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Sorteando la gordofobia

14 Noviembre 2025 at 09:39

En una ficción televisiva que aún exhibe poca diversidad corporal –solo un 7,2% de los personajes en series españolas son percibidos como gordos, según el Informe contra la gordofobia 2024 del Observatorio de Diversidad en los Medios Audiovisuales– resultan elocuentes y esperanzadores los estrenos de Mariliendre (Atresplayer) y Sin medida (Netflix). Y es que, en tiempos de sobreexposición del cuerpo y dietas convertidas en moral pública, ambas series optan por una vía poco transitada: no hacer de los cuerpos no normativos un conflicto narrativo ni una caricatura recurrente, sino un rasgo más de las protagonistas de estas historias de amistad, deseo y duelo, sin subrayados ni penitencias. 

Estrenada en abril de 2025, Mariliendre es una comedia musical con tintes dramáticos creada por Javier Ferreiro que acompaña a Meri Román –exdiva de la noche gay madrileña– en un viaje de reconciliación con su pasado y su pandilla LGTBIQ+ tras la muerte de su padre. Producida por Suma Content (Los Javis) y concebida como la primera ficción musical de Atresplayer, la serie mezcla nostalgia pop, números coreografiados y la voluntad de dignificar una figura históricamente tratada desde el cliché

En paralelo, Sin medida, creada por Lena Dunham y Luis Felber, desembarcó en Netflix en julio de este mismo año con Megan Stalter como protagonista. La premisa: Jessica, una neoyorquina con el corazón roto, aterriza en Londres y se enamora de un músico atípico (Will Sharpe). El dato no menor, por lo inusual, es que Stalter –una actriz que escapa al canon de belleza hegemónico asociado a la delgadez– lidera una comedia romántica sin que su peso sea motor de chistes ni arco dramático de «superación». Diversas críticas en medios de comunicación tras el estreno subrayaron precisamente lo refrescante de esa decisión: una protagonista plus size cuya historia no tiene nada que ver con su peso

Ese tipo de representación responde a una demanda que el activismo feminista viene formulando desde hace años: sacar el cuerpo gordo del lugar de la culpa y la patologización. La periodista Sandra Gonfaus, activista y referente en materia de violencia estética, lo resumía con crudeza en una entrevista para La Vanguardia en 2023: «El sentimiento clave desde el principio es la culpa». La culpa, explicaba Gonfaus, ha recaído históricamente sobre las personas gordas por tener el cuerpo que tienen y no «hacer el esfuerzo suficiente para cambiarlo». La frase ilumina por contraste lo que hacen estas series cuando eligen no culpabilizar ni corregir cuerpos.

Megan Stalter y Michael Zegen en una escena de 'Sin medida'.
Megan Stalter y Michael Zegen en una escena de ‘Sin medida’.

En Sin medida el desplazamiento es claro. La cámara no reta ni redime a Jessica por su talla; la desea, la acompaña en sus torpezas, le permite ser cómica, vulnerable, sensual y sexual. El periódico británico The Guardian lo reconoció incluso en reseñas críticas con otros aspectos del show y afirmaba que es refrescante ver a Stalter interpretar a un personaje desinhibido que generalmente consigue lo que quiere. Que la rival amorosa pueda ser Emily Ratajkowski y, aun así, la narrativa no derive en una humillación corporal, evidencia un desplazamiento de los códigos de la comedia romántica televisiva.

Hay, además, un subtexto político que la propia Stalter verbalizó en una entrevista para el mismo medio británico definiéndose a contrapelo del mandato de la «dulzura discreta»: «Nos dicen que seamos educadas, pequeñas y delicadas. ¡Pero yo no soy así!». La frase, más allá del marketing de la serie, conecta con una crítica feminista a la cultura de la contención, que asocia la delgadez con la virtud y la corrección. Sin medida decide no «hablar del cuerpo» para, justamente, dejarlo vivir.

Mariliendre opera ese giro desde otro registro: el musical pop, camp, hiperbólica y coral. Aquí tampoco hay penitencia corporal de ningún tipo. La apuesta estética, llena de brillo y reversiones de hits dosmilistas desactiva el mecanismo habitual por el que la comedia tradicionalmente ha castigado a los cuerpos no normativos. Que el elenco incluya a intérpretes como Mariona Terés –quien ha hablado abiertamente contra la gordofobia– y que la serie ponga el foco en la red afectiva antes que en el juicio estético contribuye a integrar el tema de manera fluida, sin sermón.

El contexto también ayuda a medir el alcance de este cambio de paradigma en la representación de las corporalidades: la presencia de cuerpos gordos en la ficción sigue siendo exigua y, cuando aparece, tiende al estereotipo (la amiga graciosa, el vago glotón, la eterna acomplejada, la confidente no deseada, el villano grotesco…). Por eso, que estas dos series recientes coloquen a mujeres fuera del canon en el centro del deseo y la agencia –sin planes de adelgazamiento y sin moralinas– supone un pequeño quiebre en el paisaje televisivo sin caer en el panfleto ni convertir el cuerpo gordo en el eje central del conflicto.

La teoría feminista sobre presión estética aporta el marco desde el que acercarnos a estos nuevos relatos y señala a la gordofobia como lo que es: una forma de discriminación, de odio, rechazo y violencia sostenida por prejuicios que sancionan a quienes se salen del «ideal» de delgadez. Combatirla no pasa solo por hablar del tema en pantalla, sino por desactivar sus guiones invisibles: dejar de usar la talla como chiste, abandonar el castigo romántico, distribuir el deseo con mayor justicia… En ese sentido, Mariliendre y Sin medida tienen fuerza no por su carácter didáctico o una voluntad explícita de concienciación respecto a la diferencia, sino como experiencia de lo cotidiano, dejando que sus protagonistas ocupen el encuadre sin disculpas, que amen y sean amadas, que canten y se equivoquen, que gocen, que vivan. Y lo hacen –he ahí la noticia– sin pedir perdón por el cuerpo que habitan.

Si algo comparten estas dos series, pues, es una intuición política: para que cambie la conversación sobre los cuerpos, antes hay que cambiar el punto de vista. Y esa cámara –que deja de registrar a las mujeres gordas como «exceso» para filmarlas, por fin, como protagonistas plausibles– abre un relato distinto que da lugar a un imaginario donde lo gordo no es un obstáculo, sino una condición legítima de existencia y representación.  

La entrada Sorteando la gordofobia se publicó primero en lamarea.com.

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