en la producción. La savia bruta que vivifica al “vampiro de trabajo vivo” tiende por tanto a menguar de forma inexorable a medida que aumenta la productividad y el “puro empleo de trabajo humano” se vuelve cada vez más superfluo, al menos en los sectores industriales tradicionales. El propio Marx señala este defecto fatal del mecanismo básico de la valorización del capital que, al regirse únicamente por su necesidad compulsiva de autoexpansión, tiende a agotar su propia fuente nutricia:

“El capital mismo es la contradicción en proceso, por el hecho de que tiende a reducir a un mínimo el tiempo de trabajo necesario, mientras que, por otra parte, pone al tiempo de trabajo como única medida y fuente de toda la riqueza”.

Las fuerzas contrarrestantes de este agostamiento progresivo comienzan entonces a volverse vitales para sostener, con respiración asistida, el ritmo boqueante de la acumulación capitalista. Y el sector financiero-inmobiliario, a través de los colosales recursos insuflados por la fábrica de dinero “mágico”, deviene el fulcro neurálgico del sostenimiento, con respiración asistida, de la menguante rentabilidad del capital. Las consecuencias que se derivan de este papel crucial de cataplasma de los males incurables del sistema asumido por la fábrica de dinero-deuda son empero demoledoras para los mecanismos básicos de la reproducción social.

Sin duda se trata, como describen Madden y Marcuse, de una configuración tóxica, en la que la “buena forma” de hacer ganancias cede terreno ante el avance incontenible de la extracción de rentas, la deuda “a muerte” y el incremento especulativo del precio de los activos:

“La especulación inmobiliaria se convierte en la principal fuente de formación de capital, es decir, de realización de plusvalía. A medida que disminuye el porcentaje de la plusvalía total formada y realizada por la industria, aumenta el porcentaje creado y realizado por la especulación inmobiliaria y la construcción”

El geógrafo Neil Smith, uno de los primeros estudiosos del fenómeno de la gentrificación, resalta el trasvase masivo de capital hacia el “entorno construido”, a partir de la crisis crónica iniciada en los años 70:

“Cuando la tasa de beneficio en los principales sectores de la industria comienza a caer, el capital financiero busca un escenario alternativo de inversión, un escenario en el que la tasa de beneficio permanezca comparativamente alta y donde el riesgo sea bajo. Precisamente en este punto, tiende a producirse un incremento del flujo de capital hacia el entorno construido”.

Y la renovada maquinaria de generación del fluido vital del «sujeto automático» capitalista estaba lista para cumplir su cometido. El economista marxista Costas Lapavitsas, autor del texto “Beneficios sin producción”, describe el desacople de las finanzas modernas del capital productivo y su decantación “hasta el paroxismo” hacia el sector inmobiliario-especulativo:

“La actual banca comercial ha tendido a desacoplarse de la financiación del capital productivo para potenciar hasta el paroxismo el crédito hipotecario, el crédito al consumo y los préstamos garantizados por las acciones empresariales (para fusiones, adquisiciones, y tomas de control de otras empresas)”.

La creciente relevancia de esta explotación secundaria, generada mediante la “cadena de oro” de la deuda por la banca privada y suplementaria a la sufrida en el mercado laboral, constituye en definitiva el rasgo principal del carácter acusadamente depredador del capitalismo desquiciado.

Una configuración semejante agudiza asimismo la fractura social existente entre, de un lado, los que, gracias a su condición de beneficiarios de rentas financieras, de bienes raíces o de fondos de pensiones, disfrutan de tiempo libre y de las condiciones necesarias para apropiarse de los “frutos de la ciencia y la civilización”; y, del otro, los que están condenados a consagrar una fracción creciente de su tiempo a trabajar como “bestias de carga” para sufragar las exacciones financieras.

La aberrante matriz de rentabilidad del sistema económico imperante, propensa a convulsiones cada vez más violentas, tiene pues su fundamento medular en el mecanismo de generación de dinero-deuda del «puro aire“ a cargo de la banca central y comercial. Todo el castillo de naipes de titulizaciones hipotecarias -las hipotecas se originaban en los bancos, pero no se mantenían en sus balances, sino que se esparcían por la nebulosa del casino financiero global-, que colapsó con estrépito durante la hecatombe de 2008, se basó en este mecanismo de generación de deuda ex nihilo. Tal es el engranaje oculto del precario andamiaje que sostiene la estructura económica terciarizada e improductiva de los países “civilizados avanzados”.

El dispositivo resulta de una sencillez exorbitante. Los bancos crean deuda para financiar la actividad económica –actualmente, el 96% aproximadamente del dinero circulante– mediante anotaciones electrónicas, sin necesidad de que exista un ahorro preexistente, como reza el discurso difundido por la ortodoxia neoclásica y toda la vulgata periodística legitimadora del statu quo. Es decir, los créditos crean los depósitos, y no a la inversa. He aquí el grandioso -y, a la vez, pasmosamente sencillo- mecanismo de propulsión de la vorágine especulativa que sostiene el colosal entramado financiero-inmobiliario.

La generación e inyección del dinero-deuda en las venas de los flujos económicos, a cargo de las instituciones que tienen el poder monopolístico para fabricarlo y para enchufar su caudal ilimitado de liquidez hacia la revalorización de los activos financiero-inmobiliarios, constituye en definitiva la esencia del ejercicio del poder social en nuestras sociedades “civilizadas avanzadas”.

Los datos recolectados en 14 países de la OCDE revelan una cifra demoledora: si en la primera década del siglo XX dos tercios de los créditos bancarios en los países avanzados se dirigían hacia las empresas, hoy, esos dos tercios se dirigen a la compra de propiedades inmobiliarias.

La banca funge pues como la planificadora de la actividad económica, potenciando la formación de burbujas, el crecimiento exponencial de la deuda global y el descomunal casino financiero de apuestas especulativas que constituye la banca en la sombra.

Según los datos recogidos por el sociólogo Emmanuel Rodríguez, “en 1994 el volumen total de los préstamos hipotecarios de la banca española ascendía a 24.000 millones de euros. Trece años más tarde, en 2007, la cantidad ascendía a 300.000 millones. Es decir, para el conjunto del periodo 1994-2007, las cifras de endeudamiento hipotecario se multiplicaron por doce”.

Tengamos en cuenta asimismo que el préstamo hipotecario es un producto totalmente fraudulento, un dispositivo pseudolegal puramente confiscatorio que no merece siquiera el nombre de “préstamo”, ya que tal operación exigiría una renuncia de riqueza por parte del prestamista, que en este caso obviamente no se produce. Veamos el extravagante mecanismo un poco más de cerca: a cambio del supuesto préstamo, el banco recibe un activo real en prenda del pago –la garantía hipotecaria, generalmente la vivienda– que incorpora a su balance. A continuación, se crea la obligación de devolver el principal del préstamo más los intereses, un producto financiero creado por la entidad bancaria del “puro aire”, con una simple anotación electrónica en la cuenta corriente del ignaro prestatario. Incluso la fijación del tipo de interés -el tristemente famoso Euríbor- se basa en un cálculo arbitrario, en el que el oligopolio bancario se saca “de la chistera” -con la connivencia del capo di tutti capi de Frankfort- los datos de las transacciones que se incorporan al cálculo del tipo de interés aplicado a las hipotecas de millones de incautos deudores. Un margen comercial sin duda extraordinario: es tan colosal el expolio y está tan bien escondido que casi resulta hermoso.

En un país donde aproximadamente el 7 % de los hogares, alrededor de 1.200.000 familias, perdieron su vivienda -la gran mayoría debido a durísimos procesos de ejecución hipotecaria que acabaron en desahucios- tras la crisis devastadora iniciada en 2008, la constatación de la condición intrínsecamente fraudulenta del préstamo hipotecario resulta demoledora.

Toda la formidable “potencia de fuego” de una maquinaria semejante se abalanzó, en fin, presta a devorar el suculento filón que representaba el sector inmobiliario.

La mercancía fake

“El concepto tradicional de equilibrio de la oferta y la demanda no es relevante respecto de la mayoría de los problemas que se refieren al sector de la vivienda en la economía. Estas cosas que llamamos suelo y vivienda son aparentemente mercancías muy diferentes, que dependen sobre todo de los intereses y del poder relativo de los grupos concretos que operan en el mercado”

David Harvey

La metamorfosis esbozada hacia la conversión de la revalorización de los activos financiero-inmobiliarios en el núcleo del sostenimiento de la rentabilidad del capital conlleva asimismo, como destaca el urbanista Agustín Cócola, un cambio radical en el papel socioeconómico del “entorno urbano construido”:

“De este modo, se acelera el cambio hacia una nueva fase de desarrollo capitalista en la que la ciudad adquiere un papel clave como centro de acumulación de capital. La ciudad deja de ser un lugar donde localizar actividades productivas y pasa a ser una mercancía fundamental para crear oportunidades de beneficio: es el cambio de la producción en el espacio a la producción del espacio”.

El filósofo Henri Lefevbre, probablemente el más influyente teórico del fenómeno urbano moderno, señala el papel clave que desempeña la ciudad -o lo que de ella queda- como soporte de la nueva matriz de la acumulación:

“La ciudad (lo que de ella queda o en lo que se convierte) es más que nunca un instrumento útil para la formación de capital, es decir, para la formación, la realización y la repartición de la plusvalía. El inmobiliario y la construcción dejan de ser un circuito residual, una rama anexa y retrasada del capitalismo industrial y financiero para situarse en primer plano de la nueva matriz de acumulación”.

Pero la expansión del denominado “circuito secundario de acumulación”, potenciada por la gigantesca manguera de liquidez de los demiurgos del dinero-deuda, no representa únicamente la cataplasma idónea contra el declive acelerado del empleo y de la tasa de ganancia en los sectores productivos. Su papel como propulsor de la demanda efectiva, a través de la revalorización de los activos inmobiliarios, es asimismo esencial, como expone Jacobo Abellán, para sostener la marcha de la reproducción ampliada del capital y para paliar la crisis de demanda causada por el crónico estancamiento salarial:

“La vivienda, como un ‘almacén de valor’ intercambiable, proveería de un ‘fondo de demanda’ cuando otros recursos, financieros o no, se ‘secan’, es decir, disminuyen o dejan de estar disponibles. Unos precios elevados de la vivienda se traducirían en un aumento de la riqueza de los hogares propietarios, tanto para aquellos hogares que venden su vivienda durante ese periodo, que obtienen un beneficio cuantioso, como para aquellos que permanecen en ella, que ven como su vivienda se revaloriza. Un aumento en sus niveles de riqueza favorecerá asimismo sus expectativas de consumo, lo que empujará a la compra de nuevos bienes y servicios, favoreciendo por tanto un incremento de la demanda efectiva y la reactivación de la circulación de capital”.

Emmanuel Rodríguez define esta configuración tóxica, amén de generadora de crecientes cotas de desigualdad, como un “keynesianismo financiero”, sostenido por el “almacén de demanda” que representa el valor astronómico del patrimonio inmobiliario -un 70 por ciento de la riqueza generada en España en el último medio siglo-:

“La única solución eficaz al problema de la demanda ha sido su recomposición por la vía financiera, que es lo que aquí llamamos keynesianismo financiero o de precio de activos”.

Si la “sociedad de activos” se ha convertido en el rasgo característico de la patológica estructura económica vigente y la extracción de rentas y la revalorización inmobiliaria representan el sustento esencial de la actividad económica y del sostenimiento artificial de la demanda de consumo, ¿cuáles son las implicaciones de esta transformación radical de las fuentes de generación de la riqueza social? ¿qué consecuencias tiene que un bien básico para la subsistencia cotidiana y la reproducción social se convierta en el núcleo de la matriz de rentabilidad del capital y en el principal “tesoro” personal y familiar, cuya obtención justifica todos los desvelos y sacrificios imaginables?

Sin duda se trata de una metamorfosis revolucionaria de la estructura económica, cuyos fundamentos contradicen de raíz los rasgos presuntamente definitorios de un capitalismo “saludable”. La etapa crepuscular del sistema de la mercancía subvierte pues radicalmente los principios basales de la economía política clásica.

El objetivo de una política económica “progresista” era, según John Stuart Mill, “liberar las economías de los inmerecidos ingresos por alquiler y los crecientes precios del suelo de los que los propietarios se benefician mientras duermen”.

La renta era el término que designaba el ingreso que no tiene contrapartida en los costes de producción y cuya generación no requiere de ningún desembolso directo. Se trata por tanto de “ingresos no ganados”, obtenidos únicamente gracias al ejercicio de las prerrogativas que otorga un título de propiedad. A diferencia pues de las otras dos clases sociales -empresarios y trabajadores-, los terratenientes detraen una parte del producto social sin realizar ningún esfuerzo productivo ni “mancharse” con la explotación del trabajo humano.

El insigne John Maynard Keynes, sin duda el economista más influyente del siglo XX, consideraba la renta como un ingreso parasitario, que no recompensa ningún sacrificio “genuino” y que únicamente se funda en la explotación de la escasez de un bien necesario:

“Hoy el interés no recompensa de ningún sacrificio genuino como tampoco lo hace la renta de la tierra. El propietario de capital puede obtener interés porque aquél escasea, lo mismo que el dueño de la tierra puede percibir renta debido a que su provisión es limitada”.

Sin embargo, frente a la optimista prognosis keynesiana, acerca de la progresiva “eutanasia del rentista” y la transición paulatina hacia un capitalismo libre de elementos parasitarios, lo cierto es que el resultado ha sido más bien el contrario:

“Veo, por tanto, el aspecto rentista del capitalismo como una fase transitoria que desaparecerá tan pronto como haya cumplido su destino, y con la desaparición del aspecto rentista sufrirán un cambio radical otras muchas cosas que hay en él”.

Huelga decir que lo que el ilustre prócer consideraba una de las “características francamente objetables” del capitalismo y una rémora para la reproducción saludable de la organización social supone hoy el núcleo principal de la generación de riqueza de todas las economías “avanzadas”. Resulta imposible exagerar las implicaciones del desplazamiento descrito. La conversión del “espacio construido” en la fuente primordial de extracción de riqueza social, mediante la continua explotación del territorio urbano -véase, sin ir más lejos, el peso formidable del sector turístico en la economía española- y la revalorización de los activos inmobiliarios, penetra hasta el corazón de los mecanismos básicos de la reproducción social. De este modo, la desposesión de las clases populares se basa en un bien de primera necesidad, cuyas características están, para más inri, en las antípodas de cumplir con las reglas del sacrosanto libre mercado.

¿Cuáles son los rasgos de esta mercancía fake, que la convierten en la antítesis de un bien “perfectamente competitivo”, situándola más bien en el centro de una dinámica extractiva, en la que el poder social se ejerce mediante el monopolio privado de un bien del que nadie puede prescindir?

El hecho cierto es que, como señala el geógrafo Ricardo Gasic, la vivienda no es en absoluto una mercancía al uso sometida a los asépticos vaivenes de la ley de la oferta y la demanda:

“En un estudio de larga data titulado No Price Like Home -No hay otro precio como el de la vivienda-, se demuestra que entre 1870 y 2010 no existe ninguna otra mercancía que incremente su precio sostenidamente como la vivienda, al menos en las grandes economías nacionales de los países avanzados”.

¿Cómo es posible que un bien que se deprecia -se estima que la vida útil de una construcción ronda los setenta años- con el uso pueda encarecerse casi hasta el infinito? ¿Qué es lo que explica esta insólita anomalía?

Si atendemos a la “música celestial” de la ortodoxia neoclásica, un incremento de la oferta de vivienda debería producir automáticamente un descenso del precio. De hecho, ese es el mantra que no cesa de recitar la legión de supuestos “expertos” que pulula por las tribunas académicas y los mass media, ante la dramática situación actual de aguda crisis de “asequibilidad” en el acceso a la vivienda. Sirva como botón de muestra del “exquisito rigor” de semejante planteamiento el siguiente dato demoledor que proporciona Rodríguez: “Entre 1995 y 2007 se construyeron en España alrededor de siete millones de viviendas y el precio de los inmuebles se multiplico casi por tres”.

El discurso ortodoxo, que considera la vivienda como un bien de mercado cualquiera -cual si de una barra de pan o de una lavadora se tratara-, sujeto por tanto al ajuste automático hacia el precio y la cantidad de equilibrio, deforma intencionadamente las características únicas que distinguen radicalmente al sector inmobiliario de un mercado convencional.

Dado que la vivienda urbana está fijada para siempre al terreno construido, no se puede entender el carácter claramente confiscatorio del mercado inmobiliario sin atender a la relevancia de la renta del suelo en el conformación del precio de la vivienda, tanto de compra como de alquiler.

Como explica David Harvey, el geógrafo marxista más influyente de las últimas décadas, el suelo es una mercancía artificial, más próxima a un activo financiero que a un producto mercantil al uso:

“El suelo no es una mercancía en el sentido más corriente de la palabra. Es una forma ficticia de capital que deriva de las expectativas de futuras rentas”.

El propio Harvey resume los rasgos espurios de esta mercancía fake, que solo el troquel de la valorización del capital convierte en un producto comercializable, alterando radicalmente los requisitos de un mercado teóricamente competitivo:

“El suelo y sus mejoras tienen una localización fija. Esta localización absoluta confiere privilegios monopolistas a la persona que posee el derecho a determinar el uso de dicha localización”.

La determinación de la renta del suelo, clave para la formación del precio de la vivienda, se realiza, por tanto, como señala asimismo Rodríguez, en base a las expectativas de ingresos futuros, obtenidos en base al monopolio fundado en la propiedad privada:

“Las rentas del suelo surgen del dominio monopolista de una mercancía ficticia, sin costes de producción, que descuenta permanentemente los precios futuros de la producción inmobiliaria o agrícola. Se suele sostener, con razón, que los precios del suelo no son otra cosa que el precio anticipado de las edificaciones que se van a construir en él”.

He aquí pues la clave, en palabras de Javier Moreno Zacarés, de la capacidad cuasiinfinita de maximización de las rentas inmobiliarias:

“El rentista puede prestar el activo temporalmente, extrayendo renta en forma de pagos de alquiler (rentas literales), o vender el activo para canjear pronto ingresos futuros, extrayendo renta en forma de un pago a tanto alzado (ganancias de capital)”.

El propio Zacarés describe la “sustancia del alquiler” como la combinación de dos flujos diferentes, la renta “absoluta” del suelo y el beneficio “capitalista” de la construcción, de los cuales el primero predomina abrumadoramente:

“Cuando una casa queda fijada a una localización particular, asume las propiedades del suelo sobre el que reposa, en virtud de las cuales este devenga renta. Las rentas que rinde este alojamiento, sin embargo, serán una combinación de dos réditos, distintos pero interrelacionados: el rédito derivado de la deseabilidad del suelo bajo él (renta de la tierra), más el rédito proporcionado específicamente por su infraestructura construida (renta de la construcción). La combinación de estos dos flujos de rentas forma la sustancia del alquiler”.

Lo anterior ilustra la falacia que supone la visión ortodoxa del mercado inmobiliario como un “paraíso” de la libre competencia, amén de poner de manifiesto los intereses reales que se esconden tras la afirmación de que la solución a la crisis actual se basa en “aumentar la oferta de vivienda”.

Se trata, antes al contrario, de una relación profundamente desigual, condicionada principalmente por el poder diferenciado de los “grupos de intereses” que intervienen en el “campo de batalla” que representa, fundamentalmente para sus víctimas, la selva inmobiliaria.

El problema se agrava además en la situación actual de agudo recrudecimiento de la violencia inmobiliaria. La resaca de la hecatombe de 2008 ha provocado que todo el entramado que cimentó la colosal burbuja -construcción, financiación bancaria y expansión urbanística- haya permanecido, hasta hace muy poco, en un estado de hibernación, mientras que el alquiler y el sector turístico se convertían en los nuevos filones de la renovada euforia del “ladrillo”.

De nuevo Zacarés resalta la enorme asimetría entre las dos partes del contrato de alquiler y el carácter extractivo de la relación arrendataria:

“Como hemos visto antes, hay una profunda contradicción entre las funciones rentistas y residenciales de la vivienda. El conflicto entre las lógicas del rentista y el residente se hace más evidente en el caso la vivienda de alquiler privado. En ausencia de un control estricto del alquiler, los caseros buscarán por lo general maximizar el alquiler de vivienda que extraen de sus propiedades minimizando los costes operacionales (reparaciones, mejoras) y aumentando los precios de arrendamiento en función de la demanda, expulsando y sustituyendo inquilinos en conformidad”.

Lo anterior se observa gráficamente con un ejemplo práctico estilizado, extraído de un estudio sobre la Teoría de la Renta realizado por el Sindicato de Inquilinas de Barcelona, en el que se muestra que el montante arbitrario de la renta del suelo constituye la mayor parte del precio del alquiler:

“Supongamos que por un piso en el barrio del Clot pagamos 800 euros. El piso fue construido en 1950 y desde entonces siempre ha habido inquilinas pagando rentas, por lo tanto, la construcción está más que amortizada: las inquilinas, con los años, ya han pagado lo que en su día costó levantar las paredes, el material, la mano de obra, el beneficio del constructor, etc. Aun así, el piso tiene unos costes de mantenimiento, pero estos costes son aproximadamente de 100 euros al mes. Por lo tanto, los restantes 700 euros son un pago que únicamente va destinado al bolsillo del rentista, sin ningún otro destino. Es lo que sería la renta del suelo”.

El venerable “patriarca” del marxismo, Friedrich Engels, autor de un estudio pionero sobre “el problema de la vivienda”, fundamenta, de forma más teórica, el «misterio» del alquiler:

“Cuando se alquila, la vivienda produce a su propietario, en forma de alquileres, una renta del suelo, el coste de las reparaciones y un interés sobre el capital invertido en la construcción, incluyendo la ganancia correspondiente a este capital. Y si, entretanto, el alquiler ha cubierto cinco o diez veces su precio de coste inicial veremos que esto se debe exclusivamente a un aumento de la renta del suelo”.

La renta es, en definitiva, un pago de transferencia monopolística, impuesto por la relación de poder basada en la propiedad privada. Su magnitud depende en consecuencia del poder relativo de las partes intervinientes, y será mayor cuando las condiciones institucionales obliguen a los inquilinos a aceptar condiciones draconianas. De este modo, la práctica inexistencia de vivienda de alquiler social en España; la fraudulenta regulación legal del préstamo hipotecario y la liberalización casi absoluta del contrato de arrendamiento; el paraíso fiscal que representan los ingresos por arrendamientos para los afortunados arrendadores, debido a las suculentas desgravaciones obtenidas en el IRPF; el crecimiento exponencial de la vivienda de alquiler de temporada y turístico, un sector «salvaje» en el que la regulación brilla por su ausencia; y, last but not least, la presencia significativa en el mercado inmobiliario de los ominosos fondos buitres, con sus salvajes prácticas capaces de “destruir las vidas de la gente”. Todos ellos constituyen los inhóspitos rasgos del sector que potencian extraordinariamente el poder del arrendador inmobiliario -sea este persona física o jurídica- en detrimento del desvalido inquilino, que carece además en la mayoría de los casos de “alternativa habitacional”, lo que lo convierte en un cliente “cautivo”.

Sin duda se trata, como resalta de nuevo Harvey, de un “conflicto de clase”:

“En todos estos casos, el alquiler debe concebirse como una renta absoluta que recae sobre el poder monopolístico de los terratenientes como clase frente al poder y la condición colectiva de los inquilinos. Se establece, en pocas palabras, por un conflicto de ‘clase’ dentro de un área geográfica restringida (dentro de un espacio absoluto)”.

La ciudad revanchista

“La ciudad revanchista augura una feroz reacción contra las minorías, la clase trabajadora, las personas sin hogar, los desempleados, las mujeres, los homosexuales y los inmigrantes. Se trata de una ciudad dividida, en la que quienes han resultado vencedores están cada vez más a la defensiva en relación con sus privilegios, cuya defensa se ha vuelto cada vez más feroz”

Neil Smith

Emmanuel Rodríguez describe los deletéreos efectos de la configuración patológica someramente descrita sobre el tejido social:

“En términos generales, la financiarización reduplica los efectos de desigualdad de las antiguas estructuras de clase, a lo que habría que añadir la pesada servidumbre que conllevan los enormes volúmenes de endeudamiento. Las burbujas inmobiliarias penetran con mucha mayor profundidad en el tejido social, por la simple razón de que los mecanismos financieros se insertan, en este caso, en una mercancía de primera necesidad”.

¿Cuáles serían las principales consecuencias para la desequilibrada estructura social imperante y para la posibilidad de construcción de formas renovadas de luchas populares del carácter cada vez más depredador de los «mecanismos financieros», caracterizados por la masiva extracción de rentas y de la “deuda a muerte”?

Los movimientos sociales urbanos se consideran con demasiada frecuencia, por parte de los «guardianes de la ortodoxia» revolucionaria, como “asuntos” separados o subordinados a la lucha de clases tradicional, enraizada en la explotación y la alienación del trabajo vivo en la producción.

Sin embargo, la profunda metamorfosis del sistema de la mercancía desde los tiempos heroicos de la Revolución Industrial exigiría quizás poner en cuestión ese sagrado principio, reflejado en la rotunda sentencia del patriarca Engels:

“La penuria de la vivienda para los obreros y para una parte de la pequeña burguesía de nuestras grandes ciudades modernas no es más que uno de los innumerables males menores y secundarios originados por el actual modo de producción capitalista. Por tanto, se falsean totalmente las relaciones entre arrendatario y arrendador cuando se intenta identificarlas con las que existen entre el obrero y el capitalista”.

Si bien no deja de ser obvio que se trata de dos relaciones “cualitativamente” diferentes, el hecho cierto es que también, como señala Jaramillo, están estrechamente relacionadas:

“Si tenemos en cuenta que la vivienda es un valor de uso indispensable para la reproducción de la fuerza de trabajo, el monto que el obrero debe pagar por consumirla debería estar incluido en el monto del salario que recibe”.

Por lo tanto, el salario debería incorporar el coste de la vivienda y el del desplazamiento al lugar de trabajo -muy relacionado a su vez con los masivos procesos de gentrificación que asolan actualmente las urbes neoliberales-. Sin embargo, esto dista mucho de ser así, ya que la indexación salarial, existente solo en algunos convenios colectivos, se basa en el IPC, que no incluye la compra de vivienda ni los intereses pagados al banco, y minusvalora enormemente el alquiler. Así pues, el coste de la vivienda está prácticamente desconectado del poder adquisitivo de los asalariados, aunque representa nada menos que casi la mitad del sueldo medio en España y es, de largo, el “bocado” más relevante de los ingresos de los trabajadores. Pero incluso existe otra arista más, que vuelve aún más enrevesado el asunto, ya que la carestía inmobiliaria implica también un conflicto potencial entre los capitalistas productivos y los rentistas, al aumentar el valor de la fuerza de trabajo y dificultar gravemente sus condiciones de vida y rendimiento laboral. Los abundantes ejemplos de la enorme dificultad -por parte de la patronal de la hostelería e incluso también de la administración pública- de encontrar trabajadores que se desplacen a las zonas turísticas de Canarias y Baleares, dados los niveles prohibitivos del alojamiento, son sólo un botón de muestra de tal realidad.

El propio Marx destacó, como recuerda Abellán, el concepto de “explotación secundaria”, como un aspecto clave de la expropiación de riqueza que sufre el salario del obrero añadida a la explotación laboral:

“El concepto marxiano de explotación secundaria proviene de su concepto de explotación, con el que quería explicar la extorsión realizada por el capitalista para apropiarse de una parte del valor producido por el trabajador durante la producción sin pagarle un equivalente a cambio”.

En un contexto en el que la “violencia inmobiliaria” deviene un fenómeno preeminente en la fracturada estructura social vigente y la arremetida contra las condiciones de vida de las mayorías sociales resulta más virulenta, parece por tanto necesario, como señala de nuevo Abellán basándose en Harvey, el replanteamiento de la estructura canónica del conflicto de clase:

“En su artículo de 1974 Harvey señala que la dinámica de la urbanización genera dos tipos de clases sociales: la clase de los proveedores (promotores inmobiliarios, especuladores y propietarios/caseros), que poseen el monopolio de la propiedad de los recursos urbanos y que obtienen una renta por su provisión, y la clase de consumidores de ese recurso. La renta monopolista de clase sería la tasa de retorno. El lugar del conflicto también se desplazaría. Mientras en el conflicto capital/trabajo el conflicto tendría lugar en el ámbito laboral, en el conflicto rentista versus comunidad, por el contrario, el conflicto tendría lugar dentro del barrio y del espacio urbano. De la misma forma, el sujeto central de la lucha de clases sería un sujeto distinto”.

Tales constataciones suscitan un trascendental interrogante:

¿Hasta qué punto las luchas por la vivienda y por la defensa del resto de aspectos relacionados con la reproducción social adquieren, en la realidad vigente, la suficiente envergadura como para representar el locus principal del enfrentamiento entre poseedores y desposeídos? El embate en toda la línea de la voracidad capitalista contra los cimientos de los mecanismos de la reproducción social, que convierte los bienes básicos como la vivienda en el filón primordial de la expropiación de riqueza de las clases trabajadoras, produce, como señala Rodríguez, un desplazamiento paralelo del carácter de las luchas populares:

“La lucha por el derecho a la vivienda desplazaba la vieja centralidad del trabajo, ponía el foco en las garantías a la reproducción social, que habían sido convertidas en activos financieros. De acuerdo con el viejo léxico marxista, el lugar de organización —de construcción de una experiencia común— se debe desplazar así necesariamente de la producción a la reproducción”.

En el periodo vigente, caracterizado por la preeminencia del circuito secundario de acumulación, en el que las vetas de obtención de ganancia del capitalismo en crisis terminal se desplazan de la producción a la circulación, al consumo y a la vivienda, las nuevas líneas de fractura social deben sin duda reflejar esa metamorfosis.

El historiador e intelectual anarquista Miquel Amorós abunda en esa mutación de la “condición proletaria actual”:

“La condición proletaria actual se define mejor hoy por las dificultades del hábitat, reflejo de las cuales son los movimientos provivienda, la lucha contra los desahucios, las ocupaciones de fincas, los sindicatos de inquilinos y los conatos de instalación en el campo. El movimiento anarcosindicalista ha de encabezar la resistencia a la gentrificación”.

Ninguna conceptualización teórica podrá, en cualquier caso, predeterminar el carácter futuro de las luchas sociales. Sólo el desarrollo imparable del creciente conflicto por las condiciones básicas de subsistencia de las clases populares podrá generar -o, en caso contrario, encaminarnos de forma rauda a la barbarie- la constitución de nuevos sujetos transformadores, que desafíen el embate redoblado de los “amos del planeta” contra los fundamentos del metabolismo social y natural.

La ciudad neoliberal es, en definitiva, en los términos de Smith, un territorio “revanchista” y cruel; un campo de batalla polarizado entre la defensa feroz de los desmedidos privilegios ostentados por los “vencedores”, y la lucha por la dignidad y la emancipación, mediante los intentos de organización y de resistencia de los -ojalá que provisionalmente- “perdedores”.

Blog del autor: https://trampantojosyembelecos.wordpress.com/2025/06/11/la-vivienda-como-lugar-de-combate-i/#more-3026

Alfredo Apilánez. Economista y profesor. Autor de varios artículos y trabajos sobre temas relacionados con la economía, principalmente en el ámbito financiero, y del libro Las Entrañas de la Bestia. La fábrica de dinero en el capitalismo desquiciado

✇Rebelion

¿Dónde nos llevan los designios celestiales del imperio?

Por: Martina Neyra

“En cuanto termine la guerra [Primera Guerra Mundial] podremos someterlos a nuestro modo de pensar, entre otras cosas porque estarán financieramente en nuestras manos”. William Wilson, presidente de EE.UU., en carta al coronel House.

Toda la historia de EE.UU. cabe en una gota de petróleo, en un dólar, en una bala, y la de su clase dirigente para hacer lo que hace, cabe en una sola mentira, la continua remisión de sus quehaceres a su designio divino como raza. No es un asunto menor, no es una casualidad, es el propósito elaborado a partir de una práctica que da como consecuencia una filosofía, un sistema de pensamiento fruto de una guerra permanente que busca “la solución final”.

En la guerra contra España, Doménico Losurdo explica cómo la dirigencia estadounidense reclamaba la libertad y la independencia de la isla de Cuba aduciendo que es que es “tan vecina a nuestras fronteras”, y de paso acusaba al viejo imperio de emplear medidas que son una “desgracia para la civilización cristiana”, mezclando de es manera la idea de pertenencia a EEUU en una llamada atribuyéndose la “democracia, la moral y la religión” apartando o condenando a el viejo imperio español de todo ello por más católico que éste se hiciese llamar. De semejante modo el imperio naciente se daba la autorización sagrada de intervención.

El autor se detiene en McKinley cuando toma la decisión de anexionarse Filipinas declarando que ha tenido un encargo de “Dios Todopoderoso”, pues había rezado para que le iluminase y fue eso lo que hizo que el designio le liberase de toda tribulación, ni siquiera de la posibilidad de permitir que se encargase de la tarea “a Francia o a Alemania, nuestros rivales comerciales en Oriente”, y continua diciendo el autor del ensayo que los filipinos no podían tampoco hacerse cargo porque eran “ineptos para el autogobierno”, y se hundirían en la “anarquía y (el) mal gobierno” peor que lo que hacía el imperio español:

“No nos quedaba más remedio que conservar Filipinas, educar a los filipinos elevándolos, civilizándolos y cristianizándolos, y -con ayuda de Dios- hacer lo mejor para ellos, como nuestros hermanos, para los que también murió Cristo. Y entonces me fui a la cama, me amodorré y dormí profundamente.”

Ha quedado en la historia la destrucción sembrada por el ejército estadounidense, la matanza de la población, la hambruna y las enfermedades causadas de manera general, el encierro de la población en campos de concentración, “y hasta recurriendo en determinados casos al asesinato de todos los varones mayores de diez años.”

El imperio experimenta un gusto por la guerra mezclando robo con encargo divino, la verticalidad de las cuentas y la vara religiosa, y con ese espíritu acomete la primera Guerra Mundial. Entrando en ella es cuando el presidente Wilson, ese que parecía tan “demócrata”, escribe a su coronel House sobre sus “aliados”: “En cuanto termine la guerra podremos someterlos a nuestro modo de pensar, entre otras cosas porque estarán financieramente en nuestras manos”. La grandeza imperial se funda en la degradación de sus mismos aliados, y reforzará semejante “grandeza” con el encargo celestial elaborando la mística con la que educa a los suyos en el afán de conquista sin dar pie a cuestionarse lo hecho mientras anulan los 5 sentidos de la población embutiendo en su ideario las palabras paz, democracia, valores humanos, todo tan manoseado que desaparece el significado.

A partir de aquí Losurdo presenta declaraciones de los presidentes del imperio, todas como se verá insistiendo en la misma elaboración fundamentalista economica-política-religiosa con la que desentenderse de la responsabilidad que cae sobre ellos como clase y aparato de sojuzgamiento mundial. En la Guerra fría Eisenhower, en 1953, declara: “La libertad está en lucha contra la esclavitud; la luz contra las tinieblas”. En otra ocasión ordena a sus oyentes que inclinen la cabeza ante “Dios todopoderoso” y como si se dirigiese a ese su Dios dice: “Que todo se desarrolle para el bien de nuestro amado país y para Tu gloria. Amén”.

Foster Dulles -·un puritano riguroso”, según Churchill-, declara con orgullo: “en el Departamento de Estado nadie conoce la Biblia mejor que yo”. (Éste es el que declaraba que a la juventud había que introducirla en el mundo de la drogadicción, la música sin sentido, y todas las perversiones para controlarla mejor, ese era su “lado práctico”). Aseguraba: “Estamos convencidos de que es necesario hacer que nuestro pensamiento y nuestras prácticas políticas reflejen del modo más fiel posible la fe religiosa según la cual el hombre tiene en Dios su origen y su destino”. Mientras Dulles sostiene que los que se niegan a ponerse de su parte contra la Unión Soviética viven bajo “pecado”, los EEUU dirigen la cruzada como “pueblo moral” que son.

Ronald Reagan, desde 1983 será el conductor moral añadiendo que su “pueblo” es el más fiel a Dios, haciendo de cartel para lanzar la lucha contra “el enemigo ateo” y combatiendo” el pecado y el mal” como manda la “Escritura” y “Nuestro Señor Jesús”.

Clinton comenzó su mandato con las siguientes palabras: “Hoy celebramos el misterio de la resurrección americana”, para luego traer a colación “el pacto de nuestros padres fundadores y el Todopoderoso”. Y añadió: “Nuestra misión es intemporal”. Terminó declarando: “Desde esta cumbre de la celebración escuchamos una llamada de auxilio en el valle. Hemos oído las trompetas, hemos realizado el cambio de guardia. Y ahora, cada uno a su modo y con la ayuda de Dios, debemos responder a la llamada. Gracias y que Dios os bendiga a todos”. Cuando fue reelegido dio “gracias a Dios por haberle hecho nacer americano”.

George W.Bush hizo su campaña electoral con el dogma: “Nuestra nación ha sido elegida por Dios y tiene la misión histórica de ser un modelo para el mundo”.

Todo indica que los imperialistas toman la religión bajo sus intereses expansionistas y exterminadores como medio para dominar a los pueblos y hacer de ellos esclavos.

Para terminar Doménico Losurdo escribe: “Incluso la aniquilación atómica de Hiroshima es ocasión para ensalzar al Todopoderoso, que ha reafirmado clara y justamente su confianza en el pueblo elegido, garantizándole en exclusiva la nueva y terrible arma de destrucción masiva. Así es como argumenta el presidente Truman: “Damos gracias a Dios por haberla puesto a nuestra disposición y no en manos de nuestros enemigos, y le rogamos para que nos enseñe a usarla según Sus disposiciones y Sus designios”. Como se ve, la legitimación y la asistencia divina están garantizadas también para las nuevas Hiroshima Después han figurado como presidentes otros tantos, son figurones que cambian porque el gran capital culebrea para agrupar fuerzas en dirección del objetivo que define a la clase imperial. En situaciones de crisis sistémica como es la que sufre hoy, comprobamos diariamente que su apoyo en ese mandato divino que se atribuyen se infla junto a su mal estado, y busca la Tercera Guerra Mundial, ¿nuclear?, con “aspiraciones de conquista y designio celestial”, en el Norte, en el Sur, en el Este y en el Oeste.

En la actualidad tenemos como emprendedor mercenario de la tarea imperial, con los mismos presupuestos de exterminio, de genocidio, de “Solución final”, bajo el manto bíblico y toda la fraseología “democrática y celestial”, al ente colonial que cuida y arma EE.UU. El último escándalo “civilizatorio divino” fue hace dos días en la ONU votando contra un acuerdo de paz en Gaza.

Toda la historia de EE.UU. cabe en una gota de petróleo, en un dólar, en una bala, y la de su clase dirigente para hacer lo que hace, cabe en una sola mentira, la continua remisión de sus quehaceres a su designio divino como raza.

Ramón Pedregal Casanova es autor de los libros: Gaza 51 días; Palestina. Crónicas de vida y Resistencia; Dietario de Crisis; Belver Yin en la perspectiva de género y Jesús Ferrero; y, Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios. Colaborador del canal Antiimperialistas.com, de la Red en Defensa de la Humanidad.

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El campo urbanizado

Por: JDF

Incluso los muy pérfidos se han atrevido a explotar la nostalgia. Los museos sacan muy buenos dividendos exhibiendo los fósiles de nuestros antepasados. Hay que sacarle el jugo a esa historia tan sentimental de los campesinos y su folklore, las tradiciones y costumbres; con esos vestidos de antaño, y esos rostros arrugados y curtidos por el sol y esas manos deformes que los hacen aún más primitivos. Pura arqueología: el esparto, el barro, las piedras, las cañas, el cuero o la madera. La mutación se ha consumado y el gen urbano es el dominante. La fuente donde nace el arte popular y las raíces de un pueblo se ha extinguido por completo. Ayer con su yunta de bueyes el campesino cantaba y creaban poesía, hoy en un tractor con aire acondicionado un autómata recoge la cosecha aislado en su cabina escuchando el reguetón de moda. Ya nadie canta en lo campos, los campos se han marchitado, los cantores han desaparecido, igual que muchas especies animales también ellos se han extinguido. El colapso demográfico de la «España vaciada» es una sentencia inapelable.

Como quien prostituye una hija; los cortijos, fincas o parcelas propiedad de los campesinos fueron rematados al mejor postor. El campo simboliza el retraso y lo importante es tener una buena cuenta corriente en el banco. Los «catetos» ignorantes vendieron y venden el patrimonio familiar de generaciones para comprarse un Mercedes Benz y un piso en la capital. Regalaron la tierra a los extranjeros que no comparten las mismas tradiciones y costumbres e imponen sus propias leyes: cercan sus propiedades con alambre de púas, cierran los caminos y ponen letreros de «Prohibido el paso. Propiedad Privada. Perro bravo» o contratan un guardia jurado con una escopeta y un bulldog pues se sienten inseguros. Hay que brindarles  paz y tranquilidad a esos seres superiores, a las elites dominantes.  Las leyes amparan al individuo y la propiedad privada por encima del bien común. Un egocentrismo atroz ha carcomido el alma del pueblo que como nuevos ricos se han vuelto avaros  y pretenciosos. Ahora sus hijos servirán en las fábricas o, tal vez, con suerte sean funcionarios en algún ministerio. El sur de Europa, el Mediterráneo, es el objetivo prioritario de la pequeña burguesía europea ávida de sol y playa, restaurantes, casinos y discotecas.

A finales del siglo XX una nueva oleada de emigrantes provenientes de todos los rincones del planeta llega a Europa a suplir el déficit de mano de obra. Ellos son los nuevos campesinos, son los nuevos peones y gañanes, los nuevos temporeros que producirán grandes beneficios a los empresarios. Los inmigrantes son los impulsores del tan mentado «milagro español», del renacer económico del campo que en algunas regiones gracias a las exportaciones deja multimillonarias regalías. Los siervos aumentan la producción a un bajo coste aunque la tierra se quede estéril al quemarla con tantos agroquímicos y pesticidas. Lo principal es que trabajen a destajo y recojan la cosecha en tiempo récord, que produzcan el triple, horas extras incluidas, y como indocumentados, mejor, pues eleva la plusvalía y se le resta un porcentaje de ganancias a la Seguridad Social. Se precisan más camareros que atiendan los restaurantes, más sirvientas en los hoteles, más prostitutas sudamericanas o de los países del este en los clubes de carretera, más africanos para el Maresme y más «moros» en el Ejido o en el campo de Murcia, más ecuatorianos en Huelva y, los que sobren, que se sumen a las obras públicas, la industria o la construcción porque así lo exige la ley de la oferta y la demanda. Y sin olvidarnos del primer mandamiento: santificar el trabajo. De la casa a la fábrica o al campo, es igual y luego a descansar unas horas frente al televisor para mañana temprano frescos rendir al máximo. Este es el futuro que nos espera: una generación de seres fríos y calculadores que glorifiquen el «time is money».

En los países europeos la población activa agraria representa el 9% del total y los patrones de comportamiento son similares al urbano. La agricultura en una alta proporción está mecanizada y se ha convertido en una actividad empresarial con fuertes aportaciones en capital. Hoy es imposible diferenciar en Europa una sociedad urbana de una rural. La ciudad ha absorbido y dominado el campo. La civilización postindustrial necesita un escape, una calidad de vida distinta, un regreso a la naturaleza pues todo el mundo quiere huir de la polución, de los ruidos, la delincuencia y los innumerables peligros que nos acechan. Las clases más adineradas empiezan a colonizar el campo instalándose en urbanizaciones y chalets en busca de esa tierra prometida donde gozar de un jardín, de una parcela, de un huerto y respirar aire puro para sentirse de nuevo humanos. Se crea, entonces, la «aldea virtual» con todas las comodidades y privilegios de la ciudad. Los que vuelven al campo no son campesinos sino ciudadanos con ansias de olvidarse de las tensiones de la gran urbe. El poseer una casa en el campo obedece a intereses capitalistas y de mercado.

Para el ciudadano español del siglo XXI lo ideal es vivir en un chalet pero cerca de una autopista que lo comunique a uno rápidamente con los grandes centros comerciales o la capital. Pero no importa pues hoy multinacionales como Amazon, Ebay o las empresas de delivery son capaces de traernos en un abrir y cerrar de ojos los productos más exóticos desde cualquier lugar del mundo. Las urbanizaciones privadas están de moda y las inmobiliarias las publicitan como el paradigma del bienestar. Aquí no se discrimina por raza, ideología o religión pues lo importante es que el cliente posea el patrimonio suficiente para pagarlas. El español medio desea ser propietario y no vivir de alquiler aunque tenga que empeñarse con un banco por el resto de su vida. Pero no se conforman con un piso sino que quieren una segunda residencia, o sea, un chalet en la playa o una casa rural en la montaña.  

El campo otrora atrasado y aburrido se ha convertido en el paraíso perdido donde todos queremos regresar, pero, eso sí, como es de imaginar, en un auto de alta gama y con todas las ventajas y comodidades de la ciudad. De ahí el éxito de la «aldea virtual» y el increíble negocio de la urbanización del campo y por ende su aburguesamiento. 

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Un relato novelado de la llegada de las Misiones Pedagógicas a un pueblo del Bajo Aragón

Por: Bea Morales

«Debemos llevar el Museo del Prado a todos estos pueblos. También es patrimonio suyo, no sólo de los habitantes de la capital de España», Bartolomé Cossío.

Salieron a las ocho de la mañana de Madrid. Van en un viejo y destartalado camión Ford. Al conductor analfabeto igual le da ir hacia el norte que hacia el sur. Llevar mucha carga que poca le resulta indiferente. Cuando suben a la caja de su camión un conjunto de grandes envoltorios, no siente la más mínima curiosidad. Lo único que le interesa es el cobro del viaje. No sienten lo mismo Antonio (Sánchez Barbudo) y Ramón (Gaya), sus acompañantes. Ambos tienen 24 años y han estudiado Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid. Los dos son plenamente conscientes de la trascendencia de su labor. Llevar la cultura a los pueblos más recónditos de la geografía española es algo que merece la pena. Así lo sienten, gracias a las palabras del gran maestro Bartolomé Cossío, que les había inculcado la imperiosa necesidad y sublime trascendencia de la tarea. La primera vez que se entrevistaron con él, salieron profundamente impresionados. De todo lo que les dijo, especialmente recordaban estas palabras:

  • Debemos llevar el Museo del Prado a todos estos pueblos. También es patrimonio suyo, no sólo de los habitantes de la capital de España. Tienen el mismo derecho a disfrutar las excelencias del arte de la pintura. Tampoco quiero que vayáis a darles grandes lecciones que los dejen impresionados. Tenéis que ser llanos y explicar todos los cuadros de la manera más asequible posible.

Estas palabras tan claras calaron en el espíritu de ambos jóvenes. Se sintieron obligados a contribuir en esta tarea. Ramón, gran dibujante y pintor, ha realizado unas extraordinarias reproducciones pictóricas de cuadros famosos de Pedro Berruguete,  Alonso Sánchez Coello, El Greco, José de Ribera, Francisco de Goya, Diego Velázquez y Bartolomé Esteban Murillo. De todas ellas la más lograda era la del Sueño de Jacob de Ribera. Antonio, por el contrario, está dotado con el don de la palabra. Pintar para él es algo inalcanzable. Lo había intentado en numerosas ocasiones. Fue inútil. Tuvo que centrarse para aquello que estaba dotado. Hablar o escribir no le suponía ningún esfuerzo. Sus conocimientos pictóricos son grandes. Igual conoce la pintura flamenca qua la italiana. Lo mismo habla de Rubens que de Rembrandt. En algunas ocasiones había puesto en dificultades a su profesor de Hª del Arte en la Facultad, y eso que era catedrático. Su facilidad en la palabra va pareja a sus conocimientos artísticos. Comenzar a hablar y todo el mundo queda subyugado. No rebusca el vocabulario; con las palabras más asequibles es capaz de explicar los conceptos más complejos. Forman un tándem perfectamente conjuntado, además de ser grandes amigos.

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Noticia de la llegada del Museo del pueblo y Ramón Gaya a Castro del Río en 1935.

En todas las Misiones Pedagógicas que habían participado lo habían hecho con gran ilusión. En ésta la ilusión es todavía mayor. En el Informe, previo a todas las Misiones, se reflejan múltiples y variados aspectos del lugar a visitar. Se hace una descripción geográfica-económica de la comarca, distribución de la población, comunicaciones, situación escolar y cultural, hospedajes, fluido eléctrico, ambiente social y político, etc. Conocidos todos estos detalles, ambos Ramón y Antonio, se percataron del carácter profundamente conservador de Híjar, merced a los caciques y al clero. Esto en lugar de amilanarles, les sirve de estímulo. Ya habían pasado por circunstancias parecidas. Ya habían visitado otros lugares, donde fueron recibidos a regañadientes, como si fueran unos advenedizos. Conocían también que unos meses antes habían llegado, como avanzadilla cultural, 2 bibliotecas: una escolar a instancias del Patronato de Misiones Pedagógicas y otra pública-municipal, a instancias de la Junta de Intercambio y Adquisición de Libros, gracias a un egregio turolense, ministro de Marina, Vicente Iranzo. En el acto de inauguración de la biblioteca escolar, presentes todas las autoridades, había leído un discurso el Director de las Escuelas Graduadas, don Leoncio, ensalzando la trascendencia de estas iniciativas culturales para el progreso de los pueblos. En cuanto al funcionamiento de la Biblioteca municipal a Ramón y Antonio les había llegado la noticia gracias a Luis Buñuel de que el Secretario del Ayuntamiento había establecido en el reglamento para su funcionamiento que los lectores habían de dejar en depósito 5 pesetas ante los posibles deterioros del libro.; y que por ende, la biblioteca era usada solamente por un pequeño grupo de “gente bien” ya que la idea de dar libros a los campesinos, pobres,  a la Junta le  parecía inadmisible. A Ramón y Antonio les parece inconcebible tal reticencia hacia la lectura, por lo cual debían redoblar sus esfuerzos en esta auténtica cruzada cultural.

Pensando los dos en estas cosas están, cuando alrededor de las ocho de la tarde de un caluroso día de mes de agosto, el camión cansado de tan largo viaje, tras recorrer una recta de varios kilómetros, divisa en un profundo valle un pueblo, arremolinado en torno a una esbelta y bella iglesia y un castillo de los Duques de Alba. El conductor, harto exclama:

  • ¡Hostias¡ Ya está bien, ya era hora. Este pueblo está donde San Pedro perdió el gorro. Parecía que no íbamos a llegar nunca.

Antonio y Ramón se alegran tanto o más. Las largas horas de viaje agotan hasta el cuerpo más fuerte y lozano. Pero sobre todo desean llegar para ver si se calla de una puñetera vez el conductor, que no ha hecho otra cosa, durante el viaje, que quejarse, blasfemar, lanzar improperios. En algunos momentos estuvieron a punto de perder la paciencia. Aguantarlo les resultó un auténtico suplicio. Se sienten por fin aliviados.

En la bajada de la cuesta se oye un fuerte chirrido de los frenos del camión. Al lado derecho de la carretera se ven abundantes campesinos; unos andando; algunos sentados encima de alguna caballería cubierta con un esportón; y otros, los menos, en el pescante de un carro. Todos, vestidos con ropas muy rústicas y pobres, y además con muchos remiendos. Denotan sus caras cansancio y sueño; no en vano, están metidos de lleno en la época de recogida de la cosecha de cereales. Faena agrícola pesada y que requiere muchas horas de trabajo; ya que muy de madrugada con sus carros han de transportar las mieses desde los campos de cultivo, a veces muy lejanos,  y tras depositarlas en las eras cercanas del pueblo, iniciar la  monótona trilla  y tras triturarlas, amontonarlas; esperando pacientemente que se levante una pizca de aire, para aventarlas  y separar de la paja el grano; y éste metido en las largas talegas, portearlo con carros o caballerías a los graneros, que suelen estar en el piso superior de la casa, para que se oreen convenientemente. Son faenas agrícolas muy pesadas por sí mismas, y por la época del año, en el verano sofocante. Contemplando a estos labriegos, Ramón y Antonio se sienten muy apesadumbrados. Piensan que su labor va a ser muy difícil. Habrán de esmerarse para interesarles en las delicias del arte, por muy bellas y sublimes que sean las reproducciones de algunos de los cuadros del Museo del Prado.

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Sello del Patronato de Misiones Pedagógicas.

Se detuvieron en el puente del río Martín. Antonio a una vieja esquelética, vestida toda de negro, con sayas y pañuelo sobre la cabeza, después de detenerla con dificultad, le pregunta por la sede del Ayuntamiento. Una vez lo sabe, junto con Ramón suben por una calle empinada y estrecha; recorren aprisa unos 200 metros, giran a la derecha y tras atravesar un arco y recorrer otra, no menos estrecha y angosta, llegan a la Plaza de la República, toda ella porticada, en uno de cuyos flancos sobresale poderosa la fachada del Ayuntamiento. Durante unos breves momentos disfrutan contemplando aquella plaza, llena de sabor tradicional, en la que parece haberse detenido el tiempo. Ninguno dice nada, tal era su sorpresa por encontrarse un rincón tan acogedor y tan bello. No se dan cuenta de que son observados por muchas miradas tras las cortinas de balcones y ventanas. Ensimismados están, cuando un hombre, de unos cincuenta años, gordo y de baja estatura, de aspecto agradable y simpático, con una sucia y ajada gorra de alguacil les interrumpe:

-¿Son ustedes los que vienen de Madrid?

Le contesta Antonio:

-Sí somos nosotros. Hemos venido con el camión que trae el Museo Circulante. ¿Puede decirnos dónde se va a instalar?

El alguacil les dice que pueden descargar todo en el edificio de las Escuelas Graduadas, a donde irán algunos empleados del Ayuntamiento para ayudarles. Retornan al puente y encuentran, como siempre, refunfuñando al conductor. Inician en el camión de nuevo el trayecto, y llegan en breves momentos frente a un edificio señorial, nuevo y de tres pisos, en cuya fachada aparece un cartel grandioso con el nombre de Escuelas Graduadas. Allí está ya preparada la brigada municipal, compuesta de 4 hombres. Ramón les comunica que todos los paquetes contienen reproducciones de cuadros del Museo del Prado y que deben descargarlos con mucho cuidado. Ninguno de ellos dice nada; lo único que desean era acabar lo más pronto posible, ya que estaban esperando desde el mediodía.  Tanto Ramón como Antonio vigilan concienzudamente la operación de descarga. No se fían en absoluto. Están ya escarmentados, ya que en un pueblo de la Alcarria dos reproducciones se resquebrajaron por la desidia de los operarios. Aquí todo se hace pronto y bien, aunque deben subir la artística carga hasta un primer piso por una estrecha escalera. Terminada la faena, la brigada se marcha presta. Sólo permanece el alguacil, que les indica una Fonda, Casa Asensio, donde el Ayuntamiento les había reservado tres habitaciones. Les dice que está a su entera disposición para lo que necesiten. Se despiden hasta el día siguiente a las diez de la mañana, para verificar el montaje de toda la exposición, además del cinematógrafo y la pantalla de proyección. Les extraña que ninguna autoridad municipal ni ningún maestro se presentara a recibirles.

Marchan sobre las diez de la noche a la fonda, ubicada en un monumental caserón viejo y destartalado. Tiene numerosas habitaciones, amplias y espaciosas, de techos muy altos, con pocos lujos; en verano eran frescas, en lo más crudo del invierno gélidas; para combatir el frío, además de las mantas pesadas de algodón, podía contratarse un brasero portátil para pasarlo por las sábanas, e incluso, una bolsa de agua caliente; la cama, un armario acristalado, dos sillas, un lavabo de madera era todo su mobiliario, además del inevitable crucifijo; un baño compartido por planta.  Todo forastero que necesitara alojarse en Híjar, debía hacerlo aquí. Es propiedad de Santos, de la familia de los Asensio, uno de cuyos antecesores la había podido levantar, gracias al haber hecho fortuna en las Américas. Sale a recibirles la casera, Dolores; una mujer madura, entrada en años, de facciones dulces y con una sonrisa en los labios, que es de agradecer, les pregunta:

-¿Cómo les ha ido el viaje?

Contesta Ramón:

  • Bien, pero se ha hecho muy largo. Son 400 kilómetros la distancia que hemos recorrido. Además en un viejo camión.

Nada más mentar esa palabra, el conductor hace un mal gesto, y con una mirada asesina, le replica:

  • Me cago en Dios. ¡Qué sensibles son estos señoritingos¡ Para lo que me paga el Ministerio ya vais bien servidos. Además si os parece mal, no haber venido.

Ramón está a punto de estallar. Se contiene. No es el momento adecuado. No hay mejor desprecio que no hacer aprecio.

La casera se siente profundamente molesta, por su religiosidad, al oír aquella blasfemia. No obstante, haciendo de tripas corazón, trata de mantener la calma y con palabras agradables, les dice a los nuevos huéspedes que sus habitaciones están en el primer piso. Éstos cogen su escaso equipaje y cada uno se precipita en la cama a reposar, después de tan largo y ajetreado viaje. No bajan a cenar al gran comedor que está en el piso inferior. Una muchacha joven les sube un tazón de café con leche y unas magdalenas. Les resulta suficiente. Los tres no desean otra cosa que descansar. Así lo hacen profundamente.

A la mañana siguiente, tras un sueño reparador y un suculento almuerzo, compuesto de 2 huevos fritos con chorizo y unos vasos del buen vino de la zona, Ramón y Antonio están prestos a realizar el trabajo para el que se habían ofrecido voluntariamente. Lo tienen todo perfectamente programado. Marchan sobre las nueve y media de la mañana al Ayuntamiento, esperando encontrar alguna autoridad municipal. Es en vano. Piensan ingenuamente que estarán ocupados. Por fin pueden hablar con el Secretario del Ayuntamiento, que les recibe cortésmente, aunque con cierta frialdad. Hablan con él sobre temas triviales. Inesperadamente llega el alguacil, al que saludan. Éste se pone a sus órdenes para cumplir todo aquello que necesitaran. Ramón le pregunta:

  • ¿Cuál es el medio que utilizan en este pueblo para dar a conocer las noticias?

El alguacil, contesta:

. Tenemos el pregonero. Éste va por las plazas principales y a golpe de trompeta, lanza a los cuatro vientos sus pregones. Así suele hacerlo, para los entierros, para la venta ambulante, para cuando entra el ador, o cualquier otro acontecimiento.

Antonio, con curiosidad, le pregunta:

  • ¿Qué es eso del ador?

El alguacil, sintiéndose importante, les contesta:

  • Entra el ador, cuando en Híjar se puede regar. No podemos hacerlo todos los días. Hay unos días que pueden hacerlo los de La Puebla, otros días los de Urrea; y otros, nosotros.

Replica, Antonio:

  • Es una palabra muy curiosa y que no la conocía.

Después de apuntar en su libreta la palabra, Antonio le dice:

  • Debes dar a conocer por los medios tradicionales que esta tarde, a partir de las cuatro, los vecinos que lo deseen podrán visitar una exposición de pintura en la sede de las Escuelas Graduadas, y a partir de las ocho a una conferencia sobre determinadas pinturas del Museo del Prado, por medio de unos representantes de las Misiones Pedagógicas.

Antonio tiene que escribirle en una hoja de su libreta el pregón, ya que de lo contrario, dado el nivel cultural del pregonero, se hubiera podido correr el riesgo de confundir a todo el vecindario. Con el alguacil y la brigada municipal marchan todos hacia las Escuelas Graduadas. El alguacil abre la puerta que da el patio de recreo. Entran y suben las pronunciadas escaleras, hasta llegar a la clase más espaciosa, donde la tarde anterior, habían depositado el cargamento de la Misión.

Cándido_Fernández_Mazas,_Misiones_Pedagógicas._Retablo_de_Fantoches,_1934._Litografía,_70_x_50_cm
Cartel de Retablo de fantoches, de la autoría de Cándido Fernández Mazas.

Antonio era siempre el que tomaba la iniciativa en estos momentos. Recomienda calma a todos los trabajadores de la brigada. Lo que ha de desenvolverse no son mercancías normales. Son reproducciones de cuadros, hechas con mucho esmero y cuidado. Habían sido dejadas en la pared más libre y espaciosa del aula. La primera afortunada en salir a la luz es la pintura de Murillo, titulada El Niño Dios Pastor. Todos quedan impresionados, al contemplar su contundente e incuestionable belleza Durante unos momentos nadie se atreve a decir nada, Todos están amansados. Ramón tiene que sacarles de aquel estado de éxtasis, indicándoles que deben continuar su labor. A continuación le toca el turno al Pelele del pintor aragonés Goya, que con su espectacular colorido y triunfante vitalismo les deja anonadados. Siguen la Resurrección del Greco con su explosión de color y exacerbado misticismo; el Sueño de Jacob del gran Ribera, con su realismo barroco; la Visión de San Pedro Nolasco de Zurbarán, con esos ropajes encolados que pueden tocarse; las dos obras, la Infanta Margarita y las Hilanderas, del más grande pintor barroco Velásquez. Continúan otras no menos famosas. Las dos últimas, como el buen vino, para el final, fueron de Goya, los Fusilamientos del 3 de mayo y la Maja vestida. Nadie habla. Todos están como adormecidos. Ramón y Antonio están satisfechos. La belleza por sí misma puede hacer milagros. Lo están contemplando de una manera fehaciente. Aquellos hombres toscos y primitivos, se sienten atraídos hacia el mundo de la belleza: algo que, a primera vista, parecía imposible.

Todos los cuadros son colgados en las cuatro paredes de la clase, siguiendo las órdenes estrictas tanto de Antonio como de Ramón. Todos ya expuestos, iluminados por los rayos de un sol radiante, que penetran a través de las amplias y espaciosas ventanas, crean un universo esplendoroso de belleza. Aquella pobre aula, con paredes desconchadas, acaba transformada milagrosamente en la más bella sala del Museo del Prado.

A continuación, sacan con especial cuidado de un cajón muy bien envuelto, una máquina cinematográfica, que colocan encima de un cajón que servía de pedestal, situado sobre la mesa de clase del maestro. Frente a él ponen un telón, que sirve de pantalla, después de haber estudiado a conciencia los juegos de luces y sombras. Hacen varias pruebas hasta que encuentran la situación más idónea, para que las proyecciones sean los más claras y nítidas posibles. Ordenan colocar estratégicamente una cincuentena de sillas, para que desde de ellas se puedan observar  sin dificultad tanto las reproducciones pictóricas, como las proyecciones complementarias. Antonio y Ramón preparan a conciencia todo; no quieren dejar nada a la improvisación. Cuando todo lo tienen dispuesto a su gusto, dan por finalizada su tarea. Ha llegado la una del mediodía. Los misioneros comunican a todos que están invitados a tomar unos vasos de vino en la taberna más próxima. Los miembros de la brigada, por primera vez, ríen y manifiestan algún rasgo de alegría. Hasta entonces, todo habían sido malas caras. Todo tiene un precio.

Salen prestos, a indicaciones del alguacil, hacia la taberna de la Viuda, conocida por todos los vecinos del pueblo. Está regentada por una mujer viuda, no escasa de carnes ni de belleza, de una cincuentena de años, muy campechana y simpática. La clientela era abundante, sobre todo, de las clases más humildes de la localidad. Al lado estaba el Club, frecuentado por las clases más pudientes; grandes terratenientes, potentados comerciantes, médicos, veterinarios, secretario del Ayuntamiento…

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Retrato de Manuel Bartolomé Cossío (hacia 1920).

Antonio y Ramón, solicitan unos porrones de vino y una bolsa de cacahuetes, que pagan de su propio bolsillo. Servidos con prontitud, todos hablan con cordialidad y familiaridad. El vino sirve para hacer milagros. En las otras mesas, varios ancianos, de piel curtida por una larga vida en el campo, vestidos de baturros con cachirulo a la cabeza, beben, comen, fuman y hablan sin parar. Los misioneros se sienten gratamente sorprendidos por el lugar y las gentes. Su labor, además de sus charlas y exposiciones, se debe complementar con el trato directo con las gentes de la calle. La taberna es un lugar adecuado. Simpáticos y con don de gentes, pronto entablan conversación con toda la clientela. Les preguntan por las cosechas, por el número de habitantes, por las fiestas. Se lían unos cigarros con el tabaco de la petaca del anciano de mayor edad. Invitan a todos a una ronda. Se crea un ambiente de gran familiaridad, rompiendo la prevención que siempre la gente del campo tiene hacia los habitantes de la ciudad. Se dan cuenta que allí estaba el pueblo auténtico, sin malear, sano, aunque un tanto precavido. Finalmente todos tienen que marchar a comer.

Antonio y Ramón llegan cansados a la Fonda. En el comedor de la planta baja ocupan una mesa, cubierta con un mantel de cuadros rojos sobre fondo blanco y los imprescindibles utensilios para la comida. Está ocupado la mitad. Los comensales son gente de paso; campesinos de pueblos vecinos que han venido a realizar alguna actividad comercial o administrativa a la cabeza del partido judicial; algún médico o funcionario del Juzgado que les resulta más cómodo comer allí; además de algunos que vienen con el prurito de enseñar cultura a los habitantes del lugar. Con prontitud la casera se les acerca y les comunica los platos del menú. No hay mucho a elegir. De primero, plato de judías verdes del tiempo o potaje de garbanzos; de segundo carne de cerdo guisada  con patatas; todo acompañado con una espléndida y variada ensalada de tomate y lechuga. El postre es más variado; melón, sandía, presquillas y tomasquinos de la huerta del lugar. Antonio se siente sorprendido por esas palabras, de las que toma buena nota, tras preguntar su significado a la casera.  La presquilla es el melocotón y los tomasquinos albaricoques.  No se complican la vida en la elección; comen judías verdes, cerdo y cuatro tajadas de un suculento melón; acompañado todo ello con unos tragos de vino tinto en un porrón. Por el cansancio, la comida y la bebida abundante, entran en un sopor, que hace inevitable una reparadora siesta. Así lo hacen, no sin antes comunicarle a la casera que los despertase a las tres y media.

Se abren las puertas de las Escuelas Graduadas de par en par a las cuatro menos cuarto de una tarde tórrida. Nadie parece tener mucho interés por visitar las espléndidas reproducciones, colgadas con tanto mimo hace unas horas. Muchos están enfrascados en las faenas agrícolas. Otros están echando la siesta. Los demás tienen inquietudes de otro tipo. Los misioneros comienzan  a preocuparse y a preguntarse por los motivos de esta triste y lamentable situación. Pecaban frecuentemente de ingenuidad. Esperaban siempre una gran afluencia de público. Más nunca escarmentaban.

Antonio, profundamente entristecido, pregunta a su compañero y amigo:

  • ¿Tan inculto puede ser este pueblo? ¿Qué podemos hacer? Con la ilusión que hemos puesto todos en este tarea. En algunos momentos tengo ganas de volverme a mi casa de Madrid, a leer y escribir, a pasear por el Paseo del Prado con alguna chica bonita.

Ramón le responde, igualmente apesadumbrado:

  • ¿Qué quieres que te diga? Sobre este tema ya hemos hablado largo y tendido. Siempre a las mismas preguntas, le suceden parecidas respuestas. No olvides las peculiaridades de este pueblo. En el Informe previo a la Misión, pudimos observar su profundo conservadurismo. Aquí la República se proclamó un mes más tarde que en el resto del país. Existen potentados cacicones y un potente sector eclesiástico, que no quieren bajo ningún concepto cambio alguno. Harán todo lo que esté en sus manos para evitar que llegue nada nuevo. Nosotros somos una bocanada de aire fresco, y, por eso les molestamos. Una manifestación cultural, como son las Misiones, iniciada e impulsada por el Gobierno de la República, está siendo boicoteada. Ninguna autoridad municipal ha salido a recibirnos para darnos la bienvenida. Nos han hecho el vacío más absoluto. Las gentes, salvo honrosas excepciones, nos miran como cuerpos extraños, que les fuéramos a contaminar. Esta es la realidad. No debemos dar más vueltas al asunto.

Mientras estaban hablando, llega el primer vecino. Es el clásico e inevitable persona con discapacidad del pueblo. Se sienten desolados. Todo suena a maquiavélica confabulación. Entre 4000 habitantes, sólo ha interesado a éste. Es para descolgar los cuadros, envolverlos y volver por donde habían venido. Se miran mutuamente; no se atreven a decir nada; así permanecen un largo espacio de tiempo. De repente, como movidos por un mismo resorte, al unísono comienzan a reírse estrepitosamente. El ser humano puede reír por muchos motivos. Ahora no es de alegría; es una mezcla desordenada de impotencia, rabia, desencanto y desilusión. En alguno de sus numerosos viajes por la geografía española, ya se iban acostumbrado a oír, que el intento de llevar y sembrar la cultura en amplios sectores de la población española era vano y superfluo. Pero ellos son jóvenes ilusionados en la tarea que se habían implicado. Su labor era un grano de arena dentro de un grandioso y magnífico proyecto colectivo, que las generaciones futuras valorarían en su justa medida.

Atienden cortésmente al recién llegado. Tratan de sonsacarle algunas palabras. Es en vano. Emite unas palabras indescifrables. Le dan una propina para que se comprara alguna golosina. Se marcha muy contento y feliz.

Permanecen los dos en la sala de exposiciones. No pierden el tiempo. Antonio se mete de lleno en la redacción de una novela, mezcla de amor y aventuras con una moraleja final, que tenía a punto de acabar. Ramón se dedica a escribir un tratado recién iniciado, sobre el artista, según su criterio, más importante de la pintura de todos los tiempos, Velázquez. Con la escritura llenan muchos ratos muertos entre charla y charla. Ramón también acostumbra a pintar paisajes de aquellos lugares que le resultaban agradables.

Sin apenas darse cuenta llegan las siete y media. Sin creerlo, oyen un murmullo de un grupo de personas que proviene del recreo. Dejan sus actividades. Avivan el oído. No pueden creerlo, pero allí están una docena de personas,  con mayoría de hombres. Paulatinamente van subiendo las escaleras. Llegan a la puerta del aula, donde está la exposición. Son todos personas maduras, el más joven tendría ya los cuarenta años. Los misioneros salen a recibirlos llenos de gozo. Su llegada les parece como un oasis, después de una larga travesía por el desierto más inhóspito. Uno de los recién llegados, el de mayor edad, que rondaba los 60 años, toma la palabra:

  • Soy el Tío Rullo, aquí todo el mundo me conoce. ¿Qué tal chavales? Supongo que habrán venido poca gente. No os debe extrañar, ha habido un auténtico boicot hacia esta iniciativa de la República, cual es traer la cultura a los pueblos, que buena falta hace. Todo lo que sea cultura a determinadas personas de este pueblo les sabe a cuerno quemao. Por las noticias que me han llegado ha habido una confabulación, a instancias del Sindicato Católico Agrícola, para que nadie viniera a ver esta iniciativa. Yo he leído en La Voz de Aragón, que las Misiones Pedagógicas están llevando una labor muy importante, a pesar de que el Gobierno actual de Lerroux, ha pretendido reducir sus presupuestos. Yo he ido a la escuela hasta los siete años. Tuve que abandonarla para acompañar a mi padre en las faenas del campo. Entonces no me importó, ahora es cuando me estoy dando cuenta de lo que perdí. ¡Cuántas cosas hubiera podido aprender, si hubiera permanecido hasta los catorce años¡ No obstante, he procurado ilustrarme y leer lo que he podido, cuando me lo han permitido las faenas del campo. Ahora, todos nosotros, todos pertenecemos al Centro de la UGT, queremos ayudaros en vuestra labor.

Estas palabras, dichas con tal sinceridad, les impresionan a Ramón y Antonio. Se quedan perplejos. No esperaban, no estaban preparados para palabras tan reconfortantes e ilusionantes, como las que acababan de oír. Había merecido la pena llegar a este pueblo tan recóndito  por escuchar estas palabras.

Se aposentan todos en las sillas. Aquel día Antonio y Ramón están más brillantes que nunca. Se esmeraron. Transmiten las excelencias de la pintura española de una manera espléndida. Bartolomé Cossío seguro que está muy contento.

Cándido Marquesán


Unas breves referencias biográficas de Ramón Gaya y Antonio Sánchez Barbudo. Ambos brillaron como gran pintor-Ramón tiene un museo con su nombre en Murcia y Antonio fue un gran escritor, crítico literario y profesor. Ambos tuvieron que exiliarse. Juan Marichal en su libro El secreto de España. Ensayos de historia intelectual y política y en el capítulo El pensamiento transterrado, califica a los años de  1886- 1936 un nuevo “medio siglo de oro” para nuestra cultura. José Carlos Mainer acuñó el término “la edad de plata” en su conocidísimo libro. Juicios ambos totalmente justificados. Ramón y Antonio fueron partícipes. de esta autentica explosión cultural, que contrasta con el páramo cultural del  periodo posterior de la dictadura. Otra ocasión perdida de nuestra Historia para entrar en la modernidad.

ramon gaya
Ramón Gaya.

Ramón Gaya fue un pintor y escritor español que vivió exiliado en México por muchos años. Nació en Murcia, en 1910, hijo de Salvador Gaya, litógrafo, y de Josefa Pomés, ambos de origen catalán. Sus padres se trasladaron a Murcia porque Salvador iba a participar en la instalación de una litografía.  Abandona la escuela siendo casi un niño para dedicarse a la pintura, completando su formación en la pequeña biblioteca de su padre, un obrero catalán culto, anarquizante y wagneriano. Tolstoi, Nietzsche, Galdós, estarán entre sus primeras lecturas, autores que le acompañarán a lo largo de su vida. Gracias a una beca de estudios que le concede el Ayuntamiento de Murcia a los diecisiete años, va a Madrid, visita el Museo del Prado y conoce a Juan Ramón Jiménez y a casi toda la Generación del 27; poco después se marcha a París junto a Pedro Flores y Luis Garay, con los que expone en la galería Aux Quatre Chemins. A pesar del éxito de la exposición y de lo atractivo de la vida de París, la pintura de vanguardia le decepciona y pasados unos meses decide regresar.

La proclamación de la Segunda República lo sorprende en Barcelona, donde ha ido para visitar a su padre. En junio de 1936, se casa en Madrid con Fe Sanz. Declarada la guerra, forma parte de la Alianza de Intelectuales Antifascistas. En Valencia, en 1937, nace su única hija. Participa en la fundación de la revista Hora de España, de la que es miembro de su consejo de redacción, y de la que será único viñetista. En 1939, en los últimos días de la guerra muere su mujer en el bombardeo de Figueras, al que sobrevive su hija. Con el ejército cruza los Pirineos y pasa dieciséis días en el campo de concentración de Saint-Cyprien.

En junio de 1939, embarca en el Sinaia camino de México, donde permanecerá exiliado hasta 1952. Son años de soledad y de intenso trabajo. Los Homenajes a los Grandes Pintores aparecen como tema de sus cuadros, así como hermosos y personalísimos paisajes de Chapultepec y Cuernavaca. Colabora con sus escritos en algunas revistas mexicanas como Taller y  El Hijo Pródigo. Genera una variedad de obras en tempera con el tema de los trajes regionales españoles en formato pequeño y gran variedad de dibujos, oleos y acuarelas. Se reencuentra con Octavio Paz, al que ha conocido en Valencia durante la guerra, frecuenta al poeta Xavier Villaurrutia, al músico Salvador Moreno, a Octavio Barreda, a Laurette Séjourné y al poeta Tomás Segovia.

En 1952 vuelve a Europa, donde permanecerá un año recorriendo París, Venecia, Florencia, Roma, París de nuevo y vuelta a México. (En 1984, la editorial Pre-Textos de Valencia publicara su libro: Diario de un pintor, 1952–1953, en el que se recogen las anotaciones de ese año). En 1956 se instala provisionalmente en Roma; se reencuentra con los Grandes Museos, con la gran pintura: Miguel Ángel, Tiziano, Rembrandt, Van Gogh, Cezanne.  El cuatro de marzo de 1960 regresa a España tras veintiún años de exilio. 

A lo largo de la década de los sesenta hará varios viajes a España: Barcelona, Madrid, Murcia, Andalucía, Valencia donde en 1966 conoce a Isabel Verdejo, con la que se casará más tarde. Sus viajes a España se harán más frecuentes. En 1969, en la editorial R.M. de Barcelona aparece su libro fundamental: Velázquez, pájaro solitario. Trabaja en Barcelona en su estudio frente a Santa Maria del Mar. En 1974 y 1975 expone su obra en Murcia y en Valencia, donde vivirá gran parte del año. Con Cuca (Isabel), su mujer, viaja a Italia, donde pasa varios meses pintando: Roma, Florencia, Venecia, París. En 1980 se publica el libro Homenaje a Ramón Gaya publicado por la Editora Regional. En 1984, la editorial Trieste que dirige Andrés Trapiello publica la segunda edición de su Velázquez, pájaro solitario. Su pintura se hace más esencial, más luminosa.

En 1985 el Ministerio de Cultura de España le concede la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. En 1990, en Murcia, se inaugura un Museo dedicado a su obra, dirigido por Manuel Fernández-Delgado, en él se recogen más de 500 obras donadas a la ciudad por el pintor. En 1997, se le concede el Premio Nacional de Artes Plásticas. En 1999, doctor honoris causa por la Universidad de Murcia. En 2002, el Ministerio de Cultura le concede Premio Velázquez de Artes Plásticas, en su primera edición. Ramón Gaya murió en Valencia, España, el 15 de octubre de 2005. 

antonio.sanchez.barbudo
Antonio Sánchez Barbudo.

Sánchez Barbudo, Antonio. Madrid, 18.IV.1910 – Palm Beach Garden, Florida (Estados Unidos), 19.VIII.1995. Escritor, profesor y crítico literario. Huérfano a los doce años, en 1926 ingresó en la Escuela Industrial para estudiar Técnico Químico. En 1929 se afilió al Partido Republicano Radical Socialista y en diciembre de 1930 fue detenido en el asalto al Cuartel de la Montaña y permaneció en la Cárcel Modelo de Madrid hasta marzo de 1931. Colaborador de La Gaceta Literaria y El Sol, desde 1932 participó en las Misiones Pedagógicas. Junto a Azcoaga y Serrano Plaja, fundó a finales de 1932 la revista Hoja Literaria. Desde el 18 de julio de 1936 militó en la Alianza de Intelectuales para la Defensa de la Cultura y colaboró en El Mono Azul. Trasladado a Valencia, fue redactor de El Buque Rojo, así como secretario de Hora de España. Firmante de la “Ponencia colectiva” de escritores y artistas españoles en el Segundo Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, se integró en una de las Brigadas Internacionales, dirigida por Hans, y combatió en Guadalajara y en el frente de Aragón. A principios de 1938, contrajo matrimonio en Barcelona con Ángela Selke y en la primavera fue nombrado comisario de la Escuela Militar de la 45 División que dirigía Hans, instalada en Cambrils. Allí escribió algunos capítulos de su novela Sueños de grandeza y en junio apareció su libro de relatos Entre dos fuegos, por el que obtuvo el Premio Nacional de Literatura. Se incorporó después al Ejército del Este, en donde dirigió durante los últimos meses de la guerra su periódico. El 9 de febrero de 1939 atravesó la frontera francesa y fue internado en el campo de concentración de Saint-Cyprien. A finales de mayo, embarcó con su mujer e hija en el Sinaia rumbo a México. Redactor de las revistas Taller y Romance, colaboró en Letras de México y El Hijo Pródigo, así como en los periódicos El Nacional y Novedades. En 1945 publicó en México Una pregunta sobre España. En octubre de ese mismo año se trasladó con su familia a la Universidad de Austin, Texas, pero se trasladó al curso siguiente a la de Wisconsin, en Madison, en la que permaneció hasta su jubilación en 1980. En 1946 se editó en Buenos Aires su novela Sueños de grandeza. Dedicado por completo a la docencia e investigación, en 1958 fue nombrado full professor de Wisconsin adquiriendo la nacionalidad norteamericana, la cual le permitió viajar y regresar temporalmente a España. Su experiencia la relató en “España al volver. Impresiones de un refugiado”, que publicó en 1959 en la revista neoyorquina Ibérica. Editor de Dios deseado y deseante. Animal de fondo (1964) y Diario de un poeta recién casado (1970) de Juan Ramón Jiménez, así como de Miguel de Unamuno (1974), coordinó y colaboró en el Homenaje a Arturo Serrano Plaja (1984). En 1981 la Universidad de Wisconsin publicó un libro colectivo en Homenaje a Antonio Sánchez Barbudo. Ensayos de literatura española moderna y en 1987 asistió en Valencia al Congreso Internacional de Intelectuales y Artistas, en donde presentó una ponencia titulada “Algunos recuerdos y reflexiones” sobre el Congreso de 1937.

Fuente: https://www.nuevatribuna.es/articulo/cultura—ocio/relato-novelado-llegada-misiones-pedagogicas-pueblo-aragon/20250607113443239138.html

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«Ataque a la democracia»: organismos de Derechos Humanos repudiaron con firmeza el fallo contra Cristina

Por: JDF

Abuelas de Plaza de Mayo calificó como “un ataque a la democracia” el fallo de la Corte Suprema de Justicia que rechazó el recurso de queja y ratificó la condena a seis años de prisión contra la ex presidenta Cristina Kirchner.

“Repudiamos la confirmación de la injusta condena a Cristina Fernández de Kirchner, en un nuevo y triste episodio de persecución y proscripción, como ya hemos vivido otros en Argentina y en la región, decidida por una Corte Suprema que –como buena parte del poder judicial– responde a un sector de la política”, añadió en un comunicado.

Y afirmó que “cuando la Justicia se utiliza para distorsionar de forma tan brutal el tablero político, la democracia está en peligro. Dejar fuera de juego a esta dirigente tan representativa para el país, dos veces presidenta de la Nación y líder del principal partido opositor, es una irresponsabilidad histórica cuyos costos terminará pagando toda la sociedad”.

“Es un día aciago para la patria. Quieren silenciar a una porción enorme de la ciudadanía, despojándola de su figura más emblemática, tras años y años de estigmatización y deshumanización”, expresó.

Y manifestó sus deseos de que “el pueblo argentino entienda que no estamos frente a una mera disposición judicial, sino que se trata de una operación orquestada para reconfigurar, de manera completamente restrictiva y regresiva, los márgenes del escenario político y social”, concluyó la organización.

En otro comunicado firmado por Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, Familiares y Compañeros de los 12 de la Santa Cruz, la Comisión Memoria Verdad y Justicia de Zona Norte, la Asociación Buena Memoria, la Fundación Memoria Histórica y Social de la Argentina, el Movimiento Ecuménico de Derechos Humanos, la Liga Argentina por los Derechos Humanos y la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos La Matanza, expresaron que «los Organismos de Derechos Humanos en defensa de la Democracia y de sus instituciones, repudiamos enérgicamente la decisión de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que acaba de avalar la condena contra la ex presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, que bien sabemos fue sometida a un proceso absolutamente viciado, en el que se violó desde el principio de inocencia, el debido proceso legal, hasta el derecho de defensa y la igualdad ante la ley. El objetivo perseguido era y es manifiesto, lo que no pudo el arma criminal aquel fatídico jueves 1° de septiembre del 2022 lo pretenden concretar valiéndose de este sistema de justicia corrupto, al servicio de los grandes grupos concentrados y de los medios hegemónicos, cómplices y beneficiarios también hoy, de las políticas de saqueo y hambre que Milei y sus socios nos imponen. La decisión que en definitiva llevaría a la detención de la titular del máximo partido de la oposición, es de tal gravedad que pone en riesgo el pacto civilizatorio que los argentinos y argentinas celebráramos hace más de 40 años. Por tal razón, llamamos a las organizaciones libres del pueblo y a la ciudadanía sin distinción alguna, que por los medios a su alcance, se manifieste pacífica y masivamente en defensa de esos valores y de ella misma. Es ahora, es ¡ya!», concluyó el documento.

Fuente: https://www.tiempoar.com.ar/ta_article/ataque-a-la-democracia-organismos-de-derechos-humanos-repudiaron-con-firmeza-el-fallo-contra-cristina/

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No hay solución fuera del socialismo

Por: Miguel Arróniz

Me parece plausible creer que, en ciertas etapas de la evolución histórica de la humanidad, las actividades de carácter capitalista hayan desempeñado realmente un papel positivo para posibilitar el avance de nuestra capacidad productiva y, de este modo, generar la cantidad de bienes y riquezas que viabilizaran mejores condiciones de vida para el conjunto de los habitantes que estarían al alcance de los efectos de tales actividades.

Aún cuando hagamos una ponderación sobre el hecho de que la apropiación de los rendimientos derivados de emprendimientos capitalistas nunca se da dentro de parámetros equitativos de justicia social, sino que privilegia de manera acentuada a los propietarios de los medios de producción, me parece innegable que los resultados obtenidos en ese entonces representaban un paso adelante en favor de la humanidad en general.

Pero, con el paso del tiempo, las características que parecían ser apropiadas para impulsar la producción de bienes y, con eso, proporcionar una mejora generalizada de las perspectivas de vida, comenzaron a representar una enorme y aterradora amenaza para la propia supervivencia de la humanidad como tal, así como para gran parte de las demás formas de vida presentes en nuestro planeta.

Sucede que, hasta hace alrededor de un siglo, con el nivel de productividad disponible por entonces, predominaba la sensación de que no habría límites restrictivos para la expansión del proceso productivo basado en la explotación de los recursos naturales existentes. Así, solía entenderse como algo beneficioso y deseable que cada capitalista diera libertad total a sus ímpetus exploratorios y a su avidez por aumentos de ganancias.

No obstante, en los días de hoy, ya no debe haber muchas dudas de que la búsqueda desenfrenada de los capitalistas por la acumulación de ganancias está llevando a nuestro planeta rumbo a una catástrofe de proporciones inimaginables que, al ritmo que está avanzando, no está muy lejos de consumirse.

¿Cómo enfrentar un problema de esta magnitud? Para los dueños del capital, la respuesta está, como siempre lo estuvo, en la punta de la lengua: basta con dejar que el barco siga adelante libremente y, al final, será el propio mercado el que dará la solución. Para ellos, el mercado es la verdadera fuerza divina capaz de todo, es decir, deberíamos dejarlo todo en manos del Dios Mercado.

Y, deduciéndolo desde esa misma perspectiva, ese Dios Mercado también parece tener su pueblo elegido, el cual está compuesto por los poseedores de capital. Entonces, al dejarlo todo por cuenta de su máxima divinidad, nuestros capitalistas confiaron en que tendrán su salvación, y podrán disfrutar de su merecida vida eterna, enriqueciéndose permanentemente con sus benditas ganancias.

Sin embargo, para la inmensa mayoría que compone el resto de la humanidad, la solución de predilección de la clase capitalista representa efectivamente la eternización de su desgracia, o su propio exterminio. Por eso, para todos aquellos que no forman parte del reducido y selecto grupo del “pueblo elegido”, la salida debe de estar en otra dirección, muy diferente a la preferida por los discípulos del capital.

De hecho, el único camino a seguir para todos aquellos que aspiran a elevar constantemente sus condiciones de vida, sin destruir el medio ambiente en el que tenemos que vivir, es el que conduce al socialismo. Y al decir socialismo, no pretendemos dar a entender que queremos condenar a la humanidad al atraso. Por el contrario, nada más que a través del socialismo nos será posible soñar con una mejora constante de nuestro estándar de vida, con la preservación de las fuentes necesarias para su viabilidad.

Solo una sociedad que no se estructura en función de la avaricia personal egoísta típica del capitalismo, sino en una visión de planificación global y colectiva, es capaz de explorar los recursos naturales de manera coherente y racional, priorizando lo que debe ser priorizado en términos de las necesidades y potenciales del conjunto de nuestra población. Y la única alternativa que hace viable un enfoque de las relaciones sociales dentro de tal filosofía es el socialismo.

Conforme nos enseña la experiencia actual china, la eliminación completa de la actividad empresarial privada no llega a ser una exigencia indispensable en este período de construcción de las bases de sustentación de un régimen socialista. Lo que sí es imperativo es que las líneas directrices del funcionamiento de la economía y de la vida social en su conjunto no sean determinadas por los capitalistas y para satisfacer sus intereses de clase, sino por la totalidad de la sociedad, organizada de acuerdo con una verdadera democracia de carácter popular.

Por eso, mi convicción se va reforzando cada día. No tengo ningún motivo para vacilar en decir lo siguiente: en la actualidad, ¡el socialismo sigue siendo más necesario que nunca!

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Panorama… planetario y foco en Gaza

Por: Miguel Arróniz
https://revistafuturos.noblogs.org/

Hay una sensación, un desasosiego como cuando uno está cerca del mar y ve venir una tormenta; el cielo oscureciéndose, la brisa cediendo a vientos con rachas hasta desde diversos ángulos, el cielo encapotándose…

Así estamos viendo el panorama político, ya no (sólo) local sino generalizado.

Por supuesto que no tenemos ni la menor idea si tal acontece en Mongolia, en Costa Rica o en Hungría, pero es una situación que trasciende de todos modos nuestras particularidades.

Donald Trump ha sido, a mi ver, definido con acierto como el monarca que está cada  vez más desnudo (y algunos vamos intuyendo quiénes le han tejido el costoso traje invisible).

¿Cómo es posible que ante la selva que tanto rodea al (único) jardín de la no tan casta Europa, sea precisamente Europa la que bata los tambores de guerra? Desasosiego.

¿Y que tengamos algún otro monarca, surgido de elecciones democráticas, que consulte a su perro, muerto? Desasosiego.

¿Y que la teocracia judía (de la cual se desmarcan algunos, pocos, judíos) lleve adelante, −brutalidad y franqueza, inopinadamente entrelazadas− un genocidio “en vivo y en directo”? 

¿Y que Ucrania, aparezca cada vez más claramente como el “chirolita” de servicios secretos israelo-británico-estadounidenses? 

Tales políticas, recurrentes desde poderes dictatoriales, generalmente se escamoteaban, se “calafateaban”. 

Pero parece que hemos entrado en zona ideológica, psíquica, sin calafateos. 

Podríamos alegrarnos, hasta enorgullecernos del lenguaje directo, sin tapujos, pero resulta que tales sinceramientos se llevan adelante con descaro para reclamar aun mayor brutalidad, eliminación de barreras para desplegar sevicias, descaro para ejercer un despotismo sangriento  y resulta el “adecuado” para ajustar poblaciones a una voluntad omnímoda.

El excelente Francisco Claramunt viene revelando esos procederes en sus notas sobre el genocidio palestino y particularmente gazatí en Brecha. En su última nota desenvuelve la trama de exportación de armas de control y muerte, de Israel y sus pingües ganancias. 

Pero no es seguramente la ganancia su principal aporte. Porque el poder que da dichos despliegues es todavía más significativo. 

El tratamiento que Israel dispensa a palestinos, adueñándose de sus tierras  –un proceso que lleva un siglo–, despierta el interés de muchas constelaciones de poder, igualmente deseosas de reafirmar sus reales en tierras mal habidas.

El “caballito de batalla” de las exitosas exportaciones mílitopoliciales de Israel se caracteriza por un santo y seña  que usan sus exportadores: ‘testeadas y probadas en combate’.

Y ése es el “aporte” israelí, el invento de Israel; el de un enemigo (y el consiguiente combate).

Porque cuando el sionismo inicia el despojo por apropiación del territorio palestino, encontrará resistencia. Social. Pero no militar ni política. Pero Israel irá reconfigurando la resistencia como escenario de combate, inventa un adversario, mejor dicho un enemigo ideológico y político a quien trata como enemigo de guerra.

Es una tarea militar bastante fácil; los trata como enemigos en tanto las poblaciones refractarias a gatas si tienen una escopeta cazadora para enfrentarlos. Los resultados en número de “bajas” lo ilustran: los huelguistas durante la huelga general insurreccional de 1936 pagarán su levantamiento contra la ocupación sionista con miles de muertos; en 1948, los campesinos serán expulsados de sus tierras y labrantíos y de sus viviendas (los pelotones sionistas acabarán con unas 500 o 600 aldeas palestinas) y tras matar a refractarios (miles) expulsarán a varios cientos de miles de palestinos de su hábitat milenario. En enfrentamientos posteriores de vecinos embravecidos contra el ejército israelí,  como en las intifadas, incluso de guerrilleros palestinos en los ’60 armados a guerra, mueren centenares de palestinos (hombres, mujeres, niños) por cada soldado israelí caído “en acción”.

¿Cómo se explica que judíos despojados hasta de sus vidas a comienzos de la década del ’40 en Alemania, Polonia, países bálticos, etcétera, escasísimos años después, no más de los que se cuentan con una sola mano,  hayan despojado a palestinos de sus tierras, sus enseres, sus viviendas con mobiliario, ropa y vajilla (hasta las tazas de té humeantes, de casas precipitadamente abandonadas ante la amenazante requisa sionista)?

No se trató exactamente de la misma gente. Muchos de los despojados por el nazismo se refugiaron en EE.UU. Y muchos de los judíos sionistas que iban ocupando Palestina y desplazando palestinos no venían de los shtetl saqueados de Rusia y Europa oriental ni del terror nazi; a menudo provenían de Inglaterra y de otros países europeos occidentales, y de países americanos (EE.UU., Argentina). 

Tan enojosa comparación no se sostiene, entonces, por la diversidad de destinos particulares, a veces familiares.

¿Refugiados o colonizadores?

Lo que acabamos de reseñar es en el nivel de los destinos personales. Pero además, porque al “destino judío”  se le solapó la cuestión colonial. La colonización propiamente dicha: adueñarse del territorio de un “otro”.

Cuestión que para colonialistas es inexistente. Irrelevante. Porque referirnos a  la cuestión colonial abriría la puerta a los derechos de los colonizados. Y para el colonialismo, el derecho es por antonomasia el derecho de los colonizadores. No hay otro.

¿De qué otro derecho, pues, se puede hablar? Porque el derecho colonial se elabora y se plasma como el derecho de los colonizadores.

Con el mismo fundamento con el que se han elaborado en la ONU de 1945 los derechos humanos. El senador estadounidense de AIPAC, Lindsey Graham, lo explica, mejor dicho lo desnudará el 21 nov. 2024: “El Estatuto de Roma no se aplica a Israel, ni a EE.UU., ni a Francia, ni a Alemania, ni a Gran Bretaña,  porque no fue concebido para actuar sobre nosotros.” 

Veamos el estatuto: el Estatuto del Roma de la Corte Penal Internacional, establecido desde la ONU en 1998 y con complementos en 1999 y 2002 tiene presente “que, en este siglo, millones de niños, mujeres y hombres han sido víctimas de atrocidades”, y “que los crímenes más graves de trascendencia para la comunidad internacional en su conjunto no deben quedar sin castigo”, […y] decididos, a los efectos de la consecución de esos fines y en interés de las generaciones presentes y futuras, a establecer una Corte Penal Internacional de carácter permanente, independiente  […].” “La Corte […] estará facultada para ejercer su jurisdicción sobre personas respecto de los crímenes más graves de trascendencia internacional.” 

¿Aparece en algún pasaje que estas disposiciones son para magrebíes, salvadoreños, portugueses o tunecinos y no para ingleses, israelíes, estadounidenses o franceses? 

Viene bien confrontar las excepciones autoasignadas por los poderosos del planeta  con  el capítulo 6 del estatuto de la CPI que versa sobre lo genocida:

“Artículo 6

”Genocidio

”A los efectos del presente Estatuto, se entenderá por “genocidio” cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal:

”a) Matanza de miembros del grupo;

”b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;

”c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;

”d) Medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo;

”e) Traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo.”

¡Los cinco elementos constituyentes de un genocidio están cumplidos hasta con exceso por Israel en Palestina y particularmente en la Franja de Gaza!

Y nos preguntamos de dónde podría provenir una exoneración a Israel al estilo del que pretende el senador  auspiciado por AIPAC para ciertos ciudadanos del mundo de primera categoría.

No hemos podido dar con tan peculiares razones; tal vez sea nuestra ceguera…

No hay más remedio que concluir, siguiendo los criterios de la CPI, que todo lo actuado por el “ejército más moral del mundo” cumple acabadamente con lo que es un genocidio.

Tal vez a caballo de semejante excepcionalidad “grahamiana”, Israel se permite  propagar sus productos de guerra, doblegamiento  y tortura como “testeados y probados en combate”. Ya vimos que lo de combate suena a falso porque  convierte en guerra lo que es sencilla y brutalmente una ocupación militar (no existen dos ejércitos enfrentados).

Israel arma “los escenarios de combate”. Juega a la guerra con muchos “enemigos”. Muchísimos. Toda una población. En realidad, esa población victimada, con ancianos, mujeres, niños y bebes ha sido, es, apenas el punching ball del ejército israelí.

Claramunt repasa el enorme éxito que esa propaganda, ese testeo de armas israelíes tiene entre compradores: indudablemente, porque les quieren dar un uso análogo….

Un momento de la “colonización”: fabricando mutilados

Hasta octubre 2023, además del despojo, de sembrar la muerte, de sacar administrativamente a pobladores de la sociedad y mantenerlos detenidos, aislados, a veces durante décadas, Israel tuvo una política deliberada de mutilación, lo que hizo que éstas cobraran un papel importante. Mostrando una lógica colonial de mutilación, restringiendo las posibilidades de que el pueblo palestino se cure de sus heridas, ya que palestinos y palestinas pierden un ojo, una pierna, les queda de por vida un  tobillo deshecho […]

A octubre de 2023, cuando el copamiento palestino del cuartel local israelí en Gaza y la toma de rehenes, Gaza contaba con 440.000 personas discapacitadas, según Danila Zizi, directora de Handicap international para Palestina; es decir 21% de la población total. Escuchó bien. Uno de cada cinco… Desde el 8 de octubre 2023, se contaba en un mes cerca de 100.000 personas heridas de donde se puede deducir que una gran parte de ellas serán desde entonces discapacitadas (muertos adultos e infantes al margen). 

La discapacidad no es un efecto conectado con la masacre, sino una finalidad de la política colonial. Claro que, con las masacres también aumentan las mutilaciones y por consiguiente los discapacitados.

Test de ignorancia supina

Cuando alguien no sabe nada de esta tragedia, ni de derechos humanos y se ve precisado a referirse a palestinos, Gaza, Israel, se aferra a dos puntos y se siente a salvo: 1) es-una-guerra (desatada aviesamente el 7 de octubre de 2023; tal vez en cielo sereno, en el mejor-de-los-mundos), y 2) tenemos que lidiar con “la-red-terrorista-Hamás”.

Ni es una guerra, ni hubo nunca dos ejércitos. Es una colonización mediante despojo. 

Y Hamás no es terrorista como se puede decir del ISIS, de la Mano guatemalteca o del Irgún sionista.

Hamás se forjó para asistir a palestinos en estado de necesidad, abrigos, alimentos  y preservarles su integridad cultural (que para Hamás es religiosa). Muchas acciones de Hamás fueron no sólo no violentas sino decididamente pacíficas, como las Marchas por la Tierra (2019 y 2020) que fueron liquidadas por Israel con  saña y un saldo de centenares de tullidos y muertos.

Pero no son pacifistas. Son islámicos e invocan la “ guerra santa”. Y como fieles de un monoteísmo absoluto (y absolutista) –al igual que los monoteísmos verticalistas judío y cristiano–, admiten violencia y hasta la pueden glorificar. Pero hasta desde la misma ONU se reconoce que contra el colonialismo que auspicia el proyecto israelí, la violencia es legítima. 

Se dice que Hamás ha sido promovido, financiado por el estado sionista. No habría que descartarlo. Israel ha usado, como todo poder establecido, unas resistencias contra otras para quedar mejor librado (de ambas). En algún momento, Israel puede haber facilitado a islámicos para torcerles el brazo a palestinos laicos liderados por Arafat; en algún otro momento puede haberse servido de la Autoridad Nacional Palestina para desplazar la oposición menos domesticable de Hamás.

Pero tales avatares no desmienten el afán emancipatorio de los palestinos despojados y cada vez más matados a mansalva.

Y tampoco borra el nervio motor de esta situación, que tan concisamente presenta Francesca Albanese: el genocidio en curso es “consecuencia de la condición excepcional y la prolongada impunidad que se le ha concedido a Israel.”

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La mal llamada guerra en la franja de Gaza

Por: Miguel Arróniz

El inicio de las hostilidades se produjo el 7 de octubre de 2023 con el ataque del grupo Hamas a las comunidades israelíes al que denominaron “Operación inundación Al-Aqsa”; que supuso la muerte de 1195 personas (de los cuales 373 militares) y la captura de 251 más, que fueron llevadas a la Franja de Gaza. 

Flaco favor a la causa palestina, ya que le dio el pretexto al gobierno de Israel de declarar el estado de guerra y comenzar con una serie de bombardeos durante 20 días, para luego iniciar una invasión por tierra que perdura hasta hoy.

La invasión no es para nada una novedad y nadie puede llamarse a sorpresa. 

El objetivo desde siempre de los sectores más derechistas del movimiento sionista, hoy en el gobierno en Israel, ha sido la anexión lisa y llana de todo el territorio palestino. Ya en 1944 la Organización Sionista Mundial lo manifestaba públicamente.

Baste recordar la llamada “nakba” (la catástrofe) de 1948 por la cual la mitad de la población árabe de Palestina (unas 750.000 personas) fueron expulsadas violentamente de su territorio primero por grupos paramilitares sionistas y luego de la creación del Estado de Israel, por su ejército. 

Si bien existen diversos tipos específicos de guerras, podríamos acercarnos a una definición primaria de carácter general en tanto un enfrentamiento violento y masivo mediante el cual un contendor busca la derrota de su oponente a fin de imponerle un objetivo determinado. 

En el caso de una guerra entre dos países, estaríamos hablando esencialmente de un enfrentamiento entre dos ejércitos.

Esta no es la situación en la franja de Gaza en absoluto.

Por el contrario, vemos a un ejército con armas de última generación que bombardea e invade una región, destruyendo a su paso escuelas, universidades, hospitales, casas de familia, matando a más de 50.000 civiles (mujeres, hombres y niños) y obligando a otros miles a huir desesperadamente.

Por si esto fuera poco, realiza un bloqueo sistemático a los camiones de alimentos enviados por la ONU y a todo lo que sea ayuda humanitaria (medicamentos incluidos), cortando los servicios de luz y agua, condenando a la hambruna y la desesperación a miles y miles de niños y adultos.

Vayamos ahora a la definición de genocidio. 

En 1948, la Convención sobre el genocidio de Naciones Unidas definió el genocidio como cualquiera de los cinco actos «perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso». Estos son: matar a miembros del grupo, causarles graves daños físicos o mentales, imponer condiciones de vida destinadas a destruir al grupo, impedir los nacimientos y trasladar por la fuerza a los niños fuera del grupo. Las víctimas son elegidas por su pertenencia real o percibida a un grupo, no al azar.   

Queda meridianamente claro entonces que no puede haber dos opiniones honestas diferentes sobre cuál es la definición de lo que está ocurriendo en Gaza: es el genocidio por parte del gobierno sionista de Israel del pueblo palestino.

Los nefastos “destinos manifiestos” 

Lamentablemente tenemos más de un caso en la historia reciente y en el presente.

Desde el régimen nazi en Alemania proclamando la superioridad de la raza aria y la necesidad de mantener su pureza a cualquier precio, aunque fuera una guerra mundial.

Siguiendo con el destino manifiesto de los EUA de salvaguardar la “democracia occidental” del peligro del comunismo. Aunque tal “loable misión” implicara plagar de dictaduras de corte fascista a todo nuestro continente en la década de los años 70 del siglo pasado, con su secuela de miles y miles de desaparecidos, asesinados, presos y torturados.

Y ahora el régimen sionista de Israel que manifiesta ser “el pueblo elegido para ocupar la tierra prometida”. 

Como ser humano siento indignación y vergüenza ajena por los gobernantes de Israel que están llevando adelante una limpieza étnica con el pueblo palestino, tal como los nazis hicieron con los propios judíos, asesinando a más de seis millones en los campos de exterminio. 

La posición de Uruguay 

Hasta ahora la postura de Uruguay por declaraciones del Presidente Orsi, el Canciller Lubetkin y el propio MRREE ante esta situación ha sido por lo menos insuficiente.

El Presidente, siendo profesor de historia, debe estar al tanto de los antecedentes de la “nakba” y de la diferencia entre una guerra y un genocidio. Por ende no es de recibo que no llame a los hechos por su nombre y se refiera a ellos como “conflicto militar” a secas.

Uruguay tiene un bien ganado prestigio en el ámbito internacional por su consecuente defensa de los principios del derecho internacional humanitario.

Por ende, ha estado omiso al mismo al no integrarse al denominado Grupo de La Haya, creado el 31 de enero y conformado por nueve países – Belice, Bolivia, Colombia, Cuba, Honduras, Malasia, Namibia, Senegal y Sudáfrica – iniciativa promovida por la Internacional Progresista, con el objetivo de la defensa del derecho internacional frente a las violaciones al mismo cometidas por el gobierno de Israel, en concordancia con las disposiciones efectuadas por la Corte Penal Internacional contra el Primer Ministro Netanyahu como criminal de guerra.

Asimismo el comunicado No. 35/25 del MRREE si bien se refiere acertadamente a que “La solución de dos Estados es elemento fundamental para lograr una paz duradera entre Israel y Palestina y para que ambos pueblos puedan vivir en paz y seguridad.” e “insta a las autoridades de Israel a garantizar el acceso seguro y sin restricciones de la ayuda humanitaria para la población de Gaza a través de las Naciones Unidas”, se cuida de calificar la situación como un genocidio o limpieza racial y se limita a expresar “su seria preocupación ante la grave situación humanitaria que se vive en la franja de Gaza, donde decenas de miles de personas han perdido la vida, y muchos podrían seguir el mismo camino, frente al agravamiento de la situación en esa zona.”

Es hora de hablar claro 

Las autoridades uruguayas – comenzando por el Presidente Orsi – deberían sumarse a las voces de otros presidentes del continente como Petro, Lula y Boric, que definieron claramente la situación imperante en Gaza y Cisjordania como un genocidio del pueblo palestino por parte del gobierno sionista de Israel, a la vez que solicitar el ingreso de Uruguay al Grupo de La Haya.

No hay otra opción si queremos ser coherentes con nuestros principios y antecedentes.

Por ello saludamos las declaraciones del Partido Comunista, Partido Socialista y algunos Comités de Base del Frente Amplio en ese sentido.

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Coordinadora por Palestina: ¿cuándo se concretarán las sanciones prometidas por el Gobierno?

Por: Franck Gaudichaud

La Flotilla de la Libertad no ponía en riesgo la seguridad de Israel, sino su impunidad. Por eso fue interceptada ilegalmente por las fuerzas de ocupación israelíes.

La embarcación Madleen transportaba medicinas, alimentos y suministros para bebés, junto con una tripulación desarmada compuesta por 12 personas provenientes de distintos países: activistas, defensores de derechos humanos y figuras públicas como la parlamentaria europea Rima Hassan.

Este acto no es un hecho aislado. Es una extensión más de los crímenes de guerra que Israel comete sistemáticamente contra el pueblo palestino. Hoy, Israel ha interceptado y secuestrado una misión humanitaria pacífica que navegaba en aguas internacionales, cuyo propósito era abrir un corredor humanitario de los pueblos hacia el puerto de Gaza. Al hacerlo, ha violado el derecho internacional y ha dejado en evidencia, una vez más, que su verdadero temor no son las armas, sino la solidaridad internacionalista de los pueblos.

Cuando los gobiernos callan, los pueblos deben actuar. La Flotilla de la Libertad representa el cumplimiento del deber ético que los Estados han abandonado: romper el asedio, llevar ayuda humanitaria a Gaza y aislar a Israel para presionar por el fin del genocidio.

Desde la Coordinadora por Palestina de Chile:

1.Solicitamos al Gobierno de Chile que condene este secuestro y ejerza todas las acciones de presión internacional necesarias para garantizar la protección integral, el acceso a asistencia consular y la pronta liberación de los tripulantes del Madleen, al mismo tiempo que actúa por el pueblo palestino en Gaza y en toda Palestina.

2.Demandamos que se informe al país cuándo se concretarán las sanciones prometidas en la Cuenta Pública, como un embargo militar integral a Israel. Hoy, Chile tiene un nuevo y urgente motivo para hacerlo.

3.Instamos a los Estados de origen de los tripulantes —Brasil, España, Francia, Suecia, Alemania, Países Bajos y Turquía— a actuar con decisión, realizando todas las gestiones diplomáticas necesarias para lograr su liberación inmediata.

4.Condenamos la complicidad de Estados como Suecia, cuya respuesta no solo desprotege a su ciudadana Greta Thunberg, sino que legitima la violencia del ocupante.

Los gobiernos tienen la obligación de proteger a quienes actúan donde ellos han fallado. Y tienen el deber legal y moral de poner fin a la impunidad de Israel.

La Flotilla de la Libertad lo ha hecho. ¿Y ustedes?

¡Fin al bloqueo de Gaza!
¡Sanciones a Israel YA!
¡Liberen a la Flotilla!

Coordinadora por Palestina de Chile

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Rebelión y guerra en Los Ángeles

Por: Martina Neyra

Como instrumento de las élites estadounidenses y expresión de las ideas más nefastas del supremacismo yanqui, el programa político que encabeza Donald Trump busca recuperar el cercenado poderío imperial de Estados Unidos. Su estrategia: combinar la guerra total a escala global contra los países enemigos, exacerbar la sumisión de países y entes político económicos ya subordinados y construir y eliminar a un enemigo interno en lo nacional.

A través de identificar a los inmigrantes como el enemigo interno, Trump construye el relato de que esa población– en especial la latina, asiática y africana– es la causa de todos los problemas del país. Las redadas contra migrantes se iniciaron bajo el argumento que sólo se deportarían a personas con una situación migratoria irregular que hubieran cometido algún delito. Pronto esto se demostró falso. Las deportaciones al centro de detención en El Salvador y a otros países incluyeron incluso a ciudadanos estadunidenses y a personas sin siquiera una multa de tránsito. Entre los criterios para identificarlos como delincuentes, además de aplicar el criterio racial, era que ellos tenían tatuajes (¡uno de cada tres estadunidenses tiene tatuajes!).

Desde el fin de semana pasado, la política antimigrante de Trump topó con la realidad: una rebelión espontánea de latinos –principalmente mexicanos– en la ciudad de Los Ángeles. Las redadas del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) fueron directamente a centros de trabajo en busca de personas “indocumentadas”. Eso detonó la ira popular. Cientos de personas las enfrentaron, impidiendo sus labores. Los combates se extendieron contra policías, personal de la FBI, de la DEA y de la oficina de seguridad del suelo patrio. Fue entonces que Trump envío a 2 mil tropas de la Guardia Nacional y 500 marines para sofocar la rebelión y, hasta ahora nada han podido hacer.

La Guardia Nacional es la reserva militar de Estados Unidos. Ese cuerpo represivo y de ocupación, fundado en 1663, antes de que Estados Unidos existiera como país independiente, fue enviado sin la anuencia del gobernador de California (algo que no ocurría desde hace 60 años). Su presencia en las calles, atacando a la población, pone en evidencia una guerra civil en curso, que había permanecido soterrada. Los inmigrantes, como enemigo interno, son el objetivo de la guerra interna.

El estado de California representa por sí solo la quinta economía más grande del mundo y Los Ángeles la ciudad más desigual de Estados Unidos. Un tercio de sus residentes viven en la línea de la pobreza. Mientras el precio por metro cuadrado de tierra está entre los 10 más caros del mundo, 80 mil ciudadanos viven en las calles. Es una de las ciudades en que el proceso de desindustrialización de fines del siglo XX avanzó de manera ejemplar con la gentrificación de barrios, la especulación inmobiliaria y la superexplotación de los trabajadores, sacando una renta extraordinaria de los inmigrantes sin papeles.

En la década de 1990, el urbanista crítico Mike Davis en Ciudad de Cuarzo resaltó su carácter de promesa utópica y de vertedero posmoderno del sueño americano. Alertó sobre los desastres sociales que podían venir a causa de la estructura imperante. En 1992, ante la exoneración de cuatro policías que habían golpeado casi hasta la muerte al taxista afro Rodney King, estalló en esa ciudad una revuelta de enorme magnitud: 63 personas fueron asesinadas por la policía, miles fueron detenidas y decenas de miles de negocios fueron incendiados. Por aquel entonces, Los Ángeles era la segunda ciudad con mayor población afro de Estados Unidos. Hoy la revuelta migrante alerta sobre un conflicto de proporciones inéditas: más de 40 por ciento de su población es latina.

No todo es rebeldía. La gente también tiene miedo. El terrorismo de Estado sigue siendo funcional. Los restaurantes mexicanos registran poca afluencia.

Mucha gente teme ser deportada. Algunas personas han dejado de salir de sus hogares. Esta guerra interna amenaza con quebrar lazos comunitarios muy profundos.

La rebelión rebasó a las organizaciones sociales. Los sindicatos están paralizados y sumidos en su periodo de negociación contractual. Las fuerzas más activas y beligerantes son las de las agrupaciones vecinales que luchan por la vivienda, defienden a la población inmigrante y fortalecen la vida comunitaria. Para ellas el desafío de hoy radica en combinar el alzamiento espontáneo con estrategias de resistencia a largo plazo. Identifican que la verdadera batalla será en los barrios y por periodos prolongados.

Si el conflicto se sostiene o aumenta, lo más probable es que las élites políticas intentarán decantar las contradicciones a través de las disputas político electorales entre demócratas y republicanos y sus ONG afines, tratando de hacer discreta una guerra interna que, como ocurre con las guerras externas, requieren tanto del garrote como de la zanahoria.

Fuente: https://www.jornada.com.mx/noticia/2025/06/10/opinion/rebelion-y-guerra-en-los-angeles

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